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Presentamos un panorama general sobre la expansión del Estado Inca hacia el Sur del Cusco, que comprende
la subárea Valles Occidentales del área Centro Sur Andina y Noroeste Argentino. Postulamos que, contrario
a lo estimado en estudios previos el Estado Inca tuvo una intervención política, económica e ideológica más
profunda en la zona de estudio. Las evidencias arqueológicas disponibles permiten señalar que la intervención
del Estado Inca estuvo lejos de ser indirecta. Una de las motivaciones fue la necesidad de acceder a los
recursos económicos en la costa del Pacífico (guano, minerales), valles costeros (agricultura subtropical), valles
precordilleranos (agricultura de maíz y papas, metalurgia), puna (ganadería, tubérculos, sal, obsidiana)
y yungas orientales (plumas, coca, cebil, maderas, miel, etc.). En este contexto se describen los diversos
tipos de instalaciones estatales destinadas a administrar y controlar estos territorios, que incluyen obras de
infraestructura administrativa (tambos, centros administrativos, caminos, apachetas, collcas) y ceremoniales
(wak’as, santuarios de altura). Bienes muebles, tales como cerámica, metales, mullu, textiles, lapidaria, etc., se
analizan en el contexto de la organización política del aparato estatal. Nuestro interés se centra, principalmente
en “las formas del poder” utilizadas por el Inca para controlar y administrar los territorios anteriormente
señalados. Un análisis comparativo interregional muestra, sin embargo, importantes diferencias en términos
de las expresiones materiales de la administración del Estado, lo que se interpreta como distintos grados de
intensificación en la operación y funcionamiento de las estructuras de poder y administración.
In this paper we offer a general view on the expansion of Inca State towards the South of Cusco, which comprises
the sub-area of the Western Valleys of South Central Andes and Northwestern Argentina. We posit that, on the
contrary to previous research, Inca State had a strong political, economical and ideological intervention in
the study zone. Available archaeological evidence allows us to point that Inca state intervention was far from
being indirect. One of the motives for that intervention was the necessity to gain access to economic resources
of the Pacific Coast (animal faeces, minerals), coastal valleys (subtropical agriculture), pre-mountain range
valleys (maize and potato farming, metallurgy), puna (animal husbandry, tubers, salt, and obsidian) and
eastern yungas (feathers, coca, cebil, wood, honey, etc.). In this context, different state installations meant to
administrate and control those territories are described, which include administrative infrastructure (tambos,
administrative centers, roads, apachetas, collcas) and ceremonial places (wak’as, shrines). We also analyze
portable objects such as ceramic, metals, mullu, textiles, lapidary, etc. in the context of political organization
of the state. Our interest is mainly focused in “power strategies” used by Inca State to control and administrate
previously mentioned territories. However, an interregional comparative study shows considerable differences in
terms of material expressions of state administration, which are interpreted as different levels of intensification
in the operation and working of power and administration structures.
Para definir las estrategias que adoptó el Estado en las distintas fases de con-
trol de estos territorios se realizó una relectura de los datos existentes, sumado a
los generados por nuestras propias investigaciones. Para ello se analizaron distintos
tipos de instalaciones estatales y trazas materiales de origen inca, reconocibles en
contextos arqueológicos habitacionales y económicos (asentamientos con arquitec-
tura administrativa estatal, obras de explotación de recursos agrícolas mineros), ce-
remoniales (apachetas, wak’as, santuarios de altura) y presencia de bienes muebles,
como cerámica, metales, mullu, textiles.
Dominación Inca en los Valles Occidentales... 617
Sin embargo no podemos esperar que en todos los lugares donde advertimos una
presencia consistente del Estado Inca se instalaran miembros de la burocracia cus-
queña con infraestructura y soporte estatal. Al contrario, los lugares más lejanos,
como los espacios geográficos que integran nuestra área de estudio, continuaron
siendo regidos por líderes locales integrados ideológica o políticamente al Tawan-
tinsuyu, donde la redistribución de bienes muebles de impronta estatal jugó un rol
fundamental. De esta forma, los líderes locales pusieron al servicio del Estado parte
de la infraestructura y fuerza de trabajo comunitario, ligado a su prestigio y expe-
riencia organizacional.
