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Poder Judicial de la Nación

“Año del Bicentenario”


CAUSA N° 21.309/96 ATANOR S.A. C/ ESTADO NACIONAL. DIRECIÓN
GRAL. DE FABRICACIONES MILITARES S/ DA-
ÑOS Y PERJUICIOS. y acumuladas:
CAUSA N° 15.390/96 PETROQUÍMICA RÍO TERCERO C/ESTADO NACIO-
NAL Y OTRO S/ DAÑOS Y PERJUICIOS.
CAUSA N° 21.424/96 TRADICIÓN SEGUROS S.A. C/ ESTADO NACIO-
NAL S/ COBRO y
CAUSA N° 4727/97 TRADICIÓN SEGUROS S.A. C/ESTADO NACIONAL
JUZG. N° 1 S/RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DEL
SECR. N° 1 ESTADO.

En Buenos Aires, a los 18 días del mes de marzo de dos


mil diez reunidos en acuerdo los señores Jueces de la Sala 2
del la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial
Federal, para conocer en recurso interpuesto en autos: “ATANOR
S.A. C/ ESTADO NACIONAL. DIRECCIÓN GENERAL DE FABRICACIONES
MILITARES S/ DAÑOS Y PERJUICIOS” y acumuladas: “PETROQUÍMICA
USO OFICIAL

RÍO TERCERO C/ E.N. Y OTRO S/ DAÑOS Y PERJUICIOS”, “TRADICIÓN


SEGUROS S.A. C/ E.N. S/ COBRO” y “TRADICIÓN SEGUROS S.A. C/
E.N. S/ RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DEL ESTADO” respecto
de la sentencia (única) de fs. 958/962 y vta., el Tribunal
estableció la siguiente cuestión a resolver:
Se ajusta a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía ser
efectuada en el siguiente orden: señores Jueces de Cámara
doctores Alfredo Silverio GUSMAN, Ricardo Víctor GUARINONI y
Santiago Bernardo KIERNAN.
A la cuestión planteada, el señor Juez de Cámara doc-
tor ALFREDO SILVERIO GUSMAN dijo:

I. En estos procesos acumulados, la sentencia única


condenó al ESTADO NACIONAL y a la DIRECCION GENERAL DE FABRICA-
CIONES MILITARES a abonarles a ATANOR S.A., OCEANO Compañía de
Seguros S.A., PRUDENCIA Compañía Argentina de Seguros Genera-
les, BUNGE Y BORN S.A., y La PATAGONIA S.A. Cía. Argentina de
Seguros (actualmente Tradición Seguros) el resarcimiento que //
consideró adecuado como consecuencia del incendio y las explo-
siones acaecidos en la Fábrica Militar de Río Tercero (con re-
lación a las aseguradoras, en virtud de la subrogación de los
derechos de sus aseguradas), con costas. En cambio rechazó la
demanda interpuesta por LA PATAGONIA S.A. Cía Argentina de
Seguros contra el Estado Nacional en la causa 4727/97 por en-
tender que las sumas reclamadas forman parte del reconocimiento
efectuado en la causa acumulada 15.390/96. También aplicó el
art. 68 de la ley adjetiva para imponer las costas.
Para así resolver, el Magistrado de la anterior ins-
tancia se basó, en lo sustancial, en las siguientes cuestiones:
a) Tuvo por acreditada la responsabilidad extracontractual del
Estado en el trágico suceso, sin que pueda admitirse la culpa
concurrente por el mero hecho de que las empresas actoras com-
partan cañerías con Petroquímica Río Tercero o por haberse ins-
talado en la cercanía de la fábrica militar; b) Tampoco puede
hablarse de culpa en el caso de Atanor, pues el proyectil su-
puestamente no retirado en tiempo luego del hecho es conse-
cuencia de la primera explosión; c) La Gendarmería Nacional no
es un tercero ajeno al Estado Nacional por el que éste no debe
responder; d) La responsabilidad del Estado Nacional aparece
reconocida de un modo claro e inequívoco con los sucesivos de-
cretos que indemnizaron daños a víctimas de las explosiones y
en el informe obrante a fs. 472 de la causa de Petroquímica; e)
En cuanto a Atanor, consideró acreditados los tres rubros que
reclama (lucro cesante, daños en las viviendas y daños en la
planta), que en virtud de la subrogación a favor de las com-
pañías aseguradoras que se hicieron cargo del siniestro (excep-
to del lucro cesante), los restantes daños deben ser recono-
cidos a las compañías aseguradoras Océano y Prudencia; f) En lo
que concierne al lucro cesante de Petroquímica Río Tercero,
debe resarcirse por el cierre temporario de la planta; g) Asis-
te el derecho al reintegro a las aseguradoras que asumieron los
daños en las viviendas dañadas por el siniestro, aunque no los
reclamados en la causa 4727 pues se encuentran incluidos en ///
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el monto de la condena correspondiente al expte. 15.390, y de


admitirse también esta pretensión la demandada debería indemni-
zar dos veces el mismo daño; h) Debe desecharse la pretensión
de las aseguradoras de que se les reintegren las sumas abonadas
en dólares estadounidenses, ya que el importe que en su momento
se pagó en esa divisa equivalía a igual suma en moneda nacio-
nal.

II. Para un mejor orden expositivo, relataré las se-


cuencias más importantes de las diversas causas acumuladas por
separado.
2.1. Expte. 21.m309/96 (“Atanor c/E.N.”). Apela la
demandada a fs. 968; tanto la decisión de fondo, la imposición
USO OFICIAL

de costas y los honorarios regulados. Funda su escrito a fs.


1000/1010, exponiendo, en prieta síntesis, los agravios que
paso a detallar a continuación. Aclaro que los individualizados
de “a” hasta “c” son comunes a las tres causas en que la repre-
sentación estatal fue derrotada, razón por la que en los acá-
pites destinados a los restantes obrados acumulados no los vol-
veré a mencionar. Sentado ello, los agravios a considerar son
los siguientes: a) No pudo el “a quo” sostener que no se acre-
ditó el obrar de terceros respecto de los que la demandada no
debe responder, cuando la misma sentencia alude a la existencia
de graves y fundadas sospechas de que el siniestro fue inten-
cional, cuestión que es materia de investigación en la causa
penal recaratulada “Cornejo Torino, Jorge Antonio y otros s/
estrago”; b) No debe ser considerada responsable por lo aconte-
cido con la segunda explosión, pues desde el 3/11/95 la fábrica
se encontraba interdicta por disposición judicial y el lugar en
el que acaeció dicho evento era donde la policía provincial y
Gendarmería Nacional acumularon los explosivos removidos luego
del primer estallido; c) Debe considerarse que tanto Atanor ///
como Petroquímica Río Tercero han incurrido en culpa de la víc-
tima al instalarse en un lugar riesgoso como lo es el polo pe-
troquímico, aprovechando una relación muy conveniente ante el
envío de corrientes líquidas y gaseosas en forma directa sin
necesidad de transportes complejos; d) En cuanto al lucro ce-
sante por la imposibilidad de producción, hay culpa de Atanor
pues el cese de la actividad del establecimiento se produjo
recién el 6 de diciembre y con motivo de una sanción adminis-
trativa impuesta por un Tribunal de Faltas municipal, al no re-
tirar un proyectil alojado en el tanque 523. Si hubiese cumpli-
do en forma oportuna la intimación del tribunal el tiempo de
cierre hubiese sido menor y menor también sería la merma de la
producción; e) Las costas deben imponerse a la actora o distri-
buirse en la medida que se modifique la extensión de la respon-
sabilidad de su mandante.
Dichos agravios fueron replicados a fs. 1014/1023.
Por su parte la actora apela a fs. 971, y su única
queja versa sobre la tasa de interés establecida por el “a quo”
desde la fecha del evento dañoso hasta el 01/01/2000, preten-
diendo se perciba la tasa activa del Banco de la Nación Argen-
tina (ver fs. 998/999 vta.). La demandada no ejercitó el dere-
cho de contestar agravios.
Median también diversas apelaciones relativas a las
regulaciones de honorarios practicadas en la sentencia en
análisis, como las obrantes a fs. 969 (letrados de la actora),
978 (perito ingeniero), 979/979 vta. (perito contador), que
llegado el caso, serán tratadas por la Sala en su conjunto al
finalizar el presente Acuerdo.
A fs. 1029/1032 la actora denuncia como hecho nuevo
un discurso de la Presidenta de la Nación anunciando el envío
al Congreso Nacional de un proyecto de ley para la reparación
integral de las víctimas de las explosiones acaecidas en la Fá-
brica Militar Río Tercero. Contestado el traslado conferido a
la representación estatal (fs. 1035/1037), vuelven los autos a
sentencia a fs. 1038. En atención a que la causa fue adjudica-/
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da luego del sorteo al Magistrado que entonces se encontraba


