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| ALAIN Bapiou « PrERRE BOURDIEU JuprrH Burter + Grorces Dip HupeRMAN Saprt KHiarr + Jacques RaNciBRE Qué es un pueblo? Traduccién de Cecilia Gonzalez y Fermin Rodriguez 3K ‘ETERNA CADENCIA, i EDITORA vs evn pueblo? / Alain Badionw lecal.— Tae {udad Auténoma de Bucos Aces Eterna Cadena dion, 2014 12822814, “Tendo por: Caila Gone y Fermin Regu ISEN978.987-712035-6 1. Ensayo Flosico. 1 Badiow, Alun I. Gon, (Ceili rad IL Regu, Feri rd ep 190 “Teale original: Quire gn pape? ©2013, La Fabriqueidiins 92014, Fre Calencs a. ©2014, Cecilia Goris de tradi ©2014, Fein Rodrigue de ltradccin de "Nowa pula de Judith Buer Primera eicén:abil de 2014 PPablicado por Erezxa Capencia ED1ro8a Honduras 5582 (C1414ND) Buenos Aires clitrial@actemacadencia.om ‘www eternacadencia.com ISBN 978.987-712.015-6 cho el depésito que marca fa ley 11,728 Impresoen Argentina / Print in Argentina (Queda probibid a reproduccin total o parcial de eta obea por cualquier medio procedimienta sea mecinicooletasnicn, sin a autorzacin pos serio de fs ticular del copyright pe it invice Veinticuatro notas sobre los usos de Ja palabra “pueblo” Alain Badiou (Dijo usted “popular”? Pierre Bourdiew “Nosotros, el pueblo”, Apuntes sobre la libertad de reunion Judith Butler Volver sensible/ hacer sensible Georges Didi- Huberman El pucblo y el tercer pueblo Sadri Khiari Elinhallable populismo Jacques Ranciére 24 47 6 101 119 VOLVER SENSIBLE/ HACER SENSIBLE Georges Didi-Huberman {PUEBLOS REPRESENTABLES, PUEBLOS IMAGINARIOS? La representaci6n del pueblo se topa con una doble dificul tad, si no con una doble aporia, que proviene de nuestra imposibilidad para subsumir cada uno de los dos términos, representacién y pueblo, en la unidad de un concepto. Hannah Arendt decia que nunca Ilegaremos a pensar la dimensién politica mientras nos obstinemos en pensar en el hombre, porque la politica se interesa justamente por algo distinto, que son los hombres, cuya multiplicidad se modula siempre de distinta manera, ya sea conflicto o comunidad.! De la misma manera tendremos que decir, y vigorosamente, que nunca conseguiremos pensar la dimensién estética -o el mundo de lo “sensible” frente al que reaccionamos a cada instante- mientras hablemos de la representacién o de la ima- _gen:solo hay imdgenes, imagenes cuya propia multiplicidad, ya sea conflicto o connivencia, resiste a toda sintcsis. “HL Arendt, Quist ce que la politique? (1950-1959) Paris, euil, 1995 (2001), pp. 39-43 [Qué es a politica Barcelona, Pidés, 1997] ° Por eso puede decirse que el pueblo asi simplemente, “el pueblo” como unidad, identidad, totalidad o generalidad, simplemente no existe. Suponiendo que todavia viva en al- guna parte una poblacién integramente autéctona -como se ve, pero sin duda se trata de uno de los iiltimos ejemplos conocidos, en las imagenes documentales de First Contact, donde estan grabados los primeros intercambios, en 1930, entre un grupo de aventureros y una poblacién de Nueva Guinea aislada del resto del mundo desde los tiempos mas remotos-“el pueblo” no existe porque, aun en un caso de aislamiento semejante, supone un minimo de complejidad, de impureza que representa la composicién heterogénea de esos pueblos miiltiples y diferentes que son los vives y los muertos, sus cuerpos y sus espiritus, los que pertenecen al clan y los otros, los machos y las hembras, los humanos y sus dioses o bien sus animales... No hay un pueblo: siempre hay pueblos coexistentes, no solo de una poblacién a otra, sino incluso en el interior -el interior social o mental- de una poblacién por coherente que s¢ la quisiera imaginar, lo que por otra parte nunca es el caso.’ Siempre es posible hipostasiar al pueblo en idensidad o bien en generalidad: pero la primera es facticia y esta destinada a la exaltacién de los populismos de todo tipo* mientras que la segunda es inha- Ilable, como una aporia central para el conjunto de las “ciencias politicas” ¢ histéricas. °B, Connelly y R. Anderson, Bint Contact, 1982, ofr F, Niney, LE prewce dha rel eran. Essai sur le principe de réalité documentaie, Bruselas, De Boeck Université, 2000, p. 283, 2 Ya he intentado justficar este plural en Peyples exposé, pepe figuramts owl de hte, 4, Pacis, Minuit, 2012, * fr, el ntimero especial dela revista Critique, LXVIL, n° 776-777 Populismos”), 2012, 70 Noes de extrafiar que Pierre Rosanvallon haya llamado a su investigacién hist6rica sobre a representacion democra- tica en Francia El Pueblo inhallable? Este libro setiala desde el comienzo un malesar, como lo escribe con todas las letras: malestar de una democracia ~a saber, el “poder del pueblo”, literalmente~ tironeada entre fa evidencia de su horizonte en tanto y en cuanto “bien politico” y el inacabamiento flagran- te, yaun escandaloso, de su realidad de “decepcion politica”.* Es muy interesante, por otra parte, que ese malestar o esa cuo- ta de “oscuridad” inherentes a nuestra historia democratica sean remitidos a la cuestion de la representaci6n como a su paradigma més necesario, y también el més espinoso: “Las di- ficultades se anudan en torno a la cuestién de la representa- i6n, en sus dos acepciones de mandato y iguracién’.’ Pero re- sulta curioso, ¢ incluso inquietante, que Pierre Rosanvallon, cuyo tema es la democracia, no evoque esta dialéctica de la rrepresentacién més que a través de una referencia a Carl Schmit, para quien, cn efecto, habia que distinguir la represen- tacién politica como Reprasentation 0 “figuracién simbélica” ya representacién politica como Stelleertetungo “mandato”.