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UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA AZCAPOTZALCO

DIVISION CIENCIAS Y ARTES PARA EL DISEÑO


FUNDAMENTOS TEORICOS DEL DISEÑO I

KARLO GILBERTO CONTRERAS LOPEZ


209213466

La globalización: Objeto cultural no identificado.

Acerca de la fecha en que habría comenzado la globalización, varios autores la sitúan en el siglo XVI, al
iniciarse la expansión capitalista y de la modernidad occidental, otros colocan el origen a mediados del siglo XX,
cuando las innovaciones tecnológicas y comunicaciones articulan los mercados a escala mundial. Tales
discrepancias se relacionan con maneras diversas de definir lo que se entiende por globalización. Quienes le
atribuyen un origen más remoto privilegian el aspecto económico, mientras lo que argumentan la aparición
reciente de este proceso conceden más peso a sus dimensiones políticas, culturales y comunicacionales.

Internacionalización, transnacionalización, globalización.

Situar la globalización en la segunda mitad del siglo XX es el resultado de la diferencia que esta tiene con la
internacionalización y la transnacionalización. La internacionalización de la economía y la cultura se inicia con
las navegaciones transoceánicas, la apertura comercial de las sociedades europeas hacia el Lejano Oriente y
América Latina, y la consiguiente colonización. La transnacionalización es un proceso que se va formando a
través de la internacionalización de la economía y la cultura, pero da algunos pasos más desde la primera mitad
del siglo XX al engendrar organismos, empresas y movimientos cuya sede no está exclusiva ni principalmente
en una nación. La globalización se fue preparando en estos dos procesos previos a través de una
intensificación de dependencias reciprocas, el crecimiento y la aceleración de redes económicas y culturales
que operan el una escala mundial y sobre una base mundial. Sin embargo, fueron necesarios los satélites y el
desarrollo de sistemas de información, manufactura y procesamiento de bienes con recursos electrónicos,
transporte aéreo, trenes de alta velocidad y servicios distribuidos en todo el planeta para construir un mercado
mundial donde el dinero, la producción de bienes y mensajes, se desterriterialicen, las fronteras geográficas se
vuelvan porosas y las aduanas a menudo se tornen inoperantes.

Si contamos con una teoría unitaria de la globalización no es solo por deficiencias en el estado actual del
conocimiento sino también porque lo fragmentario es un estado rasgo estructural de los procesos
globalizadores. Lo que suele llamarse globalización se presenta como un conjunto de procesos de
homogenización y de fraccionamiento articulado del mundo, que reordenan las diferencias y las desigualdades
sin suprimirlas. Para ocuparse de los procesos globalizadores hay que hablar, sobre todo, de gente que migra o
viaja, que no vive donde nació, que intercambia bienes y mensajes con personas lejanas, mira cine y televisión
de otros países. Se reúne para celebrar algo lejano o se comunica por correo electrónico con otros a los que no
sabe cuándo volverá a ver. En cierto modo, su vida está en otra parte. Quiero pensar la globalización desde los
relatos que muestran, junto con su existencia pública, la intimidad de los contactos interculturales sin los que no
sería lo que es. En tanto la globalización no solo homogeniza y nos vuelve más próximos, sino que multiplica las
diferencias y engendra nuevas desigualdades, no se puede valorar la versión oficial de las finanzas y de los
medios de comunicación globalizados que nos prometen estar en todas partes sin comprender al mismo tiempo
la seducción y el pánico de llegar fácilmente a ciertos lugares y acercarnos a seres diferentes.

Postales para un bestiario de la globalización.

1. Treinta y seis banderas de diferentes países, hechas con cajitas de plástico llenas de arena coloreada.
Las banderas están interconectadas por tubos dentro de los cuales viajan hormigas que van
corroyéndolas y confundiéndolas. Después de unas semanas, los emblemas se volvían irreconocibles.
Puede interpretarse la obra de Yanagi como metáfora de los trabajadores que, al migrar por el mundo,
van descomponiendo los nacionalismos e imperialismos. La metáfora sugiere que las migraciones
masivas y la globalización convertirían el mundo actual en un sistema de flujos e interactividad donde
se disolverían las diferencia entre las naciones.

2. La comunicación con lo que esta mas allá de lo local puede hacer imaginar que las identidades se
disuelven o puede llevar a buscar referentes globales indefinidos. Un director de teatro vuelve a las
calles de Montevideo donde jugaba futbol cuando era niño, cada vez que alguien hacia un gol, era
festejado por todos en abrazo grupal dentro del barrio o de la calle cerrada para jugar. Hoy el que hace
gol, y los demás atrás, salen a festejar, pero saludando a un público imaginario, a una audiencia, como
si la tuvieran enfrente. Ya no hacen el círculo, sino que como ven en el deporte transmitido por
televisión saludan a un público planetario.