con licencia médica de largo tratamiento, a pedido de la parte
se procede a un nuevo sorteo (fs. 1041).
2.2. Expte. 15.390/96 “Petroquímica Río Tercero c/
E.N.”. A fs. 2625 apela la demandada. Al expresar agravios
(además de los vinculados a la irresponsabilidad de su parte en
el hecho y a las costas, comunes a la causa anterior); agrega,
en sustancia, que (fs. 2668/2678) a la hora de determinar el
lucro cesante, el “a quo” se basó en la pericia contable, pres-
cindiendo de las impugnaciones de su parte a ese informe, a las
que remite en sus agravios. La demandada hace uso del derecho
de replicar a fs. 2682/2691 vta.
A fs. 2627 apela la actora, y al igual que en la cau-
USO OFICIAL

sa anterior se agravia por la tasa de interés utilizada por el


“a quo” (fs. 2666/2667 vta.).
Obran diversas apelaciones contra los estipendios re-
gulados, como las de fs. 2629 (letrado actora), 2643 (perito
contador), 2654 (perito ingeniero).
2.3. Expte. 21.424/96 (“Tradición Seguros c/E.N.”). A
fs. 1327 apela la demandada, agregando en este expediente a los
agravios ya deducidos relativos a su esgrimida irresponsabili-
dad y a las costas, que: a) “... las liquidaciones de los
montos son unilaterales y por ende insuficientes para tener por
ciertos las sumas abonadas...” (sic. fs. 1361), mas no con-
trovierte que ellas hayan sido efectivamente abonadas; b)
Petroquímica Río Tercero recibió compensaciones como consecuen-
cia de los decretos 992/95 y 158/97 para la reparación de las
viviendas, y no quedó aclarado en la causa que el Estado Nacio-
nal haya abonado en forma doble la misma indemnización. Este
escrito fue replicado a fs. 1363/1369.
A fs. 1329/1330 es la actora quien apela. Sus agra-
vios fincan sobre: a) La sentencia debió admitir que la deu-///
da, en su origen, era en dólares; b) La aseguradora tiene dere-
cho a percibir intereses a partir del día del pago efectuado a
su asegurado; c) El “a quo” debió aplicar la tasa activa del
Banco Nación en sus operaciones de descuento (ver fs. 1346/1351
vta., escrito no contestado por la representación estatal).
2.4. Expte. 4727/97 (“Tradición Seguros c/ E.N.”).
Apela la parte actora a fs. 846/847. En el escrito de expresión
de agravios de fs. 864/971, a más de reclamar, como lo hace en
la anterior causa, que la condena recaiga en divisa estadouni-
dense y que se aplique la tasa activa, agrega en lo sustancial
que debió admitirse la demanda que entabló, pues su parte se
subrogó en los derechos de la asegurada Petroquímica Río Ter-
cero, sin que exista litispendencia con lo debatido en el expe-
diente 24.124/96. En esta causa la demandada hizo uso del dere-
cho de contestar agravios que le confiere el ordenamiento
procesal (fs. 873/879).

III. Los presentes obrados tienen como origen los


trágicos sucesos ocurridos en la Fábrica Militar Río Tercero
–en adelante F.M.R.T.- de la Dirección General de Fabricaciones
Militares –de aquí en más D.G.F.M.- durante los días 3 y 24 de
noviembre de 1995. En la primera de esas fechas, hubo una serie
de explosiones en F.M.R.T., puntualmente iniciadas en el sector
de planta de carga; ocasionando, a más de daños materiales,
personas heridas y hasta víctimas fatales. El 24 de noviembre
se produjeron nuevas explosiones en el sector del polígono de
tiro, lugar donde el personal policial y Gendarmería Nacional
habían acumulado los explosivos encontrados en las tareas de
remoción de diversos elementos.
En virtud de alguna de las quejas formuladas por la
parte demandada en sus presentaciones de agravios, se impone
recordar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación a fs.
860/861 del expte. 21.309 –en concordancia con lo dictaminado
por la Procuradora Fiscal a fs. 857/859- dejó sin efecto lo
resuelto por este Tribunal –con otra integración- a fs. 885 ///
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/885 vta. y de tal modo dispuso que se dicte sentencia en los


presentes obrados, sin aguardar la resolución de la causa pe-
nal. Sostuvo el Tribunal cimero –en afirmación que, va de suyo,
no puede pretender la parte demandada que sea revisada en esta
instancia- que una restricción del derecho de defensa en juicio
consistente en la espera indefinida de la condenación penal, de
acuerdo con lo decidido por la Corte en el precedente “Ataka”
(Fallos: 287:248), no halla justificación en la aplicación del
art. 1101 del Código Civil, máxime cuando en las actuaciones
criminales no se vislumbra una inminente conclusión.

IV. En cuanto a la responsabilidad del Estado, es de


tener presente, en forma liminar, que a partir del fallo “Va-
USO OFICIAL

dell c/ Pcia. de Bs. As.” (del 18/12/84, pub. en el Tomo de


Fallos 306), la Corte Suprema admitió que la noción de “falta
de servicio”, fundada en el art. 1112 del Código Civil, es el
fundamento jurídico para validar el deber de indemnizar a par-
ticulares. La misma finca en la idea de que “... quien contrae
la obligación de prestar un servicio lo debe realizar en condi-
ciones adecuadas para llenar el fin para el que ha sido esta-
blecido, siendo responsable de los perjuicios que causare su
incumplimiento o irregular ejecución”. En definitiva, la exis-
tencia misma de la obligación estatal de resarcir los menos-
cabos patrimoniales que ocasionan sus actos o sus omisiones de-
riva de la misma Constitución Nacional (arts. 14, 16, 17 y 19).
No se debe analizar como “castigo al culpable”; sino
antes bien como “restitución a la víctima” de aquello que fue
privada por el obrar estatal, en la medida, claro está, que no
exista el deber jurídico de soportar el daño (conf. MERTEHI-
KIAN, Eduardo, “Estudios de Derecho Administrativo”, págs. 266/
267).
///
V. Sentado lo anterior, creo que un orden lógico
adecuado es abordar los agravios comunes vinculados a la pre-
tensión estatal tendiente a exonerarse del deber de reparar los
daños originados en las trágicas explosiones.
Ya he señalado que la Corte Suprema ha resuelto que
debe pronunciarse sentencia en estos procesos acumulados con
independencia del destino de la causa penal. Pero al margen de
ello, no puede obviarse que en el expediente que se instruye en
sede criminal, los involucrados no son ajenos a la empresa
estatal; sino que se trata de dependientes por cuyas acciones u
omisiones de todos modos las demandadas deberían responder
(arg. art. 1113 del Código Civil).
En efecto, adviértase que los procesados por estrago
culposo simple y en algunos casos calificado en la causa penal
39-S-95 son oficiales del Ejército Argentino o bien empleados
de la fábrica (ver fs. 1310/1311, copia certificada del auto de
procesamiento del 22-2-1996, confirmado, excepto sobre Oscar
QUIROGA, por la Cámara, en sobre que corre por cuerda separa-
da). Los imputados en esa investigación penal que fueron pa-
sibles de un temperamento “prima facie” de incriminación son
quienes se encontraban al frente de las distintas jefaturas de
los sectores que participaron en el siniestro y “...como
máximas autoridades que tenían a su cargo el manejo de la Fá-
brica Militar en relación a las distintas áreas que se encon-
trarían relacionadas y comprometidas de un modo directo con las
probables causales que dieran lugar a los siniestros ocurridos
...” (pasaje extraído de la decisión de la Cámara Federal de
Córdoba en la causa 5-S-96, copia que tengo a la vista).
A mi modo de ver, la situación no puede variar luego
de lo resuelto por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2
de la Provincia de Córdoba el 19/12/2003 (ver fs. 2535/2538,
constancias arrimadas por la propia demandada), pues en esa
oportunidad los magistrados entendieron que habiéndose modifi-
cado la plataforma fáctica del hecho originario, “...la pro-
fundización de la investigación deberá, eventualmente, dar ////
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paso a un nuevo requerimiento que mantenga los actuales hechos


