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ARXIU D'ETNOGRAFIA DE CATALUNYA, Ne 3, 1984 LOS FINQUEROS Y EL USO DEL TRABAJO. FORZADO EN LA AGRICULTURA COLONIAL DE LA ISLA DE FERNANDO POO Gonzalo Sanz Casas Departament d’Antropologia Cultural, Facultat de Geografia i Historia. UB. Institut Catala d’Antropologia. Introduccion Este articulo analiza el reclutamiento y el trabajo forzados como for- mas de obtencién y de explotacién del trabajo indigena en la agricultura colonial de la isla de Fernando Poo, durante los primeros aos de este siglo. En las paginas siguientes, describo algunas de las caracterfsticas de la colonia de Fernando Poo y, a continuacién, intento mostrar qué factores influyeron en la decisin de los finqueros coloniales en favor del trabajo forzado. Ad: mitiendo la especificidad de las diversas experiencias coloniales en el Afric: el uso de trabajadores forzados en la agricultura colonial de Fernando Poo fue una forma de explotacién del trabajo, alternativa al trabajo asalariado, que tenia como objetivo incrementar la oferta de trabajo y reducir los costes de la mano de obra y de la produccién agricola en el marco de unas rela- ciones de produccién de tipo capitalista. Algunas notas sobre la historia colonial de Fernando Poo A fines del siglo x1x, un plan de colonizacién del Ministerio de Ultramar' trataba de recuperar del olvido la colonia de Fernando Poo y sus dependen- unos enclaves que habian permanecido al margen de los intereses coloniales espafioles, desde su cesiGn por Portugal a Espafia en 1778. La ‘atencién gubernamental por los territorios de Guinea no pretendia en modo alguno rivalizar con las potencias europeas en Ia expansién colonial en el Africa, sino ante todo neutralizar las amenazas de ese expansionismo sobre las posiciones espafiolas en el golfo de Biafra. Con la prioridad de este ob- jetivo, la isla recibié mayor atencién presupuestaria y el gobierno espafiol, dispuesto a rentabilizar las posibilidades comerciales y agricolas de la colonia, inicié una amplia campafia de promocién de la isla para conseguir la em Las promesas gubernamentales se concretaron en una mayor presencia militar y administrativa en la isla, en el establecimiento a partir de 1887 de un correo maritimo regular entre Ia metr6poli y la colonia, en el baio 123 precio de la tierra y en las facilidades para ta inmigracién y el asentamiento de colonos, lograron atraer a unos cientos de colonos que, en su mayoria con cescaso capital, adquirieron tierras para el cultivo agricola y/o fundaron es- tablecimientos comerciales en los pocos nticleos de colonizacién de la isla. Sin embargo, el relativo éxito de la campafia de promocién de la colonia propagado por el optimismo de los circulos africanistas espafioles, que bau- tizaban a Fernando Poo como la «nueva Cuba», no logré atraer a los capi- tales de la metrépoli, Para éstos, y también para amplios sectores de la opinién péblica espafiola, Fernando Poo seguia siendo una isla insalubre y perniciosa para la poblacién blanca, como lo habian demostrado los fraca- sados asentamientos de colonos a mediados del siglo xix* y, ademés, Fer- nando Poo no era una colonia, sino més bien un lugar de deportacién adon- de eran condenados presos politicos y delincuentes:* La decadencia social y econémica de Fernando Poo no era la confirma- cién de las limitadas posibilidades de la isla como colonia de explotacién agricola y comercial, tal y como aseguraban los detractores de la colonizacién de la isla, sino consecuencia de la politica colonial espafiola ejercida en la isla desde mediados del siglo xix. Desde finales del siglo xvitt Fernando Poo, una isla de 2.054 kilémetros cuadrados y situada frente a la desembocadura del rio Niger, se convirtié bajo la influencia briténica en una base de opera- ciones de la escuadra antiesclavista y en un centro de importantes activida- des en el golfo de Biafra, Su capital, Santa Isabel, fundada por los ingleses con el nombre de Clarence City en 1827, acogié a una heterogénea poblacién ‘multiracial integrada por una minoria de poblacién blanca, por inmigrantes naturales de las Antillas, por poblacién procedente de las colonias briténicas y de distintos puntos de la costa occidental de Africa, Una minoria de esta poblacién, vinculada cultural y econémicamente al ambito colonial briténico y dedicada con preferencia al trifico comercial del aceite de palma, se erigié en la élite social y econémica de Santa Isabel, que, en los afos sesenta y setenta del pasado siglo, siguiendo el ejemplo de las plantaciones de cacao en la vecina isla portuguesa de So Tomé, inicid los primeros cultivos del eacao en Fernando Poo. El anterior auge social y econémico de Fernando Poo contrastaba, a fina- les de siglo, con las noticias acerca de los muchos defectos ¢ insuficiencias que presentabe la colonizaci6n