En la propuesta de áreas geográfica culturales para los Andes, Lumbreras (1981) ex-
cluye gran parte del Noroeste Argentino del área Centro Sur Andina por considerarlo
desvinculado de los procesos sociales del área circum Titicaca. Nosotros estimamos
que dicha zona debe ser incluida en esta área, considerando el activo tráfico regional
existente entre los diferentes ambientes de esa zona y los valles del Desierto de Ataca-
618 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
Lumbreras definió los Valles Occidentales del área Centro Sur como “pequeños
pero muy ricos valles … que constituyen, junto con la región valluna, la parte agrícola
más rica” (Lumbreras 1981:81). Además señaló que esta área “fue plenamente contro-
lada por el imperio de los incas”, y advirtió la necesidad de averiguar “el carácter de
este control” y la relación con el altiplano Circumtititaca que podría haber incidido en
una temprana anexión de estos territorios al sistema imperial (Lumbreras 1981:92).
Schiappacasse et al. (1989) distinguen dentro de los Valles Occidentales la zona de
valles exorreicos (ríos que llegan al Pacífico desde Majes por el Norte hasta Camiña
por el Sur), dentro del cual separamos dos ámbitos espaciales: (a) los valles de Tacna
(Locumba, Sama, Caplina) y (b) los valles de Arica (Lluta, Azapa, Chaca, Camarones).
Esta división se sustenta en diferencias geográficas y ecológicas así como en el carácter
del desarrollo cultural prehispánico: los valles de Tacna son más grandes y ricos en
términos de recursos hidrológicos, vegetacionales, faunísticos, etc., mientras que los
valles de Arica son más pequeños y pobres en términos de disponibilidad y estabili-
dad de recursos agrícolas (suelos, agua). Esto como consecuencia de la gradiente plu-
viométrica registrada en la vertiente occidental de los Andes, lo que determina valles
cada más secos e inestables hacia el Sur de Arequipa. Además, los valles de Tacna, con
mayor pluviosidad que los de Arica, se conectan geográficamente de modo directo
con la cuenca del Titicaca, lo que no ocurre con los últimos. En consecuencia, dado las
condiciones ecológicas y geográficas, los valles de Tacna tuvieron relaciones culturales
más estrechas con el altiplano, que los valles de Arica.
En particular, en los valles de Arica (Lluta, Azapa, Chaca, Camarones; Figura 1),
prevalecen condiciones ecológicas de extrema aridez, sin posibilidades de inten-
Dominación Inca en los Valles Occidentales... 619
Los valles de Tacna (Locumba, Sama, Caplina; Figura 1), en contraste, presen-
tan condiciones ecológicas más favorables para la intensificación agrícola y la acti-
vidad pastoril en las praderas alto andinas. Existe mayor pluviosidad que mantiene,
hasta el día de hoy, un sistema hidrográfico mejor provisto y con fluctuaciones de
sequedad menos críticas que en los valles de Arica. Estas diferencias, seguramente
conocidas por las poblaciones locales, fueron percibidas por la administración Inca,
620 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
El Qollasuyu
En general, para los Valles Occidentales, tanto del Norte chileno como del Sur
peruano, se ha insistido en que la presencia Inca respondía a mecanismos de control
y manejo indirectos, es decir, constituían provincias que no formaban parte del Es-
tado sino que recibieron “influencia” Inca a través de las cabeceras altiplánicas de la
cuenca del Titicaca (Aldunate 2001; Chacón 1985; Gordillo 2000; Hidalgo y Santoro
2001; Muñoz 1989, 1998; Muñoz y Chacama 1993; Muñoz, Chacama y Espinosa
1987; Muñoz, Chacama, Espinosa y Briones 1987; Romero 1999; Santoro 1983; San-
toro et al. 1987; Schiappacasse y Niemeyer 1989). Sin embargo, evidencias arqueoló-
gicas previas y recientes (Flores Espinoza de Lumbreras 1969, 1983; Gordillo 1993,
1996, 2000; Romero 2005; Santoro et al. 2004; Trimborn et al. 1975; Uhle 1919; Vela
2004) y las exploraciones del Proyecto Qhapaq Ñan (Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO] 2004), muestran una
sólida presencia estatal en esta región. Esto significaría que, posiblemente, el Inca
622 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
Estado y recursos. Los valles de Arica incluyen una zona costera y otra cordillerana.
