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LOS IMPUESTOS
Y LA INDUSTRIA
por
J. da C. FORTINHO
MONTEVIDEO: 1878
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Índice
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LOS IMPUESTOS Y LA INDUSTRIA
I
recaudación una suma importante de las rentas de la nación, esterilizando así los
sacrificios del pueblo.
Solo después de una apreciación meditada pueden señalarse los impuestos que
deben ser preferidos y determinar la organización completa de un sistema rentístico.
Establecer esa preferencia en este país y asimismo en la generalidad de los países
sud-americanos, creemos que no es una tarea difícil. Los países jóvenes no cuentan
como aquellos del viejo mundo numerosa industria que los obliguen a recargar a sus
contribuyentes con impuestos generales directos é indirectos de muchas especies
diferentes.
El sistema de Quesnay, así como el income tax, lo juzgamos, sin discusión,
inaplicable a nuestra sociedad, como lo considerará todo estadista que conozca las
condiciones económicas de estos países. La contribución nacional como renta
nacional no puede tampoco adoptarse en los países que basan la grandeza de su
porvenir en la importación de brazos para el trabajo.
Fundar el presupuesto del Estado en un impuesto único, además de ser una
preocupación de los espíritus que no tratan de las resoluciones prácticas, sería una
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Las reclamaciones, los clamores que le levantan siempre en los pueblos por la
absorción de las rentas públicas a favor de las metrópolis ó de las poblaciones cabeza
de los departamentos, no tendrán ya razón de existir cuando se practique el sistema
rentístico que acabamos de indicar.
Al mismo tiempo las cuotas municipales establecida sen los pueblos, por fuertes que
sean se pagarán siempre sin dificultad desde que su importe se emplee en el mismo
punto y el contribuyente pueda convencerse de su utilidad, a la par que ejercer una
fiscalización directa.
En todas partes el lugareño posee en alto grado el patriotismo del hogar, porque cree
de eso modo ser también el defensor nato y entusiasta de los lares de su familia.
Y nada mas justo que allí donde el hombre vive, donde reside con los suyos, goce de
algunos beneficios que correspondan directamente a la parte con que él concurre a
favor de la sociedad.
II
La descentralización administrativa considérase, muy justificadamente, como un
principio de libertad y elemento de progreso.
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III
La centralización es por el contrario una traba constante puesta al trabajo y a la
riqueza; disminuye la actividad personal; consume sin reproducción una importante
suma de las fuerzas y de la iniciativa que se emplean en los variados ramos de la
industria, y es bajo todos los puntos de vista una rémora para el progreso de un país.
La centralización tiene aun el inconveniente de representar las atribuciones de un
poder sin limites al cual sin ventajas correspondientes todo está sometido. La
extensión que este poder abraza no le permite impedir que se transformen en una
fuerza de presión las exigencias de los empleados subalternos. De ahí que el abuso y
el despotismo vengan casi siempre a ser crímenes innatos en los gobiernos
centralizadores.
Para impedir los excesos y abusos de las autoridades subalternas y que mejor se
respeten las leyes por sus propios ejecutores, es indispensable fundar los municipios,
dándoles todos sus derechos sobre la autonomía del hogar.
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Sin este baluarte de la libertad donde puedan agruparse alrededor de él todos los
buenos ciudadanos, no habrá fuerte punto de apoyo para la tranquilidad pública ni
quien salvaguarde la propiedad: en fin, no puede establecerse y hacerse
indestructible la paz en la República.
Como principio político y también como principio económico, el sistema de
administración de la República no deberá ser otro que el de la descentralización; y
para la ejecución de él no se reclaman eminentes estadísticas: hombres prácticos de
buen sentido y sobre todo de reconocida moralidad, son los que deben ocupar los
delicados puestos de la alta administración de la Hacienda nacional.
Si la República no se envuelve, como lo esperamos, en nuevos extravíos, a pesar de
su abultado déficit, y cuando siga aprovechando los abundantes recursos que
poseemos, el Tesoro nacional pagará los compromisos del Estado sin exigir pesados
gravámenes ni sacrificios del público.
Pero dada la hipótesis de que no hubiera paz ni orden en la administración, todos los
sistemas son iguales porque todas las medidas son inútiles. No hay medios
económicos conocidos para oponer a la corrupción é inmoralidad, que produzcan
buenos resultados.
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IV
Los empleados del Fisco deben ser escogidos entre lo mejor del personal
administrativo de un Estado. La responsabilidad mas estrecha debe pesar sobre
ellos, al mismo tiempo que sus sueldos beben ser tal altos cual corresponde á
hombres dignos de toda confianza.
Exigir buen servicio y cumplimiento intachable de quien tiene haberes insuficientes
para su sustento y el de su familia, es pretender lo que no cabe en la voluntad
humana.
Si el funcionario por la insuficiencia de los medios que le proporciona el Estado tiene
que ocuparse de otros asuntos ajenos a sus deberes para aumentar sus
participaciones ingresos, ocasiona necesariamente un prejuicio al país, puesto que
distrae un tiempo debiera emplear en el servicio público. Si sus talentos ó su
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despachar sus mercancías le invitan a clasificar éstas como calidad inferior y por
tanto menos gravada por la tarifa, o bien a mudar el nombre al género mediante
mediante el reparto entre ambos del beneficio que resulta del fraude. Dudamos que
haya muchos que resistan a semejante tentación en dichas circunstancias
apremiantes.
Creemos además que se el ofrecimiento de concusión procede del mismo acreedor, y,
hábil este tales manejos, sabe pintar con negros colores el cuadro de la vida futura
de su víctima, en tal caso el funcionario público será pronto vencido, aceptando la
propuesta que le arrastra a caer en el acto criminal de defraudar el Tesoro nacional.
Ese servidor del Estado que así procedió una vez, quedó imposibilitando en adelante,
con dicho especulador, que fue su cómplice, para defender como debiera los intereses
de la Hacienda pública. Repítese, pues, el crimen cada vez que este se presenta. Al
precio de que su delito no sea conocido, el empleado tiene que subordinarse por
completo a voluntad del especulador.
Corre el tiempo y con él la impunidad queda reconocida; entonces el funcionario, que
ya tenido, gracias a sus abusos, ocasión de gustar las comodidades; que puede ya
educar convenientemente a sus hijos, empieza a comparar su venturoso presente
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con el pasado y a convencerse de que aun debe especular en mayor escala con su
posición oficial, para reunir una fortuna que le haga independiente y le permita
abandonar su empleo.
