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Queridos hermanos y hermanas:p
÷on corazón agradecido a Dios nos hemos
reunido a los pies de Santa María de Guadalupe,
Reina de México y Madre nuestra, Madre de la
Vida, para celebrar solemnemente la Eucaristía
en el 50º Aniversario de presencia, en esta
querida Nación, del Instituto Secular Notre
Dame de Vieà Lo hacemos a la vigilia del
domingo de la Divina Misericordia, festividad
que nos ofrece la oportunidad de contemplar
nuevamente, llenos de gozo y de esperanza, las
maravillas del amor de Dios y alimentar, con
renovado optimismo, nuestra fe, esperanza,
amor y total confianza al Señorà
p

Hoy, el texto del Evangelio nos ofrece una


importantísima lección de vida al referirnos
cómo, luego de su Resurrección, Jesús se
apareció a María Magdalena, quien comunicando
la gozosa noticia a los amigos de Jesús, estos
no le creyeron; se apareció a su vez, a los
³discípulos de Emaús´ que también ³ô eron a
an nciarlo a los demás; pero tampoco a ellos
les creyeron´; en fin, se apareció a los Once, a
quienes Jesús echa ³en cara s incred lidad y
d reza de corazón, porq e no les habían creído
a los q e lo habían visto res citado´, pero
también y al mismo tiempo, les confía la
comprometedora tarea de ir por todo el mundo
a predicar el Evangelio a toda creatura (÷frà Mc
16, 9-15)à

Así, confirmada su fe con la presencia del


Señor, los Apóstoles que en precedencia habían
sido elegidos y llamados a estar con Él,
dejándose modelar como discípulos, misioneros
y enviados, en obediencia amorosa a su Señor y
bajo el impulso del Espíritu Santo (Jn 20, 21-
22), fueron a proclamar la Buena Nueva, dando
vida a las primeras comunidades cristianas,
motivándolas, ya desde su nacimiento, a actuar,
también ellas, el mandato misionero de Jesúsà

Un anuncio, sin embargo, no sólo aprendido,


sino, sobre todo, fruto de la experiencia
transformante de quien ha encontrado al Señor,
y que irresistiblemente mueve a contar y a
participar a los demás lo que se ha visto y oídoà
Así fue el anuncio de la samaritana (÷frà Jn 4,
28-30); el de Andrés a su hermano Pedro (÷frà
Jn 1, 42); el de María de Magdala (÷frà Jn 20,
18); y es también esta la experiencia que Pedro
y Juan manifiestan a los jefes, ancianos y
maestros de la Ley, quienes, al prohibírseles
predicar, refutan diciendo: "No podemos dejar
de hablar de lo q e hemos visto y oído" (Hechos
4, 20)à

La Palabra de Dios consignada en el Nuevo


Testamento nos habla así de una obediencia no
de inercia, sino actuante, que nace de la íntima
comunión con Jesús y como fruto del Espíritu
Santo que Dios concede sin medida,
mostrándonos, en efecto, que ³no se comienza
a ser cristiano por na decisión ética o na gran
idea, sino por el enc entro con n
acontecimiento, con na Persona, q e da n
n evo horizonte a la vida y, con ello, na
orientación decisiva" (De s Caritas est, 1)à

De esta manera, a la experiencia de la escucha


atenta de la Buena Nueva recibida, y acogida en
la persona de Jesús, se une la sinceridad y el
esfuerzo de coherencia en la propia vida y en el
seguimiento de ÷risto tomando verdaderamente
el Evangelio como camino, orientación y vida,
aún cuando ello signifique, como en nuestro
tiempo, ³nadar contra corriente´, lo que, por
otra parte, no constituye de suyo una novedadà
Asombra, de hecho, ver el impacto que ³en
aquel tiempo´ provocó en el pueblo y en las
autoridades el signo de la curación de un
paralítico de nacimientoà La acción de Dios
realizada a través de los Apóstoles debía ser
motivo de gozo, y sin embargo, los hombres la
transforman en piedra de tropiezo para sí
mismos, al grado de tener que preguntarse:
î  é vamos a hacer con estos hombres? Han
hecho n milagro evidente, q e todo Jer salén
conoce y q e no podemos negarî (Hechos 4,
16-17)à Efectivamente, no cabe duda que, para
ellos, el amor de Dios que se manifiesta a
través de Pedro, ¡se ha convertido en un serio
problema!