atribuidos a título de culpa o, en su caso, los subsuma en el
más grave si así correspondiere” (voto del Juez CORTES OLMEDO)
... “...estamos frente a un hecho nuevo correspondiendo regre-
sar el expediente a la instancia instructoria a los fines de
investigar el mismo, quién, o quienes fueron sus autores inte-
lectuales y materiales, sus instigadores, cómplices y posibles
encubridores, sin resignar ninguna hipótesis referente a perso-
nas y sus funciones en el Gobierno Nacional, atento a ser esta
una tragedia humana y programada...” ... “se reformule en caso
de ser pertinente, la acusación, perfeccionando las imputa-
ciones en base a las nuevas investigaciones...” (voto del
Magistrado PEREZ VILLALOBO, el subrayado no pertenece al origi-
USO OFICIAL

nal).
En definitiva, de la lectura de la decisión jurisdic-
cional analizada, no se advierte elemento alguno que pueda ha-
cer suponer que, partiendo de la hipótesis del atentado, en la
instrucción suplementaria el canal de investigación a seguir se
base en algún episodio de carácter bélico provocado por agentes
externos a la fábrica militar o a la demandada. Antes bien, pa-
reciera que lo que se busca indagar es la responsabilidad de
los procesados o de otros funcionarios; mas trastrocando el
factor subjetivo de la imputación penal, no ya a título de cul-
pa sino de dolo.
Cuando el “a quo” menciona que existen graves y fun-
dadas sospechas de que el incendio fue intencional (al margen
de que no es éste el núcleo de la argumentación que utiliza pa-
ra no eximir a la demandada de su deber de responder), bajo
ningún punto de vista puede calificarse a su decisorio como
“contradictorio”; sino que su percepción resulta coherente con
lo actuado en sede penal.
Por cierto, el art. 1113 del Código Civil, estable-//
ce en lo pertinente que: “En los supuestos de daños cau-
sados con las cosas, el dueño o guardián, para eximirse de res-
ponsabilidad, deberá demostrar que de su parte no hubo culpa;
pero si el daño hubiere sido causado por el riesgo o vicio de
la cosa, sólo se eximirá total o parcialmente de responsabili-
dad acreditando la culpa de la víctima o de un tercero por
quien no deba responder” (el subrayado no es del original).
Queda claro entonces que no basta para liberarse de responsabi-
lidad por el material riesgoso o vicioso difuminar conjeturas
acerca de lo ocurrido; la norma exige respaldo probatorio a
cargo de quien pretende eximirse.
Por lo demás, si por un momento se pensare que el
agente causal del hecho es un factor de agresión externo a la
planta –hipótesis no abonada por elemento de juicio alguno-;
tampoco podría sostenerse que la actuación de la demandada en
la emergencia fue diligente. Por el contrario, como resultado
de la instrucción llevada a cabo por el Juzgado Federal de Río
Cuarto, el Magistrado estimó que: “... la deficiente red de
seguridad contra incendio de F.M.R.T. constituye sin lugar a
dudas uno de los elementos que influyeron como causa eficiente
en la producción del siniestro acontecido el día 03/11/95, con-
cepto éste que no sólo se patentiza con las pruebas ya valo-
radas sino también con el informe ordenado por este Tribunal y
confeccionado por la Dirección de Bomberos de la Provincia de
Córdoba acerca de la inspección de Seguridad contra Incendio de
la que se constata y se sugiere soluciones a problemas que por
sus características demuestran un estado de cosas inadecuadas
para la función que deben prestar y por ende en las más de las
veces anteriores al día del hecho” (fs. 1294/1294 vta., copia
certificada de lo resuelto en la instrucción de la causa penal,
obrante en el expte. 15.390).
En fin, del auto de procesamiento dispuesto por la
instrucción de la causa, se advierten alarmantes condiciones de
inseguridad y de prevención en el mantenimiento de la fábrica.
Rescato alguna de las consideraciones de la Cámara Federal de /
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Córdoba que en lo sustancial confirma esa decisión: a) el per-


sonal no está lo suficientemente entrenado como para acudir con
eficiencia y celeridad ante el siniestro; b) la deplorable
condición en que se encontraban los medios de seguridad (man-
gueras, extintores, falta de mamelones, etc.); y c) la falta de
responsabilidad de los empleados en la distribución y aloja-
miento del material explosivo en un lugar que resulta inade-
cuado conforme a su objetivo técnico. A las que cabe agregar
otras, también acreditadas en la instrucción penal: carencia de
vigilancia en el sector de planta de carga que permitió un re-
lajamiento en las medidas de seguridad, acumulación de explo-
sivos (entre ellos trotil y exolita) en tambores de descarga de
doscientos litros juntamente con proyectiles de diversos cali-
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bres y tipos, autorización de “fumaderos” en sectores de plan-


tas de carga, existencia de depósitos de proyectiles colindan-
tes con barrios residenciales sin ningún tipo de protección,
etc.
A esta altura, no pueden caber dudas de la respon-
sabilidad de la demandada, máxime atendiendo al carácter del
material que se producía en la planta, que debió llevar a la
Dirección General de Fabricaciones Militares a extremar los re-
caudos de protección y precaución. Su conducta anterior y pos-
terior al primer hecho es demostrativa de que no lo hizo; y ha
de juzgarse pues con la pauta suministrada en el art. 902 del
Código Civil, que establece que “Cuanto mayor sea el deber de
obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor
será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de
los hechos”.
Viene al caso recordar que aún en la hipótesis –in-
sisto, a esta altura carente de respaldo- de que los episodios
fuesen consecuencia de motines, revoluciones, o atentados te-
rroristas; la demandada no dejaría de ser responsable en au-//
tos pues se ha acreditado “... que el Estado no actuó con la
debida diligencia tomando las medidas de prevención que, ló-
gicamente, se toman en estas circunstancias” (conf. ALTAMIRA
GIGENA, Julio, “Responsabilidad del Estado”, pág. 167).

VI. Tampoco puede prosperar el argumento de la re-


presentación estatal que pretende subsumir la conducta de Ata-
nor y Petroquímica Río Tercero en un supuesto de culpa concu-
rrente, por el hecho de haberse establecido en las proximidades
de la fábrica militar.
Al respecto, el “a quo” descartó el argumento, aten-
diendo a un triple orden de fundamentos: a) Los actores debie-
ron contar con las pertinentes habilitaciones de las autori-
dades locales; b) Incumbía a la accionada adoptar las medidas
necesarias para evitar tragedias como las sucedidas; c) La
elección del sitio para instalarse no constituye de por sí
culpa de la víctima y si la demandada lo consideraba peligroso,
debió haber alertado a la actora para oponerse a su ubicación.
La apelante no se hizo cargo de ninguna de estas tres razones,
quedando entonces desierto su recurso sobre esta cuestión (arg.
arts. 265 y 266 del C.P.C.C.N.), no resultando idónea la remi-
sión que formula al escrito de contestación de demanda (art.
265 de la ley adjetiva). Al margen de ello, el desarrollo argu-
mental del sentenciador es irreprochable, pues si el lugar se
encontraba habilitado para el uso autorizado, no puede preten-
der el Estado desentenderse de no haber tomado las precauciones
del caso para que dicho ámbito fuera seguro. Por el contrario,
como puse de relieve en el anterior considerando, se han acre-
ditado graves omisiones que potenciaron el riesgo natural
propio de una fábrica de explosivos.
Es claro que la teoría de la aceptación de riesgos
introducida por la D.G.F.M. no puede tener andamiento en este
caso. Como ha recordado la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, fue empleada en el contexto de riesgos anormales o ex-
traordinarios; o de imprudente asunción de riesgos de otra ////
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índole (por ejemplo, permitir ser transportado por un conductor


alcoholizado o carente del registro para conducir). No es apli-
cable cuando media negligencia de la demandada, pues se ha
explicado que la aceptación de riesgos no provoca como efecto
suprimir el deber de reparar, sino que sustituiría la responsa-
bilidad objetiva por la subjetiva, de modo que el dueño o
guardián no se exonera si se demuestra su culpa o negligencia
(ver C.S.J.N., 1/12/92, “Pose c/ Pcia. del Chubut”, pub. en
Fallos: 315:2834).

