PRACTICA MUY DEVOTA
EN NONON DE
San Ignacio de Loyala
FUNDADOR
DE LA COMPANIA DE JESUS
enriquecida y pramovida con muchas indulgencias
pore! papa Clemente XITI.
ne tee
TERCERA EDICION CASTELLANA
Con las Lreoias me esasda iy
MADRID
EST. TIP. «SUCESORES DE RIVADENEYRA >
Pasvo de San Vicente, 20
1890&
its che cia cha cto che cho do dla sto ate cto dha chs
PROLOGO
han Negado 4 ejercer el ministerio
de salud y el magistcrio de la santidad,
como dice San Lernardo (1), se debe
contar al fundador de Ja Compaitia de
Jestis, San Tenacio de Loyola, varén
nacido verdaderamente para bien de
sus semejantes y autor del admirable
libro de los /jercicios, aprendido en
divino magisterio, y sobremanera idé-
neo para la direccién de las almas por
los senderos de Ja virtud y perfeccién
eristianas (2). Por eso confian sus de-
ee los varones apostélicos que
(1) 8. Ber., for. 3 in die Apost.
(2) S. R. Rota Relat. coram Greg. XV.6
votos que le han de tener por media-
nero ¥ patrono en el gran negocio de
la salvacién eterna, y no menos por
ejemplar y guia en la peligrosa senda
de la vida espiritual; y por lo mismo,
las meditaciones de sus virtudes que
aqui se ponen, van dispnestas conforme
4 los tres grados de la inisma vida del
espiritu. Primero nos le propondremos
por modelo acabado en la via purgati-
va; luego en la iluminativa, y por fin
en la unitiva, sirvicndo 4 todas tres de
corona Ia consideraciin de su preciosa
muerte. Siguese 4 cada meditacién una
plegaria dirigida al Santo Patriarca,
con tres de sus documentos prdcticos,
un ejemplo, algtin obsequio que ofre-
cerle y una jaculatoria, 6 sea una de-
vota aspiracidn para que se repita fre-
cuentemente entre dia. De estas diez
meditaciones, que nos recuerdan los
diez meses que pasé en Manresa nuestro
Santo, dado por una parte 4 austerisi-
mas penitencias del cuerpo, é inundado7
por otra el dnimo de celestiales delicias,
serd util servirse para impetrar més
ficilmente su poderoso patrocinio y la
imitacién de sus virtudes, celebrando
de este modo, ya Jos diez domingos, ya
los nueve dias anteriores al suyo, con
el dia mismo de la fiesta. También po-
dran servir para ganar mis cumplida
y seguramente las indulgencias otor-
gadas por dos Sumos Pontifices, a fin
de promover y propagar la devocién
de San Ignacio. Fué uno nuestro San-
tisimo Padre el papa Gregorio NY, en
el breve Splendor paternie qloria, que
concede indulgencia plenaria 4 todos
los fieles cristianos que, confesados y
comulgados, visiten en el mismo dia de
San Ignacio una iglesia de la Compaiiia
de Jestis, rogando por la intencién del
Padre Santo. Y el otro, que es Cle-
mente XIII, expidid benignamente el
siguiente decreto, que traducido dice
asi:DECRETO
Indulgencias plenarias para los diez do-
mipgos dedicados 4 honrar 4 San Ig-
nacio de Loyola. — Vudo 4 27 de Enero
de 1767,
Accediendo henignamente ¢ las muy humildes
siplicas de Lorenzo Ricci, Prepigita General de
la Compaitia de Jeans, Nuestro Santisimo Padre
el papa Clemente XIII concedis c torlos log fieles
Cristianos de ambos seros que, rerdatleramente
arrepentilos de sus pecatlus, confesadoa y comul-
gados, santificaren diez domingos consecutiros
antes de ta fiesta de San Iynacio de Lngola, 6 en
otro tiempo cel afla, y ae emplearen en derotas
meditaciones y oraciones tt otrus obras de piedad
eriatiana d@ honra de? mismo Santo y gloria de
Dios, visitunda ademds derotamente la igleata
de la misma Cumpuitia, indulgencia plenaria
de todos sus pecados en cada une de clichos
domingos.
Y quiso la misma diche Santidad que eata au
concesidn turiese ralor perpetuumente on lo auce-
Si2'0,
Darlo en Roma en la Secretaria de la Sagrada
Congregacién de Indulgencias, el dia y aie
arriba erpresados. — N. Carnpenat Axtone-
tiu— ZL. t S.—S. Bonosa, Secretario de la Sa-
grada Congregaciin de Jndulgencias.LULA ALU
OURDUDPUEApeaunGeuenseoDUSOUCREDaU PAU 2OAUL( eiteatCaornee
ovesan cUreeearreaarneaseee
PRACTICA PARA CADA DIA
1, Procura mafiana y tarde imitar en todas
tns obras y afectos 4% San Tynacio, y ofré-
celos i Dios cn onion de sux intenciones y
méritos.
2. Reza, con el fin de lograr la virtud
qne te has propnesto, dies /frenurstros,
Avemarias y Glorias, 6 8] menos diez (lo-
riaz en honor de San Ignacio, afiadiendo
la antifona y oracién que sigue.
Antifona.
Faego vine & poner en Ja tierra; y gqué
quiero sino que prenda?
}. Goid el Seffor al jnsto por vias rectas.
8. Y le mostrd el reino de Dios.i
Oracién.
Oh Dios, que para propagar la mayor
gloria de tu nombre reforzaste la Iglesia
wilitante por medio de IJynacio con on
nnevo adcorro: concédenos que, peleando
con en aynda y & imitucién snya en la
tierra, merezcamos ser con él coronados en
el cielo. Por los méritos de Jesacristo Nues-
tro Sefior. Amén.
3. Iluz Ia meditacién, 6 al menos léela
atentamente, con lo que 4 ella sigue; cnm-
ple el obsequio, y repite 4 menudo entre
dia Ia jacnlatoria.MEDITACION PRIMERA
Via purgativa.
BAN IGNANIO, EJEMPLAR DE VERDADERA CONVERSION
POR LA ENTREQA QUE DE Sf 111%), PRONTA, MAGNANI-
MA Y CONSIANTE.
Punto 1,.°— Pronta.—Cerca de treinta
afios tenfa ya San Inacio, pasados entre
los honores de la corte y en la carrera de
Jas armas, cnando Dios, a fin de disponer
sa corazon #& que respondiesc al llamamien-
to divino, enderezd hacia él en el sitio de
Pamplona una bala de cafiin que, hirién-
dole la pierna derecha, se la qnebranté
completamente. Entonces faé cnando, ten-
dido en el lecho el bravo militar, y habiendo
pedido para entretener el tiempo algén li-
bro profuno, dispnso la divina Providencia
que, no dando con ninguno de mero pasa-
tiempo, Je presentasen dos qne habia: la
Vida de Nuestro Senor Jesucristo el uno,
y el otro las Vides de los Santos, llamado12
vulgarmente Flos Sanctorum: su lecture fué
principio de todo bien para Ignacio.
Porqne, movido de las eximias virtndes
de aquellos varones santos, empezd « repa-
rar en los pecados de sn pasada vida y en
la infinita clemencia de Dios para con él;
de modo qne trabindose en an corazén nna
lucha entre cl amor al placer, por nna parte,
y el de la virtud por otra, lo dividian y como
despedazaban horriblemente. Mas al fin
nuestro heér-e, sobreponiendose & si mismo,
exclamd: «Si dstos, apoyados en el brazo
del Omnipotente, pndieron obrar asi, g por
qné no podré yo?» Y meditando seriamente,
no sélo mudar de vida y costumbres en lo
sucesivo, sito ademas expiar sus pecados é
imitar los ejemplos de los santos, dlzase
del lecho, y postrado en tierra se ofrece
todo al Setior, prometiendo no buscar cosa
en este mundo sino & solo Dios y su gloria.
Al oir tal resolncién tembld el infierno, y
con sitbito terremoto sacudiéd toda la casa,
quedando abierta una gran gricta en la pa-
red, Ignacio, por el contrario, experimenté
entonces por vez primera la sélida paz y
alegria del espiritu.13
[Feliz aqnel qne responde pronto al llama-
miento divino, y hace & Dios oblacién en-
tera de s{ mismo! Si Iynacio hubiera desoido
esta voz, no fuera al presente venerato en
los altares, y acaso se veria sepnitado en
los fuegos eternos. Ins inspiraciones de
Dios se tienen en poco porque no se pon-
dera Ja infinity bondad de Dios, de donde
nacen; el bien infinito 4 que se ordenan, y
el mal, también infinito, en que ficilmente
pueden incurrir los que Jas desprecian.
Nescis wide ecniat, ant quo radat (1). No
sabes, hermano, #& qné suceso providenctul
tiene Dios ligada la serie de gracias con que
te salves. gT, empero, osas malograr las
presentes y proinéteste otras para lo futuro?
{Oh necedad y atrevimiento inconcebible!
¢Conoces tii, por ventura, los decretos del
cielo, dice (2) el Seftor, 6 eres th el qne
ejecuta en la tierra sus determinaciones?
Perro 2.° —~ Maynduima, — Inego al
puato que Dios le expuso & rudo combate
para que saliese vencedor (3), toméd Ignacio
(1) Joann., it, 8.
(2) Job, xxxvint, 3,
(3) Sap., x, 12.l4
para si la firme y deliberada resolocisn de
dejar mundo, riquezas, honores y la casa
paterna, abrazindose con la pobreza evan-
gélica, la mortificacién de la carue y el sumo
desprecio de si mismo. Y acerté en ello,
porque sa hermano mayor por ano parte, y
por otra el demonio, le acometieron % la
par: aqndél, viendo tan grande mudanza,
llegé & entrever y sospechar lo que real-
mente sucedia, y avistindose con él, le em-
pezo d& rogar coo copia de ligrimas que por
ans padres, por su casa y cnanto tenia de
mis caro, mirase lo que hacia, que no tomara
determinaciédn alguna en baldén eterno de
Ja ilustre casa de Loyola; el segundo le
pintaba ante los ojos las irrisiones y afrentas
con qne de ¢l se mofaria el mundo, atriba-
yendo semejante cambio 4 cobardia é despe-
cho por haber tenido que cutregar la cinda-
dela de Pamplona,
En tan apretado trance, pedia Ignacio el
favor del cielo con muy prolija oracién, ]i-
gtimas y ayunos, cuando, estando en estos
ejercicios, un dia se le apareciéd la misma
Virgen y Madre Maria Santisima con el di-
vino Niiio Jests en los brazos, confortandole15
en la determinacién tomada; no de otro
snerte que en un principio habia venido &
arrancarle de las garras de la muerte el
principe de los apdstoles, San Pedro.
Fortalecido sobremanera con tal visita, y
trocado en otro hombre, recibié el dén s0-
brenatural de la castidad, y en tan extraor-
dinario modo que se vid libre hasta la muerte
aan de representaciones impuras.
No cabiéudole en el pecho el agradeci-
miento, ni sufriéndole tardanza en mostrarlo
& su celestial bienhechora, parte de casa en
direccién & Catalniia para visitar el celebé-
rrimo santuario de la Virgen, Mamado de
Montserrate, y dado el rico traje que vestia a
un pobre desvalido, cubrese gozoso de un
saco, ciilese nna cuerda, entra en el templo,
y suspendidos de] altar dela Virgen espadin
y daga, vela en oracién, i nsanza caballe-
resca, toda la noche, vigilia de la Annncia-
cién de Nuestra Sefiora. Alli hizo una dolo-
rosa confesién de la vida pasada, se acercéd
al Sacramento angusto del Altar y ofrecié
& Dios con voto perpetuo sn castidad (1), ra-
(1) ELD. Ribadeneira (lib, 1, cap. m1) dice que
hizo el voto camino de Montserrate.—( N. det 7.)16
tificando el nuevo método de vida y la en-
trega perfecta de sf propio.
jOh magnanimidad heroica de Ignacio en
pasar por encimade dificultades tan enormes
y en arrostrar empresas tan arduas y costo-
sas!
A nosotros, por el contrario, el mds leve
contratiempo 6 humano respeto nos ame-
drenta al punto, siendo ésta la causa de que
no adclantemos an paso en el camino de la
perfeccion. Quiere y no qniere el indolente.
Pues bien, todoindolente y perezoso qnedard
sumido en la miseria. Los deseos sacaban
con el perezoso porque no quiso poner ma-
nos & obra alguna; el jasto, al contrario,
dard y no cesaré de dar fruto de buenas
obras (1).
Peyro 3.°— Constante.— Despreciado qne
habo el mundo, gaardé Ignacio con diligen-
te custodia su corazéa, no fuera que, pegin-
dosele algtin polvillo mnndano, quedase des-
lustrado su brillo. Por esto, no sdlo no ad-
mitid de sus parientea, en el espacio de once
ailos, alivio alguno 4 su grande indigencia,
(1) Prov., stay xxi.li
sino que ni aun les escribié carta alguna, y
un legajo de ellas que le llegé delus mismos
estando en oracidn lo arrojé, cerrado como
venia, & las Hamas. Obligado de una grave
dolencia, hubo, algunos ajios después, de
respirar los aires natales, y & sn Hegada
saliéle & recibir en procesidn cl clero todo,
por la grande reputacién que ya entonces
de su santidad se tenia. Mag él & lu primera
ocnsidn, evadiéndose de la comitiva, fuése al
ptblico hospital, bien & pesar de sus deados,
y rehusando con fortaleza el hospedaje con
con que su propia casa le brindaba, comenzd
& pedir de puerta en puerta su sustcnto.
Grande, por cierto, fué el fruto que de tales
ejemplos recogid, pues cra tanta la multitud
que acudia 4 sus ¢xhortaciones y doctrinas,
que no siendo bastante capaces los templos,
se vefan las gentes en la precisién de salir
al campo, y aunde subirse 4 les dirboles para
oirte, Las mudanzas completas de vida fue-
ron muchas, y muchas las discordias com-
puestas, los antizuos odios degarraigados,
las leyes dadas sobre reforma de costumbres,
y las obras pias instituidas por determinacién
y & expensas del ptiblico.18
jAy! ;¥ cndntos de los qne & fin de sal-
varse se resuelven 4 emprender nueva vida,
Ja dejan luego con la mayor facilidad!t zDe
dénde tan lamentable inconstancia? No de
otra raiz sino de que, retofiando otra vez las
inclinaciones y deseos malos que antes los
esclavizaban, ceden facilmente, no andando
& las derechas con Dios, mas siendo hom-
bres de corazén doble, volubles en todas sus
empresas. Vir duplex animo, inconstans est
in omnibus ciis suis (1). Por lo tanto, « ve-
lad y orad para no caer en tentacién (2),
porque no el que comenzare, sino el que
perseverare hasta el fin, ése se salvardy (3).
Oracién.
Glorioso San [ynacio, grande Patrono y
ejemplur de unn verdadera conversido: la
entrega que & Dios hiciste de ti mismo con
prontitnd, mwagnanimidad y constancia sn-
mas, fué el principio v progreso de tn santi-
dad extraordinaria. Yo, por el contrario,
(1) Jac., 1, 8.
(2) Matth., xxvi, 41.
(3) Matth., xxiv, 13.19
que tantas inspiraciones del cielo he desofdo,
F que en vez de durar firme en el género de
vida virtnosa tal vez abrazado, me dejo,
cual leve cafia, doblegar i una y otra parte
por mis desordenadas pasiones, temo con
fondamento qne mi descnido, timidez y vo-
Inbilidad no me acarreen Ja condenacién
eterna de mi alma. gY hasta cudndo, duro é
insensible, re-istiré & la voz del Espiritn
divino que me invita? Quamdiu ponam con-
silia in anima mea? (1).
2Hasta cuindo diferiré el obrar bien, 6
seré inconstante en Ilevar & calo lo que em-
piezo?
Aytidame, Santo mio, para qne ahora si-
qniera, annqne larto tarde, me consagre &
Dios, como tui lo hiciste, entera y perpetua-
mente. Esto, si, propongo confiudo en tu
proteccién, y ofrezco al Sefior mi deliberada
voluntad ide no buscar en adelante sino & Fl
mismo y su gloria.
Y vos, Dios mio, por los méritos é inter-
cesidn de San Ignacio, coufirmad este pro-
posite qne vos mismo me habéis dado, a fin
(I) Pa. su, 2.20
de que os sirva 4 vos solo con fidelidad hasta
morir. Amén.
Madximas de San Ignacio.
1." Muy raros son los que llegan & enten-
der lo que Dios harfa de ellos si, negdndose
4 s{ mismos, sc resignascn del todo en ma-
nos del Sefior, pura ser trabajados de la dies-
tra del Artifice divino. Si quieres th ser de
estos pocos, did menudo del fondo del alma:
«Sefor, gqué qnicres qne haga?» Domine,
quid me vis facere’ (1), y pon en practica con
esmero cnauto el Sefior qnicra de ti.
2." No descnides obrar por Dios lo que al
presente pnedes, llevado de la remota espe-
ranza de hacer mis tarde grandes cosas; de
lo contrario, & menndo acacce que se va de
las manos lo uno y que nunca se llega & al-
canzar lo otro. Guirdate de ilnsién tan ge-
neral, mas pon por obra canato bueno pueda
cjecutar tu mano (2).
3." No te ffes de virtud de principiantes
puesta en peligro, pues son como en prima-
(1) Act. 1x, 8,
(2) Eecl., 1x. 10.21
vera las yemas de las flores, que luego ger-
minan, pero 4 veces de adlo llegarse & ellas
se secan. Los qne imprndentemente, sobre
todo al principiar la Luena vida, no hnyeron
los peligros, luego se desviaron del scndero
recto, y focron como mata que sale tal vez
de un tejado, y que antes de formarse ente-
ramente, se seca (1).
Ejemplo.
Ia pieza de la casa de Loyola donde San
Ignacio rennneid para siempre al mando y
se consagrs 4 Dios, fné convertida en célebre
capilla por la piedad de la familia de Loyo-
la, y Inego comenzé & ser tenida en gran
veneraci6n, contribnyendo i ello los prodi-
gios que alli frecnentemente acaecian.
Mas ereciendo el concurso de peregrinos
qne, sobre todo en la fiesta de San Ignacio
y sn octava, acndian hasta pasar de quince
mil Jos qne se acercaban & la sagrada mesa,
la reina Maria de Anstria, madre de Car-
los II, levanté y doté liberalmente con dones
y privilegios nn templo suntuoso & San Ig-
(1) Tsai, xxxvir, 27.22
nacio, movida, no més que de su propia de-
vacién al Santo, de la que aqnellos naturales
le profesaban. Paso en silencio los milagros
de cnraciones milagrosas, y sdlo quiero aquf
citar las muchas y ruidosas mndanzas de
vida que se obraron y las innamerables gra-
cias espirituales concedidas, y aun de esto,
por ser breve, no insinuaré sino dos casos.
k'ué nno de cierta persona que habiendo
dejado de acusar en la confesién , por mani-
fiesto y enlpable descuido, cinco pecados
graves, fué advertida de ello por San Igna-
civ de un modo prodigioso, y ella al punto,
siguiendo el aviso, confesdélos todos al sacer-
dote.
