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La independencia dependiente

Es la solución menos mala para Kosovo, a pesar de su carácter excepcional


dentro del marco europeo, aunque siempre habrá quienes la
consideren un precedente

Timothy Garton Ash 24/02/2008

Cuando, en el transcurso de la historia humana, es necesario que un pueblo disuelva los


lazos políticos que le unían con otro..., lo harán jurando solemnemente respetar cada detalle
de las condiciones de la UE, la OSCE [Organización para la Seguridad y la Cooperación en
Europa], la OTAN, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y la
propuesta general del enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, "incluida la adaptación
prioritaria de la legislación comprendida en su anexo XII". Las colonias norteamericanas en
1776 y la colonia europea en 2008: vean y comparen.

No me gustaría ser, en los próximos años, un serbio de Kosovo de los que viven en los
enclaves al sur del Ibar

Es posible que Bélgica y Kosovo converjan: la balcanización de Bélgica y la


'belgicanización' de los Balcanes

En medio de todo el jaleo que ha rodeado la declaración de independencia de Kosovo,


pocos se han detenido a observar que se trata de un documento extraordinario. Está tan
plagado de condiciones, obligaciones y reservas, muchas de ellas para proteger a las
minorías serbias; tan llena de compromisos de consultar, respetar y obedecer a los patronos
internacionales de la provincia, que constituye, al mismo tiempo, una declaración de
dependencia. Su último párrafo empieza diciendo que "por la presente afirmamos, de
manera clara, específica e irrevocable, que Kosovo estará legalmente obligado a cumplir
las disposiciones contenidas en esta Declaración, incluidas, en particular, las obligaciones
previstas por el Plan Ahtisaari" (la cursiva es mía). Casi se puede oír al asesor occidental
que dictaba sobre el hombro del escribano kosovar. Más que "de un salto, Kosovo fue
libre", se puede decir que "de un salto, Kosovo se vio atado".

Como es natural, la realidad sobre el terreno será muy distinta a las bellas palabras del
documento. Los albano-kosovares han dado un paso importante hacia el autogobierno. El
domingo por la noche tenían algo que celebrar en las calles de Pristina. Sus libros de
historia, incluso los editados con subvenciones de la UE, contarán una historia gloriosa,
aunque mítica, de siglos de lucha nacional que culminaron ese día. No me gustaría ser, en
los próximos años, un serbio-kosovar de los que viven en los enclaves al sur del río Ibar.
Lamento la pérdida de los hermosos monasterios serbios de Decani, Pec y Gracanica, que a
partir de ahora serán, más que nunca, islas en un mar extraño.
La situación de los serbios que viven al norte del puente de Mitrovica, sobre el río, es otra
historia. A pesar de que la OTAN ha cerrado temporalmente la frontera entre ellos y Serbia
después de que una turba local incendiara dos puestos fronterizos, su integración social,
económica y cultural con Serbia es una realidad diaria que seguirá adelante. En la práctica,
Kosovo está ya dividido. Y seguramente seguirá estándolo hasta que un día, cuando
Kosovo y Serbia sean miembros de la UE, pueda empezar a aspirar poco a poco, más en
cuestión de decenios que de años, a una situación comparable a la de Bélgica: un país
formalmente unido y en la práctica dividido, pero en el que la paz y la libertad de sus
ciudadanos estarán aseguradas dentro de un marco más amplio. Es más, si las cosas
marchan bien en el sureste de Europa y mal en el noroeste, todavía es posible que Bélgica y
Kosovo converjan: la balcanización de Bélgica y la belgicanización de los Balcanes.

La peculiaridad del contexto europeo hace que este caso sea distinto al de la mayoría de los
territorios que aspiran a la independencia en otras partes del mundo. La Unión Europea
representa pasar sin fisuras de una situación imperial a la ampliación. Es el estilo europeo
de descolonización en el siglo XXI: de protectorado a Estado miembro de la UE, sin haber
llegado a obtener la plena independencia soberana entre ambas situaciones. Y al menos
sobre el papel, los albano-kosovares han aceptado el precio. Por si acaso sienten la
tentación de renegar, habrá miles de funcionarios europeos presentes -respaldados por las
tropas de la OTAN- para devolverlos al camino de la virtud.