La zona costera es marginal desde el punto de vista de la explotación agrícola hasta
la actualidad, comparado con los valles de Tacna. La zona cordillerana, aunque tie-
ne mayores recursos de agua presenta una escala de operaciones agrícolas (terrazas
y canales de irrigación) de poca envergadura comparada con los valles cordilleranos
de Tacna, que en la actualidad concentran comunidades con poblaciones de varios
miles de habitantes, mientras que en Arica las comunidades poseen solamente cien-
tos de personas. A pesar de esta marginalidad geográfica, estos valles no quedaron
excluidos del Estado Inca.
Los tambos son los asentamientos estatales más comunes y conocidos en los
valles cordilleranos y altiplano conectados al camino imperial longitudinal y una
serie de caminos transversales.
En el altiplano por sobre 4,000 m sobre el nivel del mar se reconocen los
tambos Pisarata, Tacora, Chungará y Huayancayane (Chacón y Orellana 1982;
Muñoz y Chacama 1993; Muñoz et al. 1997). En la precordillera (a 3,500 m sobre
el nivel del mar aproximadamente), se reconocen los tambos Zapahuira, Tantalco-
llo y Chajpa (Dauelsberg 1983; Santoro et al. 2004; Santoro et al. 2005). El tambo
Zapahuira, posiblemente un centro administrativo, comprende un complejo ar-
quitectónico constituido por dos unidades arquitectónicas ortogonales compues-
tas por una plaza central o kancha 26 x 20 m rodeada perimetralmente por tres
recintos rectangulares de muros no pareados, lo que Raffino (1981) define como
RPC o recinto perimetral compuesto. Las dos unidades ortogonales principales
tienen forma general en U, están originalmente abiertas hacia el Este, y separadas
entre sí por un espacio de 150 m que contiene recintos circulares habitacionales,
de almacenaje y corrales (Figura 6). Excavaciones recientes en el tambo Chungará,
que incluyó dataciones radiocarbónicas, demuestran que los edificios visibles hoy
en el lugar fueron levantados en el siglo diecisiete, posiblemente producto de una
reutilización de la ruta prehispánica en el tráfico de plata y azogue desde y hacia
Potosí y Arica.
Otro tipo de instalación, que representa el poder político del Estado corres-
ponde a los ushnu, donde destaca el ejemplar de Saguara, un poblado en la sierra
de Camarones (Schiappacasse y Niemeyer 2002). Es importante destacar que nin-
guna de estas instalaciones se ubica en espacios estratégicos defensivos.
Estado y sitios ceremoniales. Las chullpas representarían en esta zona una im-
portante inversión desde el punto de vista ideológico y político. Se trata de mo-
numentos de alta visibilidad, construidos de piedra, adobe, madera, aisladas o
combinadas entre sí. Aunque la gran mayoría correspondería al impacto de las
poblaciones altiplánicas previas al Tawantinsuyu sobre las comunidades locales
(Aldunate y Castro 1981; Ayala 2001; Hyslop 1977; Romero 2003; Santoro, Rome-
ro y Standen 2003), existen algunos ejemplos que pueden ser adscritos al Período
626 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
Inca. Este es el caso de las chullpas de barro en Rosario y Molle Pampa en los valles
costeros (Santoro 1995). En los valles cordilleranos, destacan las chullpas de ado-
be y piedra en Zapahuira (Az-122), Zapahuira Gentilar, Caillama, Ancopachane,
Incaullo. En el altiplano se reconoce las chullpas de piedras y enlucido de barro
de Huacollo (Dauelsberg 1983; Romero 2003; Santoro, Romero y Standen 2003;
Santoro et al. 2005).
Los santuarios de altura también pudieron ser fruto de una intervención ideo-
lógica. En la costa destaca como un fenómeno excepcional el santuario de altura
del Cerro Esmeralda, uno de los cerros altos que sobresalen en la Cordillera de la
Costa, vinculado a la mina de plata de Huantajaya, que contiene tumbas de dos in-
fantes ricamente ataviados con tejidos, cerámica y metales incaicos (Checura 1977;
Sanhueza 1980). En los valles cordilleranos y altiplano, los santuarios de altura se
localizan en los volcanes Tarapacá e Isluga y en las montañas de Guane Guane, Be-
lén y Marqués (Reinhard 2002; Reinhard y Sanhueza 1982).
Por otro lado, en el valle bajo de Lluta hemos observado una manipulación de ele-
mentos locales previos por parte del Inca, como es el arte rupestre y su relación con
los espacios privados y públicos. Esto se manifiesta en una transformación del arte
rupestre local y su instalación en espacios públicos habilitados por el Inca dentro de
asentamientos habitacionales (Valenzuela et al. 2004).
