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CONVENTO
por Luigi Cascioli
14 Febrero 2004
del Sitio Web Esclavitud
recuperado a través el Sitio Web WayBackMachine
Cuanto más severas son las normas impuestas en las comunidades tanto más la perversión
tiende a implicar en masa a sus componentes.
Entre la infinidad de casos prorrogados por las crónicas, citamos como ejemplo, para
demostrar el oscurantismo existente en la religión cristiana, el informe firmado por cuatro
obispos presentes en los exorcismos efectuados en el convento de Auxonne:
"Las religiosas vomitan horribles blasfemias durante las santas misas y los
ritos efectuados para liberarlas de la posesión diabólica."
Santa Margarita Maria Alacoque, después de haber hecho voto de castidad a los cuatro años
y después de haber entrado en convento a los ocho, comienza a tener sus primeros contactos
extáticos con Jesús, "su novio", a los quince.
De su biografía:
1. "Cuando estaba frente a Jesús me consumía como una vela en el
contacto enamorado que tenía con él".
4. "Un día que Jesús se puso sobre mi con todo su peso, respondió de
esta forma a mis protestas"
''Déjame que pueda usar ti según mi placer ya que cada cosa debe
hacerse a su tiempo. Ahora quiero que seas el objeto de mi amor,
abandonada a mis voluntades, sin resistencia de tu parte, para que
pueda gozar de ti.'' (Coito vivido físicamente por medio de la
imaginación).
La repetición de actos de masoquismo alternados con éxtasis durante los cuales Maria
Alacoque vivía de la manera más carnal acoplamientos con Jesús, a quien llamaba "mi novio",
fueron tan frecuentes que la vuelven, según los psicólogos, un clásico caso de erotomanía
histérica.
Santa María de la Encarnación, después de haber solicitado a Jesús, su esposo, a unirse con
ella con palabras que tienen realmente muy poca espiritualidad:
¿"Entonces, mi adorado amante, cuándo haremos este acoplamiento?", así
escribe en su biografía lo que sentía en la histeria de sus éxtasis, "Durante
estos encantos me parecía tener dentro de mi ser, unos brazos que tendía
para abrazar al que tanto deseaba".
Jesus Christus erectus
Santa Guyon, asceta y penitente, escribió que durante una éxtasis Jesús la había llevado a un
bosque de cedros donde había una habitación con dos camas y ella le pregunto para quién
era la segunda cama, este le respondió:
"Una es para ti, que eres mi esposa, y la otra es para mi madre", y al referirse
a continuación a los placeres sexuales que alcanzaba en las éxtasis, escribe
aún en su libro: "Llegaba a poseer a Jesús, no de la manera que se entiende
espiritual por medio del pensamiento, sino de forma tan tangible que sentía la
participación del cuerpo como en la realidad ".
Cuando a continuación regresaba a la normalidad, si se puede decir, reteniendo el cuerpo
responsable de sus pecados, se hostigaba contra él infligiéndose las sevicias más atroces:
"Para mortificar mi cuerpo lamía los escupitajos más asquerosos… Me ponía
pequeñas piedras en los zapatos… Y me extraía dientes aunque que estos
aun fueses sanos…"
De la biografía de Santa Ángela de Foliño:
" ... Durante los éxtasis era como si fuese poseída por un instrumento que me
penetrase y se retirase rasgándome las entrañas… Estaba llenada de amor y
satisfecha de inestimable plenitud… Mis miembros, se quebraban de deseo
mientras que languidecía, languidecía, languidecía … A continuación, cuando
regresaba de estos encantos de amor, me sentía tan ligera y satisfecha que
amaba incluso a los demonios… ". (Muy bella descripción de la paz de los
sentidos que prosiguen el orgasmo femenino!).
Santa Ángela de Foliño, tan consciente que los placeres que probaba durante sus éxtasis
eran de carácter sexual, declaró ser la víctima de un,
"Vicio que no me atrevo a nombrar", un vicio de concupiscencia del cual
intentaba liberarse metiéndose "Carbones ardientes sobre la vagina para
apaciguar los ardores"!!
Santa Rosa de Lima para poder vivir placeres sexuales lo más libremente posible de todo
sentimiento de culpabilidad, como si el hecho de sufrir un castigo pudiese autorizarla a
cometer el delito, castigaba su cuerpo antes de los éxtasis con sevicias que hacen temblar:
"A pesar del hecho de que el confesor la exhortara a no exagerar, consiguió
darse cinco mil latigazos en cuatro días…"
Santa Juana de los Ángeles, fue ella quién, como superior de un convento de Ursulinas, con
sus éxtasis repetidas transmitió la histeria a toda la comunidad.