En el comercio la noticia de que se contrabandea por medio de los Baladores de la
Hacienda pública, causa al principio un movimiento de alarma pero bien pronto cada
cual procura estudiar el negocio y se tantean todos los medios de pagar el menor
impuesto posible al Tesoro nacional.
Los mas refractarios a estas condenadas especulaciones vienen a convencerse de su
necesidad. un comerciante en efectos que despacha lícitamente sus mercancías en la
aduana, no puede competir en la venta con otro que haga contrabando. su interés y
su criterio le persuaden de que sería una victima de sus preocupaciones si insistiese
en proceder con el respeto que se debe a las leyes.
Un ejemplo de corrupción basta para inmoralizar a una corporación y para
generalizar el contrabando, mermando considerablemente las rentas del Estado y
haciéndose patentes todos los abusos.
Los empleados mas subalternos de las casas fiscales, no pudiendo participar de los
beneficios producidos por altas combinaciones basadas en el pago de impuestos,
18
V
Las tarifas de las aduanas, sirven, hábilmente manejadas, para poderosa palanca de
progreso a los gobiernos que se ocupan de la creación de nuevos ramos de industria
nacional; sirven asimismo a estos de balanza para justicia por medio de la cual pesan
la aplicación que cada mercadería va a tener en el consumo general, a fin de que el
impuesto se reparta en justa proporción al haber de cada consumidor.
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Las tarifas tienen, por otra parte, una importancia inmensa en la vida particular de
los pueblos: así, influyen sobre los gastos domésticos como sobre los precios de todos
los artículos del consumo.
La mayor baratura posible de la vida del operario y del hombre de trabajo en general,
toma las proporciones de una cuestión de Estado en los países que tienen pendiente
de la inmigración y aclimatación de brazos su futura riqueza. Es por lo tanto una
cuestión que conviene estudiar con el mayor detenimiento.
En la organización de tarifas aduaneras debe atenderse a que las materias auxiliares
que en país no pueden producirse y sean indispensables para concurrir a la creación
de las industrias apropiadas al clima, no se carguen con pesados derechos. Al mismo
tiempo se debe establecer en las tarifas la equitativa diferencia entre los géneros de
consumo general de la población, de importación extranjera, y aquellos de la misma
procedencia, exclusivamente de lujo, que consume la clase social mas acomodada.
La estrategia económica en la organización de las tarifas consiste en proporcionar
indirectamente a la iniciativa particular los medios de levantar en el país provechosa
industria, haciendo que las manufacturas de procedencia extranjera no perjudiquen
a las nacionales y aun aquellas cuya creación sea razonable esperarse.
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A este aspectos los Estados Unidos dieron al mundo una gran lección aun después
de su lucha civil. La victoria del Norte sobre el Sud no fue solo el triunfo de las
doctrinas anti-escravistas. Al mismo tiempo venció el principio proteccionista. Por ese
sistema los norte-americanos consiguieron prepararse para hacer ventajosa
concurrencia a la industria europea.
Los pocos años que los ciudadanos de la Unión Americana estuvieron encerrados
dentro de las líneas aduaneras, le bastó para que fundasen muchas importantes
industria que ellos no poseían y que se desarrollaron al abrigo del proteccionismo.
Ahora y con razón ya se levantan voces pidiendo a concurrencia con las
manufacturas extranjeras como el seguro medio de perfeccionar los nuevos ramos de
industria y por consiguiente de conseguir los consumidores la reducción de precios
de algunos de esos artículos de producción nacional.
Del incremento de muchas industrias norte-americanas proviene que eminentes
economías de aquel país se propusiesen demostrar que la incomparable lucha civil
había producido las ventajas de un grande aumento para la riqueza pública.
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Y sin los grandes medios que produjo la industria por cierto que el general Grant
presidente de los Estados-Unidos, no hubiera elevado a su ejecución la proclama
estrepitosa después de concluir la guerra, en que dijo:
“Una gran deuda fue contraída. Debemos pensar en liquidarla, y por consiguiente
abrir el pago en especies metálicas tan pronto sea posible, para que así respetemos
los derechos de los acreedores del Estado y el interés general del país.
“No opinamos que sea repudiado un solo centésimo de la deuda pública. Este
principio contribuirá a aumentar inmensamente nuestro crédito, que debe ser el
primer crédito del mundo.
“Cuando no se haya especificado otra forma, cada peso de la deuda nacional debe ser
reembolsado en oro para salvaguardar la honra de la nación.”
VI
Las seductoras teorías libre-cambistas que los países a la vanguardia de la
civilización proclaman entusiasmados, solo entre ellos tienen útil aplicación. Allí,
donde la industria esta ya robustecida y perfeccionada, la protección representaría
ahora el monopolio que mataría la emulación, incentivo que conduce a la perfección
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Y tales fueron los medios restrictivos que se adoptaron para favorecer la industria,
que hasta es estableció una diferencia entre los derechos de las mercaderías según
fuese la bandera bajo la cual habían sido transportadas; diferencia aun vigente en
algunos países progresistas.
VII
La necesidad y conveniencia de la protección a la industria en los países nuevos no
puede ser negada ni aun por los hombres de mas talento que abogan por el libre-
cambio.
Todos los bellos argumentos sobre que el ciudadano no está obligado a pagar otros
impuestos que aquellos que directamente competen al Estado, como asimismo que
las industrias protegidas son monopolios que el pueblo sustenta en interés particular
de determinados individuos ó asociaciones; todos esos argumentos, decimos, se
desvanecen ante el inexorable realismo de la práctica en los países en donde todo
existe por explorar y donde fuertes motivos aconsejan procurar la detención de los
capitales internos.
Los pueblos nuevos que se encuentran en los primeros días de su juventud
consumiendo en estado natural todos los productos de su suelo, en la permuta con
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las cosas indispensables a las necesidades de la vida que les son enviadas de los
mercados extranjeros efectúan un comercio ruinoso para sí, constituyéndose en
recompradores a los mas altos precisos de su propios productos después de
manufacturados.
Legase de esta manera a sentir los terribles efectos de la pérdida de capital fluctuante
de un país y a la constante disminución de su presupuesto. La grave cuestión de la
reproducción es a lo que se obsta por el arrebato hecho a la circulación con los saldo
que absorben las diferencias de valor entre las remesas exportadas en bruto y
recibidas manufacturadas. Así, disminuyendo la oferta de capital se aumenta el
precio de alquiler, disminuye la producción necesaria al consumo, y se empobrece la
riqueza de la nación.