en li los abastecimfentos de productos bésicos desde ia metrépoli eran irregulares y escasos, las condiciones sai rias de la colonia eran precarias e insuficientes, los centros de colonizacién de la isla estaban incomunicados por la inexistencia de una red interior de trénsito, los viajeros y las mercancfas circulaban por los caminos indigenas y por via maritima bordeando el litoral en pequefios botes a remo y/o a vela, 124 el gobierno incumplia las promesas de ayuda econdmica a los colonos inmi- grados y ni la agricultura ni el comercio ofrecian el floreciente aspecto y volumen de negocios, que tanto pregonaba Ia propaganda oficial. Pese a todo ello, la promocién de la colonia habia logrado algunos re- sultados esperanzadores. Las nuevas fincas de los colonos recién inmigrados proliferaban répidamente junto a las viejas plantaciones de los antiguos coloniales en los alrededores de Santa Isabel y, més tarde, en las bahias de San Carlos y de Concepcién. Entre 1899 y 1909 las concesiones de tierras en Fernando Poo pasaron de 8.696 a 13.233 hectdreas y los terrenos en ct tivo, para esas mismas fechas, aumentaron de 2.166 a 11.320 hectéreas. Pero ni el notable aumento de la propiedad y del cultivo agricolas, ni las 1.128 toneladas de cacao exportadas en 1901 podian ocultar la realidad del estado de la agricultura colonial en la isla. La mayoria de los informes of- ciales y privados relativos al cultivo agricola en Fernando Poo coincidian e1 sefialar la generalizaciGn de técnicas agricolas defectuosas, la baja producti- vidad en las fincas y el incremento de las propiedades sin cultivar: en 1899 se estimaba que de las casi 8.700 hectéreas de terreno agricola concedidas, s6lo unas 450 estaban en plena producciGn, otras 700 hectéreas empezaban a producir y el resto estaba sin cultivar. El calamitoso estado que ofrecian las fincas agricolas coloniales, dedicadas mayoritariamente al. monocultivo del cacao, era consecuencia de la inexperiencia agricola y de la falta de ce- pital guido de muchos finqueros para atender sus plantaciones; también del atraso general de 1a colonizacién en la isla imputable en este caso a la administracién colonial; pero, sobre todo, de la escasez de mano de obra para satisfacer Ia demanda de trabajo en la agricultura colonial, Si hasta en- de trabajadores procedentes de distintos mercados de trabajo del Africa oc- cidental (Sierra Leona, Liberia, etc.), con braceros naturales de la zona con- tinental de la colonia (Rio Muni) y con el trabajo ocasional de braceros bubis, poblacién autéctona de a isla; a principios de siglo, la expansién de a agricultura colonial favorecida por una indiscriminada politica de conce- sin de tierras era frenada por el déficit de mano de obra para atender el trabajo en las plantaciones agricolas coloniales. El trabajo inmigrante, cada vez més caro y de dificil adquisicién a causa del precio y de las restricciones a la movilidad del trabajo en las colonias hhasta entonces suministradoras de trabajadores a la agricultura fernandina, hizo més acuciante el déficit de trabajo. Los efectos de la prohibicién brité- nica a sus trabajadores de emigrar a Fernando Poo y el fuerte aumento en el Precio de los braceros liberianos sumieron a la agricultura colonial de Fer. nando Poo en una profunda depresién econémica. La inexistencia de un 125 sistema de crédito oficial capaz de paliar la falta de capital de muchos fin- queros y la incapacidad econémica de éstos para hacer frente al alza en el coste de la mano de obra inmigrante, amenazaban el futuro de la agricultura colonial en la ‘sla por la escasez de mano de obra tal y como declaraba, en 1908, un plantador de la isla: «Tener fincas 0 terrenos en Fernando Poo y no tener braceros para trabajarlas y recoger las cosechas, ¢s lo mismo que tener oro en una isla desierta».® La escasez de mano de obra en la colonia y la dependencia de Ia agri- cultura colonial respecto a los trabajadores procedentes de mercados de tra- bajo externos a la colonia eran cuestiones que remitian, en dltima instancia, ala inexistencia de un mercado de trabajo en la colonia al servicio de una agricultura comercial en expansi6n. La no formacién de un mercado de trabajo en Fernando Poo y el reclutamiento jorzado de la poblacién indigena Para muchos finqueros coloniales 1a politica colonial tenfa una parte importante de responsabilidad en el déficit de mano de obra porque, segin afirmaban algunos coloniales, 1a colonizacién en Fernando Poo se caracteri- zaba «... por la incuria de nuestra administracién colonial, por nuestros procedimientos colonizadores, Ilenos de sensiblerias y de debilidades, de tole- rancias y de utopias».” Razones econémicas y politicas, mas que estrictamente ideoldgicas (como, por ejemplo, ls invocada fidelidad a la tradicién colonial espafiola en His- panoamérica), explican las dificultades