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PRACTICA MUY DEVOTA EN NONON DE San Ignacio de Loyala FUNDADOR DE LA COMPANIA DE JESUS enriquecida y pramovida con muchas indulgencias pore! papa Clemente XITI. ne tee TERCERA EDICION CASTELLANA Con las Lreoias me esasda iy MADRID EST. TIP. «SUCESORES DE RIVADENEYRA > Pasvo de San Vicente, 20 1890 & its che cia cha cto che cho do dla sto ate cto dha chs PROLOGO han Negado 4 ejercer el ministerio de salud y el magistcrio de la santidad, como dice San Lernardo (1), se debe contar al fundador de Ja Compaitia de Jestis, San Tenacio de Loyola, varén nacido verdaderamente para bien de sus semejantes y autor del admirable libro de los /jercicios, aprendido en divino magisterio, y sobremanera idé- neo para la direccién de las almas por los senderos de Ja virtud y perfeccién eristianas (2). Por eso confian sus de- ee los varones apostélicos que (1) 8. Ber., for. 3 in die Apost. (2) S. R. Rota Relat. coram Greg. XV. 6 votos que le han de tener por media- nero ¥ patrono en el gran negocio de la salvacién eterna, y no menos por ejemplar y guia en la peligrosa senda de la vida espiritual; y por lo mismo, las meditaciones de sus virtudes que aqui se ponen, van dispnestas conforme 4 los tres grados de la inisma vida del espiritu. Primero nos le propondremos por modelo acabado en la via purgati- va; luego en la iluminativa, y por fin en la unitiva, sirvicndo 4 todas tres de corona Ia consideraciin de su preciosa muerte. Siguese 4 cada meditacién una plegaria dirigida al Santo Patriarca, con tres de sus documentos prdcticos, un ejemplo, algtin obsequio que ofre- cerle y una jaculatoria, 6 sea una de- vota aspiracidn para que se repita fre- cuentemente entre dia. De estas diez meditaciones, que nos recuerdan los diez meses que pasé en Manresa nuestro Santo, dado por una parte 4 austerisi- mas penitencias del cuerpo, é inundado 7 por otra el dnimo de celestiales delicias, serd util servirse para impetrar més ficilmente su poderoso patrocinio y la imitacién de sus virtudes, celebrando de este modo, ya Jos diez domingos, ya los nueve dias anteriores al suyo, con el dia mismo de la fiesta. También po- dran servir para ganar mis cumplida y seguramente las indulgencias otor- gadas por dos Sumos Pontifices, a fin de promover y propagar la devocién de San Ignacio. Fué uno nuestro San- tisimo Padre el papa Gregorio NY, en el breve Splendor paternie qloria, que concede indulgencia plenaria 4 todos los fieles cristianos que, confesados y comulgados, visiten en el mismo dia de San Ignacio una iglesia de la Compaiiia de Jestis, rogando por la intencién del Padre Santo. Y el otro, que es Cle- mente XIII, expidid benignamente el siguiente decreto, que traducido dice asi: DECRETO Indulgencias plenarias para los diez do- mipgos dedicados 4 honrar 4 San Ig- nacio de Loyola. — Vudo 4 27 de Enero de 1767, Accediendo henignamente ¢ las muy humildes siplicas de Lorenzo Ricci, Prepigita General de la Compaitia de Jeans, Nuestro Santisimo Padre el papa Clemente XIII concedis c torlos log fieles Cristianos de ambos seros que, rerdatleramente arrepentilos de sus pecatlus, confesadoa y comul- gados, santificaren diez domingos consecutiros antes de ta fiesta de San Iynacio de Lngola, 6 en otro tiempo cel afla, y ae emplearen en derotas meditaciones y oraciones tt otrus obras de piedad eriatiana d@ honra de? mismo Santo y gloria de Dios, visitunda ademds derotamente la igleata de la misma Cumpuitia, indulgencia plenaria de todos sus pecados en cada une de clichos domingos. Y quiso la misma diche Santidad que eata au concesidn turiese ralor perpetuumente on lo auce- Si2'0, Darlo en Roma en la Secretaria de la Sagrada Congregacién de Indulgencias, el dia y aie arriba erpresados. — N. Carnpenat Axtone- tiu— ZL. t S.—S. Bonosa, Secretario de la Sa- grada Congregaciin de Jndulgencias. LULA ALU OURDUDPUEApeaunGeuenseoDUSOUCREDaU PAU 2OAUL( eiteatCaornee ovesan cUreeearreaarneaseee PRACTICA PARA CADA DIA 1, Procura mafiana y tarde imitar en todas tns obras y afectos 4% San Tynacio, y ofré- celos i Dios cn onion de sux intenciones y méritos. 2. Reza, con el fin de lograr la virtud qne te has propnesto, dies /frenurstros, Avemarias y Glorias, 6 8] menos diez (lo- riaz en honor de San Ignacio, afiadiendo la antifona y oracién que sigue. Antifona. Faego vine & poner en Ja tierra; y gqué quiero sino que prenda? }. Goid el Seffor al jnsto por vias rectas. 8. Y le mostrd el reino de Dios. i Oracién. Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre reforzaste la Iglesia wilitante por medio de IJynacio con on nnevo adcorro: concédenos que, peleando con en aynda y & imitucién snya en la tierra, merezcamos ser con él coronados en el cielo. Por los méritos de Jesacristo Nues- tro Sefior. Amén. 3. Iluz Ia meditacién, 6 al menos léela atentamente, con lo que 4 ella sigue; cnm- ple el obsequio, y repite 4 menudo entre dia Ia jacnlatoria. MEDITACION PRIMERA Via purgativa. BAN IGNANIO, EJEMPLAR DE VERDADERA CONVERSION POR LA ENTREQA QUE DE Sf 111%), PRONTA, MAGNANI- MA Y CONSIANTE. Punto 1,.°— Pronta.—Cerca de treinta afios tenfa ya San Inacio, pasados entre los honores de la corte y en la carrera de Jas armas, cnando Dios, a fin de disponer sa corazon #& que respondiesc al llamamien- to divino, enderezd hacia él en el sitio de Pamplona una bala de cafiin que, hirién- dole la pierna derecha, se la qnebranté completamente. Entonces faé cnando, ten- dido en el lecho el bravo militar, y habiendo pedido para entretener el tiempo algén li- bro profuno, dispnso la divina Providencia que, no dando con ninguno de mero pasa- tiempo, Je presentasen dos qne habia: la Vida de Nuestro Senor Jesucristo el uno, y el otro las Vides de los Santos, llamado 12 vulgarmente Flos Sanctorum: su lecture fué principio de todo bien para Ignacio. Porqne, movido de las eximias virtndes de aquellos varones santos, empezd « repa- rar en los pecados de sn pasada vida y en la infinita clemencia de Dios para con él; de modo qne trabindose en an corazén nna lucha entre cl amor al placer, por nna parte, y el de la virtud por otra, lo dividian y como despedazaban horriblemente. Mas al fin nuestro heér-e, sobreponiendose & si mismo, exclamd: «Si dstos, apoyados en el brazo del Omnipotente, pndieron obrar asi, g por qné no podré yo?» Y meditando seriamente, no sélo mudar de vida y costumbres en lo sucesivo, sito ademas expiar sus pecados é imitar los ejemplos de los santos, dlzase del lecho, y postrado en tierra se ofrece todo al Setior, prometiendo no buscar cosa en este mundo sino & solo Dios y su gloria. Al oir tal resolncién tembld el infierno, y con sitbito terremoto sacudiéd toda la casa, quedando abierta una gran gricta en la pa- red, Ignacio, por el contrario, experimenté entonces por vez primera la sélida paz y alegria del espiritu. 13 [Feliz aqnel qne responde pronto al llama- miento divino, y hace & Dios oblacién en- tera de s{ mismo! Si Iynacio hubiera desoido esta voz, no fuera al presente venerato en los altares, y acaso se veria sepnitado en los fuegos eternos. Ins inspiraciones de Dios se tienen en poco porque no se pon- dera Ja infinity bondad de Dios, de donde nacen; el bien infinito 4 que se ordenan, y el mal, también infinito, en que ficilmente pueden incurrir los que Jas desprecian. Nescis wide ecniat, ant quo radat (1). No sabes, hermano, #& qné suceso providenctul tiene Dios ligada la serie de gracias con que te salves. gT, empero, osas malograr las presentes y proinéteste otras para lo futuro? {Oh necedad y atrevimiento inconcebible! ¢Conoces tii, por ventura, los decretos del cielo, dice (2) el Seftor, 6 eres th el qne ejecuta en la tierra sus determinaciones? Perro 2.° —~ Maynduima, — Inego al puato que Dios le expuso & rudo combate para que saliese vencedor (3), toméd Ignacio (1) Joann., it, 8. (2) Job, xxxvint, 3, (3) Sap., x, 12. l4 para si la firme y deliberada resolocisn de dejar mundo, riquezas, honores y la casa paterna, abrazindose con la pobreza evan- gélica, la mortificacién de la carue y el sumo desprecio de si mismo. Y acerté en ello, porque sa hermano mayor por ano parte, y por otra el demonio, le acometieron % la par: aqndél, viendo tan grande mudanza, llegé & entrever y sospechar lo que real- mente sucedia, y avistindose con él, le em- pezo d& rogar coo copia de ligrimas que por ans padres, por su casa y cnanto tenia de mis caro, mirase lo que hacia, que no tomara determinaciédn alguna en baldén eterno de Ja ilustre casa de Loyola; el segundo le pintaba ante los ojos las irrisiones y afrentas con qne de ¢l se mofaria el mundo, atriba- yendo semejante cambio 4 cobardia é despe- cho por haber tenido que cutregar la cinda- dela de Pamplona, En tan apretado trance, pedia Ignacio el favor del cielo con muy prolija oracién, ]i- gtimas y ayunos, cuando, estando en estos ejercicios, un dia se le apareciéd la misma Virgen y Madre Maria Santisima con el di- vino Niiio Jests en los brazos, confortandole 15 en la determinacién tomada; no de otro snerte que en un principio habia venido & arrancarle de las garras de la muerte el principe de los apdstoles, San Pedro. Fortalecido sobremanera con tal visita, y trocado en otro hombre, recibié el dén s0- brenatural de la castidad, y en tan extraor- dinario modo que se vid libre hasta la muerte aan de representaciones impuras. No cabiéudole en el pecho el agradeci- miento, ni sufriéndole tardanza en mostrarlo & su celestial bienhechora, parte de casa en direccién & Catalniia para visitar el celebé- rrimo santuario de la Virgen, Mamado de Montserrate, y dado el rico traje que vestia a un pobre desvalido, cubrese gozoso de un saco, ciilese nna cuerda, entra en el templo, y suspendidos de] altar dela Virgen espadin y daga, vela en oracién, i nsanza caballe- resca, toda la noche, vigilia de la Annncia- cién de Nuestra Sefiora. Alli hizo una dolo- rosa confesién de la vida pasada, se acercéd al Sacramento angusto del Altar y ofrecié & Dios con voto perpetuo sn castidad (1), ra- (1) ELD. Ribadeneira (lib, 1, cap. m1) dice que hizo el voto camino de Montserrate.—( N. det 7.) 16 tificando el nuevo método de vida y la en- trega perfecta de sf propio. jOh magnanimidad heroica de Ignacio en pasar por encimade dificultades tan enormes y en arrostrar empresas tan arduas y costo- sas! A nosotros, por el contrario, el mds leve contratiempo 6 humano respeto nos ame- drenta al punto, siendo ésta la causa de que no adclantemos an paso en el camino de la perfeccion. Quiere y no qniere el indolente. Pues bien, todoindolente y perezoso qnedard sumido en la miseria. Los deseos sacaban con el perezoso porque no quiso poner ma- nos & obra alguna; el jasto, al contrario, dard y no cesaré de dar fruto de buenas obras (1). Peyro 3.°— Constante.— Despreciado qne habo el mundo, gaardé Ignacio con diligen- te custodia su corazéa, no fuera que, pegin- dosele algtin polvillo mnndano, quedase des- lustrado su brillo. Por esto, no sdlo no ad- mitid de sus parientea, en el espacio de once ailos, alivio alguno 4 su grande indigencia, (1) Prov., stay xxi. li sino que ni aun les escribié carta alguna, y un legajo de ellas que le llegé delus mismos estando en oracidn lo arrojé, cerrado como venia, & las Hamas. Obligado de una grave dolencia, hubo, algunos ajios después, de respirar los aires natales, y & sn Hegada saliéle & recibir en procesidn cl clero todo, por la grande reputacién que ya entonces de su santidad se tenia. Mag él & lu primera ocnsidn, evadiéndose de la comitiva, fuése al ptblico hospital, bien & pesar de sus deados, y rehusando con fortaleza el hospedaje con con que su propia casa le brindaba, comenzd & pedir de puerta en puerta su sustcnto. Grande, por cierto, fué el fruto que de tales ejemplos recogid, pues cra tanta la multitud que acudia 4 sus ¢xhortaciones y doctrinas, que no siendo bastante capaces los templos, se vefan las gentes en la precisién de salir al campo, y aunde subirse 4 les dirboles para oirte, Las mudanzas completas de vida fue- ron muchas, y muchas las discordias com- puestas, los antizuos odios degarraigados, las leyes dadas sobre reforma de costumbres, y las obras pias instituidas por determinacién y & expensas del ptiblico. 18 jAy! ;¥ cndntos de los qne & fin de sal- varse se resuelven 4 emprender nueva vida, Ja dejan luego con la mayor facilidad!t zDe dénde tan lamentable inconstancia? No de otra raiz sino de que, retofiando otra vez las inclinaciones y deseos malos que antes los esclavizaban, ceden facilmente, no andando & las derechas con Dios, mas siendo hom- bres de corazén doble, volubles en todas sus empresas. Vir duplex animo, inconstans est in omnibus ciis suis (1). Por lo tanto, « ve- lad y orad para no caer en tentacién (2), porque no el que comenzare, sino el que perseverare hasta el fin, ése se salvardy (3). Oracién. Glorioso San [ynacio, grande Patrono y ejemplur de unn verdadera conversido: la entrega que & Dios hiciste de ti mismo con prontitnd, mwagnanimidad y constancia sn- mas, fué el principio v progreso de tn santi- dad extraordinaria. Yo, por el contrario, (1) Jac., 1, 8. (2) Matth., xxvi, 41. (3) Matth., xxiv, 13. 19 que tantas inspiraciones del cielo he desofdo, F que en vez de durar firme en el género de vida virtnosa tal vez abrazado, me dejo, cual leve cafia, doblegar i una y otra parte por mis desordenadas pasiones, temo con fondamento qne mi descnido, timidez y vo- Inbilidad no me acarreen Ja condenacién eterna de mi alma. gY hasta cudndo, duro é insensible, re-istiré & la voz del Espiritn divino que me invita? Quamdiu ponam con- silia in anima mea? (1). 2Hasta cuindo diferiré el obrar bien, 6 seré inconstante en Ilevar & calo lo que em- piezo? Aytidame, Santo mio, para qne ahora si- qniera, annqne larto tarde, me consagre & Dios, como tui lo hiciste, entera y perpetua- mente. Esto, si, propongo confiudo en tu proteccién, y ofrezco al Sefior mi deliberada voluntad ide no buscar en adelante sino & Fl mismo y su gloria. Y vos, Dios mio, por los méritos é inter- cesidn de San Ignacio, coufirmad este pro- posite qne vos mismo me habéis dado, a fin (I) Pa. su, 2. 20 de que os sirva 4 vos solo con fidelidad hasta morir. Amén. Madximas de San Ignacio. 1." Muy raros son los que llegan & enten- der lo que Dios harfa de ellos si, negdndose 4 s{ mismos, sc resignascn del todo en ma- nos del Sefior, pura ser trabajados de la dies- tra del Artifice divino. Si quieres th ser de estos pocos, did menudo del fondo del alma: «Sefor, gqué qnicres qne haga?» Domine, quid me vis facere’ (1), y pon en practica con esmero cnauto el Sefior qnicra de ti. 2." No descnides obrar por Dios lo que al presente pnedes, llevado de la remota espe- ranza de hacer mis tarde grandes cosas; de lo contrario, & menndo acacce que se va de las manos lo uno y que nunca se llega & al- canzar lo otro. Guirdate de ilnsién tan ge- neral, mas pon por obra canato bueno pueda cjecutar tu mano (2). 3." No te ffes de virtud de principiantes puesta en peligro, pues son como en prima- (1) Act. 1x, 8, (2) Eecl., 1x. 10. 21 vera las yemas de las flores, que luego ger- minan, pero 4 veces de adlo llegarse & ellas se secan. Los qne imprndentemente, sobre todo al principiar la Luena vida, no hnyeron los peligros, luego se desviaron del scndero recto, y focron como mata que sale tal vez de un tejado, y que antes de formarse ente- ramente, se seca (1). Ejemplo. Ia pieza de la casa de Loyola donde San Ignacio rennneid para siempre al mando y se consagrs 4 Dios, fné convertida en célebre capilla por la piedad de la familia de Loyo- la, y Inego comenzé & ser tenida en gran veneraci6n, contribnyendo i ello los prodi- gios que alli frecnentemente acaecian. Mas ereciendo el concurso de peregrinos qne, sobre todo en la fiesta de San Ignacio y sn octava, acndian hasta pasar de quince mil Jos qne se acercaban & la sagrada mesa, la reina Maria de Anstria, madre de Car- los II, levanté y doté liberalmente con dones y privilegios nn templo suntuoso & San Ig- (1) Tsai, xxxvir, 27. 