3. Más allá de las paredes de las comunidades nacionales se dispersan bienes, personas y mensajes. El
rechazo a los que viven de otro modo o a los compatriotas que se fueron a otro país, induce a usar
nombres de animales para marcar su diferencia. Los cubanos de Miami, llamados gusanos desde la
isla, se convirtieron en mariposas cuando se comenzó a aceptarlos como turistas que llevaban dólares
a cuba y restablecían las relaciones con los que viven adentro. Se forman nuevos circuitos y redes que
enlazan a los que habitan en territorios lejanos. La comunicación se sostiene y renueva cada semana
por teléfono, fax, correo electrónico, mensajes radiales y escritos. Este tráfico globalizado puede ser tan
significativo en las sociedades periféricas como lo muestran los envíos de dólares de migrantes que son
la tercera fuente de ingresos externos en la economía mexicana y la primer en la salvadoreña. Una
radio boliviana en Buenos Aires propone ritos para encuentros imaginarios: “Nuestra música. A tomarse
de las manos, compadres, a cerrar los ojos y pensar que estamos en nuestra tierra”. En ese espacio
mediático la nación se recompone fuera de las relaciones con el territorio especifico llamado Bolivia.

4. Otros movimientos expresivos de esta permeabilidad trasnacional están representados en el caballo de


Troya instalado por Marcos Ramírez Erre en la última edición del programa de arte urbano inSITE,
realizado en 1997, entre Tijuana y San Diego. Ese artista tijuanense coloco a pocos metros de las
casetas de la frontera un caballo de madera, de 25 metros de altura, con dos cabezas, una hacia
Estados Unidos, otra hacia México. Evita así el estereotipo de la penetración unidireccional del norte al
sur. También se aleja de las ilusiones opuestas de quienes afirman que las migraciones del sur están
contrabandeando lo que en Estados Unidos no aceptan, sin que se den cuenta.

En estos cuatro casos se trasciende la comunidad local. Pero su articulación con lo global es imaginada de
diversas maneras. Las hormigas de Yanagi que desconstruyen las banderas sugieren una interacción
generalizad en la cual se disolverían las marcas identitarias. En el segundo ejemplo, cuando los niños saludan a
un público planetario, los referentes particulares, tomados de jugadores mexicanos y brasileños, no se pierden
totalmente sino que se subordinan a un imaginario global. En el relato sobre los bolivianos que viven en Buenos
Aires se imagina una comunidad con los que habitan en Bolivia, con lo cual se afirma la nacionalidad pese a la
dispersión y la distancia. En el último caso, donde el caballo bicéfalo representa la bidireccionalidad y
reciprocidad de las interacciones, el carácter traslucido del animal sugiere que ya no puede ocultarse lo que
ellos quieren hacer con nosotros y nosotros con ellos, se hace explicito el conflicto, pero no se lo representa con
imágenes nacionalistas sino con un símbolo multinacional que, releído, invita a reflexionar sobre una frontera
especifica.

Estos cuatro ejemplos representan modos actuales de reelaborar los enlaces y quiebres entre lo concreto y lo
abstracto, lo inmediato y lo intercultural. La dificultad de denominar estos cambios y comunicarlos con los
diferentes induce a imaginarlos con metáforas y ordenarlos con rituales.
Hacer trabajo de campo sobre México en Edimburgo.

Por ahora quiero traer el relato de un hecho que me hizo evidentemente la urgencia de renovar la capacidad de
las ciencias sociales para reflexionar sobre universos tan vastos y diversificados: ocurrió cuando me descubrí,
en octubre de 1996, haciendo antropología sobre México en Edimburgo. Mientras cenaba en un restaurante
italiano de Edimburgo, después de ser obligado a hablar en mi ingles de emergencia por un mesero locuaz,
descubrí que él era mexicano. Ahí comenzó una de esas experiencias no previstas de trabajo de campo: el me
conto que le resultaba difícil decir de que parte de México era, había estudiado ingeniería en Querétaro y que
tuvo una beca para trabajar en cuestiones de biología marina en Guaymas, pero prefirió irse a Los Ángeles,
también había vivido en San Francisco, Canadá y Paris. Me explico que las cosas funcionan mas en Estados
Unidos que en el Reino Unido. Los escoceses tienen orgullo, pero pasivo, los americanos lo tienen activo: se
identifican con todo el mundo, se hacen notar en los negocios y porque nunca quieren perder, su ductilidad
multicultural se apreciaba, cuando quise saber cómo había decidido ir a vivir a Edimburgo, me dijo que su
esposa era escocesa. Al final me dijo que quería poner un restaurante mexicano de calidad, pero no le
gustaban las tortillas que llegaban a Edimburgo para venderse en los restaurantes tex-mex porque las traen de
Dinamarca. Entones me pidió que al volver a México le mandara la receta de las tortillas. Me lo pidió a mí que
soy argentino, llegue hace dos décadas a México como un filosofo exiliado y me quede porque aprendí
antropología y me deje fascinar por muchas costumbres mexicanas. Pertenecer a una identidad de fusión, de
desplazados, ayudo a este filosofo convertido en antropólogo a representar la identidad mexicana ante un
mexicano casado con una escocesa que representaba la italianalidad en un restaurante de Edimburgo. No era
el lugar de residencia lo que definía nuestras pertenencias en esa noche de Edimburgo. Tampoco la lengua ni a
comida constituían marcas identitarias que nos inscribieran rígidamente en una sola nacionalidad. El y yo
habíamos tomado de varios repertorios hábitos y pensamientos, signos heterogéneos de identidad, que nos
permitían desempeñar roles diversos e incluso fuera de contexto.

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