para Ia formacién de un mercado de trabajo en Femando Poo. Por una parte, la politica colonial favorecia la expansién de Ia pequefia propiedad agricola porque ésta exigia un desem- bolso de capitel poco importante, una moderada demanda de mano de obra indigena y ofreefa mayores garantias para la continuidad de las explotaciones agricolas. Asi, aquellos proyectos de colonizacién econémica que solicitaban Ia ocupacién dz considerables extensiones de tierra e implicaban una mayor demanda de trabajo indigena, eran rechazados porque representaban un incremento presupuestario de la administracién colonial para la efectiva ocu- pacién militar y el control administrativo de la colonia. Por dtra, el recono- cimiento de la propiedad indigena que impedia la concesién de grandes ex- tensiones de tierras porque significaba despojar a 1a poblacién indigena de sus tierras, ocaltaba problemas més graves: en la isla de Fernando Poo, a finales del siglo x1x, el Ministerio de Estado recomendaba no conceder gran- des extensiones de tierra a los colonos porque «... podria traer consigo 126 graves consecuencias para nuestro dominio»; y en Ia zona continental de la colonia, bajo «soberanfa» espafiola después del Tratado de Paris en 1900, el control politico y administrativo se limitaba a unos pocos enclaves costeros. Asi, la combinacién de factores politicos, econémicos e ideolégicos, aun- que estos tiltimos de menor importancia que los anteriores, tendian a asegu- rar la tenencia de Ia tierra. El régimen de la propiedad de la tierra reconocia juridicamente 1a propiedad indigena y facilitaba a los finqueros el acceso a Ta propiedad de pequefias fincas. La relativa abundancia de tierra disponible para el cultivo y el régimen de la propiedad favorable a la expansion de pequefias y medianas explotaciones agricolas, anulaban los efectos de 1a com- petencia por la escasez de la tierra, moderaban el alza de las rentas agrarias y, ante le inexistencia de poblacién indigena sin tierras, la éscasez de trabajo en las plantaciones agricolas coloniales se convertia en crénica. Frente a esta situaci6n, y pese a que los coloniales imputaban a la poli- tica colonial muchos de los problemas con que se enfrentaba la colonizacién en Fernando Poo y, en particular, el déficit de mano de obra, los finqueros coloniales optaron por desencadenar una incesante campafia de desprestigio y acusaciones contra 1a poblacién indigena, y no por presionar a la adminis. is directrices de la politica colonial. -on insistencia, a la natural apatfa y poco amor al trabajo de la poblacién indigena. De este modo, la poblacién colonial convirtié a la poblacién indigena, a su organizacién social y politica y a sus formas de vida, en Ia causa principal de la crisis econémica en Ia agricultura colonial y de las desventuras y fracasadas ilusiones de los finque- 10s. Para la mayoria de éstos, la escasez de mano de obra tenfa su razin de ser en la resistencia de la poblacién indigena a la asalarizacién. Una resis- tencia que, como sefialaba un funcionario colonial, no era posible vencer <<... por més que para conseguirlo se les hagan proposiciones mas vents- josasy.” El autor de la cita anterior se equivocaba al apuntar las causas de la no salarizacién de la poblacién indigena. En el marco especifico de la expan- ‘sién del monocultivo del cacao en Fernando Poo, lo que merecia atencién no era Ia insistente confirmacién de la «tenaz» resistencia de 1a poblacién indigena a la salarizacién, sino preguntarse por qué la poblacién indigena no acudia a trabajar en las fincas coloniales. Una politica colonial desfasada ‘en el tiempo y en contradiccién con los objetivos previstos era, en gran me- dida, responsable de la escasez de trabajo en la agricultura colonial; pero también el comportamiento de muchos finqueros coloniales contribufa a la negativa de la poblacién indigena a la salarizaciOn. Respecto a este punto, el gobernador L. Ramos Izquierdo escribia en 1912: el bubi rinde 127 trabajo en condiciones aceptables y concurre a trabajar en las plantaciones de los colonos siempre y cuando sea bien tratado por éstos y satisfecho en su jornal y raci6n...»; «... si los bubis en general no concurrian a trabajar en Jas plantaciones de los colonos es porque algunos de éstos no cumplfan con ellos sus contratos...».!! No se trataba de acontecimientos excepcionales. El incumplimiento de los contratos y los malos tratos recibidos por los trabaja- dores habian provocado, en 1900, la revuelta de seiscientos braceros nige- rianos empleados en las fincas coloniales de Fernando Poo. La escasez de mano de obra, como reconocia 1a administracién colonial, radicaba en «... que la iniciativa de los particulares no es bastante a con- seguir el nimero de braceros necesarios»." La campafia de opinién de los finqueros coloaiales responsabilizando a la