F1 otro consistiéd en que no pndiendo an
snjeto, por flaqneza de memoria, recordar
muchos de sus enormes pecados, apenas in-
vocd 4 San Iynacio se los puso éste delante
de log ojos del alma, como si los estnviera
leyendo en un escrito. (Bolandos, t. vu, Ju-
lio.)
Obsequio. Resigna, & ejemplo de San Ig-
nacio, tn voluntad en Dios con generoso pe-
cho, y pon eu ejecaocién en todo tiempo lo
que sabes que le agrada.23
Jaculatoria. Por la intercesién de San
Ignacio confirma, oh Dios, el bien qne en
nosotros has obrado (1).
MEDITACION SEGUNDA.
SAN IGNACIO, RIEMPLAR DE VERDADERA PENITENCIA EN
LA MACERACION DEL CUERPO, EN LA ARNEGACION DEL
BeP{xITU, EN LA GUARDA DEL CORAZON,
Punto 1.°-—.Muceracion del cuerpo.—Veu-
cedor San Ignacio del muni, resalvid, 4 fin
de unirse mis con Jesncristo, vencerse 4 af
propio y snjetar ante todo sn carne, conforme
al dicho del Apdstot: «Los qne soa de Cristo
han cracificado sn carne: Qui sunt Christi,
carnem suam crucificerunt (2). Para ello
fuése de Montserrate & Manresa, y alll, no le-
jos de la cindad, dié con una cneva abando-
nada, y en ella comenzé, deseoso de peni-
tencia, el signieate tenor de vida. Bajo un
(1) Ps, uxvir, 29,
(2) Gal, v, 24.24
gaco 0 sayo que le cubria cifidse el cnerpo y
la cintura de cadenilla de hierra, cilicio y
una faja 6 cefiilor de punzantes zarzas;
mendigaba de puerta en pnerta el diario
sustento; aynnabla 4 pan y agua Ja semana
entera, si no es el domingo, en qne afiadia
unas pocas hierbas snzonadas con tierra y
ceniza; disciplinabase tres veces al dia des-
piadadamente; perseveraba siete horas cada
dia de rodillas en oracidn, y cl dleseango, que
era ligcrisimo, lo tomaba en el desnudo sne-
lo. Suceditle tal vez pasarse tres dias segui-
dos sin probar hocado, y ann alargar 4 una
semana aynno scmejante; y si hallado al fin
de cate tiempo exinime y postrado le su-
plicaban allojase en vida tan extraordinaria-
mente austera, contestaba: « Dejadme, os
ruego, padecer un poco todavia, para qne
inire asi por el gran negocio del alma.»
Toma tambitn para ti este aviso, herma-
no, diciendo qne qnieres padecer en este
mundo & fin de granjear & todo trance el ne-
gocio eterno del alma, Esto reclaman de ti
cou mis razon tus pecados pasados, esto la
presente rebeldia y Incha que en ti sientes.
Ve, pues, de decir con el Apdstol: «Castigo25
mi cuerpo y lo reduzco & servidumbre, no
sea qne me arrastre i los inficrnos (1).»
Pusto 2.°—Ahnegacisn del espiritu —La
maceracién del enerpo enderézanla los sier-
vos del Sefior 4 subyagar las desordenadas
pasiones del corazon. Los qne sou de Cristo,
han crncifieado su carne con los vicios y con+
enpiscencias. Por esto San Ignacio, conforme
al dicho de Nuestro Sefior Jesucristo: « El
qne quicra venir en pos de mf niéguese a sf
mismo (2)», pnso todo sn empefio, 4 la par
que en la sobredicha ansteridad , en la abne-
gacién de si mismo, Y porqne su pasidn ha-
bia sido el deseo de gloria, y cierto exceso
en el alifio y ornato de la persona, mezcli-
base de propdsito entre los pobres mis infe-
lices y andrajosos, é imitaba sus modales,
ocultando asi el esplendor de sn cuna, y
abatiéndose hasta lo sumo del desprecio-
Dejibase el cabello desyreiiado y sin peinar,
las uiias largas y descnidadas , hnyendo cons-
tantemente, en tan espantoso linaje de vida,
cnalqniera cosa que pndiera dar al maltra-
(1) Cor,, 1x, 27.
(2) Lue., 1x, 23.26
tado cuerpo el menor recreo 6 descanso,
Este fné el modo con qne desarraigé de
sf mismo por completo el amor de todo lo
que no es Dios, y lo qne es inds, de ei pro-
pio (1).
;Dichoso quien, i fuerza de negarse 4 af
mismo, ha sofocado en términos el amor pro-
Pio, que no reina en sn corazén gino el amor
divino! En vano esperas llegar 4 poseer el]
verdadero amor de Dios si no lanzas pri-
mero de ti mismo el amor propio desorde-
nado, Y tii qne, por uo reconocer en ello
cnlpa, condesciendes en cosas ligeras con
todos los caprichos, sabe que si todavia no
has Hegado 4 lo que es pecado, pronto Ie-
gards, dando en ello gran contento al demo-
nio qne te sednce: Si prestes anime tu con-
cuptscentiam ejus, facict te in gaudium int-
micis tuis (2).
Pusto 3.°— Guarda del corazén.—Al cns-
tigo del cnerpo y abnegacién del espiritu
debe asociarse la diligente gnarda del cora-
zén, para ir arrancando de é| cnalquier rai-
(1) Proceso de canonizacién.
(2) Ecel., xvut, 31.27
cilla 6 afecto menos conveniente: Non dere-
linguet ef radicem et germen (1). Eximio fné
San Ignacio en examinar los afectos de sn
corazén. Ya en Manresa comenzd & entrar
dentro de si mismo, & mediodia y & Ia no-
che, examinando con snmo cnidado todas
sus obras, palabras y pensamientos, con las
causags de que nacian y ocasiones qne los
motivaban , tauto interiores como exteriores;
y ademis, aunque siempre era muy sefior
de si y tenia por hibito no entrezarse, sino
prestarse & los negocios, con todo, cada hora
revisaba de nuevo la econciencia. Tumbién
aprendié por divino magisterio otra clase de
examen, que Ilamé particular, cnyo fin era
extirpar un vicio determinado, del que se
sintiera mis perseguido, 6 bien adquirir al-
guna virtnd especialmente deseada,
Para esto, comparando el resultado de un
dia con el de otro, y el de ana con el de otra
semana, no cejaba hasta taote que, con el
favor de Dios, habfa vencido el vicio, 6 al-
canzado la virtud , esforzindose asf en ir sa-
biendo de grado en grado 4 la cima de la
(1) Matach., iv, 1.2%
perfeccién mds alta, medio el mds adecnado
para lovrar la pareza del alma y lo mis su-
bido & la virtud, Quien rehnye escudrifar
con este cnidado los senos del alma, poco
se enra cde Ia enmienda de su vida, y por el
apego qne conserva & sng pecados no quiere
entendc para no obrar bien (1).
;logcnsato! Llegado qne sea el dia de la
cuenta, no habra espacio para corregirsc,
sino para ser castigado (2).
Haz, pnes, hermano, de snerte qne con
estas dos clascs de examen, el general y el
particnlar, desarraignes ahora y destrayas
cuanto cu ti pide Dios segin ta estado. No
cierres culpablemente los ojos para oo ver
el mal que haces, ni te tengas una compa-
sid mal entendida: Von parcat oculus ves-
ter, nee miscreamini (3),
Oracién.
Glorioso San Ignacio, modelo admirable
de verdadera penitencia: al contemplar vnes-
(1) Pa. xxxv, 4.
(2) San Agustin.
(3) Ezech., 1x, 5.20
tras grandes ansteridades, abnegacién de
espiritn y continna guarda del corazbn, yo
por cierto me rnborizo, y actiso vehemente-
mente mi vida, tan contraria & la vuestra,
,Bs posible que busque delicias despnés de
tantos pecados como he cometido? gQue tan
ficilmente condescienda con mis sentidos y
Apetitos, instrumentos y cansas de tantas
ofensas contra Dios? zConqne tan ciega-
mente iluso estoy por mi amor propio, qne
lejos de tratar cémo satisfaga & la divina
Justicia, & la que tanto dcbo, me atrevo to-
davia & provocarla mis y mis contra mi con
nuevas cnlpas? Ea, santo Abogado mfo,
compadécete de mi alma, é impétrame, te
ruego, de Dios el espiritu de penitencia
cristiaua qne ine es tan uecesaria, para que
Ilere mis cnlpas, tomando de ellas al pre-
sente justa vindicta, y procurando borrar
completamente, con la continua mortifica-
cién de mis pasiones y Ja diligente vigilan-
cia sobre el corazén, las fiestas reliquias
que haa dejado en mi alma. Amén.30
Maximas de San Ignacio.
1,.* La maceracién del cuerpo, ni sea tanta
que impida mayores bienes, ni tun poca que
la carne se insolente contra el eapiritn. Cua-
tro son las cosas 4 qne para regular esta
penitencia, dice el Santo en el libro de sna
jerciciox, hay que tener atencidu: la pena
merecida por los pecados cometidos; el ac-
tnal desarreglo de lag pasiones; los favores
que se quieren alcanzar de Dios, y el deseo
de copiar en si la imagen de Jesncristo pa-
ciente. Asi que con el ojo & estas razones,
y guiados por e) director espiritual , chaced
frutos dignos de penitencia (1).»
2.° En mis se ha de tener la abnegacidn
de Jo propia voluntad que el resncitar mner-
tos; porque, perteneciendo esto tiltimo 4 las
gracias que se llaman gratis datas, se dirige
al bien de los demiis, mientras qne la victo-
ria de si mismo al bien propiv, tanto de esta
como de la otra vida.
3,° Paradomar la naturaleza rebelde, mu-
(1) Lue, 11, &cho sirve e] entrar 4 menndo dentro de sf
y pedirse cuenta: yqué he hecho? gqué debo
hacer? gen qné cirennstancias es probable
que me vea?, disponiéndose entretanto para
lo que vendra.
Asf se cumple aquello: « Fijad vuestras
mentes sobre los pasos que andiis:» Ponite
corda vestra sper vias restras (1).
Bjemplo 2.°
No cabe dada que San [gnacio mira desde
el cielo con especial predileccién & la ciudad
de Manresa, aprendizaje de su sagrada mi-
licia, esenela pura él de evangélica sabidu-
ria, y sede, al decir suyo, de su primitive
Iglesia, testigo y contilente de tun sobrena-
turales dones; y con tanta iniis razon, cuanto
que los manresanos de hoy compiten con ens
mayores en devocidn y amor 4% su Patrono.
Los sitios que el Santo habité comenzaron
bien pronto 4 ser tenidos de la piedad del
pueblo como sagrados. En Ja cneva donde
moré casi diez meses, y cuya ticrra y troci-
(1) Aggzeus, 1, 7.82
tos de la peiia son antidoto seguro contra
toda suerte de enfermedades, esti San Ig-
nacio sobre un altar de marmol, los ajos
fijos en la Madre Virgen con cl Niito Jesus,
en actitnd de aprender de su boca lo que
truslada al papel, y con esta inscripcién al
pie: « Aqui compuso San Ignacio el libro de
los Kjercicios espirituates, aprobado después
por Paulo El.» /fe Sanctus ignatius librum
spiritualiun Exercitiorum composuit, a Pau-
lo Tf postea approbatem, No lejos de la
cueva consérvase, dentro de nna efigie de
plata del Santo, y en Ja iglesia de Maria
Santisima, el cefidor de punzantes zarzas
con que el Santo mortificuba sus carnes, y
por el enal Divs Nuestro Sefor obra cons-
tantemente mumerosos milagros. Por tltimo,
en cl antiguo hospital sc venera nna capilla,
aposento que fué de San Ignacio, donde,
enajenads de los sentidos desde completas
de un sibado hasta las del siguiente, pasd
todo aquel tiempo en altisimo éxtasis; y alli
también se ve en el fondo del altar un cna-
dro representande & Ignacio, que coutem-
pla los ciclos abiertos, y 4 an angel que
le entrega cl estandarte del nombre santi-simo de Jests. (Bolland., t. vu, Julio.)
Obsequio. Ademds del examen de con-
ciencis de por la noche, entabla el examen
particnlar sobre el vicio qne conoces ser en
ti el dominante.
Jaculatoria, Clava con tn temor mis car-
nes (1), oh Dios mfo, para que también yo
haga penitencia (2).
MEDITACION TERCERA
SAN IGNACIO, EJEMPLAR RE HEROGICA PAQIENGIA EN 8US
PRREGRINACIONES, &N LAS OBRAS PF CELO, EN LAB
PERSECUCIONES,
Pusto 1.°—Peregrinaciones.— Ya Dios
Nuestro Sefior habia manifestado & Ignacio
en cierto arrobo que le habia elegido para
Hevar st nombre i las gentes y reyes é hi-
jos de Israel, y que le hariu conocer cuduto
era conveuiente que sufricse por el nombre
de Jesus; mas no Ie dié entender cosa mas
particular sobre este panto. Sn amor, pues,
(1) Pe. exvin, 120,
(2) Jer., xvii, 834
para con sn divino Redentor le movié & em.
prender el viaje de Jernsalén, y all{ sacrifi-
carse en arns de la fe y amor de Cristo, 6
convirtiendo inficles tt la Iglesia, 6 sufriendo
ile sus manos glorioso martirio. Consumido
del rigor de la penitencia, y sin mis arrimo
que la confianza en Dios, llegé al fin & Pa-
lestina, despnés de haber snfrido con pa-
ciencia invencible grandes contratiempos por
mar y tierra. Andnva, no nua vez sola, re-
verente y bafiado en Ianto aquellos sitios,
ennoblecidos por haberlos hollado con sus
divinas plantas el Redentor, insignes por los
tormentos que en ellos sufrid, y consagrados
con la sangre divina que de la cruz vertid;
y al visitarlos, nadaba su alma eo dulzura
inefable, sobre todo cuando, mis de una vez,
veia presente delante de si al mismo Jesn-
cristo. Mas no habiéndole sido posible que-
darse alli, como deseaba, desconsolado, vol-
vié & Europa con iguales peligros durante
la navegacién, y dedicése todo 4 inflamar en
el amor divino muchas ciudades de Italia,
Francia y Espana. Por fin, balldndose en
Paris, le avisé el cielo qne, junto con los qne
se le habfan asociado, se presentase al Pa-35
dre Santo, ofreciéndole los servicios snyos y
de los demds para emplearse singularmente
en el ministerio apostélicn, ora entre ficles,
ora también entre inficles. Tan pobre y afa-
nado era el género de vide que Ievaba hacia
ya muchos afios, que se discntid entre los
doctores de la Sorbona si era 6 no licito 4
aoa persona noble como él pasar la vida
por amor de Dios eo tan gran mendicidad,
abyeccién y trabajos. Il, cmpero, estaba
muy bien aleccionado en el particular por et
mismo Jesucristo, qne muchas veces se le
manifests complacidoa en sus caminos, yo-
bernando providencialmente sus pasos (1).
Ti, hermano, qnizis te disgastas de todo
trabajo emprendido por caridad, 6 con el fio
de aliviar & tu préjimo 6 de visitar en la
iglesia d Nuestro Sefior Jesncristo; dindote,
por otra parte, no pequefias molestias por tu
entretenimiento y placer. No obstante, sélo
los pasos dados por Dios los escriben los
angeles en el libro de los méritos para la
eternidad; y todos los otros, 6 no sirven de
provecho algnno, 6 se anotan para ser casti-
(1) Sap., vi, 17.36
gados en el numero de las malas acciones,
Ve, pnes, de endcrezar como conviene tus
caminos. Gressus rectos facite pedtbus ves-
tris (1).
Posto 2,°—Ubras de celo.—San Ignacio,
segtin testimonio de la Sagrada Rota, no se
tenia por amigo de Cristo si no se desvelaba
por el bien de las almas que 1:1 habia resca-
tado. Este celo le atraia sobre si de parte de
los hombres grande Ilnvia de trabajos, odios
y padecimicntos. Camino de Jerusalén, como
descubriese se cometian en la nave graves
iniquidades, reprendid d los impuros con tal
peso de palabras, que éstos, de mancomuin
con los marineros, resolvieron dejarle aban-
douado eu cierto islote desierto. Supo Igna-
cio el riesgo: mas no cejd, confiado en Dios,
en reprender dsperamente & los malvados.
En esto, y cereanos yo & la isla designada,
levantése un viento contrario, y viéronse
forzados i arribar i Chipre. En otra ocasién,
como hubiese en Barcelune reducido & sa-
ludable penitencia cierta Congregacién de
virgenes consagradas i Dios, diéronle tau
(1) Hbebr., xu, 13.37
mal tratamiento y tantos palos ciertos hom-
bres malvados, qne hnbo de yacer et cama
tres meses, si bien, reparadas apenas las
fuerzas, volvid & los primeros oficios de ca-
ridad, Rogabanle los amigos qne no expn-
siese de nuevo su vida, y él respondia: ¢Qud
cosa puedo mas desear que morir por Cristo
y por el préjimo? Eu Paris, para retraer &
un joven de su mal habito, apostdse en el
camino por donde ayuél habia de pasar, y
al divisarle, no obstante Jo erndo de la esta-
cidn, se despoja, y asi, desnudo, se mete
hasta el cucllo en un estanqne helado, gri-
tando & todo poder: (esrenturado de tis
gaddnde vas? ¢ No ves sobre tu cuello la es-
pada de la dicina Justicia’ Ve, ve & saciar
tus sucios apetitos, que yo no saldré de este
hielo hasta que loyre apurtar de sobre ti la
indignacton divina. El hombre, aténito & tas
les voces, y al ver tan extraordinaria cari-
dad, avergonzado volvié pie atris, y en ade-
lante vivid lejos de tan miserable trato.
Recupera al projimo segén tus fuerzas (1),
dice el Seitor; y si alguien no tiene cuidado
(1) Eccl. xxix, 27.38
de los suyos, y més de los que viren en su
casa, ese tal ha renegado de su fe y es peor
que ed gue no la tiene (1). Mas ante todo, si
tal vez la has perdido, recobra & todo trauce
ti mismo la gracia de Dios, y gudrdate en
lo sneesivo de cualquier peligro de pecar.
Lucha en defensa de tu alna, y pelea, hasta
morir, por la virtud, Ayonizare pro anima
tua, ct usque ad mortem certa pro justitia (2).