En resumen, los valles costeros de Arica evidencian que el Estado funcionó con
un sistema de control hegemónico, dado que no se verifican instalaciones administra-
tivas, centros ceremoniales u otros elementos que muestren una intervención directa
de representantes del Estado en la zona. Sin embargo, la impronta del Estado se re-
fleja en una serie de rasgos que evidentemente alteraron los sistemas de vida previa
reflejada en los componentes de la cultura material de las sociedades locales. Estos
rasgos registran de manera distinta la importante presencia y efecto del Estado en los
valles y costa de Arica, que aunque no invirtió en grandes y complejas obras civiles
y ceremoniales, provocó una serie de transformaciones en los sistemas de vida de las
poblaciones locales, bajo un gobierno ejercido a través de líderes locales que llevaron
adelante las demandas del Estado. Esto no significó, no obstante, hasta donde los da-
tos lo indican, un fortalecimiento y mejoramiento sustancial de las posiciones socia-
les, políticas y económicas de los líderes locales respecto de la época previa al Inca. Es
importante señalar que no hay indicios de un clima beligerante en la zona, dado que
las instalaciones Inca no privilegiaron posiciones estratégicas defensiva, como ocurre
en las otras áreas de este estudio (Sur Perú y Noroeste Argentino).
Valles de Tacna
Estado y recursos. Esta zona presenta valles con mejores suelos y disponibilidad
de agua, comparado con los de Arica y fue allí donde las sociedades locales tardías
(Chiribaya, San Miguel y Pocoma-Gentilar) hicieron importantes inversiones en in-
fraestructura agrícola. Éstas fueron retomadas y ampliadas por los Inca, con niveles
de mayor complejidad y envergadura. Particularmente, en las cabeceras de las tres
cuencas de los valles de Tacna (Locumba, Sama y Caplina) se verifican extensos sis-
temas de andenes, estanques y canales de riego, en localidades cordilleranas (3,000 a
3,500 m sobre el nivel del mar) tales como Palca, Tarata, Susapaya, Candarave, Cai-
rani, Borogueña. Los andenes se caracterizan por grandes bancadas rectas y muros
628 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
de contención que alcanzan hasta dos metros de altura, con los mejores ejemplos
registrados en Kanamarka en Susapaya.
En Pallagua, cuenca alta del Caplina, se verifica una instalación estatal de me-
nor jerarquía que las anteriores, compuesto por un complejo habitacional asociado
a un cementerio Inca y collcas subterráneas.
A esta inversión se suma la red vial que en los valles de Tacna es mucho más
compleja que la de los valles de Arica, destacando una ruta principal desde el Des-
aguadero hacia la costa, a través de quebrada de Palca (Caplina), que posiblemente
se conectaba con los valles de Arica. Los caminos del Desaguadero conectaron dife-
rentes enclaves de la región de Tacna (costa, valles bajos y cordilleranos), sirviendo
como articulación de una de las cuencas occidentales más ricas del Sur peruano con
espacios productivos complementarios en ambientes lagunares y humedales alto
andinos, valles andinos y costeros y el litoral.
Dominación Inca en los Valles Occidentales... 631
condiciones del terreno, con el objeto de mantener una senda recta y plana. Este ca-
mino posiblemente tuvo un ramal hacia los valles de Arica, de características menos
elaboradas (véase Santoro 1983).
Figura 5. Collcas de Zapahuira (AZ- 40), precordillera de Arica, estructura de planta rectangular,
con piso preparado con guijarros y ductos longitudinales y transversales revestidos por piedras
y sellados con lajas.
Dominación Inca en los Valles Occidentales... 633
En resumen, a diferencia de lo que ocurre en los valles de Arica, en los valles bajos
y costa de Tacna se constatan instalaciones estatales complejas, a lo que se suma la fuerte
penetración de objetos de la cultura material del Estado Inca (cerámica fina, objetos de
metal), lo que permite sugerir un sistema de gobierno de control territorial. En particu-
lar, dada la jerarquía y complejidad arquitectónica de Sama La Antigua, el asentamiento
podría corresponder a una cabecera provincial que articulaba y controlaba las acciones e
intereses del Estado, en los valles costeros de Tacna. Posiblemente, regido por una buro-
634 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
Figura 7. Camino Inca sector Socoroma-Zapahuira, precordillera de Arica, pavimentado con piedras
planas y reforzado por muros laterales y de contención, y canales de desagüe.
cracia estatal, de origen local o foráneo. En los valles cordilleranos, Qhile y Moqi son los
mejores ejemplos de inversión estatal bajo el régimen de control territorial, destinados a
controlar la producción y distribución de los valles asociados a estos asentamientos.
