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logró mantener su unidad nacional. ¿Podría ser entonces que, en función de
los hechos, Serbia represente una nueva versión de Estado fallido?
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V.- Desarrollo
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Democrática (LDK), no fue lo suficientemente dinámico para aprovechar la
ocasión y empujar la provincia hacia la independencia” (Fojón, 2002; 5). Así,
frente al lento desempeño de Rugova y la LDK, un grupo de kosovares, inició
un proceso de creciente violencia contra las autoridades serbias de la región.
Las respuestas, igual de violentas, que el gobierno serbio puso en práctica
provocaron un aumento en la concientización del conflicto por parte de la
población albanokosovar (Fojón, 2002).
De acuerdo con Taibo (1999), el primer objetivo de la RFY fue preservar
la condición política que Kosovo presentó entre 1989 y 1997, sin desear, en
primera instancia, detonar mecanismos violentos. No obstante, la represión era
parte del proceso, y a través de medidas de ese tipo, se buscó terminar con el
actuar del ELK., pues para Milosevic el regreso a la situación de autonomía que
Kosovo poseyó, no estaba en los planes.
En términos de la teoría, los objetivos de ambos actores se hicieron
incompatibles, a la vez que uno y otro tomaban conciencia de su posición en el
conflicto. A partir de la reflexión anterior, podemos explicar la férrea respuesta
de las autoridades serbias, y la rápida profesionalización del ELK. En síntesis,
el proceso se desarrolló desde Kosovo, donde la juventud albanesa
“descontenta con los resultados del movimiento de desobediencia civil, ha
pasado a engrosar (…) las filas del UCK (abandonado) el camino de la
respuesta no violenta y ha asumido el horizonte de una reacción militar a la
represión urdida desde Serbia” (Taibo, 1999; 3). Sin embargo, la mantención
de la lucha armada para un conjunto de guerrilleros que se enfrenta al ejército
regular de un Estado, requirió de apropiadas fuentes que proveyeran no sólo
armamentos, sino que también legitimidad y apropiación del sentido de la
guerra.
Albania proveyó constantemente de armas a su vecino Kosovo. En
rigor, el apoyo militar albanés contribuyó a engrosar las filas del ELK mediante
importantes “traspasos” que muchas veces se realizaron en el marco de la
ilegalidad. El Estado de Albania desarrolló vastas redes de crimen organizado
en torno al comercio ilegal de armas; insumos que el país musulmán había
conseguido durante la Guerra de la Ex –Yugoslavia (Fojón, 2002). Pero la
contribución albanesa siempre se redujo a una dimensión concreta y
específica: el tráfico de armas. El ELK necesitaba además apoyo de tipo
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simbólico, a través del cual legitimar su accionar. En este sentido, el principal
aliado del ejercito albanokosovar fue Estados Unidos, ya que si bien la Unión
Europea y la ONU habían mediado en el conflicto, el apoyo norteamericano
significaba, en buenas cuentas, insumo militar de primer nivel.
La OTAN, con Estados Unidos a la cabeza, se visualizaba como el actor
con mayores recursos de poder. El protagonismo del pacto transatlántico se
reflejó en la exclusión de los enemigos políticos de Estados Unidos que
mediaban a través de la ONU, Rusia y China, y en que su enorme potencial
bélico inclinó la balanza hacia el lado del ELK. De acuerdo con Fojón “fue la
OTAN, habilitada por los Estados Unidos, quién tomó el protagonismo de los
acontecimientos y (…) lanzó un ultimátum a Belgrado para que retirase sus
fuerzas. Los serbios cedieron, replegaron sus fuerzas (…) Tanto el UCK como
la LDK se sentían legitimados internacionalmente y eso les impulsaba a
continuar la lucha, con la esperanza puesta en la intervención exterior”
(Fojón, 2002; 7). Así, el ingreso de las fuerzas internacionales tuvo un impacto
doble: hizo retroceder al ejército yugoslavo y envalentonó a los rebeldes
kosovares.