Puxro 3."— /ersecuciones.— Moviéndose
muchos con las exhortaciones de Ignacio y
con sn santa vida, verilicdbanse por todas
partes insignes eonversiones y mudanzas de
vida. Fné por esto tenido por sospechoso de
encantamicntos y de fascinar 4 los hombres
con sns palabras, siendo en consecnencia
aprisionado y aherrojado muchas veces, 8i
bien, puesta Inego en claro sn inocencia,
siempre le dejaron en libertad con mayor
lhonra. En estas ocasiones no dejaba de en-
sefar la doctrina cristiana y demds espiri-
tuales ejercicios & los qne & él venian en
gran ntimcro, diciendo & quienes le compa-
(1) Tim, v. 8.
(2) Ecel., ry, 33.39
decian en gn desgracia: «Tan gran mal
pensdis ser estar en la carcel? Pues yo ox
certifico gue no hay en Salamanca tantos gri-
llos y exposes cuantas yo ausio ver sobre mi
por amor de mi Senor Jesucristo.» Oyd este
modo de hablar cierto insigne doctor, y ad-
mirado de tanta gcrondeza de duimo y de
lenguaje seniejante, dijo al volver 4 gu casa:
LToy he visto & Pablo en cadenas. Asi fueron
siempre 4 Ignacio ocasién de nuevas perse-
enciones las conversiones que obraba, y jun-
tamente las nuevas persectuciones daban
nuevo impuiso & su celo, y al gozo del
espiritn nuevas creces.
Yorrimonos de nuestra timides si por la
defensa de la virtud y religién, no sdlo no
nos atrevemos & sufrir persecncién, mag ni
una burla ni una injuria de palabra, apar-
tindonos del camino recto del ciclo por un
hnmano respeto. Y en adelante reputémonos
felices si nos es dado, vo sdlo creer en Cris-
to, sino padecer también pos Cristo. Vobis
donatum est pro Christo, non solum ut in eum
credatis, sed etiam ut pro illo patiamini (1).
(1) Philip, 1, 29.40
Oracién,.
Maravillado mc ticne, oh grande Santo
mi{o, aqnel vuestro ardent{simo deseo de pa-
decer por Jesucristo, que no pndicron apagar
las muchas agnas de trabajos y persecucio-
nes, Porgue eras agradable & Dios fué pre-
ciso que la tentacion te probase (1). Mas tii te
gloriabas en las tribulaciones, por haber sido
hallado éigno de pudeeer contumelia por el
nombre de Jesis (2). La misma fe que th
profeso yo, que me enseiia a mirar las ernces
como mmestra de la predileccién divina con
qne me haga en esta vide conforme 4 la
imagen del Ilijo de Dios, y en la otra parti-
cionero de su gloria. Mi escaso amor para
con Dios es la causa de que se me haga tan
duro snfrir algo por Cristo, rehuyendo y lle-
vando tan dla fuerza las cruces, Pero si re-
huso ser socio de Cristo en el padecer, gcon
qué cara pretendo entrar con El 4 la parte
en el reino de los ciclos? Ruégote por lo
mismo, Santo mio, y te suplico me obtengas
del Sefior que yo le ame ardientemente, y
(1) Tob, xu, 13.
(2) Act., v, al.41
que, & imitacién tuya, ex nada me glorie sino
es en la cruz de mi Seftor Jesucristo (1).
Amén,
Mdaximas de San Ignacio.
1." A quien Dios da ocasién de padecer
mucho, le dispone para qne Ilegue & grande
santidad.
Si deseas sinceramente ser santo, roega
al Sefior te envie tales ocasiones. Porque
eras agradable é Dios fué necesurio que la
tentacion hiciese prueba de ti, dijo el éngel
& Tobfas.
2.* Con ninguna lefia se enciende mayor
hoguera de amor de Dios que con el lefio de
Ia ernz, qne fué el qne Cristo usé para el
sacrificio de caridad infinita. Si, pues, deseas
amar 4 Dios, lejos de t gloriarte sino en la
cruz de Nuestro Senor Jesucristo,
3.° E] que teme sobradamente al mundo,
nada grande hari por Dios. Sélo Dios debe
ser temido, y los juicios del mundo despre-
ciados. «Si fueseis del mundo, el mundo
(1) Gal, v1, 14.42
amaria lo snyo; mas porgne no sois del
mundo, por eso el mundo og aborrece (1).
EBjemplo 3.°
Un hecho admirable sncedié en Bareelo-
na, con el que Dios quiso ilnstrar la santi-
dad de sv siervo lynacio, mientras éste, sin
temer los pelizgros ni arredrarse por los
crneles golpes qne tuvo que sufrir, se em-
pleaba en ejercitar sn celo en bien de las
almas. Dos hermanos habian tenido un liti-
gio sobre sn patrimonio: didse la sentencia,
y el que perdid la causa, del excego del dolor
vino & caer en el abismo de la desespera-
cién, hasta qne, instigado de Satands, se
colgé de un azo suspendido del techo, Sa-
bido el caso, acndié el vecindario & tan es-
pantosa tragedia, También Ignacio, apenas
lo oy, volé al lugar del crimen: llega, corta
la goga que pendia de una vigneta, y hace
colocar el hombre, 6 mejor dicho el cadiver,
sobre un lecho. Al punto, hincado de rodi-
llas, pénese & orar, batiado en lagrimas, por
(i) Jvann,, xv, 1%43
el alma de aquel desdichado, ;Cosa admira-
ble! A los ruegos de Ignacio, estando todos
los cirennstantes vueltos hacia el lecho y
aguardando suspensos cl éxito, aqnel Lom-
bre alz6 los ojos y recobré el habla por el
tiempo preciso para llamar & toda prisa 4
un sacerdote, que oyd In confesién de sus
pecados, y arrancé, para introdncirla en el
cielo, aqnella alma de las gargantas mis-
mas del infierno, Presto se divulgé la fama
del milagro por toda la ciudad y los contor-
nos, con admiracién universal. (Holland,
tomo vil, Julio.)
Obsequio. Tener pacieucia eo los traba-
jos. Patientia opus perfectum habet (1).
Jaculatoria. Lejos de mi gloriarme en
cosa alana, sino es en la craz de Nuestro
Seiior Jesucristo.
(1) Jac, 1, 4.MEDITACION CUARTA
Sobre la via iluminativa.
SAN IGNACIO, BJEMPEAR DE ORACION EN EL AMOR A
LA MISMA, EX EL DON DE CONTEMPLACION, EN BL
MAGISTENIO PE LA ORACIGN,
Punto 1,°—Amor d la oracién.—Esta afi-
eidn & orar encendid en Ignacio su grande
celo por la gloria de Jesncristo. Al princi-
pio de su conversién fué grande Ia fuerza
qne se hizo para avezarse & la oracién, per-
severando en ella liasta siete horas diarias
de rodillas; tanto qne, desentendiéndose ca-
da dia mais y mis del peso molesto de este
cuerpo, logrd, con el favor de Dios, tanta
facilidad en este ejercicio, que lo mismo
era ponerse en presencia de Su Divina Ma-
jestad, que ser arrebatado de repente an es-
piritn hacia Dios, arderle el corazsn en el
pecho y parirsele, tal vez radiante, todo el
Tostro, del trato y comunicacién con Dios:45
Ex consortio sermonis Domini (1). Eran
tantas las delicias en qne se bafiaba sn alma
todo el dfa, y tan fotima su unido con el
Sefior, qne no sélo de mirar las estrellas,
vista que le arrebataba sobremanera, sino
de fijar la consideracién en una florecilla 6
cualquiera otra cosa insignificante, se sen-
tia subitamente todo absorto en la contem-
placiéa y amor de Dios Nuestro Sefior. Nada
de monta emprende sin haberlo antes con-
sultado y encomendadoselo, como ni hacia
devocidu alguna en que uo se traslucicse el
fervor de espiritu en toda la compostura del
cuerpo, ea sus ojos y semblante, y ann en
el Ilanto cn qne frecnentemente prorrum-
pia. Casi legs & perder la vista, debilitado
el érgano por tan ardientes y continuadas
ldgrimas; pero & Ignacio no le afligia on
panto esta pérdida. Con todo, 4 ruegos de
los suyos pidié al Seiior dominio sobre sus
lgrimas, y lo alcanzé tan perfecto que en
adelante, ora soltaba la rienda al llanto, ora
lo contenfa 4 sn arbitrio.
;Ojali nosotros estuviésemos habituados
(1) Eecl., xxaiv, 29,46
& contemplar en cada ana de Jas criaturas
el poder, la sabidaria y Ja bondad del Cria-
dor! Esto no se logra sino dandose al ejer-
cicio de Ja oracidn. Mientras nosotros lo
hacemos tan flojamente, y se nos hnye tan
& mennio el pensamiento y el afecto, bien
pudiera Cristo Nuestro Sefior qnerelldrse-
nos como con sus apdstoles: «;Congne no
habéis podido velar en oracién nna hora
conmigo? Velad y orad para no caer en la
tentacién (1).>
Pusto 2.°—Dén de contemplacion.—Del
continuo empefio en orar recovié San [ena-
cio frntos en aqnel género exqaisitos y de
lo mds anbide, hasta llegar & confesar in-
gennamente que mds habia aprendido en
una hora de celestial aprendizaje en Man-
resa, que cnanto todos les doctores 4 una,
con toda su ciencia, hubieran podido ense-
fiarle. En efecto, arrobado alli & menndo
fuera de los sentidos, vid nuas veces con
toda claridad & Cristo, Dios y hombre, en
la Hostia consagrada; otras entendié con
claridad el misterio de la Encarnacién del
(1) Matth, xxv 41.47
Verbo y otros de nuestra santa fe, y en
particnlar se le dié & ver, entre celajes y
figuras, el mismo Dios, uno en la esencia
y trino en personas. Sobre este angust{simo
misterio no titubed Ignacio en escribir,
hombre casi sin letra como era atin, an
libro que contaba ochenta hojas. Con estas
visiones de} ciclo sintidse tan robusto y
firme en Ia fe, que aun dado que no hubiera
exiatido Escritura alguna 6 testimonio de
la religién cristiana, no dudara él nn mo-
mento, por solas las luces que Dios le iu-
fundié en Manresa, en dar Ja sangre y la
vida en defensa de la fe catdlica. Ni hay de
qué maravillarnas, pues en tantos raptos
durante lus cuales permanecia inmoble, ya
dos dias, yn tres, y vez hubo que hasta
ocho, se le dejaron ver de los ojos del cner-
po, mis de cnarenta veces, Jesucristo y sn
Madre Santisima, qne venfan & ensefiarle
las cosas del ciclo. En estos casos, nas ve-
ces despedia el rostro 4 Ignacio vivos rayos,
otras le circuia la cabeza aureola de fuego,
6 bien el espiritu sublimaba 4 lo alto el peso
del cuerpo. Ya desde esta época sabid & tan
alta unién y familiar trato con Dios, que48
qnien estndiase con atencién sn vida, no
dudaria llamarla nna contemplacién perpe-
tna y un éxtasis continuo (1). Y él, no obs-
tante, aunqne adornado con tan privilegiado
dén del cielo, antes de entrar en oracién
apercibia con sumo cuidado su alia, como
si fuera novicio en el arte.
En vista de esto, gqué de extrafiar que
nosotros experimentemos tan continuas dis-
tracciones en Ja oracién, si entramos en ella
con tinimo disipado y sin casi ningtin es-
fuerzo previo para recogerlo y preparar el
ejercicio? Antes de In meditacién hemos de
tracr a la memoria el asunto sobre qne qne-
remos meditar, y una vez puestos 4 orar,
con viva fe y ardiente deseo povgiimonos
en la presencia de Dios, y roguémosle que
envic un ravo de su luz sobre nosotros y es-
temos siempre sobre aviso, no sea que se
nos vaya el corazdn vagueando por objetos
impertinentes. Ante orationem prepara ani-
mam tuum, et noli esse quasi homo qui ten-
tat Deum (2),
(1) Diego Alvarez de Paz, De vit. upir., (IM,
lib. 11, cap. 111,
(2) Eccel., xem, 23.49
Punto 3.°—Magisterio de la oracién.—
Como Dios habfa elegido 4 Ignacio para que
le ganara inuchas almas y las enderezase
por la senda del cielo y de Ia santidad, par-
ticularmente por medio de los ejercicios es-
piritnales, dispnso para ello que recorriese
por si mismo las varias y dificiles vias de la
perfeceién, y que, ejercitado con diversas y
prolongadas experiencias de teutaciones y
de escripulos, recibiese, ya desde el priaci-
pio de sn conversisn, las saludables leccio-
nes qne habia de dar a su tiempo en este
arte. Y ala verdad, meditando despnés Ig-
nacio 4 sus solas todo el origen y curso de
st. conversion, las tormentas de varias ten-
taciones y la calina qne & ellas se habia se-
guido, escribid ya en aquel primer afio no-
tables advertencias y docimentos_atilisi-
mos, ya de lo que el Sefor le habia por si
ensefiado, ya de lo que aprendié por la ex-
periencia, sobre el modo util de orar y me-
ditar. Este libro, llamado /jercicios espiri-
tuades, aumeutdle con el tiempo el Santo y
le aprabé la Santa Sede, siendo hasta el dia
de hoy tan admirablemente cficaz en suje-
toa de toda edad y condicién para elegir es-
‘50
tado de vida, mejorar las costnmbres 6 per-
severar en el buen camino tomado, qne se
le cuenta entre los remedios mis activos,
que en manos de la bondad divina operan
el extrafiamiento de los vicios y la perpetna
restauracién en la Iglesia de le disciplina
relajada.
Mochos bay que quisieran poseer la cien-
cia sublime de los santos, pero sin que les
costase trabajo alguno. ;Deseo vano por
cierto! Nadie Negd jamas & adqnirirla sio
que se hubiese antes de hacer violencia, y
poner en practica lo qne conduce 4 aquel
fin. Casi todos los varones santos que vivie-
ron después del tiempo de San Ignacio, ha-
Maron en so libro de los Fjercicios espiri-
tuales aquel mani escondido, que undie co-
noce sino e] que lo gusta (1). jOjalé entri-
semos también nosotros en ese sauto retiro
de ios ejercicios, con vivo deseo de oir cn
nuestras almas Ja voz de Dios! Entonces el
Espiritu Santo nos hablaria 4 lo intimo del
corazén y nos enseiaria todo cuanto fuese
conducente para lograr la virtnd y perfec-
(1) Apos., um, 17.OL
cidn. Allegaos & ip y os ilnminard, Gustad,
y ved cudn snave es el Sefior (1).
Oracién.
Santo patriarca Ignacio, admirable ver-
dadcramente por cl ansia que de orar te-
niais y el magisterio y ulta contemplacién
que en la oracién os commnied el cielo: he
aqui este mi corazdn, perezoso y apegado &
la tierra por su descuido en acercarse por la
oracién frecuente 4 Dios Nuestro Sefior,
fuente de todas las vracias, y esto después
de tantas aldabadas con que me Hama para
que & 1 me Hexue. jSordo é ingrato de mi!
Digno de que el Seiior, cansado de ini des-
precio, me repela de su presencia y oculte
su faz por no haber qnerido reconocer el dia
en que me convidaba. Td, pues, Santo abo-
yado mio, aleinzame del Seflor miscricoi-
dia, y pidele que no aparte de mf sus ojos,
que no me esconda su luz, sino antes bien
se compadezca de mi y brille el resplandor
de su rostro en mi, cuando & El ore. Yo por
(1) Ts. xxxi, 6, 9%.52
mi parte propongo dedicar diariamente con
fidelidad tiempo fijo 4 !a oracién y elevar
entre dia pensamientes y afectos al cielo
con frecnentes aspiraciones, pura que, unido
siempre & mi Dios como tt Jo estabas, me-
rezca por tn intercesién gozarle en tu com-
pafia eternamente. Amén.,
Maximas de San Ignacio.
1.* Las viciosas propensiones de la natu-
raleza corrompida, facilmente se sujetan con
la atenta meditacién de las verdades eter-
nas. Y si 4 ti, hermano, no te sneede asi,
achdcalo & tu negligencia cn meditar, y ve
de corregirte, « Repasé mis caminos y ende-
recé mis pasos por el sendero de tus pre-
ceptos.» Cogitari vias meas, et concerti
pedes mcos in testimonia tua (1).
2." Quien tiene i Dios presente en todas
sus acciones, no experimenta menor devo-
cién en las obras de caridad y obediencia
que en Ja misma oracién. Acosttiimbrate 4
este ejercicio de Ia divina presencia, y sen-
(1) Ps. exvirr, 59,HM)
tirds alegrdrsete el alma. Lrovidebam Do-
minum in conspectt meo semper... propter
hoc letatum est cor meum (1).
3.2 Dame, Dios mio, qne ande delante
de ti en verdadera humildad y amorosa
reverencia, Con semejante jaculatorin fo-
mentaba San Ignacio la continuada y ofec-
tnosa presencia de Dios. Haz th lo mismo:
In spirita constitut! humiliato, sercientes
ile (2).
Ejemplo 4.”
San Ignacio, dedicado y todo 4 los estu-
dios, no perdia ovasién, fiado en Dios, de
lograr almas para Cristo por medio de sna
ejercicios espiritnales: sirva para comproba-
cidn el caso siguicnte. Convidado en Paris
de un caballero noble, por via de chanza, &
jugar & los trucos: «Acepto, dijo el Santo,
de buen grado.—Pero gqné pones, replica
el otro, si no tienes blanca?—Apostemos
tna cosa, repuso Ignacio; que si tt ganas,
haré yo por cierto nimero de dias lo que td
1) Vs. xv, 8, 9.
2) Judith, vi, 16.54
quieras; y si yo gano, ti te someterds 4 mi
albedrfo.» Aceptada la apnesta, hé aquf qne
salen al palenque los contrincantes; y quiso
Dios que, sabiendo Ignacio todo menos el
tal juego, le gand una por ana todas las ju-
vaias, Viendo esto el adversario, comenzd
i exclamar: «Lien merecido lo tengo, por
haber desafiado & Ignacio; castigo es éste
del cielo.» Entonces cogid el Santo i nones-
tro hombre por sn cuenta, segtin lo pactado,
y lejos por alyanos dias de fatiles cnuidados,
le did con fervor los ejercicios espirituales,
levantando agquel alma, de un tenor no muy
fervoroso de vida, al saludable temor de
Dios y & pensar en la cternidad que nos
agnarda, (Lollaxd., t. vu, Jnlio.)
Obsequio. Ponte & orar avivando el re-
enerdo de la presencia de Dios, y asi el pen-
samiento no se distraerd tan ficilmente.
Jaculatoria. Llegne, Sehor, mi plegaria
hasta tu presencia divina; dame Iuz para
entender tus palabras (1).
