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La consumición turística

Una contribución a la teoría de la consumición

Prof. Dr. Kurt Krapf

Texto completo de la tesis presentada por el autor para acceder al puesto de profesor
numerario

Universidad de Berna

1953

Versión española de

Francisco Muñoz de Escalona (2000)

de la versión francesa de Rene Baretje (1964) de la versión original en alemán con un


prólogo de Walter Hunziker

1
ÍNDICE

Nota del traductor español


Prefacio del W. Hunziker
Prólogo del autor

Primera parte: Introducción teórica


Capítulo 1. El aspecto económico de la consumición
1. Las enseñanzas del pasado
2. La teoría actual
3. Nueva concepción de la consumición
a) La diferencia de naturaleza política
b) Los orígenes sociológicos
c) La concepción subjetiva
d) El método psicológico
e) Los fundamentos de un nuevo método en la economía política moderna
aa) En la teoría de los ciclos económicos
bb) En el estudio del circuito económico
cc) En la política económica
Capítulo 2. El turismo, objeto de consumición
1. Las etapas del conocimiento del turismo
2. Importancia creciente de la noción de consumición

Segunda parte: Los elementos constitutivos de la consumición turística


Capítulo 3. Formación y tipos
1. La renta y la demanda turística
2. La ley histórica
3. El medio social
4. La publicidad
Capítulo 4. El juego combinado de los factores que determinan la consumición
1. Su clasificación jerárquica
2. Componentes e importancia de la tasa de consumición turística
a) El efecto renta
b) La estructura de precios
c) El efecto sustitución
3. Las capacidades de crecimiento de la consumición turística
a) Elasticidad negativa y positiva
b) Un ejemplo

Tercera parte: El desarrollo del proceso de consumición turística


Capítulo 5. La influencia de los tipos de consumición
1. Elección del lugar de estancia
2. Elección de la fecha de las vacaciones
3. Las ocupaciones de los turistas

Notas
Bibliografía

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Nota del traductor al español

La versión española de La consumición turística que el Prof. Dr. Kurt Krapf presentó
para optar a una cátedra de la Universidad de Berna (Suiza) en 1965 la realicé en 2000
convencido de que la obra traducida es fundamental para demostrar que el turismo se
estudia desde la demanda. De este enfoque sui géneris arrancan todas las
especificidades conceptuales que los estudiosos destacan en la economía del turismo. El
traductor español ha publicado recientemente en www.librosenred.com la obra titulada
“El turismo explicado con claridad”. En ella se recoge pormenorizadamente la zaga
conceptual que arrancando de la noción vulgar de turista elevada a la categoría de
concepto académico se constituyó en el fundamento de los estudios científicos del
turismo que se vienen haciendo desde las últimas décadas del siglo XIX. En el casi siglo
y medio de la literatura especializada ha habido intentos de introducir cambios
conceptuales aunque sin conseguir otra cosa que reincidir una y otra vez en los
planteamientos tradicionales.

No deja de ser curioso que los expertos (de la OMT y de la AIEST) nieguen que el
turismo sea estudiado con enfoque de demanda ya que están convencidos de que es
estudiado con enfoque de oferta en la medida en que estudian las actividades de
diferentes sectores productivos de servicios. Cuesta trabajo comprender que aun no se
hayan percatado de que esos sectores son agrupados solo y exclusivamente porque están
orientados a satisfacer la demanda de un consumidor que se concibe como diferente a
los demás, el llamado turista, por una serie de razones siempre circunstanciales, nunca
esenciales.

La obra que ahora se publica en español muestra sin ningún género de dudas que la
economía del turismo es básicamente una economía de consumición aunque termine
imitando a la economía de la producción.

Ya hay expertos que admiten el hecho indudable de que el turismo se estudia desde la
demanda pero prefieren hablar de transversalidad, un concepto extraño a la economía,
disciplina en la que solo tiene sentido los conceptos de horizontalidad y verticalidad.
Pues bien, el enfoque de demanda explica que el turismo se estudie como agregación
horizontal de una serie de sectores convencionales, unos preferentemente “turísticos”,
otros bastante “turísticos” y otros escasamente “turísticos”.