VII. En cuanto a la segunda explosión, estoy conven-


cido que las demandadas también son responsables. En primer
lugar, no puede discutirse que el nuevo siniestro es conse-
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cuencia del primero (ver al respecto la decisión de la Cámara


Federal de Córdoba del 20/11/96, a la que ya hice referencia),
a raíz de la acumulación de proyectiles hallados en la fábrica
militar y zonas aledañas esparcidos luego de la primera explo-
sión, que la policía provincial y Gendarmería Nacional acumuló
en la zona del polígono de tiro (arg. arts. 901 y 904 del Có-
digo Civil).
Al margen de ello, obsérvese que a los responsables
de la D.G.F.M. también se le han achacado reproches de índole
subjetiva por este segundo hecho. En la instancia de investiga-
ción penal, se sostuvo al respecto que: “... no puede tras-
ladarse la responsabilidad a la Policía Judicial, cuyos ins-
tructores no han estado en condiciones de valorar los datos
técnicos de los folletos. Patentiza aún más ese desconocimiento
de quienes estaban a cargo de la operación policial, el hecho
que varios de sus miembros sufrieron diversas lesiones porque
no se sabía cómo debía tratarse el elemento. Ocurridas las
explosiones del día 24 de noviembre, recién al día siguiente
Fábrica Militar Río Tercero les facilitó técnicos en la mate-//
ria para prevenirlos. Es del caso dejar sentado también, que no
existen constancias que Gendarmería, o mejor dicho el grupo de
tareas designado por el Ministerio de Defensa, conociera la
existencia de los folletos, que entregara ... a la institución”
(ver auto de procesamiento del Juzgado Federal de Río Cuarto,
confirmado por la Cámara Federal, ya citado).
Se advierte de las decisiones judiciales obrantes en
la causa penal, que el obrar de los dependientes de la deman-
dada, en lo que atañe a esta segunda explosión, está teñido de
negligencia, sobre todo ante la omisión de información básica.
Al respecto, la conclusión de la instrucción penal es prístina:
“... no se suministró la información adecuada que hubiera evi-
tado la explosión del día 24 de noviembre”. En tal sentido se
procesó en sede penal, también por este segundo hecho, al por
entonces Director de F.M.R.T., dado que “... debió establecer
cursos de acción lo suficientemente competentes y eficaces, en
atención al estado de cosas que se vivían y que exigían el
mayor celo profesional sobre todo si nos atenemos a que, quie-
nes llevaban la pesada carga de normalizar la situación interna
y externa del predio Fabril Militar, eran ajenas al mismo”. El
obrar de ese funcionario, en lo que hace al segundo hecho fue
calificado como “... negligente, imprudente, y no observando
los deberes a su cargo ... al no facilitar los medios necesa-
rios que coadyuvaran a la correcta normalización del Estableci-
miento, posibilitó un nuevo suceso ...”. Resalto de nuevo que
las afirmaciones volcadas en el auto de procesamiento y el
temperamento incriminador allí adoptado, en lo que aquí inte-
resa, no fue modificado por la Cámara Federal de Córdoba (ver
constancias que corren por cuerda separada).
Prescindiendo de otros factores de imputación que
puede haber, se acreditó en forma plena esa omisión antijurídi-
ca de los funcionarios responsables de la fábrica militar, de-
terminante de la segunda explosión, que también compromete la
responsabilidad del Estado (conf. Suprema Corte de la Pcia. de
Mendoza, 4/4/89, “Torres c/Pcia. de Mendoza”, pub. en L.L. 1989
-C, 511).
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 8

Sin perjuicio de lo expuesto, en donde ha quedado en


evidencia la responsabilidad de la D.G.F.M. en el segundo suce-
so, no puedo dejar de mencionar que aún en la hipótesis de ser
atribuible alguna participación en el hecho a la Gendarmería
Nacional, va de suyo que el Estado Nacional no puede desenten-
derse del accionar de una de sus fuerzas de seguridad. Para
liberarse de responsabilidad, en todo caso, debería haberse
acreditado que en el evento ninguno de sus órganos o depen-
dencias tuvo intervención (conf. C.S.J.N. caso “Ruiz”, pub. en
L.L. 1990-C, 430).

VII. Mas si alguna vacilación resta acerca de la


responsabilidad de las demandadas en la tragedia de Río Terce-
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ro, los decretos 691/95, 992/95 y 158/97 bastan para disiparla.


En dichos reglamentos de necesidad y urgencia (por lo tanto,
“leyes” en sentido material, aunque no formal) el Estado Nacio-
nal establece un régimen de “resarcimiento” (vocablo que emplea
el último de dichos reglamentos, a diferencia de los anteriores
que aluden simplemente a “compensaciones”) para las víctimas de
los luctuosos sucesos. En la motivación del Decreto N° 158/97
se alude en forma expresa a la conveniencia de prevenir la “in-
necesaria litigiosidad”. Asimismo, se supedita el reconocimien-
to de esa indemnización en sede administrativa a la previa
renuncia a efectuar reclamos administrativos o judiciales con-
tra el Estado Nacional o cualesquiera de sus organismos centra-
lizados o descentralizados, o bien imponiendo el desistimiento
de los que ya se hubiesen promovido (ver art. 1 de dicho regla-
mento).
Sin necesidad de examinar las constancias agregadas
una vez que el presente expediente se hallaba en condiciones de
dictar sentencia por esta Sala (fs. 1029/1030 del expte. “Ata-
nor”), surge de un modo evidente el reconocimiento que el Es-//
tado Nacional ha formulado respecto de su responsabilidad en el
nefasto episodio. En atención a las probanzas acumuladas en
estos expedientes y en las investigaciones penales, no cabe su-
poner que las sumas indemnizatorias reconocidas en los men-
tados decretos obedezcan a meras liberalidades, máxime cuando
esas mismas normas subordinan el resarcimiento que otorgan a
renunciar a los reclamos administrativos o judiciales iniciados
o a iniciarse como consecuencia de las explosiones. Si se alude
a una “innecesaria litigiosidad”, es porque se debe tener claro
cuál será el resultado final de un hipotético proceso judicial
contra el Estado. De hecho así lo reconoce el propio Ministerio
del Interior en la prueba informativa llevada a cabo en la cau-
sa 15.390/96, cuando al interrogarse acerca de las razones por
las cuales la demandada asumió las responsabilidades por los
perjuicios derivados de la explosión de la Fábrica Militar Río
Tercero, se responde que se asumió la responsabilidad que “pri-
ma facie” le correspondía al Estado Nacional en función de lo
dispuesto por la segunda parte del párrafo segundo del art.
1113 del Código Civil, ya que por tratarse de un acaecimiento
ocurrido en una fábrica de explosivos de propiedad de una
empresa estatal, se estimó humanitario no postergar el referido
auxilio a las resultas de una investigación que eventualmente
determinara la culpa de un tercero por quien no debiera res-
ponderse (ver fs. 472, respuesta fechada el 31 de octubre de
1996). Habiendo transcurrido más de una década de ese informe,
no sólo no se pudo establecer la existencia de un tercero ajeno
a las demandadas a quien pudiera atribuirse responsabilidad por
el hecho; sino que de las piezas de la investigación penal
aportadas a la causa surge que se busca profundizar el grado de
participación y el reproche subjetivo enrostrado a dependientes
de la accionada.

IX. Viene al caso abordar la imputación de hecho de


la víctima agravante del daño que se desliza sobre “Atanor” en
la causa 21.309/96, dado que el cese de su actividad producti-/
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“Año del Bicentenario”