(1) Ps. cxvm, 169.55
MEDITACION QUINTA
BAN IGNAGIO, EJEMPLAR DE VERPADERA BUMILDAD EN
EL CONOCIMIRNTO DE sf MISMU, EN EL AMOR ALA
HUMILLACION, EN LOS DONES DEL CIRLO.
Pesto 1.°—Conocimiento de si mismo.—
Ta homildad interior consiste en el habitual
conocimiento de nuestra nada, y amor de
todo lo que conduzca i nuestro desprecio.
Hata fué la definicidn qne por orden de la
Madre de Dios did de esta virtud San Iyna-
cio 4 Santa Maria Magdalena de Pazzis on
dia qne se le aparecié visiblemente. El Sau-
to, por sn parte, i fin de llegar & conoci-
miento de sa nada, miraba todos los bienes
de naturaleza y gracia que poseia como
dones de Dios dados 4 un ingrato, y 4 sf no
se atribuia sino la nada, ignorancia y error,
la inclinacién al pecado y los mismos pe-
cadoa que cometiera, Con este humilde co-
nocimiento propio, compara base & af mismo
primeramente con el género humano ente-
ro;en segande Ingar con la multitad sin56
cnento de los espiritus augélicos, y, por fin,
cou la misma Majestad Divina. gQué son
todas las criatnras juutus, decia, si se com-
paran cou Dios, Criador de ellas? «Todas
las gentes, como st uo fuesen, asi son en su
presencia, y como nada y vaciedud son te-
nidas de El (L).» gQué valvo yo, pies, en-
frente de Dios? Qué say en su presencia
sino polvo y eeuiza, podredumbre y gasa-
nus, vaen caanty alo vil de mi cuerpo, ya
en enanto & la malicia del alma, done mo-
ran de contiuno tal corrupeida de pecados y
podredumbre de vicios? Y con esto sentia
tan bajamente de si y de sus cosas, que
creia serle debido toilo desprecio, odio, ln-
millacién y castigo de todo géuero, como e]
infimo de tudos Jos mortales y mis uecesi-
tado del socorro divine.
(Oh ti, que eu tanto aprecias tu persona,
tus talentos y todo lo que haces! gQné tie-
nes que no sea recibido? Y si cs dado de
Dios, gpor qué te glorfas como si no fnese
recibido? (2). ‘Tu arrogancia y soberbia de
(1) gai, XL, 17.
(2) Cor, iy, 7.57
corazdn te han engafiado (1). Separa todo lo
precioso que te ha venido de Dios, de lu pe-
qnefiez y nada que de tn cosecha eres, y de
tus fealidades morales y peeados, y entonces
veras endata razon tiene el Sefor enando te
dice: « HLé aqui qne te presenté como peyne-
flito ante lus naviones, y como muy digno
de desprecin (2).>
Porto 2.°—Amor ¢ le hniltacién—lmn-
pisose San Ignacio por norma muy confor-
me & la grande hnmildad de su espiritn el
aborrecer todo lo que el mundo ama, y, por
el contrario, wnsiar cou toda au alma por lo
que aguél rehuye. Pues como se habia pro-
puesto por modelo en sug acciones y deseos
& Cristo Sefior Nuestro, hecho por nosotros
el iltimo y mis abyecto de los hombres, se
complacia y gozuba en detenerse donde
quiera que esperase hallaur fulsos testimo-
nios y otras cruces, deseando ardientemen-
te, pur veslirse de Ja misma vestidura y li-
brea de su Seiior, injurias, irrisiones y cas
lumnias. Si sucedia tenérsele en alguna
(Ey Jer, xucx, [b,
(2) Ibid., xv,58
parte por hombre santo, confesando de pla-
no ser may gran pecador, procnraba se per-
snadiesen todos de ello; cosa que principal-
mente fué notoria cnando de consentimiento
undnime fue clecto superior general de toda
su Orden. En efecto, no pareciendo quedar
irbitro para huir cl cuerpo & tal honor, que
tanto en la primera como en la segunda vo-
tacién, tenida por mandato suyo, le confirie-
ron, cl, no obstante, designé & su confesor
drbitro del negocio, y qniso hacer con él
nueva confesién gencral de toda le vida, con
el intento de que le tnviese y declarase por
indigno de semejante cargo. En fin, siempre
hollé la vana estima del mundo, y se despre-
cid & si mismo con rara magnanimidad, ya
vivienco en los hospitales entre los mendi-
gos y gente audrajosa, ya también en todo
el porte de su vida (1).
1Ob ta, qne te loas & ti propio, y si Dios
deprime ta orgullo cou alzuna bhamillacién,
la Hevas con dnimo impaciente! :Es posible
qne asf te desdeiies de imitar & Nuestro Se-
fior Jesucristo? Vomo los que son del mando
(1) Ball. canoniz,59
y siguen sns fueros buscan honores y repu-
tacién, del mismo modo el soldado de Cris-
to, ya que no ame, 4 lo menos debe llevar
en paciencia los desprecios de los hombres,
las injorias, burlas y oprobios vincnlados &
la bandera de Cristo. «Porque ejemplo os he
dado, dice el Sefor, para que como yo he
obrado, obréis también vosotros (1).
Pusto 3.°—Dones del cielo.—t.os fulsos
bienes de este mundo fomentan la soberbia,
y los verdaderos bienes det espiritn, como
dones que son del cielo, acrecientan, por el
contrario, la humildad. Esta era la cansa
porque, % medida de los regalos cclestiales,
se despertaban cada dia en Ignacio nuevos
sentimientos y més vivos afectos de humil-
dad. Las divinag ilustraciones, las visiones
y éxtasis habian venido & serle familiares;
mas él lo hacia servir todo para su mayor
anonadamiento, y ora miraba en si mn edi-
ficio que, amenazando ruina, no podia sin
puntales sostenerse, explicando de este modo
las continuas misericordias que para su 808-
tén el Sefior le dispensaba; ora an lecho
(l) Joana, xii, 15.60
daiiado, aungne revestido del oro cle tantas
gracias, por lo que, en vez cle estar ardiendo
en el fuego como merecin, hallibase él col-
mado de dones, yracias ti la misericordia di-
vina; ora, en fin, an monstruo espantable ,
en cl qtte se veian jnutos tantos pecadas con
tantas iisericordias recibidas, tanta indig-
nidad con tan grandes favores del cielo. Vez
hubo que, elevado del suelo en cierto arro-
bainiento, oydsele exclamar en medio de
resplaudores lnminosos: «;Oh Dios! ;Ob
Dios infinitamente bucno, pues me safres
aun siendo yo tan ingrato y tan abominable
pecador! (1)» De esta suerte, con tales
creces diarias de humiklad, disponfase para
recibir, diariamente también, nuevos dones
gracias celestiales.
EQué de extrafio es si te ves a ti mismo
miserable y falto de bienes espirituales, y si
Dios no despacha tus oraciones? Keha la
culpa 4 tu soberbia, porque Dios cede espon-
tineamente & nosotros el provecho de sus
dones, mas la gloria resérvasela 4 af toda,
Ta te arrovas esta gloria, debida & solo Dios,
(1) In Proves. cunvniz.61
y por eso el Sefior te deja desnudo de bienes
del alma y humilla tn soberbia; «porque
Dios resiste & los soberbios, mns da su gra-
cia & los humildes (1). >
Oracién.
:Oh Ignacio, Santo mio, modelo perfecto
de humildad cristiana! Bien sabias ti que
jamiis, desde que Dios es Dios, fué el mismo
Sefior tan glorificado como cuando sn nni-
génito Hijo, por la gloria del Padre, «se
anonadé & si mismo tomando la forma de
siervo....., heclio oprobio de los hombres y
jnguete de la plebe». Por eso th también,
siguiendo sus huellas, cuanto mis te humi-
llaste, siempre desprecitndote ante Dios y
los hombres con el profundo conocimiento
y aniqnilamiento de ti mismo, tanto mayor
gloria procuraste & tn Criador y tu Dios.
Mas yo, soberbio en medio de la vileza de
mi nada, de donde sali; en medio del lodazal
jomundo de tantos pecados, y en Ia mayor
escasez de bienes celestiales, he deshonrado
(1) 1. Petr., v, 5.62
& cada paso & mi Dios; y de esta snerte,
cuanto ti fuiste caro 4 los ojos del mismo
Sefior y de los hombres, otro tanto soy yo &
Dios y & los hombres aborrecible. Con todo,
Santo mio, no deaoigas mi stiplica; séme
maestro de esa virtud de la verdadera liu-
mildad; haz que conozca yo bien cuin mise-
rable es el estado de mi alma; que me des-
precie y me odie. No pido por ello mis re-
compensa sino la de dar en adelante 4 Dios
tanta gloria con mi humildad, y santo odio
y desprecio de mi, cuanto es lo que con mi
soberbia le tengo hasta el presente ofendido,
Ameén.
Maximas de San Ignacio,
DADAS POR EL A SANTA MARJA MAGDALENA DE PAZZIB
EN LA VISIUN ANTES CITADA (1).
1.* Como la humildad interna consiste en
el aaiduo conocimiento de nuestra nada y
en el amor de cnanto fomenta en nnestro
(1) fn WS. Revel. Flor. etus cornad.63
espiritu el propio menogprecio, ea consi-
gniente que de tal modo hay que subir los
peldaiios de esta mistica eseala, que nanca
se llega al ultimo pnesto; que han de irse
gabiendo los mismos escalones por la multi-
plicacién de nuevos actos; por lo canal, mien-
tras vivamos en esta carne corruptible, for-
z080 es trabajar en esta empresa,
2.* La humildad exterior se echa de ver
en palabras, gestos y acciones todas. Pala-
bra que no huela & humildad, héyase como
si fuera blasfemia; gesto contrario 4 la hu-
inildad, evitese como si fuera torpe; obra,
en fin, que desiiga de la humildad, no se
haga, como ni un rey vestiria a sn hijo de
pastor de ovejax,
3.° Con el dleo de la humildad mézclese
el bilsamo del amor santo, y considérese
tanto la gloria que & Dios procura un acto
de humildad, como lo grande qne es la obra
hecha con el auxilio de la gracia, y, por ul-
timo, los biencs que en el dnimo humilde se
derraman; y dmese esta virtud tan de veras
que en sdlo procurarla se empleen las fuer-
zas todas del cspiritu,64
Ejemplo 5.°
La admirable humildad de San Ignacio le
atrajo sobre si tanta sain y encono del de-
monio, qne se Je oyé d éxte confesar, por
boca de los energiimenos, ano tener en el
mundo ningtin enemigo mas terrible que Te-
nacio, el cual tenia tanta humildad como él
soberbia», La misma humildad era también
la causa de que el Seftor Ic exaltara y le
diera un «maravilloso dominio sobre los de-
monios (1).» Por tropas pueden enumerarse
los posesos de quienes arroji Ignacio tan
mal hnésped (2), Quiero poner aqui, entre
otros, un caso donde resalta el triunfo de la
catélica fe sobre los berejes novadores., En
Ostrog, cindad del reino de Polonia, habia
una mujer calvinista poscfida del demonio,
como se conoeia claramente al oirla hablar
con stma expedicién el latin, alemin y ru-
teno, siendy asf que jams aprendiera dichas
lengunas ni otra mis que Ja suya; también
descubria cosas ocultas y decia las que pa-
(1) Brev. Rom.
(2) Raynaud, t. 1x. pag. 134.65
saban lejos, venciendo asimismo en fnerzas
& los mis robnstos. El afio de 1627 trajé-
ronla sus mismos correligionarios, con ser
calvinistas, al Rector del Colegio de Ostrog,
Padre de la Compania de Jests, pidiéndole
instanténeamente, como tiltimo remedio, le
aplicase los exoreismos acostumbrados eo la
Iglesia catélica para lauzar los demonios,
pues 4 cellos se les habian frustrado cuantos
medios antes habian puesto. Accedié el Rec-
tor, y aprovechada la ocasién de evidenciar-
les la fulsedad de la impia secta, obligando
ademds ul demonio & que diese de aquella
misma falsedad nuevas pruebas, ordendé tres
dias de ayuno, y el 2 «de l*ebrero, fiesta de
la Purificacién de la Virgen Maria, reunido
en la iglesin de lu Compafia numeroso con-
enrao, lauzd, @ la repetida invocacién de los
nombres de Marfa Santisima y de San Igna-
cio, del enerpo de ta infeliz aqnel infernal
huésped, no sin haberle obligado & confesar
que salia por la oficaz virtud de tan santos
nombres. Con esto, vuelta Ja mujer en si, y
duefia no menos de su espiritu que del cuer-
po, hecha de puro gozo un rio de lagrimas,
abjuré al punto los errores heréticos de Cal-
666
vino, y el pneblo al verlo, prorrnmpid en
estas voces: «;Grande es el Sefior, y sobre-
manera digno de slabanza! (1)» ;Grande es
sa Madre! ;Grande San Ignacio! Sdlo la fe
catdlica es la verdadera! (Al aiio 1627,
Annal. Marian.)
Obsequio. Conforme & las madximas de
San Ignacio, chumillate en todo y halla-
ris gracia en los ojos de Dios (2).
Jaculatoria, ;Oh Dios de infinita bondad,
que me sufres 4 mi, 4 pesar de ser yo tan
abominable pecador: (3).
MEDITACION SEXTA
SAN IGNACIO, ESEMIELAR DE CONFIANZA EN DIOS,
GRANDE, INDUSTREOSA Y PROVECHOSA,
Pusto 1.°—Confianca grande.— Cuando
San Ignacio did libelo de repudio al mundo
y se dedicd todo 4 Dios, puso en este Sefor
toda su confianza. «Cansa admiracién cudn-
tas enfermedades y vejaciones hubo de tole-
(1) Ps. xvas, 1.
(2) Eccli., 1, 20.
(3) San Ignacio en los Proc. de la Canoniz.67
rar por todas partes, snfriendo toda snerte
de durisimas cadenas y cfrceles, hasta punto
casi de muerte (1).» Y no Ja cangaa menos
verle, entre tales y tan peligrosars vicisitu-
des, siempre pacifico y sin temor, como quien
poseia en grado heroico la viva confianza
en Dios. «Quien se olvida de si, decia, por
servir i Dios, siente en su favor & ios, el
cual toma & su cocnta mirar por él, infinita-
mente mejor que no lo baria él mismo,» Por
esto, vitndose calnmuiado y preso, jamiis
admitié el Santo ningtin defensor ni abo-
gado. Estando para partir d Jerusalén, em-
prendié el camino sin contar con recurso
algano humano; y si forzado, ya eu camino,
de los qne bien le querian, acepto algunas
monedas, al punto, reprendiéndose grave-
mente de aynella especie de descoufianza en
Dios, falt6 poco para qne no arrojase todo
el dinero; si bien, pensando mejor el caso,
lo repartid todo d&los pobres. Fiado en Ja
misma confianza establecid muchas obras
pablicas de piedad, uo obstante su grande
escasez de todo y las graves oposiciones
(1) Brey. livin,68
que de los hombres tuvo. Sufriendo Roma
una gran carestia, preguntironle cémo era
que, cercenando las personas acandaladas
servidambre y gastos, ¢1, sin contar con ca-
pital algano, anmentaba sn Compaiifa; y el
Santo respondid: «No hay que temer que el
que provee 4 las avecillas del cielo y viste
los lirios del campo, permita que falte lo
necesario para vivir & los operarios evangé-
licos que cultivan sin salario terreno su
amada vifia. No quiere esto decir que haya
la tal confianza de ser pibulo 4 la pereza;
antes hemos de poner en practica cuantos
meclios é industrias estén en nuestro poder;
y cuando lo lmbiésemmos hecho asf, confesar
sencillamente que somos siervos intitiles, y
esperarlo todo de la Providencia.»
«Bienaventurado el varén que no puso sa
confianza cn el dinero ni en sns tesoros (1).»
«Mejor es confiar en el Sefior, qne no en los
hombres. Mejor esperar en el Sefior, que no
en los poderosos (2).» «Los que temen al
Seiior esperaron en el Nefior, y el Sefior es sn
(1) Eccli., xxx, 8.
(2) Ps. cxvn, By 9.69
ayuda y sn protector (1).» cSi confias en el
hombre, mira qne te apoyas en an hiienlo
de caiia cascada; y si en ella estrilas, se te
iatroducird en la mano y te la daiara (2).»
Punto 2.°—Canfianza industriosa.— Por
grande qne fuese la confianza de San Igna-
cio, y tnviese siempre a punto razones en
qne estribaba este su abandono en los bra-
zos de la Providencia, con todo, como se te-
nia por completamente indigno de ser ofdo
de Dios, ponia bneu enidado en tener por
amigos & los santos y en merecer sn vali-
miento con el Sefior por repetidos obse-
qnios. Por esto en los asnntos de monta,
sobre todo, recurria, ya & sus sautos Patro-
nos, ya it los coros de los angeles, 4 fin de
que ellos se interpusiesen entre él y la Reina
del cielo; & bien 1 por si mismo dirigia di-
rectamente sus ruegos 4 Ja misma Madre de
Dios, para que tuviese & bien hacer de me-
dianera con su Hijo -Jesucristo; y otras ve-
ces, por fin, con copia de ligrimas, rogaba
al mismo Redentor que mirando, no & sns
(1) Ps, exit, 4,
(2) [eui., xxxvi, 6.Ww
pecados, sino 4 los méritos de tantos sier-
vos suyos, y sobre todo de sn Madre, se
dignase aplacar al Padre y i toda Ja Trini-
dad beatisima. A tales stplicas nnfa fre-
enentes flagelucioues y prolongados ayunos,
hasta conseguir lo que pedia. Y una vez ob-
tenido, como volviendo & dar los mismos
pasos, desde los coros angélicos y compaiia
de sus santos protectores, volvia al trono
de la Virgen Maria v de sn ILijo, y hasta el
solio soberano de Ja aurustisina Trinidad,
cantando sus alabanzas, vy desliaciéndose en
afectos humildes de recouocimiento y amor.
Si por nuestros pecados no osamos tener
en Dios lastaute firme confianza, medite-
mos cninto pueden con el divino Redentor
sus siervos v amigos, moradores del cielo;
cndoto Maria Santisiima con sn Hijo; cuin-
to, por iitimoe, este mismo Hijo divino en el
acatamiento del Padre; é imploremos taa
poderosos socorros con reiteradas plegarias
Y, 8i preciso es, con ayunos y mortificacio-
nes de la carne, y yeremos venir en nuestro
socorro el anxilio del Omnipotente; porqne
lo que, atendiendo 4 la justicia, negaria el
Sefor viéndonos tan indignos, nos lo conce -71
derd sa clemencia movida de tantos inter-
cesores. «Tenemos confianza en Fl, y nos
acercamos con seguridad fiados en Kl.» LHa-
bemus fiduciam, et accessum in confidentia
per fidem eius (1).