La base racional de todo el sistema económico de los países sud-americanos debe ser
buscar los medios que promuevan el aumento del capital fluctuante de sus
mercados, a fin de que estos Estados posean elementos con que satisfacer sus
premiosas necesidades, y para utilizar de un modo provechoso la corriente de
inmigración que viene a pedir trabajo a estas fértiles regiones.
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VIII
Es intuitivo del análisis práctico del sistema rentístico que venidos indicando, que sin
los impuestos proteccionistas muchos artículos podrían ser ofrecidos al consumo por
mas módico precio, pero también el consumo de productos extranjeros disminuiría el
capital fluctuante de nuestro presupuesto y por ese motivo aumentaría el precio de
su alquiler; en resultado, pues, desaparecería la ventaja antes mencionada, porque
se pagaría al propio tiempo mayor precio para adquirir otros diferentes artículos.
Para el consumidor nada influye pagar un reducido premio por el artículo A y
satisfacer muy caro los artículos B y C. Su sola aspiración consiste en que el total de
sus gastos sea lo mas reducido posible.
No es bastante estudiar lo que son hoy esos grandes centros del mundo industrial;
conviene examinar cual fue su punto de partida y las condiciones particulares de
cada país, después de poseer valiosos instrumentos de producción. Y no es aun
menos importante que al mismo tiempo se medite en su abundancia de brazos para
el trabajo en la cantidad de capital fluctuante ya invertido en fijo que en la actualidad
les facilita el aumento de su presupuesto corriente.
En los Estados sud-americanos y en todos aquellos cuyas riquezas se encuentran por
exportar, dos causas únicas en circunstancias ordinarias pueden establecer la
carestía del alquiler de capital; y son: la múltiple actividad de la industria y creación
de nuevas empresas ó una sensible pobreza de las primeras, cuya producción y
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IX
Aun admitiendo como resultado en estos países que de la comparación de los
sistemas Proteccionismo y Libre-cambio hubiese igualdad de gastos generales, es
preciso reconocer que sería mas peligroso preferir el libre-cambio, porque haría
imposible la creación de escuelas industriales; y porque provocaría mayor número de
crisis económicas; esos acontecimientos que tanto perturban el orden de las
transacciones de un mercado y disminuyen la fortuna general de una nación.
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Por nuestra parte, para los países jóvenes damos nuestro voto en pró de moderadas
tarifas proteccionistas, como medio de dar vida y desarrollo a su conveniente
industria.
Los que exageradamente interpretan la palabra libertad como un derecho aplicable
en todos sentidos, deberían reflexionar que el libre-cambio en las condiciones
excepcionales de los Estados sud-americanos no representa como ellos proclaman, la
felicidad y la independencia. Es negar al trabajo nacional la protección del Estado
otorgándola generosamente a favor de la fabricación extrajera.
Cuando un país, como este, importa manufacturas extranjeras cuya materia primera
proviene de la producción nacional, no vemos dificultad en que se sostenga ante el
hecho mismo de esa fabricación, que existe en semejante sistema aduanero una
positiva protección a favor del trabajo extranjero.
¿Qué libertad ó feliz independencia ofrece, el libre-cambio a quien por sí se
imposibilita hasta de aprovechar las materias primeras que dentro de su propio
Estado se producen?
29
X
Para que se haga juicio seguro respecto de la protección que pide la industria fabril
en las sociedades recién formadas, es indispensable profundizar también la cuestión
del capital fluctuante y fijo, reconocerle toda su inmensa influencia, como él se
relaciona con el progreso de los pueblos, y al mismo tiempo juzgar los inconvenientes
ó peligros que ocasiona el escape de dicho capital.
Cuando se habla de plantear cualquier industria en un país, es evidente que la
referencia se entiende con relación a aquellas que le son mas adecuadas a
consecuencia de los elementos ofrecidos por su solo y clima.
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Cierto es que ningún país puede fabricar todo cuanto necesita, y también que solo
deberá producir las manufacturas que después de los primeros años de experiencias
y estudios sirvan para competir con iguales productos de procedencia extranjera.
Abogamos por la protección a la industria nacional, pero combatimos el monopolio
bajo la forma de privilegios de introducción. Entre esos dos principios la diferencia es
inmensa para las personas que despreocupadamente aprecian los hechos.
Cuando un Estado impone contribuciones proteccionistas a favor de la industria
nacional, ofrece igual derecho a todos sus habitantes para gozar de ese beneficio.
Debe hacer mas: cualquier tiempo que esa industria necesita para robustecerse y
desarrollarse, y después de una determinada época cuando ya puede resistir a la
concurrencia de los productos similares dispensarse de darlo su protección.
El monopolio es el privilegio concedido a determinada asociación, que no admite ni la
propia concurrencia de los demás ciudadanos del país. Es un solo y único productor
de especificada mercadería que se impone a los consumidores de todo el mercado
interno.
31
XI
Los impuestos aduaneros establecidos con criterio según las condiciones de cada
país, permiten hacer de ellos un reparto justo sobre los consumidores. Esta es la
base esencial de todas las contribuciones que se piden al público.
Por otra parte, las rentas de un Estado dificultarían mucho su cobranza cuando
prescindiendo de este medio tratase él de organizar su presupuesto con cantidades
de otro orden.
También, como ya hemos demostrado, las contribuciones aduaneras tienen el poder
entre los Gobiernos ilustrados de servir de regulador y activo agente del
planteamiento y progreso de ramos de industria.
La rigorosa fiscalización sobre entrada y salida de géneros de que se encargan las
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aduanas, sirve para conseguir que se exprese y reduzca a números minuciosos todo
el movimiento de cambio con los mercados del exterior. Así como se constituyen las
estadísticas, ese gran libro de estudio para el progreso de los pueblos.
XII
El examen de la tarifa aduanera del Estado uruguayo revela a todas las luces el
imperdonable descuido con que son tratadas en el país las importantes cuestiones
financieras.
Una parte de las contribuciones sobre los artículos de importación, por su elevado
valor representan el derecho proteccionista. Sin embargo, como el recargo sobre
parte, aquella de las materias auxiliares é indispensables al fomento de la industria
nacional, es también elevado, así quedan destruidos los beneficios a favor de las
manufacturas nacionales.
Como resultado de las desordenadas ideas que presidieron a la confección de la tarifa
aduanera de la República uruguaya, sucede que inconscientemente los poderes
públicos promulgaron leyes proteccionistas a favor de la industria extranjera. Esto es
hasta donde se puede llevar el desorden económico de un país.
