El 25 de enero de 1949 se realizó en el naciente Estado de Israel el primer acto eleccionario, cuyos resultados conformaron a la Asamblea Constituyente, el organismo parlamentario predecesor de la Knesset. En aquella oportunidad, Ben-Gurión –figura rectora del movimiento nacional judío y de su conducción laborista- recibió un 36% del total de los 435 mil votos registrados. El Partido Obrero Unificado, más conocido por su sigla MAPAM, obtuvo casi un 15% accediendo así a 19 de los 12 escaños. Esta mayoría parlamentaria -vertebrada en torno al laborismo bengurionista y a la izquierda sionista socialista- se mantuvo hasta mediados de la década del 70, si bien distintos y complejos procesos sociales –viraje del colectivismo pionero a modelos capitalistas- y la influencia de los enfrentamientos bélicos con los vecinos árabes, a lo que se debe sumar la incidencia de corrientes inmigratorias que modificaron el discurso político de la vanguardia constructora del estado, ya erosionaron sustancialmente el liderazgo ideológico del movimiento obrero mucho antes del ascenso de Beguin y el sionismo revisionista. El 28 de marzo de 2006, Kadima, un partido cristalizado en función de consignas pragmáticas, carente de los sustentos discursivos de los bloques históricos –sionismo obrero y derecha liberal- se afirma como primera fuerza con un 22 por ciento de de los votos. Ahora –tras los comicios para la 18· Knesset- la decadencia de la centroizquierda y el apogeo de corrientes ultranacionalistas aparecen con dramática claridad como un factor decisivo y no como un fenómeno transitorio y coyuntural. Para tratar de comprender el pasaje del electorado de hace 60 años a la nueva realidad israelí, es menester incorporar analíticamente la percepción de desamparo que acusan poblaciones golpeadas doblemente: los habitantes de la meridional Sderot no sólo sufren el impacto de los misiles disparados desde la vecina Gaza; en Sderot, desde hace años, se anota una marginación socioeconómica importante. Pero es más: muchos de los ciudadanos de Sderot heredaron la percepción de discriminación de sus padres, oriundos de comunidades afroasiáticas ortodoxas que se consideraron ajenas al proyecto revolucionario del sionismo fundacional y a su discurso laico y progresista. Para Sderot y –por lo que se lee en los resultados electorales- amplios sectores de la sociedad son impermeables el mensaje de laborismo –heredero de Ben Gurión- o de Meretz –otrora MAPAM- formulado este último en derredor de artistas, escritores y el ámbito académico, que, según vemos, no es el código imperante en las calles de Israel del 2009.