El gobierno de Milosevic, luego de rechazar el Plan de Paz propuesto,
por el denominado Grupo de Contacto, se vio enfrentado al ataque directo de la
OTAN, en un contexto en que Naciones Unidas había perdido el control de las
negociaciones. En materia de estrategia militar, tanto Taibo (1999) como Fojón
(2002) plantean que la ofensiva de la OTAN estaba presionada por la urgencia
de un enfrentamiento efectivamente breve, que evitara el impacto en países
vecinos como Albania y Macedonia. No obstante, la represión del gobierno
central yugoslavo sobre los kosovares fue la respuesta que Milosevic escogió.
En síntesis, el plan era obligar a Yugoslavia a negociar a través de acciones
bélicas rápidas y efectistas desde el aire, sin embargo, “el efecto de los
ataques fue el aumento de la actividad represiva serbia en Kosovo y la
expulsión de cientos de miles de refugiados hacia Macedonia, principalmente”
(Fojón, 2002; 7).
Rusia, concretando su disposición a mediar a favor de Serbia, se
pronunció al interior del G-8, desechando la alternativa unilateral de Estados
Unidos, e inclinándose por la vía diplomática a favor de la RFY.
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Era evidente que el conflicto en Kosovo dejó de ser un enfrentamiento
entre dos enemigos claramente definidos. Si bien existían terceros en el
conflicto (Entelman, 2002) desde prácticamente el comienzo de éste (la ONU y
la Unión Europea), con el ingreso directo de la OTAN, e indirecto de Estados
Unidos y Rusia, se estructuró una composición más compleja en el escenario.
En primer lugar, de los “terceros que no intervienen explícitamente en el
conflicto”, diremos que Naciones Unidas y la Unión Europea ocuparon el papel
de “terceros que intervienen en la resolución”. Mientras que la OTAN jugó un
papel de disuador a favor de una de las partes del conflicto, así como también
de aquel tercero que se rige por el “dividir para gobernar”, ya que, de acuerdo
con Plo (2007), la intención del gobierno norteamericano era lograr una
excelente posición, en el amplio sentido del término, en la zona. Por otra parte,
en un sentido más bien general, diremos que las triadas del conflicto fueron de
dos tipos. Entre la OTAN, y por lo tanto Estados Unidos, y el ELK se estructuró
una triada en “situación terminal que existió involuntariamente”; y la triada que
se formó entre Rusia, país que a través del G-8 medió por Serbia, y el gobierno
serbio fue una en “situación continua”.
La respuesta definitiva del G-8 se estructuró en un programa, en el que
destacó la proposición de la ONU a cargo de la administración provisional de
Kosovo, el comienzo de un gobierno autónomo de los kosovares, aunque
siempre dentro de las fronteras serbias, y el desarme del ELK (Bermejo,
Cesáreo, 2008). Se ponía término a la guerra, entonces, a través de la
Resolución número 1244 de Naciones Unidas, en la que se institucionaliza el
plan del G-8.
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integridad territorial de la Republica Federativa de Yugoslavia”, al mismo
tiempo que era necesario considerar la realidad del gobierno de Kosovo. En
base a aquello, se decidió construir una solución pacífica para la crisis de
Kosovo, tomando los principios delimitados por el Grupos de los Ocho, en la
que se exigía, principalmente, en primer lugar, la completa cooperación del
gobierno yugoslavo, poniendo término definitivo a la violencia sobre Kosovo. En
segundo lugar, se determinó desplegar fuerzas civiles y de seguridad
internacional, bajo mandato de la ONU, en territorio kosovar. Por último, se
exigió la desmilitarización del Ejército de Liberación de Kosovo (ONU, 1999).
En términos generales, se aprecia más adelante en el mismo documento,
que la autorización para establecer la presencia internacional civil en Kosovo
tenía por intención dotar a la región de una administración provisional, en el
marco de la cual, los kosovares pudieran “gozar de una autonomía sustancial
en la Republica Federativa de Yugoslavia” (ONU, 1999). Al mismo tiempo se
estipulaba, formal e institucionalmente, que la administración transitoria tendría
como responsabilidades principales encabezar el correcto desarrollo del
proceso político que construirá la institucionalidad democrático kosovar (ONU,
1999).
