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Cuento negro y policíaco en Chile: ¡Presente!1

Cuando uno se enfrenta a una antología o compilación de textos, siempre hay espacio
para la sospecha. Si se trata de cuentos policíacos, peor aún, como es obvio. En las
antologías no suelen estar los mejores ni los que deben estar. No es raro que se dé
preferencia a los amigos, los correligionarios, los que comparten opciones sexuales o
creencias religiosas, los compadres paleteados, los socios o los cófrades en el bar. No es
raro tampoco que se mezclen autores antiguos con nuevos, conocidos con desconocidos,
aguerridos con novatos. En Chile, donde hay hambres atrasadas, no es raro tampoco que
se hagan antologías para puro ganar plata. Además, como los odios suelen ser paridos, los
enemigos del antologista (vuelto poderoso) quedan fuera. El lector corriente se siente a
menudo decepcionado con la promesa que tal hace o cual antología o compilación, de
reunir lo que vale la pena leer, lo que cuenta como literatura, lo que tiene significación en
tanto obra. Pero cuando una selección está bien hecha, no abusa de las exclusiones, marca
un momento y se hace hito, crea un referente insoslayable.

Esta compilación, titulada con agudeza Letras rojas, es de la mejores, de las destinadas a
perdurar, de las que se agradecen. ¿Por qué, Usía? En primer lugar, por el compilador,
Ramón Díaz Eterovic, sin duda el mejor autor del género negro o policíaco que tenemos
y un conocedor de su práctica en América Latina y el mundo. En segundo lugar por el
criterio: elección de autores vigentes, que están produciendo y que vale la pena seguir (no
es una antología histórica). En tercer lugar, porque los autores expresan lo que el género
mejor hace: explorar el lado oscuro de la sociedad chilena ahora, desenterrar las mugres
que esconden las sonrisas de la publicidad y mostrar los dientes pelados de la locura, la
corrupción, la crueldad y la hipocresía nacionales. En cuarto lugar, porque aquí hay
intención de calidad literaria, no estamos hablando de testimonios, ni de reportajes, ni de
truculencias: los autores (cual más, cual menos) quieren abiertamente hacer literatura. En
quinto lugar (y hay más argumentos, Usía), porque son el resultado de una tradición del
género que en Chile tiene su buen siglo de práctica.

Son 24 autores, 4 mujeres. ¿Género macho en Chile? Tema para debatir. Algunos son
escritores acreditados por publicaciones y premios, tales como (en orden alfabético):
Roberto Ampuero, Pablo Azócar, Alejandra Basualto, Poli Délano, Sergio Gómez,
Sonia González Valdenegro, Luis Sepúlveda o René Vergara, por sólo nombrar unos
pocos. Aportan su reconocido oficio con cuentos que se leen con interés y agrado.
Descolla el cuento de Ramón Díaz Eterovic, un clásico total, un imperdible para gozar y
regozar: “Vi morir a Hank Quinlan”.

Pero otros (otras) quizá menos conocidos, aportan lo suyo. El cuento que abre el volumen
es excepcional, una elegante y poética variación sobre el fetichismo titulada “Su sonrisa
en el refrigerador”, de Gabriela Aguilera. Hay más puntos altos: “El mejor puntero
izquierdo del mundo”, de José Gai, un texto de lujo, con una sensibilidad para captar la
cultura popular que recuerda a Fernando Alegría, al Skarmeta de antes, a Luis Cornejo.
La contribución de José Román con “Después de la función” recrea magistralmente, a

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Letras rojas. Cuentos negros y policíacos, Ramón Díaz Eterovic (compilador), LOM Ediciones, Santiago
de Chile, 2009
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través de bien elegidas citas de películas, el ambiente del cine negro en un alicaído teatro
capitalino. Por su reconstitución del lenguaje y las actitudes de personajes hampones,
resalta cual iceberg “Urgentes y rabiosos”, de Francisco Miranda, que nos hace recordar
lo mejor de Luis Rivano y Armando Méndez Carrasco.

Para no dejar de mencionar a nadie, también están incluidos (en orden alfabético): Carlos
Almonte, Claudia Apablaza, Juan Ignacio Colil, Ignacio Fritz, Bartolomé Leal,
Tadeo Luna, Martín Pérez, Peter William O’Hara, Eduardo Soto Díaz, Carlos
Tromben y José Miguel Vallejo. Tal vez faltaron algunos (algunas) en la compilación,
pero ya tendrán su hora.

Cabe señalar la evidencia de un recambio generacional no siempre favorable a las nuevas


camadas de narradores “negros”. El buen oficio narrativo de Alberto Edwards, Camilo
Pérez de Arce (James Enhard), L.A. Isla o Luis Enrique Délano, quienes escribieron
novelas y cuentos en la época de oro del enigma, a veces se echa de menos en los nuevos
autores elegidos. Lo que hay, eso sí, es un poco más de experimentación formal, otras
temáticas, mayor aproximación a las jergas populares o canallas, asimilación de los
recursos de autores del género negro, abundantes referencias cinéfilas... A veces se nota
más preocupación por la ambientación y la atmósfera, que por la creación de personajes o
la estructuración del relato.

En cualquier caso, tanto los descollantes como los decadentes y los reprimidos (que hay
de todo en el libro), aseguran lectura grata y substancia para la reflexión. Proveen un
panorama de la situación, hoy, del género negro, que ganó un impulso importante en el
festival Santiago Negro, donde este libro fue lanzado. La compilación revela que hay aún
mucho camino por recorrer como para pensar que hay un movimiento de narrativa negra
sólido, coherente y sostenido en Chile. No hay que olvidar que los autores de la vieja
generación fueron acogidos por las editoriales argentinas y mexicanas, amén de las
nacionales de antaño (Zig-Zag, Nascimento, Pacífico), lo cual contribuyó a afinar su
pulso. El contexto mercantilista, la jungla salvaje que nos dejó el neoliberalismo, no ha
respondido a la pasión escritural de muchos de los compilados. Y sin cantidad no hay
calidad, como solía decir Ray Bradbury...

En cualquier caso, bien por LOM, la editorial que se la jugó, por el culto y generoso
compilador, y por los autores seleccionados. Se invita a seguirlos, que muchos entre ellos
están recién empezando (cualquiera sea su edad). Prometen, en nuestras letras, litros y
litros de colorada sangre criolla.

Mauro Yberra
Novelista de género negro, autor de Ahumada Blues (2002)

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