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TERCERA CATEQUESIS

SOBRE EL DOMINGO TERCERO DE CUARESMA

“YO SOY, DICE EL SEÑOR, QUIEN TE AMA Y TIENE MISERICORDIA DE TI”

(Ex. 3,1-8ª. 13-15; 1 Co. 10-1-6. 10-12; Lc. 13, 1-19)

La historia de la humanidad está llena de esclavitudes, pero también la


Historia de la Salvación está llena de liberación, gracias a Dios. Moisés es un signo
de esclavitud y liberación, pero sobre todo es un testigo de Dios que libera.
Muchas siguen siendo las esclavitudes pero, no pocas también las liberaciones.
Seguimos necesitando testigos y líderes como Moisés.

1.- LLAMADOS A SER DISCIPULOS Y MISIONEROS.

Moisés, pastor desterrado, es llamado por Dios: es la historia de una


vocación. Moisés quiere conocer el nombre de Dios, para comunicarse con El: es
una historia de comunión y amistad. Moisés es enviado por Dios para liberar a su
pueblo: es la historia de una misión.

No siempre la llamada de Dios y sus gracias garantiza la respuesta que Dios


espera. Hay respuestas negativas y hay infidelidades. El pueblo de Israel, pueblo
escogido y llamado por Dios, no obstante contar siempre con buenos profetas y
verdaderos creyentes, nunca acabó de creer y confiar. Dice el autor sagrado: “La
mayoría de ellos, no agradaba a Dios”.

Debe quedarnos muy claro y debemos entender muy bien: la desgracia o la


enfermedad nunca son castigos de Dios. Dios nunca castiga, sino espera; pero
puede purificar, podar, como sucedió con la higuera del Evangelio, pues lo único
que quiere son nuestros frutos. Y no los quiere para El, sino para bien del árbol,
de nosotros mismos y de los hermanos.

Los bautizados somos la higuera que plantó el Señor en el huerto. Nos hizo
sus discípulos para estar con El y aprender por su vida y Palabra y después ser
enviados a romper las cadenas y a liberar a los cautivos. Son los frutos que Dios
espera de nosotros.

2.- DIOS ES MISTERIO DE AMOR Y MISERICORDIA.


La Eucaristía es para nosotros lo que la zarza ardiente fue para Moisés.
Nuestra vida tiene mucho de desierto, y el Señor se ha fijado en ti y en mí y nos
ha llamado por nuestro nombre.

La iniciativa siempre parte de Dios. Moisés nunca buscó lo que el Señor le


confiaría. Fue Dios el que salió a su encuentro. Cuando nosotros venimos a la
Eucaristía, es porque que El, que quiso quedarse con nosotros y por nosotros, nos
atrae llamando a nuestro corazón. A esta reflexión que hacemos, es el Señor
quien nos ha invitado y aquí estamos convocados por El. Necesitábamos estar
juntos a El y sentirlo cerca. ¡Cuánto bien nos hace!

Queremos que con su misericordia lave nuestro corazón, un tanto sucio, y lo


unja con el aceite de su Espíritu, porque tiende a secarse y hacerse de piedra.

Estamos escuchando su mensaje, que siempre es de misericordia y


liberación, como lo fue el mensaje de Moisés: “Ve a liberar a mi pueblo que sufre
esclavitud”.

Hoy, a pesar de nuestros adelantos, siguen existiendo muchas miserias que


nos esclavizan, aún dentro de nosotros mismos. El Señor quiere para todos sus
hijos la libertad y el reconocimiento de su dignidad. Quiere nuestra pascua.

Necesitamos y queremos acercarnos a El, comulgar con El, abrirnos a su


Palabra, perdón, gracia y misericordia. Queremos, como Moisés, entrar a su
misterio y palpar su corazón. La verdad es que no somos dignos, pero El nos
prepara con el toque de su gracia y nos envuelve con su fuego misericordioso que
arde, pero no quema, como la zarza de Moisés. Y por ello decimos: “Dentro de tus
llagas, escóndeme”.

Pero, ¿quién es este Dios que nos llama, se nos comunica y entrega y nos
envía? ¿quién es este Dios que nos invita a ser discípulos para aprender de El y
después enviarnos como misioneros? ¿cuál es su nombre?

3.- EL NOMBRE DE DIOS.

El hombre es un buscador de Dios. No lo ve cara a cara, pero puede


descubrir destellos y huellas suyas. Dios es un gran Misterio. Nosotros también
somos un misterio, pero pequeñísimo. Dios es siempre más, Dios es siempre
mejor, Dios es siempre distinto de lo que pensamos y de lo que imaginamos. Si el
hombre ya de por si es siempre “más” con minúsculas y comillas, ¿qué será Dios?

Moisés es como la humanidad insatisfecha, tenía hambre y sed de Dios, por


eso quiere conocer su nombre, es decir, su misterio y su corazón.

Dios, sí le respondió, pero su respuesta sigue siendo misteriosa, no por


defecto, sino por exceso de luz. Algo así como la contestación de Jesús a
Nicodemo: “Si al decir cosas de la tierra, no crees, ¿cómo vas a creer si digo las
cosas del cielo?” (Jn 3,12).

4.- YO SOY: DIOS RESPONDIO.

