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Es cierto que nuestra Justicia, como todos los otros poderes o instancias del
Estado, tiene problemas.
Es cierto que adolecemos de un sistema que por su estructura o la escasez de
recursos, o tal vez por ambos sufre altos niveles de congestin y lentitud que a
veces sofocan a los ciudadanos, y que nos sitan en la retaguardia de las
mediciones internacionales.
Es cierto que el Gobierno o el ciudadano del comn puede a veces disentir de uno
u otro fallo, si bien siempre deben cumplirse con acatamiento y respeto.
Pero nada de esto igase bien: nada de esto puede ser excusa para
menoscabar, para desconocer o manchar, la majestad de la Justicia y el trabajo
abnegado, valiente, profesional y patritico de los jueces.
Cunto amor al Derecho y al pas se requieren para dedicar la vida, las horas de
vigilia, las noches de estudio, a examinar expedientes y casos, y a cumplir no
siempre en las mejores condiciones con la sagrada funcin de juzgar!
Quin puede desconocer el esfuerzo, la abnegacin, de los jueces desde el que
imparte justicia en el ms recndito y humilde municipio hasta el magistrado de la
Alta Corte que superan presiones y riesgos para cumplir con su misin!
Como cabeza mxima de la rama ejecutiva del poder, fervoroso creyente en la
doctrina democrtica de la divisin de poderes, hoy quiero hacer un homenaje
sincero a los hombres y mujeres que ejercen la funcin judicial por el bien de
Colombia.
Algunos han sido vilmente sacrificados por cumplir con su deber mrtires de la
justicia y a ellos va tambin nuestro sentido tributo.
Porque la Justicia y quienes la administran, merecen respaldo y proteccin para
que alcancen sus nobles fines.
Bien deca el jurista uruguayo Eduardo Couture: El da en que los jueces tienen
miedo, ningn ciudadano puede dormir tranquilo.
Por eso el Estado debe proteger la Justicia y a los jueces, y por eso debemos
promover el debido reconocimiento a su trabajo.
Resalt el ao pasado, y vuelvo a hacerlo hoy, la forma en que la Corte Suprema
de Justicia ha enfrentado, en su leal saber y entender, con autonoma y
profesionalismo, la tarea histrica de juzgar a quienes traicionaron la confianza que
los ciudadanos les dieron en las urnas para servir intereses criminales.