Pusto 3.° — Confiunca provechosa. —
Grandisimos fuerou los frutos que de su
confianza en Dios reportd Ignacio desde el
momeuto mismo de convertido, gracias es-
pecialmente al amparo de Maria Santisima.
En efecto, librdle el Sefior de diversos peli-
gros, entermedades y persecnciones, din-
dole anxilio en los mds duros trances, no
una sola vez, por ministerio de los dngeles;
y ora Jestcristo Nuestro Sefior, ora su Ma-
dre inmaculada, le prometieron en regala-
das visiones su especial amparo y protec-
cién. Entre todas fué sin duda la mas sefia-
lada una eu que, no lejos de la ciudad de
Roma, como hubiese entrado en cierta igle-
sia, y quedidose luego, segiin solfa, trans-
portado en éxtusia, se le dejd ver el Padre
Eterno entre una luz clarfsima, el cual, en-
comendando Ignacio y los suyos & sa Hijo
(1) Eph, mu, 12.72
Jesucristo, que iba cargado de la cruz:
«Quiero, dijo, que tomes 4 éste por siervo
tuyo.» Y vnelto entonces 4 Ignacio, y aco-
giéndole amorosamente bajo su proteccién y
amparo: a Quiero, adadié, que me sirvas en
ltoma. Yo os seré propicio cy» Roma.» Alen-
tado Ignacio y robustecido sobremanera con
tal socorro y consnelo, dijo después & aus
compaiicros: «Yo no sé lo qne nos aguarda
en Roma; solo sf sé que, suceda lo que suce-
da, Nuestro Sefior Jesucristo nos ser& propi-
cio.» Y aiacidles el relato de toda la viaién.
jOh qué bueno es nuestro Dios, que con
tanta Lenignidad asiste 4 sus siervos, lle-
nindoles de tanto gozo y gloria que rema-
nera & la par y anmenta sn confianzal | Bier -
aventurado el varén que confia tnicamente
en el poder y palabra del Seftor, y con con-
fianza de hijo en FE] obra el negocio de su
eterna salvaciédn, no acertando, sin que le
remuerda Ja conciencia, 4 sentir menos bien
de la snma bondad de Dios para consigo!
« Hé aqui que Dios es mi Salvador; obraré
confiadamente y no temeré (1).>
(1) Isai, xu, 2.73
Oracién.
Oh excelso Patriarea San Ignacio! Ahora
conozco de dénde nacfa esa tu invicta mag-
nanimidad en obrar y padecer 4 mayor glo-
ria divina; nacfa, sf, de la filial confianza
que en el Sefior tenfas, porque «los que es-
peran en el Sefior trocarin su fortaleza, co-
Treran y no se fatigarin, andarin y no des-
fallecerin (1). Pero al mismo tiempo co-
nozco también el origen de mi gran flaqueza,
de suerte qne la mas leve dificultad me
asnsta en ja prosecucién del negocio de la
eternidad, apartindome del buen sendero
emprendido. Esto proviene de lo faco de la
esperanza qne en Dios tengo, Pues aunque
las promesas de Dios omnipotente sean in-
falibles, y esté el orbe Ileno de su miseri-
cordia, con todo no acabo de poner en Dics
mi plena confianza , sino que, cnanto mis me
fio de mis fuerzas y de auxilios humanos,
otro tanto qnito 4 la confianza que tnica-
mente en Dios, Padre Meno de bondad y
clemencia, debo tener colocada toda entera.
(1) Iaai., xu, 31.74
T4, Santo mfo, levanta este mi corazén &
que fije en s6lo Dios, el segnro Ingar de su
refagio, & que espere ante todo Ja posesién
del mismo Dioa, y reinar con El eterna-
mente en los cielos; como también, mien-
tras me dure este desticrro, los anxilios
conducentes para llegar & aquel dichoeo fin,
sin buscar en la tierra bien alguno perece-
dero si no me ha de servir para obtener la
inmarcesible corona de la glorie. Amén.
Mdaxzimas de San Ignacio.
1° Confianza que basa en el favor ha-
mano 6 abundancia de bienes terrenos, es
falsa, y sdlo es verdadera aquella que, cuan-
to mis falta hay de todo y mis oposicidn se
alza, tanto mais confia en Dios. Esta verdad
sola San Ignacio corroborar con las pala-
bras del Apdstol: «Esperanza que se ve al
ojo no e8 esperanza; porque gquién espera
aquello que esté viendo? Mas si esperamos
lo que no vemos, por medio de la paciencia
lo aguardamos (1).>
(1) Rom, vin, 24 y 25,ifs)
2. Ningtin milagro es que Dios mire por
los qne en él conffan; el milagro fuera ai
abandonara 4 los tales. Apéyase este dicho
en las promesas del mismo Dios, qne dijo:
«Porque espero en mf, le libraré..... le sa-
caré salvo y le glorificaré (1).»
3.° Todo nuestro conuto sea en servir &
Dios, y en el Sefior arrojemos todas nues-
tras inquietudes, «Que lo mismo cnesta al
Sefor salvar con muchos como con po-
cos (2).
Ejemplo 6.°
Traeré un caso particular para que se vea
més claro la paternal providencia de Dios
con sus siervos, y cémo Ja seguridad con
que San Ignacio se ponfa en las manos del
Sefior no tenfa nada de temeraria. Audando
alcanzado de dinero el procurador para los
gastos cotidianos, acaecié mis de una vez
aalirle al encnentro una pergona, y sin mas,
alargarle nn saquito lleno de oro, y sin de-
cirle palabra desaparecérsele de subito. Un
(1) Pa. x9, Id y 15.
(2) I Reg,, xiv, 6.76
dia, 4 la tarde, habiéndose acabado comple-
tamente en casa lefia, pan y vino, 4 la ma-
flana siguiente descargan de improviso, de
parte de una noble matrona, ua carro de
lefia, El portero, mientras fué con ella al
sétano 6 bodega, dejd por distraccion la
pnerta abierta; y fné el caso qne, cuando
did en ello y volvid & cerrarla, se halléd en
la porter{a misma algunas medidas de trigo
y varios barriles de vino, sin que jamds di-
ligencia alguna haya bastado para saber
quién fué aquella insigne bienhechora. Como
éste sucedian otros hechos, con que venia
Dios en oportnno socorro 4 la apremiante
penouria de sus siervos. (J3olland., tomo VII,
Jalio.
Vbsequio. Higanse actos fervorosos y
frecuentes de confianza en Dios.
Jaculaturia. En ti, Sefior, he pnesto mi
esperanza; no seré confundido eternamen-
te (1).
(1) Ps. xxx, 1.17
MEDITACION SEPTIMA
Via unitiva.
SAN IGNACIO, EJEMPLAR DE ENCENDIDISIMA CARIDAD
PARA CCN PJO8 EX LA ILUSTRACION DE LA MENTE,
EN BL PVEGO DEL CORAZON, EN LA BLEVACLON DEL
ESPIRITU. .
Ponto 1.°— Pn la ilustracién de la mente.
— Es la caridad ona Hama divina qne ilu-
mina la ioteligencia, enciende el corazén y
eleva hacia Dios el alma toda. En cuanto &
Ia luz que el amor perfecto de Dios difundié
en el dninno de Ignacio, bastante se ve cnan
grande fuera por los docnmentos qne él
mismo da en el librito de los Kjercicios es-
pirituales, ya para la contemplacién de Jas
cosas divinas, ya para discernir los malos de
los buenos espfritus y sus diversas operacio-
nes, ya para mostrar por qné sendag se ca-
mina ein riesgo en la via del espiritu, y en
cnéles se corre gran peligro. Por esto en el
arte y ciencia de la santidad teniale San
Felipe Neri por maestro, conjeturando el
leno de interna Inz que brillaba en su alma,18
por haber visto sn rostro radiante de luz es-
plendorosa. Ni ea extrafio, pnes muchas ve-
ces Dios Nuestro Seficr, por ministerio de
angeles 6 de otros cortesanos del cielo, ya
por su Reina Maria Santisima y sn Hijo,
porque todos trataban & Ignacio familiar-
mente, ya, en fin, el mismo Sefior en per-
sona, manifesté al Santo, arrebatado en
éxtasis, grandes arcanos: una vez, la omni-
potencia del Criador; otra, la infinita sapien-
cia de la obra de onestra Redenciéa; ora el
fin y armonia de todo lo criado; ora la efica-
cia de los sacramentos, con las admirables
operaciones de la gracia divina en los huma-
nos corazones.
Los sabios de este mundo qne se Ilaman
ilustrados, al paso qae quieren valnar ain
las cosas divinas con Ja corta medida de los
sentidos y de sus pasiones desarregladag,
son por cierto mas acreedores al nombre de
necios y ciegos. El hombre animal no per-
cibe las cosas propias del espirita de Dios (1).
Corazén limpio de toda mancha de carne y
espiritu, y an alma fija en Dios por fe viva,
(1) 1 Cor., 1, 14.79
exige el Espiritu Santo para comanicar por
la catidad Inces y dictimenes que exceden
Tas fuerzas todas de Ja natnraleza. « Bien-
aventurados los limpios de corazén, porque
ellos ver4n & Dios (1).>
Punto 2.° — Jn el ardor del corazén. —
La caridad de Dios se difundié en ef corazén
de Ignacio por el Espiritu Santo, que le fué
dado (2), porque, de un modo semejante al
que en otro tiempo aparecidé sobre los apés-
toles (3) en lenguas de fuego, posd sobre sn
cabeza y le llend de Espiritu Santo. Esto le
hacia dia y noche desahogar muy & menudo
entre suspiros y ligrimas sa corazén en Ia
presencia del Sefior, sobre todo delante de
Jesucristo, 6 puesto en crnz uh oculto en el
altar, prorrampiendo en aqnella su sdlita
aspiracién en demanda siempre de més y
mis amor divino:
aSefior, que te ame yo; ni me des por
ello otro premio que més y mds amor.»
Entre estas llamaradas de amor, n0 pocas
veces falto de faerzas, y como mnerto, no
(1) Matth., ¥, 8.
(2) Rom,, v, 5.
(3) Aot., 11, 3.80
daba muestra alguna de estar vivo, si no
era en lo inflamado del rostro y en la ve-.
hemente palpitacién del corazén. gQaé ma-
ravilla, pues, si por mas agobjado que se
hallase de negocios, al sdlo oir 6 pronunciar
el nombre de Dios y el de Jesus, de repente
se le encendiese el] rostro, se le abrasase el
pecho y descansase en suavisimo gozo con
el recuerdo é inefables alirazos de su Dios y
de sn salvador Jestis? Lo de admirar es lo
que en cierto caso Ilegd & confesar él mismo
ingenuamente, i saber: que no era posible
vivir asf por solas las fnerzaa natnrales,
Y 4 la verdad, era comin sentir de los que
reparaban en los casi continuos y vivisimos
incendios de su amor, que Ignacio, mils que
por virtud paturul, vivia en la caridad de
Dios una vida toda celestial y transformada
en Dios, conforme al Apéstol: « Vivo, mas
ya no yo, sino que vive en mf Cristo (1).»
«Amaris al Seftor tu Dios de todo ta
corazén, con toda fn alma y con toda ta
mente (2), dice el Seftor. Este precepto se
(1) Galt, 20.0 |
(2) Matth., xxi, 37,81
cnmple con toda perfeccidn cuando, en com-
paracién de Dios, tiene uno en nada todo
lo criado; y de tal snerte se emplean las
facultades del alma en el amor de Dios, que,
conforme 4 los avisos de San Ignacio, la
memoria pone siempre a la vista, como pre-
sente, & Dios y ans bencficios sin cnento; el
entendimiento sc ocnpa en la atenta consi-
deracién de la divina bondad; y la volantad
se complace amorosa en las perfecciones
de Dios, y por darle gusto y amarle desea
con vivas ansias obrarlo y padecerlo todo.
Avergii¢nzate de ti mismo, hermano, si ta
corazén dista mucho todavia de semejante
amor para con Dios. «Mira y obra confor-
me al original qne se te ha dado» (1) en
Ignacio, Con ese ejercicio de Ja memo-
Tia, entendimiento y voluntad, prenderd en
ta corazén y tomard ereces la Hama del
amor divino. /z meditatione mea exardescet
ignis (2).
Puxto 3.°—n la elevacién del espiri-
tu.—De tal modo elevaba el amor toda el
(1) Exod., xxv, 40.
(2) Pa. xxxvin, 4.82
alma de Ignacio hacia el Sefior, qne bien
pudiera decir con el Apdstol: «Nuestro trato
es con el cielo (1). » Porque muchas veces,
bien entre la contemplacién de las cosas
divinas, bien entre Jos sublimes conceptos
de las Horas canénicas, era arrebatada su
alma hasta sa Dios, en términos que arras-
traba también el cuerpo consigo, levantado
de la tierra y rodeado de maravillosos res-
plandores. Veces hubo, y no pocas, de ver
los cielos abiertos y distingnir en ellos los
lacidisimos escnadrones de bienaventurados
y la gloria singular de que gozaban; veces
en qne Nuestro Seiior Jesncristo se le dejo”
ver en la Hostia consagrada, manifesténdole
el modo inefable en que se contiene bajo las
especies sacramentales, y reina glorioso al
mismo tiempo en los cielos. Consérvase aun
un librito de visiones é ilnstraciones habidas
en el espacio de cuatro meses, mientras es-
cribfa las Constituciones de sn Religién, y
casi siempre al celebrar el santo sacrificio
de la Misa; porqne tenfa aso, pata fomento
de la piedad y despertador de la memoria,
(1) Philipp., 111, 20,83
de anotar aquellos favores en un diario, si
bien antes de morir los arrojé todos al
fuego, excepto unas pocas hojas con qne no
did, Dejé escrito en aquel librito que vid
unas veces & Jesucristo intermediar con el
Padre, otras & Maria Santisima ofreciendo
con indecible amor sn devoto al Hijo divino
y juntamente dando su aprobaciédn 4 las
Constituciones que él mismo habia escrito,
Adade qne, mientras tanto, ardia en tan
abrasado horno de amor, pete amor sereno
y apacible, que unido estrechamente con
Dios en amoroso lazo, sacaba de alli ine-
fables ilustraciones, y escuchaba fotimas
hablas y armonias enteramente celestialos-
«Qcasiéa hnbo, dice, en qne fneron tases
las elevaciones é ilustraciones espirituales
sobre el misterio de la unidad y trinidad de
Dios, que nada parecta qnedarme en esto
por entender: conoct, senti, ti, el Setior lo
sabe. Y era tanto el espasmo que en mi se
prodacia , que, asombrado, no cesaba de re-
petir en mis adentros: Y gquién eres tu?
¢Cudles tus merecimientos? zDe dinde & ti
tamafio favor?» Todas estas maravillas se
telatan por extengo, no sdlo en dicho libri-84
to, sino también en el Proceso auténtico
compulsorio toledano (1); y mds en compen-
dio en un cnadernito de estampas sobre la
vida de San Ignacio. En este ultimo leéese,
entre otras, esta inscripcién: « Escribe las
Constituciones de la Compatifa de Jesis
entre frecuentes apariciones é ilustraciones
de la Santisima Trinidad, habiendo también
visto muchas veces i ln Madre de Dios que
Jas aprobaba.» ;Oh alma feliz, unida siem-
pre 4 Dios en modo maravilloso, y ya bien-
aventurada por la posesidn de Dios, en
cnanto puede esto compadecerse con cl pe-
regrinar aun en el desticrro!
Dios cno estd lejos de cada cual de nos-
otros, pues en I: vivimos , y nos movemos
y somos (2)». Mas nuestra alma, enredada
en afectos terrenales, sc ha olvidado de su
Salvador Dios, y no s2 ha acordado de su
fuerte ayudador (3). Ea, gqué hacéis? Le-
vantaos ya del cieno de los vicios, y «no
querdis ainar el mundo ni Jo qne hay en el
(1) Vid. Von. P, Lancic., t. 11, optec. 17.
(2) Act., xvi, 27, 28.
(3) Isai., xvii, 10.85
mundo (1).» eAmemos & Dios, porque Dios
antes nos amé (2).»
Oracion.
Tu amor de Serafin para con Dios, jol
Ignacio, Santo miv!, coufunde y condena
mi negligencia y tibiezn en amar a este
mismo Sefior. Tan depravado est mi cora-
zén, qne ama los bienes terrenos y aun los
vicios y pecados, y se descuida en amar 4 su
Dios, siendo asf qne no fui criado sino para
amarle. Tu corazén, viviendo ti atin en esta
tierra, urdid siempre en deseos de inflamarlo
todo en el amor divino; y ahora, ya en el
cielo, arde en mucho mayor volcin de ca-
ridad. Ea, pues, alii tienes mi corazén; puri-
ficalo de todos los afectos menos puaros;
enciéndelo cada dia mis en el fuego que con-
sumia el tuyo, y enséfiame 4 amar el bien
sumo, que es Dios Nuestro Seiior. Haz, te
Thego, que mientras yo me valgo de aquellas
mismas palabras con que tti solias dedicarte
al Sefior, abrase mi corazén ayquel fuego
(4) I Joann., 11, 15.
(2) [bid., wv, 19.86
del tuyo, y con él me consagre 4 ini Dios
perpetuamente.
Tomad, Sefior, y recibid toda mi liber-
tad, ini memoria, mi entendimiento y toda
mi voluntad; todo mi haber y mi poseer:
vox me lo disteis, 4 vos, Sefior, lo torno;
todo es vuestro: disponed 4 toda vuestra
voluntad; dadme yuestro amor y gracia, que
ésta me basta.
Maximas de San Ignacio.
1." Si los santos en el cielo fnesen capa-
ces de duelo, vistieran luto en muestra de
dolor y quebranto por los que, fervorosos
en un principio, se entibiaron después en el
divino servicio. Si ti, hermano, has venido
4 resfriarte y languidecer en Ja caridad de
Dios, sabe que has contristado 4 tu madre
la Jerusalén (1) de Ja gloria.
2.* La pureza de corazén con la guarda
continua se conserva, y elevindolo & Dios,
que en todo lugar estdé presente, con asiduas
aspiraciones; porque la caridad no mana de
(1) Baruch, 1v, 837
corazén inmundo, sino del puro: Charitas
de corde puro (1).
3.* Visita 4 menndo al Santisimo Sacra-
mento, como prenda y cebo de amor; y al
menos, el tiempo tan precioso después de
la sagrada comunidn gistalo todo en tra-
trar y amar & tu Dios; porqne entonces
mora Jesus en nosotros y nosotros en Jesus,
«Quien come mi carne, mora en mi y yo
en él (2).