Esta singularidad, la no identificación de un solo sector al que considerar objetivamente


turístico, conduce a una grave anomalía: la no identificación de la oferta turística, lo que
conduce a su vez a la inaplicabilidad del análisis microeconómico.

La anomalía solo es salvable si somos capaces de abandonar el enfoque de demanda y


lo sustituimos por el enfoque de oferta. Tal cambio implica pasar del modelo
convencional, de naturaleza sociológica y orientado estadísticamente, al modelo
alternativo, de naturaleza económica y orientado tecnológicamente.

La obra publicada tiene cerca de medio siglo. No es, pues, una obra actual, pero sí
clásica. Espero que sea de interés para quienes van más allá de la plaga del marketing
que cayó sobre la literatura del turismo a mediados del siglo pasado, que ha hecho de

3
ella una exhibición del más vulgar pragmatismo ayuno de la siempre insustituible teoría.
Por otra parte, la publicación en español de esta obra es tanto más necesaria cuanto
menos frecuente es el conocimiento de la literatura en alemán para los estudiosos
españoles.

4
Prefacio

La traducción francesa de la tesis profesoral del Dr. Kurt Krapf es en sí misma


meritoria y sintomática; meritoria, porque, gracias a ella, un amplio círculo de lectores
podrá conocer su rico contenido, y sintomática, porque esta versión aparece justamente
en una lengua por la que el autor tenía una gran predilección.

Se puede considerar el trabajo como una obra representativa de la literatura turística. El


lector que tenga la perspectiva necesaria - el tiempo transcurrido1, los desarrollos que
han tenido lugar y los nuevos conocimientos adquiridos invitan a ello - se dará cuenta,
por tanto, de que este trabajo no ha perdido importancia ni actualidad. La advertencia
puede parecer ociosa a la vista de la rápida evolución que caracteriza a nuestra época,
patente en todos los campos, a través de profundas transformaciones a un ritmo
vertiginoso, lo que pone de manifiesto la sorprendente claridad con la que el profesor
Kurt Krapf concebía los problemas y su correcta manera de exponerlos y defenderlos.

Visto en retrospectiva, es un acontecimiento que llama fuertemente la atención ya que


es la primera vez que de un modo fehaciente se reconoció al turismo el lugar que le
corresponde formalmente entre los factores determinantes de la consumición. Es cierto
que la ciencia económica había comenzado ya a dedicar mayor atención a la
consumición, facilitando en cierto modo este planteamiento. Pero los nuevos
conocimientos todavía no se habían impuesto ni generalizado con claridad. No
exageramos si nos atrevemos a considerar la obra del profesor Kurt Krapf como el
factor decisivo que provocó su completo desarrollo. Por tanto, es indudable que la obra
aporta una contribución extraordinariamente valiosa al estudio de la consumición.

Krapf ha colaborado enormemente al desarrollo de la ciencia turística. Gracias a él, ésta


encontró el fundamento indispensable para cualquier disciplina joven que procura
afirmarse e imponerse. Hay que atribuir igualmente a la obra del profesor Kurt Krapf el
mérito de haber sabido proponer una concepción económica coherente del fenómeno
turístico; hay que hacer notar que esta concepción sigue en vigor en nuestros días en lo
esencial siempre que se aborda el estudio de los problemas turísticos.

Como se puede constatar – dicho sea en honor de su autor – las investigaciones y


conclusiones del profesor Kurt Krapf conservan en conjunto todo su valor. No hay
mejor prueba que se pueda aportar. Los trabajos que se han publicado después sobre el
mismo tema no han hecho más que, a grandes rasgos, completar la obra inicial o poner
el acento sobre aspectos particulares.

El cambio de enfoque se pone de manifiesto en el estudio en profundidad del turismo


como rama de la producción terciaria. Ciertamente, el profesor Kurt Krapf arrojó luz no
solo sobre la identidad producción – consumición en materia de prestaciones turísticas
sino que también estableció la pertenencia de éstas al sector productivo terciario. Esta
concepción se ha seguido manteniendo durante los últimos años. Hay que señala, por
otra parte, en la esfera de la producción, una nueva orientación de la teoría de la

1
Han pasado 12 años desde la puesta al día del texto original (Nota del traductor francés)

5
localización turística, ha recibido un impulso tan decisivo como fructífero de los
desplazamientos turísticos tanto cuantitativos como cualitativos.

