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Sigmund Freud
muera, pues sabe por experiencia que los muertos, esto es, como, por
ejemplo, el abuelo, se hallan siempre ausentes y no vuelven jams.
Pero la distinta forma de tratar una misma materia nos muestra la
diferencia espiritual de ambos perodos de civilizacin, tan distantes uno de
otro, y el progreso que a travs de los siglos va efectuando la represin en
la vida espiritual de la Humanidad.
Los deseos que en ellos quedan realizados son siempre deseos de dicho yo,
y cuando el sueo nos parece obedecer a un inters por otra persona, ello
no es sino una engaosa apariencia.
Los sueos son absolutamente egostas. Cuando en el contenido manifiesto
no aparece nuestro yo y s nicamente una persona extraa, podemos
aceptar sin la menor vacilacin que se ha ocultado por identificacin detrs
de dicha persona y habremos de agregarlo al sueo.
En cambio, otras veces que nuestro yo aparece en el contenido manifiesto,
la situacin en que se nos muestra incluido nos indica que detrs de l se
esconde por identificacin otra persona.
En primer lugar advertimos sin esfuerzo la especial intensidad con la que se
nos muestran representados en el sueo aquellos elementos en los que se
exterioriza la realizacin de deseos, y en segundo, nos descubre el anlisis
que aquellos elementos que aparecen dotados de una vitalidad son a la vez
los que constituyen el punto de partida de un ms amplio nmero de rutas
mentales y los mejor determinados.
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