Causa N° 21.309/96 y acumuladas 9

va –según se dice- obedece a una decisión sancionadora de un


Tribunal de Faltas por no retirar un proyectil alojado en uno
de sus tanques; y que dicha interrupción se produjo recién el 6
de diciembre de 1995.
Antes que nada, hay que ser exactos en cuanto al
período involucrado, pues el cese de la actividad fabril se
produjo entre el 3 y el 7 de noviembre –reanudándose la acti-
vidad el 8 de ese mes-; entre el 24 y el 28 del mismo mes y
entre el 6 y el 12 de diciembre (ver informe pericial contable
fs. 446 del expte. “Atanor”, la segunda también resuelta por el
Juzgado Administrativo de Faltas, ver fs. 237/237 vta.). Ahora
bien, esta última, en rigor, no obedeció a la imposibilidad de
continuar como consecuencia de los daños provocados por las
USO OFICIAL

explosiones o por razones preventivas ponderadas por la empre-


sa, sino en virtud de una decisión de la Justicia Municipal de
Faltas que clausuró la fábrica, a fin de retirar un proyectil
alojado en un tanque de diclorofenol.
A diferencia del “a quo”, tengo para mí que los per-
juicios padecidos por la interrupción de la actividad fabril
productiva que se prolongó entre el 6 y el 12 de diciembre no
deben ser resarcidos por el Estado Nacional.
Me baso en que:
9.1. El cese durante ese período en la actividad de
la planta –que se encontraba en plena producción- obedeció a la
clausura dispuesta por la Justicia Municipal de Faltas, a tra-
vés de la Resolución 2 recaída en la causa “Atanor S.A. p.s.a.
de las infracciones de “poner en riesgo la seguridad de la po-
blación”. De acuerdo a los considerandos de dicha medida, el
tema se origina luego de haberse detectado la presencia de un
proyectil de 15 mm. en el tanque 523. Ello lleva al Juzgado
Administrativo interviniente a considerar que la conducta de
Atanor era de total negligencia e imprudencia al no tomar de //
inmediato las medidas de seguridad necesarias tendientes a
erradicar el riesgo ocasionado, como así también no haber pro-
cedido con urgencia e inmediatez a retirar el proyectil alojado
dentro del mismo, conociendo el grave riesgo que ello signi-
ficaba (ver fs. 228). Una vez retirada esa munición, el mismo
Juzgado de Faltas levantó la clausura preventiva dispuesta como
medida de seguridad, autorizando el reinicio de las actividades
productivas de la planta, a raíz de “Que ha cesado la situación
de irregularidad y peligrosidad” (ver considerandos de la reso-
lución). Asimismo se amonestó a la actora por incumplir la or-
den de retiro de dicho material peligroso en los términos
fijados (ver fs. 215); sanción que no queda claro si fue o no
mantenida (ver fs. 208/209), lo cual no importa demasiado para
la resolución de la causa. No surge del expediente ni alega la
actora que lo decidido en sede administrativa de faltas haya
sido cuestionado por Atanor, por lo que habría adquirido firme-
za. Resulta llamativo y adverso a la postura de la demandante
que no se haya contradicho –tampoco en este proceso- las desca-
lificaciones que le formula el tribunal de faltas.
Quiero dejar en claro que a diferencia de la primera
clausura dispuesta por el organismo de faltas (del 24 al 28 de
noviembre), que sin duda es atribuible a la segunda explosión y
que tiene un carácter preventivo; la restante clausura efecti-
vizada no se encuentra concatenada en forma directa a los esta-
llidos y pudo ser evitada si se hubiese procedido con la
diligencia y prudencia necesarias, cumpliendo la orden emer-
gente del Juzgado Administrativo que impuso la extracción del
proyectil instalado en un tanque de la planta. Juzgo entonces
que se torna aplicable al respecto el art. 1111 del Código
Civil, pues la víctima de haber sido diligente hubiese evitado
el acaecimiento de este daño. El Estado no es responsable pues
de la falta de diligencia de la actora en cumplir con la orden
de retirar la munición, no puede ser fundamento para reco-
nocerle el derecho al resarcimiento por ese período.
Deseo asimismo destacar que a los fines de esta li-//
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 10

litis, carece de interés la corrección y el tiempo razonable


que tardaron las actividades de extracción del proyectil (como
lo informa el perito ingeniero a fs. 649/560). La crítica que
se le formula a la actora –y que genera su propia responsabili-
dad- es porqué no hizo antes esa tarea, así se hubiera evitado
la sanción de clausura de la fábrica.
9.2. Pero aún si no se comparte mi aserto en cuanto a
los efectos del art. 1111 del Digesto de Vélez Sarsfield, di-
siento con el Sr. Magistrado de la anterior instancia en cuanto
a que baste para no eximir de responsabilidad al Estado el he-
cho de que el proyectil hubo de alojarse en el tanque como
consecuencia de la explosión imputable al Estado.
En tal sentido, considero que el perjuicio patrimo-
USO OFICIAL

nial padecido por los días en que la fábrica estuvo inactiva


durante diciembre, al ser originado en una clausura adminis-
trativa dispuesta por el Juzgado de Faltas por no retirarse un
proyectil, no puede considerarse como una consecuencia inme-
diata de los estallidos imputables a la demandada. En cambio,
puede afirmarse, en los términos del art. 901 del Código Civil,
que se trata de una consecuencia mediata, por resultar de la
conexión de un hecho con un acontecimiento distinto, pero que
no deviene necesariamente del curso normal y ordinario de las
cosas.
De acuerdo con el art. 904 del Código Civil, las con-
secuencias mediatas sólo son imputables al autor del hecho
cuando éste las hubiese previsto o cuando empleando la debida
atención pudo preverla, precisamente porque es previsible en
abstracto (ver BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “Teoría General de la
Responsabilidad Civil”, pág. 273). Estimo que ese extremo no se
presenta en autos pues no cabe presumir que la demandada pudo
prever la situación que ocasionó la interrupción de la activi-
dad fabril del 6 al 12 de diciembre.
9.3. Por otra parte, nótese que incluso la deci-
sión del Juzgado Municipal de Faltas que originó dicha clausura
aparece siendo cuestionada por el informe pericial de ingenie-
ría de autos (ver dictamen pericial de la especialidad, fs. 641
y fs. 644). Y concluye el experto, en una directa crítica a lo
actuado por la autoridad local: “Según mi punto de vista
‘técnico’, al ponerle plazos y decretar su clausura, se le ha
ocasionado a la actora una suma de daños y perjuicios no justi-
ficados desde el punto de vista del riesgo real” (fs. 650). Al
margen del acierto u error de esa afirmación, lo concreto es
que tales daños no pueden endilgarse a las aquí demandadas sino
en todo caso a la Municipalidad de Río Cuarto por el obrar de
su tribunal de faltas; fracturándose el nexo de causalidad en-
tre el gravamen producido al detenerse la producción durante
algunos días de diciembre y la conducta de la demandada. De ser
el caso, Atanor debió incluir entre aquellos a los que dirigía
su acción a la Municipalidad de Río Cuarto persiguiendo el
resarcimiento por los daños provocados por una clausura admi-
nistrativa cuyo mérito se ha puesto en tela de juicio.
Por las razones expuestas, a la indemnización recono-
cida en la anterior instancia a Atanor ($ 2.024.603), deberá
restársele aquella parte correspondiente a la interrupción de
la actividad productiva entre los días 8 y 14 de diciembre.

X. Debo señalar que en la causa 21.309/96 la deman-


dada no ha dirigido agravio alguno respecto de la suma a la que
arribó el Magistrado en concepto de resarcimiento por lucro
cesante; aunque sí –y a mi criterio, como acabo de explicar,
con razón- sobre la cantidad de días que deben considerarse a
los efectos de la indemnización por el cese de la actividad
fabril, que en atención a lo propuesto en el anterior conside-
rando se reducen a ocho días, excluyendo los de diciembre.
Por lo tanto, en la etapa de ejecución de sentencia,
a la suma que estableció el Sr. Juez ponderando catorce días de
producción ($ 2.024.603, ver fs. 468, no cuestionada en cuan-//
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 11

to al método empleado para su cálculo), deberá restársele la


parte proporcional a los seis días de diciembre indicados. Si
las partes no se ponen de acuerdo en su estimación, se reque-
rirá el auxilio del perito contador que intervino en autos.
Destaco que el que acabo de abordar es el único
agravio expuesto por la demandada en lo que concierne a la con-
dena recaída en la causa 21.309/96, consintiendo las restantes
sumas contenidas en la sentencia respecto a la reparación de
los daños en las viviendas del personal, así como los asumidos
por las compañías aseguradoras Océano y Prudencia en cuanto a
los deterioros en los edificios de la planta, y los gastos de
atención médica y psicológica de los empleados de la fábrica.
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XI. Es hora de ir comenzando a revisar, de confor-