22 nacio, movida, no més que de su propia de- vacién al Santo, de la que aqnellos naturales le profesaban. Paso en silencio los milagros de cnraciones milagrosas, y sdlo quiero aquf citar las muchas y ruidosas mndanzas de vida que se obraron y las innamerables gra- cias espirituales concedidas, y aun de esto, por ser breve, no insinuaré sino dos casos. k'ué nno de cierta persona que habiendo dejado de acusar en la confesién , por mani- fiesto y enlpable descuido, cinco pecados graves, fué advertida de ello por San Igna- civ de un modo prodigioso, y ella al punto, siguiendo el aviso, confesdélos todos al sacer- dote. F1 otro consistiéd en que no pndiendo an snjeto, por flaqneza de memoria, recordar muchos de sus enormes pecados, apenas in- vocd 4 San Iynacio se los puso éste delante de log ojos del alma, como si los estnviera leyendo en un escrito. (Bolandos, t. vu, Ju- lio.) Obsequio. Resigna, & ejemplo de San Ig- nacio, tn voluntad en Dios con generoso pe- cho, y pon eu ejecaocién en todo tiempo lo que sabes que le agrada. 23 Jaculatoria. Por la intercesién de San Ignacio confirma, oh Dios, el bien qne en nosotros has obrado (1). MEDITACION SEGUNDA. SAN IGNACIO, RIEMPLAR DE VERDADERA PENITENCIA EN LA MACERACION DEL CUERPO, EN LA ARNEGACION DEL BeP{xITU, EN LA GUARDA DEL CORAZON, Punto 1.°-—.Muceracion del cuerpo.—Veu- cedor San Ignacio del muni, resalvid, 4 fin de unirse mis con Jesncristo, vencerse 4 af propio y snjetar ante todo sn carne, conforme al dicho del Apdstot: «Los qne soa de Cristo han cracificado sn carne: Qui sunt Christi, carnem suam crucificerunt (2). Para ello fuése de Montserrate & Manresa, y alll, no le- jos de la cindad, dié con una cneva abando- nada, y en ella comenzé, deseoso de peni- tencia, el signieate tenor de vida. Bajo un (1) Ps, uxvir, 29, (2) Gal, v, 24. 24 gaco 0 sayo que le cubria cifidse el cnerpo y la cintura de cadenilla de hierra, cilicio y una faja 6 cefiilor de punzantes zarzas; mendigaba de puerta en pnerta el diario sustento; aynnabla 4 pan y agua Ja semana entera, si no es el domingo, en qne afiadia unas pocas hierbas snzonadas con tierra y ceniza; disciplinabase tres veces al dia des- piadadamente; perseveraba siete horas cada dia de rodillas en oracidn, y cl dleseango, que era ligcrisimo, lo tomaba en el desnudo sne- lo. Suceditle tal vez pasarse tres dias segui- dos sin probar hocado, y ann alargar 4 una semana aynno scmejante; y si hallado al fin de cate tiempo exinime y postrado le su- plicaban allojase en vida tan extraordinaria- mente austera, contestaba: « Dejadme, os ruego, padecer un poco todavia, para qne inire asi por el gran negocio del alma.» Toma tambitn para ti este aviso, herma- no, diciendo qne qnieres padecer en este mundo & fin de granjear & todo trance el ne- gocio eterno del alma, Esto reclaman de ti cou mis razon tus pecados pasados, esto la presente rebeldia y Incha que en ti sientes. Ve, pues, de decir con el Apdstol: «Castigo 25 mi cuerpo y lo reduzco & servidumbre, no sea qne me arrastre i los inficrnos (1).» Pusto 2.°—Ahnegacisn del espiritu —La maceracién del enerpo enderézanla los sier- vos del Sefior 4 subyagar las desordenadas pasiones del corazon. Los qne sou de Cristo, han crncifieado su carne con los vicios y con+ enpiscencias. Por esto San Ignacio, conforme al dicho de Nuestro Sefior Jesucristo: « El qne quicra venir en pos de mf niéguese a sf mismo (2)», pnso todo sn empefio, 4 la par que en la sobredicha ansteridad , en la abne- gacién de si mismo, Y porqne su pasidn ha- bia sido el deseo de gloria, y cierto exceso en el alifio y ornato de la persona, mezcli- base de propdsito entre los pobres mis infe- lices y andrajosos, é imitaba sus modales, ocultando asi el esplendor de sn cuna, y abatiéndose hasta lo sumo del desprecio- Dejibase el cabello desyreiiado y sin peinar, las uiias largas y descnidadas , hnyendo cons- tantemente, en tan espantoso linaje de vida, cnalqniera cosa que pndiera dar al maltra- (1) Cor,, 1x, 27. (2) Lue., 1x, 23. 26 tado cuerpo el menor recreo 6 descanso, Este fné el modo con qne desarraigé de sf mismo por completo el amor de todo lo que no es Dios, y lo qne es inds, de ei pro- pio (1). ;Dichoso quien, i fuerza de negarse 4 af mismo, ha sofocado en términos el amor pro- Pio, que no reina en sn corazén gino el amor divino! En vano esperas llegar 4 poseer el] verdadero amor de Dios si no lanzas pri- mero de ti mismo el amor propio desorde- nado, Y tii qne, por uo reconocer en ello cnlpa, condesciendes en cosas ligeras con todos los caprichos, sabe que si todavia no has Hegado 4 lo que es pecado, pronto Ie- gards, dando en ello gran contento al demo- nio qne te sednce: Si prestes anime tu con- cuptscentiam ejus, facict te in gaudium int- micis tuis (2). Pusto 3.°— Guarda del corazén.—Al cns- tigo del cnerpo y abnegacién del espiritu debe asociarse la diligente gnarda del cora- zén, para ir arrancando de é| cnalquier rai- (1) Proceso de canonizacién. (2) Ecel., xvut, 31. 27 cilla 6 afecto menos conveniente: Non dere- linguet ef radicem et germen (1). Eximio fné San Ignacio en examinar los afectos de sn corazén. Ya en Manresa comenzd & entrar dentro de si mismo, & mediodia y & Ia no- che, examinando con snmo cnidado todas sus obras, palabras y pensamientos, con las causags de que nacian y ocasiones qne los motivaban , tauto interiores como exteriores; y ademis, aunque siempre era muy sefior de si y tenia por hibito no entrezarse, sino prestarse & los negocios, con todo, cada hora revisaba de nuevo la econciencia. Tumbién aprendié por divino magisterio otra clase de examen, que Ilamé particular, cnyo fin era extirpar un vicio determinado, del que se sintiera mis perseguido, 6 bien adquirir al- guna virtnd especialmente deseada, Para esto, comparando el resultado de un dia con el de otro, y el de ana con el de otra semana, no cejaba hasta taote que, con el favor de Dios, habfa vencido el vicio, 6 al- canzado la virtud , esforzindose asf en ir sa- biendo de grado en grado 4 la cima de la (1) Matach., iv, 1. 2% perfeccién mds alta, medio el mds adecnado para lovrar la pareza del alma y lo mis su- bido & la virtud, Quien rehnye escudrifar con este cnidado los senos del alma, poco se enra cde Ia enmienda de su vida, y por el apego qne conserva & sng pecados no quiere entendc para no obrar bien (1). ;logcnsato! Llegado qne sea el dia de la cuenta, no habra espacio para corregirsc, sino para ser castigado (2). Haz, pnes, hermano, de snerte qne con estas dos clascs de examen, el general y el particnlar, desarraignes ahora y destrayas cuanto cu ti pide Dios segin ta estado. No cierres culpablemente los ojos para oo ver el mal que haces, ni te tengas una compa- sid mal entendida: Von parcat oculus ves- ter, nee miscreamini (3), Oracién. Glorioso San Ignacio, modelo admirable de verdadera penitencia: al contemplar vnes- (1) Pa. xxxv, 4. (2) San Agustin. (3) Ezech., 1x, 5. 20 tras grandes ansteridades, abnegacién de espiritn y continna guarda del corazbn, yo por cierto me rnborizo, y actiso vehemente- mente mi vida, tan contraria & la vuestra, ,Bs posible que busque delicias despnés de tantos pecados como he cometido? gQue tan ficilmente condescienda con mis sentidos y Apetitos, instrumentos y cansas de tantas ofensas contra Dios? zConqne tan ciega- mente iluso estoy por mi amor propio, qne lejos de tratar cémo satisfaga & la divina Justicia, & la que tanto dcbo, me atrevo to- davia & provocarla mis y mis contra mi con nuevas cnlpas? Ea, santo Abogado mfo, compadécete de mi alma, é impétrame, te ruego, de Dios el espiritu de penitencia cristiaua qne ine es tan uecesaria, para que Ilere mis cnlpas, tomando de ellas al pre- sente justa vindicta, y procurando borrar completamente, con la continua mortifica- cién de mis pasiones y Ja diligente vigilan- cia sobre el corazén, las fiestas reliquias que haa dejado en mi alma. Amén. 30 Maximas de San Ignacio. 1,.* La maceracién del cuerpo, ni sea tanta que impida mayores bienes, ni tun poca que la carne se insolente contra el eapiritn. Cua- tro son las cosas 4 qne para regular esta penitencia, dice el Santo en el libro de sna jerciciox, hay que tener atencidu: la pena merecida por los pecados cometidos; el ac- tnal desarreglo de lag pasiones; los favores que se quieren alcanzar de Dios, y el deseo de copiar en si la imagen de Jesncristo pa- ciente. Asi que con el ojo & estas razones, y guiados por e) director espiritual , chaced frutos dignos de penitencia (1).» 2.° En mis se ha de tener la abnegacidn de Jo propia voluntad que el resncitar mner- tos; porque, perteneciendo esto tiltimo 4 las gracias que se llaman gratis datas, se dirige al bien de los demiis, mientras qne la victo- ria de si mismo al bien propiv, tanto de esta como de la otra vida. 3,° Paradomar la naturaleza rebelde, mu- (1) Lue, 11, & cho sirve e] entrar 4 menndo dentro de sf y pedirse cuenta: yqué he hecho? gqué debo hacer? gen qné cirennstancias es probable que me vea?, disponiéndose entretanto para lo que vendra. Asf se cumple aquello: « Fijad vuestras mentes sobre los pasos que andiis:» Ponite corda vestra sper vias restras (1). Bjemplo 2.° No cabe dada que San [gnacio mira desde el cielo con especial predileccién & la ciudad de Manresa, aprendizaje de su sagrada mi- licia, esenela pura él de evangélica sabidu- ria, y sede, al decir suyo, de su primitive Iglesia, testigo y contilente de tun sobrena- turales dones; y con tanta iniis razon, cuanto que los manresanos de hoy compiten con ens mayores en devocidn y amor 4% su Patrono. Los sitios que el Santo habité comenzaron bien pronto 4 ser tenidos de la piedad del pueblo como sagrados. En Ja cneva donde moré casi diez meses, y cuya ticrra y troci- (1) Aggzeus, 1, 7. 82 tos de la peiia son antidoto seguro contra toda suerte de enfermedades, esti San Ig- nacio sobre un altar de marmol, los ajos fijos en la Madre Virgen con cl Niito Jesus, en actitnd de aprender de su boca lo que truslada al papel, y con esta inscripcién al pie: « Aqui compuso San Ignacio el libro de los Kjercicios espirituates, aprobado después por Paulo El.» /fe Sanctus ignatius librum spiritualiun Exercitiorum composuit, a Pau- lo Tf postea approbatem, No lejos de la cueva consérvase, dentro de nna efigie de plata del Santo, y en Ja iglesia de Maria Santisima, el cefidor de punzantes zarzas con que el Santo mortificuba sus carnes, y por el enal Divs Nuestro Sefor obra cons- tantemente mumerosos milagros. Por tltimo, en cl antiguo hospital sc venera nna capilla, aposento que fué de San Ignacio, donde, enajenads de los sentidos desde completas de un sibado hasta las del siguiente, pasd todo aquel tiempo en altisimo éxtasis; y alli también se ve en el fondo del altar un cna- dro representande & Ignacio, que coutem- pla los ciclos abiertos, y 4 an angel que le entrega cl estandarte del nombre santi- simo de Jests. (Bolland., t. vu, Julio.) Obsequio. Ademds del examen de con- ciencis de por la noche, entabla el examen particnlar sobre el vicio qne conoces ser en ti el dominante. Jaculatoria, Clava con tn temor mis car- nes (1), oh Dios mfo, para que también yo haga penitencia (2). MEDITACION TERCERA SAN IGNACIO, EJEMPLAR RE HEROGICA PAQIENGIA EN 8US PRREGRINACIONES, &N LAS OBRAS PF CELO, EN LAB PERSECUCIONES, Pusto 1.°—Peregrinaciones.— Ya Dios Nuestro Sefior habia manifestado & Ignacio en cierto arrobo que le habia elegido para Hevar st nombre i las gentes y reyes é hi- jos de Israel, y que le hariu conocer cuduto era conveuiente que sufricse por el nombre de Jesus; mas no Ie dié entender cosa mas particular sobre este panto. Sn amor, pues, (1) Pe. exvin, 120, (2) Jer., xvii, 8 34 para con sn divino Redentor le movié & em. prender el viaje de Jernsalén, y all{ sacrifi- carse en arns de la fe y amor de Cristo, 6 convirtiendo inficles tt la Iglesia, 6 sufriendo ile sus manos glorioso martirio. Consumido del rigor de la penitencia, y sin mis arrimo que la confianza en Dios, llegé al fin & Pa- lestina, despnés de haber snfrido con pa- ciencia invencible grandes contratiempos por mar y tierra. Andnva, no nua vez sola, re- verente y bafiado en Ianto aquellos sitios, ennoblecidos por haberlos hollado con sus divinas plantas el Redentor, insignes por los tormentos que en ellos sufrid, y consagrados con la sangre divina que de la cruz vertid; y al visitarlos, nadaba su alma eo dulzura inefable, sobre todo cuando, mis de una vez, veia presente delante de si al mismo Jesn- cristo. Mas no habiéndole sido posible que- darse alli, como deseaba, desconsolado, vol- vié & Europa con iguales peligros durante la navegacién, y dedicése todo 4 inflamar en el amor divino muchas ciudades de Italia, Francia y Espana. Por fin, balldndose en Paris, le avisé el cielo qne, junto con los qne se le habfan asociado, se presentase al Pa- 35 dre Santo, ofreciéndole los servicios snyos y de los demds para emplearse singularmente en el ministerio apostélicn, ora entre ficles, ora también entre inficles. Tan pobre y afa- nado era el género de vide que Ievaba hacia ya muchos afios, que se discntid entre los doctores de la Sorbona si era 6 no licito 4 aoa persona noble como él pasar la vida por amor de Dios eo tan gran mendicidad, abyeccién y trabajos. Il, cmpero, estaba muy bien aleccionado en el particular por et mismo Jesucristo, qne muchas veces se le manifests complacidoa en sus caminos, yo- bernando providencialmente sus pasos (1). Ti, hermano, qnizis te disgastas de todo trabajo emprendido por caridad, 6 con el fio de aliviar & tu préjimo 6 de visitar en la iglesia d Nuestro Sefior Jesncristo; dindote, por otra parte, no pequefias molestias por tu entretenimiento y placer. No obstante, sélo los pasos dados por Dios los escriben los angeles en el libro de los méritos para la eternidad; y todos los otros, 6 no sirven de provecho algnno, 6 se anotan para ser casti- (1) Sap., vi, 17. 36 gados en el numero de las malas acciones, Ve, pnes, de endcrezar como conviene tus caminos. Gressus rectos facite pedtbus ves- tris (1). Posto 2,°—Ubras de celo.—San Ignacio, segtin testimonio de la Sagrada Rota, no se tenia por amigo de Cristo si no se desvelaba por el bien de las almas que 1:1 habia resca- tado. Este celo le atraia sobre si de parte de los hombres grande Ilnvia de trabajos, odios y padecimicntos. Camino de Jerusalén, como descubriese se cometian en la nave graves iniquidades, reprendid d los impuros con tal peso de palabras, que éstos, de mancomuin con los marineros, resolvieron dejarle aban- douado eu cierto islote desierto. Supo Igna- cio el riesgo: mas no cejd, confiado en Dios, en reprender dsperamente & los malvados. En esto, y cereanos yo & la isla designada, levantése un viento contrario, y viéronse forzados i arribar i Chipre. En otra ocasién, como hubiese en Barcelune reducido & sa- ludable penitencia cierta Congregacién de virgenes consagradas i Dios, diéronle tau (1) Hbebr., xu, 13. 37 mal tratamiento y tantos palos ciertos hom- bres malvados, qne hnbo de yacer et cama tres meses, si bien, reparadas apenas las fuerzas, volvid & los primeros oficios de ca- ridad, Rogabanle los amigos qne no expn- siese de nuevo su vida, y él respondia: ¢Qud cosa puedo mas desear que morir por Cristo y por el préjimo? Eu Paris, para retraer & un joven de su mal habito, apostdse en el camino por donde ayuél habia de pasar, y al divisarle, no obstante Jo erndo de la esta- cidn, se despoja, y asi, desnudo, se mete hasta el cucllo en un estanqne helado, gri- tando & todo poder: (esrenturado de tis gaddnde vas? ¢ No ves sobre tu cuello la es- pada de la dicina Justicia’ Ve, ve & saciar tus sucios apetitos, que yo no saldré de este hielo hasta que loyre apurtar de sobre ti la indignacton divina. El hombre, aténito & tas les voces, y al ver tan extraordinaria cari- dad, avergonzado volvié pie atris, y en ade- lante vivid lejos de tan miserable trato. Recupera al projimo segén tus fuerzas (1), dice el Seitor; y si alguien no tiene cuidado (1) Eccl. xxix, 27. 38 de los suyos, y més de los que viren en su casa, ese tal ha renegado de su fe y es peor que ed gue no la tiene (1). Mas ante todo, si tal vez la has perdido, recobra & todo trauce ti mismo la gracia de Dios, y gudrdate en lo sneesivo de cualquier peligro de pecar. Lucha en defensa de tu alna, y pelea, hasta morir, por la virtud, Ayonizare pro anima tua, ct usque ad mortem certa pro justitia (2). Puxro 3."