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Picasso: La vida

1903. 197 x 127,3 cm. Oleo sobre lienzo.


Cleveland Museum of Art, Cleveland.
En la exploración de formas nuevas a las
que se lanza el joven Picasso, las obras de las épocas
azul y rosa sobresalen como ejemplos notables de la
pureza de un pensamiento artístico. El artista
materializa los ideales humanista. Además, estas telas
se caracterizan por la nobleza de la pura realización
artística. Se suele datar los inicios del período azul
durante el segundo viaje que hizo a París. En la
Navidad de 1901 vuelve a Barcelona con óleos
terminados o en plena ejecución, pintados con un
estilo muy distinto: "La fuente del arte es el dolor", dice
ahora a sus amigos. En estos cuadros vemos cómo
surge el mundo azul de la soledad silenciosa, de los
parias de la sociedad: enfermos, inválidos, viejos,
mendigos. Tanto por la realización como por la
temática o el sentimiento del mundo, la época azul
deriva directamente de la tradición hispánica. También
la influencia del cine mudo fue decisiva; es el triunfo de
la atmósfera ambiental sobre el antiguo claroscuro y
sobre la policromía del impresionismo.
A menudo se relaciona esta predilección por las imágenes de miseria, del
sufrimiento y de la desesperación trágica con las condiciones de la vida de París del
artista y con la muerte de su amigo Casagemas, que se suicidó en 1901. No obstante, las
fuentes de las que se alimenta la época azul son más amplias y profundas. Hay que
buscarlas en el clima social del momento, en la atmósfera de la vida social de Barcelona y
en la visión del mundo del mismo Picasso. Recordemos que en aquellos momentos
Barcelona era uno de los santuarios del pensamiento anarquista revolucionario, donde se
reflejaba la brutalidad de los contrastes sociales y de la miseria de la España de aquel
entonces. Este clima intelectual impregnaba la vida barcelonesa con las discusiones en
los clubs, las reuniones y los mítines. En este ambiente, en el que aquello que se
apreciaba más era la libertad y la independencia, y en el que la compasión por los
humildes se imponía como norma moral suprema, se forjaron las actitudes vitales y las
reacciones morales del joven Picasso.
París no sólo proporcionó al pintor un conjunto de impresiones artísticas
nuevas; además le reveló la cínica inmoralidad de la sociedad, el egoísmo de los
poderosos y la vida triste de los barrios miserables. Visita hospitales, manicomios,
hospicios, y en ellos encuentra a los héroes de sus cuadros: pobres, inválidos,
desheredados, parias de la sociedad en sus lechos sarnosos. Pero no sólo es la
compasión sentimental por ellos lo que el artista expresa en sus cuadros; el mundo azul
del silencio por el que se mueven los personajes es más que un símbolo del sufrimiento,
también es un mundo de soledad orgullosa, de pureza moral. Exaltando su nobleza moral
y su belleza, Picasso expresa su desprecio por la burguesía. "El cuadro de La Vida, de
1903, es la pieza maestra de la Epoca Azul, de un simbolismo inusualmente oscuro en
sus primeras obras y sujeto a múltiples interpretaciones académicas, sobre las cuales el
artista nunca se pronunció.
Picasso realizó cuatro bocetos preparatorios para el cuadro, variando la
composición de las figuras al menos dos veces; cabe destacar que la figura masculina,
que empezó siendo un autorretrato, acabó siendo una representación de su amigo Carlos
Casagemas.
La Vida resume la mayor parte de los temas y la atmósfera de la época azul: el
pesimismo nihilista desarrollado en su época de formación en Barcelona, recrudecido bajo
las dificultades materiales que sufre en la época. «Cree que el Arte es hijo de la Tristeza y
del Dolor», decía su amigo Jaime Sabartés. La soledad de los niños, la miseria de pobres,
mendigos y ciegos son a menudo descritos en los cuadros de ese momento: Las dos
hermanas (1902), Pobres a orillas del mar (1903), El viejo guitarrista ciego (1903), El
asceta (1903) y La Celestina (Carlota Valdivia) (1904) se cuentan entre las primeras obras
maestras de Picasso.
En ella se contraponen dos grandes temas conocidos. El de la pareja desnuda,
de pie y enlazada, y el de la majestuosa maternidad pobre, cubierta con un manto y los
pies desnudos. La pareja evoca los rasgos de Carles Casagemas y su amante Germaine.
Dos personalidades tiernas y delicadas. Una relación que fue capaz de crear, en el
hombre, un enamorado que le llevó al intento de asesinato y al suicidio. La maternidad es
ya un icono sistematizado por Picasso, con su perfil severo y estatuario, modelado por la
pobreza, que aquí aparece como especie de retrato del dolor frente a la felicidad.
La escena ocurre en un estudio del pintor donde un cuadro evoca la tristeza de
la soledad y el toro, encima de él, el consuelo del calor humano.
Aquí no hay una lectura argumental del tema. No es, como diría una lectura
superficial, la escena de los amantes sorprendidos por la mujer legítima. Es más bien una
confrontación entre el romanticismo que no piensa en el futuro y la realidad gravosa y
dura. El azul es discreto. Mezclado con ocres, con un verdoso, con un toque lila.
"Aquí, en La vida, ella -la mujer- se apoya ensimismada y pensativa en un hombro de él,
el hombre. Y él señala a lo que han sido y serán: niñez necesitada de cobijo y de regazos,
y madurez camino de la ancianidad... Con lo que La vida viene a ser una especie de
antigua vanitas cristiana de las que se pintaban con el título de las "tres edades" y a las
que se llegaba a añadir la Muerte, o la Vejez mostrando el espantable pellejo de su
decadencia corporal.
Sobre sendos cuadros de por detrás y muy cerca de los personajes principales de La vida
se pergeña, además, una mujer hundiendo su cabeza en el pecho y los brazos
protectores del varón. Eso y, por debajo, un hombre -o una mujer..., el ser humano,
sumido en su soledad. Diríase que ya Picasso se adiestra en configurar conceptos, para
treinta y tres años después manejarlos y traducirlos a los símbolos que la obra magna del
Guernica.
Es una de las primeras creaciones en que Picasso introduce lo autobiográfico.
El hombre moreno de rostro digno de un poeta romántico es el amigo Casagemas, el
pobre suicida a causa del amor sentido por Germaine Pichot.
El dedo apuntado hacia el cielo recuerda sin duda el difunto Casagemas que
sustituirá definitivamente a Picasso en la versión final.

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