Los autores que estudian el sistema político serbio del siglo XXI concuerdan
en la idea de que la matriz que rige la política serbia es una de tipo
bidimensional (Pajovic, 2008; FRIDE, 2007). Por una parte, está la dimensión
nacionalista, que niega la posibilidad de entablar una relación mayor con
Europa y sus instituciones, y por otro lado, está el sector que defiende las
reformas al régimen, y que aboga por una completa cooperación con la Unión
Europea. En torno a esta matriz, los partidos serbios construyen su identidad y
discurso. En términos generales, la composición del sistema de partidos
responde a la lógica antes expuesta, y por lo tanto “pueden identificarse dos
tipos de corrientes políticas: los demócratas y los radicales” (FRIDE, 2007; 3).
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Se distinguen cuatro partidos del lado moderado y dos del radical. En el
primer bloque encontramos, en primer lugar, al más antiguo de los partidos
serbios, el Partido Democrático (DS), del cual es miembro el actual presidente
serbio Boris Tadic. De acuerdo a FRIDE (2007), las principales características
de este partido son la lucha por la integración en la institucionalidad
euroatlántica, y el apoyo a la autonomía de las regiones de Voivodina y
Kosovo. En segundo lugar, está el Partido Democrático de Serbia (DSS), el que
es liderado por el actual primer ministro Vojislav Kostunica. Su posición se
pone en entredicho debido a su indeterminación con respecto a la integración
europea. En tercer lugar, el G17, un partido que se caracteriza por el apoyo a la
integración continental, y que el año 2003 se coaligó con el DSS. Por último, el
Partido Democrático Liberal (LDP) es, al igual que G17, un partido que aboga
por la pronta incorporación a la comunidad euroatlántica (FRIDE, 2007).
Por parte de los radicales, comenzamos por el Partido Radical (SRS), el
que ocupa el segundo lugar de las preferencias (FRIDE, 2007), basando sus
contra-argumentos en el afán reformista e integracionista de los moderados. En
segundo lugar, encontramos al Partido Socialista (SPS), el que hoy por hoy se
halla fragmentado entre aquellos que buscan terminar con la herencia política
de su ex-líder, Slodovan Milosevic, y quiénes se muestran contrarios al
reformismo y la cooperación con la comunidad euroatlántica, en especial con
La Haya (FRIDE, 2007).
• Planteamientos Político-Partidistas
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Europea, mientras que la alternativa de los radicales ofrece un acercamiento
mayor con Rusia. No obstante, recalca el autor, que las elecciones
presidenciales de comienzos del 2008 se vieron determinada por la posición
frente a la Comunidad Internacional y el futuro de Kosovo, siendo en especial
este último ámbito el que provoca mayor debate. Por su parte, entre los
desafíos que FRIDE (2007) detecta para el gobierno serbio, el problema con
Kosovo supera la urgencia, al menos en el mediano plazo, que
comparativamente presentan la cooperación del país con el Tribunal Penal de
la Ex-Yugoslavia (TPIY), y el programa de reformas.
Las campañas políticas expresan las posiciones de los bloques
partidistas en torno a la integración y Kosovo. El sector moderado formula
planteamientos, según FRIDE (2007), “en un tono más ambiguo y
potencialmente complaciente sobre la cuestión de Kosovo”, mientras que en
relación a la integración regional, ésta presenta diferencias particulares en el
grado de cooperación con el TPIY. En segundo término, el bloque radical
expone un discurso que rechaza tajantemente la independencia kosovar,
basando su negativa en argumentos que tienen que ver con la integridad
territorial (FRIDE, 2007).
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comunidad europea en Kosovo. La situación, según lo indica Pajovic (2008),
reabre las puertas a las discusiones nacionalistas sobre la unidad del país.
Frente al quiebre, el escenario político se rearma. Surge con mayor
explicitud un sector compuesto por el DS, el G17 y el LDP, al que
presuntamente se incorporaran agrupaciones que defienden los intereses de
minorías como la húngara y la gitana, entre otras. A su vez, el ala nacionalista
rearticulara la alianza entre el SRS y el SPS, sumando el potente liderazgo de
Kostunica (Pajovic, 2008).