Noroeste Argentino
Uno de los intereses del Estado en su expansión fue el de mantener una pro-
ducción minera y metalurgia, factores decisivos de la dominación. La diversidad
de las instalaciones y las actividades desarrolladas indican que los Inca no solo
extrajeron recursos sino también invirtieron en el gobierno directo de estable-
cimientos minero metalúrgicos claves (Earle 1994). Existe una amplia evidencia
sobre sitios Inca que estuvieron relacionados con la explotación, procesamiento y
extracción minera del oro, plata, cobre, galena, plomo, zinc, estaño y otros mine-
rales asociados (i.e. Quillay y La Encrucijada), y con talleres que producían tanto
lingotes como productos terminados (i.e. Potrero de Payogasta, Rincón Chico si-
tio 15, Potrero-Chaquiago e Ingenio del Arenal Médanos).
Figura 8. Sector Norte Valle Calchaquí, Noroeste Argentino y del sector Sur del Valle
de Santa María y Bolsón de Andalgalá con los principales sitios arqueológicos
de época Inca mencionados en el texto. Planos de los sitios Potrero de Payogasta,
Guitián (PAC) y Potrero Chaquiago (Williams).
Dominación Inca en los Valles Occidentales... 637
Zenta, Pucará Tres Cruces y Pueblito Calilegua. En estos casos, los sitios fortificados
parecen haber sido parte de un esfuerzo sistemático por impedir, o al menos contro-
lar, el tráfico entre las tierras bajas, los valles y la puna. Más al Sur se ubica, casi sobre
la frontera oriental del imperio, el Pucará de Andalgalá y más al Sur al interior del
área valliserrana el Pucará de Las Pavas en el macizo de Aconquija y Cortaderas en el
valle Calchaquí Norte. En este panorama destaca el Valle Calchaquí como uno de los
territorios de mayor complejidad sociopolítica no sólo porque allí los Inca construye-
ron centros administrativos importantes, sino como escenario de la resistencia contra
el dominio español. Desde el extremo Norte del Valle Calchaquí había al menos 11
núcleos importantes de población que combinaban los pukara con poblados bajos
como Fuerte Alto de La Poma, Palermo, Cachi Adentro, Cortaderas Alto, El Churcal,
Molinos y Angastaco (Figura 8). En el valle, los sitios Inca se encuentran ubicados en
los dos tramos principales del camino real que entran al valle desde el Norte y en la
parte media del mismo. Se han registrado siete sitios estatales que se distribuyen en
50 km al Este del camino imperial, desde el sector superior del valle Calchaquí hasta
Tastil en la quebrada del Toro, no interrumpidos por ninguna comunidad santamaria-
na local importante (i.e. Belgrano, Casa Quemada y el Calvario [Hyslop y Díaz 1983]).
En el Norte del Calchaquí, en un área prácticamente vacía de asentamientos locales,
los Inca edificaron un paisaje propio construyendo dos sitios principales con probable
función administrativa, Cortaderas y Potrero de Payogasta, aunque existen otros si-
tios con componentes importantes Inca que se ubican a lo largo del tramo occidental
del camino. En contraste con estos sitios netamente Inca, los sitios La Paya y Guitián
(en la parte media del Valle Calchaquí) se destacan como los mayores asentamientos
con sectores Inca intrusivos en comunidades locales preexistentes conformando un
tipo de control hegemónico (Figura 9). Los grandes poblados locales de este sector del
valle presentan modificaciones en la arquitectura y urbanismo realizadas por el Esta-
do como es la reestructuración de espacios y la construcción de edificios de clara filia-
ción Inca (La Paya, Guitián, posiblemente Tolombón, Quilmes y Fuerte Quemado).