34
XIII
Mas adelante demostraremos la importancia que ejerce el capital fluctuante sobre el
progreso de un país. Emprenderemos asa tarea para que las personas que
desconocen estos asuntos, por el buen sentido alcancen juzgar de los efectos que
produce dicho capital sobre los adelantos de la industria nacional.
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En el Estado uruguayo han sido y son todavía poderosas las causas que se oponen al
planteamiento de nuevos ramos de industria. El contrabando, ese opositor al trabajo
legítimo de los pueblos, fue durante mucho tiempo mas peligroso enemigo de la
industria nacional. Después viene la escasez de brazos y la carestía en el interés de
los capitales, que eleva el costo de todas las mercaderías y por lo tanto el de la mano
de obra.
A todo eso únese que las materias que el país no producen y son auxiliares valiosos
de la industria, pagan muy pesados impuestos de importación. En vista de lo
referido, a nadie admirará por cierto la falta de planteamiento de nuevos ramos de
industria y así mismo el fracaso de las arriesgadas empresas que intentaron vencer
todas las dificultades propias a los países jóvenes y además los inconvenientes de los
acuerdos legislativos.
Estos acontecimientos se ocultan al país entre la confusión de la libertad á la mode,
porque unos pretenciosos y algunos talentos maníacos proclaman, exageran y
explican los efectos del libre-cambio, poniendo en paralelo las condiciones de esta
sociedad con aquellas de las mas adelantadas del viejo mundo.
Los propagadores de dicha doctrina llevan su ceguedad hasta persuadirse de que se
justifican con las autorizadas ideas que grandes maestros de la ciencia económica
concibieron y publicaron con determinado fin de servir a las sociedades que cuentan
muchos siglos de progreso.
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Aquí, donde todos aspiran a todas las libertades, por lo mismo que el goce de esa
felicidad se ha negado de largo tiempo, los progresos del libre-cambio encuentran los
aplausos del vulgo ignorante, que cree que la grandeza y prosperidad de muchos
Estados proviene exclusiva, pura y simplemente de su actual libertad de permutas.
El libre-cambio se presenta como un elixir económico que sirve para curar
radicalmente todas las enfermedades financieras.
XIV
La influencia de los errores económicos inscritos en la tarifa aduanera del Estado
uruguayo es tan prejudicial a la industria nacional, que ni los privilegios exclusivos
ya concedidos a favor de algunas empresas consiguen aminorar sus graves
inconvenientes.
Como la ventaja de los privilegios es absoluta sobre el consumo interno, en nada se
mejora la posición de los especuladores privilegiados ante la concurrencia extranjera.
37
XV
La legislación del Estado uruguayo en materia de privilegios presenta doctrinas
desconocidas: por eso no sabemos en qué se fundaron sus autores para establecer
las prescripciones de la ley vigente.
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En todos los Estados observamos que los privilegios se conceden por largo tiempo a
los inventores y por un plazo muy limitado a los introductores. A los primeros
acuerdan aquellos el derecho natural que poseen los mismos al goce de la propiedad
de sus combinaciones ó inventos. En cuanto a los segundos, apenas introductores de
ya conocidas industrias, las opiniones y usos de los Estados no son uniformes; en
algunos de estos no se expiden privilegios de introducción. Y en aquellos mismos
donde esa práctica se admite, no se concede privilegio sobre toda nueva importación
de industria; asimismo, el tiempo de la concesión especial se regula por la
importancia del capital que dicha industria necesita inmovilizar.
En los Estados-Unidos solo se acuerdan privilegios al inventor obligándose a sujetar
la invención a un examen previo. Esos privilegios son por 14 años, y los poderes
públicos ofrecen su decidido apoyo para castigar a los contraventores.
En los Estados europeos se concede a los inventores casi en general 15 años de
privilegio para explorar su invención; y á los especuladores que introducen los
nuevos inventos, de 3 a 5 años de privilegio.
39
XVI
tratar, además de las cuestiones financieras, las de la política interna y externa, cuya
multiplicidad é importancia de asuntos les ocupa gran parte del tiempo prescrito
para sus reuniones anuales.
Medítese el consejo que nos permitimos presentar y se convencerán todos los
ciudadanos deseosos del orden administrativo de que este es el sistema bajo el cual
mejor se organizará un plan financiero y la reforma administrativa.
Al igual del ejemplo ya indicado sobre las tarifas de las aduanas, se encuentran otras
muchas prescripciones legislativas que también se contradicen con grave perjuicio de
la nación.
XVII
Como la cuota de dicha contribución empieza desde las pequeñas operaciones hasta
las mayores, el Estado percibe proporcionalmente sobre todas, y esa extensión que
abraza el impuesto permite que su importe sea en relación módico para los
contribuyentes, al mismo tiempo que su total eleve a una considerable suma la renta
pública.
El recaudo de la contribución de los timbres no obliga al Tesoro público a grandes
gastos; además, las conveniencias del comercio en corta y grande escala hacen que
se ofrezcan agentes particulares para la venta de los mismos, mediante una
insignificante comisión.
En la primera época la fiscalización de este impuesto sobre el comercio de menudeo
es sin duda difícil, como son todas las innovaciones, especialmente tratándose de
pagos al Estado; pero establecido la ley de timbres rigorosas apenas a los infractores,
el castigo aplicado a unos servirá de advertencia a muchos para que no se animen a
repetir el fraude. Por este medio todas las naciones consiguieron hacer efectiva esa
contribución como asimismo crear una valiosa renta.
En el impuesto de timbres se comprenden también los correos, y del mismo modo los
agentes particulares se encargan de la venta de los que sirven para las cartas.
45
XVIII
Exigencias del servicio público reclaman que las Capitanías de los puertos
constituyan una oficina especial del Estado.
No obstan su necesaria independencia en cuanto a la recaudación de los impuestos
pertenecientes al Estado, nada se opone a que esa oficina se sirva de la receptoría
aduanera.
Y bien sencillamente se puede establecer que el pago de tasas a las Capitanías de los
puertos se realice en las aduanas. Las Capitanías, en vez de recibir las cantidades en
dinero, darán a los contribuyentes una guía para la aduana donde se efectuará el
pago y se pasará a los mismos el resguardo que sirva para saldar su cuenta en dicha
oficina marítima.
Cuantas menos receptorías posee un Estado, menos fiscalización necesita ejercer y
así también menores son sus gastos en funcionarios de alta confianza como deben
ser los comisionados encargados de recaudar las rentas de la nación.
