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El eminente filósofo francés Francis Wolff publica 50 razones para defender la Fiesta
RUBÉN AMÓN. CORRESPONSAL
París
1. ECOLOGÍA
«Los toros son un bien ecológico. Me refiero a la biodiversidad de las dehesas y las
marismas donde el toro de lidia desempeña un papel central. La ecología es la defensa
del ecosistema, de las especies, de la ganadería extensiva. Y esos tres principios se
recogen privilegiadamente en el toro de lidia. ¿Qué sentido tendría forzar su
desaparición?»
2. ÉTICA
El contexto de semejante pugna ética y estética es el rito, cuya falta de peso en las
sociedades desacralizadas, como las nuestras, amenaza y arrincona a los fenómenos
culturales que reivindican la liturgia, la simbología y la relación con la muerte.
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puede morir. La vida no es un estado, es un acto, un acto contra la posibilidad misma de
la muerte».
3. ESTÉTICA
Nada que ver con un acontecimiento rancio, castizo ni cañí. La prueba está en que
Wolff destaca como valor esencial la universalidad. «No es la Fiesta Nacional de
España ni la sola referencia patrimonial de un país. Ir a los toros es una elección
personal del aficionado, una pasión. Ha adquirido una dimensión universal gracias al
atractivo de los valores que encierra. Universal no quiere decir que deba exportarse.
Universal quiere decir que es posible reconocerse en sus coordenadas: la vida y la
muerte. Lo bello y lo sublime. La ética y la estética. El sacrificio de uno mismo y el
miedo a morir. La creación de la belleza».
4. LA COMUNIÓN
La plaza es redonda, como los espacios lúdico-teatrales de la cultura griega. E igual que
aquéllos el ruedo y su graderío sirven de espacio común al encuentro y conciliación de
la comunidad. Se trata de un lugar de reunión y de consenso. «Que por un lado muestra
la festividad y por otro enseña el aspecto trágico», razona Wolff.
Wolff invita al aficionado a que alce la cabeza y camine orgulloso. Nada tiene que
esconder ni nada de qué avergonzarse. «Los españoles tienen una relación problemática
con la llamada Fiesta Nacional. Que abandonen la actitud pasiva, resignada,
culpabilizada. La corrida no es del pasado, ni la España negra, ni el franquismo. La
corrida no es el folclorismo racial y anacrónico como París tampoco es Pigalle. Hay una
intelectualidad reacia que se atrinchera en el malentendido y el desconocimiento»,
explica el autor de Cincuenta razones…
5. EL PROHIBICIONISMO
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«Hay que respetar a quien no le gusta la corrida y comprender sus razones. Pero la
sensibilidad no es un argumento. Y menos aún cuando trata de reprochársele al
aficionado una especie de placer perverso hacia el sufrimiento. No me gusta la pesca.
De niño me asustó la agonía de un pez. Ahora bien, no voy a organizar una campaña
para abolir la pesca. No sé si un pez sufre más cuando muerde el anzuelo o cuando lo
devora un pez más grande».
Por unas y otras razones, Francis Wolff concluye que «la abolición de las corridas es un
retroceso de la libertad y de las libertades», amén de un inquietante precedente. «Que
sea la sociedad la que decide qué hacer con las corridas. En Cataluña estaban
desapareciendo por el desapego y el distanciamiento de la gente. ¿Qué motivos hay para
legislarlas?».
6. EL AMANERAMIENTO
La corrida de toros contradice la humanización de los animales que han emprendido las
sociedades modernas. Han inventado el perro de compañía, sublimado la mascota y
convertido en dibujos animados las criaturas más feroces. Hasta la despreciable rata ha
adquirido categoría de mito entrañable gracias a Ratatouille. «El mundo moderno ha
perdido el verdadero contacto con la naturaleza. Vemos a los animales como criaturas
de Disney. La relación con el toro no es de ternura, ni de compasión, sino de
admiración, de respeto. Y eso cuesta entenderlo a ciertas mentalidades urbanas, alejadas
del campo», concluye Wolff.
31/01/2010
http://www.elmundo.es/papel/2010/01/31/toros/22134740.html