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Motor de Símbolos
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La Marca, un Motor de Símbolos
La historia del hombre está, en todas sus formas y estadios de evolución, ligada al destino
cuyo prólogo es la relación agónica y polémica entre el hombre, la naturaleza y los dioses.
De aquí surge la necesidad del culto para atenuar la ira de los dioses o solicitar su favor,
de aquí surge la necesidad de armarse técnicamente para agredir la naturaleza o
defenderse de ella, de aquí tanto la ética como el derecho para regular la convivencia.
Ante este panorama donde reina la incertidumbre y ninguna forma aparece como estable,
el hombre genera sus remedios transitorios: simboliza, elabora secuencias organizadas de
relatos, los mitos, que se activan en rituales cotidianos través de cientos de hábitos,
conductas y comportamientos. El homínido ritualista se aferra a íconos, modelos,
productos y marcas, que al lograr el status de símbolo, recorren las culturas y geografías a
través de los tiempos, brindando efímeras mesetas que le permiten crear estructuras de
contención y sostén. En cada gesto de la cotidianeidad, los símbolos aparecen revelando
sentidos y a su vez, velando significados al desplegar su matriz infinita que yace perdida en
el origen de los tiempos.
La realidad de la fisura
“En el principio era la plenitud, la totalidad”. Esa totalidad indolente y callada que atesora
toda forma de devenir, toda potencialidad, reposa en sí misma y se percibe como
oscuridad y silencio. Se puede presentar como el punto cero del tiempo mítico, previo a
todo conocimiento ya toda acción.
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La sutura simbólica
Para la calidad del vínculo que se trata de establecer, la razón es insuficiente. La naturaleza
y los dioses aparecen objetivados, se mantienen a distancia, se pretende atraparlos en el
concepto o re-presentarlos a través del signo.
Otro es, sin embargo, la potencialidad de la sutura simbólica: en el símbolo hay acción,
implicación material. La palabra símbolo procede del verbo irregular griego BALLO, que
significa lanzar. Se trata de un lanzar que, inicia una búsqueda, pretende establecer un
vínculo (symballo: unir, vincular, enlazar). De ahí que el símbolo sea siempre una pieza de
unión. No es representativo (como el signo) sino implicativo; no alude a un “estar por”
sino a un “estar con”.
Los mitos son relatos concretos fijados en la memoria, la lengua, la creación: restituyen
mediante la simbolización los momentos y los fenómenos originales. Remiten a una
realidad primordial que preexiste a una profundidad misteriosa y que se traduce con
signos, imágenes y reflejos en nuestro mundo.
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no se reduce sólo a eso. El rito es una dramatización que impone condiciones de lugar,
tiempo, circunstancias propicias, designación de los que incluye o excluye.
La Cultura de Marca
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Las connotaciones simbólicas asociadas a estas definiciones sitúan a la Marca como
potente vehículo de representación de identidad, transformación, poder, purificación,
energía, protección, pasión, vida, iluminación y trascendencia. Se referencia un “territorio”
donde conviven una multiplicidad de significados que detonan multiplicidad de imágenes en
la percepción de aquel que establece un vínculo relacional con la estructura marcaria.
La Marca-Objeto
Un reloj, un automóvil, un alimento envasado, un gesto, una película, una música, una
imagen publicitaria, el cartel de una Marca, el titular de un diario: objetos en apariencia
totalmente diferentes. Qué pueden tener en común? Todos forman parte de Procesos
Simbólicos. Todos contienen núcleos concatenados de símbolos que asociados en un
tiempo, en un espacio definido y en un contexto determinado, revelan un significado.
Cuando el hombre transita por la vida y encuentra estos objetos, aplica a todos, sin darse
cuenta, una misma actividad, que es la de cierta lectura: el hombre moderno, el hombre
de las ciudades pasa su tiempo leyendo. Lee, ante todo y sobre todo, imágenes, gestos,
comportamientos, actitudes. Todas estas lecturas son importantes en la vida cotidiana,
implican valores sociales, ideológicos, morales, culturales. La diversidad y la fluctuación de
las definiciones es abrumadora e incesante.
Si consideramos a la Marca como parte del mundo de los objetos, se pueden considerar
dos grandes grupos de connotaciones que derivan de este concepto. Un primer grupo
constituido por lo que se puede llamar connotaciones existenciales del objeto o Marca. La
Marca, muy pronto, adquiere ante nuestra vista la apariencia o la existencia de una cosa
que es inhumana y que se obstina en existir, un poco como el hombre. Estas
consideraciones permiten un tratamiento estético del objeto, presentado como si
escondiera una especie de esencia que hay que reconstituir.
