Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
La idea dominante parece ser la del líder todopoderoso, despótico, alejado de cualquier control o sujeción a norma legal, que se asienta
sobre la crisis institucional que abre la Revolución de Mayo. Este perfil a nivel político se conjuga con el predominio de una economía
arcaica, la “civilización del cuero”, generadora de actores y de prácticas sociales bárbaras. Se trataba de una sociedad bipolar,
estancieros y gauchos, donde éstos últimos llevarían las de perder, convirtiéndose contra su voluntad en trabajadores sujetos a la
autoridad, amenaza y protección del estanciero. Esta imagen prevaleció en la mayor parte de la historiografía, aunque algunas
importantes excepciones de hace un par de décadas y sobre todo la historiografía más reciente, la tienden a matizar o francamente
cuestionar. Se discute tanto la capacidad absoluta de Rosas u otros líderes provinciales para manejar esos territorios y sus poblaciones
de manera discrecional, como el nivel del predominio social y económico que habrían tenido como parte del grupo de los grandes
terratenientes del período. En esa primera mitad del siglo XIX, al igual que en el XVIII, las pequeñas y medianas explotaciones
agrarias siguen siendo una realidad incontrastable, aunque es verdad que ahora deben convivir con algunos grandes estancieros, muy
poderosos en relación a sus homónimos coloniales. Sin embargo, los grandes estancieros y el estado no actúan sobre un vacío sino
sobre un mundo rural muy complejo, con una fuerte presencia campesina, que reconoce oda una serie de prácticas desarrolladas
durante décadas que se resisten a desaparecer y con las cuales deben lidiar y muchas veces negociar.
1
libremente de sus propiedades y debe tolerar, o no tiene más remedio que aceptar, que este tipo de situaciones se repitan una y otra
vez. Una de las soluciones principales que intentará el gobernador para limitar estos problemas es el recurso a los llamados
“pobladores”. Personaje de difícil definición, parece haber sido un habitante “tolerado” en tierras ajenas, que probablemente
desarrollara allí sus actividades independientes como productor, a cambio de una cierta reciprocidad con el dueño de las tierras. Esta
podía ser su disponibilidad para conchabarse en ciertos momentos del año en la explotación del propietario, o también cumplir la
función de constituir un límite entre la explotación del dueño y los vecinos o convertirse en un elemento que convalidara la propiedad
privada de quien le acogía. Esta necesidad de “poblar” los límites de las tierras, implicaba que el propietario no podía disponer de una
parte de sus tierras y pasturas y que muchas veces se puede encontrar un enjambre de pequeños o medianos productores que producen
por su cuenta, aunque condicionados también por el titular de la estancia. Y esto sucede en las tierras de Rosas, no sólo con los
“pobladores”, sino incluso con algunos de sus capataces y peones. Estos pobladores parecieran en cierta medida cuestionar los plenos
derechos de propiedad del titular legal de la tierra, quien se ve obligado a “recordarles” quien es el dueño. Y para lograr esto, a veces
tiene que realizar gastos importantes. Resulta claro entonces, que los pobladores terminan adquiriendo ciertos derechos sobre las
tierras que pueblan y la propiedad plena de los bienes que allí tienen. Y el dueño de la tierra, que les autorizó a instalarse allí, se ve
obligado a comprarles esos bienes, si no quiere que se instale en las mismas tierras alguien que no responda a los mecanismos de
reciprocidad acordados. Este mecanismo de la “población” no se produce sólo para que el propietario obtenga algunas ventajas, sino
que también genera situaciones que le perjudican y pueden poner en cuestión sus títulos de propiedad. Muchas de estas poblaciones no
son buscadas por el propietario, sino que son el resultado de las presiones de los vecinos, que buscan y se consideran con ciertos
derechos a solicitar hacer población en tierras ajenas que no estén suficientemente utilizadas.
La otra cuestión que limita la capacidad del propietario de utilizar plenamente sus tierras, tiene que ver con la mano de obra. Por otra
parte, algunos de los trabajadores dependientes de la estancia, además de los salarios que reciben o de algunas raciones, obtienen la
autorización del propietario de criar sus propios animales en la estancia. Esto es muy claro en el caso de los administradores, que
además de los abultados salarios que reciben, son productores en las tierras del gobernador. Obviamente esta tolerancia tiene que ver
con el problema de las dificultades de Rosas para conseguir y controlar la mano de obra que necesitaba para sus explotaciones.
[Jorge Gelman, “Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores de la campaña”, en Noemí Goldman – Ricardo
Salvatore (compiladores), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 2005 (1998),
pp. 223-240.]