poblacién indigena del déficit de trabajadores e1 las plantaciones agricolas coloniales, eta a confirmacién por parte de los coloniales de su propia incapacidad econmica y politica para superar las ceusas que provocaban Ia escasez de mano de obra: por una parte, la falta de capital de los finqueros para pagar los bracetos necesarios en la agricultura colonial y, por otra, los efectos de la legislacién colonial que obstaculizaban la formacién de un mercado de trabajo en la colonia. La responsabilidad en la no formacién de un mercado de trabajo en Fernando Poo no era exclusiva de la administracién colonial; los finqueros coloniales estaban dispuestos a moderar sus criticas a la gestién de la administracién colonial, a cambio de la intervencién del aparato militar-administrativo de la colonia en la obtencién de trabajadores abundantes y econémicamente més baratos. En la isla de Fernando Poo, con una agricultura que exigia una conside- rable demanda de mano de obra, cabe preguntarse por qué los finqueros coloniales optaron por el uso del trabajo forzado como alternativa al trabajo asalariado. ‘A continuacién, plantearé dos cuestiones referentes al trabajo forzado como forma de uso de Ia fuerza de trabajo en 1a agricultura colonial de Fer- nando Poo. En primer lugar, cla eleccién de los finqueros coloniales en favor del trabajo forzado fue una decisién de cardcter estrictamente econémica, o dependié también de la influencia de factores no econémicos? Y, en segundo lugar, gel trabajo forzado fue la forma de explotacién del trabajo més barata econémicamente, garantiz6 un regular rendimiento del trabajo y solucioné el déficit de maxo de obra en las plantaciones coloniales de Fernando Poo? Lo que precisa explicacién es el por qué los finqueros coloniales decidic- ron cubrit el déficit de trabajadores y reducir el coste del trabajo asalariado con trabajo forzado y no con otras formas de empleo del trabajo, como atrendatarios 0 aparceros que posibilitan un mayor y mejor aprovechamiento 128 ~ del trabajo empleado —incluido el de 1a familia del trabajador— y ofrecen ‘mayores garantias para la solucin de la escasez de trabajo. J. Martinez Alie: en sus trabajos sobre la agricultura en la Sierra del Perd, en Cuba y en An- dalucia, sefiala que las decisiones de los propietarios en materia de empleo de la fuerza de trabajo no dependen exclusivamente de las rentas o bene- ficios que pueden obtener con un tipo u otro de empleo de trabajo, sino también del peso especifico de los factores no econdmicos en la eleccién.” ‘Ademés, la racionalizacién en el empleo de la fuerza de trabajo es una deci- siGn que exige cierta integracién econémica y politica de los propietarios como clase social. En la agricultura colonial de Fernando Poo, la escaser de trabajo y el elevado coste de la mano de obra inmigrante no tuvo estos efectos integradores. Los reclutadores, el capital usurero y algunos grandes propietarios, cuyo poder de influencia dominaba la opinién y las decisiones de los finqueros, podian no estar interesados en la sustitucién del trabajo asalariado, porque su escasez favorecia la especulacién y la posibilidad de incrementar sus ganancias y sus propiedades a costa de la extorsién de los ‘pequefios finqueros. Baste al respecto Ia cita siguiente: «... muchos de aque- Ios agricultores estaban envueltos en las gérras de 1a usura, en atencién a que existiendo un niicleo de pequefios agricultores que representaban una ‘gran parte de las plantaciones de cacao... no contaban con capital...». «De ahi que muchos pequefios agricultores hubiesen sucumbido y otros estuvie- sen préximos a sufrir igual suerte»."* Fernando Poo era una sociedad estratificada sobre la base del control de los recursos estratégicos y del prestigio social derivado de ese control. El dominio de los recursos econémicos y del estatus social era la expresién de unos valores culturales gestados por una minoria de poblacién que se habia consolidado, al mismo tiempo, que 1a sociedad colonial. Grandes plantado- res, comerciantes, prestamistas, altos funcionarios de Ia administracién colo- nial, misioneros, empleados de factoria, militares, capataces de plantacién, Pequefios finqueros, etc., constituian esta poblacién colonial que se definia més por su adscripcién a unas actividades econdmicas, unas précticas sociales y culturales, que por su origen racial. La lucha de esta poblacién por lograr un mayor control de los recursos econémicos y por mejorar su estatus social convertia a Fernando Poo en una sociedad altamente competitiva; una competencia que, al arruinar a muchos y enriquecer a unos pocos, obstaculizaba la cohesiGn interna como grupo social basada en identidades étnicas, culturales o de otro tipo. La ansiedad por hacer realidad las expectativas individuales era una de las causs de la inestabilided social en la colonia, que