A este respecto hay que mencionar los desarrollos que han tenido lugar mientras tanto y
que han cambiado en profundidad el carácter y la estructura de la consumición turística.
Se pueden agrupar, groso modo, bajo el término expansión. Como en muchas otras
materias, las investigaciones (hechas) desde el punto de vista de las fluctuaciones
coyunturales han cedido progresivamente el lugar a los estudios que se hacen sobre los
orígenes y las características del crecimiento. El análisis de la elasticidad, que tiene un
lugar destacado en la obra del profesor Kurt Krapf, ha perdido mucha importancia como
consecuencia del interés que se le da al crecimiento y al inesperado aumento de la
prosperidad económica. Se ha sustituido, de otra parte, la concepción del turismo como
formando parte del circuito económico por el estudio del efecto multiplicador del
turismo sobre la actividad económica general, una investigación que se sigue haciendo
en la actualidad y que ha logrado alcanzado una formulación muy precisa.

Se podrían multiplicar los ejemplos que ilustran el desplazamiento del centro de interés
y el desarrollo de los estudios, los cuales confirman que la esencia misma y la
importancia de la obra del profesor Kurt Krapf no han mermado sino que han
aumentado. En este sentido, no podemos sino alegrarnos y felicitarnos por poder
presentar una traducción particularmente lograda de esta obra fundamental.

Profesor Walter Hunziker


Universidad de Berna
Presidente de la Asociación Internacional de Expertos Científicos de Turismo

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Prólogo

Dos razones nos incitan a estudiar las relaciones entre turismo y consumición. La
primera es inherente al fenómeno y a la esencia misma del turismo, que lleva a los
hombres a gastar dinero, a enajenar una parte de sus ingresos, es decir, justamente, a
consumir. Frente a los gastos en viajes y en vacaciones, que es lo que a groso modo
constituye el hecho económico del turismo, figuran partidas en el presupuesto de los
turistas, al contrario de lo que sucede con los viajes de negocios, para los que no hay
previsión (presupuestaria) alguna. Los interesados – llamémosle turistas para simplificar
– son “consumidores finales” de bienes y servicios ofrecidos por la industria del
turismo, representados por ejemplo por la hotelería o los remontes. El producto ofrecido
no es adquirido por los compradores para su reutilización o transformación y desaparece
tan pronto como se consume. Los gastos específicos reflejan el precio de la
regeneración física o psíquica, el aumento del potencial del turista. El turismo, en
consecuencia, está netamente orientado hacia la consumición con respecto a la cual se
presenta como parte de un conjunto más amplio.

Es este conjunto lo que nos permite entrever la segunda razón que nos llevó a confrontar
turismo y consumición. En la teoría, la consumición de bienes era hasta hace muy poco
tratada como el pariente pobre. El capítulo clásico dedicado a este tema por los
manuales no rebasaba lo que F. V. Gottl decía de la enseñanza tradicional, a saber: “un
dogma velado de la economía política”. Ha habido que esperar a los últimos años para
discernir (la existencia de) ensayos sistemáticos que rebasan las investigaciones sobre la

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estructura cuantitativa de la consumición y sobre el establecimiento de cuentas
familiares que interpretan la consumición como el contrapunto de la producción. El
impulso lo dio, por una parte, la sociología y, de otra, las preocupaciones más prácticas
por el estudio de la consumición en tanto que investigación al servicio del control de los
mercados por las empresas. Lo que caracteriza a ambas corrientes es la consideración de
la consumición como una categoría autónoma del pensamiento económico y no como
mero añadido al proceso de producción y distribución.