* Es sabido que, en su nostalgia por el orden monarquico, Carl Schmitt no podia mas que hacer jugar la represen- tacién simbdlica contra el mandato democratico. En su Verfassungslebre de 1928 ~una de sus obras fundamentales-, Carl Schmitt no dejé de precisar que la representacién “no 5. Rosanvallon, Le Peyple introuvable. Histoire dela repréentaton démo: ratigueen France, Pati, Gallimard, 1998 (2002). Tid, pH "bi, p13. * Ibid, p. 13, con ana referencia al articulo de O. Beaud, “Reprisentation y Stellvertretang, sur un distinction de Carl Schmite”, en Droits, Revue francaise de théore juridique, #6, 1987, pp. 11-20. €s posible con cualquier tipo de ser, lo que presupone un tipo especial [excepcional] de ser (eine besondere Art Sein). Algo muerto, vil, de menor valor 0 carente de valor (etwas Totes, etwas Minderwertiges oder Werthloses, eas Niedriges) no puede ser representado. Le falta ese tipo superior de ser (gesteigerte Art Sein) capaz de ser elevado al ser piblico, de tener una existencia (Evistenz). Palabras como grandeza, eminencia, majestad, gloria, dignidad y honor intentan tra- ducir ese cardcter especial [o esa excepcionalidad] (Besonder- hit) de un ser elevado y capaz de representacién”? Partiendo de una légica semejante, no se ve cémo “el pueblo” o “los pueblos” podrian ser de alguna manera re- presentables, Carl Schmitt, como se sabe, quiso unificar la rnocién de pueblo en su negatividad y en su impotencia mis- ‘mas: para él el pueblo no es, No es esto (no una magistratura una administraci6n, por ejemplo), no es aquello (no un actor politico en el pleno sentido del término, por ejemplo), Todo lo que sabe hacer, segiin él, es aclamar la representacién del poder que les es presentada como Fithrertrum, como “con- ducci6n” suprema." Pierre Rosanvallon se ubica evidente: mente en lasantipodas de la detestaci6n ostensible que Carl Schmitt manifiesta por la “evidencia democrética”."" Pero °C. Schoity, Phone de a Consitetion(1928), Paris, PUR, 1993, p.347 (ead ligament nodifcada) Tora dla consi, Madd, Alianza, 2099) ® Tid, pp. 218, 381, 419-420, etc. id, Euan, mowcemenr, peyple Lovgonsation riage de Poi polique(1933), aris, Kime, 1997, 9p. 483 He discutido el uso que Giorgio Agamben hace de estos textos de Carl Schmitt, (Le Regn ela gore Pour ne gindaloge helgigue de tanomie ed gowcerne. ‘ment. Hono sce I, 22007, Pars Sel, 2008 [El reo yl lors por un ge seagate del economia y de gobierno, Homo Sacer U2, Valencia, Pre Teatos 2088), en Serene des oe, Pais Minit, 2009, pp. 7797 Cft, C. Schmitt, Palementariome et démocratie (1924 1931), Patis Ses, 1985 Slee parlamentarisno, Madsi Teena, 2002 queda en alguna medida aprisionado por el modelo disyun- tivo establecido por el autor de la Teolagia politica entre Stellvertretung y Reprisentation: sin duda invierte su jerar- guia ~puesto que el mandato prima ahora sobre el simbo- Jo-, peroes para hacer jugar una vez.mas la representacion de los pueblos contra ellos mismos. Como si, fgurados, los pueblos se volvicran necesariamente imaginarias, como si, destinados a la imagen, se volvieran forzosamente ilusorios. “Tres “pueblos imaginarios” aparecen asi para Pierre Va- Mon: el pueblo-opinién, cuando la opinién pablica se define como esa “manera inorginicaa través de la cual un pucblo hace saber lo que quiere y lo que piensa” (sepan Hegel) 0 como la “forma moderna de la aclamaci6n” (segén Carl Schmitt, nuievamente}? el pueblo-nacién que obsesiona a la “celebracién populista” hasta convertirlo en operador de exclusién, desde el barbaro hasta el inmigrante;” y final- mente, el pueblo-emocidn en el. que se exprese, “segiin un modo patético, la bisqueda de identidad de las masas mo- dernas. Pobres en contenido, estas comunidades de emocién no tejen ningéin lazo sélido. Solo realizan una fusién pasa- jera y no implican obligaciones entre los hombres. Tampo- co se orientan hacia ningin porvenis. Lejos de encarnar una promesa de cambio o una potencia de accién, como an- tiguamente el pueblo-acontecimiento de la Revolucién, el pucblo-emoci6n no se inscribe en una historia, No es més que la sombra fugaz de una falta o de una dificultad”.* No cabe duda de que Picrre Rosanvallon remite antes que nada aqui a los “estadios”, las “pantallas de television” "=, Rosanvallon, Le Peupleitrowoable, ob cit. pp. 440-441. Tid, pp. 445-446. "Thid, pp. 447-448, n y las “columnas de las revistas”." Pero por muy ligada a este diagnéstico severo que se encuentre, la propia expre- sién “pueblo-emoci6n” no deja de tener consecuencias también para las dos nociones que retine, la de pueblo y la de emocién, a través de una tercera, que es justamente la de representacin. Se entiende entonces que la representacién pueda vehiculizar las emociones facticias de las pantallas de television y las columnas de las revistas; también pue- de, indudablemente, las grandes “conducciones” totalita- a [as que Carl Schmitt suscribia en 1933. Pero la re- presentacién es como el pueblo, justamente: es algo miiltiple, heterogéneo y complejo. La representacién -lo sabemos con algo mas de precisién gracias a Nietasche ya Warburg es portadora de efectos estructurales antagéni- os 0 paradéjicos, que podrian denominarse “sincopas” en el plano de su funcionamiento semiotico, 0 bien “desga- rraduras” sintomaticas en un plano mas metafisico o an- tropol6gico.