se manifestaba en las acciones de los individuos y en las relaciones interpersonales. Asi, el conflicto presidia la 129 vida cotidiana y la violencia fisica y psicolégica caracterizaba las relaciones sociales que precisaban, para su supervivencia, de la intransigencia de un discurso ideoldgico y cultural que tenia como principal objetivo la legitima- cién de los més privilegiados en el poder. Esta violencia, que se proyectaba de forma indiscriminada, se ejercia con especial intensidad sobre los agricultores de subsistencia, los cazadores, los empleados y braceros de plantacién, los porteadores, los criados, ete. El colo- nial despreciaba la cultura y la condicién étnica del africano porque, para aquél, eran las -causas principales de la actitud refractaria del indigena hacia los valores de la sociedad colonial; pero, también, menospreci iba el trabajo del bracero, del porteador, del criado, etc., porque eran ocupaciones que se atribuian a la poblacién de raza negra por su reconocida «inferiori- dad» biolégica y cultural. El colonial era «superior» y, precisamente, esta preeminencia autootorgada se legitimaba bioldgica y culturalmente. Su estatus social estaba asociado a la condicién de propietario, de patrdn, de empleador y en modo alguno a la condicién de asalariado, de trabajador manual. El rigen socioeconémico de muchos finqueros explicaba también el desprecio de la condicién de bracero por parte de aquéllos: en muchos casos campe- sinos pobres, sin tierras, que inmigrados a la colonia se convertian en pro- pietarios agrizolas y en la élite social de la nueva sociedad. El finquero, ham- briento de tierra y al mismo tiempo inexperto como propietario y empleador, depositaba su confianza en la experiencia de tos antiguos coloniales. Ambos participaban de una misma ideologia que, alimentada por una sobrevalora- ccién social de la condicién de propietario de 1a tierra, proyectaba una defini- cién cultural del trabajador indigena que afirmaba la incapacidad técnica de éste como campesino arrendatario 0 aparcero y lo adscribia como bracero cen la divisién social del trabajo. El rechazo de otras formas de empleo del trabajo y la solicitud del trabajo forzado eran también el resultado de una legislacién colonial, como el régimen de la propiedad indigena que limitaba 1a movilidad del trabajo, que repercutia en las decisiones de los finqueros sobre el empleo de la fuerza de trabajo; de las presiones existentes entre los propios finqueros pero, sobre todo, de Ia interiorizacién de la ideologia de! trabajo forzedo que tenia sus precedentes mas inmediatos en la tradicién colonial de las formas del trabajo esclavo y semiesclavista en el Africa occi- dental, El reclutamiento forzado de la poblacién indigena no era una decisién excepcional, ni atipica, ni desconocida: el éxito de las plantaciones de cacao fen las colonias portuguesas de So Tomé y de Principe con el uso de traba- jadores forzedos reclutados en Angola constituia, para los finqueros de Fer- nando Poo, un ejemplo a imitar. 130 Para los finqueros coloniales de Fernando Poo, pretender del desarrollc de los cultivos de exportacién con trabajo asalariado inmigrante era, dadas las circunstancias, un contrasentido econémicamente muy costoso cuando, en la propia colonia, podian obtenerse trabajadores a unos costes notadl mente inferiores: en 1898, el coste de un trabajador liberiano a raz6n de cuatro pesos mensuales ascendia a 453,80 pesetas por afio de contrato." En ‘cambio, la prestacién personal obligatoria al trabajo en las plantaciones colo- niales afectaba a todos los bubis en edad comprendida entre 15 y 60 que carecian de titulo de la propiedad y no se ocupaban en cargos retribui- dos con un salario. La poblacién bubi era reclutada de julio a septiembre, el trabajador reclutado segtin la ley recibia un salario de una peseta —que incluia la racién alimenticia— por jornada laboral de die#*horas."* La impo- sicién del trabajo forzado a la poblacién indigena era una forma de obtener mano de obra barata y, también, de superar la ruinosa economia de muchos finqueros coloniales. Ademés, el trabajo forzado era una alternativa demo- grdficamente posible: no sélo se contaba con la poblacién bubi de Fernando Poo, sino sobre todo, la poblacién del territorio continental de 1a colonia (Rio Muni) podia convertirse en una reserva de mano de obra al servicio de la economia agricola de la isla. Sin embargo, el trabajo forzado deterioré notablemente las relaciones entre los finqueros y los braceros: asi, el nimero de trabajadores fugados de las fincas agricolas aument6, las protestas de los braceros por la precariedad de las condiciones de trabajo —malos’tratos, insuficiencia de las raciones a ‘menticias, etc— se intensificaron, las formas de resistencia de los tral dores repercuticron en las labores agricolas y en el rendimiento