— /ersecuciones.— Moviéndose muchos con las exhortaciones de Ignacio y con sn santa vida, verilicdbanse por todas partes insignes eonversiones y mudanzas de vida. Fné por esto tenido por sospechoso de encantamicntos y de fascinar 4 los hombres con sns palabras, siendo en consecnencia aprisionado y aherrojado muchas veces, 8i bien, puesta Inego en claro sn inocencia, siempre le dejaron en libertad con mayor lhonra. En estas ocasiones no dejaba de en- sefar la doctrina cristiana y demds espiri- tuales ejercicios & los qne & él venian en gran ntimcro, diciendo & quienes le compa- (1) Tim, v. 8. (2) Ecel., ry, 33. 39 decian en gn desgracia: «Tan gran mal pensdis ser estar en la carcel? Pues yo ox certifico gue no hay en Salamanca tantos gri- llos y exposes cuantas yo ausio ver sobre mi por amor de mi Senor Jesucristo.» Oyd este modo de hablar cierto insigne doctor, y ad- mirado de tanta gcrondeza de duimo y de lenguaje seniejante, dijo al volver 4 gu casa: LToy he visto & Pablo en cadenas. Asi fueron siempre 4 Ignacio ocasién de nuevas perse- enciones las conversiones que obraba, y jun- tamente las nuevas persectuciones daban nuevo impuiso & su celo, y al gozo del espiritn nuevas creces. Yorrimonos de nuestra timides si por la defensa de la virtud y religién, no sdlo no nos atrevemos & sufrir persecncién, mag ni una burla ni una injuria de palabra, apar- tindonos del camino recto del ciclo por un hnmano respeto. Y en adelante reputémonos felices si nos es dado, vo sdlo creer en Cris- to, sino padecer también pos Cristo. Vobis donatum est pro Christo, non solum ut in eum credatis, sed etiam ut pro illo patiamini (1). (1) Philip, 1, 29. 40 Oracién,. Maravillado mc ticne, oh grande Santo mi{o, aqnel vuestro ardent{simo deseo de pa- decer por Jesucristo, que no pndicron apagar las muchas agnas de trabajos y persecucio- nes, Porgue eras agradable & Dios fué pre- ciso que la tentacion te probase (1). Mas tii te gloriabas en las tribulaciones, por haber sido hallado éigno de pudeeer contumelia por el nombre de Jesis (2). La misma fe que th profeso yo, que me enseiia a mirar las ernces como mmestra de la predileccién divina con qne me haga en esta vide conforme 4 la imagen del Ilijo de Dios, y en la otra parti- cionero de su gloria. Mi escaso amor para con Dios es la causa de que se me haga tan duro snfrir algo por Cristo, rehuyendo y lle- vando tan dla fuerza las cruces, Pero si re- huso ser socio de Cristo en el padecer, gcon qué cara pretendo entrar con El 4 la parte en el reino de los ciclos? Ruégote por lo mismo, Santo mio, y te suplico me obtengas del Sefior que yo le ame ardientemente, y (1) Tob, xu, 13. (2) Act., v, al. 41 que, & imitacién tuya, ex nada me glorie sino es en la cruz de mi Seftor Jesucristo (1). Amén, Mdaximas de San Ignacio. 1." A quien Dios da ocasién de padecer mucho, le dispone para qne Ilegue & grande santidad. Si deseas sinceramente ser santo, roega al Sefior te envie tales ocasiones. Porque eras agradable é Dios fué necesurio que la tentacion hiciese prueba de ti, dijo el éngel & Tobfas. 2.* Con ninguna lefia se enciende mayor hoguera de amor de Dios que con el lefio de Ia ernz, qne fué el qne Cristo usé para el sacrificio de caridad infinita. Si, pues, deseas amar 4 Dios, lejos de t gloriarte sino en la cruz de Nuestro Senor Jesucristo, 3.° E] que teme sobradamente al mundo, nada grande hari por Dios. Sélo Dios debe ser temido, y los juicios del mundo despre- ciados. «Si fueseis del mundo, el mundo (1) Gal, v1, 14. 42 amaria lo snyo; mas porgne no sois del mundo, por eso el mundo og aborrece (1). EBjemplo 3.° Un hecho admirable sncedié en Bareelo- na, con el que Dios quiso ilnstrar la santi- dad de sv siervo lynacio, mientras éste, sin temer los pelizgros ni arredrarse por los crneles golpes qne tuvo que sufrir, se em- pleaba en ejercitar sn celo en bien de las almas. Dos hermanos habian tenido un liti- gio sobre sn patrimonio: didse la sentencia, y el que perdid la causa, del excego del dolor vino & caer en el abismo de la desespera- cién, hasta qne, instigado de Satands, se colgé de un azo suspendido del techo, Sa- bido el caso, acndié el vecindario & tan es- pantosa tragedia, También Ignacio, apenas lo oy, volé al lugar del crimen: llega, corta la goga que pendia de una vigneta, y hace colocar el hombre, 6 mejor dicho el cadiver, sobre un lecho. Al punto, hincado de rodi- llas, pénese & orar, batiado en lagrimas, por (i) Jvann,, xv, 1% 43 el alma de aquel desdichado, ;Cosa admira- ble! A los ruegos de Ignacio, estando todos los cirennstantes vueltos hacia el lecho y aguardando suspensos cl éxito, aqnel Lom- bre alz6 los ojos y recobré el habla por el tiempo preciso para llamar & toda prisa 4 un sacerdote, que oyd In confesién de sus pecados, y arrancé, para introdncirla en el cielo, aqnella alma de las gargantas mis- mas del infierno, Presto se divulgé la fama del milagro por toda la ciudad y los contor- nos, con admiracién universal. (Holland, tomo vil, Julio.) Obsequio. Tener pacieucia eo los traba- jos. Patientia opus perfectum habet (1). Jaculatoria. Lejos de mi gloriarme en cosa alana, sino es en la craz de Nuestro Seiior Jesucristo. (1) Jac, 1, 4. MEDITACION CUARTA Sobre la via iluminativa. SAN IGNACIO, BJEMPEAR DE ORACION EN EL AMOR A LA MISMA, EX EL DON DE CONTEMPLACION, EN BL MAGISTENIO PE LA ORACIGN, Punto 1,°—Amor d la oracién.—Esta afi- eidn & orar encendid en Ignacio su grande celo por la gloria de Jesncristo. Al princi- pio de su conversién fué grande Ia fuerza qne se hizo para avezarse & la oracién, per- severando en ella liasta siete horas diarias de rodillas; tanto qne, desentendiéndose ca- da dia mais y mis del peso molesto de este cuerpo, logrd, con el favor de Dios, tanta facilidad en este ejercicio, que lo mismo era ponerse en presencia de Su Divina Ma- jestad, que ser arrebatado de repente an es- piritn hacia Dios, arderle el corazsn en el pecho y parirsele, tal vez radiante, todo el Tostro, del trato y comunicacién con Dios: 45 Ex consortio sermonis Domini (1). Eran tantas las delicias en qne se bafiaba sn alma todo el dfa, y tan fotima su unido con el Sefior, qne no sélo de mirar las estrellas, vista que le arrebataba sobremanera, sino de fijar la consideracién en una florecilla 6 cualquiera otra cosa insignificante, se sen- tia subitamente todo absorto en la contem- placiéa y amor de Dios Nuestro Sefior. Nada de monta emprende sin haberlo antes con- sultado y encomendadoselo, como ni hacia devocidu alguna en que uo se traslucicse el fervor de espiritu en toda la compostura del cuerpo, ea sus ojos y semblante, y ann en el Ilanto cn qne frecnentemente prorrum- pia. Casi legs & perder la vista, debilitado el érgano por tan ardientes y continuadas ldgrimas; pero & Ignacio no le afligia on panto esta pérdida. Con todo, 4 ruegos de los suyos pidié al Seiior dominio sobre sus lgrimas, y lo alcanzé tan perfecto que en adelante, ora soltaba la rienda al llanto, ora lo contenfa 4 sn arbitrio. ;Ojali nosotros estuviésemos habituados (1) Eecl., xxaiv, 29, 46 & contemplar en cada ana de Jas criaturas el poder, la sabidaria y Ja bondad del Cria- dor! Esto no se logra sino dandose al ejer- cicio de Ja oracidn. Mientras nosotros lo hacemos tan flojamente, y se nos hnye tan & mennio el pensamiento y el afecto, bien pudiera Cristo Nuestro Sefior qnerelldrse- nos como con sus apdstoles: «;Congne no habéis podido velar en oracién nna hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentacién (1).> Pusto 2.°—Dén de contemplacion.—Del continuo empefio en orar recovié San [ena- cio frntos en aqnel género exqaisitos y de lo mds anbide, hasta llegar & confesar in- gennamente que mds habia aprendido en una hora de celestial aprendizaje en Man- resa, que cnanto todos les doctores 4 una, con toda su ciencia, hubieran podido ense- fiarle. En efecto, arrobado alli & menndo fuera de los sentidos, vid nuas veces con toda claridad & Cristo, Dios y hombre, en la Hostia consagrada; otras entendié con claridad el misterio de la Encarnacién del (1) Matth, xxv 41. 47 Verbo y otros de nuestra santa fe, y en particnlar se le dié & ver, entre celajes y figuras, el mismo Dios, uno en la esencia y trino en personas. Sobre este angust{simo misterio no titubed Ignacio en escribir, hombre casi sin letra como era atin, an libro que contaba ochenta hojas. Con estas visiones de} ciclo sintidse tan robusto y firme en Ia fe, que aun dado que no hubiera exiatido Escritura alguna 6 testimonio de la religién cristiana, no dudara él nn mo- mento, por solas las luces que Dios le iu- fundié en Manresa, en dar Ja sangre y la vida en defensa de la fe catdlica. Ni hay de qué maravillarnas, pues en tantos raptos durante lus cuales permanecia inmoble, ya dos dias, yn tres, y vez hubo que hasta ocho, se le dejaron ver de los ojos del cner- po, mis de cnarenta veces, Jesucristo y sn Madre Santisima, qne venfan & ensefiarle las cosas del ciclo. En estos casos, nas ve- ces despedia el rostro 4 Ignacio vivos rayos, otras le circuia la cabeza aureola de fuego, 6 bien el espiritu sublimaba 4 lo alto el peso del cuerpo. Ya desde esta época sabid & tan alta unién y familiar trato con Dios, que 48 qnien estndiase con atencién sn vida, no dudaria llamarla nna contemplacién perpe- tna y un éxtasis continuo (1). Y él, no obs- tante, aunqne adornado con tan privilegiado dén del cielo, antes de entrar en oracién apercibia con sumo cuidado su alia, como si fuera novicio en el arte. En vista de esto, gqué de extrafiar que nosotros experimentemos tan continuas dis- tracciones en Ja oracién, si entramos en ella con tinimo disipado y sin casi ningtin es- fuerzo previo para recogerlo y preparar el ejercicio? Antes de In meditacién hemos de tracr a la memoria el asunto sobre qne qne- remos meditar, y una vez puestos 4 orar, con viva fe y ardiente deseo povgiimonos en la presencia de Dios, y roguémosle que envic un ravo de su luz sobre nosotros y es- temos siempre sobre aviso, no sea que se nos vaya el corazdn vagueando por objetos impertinentes. Ante orationem prepara ani- mam tuum, et noli esse quasi homo qui ten- tat Deum (2), (1) Diego Alvarez de Paz, De vit. upir., (IM, lib. 11, cap. 111, (2) Eccel., xem, 23. 49 Punto 3.°—Magisterio de la oracién.— Como Dios habfa elegido 4 Ignacio para que le ganara inuchas almas y las enderezase por la senda del cielo y de Ia santidad, par- ticularmente por medio de los ejercicios es- piritnales, dispnso para ello que recorriese por si mismo las varias y dificiles vias de la perfeceién, y que, ejercitado con diversas y prolongadas experiencias de teutaciones y de escripulos, recibiese, ya desde el priaci- pio de sn conversisn, las saludables leccio- nes qne habia de dar a su tiempo en este arte. Y ala verdad, meditando despnés Ig- nacio 4 sus solas todo el origen y curso de st. conversion, las tormentas de varias ten- taciones y la calina qne & ellas se habia se- guido, escribid ya en aquel primer afio no- tables advertencias y docimentos_atilisi- mos, ya de lo que el Sefor le habia por si ensefiado, ya de lo que aprendié por la ex- periencia, sobre el modo util de orar y me- ditar. Este libro, llamado /jercicios espiri- tuades, aumeutdle con el tiempo el Santo y le aprabé la Santa Sede, siendo hasta el dia de hoy tan admirablemente cficaz en suje- toa de toda edad y condicién para elegir es- ‘ 50 tado de vida, mejorar las costnmbres 6 per- severar en el buen camino tomado, qne se le cuenta entre los remedios mis activos, que en manos de la bondad divina operan el extrafiamiento de los vicios y la perpetna restauracién en la Iglesia de le disciplina relajada. Mochos bay que quisieran poseer la cien- cia sublime de los santos, pero sin que les costase trabajo alguno. ;Deseo vano por cierto! Nadie Negd jamas & adqnirirla sio que se hubiese antes de hacer violencia, y poner en practica lo qne conduce 4 aquel fin. Casi todos los varones santos que vivie- ron después del tiempo de San Ignacio, ha- Maron en so libro de los Fjercicios espiri- tuales aquel mani escondido, que undie co- noce sino e] que lo gusta (1). jOjalé entri- semos también nosotros en ese sauto retiro de ios ejercicios, con vivo deseo de oir cn nuestras almas Ja voz de Dios! Entonces el Espiritu Santo nos hablaria 4 lo intimo del corazén y nos enseiaria todo cuanto fuese conducente para lograr la virtnd y perfec- (1) Apos., um, 17. OL cidn. Allegaos & ip y os ilnminard, Gustad, y ved cudn snave es el Sefior (1). Oracién. Santo patriarca Ignacio, admirable ver- dadcramente por cl ansia que de orar te- niais y el magisterio y ulta contemplacién que en la oracién os commnied el cielo: he aqui este mi corazdn, perezoso y apegado & la tierra por su descuido en acercarse por la oracién frecuente 4 Dios Nuestro Sefior, fuente de todas las vracias, y esto después de tantas aldabadas con que me Hama para que & 1 me Hexue. jSordo é ingrato de mi! Digno de que el Seiior, cansado de ini des- precio, me repela de su presencia y oculte su faz por no haber qnerido reconocer el dia en que me convidaba. Td, pues, Santo abo- yado mio, aleinzame del Seflor miscricoi- dia, y pidele que no aparte de mf sus ojos, que no me esconda su luz, sino antes bien se compadezca de mi y brille el resplandor de su rostro en mi, cuando & El ore. Yo por (1) Ts. xxxi, 6, 9%. 52 mi parte propongo dedicar diariamente con fidelidad tiempo fijo 4 !a oracién y elevar entre dia pensamientes y afectos al cielo con frecnentes aspiraciones, pura que, unido siempre & mi Dios como tt Jo estabas, me- rezca por tn intercesién gozarle en tu com- pafia eternamente. Amén., Maximas de San Ignacio. 1.* Las viciosas propensiones de la natu- raleza corrompida, facilmente se sujetan con la atenta meditacién de las verdades eter- nas. Y si 4 ti, hermano, no te sneede asi, achdcalo & tu negligencia cn meditar, y ve de corregirte, « Repasé mis caminos y ende- recé mis pasos por el sendero de tus pre- ceptos.» Cogitari vias meas, et concerti pedes mcos in testimonia tua (1). 2." Quien tiene i Dios presente en todas sus acciones, no experimenta menor devo- cién en las obras de caridad y obediencia que en Ja misma oracién. Acosttiimbrate 4 este ejercicio de Ia divina presencia, y sen- (1) Ps. exvirr, 59, HM) tirds alegrdrsete el alma. Lrovidebam Do- minum in conspectt meo semper... propter hoc letatum est cor meum (1). 3.2 Dame, Dios mio, qne ande delante de ti en verdadera humildad y amorosa reverencia, Con semejante jaculatorin fo- mentaba San Ignacio la continuada y ofec- tnosa presencia de Dios. Haz th lo mismo: In spirita constitut! humiliato, sercientes ile (2). Ejemplo 4.” San Ignacio, dedicado y todo 4 los estu- dios, no perdia ovasién, fiado en Dios, de lograr almas para Cristo por medio de sna ejercicios espiritnales: sirva para comproba- cidn el caso siguicnte. Convidado en Paris de un caballero noble, por via de chanza, & jugar & los trucos: «Acepto, dijo el Santo, de buen grado.—Pero gqné pones, replica el otro, si no tienes blanca?—Apostemos tna cosa, repuso Ignacio; que si tt ganas, haré yo por cierto nimero de dias lo que td 1) Vs. xv, 8, 9. 2) Judith, vi, 16. 54 quieras; y si yo gano, ti te someterds 4 mi albedrfo.» Aceptada la apnesta, hé aquf qne salen al palenque los contrincantes; y quiso Dios que, sabiendo Ignacio todo menos el tal juego, le gand una por ana todas las ju- vaias, Viendo esto el adversario, comenzd i exclamar: «Lien merecido lo tengo, por haber desafiado & Ignacio; castigo es éste del cielo.» Entonces cogid el Santo i nones- tro hombre por sn cuenta, segtin lo pactado, y lejos por alyanos dias de fatiles cnuidados, le did con fervor los ejercicios espirituales, levantando agquel alma, de un tenor no muy fervoroso de vida, al saludable temor de Dios y & pensar en la cternidad que nos agnarda, (Lollaxd., t. vu, Jnlio.) Obsequio. Ponte & orar avivando el re- enerdo de la presencia de Dios, y asi el pen- samiento no se distraerd tan ficilmente. Jaculatoria. Llegne, Sehor, mi plegaria hasta tu presencia divina; dame Iuz para entender tus palabras (1). (1) Ps. cxvm, 169. 