§* Los pueblos y sus emociones exigen de nuestra parte mucho més que esta critica condescendiente que equivale a una revocaci6n: una revocacin filoséficamen- te acordada ~plat6nica en sus fundamentos- del mundo sensible en gereral, de sus mociones propias y, por cons guiente, de sus eventuales recursos. ° id, p. 447. Con tespecto las *sincopas” ef L. Marin, “Rupture, interruptions, syncopes dans la repréentation de peineuze” (1992), en D. Aras, A. Can tillon, G. Careri, D.Cobn, P.A. Fabre y E, Marin (eds), De la représentation, Paris, Seuil-Gallimard, 1994, pp, 364-376, Con respecto a las “desgarradh 138", eft.G. Didi-Hlaberman, Devant image. Question posée aux is d'une istore de Vare, Paris, Minwit, 1990, pp. 169-269 (L image comme déchi FROTARSE LOS OJOS ANTE LAS IMAGENES DIALECTICAS Habria que retomar, y no tan de arriba o tan despectiva- mente incluso, lo que Hegel Llamaba esa “manera inorga- nica” que tiene el pueblo “de hacer saber lo que quiere y Jo que piensa”, o bien lo que Carl Schmitt concedia a las masas bajo el nombre de “aclamacion’” (evidentemente Carl Schmitt ha hablado menos de la protesta de los pueblos, de sus dolores, imprecaciones, “manifestaciones” o llamados ala emancipacién),Si el pueblo-emocién es el pueblo imagi- nario, como afitma Pierre Rosanvallon, esto no implica que sea “pobre de contenido”, que carezca de “cualquier lazo sblido”, que esté destinado a la “fusién pasajera” c que “no se oriente hacia ninggin porvenir ly ninguna] potencia de accién”, No quiere decir que “no se inscribe en la historia” y la raz6n mas simple de ello es que Jas emociones mismas, ‘como las imdgenes, son inscripciones de Ia historia, sus cristales de legibilidad (Lesbarkeit), xetomando aqui una noci6n co- mina toda una constelacién de pensadores que han recon- siderado, en los afios veinte y treinta del siglo xx, es decir en un contexto de luchas contra el fascismo, las relaciones fundamentales entre historicidad y visibilidad de los cuer- pos (estoy pensando desde luego en Walter Benjamin, Aby Warburg, Carl Einstein, Ernst Bloch, Siegfried Kracauer, incluso Theodor Adorno)."” Porque las emociones mismas ~como las imagenes, se- gin el concepto magistral elaborado por Benjamin~ son dialécticas, Esto quiere decir, para empezar, que mantienen Y Of, G. Didi- Huberman, Devant le temps, Histoire de Var « anachromi sme des mages, Paris, Minuit, 2000. Clr. también el reciente ovmero dela re vista electronica Trvaum, n° 10,2012 (*Lisibilieé/Lesharket una relacién muy particular con las representaciones: rela- cin de inherencia y disyuncién a la ver, relaci6n de expre- sion y de conflicto a la vez. En el mismo momento en que Aby Warburg empezaba a observar los juegos de “polari- zaciones” y de “despolarizaciones” de las “formulas del pathos” en la larga duracién de las imagenes," Sigmund Freud insistia en la Traumdeutung sobre un punto capital, que ya habia reconocido en la observacién de los sintomas histéricos: que haya un inconsciente implica que existe una dialéctica compleja ~por un lado expresién, por otro, con- flicto; por un lado, congruencia y por otto, discordancia- centre los afectos y las epresentaciones.” Si es cierto que el in- consciente tampoco es ajeno a la historia de las sociedades, entonces hay que rendirse a la evidencia formulada por Walter Benjamin en su Libro de los Pasajes: “En el imagina- rio colectivo, el Antiguamente (...] solo puede revelarse como tal en una época muy precisa: aquella en que la hu- manidad, frotindose los ojos, percibe precisamente como tal esa imagen de suefio (Traumbild). En ese instante el his- toriador asume, para esta imagen, la tarea de la interpreta- cién de los suefios (die Aufgabe der Traumdeutung)” Cuando la humanidad no se frota los ojos ~cuando sus imagenes, sus emociones y sus actos politicos no se ven divi- " Gf 6. Dies, LTnagesareicame Hii deat een es atin om Ay Warr, Pia Mie O02 pp 115.270 La nage superset Fora delay emp dels onto ein Ay Waray Madrid, Abada, 2013), [ : a a 8. cud, LTprtatin dre (1900 Pars, UF, 200 2010) 3p. 509-5 LLattrpac dels Ten Obras ols Bueno te Amro 22 2003 Bejan Prope dt hd ei de peg 1927-940) Pars Caf 1989p. $81 40h dlp Mad Al 2007 ddidos por nada- entonces las imagenes no son dialécticas, las emociones son “pobres de contenido” y los actos politicos “no se orientan hacia ningtin porvenie”. Hay que buscar en: tonces lo que hace “inhallables” a os pueblos en la crisis de su figuraci6n tanto como en la desu mandato. Eslo que Wal- ter Benjamin habia comprendido con total claridad en su ensayo de 1935 sobre “La obra de arte en la épeca de su re- productibilidad técnica”: “La crisis de las demecracias -es- cribia— puede entenderse como una crisis de las condiciones de exposici6n del politico” * Alli donde el “campedn, la es- trella ol dictador salen vencedores",? en los estadios o en. Jas pantallas del cine comercial, habra que dialectizar lo vis ble fabricar otras imagenes, otras montafias, mirarlas de otra manera, introducir en ellas la divisién y el movimiento aso- ciados, fa emoci6n y el pensamiento conjugados.Frotarse los ojos, en suma: frotar la representacién con el afecto, lo ideal con lo reprimido, lo sublimado con lo sintomal. Una representacién de los pueblos vuelve a ser posible a partir del momento en que se acepta introducir a division dialécti- caen la representacin de los poderes. No basta, como hace Pierre Rosanvallon, con reconstituir la historia del mandato politi- coa partir de las premisas democriticas de Tocqueville. Tam- poco basta, como hace Giorgio Agamben, con repensar la ar~ queologfa del “reino” y de la “gloria” a partir delas premisas teol6gicas de los Padres de la Iglesia y, luego, delas premisas antidemocraticas de Carl Schmitt. Dialectizar, para Walter Benjamin, consistia por el contrario en hacer aparecer, en 2. W. Benjamin, “Liocuvre d'art A Tre de sa reproduccibilté cechnique” {1935}, en uore ff, Paris, Gallimard, 2000, p.93 La obra de ate en la ipoca desu reproduecon onc, Buenos Aires, Amortortu, 2013}, 2 bid, p. 94. cada fragmento de la historia, esa “imagen” que “relampa- ‘guea”, que surge y se desvanece en el instante mismo en que se ofrece al conocimiento™ pero que, en su fragilidad misma, compromete la memoria y el deseo de los pueblos, es decir, la configuracién de un porvenir emancipado. Una manera de admitir que, en un dominio como ese, el historiador debe sa- ber acordar su mirada a las menores “cosas pasajeras” o fragi- lidades que, a contrapelo del “sentido de la historia” en la que nuestra “actualidad” tanto quiere creer, surgen como si vinie- ran de muy lejos para desvanecerse pronto, como signos por- tadores de una historicidad impensada hasta entonces. sas sefales 0 “imagenes dialécticas” son fragiles, por su- puesto, Tal es también la fragilidad de las emociones colec- tivas, tal es, con todo, el gran recurso dialéctico que poseen: ‘Durante la noche del primer dia de combate [en la revolu- cién de julio de 1830}, recuerda Benjamin, se vio a gente dis pararlesa los relojes en diversos lugares de Paris, en el mismo ‘momento y sin concertacién”.%“)No era una manera, muy “afectiva” sin duda, de hacer explorar el “tiempo homogéneo yvacio" y de sustituirlo, a través de esa sefal, por un modelo de “historiografia materialista” caracterizado por el armado y desarmado de toda temporalidad?” + Esta es, en todo caso, la fragilidad de los pueblos mismos: la destruccién de algu- nos relojes piiblicos y la muerte de los cerca de ochocientos insurrectos de Julio no habrén impedido la tecuperacién burguesa y pro monarquica del movimiento, Pero Walter > W. Benjamin, “Sur leconcept d histoire” (1940) en Busres IH ob ct 1p. 430("Sobre el concepto de historia" en Obras completa v. Il, Madrid, Abs a,2012) Ibid, p. 440, * Ibid,p. 441, Benjamin —que escribia estas lineas en el momen:o de mayor peligro para él,es decir en 1940- quiso tomar ea suerte de “imagen de stefio” en fa que todos los relojes serian fusilados, para frotarse los ojos delante de ella, y para reformular en ese esto mismo del despertar la earea del historiador que nos in- cumbe an, en una frases que no me canso de copiar una y otra vez desde hace mucho tiempo: Hacer obra de historiador no significa saber “cmo sucedie- ron realmente las cosas”. Significa apropiarse de un recuer~ do (sich einer Brinnerung bemchtigen), tal como surge en el instante del peligro (wie sie im Augenblick einer Gefahe auf- blitzt, Para cl materialismo hist6rico, se trata de retener una imagen del pasado (ein Bild der Vergangenheit) que se ofrece inopinadamente al sujeto hist6rico en cl instante del peli- gro, Dicho peligro amenaza tanto los contenidos de la tra dicién como a sus destinatarios. Es el mismo para unos y ‘otros, y reside en que se conviertan en instrumentos de la clase dominante. En cada época, hay que trater de arrancar de nuevo la tradicién al conformismo que esti a punto de subyugarla.* Esta insistencia en la “tradicién” ~que se diferencia de cualquier tipo de “conformismo” cultural- no es sorpren- dente dentro de un contexto dominado, sin embargo, por el peligro inmediato y la urgencia de responder a él poli- ticamente. Benjamin compartia con Freud y con Warburg Ia conciencia aguda de la “eficacia antropolégica de las supervivencias”; compartia con Bataille y eon Bisenstein a percepcién optimista de una “eficacia politica de las 2 Ibid. p43. supervivencias”, ya fuera frotindose los ojos ante las carca- sas animales en los mataderos de La Villette o ante los es- queletos en movimiento de una procesi6n mexicana, y como més tarde iban a mostrar con toda claridad cineas como Jean Rouch, Pier Paolo Pasolini o Glauber Rocha. Pero esta percepcién histérica y transhistérica también, dado que otorga un lugar decisivo a las duraciones largas y a Jos missing links, las heterocronias y a los retornos de lo reptimido~ no era independiente de la divisién en la cual se sostiene toda representacién de los pueblos. Alli donde Carl Schmitt se interesaba solamente por la “tradicién del po- dex”, Benjamin opone ahora, con firmeza, “la tradicién de Jos oprimidos”: “La tradicién de los oprimidos nos ensefia que el ‘estado de excepci6n’ en el que vivimos es la regla. Tenemos que llegar a una concepcién de la historia que dé cuenta de esta situacion”” Se comprende mejor asi que al mismo tiempo Walter Benjamin haya delimitado la tarea del historiador ~y tam- bién la del artista, indudablemente~a través de su voluntad de “hacer figurar los pueblos", es decir, de dar una represen- tacién digna a los “sin nombre” de la historia: “Es mas difi- cil honrar la memoria de los sin-nombre (das Geddchtnis der Namenlosen) que la de la gente reconocida {pasaje tachado: cuando se los festeja los poetas y pensadores no constituyen una excepci6n]. La construccién historica esta dedicada a Ja memoria de los sin-nombre”. Esta tarea esa la ver filo: légica ~0 “microl6gica”, como gustaba decir Benjamin- y _floséfica: exige que se exploren archivos donde los “con- * Ibid, p. 440 "W. Benjamin, “Paralipoménes et variantes des “Theses sur le concept @hiseoite™ (1940), en Lert fangat, Pais, Gallimard, 