XIX
Los errores que aquí se han cometido en todos los ramos de la administración y la
aceptación de una mezcla de teorías opuestas, provienen de la incompetencia de los
46
XX
En Sud-América la práctica del soit distant libre-cambio no pasará, por largos años,
de un ardiente deseo de los espíritus inquietos y llenos de ilusiones.
Todas las naciones que en Europa acordaron entre sí el libre cambio de ciertos
productos, estaban a la misma altura de engrandecimiento industrial. Sus
transacciones de dar y recibir lo que cada una necesita, no les disminuyen el
presupuesto corriente de sus mercados. El cambio allí no es entre sociedades que
unas solo envían materias en bruto para permutarlas por artículos manufacturados,
como aquí se proponen hacerlo.
Y en esa inmensa diferencia de condiciones está la oposición que hacemos y harán
todos los que piensen en el asunto del llamado libre-cambio, porque reconocerán el
consumo de capital que en semejante proceder se sacrifica en beneficio de los
mercados extranjeros.
Además, al otro lado del Atlántico la proximidad de las distancias, la rapidez y
baratura de comunicaciones, todo, en fin, hace que el libre-cambio sea allí un mutuo
recurso que la actividad industrial estableció.
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La industria en sus primeros años es como las criaturas: necesita quien la proteja y
encamine. Es tiempo que se consume en proteger la industria es tan proficuo a la
riqueza de las naciones, como útiles son todos los gastos en la educación de la
juventud.
Pretender sin atenciones especiales que un país plantee industrias, es como esperar
que las criaturas apenas nazcan, caminen, hablen los varios idiomas y discutan las
ciencias.
La protección del estado a las industrias es un acto tan racional en la primera época
de su planteamiento, cuanto sería un abuso incalificable si ellas gozasen de dicha
protección desde que tuviesen el vigor necesario para su propia existencia.
XXI
Antes de dar por terminada la primera parte de este abreviado estudio, seamos
permitido que en corroboración de cuanto hemos dicho, hagamos la trascripción de
un pequeño artículo que publicó el semanario Fomento de la Producción Española;
donde con sencillez, claridad y verdad se demuestra que la teoría de libre-cambio no
es una panacea de cura de todos los males, ni que tampoco es la expresión genuina
del laisser faire, como pretenden hacerlo creer sus apologistas.
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“Es la de libre-cambio una teoría que se recomienda por su sencillez. No hacer nada
es un precepto al alcance de todas las actividades y todas las inteligencias.
“Las naciones, como los particulares, dícese cambian únicamente para procurarse
aquellos artículos que no pueden producir en buenas condiciones de calidad ó
baratura. No se compra sin vender ni se vende sin comprar; los productos se
cambian siempre por productos; por lo tanto, el comercio internacional salda en
definitiva por sumas iguales de entradas y salidas, y lejos de poder construir un
peligro es siempre el seguro termómetro de la prosperidad de un país. El que mas
compra es el que mas vende, el que mejor sabe dirigir su actividad. Si el comercio
exterior es, pues, siempre bienhechor y signo de bienandanza, el deber del estadista
se reduce a evitar y destruir las trabas que lo dificultan. Et voilá.
“Una simple pregunta hay que dirigir a los que así razonan y que por añadidura se
arrogan la exclusiva propiedad de la ciencia económica: ¿cómo sabeis que vuestro
sistema es el mejor? A esta pregunta contestan con una balumba de razonamientos;
pero ni un ejemplo pueden citar en apoyo de su tesis. Es raro; se llaman científicos, y
no pasan de ampulosos discutidores.
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“NO sabemos de un solo pueblo que haya suprimido las aduanas. Inglaterra, dicen
las sostiene únicamente con miras fiscales. Pero las sostiene y la traba existe. Sin
embargo, no tiene tarifas protectoras, añaden. ¿No? Recordad que todo el mundo
conviene (cuando menos) en que Inglaterra sostiene derechos elevados a la
importación de los alcoholes para compensar el elevado tributo que satisfacen los
cerveceros y destiladores; y esto en definitiva no es otra cosa que un sistema de
protección ó compensación de las circunstancias especiales en que se encuentran
determinadas industrias, y los proteccionistas, al reclamar la elevación de tarifas, no
piden mas sino que los derechos de aduanas compensen las malas condiciones en
que se encuentra la producción de su país respectivo.
“Para la producción restante, los ingleses no necesitan compensaciones y no las
piden y hacen bien. Un apoyo innecesario puede as veces convertirse en estorbo. Pero
¿es cierto por lo demás que Inglaterra deje su comercio entregado a sus propias
fuerzas? Cien millones le cuestan las subvenciones que concede a las líneas de
vapores; hombres y dinero y permanentes complicaciones le cuesta la conservación
de la India y de sus innumerables posesiones en todos lo mare, y sus gobiernos
atienden con celo extraordinario, y no siempre equitativo para los demás pueblos,
cuanto puede contribuir a la pujanza del comercio inglés.
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“?Se admite todo esto como bueno por la escuela libre-cambista? ¿Admite además
que el Estado pueda construir carreteras, subvencionar ferro-carriles y líneas de
vapores, limitar la libertad de Bancos, abrir canales y abrigar puertos? ¿No lo
admite? Pruebe entonces cómo puede marchar la sociedad con la aplicación de sus
decantados principios. ¿Lo admite? Pues en este caso no venga a hablarnos de
principios al combatir los del proteccionismo, y diga sencillamente que la supresión
de las Aduanas es una excepción cuyo planteamiento les parece bueno porque les
parece bueno, y nada mas.
“Aquí los únicos que pueden hablar de principios fijos son, pues, los proteccionistas,
porque no vacilan ni si contradicen en su aplicación. Los únicos que pueden
llamarse científicos son los proteccionistas, porque sus doctrinas se apoyan en la
observación imparcial de los fenómenos económicos.”
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CAPITAL FIJO Y FLUCTUANTE
I
Como complemento ó aclaración al estudio que acabamos de hacer respecto a la
influencia que ejerce el desarrollo de la industria en cualquier país, creemos
conveniente abordar ahora la interesante cuestión Capital fijo y capital fluctuante.
Para apreciar con acierto los efectos económicos es indispensable conocer bien el
valor de cada uno de los elementos constitutivos de la ciencia que, como
generalmente se define, trata de la formación, distribución y consumo de los
capitales.