55 MEDITACION QUINTA BAN IGNAGIO, EJEMPLAR DE VERPADERA BUMILDAD EN EL CONOCIMIRNTO DE sf MISMU, EN EL AMOR ALA HUMILLACION, EN LOS DONES DEL CIRLO. Pesto 1.°—Conocimiento de si mismo.— Ta homildad interior consiste en el habitual conocimiento de nuestra nada, y amor de todo lo que conduzca i nuestro desprecio. Hata fué la definicidn qne por orden de la Madre de Dios did de esta virtud San Iyna- cio 4 Santa Maria Magdalena de Pazzis on dia qne se le aparecié visiblemente. El Sau- to, por sn parte, i fin de llegar & conoci- miento de sa nada, miraba todos los bienes de naturaleza y gracia que poseia como dones de Dios dados 4 un ingrato, y 4 sf no se atribuia sino la nada, ignorancia y error, la inclinacién al pecado y los mismos pe- cadoa que cometiera, Con este humilde co- nocimiento propio, compara base & af mismo primeramente con el género humano ente- ro;en segande Ingar con la multitad sin 56 cnento de los espiritus augélicos, y, por fin, cou la misma Majestad Divina. gQué son todas las criatnras juutus, decia, si se com- paran cou Dios, Criador de ellas? «Todas las gentes, como st uo fuesen, asi son en su presencia, y como nada y vaciedud son te- nidas de El (L).» gQué valvo yo, pies, en- frente de Dios? Qué say en su presencia sino polvo y eeuiza, podredumbre y gasa- nus, vaen caanty alo vil de mi cuerpo, ya en enanto & la malicia del alma, done mo- ran de contiuno tal corrupeida de pecados y podredumbre de vicios? Y con esto sentia tan bajamente de si y de sus cosas, que creia serle debido toilo desprecio, odio, ln- millacién y castigo de todo géuero, como e] infimo de tudos Jos mortales y mis uecesi- tado del socorro divine. (Oh ti, que eu tanto aprecias tu persona, tus talentos y todo lo que haces! gQné tie- nes que no sea recibido? Y si cs dado de Dios, gpor qué te glorfas como si no fnese recibido? (2). ‘Tu arrogancia y soberbia de (1) gai, XL, 17. (2) Cor, iy, 7. 57 corazdn te han engafiado (1). Separa todo lo precioso que te ha venido de Dios, de lu pe- qnefiez y nada que de tn cosecha eres, y de tus fealidades morales y peeados, y entonces veras endata razon tiene el Sefor enando te dice: « HLé aqui qne te presenté como peyne- flito ante lus naviones, y como muy digno de desprecin (2).> Porto 2.°—Amor ¢ le hniltacién—lmn- pisose San Ignacio por norma muy confor- me & la grande hnmildad de su espiritn el aborrecer todo lo que el mundo ama, y, por el contrario, wnsiar cou toda au alma por lo que aguél rehuye. Pues como se habia pro- puesto por modelo en sug acciones y deseos & Cristo Sefior Nuestro, hecho por nosotros el iltimo y mis abyecto de los hombres, se complacia y gozuba en detenerse donde quiera que esperase hallaur fulsos testimo- nios y otras cruces, deseando ardientemen- te, pur veslirse de Ja misma vestidura y li- brea de su Seiior, injurias, irrisiones y cas lumnias. Si sucedia tenérsele en alguna (Ey Jer, xucx, [b, (2) Ibid., xv, 58 parte por hombre santo, confesando de pla- no ser may gran pecador, procnraba se per- snadiesen todos de ello; cosa que principal- mente fué notoria cnando de consentimiento undnime fue clecto superior general de toda su Orden. En efecto, no pareciendo quedar irbitro para huir cl cuerpo & tal honor, que tanto en la primera como en la segunda vo- tacién, tenida por mandato suyo, le confirie- ron, cl, no obstante, designé & su confesor drbitro del negocio, y qniso hacer con él nueva confesién gencral de toda le vida, con el intento de que le tnviese y declarase por indigno de semejante cargo. En fin, siempre hollé la vana estima del mundo, y se despre- cid & si mismo con rara magnanimidad, ya vivienco en los hospitales entre los mendi- gos y gente audrajosa, ya también en todo el porte de su vida (1). 1Ob ta, qne te loas & ti propio, y si Dios deprime ta orgullo cou alzuna bhamillacién, la Hevas con dnimo impaciente! :Es posible qne asf te desdeiies de imitar & Nuestro Se- fior Jesucristo? Vomo los que son del mando (1) Ball. canoniz, 59 y siguen sns fueros buscan honores y repu- tacién, del mismo modo el soldado de Cris- to, ya que no ame, 4 lo menos debe llevar en paciencia los desprecios de los hombres, las injorias, burlas y oprobios vincnlados & la bandera de Cristo. «Porque ejemplo os he dado, dice el Sefor, para que como yo he obrado, obréis también vosotros (1). Pusto 3.°—Dones del cielo.—t.os fulsos bienes de este mundo fomentan la soberbia, y los verdaderos bienes det espiritn, como dones que son del cielo, acrecientan, por el contrario, la humildad. Esta era la cansa porque, % medida de los regalos cclestiales, se despertaban cada dia en Ignacio nuevos sentimientos y més vivos afectos de humil- dad. Las divinag ilustraciones, las visiones y éxtasis habian venido & serle familiares; mas él lo hacia servir todo para su mayor anonadamiento, y ora miraba en si mn edi- ficio que, amenazando ruina, no podia sin puntales sostenerse, explicando de este modo las continuas misericordias que para su 808- tén el Sefior le dispensaba; ora an lecho (l) Joana, xii, 15. 60 daiiado, aungne revestido del oro cle tantas gracias, por lo que, en vez cle estar ardiendo en el fuego como merecin, hallibase él col- mado de dones, yracias ti la misericordia di- vina; ora, en fin, an monstruo espantable , en cl qtte se veian jnutos tantos pecadas con tantas iisericordias recibidas, tanta indig- nidad con tan grandes favores del cielo. Vez hubo que, elevado del suelo en cierto arro- bainiento, oydsele exclamar en medio de resplaudores lnminosos: «;Oh Dios! ;Ob Dios infinitamente bucno, pues me safres aun siendo yo tan ingrato y tan abominable pecador! (1)» De esta suerte, con tales creces diarias de humiklad, disponfase para recibir, diariamente también, nuevos dones gracias celestiales. EQué de extrafio es si te ves a ti mismo miserable y falto de bienes espirituales, y si Dios no despacha tus oraciones? Keha la culpa 4 tu soberbia, porque Dios cede espon- tineamente & nosotros el provecho de sus dones, mas la gloria resérvasela 4 af toda, Ta te arrovas esta gloria, debida & solo Dios, (1) In Proves. cunvniz. 61 y por eso el Sefior te deja desnudo de bienes del alma y humilla tn soberbia; «porque Dios resiste & los soberbios, mns da su gra- cia & los humildes (1). > Oracién. :Oh Ignacio, Santo mio, modelo perfecto de humildad cristiana! Bien sabias ti que jamiis, desde que Dios es Dios, fué el mismo Sefior tan glorificado como cuando sn nni- génito Hijo, por la gloria del Padre, «se anonadé & si mismo tomando la forma de siervo....., heclio oprobio de los hombres y jnguete de la plebe». Por eso th también, siguiendo sus huellas, cuanto mis te humi- llaste, siempre desprecitndote ante Dios y los hombres con el profundo conocimiento y aniqnilamiento de ti mismo, tanto mayor gloria procuraste & tn Criador y tu Dios. Mas yo, soberbio en medio de la vileza de mi nada, de donde sali; en medio del lodazal jomundo de tantos pecados, y en Ia mayor escasez de bienes celestiales, he deshonrado (1) 1. Petr., v, 5. 62 & cada paso & mi Dios; y de esta snerte, cuanto ti fuiste caro 4 los ojos del mismo Sefior y de los hombres, otro tanto soy yo & Dios y & los hombres aborrecible. Con todo, Santo mio, no deaoigas mi stiplica; séme maestro de esa virtud de la verdadera liu- mildad; haz que conozca yo bien cuin mise- rable es el estado de mi alma; que me des- precie y me odie. No pido por ello mis re- compensa sino la de dar en adelante 4 Dios tanta gloria con mi humildad, y santo odio y desprecio de mi, cuanto es lo que con mi soberbia le tengo hasta el presente ofendido, Ameén. Maximas de San Ignacio, DADAS POR EL A SANTA MARJA MAGDALENA DE PAZZIB EN LA VISIUN ANTES CITADA (1). 1.* Como la humildad interna consiste en el aaiduo conocimiento de nuestra nada y en el amor de cnanto fomenta en nnestro (1) fn WS. Revel. Flor. etus cornad. 63 espiritu el propio menogprecio, ea consi- gniente que de tal modo hay que subir los peldaiios de esta mistica eseala, que nanca se llega al ultimo pnesto; que han de irse gabiendo los mismos escalones por la multi- plicacién de nuevos actos; por lo canal, mien- tras vivamos en esta carne corruptible, for- z080 es trabajar en esta empresa, 2.* La humildad exterior se echa de ver en palabras, gestos y acciones todas. Pala- bra que no huela & humildad, héyase como si fuera blasfemia; gesto contrario 4 la hu- inildad, evitese como si fuera torpe; obra, en fin, que desiiga de la humildad, no se haga, como ni un rey vestiria a sn hijo de pastor de ovejax, 3.° Con el dleo de la humildad mézclese el bilsamo del amor santo, y considérese tanto la gloria que & Dios procura un acto de humildad, como lo grande qne es la obra hecha con el auxilio de la gracia, y, por ul- timo, los biencs que en el dnimo humilde se derraman; y dmese esta virtud tan de veras que en sdlo procurarla se empleen las fuer- zas todas del cspiritu, 64 Ejemplo 5.° La admirable humildad de San Ignacio le atrajo sobre si tanta sain y encono del de- monio, qne se Je oyé d éxte confesar, por boca de los energiimenos, ano tener en el mundo ningtin enemigo mas terrible que Te- nacio, el cual tenia tanta humildad como él soberbia», La misma humildad era también la causa de que el Seftor Ic exaltara y le diera un «maravilloso dominio sobre los de- monios (1).» Por tropas pueden enumerarse los posesos de quienes arroji Ignacio tan mal hnésped (2), Quiero poner aqui, entre otros, un caso donde resalta el triunfo de la catélica fe sobre los berejes novadores., En Ostrog, cindad del reino de Polonia, habia una mujer calvinista poscfida del demonio, como se conoeia claramente al oirla hablar con stma expedicién el latin, alemin y ru- teno, siendy asf que jams aprendiera dichas lengunas ni otra mis que Ja suya; también descubria cosas ocultas y decia las que pa- (1) Brev. Rom. (2) Raynaud, t. 1x. pag. 134. 65 saban lejos, venciendo asimismo en fnerzas & los mis robnstos. El afio de 1627 trajé- ronla sus mismos correligionarios, con ser calvinistas, al Rector del Colegio de Ostrog, Padre de la Compania de Jests, pidiéndole instanténeamente, como tiltimo remedio, le aplicase los exoreismos acostumbrados eo la Iglesia catélica para lauzar los demonios, pues 4 cellos se les habian frustrado cuantos medios antes habian puesto. Accedié el Rec- tor, y aprovechada la ocasién de evidenciar- les la fulsedad de la impia secta, obligando ademds ul demonio & que diese de aquella misma falsedad nuevas pruebas, ordendé tres dias de ayuno, y el 2 «de l*ebrero, fiesta de la Purificacién de la Virgen Maria, reunido en la iglesin de lu Compafia numeroso con- enrao, lauzd, @ la repetida invocacién de los nombres de Marfa Santisima y de San Igna- cio, del enerpo de ta infeliz aqnel infernal huésped, no sin haberle obligado & confesar que salia por la oficaz virtud de tan santos nombres. Con esto, vuelta Ja mujer en si, y duefia no menos de su espiritu que del cuer- po, hecha de puro gozo un rio de lagrimas, abjuré al punto los errores heréticos de Cal- 6 66 vino, y el pneblo al verlo, prorrnmpid en estas voces: «;Grande es el Sefior, y sobre- manera digno de slabanza! (1)» ;Grande es sa Madre! ;Grande San Ignacio! Sdlo la fe catdlica es la verdadera! (Al aiio 1627, Annal. Marian.) Obsequio. Conforme & las madximas de San Ignacio, chumillate en todo y halla- ris gracia en los ojos de Dios (2). Jaculatoria, ;Oh Dios de infinita bondad, que me sufres 4 mi, 4 pesar de ser yo tan abominable pecador: (3). MEDITACION SEXTA SAN IGNACIO, ESEMIELAR DE CONFIANZA EN DIOS, GRANDE, INDUSTREOSA Y PROVECHOSA, Pusto 1.°—Confianca grande.— Cuando San Ignacio did libelo de repudio al mundo y se dedicd todo 4 Dios, puso en este Sefor toda su confianza. «Cansa admiracién cudn- tas enfermedades y vejaciones hubo de tole- (1) Ps. xvas, 1. (2) Eccli., 1, 20. (3) San Ignacio en los Proc. de la Canoniz. 67 rar por todas partes, snfriendo toda snerte de durisimas cadenas y cfrceles, hasta punto casi de muerte (1).» Y no Ja cangaa menos verle, entre tales y tan peligrosars vicisitu- des, siempre pacifico y sin temor, como quien poseia en grado heroico la viva confianza en Dios. «Quien se olvida de si, decia, por servir i Dios, siente en su favor & ios, el cual toma & su cocnta mirar por él, infinita- mente mejor que no lo baria él mismo,» Por esto, vitndose calnmuiado y preso, jamiis admitié el Santo ningtin defensor ni abo- gado. Estando para partir d Jerusalén, em- prendié el camino sin contar con recurso algano humano; y si forzado, ya eu camino, de los qne bien le querian, acepto algunas monedas, al punto, reprendiéndose grave- mente de aynella especie de descoufianza en Dios, falt6 poco para qne no arrojase todo el dinero; si bien, pensando mejor el caso, lo repartid todo d&los pobres. Fiado en Ja misma confianza establecid muchas obras pablicas de piedad, uo obstante su grande escasez de todo y las graves oposiciones (1) Brey. livin, 68 que de los hombres tuvo. Sufriendo Roma una gran carestia, preguntironle cémo era que, cercenando las personas acandaladas servidambre y gastos, ¢1, sin contar con ca- pital algano, anmentaba sn Compaiifa; y el Santo respondid: «No hay que temer que el que provee 4 las avecillas del cielo y viste los lirios del campo, permita que falte lo necesario para vivir & los operarios evangé- licos que cultivan sin salario terreno su amada vifia. No quiere esto decir que haya la tal confianza de ser pibulo 4 la pereza; antes hemos de poner en practica cuantos meclios é industrias estén en nuestro poder; y cuando lo lmbiésemmos hecho asf, confesar sencillamente que somos siervos intitiles, y esperarlo todo de la Providencia.» «Bienaventurado el varén que no puso sa confianza cn el dinero ni en sns tesoros (1).» «Mejor es confiar en el Sefior, qne no en los hombres. Mejor esperar en el Sefior, que no en los poderosos (2).» «Los que temen al Seiior esperaron en el Nefior, y el Sefior es sn (1) Eccli., xxx, 8. (2) Ps. cxvn, By 9. 69 ayuda y sn protector (1).» cSi confias en el hombre, mira qne te apoyas en an hiienlo de caiia cascada; y si en ella estrilas, se te iatroducird en la mano y te la daiara (2).» Punto 2.°—Canfianza industriosa.— Por grande qne fuese la confianza de San Igna- cio, y tnviese siempre a punto razones en qne estribaba este su abandono en los bra- zos de la Providencia, con todo, como se te- nia por completamente indigno de ser ofdo de Dios, ponia bneu enidado en tener por amigos & los santos y en merecer sn vali- miento con el Sefior por repetidos obse- qnios. Por esto en los asnntos de monta, sobre todo, recurria, ya & sus sautos Patro- nos, ya it los coros de los angeles, 4 fin de que ellos se interpusiesen entre él y la Reina del cielo; & bien 1 por si mismo dirigia di- rectamente sus ruegos 4 Ja misma Madre de Dios, para que tuviese & bien hacer de me- dianera con su Hijo -Jesucristo; y otras ve- ces, por fin, con copia de ligrimas, rogaba al mismo Redentor que mirando, no & sns (1) Ps, exit, 4, (2) [eui., xxxvi, 6. Ww pecados, sino 4 los méritos de tantos sier- vos suyos, y sobre todo de sn Madre, se dignase aplacar al Padre y i toda Ja Trini- dad beatisima. A tales stplicas nnfa fre- enentes flagelucioues y prolongados ayunos, hasta conseguir lo que pedia. Y una vez ob- tenido, como volviendo & dar los mismos pasos, desde los coros angélicos y compaiia de sus santos protectores, volvia al trono de la Virgen Maria v de sn ILijo, y hasta el solio soberano de Ja aurustisina Trinidad, cantando sus alabanzas, vy desliaciéndose en afectos humildes de recouocimiento y amor. Si por nuestros pecados no osamos tener en Dios lastaute firme confianza, medite- mos cninto pueden con el divino Redentor sus siervos v amigos, moradores del cielo; cndoto Maria Santisiima con sn Hijo; cuin- to, por iitimoe, este mismo Hijo divino en el acatamiento del Padre; é imploremos taa poderosos socorros con reiteradas plegarias Y, 8i preciso es, con ayunos y mortificacio- nes de la carne, y yeremos venir en nuestro socorro el anxilio del Omnipotente; porqne lo que, atendiendo 4 la justicia, negaria el Sefor viéndonos tan indignos, nos lo conce - 71 derd sa clemencia movida de tantos inter- cesores. «Tenemos confianza en Fl, y nos acercamos con seguridad fiados en Kl.» LHa- bemus fiduciam, et accessum in confidentia per fidem eius (1). Pusto 3.