1991, p. 356, 80 formistas” de la historia nunca asoman la nariz (o los oj03): exige al mismo tiempo una “armazén tebrica” (cheo- retische Armatur)y un “principio constructivo” (konstruktio Prinzip) de la que la historia positivista esta completamente desprovista”.? Ahora bien, esta “armaz6n tebrica” supone que no se sometan las imagenes a las ideas ni las ideas alos hechos. Cuando Benjamin habla, por ejemplo, de la “tradicion de Jos oprimidos” (Tradition der Unterdriickten), eraplea indw- dablemente un vocabulario marxista que remite direc: tamente a la lucha de clases; pero también sabe perfec- tamente que la palabra Unterdriickten forma parte del vocabulario conceptual del psicoanilisis freudiano, Tra- ducido en francés por répression, designa una clase de pro eso psiquico con respecto al cual la represi6n [réfoule- ament| ( Verdrdingung) aparece como una especie particular: la répression puede ser consciente, mientras qte el réfoule- ment siempre es inconsciente. La répression puede aplicarse alos afectos, mientras que el réfoulement solo opera sobre representaciones.” Le corresponderia al historiador, en- tonces, volver “representables” a los pueblos haciendo fi- gurar aquello mismo que se encuentra “reprimido” [répri- ‘mé] en sus representaciones tradicionales 0, mejor dicho atin, conformistas, Ahora bien, lo que est “:eprimido” ‘réprimé) en tales representaciones no solo concierne su es- tatuto de invisibilidad social -lo que Hannah Arendt, por jemplo, quiso estudiar en La tradicién oculta, a través de la *W, Benjamin," ™ Che, S. Freud, Métapsycholegie (1915), Paris, Gallimard, 1968, pp, 45-63. 1 le concept d'histoire” ar. cit, p. 441 81 figura del paria-,” sino también lo que Hegel habia deno- minado la “manera inorginica en que un pueblo hace sa- ber lo que quiere y lo que piensa”, expresando afectos a través de los gestos del cuerpo y las mociones del alma. LEVANTAR LATAPA, VOLVER VISIBLES LAS HETEROTOP{AS Los mejores historiadores son aquellos que mas eficazmen- te contribuyena levantar la tapa: la tapa de la represion [ré- pression), de la Unterdriickung de los pueblos. No me propon- 0, desde luego, constituir un rosario de obras macstras de la disciplina historica desde Burckhardt y Michelet hasta la produccién contemporinea, Pero querria recordar breve- mente tres obras gracias alas cuales de manera ejemplar, me parece, esa tapa no solamente fue levantada sino que vol6 incluso por los aires. La primera es la de Michel de Certeau: partiendo de una historia de las soledades ~dc las soledades misticas, en particular-, Michel de Certeau tocé ese “ausen- te de la historia” convencional hasta explorar los actos de resistencia social inherentes a ciertas “artes de vivir” entre la gente mas “ordinaria”.*? En cuanto a Michel Foucault, su punto de partida fue, como se sabe, la historia de las desviaciones y de sus trata- mientos institucionales: psiquicas, con el asilo; somaticas, con Ia clinica; penales, con la prisién; sexuales, por fin, € ™ Cf H, Arend, La Tradition cache. Le Jufeomme paria(1944-1943), Pa 1s, Christian Bourgois, 1987 (1997)(La tadicén oculta, Barcelona, Paid6s, 2004, ML, de Certeau, La Solitude, une véritéoublie de la communication (com F. Roustang etal), Paris, Desclée de Brouwer, 1967; LMbsent de histoire, ‘Tours, Marne, 1973. 82 incluso literarias” (en la obra de Raymond Roussel, por cjemplo). Ahora bien, tambien él rerminé por distinguir, al filo de sus investigaciones de archivo (es decir, filol6gi- cas) armadas de un “principio constructivo” y critico (es decir filos6ficas), un conjunto de lugares donde tal “tradi ci6n de los oprimidos” pudiera reconocerse, reunirse, orga- nizarse, enfrentar. Llamé heterotopias a esos lugares, No se trata de que tales lugares puedan existir como estuches fun- cionales de una libertad enteramente garantizada: No creo en la existencia de nada que sea funcionalmente -por su naturaleza verdadera~ radicalmente liberador. La libertad ¢s una prictica, Siempre puede existir, de hecho, un cierto niimero de proyectos que apuntan a modificar ciertas cocr- ciones, a hacerlas mis flexibles, o incluso a quebrantarlas, peto ninguno de esos proyectos puede, por su naturaleza sim- plemente, garantizar que la gente serd automaticamente libre, la libertad de los hombres nunca es garantizada por las ins- titucionés y las leyes que tienen la misién de garantizarla Siseencontrara un lugar ~y tal vez.exista~ donde la libertad se practique efectivamente, descubririamos queno es gracias a Ja nacuraleza de los objetos, sino, una vez mis, gracias al jercicio de la libertad, Lo que no quiere decir que al fin y al cabo también se pueda dejar que la gente siga viviendo en ta- © ML Roucanle, Folie er déraion, Hive de la flee clas Pass Plon, 1961 (Hsia cde a oer en ocala, Ly Bares Aites, FE, 2014 Nai sance dea clinique. Une acolo da regard médie, Pati, PUE, 1963 El nacinen- ‘odela clvca. Una aguenogia dela mirada médica, Buenos Aires Siglo, 2008), Raymond Rouse, Paris, Callimaed, 1963 (Mexico Siglo 3, 1999}, Sureilere¢ uni naisance dela pion, ats, Gallimard 1975 Viglary eatin: Naciont de {a pris, Benes Aine, Siglo 31,2014} Hise del ecua, ars, Gallinacd, 1976-1984 Hioria de a exuabidad, |, Ly I, Buenos Aires, Sigo 10,2008], 8 peras, pensando que, al fin y al cabo, bastard solamente con que cjerzan sus derechos ...] No hay, por definicién, méqui- nas de libertad. |... No hay mas que relaciones reciprocas, y desfases perpetuos entre ellas.