del trabajo, los indices de enfermedad y de mortalidad entre los braceros se incrementa- ron y la necesidad de un mayor control del trabajo y de la disciplina labcral ‘sumé nuevos gastos a la economia de los finqueros coloniales. Pese a todo, la prestacién personal obligatoria al trabajo en las fincas agricolas coloniales para la poblacién indigena fue impuesta como terapia Para «... estas razas que viven en la mas completa holganza por no dejarse el hambre sentir en ellas, en razdn a que a su derredor produce esta fértil tierra ‘ewanto necesitan para atender aquélla, se vayan habituando al trabajo y convertirse en seres productores».”” Esta declaracién del gobierno general de la colonia, que encabezaba el decreto regulador del trabajo forzado, inau- guraba una etapa de més estrecha colaboracién entre las autoridades colonia- les y los finqueros. La administracién colonial, hasta entonces explicitamente teacia a intervenir en las relaciones laborales, aceptaba las demandas de los finqueros en favor del trabajo forzado y ponia al servicio de éstos a la Suardia colonial para la recluta de la poblacién indigena. A cambio, los fin- 131 ‘queros aceptaron muchas de las deficiencias de la organizacién administra- tiva de la colonia y contribuyeron a sufragar, mediante impuestos, los gastos econdmicos ocasionados por la intervencién militar en la prestaci6n personal al trabajo de la poblacién indigena. En definitiva, el pacto entre autori- dades coloniales y los finqueros era un intento de solucionar Ia crisis econé- mica a costa de la poblacién indigena. Los abusos de los guardias colonias en las reclutas y de los finqueros en 1 trato dado a los trabajadores forzados provocaron, en 1910, la insurrec- cién armada del poblado de Balaché."* La represin de la revuelta bubi fue répidamente sofocada, el poder colonial aproveché los acontecimientos para consolidarse en la isla y, con él, las reclutas forzadas de 1a poblacién indi- gena y la disciplina laboral cobraron intensidad. En los efrculos africanistas, Ja revuelta de Balaché fue calificada de «guerra bubi»; por fin, a ejemplo ias coloniales europeas, Espafia tenia su «guerra coloni 1 Africa negra. Para otros, Ia sublevacién bubi era un aviso de que el forzado no era la terapia més adecuada: «Creemos que el trabajo bubi retri- buido, no el que se alcance por la prestacién personal, seré un buen elemento reformador de la mano de obra y un medio préctico de atraccién de la raza bubi».” En efecto, a corto plazo, el reclutamiento forzado de la poblacién bubi y, en menor medida, la inmigracién forzada de trabajadores procedentes de Rio Muni, lograron cubrir Ia demanda de mano de obra en las plantaciones coloniales de Ia isla; pero, a largo plazo, los efectos del trabajo forzado repercutieron negativamente en la poblacién reclutada y, en particular, sobre a poblacién bubi: una profunda crisis demogréfica causada por diversas epi- demias (viruela, tos ferina, disenteria, etc.), agravada por las repercusiones del trabajo forzado, asol6 ‘a la comunidad bubi incapaciténdola demografi- camente para satisfacer por cualquier método la demanda de trabajo en la agricultura colonial.” Pero si en la isla la escasez de trabajo era consecuencia de la crisis demogréfica de Ia poblacién bubi, las esperanzas de los finqueros coloniales estaban depositadas en los recursos demogréficos de Rio Muni, para el que solicitaban la definitiva ocupacién militar del territorio como solucién del problema bracero. Ahora bien, en la zona continental de la colonia el acceso al potencial mercado de ‘abundante y barato, de- pendia del efectivo control administrativo y militar del territorio y de su poblacién: una vez esquilmadas las Areas costeras, las dificultades para con- seguir trabajadores aumentaban a medida que las expediciones de militares y reclutadores penetraban en el interior y se revelaban impotentes para $0- meter la resistencia de los poblados fang. Asi, la crisis demogréfica de la poblacién bubi y la incapacidad militar de la administracién colonial para 132 cubrir la demanda de mano de obra con trabajadores procedentes de Rio Muni obligaron, en 1913, a negociar un acuerdo para la inmigracién de tra- bajadores liberianos a Fernando Poo." La firma del Tratado con Liberia advertia del relativo fracaso del trabajo forzado por razones demogréficas, politicas y militares para proporcionar la mano de obra necesaria para aten- der el trabajo en las 10,000 hectireas en cultivo de la isla de Fernando Poo. Solo a finales de la década de los afios veinte, una mayor presencia militar logré satisfacer, mediante el reclutamiento forzado, la demanda de mano de obra en la agricultura colonial de Fernando Poo, cubierta desde 1913 en su mayoria por trabajadores liberianos, con el trabajo forzado de la poblacién Sie ot Stra sigan forza do trabajadores procedentes