midad con el pretendido agravio expuesto por la demandada, los
parámetros a ponderar a la hora de fijar la indemnización reco-
nocida en la causa “Petroquímica Río Tercero”. El Magistrado
dice basarse en las conclusiones del dictamen pericial -que en
su momento fueron cuestionadas por la representación estatal-,
arribando a la suma de $ 3.669.933 (como se ve, diferente a la
que menciona la parte actora en el punto “j” de su contestación
de agravios). El cálculo en sí no fue cuestionado por las
partes, aunque cierto es que la demandada critica la base
empleada. En esencia, el especialista tomó en cuenta para
establecer la indemnización pertinente por la interrupción de
la producción, el mes de octubre de 1995, por ser considerado
el más representativo de la capacidad instalada y funcionando
al día del siniestro (ver contestación del experto a las
impugnaciones, fs. 520).
En primer lugar, ni bien se lee la pieza obrante a
fs. 2675/2676 del expte. 15.390/96, surge que siquiera siguien-
do la vara benevolente que esta Sala propicia a la hora de ////
juzgar la suficiencia de las expresiones de agravios, puede
considerarse que dicho escrito expone la crítica razonada y
concreta que requiere el art. 265 del Código Procesal. En
efecto, la accionada sostiene que “... bien pudieron ser consi-
deradas las impugnaciones y observaciones que esta parte formu-
lara a dicho informe técnico presentado ... y a las que me
remito en mérito a la brevedad”. Se impone entonces, como
consecuencia, la deserción parcial del recurso (art. 266 C.P.
C.C.N.).
Sin perjuicio de lo expuesto, a mi criterio (art. 477
de la ley ritual) el perito contador fue convincente al des-
cartar el empleo de la metodología postulada en la impugnación
a su informe y reiterada en la expresión de agravios, señalando
que la utilización del valor promedio de la producción anual
para la determinación de la producción posible de noviembre y
diciembre 1995 (postulado por la demandada), no resultaría ade-
cuado ya que se atribuiría a dichos meses una parte proporcio-
nal del efecto de paradas puntuales y/o programadas que ya
incidieron en su totalidad en los meses en que ocurrieron y se
neutralizaría arbitrariamente el efecto progresivo de las mejo-
ras en los circuitos productivos provenientes de su adaptación
al avance tecnológico (ver fs. 519/520). De todos modos, aclaro
que de seguirse el criterio sugerido por la representación
estatal, las diferencias no parecerían ser significativas, pues
el método que se propone al experto (emplear un promedio anual)
arroja una suma de $3.522.294 (ver fs. 496).
Téngase presente que de conformidad con la cesión de
créditos obrante a fs. 294 de esta causa, esta condena favorece
a Atanor y a Bunge y Born.

XII. El “a quo”, en la causa que vengo analizando,


dispuso que a la suma reconocida a favor de la actora se le de-
bía descontar la cantidad de $ 328.964,69 a favor de La Patago-
nia Cía. de Seguros y $ 173.482,66 correspondientes a la asegu-
radora Prudencia. Ni la actora ni la demandada (en el caso de /
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 12

esta parte, al menos de conformidad con el art. 265 del Código


forense) cuestionaron en este expediente esa decisión; por lo
tanto, no puede ser revisada por el Tribunal. Sin perjuicio de
ello, la cuestión está íntimamente vinculada a los agravios
vertidos en los autos 4727/97, y será tratada en el Conside-
rando XIV. Ello es así dado que los límites de la intervención
de la Alzada vienen impuestos por el análisis de los agravios,
en atención al principio “tantum devolutum quantum apelatum”,
que da base al art. 277 del Código Procesal.
No se me escapa que la demandada en su escrito de
agravios, titula el punto II.4 de su escrito “AGRAVIO POR CON-
DENA A FAVOR DE TRADICION SEGUROS (LA PATAGONIA CÍA. DE SEGUROS
– CAUSA N° 21.424/96 y 15.390/96)”. Empero se trata de un con-
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junto de generalidades que, en concreto, ninguna crítica razo-


nada y particularizada destina a la obligación de pago estable-
cida en su contra y a favor de la compañía aseguradora en el
expte. 15.390/96 (arts. 265 y 266 del C.P.C.C.N.).

XIII. Me abocaré ahora al análisis del agravio prin-


cipal deducido por el Estado Nacional contra la decisión obran-
te en el expte. 21.424/96, promovido por Tradición Seguros S.A.
(continuadora de “La Patagonia Cía. de Seguros”), que trasunta
en que la liquidación de los daños se llevó a cabo de manera
unilateral.
Antes que nada creo de interés recordar que el dere-
cho de “Tradición...” a subrogarse en la posición del damnifi-
cado nace del hecho de haberse colocado en lugar del asegurado
en razón del pago indemnizatorio que efectuó, pues su situación
se subsume en la prevista en el art. 768 del Código Civil (que
apunta a vedar el enriquecimiento sin causa). Por imperio de la
subrogación legal, la compañía de seguros, una vez satisfecha
la obligación de cobertura, se sitúa en la misma posición del /
damnificado. No se trata de un derecho propio del asegurador,
sino que el art. 80 de la Ley N° 17.418 le transfiere el del
asegurado hasta el monto de la indemnización abonada. El
extremo fáctico relevante es el del efectivo pago por parte de
la aseguradora, aspecto que en autos no se encuentra contro-
vertido.
En tal sentido, a fs. 962 Petroquímica Río Tercero
informa que tenía contratada con la antecesora de la actora en
esta causa la póliza 536.303, por el 100% de la cobertura
específica de viviendas. Asimismo confirma que a raíz del
siniestro percibió las sumas de u$s 500.000 (el 22/11/95) y u$s
962.759 (el 16/08/96) en concepto de indemnización por los
daños producidos en el barrio “Las Violetas”. Del informe de
los liquidadores de seguros, extraigo que dicho barrio contiene
ciento ocho viviendas, muy próximas a F.M.R.T.. Las mismas
fueron construidas por Petroquímica Río Tercero, con una super-
ficie mínima de noventa y nueve metros cuadrados; y sufrieron
daños de consideración o fueron directamente arrasadas; como
aconteció con cinco manzanas de ese barrio (fs. 969/970 del
expte. 21.424/96). Destaco que dicho informe contiene un proli-
jo análisis y claras explicaciones acerca de cómo los peritos
liquidadores llegan a la suma que indican en su resumen indem-
nizatorio (u$s 1.462.759, ver fs. 989 del expte. que vengo ana-
lizando). Asimismo son ilustrativas en cuanto a la dimensión de
los daños las fotografías acompañadas como Anexo “O”. También
resulta un elemento de juicio a tener en cuenta el acta de
constatación notarial de los daños irrogados al barrio “Las
Violetas”, así como otras fotografías que se producen en esa
diligencia y se acompañan a autos (ver fs. 1171/1172). Aclaro
que no he podido encontrar objeciones de la demandada ni al in-
forme de los liquidadores de seguros (elaborado por la firma
“Pousa, Pasutti, Deak & Cía. S.A.”) ni respecto de los ins-
trumentos notariales.
Sí pude hallar en la causa como elemento relevante a
tener en cuenta las constancias del expediente 1891 del Minis-/
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 13

terio del Interior, iniciado por Petroquímica Río Tercero pro-


curando la compensación de los daños sufridos en ciento seis
inmuebles del barrio, cuyas copias se encuentran en esta causa
(ver carátula de esos obrados a fs. 764 de autos). La comisión
oficial que intervino en la determinación de los daños –com-
puesta en forma exclusiva por funcionarios de la Administración
Pública, de acuerdo al Decreto N° 691/95-, opinó que la solici-
tud de compensación era procedente (salvo mejor opinión de la
superioridad) por un total de daños verificados en las vivien-
das de $ 2.996.161.
Dado que para la época la actora en este proceso le
había adelantado la suma de $ 500.000, se concluyó en que el
monto a reconocer sería de $ 2.496.161. La superioridad com-
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partió esa intervención (ver copia a fs. 776 de la causa 21.424