** Las heterotopias definen el espacio mismo de estos posibles desfases alli donde la tapa tiembla, se desplaza un poco y deja pasar un quemante vapor de libertad. Las utopias Funcionan perfectamente, pero de manera irreal ~y consoladora, agrega Foucault en otto lugar-, mientras que las heterotopias Funcio- nan de manera muy real, incluso al precio de un funciona- miento mal estructurado, improvisado, imperfecto, nunca completo, Las heterotopias ponen en practica, dice Foucault, “una suerte de contestacion a la vez mitica y real del espacio en cel que vivimos"* Tienen “el poder de yuxtaponer varios espa- cios en un Ginico lugar real, varias localizaciones en si mismas incompatibles”, incluso varias temporalidades heterogéneas’* (puede decirse en tal sentido que los archivos, los museos o las bibliotecas son heterotopias ocultas para Michel Foucault, he- tcrotopias escondidas bajo sus propias molduras instivuciona, les), Aparecen, asi como una “gran reserva de imaginacién"” que nosotros corresponde usar libremente. También en esta escuela de libertad se inspir6 Arlette Farge, de libro en libro, con elegancia y obstinacién. Los archivos representaron para ella una ocasi6n casi inespe- rada ~pero enseguida inagotable~ de levantar una tapa que Ibid, “Espace, savoir et pouvoir” (1982) D. Defert, E. Ewald y IL grange (ed, en Dit eerie 1954-1988, IV. 1980-1983, Pati, Gallimard, 1994, pp. 275-277. > Tid, "Des espaces aueres” (1984), p. 756 % Ibid, pp. 758-759. * Ibid, p. 762, 4 los archivistas mismos creian sin duda inamovible,® Hizo suya una sensacién, que también es un principio metodo- J6gico, bien descrita por Aby Warburg hace tiempo, en el momento de sus exploraciones incansables en las ricordan- zedel archivo florentino del Renacimiento: “Las voces de Jos difuntos resuenan atin en cientos de documentos de ar- chivo descifrados, y en miles de otros que todavia no lo han sido; la piedad del historiador puede restituir el tim- bre de esas voces inaudibles (historische Pierdt vermag der unhérbaren Stimmen wieder Klangfarbe 2u verleihen), si no repara en esfuerzos para reconstituir el vinculo natural en- tre la palabra y la imagen” (die naciirliche Zusammengenhiri- sgkeit von Wort und Bild)”. Armada con una intuicién metédica de este tipo, una historia de los pueblos podria comenzar 0 recomenzar. At- letce Farge retoma un gesto de Karl Marx ~el desu defensa juuridica de los ladrones de madera en 1842~ trabajando en primer lugar sobre los robos de comida en el Patis del siglo xvii;® retoma la exhortaci6n benjaminiana relativa a la “tradicién de los oprimidos” dedicando una gran parte de la ‘obra a los pueblos de la calle parisina, pero también a esas dos dimensiones heterogéneas que son, por un lado, la “opi- nién pablica” y, por otro, “la escritura de si” 0 “sobre si”. © A Farge, Le Goede Varchive, Pais, Seuil, 1989, » A. Warburg. "L/are du portrait la bourgeoisie florentine. Domenico Ghirlandaio Santa Trinita. Les portraits de Laurent de Médicis ee de son en- tourage” (1902), Exzaisflorentins, Paris, Klinsieck, 1990, p 106 © A. Farge, Le Vol aliments Pars au xv sle:délinguanceetcrimina de, Paris, Plon, 1974 * A. Farge, Dire et mal dre: opinion publique au xvit sic Paris, Seu, 1992; Le Bracelet et le parchemin: I crit sur ot as XV site, Paris, Bayard, 2003; “Walter Benjamin ee le dérangement des habitudes historiennsen 85 Ha acompafiado y proseguido cl trabajo de Michel Foucault interrogando la “vida fragil” de los pobres, de los margi- nados, de los oprimidos.** Al hacerlo, levanté la tapa de los discursos que generalmente se enuncian sobre la vida social y permiti6 que surgieran, en la representacién de los pueblos, sus sintomas y sus afectos tan bien descriptos en su libro Efusiin y tormento, cuyo preémbulo attiesgaba esta apuesta: Esel soplo de los cuerpos anénimes y poco holgados/acomo- dados del siglo xvitt lo que aqui ser eranscito, os que piensan ‘ysesacuden, se cautivan, se perturkan y se violentan, Existe en Jos cuerpos de los ms carenciadlos (como en los de los demas) lavoluntad y el suefio de miiltiples escapadas, la invencién de gestos creados 0 esbozados para lograrlas y palabras para nom- brarlasy apropiarselas. La sorda potenciafisia y corporal del ‘ser anénimo, actuada por la esperanza del futuro y recordando ficilmente lo que fue, se encuentra con el poder, le responde y hhabla con él para integrarseen él o modificarlo. |... [Algo se estremece alli, Los cuerpos zumban y claboran sus destinos. Hombres y mujeres, eres de carne y hueso, se en- ‘cuentran “afectivamente en el mundo”. Luchan constan- temente contra su propio cuerpoy estan en inevitable sim- biosis con él, para alejar no solamente el frio, el hambre y la fatiga, sino también la injusticia el odio y la violencia. ‘Actuados por la historia y actuando sobre ella, son seres ordinarios.[.. Lejos de aqui la voluntad de definir alos mis Cahiers d'anthropologie sociale n° 4, 2008 ("Walter Benjarnin: la tradicién de Ios vencidos"), pp. 2732. © A. Farge, Vivre dans la rue @ Paris au xvi siele, Paris, Gallimard Julliard, 1979. 