En esta dirección, se produce incesantemente una especie de huida del objeto hacia lo
infinitamente subjetivo: la Marca-Objeto desarrolla para el hombre una especie de
absurdo, y que tiene en cierta manera el sentido del no-sentido.
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Hay otro grupo de connotaciones en torno a la Marca-Objeto: las tecnológicas. Se define
entonces como lo que es fabricado; se trata de una materia finita,estandarizada, formada
que es sometida a normas de creación y calidad; la Marca-Objeto se define principalmente
como un elemento de consumo. El Objeto no se escapa ya hacia lo infinitamente
subjetivo, sino hacia lo infinitamente social.
Si asociamos el concepto de Objeto al de Marca, podemos decir que ésta es “una cosa que
sirve para alguna cosa”. La Marca, es por consiguiente, a primera vista, absorvida en una
finalidad de uso, lo que se llama una función. Y por ello mismo existe, espontáneamente
sentida por el consumidor, una especie de transitividad de la Marca: sirve al hombre para
actuar sobre el mundo, para modificar el mundo, para estar en el mundo de una manera
activa. La Marca es una especie de mediador entre la acción y el hombre. Siempre hay un
sentido que desborda el uso de la Marca-Objeto. Las Marcas, en este contexto, son
suceptibles de formar parte de un sistema de Objetos-Símbolos, en donde no hay ninguna
Marca que escape al sentido.
El sentido de la Marca-Objeto
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Se pueden describir dos estados principales del significante, según un orden creciente de
complejidad. En primer lugar, un estado puramente simbólico; es lo que sucede cuando un
significante, es decir, un objeto, remite a un solo significado; es el caso de los grandes
símbolos antropológicos, como la cruz o la media luna. Es probable que la humanidad
disponga aquí de una especie de reserva infinita de grandes objetos simbólicos, reserva
antropológica, que resulta, por consiguiente, de una ciencia o disciplina, que podemos
llamar simbólica.
Podemos imaginar que frente a un objeto o una colección de objetos aplicamos una
lectura propiamente inidividual, que invertimos en el espectáculo del objeto lo que se
podría llamar nuestra propia psiqué. Esto no elimina la naturaleza sistemática, la naturaleza
codificada del objeto. Sabemos que, aun descendiendo a lo más profundo de lo individual,
no se escapa con ello al sentido.
Estos dos tiempos, no son suficientes para explicar el trayecto la Marca-Objeto. Un tercer
tiempo describe el momento en que se produce una especie de movimiento de retorno
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que va a llevar al objeto del símbolo a la función, pero de una manera un poco particular.
Las Marcas-Objetos no nos dan lo que son de una forma franca, declarada. Cuando
leemos una señal de codigo de circulación recibimos un mensaje directo; ese mensaje no
juega al no-mensaje, se brinda verdaderamente como un mensaje.
La Marca-Objeto que nos sugiere sigue siendo sin embargo a los ojos del consumidor un
objeto funcional: el objeto parece siempre funcional, en el momento mismo en que lo
lemos como un símbolo. El sentido es siempre un hecho de cultura, un producto de la
cultura. En nuestra sociedad ese hecho de cultura es incesantemente naturalizado,
reconvertido en naturaleza, por la palabra que nos hace creer una situación puramente
transitiva del objeto. Creemos encontrarnos en un mundo práctico de usos, de funciones,
de domesticación total del objeto, y en realidad estamos también, por los objetos, en un
mundo de sentido, de razones, de coartadas: la función hace nacer al símbolo, pero este
símbolo es reconvertido en el espectáculo de una función.
La Marca ofrece una imagen. Asegura una calidad. Brinda soluciones totales. La Marca va
más allá de los elementos específicos del producto y abarca el producto en su totalidad.
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Todas las percepciones comienzan por los ojos
Las Marcas, como parte formal de los objetos, ofrecen una gratificación estética por su
referencialidad, es decir, porque operan como símbolos que traen a la mente otras cosas
placenteras.
Nuestro entorno está saturado de mensajes. Los consumidores pueden elegir entre
numerosos programas de televisión, son bombardeados con logotipos y anuncios en su
vida diaria y pueden recibir millones de estímulos a través de los medios electrónicos. Sin
embargo, una estética atractiva se destaca en el maremágnum. Emplea todos los medios
en su máxima expresión. Tiene un simbolismo que identifica a la empresa. La repetición
aumenta la capacidad de estas Marcas visuales de ser recordadas por los consumidores.
Gracias a ello, es más fácil reconocer y seleccionar los productos en el punto de venta.
Una identidad fuerte obtiene un mayor impacto con el mismo número de exposiciones o
consigue el mismo efecto con un número inferior de éstas, y por lo tanto, ahorra costos.
Consigue más con menos.