De otro modo se repiten graves confusiones al discutir materias económicas, porque
las expresiones que se emplean como nomenclatura de esta ciencia son semejantes
muchas veces y asimismo sus manifestaciones momentáneamente casi idénticas, de
manera que todo contribuyente a establecer las equivocaciones.
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Y tan no es de principios, que los que abogan por ciertas aplicaciones si empezasen
por disertar sobre las dificultades que se oponen a la elevación del capital disponible
en nuestro presupuesto corriente, estamos convencidos de que no podrían llegar a
sus conclusiones ni aun protegidos por el recurso de los sofismas, que es tantas
veces hábilmente puesto al servicio de apasionadas discusiones.
II
En el capítulo anterior hicimos notar, que del saldo de nuestra producción una parte
se invierte en capital fijo, y que del saldo capital disponible también una parte es
exportada por la inmigración a consecuencia de las diferentes causas antes
mencionadas.
Para conocer bien los efectos del fenómeno que hemos indicado, convendrá entrar en
el estudio, un poco detenido, de lo que es capital y sus variadas aplicaciones en el
movimiento general de una sociedad.
Sobre un asunto tan importante y que tiene que servir de base para dilucidar ciertos
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Ese capital, que consiste por ejemplo en una red, tiene dos valores: uno que se mide
por el tiempo y arte empleado en su formación, que le determina el precio, porque
otra persona si lo adquiriese habría de pagarlo; otro que se regula por el provecho ó
facilidad que su empleo ofrece, el cual determina el precio, porque otra persona lo
pagaría si lo tomase alquilado. El primer valor es el precio de la venta; el segundo es
el alquiler ó interés del capital.
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«Si un hombre consumiese el trabajo de un año construyendo una máquina que no le
facilitase mas producción que su propio trabajo, no podría aumentar su capital; pero
empleando su trabajo en mejorar un terreno ó en hacer un instrumento que en el
porvenir le produjese, con la misma cantidad de trabajo, mas alimento ó vestuario en
ese caso tendría aumentado ya su capital y obtendría mejor precio en la venta, ó
mejor renta en el alquiler sobre dicho terreno mejorado ó sobre dicho instrumento.
«Lo que es verdad respecto de una persona, no lo es menos en relación a una nación.
En la proporción que un país produzca mas, quedara de su consumo mayor
excedente de trabajo, y cuando este se aplique para producciones futuras se
aumentará también el capital en la correspondiente proporción.
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«Así es que, tanto en el estado mas simple de la sociedad, como en las mas enredadas
transacciones, todo el capital representa trabajo acumulado y tiene su valor en la
proporción al empleo de la reproducción que se le busca en el porvenir.
«En la primera época de formación de la sociedad, la red representando la primera
economía ó acumulación tiene un valor proporcional a la facilidad que agrega a los
medios de coger peces. En el estado civilizado de la sociedad, al existir la máquina, el
ferro-carril ó el buque, en que se reúnen acumulaciones de trabajo, se encuentran
aumentadas las sumas generales de capital en la misma proporción; porque se
facilita la producción y el menor costo de la permuta de mercaderías; y esta facilidad
determina el precio de la compra ó del alquiler, según sea el caso.
«El capital consiste en todos los mejoramientos de los elementos naturales de la
producción, en todos los instrumentos que la facilitan y en todas las mercaderías,
aunque producidas para el consumo, cuyo valor en ese caso será satisfecho a los
productores por el presupuesto de aquellos que consumieren dichas mercaderías. Así
las mejoras permanentes hechas en las tierras, que aseguran mejores cosechas con
la misma suma de trabajo; los mejoramientos en los ríos ó puertos; la abertura de
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………………………………………………
«Toda acumulación de capital pone a nuestra disposición cierta cantidad de trabajo,
que solo puede hacerse productiva empleando ese trabajo, el cual se utiliza de dos
maneras distintas, y es: en la fabricación de instrumentos y en la edificación de
casas ó abertura de caminos; pero todo eso se hace en el intento de facilitar la
producción futura. El otro modo de emplear la acumulación de capital, es
destinándolo a la producción de artículos para consumo inmediato del público.
«En el primer caso, el capital que se emplea es fijo y el provecho que de él se obtiene
será en la forma de facilidad adicional para la producción futura. En esta hipótesis el
dueño del capital solo consigue obtener una renta.
«En el segundo caso, el productor recibe otra vez todo su capital, y mas el interés
correspondiente, y todo eso lo consigue por el presupuesto general del país.
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«Por ejemplo: en el primer caso, un hombre constituye una casa é introdúcele una
maquinaria; la casa y la maquinaria ofrecen a su dueño mayor facilidad que hasta
entonces para producir paño. Esta mayor facilidad proporciona, sobre el capital así
empleado, una renta en relación al interés del capital con que fue adquirida la casa y
la maquinaria. Y cuando ese mismo hombre presta esos bienes a uno, otro recibirá
entonces un alquiler sobre su capital. Así es que en las condiciones dichas el capital
solo producirá renta bajo la forma de interés ó de alquiler. Es la renta lo que
únicamente se paga por el presupuesto general del país, incluyéndole el costo de las
mercaderías cuya producción facilitó.
«En fin, todo capital que no se paga por el presupuesto del país y apenas el alquiler,
renta ó interés, ese capital se clasifica como fijo.
«El hombre que alquila ó emplea su fábrica en la producción de paño, necesita
servirse de otra especie mas de capital, y es el que emplea en la compra de lanas y en
el pago de salarios.
«En el precio que establece para la venta de su paño incluye el costo de la lana y de
los salarios de sus operarios, así como un alquiler ó interés sobre el valor de fábrica y
aun una renta por su trabajo personal.
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Así es que al realizar la venta del paño se le restituye todo su capital é interés, y lo
recibe por el presupuesto general del país; de manera que su capital vuelve a tener
aplicación en nuevas operaciones.
«Todo capital que admite movimiento de reproducción constituye el capital fluctuante
del país, y en él se incluyen los productos agrícolas y artículos manufacturados, aun
cuando sean importados del exterior. En conclusión, se clasifica de capital fluctuante
todos los objetos que son pagados totalmente por el presupuesto corriente.
«En todas las hipótesis, el capital fijo solo recibe del público lo que corresponde a su
interés ó alquiler. Así por ejemplo, los fletes pagados por el público a una compañía
de ferro-carril y que se sacan del presupuesto general del país, ese pago es una
remuneración por la facilidad que se obtiene, la que se realiza en forma de interés ó
alquiler en el cual se incluye el costo de los gastos de la empresa, pero nadie paga la
restitución del capital con que se fundó la obra. No acontece lo mismo en cuanto a
los principios que el público paga por los paños, cereales, etc., puesto que restituye
todo el capital empleado, conservando el mismo fondo disponible en el presupuesto
corriente para el futuro empleo de aquel trabajo y reproducción de artículos
similares.