Hjemplo 7.°
Dios Nuestro Senor ha premiado la ca-
ridad de San Ignacio, no ya tan sélo con la
esencial bienaventuranza que en el cielo le
comunica, sino haciéndole ademas muy glo-
rioso en la tierra. Antes de ser puesto el
nuestro en el catilogo de los santos cano-
nizados, sucedid en Calatayud, ciudad del
reino de Aragén, el caso siguiente: Tenfla
cierto piadoso candnigo en su casa, en bas-
tante buenos cuadros, los fundadores todos
de religiones, mas le faltaba la imagen de
(1) UTim., 1, 5.
(2) Joann., vi, 57.88
nuestro Santo. Cierto dia, un dngel en traje
de peregrino se le aparecié, y advirtiéndole
uo tenfa la efigie del santisimo varén Jzna-
cio de Lovola, se brindé de muy bnena gra-
cia 4 pintirsela. Pasado uno rato, y rogado
que comiese, no quiso, alegando que no
habfa de abandonar la obra en sn mayor
fervor. Llamado de nuevo hacia el fin de la
comida y buscado por todas partes, en nin-
guna se le halld, y si sdlo el retrato de San
Ignacio, orlada la cabeza de rayos de gloria,
el cnal, como trabajado de mano celestial,
snperaba & todos en belleza. Esta imagen,
enviada mds tarde & Munebrega, comenzé
& ser veneradu dle gran coucurso de devo-
tos, y se obraron en su favor, 4 invocacién
de Ignacio, tantos y tales prodigios, que en
un mes pasaban de ciento: entre otros, Ia
resurreceién a nueva vide de una nifia y un
nido ya difuntos. (Alfonso de Andrade, //ist.
Imag. Munebreg. Matriti edita ann 1669.)
Obsequin, Con frecuentes actos de caridad
ejercitate en amar al Seftor, tu Dios, de todo
ta corazép (1).
(1) Matth., xx, 37,89
Jaculatoria. Amete yo, Sefior, y no por
otra recompensa sino es por amarte mds y
mils. (San [ynacio.)
MEDITACION OCTAVA
SAN IGNACIO, EJEMPLAR DE CELO DE LAS ALMAS, EN
EL AFECTO, EN LOS TRARAJOS, EN LAS OBRAS,
Punto 1.°— fr el afecto.—Es el celo de
las almas fruto de la caridad, que hace 4
lino procurar que Dios, 4 quien él ama, sea
de todos amado, siendo tanto mayor el celo
ctlanto es mas grande la caridad. En Igna-
cio fué tal el incendio de celo que desde su
conversién encendié en su pecho la caridad,
que & veces se le vid de noche elevado cna-
tro codos del suelo y rodeado de celestial
resplandor, oyéndoscle exclamar entre so-
Nozos y suspiros: 4; Dios mio y Sefior mio!
jOh, si los hombres te conociesen, cémo
nonca pecaran!» Otras veces, hincado de
rodillas como estaba, levantado en el aire,
los ojos ceatelleantes y las manos alzadas al90
cielo: «;Ob buen Jestiel decia, |Oh si los
hombres te amasen!p
Y como la acerbisima muerte del Reden-
tor, safrida por la salvacién del género hu-
mano, estaba siempre presente 4 su mente,
le hacia también repetir una y mds veces:
«jOb qnién me diese morir al dia mil muer-
tes entre los mayores tormentos, por amor
de Cristo y por salvar nn alma!» ; Qué de
extrafo es ya si, aun siendo Prepdsito gene-
ral, no se avergonzaba de guiar él mismo
en persona, por amor & Cristo, las mujerci-
Nas que, arrancadas de los vicios, se refa-
giaban al eneierro de la honeatidad! Tal vez,
mientras practicaba esta obra de celo, le
advirtieron algunos que en vano gastaba
tiempo y fatiga, porgne snelen las tales vol-
ver presto & sus malos pasos; mas él, por
toda respuesta, decfa resneltamente: « Por
bien empleado diera cualquier trabajo, con
tal de estorbar qne una de estas infelices no
ofendiera & Dios Nuestro Sefior siquiera en
una noche.» Una cosa causaré verdadera-
mente admiracién, y es aquella disposicién
de duimo que, por tan heroica, alabé con
grande estima la Sagrada Rota Romana, y91
en virtud de la cual aseveraba Ignacio con
entera verdad: «Que, puesto que se le diese
opeién, prefiriera vivir incierto en sn suerte
eterna, por hacer en tanto algdn servicio en
honra de Dios y provecho de las almas, que
no morir al punto, cierto de volar & la glo-
rie.D
Ahora bien: si Sau Ignacio por el bien de
tu alma hubiera rennociado 4 una cierta y
préxima posesién del cielo, gen qué enten-
dimiento cabe, hermano mio, que dades to-
davia th mismo si por la salvacién de tu
propia alma has de dar perpetuo repudio &
tna vicios y concupiscencias, y & las ocasio-
nes préximas de pecar? La eternidad, ése es
el negocio de los negocios. «Todo el oro en
go comparacién cs como un grano de arena,
y la plata como lodo enfrente suya (1).»
Punto 2.°—£n los trabajos.—A los fervo-
roses sentimientos que abrigaba el pecho de
Ignacio en orden 4 la salvacién de ias almas,
correspondieron iguales trabajos acometidos
por aquella causa. En efecto, lo que en los
primeros momentos de su conversién ha-
(1) Sap., vir, 9.92
bia resuelto, & saber, dedicarse todo mien-
tras viviese, sin temer peligros ni perdonar
trabajos, & Jograr almas para Cristo, cum-
plislo tan perfectamente, que de cuantos
puntos habité se contabau después de su
mnerte, al instruirse los procesos de canoni-
zucién, tales y tautas conversiones de peca-
dores insignes, mujeres perdidas, herejes y
Jadios, que cada ciudad parecia atribuirselo
como apdstol suyo. Dela misma primera de-
liberacitén nacié también aqnel acto calificado
por Ja Santa Iglesia de insigne bajo todos
aspectos, cuando, & fin de ser mids util & los
prdéjimos en biea de sus almas, se did, tenien-
do ya treinta y tres afios de edad, & estudiar
primero la Gramitica, luego la Filosofia y
la Teologia, repitiendo por fin en Paris todos
los estndios, y entretanto viviendo de limos-
nas, no cesando en las obras de caridad, bu-
mildad y peaitencia (1), y sufriendo 4 Ja par
en varios puntos, por procurar la salvacién
de las almas, escarnios, azotes y cadenas. Y
jcudntas veces tainbiéa no intentd el demo-
nio, como previendo lo que seriu, apartarle
(t) Bulla Canoniz.93
del emprendido curso de los estndios, so-
bre todo cuando al ofrecéreele e] verbo amar
a otra voz de las qne ocnrren en rudimen-
tos, le tralia frecuentes ilustraciones y le
descubria recénditos misterios de Jas letras
divinas. Mas nada logré el maligno, sino es
dar & Ignacio nueva ocasién de vencerse &
si con glorioso triunfu; pues desenbierto el
frande del astnto engaiiador, va y arrdjase
el Santo a los pies de su maestro, pidiéndole
y suplicindole que exija de él como de otro
enalqniera la tarca del dia, y que cogido en
falta le castigne de palabra 6 con golpes,
segtin bien Je parezea, como si fuese uno de
tantos niflos,
Saca de aqui, hermano, qué es razén ha-
gas ti por tu alma cuando tanto hizo y tra-
bajé Ignacio por las ajenas, Y si no haces
mas no lo achagnes i falta de fuerzas, sino
4 sobra de tibieza, La gracia siempre estdé 4
punto, y con la oracidn polemos siempre
lograrnos otras y otras, Pues para que Dios
no condene tu conducta en el dia del juicio,
cuando ya sea tarde para enmendarla, date
prisa ahora, ahora que vives an, para ha-
cer cierta por medio de obras buenas tn vo~94
cacién y eleccién. Magis satagite ut per bona
opera certam vestram vocationem et electio-
nem faciatis (1).
Punto 3.°-—£n las obras.— No queriendo
que pereciese uno siquiera, sino que todos se
acogieser al puerto de la penitencia (2), de-
claré San Ignacio gnerra 4 las snpersticio-
nes gentilicas, 4 la perfidia jndaica y 4 la
herejia; y para esto, y para perpetnar eatre
los catélicos Ja piedad por él renovada, la
practica del Catecismo y ejercicioa espiri-
tuales, y la frecuencia de sermones, migio-
nes y sacramentos, fundé un orden religioso
el cnal, afiadiendo 4 los tres acostambrados
otro voto sobre Jas misiones, y dependiente
en modo pecnliar de la Sede Apostdlica,
promoviese por institnto todas aquellas em-
presas. Dado este paso, consagrdése sin tre-
gua hasta la muerte 4 ganar almas para
Dios, y con este fin envid & las Indias, por
apéstol del Evangelio, 4 an Francisco Ja-
vier, y & los demas compafieros para el mis-
mo objeto por las diversas partes de la tie-
(1) IT Petr., 3, 10.
(2) Ibid., 1, 9.95
tra: abrid por todos Iados colegios donde
formar & log jévenes en virtud y letras; en
Roma erigié el Colegio Germdnico; los mo-
nasterios de recogidas y de doncellas po-
brea en peligro; las casas para huérfanos y
catecimeuos de ambos sexos; y llevé & cabo
otras machas obras de celo (1). Vardén ape-
llidado con razén, por Gregorio XV, maximo
en salvar & los elegidos de Dios, maximus
in salutem electorum Dei (2), y por el tri-
banal sagrado de la Rota Romana, naevo
apéstol de Jesucristo. Y 41a verdad tavo un
corazén mayor que el mundo, y padecié tra-
bajos, y funds institucioues, y recogié frutos
dignos de un apéstol.
A cada uno dié Dios el cargo de sn prdé-
jimo. Unicuiqul mandarit Deus de proximo
suo (3): por lo cual cada ano debe ayudar
al préjimo con el ejemplo de obras buenas,
con consejos oportuuos y con asiduas preces
al cielo. g¥ qné, si por el contrario, en vez
de ganar 4 Cristo Nuestro Sefior las almas,
(1) Brev. Rom.
(2) Eccl., xnvz, 2.
(3) Eccli., xvi, 12.96
no hace sino arrancirselas por ans malas
costumbres y peores conversaciones? | Ay
de aqnel, dice el Sefior, qne & otro escanda-
lice! (1).
Oracion.
Santisimo Patriarca Ignacio: ya que th
con tantas ansias del corazén, tantoa traba-
jos sufridos y tantas obras fundadas procu-
raste qne todos los hombres se salvagen, es-
cucha, te rnego, mis siplicas que homilde
te ofrezco muy conformes & esos mismos
deseos. Ifé aqni qne me cextravié, como
oveja descarriada»; bnaca (3) i ta pobrecito
devoto que, manchado de muchas malda-
des, se halla rodeado de los halagos del
mundo, de Jos lazos del demonio, y de peli-
gros continnos de condenarse para siempre.
aAlarga tit mano 4 un infeliz (3)», con que
me saques del cieno de mis pecados y me
vnelvas al recto sendero de la salvacién.
Yo reconozco mi iniquidad, y tengo siempre
(1) Matth., xvin, 7.
(2) Ps. cxvin, 176,
(3) Eceli., vir, 36,97
delante de mf mis pecados (1); duélome de
haber tantas veces y tan gravemente ofen-
dido 4 mi Dios, bien infinito. Haz, Patrono
mio, que mi dolor se aumente més y mds
hasta el ultimo instante de mi vida, y que
por tu intercesién alcance de Dios miseri-
cordia. Valgame ta amparo para salvarme.....
«Aytidame, y seré salvo (2).» Amén.
Madaximas de San Ignacio.
1.* Si Dios Nuestro Seftor sin calpa mia
me lanzase & los infiernos, no serfa mi ma-
yor pena el safrir aqnellas voraces llamas,
sino el oir blasfemar contra mi Dios. Apren-
damos de San Iynacio & abominar sin huma-
no respeto toda ofensa del Seiior, diciendo &
uaa con é] del fondo del alma: aQdié Ia ini-
quidad y la abominé (3).
2.* Para que los talentos y dotea natara-
les sean eficaces en nnestras manos, menes-
ter es qne vayan animados del espiritu in-
terior, y reciban de él fuerza y eficacia:
(1) Ps. 1, 5.
(2) Ps. exvin, 173, 117,
(3) Ps. oxvitt, 163.98
Porque nosotros no somos sino instromen-
tos de- Dios. cEn an mano estamos nosotros
y nuestras palabras, y toda sabiduria y el
acierto en las obras y el arte (1).»
3.° Para ganat almas & Dios se reqniere
-an circulo de mutuo influjo, de Ja oracién
que sube de nosotros & Dios é impetra la
gracia, y de trabajo paciente que de nos-
otros desciende 4 nuestros préjimos. En esto
estriba todo el arte de ganar almas 4 Cristo
Nuestro Sefior. Laberati in gemitu meo (2).
Ejemplo 8.
De mucho mejor gana remedia San Igna-
cio ahora en el cielo las almas atribuladas,
que no los cuerpos, pues aun viviendo en
este mundo asi lo hacfa, Habia por los afios
de 1602 en Gandia, cindad de Valencia, en
Espatia, una mojer que habia vivido perdi-
damente con un joven; y deseando por fin
salir de aquel loduzal y combatida horrible-
“mente, para que no lo hiciese, de la pésima
costambre, se acogié por remedio eficaz &
(1) Sap., vu, 16.
(2) Jer., xv, 3.99
San Ignacio. Lo mismo fné enepender & Ja
cabecera del lecho Ja imagen del Santo, y
concebir tal aversién contra el joven que tan
desapoderadamente amaba, que en adelante
no podia safrir ni siquierael verle. (Bolland,,
tomo vit, Julio.)
Obsequio. De tal modo brille el ejemplo
de tus buenas obras delante de los hombres,
que al verlas glorifiquen al Padre comun de
todos, que estd on los cielos, Sie luceat lux
cestra (1).
Jaculatoria. Santo mlo, vdame la mano
y ailvame..... Soedrreme y seré salvo (2).»
MEDITACION NOVENA
EL CORAZON DE BAN IGNACIO, BIEMPLAR DE TRATO IN-
TERIOR CON DIOS, CONSIUO MISMU Y_ CON EL PRO-
J1MO,
Punto 1.°— Con Dios.—Quien trata de
servir y agradar & Dios debe ser hombre
(1) Matth., v, 16.
(2) Pe. oxviu, CLxxitt y CXVH.100
interior, que obre mds con el interior afecto
del corazén qne con la misma obra que de
fuera se ve. Esto ensefié San Ignacio, quien
por su parte regnlé completamente su co-
razén conforme 4 esta norma, respecto de
Dios, de sf mismo y del prdjimo. Y prime-
ramente en lo quae & Dios toca, habfase im-
puesto por ley inviolable desde su conver-
sién, ley que guardé siempre con fidelidad,
no anhelar otra cosa sino 4 Dios y sa mayor
gloria. Por esto, aun de Jas mismas rigidf-
gimas asperezas corporales que al principio
usd, ninguna ofrecfa en satisfaccién de sus
cnipas, no fuese que lo que él sacara de uti-
lidad, lo qnitase de la mayor gloria divina.
Examiuaba cada hora cuidadosamente su
proceder; pero no se contentabu con haber
evitado faltas 6 ejercitado alguna virtad,
gino que miraba ademis si hubiera podido
dar al Sefior mds gloria; y siempre, cuando
ge le ofrecian varias cosas que elegir libre-
mente, se decidia por la del mayor agrado
divino, Todas estas alabanzas comprendid-
las la Sagrada Rota Romana en las siguien-
tes frases: «Ardia en tan abrasado amor de
Dios, que todo el dfa andaba en su busca,101
sin pensar en nada ni desear nada mds que
agradar & Dios y obedecer & sn voluntad
santisima; y asi entregdbase todo & El con
resolucién firme de segnirle en todo, annque
hubiera para ello de perder el cielo y la tie-
Tra..... Todos sas pensamientos, palabras y
obras & Dios las referfa como & sn fin, y las
enderezaba & Dios y 4 la gloria y honra de
Dios, no cayéndosele nunca de los labios
aquel su lema favorito: A mayor gloria de
Dios: Ad maiorem Dei gloriam.»
Dios crid (todas las gentes) 4 loa, ensal-
zamiento y gloria suya (1). Cada cual debe,
por lo tanto, en todos sna pensamientos, pa-
labras y obras, mirar & Dios y 4 su mayor
gloria, y asi lenar el fin para el cual ha
sido criado. A los que por este fin no se
mueven, /ristraseles su esperanza, sus tra-
bajos son infructuosos, initiles gus obras (2).
Luego ya comdis, ya bebdis, ya hagdis cual-
quiera otra cosa, hacedlo todo & gloria de
Dios (3).
(1) Deut. xxv1, 19.
(2) Sap., 1, 11.
(3) I Cor., x, 31.102
Punto 2.°—Consigo mismo.—Decfa San
Ignacio que lo que mds retarda nuestro as-
censo hasta Dios es el amor propio, y por
esto el arte de adelantar en espfritn se re-
duce 4 aquella mdxima: «Véncete 4 ti mis-
mo.» Asi, todo sn empefio lo ponia en repri-
mir constantemente Jos {mpetus del corazén
y vencer las naturales repngnancias, haata
tal punto, que, siendo de suyo bilioso y may
ardiente, se trocé de tal medo en otro hom-
bre 4 fuerza de irse en todo 4 la mano, que
le jnzgaron los médicos por de tempera-
mento frio y flemitico, aplicdndole en con-
secuiencia remedios que pnsieron 4 riesgo su
misma vida. Con tan admirable tesén en
vencerse & s{ mismo obtavo, segtin dice la
Sagrada Rota Romana, perfectisimo domi-
‘ nio sobre todas sus propensiones y pasiones,
obligdndolas 4 seguir en todos los dictéme-
nes de la virtad y & servir al mayor acre-
centamiento de la divina gloria. Mas bueno
es oir de sa misma boca cudl fné el cimiento
qne en 80 corazén eché para alzar en él este
templo de la paz & mayor gloria divina. «A
Dios sdélo, dice, toca disponer de nosotros;
el cual, ora nos quite algo y mortifiqne,103
ora nos dé -y halague, es ignalmente santo
y bneno, yen ambos & dos casos hemos
de loar y amar cou igual afecto sn bondad
y sautidad infinitas. "Hay mis: que como
regla de unestros amores y temores, ha de
ser tau sdlo lo qne Dios qniere quae amemos
y temamos: siguese que de tal modo han de
regir nuestro corazén sus amores y temores,
qne jamds traspase aquellos limites; tanto
maa, cnanto que en esto nos da Dios Nuestro
Sefior aua gran mnestra de sa dignacién,
pues no tiene 4 menos darse por glorificado
de criatnras tan ruines como nosotros, y por
honrado de obseqnios tan mezquinos. Ojala,
hermano, que fijases en medio del corazén
esa misma ley; qne recibiendo siempre con
igual resignaciédn y agradecimiento para con
Dios lo bueno como lo malo, buscases tan
sdlo el querer divino y gloria de Dios. Pero
si contra el beneplécito divino te buscas 4 ti
propio y la satisfaccién de la concupiscencia
rebelde, ni podris tener jamais paz con Dios,
ni con tu misma concieucia, «No hay paz
para los impfos (1)», dice el Sefior.»
