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INFORME DEL PRESIDENTE SALIENTE, JOSÉ MIGUEL ORTS, A LA ASAMBLEA REGIONAL

DE LA CTC DEL REINO DE VALENCIA


LIRIA, 7 DE MARZO DE 2010

Queridos carlistas valencianos:

El domingo que por proximidad al 10 de marzo celebramos la Fiesta de los Mártires de la Tradición es una
ocasión idónea para reunirnos, recordar nuestras raíces, renovar los ideales, sentimientos y razones que
justifican nuestra empresa común, rendir homenaje a los que se sacrificaron por esas mismas banderas y esas
mismas lealtades, analizar críticamente la efectividad del trabajo hecho, gratificarnos por lo que nos ha
sabido bien y aprender de los errores e insuficiencias para rectificar y superar lo que esté a nuestro alcance.

En primer lugar, pues, un saludo cordial a todos y cada uno de vosotros. Ante la duda de que el día 7 os lo
pueda dar personalmente, ante los achaques que han hecho su aparición inoportunamente en sus vísperas, he
optado por dar forma escrita a este último mensaje que recibiréis de mí como Presidente Regional de la CTC.

Habéis sido convocados en Asamblea Regional para, entre otras cosas, renovar los cargos de la Junta
Regional. Esa renovación ha de pasar necesariamente por un relevo en su cabeza, lo cual implica, por mi
parte, devolveros el cargo que me conferisteis al fallecer nuestro llorado don Salvador Ferrando Cabedo y
que completaba la responsabilidad adquirida en 1986 como miembro en representación del Reino de
Valencia de la Junta de Gobierno nacional de la CTC, por indicación del mismo don Salvador y por votación
de los participantes en el congreso fundacional. Estar a frente de la Comunión Tradicionalista valenciana ha
sido el mayor logro público de mi vida, mi más alto honor.

La confianza otorgada y mantenida tantos años merece mi agradecimiento sincero. Tanto como la
colaboración encontrada en quienes han compartido conmigo las tareas de dirección del carlismo valenciano.
Por su proximidad he de mencionar en primer lugar a Pepe Monzonís, que ha suplido mis limitaciones de
todo tipo como un verdadero “alter ego”. Y a los dos presidentes provinciales que dan sentido geográfico a la
Junta que cesa: Vicente Febrer por Valencia, y Alberto Adán por Castellón. A José Romero Ferrer, archivo
viviente, que desde las secretarías del Círculo San Miguel, la Junta Provincial de Valencia y la Junta
Regional, ha dado continuidad a la labor política conjunta. A Vicente Porcar, siempre dispuesto a trabajar
eficaz y discretamente, desde los lejanos tiempos de la AET. A las nuevas aportaciones que han revitalizado
la Causa en los últimos años y que han sido verdaderos dones gratuitos de Dios: Jesús Blasco, Cristóbal
Castán, Víctor Puigdengolas, Luis Ignacio Amorós… por citar solamente los que gozan de vida y figuran en
el último organigrama de la Junta Regional. Y a Luis Pérez Domingo, maestro de carlistas, que nos ayuda a
ordenar las ideas y los pasos del camino. Todos los presentes os podéis considerar incluidos en esta relación,
que aun así sería inacabada, sobre todo si comenzara a enumerar a quienes ya nos han precedido en la
llegada a la Patria definitiva. Cabría añadir los nombres de inolvidables jefes y compañeros de la Junta de
Gobierno anteriores y actuales.

Para facilitar una nueva etapa, hace unos meses nombré Secretario General con poderes ejecutivos a Jesús
José Blasco Lagunilla. A él le he encargado de convocar esta Asamblea. A vosotros corresponde tomar
decisiones y elegir cargos. Os deseo aciertos para bien de la Causa.

Los años que nos ha correspondido arar el campo no han sido precisamente los más gloriosos de la reciente
Historia carlista. Ya sabemos que, entre nosotros, lo de “todos juntos en unión” es más un verso del
Oriamendi que una constante de normalidad. Pero, al menos, desde 1986, en el seno de la CTC,
aprovechando la lamentable orfandad dinástica, estamos conviviendo carlistas de distintas procedencias, si
bien con las inevitables disidencias más de origen temperamental que ideológico. Al margen y aun en contra
de la CTC hay correligionarios que han seguido las estelas de Don Carlos Hugo y Don Sixto Enrique. Y la
relación con ellos no ha estado exenta de dificultades y malentendidos, que, en ningún caso, han favorecido
el acercamiento hacia la familia usurpadora.

En todo caso la deriva revolucionaria en que desembocó la llamada “Transición”, ha marcado nuestros
frentes de combate: antes que las reivindicaciones dinásticas han merecido nuestra atención los atentados
contra la religión, la vida, la familia, la moral, la unidad de la nación, la identidad regional valenciana y las
necesidades primarias insatisfechas por las consecuencias de la crisis económica. En estas batallas no hemos
estado solos. Hemos compartido calle y pancarta, salones de actos y publicaciones con otras fuerzas. Hemos
respetado y hemos conseguido respeto. Siempre en un sector minoritario con honor, pero sin relevancia
electoral.