/96), empero el expediente administrativo no avanzó. Como se
nota a simple vista, comparando las cifras asumidas por “Tradi
ción ...” con las que en su momento se verificaron en sede
administrativa, la indemnización establecida en la anterior
instancia dista de lucir inapropiada.
En cuanto al riesgo de que exista una “doble
indemnización” o un “enriquecimiento sin causa”, planteado sin
mayor rigor ni el menor desarrollo en la expresión de agravios
de la representación estatal, cabe señalar que no hay tal con-
tingencia. Como ya expliqué, en autos la aseguradora, subrogada
en el derecho de la damnificada, persigue el reintegro de las
sumas abonadas como consecuencia del siniestro vinculadas a las
viviendas del Barrio Las Violetas. En todo caso, si la repre-
sentación estatal consideró que Petroquímica Río Tercero ya fue
indemnizada en forma parcial por el Estado, no se comprende
cómo la representante de la demandada no planteó la cuestión
como defensa, acompañando los comprobantes del caso.
////
XIV. Resta analizar los agravios que la actora vuelca
en el expte. 4727/97, en que el “a quo” rechazó la demanda
incoada por la aseguradora Tradición, por considerar que las
sumas reclamadas en estos obrados ya han sido reconocidas en la
sentencia dispuesta en la causa “Petroquímica Río Tercero”.
Como señalé al finalizar el Considerando XII, en ese proceso el
Juez dispuso que a la indemnización reconocida a la actora se
le descuenten las sumas de $ 173.482 -que asignó a Prudencia
Cía. de Seguros- y la de $ 328.964 -en beneficio de Tradición
Seguros-, “... en virtud de las subrogaciones de las que se da
cuenta a fs. 382 ...” (ver considerando 5 del fallo apelado).
Como lo hace notar la compañía en su expresión de
agravios de la causa 4727/97, lo correcto hubiese sido que el
“a quo” admita la demanda en el proceso en que Patagonia,
antecesora de Tradición Seguros, reclamó la indemnización abo-
nada a Petroquímica Río Tercero. Adviértase que se trata de la
asunción del siniestro respecto del rubro lucro cesante o pér-
dida de beneficios (ver demanda fs. 448 vta.), que efectiva-
mente coincide con la pretensión que el “a quo” admitió en el
expediente impetrado por Petroquímica Río Tercero. Si se com-
pulsa el escrito inaugural de los autos 4727/97, a fs. 445/451
vta. se corrobora que la actora pretende la suma de u$s //
260.224, monto que coincide con exactitud con el que informa
Petroquímica Río Tercero en la causa 15.390 como satisfecho por
Patagonia Seguros.
Para evitar equívocos, transcribiré en forma literal
el agravio de Tradición Seguros: “... sin que haya dado razón
alguna para cambiar dicho temperamento, el Sentenciante admitió
el reclamo por el crédito de mi representada; pero lo hizo en
el Expediente 15.390/96. Y cometiendo un notorio yerro, rechazó
la demanda impetrada en estos actuados” (el resaltado es del
propio original, fs. 864 vta.). “... es claro que mi parte no
pretende una condena en el expediente n° 15.390/96 y otra en el
presente, sino una única condena en estas actuaciones” (fs.
865).
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Por lo tanto, procede revocar lo resuelto por el “a


quo” en cuanto al rechazo de la demanda en el expediente 4727;
haciendo lugar al agravio de Tradición Seguros y ordenar al Es-
tado Nacional a abonarle la suma de $260.224 (las razones por
las que las condenas se expresan en pesos las daré al llegar al
agravio específico).
Se advierte sin dificultad que dicho monto es infe-
rior al admitido en la sentencia a favor de Tradición en la
causa “Petroquímica”; condena que obviamente, queda sin efecto,
pues entonces sí habría una duplicidad de indemnizaciones en
beneficio de la aseguradora. El “a quo” había reconocido la
suma de $ 328.964,69, sin explicar cómo arriba a esa cantidad
(diferente a la que reflejan los recibos otorgados por la ac-
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tora y las constancias de la causa) y siendo que en el consi-


derando 6 alude a que a la época del pago subrogatorio la
accioante debió desembolsar $ 60.224.
Al margen de la improcedencia sustancial de la cifra
reconocida por el “a quo”, lo cierto es que formalmente es su-
peior a la reclamada por la compañía aseguradora (ver objeto de
la demanda en el expte. 4727, fs. 445). De tal modo, si admi-
tiera dicha suma, que excede la solicitada por la actora, me
apartaría del principio de congruencia y resultaría una deci-
sión “extra petita”, violentando el art. 34 inc. 4 y el art.
163 inc. 6 del Código Procesal. Por cierto, estimo que la so-
lución que propongo no merecerá críticas de la apelante
Tradición Seguros, pues ella misma al expresar agravios en
virtud de lo transcripto en párrafos anteriores dejó en claro
cuál era su pretensión, persiguiendo una única condena en estas
actuaciones, que demás está decir no puede ser superior al
monto requerido.

XV. En cuanto a la petición referida a que las su-//


mas liquidadas por las aseguradoras sean abonadas en dólares,
estimo que no tiene andamiento, pues no encuentro razones para
que la sentencia se efectivice en la moneda estadounidense.
Tanto al momento en que se concertó el contrato de
seguro (cierto es que en ese convenio se utilizó un valor dó-
lar, mas no lo es menos que el art. 1195 del Código Civil veda
imponerle esa estipulación a la demandada), como cuando la
actora asumió el siniestro, se encontraba en vigor el régimen
de convertibilidad diseñado por la Ley N° 23.928, que estable-
ció la paridad entre la valuación de la moneda nacional y el
dólar.
Al encontrarse el valor de la moneda estadounidense
equiparado a la divisa argentina, mal podría reclamarse dife-
rencia alguna atento a la similitud en la valuación de ambos
billetes. Es claro que no puede aspirarse a que lo abonado se
reintegre en dólares, sin incurrir en un enriquecimiento sin
causa, atento al incremento del valor de cambio de esta moneda
una vez superado el régimen de convertibilidad. Por similar ra-
zón (y las cuestiones adjetivas que luego analizaré) propongo
desestimar el agravio subsidiario relativo a la aplicación del
Coeficiente de Estabilización de Referencia.
No me parece correcto criticar al Juez “a quo” por
desconocer el principio de congruencia, en atención a que las
accionadas no cuestionaron la procedencia de la indemnización
en dólares. Téngase presente que para la época de la contesta-
ción de la demanda (ver causa 21.424/96 cargos de fs. 853 vta.
y 886 vta.), aún se encontraba en vigencia la ley de converti-
bilidad 23.928 y la paridad cambiaria aludida. De manera que si
la representación del Estado Nacional no se opuso a la moneda
de pago pretendida era porque la cuestión no le suscitaba
ningún agravio, pues la divisa norteamericana era considerada
dinero con un valor equivalente al peso moneda nacional (conf.
arts. 617 y 619 del Código Civil, texto según Ley N° 23.928;
esta Sala, 1/12/09, “Agencia Marítima Neto S.A. c/ Lamyra
Maritime s/cobro de sumas de dinero”).
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“Año del Bicentenario”

Causa N° 21.309/96 y acumuladas 15

Destaco que la jurisprudencia invocada por la actora


no resulta de interés en los presentes procesos en los que se
dilucida una responsabilidad de índole extracontractual y no se
trata de un convenio entre partes estipulado en moneda extran-
jera ni de una mercadería adquirida en dólares como conse-
cuencia de una importación.
En cuanto a la causa 21.424, cabe agregar que Tradi-
ción Seguros recién formuló manifestaciones respecto de la Ley
N° 25.561 y el Decreto N° 214/02 en el escrito de fs. 1258/
1263, presentado más de un año después de la sanción de esa
normativa, sin requerir tampoco la aplicación del Coeficiente
de Estabilización de Referencia, por lo tanto el reclamo subsi-
diario expuesto no puede ser atendido en virtud de los arts.
USO OFICIAL

271 “in fine” y 277 de la ley adjetiva.

XVI. Los agravios de las actoras relativas a la tasa


de interés dispuesta por el Magistrado de la anterior instancia
resultan procedentes, pues a las sumas reconocidas deberán adi-
cionarse accesorios calculados conforme a la tasa activa del
Banco de la Nación Argentina (conf. esta Sala, 8/06/95, “Grossi
c/ C.N.A.S.”; 26/08/2002, “Terminal Murchison Roman c/ A.F.I.
P.”, pub. en L.L. 2003-A, 368). Toda vez que en el “sub judice”
las obligaciones reconocidas en esta sentencia se encuentran
consolidadas, corresponde que se aplique la tasa activa del
Banco Nación desde la fecha de la primer explosión hasta el
1/01/2000, término a partir de la cual empezarán a devengarse
los intereses previstos en la normativa de emergencia (Ley N°
25.344 y Decreto N° 1116/00), hasta el efectivo pago.
En la causa 21.424/96, estimo le asiste razón a
“Tradición Seguros” en cuanto a que los intereses deben correr
desde la fecha de los pagos efectuados al damnificado. Como lo
ha sostenido la Cámara Nacional Comercial en un fallo de su ///
Sala B, a través del voto del por entonces Juez MORANDI, tra-
tándose de un reclamo de daños y perjuicios efectuado por el
asegurador que se subroga en los derechos del asegurado, los
intereses deben computarse a partir de la fecha en que la
compañía indemnizó al damnificado (ver voto concurrente en el
caso resuelto el 11/04/79, “Sancor c/Noya Suárez”, pub. en L.L.
1979-B, 644, y sus numerosas citas). Esa es la solución más
justa y equitativa, ya que es desde entonces que se produjo el
detrimento patrimonial que la compañía reclama (ver, en igual
sentido, Cámara Civil, Sala “M”, 9/11/2009, “Transportes Pam-
peano c/ Servoli S.A.”; Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de Córdoba, 05/07/2007, “La Segunda Coop. Ltda. de
Seguros c/ Libertad S.A.”, pub. en L.L. Córdoba noviembre de
2007, pág. 1077). Idéntica conclusión postuló la doctrina, con-
siderando que el asegurador no necesita interpelar al deudor en
supuestos de hechos ilícitos, puesto que la mora del obligado
nace a partir de ese momento (conf. MEILIJ, Gustavo, “Tres as-
pectos de la subrogación del asegurador: prescripción, intere-
ses y depreciación monetaria”, pub. en L.L. 1978-C, 741).
Para finalizar la cuestión vinculada al rubro intere-
ses, advierto que en la causa 15.390/96 quedó firme la tasa
dispuesta por el Magistrado interviniente respecto de Prudencia
Compañía Argentina de Seguros Generales (ver escritos de fs.
2627 y 2652).