¡Sí!, no podemos dejar de asombrarnos, porque


de suyo esta escena sigue repitiéndose también
en nuestra realidad, sorprendiéndonos porque
en ella constatamos una y otra vez la
contradicción en la que frecuentemente cae el
ser humano que, si bien no siempre de manera
consciente, está siempre necesitando de Diosà
³l hombre moderno - afirmaba el padre María-
Eugenio del Niño Jesús -, tiene hambre y sed de
ôelicidad. Tiene hambre de pan, pero tiene más
hambre y sed de Dios´à Efectivamente, lo que
realmente hace falta al ser humano y a su
existencia, es el amor de Diosà Y, sin embargo,
¡cuando este amor se manifiesta de manera
privilegiada, el hombre frecuentemente lo
esquiva o simplemente le cierra la entrada!

Si comprendemos esta realidad, entenderemos


entonces el por qué el deseo y empeño
específico del padre María-Eugenio por ser él
mismo y por hacer que sus hijos espirituales
fueran hijos del Espíritu y de la Virgenà
Entregando su vida al Espíritu de Amor como
guía y predicador incansable de esta acción y
presencia del Espíritu Santo en las almas, en la
Iglesia y en toda la historia, el padre afirmaba
que ³si q eremos ser apóstoles, lo primero q e
tenemos q e hacer es darnos c enta de la
presencia del spírit Santo en n estra alma
para q e Él sea el d eño de n estra actividad´à
Y añadía: ³el spírit Santo es na inmensa
hog era, es n océano q e se derrama
contin amente, q e está siempre en
movimiento. s el amor q e se derrama. l
spírit Santo es el spírit de Amor, es el
arq itecto, el obrero q e lo dirige todo, q e lo
cond ce todo en nosotros con ô erza y
s avidad. s el motor de la Iglesia, la vida de
n estra vida, el ser q e nos penetra. Lo primero
q e debemos hacer es creer en este spírit ,
tomar conciencia de s presencia y acrecentar
n estra ôe en Él. («) ¡Sí! La santidad es estar
siempre en relación con el spírit Santo, para
pedirle, a cada instante, lo q e necesitamos; es
vivir con el spírit Santo de na manera
habit al, constante. Ser cristiano, es ser ngido
por el spírit Santo´.

María Santísima, por su parte, es Madre de Dios


y también es Madre de los hombresà Ella, ya en
el origen de la Iglesia, en Pentecostés, estuvo
en medio de los apóstoles y en medio de la
oración misma de los Apóstoles con su siempre
actuante y radical fe, con su esperanza y su
amor, colaborando desde su humildad en el
cumplimiento de la promesaà ³Desp és de
Pentecostés, - decía el padre -, María es
plenamente madre, entregada por completo a
s gracia maternal, en virt d de la c al oôreció a
s Hijo. También nosotros («), seamos hijos
verdaderos de esta Madre de Dios. Él viene a
nosotros por medio de ella."

Así, acogiendo conscientemente al Espíritu de


Dios y cobijados por el amor y el ejemplo de
María, los discípulos de Jesús sentimos estar en
grado de poder identificarnos progresivamente
con ÷risto a través de una vida de perseverante
oración y, en consecuencia, también de
contemplación, a la que, en estrecha unión,
acompaña también la acciónà "Acción y
contemplación bien nidas", recomendaba el
padre María-Eugenio a los miembros del
Instituto Notre Dame de Vie: "Contemplación y
apostolado (que) se hallan vinc lados entre sí,
se ô nden y completan ôelizmente. Son dos
aspectos de n todo armonioso, dos
maniôestaciones de na vida proô ndaî. p
p
En consecuencia, oración y contemplación,
anuncio y testimonio, son dimensiones que
abrazan la vocación a la santidad a la que todo
bautizado es llamadoà Vocación que debemos
vivir en esta nuestra sociedad y en este nuestro
mundo que repetidamente intenta herir n estra
mejilla; en el que abundan los enemigos
gratuitos y a quienes , sin embargo, los
discípulos de Jesús debemos amar, bendecir y
encomendar en la oraciónà ¡Es en este mundo
en el que estamos llamados a ser perfectos
como el Padre celestial es perfecto! (÷frà Mt 5,
38-48)à