° — Confiunca provechosa. — Grandisimos fuerou los frutos que de su confianza en Dios reportd Ignacio desde el momeuto mismo de convertido, gracias es- pecialmente al amparo de Maria Santisima. En efecto, librdle el Sefior de diversos peli- gros, entermedades y persecnciones, din- dole anxilio en los mds duros trances, no una sola vez, por ministerio de los dngeles; y ora Jestcristo Nuestro Sefior, ora su Ma- dre inmaculada, le prometieron en regala- das visiones su especial amparo y protec- cién. Entre todas fué sin duda la mas sefia- lada una eu que, no lejos de la ciudad de Roma, como hubiese entrado en cierta igle- sia, y quedidose luego, segiin solfa, trans- portado en éxtusia, se le dejd ver el Padre Eterno entre una luz clarfsima, el cual, en- comendando Ignacio y los suyos & sa Hijo (1) Eph, mu, 12. 72 Jesucristo, que iba cargado de la cruz: «Quiero, dijo, que tomes 4 éste por siervo tuyo.» Y vnelto entonces 4 Ignacio, y aco- giéndole amorosamente bajo su proteccién y amparo: a Quiero, adadié, que me sirvas en ltoma. Yo os seré propicio cy» Roma.» Alen- tado Ignacio y robustecido sobremanera con tal socorro y consnelo, dijo después & aus compaiicros: «Yo no sé lo qne nos aguarda en Roma; solo sf sé que, suceda lo que suce- da, Nuestro Sefior Jesucristo nos ser& propi- cio.» Y aiacidles el relato de toda la viaién. jOh qué bueno es nuestro Dios, que con tanta Lenignidad asiste 4 sus siervos, lle- nindoles de tanto gozo y gloria que rema- nera & la par y anmenta sn confianzal | Bier - aventurado el varén que confia tnicamente en el poder y palabra del Seftor, y con con- fianza de hijo en FE] obra el negocio de su eterna salvaciédn, no acertando, sin que le remuerda Ja conciencia, 4 sentir menos bien de la snma bondad de Dios para consigo! « Hé aqui que Dios es mi Salvador; obraré confiadamente y no temeré (1).> (1) Isai, xu, 2. 73 Oracién. Oh excelso Patriarea San Ignacio! Ahora conozco de dénde nacfa esa tu invicta mag- nanimidad en obrar y padecer 4 mayor glo- ria divina; nacfa, sf, de la filial confianza que en el Sefior tenfas, porque «los que es- peran en el Sefior trocarin su fortaleza, co- Treran y no se fatigarin, andarin y no des- fallecerin (1). Pero al mismo tiempo co- nozco también el origen de mi gran flaqueza, de suerte qne la mas leve dificultad me asnsta en ja prosecucién del negocio de la eternidad, apartindome del buen sendero emprendido. Esto proviene de lo faco de la esperanza qne en Dios tengo, Pues aunque las promesas de Dios omnipotente sean in- falibles, y esté el orbe Ileno de su miseri- cordia, con todo no acabo de poner en Dics mi plena confianza , sino que, cnanto mis me fio de mis fuerzas y de auxilios humanos, otro tanto qnito 4 la confianza que tnica- mente en Dios, Padre Meno de bondad y clemencia, debo tener colocada toda entera. (1) Iaai., xu, 31. 74 T4, Santo mfo, levanta este mi corazén & que fije en s6lo Dios, el segnro Ingar de su refagio, & que espere ante todo Ja posesién del mismo Dioa, y reinar con El eterna- mente en los cielos; como también, mien- tras me dure este desticrro, los anxilios conducentes para llegar & aquel dichoeo fin, sin buscar en la tierra bien alguno perece- dero si no me ha de servir para obtener la inmarcesible corona de la glorie. Amén. Mdaxzimas de San Ignacio. 1° Confianza que basa en el favor ha- mano 6 abundancia de bienes terrenos, es falsa, y sdlo es verdadera aquella que, cuan- to mis falta hay de todo y mis oposicidn se alza, tanto mais confia en Dios. Esta verdad sola San Ignacio corroborar con las pala- bras del Apdstol: «Esperanza que se ve al ojo no e8 esperanza; porque gquién espera aquello que esté viendo? Mas si esperamos lo que no vemos, por medio de la paciencia lo aguardamos (1).> (1) Rom, vin, 24 y 25, ifs) 2. Ningtin milagro es que Dios mire por los qne en él conffan; el milagro fuera ai abandonara 4 los tales. Apéyase este dicho en las promesas del mismo Dios, qne dijo: «Porque espero en mf, le libraré..... le sa- caré salvo y le glorificaré (1).» 3.° Todo nuestro conuto sea en servir & Dios, y en el Sefior arrojemos todas nues- tras inquietudes, «Que lo mismo cnesta al Sefor salvar con muchos como con po- cos (2). Ejemplo 6.° Traeré un caso particular para que se vea més claro la paternal providencia de Dios con sus siervos, y cémo Ja seguridad con que San Ignacio se ponfa en las manos del Sefior no tenfa nada de temeraria. Audando alcanzado de dinero el procurador para los gastos cotidianos, acaecié mis de una vez aalirle al encnentro una pergona, y sin mas, alargarle nn saquito lleno de oro, y sin de- cirle palabra desaparecérsele de subito. Un (1) Pa. x9, Id y 15. (2) I Reg,, xiv, 6. 76 dia, 4 la tarde, habiéndose acabado comple- tamente en casa lefia, pan y vino, 4 la ma- flana siguiente descargan de improviso, de parte de una noble matrona, ua carro de lefia, El portero, mientras fué con ella al sétano 6 bodega, dejd por distraccion la pnerta abierta; y fné el caso qne, cuando did en ello y volvid & cerrarla, se halléd en la porter{a misma algunas medidas de trigo y varios barriles de vino, sin que jamds di- ligencia alguna haya bastado para saber quién fué aquella insigne bienhechora. Como éste sucedian otros hechos, con que venia Dios en oportnno socorro 4 la apremiante penouria de sus siervos. (J3olland., tomo VII, Jalio. Vbsequio. Higanse actos fervorosos y frecuentes de confianza en Dios. Jaculaturia. En ti, Sefior, he pnesto mi esperanza; no seré confundido eternamen- te (1). (1) Ps. xxx, 1. 17 MEDITACION SEPTIMA Via unitiva. SAN IGNACIO, EJEMPLAR DE ENCENDIDISIMA CARIDAD PARA CCN PJO8 EX LA ILUSTRACION DE LA MENTE, EN BL PVEGO DEL CORAZON, EN LA BLEVACLON DEL ESPIRITU. . Ponto 1.°— Pn la ilustracién de la mente. — Es la caridad ona Hama divina qne ilu- mina la ioteligencia, enciende el corazén y eleva hacia Dios el alma toda. En cuanto & Ia luz que el amor perfecto de Dios difundié en el dninno de Ignacio, bastante se ve cnan grande fuera por los docnmentos qne él mismo da en el librito de los Kjercicios es- pirituales, ya para la contemplacién de Jas cosas divinas, ya para discernir los malos de los buenos espfritus y sus diversas operacio- nes, ya para mostrar por qné sendag se ca- mina ein riesgo en la via del espiritu, y en cnéles se corre gran peligro. Por esto en el arte y ciencia de la santidad teniale San Felipe Neri por maestro, conjeturando el leno de interna Inz que brillaba en su alma, 18 por haber visto sn rostro radiante de luz es- plendorosa. Ni ea extrafio, pnes muchas ve- ces Dios Nuestro Seficr, por ministerio de angeles 6 de otros cortesanos del cielo, ya por su Reina Maria Santisima y sn Hijo, porque todos trataban & Ignacio familiar- mente, ya, en fin, el mismo Sefior en per- sona, manifesté al Santo, arrebatado en éxtasis, grandes arcanos: una vez, la omni- potencia del Criador; otra, la infinita sapien- cia de la obra de onestra Redenciéa; ora el fin y armonia de todo lo criado; ora la efica- cia de los sacramentos, con las admirables operaciones de la gracia divina en los huma- nos corazones. Los sabios de este mundo qne se Ilaman ilustrados, al paso qae quieren valnar ain las cosas divinas con Ja corta medida de los sentidos y de sus pasiones desarregladag, son por cierto mas acreedores al nombre de necios y ciegos. El hombre animal no per- cibe las cosas propias del espirita de Dios (1). Corazén limpio de toda mancha de carne y espiritu, y an alma fija en Dios por fe viva, (1) 1 Cor., 1, 14. 79 exige el Espiritu Santo para comanicar por la catidad Inces y dictimenes que exceden Tas fuerzas todas de Ja natnraleza. « Bien- aventurados los limpios de corazén, porque ellos ver4n & Dios (1).> Punto 2.° — Jn el ardor del corazén. — La caridad de Dios se difundié en ef corazén de Ignacio por el Espiritu Santo, que le fué dado (2), porque, de un modo semejante al que en otro tiempo aparecidé sobre los apés- toles (3) en lenguas de fuego, posd sobre sn cabeza y le llend de Espiritu Santo. Esto le hacia dia y noche desahogar muy & menudo entre suspiros y ligrimas sa corazén en Ia presencia del Sefior, sobre todo delante de Jesucristo, 6 puesto en crnz uh oculto en el altar, prorrampiendo en aqnella su sdlita aspiracién en demanda siempre de més y mis amor divino: aSefior, que te ame yo; ni me des por ello otro premio que més y mds amor.» Entre estas llamaradas de amor, n0 pocas veces falto de faerzas, y como mnerto, no (1) Matth., ¥, 8. (2) Rom,, v, 5. (3) Aot., 11, 3. 80 daba muestra alguna de estar vivo, si no era en lo inflamado del rostro y en la ve-. hemente palpitacién del corazén. gQaé ma- ravilla, pues, si por mas agobjado que se hallase de negocios, al sdlo oir 6 pronunciar el nombre de Dios y el de Jesus, de repente se le encendiese el] rostro, se le abrasase el pecho y descansase en suavisimo gozo con el recuerdo é inefables alirazos de su Dios y de sn salvador Jestis? Lo de admirar es lo que en cierto caso Ilegd & confesar él mismo ingenuamente, i saber: que no era posible vivir asf por solas las fnerzaa natnrales, Y 4 la verdad, era comin sentir de los que reparaban en los casi continuos y vivisimos incendios de su amor, que Ignacio, mils que por virtud paturul, vivia en la caridad de Dios una vida toda celestial y transformada en Dios, conforme al Apéstol: « Vivo, mas ya no yo, sino que vive en mf Cristo (1).» «Amaris al Seftor tu Dios de todo ta corazén, con toda fn alma y con toda ta mente (2), dice el Seftor. Este precepto se (1) Galt, 20.0 | (2) Matth., xxi, 37, 81 cnmple con toda perfeccidn cuando, en com- paracién de Dios, tiene uno en nada todo lo criado; y de tal snerte se emplean las facultades del alma en el amor de Dios, que, conforme 4 los avisos de San Ignacio, la memoria pone siempre a la vista, como pre- sente, & Dios y ans bencficios sin cnento; el entendimiento sc ocnpa en la atenta consi- deracién de la divina bondad; y la volantad se complace amorosa en las perfecciones de Dios, y por darle gusto y amarle desea con vivas ansias obrarlo y padecerlo todo. Avergii¢nzate de ti mismo, hermano, si ta corazén dista mucho todavia de semejante amor para con Dios. «Mira y obra confor- me al original qne se te ha dado» (1) en Ignacio, Con ese ejercicio de Ja memo- Tia, entendimiento y voluntad, prenderd en ta corazén y tomard ereces la Hama del amor divino. /z meditatione mea exardescet ignis (2). Puxto 3.°—n la elevacién del espiri- tu.—De tal modo elevaba el amor toda el (1) Exod., xxv, 40. (2) Pa. xxxvin, 4. 82 alma de Ignacio hacia el Sefior, qne bien pudiera decir con el Apdstol: «Nuestro trato es con el cielo (1). » Porque muchas veces, bien entre la contemplacién de las cosas divinas, bien entre Jos sublimes conceptos de las Horas canénicas, era arrebatada su alma hasta sa Dios, en términos que arras- traba también el cuerpo consigo, levantado de la tierra y rodeado de maravillosos res- plandores. Veces hubo, y no pocas, de ver los cielos abiertos y distingnir en ellos los lacidisimos escnadrones de bienaventurados y la gloria singular de que gozaban; veces en qne Nuestro Seiior Jesncristo se le dejo” ver en la Hostia consagrada, manifesténdole el modo inefable en que se contiene bajo las especies sacramentales, y reina glorioso al mismo tiempo en los cielos. Consérvase aun un librito de visiones é ilnstraciones habidas en el espacio de cuatro meses, mientras es- cribfa las Constituciones de sn Religién, y casi siempre al celebrar el santo sacrificio de la Misa; porqne tenfa aso, pata fomento de la piedad y despertador de la memoria, (1) Philipp., 111, 20, 83 de anotar aquellos favores en un diario, si bien antes de morir los arrojé todos al fuego, excepto unas pocas hojas con qne no did, Dejé escrito en aquel librito que vid unas veces & Jesucristo intermediar con el Padre, otras & Maria Santisima ofreciendo con indecible amor sn devoto al Hijo divino y juntamente dando su aprobaciédn 4 las Constituciones que él mismo habia escrito, Adade qne, mientras tanto, ardia en tan abrasado horno de amor, pete amor sereno y apacible, que unido estrechamente con Dios en amoroso lazo, sacaba de alli ine- fables ilustraciones, y escuchaba fotimas hablas y armonias enteramente celestialos- «Qcasiéa hnbo, dice, en qne fneron tases las elevaciones é ilustraciones espirituales sobre el misterio de la unidad y trinidad de Dios, que nada parecta qnedarme en esto por entender: conoct, senti, ti, el Setior lo sabe. Y era tanto el espasmo que en mi se prodacia , que, asombrado, no cesaba de re- petir en mis adentros: Y gquién eres tu? ¢Cudles tus merecimientos? zDe dinde & ti tamafio favor?» Todas estas maravillas se telatan por extengo, no sdlo en dicho libri- 84 to, sino también en el Proceso auténtico compulsorio toledano (1); y mds en compen- dio en un cnadernito de estampas sobre la vida de San Ignacio. En este ultimo leéese, entre otras, esta inscripcién: « Escribe las Constituciones de la Compatifa de Jesis entre frecuentes apariciones é ilustraciones de la Santisima Trinidad, habiendo también visto muchas veces i ln Madre de Dios que Jas aprobaba.» ;Oh alma feliz, unida siem- pre 4 Dios en modo maravilloso, y ya bien- aventurada por la posesidn de Dios, en cnanto puede esto compadecerse con cl pe- regrinar aun en el desticrro! Dios cno estd lejos de cada cual de nos- otros, pues en I: vivimos , y nos movemos y somos (2)». Mas nuestra alma, enredada en afectos terrenales, sc ha olvidado de su Salvador Dios, y no s2 ha acordado de su fuerte ayudador (3). Ea, gqué hacéis? Le- vantaos ya del cieno de los vicios, y «no querdis ainar el mundo ni Jo qne hay en el (1) Vid. Von. P, Lancic., t. 11, optec. 17. (2) Act., xvi, 27, 28. (3) Isai., xvii, 10. 85 mundo (1).» eAmemos & Dios, porque Dios antes nos amé (2).» Oracion. Tu amor de Serafin para con Dios, jol Ignacio, Santo miv!, coufunde y condena mi negligencia y tibiezn en amar a este mismo Sefior. Tan depravado est mi cora- zén, qne ama los bienes terrenos y aun los vicios y pecados, y se descuida en amar 4 su Dios, siendo asf qne no fui criado sino para amarle. Tu corazén, viviendo ti atin en esta tierra, urdid siempre en deseos de inflamarlo todo en el amor divino; y ahora, ya en el cielo, arde en mucho mayor volcin de ca- ridad. Ea, pues, alii tienes mi corazén; puri- ficalo de todos los afectos menos puaros; enciéndelo cada dia mis en el fuego que con- sumia el tuyo, y enséfiame 4 amar el bien sumo, que es Dios Nuestro Seiior. Haz, te Thego, que mientras yo me valgo de aquellas mismas palabras con que tti solias dedicarte al Sefior, abrase mi corazén ayquel fuego (4) I Joann., 11, 15. (2) [bid., wv, 19. 86 del tuyo, y con él me consagre 4 ini Dios perpetuamente. Tomad, Sefior, y recibid toda mi liber- tad, ini memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer: vox me lo disteis, 4 vos, Sefior, lo torno; todo es vuestro: disponed 4 toda vuestra voluntad; dadme yuestro amor y gracia, que ésta me basta. Maximas de San Ignacio. 1." Si los santos en el cielo fnesen capa- ces de duelo, vistieran luto en muestra de dolor y quebranto por los que, fervorosos en un principio, se entibiaron después en el divino servicio. Si ti, hermano, has venido 4 resfriarte y languidecer en Ja caridad de Dios, sabe que has contristado 4 tu madre la Jerusalén (1) de Ja gloria. 2.* La pureza de corazén con la guarda continua se conserva, y elevindolo & Dios, que en todo lugar estdé presente, con asiduas aspiraciones; porque la caridad no mana de (1) Baruch, 1v, 8 37 corazén inmundo, sino del puro: Charitas de corde puro (1). 3.* Visita 4 menndo al Santisimo Sacra- mento, como prenda y cebo de amor; y al menos, el tiempo tan precioso después de la sagrada comunidn gistalo todo en tra- trar y amar & tu Dios; porqne entonces mora Jesus en nosotros y nosotros en Jesus, «Quien come mi carne, mora en mi y yo en él (2). Hjemplo 7.