Dérens plantea que este hecho obligó a Serbia a redefinir sus fronteras,
su identidad, y la naturaleza misma de su régimen político (Dérens, 2006; 1).
De acuerdo al mismo autor, la independencia montenegrina de Serbia
responde a una cuestión que es más bien cultural, ya que la relación entre
ambas naciones desde hace largo tiempo que estaban distanciadas y eran
independientes entre sí. Además, Montenegro había replanteado su posición
nacional, estructurándola en torno a un proyecto multiétnico. Su declaración de
independencia profesaba que “le Monténégro est défini comme une société
civile, multinationale, multiethnique, multiculturelle, fondée sur le respect et la
protection des droits et libertés de la personne humaine, des droits des
minorités” (Dérens, 2006; 1).
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Bajo la óptica de las redefinición nacional, se argumenta que los partidos
montenegrinos dieron un golpe a la tendencia que se dio a principios de los
noventa, estableciendo un tipo de nacionalismo que no hacía de la
diferenciación social un fenómeno conflictual, sino que imprimía un elemento
basal de la caracterización de la identidad montenegrina. Según Plo, el antiguo
líder comunista Djukanovic, fue el principal propulsor de este tipo de
nacionalismo, apreciando “la fuerza de la realidad multiétnica de Montenegro:
ella sería uno de los principales soportes del proceso de independencia” (Plo,
2006, 4).
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Estado montenegrino, fue “recogido expresamente pues Serbia lo había
aceptado” (Plo, 2006; 5). En otras palabras, no existió una destrucción
improvisada de un Estado, ya que las naciones que lo integraban habían
acordado poner fin a su unión, en el marco de la institucionalidad de la UE, y
tampoco se trató de una declaración unilateral de independencia por parte de
Montenegro, pues la opción de consulta acerca de la permanencia del país en
el Estado que compartían con Serbia, al igual que la posibilidad de separarse,
estaba contemplada en la constitución, y había sido previamente aceptada por
los serbios.
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posibilidad de un régimen de autonomía, sólo exige que exista un trato
igualitario de las minorías con respecto al resto de la población del Estado.
El caso yugoslavo abre la puerta a nuevas discusiones sobre la
implementación y la funcionalidad del Derecho de libre determinación de los
pueblos. Con respecto a Kosovo, la situación es más compleja, ya que se
sumaba al escenario el elemento nacionalista, lo que presentaba un desafió a
la dimensión jurídica. El primer intento de construir una estructura legal para
Kosovo surgió durante la guerra de 1999; la denominada “Conferencia de
Rambouillet” estipuló dos criterios principales: el respeto a la integridad
territorial de Yugoslavia y un alto grado de autonomía para Kosovo (Bermejo y
Gutiérrez, 2008; 5). En segundo término, el acuerdo que finalmente se acogió
para poner fin al conflicto, fue el Plan del Grupo de los Ocho, el que incluía la
apertura hacia un proceso que permitiera a Kosovo una amplia autonomía,
basándose en los acuerdos de Rambouillet y “el principio de soberanía e
integridad territorial de Yugoslavia y de los otros países de la región (…)”
(Bermejo y Gutiérrez, 2008; 6). En tercer lugar, la ONU intentó diseñar una
alternativa para Kosovo, y para ello designó a Martii Ahtissari como líder de la
comisión que en 2007 entregó un informe sobre la situación y las proyecciones
sobre la región. Aquel informe fue rechazado en el Consejo de Seguridad por
Rusia y China, argumentado que su intención no era otra que la de entregar la
independencia definitiva a Kosovo de Serbia.
Pasado ya los tiempos de guerra, los momentos de inestabilidad del modelo
político, y con un Estado serbio en vías de democratización, la concepción del
Derecho Internacional se encuentra en una encrucijada: ¿es posible aplicar el
derecho de libre determinación al pueblo kosovar, siendo ésta una nación que
cuenta con fuertes y efectivas atribuciones políticas de autogobierno, y que
además se encuentra inserto en un Estado respetuoso del proceso
democrático? Por lo pronto, aclaran Bermejo y Gutiérrez, el Derecho
Internacional se ha mostrado enemigo de los nacionalismos secesionistas,
siendo mucho más cercano al hecho de potenciar la democracia, ya que a
través de ésta es posible robustecer el respeto y la acomodación de intereses
diversos en un mismo Estado (Bermejo y Gutiérrez, 2008; 9).