(1) Tesai., xiv, 22.104
Ponto 3.°—Con el préjimo.—Con admi-
rable industria se ganaba San Ignacio el
favor y la benevolencia de todos para traer-
los & todos al servicio de Cristo nuestro Se-
fior. Indagaba ante todo los designios y
condicién de aquellos con quienes trataba,
y dentro de los limites de lo justo procu-
Taba pescar, como dicen, 4 cada cual con sa
propio cebo. Pasaba por lo dificil del natu-
ral, por su arrogancia, 6 bien por sus nece-
dades y caprichos, y aun por las injnrias y
ofensas con maravillosa paciencia y disimu-
lo, y tenfa por costumbre allanarse 4 cuanto
ellos quisieran siempre que la ley de Dios
no lo vedase. Una vez que los vefa del todo
suyos, iba adelante paso 4 paso y con gran
tiento, instruyéndolos 4 cada uno segin sus
alcances en log deberes de gran cristiano y
en los propios de sa oficio 6 empleo, Con
semejantes industrias, y jnntamente con el
ejemplo de su santa vida, convirtiéd 4 muchos
de Ia herejfa 4 la fe catélica; 4 muchisimos
de una vida licencioza 4 otra cristiana, y 4
innomerables también al desprecio de todo
lo cadaco por abrazarse con los consejos
evangélicos, No obstante, con quienes res-105
plandecia de un modo especial sn caridad
era con aquellos en quienes vela pintado més
al vivo el retrato de Nuestro Sefior Jesncris-
to; con los pobres y con sus hijos espiritua-
les, que se hab/an confiado 4 sus paternales
desvelos y direccién. Faé tanta la aolicitud
con qae miraba por los indigentes y enfermos
ulcerados, por los hnérfanos y catectimenos,
majercillas de mal vivir y doncellas en peli-
gro, y por mil otros necesitados, que cada
caal tenfa en él un padre amoros{fsimo. Para
con sus hijos de la Compafifa eran tales las
entrafias de su caridad, que, tomando como
propia cualquiera de sus tentaciones 6 mo-
lestias, consoldbalos del modo mejor que po-
dfa, dirigialos, animdbalos y los inflamaba
en el amor divino, valiéndose para ello, no
tan sdlo de palabras, sino de oraciones diri-
gidas al cielo, de ayunos y otras maceracio-
nes de Ja carne; con lo cual cada uno de ellos
se reputaba 4 au vez como hijo de lagrimas
y dolores del padre. Asi se hacia Ignacio,
para la mayor gloria de Dios, todo ¢ todos
para salvarlos a todos (1).
(1) 1 Cor, ix, 22.106
aEste mandamiento hemos recibido de
Dios: que el que ame & Dios, ame también &
ro hermano (1).» Ahora bien: el amor de
Dios exige que la caridad sea paciente, be-
nigna, que no busgue sus comodidades, no se
aire, no sea mal pensada, lo gufra todo (2),
y quiera 4 todos cerrar el infierno, abrir el
cielo, y qne crezca siempre mds y mas el
niimero de los amadores de Dioa y la mayor
gloria del mismo Dios; por lo cnal camar al
prdéjimo como 4 sf mismo es cosa mayor que
todos los holocanstos y sacrificios (3)>.
Oracién.
Considerando, oh Santo m{o, como en on
eapejo en tu corazén rectisimo para con
Dios, severisimo para contigo y amantieimo
para con los otros, Ja malicia del mfo, me
Ileno de gran rabor y confusién. Dios ha
criado este corazén para sa gloria y lo ha
colmado de tantos bienes; mas yo he he-
(1) 1 Josnn., tv, 21.
(2) 1 Cor., xm, 4, 7.
(3) Mare., xu), 35.107
cho servir en ofensa suya los afectos de eate
corazon y los mismos beneficios del Sefior.
JAy de mf, que mientras, bnscdndome & mi
mismo, condescendiendo con mis pasiones,
soy arrastrado de ellas acd y alld entre es-
pantosas luchas, siendo al mismo tiempo
angastiado de amargos remordimientos de
conciencia, sin poder encontrarme ya mds
& mi mismo. As{, no pudiendo ya en cierto
modo sobrellevarme 4 m{ propio, macho
menos me compadezco de las necesidades
del préjimo, ni Nevo en paciencia sus defec-
tos. Ahi tienes, Santo mfo, un bosquejo de
mi corazén, desemejante en on todo del
tuyo: mnuéstrotele para que 48a vista ten-
gas piedad de mi. Ofrézcote este mismo co-
razon tan depravado, para qne renueves en
mis entrafasel espiritu recto, para que bus-
cando, 4 imitacién tuya, 4 sdlo Dios y su
divina gloria, viva siempre en adelante, aqui
en la tierra, en paz con El, conmigo mismo
y con mi prdojimo, hasta que por tu medio
sea hecho participe por toda Ja eternidad de
la gloria del mismo Dios. Amén.108
MadAximas de San Ignacio.
1.° Riqnisima corona se prepara en los
cielos para el que hace sus obras con el ma-
yor esmero que puede, pnes el premio no
tanto se da 4 Jas obras cuanto al fervor del
espiritu. Mds estima Dios Nuestro Sejior el
corazén quae la obra. Asaf que haz bien Jas
buenas obras: tuste guod iustum est perse-
queris (1).
2.* Quien de su natural es rebelde y fo-
goso, no caiga de dnimo si quiere vencerse;
antes persuddase que nna de sus victorias
pesa mda en el acatamiento de Dios que
muchas de otros nataralmente mansos y
tratables, «Dios le ha dado dora Jucha para
que venza (2).
3.2 En nuestro trato con Jos hombres
imitemos & los santos dngeles, que si bien
andan por el mundo paracastodiarnos, pero
jamas dejan de amar d Dios: Nostra conver-
satio in calis est (3).
Q Deut., xvi, 20.
(2) Sap., x, 12.
(3) Philipp., mt, 20.109
Ejemplo 9.°
En vida, y después de muerto ya en el
cielo, muestra San Ignacio su grande cari-
dad para con snus hijos espiritnales. En Bar-
celona, dofia Inés Pascual, viada, y Joan,
hijo snyo, de diez y ocho aiios, después de
haber reportado notable fruto y utilidad del
trato y amonestaciones de Ignacio, cnya
pobreza sustentaban, fueron fieles & la ley
de amistad acompaidndole tres millas de
camino cnando el Santo partid para Paria.
Abrazando Ignacio &é Juan al despedirse, y
queriéndole dejar algunos documentos para
adelante: «Por qué, repuso él, padre mio,
habiendo & otros dirigido con tanto amor,
que, 6 han abrazado los consejos evangélicos,
6 al menos han hecho grandes adelantos on
la virtud, 4 mf solo me dejas sin instroirme
ni formarme? gQné va & ser de mf cnando
sin ti me vea? Déjame, padre, y te segairé
& cnalquiera parte.» I Ignacio le dijo: «Buen
Animo, que no te faltaré ocasién de ejercitar
la paciencia y de merecer macho para el
cielo. Ya mayor, te casards y sufrirds muchos110
infortanios, gracias 4 los cuales no te engol-
fards en los placeres, sino que estaras pen-
diente siempre de Dios implorando sa soco-=
rro. Mas todos estos trabajos tendrdn fin con
bien y salvacién de tu alma.» Cumplidse
como Ignacio lo dijo; porque, pasados algu-
nos afios, aquel joven ge casdé y tavo machos
hijos; y no sieudo sobradamente rico por
frande de los deudos 4 quienes habia liberal-
mente fiado no pequefia sama, vino 4 hacer
bancarrota. Ignacio entonces desde Roma,
donde atin vivia, como si todo lo viese con
sas propios ojos, le consolé por cartas y
confirméle en sa conformidad con la volun-
tad divina. Sncedié que fué un dia Juan éla
iglesia antes de amanecer, y alli, hablando
con San Ignacio, mnuerto poco hacia: «Santo
Padre mfo, exclamé, ahora desde el cielo
estas viendo mi afliccién y mia penax, qne tt
me habjas pronosticado: necesito de pacien-
cia. Ruégote, pues, me Ja aleances de Dios
y el feliz desenlace de los negocios con Ja
salvacién de mi alma, que también me pro-
metiste.» Dicho esto, bailado en ligrimas,
de repente se llena el templo de clarfsima
luz, y, entre celestes concentos y coros de111
Angeles y bienaventurados, vese on varén
de aspecto venerable, vestido de habito se-
cerdotal, quien llegdndose al sepalcro de
Santa Eulalia, hecha adoracién al Santisimo,
ofrecid aromdtico incienso: en seguida acer-
cése, al irse & partir, 4 Juan, atdnito de tal
visidn y bafiado en celestial dulzara, y que
ya entonces, reconociendo en aquel varén 4
San Ignacio, se le habia arrojado 4 sus pies.
aiTe acuerdas de mi?, dijole el Santo con
rostro amable, Panes yo también de ti; ten
buen dnimo: todo acabard bien, ni més ni
menos que yo te lo predije» En seguida
didle la bendicion y desaparecié de la vista.
Aqui Joan: «}Oh Padre, exclamé, oh Santo
Padre Ignacio!» A estas voces acaden algu-
nog eacerdotes que cerea estaban, y Jan,
accediendo 4 sus raegos, les cuenta el caso
entre sollozos y ligrimas. En adelante, con
sdlo recordar la preseucia, las palabras y
promesas de San Ignacio, hallé siempre
.aquel atribulado varén en todos sns aparos
eficacisimo alivio y remedio. (Bartoli, 1. I,
nim. 31.)
Obsequio. Véncete & ti mismo en todas
las cosas, 4 mayor gloria de Dios.12
Jaculatoria. No & nosotros, Sefior, no &
nosotros, sino 4 tn nombre sea dada la glo-
ria (1).
MEDITACION DECIMA
MUERTE DE SAN IGNACIO, PRECIOSA POR SUS DESEOSB,
AFECTOS Y GLORIA
Punto 1.°—Por sus deseos.—Cuanto més
iba Dios descnbriendo su rostro divino de
dia en dia & su siervo Ignacio, ora con so~-
brenaturales ilustraciones del alma, ora tam-
bidn con visiones celestiales, en las que al-
gona vez llegé el divino Redentor nonestro
4 dignarse abrazarle amorosamente, tanto
més vivas eran sus &nsias, en que por dias
se consumla de ver & su Dios como El es, y
tanto més ardientemente anhelaba por ver
sneltas las ataduras de este cuerpo y ha-
Harae en compaiia de Cristo. De aqni el mi-
rar frecnentemente al cielo y las estrellas;
el revolver en sus adentros, entre inefables
(1) Ps. oxi, 1.113
gozos, la memoria del cielo; el enviar como
en avanzada al Rey de la gloria sus deseos,
suspiros y'‘lagrimas, anunciindole que des-
fallecia de amor y deseo suyo, & fin de que
El, compadecido, le dejase ya partir en paz
de “este mundo. Lnego, volviendo la vista &
la tierra, exclamaba despreciéndola: «Ay!
Ly como la tierra me parece basura cuando
miro al cielo!» Por esto mds de nna vez, al
oir que alguien deseaba vivir y andaba ape-
nado no fuese que la muerte cortara el hilo
de sus planes: «;Ay! exclamaba, gcémo po-
demos ilusionarnos con el pensamiento de
vida, mds larga, y privarnos de la alegrisima
esperanza de acabarla pronto, caando para
fomentar esa e»peranza ha qnerido Dios ocnl-
tarnos el dltimo dia de nuestra existencia?»
Y¥ si tal vez caia enfermo de algun cuidado,
al punto, eobrando esperanzas de pasar &
mejor vida, se enajenaba de los sentidos, no
sin gran daio de la salud, viéndose los mé-
dicos precisados & ordenarle apartase el pen-
samiento de las cosas celestiales. Ni buscaba
en estos vivos deseos, 6 el fin de las ernces
6 el comienzo de los goces; pues tan lejos
estaba del amor propio meramente nataral,
8114
que se le ofa decir algunas veces: «Qne no
podria vivir si advirtiese en sf algin afecto
humano, y no de todo punto divino.» Por
esto Dios y su gloria fué siempre el blanco
donde con sincero y parisimo amor asestd
siempre nuestro Santo, pnesto caso que no
ignoraba que, por la clarfsima vista de la
bondad sin limites, habia de amar y loar 4
sa Dios mucho mis intensamente en la
gloria, que no lo hacia en esta vida mi-
serable.
Emalemos también nosotros, deaterrados
en este valle de IMgrimas, los deseos y votos
de este Santo, si es que amamos & Dios con
toda el alma. Clamemos al Sefior unas veces
con el Apistol: «Miserable de mi, zquién
me libraré de tan angastiosa y prolongada
muerte?» Infelix ego homo, quis me liberabit
de corpore mortis huius? (1). «Deseo ser des-
atado de los Jazos del cnerpo y verme con
Cristo (2).> Otras con David: ajAy de mi,
que se me ha prolongado mi destierrol.....
}Mucho dura la estancin en este cuere
(1) Rom., vit, 24.
(2) Philipp., 1, 23.115
pol (1). gOndndo iré y apareceré ante la faz
de Dios? (2).» Porque es increfble la eficacia
de semejantes deseos para apartar los cora-
zones de afectos terrenales y penetrarlos de
nna vide toda del cielo. Quienquiera qae en
fl (en Dics) abrign esta esperanza, se san-
tifica como fl, es santo (3).
Punto 2,°-—Por tos afectos.— Para llenar
Dios los votos de Ignacio, significéle el dia
de su préximo trinsito y le cerciord de que
moriria como él lo habia snplicado; % saber,
inopinadamente para los demds, y que asi
las inoportunas visitas en muestra de estima
y devocién no le quitarfan emplear con sn
Divina Majestad todo aqnel tiempo, en dis-
poner el alma para la jornada. Pnestos en
cobro los negocios «le sn Compaitia, y avisa-
dos por cartas de sn préximo trdusito alga-
nos amigos ansentes, entregdse el Santo &
la contemplacién y soledad , cuando cayé en
una fiebre mortal, la cual, si bien le abrasaba
interiormente las entrafias, no dejaba salir
al rostro ningnua palidez ni signo alguno
(1) Ps. cxix, 5, 6.
(2) Pa. xt1, 3.
(3) I Joann., it, 3.116
de muerte en todo el cuerpo. Sélo si experi-
mentaba on gran desfallecimiento de fuer-
zas, el cnal ni 4 médicos ni 4 domésticos
puso en grave cuidado. A Ignacio, empero,
no se ocultaba la préxima llegada del Seior,
y asi, fortalecido con el sagrado Vidtico,
envid secretamente quien pidiese al Padre
Santo, en su nombre y para el articulo de
la muerte, remisién completa é indulgencia
de sns pecados. El en tanto pasdse aquella
ultima noche eo trato snavisimo con el Se-
fior, por quien suspiraba con todas las ansias
de su espiritu, mientras los demas, fiados
eo el parecer de los médicos y sin sospechar
peligro verdadero, atribufan sus voces, sollo-
zos y dulces ligrimas 4 las celestes visiones
de que ordinariamente disfrutaba. Y ae{ era
la verdad, al menos en la hora postrera;
porque Cristo Nuestro Sefor y su santisima
Madre la Virgen Marla se le hablan apare-
cido entre angélicos eacuadrones, para reci-
bir su alma y llevarla en compuiiia suya 6
Ja gloria, Ignacio entonces, levantados los
ojos y fijos en el Redentor y en su Madre,
puestas las manos y el rostro alegre, repi-
tiendo de corazén y con la, boca los santisi-117
mos nombres de Jesus y Maria, volé & des-
cansar en el seno de Dios eternamente, «Pre-
ciosa 4 los ojos del Seior la muerte de ans
Santos (1).»
No hay quien no desee parn st Ja muerte
del justo, y con todo, son muy raros los que
para morir como justos se disponen. Ahora,
movidos por el temor filial y por amor, he-
mos de huir el pecado; ahora hemos de obrar
con diligencia lo que en la mnerte qnisi¢ra-
mos haber ejecutado; ahora, en fin, hagdmo-
nos, con el nso, familiares log actos de Fe,
Esperanza y Caridad, ejercitindonos en de-
seos de ver & Dios y en actos de conformidad
con sa voluntad soberana, y de este modo,
contraida tan saladable costumbre, prorram-
piremos & la hora de la muerte facil y fer-
vorosamente en estas actos. « Lo {ue sem-
brare el hombre, eso segardé (2).»
Poxto 3.°—Por la gloria después de
muerto.—¢Yo glorificaré & todo el que me
glorifique (3)», dice el Sefior. Por consi-
(1) Pa. cxv, 15.
(2) Gal, v1, 8.
(3) I Reg., 11, 20.118
gaiente, la medida de la gloria 4 qne San
Ignacio ha sido exaltado en los cielos, debe
tomarse del sumo empefio con que siempre
procnré dar gloria & Dios, ya en si, ya en
tedos los hombres, del modo mis perfecto &
él posible. Nadie, pues, se extraiie de lo que
dijo persona que le vié liacer su entrada en
el cielo: cque ni brilla con tanto esplendor
el sol, ni puede concebirse trianfo mds so-
lemne que el snyopv, Fué el caso que, pré-
ximo ya & la eternidad uno de sus hijos, in-
vitado por el Padre, que subfa entonces 4 la
gloria, & que le siguiese, no pudiéndole el
pechc contener tan excesivo gozo al hacer 4
los presentes tna pintura de tan glorioso
trianfo, abridse paso el alma, y expird, yén-
dose en seguimiento del Santo. Pero para
tener mds adecuado concepto de la gloria
de Ignacio, Lneno es referir aquella maravi-
llosa visién en que Santa Marfa Magdalena
de Pazzis fué arrebatada 4 la contemplacién
de la misma (1). Y primeramente vid la
Santa la gloria del apdstol y evangelista
San Juan, en cuya alma tanto se complacia
(1) Dia 26 de Diciembre de 1559.119
el Sefior, que parecfa no haber otro santo
alguno en el cielo, Mas cuando en seguida
vié la gloria de San Ignacio, entendié que
Dios se agradaba en su alma igualmente
que en la del primero. Y contemplando ella
con asombro grados de gloria tan semejan-
tes, oyd & Dios Nuestro Sefior que le decia:
«El espiritu de Jaan y el de Ignacio fué uno
idéntico, porque ambos se propusieron en
sus obras como fin la caridad de Dios y del
prdjimo, y con los vinculos de esta misma
caridad atrajeron las almas 4 Dios.» Enton-
ces también le dié Dios & entender que las
divinas complacencius en el corazén de Ig-
nacio se renttevan en cierto modo y acrecien-
tan cada y cuando que algona alma es
ganada para Dios por medio de los docu-
mentos y reglas que did el Santo. Asi que
en este mismo éxtasis exclamé la serdfica
Virgen: «Bienaventurado entre todos los
que hay en el mundo el espiritu de Ignacio,
el cual, por el ejercicio de actos interiores,
conduce 4 la virtud y perfeccién y enseha
cudno grato sea esto al Sefior. De ahf{ nace
también el amor que convierte en dulces
y faciles las cosas arduas y desabridas, y120
hace que las sbracemos alegremente (1).»
