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NO DIGAS EDUCACIÓN, DI CUSTODIA

NO DIGAS ESCUELA, DI CÁRCEL

Emilio Rivano Fischer

Cada año, una ansiedad incomprensible asoma y logra irritar la anestesiada


conciencia popular: ¿Nueva reforma de la educación? ¿No “hicieron” una el
año pasado? ¿Y otra un poco antes…?

No alcanza a articularse un rudimento siquiera de racionalidad en la mente del


desdichado peatón, cuando su sentimiento de desconcierto es ahogado por
lluvias de propaganda sobre la nueva “educación” y torrentes de otra
propaganda, sobre economía, delincuencia, jubilaciones, salud, bienestar
social, cultura... Empapado en esta cháchara, el transeúnte chileno es arrojado
sin solución de continuidad a las tempestades de exigencias diarias que
terminan por aplastarlo y embutirlo en esta licuadora infernal que llamamos
Chile (entre estas últimas, pagar por la “educación” de los niños y la propia).

Agreguémosle a lo anterior un terremoto directamente del Cielo, y obtenemos


un súbdito aturdido, un zombi.

Lavín al Ministerio de Educación. Vía Crucis, Joaquín… Pero, aquí estamos,


para ayudarte a levantar el madero hacia el Gólgota: Nos dirigimos
directamente a “mejorar la calidad de la educación”. Sabemos que Educación
también es un Ministerio de Propaganda del aparato estatal. Pero nuestra
Pasión es otra. No hay lugar a hipocresías. Vamos abiertamente a lo esencial.
Toca coordinar todos los ministerios y direcciones encargados de las cárceles
y la custodia forzada de la gente, es decir, por lo pronto, Educación, Justicia,
SENAME, Gendarmería. Las funciones fundamentales que estas instituciones
deben cumplir emanan del mismo fenómeno. De hecho, una jugada espléndida
de transparencia y un golpe magistral contra el fariseísmo se obtienen si todas
ellas se agrupan bajo el nuevo Ministerio de Gendarmería. Tanto las cárceles
como las escuelas son recintos de custodia obligatoria. Ambas cumplen
funciones primarias como las de confinar (cientos de miles de) personas que
estorban o traban la producción, proteger la propiedad privada, evitar
desórdenes públicos, permitir que la mano de obra productiva trabaje,
disciplinar a la población trasgresora, inculcar valores de obediencia civil,
registrar sujetos en relación a su conducta, capacitar en el penitenciario y
reinsertar individuos luego de su penitencia. Por otro lado, ambas comparten
una misma naturaleza física. El hacinamiento y el horror de las cárceles
chilenas es una realidad que se produce también en las escuelas, sólo que en
menor grado.

Lo que la educación en Chile necesita no es más basura didáctica,


programática y valórica (de esa que alimenta la corrupta mesa del
impresentable académico chileno), sino mejorar los establecimientos
carcelarios en los que se custodia a los niños, es decir, mejorar las escuelas en
tanto lugares físicos y procedimientos humanos, mejorar los horarios de visita
de los padres (hoy por hoy, inexistentes), mejorar la alimentación, la
iluminación, la acústica, el aire, los techos, las paredes, los patios, las canchas,
los equipos, la calefacción, la ventilación, los baños, el agua caliente, la
limpieza, los espacios, los estacionamientos, los comedores, las sillas, la
tranquilidad interna, las rutinas de gimnasia, de esparcimiento, de trato
humano, de felicidad… de amor. Propongámonos eso, Joaquín, y vamos bien
con nuestra carga a su noble destino.

Es necesario, también, cambiarles el nombre a los profesores. Ellos no pueden


entregar conocimiento, porque no lo tienen, pero sí podrían dar un mejor
cuidado a los niños durante el período de custodia. Propongo llamarlos
“custodiantes” y acortar sus largas Pedagogías a dos años de un entrenamiento
útil y más sensato.

Algo así como “No dejaremos que los niños de Chile pierdan el año” escuché
decir hoy (martes 2 de marzo) a Piñera por la tele, promoviendo la apertura
expedita de las escuelas después de este bombardeo de la naturaleza (nuestro
único enemigo, señores patriotas y estrategas de la defensa de la República).
Especifico, Sebastián: “No dejaremos que los niños de Chile pierdan el año de
cárcel”.

¿Estamos en gobierno de cambios? Pues bien, el preso, el presidio, el


estudiante, la escuela, la familia y toda la sociedad chilena obtendrán enormes
beneficios con un cambio así… De paso, el mundo admirará a Chile como un
país que enfrentó la educación de sus niños cara a cara, sin hipocresía.

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