86 pe nen na I et a débiles (como ha sido tan frecuentemente el caso) a partir ‘anicamente de las necesidades y deseos primarios de su cuer- posal que por ots parte se Ihunea inculeo, A conrarig, in tentar un acercamiento historico y politico de esa “paste ma- terial de los seres animados” (definicién usual del cuerpo] confirma al cuerpo su infinita nobleza, su capacidad racional ¥y pasional de crear con la historia y a pesar de ella, puesto que cs sede y parte interesada de las sensaciones, sentimientos y percepciones. Déctil, se incluye en el mundo tanto como le resulta posible. Esto cuesta risas y gritos, gestos y amores, sangre y penas, cansancio también. El cuerpo, su historia y la historia son una Gnica cosa.” Decir en primer lugar que los cuerpos los cuespos sin- gulares, miltiples, y no “el cuerpo” en general~ son “actua- dos por la historia y actéian en ella” equivalea adoptar una ‘posicién histérica que habia sido inaugurada por Jacob Burck- hardt, defendida por Nietzsche y verificada por Warburg, tanto como por Marc Bloch y los grandes etndlogos o soci6- logos: una posicién segéin la cual la historia no se cuenta so- Jamente a través de una sucesién de acciones humanas, sino también a través de toda la constelacién de las pasiones y de las emociones experimentadas por los pueblos. Decir, luego, «que los cuerpos se encuentran “afectivamente en el mundo”, es asumir una posiciénfiloséfica informada por la fenomeno- logia de lo sensible que se encuentra, de manera ¢jemplar, © A. Farge, Lfson et rourmens, eric des corps. Histoire du peuple au xvut séle, Pais, Bayard, 2009 Efusin y rormento. El relat dels cuerpo: storia del _pucho ena siglo XVII, Buenos Aves, Kaz, 2008], Puede encontrarse una con- tinuacién de estas problemiticas en la obra editada por el colectivo Maurice Florence, Archives de fame, Pais, Les Prairies Ordinaires, 2009, 87 en Erwin Strauss, Jean-Paul Sartre 0 Maurice Merleau-Pon- ty:es abrir la historia a toda una antropologia de los cuerpos afectados, de los cuerpos afectivos.* Decir, finalmente, que “algo se estremece alli”, es comprometerse en una posiiin literaria, puesto queescribir la historia es también escribi Io que comprometeal historiador en las elecciones forma- les, estilisticas, natzativas, incluso poéticas, elecciones que detetminan el contenido tanto como el estilo de su produc- cién de conocimientos. Estas eres tomas de posicién actéan de manera indiso- ciable en cada tentativa por dar a los pueblos una represen- tacién hist6rica digna, Se las encuentra, por ejemplo, en las obras de Jacques Ranciére, en las que la posicidn histbrica se ha manifestado a través de un trabajo sobre los archivos de los pueblos -unamodestia muy poco frecuente dentro de Jos habitos de la comunidad filos6fica a la cual Ranciére pertenece en primer lugar-, y de la que dan testimonio La ‘palabra obrera, un yolumen que compuso en colaboracién con Alain Faure, y el gran libro de archivos intitulado La noche de ls proleraras:® Ahora bien, esta eleccién de método implica, efectivamente, una posicién literaria caracterizada por el cuidado del detalle material, el respeto de los docu- ‘mentos y su concomitante montaje: para lograrlo Ranciére hha recurtido a las fuentes del realismo francés del siglo x1x, “+ etre Farge remite aqui al libgo de D. Le Breton, Les Passions odin res, Anthropologie des émotons, Pais, Armand Colin-Masson, 1998 (Las pasianes ordinaias,Aniropologa de las emociones, Buenos Aires, Nueva Vision, 1999) + 4, Pause y J. Rance, La Parole ouorive,Patis, Union Générale Editions, 1976]. Ranciére, La Nut des proétares. Archives du réve rier, Paris, Fayard, 1981 [La noche dels poletarios. Archivo del sei ober, Buenos ‘Aires, Tinta Limén, 2008 cf, tambign Rancitxe, Les Scenes du peuple (Les Ré= ‘oles lopigues, 1975-1985), Lyon, Horlieu, 2008, 88 desde las “micrologias” de Gustave Flaubert (aquel perfec- to contempordneo de Karl Marx) hasta los Cuadernos de in- -vestigaciones de Emile Zola, o desde los textos de Michelet hasta los relatos parisinos de Rainer Maria Rilke." A toda esta travesia en la inmanencia histérica no le habré faltado mas que la audacia de una operacién suplementaria: aque- la que un Walter Benjamin o un Georges Bataille habian sabido poner en practica con la ayuda de la memoria proustiana, el encuentro surrealista y la metapsicologia freudiana~ en cada documento histérico, revelando en él tuna actualizacién sintomal que exige del historiador aque- Ila “tarea de la interpretacién de los suefios” de la que habla el Libro de los Pasajes.” Jacques Ranciére también ha levantado algunas pesadas tapas” del conformismo historicista, guiado en esta tarea por una posicién filoséfica que mucho le debe a la lectura de Karl Marx, sin duda alguna, pero también, de manera mas, silenciosa -y a través de la mediacién de ese otro gran fil6é- sofo de lo politico en Francia que ¢s Claude Lefort-,* por todo Jo que, en la obra de Maurice Merleau-Ponty, ha po- dido mostrar de manera evidente los puntos de contacto entre la dialéctica, de donde procedesia una filosofia de la historia, y lo sensible, en el que se funda toda fenomenologia “Cli. Zola, Caren dengue, Une einographi indie dela France (9871-1990). Micerand (od), Pars, Plo, 1986}. Rance, Cares Venaes py pepe, Pati Sui, 1990, p. 89-135 “°W. Benjamin, Pais captale dn él ob, ci, p 481 (N 4,1) Cfi.C. efor, “La politique ela pense de la politique” (1968). Sor une cole crete, rts autour de Msea Pony Pris, Gallimard, 1978, pp 45-104 Les Formes de hse, Esai dencropolge ple, Pris, Ga Hinand, 1978 (2000) Bsns sr pole sx de, Pais, Seu, 1986 (2001) de los cuerpos.” Persar las relaciones entre politica y esté- tica desde el Angulo de una “particion de lo sensible”, como lo hace Jacques Rancigre, ;no supone, en efecto, en- contrar nuevamente los funcionamientos dialécticos que acttian en ese “dominio de lo sensible” que tantos estetas desearian libre de toda conflictividad, de toda negatividad? No hay que reconocer, simétricamente, en toda manifsta- cién politica ~ya sea que se entienda esta palabra de la ma- neta mas concreta 0 mas filosofica posible el encuentro mismo de una relacién dialéctica y una relaci6n sensible, como bien lo recuerdan estas lineas de Ranciére sobre la distinci6n entre la politica y la policia: “{Circulen! No hay nada que mirar”. La policia dice que no hay nada que mirar en una calle, nada que hacer sino circu- lar. Ella dice queel espacio de la circulacién no es mas que elespacio de la cicculacién. La politica consiste en transfor- mar ese espacio de circulacién en espacio de manifestaci6n de un sujeto: el pueblo, los trabajadores, los ciudadanos. Consiste en refigurar el espacio, lo que es posible hacer, ver y nombrar en él. 3s el itigio instituido en la particién de lo sensible.