Si San Ignacio goza ahora en los cielos
de gloria semejante & la del discipnlo ama-
do, porque ambos estnvieron en esta vida
animados del mismo espiritu de caridad con
que glorificaron & Dios en si y en los otros,
tu también da gloria 4 Dios, obrando todas
las cosas por espiritu de amor de Dios y del
préjimo, y Dios entonces se complacera en
ti ahora y eternainente, corondndote, des-
pués de este destierro, de gloria y esplea-
dor. «El amor es guarda de las leyes, y la
guarda de las leyes conduce 4 la inmortali-
dad (2).»
Oracién
PARA IMPLORAR LA PROTECCIGN DE SAN IGNACIO
EN EL ART{CULO DE LA MUERTE
{Oh qué preciosa fué en el acatamiento
del Sefior tn muerte, Patriarca San Igna-
cio! Mil parabienes te doy por ello; y 4 nues-
(1) Jn af, S. Revel, Florent. eius canob.
(2) Sap., v1, 19,121
tro Dios y Redentor y su Madre Santisima,
que con indecible amor te asistieron en
aquel trance, gracias infinitas, Mas qué tal
seré mi muerte! Cuando, préximo ya 4 la
eternidad, venga 4 mf el enemigo y dé snelta
& su ira concentrada, sadiendo le queda poco
tiempo (1), en aquel entonces, Joh, y cOmo
necesitaré de tu poderoso valimiento: Pues
& ti desde ahora invoco, Santo mio, & quien
en premio del ardentisimo celo de las al-
mas, cuya suerte eterna pende precisamente
de aquel postrer instante, concedié Dios
Nuestro Sefior una especial eficacia para va-
ler en aquel trance 4 tus devotos, como ya
lo experimentaron, teniéndote muchas ve-
cea visiblemente & su lado. A ti te suplico
para entonces no me abandones en mi ago-
nia; no permitas salga del cuerpo mi alma
rea de culpa grave, sino antes otérgame, te
raego, que glorifique yo 4 Dios mientras me
dara la vida, obrando en todo por sau amor,
y, preparado asi para el combate decisivo,
merezca después de muerto llegar, gracias &
ti, & Jog eternos gozos. Amén.
(1) Apoo., x1, 12.122
Madximas de San Ignacio.
1." Resnélvete 4 elegir al presente aqnel
modo de vivir y aqnel proceder en todas tus
acciones qne eligieras si tuvieses al ojo le
muerte. Mixima es ésta de San Ignacio
contra toda snugestién del mundo, demonio
y carne. «jOh muerte, qué acertado es tu fa-
No! (1). >
2. El demonio, padre de Ja mentira, fi-
cilmente promete vida larga para que des-
cuidemos el tiempo presente; y con todo,
sdlo con cl presente podemos contar con se-
guridad, y con el futuro no, sino incierta-
mente. ;Qué uecios somos, por lo tanto,
caando por uno futuro dudoso despreciamos
un presente seguro! » No sé cudnto tiempo
viviré, y si de aqni & poco me quitard Ja
vida el que me la did (2).» Esta es la res-
puesta que resueltamente hemos de dar para
despertarnos y obrar el bien mientras vivi-
mos, y de tal modo como si al fin de cada
(1) Ecel., xt1, 3.
(2) Job, xxx11, 23,123
obra nos aguardase Ia muerte, con tal pu-
reza de intencidn, constancia y fervor, que
no ee nos pase sin fruto ni una partecita del
buen dén. «Bienaventarado aqael siervo &
quien sn sefior hallare en vela (1).>
3.2 Otro fraude emplca el demonio, del
cual no nos debemos menos precaver. El as-
tuto, cnando ve 4 un sujeto que sirve al Se-
fior con fidelidad en estado de perfeccién,
represéntale « la fantasfa la imagen de otro
estado may acomodado, af, &1a virtud, pero
que no sea el que nuo ya abrazé para siem-
pte; y con tan vivoa y halagitefios colores se
la retrata, que no pocas veces logra enga-
fiar 4 los incautos. ;Cudntos, atraidos bajo
apariencia de bien por el deseo del nnevo
estado, hacen traicién al snyo propio, que
era para ellos el mejor! Y asimismo, 4 true-
que de que perdamos el bien que al presente
podiéramos hacer, nos infande deseos de un
bien mayor, pero que luego no podremos
practicar, si bien é] entonces no le habia
pintado tan facil y hacedero. Asi logra, por
de pronto, qne dejemos el bien que entre
(1) Matth., xzry, 46.124
manos tenfamos, y & su tiempo tiene buen
cuidado en estorbarnos de nuevo el otro
bien, 6 desenbriéndonos en él algana no es-
perada molestia, 6 exagerindonos sn difi-
cnltad. aVnestro adversario, el diablo, da
vneltas buscando 4 quién devorar; resistidle
foertes con la fe (1).»
Ejemplo 10.
Admirable, por cierto, y en gran mane-
Ta provechoso, es lo que acaecidé en Siclo de
Sicilia, afio de 1665, 4 Jerénimo Zaccaro,
sacerdote de la Compafifa de Jestis. Acometi-
do de repetidos insaltos de perlesfa, habfan-
sele paralizado el brazo y mano derecha, y
cada dia iba de mal en peor, corriéndole de
la cabeza cierto humor maligno, que provo-
caba casi diariamente an copioso vémito de
sangre. Viéndose inntilizado por ello para
los ministerios de la Compafifa, comenzé &
arrepentirse de haberla abrazado; y como
atin no profeso solemnemente en ella, resol-
vid pedir las dimisorias. Cuando hé aqui
(i) I Petr. v, 8y 9.125
que, poniéndose 4 ver si escribfa sobre el
asanto & Roma, queddsele de repente tiesa
y sin jnego la mano izquierda, tiwica que
para escribir le habia quedado. Admirado
por la novedad, desistid, sf, de escribir, mas
no de entablar Ja proyectada demands, No
mucho después, leyendo Ja vida de San Ig-
nacio, de quien tenfa encargado un panegt-
rico, saltéle 4 los ojos del alma la caridad
del Santo Padre para con ens hijos que en
la vocacién vacilaban y vuelto en sf con tan
paternal amor, vaela 4 un altar del Sunto,
y deshecho en ligrimas hace voto & Dios
en presencia del mismo Santo que, enfermo
y todo como estaba, perseverarfa hasta mo-
rir en la Compaiia, mejor que no vivir en
el siglo sano y rico, Hecho esto, fué de abf
& pocos dias sorprendido de on nuevo ata-
que de su mal, qne le puso 4 las puertas de
la muerte. Invocé entences el nombre de su
Santo abogado, y vidle stibitamente rodeado
de clarisima luz en hibito sacerdotal, tra-
yeado en la mano izquierda un pomo de ce-
lestial licor y ana varita, y que vuelto 4 él
Je miré con rostro severo: el enfermo, tem-
blando, le dijo: «Santo Padre, yo soy hijo126
tuyo; si th me desechas, gh quién me aco-
geré en este dltimo trance?» [gnacio le res-
pondié: «Yo no reconozco por hijo & quien
no me honra como 4 padre. Jerdnimo, por
tn poco snfrimiento y paciencia has despre-
ciado el incomparable dén de la vocacién.
— Ast es, repngo el moribundo; pero th sa-
bes mi dolor y arrepentimiento, y el voto
con que acebo de ligarme.» Aqui el Santo
Padre, con rostro afable: «Ten bren dnimo,
le dijo; pero yo haré experiencia de si eres
6 no hijo mfo: ate acnerdas «le la formula de
los votos que hiciste?» Y habiéndola recita-
do, yéndole e} Santo delante, palabra por
palabra: « Ahorn ya, dijo, te reconozco por
hijo. El fin de tn vida esti prdximo; hoy,
hora y media antes de pnesto el sol, mori-
rég.— Conque, Padre mfo, afiadiéd el en-
fermo, geafrirds que un hijo tnyo muera gin
ser fortalecido de los postreros sacramen-
tos? — No, por cierto, replicéd Ignacio,
porqne si bien hnbieras con la sagrada co-
munién y la Extremauncién adqnirido me-
yor gracia y disminnido en macho las penas
del Pargatorio, con todo, la confesién gene-
ral” qne hé poco hiciete te basta para ir al127
cielo, Con todo, Dios te da & elegir: 6 la
muerte, seguro ya de an eterna ventara, 6
vivir més para emplearte en el servicio de
Dios y bien de las almas.» Y habiendo el
enfermo dejado Ja eleccién al Santo para
que escogiera lo que fuese de mayor gloria
Dios Nnestro Sefior, Ignacio dijo: «Esté
bien; vivirds algun tiempo mis, pues ésta
es la volantad de Dios; recobrards la salud,
pero mira que uses de ella como cumple &
na hijo mio.» En seguida, dindole suave-
roeate con lo varita en la cabeza, manos y
pies, le nngid con el celeste bilsamo, en
forma de cruz, los mismos miembros, di-
ciendo estas palabras: «Yo heriré y yo sa-
naré (1).> Mandéle también que celebrase
tres misas, ana en honor de la Santisima
Trinidad, otra de la Virgen Santisima, y la
tercera & honra suya; y por los tres actos de
virtad que durante la enfermedad habia
ejercitado, dijole le daba el Sefior tres gra-
cias: la vida y la salud; verse libre de ten-
taciones deshonestus hasta que, volviéndole
las mismas, conociese se aproximaba la
(1) Deut, xxxut, 39.128
rouerte; y por fin, la certidambre de au pre-
destinacién 4 la gloria. Por tltimo, dindole
4& besar la mano derecha, le echd an pater-
nal bendiciédn con estas palabras: « El Se-
flor te dé sn bendicién y te defienda de todo
mal y te lleve & 1a gloria eterna.» Los cir-
cunstantea, en tanto, no entend{an nada de
lo que pasaba, si bien vefanle mover los Ia-
bios, En esto, el poco antes moribundo, al-
zindose del lecho comenzé & clamar: «;San
Ignacio me ha curado!» Hora y media an-
tes de la puesta del sol, aquella misma en
que hubiera debido pasar de esta vida, dé-
banse solemnes gracias 4 Dios y 4 San Ig-
nacio al retambar de log caiiones, y al ale-
gre sonido de cuantas campanas habfa en Ia
cindad. (Bolland., art. 2, t. vit, Julio.)
Obsequie, Llégate & los sacramentos de
la Confesién y Comonisn con tales disposi-
ciones como si en recibiéndolos hubieses de
expirar.
Jaculatoria. Glorioso San Ignacio, de-
fiéndeme del enemigo y recibe th mi pos~
trer aliento.129
ASPIRACIONES
d SAN IGNAQIO DE LOYOLA, FUNDADOR DE LA
COMPARIA DE Jests (1)
Glorioso San Ignacio, varén divino &
quien, estando en oracién, dijo Jesucristo
Noestro Sefer con la cruz & cuestas: «Yo
te seré propicio en Roman: intercede por mi
con tu Jesis para que me sea propicio & mi
en la vida, en la moerte y en Ia eternidad.
Glorioso San Ignacio, que tuviste por
maestra en la formacién de las Iteglas y
Ejercicioa , y en otras ccasiones, & la bien-
aventarada Virgen Marfa, dela cnal tambiéu
aprendiste el método del examen particnlar
que después ensefaste 4 otros, practicdn-
dolo ti mismo hasta el dfa de tu muerte:
ruega para que yo sea buen siervo y décil
discipalo tayo y de la Santisima Virgen,
Glorioso San Ignacio, que entre las prin-
cipales gracias qne del Espiritu Sante con-
(1) Del libro intitulado Annus Celestis, dia 31 de
Julio, por el P. Juan Nadasi, de la misma Compa-
iiia, afiadidas 6 suplidos algunas pocas cosas.
9130
seguiste, cnentas el insigne dén de la cruz
de Jesucristo, hasta tener por compafieros
inseparables durante el resto de tu vida sn-
cesos arduos y dificiles, trilbulaciones y per-
secuciones de todo género: aludnzame la
gracia de que, enclavado en Ja craz, me con-
forme cada dia mds con Jesucristo.
Glorioso San Ignacio, que te diste todo 4
Dios para que se sirviese de ti como de ins-
trumento de su gloria : haz qne yo también
cifre ya nu dicha en ser hasta Ja rouerte ins-
trumento décil de las manos de mi Dios.
Glorioso San Ignacio, que en la misma
hora de expirar en Roma, fuiste visto ser
introducido de los Angeles en el cielo: haz
que también yo Iegue allfglorioso algtin dia.
Glorioso San Ignacio, qne viste la Com-
pafifa que fundaste, amparada bajo el manto
de la Virgen Santisima: dame que yo tam-
bién sea bajo él recibido, y allf viva siempre
seguro.
Glorioso San Ignacio, cnya Compafifa fué
ya en su misma cuna vista de Santa Teresa
en el cielo cubierta de grau gloria: dame
Iegne yo & ver este trianfo y gozar de él
eternamente.131
Glorioso San Ignacio, cuyos hijos San
Francisco Javier, apdéstol de las Indias; los.
Santos Pablo, Juan y Diego, primicias de
los martires en el Japén; San Francisco de
Borja, ejemplar de mortificacién y piedad
eximias; Jos Santos Francisco de Jerénimo
y Juan Francisco de Regis, varones de celo
abrasado é infatigable per la salvacién de
las almas; los Santos Luis Gonzaga y Esta-
nislao de Kostka, ejemplares maravillosos:
de inocencia y penitencia; y también el
beato Alfonso Rodrignez, varédn humildisi-
mo, y el beato Pedro Canisio, martillo de
los herejes, y el beato Juan Berchmans,
émulo perfectisimo de Luis Estanislao, y
mil y mil otros que brillan con tantos docu-
mentos de santidad y estupendos milagros:
dame que, ayadado del ejemplo de tan gran-
des varones, no sea hallado indigno de rei-
nar contigo en la gloria.
Glorioso San Ignacio, & cnyo honor se
elevaron 4 Dios tantos y tan suntnosoa tem-
plos en Roma, Viena, Turin, Amberes,
Polocka, Lovaina, Bolonia y otras partes
del orbe: haz que, cual templo del Espirito
Santo, contribuya 4 dar 4 Dios grande gloria.132
Glorioso San Ignacio, & quien vieron cas-
tigar al demonio con azote de fuego en oca-
sién en que aquél, por boca de una posesa,
blasfemaba de Cristo: dame que, con tu fa-
vor, quebrante los brios del demonio.
Glorioso San Ignacio, qne tantas veces
apareciste & tas hijos glorioso en los cielos,
y los defendiste y sanaste, é instrniste en
las cosas divinas: no rehuses, te roego, ve-
nir 4 mi con pronto socorro en mis aparos,
Glorioso San Ignacio, cuyo divino libro
de los Ejercicios, reverenciado y puesto en
practica por San Carlos Borromeo, faé apro-
bado del papa Paalo III, siendo ademds su
Loa el admirable frnto que donde qniera ha
producido: dame que no se me cierre jamés
el canal de tan celestial doctrina.
Glorioso San Ignacio, que en aparicién
visible, sanado por el apdstol San Pedro,
visitado & menudo de Jestis y Maria, visto
en vida atin entre celestial Iuz por San
Felipe Neri, contemplaste al Nifio Dios bajo
el velo eucaristico, estuviste ocho dias en
elevado éxtasis, y mds de una vez, elevado
enel aire y esplendoroso, permaneciste en
oracién, oyéndosete exclamar: <;Oh Dios, 8i133
te conocieran los hombres! ;Oh Dios, amor
de mi corazén>!: alcdozame que ardan siem-
pre en mis entrafias ese mismo celo de la
divina gloria y ese mismo fuego celestial,
sin que afecto algnno terreno lo sofoque.
Glorioso San Ignacio, que no sin lagri-
mas dabas muchas veces & otros estos do-
cumentos: «Que en Cristo tan adlo y en la
cruz de-Cristo se halla la verdadera ale-
griap: y repetiste en an principio 4 Javier:
«{Qué aprovecha ol hombre vanar annque
sea el mundo entero si pierde su alma!l», y
aquella mdxima: « Véncete 4 ti mismo, vén-
cete 4 ti miamo!»: ruégote imprimas en mi
también tan hondamente estas mismas lec-
ciones, que dé frutos dignos de un discfpalo
tuyo.
Glorioso San Ignacio, desiguado por los
que no sabian tu nombre con aquellas pala-
bras: «Aquel Padre que siempre mira al
cielo y suele hablar de Dios»: rnégote que,
apartando mi mente de las cosas terrenas, la
fijes en las del cielo.
Glorioso San Ignacio, 4 qnien el Espfrita
Santo aparecié en figura de fuego, & quien
fueron descubiertos del cielo los tesoros en-134
cerrados en e! nombre de Dios, y el amor y
reverencia con qne este mismo nombre debe
ser invocado: haz qne no se desdefie el Se~
fior de derramar también sobre mi sus luces.
Glorioso San Ignacio, qne loaste In con-
gregacion erigida con el titulo adel Divino
Amor» y le prometiste tu amparo: haz, te
Tuego, sea mi corazén como sagrario de los
corazones (le todos los congregantes abrasa-
dos en llamas del mismo amor divino.
Glorioso San Ignacio, qne sneles asistir
fiel & tns devotos con ta admirable dominio
sobre los demonios, prodigiosa eficacia para
ablandar loa corazones, altisimo amor de
Dios, y nueva y milugrosa beneficencia con
los nitos al nacer, con los enfermos, escra-
pulosos, tentados y moribundos: esta siem-
pre también & mi lado, y especialmente en
mi agonia, y as{ me venza & mi mismo en
todo, y de tal suerte gaste los momentos
todos de mi vida qne el postrero de todos,
y por fin, qne toda la eternidad que para
mi entonces empiece, sea todo para mayor
gloria de Dios Nuestro Criador y Sefior.
Glorioso San Ignacio, Padre de mi alma
y digno de toda mi veneracién: yo, hinca-