Situaciones similares se registran en otros yacimientos del Noroeste Argentino, como
por ejemplo los sitios La Huerta, Tilcara y Quilmes en la Quebrada de Humahuaca y
Fuerte Quemado en el valle Santa María.
mino principal (Figura 8). Hay una clara diferenciación entre distritos cívico-cere-
moniales compuestos por estructuras rectangulares en la parte Norte del sitio y un
sector meridional más alto, donde se ubican las áreas residenciales con estructuras
circulares, posiblemente almacenes. Todas las áreas residenciales presentaron dese-
chos de diversas actividades de manufactura a pequeña escala, no así en el sector
cívico-ceremonial. Las excavaciones en 14 localizaciones, de más de 2 m de profun-
didad, ofrecieron evidencias de habitación, almacenamiento, producción y activi-
dades ceremoniales. La arquitectura de superficie estuvo superpuesta a un nivel
quemado y a un componente ocupacional Inca temprano datado en 550±30 a.P.
(QL- 4708, madera) con dos rangos calibrados de 1409-1435 cal a.C (p=.75) y
1399-1446 cal a.C (p= 24) (calibrados a un sigma con el software CALIB 5.0.1
[McCormac et al. 2004; Stuiver y Reimer 1993]).
Es a partir de esta evidencia que inferimos que una ocupación inicial Inca fue
seguida por un evento de incendio y la posterior reconstrucción del asentamiento.
En esta zona se ubican dos grandes fortalezas: Pucará de Las Pavas y Pucará
de Andalgalá, y una serie de postas como la de Intihuatana en Fuerte Quemado,
Punta de Balasto, Bicho Muerto y el tambo de Ingenio del Arenal Médanos, ubi-
cado en el piedemonte de la falda occidental de la cadena del Aconquija y en el
nodo de comunicación entre los valles del Cajón, Santa María, Hualfín y la sierra
de Capillitas y Bolsón de Andalgalá.
Estado y sitios ceremoniales. Una de las políticas implementadas por los incas en el
Área Sur Andina que pueden ser observadas en el registro arqueológico es el reclamo
del paisaje simbólico por medio de la construcción de santuarios de altura en cerros
de más de 5,000 m sobre el nivel del mar (D’Altroy et. al. 2000:4; Reinhard 1983). Los
Figura 9. Piezas de los estilos a: Cuzco Polícromo (AMNH-Colección Bandelier, Nueva York);
b: Famabalasto Negro sobre Rojo; c: Santamariano Bicolor; d: Pacaje (AMNH - Colección
Bandelier, Nueva York); e: Inca Paya o Casa Morada Polícromo (Museo Etnográfico, Fac.
Fil. y Letras, UBA) y f: Yavi Chico Polícromo (Museo Etnográfico, Fac. Fil. y Letras, UBA).
640 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
Bienes muebles e impacto en poblaciones locales. Los Andes del Sur fueron conoci-
dos por las actividades artesanales y mineras en tiempos de los incas, según algunos
documentos históricos. Algunos cronistas sostienen que el propósito central de la
aventura imperial en los Andes del Sur fue la de obtener minerales (Betanzos 1996
[1551-1557]; Pizarro 1986 [1571]; Sarmiento 1960 [1572]). Tanto Chile como el No-
roeste Argentino son territorios ricos en minerales de cobre y hay una considerable
tradición en la metalurgia del bronce varias centurias anteriores al surgimiento del
Estado Inca, así como una larga tradición de producción de lapidaria en minerales
de cobre como turquesa, malaquita y atacamita. La cerámica también fue de impor-
tancia fundamental para el Estado Inca, en la medida que fue usada en actividades
políticas, especialmente en los centros provinciales, enfatizando la importancia del
Estado como benefactor simbólico y físico. La presencia de piezas finas de cerámica
Inca representó un emblema de dominio imperial.
Las formas del estilo Inca Paya (Figura 9e) como pucos, platos, jarras y
aribaloides fueron distribuidas en asociación con otros tipos Inca relaciona-
dos como un bien de prestigio entre los centros estatales en el NOA. La vincu-
lación del Norte Chico chileno con los valles calchaquíes se ve reforzada por
una serie de hallazgos de alfarería de los estilos Inca Paya y Yavi, como en el
valle de Freirina (Latcham 1928a:159, Lámina XLVIII, 1928b:18); de Paipote
(Valle del Copiapó, Latcham 1928a:182) y de Caspana donde hay escudillas
y cántaros del estilo Yavi, así como un aríbalo tipo Yavi-La Paya Inca (Uribe
1997). La escasez de piezas cusqueñas en el Noroeste Argentino señala que
estos estilos mixtos, como el Inca Paya, habrían sido investidos de la represen-
tación del poder imperial.