° Dios Nuestro Senor ha premiado la ca- ridad de San Ignacio, no ya tan sélo con la esencial bienaventuranza que en el cielo le comunica, sino haciéndole ademas muy glo- rioso en la tierra. Antes de ser puesto el nuestro en el catilogo de los santos cano- nizados, sucedid en Calatayud, ciudad del reino de Aragén, el caso siguiente: Tenfla cierto piadoso candnigo en su casa, en bas- tante buenos cuadros, los fundadores todos de religiones, mas le faltaba la imagen de (1) UTim., 1, 5. (2) Joann., vi, 57. 88 nuestro Santo. Cierto dia, un dngel en traje de peregrino se le aparecié, y advirtiéndole uo tenfa la efigie del santisimo varén Jzna- cio de Lovola, se brindé de muy bnena gra- cia 4 pintirsela. Pasado uno rato, y rogado que comiese, no quiso, alegando que no habfa de abandonar la obra en sn mayor fervor. Llamado de nuevo hacia el fin de la comida y buscado por todas partes, en nin- guna se le halld, y si sdlo el retrato de San Ignacio, orlada la cabeza de rayos de gloria, el cnal, como trabajado de mano celestial, snperaba & todos en belleza. Esta imagen, enviada mds tarde & Munebrega, comenzé & ser veneradu dle gran coucurso de devo- tos, y se obraron en su favor, 4 invocacién de Ignacio, tantos y tales prodigios, que en un mes pasaban de ciento: entre otros, Ia resurreceién a nueva vide de una nifia y un nido ya difuntos. (Alfonso de Andrade, //ist. Imag. Munebreg. Matriti edita ann 1669.) Obsequin, Con frecuentes actos de caridad ejercitate en amar al Seftor, tu Dios, de todo ta corazép (1). (1) Matth., xx, 37, 89 Jaculatoria. Amete yo, Sefior, y no por otra recompensa sino es por amarte mds y mils. (San [ynacio.) MEDITACION OCTAVA SAN IGNACIO, EJEMPLAR DE CELO DE LAS ALMAS, EN EL AFECTO, EN LOS TRARAJOS, EN LAS OBRAS, Punto 1.°— fr el afecto.—Es el celo de las almas fruto de la caridad, que hace 4 lino procurar que Dios, 4 quien él ama, sea de todos amado, siendo tanto mayor el celo ctlanto es mas grande la caridad. En Igna- cio fué tal el incendio de celo que desde su conversién encendié en su pecho la caridad, que & veces se le vid de noche elevado cna- tro codos del suelo y rodeado de celestial resplandor, oyéndoscle exclamar entre so- Nozos y suspiros: 4; Dios mio y Sefior mio! jOh, si los hombres te conociesen, cémo nonca pecaran!» Otras veces, hincado de rodillas como estaba, levantado en el aire, los ojos ceatelleantes y las manos alzadas al 90 cielo: «;Ob buen Jestiel decia, |Oh si los hombres te amasen!p Y como la acerbisima muerte del Reden- tor, safrida por la salvacién del género hu- mano, estaba siempre presente 4 su mente, le hacia también repetir una y mds veces: «jOb qnién me diese morir al dia mil muer- tes entre los mayores tormentos, por amor de Cristo y por salvar nn alma!» ; Qué de extrafo es ya si, aun siendo Prepdsito gene- ral, no se avergonzaba de guiar él mismo en persona, por amor & Cristo, las mujerci- Nas que, arrancadas de los vicios, se refa- giaban al eneierro de la honeatidad! Tal vez, mientras practicaba esta obra de celo, le advirtieron algunos que en vano gastaba tiempo y fatiga, porgne snelen las tales vol- ver presto & sus malos pasos; mas él, por toda respuesta, decfa resneltamente: « Por bien empleado diera cualquier trabajo, con tal de estorbar qne una de estas infelices no ofendiera & Dios Nuestro Sefior siquiera en una noche.» Una cosa causaré verdadera- mente admiracién, y es aquella disposicién de duimo que, por tan heroica, alabé con grande estima la Sagrada Rota Romana, y 91 en virtud de la cual aseveraba Ignacio con entera verdad: «Que, puesto que se le diese opeién, prefiriera vivir incierto en sn suerte eterna, por hacer en tanto algdn servicio en honra de Dios y provecho de las almas, que no morir al punto, cierto de volar & la glo- rie.D Ahora bien: si Sau Ignacio por el bien de tu alma hubiera rennociado 4 una cierta y préxima posesién del cielo, gen qué enten- dimiento cabe, hermano mio, que dades to- davia th mismo si por la salvacién de tu propia alma has de dar perpetuo repudio & tna vicios y concupiscencias, y & las ocasio- nes préximas de pecar? La eternidad, ése es el negocio de los negocios. «Todo el oro en go comparacién cs como un grano de arena, y la plata como lodo enfrente suya (1).» Punto 2.°—£n los trabajos.—A los fervo- roses sentimientos que abrigaba el pecho de Ignacio en orden 4 la salvacién de ias almas, correspondieron iguales trabajos acometidos por aquella causa. En efecto, lo que en los primeros momentos de su conversién ha- (1) Sap., vir, 9. 92 bia resuelto, & saber, dedicarse todo mien- tras viviese, sin temer peligros ni perdonar trabajos, & Jograr almas para Cristo, cum- plislo tan perfectamente, que de cuantos puntos habité se contabau después de su mnerte, al instruirse los procesos de canoni- zucién, tales y tautas conversiones de peca- dores insignes, mujeres perdidas, herejes y Jadios, que cada ciudad parecia atribuirselo como apdstol suyo. Dela misma primera de- liberacitén nacié también aqnel acto calificado por Ja Santa Iglesia de insigne bajo todos aspectos, cuando, & fin de ser mids util & los prdéjimos en biea de sus almas, se did, tenien- do ya treinta y tres afios de edad, & estudiar primero la Gramitica, luego la Filosofia y la Teologia, repitiendo por fin en Paris todos los estndios, y entretanto viviendo de limos- nas, no cesando en las obras de caridad, bu- mildad y peaitencia (1), y sufriendo 4 Ja par en varios puntos, por procurar la salvacién de las almas, escarnios, azotes y cadenas. Y jcudntas veces tainbiéa no intentd el demo- nio, como previendo lo que seriu, apartarle (t) Bulla Canoniz. 93 del emprendido curso de los estndios, so- bre todo cuando al ofrecéreele e] verbo amar a otra voz de las qne ocnrren en rudimen- tos, le tralia frecuentes ilustraciones y le descubria recénditos misterios de Jas letras divinas. Mas nada logré el maligno, sino es dar & Ignacio nueva ocasién de vencerse & si con glorioso triunfu; pues desenbierto el frande del astnto engaiiador, va y arrdjase el Santo a los pies de su maestro, pidiéndole y suplicindole que exija de él como de otro enalqniera la tarca del dia, y que cogido en falta le castigne de palabra 6 con golpes, segtin bien Je parezea, como si fuese uno de tantos niflos, Saca de aqui, hermano, qué es razén ha- gas ti por tu alma cuando tanto hizo y tra- bajé Ignacio por las ajenas, Y si no haces mas no lo achagnes i falta de fuerzas, sino 4 sobra de tibieza, La gracia siempre estdé 4 punto, y con la oracidn polemos siempre lograrnos otras y otras, Pues para que Dios no condene tu conducta en el dia del juicio, cuando ya sea tarde para enmendarla, date prisa ahora, ahora que vives an, para ha- cer cierta por medio de obras buenas tn vo~ 94 cacién y eleccién. Magis satagite ut per bona opera certam vestram vocationem et electio- nem faciatis (1). Punto 3.°-—£n las obras.— No queriendo que pereciese uno siquiera, sino que todos se acogieser al puerto de la penitencia (2), de- claré San Ignacio gnerra 4 las snpersticio- nes gentilicas, 4 la perfidia jndaica y 4 la herejia; y para esto, y para perpetnar eatre los catélicos Ja piedad por él renovada, la practica del Catecismo y ejercicioa espiri- tuales, y la frecuencia de sermones, migio- nes y sacramentos, fundé un orden religioso el cnal, afiadiendo 4 los tres acostambrados otro voto sobre Jas misiones, y dependiente en modo pecnliar de la Sede Apostdlica, promoviese por institnto todas aquellas em- presas. Dado este paso, consagrdése sin tre- gua hasta la muerte 4 ganar almas para Dios, y con este fin envid & las Indias, por apéstol del Evangelio, 4 an Francisco Ja- vier, y & los demas compafieros para el mis- mo objeto por las diversas partes de la tie- (1) IT Petr., 3, 10. (2) Ibid., 1, 9. 95 tra: abrid por todos Iados colegios donde formar & log jévenes en virtud y letras; en Roma erigié el Colegio Germdnico; los mo- nasterios de recogidas y de doncellas po- brea en peligro; las casas para huérfanos y catecimeuos de ambos sexos; y llevé & cabo otras machas obras de celo (1). Vardén ape- llidado con razén, por Gregorio XV, maximo en salvar & los elegidos de Dios, maximus in salutem electorum Dei (2), y por el tri- banal sagrado de la Rota Romana, naevo apéstol de Jesucristo. Y 41a verdad tavo un corazén mayor que el mundo, y padecié tra- bajos, y funds institucioues, y recogié frutos dignos de un apéstol. A cada uno dié Dios el cargo de sn prdé- jimo. Unicuiqul mandarit Deus de proximo suo (3): por lo cual cada ano debe ayudar al préjimo con el ejemplo de obras buenas, con consejos oportuuos y con asiduas preces al cielo. g¥ qné, si por el contrario, en vez de ganar 4 Cristo Nuestro Sefior las almas, (1) Brev. Rom. (2) Eccl., xnvz, 2. (3) Eccli., xvi, 12. 96 no hace sino arrancirselas por ans malas costumbres y peores conversaciones? | Ay de aqnel, dice el Sefior, qne & otro escanda- lice! (1). Oracion. Santisimo Patriarca Ignacio: ya que th con tantas ansias del corazén, tantoa traba- jos sufridos y tantas obras fundadas procu- raste qne todos los hombres se salvagen, es- cucha, te rnego, mis siplicas que homilde te ofrezco muy conformes & esos mismos deseos. Ifé aqni qne me cextravié, como oveja descarriada»; bnaca (3) i ta pobrecito devoto que, manchado de muchas malda- des, se halla rodeado de los halagos del mundo, de Jos lazos del demonio, y de peli- gros continnos de condenarse para siempre. aAlarga tit mano 4 un infeliz (3)», con que me saques del cieno de mis pecados y me vnelvas al recto sendero de la salvacién. Yo reconozco mi iniquidad, y tengo siempre (1) Matth., xvin, 7. (2) Ps. cxvin, 176, (3) Eceli., vir, 36, 97 delante de mf mis pecados (1); duélome de haber tantas veces y tan gravemente ofen- dido 4 mi Dios, bien infinito. Haz, Patrono mio, que mi dolor se aumente més y mds hasta el ultimo instante de mi vida, y que por tu intercesién alcance de Dios miseri- cordia. Valgame ta amparo para salvarme..... «Aytidame, y seré salvo (2).» Amén. Madaximas de San Ignacio. 1.* Si Dios Nuestro Seftor sin calpa mia me lanzase & los infiernos, no serfa mi ma- yor pena el safrir aqnellas voraces llamas, sino el oir blasfemar contra mi Dios. Apren- damos de San Iynacio & abominar sin huma- no respeto toda ofensa del Seiior, diciendo & uaa con é] del fondo del alma: aQdié Ia ini- quidad y la abominé (3). 2.* Para que los talentos y dotea natara- les sean eficaces en nnestras manos, menes- ter es qne vayan animados del espiritu in- terior, y reciban de él fuerza y eficacia: (1) Ps. 1, 5. (2) Ps. exvin, 173, 117, (3) Ps. oxvitt, 163. 98 Porque nosotros no somos sino instromen- tos de- Dios. cEn an mano estamos nosotros y nuestras palabras, y toda sabiduria y el acierto en las obras y el arte (1).» 3.° Para ganat almas & Dios se reqniere -an circulo de mutuo influjo, de Ja oracién que sube de nosotros & Dios é impetra la gracia, y de trabajo paciente que de nos- otros desciende 4 nuestros préjimos. En esto estriba todo el arte de ganar almas 4 Cristo Nuestro Sefior. Laberati in gemitu meo (2). Ejemplo 8. De mucho mejor gana remedia San Igna- cio ahora en el cielo las almas atribuladas, que no los cuerpos, pues aun viviendo en este mundo asi lo hacfa, Habia por los afios de 1602 en Gandia, cindad de Valencia, en Espatia, una mojer que habia vivido perdi- damente con un joven; y deseando por fin salir de aquel loduzal y combatida horrible- “mente, para que no lo hiciese, de la pésima costambre, se acogié por remedio eficaz & (1) Sap., vu, 16. (2) Jer., xv, 3. 99 San Ignacio. Lo mismo fné enepender & Ja cabecera del lecho Ja imagen del Santo, y concebir tal aversién contra el joven que tan desapoderadamente amaba, que en adelante no podia safrir ni siquierael verle. (Bolland,, tomo vit, Julio.) Obsequio. De tal modo brille el ejemplo de tus buenas obras delante de los hombres, que al verlas glorifiquen al Padre comun de todos, que estd on los cielos, Sie luceat lux cestra (1). Jaculatoria. Santo mlo, vdame la mano y ailvame..... Soedrreme y seré salvo (2).» MEDITACION NOVENA EL CORAZON DE BAN IGNACIO, BIEMPLAR DE TRATO IN- TERIOR CON DIOS, CONSIUO MISMU Y_ CON EL PRO- J1MO, Punto 1.°— Con Dios.—Quien trata de servir y agradar & Dios debe ser hombre (1) Matth., v, 16. (2) Pe. oxviu, CLxxitt y CXVH. 100 interior, que obre mds con el interior afecto del corazén qne con la misma obra que de fuera se ve. Esto ensefié San Ignacio, quien por su parte regnlé completamente su co- razén conforme 4 esta norma, respecto de Dios, de sf mismo y del prdjimo. Y prime- ramente en lo quae & Dios toca, habfase im- puesto por ley inviolable desde su conver- sién, ley que guardé siempre con fidelidad, no anhelar otra cosa sino 4 Dios y sa mayor gloria. Por esto, aun de Jas mismas rigidf- gimas asperezas corporales que al principio usd, ninguna ofrecfa en satisfaccién de sus cnipas, no fuese que lo que él sacara de uti- lidad, lo qnitase de la mayor gloria divina. Examiuaba cada hora cuidadosamente su proceder; pero no se contentabu con haber evitado faltas 6 ejercitado alguna virtad, gino que miraba ademis si hubiera podido dar al Sefior mds gloria; y siempre, cuando ge le ofrecian varias cosas que elegir libre- mente, se decidia por la del mayor agrado divino, Todas estas alabanzas comprendid- las la Sagrada Rota Romana en las siguien- tes frases: «Ardia en tan abrasado amor de Dios, que todo el dfa andaba en su busca, 101 sin pensar en nada ni desear nada mds que agradar & Dios y obedecer & sn voluntad santisima; y asi entregdbase todo & El con resolucién firme de segnirle en todo, annque hubiera para ello de perder el cielo y la tie- Tra..... Todos sas pensamientos, palabras y obras & Dios las referfa como & sn fin, y las enderezaba & Dios y 4 la gloria y honra de Dios, no cayéndosele nunca de los labios aquel su lema favorito: A mayor gloria de Dios: Ad maiorem Dei gloriam.» Dios crid (todas las gentes) 4 loa, ensal- zamiento y gloria suya (1). Cada cual debe, por lo tanto, en todos sna pensamientos, pa- labras y obras, mirar & Dios y 4 su mayor gloria, y asi lenar el fin para el cual ha sido criado. A los que por este fin no se mueven, /ristraseles su esperanza, sus tra- bajos son infructuosos, initiles gus obras (2). Luego ya comdis, ya bebdis, ya hagdis cual- quiera otra cosa, hacedlo todo & gloria de Dios (3). (1) Deut. xxv1, 19. (2) Sap., 1, 11. (3) I Cor., x, 31. 102 Punto 2.°—Consigo mismo.—Decfa San Ignacio que lo que mds retarda nuestro as- censo hasta Dios es el amor propio, y por esto el arte de adelantar en espfritn se re- duce 4 aquella mdxima: «Véncete 4 ti mis- mo.» Asi, todo sn empefio lo ponia en repri- mir constantemente Jos {mpetus del corazén y vencer las naturales repngnancias, haata tal punto, que, siendo de suyo bilioso y may ardiente, se trocé de tal medo en otro hom- bre 4 fuerza de irse en todo 4 la mano, que le jnzgaron los médicos por de tempera- mento frio y flemitico, aplicdndole en con- secuiencia remedios que pnsieron 4 riesgo su misma vida. Con tan admirable tesén en vencerse & s{ mismo obtavo, segtin dice la Sagrada Rota Romana, perfectisimo domi- ‘ nio sobre todas sus propensiones y pasiones, obligdndolas 4 seguir en todos los dictéme- nes de la virtad y & servir al mayor acre- centamiento de la divina gloria. Mas bueno es oir de sa misma boca cudl fné el cimiento qne en 80 corazén eché para alzar en él este templo de la paz & mayor gloria divina. «A Dios sdélo, dice, toca disponer de nosotros; el cual, ora nos quite algo y mortifiqne, 103 ora nos dé -y halague, es ignalmente santo y bneno, yen ambos & dos casos hemos de loar y amar cou igual afecto sn bondad y sautidad infinitas. "Hay mis: que como regla de unestros amores y temores, ha de ser tau sdlo lo qne Dios qniere quae amemos y temamos: siguese que de tal modo han de regir nuestro corazén sus amores y temores, qne jamds traspase aquellos limites; tanto maa, cnanto que en esto nos da Dios Nuestro Sefior aua gran mnestra de sa dignacién, pues no tiene 4 menos darse por glorificado de criatnras tan ruines como nosotros, y por honrado de obseqnios tan mezquinos. Ojala, hermano, que fijases en medio del corazén esa misma ley; qne recibiendo siempre con igual resignaciédn y agradecimiento para con Dios lo bueno como lo malo, buscases tan sdlo el querer divino y gloria de Dios. Pero si contra el beneplécito divino te buscas 4 ti propio y la satisfaccién de la concupiscencia rebelde, ni podris tener jamais paz con Dios, ni con tu misma concieucia, «No hay paz para los impfos (1)», dice el Sefior.» (1) Tesai., xiv, 22. 