(. Clr. M. Merleaw-Ponty, Les Aventures de la diaecigue, Pari, Galli- smard, 1955 (2000), pp. 17-85 ("La crise de Tentendement™“Partont et nu Ie pare” (1956), en Signs Paris, Gallimard, 1960, pp. 194-200(“Existence ct dlialectiqne”) C. Lefore(d.), Le Visible e invisible (1959-1961), Paris, Ga Himard, 1964 (1983), pp 75-141 (“Interrogation et dialectique”). Para una rehabilitacin Filosofia recente de lo sensible, eft. el hermoso libro de E. ‘Cocca, La Vie sensble, Paris, Payor & Rivages, 2010 [La zida sensible, Bucos Aires, Matea, 2010, J, Ranciére, Le Patage du sensible. Euhétigue epoltigue, Paris, La Fa brique, 2000 ET compart defo sensible. Euética y polirica, Buenos Aires, Pro- ‘meteo, 2012), ~” La csencia de la politica sl disenso. El disenso no es la con- frontacién de los intereses 0 de las opiniones. Es la manifes- tacién de un desvio de lo sensible con respecto a si mismo. La manifestaci6n politica da a ver lo que no tenia razén de ser visto, alberga un mundo dentro de otro, por ejemplo el mundo donde la fabrica es un lugar pablico dentro de aquel. donde es un lugar privado, el mundo donde los trabajadores hablan, y hablan de la comunidad, dentro de aquel donde ‘gritan para expresar tnicamente su dolor.* Manifestacién, entonces: es lo que sucede cuando unos ciudadanos se declaran oprimidos y se atreven a declarar su impoder, su dolor y las emociones que les son concomitan- tes. Es lo que sucede cuando un acontecimiento sensible afec- taa la comunidad en su historia, es decir en la dialéctica de su devenir. Entonces lo afecivo y lo ferivo se despliegan alli de concierto. Ahi donde Alain Badiou ha querido postular tun sentido de la historia en el cual esa concomitancia esta- ria “saturada, terminada” y deberia ceder su lugar a una “concepcisn no expresiva de la dialéctica filosofica”,* po- demos, por el contrario, observar por todos lados la persis- tencia y la eficiencia de las més antiguas “formulas de “pathos”: lamentaciones que se elevan convirtiéndose en im- precaciones, imprecaciones lanzadas que se convierten en. acciones. No hay “politica de la verdad”, como dice Badiou (que la califica de “real y légica” para descalificar todavia mas a continuacién, de una manera totalmente platénica, lo 5°), Rance, Au ord polite Paris, La Fabrigus, 1998, pp. 242 y 214 in abner de lo pale Buenos Ate, La Cebra, 2007) 5A Bod, “La politique: ne diaktiquc oom exrenive (2005 en La Re lain énignati en php et poli Meas, Gera, 2013, 99.7071 on que corresponderia al orden de lo imaginario 0 de lo emo- cional),* sin “verdad de lo sensible”, En el momento mismo en que escribo estas Lineas (junio de 2012), todo lo que Ei- senstein habia puesto en imagenes en la escena de los lamen- tos de El acorazado Potemkin recobra un nuevo valor de ur- gencia en la concomitancia de las lagrimas vertidas en todos los funerales de las victimas del ségimen sirio de Bashar al- Assad, de los gritos lanzados a la cara de la policia y de las armas que es necesario procurarse para garantizar un porve- nir -ahora que el diélogo ya no es posible— a una protesta semejante, ACERCARSE, DOCUMENTAR, VOLVER SENSIBLE Acercarsea la politica a través de las miileiples oportunida- des de un “litigio instituido sobre la particion de lo sensi- ble”, como lo quiere Jacques Ranciére, no implica termi- nar por “estetizar la politica” —lo peor que pueda pasar, para Walter Benjamin (porque es fo que hacian, con gran pompa, los regimeenes fascistas de su época), algo que ha po- dido ser reprocha¢o, aqui y alla, en todo caso, al autor de La particion de lo sensible? La respuesta a esta pregunta es muy simple: la estética misma designa un campo de con- flictos, una divisién que atraviesa una buena cantidad de palabras, por ejemplo cuando quiere entenderse en la pa labra people (los célebres, los sobrerrepresentados en valor mediatico) todo aquello de lo cual los pueblos, justamente, estan excluidos; o cuando se quiere entender en Ia palabra imagen (soporte de la celebridad, de la sobrerrepresentaci6n Ibid, p71 en moneda mediatica), todo lo que las imdgenes saben justa: mente contestar. Cual es el sentido, entonces, de la palabra estética cuando Jacques Ranciére no duda en escribir que “la emancipacién obrera cra primero una revoluci6n estética: el desvio tomado con respecto al universo sensible ‘im- puesto’ por una condicién?”.* Estamos muy lejos aqui de la estética cuando toma por objeto los “criterios del arte” o de la belleza —lo que Carl Einstein fustigaba como ridiculos “concursos de belleza”— caros a las instituciones académicas. La estética de la que hablamos ahora ¢s un saber que toma por objeto los aconte-

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