de Rio Muni. ‘ Conclusiones La generalizacién del trabajo forzado en el Africa colonial plantea algu- nas cuestiones que han sido objeto de reflexi6n teérica. Por una parte, algu- ‘nos autores interpretan que el trabajo forzado fue consecuencia de cierias ideologias coloniales «caducas», que precisaban de la coercién fisica de la poblacién indigena para obtener Ia mano de obra y de la implantacién de formas semiesclavistas del trabajo para la expansién de las econom{as colo- niiales. Asi, ciertas experiencias coloniales, como la portuguesa en el Africa subsahariana, constituyen evidencias hist6ricas de este tipo de politica colo- nial, que renuncié al libre desarrollo de las leyes de la economia capitalista que en modo alguno precisan de la intervencién de mecanismos extraecon6- micos para lograr el desarrollo de la economia capitalista.” Por otra parte, y en oposicién a la teoria antes expuesta, algunas tesis identifican las formas de explotacién del trabajo con los sistemas socioeconémicos hist6ricamente dados. En este sentido, una excesiva fidelidad a esta identificacién puede Provocar algunos abusos y simplificaciones. La cuestin es que el trabajo forzado no es una forma de explotacién del trabajo «atipica» del capitalismo aunque, sin duda, la expansién de los paises europeos a finales del siglo xx tuvo un carécter capitalista, Pero, es posible reconducir el problema: el ta- ajo forzado fue la expresién de una fase de transicién hacia la definitiva onsolidacién del capitalismo en aquellas formaciones sociales dominacas Por modos de produccién precapitalistas. Asi, el trabajo forzado es inter- Pretado como Ia respuesta de un «modo de produccién colonial», de transi- ‘cin, a Ia resistencia de la sociedad precapitalista a In expansién del capita- lismo. Y, en definitiva, la generalizacién del trabajo forzado se presenta 133 como una nevesidad histérica que antecedi6 al pleno desarrollo del capita- lismo y a su forma de explotacién del trabajo «tipica», el trabajo libre.” No comparto plenamente ninguna de las dos interpretaciones antes ex- puestas, En primer lugar, pienso que a priori los empleadores de trabajo no adoptan una u otra forma de explotacién del trabajo atendiendo a razones © a principios de la economia politica. Y, en segundo lugar, la eleccién de un sistema de trabajo depende de factores como los costes de la produccién, pero también de la ideologia de los empleadores de trabajo y de la interaccién entre las acciones de los empleadores y las respuestas de los trabajadores, en el marco de las circunstancias politicas y econémicas en que se desen- vuelven* Los finqueros coloniales de Fernando Poo cligieron el trabajo forzado de la poblacién indigena no por el cardcter «atrasado» de la colonizacién espaiiola y de los propios finqueros, ni tampoco para quebrar la tenaz resis- tencia de las comunidades indigenas a la consolidacién del capitalismo. Los finqueros coloniales, frente al escaso y caro trabajo asalariado, prefirieron el reclutamiento forzado de los trabajadores porque era una entre las diversas formas de obtencidn y explotacién del trabajo, y no fueron menos capitalis- tas por preferir un trabajo econémicamente mas barato. Ahora bien, varios factores influyeron en la decisin de los empleadores en favor del trabajo forzado: los efectos del régimen de la propiedad de la tierra en la movilidad de la mano dz obra; la inexistencia de un sistema de crédito oficial capaz. de financiar 1a economia de las plantaciones coloniales; 1a precariedad econd- mica de los finqueros para hacer frente al coste del trabajo asalariado; la interiorizaciéa de la ideologia del trabajo esclavo como forma de uso del trabajo indigena; la falta de cohesiGn social entre los finqueros coloniales para lograr una racionalizacién en el empleo del trabajo y, sobre todo, la inexperiencia de los finqueros coloniales como propietarios de la tierra y como empleadores de trabajo. ‘Asi, la combinacién de factores econémicos y extraeconémicos contribuy ‘a rechazar otras formas de empleo del trabajo, también alternativas al traba- jo asalariado, e influyeron en la preferencia de los finqueros coloniales por el trabajo forzado. A principios de siglo la expansién del monocultivo del cacao ‘en Fernando Poo se realiz6 sobre 1a base de unas relaciones de produccién capitalistas que adoptaron diversas formas de explotacién de Ia fuerza de trabajo y, entre éstas, predomind durante afios el trabajo asalariado como un de las elegidas por los finqueros coloniales para superar la escasez y el elevado coste del trabajo asalariado. 