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La ley establecía una recompensa de 3,75 pesetas por cada lince muerto
Cazar un lince en los montes de Mazagón era tan lícito hace unos años
como lo es hoy cazar un conejo. La caza del lince, ese felino en peligro crítico de
extinción, ha pasado en pocos años, de ser una alimaña perseguida a especie
protegida. Las principales causas de su desaparición se le atribuyen a la
destrucción de su hábitat, la disminución de la población de conejos —su
alimentación básica—, los atropellos y la caza o muerte provocada por diversos
medios. Pero para saber algo más del motivo de su desaparición hay que
remontarse muchos años atrás, cuando este animal fue considerado una alimaña
y comenzó a ser perseguido.
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El lince en los montes de Mazagón José Antonio Mayo
El lince nunca fue una pieza de caza de interés en nuestro país, dado que
en aquella época las especies cinegéticas abundaban y este animal quedaba
relegado a un segundo plano; aunque en algunos lugares como en Mazagón, su
carne estaba catalogada como un manjar exquisito, y el olor del guiso de lince
que desprendían las ollas de muchas chozas —no ya de Mazagón sino de todos
los pueblos forestales limítrofes—, despertaba la secreción del jugo gástrico a
propios y extraños, eso que vulgarmente solemos llamar: se me hace la boca agua.
Una vez desollado y limpio, el animal se colgaba al sereno en las puertas de las
chozas para orearlo y reblandecerlo, y al día siguiente su exquisita carne blanca
era cocinada al fuego del carbón de leña.
La desaparición del lince empezó a ser más preocupante entre los años 50-
60. El Decreto del Ministerio de Agricultura, de 11 de agosto de 1953, declaraba
obligatoria la creación de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos en el plazo
de dos meses, a partir de su publicación en el Boletín Oficial. Las Juntas se debían
constituir con carácter obligatorio en todas las provincias españolas. Estas
entidades, además de compensar económicamente la captura de las alimañas,
adjudicaban también un reconocimiento público en función de las piezas cazadas
y del grado dañino de las mismas. A estas capturas orquestadas por el Estado
hubo que sumarle también la comercialización de su piel, muy bien cotizada, que
animó a los cazadores a poner el dedo en el gatillo para llevarla al mercado
peletero. Y lo curioso de todo esto, es que la misma Administración Pública que
antaño fomentó y premió su exterminio, realiza ahora inversiones millonarias
para protegerlo.
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El lince en los montes de Mazagón José Antonio Mayo
Ver un lince hoy en los montes de Mazagón no es cosa fácil, aunque los
amigos de la naturaleza, asiduos visitantes de nuestros parajes, que saben por las
zonas donde campea, han tenido la oportunidad de encontrarse con él en más de
una ocasión, luciendo ese collar de radiotransmisores por el que son localizados
por los biólogos de Doñana.
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El lince en los montes de Mazagón José Antonio Mayo