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perdices?
rase una vez el final de un cuento de
hadas. Todo haba acabado felizmente, y el
prncipe y la princesa haban llegado a
casarse tras muchas aventuras. Y vivieron
felices y comieron perdices.
Pero, al da siguiente, el prncipe tena un
fuerte dolor de cabeza y no le apeteca
comer perdiz. Sali a pasear por los
jardines mientras la princesa devoraba
una perdiz tras otra. Tantas comi, que al
llegar la noche sufra una gran indigestin.
Esa noche, el prncipe protestaba, pues no
se senta feliz.
- Vaya birria de cuento. No me siento para
nada feliz.
- Si no eres feliz, es porque no has
comido perdiz.
Y al da siguiente ambos solo comieron
perdices, pero el mal humor del prncipe no
desapareci, y la indigestin de la princesa
empeor.
- Vaya birria de cuento- dijo tambin la
princesa.
El tercer da era evidente que ninguno de
los dos era feliz.
- Cmo puede irnos tan mal? Acaso no fue
todo perfecto durante el cuento?
- Es verdad. Lo tenemos todo, y hasta nos
hemos casado! Qu ms necesitamos para
ser felices?
Ninguno de los dos tena ni idea, pues se
haban preparado para vivir una vida de
cuento. Pero, al terminar el cuento, no
saban por dnde seguir. Decididos a
reclamar una felicidad a la que tenan
derecho, fueron a quejarse al escritor del
cuento.
Era verdad.
intentarlo.
prncipe,
ms a
felices.
final de
no
perdan
nada
por
Pronto
se
sintieron
tan
dichosos
repartindose felicidad que, a pesar del
esfuerzo que les supona, no pudieron
parar en ellos mismos, y comenzaron
tambin a preocuparse de la felicidad de
sus sbditos y los dems personajes de su
cuento. Hasta las legendarias princesas que
no haban sabido vivir felices en su final de
cuento pudieron recibir su consejo y su
ayuda.
As, habiendo descubierto el secreto de
los finales felices, hicieron por fin una
ltima visita para llevar a su amigo el
escritor un regalo muy especial: un nuevo
final de cuento. Y el escritor lo tom y lo
agreg a la ltima pgina, donde desde
entonces puede leerse y, renunciando a
su felicidad por la del otro, pudieron
amarse y ser felices para siempre.
Pedro Pablo Sacristan