Yo soy el que soy. Es decir yo soy todo. Rompe todas nuestras definiciones.
Conocer el nombre de una persona, bíblicamente, es conocer su rica
personalidad. Y Dios nos trasciende. Nuestra capacidad es muy limitada,
limitadísima, para lograr conocerlo. La razón no alcanza. Es algo imposible. En
algunas religiones Dios tiene un centenar de nombres. En otras, hay miles de
dioses, para explicar las muchas dimensiones y manifestaciones del único Dios.

Es el Dios de nuestros padres, que se le manifestó con palabras, señales y


hechos a lo largo de la historia. Por lo tanto, no es el gran silencio, ni el
totalmente alejado de nosotros.

Yo soy el que estoy: El que se nos acerca para ayudar que nos ve y nos oye.
Es el Emmanuel, el Dios con nosotros. Yo soy el que padece y compadece. Es
compasivo y misericordioso, acompaña, consuela, anima, libera. Yo soy el que
espera y perdona. Siempre perdonando, siempre esperando. No se deja llevar de
la ira, tiene paciencia infinita. Yo soy el amor, este es mi Nombre más secreto. Yo
soy omnipotente en el amor y débil en el amor; yo soy exigente en el amor y
generoso en el amor; yo soy misterioso en el amor y cercano en el amor; yo soy
herida en el amor y medicina en el amor; yo soy celoso en el amor y confiado en
el amor; soy apasionado en el amor y delicado en el amor; yo doy vida en el amor
y doy muerte en el amor.

Solo de Dios podemos decir y aplicar a El cosas que parecen contrarias:


poder y debilidad, cercanía y lejanía, sonrisas y dolor, justo y misericordioso…
5.- LA HIGUERA ESTERIL.

Yo soy el que confía en ti y espera en ti. Yo soy el Dios de la paciencia y la


esperanza. Tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo
encuentro…

Antes de pensar en la higuera, pensemos más bien en el dueño de la viña.


Dios espera recoger los frutos de su huerto. Es normal. Ha plantado un árbol y le
ha cuidado con esmero. Debemos dar frutos buenos y abundantes. No es que
Dios sea egoísta. Los frutos no son para El, sino para otros puedan beneficiarse y
para que el mismo árbol se sienta bien. El árbol que no da fruto termina por
perderse. No dar fruto es el pecado de omisión, de no hacer el bien, el vacío de la
vida.

La higuera no había respondido a las expectativas. Pero el dueño, en vez de


cortarla, aguanta, espera y da oportunidad, cultiva, sigue cuidando y espera.
Tiene fe en el árbol. Quizá haya que cambiar más bien el cultivo.

Como los frutos que Dios espera son frutos de amor, no dar fruto es no
amar. El pecado de omisión es no amar y, “el que no ama, está muerto” (1 Jn
3,14). El árbol que no da fruto, muere. Pero el que ama siempre llevará fruto. Dios
sigue esperando: un año, y otro, y otro… “el amor espera siempre, sin límites”
(cfr. 1 Cor 13). Como el Padre esperaba el regreso del hijo pródigo, Dios nos
espera porque también sabe que volveremos, porque somos sus hijos y confía en
nosotros. ¿Cuántos años esperará? ¡Bendita paciencia del Señor! Cristo también
llama a la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos.

6.- VE YO TE ENVIO.

Dios no nos llama y elige para nada. Si pronuncia nuestro nombre es porque
tiene algo para nosotros. Su vocación va siempre seguida de su misión. El “ven”
se convierte en el “ve”.

Dios envía a Moisés al faraón, para que consiga la libertad a su pueblo.


¡Pobre Moisés con esta carga, y más, conociendo la dureza del faraón y las
limitaciones de Moisés! Pero Dios también lo sabe y no le pide fuerzas, sino fe ¡Yo
estoy contigo!
Hoy también el Señor nos envía a los faraones de nuestro tiempo. Somos
aún más pequeños e índigos que Moisés, pero el Señor no se fija en eso, no se fija
en tu capacidad, sino en tu disponibilidad.

Ve: libera a los pobres de mi pueblo, ve a anunciarles mi amor, ve a darles


consuelo y esperanza, ve a estar con ellos y en comunión con ellos. Ve también
con los que buscan la paz, la libertad y la justicia. Ve a defender la dignidad de la
persona y a favorecer la solidaridad.

Ve a dar testimonio de la verdad y sobre todo del amor. Ve a defender la


familia, ahí donde esta siendo atacada. Ve a defender la vida a los foros donde
intentan aprobar leyes que legalicen el aborto la eutanasia. Ve con los oprimidos
y edúcalos para que luchen por su propia liberación.

Ve a denunciar lo que impide al Reino de Dios. Ve a llenar el mundo de


esperanza, anunciando que es posible otra forma de vivir, como también otras
culturas que estén inspiradas por el Evangelio. Ve y convéncelos que el mundo
puede cambiar si ellos y nosotros cambiamos. Ve a anunciarles que tú y ellos
pueden ser mejores y, lo entenderán y aprenderán, si los convences con la
palabra y sobre todo con tu vida.

7.- PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Dónde encontramos zarzas ardientes?

2. ¿Qué significa ser “otros Moisés”?

3. ¿Dónde encontramos higueras secas?

4. ¿Cómo producir frutos abundantes?

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