XVII. Con relación al pedido de sanciones con sus-


tento en la alegada temeridad y malicia de la accionada for-
mulado a fs. 1032 del expediente “Atanor”, estimo que es impro-
cedente. Tengo en cuenta para ello el carácter restrictivo con
que debe aplicarse la penalidad establecida en el art. 45 del
Código Procesal; privilegiando, en caso de duda, el ejercicio
del constitucional derecho de defensa en juicio. Por otra par-
te, resultan atendibles las explicaciones brindadas por la
representación estatal a fs. 1036/1037 y las diferencias que
marca entre las declaraciones públicas de la titular del Po-///
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“Año del Bicentenario”

Causa N° 21.309/96 y acumuladas 16

der Ejecutivo y la ausencia de un acto administrativo que


reconozca la responsabilidad estatal. Por mi parte, advierto
que las manifestaciones de la Presidenta de la Nación que se
acompañan a fs. 1029/1030 se refieren a la presentación de un
proyecto de ley –cuya sanción no depende del poder adminis-
trador, y las partes no han informado que el mismo se haya
aprobado por el Parlamento- y parecen dirigidas a las personas
de la comunidad que padecieron las consecuencias de las explo-
siones y no a las empresas actoras.

XVIII. En mérito a lo expuesto, voto por:


18.1. En la causa 21.309 (“Atanor”), hacer lugar en
parte al escrito de apelación interpuesto por la demandada y
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modificar lo resuelto en la instancia anterior, debiéndose dis-


minuir de la suma que estableció el “a quo” ponderando catorce
días de interrupción de producción, la parte correspondiente al
período que abarca desde el 6 al 12 de diciembre. El monto re-
sultante de esa operación deberá ser determinado en la etapa de
ejecución de sentencia, y a falta de acuerdo de partes para su
estimación deberá recurrirse al auxilio del perito contador
designado en esos autos. Se hace lugar también al recurso de
apelación interpuesto por Atanor, disponiendo que las sumas
resultantes de la condena devenguen, a partir de la fecha de la
primera explosión, la tasa activa del Banco de la Nación Argen-
tina hasta el 1/01/2000, fecha de corte a partir de la cual
comenzarán a correr los intereses previstos en las normas de
emergencia (Ley N° 25.344 y Decreto N° 1116/00). Las costas de
ambas instancias se distribuyen en un 70% a cargo de la deman-
dada y en un 30% a cargo de la actora (art. 71 del C.P.C.C.N.),
con excepción de las devengadas como consecuencia del recurso
de Atanor que se imponen en su integridad a la accionada ven-
cida (art. 68 del Código Procesal). Quedan sin efecto las re-//
gulaciones de honorarios practicadas por el “a quo” y se di-
fiere el tratamiento de los recursos interpuestos por los
profesionales intervinientes hasta tanto medie en autos liqui-
dación aprobada de conformidad con las bases sentadas en esta
sentencia.
18.2. Respecto de la causa 15.390 (“Petroquímica Río
Tercero”) se confirma lo resuelto en la anterior instancia y se
desestima el recurso de apelación incoado por la demandada, con
costas (art. 68 C.P.C.C.N.). En atención a lo resuelto en el
expte. 4727/97, queda sin efecto la condena a favor de Patago-
nia Seguros. Se hace lugar, con costas (art. 68 de la ley ri-
tual) al recurso de apelación interpuesto por Petroquímica Río
Tercero, modificando (respecto de esa apelante) la tasa de in-
terés del modo señalado con anterioridad. En virtud del escrito
obrante a fs. 294 de estos autos, la condena es a favor de
“Atanor S.A.” y “Bunge y Born S.A.”. Quedan sin efecto las re-
gulaciones de honorarios practicadas por el “a quo” y se di-
fiere el tratamiento de los recursos interpuestos por los pro-
fesionales intervinientes hasta tanto medie en autos liquida-
ción aprobada de conformidad con las bases sentadas en esta
sentencia.
18.3. En la causa 21.424/96 (“Tradición Seguros”), se
desestima el recurso de apelación interpuesto por la epresenta-
ción estatal, confirmando lo resuelto en la anterior instancia.
Con costas (art. 68 C.P.C.C.N.). Se hacer lugar en parte al re-
curso de apelación interpuesto por la actora, modificando lo
resuelto por el “a quo” en lo que concierne a los intereses;
disponiendo que las sumas resultantes de la condena devenguen,
a partir de la fecha de los respectivos pagos de la compañía
aseguradora, la tasa activa del Banco de la Nación Argentina
hasta el 1/01/2000, fecha de corte a partir de la cual comen-
zarán a correr los intereses previstos en las normas de emer-
gencia (Ley N° 25.344 y Decreto N° 1116/00). Las costas
devengadas como consecuencia del trámite de la apelación de la
actora se distribuyen un 30% a esta parte y el restante a car-/
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Causa N° 21.309/96 y acumuladas 17

go de la demandada. En cuanto a los honorarios, propongo adop-


tar similar temperamento al ya propiciado en los anteriores
procesos.
18.4. En la causa 4727/97 (“Tradición Seguros”), se
hace lugar al recurso de apelación revocando lo resuelto en la
anterior instancia. Se condena a la demandada a abonarle a la
actora (continuadora de la aseguradora Patagonia) la suma de $
260.224, la que devengará intereses desde la fecha de la asun-
ción del siniestro; que se calcularán aplicando la tasa activa
del Banco de la Nación Argentina hasta el 1/01/2000, fecha de
corte a partir de la cual comenzarán a correr los intereses
previstos en las normas de emergencia (Ley N° 25.344 y Decreto
N° 1116/00). Se distribuyen las costas devengadas en este pro-
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ceso en un 80% a cargo de la representación estatal y el 20%


restante será sufragado por “Tradición Seguros”, en atención al
modo en que se resuelve y la entidad de las pretensiones de la
actora que prosperan. Se dejan sin efecto las regulaciones de
honorarios practicadas por el “a quo” y se difiere el trata-
miento de los recursos interpuestos por los profesionales
intervinientes hasta tanto medie en autos liquidación aprobada
de conformidad con las bases sentadas en esta sentencia.
Los señores Jueces de Cámara doctores Ricardo Víctor
Guarinoni y Santiago Bernardo Kiernan, por razones análogas a
las aducidas por el doctor Alfredo Silverio Gusman, adhieren a
las conclusiones de su voto.
Con lo que terminó el acto. ALFREDO SILVERIO GUSMAN -
RICARDO VÍCTOR GUARINONI - SANTIAGO BERNARDO KIERNAN -.
Es copia fiel del acuerdo original que obra en las
páginas n° a n° del Libro de Acuerdos de la Sala
2 de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial
Federal.
////
Buenos Aires, de marzo de 2010.-
Y VISTOS: Por lo que resulta del acuerdo que antece-
de, téngase por resolución de la Sala lo propuesto en el punto
XVIII del primer voto. Se dejan sin efecto las regulaciones de
honorarios practicadas por el “a quo”, difiriendo el tratamien-
to de los recursos interpuestos por los profesionales intervi-
nientes hasta tanto medie en autos liquidación aprobada de con-
formidad con las bases sentadas en esta sentencia, oportunidad
en la que la Sala regulará los estipendios profesionales por la
actuación ante la segunda instancia.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.

ALFREDO SILVERIO GUSMAN

RICARDO VÍCTOR GUARINONI

SANTIAGO BERNARDO KIERNAN

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