104 Ponto 3.°—Con el préjimo.—Con admi- rable industria se ganaba San Ignacio el favor y la benevolencia de todos para traer- los & todos al servicio de Cristo nuestro Se- fior. Indagaba ante todo los designios y condicién de aquellos con quienes trataba, y dentro de los limites de lo justo procu- Taba pescar, como dicen, 4 cada cual con sa propio cebo. Pasaba por lo dificil del natu- ral, por su arrogancia, 6 bien por sus nece- dades y caprichos, y aun por las injnrias y ofensas con maravillosa paciencia y disimu- lo, y tenfa por costumbre allanarse 4 cuanto ellos quisieran siempre que la ley de Dios no lo vedase. Una vez que los vefa del todo suyos, iba adelante paso 4 paso y con gran tiento, instruyéndolos 4 cada uno segin sus alcances en log deberes de gran cristiano y en los propios de sa oficio 6 empleo, Con semejantes industrias, y jnntamente con el ejemplo de su santa vida, convirtiéd 4 muchos de Ia herejfa 4 la fe catélica; 4 muchisimos de una vida licencioza 4 otra cristiana, y 4 innomerables también al desprecio de todo lo cadaco por abrazarse con los consejos evangélicos, No obstante, con quienes res- 105 plandecia de un modo especial sn caridad era con aquellos en quienes vela pintado més al vivo el retrato de Nuestro Sefior Jesncris- to; con los pobres y con sus hijos espiritua- les, que se hab/an confiado 4 sus paternales desvelos y direccién. Faé tanta la aolicitud con qae miraba por los indigentes y enfermos ulcerados, por los hnérfanos y catectimenos, majercillas de mal vivir y doncellas en peli- gro, y por mil otros necesitados, que cada caal tenfa en él un padre amoros{fsimo. Para con sus hijos de la Compafifa eran tales las entrafias de su caridad, que, tomando como propia cualquiera de sus tentaciones 6 mo- lestias, consoldbalos del modo mejor que po- dfa, dirigialos, animdbalos y los inflamaba en el amor divino, valiéndose para ello, no tan sdlo de palabras, sino de oraciones diri- gidas al cielo, de ayunos y otras maceracio- nes de Ja carne; con lo cual cada uno de ellos se reputaba 4 au vez como hijo de lagrimas y dolores del padre. Asi se hacia Ignacio, para la mayor gloria de Dios, todo ¢ todos para salvarlos a todos (1). (1) 1 Cor, ix, 22. 106 aEste mandamiento hemos recibido de Dios: que el que ame & Dios, ame también & ro hermano (1).» Ahora bien: el amor de Dios exige que la caridad sea paciente, be- nigna, que no busgue sus comodidades, no se aire, no sea mal pensada, lo gufra todo (2), y quiera 4 todos cerrar el infierno, abrir el cielo, y qne crezca siempre mds y mas el niimero de los amadores de Dioa y la mayor gloria del mismo Dios; por lo cnal camar al prdéjimo como 4 sf mismo es cosa mayor que todos los holocanstos y sacrificios (3)>. Oracién. Considerando, oh Santo m{o, como en on eapejo en tu corazén rectisimo para con Dios, severisimo para contigo y amantieimo para con los otros, Ja malicia del mfo, me Ileno de gran rabor y confusién. Dios ha criado este corazén para sa gloria y lo ha colmado de tantos bienes; mas yo he he- (1) 1 Josnn., tv, 21. (2) 1 Cor., xm, 4, 7. (3) Mare., xu), 35. 107 cho servir en ofensa suya los afectos de eate corazon y los mismos beneficios del Sefior. JAy de mf, que mientras, bnscdndome & mi mismo, condescendiendo con mis pasiones, soy arrastrado de ellas acd y alld entre es- pantosas luchas, siendo al mismo tiempo angastiado de amargos remordimientos de conciencia, sin poder encontrarme ya mds & mi mismo. As{, no pudiendo ya en cierto modo sobrellevarme 4 m{ propio, macho menos me compadezco de las necesidades del préjimo, ni Nevo en paciencia sus defec- tos. Ahi tienes, Santo mfo, un bosquejo de mi corazén, desemejante en on todo del tuyo: mnuéstrotele para que 48a vista ten- gas piedad de mi. Ofrézcote este mismo co- razon tan depravado, para qne renueves en mis entrafasel espiritu recto, para que bus- cando, 4 imitacién tuya, 4 sdlo Dios y su divina gloria, viva siempre en adelante, aqui en la tierra, en paz con El, conmigo mismo y con mi prdojimo, hasta que por tu medio sea hecho participe por toda Ja eternidad de la gloria del mismo Dios. Amén. 108 MadAximas de San Ignacio. 1.° Riqnisima corona se prepara en los cielos para el que hace sus obras con el ma- yor esmero que puede, pnes el premio no tanto se da 4 Jas obras cuanto al fervor del espiritu. Mds estima Dios Nuestro Sejior el corazén quae la obra. Asaf que haz bien Jas buenas obras: tuste guod iustum est perse- queris (1). 2.* Quien de su natural es rebelde y fo- goso, no caiga de dnimo si quiere vencerse; antes persuddase que nna de sus victorias pesa mda en el acatamiento de Dios que muchas de otros nataralmente mansos y tratables, «Dios le ha dado dora Jucha para que venza (2). 3.2 En nuestro trato con Jos hombres imitemos & los santos dngeles, que si bien andan por el mundo paracastodiarnos, pero jamas dejan de amar d Dios: Nostra conver- satio in calis est (3). Q Deut., xvi, 20. (2) Sap., x, 12. (3) Philipp., mt, 20. 109 Ejemplo 9.° En vida, y después de muerto ya en el cielo, muestra San Ignacio su grande cari- dad para con snus hijos espiritnales. En Bar- celona, dofia Inés Pascual, viada, y Joan, hijo snyo, de diez y ocho aiios, después de haber reportado notable fruto y utilidad del trato y amonestaciones de Ignacio, cnya pobreza sustentaban, fueron fieles & la ley de amistad acompaidndole tres millas de camino cnando el Santo partid para Paria. Abrazando Ignacio &é Juan al despedirse, y queriéndole dejar algunos documentos para adelante: «Por qué, repuso él, padre mio, habiendo & otros dirigido con tanto amor, que, 6 han abrazado los consejos evangélicos, 6 al menos han hecho grandes adelantos on la virtud, 4 mf solo me dejas sin instroirme ni formarme? gQné va & ser de mf cnando sin ti me vea? Déjame, padre, y te segairé & cnalquiera parte.» I Ignacio le dijo: «Buen Animo, que no te faltaré ocasién de ejercitar la paciencia y de merecer macho para el cielo. Ya mayor, te casards y sufrirds muchos 110 infortanios, gracias 4 los cuales no te engol- fards en los placeres, sino que estaras pen- diente siempre de Dios implorando sa soco-= rro. Mas todos estos trabajos tendrdn fin con bien y salvacién de tu alma.» Cumplidse como Ignacio lo dijo; porque, pasados algu- nos afios, aquel joven ge casdé y tavo machos hijos; y no sieudo sobradamente rico por frande de los deudos 4 quienes habia liberal- mente fiado no pequefia sama, vino 4 hacer bancarrota. Ignacio entonces desde Roma, donde atin vivia, como si todo lo viese con sas propios ojos, le consolé por cartas y confirméle en sa conformidad con la volun- tad divina. Sncedié que fué un dia Juan éla iglesia antes de amanecer, y alli, hablando con San Ignacio, mnuerto poco hacia: «Santo Padre mfo, exclamé, ahora desde el cielo estas viendo mi afliccién y mia penax, qne tt me habjas pronosticado: necesito de pacien- cia. Ruégote, pues, me Ja aleances de Dios y el feliz desenlace de los negocios con Ja salvacién de mi alma, que también me pro- metiste.» Dicho esto, bailado en ligrimas, de repente se llena el templo de clarfsima luz, y, entre celestes concentos y coros de 111 Angeles y bienaventurados, vese on varén de aspecto venerable, vestido de habito se- cerdotal, quien llegdndose al sepalcro de Santa Eulalia, hecha adoracién al Santisimo, ofrecid aromdtico incienso: en seguida acer- cése, al irse & partir, 4 Juan, atdnito de tal visidn y bafiado en celestial dulzara, y que ya entonces, reconociendo en aquel varén 4 San Ignacio, se le habia arrojado 4 sus pies. aiTe acuerdas de mi?, dijole el Santo con rostro amable, Panes yo también de ti; ten buen dnimo: todo acabard bien, ni més ni menos que yo te lo predije» En seguida didle la bendicion y desaparecié de la vista. Aqui Joan: «}Oh Padre, exclamé, oh Santo Padre Ignacio!» A estas voces acaden algu- nog eacerdotes que cerea estaban, y Jan, accediendo 4 sus raegos, les cuenta el caso entre sollozos y ligrimas. En adelante, con sdlo recordar la preseucia, las palabras y promesas de San Ignacio, hallé siempre .aquel atribulado varén en todos sns aparos eficacisimo alivio y remedio. (Bartoli, 1. I, nim. 31.) Obsequio. Véncete & ti mismo en todas las cosas, 4 mayor gloria de Dios. 12 Jaculatoria. No & nosotros, Sefior, no & nosotros, sino 4 tn nombre sea dada la glo- ria (1). MEDITACION DECIMA MUERTE DE SAN IGNACIO, PRECIOSA POR SUS DESEOSB, AFECTOS Y GLORIA Punto 1.°—Por sus deseos.—Cuanto més iba Dios descnbriendo su rostro divino de dia en dia & su siervo Ignacio, ora con so~- brenaturales ilustraciones del alma, ora tam- bidn con visiones celestiales, en las que al- gona vez llegé el divino Redentor nonestro 4 dignarse abrazarle amorosamente, tanto més vivas eran sus &nsias, en que por dias se consumla de ver & su Dios como El es, y tanto més ardientemente anhelaba por ver sneltas las ataduras de este cuerpo y ha- Harae en compaiia de Cristo. De aqni el mi- rar frecnentemente al cielo y las estrellas; el revolver en sus adentros, entre inefables (1) Ps. oxi, 1. 113 gozos, la memoria del cielo; el enviar como en avanzada al Rey de la gloria sus deseos, suspiros y'‘lagrimas, anunciindole que des- fallecia de amor y deseo suyo, & fin de que El, compadecido, le dejase ya partir en paz de “este mundo. Lnego, volviendo la vista & la tierra, exclamaba despreciéndola: «Ay! Ly como la tierra me parece basura cuando miro al cielo!» Por esto mds de nna vez, al oir que alguien deseaba vivir y andaba ape- nado no fuese que la muerte cortara el hilo de sus planes: «;Ay! exclamaba, gcémo po- demos ilusionarnos con el pensamiento de vida, mds larga, y privarnos de la alegrisima esperanza de acabarla pronto, caando para fomentar esa e»peranza ha qnerido Dios ocnl- tarnos el dltimo dia de nuestra existencia?» Y¥ si tal vez caia enfermo de algun cuidado, al punto, eobrando esperanzas de pasar & mejor vida, se enajenaba de los sentidos, no sin gran daio de la salud, viéndose los mé- dicos precisados & ordenarle apartase el pen- samiento de las cosas celestiales. Ni buscaba en estos vivos deseos, 6 el fin de las ernces 6 el comienzo de los goces; pues tan lejos estaba del amor propio meramente nataral, 8 114 que se le ofa decir algunas veces: «Qne no podria vivir si advirtiese en sf algin afecto humano, y no de todo punto divino.» Por esto Dios y su gloria fué siempre el blanco donde con sincero y parisimo amor asestd siempre nuestro Santo, pnesto caso que no ignoraba que, por la clarfsima vista de la bondad sin limites, habia de amar y loar 4 sa Dios mucho mis intensamente en la gloria, que no lo hacia en esta vida mi- serable. Emalemos también nosotros, deaterrados en este valle de IMgrimas, los deseos y votos de este Santo, si es que amamos & Dios con toda el alma. Clamemos al Sefior unas veces con el Apistol: «Miserable de mi, zquién me libraré de tan angastiosa y prolongada muerte?» Infelix ego homo, quis me liberabit de corpore mortis huius? (1). «Deseo ser des- atado de los Jazos del cnerpo y verme con Cristo (2).> Otras con David: ajAy de mi, que se me ha prolongado mi destierrol..... }Mucho dura la estancin en este cuere (1) Rom., vit, 24. (2) Philipp., 1, 23. 115 pol (1). gOndndo iré y apareceré ante la faz de Dios? (2).» Porque es increfble la eficacia de semejantes deseos para apartar los cora- zones de afectos terrenales y penetrarlos de nna vide toda del cielo. Quienquiera qae en fl (en Dics) abrign esta esperanza, se san- tifica como fl, es santo (3). Punto 2,°-—Por tos afectos.— Para llenar Dios los votos de Ignacio, significéle el dia de su préximo trinsito y le cerciord de que moriria como él lo habia snplicado; % saber, inopinadamente para los demds, y que asi las inoportunas visitas en muestra de estima y devocién no le quitarfan emplear con sn Divina Majestad todo aqnel tiempo, en dis- poner el alma para la jornada. Pnestos en cobro los negocios «le sn Compaitia, y avisa- dos por cartas de sn préximo trdusito alga- nos amigos ansentes, entregdse el Santo & la contemplacién y soledad , cuando cayé en una fiebre mortal, la cual, si bien le abrasaba interiormente las entrafias, no dejaba salir al rostro ningnua palidez ni signo alguno (1) Ps. cxix, 5, 6. (2) Pa. xt1, 3. (3) I Joann., it, 3. 116 de muerte en todo el cuerpo. Sélo si experi- mentaba on gran desfallecimiento de fuer- zas, el cnal ni 4 médicos ni 4 domésticos puso en grave cuidado. A Ignacio, empero, no se ocultaba la préxima llegada del Seior, y asi, fortalecido con el sagrado Vidtico, envid secretamente quien pidiese al Padre Santo, en su nombre y para el articulo de la muerte, remisién completa é indulgencia de sns pecados. El en tanto pasdse aquella ultima noche eo trato snavisimo con el Se- fior, por quien suspiraba con todas las ansias de su espiritu, mientras los demas, fiados eo el parecer de los médicos y sin sospechar peligro verdadero, atribufan sus voces, sollo- zos y dulces ligrimas 4 las celestes visiones de que ordinariamente disfrutaba. Y ae{ era la verdad, al menos en la hora postrera; porque Cristo Nuestro Sefor y su santisima Madre la Virgen Marla se le hablan apare- cido entre angélicos eacuadrones, para reci- bir su alma y llevarla en compuiiia suya 6 Ja gloria, Ignacio entonces, levantados los ojos y fijos en el Redentor y en su Madre, puestas las manos y el rostro alegre, repi- tiendo de corazén y con la, boca los santisi- 117 mos nombres de Jesus y Maria, volé & des- cansar en el seno de Dios eternamente, «Pre- ciosa 4 los ojos del Seior la muerte de ans Santos (1).» No hay quien no desee parn st Ja muerte del justo, y con todo, son muy raros los que para morir como justos se disponen. Ahora, movidos por el temor filial y por amor, he- mos de huir el pecado; ahora hemos de obrar con diligencia lo que en la mnerte qnisi¢ra- mos haber ejecutado; ahora, en fin, hagdmo- nos, con el nso, familiares log actos de Fe, Esperanza y Caridad, ejercitindonos en de- seos de ver & Dios y en actos de conformidad con sa voluntad soberana, y de este modo, contraida tan saladable costumbre, prorram- piremos & la hora de la muerte facil y fer- vorosamente en estas actos. « Lo {ue sem- brare el hombre, eso segardé (2).» Poxto 3.°—Por la gloria después de muerto.—¢Yo glorificaré & todo el que me glorifique (3)», dice el Sefior. Por consi- (1) Pa. cxv, 15. (2) Gal, v1, 8. (3) I Reg., 11, 20. 118 gaiente, la medida de la gloria 4 qne San Ignacio ha sido exaltado en los cielos, debe tomarse del sumo empefio con que siempre procnré dar gloria & Dios, ya en si, ya en tedos los hombres, del modo mis perfecto & él posible. Nadie, pues, se extraiie de lo que dijo persona que le vié liacer su entrada en el cielo: cque ni brilla con tanto esplendor el sol, ni puede concebirse trianfo mds so- lemne que el snyopv, Fué el caso que, pré- ximo ya & la eternidad uno de sus hijos, in- vitado por el Padre, que subfa entonces 4 la gloria, & que le siguiese, no pudiéndole el pechc contener tan excesivo gozo al hacer 4 los presentes tna pintura de tan glorioso trianfo, abridse paso el alma, y expird, yén- dose en seguimiento del Santo. Pero para tener mds adecuado concepto de la gloria de Ignacio, Lneno es referir aquella maravi- llosa visién en que Santa Marfa Magdalena de Pazzis fué arrebatada 4 la contemplacién de la misma (1). Y primeramente vid la Santa la gloria del apdstol y evangelista San Juan, en cuya alma tanto se complacia (1) Dia 26 de Diciembre de 1559. 