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Este mes se cumple un año de que Fox no pudiera celebrar el histórico “grito
de la independencia” en el Zócalo de la Ciudad de México.
Ya lo dijo Rousseau: “la fuerza no hace derecho”. Aunque sí, la fuerza nos aleja
más rápidamente.
Es aquí donde estamos parados todos, con una democracia política cuestionada
y la cual es determinante para que haya democracia económica y democracia
social.
El “poder relacional” que plantea Stephen Krasner necesita superar sus propios
males estructurales, las herencias que dañan y la visión estrecha de que el
poder sirve para el enriquecimiento de unos cuantos. En tanto que el poder no
se refrende a quienes ostentan el poder último (los ciudadanos), se producirá
un retroceso histórico del que difícilmente podremos recuperarnos.
La política real no da espacio para la política ideal, ésta última sólo queda en
los libros y en personajes como Gandhi o el Ché. Entonces el nihilismo
terminará apoderándose de los ciudadanos, éstos no se interesarán en sufragar
y la participación en la búsqueda de políticas públicas quedará como hasta
ahora en un club de políticos y en la partidocracia. La sociedad mexicana será
un conglomerado de individuos con insuficiente ciudadanización, el crimen
organizado el poder imperante.
El fin de la política al cual Hanna Arendt refería, está de cabeza, en la práctica
los representantes elegidos democráticamente no responden a los intereses
colectivos, estamos ante una clara pérdida de valores éticos y morales, la
antítesis de un Estado de Derecho.