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«La distinción, pues, que se debe hacer entre el capital fijo y fluctuante, es que todos
los empleos ó mejoras de que sus dueños solo reciben alquiler, renta ó interés,
constituyen el capital fijo del país; mientras que los artículos cuyo costo total es
pagado por el presupuesto corriente, constituyen el capital fluctuante. Los empleos
de la primera clase son estacionarios y solo dan renta; los de la segunda circulan
constantemente y siempre ofrecen medios, sacados de la renta general del país, para
un muevo empleo y reproducción.
«Las distinciones mas importantes entre el capital fijo y fluctuante, son: 1º que aquel
consiste únicamente en trabajo empleado con el fin de obtener mayor facilidad para
la producción de artículos del consumo diario de la humanidad; al paso que el otro
consiste en el trabajo empleado en la efectiva producción de esos mismos artículos; y
2º que el uso de los artículos que representan el capital fijo no produce un fondo que
se pueda volver a emplear en la misma cantidad de trabajo mientras que el uso del
capital fluctuante reproduce un fondo desfalcado que vuelve a emplearse en la
misma cantidad de trabajo.
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Así es que el fondo que un país puede disponer para aumentar su capital fijo, debe
ser limitado por los artículos producidos para el uso general ó consumo, en justa
proporción al exceso de las economías de la nación.
«Este importante punto quedará mejor esclarecido si consideramos que de hecho los
salarios pagados por el trabajo, aun nominalmente en dinero, consisten realmente en
artículos consumidos por los propios operarios durante el dicho trabajo. Que los
salarios sean pagados en dinero ó se le alimente y se le entregue vestuario al operario
en remuneración de su trabajo, eso viene a ser una misma cosa.
«El trabajo total empleado en la producción de los artículos de consumo diario, como
trigo, paño, etc., ya sea para consumo interno, ya para exportación en permuta de
azúcar, café y otros artículos extranjeros, todo eso debe representar sustitución de
trabajo en el consumo, para que deje sin desfalco los fondos del futuro empleo de
mas trabajo.
«Los operarios empleados en la fábrica de paño producen no solo la cantidad que
elles mismos consumen de este artículo especial, sino tanta mas cuanta es necesaria
para que dichos operarios permuten por todos los otros géneros que consumen y aun
para reponer el capital de la persona que los emplea en la fábrica. El producto, pues,
del trabajo en paño permutase por los cereales y mas provisiones nacionales, así
como por el azúcar y café extranjero que los operarios consumen.
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«Suponga para mejor simplificación, que un fabricante produzca mil piezas de paño y
que en vez de pagar los salarios en dinero, distribuye como pago la cantidad de
piezas correspondientes a los gastos de sus operarios en pan, carne, azúcar, café y
vestuario. Estas piezas de paño serán repartidas por el cultivador en permuta del
trigo y demás géneros alimenticios, así como por otros tejidos para vestuarios, y con
el negociante en permuta de azúcar y café; y todos esos a su vez distribuirán también
las piezas de paño obtenidas, además de otras mercaderías, por los operarios
empleados en la producción de los nuevos artículos. Por este procedimiento, todo el
trabajo ya reproduciendo el fondo preciso para su futuro empleo. La introducción del
dinero y crédito fue el medio de simplificar las operaciones del orden indicado.
«Todo ese procedimiento continuará sin interrupción en tanto el trabajo sea empleado
en la reproducción de géneros así consumidos, puesto que el consumo y gasto de
cada día serán repuestos en la suma total por una producción correspondiente,
continuando el capital disponible del país en su estado fluctuante ó circulante.
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“Pero si al momento empezamos a edificar casas, a abrir caminos, por mas que se
facilite la futura reproducción y aun mejor que sea el empleo de capital en esas obras
en cuanto a interés, eso no impide que deje de haber reproducción inmediata de pan,
carne, paño ó de otra cualquier cosa permutable por esos artículos, en cuanto a que
su consumo continuará siendo el mismo. Es, pues, claro que semejantes obras no se
pueden emprender sino con el sobrante de provisiones ó exceso de capital, después
de hecha la necesaria aplicación a la reproducción regular. Ese excedente es el que
marcará los limites hasta donde una nación puede aumentar su capital fijo.
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«Llegamos a la conclusión. El capital fluctuante de una nación es aquel que se
emplea en la producción de todos los artículos que constituyen el consumo ordinario
del país y sirven para permutar por otros también del consumo ordinario, aunque de
producción extrajera, y que son repuestos por el presupuesto corriente.
«El capital fijo proviene de la cantidad de trabajo que excede al necesario para
producción inmediata de géneros de consumo continuo y que se retira de esa
aplicación, siendo empleado de cualquier forma que produzca alquiler ó interés,
facilitando mayor producción ordinaria y por ese modo aumentando el valor del
capital fluctuante y el trabajo del país.
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III
El Sr. Wilson entiende que: ninguna nación puede, sin sufrir las mayores
inconvenientes, aumentar su capital fijo, sino con los excedentes de sus propias
economías.
¿Cuán gravísimo no serán pues los inconvenientes que resultarán donde, como aquí,
se emplea anualmente una fuerte parte del capital disponible en el pago del trabajo
manual de toda especie de manufacturas y confecciones que se reciben de los
mercados extranjeros?
Si en la Europa, y muy especialmente en Inglaterra, sus economistas tratan de hacer
sentir los males que resultan de inmovilizar una parte del capital fluctuante, que no
sea el excedente de sus propias economías, - ¿qué dirían de la gravedad de ese mal
en país donde, por un erróneo sistema, se promueve activamente la escasez del
capital destinado al movimiento de la producción?
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IV
Si los Gobiernos de la República se hubiesen decidido a abrir un enquête, como
repetidamente hemos pedido, sobre las crisis que han perturbado la marcha regular
de nuestro mercado, ese estudio mostraría con la mayor claridad, que la causa
principal de lagunas de dichas crisis ha sido la inversión desordenada del capital
fluctuante en fijo y así mismo la fuerte exportación de economías de la producción
para pagar trabajo extranjero, que se podría haber conseguido con nuestra actividad
social.