Este es el camino que el discípulo de ÷risto está


llamado a recorrer: ser perfecto para alcanzar la
perfección total en Élà Así lo afirmaba también el
padre María-Eugenio que en su ministerio se
percató a fondo de la gran sed espiritual que
existía a su alrededor, misma que lo llevó a
comprender que su misión no era otra sino
aquella de ³conducir las almas a Dios´
formándolas precisamente en la contemplación
y en la acción, mostrándoles el camino de la
oración y de la vida en el Espírituà Fiel a su
inspiración, enseñando este camino dio vida a
dos de sus obras más concretas y principales: el
libro ³ iero ver a Dios´ y el Instituto Secular
³Notre-Dame de Vie´, iniciado con un pequeño
grupo de mujeres y hoy configurado, en sus
diversas modalidades y ramas, por sacerdotes y
laicos, por hombres y mujeresà

Desde entonces, a todos ellos y a todos ustedes


les ha correspondido desempeñar una tarea por
demás retadoraà Tanto, que no sería extraño
que en su interior pudieran sentirse movidos a
exclamar junto con el profeta: î¡Señor! Mira q e
no sé hablar, q e soy n m chachoî (Jr 1, 6)à

¡Pero no!, no hay que temer, porque ³la diestra


del Señor es poderosa, la diestra del Señor es
n estro org llo´ (Sal 117)à Es el Señor quien
nos dice: ¡no tengan miedo, jamás estaré lejos,
más aún, estaré con ustedes, todos los días!
¡Estoy y estaré cerca, en su mismo corazón
cuando confiesan y se esfuerzan por hacer vida
el don de la fe; estaré en su corazón con la
Palabra, más aún, yo mismo me doy y me daré
a ustedes en los Sacramentos; estaré en
ustedes en el testimonio de su vida diaria! ¡Sí!,
El Señor, a través de su Espíritu está y seguirá
estando todos los días hasta el fin del mundo,
en nosotros, por nosotros y con nosotros,
miembros vivos de su ÷uerpo Místicoà

Hoy, queridos hermanos, en medio de los


nubarrones y oscuridades de nuestra historia, el
Hijo de Dios Resucitado, el mismo que pasó por
este mundo haciendo el bien, que padeció y que
murió en la cruz, camina a nuestro lado como
caminó junto a los discípulos entristecidos y
desconcertados de Emaús, haciéndose descubrir
por ellos a través de la Palabra y en la
Eucaristía, donde siempre se revela a nosotros,
sus nuevos discípulos, como el Señor que vive,
ama, reúne y libera (÷frà Lc 24,13-35)à

Prosigan, pues, su caminoà Lleven en sus


corazones lo que la Iglesia entera lleva en el
suyo, para hacer que gracias a la acción del
Espíritu Santo en nuestras vidas muchos seres
humanos sean conquistados por el atractivo de
÷risto; para que su Evangelio brille como fuerza
regeneradora de las mentes, sea eficaz mensaje
a favor de la vida y luz de esperanza para toda
la humanidadà

En torno a María, los Apóstoles recibieron la


fuerza para lanzarse con empuje a anunciar el
Evangelio de ÷risto y su triunfo de la vida sobre
cualquier tipo de muerteà También nosotros, con
Aparecida afirmemos que gestamos disp estos,
con la valentía q e nos da el spírit , a an nciar
a Cristo donde no es aceptado, con n estra
vida, con n estra acción, con n estra proôesión
de ôe y con s Palabra´ (÷frà DAp 377)à

Acojamos a María, Madre de la Vida en nuestras


vidas; abrámosle siempre nuestros corazones;
hospedémosla en nuestra casaà Que su
presencia nos convoque y reúna como Iglesia
sacramento de salvaciónà La imagen de María
reunida con todos los Apóstoles en la espera del
Espíritu Santo cristaliza la entrega que Jesús
nos hizo de su Madre y la respuesta del
discípulo amado, a cuya semejanza, con el
padre María-Eugenio le pedimos:
³María, sé Madre, Madre hasta el
extremo, p
Madre de la vida, Madre de la
Misericordia,
de esa vida q e se derrama
incl so sobre la miseria de las almas
para levantarlas, para res citarlas´

Que el Espíritu les bendiga, les haga incansables


promotores de la vida y los ayude a crecer
como eficaces instrumentos de Amor y de Paz
para una Iglesia más santa y para un mundo
mejorà p

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