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viernes 26 de marzo de 2010

Todo lo que sabes de la evolución está equivocado (otra vez)

21 marzo 2010 — Existe un género de reportajes científicos que se caracteriza por


señalar cosas en que Darwin se equivocó. Y no se trata de artículos escritos por
creacionistas, sino escritos por periodistas seculares y por biólogos evolutivos.
Parece que quieren superar a Darwin proponiendo nuevas teorías que mejoren la
propuesta evolutiva. Generalmente no van tan lejos como para descartar del todo a
Darwin, pero algunos se aproximan a ello. Un par de reportajes de este género
salieron hace poco a la luz pública.

Saltamontes pigmeo, familia Tetrigidae.


Fotografía: Olaf Leillinger

«La evolución va más rápida de lo que creía Darwin», según anunciaba el titular de
un reportaje en Science Daily. Quizá esta sea una buena manera para que un
estudiante graduado que está escribiendo su tesis pueda llamar la atención.
Magnus Karlsson, candidato al doctorado en la Universidad de Linnaeus en Kalmar,
estudió saltamontes pigmeos y descubrió que cambian de color mediante la
selección natural, probablemente debido a la depredación. Esta es una conclusión
muy parecida a la estándar de la polilla del abedul. «Pero la parte más
importante de la disertación es que he demostrado que la evolución
procede a veces con una increíble rapidez», decía: «Esto es algo gordo».
¿Cómo de gordo? Algunas variaciones de color aparecen en una generación.
Karlsson ha batido el record de velocidad de las polillas del abedul, y ha superado al
mismísimo Sr. Lento-y-gradual, Charles Darwin.

Oliver Burkeman va más allá en su intento de superar a Darwin. Su reportaje en


The Guardian da un titular realmente sensacionalista: «Por qué todo lo que te han
dicho sobre evolución está equivocado.» El subtítulo añadía: «Los conceptos
evolucionistas están experimentando una revolución». No se trata de que la
evolución misma sea una equivocación, explica Burkeman, sino que hay una
especie de avivamiento lamarckiano. «¿Qué hay si tu manera de vivir afecta a la
expectativa de vida de tus descendientes?», era la pregunta que planteaba el
subtítulo. Primero, Burkeman ridiculiza a los creacionistas para disociarse de ellos,
presentando el viejo mito urbano presente en internet de NASA y el día de Josué
para desacreditarlos por asociación, y usando las usuales citas alarmistas de
adversarios del diseño inteligente. Pero luego su sensacional contenido viene con la
misma línea de «esto es algo gordo» que había usado Karlsson:

Naturalmente, este tipo de planteamiento podrá enfurecer a los biólogos


evolutivos, o, en el caso de Richard Dawkins, a más furia de la que es usual
en él. Y tienen razón hasta cierto punto: nadie quiere proporcionar
munición a los proponentes del creacionismo o del «diseño
inteligente», y es cierto que unos cuantos de los estudios que ahora están
llegando a la luz pública como importantes son así de revolucionarios para
los expertos. Pero en la cultura en general puede que estemos al borde
de un giro fundamental de perspectiva, con enormes implicaciones
acerca de cómo la mayoría de nosotros pensamos acerca de cómo la vida
llegó a ser como es. Como lo expresaba el escritor científico David Shenk en
su nuevo libro The Genius in All of Us [El genio en cada uno de nosotros],
«Esto es algo gordo, gordo —quizá los [descubrimientos] más
importantes en la ciencia de la herencia desde el gen».

Esto sería ciertamente algo gordo, pero parece que Shenk y Burkeman subestiman
la capacidad de acomodación de los teóricos darwinistas ante observaciones que
pudieran potencialmente refutar su tesis. Sus propuestas crisis del darwinismo
giran en torno a la epigenética y a la definición de organismo. Burkeman describe
también los problemas que Jerry Fodor está causando con su libro What Darwin Got
Wrong [Lo que Darwin no comprendió].

Sin embargo, al final Burkeman acude al rescate de Darwin afirmando que Charles
Darwin nunca pretendió poseer el único mecanismo mediante el que actúa la
evolución. «Darwin, escribiendo antes del descubrimiento del ADN, sabía muy bien
que su obra anunciaba el comienzo de un viaje para comprender el origen y el
desarrollo de la vida», decía Burkeman para concluir, descartando milenios de
creencia en la creación. «Todo lo que podemos estar descubriendo ahora es
que permanecemos más cercanos al comienzo de aquel viaje de lo que
hemos llegado a creer». Así, a pesar del conflicto y de los reveses sufridos, al final
de esta novela de intriga, el protagonista queda a salvo, y Darwin vive feliz para
siempre.

Estas historias aparecen de vez en cuando; se trata de una especie de


misiles falsos para despistar al enemigo. Pretenden que unas tensiones
internas están a punto de llevar al derrumbamiento del Imperio Darwinista,
pero, al final, nunca intentan realmente destronar a Darwin. No les interesa.
Se reservan a fondo para el enemigo común: los creacionistas. ¿Qué tienen
los creacionistas que les lancen tales invecticas llenas de veneno? ¿Será que
están diciendo la verdad, una verdad que no gusta?

Lectura recomendada:

• Los monstruos viables y otros cuentos: Evolucionistas que desafían a Darwin

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