119 el Sefior, que parecfa no haber otro santo alguno en el cielo, Mas cuando en seguida vié la gloria de San Ignacio, entendié que Dios se agradaba en su alma igualmente que en la del primero. Y contemplando ella con asombro grados de gloria tan semejan- tes, oyd & Dios Nuestro Sefior que le decia: «El espiritu de Jaan y el de Ignacio fué uno idéntico, porque ambos se propusieron en sus obras como fin la caridad de Dios y del prdjimo, y con los vinculos de esta misma caridad atrajeron las almas 4 Dios.» Enton- ces también le dié Dios & entender que las divinas complacencius en el corazén de Ig- nacio se renttevan en cierto modo y acrecien- tan cada y cuando que algona alma es ganada para Dios por medio de los docu- mentos y reglas que did el Santo. Asi que en este mismo éxtasis exclamé la serdfica Virgen: «Bienaventurado entre todos los que hay en el mundo el espiritu de Ignacio, el cual, por el ejercicio de actos interiores, conduce 4 la virtud y perfeccién y enseha cudno grato sea esto al Sefior. De ahf{ nace también el amor que convierte en dulces y faciles las cosas arduas y desabridas, y 120 hace que las sbracemos alegremente (1).» Si San Ignacio goza ahora en los cielos de gloria semejante & la del discipnlo ama- do, porque ambos estnvieron en esta vida animados del mismo espiritu de caridad con que glorificaron & Dios en si y en los otros, tu también da gloria 4 Dios, obrando todas las cosas por espiritu de amor de Dios y del préjimo, y Dios entonces se complacera en ti ahora y eternainente, corondndote, des- pués de este destierro, de gloria y esplea- dor. «El amor es guarda de las leyes, y la guarda de las leyes conduce 4 la inmortali- dad (2).» Oracién PARA IMPLORAR LA PROTECCIGN DE SAN IGNACIO EN EL ART{CULO DE LA MUERTE {Oh qué preciosa fué en el acatamiento del Sefior tn muerte, Patriarca San Igna- cio! Mil parabienes te doy por ello; y 4 nues- (1) Jn af, S. Revel, Florent. eius canob. (2) Sap., v1, 19, 121 tro Dios y Redentor y su Madre Santisima, que con indecible amor te asistieron en aquel trance, gracias infinitas, Mas qué tal seré mi muerte! Cuando, préximo ya 4 la eternidad, venga 4 mf el enemigo y dé snelta & su ira concentrada, sadiendo le queda poco tiempo (1), en aquel entonces, Joh, y cOmo necesitaré de tu poderoso valimiento: Pues & ti desde ahora invoco, Santo mio, & quien en premio del ardentisimo celo de las al- mas, cuya suerte eterna pende precisamente de aquel postrer instante, concedié Dios Nuestro Sefior una especial eficacia para va- ler en aquel trance 4 tus devotos, como ya lo experimentaron, teniéndote muchas ve- cea visiblemente & su lado. A ti te suplico para entonces no me abandones en mi ago- nia; no permitas salga del cuerpo mi alma rea de culpa grave, sino antes otérgame, te raego, que glorifique yo 4 Dios mientras me dara la vida, obrando en todo por sau amor, y, preparado asi para el combate decisivo, merezca después de muerto llegar, gracias & ti, & Jog eternos gozos. Amén. (1) Apoo., x1, 12. 122 Madximas de San Ignacio. 1." Resnélvete 4 elegir al presente aqnel modo de vivir y aqnel proceder en todas tus acciones qne eligieras si tuvieses al ojo le muerte. Mixima es ésta de San Ignacio contra toda snugestién del mundo, demonio y carne. «jOh muerte, qué acertado es tu fa- No! (1). > 2. El demonio, padre de Ja mentira, fi- cilmente promete vida larga para que des- cuidemos el tiempo presente; y con todo, sdlo con cl presente podemos contar con se- guridad, y con el futuro no, sino incierta- mente. ;Qué uecios somos, por lo tanto, caando por uno futuro dudoso despreciamos un presente seguro! » No sé cudnto tiempo viviré, y si de aqni & poco me quitard Ja vida el que me la did (2).» Esta es la res- puesta que resueltamente hemos de dar para despertarnos y obrar el bien mientras vivi- mos, y de tal modo como si al fin de cada (1) Ecel., xt1, 3. (2) Job, xxx11, 23, 123 obra nos aguardase Ia muerte, con tal pu- reza de intencidn, constancia y fervor, que no ee nos pase sin fruto ni una partecita del buen dén. «Bienaventarado aqael siervo & quien sn sefior hallare en vela (1).> 3.2 Otro fraude emplca el demonio, del cual no nos debemos menos precaver. El as- tuto, cnando ve 4 un sujeto que sirve al Se- fior con fidelidad en estado de perfeccién, represéntale « la fantasfa la imagen de otro estado may acomodado, af, &1a virtud, pero que no sea el que nuo ya abrazé para siem- pte; y con tan vivoa y halagitefios colores se la retrata, que no pocas veces logra enga- fiar 4 los incautos. ;Cudntos, atraidos bajo apariencia de bien por el deseo del nnevo estado, hacen traicién al snyo propio, que era para ellos el mejor! Y asimismo, 4 true- que de que perdamos el bien que al presente podiéramos hacer, nos infande deseos de un bien mayor, pero que luego no podremos practicar, si bien é] entonces no le habia pintado tan facil y hacedero. Asi logra, por de pronto, qne dejemos el bien que entre (1) Matth., xzry, 46. 124 manos tenfamos, y & su tiempo tiene buen cuidado en estorbarnos de nuevo el otro bien, 6 desenbriéndonos en él algana no es- perada molestia, 6 exagerindonos sn difi- cnltad. aVnestro adversario, el diablo, da vneltas buscando 4 quién devorar; resistidle foertes con la fe (1).» Ejemplo 10. Admirable, por cierto, y en gran mane- Ta provechoso, es lo que acaecidé en Siclo de Sicilia, afio de 1665, 4 Jerénimo Zaccaro, sacerdote de la Compafifa de Jestis. Acometi- do de repetidos insaltos de perlesfa, habfan- sele paralizado el brazo y mano derecha, y cada dia iba de mal en peor, corriéndole de la cabeza cierto humor maligno, que provo- caba casi diariamente an copioso vémito de sangre. Viéndose inntilizado por ello para los ministerios de la Compafifa, comenzé & arrepentirse de haberla abrazado; y como atin no profeso solemnemente en ella, resol- vid pedir las dimisorias. Cuando hé aqui (i) I Petr. v, 8y 9. 125 que, poniéndose 4 ver si escribfa sobre el asanto & Roma, queddsele de repente tiesa y sin jnego la mano izquierda, tiwica que para escribir le habia quedado. Admirado por la novedad, desistid, sf, de escribir, mas no de entablar Ja proyectada demands, No mucho después, leyendo Ja vida de San Ig- nacio, de quien tenfa encargado un panegt- rico, saltéle 4 los ojos del alma la caridad del Santo Padre para con ens hijos que en la vocacién vacilaban y vuelto en sf con tan paternal amor, vaela 4 un altar del Sunto, y deshecho en ligrimas hace voto & Dios en presencia del mismo Santo que, enfermo y todo como estaba, perseverarfa hasta mo- rir en la Compaiia, mejor que no vivir en el siglo sano y rico, Hecho esto, fué de abf & pocos dias sorprendido de on nuevo ata- que de su mal, qne le puso 4 las puertas de la muerte. Invocé entences el nombre de su Santo abogado, y vidle stibitamente rodeado de clarisima luz en hibito sacerdotal, tra- yeado en la mano izquierda un pomo de ce- lestial licor y ana varita, y que vuelto 4 él Je miré con rostro severo: el enfermo, tem- blando, le dijo: «Santo Padre, yo soy hijo 126 tuyo; si th me desechas, gh quién me aco- geré en este dltimo trance?» [gnacio le res- pondié: «Yo no reconozco por hijo & quien no me honra como 4 padre. Jerdnimo, por tn poco snfrimiento y paciencia has despre- ciado el incomparable dén de la vocacién. — Ast es, repngo el moribundo; pero th sa- bes mi dolor y arrepentimiento, y el voto con que acebo de ligarme.» Aqui el Santo Padre, con rostro afable: «Ten bren dnimo, le dijo; pero yo haré experiencia de si eres 6 no hijo mfo: ate acnerdas «le la formula de los votos que hiciste?» Y habiéndola recita- do, yéndole e} Santo delante, palabra por palabra: « Ahorn ya, dijo, te reconozco por hijo. El fin de tn vida esti prdximo; hoy, hora y media antes de pnesto el sol, mori- rég.— Conque, Padre mfo, afiadiéd el en- fermo, geafrirds que un hijo tnyo muera gin ser fortalecido de los postreros sacramen- tos? — No, por cierto, replicéd Ignacio, porqne si bien hnbieras con la sagrada co- munién y la Extremauncién adqnirido me- yor gracia y disminnido en macho las penas del Pargatorio, con todo, la confesién gene- ral” qne hé poco hiciete te basta para ir al 127 cielo, Con todo, Dios te da & elegir: 6 la muerte, seguro ya de an eterna ventara, 6 vivir més para emplearte en el servicio de Dios y bien de las almas.» Y habiendo el enfermo dejado Ja eleccién al Santo para que escogiera lo que fuese de mayor gloria Dios Nnestro Sefior, Ignacio dijo: «Esté bien; vivirds algun tiempo mis, pues ésta es la volantad de Dios; recobrards la salud, pero mira que uses de ella como cumple & na hijo mio.» En seguida, dindole suave- roeate con lo varita en la cabeza, manos y pies, le nngid con el celeste bilsamo, en forma de cruz, los mismos miembros, di- ciendo estas palabras: «Yo heriré y yo sa- naré (1).> Mandéle también que celebrase tres misas, ana en honor de la Santisima Trinidad, otra de la Virgen Santisima, y la tercera & honra suya; y por los tres actos de virtad que durante la enfermedad habia ejercitado, dijole le daba el Sefior tres gra- cias: la vida y la salud; verse libre de ten- taciones deshonestus hasta que, volviéndole las mismas, conociese se aproximaba la (1) Deut, xxxut, 39. 128 rouerte; y por fin, la certidambre de au pre- destinacién 4 la gloria. Por tltimo, dindole 4& besar la mano derecha, le echd an pater- nal bendiciédn con estas palabras: « El Se- flor te dé sn bendicién y te defienda de todo mal y te lleve & 1a gloria eterna.» Los cir- cunstantea, en tanto, no entend{an nada de lo que pasaba, si bien vefanle mover los Ia- bios, En esto, el poco antes moribundo, al- zindose del lecho comenzé & clamar: «;San Ignacio me ha curado!» Hora y media an- tes de la puesta del sol, aquella misma en que hubiera debido pasar de esta vida, dé- banse solemnes gracias 4 Dios y 4 San Ig- nacio al retambar de log caiiones, y al ale- gre sonido de cuantas campanas habfa en Ia cindad. (Bolland., art. 2, t. vit, Julio.) Obsequie, Llégate & los sacramentos de la Confesién y Comonisn con tales disposi- ciones como si en recibiéndolos hubieses de expirar. Jaculatoria. Glorioso San Ignacio, de- fiéndeme del enemigo y recibe th mi pos~ trer aliento. 129 ASPIRACIONES d SAN IGNAQIO DE LOYOLA, FUNDADOR DE LA COMPARIA DE Jests (1) Glorioso San Ignacio, varén divino & quien, estando en oracién, dijo Jesucristo Noestro Sefer con la cruz & cuestas: «Yo te seré propicio en Roman: intercede por mi con tu Jesis para que me sea propicio & mi en la vida, en la moerte y en Ia eternidad. Glorioso San Ignacio, que tuviste por maestra en la formacién de las Iteglas y Ejercicioa , y en otras ccasiones, & la bien- aventarada Virgen Marfa, dela cnal tambiéu aprendiste el método del examen particnlar que después ensefaste 4 otros, practicdn- dolo ti mismo hasta el dfa de tu muerte: ruega para que yo sea buen siervo y décil discipalo tayo y de la Santisima Virgen, Glorioso San Ignacio, que entre las prin- cipales gracias qne del Espiritu Sante con- (1) Del libro intitulado Annus Celestis, dia 31 de Julio, por el P. Juan Nadasi, de la misma Compa- iiia, afiadidas 6 suplidos algunas pocas cosas. 9 130 seguiste, cnentas el insigne dén de la cruz de Jesucristo, hasta tener por compafieros inseparables durante el resto de tu vida sn- cesos arduos y dificiles, trilbulaciones y per- secuciones de todo género: aludnzame la gracia de que, enclavado en Ja craz, me con- forme cada dia mds con Jesucristo. Glorioso San Ignacio, que te diste todo 4 Dios para que se sirviese de ti como de ins- trumento de su gloria : haz qne yo también cifre ya nu dicha en ser hasta Ja rouerte ins- trumento décil de las manos de mi Dios. Glorioso San Ignacio, que en la misma hora de expirar en Roma, fuiste visto ser introducido de los Angeles en el cielo: haz que también yo Iegue allfglorioso algtin dia. Glorioso San Ignacio, qne viste la Com- pafifa que fundaste, amparada bajo el manto de la Virgen Santisima: dame que yo tam- bién sea bajo él recibido, y allf viva siempre seguro. Glorioso San Ignacio, cnya Compafifa fué ya en su misma cuna vista de Santa Teresa en el cielo cubierta de grau gloria: dame Iegne yo & ver este trianfo y gozar de él eternamente. 131 Glorioso San Ignacio, cuyos hijos San Francisco Javier, apdéstol de las Indias; los. Santos Pablo, Juan y Diego, primicias de los martires en el Japén; San Francisco de Borja, ejemplar de mortificacién y piedad eximias; Jos Santos Francisco de Jerénimo y Juan Francisco de Regis, varones de celo abrasado é infatigable per la salvacién de las almas; los Santos Luis Gonzaga y Esta- nislao de Kostka, ejemplares maravillosos: de inocencia y penitencia; y también el beato Alfonso Rodrignez, varédn humildisi- mo, y el beato Pedro Canisio, martillo de los herejes, y el beato Juan Berchmans, émulo perfectisimo de Luis Estanislao, y mil y mil otros que brillan con tantos docu- mentos de santidad y estupendos milagros: dame que, ayadado del ejemplo de tan gran- des varones, no sea hallado indigno de rei- nar contigo en la gloria. Glorioso San Ignacio, & cnyo honor se elevaron 4 Dios tantos y tan suntnosoa tem- plos en Roma, Viena, Turin, Amberes, Polocka, Lovaina, Bolonia y otras partes del orbe: haz que, cual templo del Espirito Santo, contribuya 4 dar 4 Dios grande gloria. 132 Glorioso San Ignacio, & quien vieron cas- tigar al demonio con azote de fuego en oca- sién en que aquél, por boca de una posesa, blasfemaba de Cristo: dame que, con tu fa- vor, quebrante los brios del demonio. Glorioso San Ignacio, qne tantas veces apareciste & tas hijos glorioso en los cielos, y los defendiste y sanaste, é instrniste en las cosas divinas: no rehuses, te roego, ve- nir 4 mi con pronto socorro en mis aparos, Glorioso San Ignacio, cuyo divino libro de los Ejercicios, reverenciado y puesto en practica por San Carlos Borromeo, faé apro- bado del papa Paalo III, siendo ademds su Loa el admirable frnto que donde qniera ha producido: dame que no se me cierre jamés el canal de tan celestial doctrina. Glorioso San Ignacio, que en aparicién visible, sanado por el apdstol San Pedro, visitado & menudo de Jestis y Maria, visto en vida atin entre celestial Iuz por San Felipe Neri, contemplaste al Nifio Dios bajo el velo eucaristico, estuviste ocho dias en elevado éxtasis, y mds de una vez, elevado enel aire y esplendoroso, permaneciste en oracién, oyéndosete exclamar: <;Oh Dios, 8i 133 te conocieran los hombres! ;Oh Dios, amor de mi corazén>!: alcdozame que ardan siem- pre en mis entrafias ese mismo celo de la divina gloria y ese mismo fuego celestial, sin que afecto algnno terreno lo sofoque. Glorioso San Ignacio, que no sin lagri- mas dabas muchas veces & otros estos do- cumentos: «Que en Cristo tan adlo y en la cruz de-Cristo se halla la verdadera ale- griap: y repetiste en an principio 4 Javier: «{Qué aprovecha ol hombre vanar annque sea el mundo entero si pierde su alma!l», y aquella mdxima: « Véncete 4 ti mismo, vén- cete 4 ti miamo!»: ruégote imprimas en mi también tan hondamente estas mismas lec- ciones, que dé frutos dignos de un discfpalo tuyo. Glorioso San Ignacio, desiguado por los que no sabian tu nombre con aquellas pala- bras: «Aquel Padre que siempre mira al cielo y suele hablar de Dios»: rnégote que, apartando mi mente de las cosas terrenas, la fijes en las del cielo. Glorioso San Ignacio, 4 qnien el Espfrita Santo aparecié en figura de fuego, & quien fueron descubiertos del cielo los tesoros en- 134 cerrados en e! nombre de Dios, y el amor y reverencia con qne este mismo nombre debe ser invocado: haz qne no se desdefie el Se~ fior de derramar también sobre mi sus luces. Glorioso San Ignacio, qne loaste In con- gregacion erigida con el titulo adel Divino Amor» y le prometiste tu amparo: haz, te Tuego, sea mi corazén como sagrario de los corazones (le todos los congregantes abrasa- dos en llamas del mismo amor divino. Glorioso San Ignacio, qne sneles asistir fiel & tns devotos con ta admirable dominio sobre los demonios, prodigiosa eficacia para ablandar loa corazones, altisimo amor de Dios, y nueva y milugrosa beneficencia con los nitos al nacer, con los enfermos, escra- pulosos, tentados y moribundos: esta siem- pre también & mi lado, y especialmente en mi agonia, y as{ me venza & mi mismo en todo, y de tal suerte gaste los momentos todos de mi vida qne el postrero de todos, y por fin, qne toda la eternidad que para mi entonces empiece, sea todo para mayor gloria de Dios Nuestro Criador y Sefior. Glorioso San Ignacio, Padre de mi alma y digno de toda mi veneracién: yo, hinca-

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