La máxima de Aristóteles de que “todo comieza por los ojos” es especialmente cierta en el
campo de la identidad de empresa y de la Marca. La investigaciones psicológicas han
puesto de manifiesto que las personas tienen una excelente memoria para las imágenes. En
comparación con las palabras, las imágenes son mucho más características y, por lo tanto,
se recuerdan por mucho más tiempo.Este efecto se ha atribuido a que el nivel de
discriminación de las imágenes es mayor que el de las palabras. Las imágenes son estímulos
complejos que siempre ofrecen pistas nuevas. Son muy distintivas y, por lo tanto, se
pueden recordar con una relativa facilidad.
Como símbolos visuales las formas son una importante fuente de identidad mundial. A
diferencia de los nombres, las formas atraviesan las fronteras culturales con relativa
facilidad. Más allá de los objetos específicos que puedan reproducir las formas, éstas se
componen de varias dimensiones esenciales que dan lugar a asociaciones específicas.
Es frecuente que interpretemos las formas como formas de ser. Esto se puede apreciar
fácilmente cuando nos fijamos en el tamaño. Las formas grandes, altas o anchas, suelen ser
percibidas como potentes y fuertes, mientras que las formas pequeñas, cortas o finas, nos
parecen delicadas y débiles. La interpretación del tamaño, más que la de las demás
dimensiones de la forma, varía sorprendentemente según las culturas y los países.
En Occidente, la pequeñez se percibe como falta de talla humana; los héroes populares
norteamericanos, dan testimonio de la preferencia cultural por lo grande. En el Oriente, lo
grande se suele percibir como raro y aparatoso. En ocasiones la corpulencia se identifica
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con falta de inteligencia y refinamiento, mientras que la delgadez se identifica con el orden
y la agudeza.
La fuerza de las formas en la estrategia simbólica de las Marcas es abrumadora. Esta fuerza
está directamente relacionada con la distinción de las formas, que, a su vez, está asociada
con la extensión del homologación exclusiva de la forma con la Empresa o Marca y con la
calidad intrínseca de la forma.
Una forma puede adoptar varios significados según el contexto en el que aparezca. La
forma de una Marca u otro emblema no identifica por si sola el producto o una Empresa
particular de una forma nítida e inequívoca. El objetivo consiste tanto en crear una Marca
o un Logotipo que encaje con un producto, sino emparejar una forma potencialmente
apropiada con un producto. Evitar la incongruencia entre forma y producto es el objetivo
esencial a la hora de analizar las formas en la identidad de Marca y Empresa.
Las formas se asocian con un producto o Empresa mediante una homologación repetida.
Con la repetición reiterada, el asociación producto-forma se puede convertir en parte
familiar de una identidad. Al igual que sucede con otros elementos estéticos, las formas y
sus connotaciones simbólicas, tendrían que considerarse elementos de la identidad propia
y emplearse consecuentemente, reforzadas y recalcadas mediante la publicidad y otras
formas de comunicación.
Los colores son símbolos y por eso las empresas pueden hacer que el color sea el
principal elemento de su identidad visual integral. Un color se puede elegir por las
asociaciones específicas que acarrea con él. Frecuentemente, el color señala a una Marca
de manera tal que destaca entre productos similares. Más allá de la mera identificación y
asociación, el color se puede emplear para crear experiencias. Cada dimensión del color
parece estar relacionada con una diferente reacción. Así mismo, la combinación de
colores genera percepciones específicas y determinadas de acuerdo sus diferentes
variaciones y contextos.
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Epílogo
El vínculo de los individuos con dicha iconósfera y a través de ésta, con los diferentes
productos de consumo, involucra innumerables constelaciones de símbolos que ligan,
estimulan, dan sentido y urden la trama posible del devenir en un contexto donde impera
la multiplicidad y lo imprevisible.
La idea de Zalustio de que “El mundo es un objeto simbólico”, cobra vigencia y absoluta
realidad cuando podemos comprender que en cada gesto y acto de la cotidianeidad, en
cada hábito de consumo, anidan núcleos de imágenes, símbolos, narraciones y rituales que
transcienden los idiomas, las culturas y las geografías. La comprensión de éstos esquemas
permite ahondar el conocimiento de las pautas de comportamiento que el homínido
moderno va perfilando.
El enfoque simbólico del devenir de todos los días, condimenta y sazona los gestos
mínimos, descubre matices sutiles de los verbos que todos conjugamos y estimula nuevas
ideas frente a la maraña informe de imágenes, íconos y mensajes entre los cuales vivimos.
Afinar la mirada, aguzar la escucha, sensibilizar el tacto, adecuar los olfatos, ampliar los
gustos, desarrollar la atención, son los ejercicios para que el asombro por lo natural y lo
sencillo se despliegue y oriente al consumidor en su tránsito pletórico de estímulos que lo
sumergen en la confusión y el aturdimiento.
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