• Implicaciones Geopolíticas
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Haciendo un ejercicio de proyección geopolítica, podemos decir que, al
menos, la independencia de Kosovo no pasará inadvertida en términos
simbólicos acerca de cómo una nación minoritaria puede emanciparse de su
Estado.
En este sentido, Dérens (2008) plantea, en primer lugar, basándose en un
criterio de “efecto domino”, que el ejemplo de Kosovo implica graves
consecuencias regionales. Para el autor, la cuestión principal radica en el
diseño fronterizo. Si la solución pasara por reformular los límites territoriales, el
acento recaería en la dimensión étnica: diseñar fronteras de acuerdo a la
repartición étnica de las poblaciones. En función de ésta lógica, Dérens prevé
una serie de posibles escenarios en la zona. Sobre Albania, para comenzar, el
autor plantea que haría falta considerar una unificación de todas las regiones
donde los albaneses son mayoría, lo que no sólo incluiría a Kosovo, sino que
también a otras zonas en Grecia, Montenegro, y Macedonia. Este último país
podría verse afectado por el surgimiento de presiones levantadas por las
activas minorías búlgaras. Por su parte, Bosnia sería el Estado más afectado,
pues los serbios podrían reclamar su regreso a la “madre patria”, lo mismo que
tal vez harían los croatas que allí viven. Finalmente, la conflictividad podría
retornar a suelo serbio si Voivodina se planteará luchar por su independencia
(Dérens, 2008).
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Plo (2007) plantea que el debate acerca de la situación de Kosovo suscita la
posibilidad que dos potencias mundiales estructuren posiciones predominantes:
Rusia Y Estados Unidos.
Rusia, por su parte, apunta a concretar su histórica relación con Serbia a
través de la defensa de la soberanía territorial de sus “parientes” ortodoxos, los
serbios. Aunque, en el marco de esta “relación estratégica”, existen cuestiones
que son económicas y políticas. En materia comercial, Moscú pretende
construir vínculos con el gobierno de Belgrado que le permitan extender sus
redes de explotación energética, de tráfico aéreo, y bancarias. Mientras que en
términos políticos, Rusia se opone rotundamente a la independencia kosovar,
basando sus argumentos en criterios que niegan la posibilidad de que los
pueblos se emancipen unilateralmente, como lo hizo Kosovo, de sus Estados.
(Plo, 2007).
Desde la perspectiva de Estados Unidos, Plo piensa que los
norteamericanos pretenden establecer un proyecto en los Balcanes, partiendo
en Kosovo. En principio, Estados Unidos hace un llamado al gobierno serbio a
no interponerse en el desarrollo del nuevo Estado de Kosovo, pues la
alternativa de emancipación era la única verdaderamente “realista”. Sin
embargo, los norteamericanos se apresuraron en decir que el caso de
independencia de Kosovo representaba una situación “sui generis”, no
aplicable a otros contextos. De todos modos, el proyecto a largo plazo que
Estados Unidos apuesta es el de un “islam moderado”. Plo plantea que
Kosovo es una de las piezas fundamentales dentro del esquema
norteamericano, en el que figuran también Bosnia y Albania, apuntando a
concretar un “islam europeo, moderado, y democrático, especie de modelo
para el mundo musulmán (Plo, 2007; 6).
