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Παραδειγμάτα

de Frater Thot-M
14/09/08 e.·. v.·. 12.00 hs.

La luz que hace visible (sensible) a los objetos, nos advierte que las Tinieblas de la a-
mathía resuelven en las especies su-puestamente superiores, nivelando las ambiciones que
nos reparten entre lo sagrado y lo profano, todo aquello que, a raíz de una apresurada
conclusión, significa para el kôsmos la imprecación del jáos –que justificadamente quedara
inscripto en el Beraeshit 1:2 y marcara por siempre nuestro estigma cultural–…

Mas cuando ese parádeigma se presenta ante nuestra Voluntad, distante de toda convención
wittgensteineana, el esfuerzo por hacer-lo correcto se torna más bien una odisea que una
promesa de comodidad. El po-se(e)r una sospecha del arjé rector de la phýsis puede
entonces dejar de ser una bendición para transmutarse en el motivo de los crímenes contra
aquel “prisionero” platónico que logra librarse de las convenciones de los politikon zôion.
(Y conste que aquí adrede antepongo el paradigma académico al del peripatético).

Para cuando nuestro criterio thelémico revuelve la (a)létheia, disparan para todos lados los
parámetros que sostuvieron nuestra inútil sistematización cartesiana, segundo estigma
Occidental de aprisionamiento y sometimiento que solo resolvió confrontarnos con la
Naturaleza.

Así, el camino de re-visión, comienza por identificar lo más sutil que podamos “sentir”, y
tras una operación sencilla que nos posibilite “creer” una re-construcción arquitectónico-
filosófica y re-ligiosa de lo que dejamos atrás, levantamos la escala y el templo para
glorificar el divino nôus olvidado por las conjeturas cientificistas de la especie “racional”,
anti-todo-lo-pasado-y-pensado algún tiempo detrás del que entonces consideramos
presente.

Pero ¿qué resol-vemos? Si acaso la luz que miramos “con los ojos de nuestra alma” –al
decir de Arístocles– marcan con una punta del compás masónico nuestro centro y el
entorno o destino en la otra, ¿qué nos imposibilita equivocarnos? Precisamente la
“puntería” del re-conocimiento del centro-propio, o anthropos-metron protagórico de
aquellas cosas que a nosotros se nos re-velan (o des-velan, en el sentido heiddegereano),
cuando por designios de la Diké o nuestro temor por el tormento de las Erinas, decidimos
actuar con responsabilidad.

Al clavar el centro depurado como una petra –desde una correcta interpretación del Juan
1:42– a desbastar y pulir para la sagrada ciencia de la Arquitectura, la “luz” de lo alto en la
herramienta “guiará” por el obscuro camino de la Ciencia iluminando la distancia y el ritmo
de nuestras acciones hasta el otro lado: donde se apoya la otra pata del compás. Ese “lo
alto” es a nuestra sensibilidad lo que la psyché a la realidad: el parádeigmata, modelo
eidético o representativo de las cosas, que, a más proximidad con el arjé, mayor iluminismo
o sutil brillantez fosfórica. Y como sobre este origen-poder se instituye el trono de la
téchne, un arte-oficio que ha constituido por siempre la religión de la areté, de la cual los
iluminados por la esencia del tò agathón construyen en su gloria a la humanidad, sus
obreros y su D-os re-ligados en una sola consecuencia, cavan en busca de los cimientos
hasta re-cordar la aitías de la verdad. Así, el corazón clavado por una pata del compás y la
conciencia dirigiendo el trazo de la dirección, culminan por señalar el metâ-odós más
próximo con la creatividad del G.·. A.·. d.·. U.·., el prometéico parádeigma de la antorcha
de Venus-Lucifer.

¿Descender o ascender? Si tras la respuesta nuestro infernal paseo nos advierte concientes
del sujeto que niega y el objeto que afirma en la dialéctica hegeliana, rápidamente des-
cubriremos que entre el “amo” y el “esclavo” no reparamos más que una conciencia de
libertad con la cual reformular una sín-tesis matrimonial aislada dentro del contexto de la
cultura, dejando pendientes la del ser de la naturaleza. La responsabilidad insistirá entonces
por un saber formular (volver-a-negar) la realidad estética en la cual confrontar-nos con
todo lo su-puesto, para tratar finalmente, a la Luz de la realidad paradigmática, actuar
muchas veces como si de la muerte regresáramos concientes a la vida, pero tan solos cual
ermitaño vagando por las convulsiones de una realidad más simple desde el punto de vista
de un prisionero y al mismo tiempo angustiante pero satisfactoria para el mago-filósofo.

Cartas del Tarot Crowley-Harris


(representación del retorno desde el Liber XIII al IX)

14/09/08 e.·. v.·. 17.00 hs.

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