134 1. Reales decretos del 26 de noviembre 1880, del 24 de diciembre 1894 y del 11 de jilio de 1904. Por el tratado hispano-portugués de El Pardo en marzo de 1778, Portugal cedié a Espafia las islas de Fernando Poo, Annobén y el derecho a negociar en las ostas opuestas a Fernando Poo. La diplomacia espafiola, alegando las cléusulas del tratado de 1778, reivindicé sin éxito el derecho de soberania sobre una amplia zona costera continental comprendida entre el cabo Formoso y el rfo Gabén. El Tratado de Paris en 1900 puso fin al contencioso fronterizo hispano-francés en El Muni y delimité 1a zona continental bajo soberania espafiola (Rio Muni) a una extensiGn de 24,000 kilémetros cuadrados. Definitivamente, los territories espafioles en el golfo de Guinea comprendieron: las islas de Fernando Poo, Annobén, los islotes de Elobey Grande y Elobey Chico, y, en el continente, Rio Muni. 3. Una primera aproximacién a este tema ha sido tratada en mi tesis doctoml: Politica colonial y organizacién del trabajo en la isla de Fernando Poo: 1880-1950, Universidad de Barcelona, 1984, pp. 31-45. 4. Consultar, entre otros, F. J. BALMASEDA: Los confinados a Fernando Poo ¢ im- presiones de un viaje a Guinea, Nueva York, 1869; F. Lasrres: La colonizacién pe- altencara de las Mariana en Fernando Poo, Horrores de la Dominacién Espanola, ja , y, también, A. pe UNZUETA: Historia geogrdfica de la isla de Fer. nando Poo, Madrid, 1947. Batidee SS Sent 5. Archivo General de la Administracién, Seccién Presidencia del Gobierno, lega- jo 31, expediente n° 12.165, y legajo 20, expediente n° 8,761. ae 6." A. Péxez; «El problema bracero», en Tercer Congreso Africanista, Barcelona, 1909, p. uv 7 7. G. Grawavos: Paginas sueltas sobre fa Guinea Esporiola, Barcelona, 1912, p. 26. B Reales decretos del 11 de julio de 1904 y del 11 de enero de 1905. 9. Archivo Hist6rico Nacional, Seccién Ultramar, legajo 5.314", expediente n 596. 10. J. Ruiz ¥ Anava: Descripcidn de los cultivos que se practican en las lamadas fincas de'a ila de Ferando Poo, Cid, 1898, p. 14. |. L. Ramos Izaurerpo: Descripcién geogrdfica y gobierno, administracién y :0- lonizacién de las Colonias espatolas del Golfo de Guinea, Madrid, 1912, p. 34. 12, Bando dei Gobierno General de 1a Colonia, del 31 de agosto 1907. orld Manrivez Auten: Haciendes, Plantations and Collective Farms, London, 14. L. Ramos Iz0uteRDo, 0b. cit, p. 205. 45. J Rurz y Ausra b,c. pp. 1413, Bando del Gobierno General de la Colonia, del 30 de 1907. 17 Band del Gabe Genera de lo Clo, 2 de abil 1908 .F. pet Rfo Joan: Africa ‘Sdhara y Gui i oe . rica Occidental Espafola ( y Guinea), Madrid, 20. Para Ia segunda mitad del siglo x1x la poblacién bubi oscila, seg s x ubi oscila, segtin los auto- fe enwe un minino de 300 um minino de 15400 hubtans,Lav misonor flazetinos censaron en el aio 1900, con cieras garantas de veracidad, unos 14.16 bubis. Pese » Ia diversidad de las cifras de poblacién bubi que se barsjan, la mayoria los autores conforman la espectacular caida demogrifica en las primeras décadas del siglo xx. Asi, los 6.800 bubis censados por L. Ramos Izovierpo para el aiio 1906 y Que G. Tessiavw, en Die Bubi auf Fernando Poo, Berlin, 1925, eleva a 8.000 bubis ‘efalan el tono dramético de la crisis demogréfica de Ia poblacién bubi. 135 21. Consultar, en particular, para Ia parte liberiana Jos trabajos de 1. K. SuNDIATA: «Prelude to Scendal: Liberia and Fernando Poo, 1880-1930», Journal of African His- tory, 1974, VX, pp. 97-112; y Black Scandal, ISHI, 1980. 22. Ver, entre otros, los trabajos de R. J. HamMonp: Portugal and Africa: 1815- ‘Stanford, 1966; y M. Barnat Brown: La teoria econmica del imperialismo, id, 1975. 25. En un articulo ya clisico sobre 1a economia rodhesiana, G. Anrictt advierte de la positiva respuesta del campesinado africano a los estimulos del mercado, 1o que tno impidi6, por otra perte, la imposicidn de mecanismos de coercién extraeconémica CeLa oferta de trabajo en una perspectiva histérica», Colonos, campesinos y multina- ‘cionales, Madrid, 1975). :Basta como hace P-Ph. Rey para generalizar la resistencia de los tmodos dé. produccién precapitalistas al capitalismo, con citar los comentarios de Marx sobre la estrecha compenetracié de Ia agricultura tradicional y el artesanado rural, que caracteriza al llamado «modo de produccién asiético» y su capacidad de ‘oposicidn al capitalismo, 0 con recordar el capitulo de El Capital dedicado a Ia acu- ‘mulacin primiiiva?, 2no hay en algunos sectores africanistas franceses, como apunta la introduccién a Ajrican Labour History (1978, p. 22) un desmesurado interés por el precapitalismo en detrimento del estudio de la historia del capitalismo en Africa? So- brebre la obra de P-Ph. Rey pueden consultarse, entre otros, Colonialisme , _néo- colonialisme et transition au capitalisme, Paris, 1971; y Les alliances de classes, Paris, 1976. 24, V, Srouexe and M. Haut: «The Introduction of Free Labour into to Sio Paulo Coffee Plantations», The Sex Division of Labour, Development and Women's Status (no publicado), 1980. 136

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