Esta declaración de independencia dependiente, elaborada con coordinación internacional y


a años luz de la de 1776, es el resultado menos malo. Quienes alegan que aporta más
inestabilidad a la región ignoran el hecho de que el limbo en el que Kosovo vive desde que
la Resolución 1.244 de la ONU puso fin a la guerra de 1999 es inestable e insostenible.
Nadie en su sano juicio querría invertir dinero en esa situación. La paz era frágil y estaba
salpicada de disturbios. El desempleo superaba el 40%. No se podía construir nada estable
y permanente sin resolver antes la cuestión del estatus. Y para la vecina Macedonia, el país
más directamente afectado debido a su minoría albanesa, un Kosovo más independiente es
un factor de estabilización (no ocurre lo mismo con Bosnia, desde luego).

A pesar de las atrocidades de los años de Milosevic, la solución no es del todo justa. Sin
embargo, al final, también es el resultado menos malo para Serbia. Es horrible perder un
brazo gangrenado, pero a veces es requisito indispensable para la recuperación. En el
fondo, muchos serbios son conscientes de ello. Y fue en Belgrado, no en Pristina, donde oí
este chiste: los serbios están dispuestos a hacer cualquier cosa por Kosovo salvo vivir allí.

Por ahora, habrá un paroxismo de ira y duelo. Es lógico. Pero después, Serbia tendrá que
elegir: cultivar decenios de impotente resentimiento, como hizo Hungría después del
Tratado de Trianón, o emprender la vía europea hacia la reconstrucción nacional, como la
Hungría de hoy. Y Europa, por su parte, tiene la obligación solemne de mantener esa vía
abierta.

Kosovo tardará muchos años en ocupar su puesto en Naciones Unidas, entre Kiribati y
Kuwait (o Kurdistán, si llega antes). Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad
con derecho a veto, puede impedirlo, y lo hará. Pero muchos kosovares han vivido algún
tiempo en Suiza, y quizá recuerden que la antigua e independiente república alpina no fue
miembro de la ONU hasta 2002. Lo que importa, antes que nada, es la realidad sobre el
terreno y el grado de reconocimiento por parte de otros Estados (a la hora de escribir estas
líneas hay ya más de veinte Estados que han reconocido o declarado su intención de
reconocer la república recién nacida, entre ellos, además de Estados Unidos, el Reino
Unido y Alemania, pesos pesados del calibre de Senegal y Costa Rica). La pertenencia a
organizaciones internacionales vendrá después, y la incorporación a la ONU, seguramente,
será lo último.

¿Crea un precedente, como temen algunos y esperan otros? Por supuesto que sí. Toda
declaración de independencia crea un precedente. Los líderes de Osetia del Sur y
Transnistria, con el apoyo de los rusos, empiezan a hablar de seguir el ejemplo de los
kosovares, apoyados por los estadounidenses. Los separatistas vascos y catalanes han
tomado nota, y el Gobierno español ha reaccionado contra la declaración de independencia
con una dureza sorprendente, en parte porque llega en medio de una campaña electoral muy
reñida. Kosovo es la noticia principal en la página web de UNPO, la Organización de
Naciones y Pueblos No Representados, que cuenta con 69 miembros, desde Abjazia hasta
Zanzíbar.

"Kosovo es un caso especial", dice su declaración de independencia, que luego insiste (de
nuevo se oye la voz del asesor) en que no crea precedente. Pero los demás 68 miembros de
la UNPO también son casos especiales. Los liberales tienen reglas universales para el trato
a los individuos, pero siempre se hacen un lío respecto a los grupos, tanto sobre la situación
de los grupos dentro de un país (no hay más que ver el debate sobre el multiculturalismo)
como sobre qué grupo tiene derecho a la autodeterminación. Carecen aún de respuesta
coherente a la pregunta del nacionalista: ¿por qué voy a ser una minoría en tu país cuando
tú podrías ser una minoría en el mío? La declaración de independencia dependiente de
Kosovo es la forma menos mala de ir hacia adelante, pero no nos hagamos ilusiones de que
no crea precedente. Las dos afirmaciones son ciertas: Kosovo es excepcional y habrá más
Kosovos. -

www.timothygartonash.com Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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