Como prueba del exorcismo triunfador, tomó la interrupción del embarazo de la misma
superior Juana de los Ángeles, pretendiendo que la había hecho abortar liberándola del
demonio con agua bendita.
Puesto que esta afirmó haber sido curada por San José quién le había aparecido durante el
exorcismo, la Iglesia, tomando la oportunidad ofrecida, consigue transformar las orgías
sexuales del monasterio de Loudun en manifestaciones edificantes, gritando al milagro.
Las telas y trapos utilizados por Juana de los Ángeles para curar sus heridas producidas por
las flagelaciones, transformados en objetos benditos, fueron utilizados para "curar" a los
enfermos que comenzaron a llegar al convento en peregrinajes organizados.
Considerada desde entonces como una Santa curandera, Juana de los Ángeles comenzó a
recorrer toda Francia para curar a los minusválidos y la fama que obtuvo fue tal que el mismo
Cardenal Richelieu la invitó ante él para que esta aliviase los fuertes dolores que le
provocaban sus hemorroides.
En una crónica del tiempo se afirmó que entre las numerosas personalidades que recibieron
atenciones milagrosas por parte de esta Santa Juana de los Ángeles, la no menos famosa
Ana de Austria, enferma por un parto con complicaciones, se sintió aliviada al tocar un pedazo
de su camisa.
Es así como, utilizando el arte de la mistificación del cual es maestra, la Iglesia consigue una
vez más extraer agua de su molino, transformando en santidad una histeria producida por su
represión sexual.
Santa Teresa de Avila es probablemente una de las más representativas de este mundo de
ninfómanas reprimidas que llenan el Paraíso de los cristianos. Podría representar un ejemplo
clásico y citarse en los libros de sexología como demostración de los daños cerebrales que
puede producir la abstinencia sexual.
De su autobiografía:
"Mi mal había llegado a tal grado de gravedad que estaba siempre al borde
del desmayo. Sentía un fuego interior que me quemaba… Mi lengua reducida
en pedazos de tanto morderla".
"Estaba en presa a una confusión interior que me hacía vivir en una continua
excitación que no me atrevía a parar pidiendo agua bendita, y para no
perturbar las otras religiosas que habrían podido comprender su origen …"
(Evidente sentimiento de culpabilidad).
Estos extractos de las autobiografías de mujeres, llevadas a la locura por la represión sexual,
que la Iglesia convirtió en ejemplos edificantes, no son nada más que la demostración más
evidente de la falsedad de la moral cristiana.
El ser humano necesita sexo de la misma forma que tiene necesidad de alimentarse.
La Naturaleza cuando se contradice, tarde o temprano impondrá sus derechos y de una forma
tanto más violenta cuán mayor es la represión que se efectuó contra ella.
En una sociedad donde el sexo es considerado como una necesidad fisiológica y no como
una fuente de vicio y pecado, casi todas las perversiones desaparecerían, como las violencias
físicas y los homicidios que a menudo surgen de un odio hacia la mujer que el hombre ve
como la responsable de la angustia derivada de la represión.
El sexo, que en una sociedad desprovista de tabúes podría ser motivo de relajamiento y
concordia, se convierte así, en un mundo basado en la frustración, motivo de chantaje, odio y
resentimientos.
¿Quién, durante la agonía, al acordarse de los sufrimientos aguantados durante la vida por la
represión, no llega a maldecir lo que fue la causa?
Rechacemos por lo tanto, mientras que aún estamos a tiempo, todos los que nos impiden
aprovechar (siempre respetando la libertad de los demás), de la forma más libre, todas las
alegrías del sexo acordándonos que todas las ocasiones dejadas, además de procurar el
inevitable pesar que tarde o temprano se presentará por el simple hecho de haberlas perdido,
representa más que nada un retraso en la realización de las experiencias que necesitamos
para conocernos y mejorarnos.
El hecho de creer que la renuncia a los placeres carnales nos vuelve dignos de recompensas
después de la muerte solo es una de las numerosas insensateces sostenidas por el
cristianismo para imponer, por medio del plagio, un imperialismo basado en una falsa moral.