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Hasta ahora hemos confiado toda la producción a la natural fertilidad del suelo. Y
aun para agravar los males que provienen de la imperfección de los instrumentos que
empleamos en el servicio de la industria, nuestro sistema económico es, lo mas
precario que se podría combinar para concurrir a desfalcar la reserva de las
economías que se consiguen por la actividad industrial al cabo de cada año.
Toda nuestra gran producción se reduce a materias primeras, y son éstas los únicos
productos con que entramos en la concurrencia de las permutas con los mercados
extranjeros.
Y esta operación no la hacemos con el exceso de producción, como lo practican todas
las sociedades cultas. Todas nuestras lanas y todos nuestros cueros son enviados a
los mercados extranjeros, para que éstos los remitan después ya manufacturados en
ropa y en calzado que necesitamos para el consumo de nuestra sociedad.
En los mercados extranjeros, es donde se hace el reparto sobre el excedente de
nuestra producción en lanas y en cueros.
Es allí, y no aquí, donde se decide cual es la cantidad de nuestra propia producción
que pertenece al consumo interno de nuestro mercado.
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punto de vista de fertilidad del suelo, y observamos que allí el interés fijado sobre los
capitales es inferior al que aquí se paga, nadie dejará de confesar que la escasez de
nuestro capital disponible procede del pésimo sistema económico que hemos
preferido adoptar.
V
La inversión del capital fluctuante, en fijo, es una cuestión de la mas trascendental
importancia en todo el mundo, hasta donde existen largas acumulaciones de
economías del trabajo de los pueblos como acontece a las industriosas naciones del
viejo mundo.
Así es, porque en los países jóvenes como toda la América, buscar los medios de
economizar su capital fluctuante, será un gran elemento para facilitar el progreso de
estas regiones, y tan importante como puede ser la resultante que se obtiene del
cálculo establecido entre la proporción de las naciones en que la industria cuenta
siglos de perfeccionamiento y exceso de brazos para el trabajo, y aquellos países,
como el Estado uruguayo, donde la industria apenas da los primeros pasos en su
adelanto;
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además de ser contrariada por la escasez de brazos para la producción y aun sin
población permanente, y de que esa poca hace inmigrar una fuerte parte del capital
fluctuante del país para su tierra natal, sin que vuelva otra retribución que el
incentivo de invitar su sustitución por nuevos inmigrantes.
Ese inmenso escape de capital fluctuante reunido a las crecientes necesidades de
empleo, de parte del mismo en capital fijo por activar el desenvolvimiento de la
industria, influye de tal manera sobre nuestra existencia social, que no pueden sus
efectos sino impedir el progreso material y moral de la nación.
Conocemos prácticamente esos efectos económicos, pero, desgraciadamente, no se
busca el remedio a tamaños males. Y sin embargo nadie, que posee capital
acumulado ó que lo produzca por su trabajo, deja de ser perjudicado en sus intereses
por tan constantes obstáculos al desenvolvimiento de la riqueza particular y pública.
La inversión del capital fluctuante en fijo y su consumo improductivo produce, como
ya se ha demostrado, la elevación del precio del interés sobre todos los capitales.
¿Qué importa, pues, a los que poseen capital acumulado, que éste les produzca
grande renta, si sus gastos están en proporción de los intereses que reciben?
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La tasa del interés es sin contestación el regulador general de un mercado: desde que
su precio se eleva proporcionalmente al valor de los otros mercados sus iguales, el
país donde eso sucede, si es rico por su suelo, como este, se condena a no utilizar
todos los beneficios que la naturaleza pone a su disposición.
Cualquiera que sea la forma en que se inmovilize el capital ó que ocasione su escape,
es perder fuerzas productoras para la riqueza pública, disminuyendo el monto del
presupuesto necesario a las producciones del consumo interno y de permutas en el
exterior.
Si bien la naturaleza de nuestro suelo y la bondad de nuestro clima nos invita a que
seamos mas que todo industriales agrícolas; esta circunstancia no debe forzarnos a
que continuemos siendo, como en la actualidad, apenas ganaderos y cultivadores de
trigo y maíz.
La agricultura y la ganadería, son la base de formación de todos los otros ramos de
industria, puesto que producen las materias primeras necesarias para el alimento y
goce de la humanidad.
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Tenemos actualmente leyes en vigor que autorizan a obtener privilegios hasta para la
introducción de industrias, cuyo procedimiento lo explica cualquier manual
industrial, para de ese modo los que tienen tiempo y paciencia para lucrar en hacer
correr expedientes durante algunos años en la oficinas públicas, consigan dichos
privilegios para especular con ellos y dificultar por consiguiente la fundación de
nuevos ramos de industria.
Tenemos en la actualidad propagandistas del libre-cambio, pero que no proponen los
medio prontos y eficaces de solventar los compromisos que la nación contrajo por
largos años, dando en hipoteca las rentas de las Aduanas.
VI
El principio, pues, de conseguir con seguridad y sin retardo crear el capital preciso al
movimiento de la producción es el de todos los principios aquel que mas
rigurosamente se debe respetar.
Y si a incontestables razones económicas se agrega: por ejemplo, que en nuestra
sociedad las facilidades otorgadas a favor de confecciones extranjeras, como ropa y
calzado, privan de trabajo manual a aquellos que aquí en él se podían emplear,
ocasionando por tal motivo que la miseria bata a la puerta del hogar de las familias,
la cuestión de capital disponible toma por tanto las proporciones de una cuestión
social.
Además que el capital exportado, en pago de las confecciones que en el país se
pueden hacer, también influye sobre el empobrecimiento de nuestro presupuesto
corriente.
Para que los espíritus meticulosos no tomen por exagerado cuanto decimos con
referencia a la escasez de capital disponible, nos permitiremos concluir con algunas
palabras de señor Wilson, sobre la inversión del capital fluctuante en fijo, aunque
sus efectos sean en la Inglaterra mucho menos precarios que aquí, donde la escasez
de acumulación de trabajo destinado a la producción tiene su origen en causas de
mayor gravedad.
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Hélas aquí:
«Es una ilusión decirse, que poco importa que el capital se gaste en caminos de
hierro, con tal que sea dentro del país, creyéndose que la operación se reduce a una
simple transferencia de dueños, que ninguna diferencia producirá en general al país.
«Pretendíase, que las compañías podían absorber del público las cantidades que
quisiesen; porque siendo estas otra vez distribuidas a título de salarios por los
operarios, estos también las distribuían; finalmente que la operación se reducía a
una transferencia como de una cuenta corriente entre los clientes de un mismo
Banco.»
_________________
FIN