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Ser jurado es una labor que algunos consideran un honor y otros un suplicio.
Honor porque sabe que es parte fundamental dentro del proceso electoral. Honor
porque se siente elegido para ejercer una gran responsabilidad. Honor porque
est sacrificando su sueo dominical para ayudar a que las elecciones sean justas
y transparentes. Pero tambin suplicio por el estrs, por las ocho horas, por el
aburrimiento, por los testigos electorales preguntando afanosamente cuntos
votos tuvo su candidato y por los votantes, que cuando el reloj dice que faltan
quince minutos para la hora de cierre, aparecen en masa en el puesto, exigindole
al jurado la premura que ellos no tuvieron.
Cuando el conteo ha acabado, el jurado vuelve a ser el colombiano promedio. Es
hora de volver a su casa. Al menos por ahora, atrs quedaron los certificados
electorales, los formularios E-9, E-11, E-14, E-etctera. Atrs quedaron los
votantes que confundieron el cubculo con la urna. Atrs quedaron los compaeros
de mesa, muchas veces que no se sabe si se volvern a ver. Dependiendo del
trajn, pueden ser las cuatro y media de la tarde o las doce de la noche. El
colombiano promedio se va a descansar, con la certeza del deber cumplido y con
la creencia de que aport su granito de arena a la, a veces, vapuleada democracia
colombiana.
lvaro Jos Carvajal