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VI.- Conclusiones
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Tercer antecedente. Con respecto a la construcción del Estado de
Montenegro, surgen dos cuestionamientos. El primero es de raíz cultural: por
qué se deterioro la unidad étnica de dos naciones tan cercanas como la serbia
y la montenegrina. Nuevamente emerge el factor “integración”, pues
Montenegro paulatinamente comenzó a acercarse a las instituciones
trasatlánticas, al mismo tiempo que Serbia se hundía en discusiones acerca de
la cooperación con el sistema internacional. Mientras que la segunda cuestión
expresa el inadecuado apoyo de la Unión Europea para mantener la unidad del
Estado. En este sentido, si bien la UE había sido pieza clave en la mantención
de las fronteras del Estado intactas en 2003, ésta dejó claro que tres años
después la situación debía estudiarse nuevamente. El contexto de 2006 era
muy distinto al de tres años antes, y aunque la posibilidad de separación de
ambas naciones no era la principal alternativa, finalmente se concretó; con lo
que, de cierta forma, se eliminó la opción de poder construir una nueva
Federación, compuesta por Serbia, Montenegro, y Kosovo (Boonstra, 2006;
Woodward, 20007).
Cuarto antecedente. Sobre la independencia de Kosovo. A la luz del
Derecho Internacional se aprecia que la posibilidad de la secesión no está
contemplada, por lo que el caso de Kosovo presenta dos claras objeciones. La
primera tiene que ver con la situación de gobierno. Kosovo desde 1999 fue una
especie de protectorado de Naciones Unidas, y si bien se mantuvo como
provincia serbia, el gobierno estaba en manos de los kosovares
exclusivamente. Por lo tanto, se anula la aplicación del Derecho de
autodeterminación de los pueblos, pues la región de Kosovo efectivamente no
era excluida del gobierno. En segundo lugar, el proceso de democratización del
Estado serbio, implicaba que, al menos, el sector político moderado incluyera
en su programa un otorgamiento explicito de autonomía al pueblo kosovar. Por
lo que una vez más, el Derecho a la libre determinación pierde fuerza, ya que
no era intención del gobierno del Estado marginar o someter a Kosovo. En
términos generales, es posible plantear, entonces, que a pesar de que Serbia
había comenzado un serio proceso de apertura y transparencia, el sistema
internacional, en especial Estados Unidos, decidieron reconocer la declaración
de independencia de Kosovo, ignorando los esfuerzos de las autoridades
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serbias democráticas para poder hallar una solución basada en el respeto a la
soberanía nacional.
Quinto antecedente. La posición serbia aparece maniatada por el proyecto
norteamericano, y la construcción rusa de nuevas relaciones político-
económicas. ¿Representa alguna de estas alternativas una solución definitiva a
la nueva relación que se dará entre Serbia y Kosovo?
Ahora, si bien la OTAN determinó la derrota de la RFY en 1999, la ONU
ejerció una especie de gobierno en territorio de un Estado soberano al
administrar Kosovo por casi diez años, la UE posibilitó la autonomía de
Montenegro en 2006, y Estados Unidos precipitó la independencia unilateral de
Kosovo en 2008, sería un error tratar a Serbia como un Estado Fallido. Los
criterios impuestos por Foreign Policy son mucho más amplios de cómo aquí
los hemos utilizado. En Serbia no existen violaciones a los derechos humanos
masivas, así como tampoco están deteriorados el servicio y la administración
pública; ambas dimensiones son centrales para determinar la condición de
Estado Fallido.
No obstante, resulta interesante y provechoso estudiar este caso en función
del cuestionamiento a las instituciones internacionales, como en este trabajo
intentamos hacerlo. Además, las preguntas continúan abiertas a nuevas y
diversas interpretaciones. Sin lugar a dudas, el análisis antes presentado
obtiene una valiosa conclusión: el escenario de los Balcanes aun no está
cerrado. Numerosas perspectivas de estudio emergen vinculadas al papel que
deberá jugar la Unión Europea en la mediación de la relación entre serbios y
albano-kosovares; al rol concreto de Rusia y Estados Unidos en la región; y
con respecto al escenario mundial, debieran surgir nuevos debates acerca de
la situación de las naciones sin Estado, que luchan por su emancipación.
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VII.- Bibliografía
- Fojón, José: “Los conflictos de los Balcanes a finales del siglo XX”. Instituto
de Estudios Estratégicos, Madrid, España, 2002.
- Foreign Policy: “The Failed States Index 2007”. The Fund for Peace and
FOREIGN POLICY magazine, 2007.
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- Huntington, Samuel: “El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del
Orden Mundial”. Editorial Paidos, Barcelona, 1997.
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