Discusión y Conclusiones
Los resultados de este estudio nos permiten afirmar que el Estado Inca esta-
bleció y ejerció un gobierno efectivo y permanente al Sur del Cusco en las subáreas
de Valles Occidentales (valles del extremo Sur Perú y extremo Norte de Chile) y
Noroeste Argentino. Sin embargo, pese a que verificamos expresiones muebles y
de infraestructura de la misma naturaleza, se constatan diferencias sustanciales en
los niveles de inversión estatal y sus efectos en las sociedades locales.
Las formas que adoptó el Inca para gobernar las distintas subáreas incluye-
ron no sólo acciones en la esfera política y económica, sino también en la ideo-
lógica. Esto explica en parte la diversidad y disparidad de la presencia estatal que
alcanzó lugares aislados y remotos, como por ejemplo la costa de Iquique, donde
la presencia de la mina de plata de Huantajaya y de “islas de guano” (ex Isla Se-
rrano actualmente incorporada al casco urbano moderno de Iquique), motivaron
la instalación de un santuario de Altura en Cerro Esmeralda, uno de los cerros
altos que sobresalen en la Cordillera de la Costa (Checura 1977; Sanhueza 1980).
Esta es una clara forma de poder de corte ideológico, donde el Estado sacraliza el
lugar con miras a mostrar y defender su posición e intereses sin tener que insta-
lar avanzadas burocráticas y militares de mayor costo de mantenimiento. Un costo
644 V. Williams, C. Santoro, Á. Romero, J. Gordillo, D. Valenzuela y V. Standen
que en este caso es agravado por la ausencia de un valle fértil que proveyera de
sustento complementario a la explotación de los recursos costeros. En el Noroeste
Argentino se nota una mayor inversión en la marcación de un paisaje simbólico
a través de un mayor número de santuarios de altura, para sustentar la expansión
en un territorio más amplio y con grupos más hostiles comparado con la situación
de los Valles Occidentales.
Del mismo modo, obras como caminos, tambos, pukaras, centros adminis-
trativos, sistemas de almacenaje, infraestructura agrícola, etc. son comunes a toda
el área de estudio, pero es evidente que sus arquitecturas, sus dimensiones, su
monumentalidad y su densidad espacial muestran diferencias regionales contras-
tantes. Destaca por ejemplo, la infraestructura e inversión agrícola de los valles
cordilleranos de Tacna, ligado a centros administrativos ceremoniales (Qhile y
Moqi), o los campos de cultivos de Coctaca en la Quebrada de Humahuaca, equi-
valente a 600 ha, lo que contrasta con los niveles más restringidos de producción
agrícola de los valles de Arica.
Este panorama es una muestra de la versatilidad del Estado Inca para adecuar
sus políticas generales a las condiciones locales, con el objeto de asegurar sus inte-
reses y demandas centrales (Bauer 2002; D’Altroy 1992, 2003; Díaz y Vallejo 2004;
Hyslop 1993; Morris 1995).
También hemos estudiado otra forma de materialización del poder que co-
rrespondería al sistema hegemónico como la implantación de sectores Inca intru-
sivos en poblados locales de grandes dimensiones, la presencia de bienes muebles
en poblados y tumbas locales (por ejemplo La Paya). En la visión clásica de con-
traposición de los dominios directo e indirecto, se mezclan, a nuestro juicio, sitios
originados en el Período de los Desarrollos Regionales o Intermedio Tardío que
incorporan elementos de origen Inca, con asentamientos planificados y construi-
dos directamente por el Estado. Es importante tener en cuenta que tanto sitios
locales como estatales pudieron ser contemporáneos y estar sujetos al Imperio
pero bajo distintos sistemas de control político: hegemónico o territorial.
Agradecimientos
Referencias citadas
Acuto, Félix
1994 La organización del almacenaje estatal: la ocupación Inka en el sector norte del valle Calchaquí
y sus alrededores. Tesis de Licenciatura inédita, Departamento de Antropología, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Albeck, María E.
1992/1993 Áreas agrícolas y densidad de ocupación prehispánica en la quebrada de Humahuaca.
Avances en Arqueología 2:56-77.
2000 La vida agraria en los Andes del sur. En Nueva Historia Argentina. Los pueblos originarios y la
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