Nos hemos relacionado sincera y respetuosamente con las altas instancias eclesiásticas, sin pretender solapar
su papel ni esperar recibir de ellas directrices políticas. Intentamos discernir nuestro campo de actuación,
independientemente de intereses y simpatías.

Tantos años al pie del cañón han dado pie a etapas de ánimo y a fases de poco gas, por parte mía, a
interferencias no deseadas de mis problemas personales, familiares, laborales o de salud o de edad. Os pido
perdón por no saber o no poder dejar el gobierno de la Comunión al margen de mis avatares.

Otras veces no he sabido encontrar la respuesta deseable a las cuestiones con que nuestro entorno nos ha
interpelado. Y por mi culpa, no ha habido respuesta del carlismo valenciano o ésta no ha sido adecuada.

El mantener un principio de disciplina en un partido implica el hacer prevalecer un criterio oficial sobre otro
privado aun digno de respeto. Sé que he tenido que tomar decisiones más como jefe que como amigo. Y
también pido perdón a los que haya lastimado.

Soy consciente de que, sobre todo, mi última fase como Presidente ha estado lejos de paradigmas de
organización. He hecho durar mi mandato más allá de mi voluntad de dirigir y ello ha conllevado un
deterioro de la vida social de la Comunión. No he estado a la altura de lo que se me podía exigir. Y, al
marcharme a casa, vuelvo a pediros perdón.

Finalmente, lamento que mi imagen pública no haya alcanzado la coherencia de dichos y hechos que la
Comunión merece. Simplemente lo que tengo y lo que soy es lo que he podido ofrecer. Sé que es poco y
también pido disculpas por ello.

Una de mis asignaturas pendientes ha sido volver a constituir la organización política carlista en la provincia
de Alicante. El único y relativo consuelo es el haber obtenido más de 2000 votos – en la ilógica del sistema,
el mejor resultado obtenido en nuestra región en esta democracia - en las últimas elecciones al Senado
presentándome allí como candidato de la CTC. Los contactos habidos no han sido suficientes para obtener
los compromisos personales necesarios. Perdonadme y conseguidlo.

Las peculiaridades del carlismo valenciano no son fácilmente asimilables por quienes gustarían de un
modelo de manual. El caso es que, de un modo “sui géneris” hemos funcionado más como círculos que como
partido. Las reticencias respecto al régimen de partidos vienen de lejos, desde la crítica de la monarquía
parlamentaria decimonónica y los fracasos republicanos, alentada por la cuaresma política franquista. Los
círculos culturales surgieron como tapadera de la Comunión Tradicionalista, pero permitieron captar
simpatizantes que no se hubieran atrevido a apoyar a un partido. Y aun hoy los círculos consiguen más
permeabilidad social que la CTC, a pesar de la formal libertad de asociación. Deseo a quienes aborden la
actualización de la organización política con más bríos y mejor fortuna que mi equipo que no sacrifiquen a
potencialidades futuribles lo que, con todos sus defectos, constituye lo poco que nos queda.

El análisis de las fichas de nuestros afiliados evidencia nuestro principal problema: la falta de relevo
generacional. La biología se presenta como nuestra peor enemiga. El fenómeno de canas y calvas de las
misas dominicales se extiende a nuestras listas. Por ello, la supervivencia de la Causa está vinculada a que se
consiga atraer a gente joven que la prolongue en el tiempo. En tanto hemos de extremar el cuidado de la
convivencia en la misma casa de generaciones dispares, unidas en valores, pero legítimamente diversas en
gustos y estilos. También la nueva realidad sociológica de España, como país multiétnico, con la pluralidad
cultural que comporta, y los nuevos roles sociales debieran llamar nuestra atención para hacer de la
Comunión un instrumento adaptado y abierto a los signos de los tiempos, sin bajar la guarda en los
principios.

Si el compás de espera de la orfandad dinástica se alarga demasiado, sin duda la evolución del carlismo se
verá afectada: Su componente legitimista se diluirá progresivamente. La Tradición se hace sobre la
naturaleza, no a base de artificios genealógicos de aficionados a la heráldica. En la medida que la disciplina
de partido y la discreción me lo ha permitido he intentado tender puentes con la Familia Real. A los me
sucedan les encarezco que trabajen por la reconciliación con nuestros Príncipes y les faciliten el compromiso
de volver a abanderar la Causa.

¿Podemos aportar algo a España, algo que justifique nuestra permanencia histórica? Quiero creer que en un
momento de crisis de identidad de España, los carlistas podemos representar un factor de cohesión, un
núcleo de unidad de generaciones, regiones, funciones sociales e incluso maneras de ver el mundo. Si dentro
de nuestra Comunión no se llega a perfilar el modelo que propugnamos, estaremos esterilizando el futuro no
sólo del carlismo, sino de España.

Hagamos un ejercicio de esperanza, a partir de la fe. Dispongámonos a evolucionar para seguir siendo útiles
y fértiles. Sepamos ser herramientas de Tradición aunque las apariencias cambien.

Si mi aportación limitada y discreta cabe en el nuevo proyecto, me tenéis a vuestra disposición. Si mi


presencia dificulta otras más activas y menos prescindibles, hacédmelo entender: enseñadme a envejecer
dignamente.

Que Dios guíe vuestro trabajo.

José Miguel Orts Timoner

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