Es natural que la nueva concepción de la consumición, al menos en lo que concierne a


la literatura europea, se encuentre todavía en estado embrionario y que el proceso de
emancipación esté todavía en plena evolución. Esta es precisamente la razón por la que
nos parece necesario considerar el turismo como un caso típico ideal y paradigmático de
consumición. No nos proponemos contribuir solamente al estudio del turismo en sí
mismo, sino que, estudiando sus múltiples aspectos, tratamos de aprovechar su valor
como ejemplo para, inductivamente, aumentar nuestros conocimientos sobre la
consumición considerada como una materia más amplia. Es, pues, nuestra firme
intención situar en primer plano la fase final del proceso económico, que hasta ahora ha
estado sometida a un silencio elocuente, dar más importancia científica a la
consumición y ponerla en el lugar que le corresponde.

Debo un profundo reconocimiento a Mr. Richard Ulrich, licenciado en ciencias


económicas y políticas por el gran interés que tiene por este trabajo y por el entusiasmo
que nos ha transmitido durante su elaboración. Por otra parte, este estudio no habría
podido ver la luz sin la teoría científica del turismo elaborada en colaboración con
nuestro amigo y colega Walter Hunziker, de la que no es más que un complemento.

El autor

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PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN TEÓRICA

CAPÍTULO I: EL ASPECTO ECONÓMICO DE LA CONSUMICION

1.- Las enseñanzas de pasado

La crítica que se viene haciendo a la teoría económica, según la cual ésta no había
dedicado hasta hoy ninguna atención a la consumición y que incluso había
obstaculizado su investigación (1) nos parece justificada en el plano material, pero
formalmente nos resulta exagerada. En efecto, en la mayor parte de los economistas
encontramos referencias al uso y a la consumición de productos (2) antes de que J.B.
Say lo hiciera al proponer la división del proceso económico en producción, circulación,
distribución y consumición, poniendo la última lugar al mismo nivel que las demás.

Las referencias a la consumición se hacía la mayor parte de las veces solo como “puro
recordatorio”. El acto de la consumición se consideraba improductivo (3), por lo que
estaba ausente de la ciencia económica al ser considerado como algo de naturaleza
fisiológica o psicológica, es decir, como una simple cuestión de estómago, por lo que no
quedaba modificaba la idea generalmente admitida de que la producción y la
distribución de bienes tienen en la consumición la salida lógica y natural.

¿Pero por qué la economía política no trata satisfactoriamente esta materia? En


principio, porque la naturaleza y la orientación de sus investigaciones dependían de las
condiciones de la época y se basaban en la concepción que se tenía entonces de los
problemas económicos. Las urgentes tareas asignadas al orden económico de los
tiempos modernos- el capitalismo- en el campo de la producción y de la distribución de
bienes relegaban automáticamente el problema de la consumición al último lugar. El
análisis de las funciones desempeñadas por agentes económicos tan bien definidos
como el empresario capitalista o el obrero asalariado parecía conceptualmente más fácil
y se tenía por más esencial que el estudio detallado de la masa amorfa de los
consumidores finales. Es cierto que éstos aparecían en el circuito económico como los
agentes de la demanda del mercado, pero no se tenían en cuenta los elementos físicos y
espirituales que provocan la demanda. La demanda se concebía como voluntad de
comprar, como elección tomada. El papel de los consumidores se parecía, pues, al de los
figurantes en un obra de teatro; no participaban directamente en ninguna escena, eran
simplemente el marco indispensable en el que tiene lugar el intercambio de cantidades
masivas de bienes de acuerdo con reglas racionales.

Los consumidores pasan a ser demandantes anónimos y su aparición en el mercado, su


participación real en la formación de precio, se inserta en la teoría del intercambio de un
modo lógico, sin relación directa con el modo en que realmente tiene lugar la
consumición.

Esta escala de valores, esta jerarquía de conceptos, en la que la posición del consumidor
no representaba en la economía más que ”cantidad sin interés” (3 bis) no aparecía sólo
en la teoría sino que se encontraba también en la actividad económica y en la política
económica. Ambas desdeñaban tomar en consideración el interés de los consumidores y
rehusaban de entrada incluso tenerlos en cuenta. Fue ante todo el mercantilismo el que
defendió el punto de vista del productor y manifestó en numerosas ocasiones su

9
hostilidad frente al consumidor. Particularmente, fue el caso de la consumición interior,
que “estaba desprovista de cualquier interés a los ojos de los mercantilistas” (4)

Un sistema económico que consideraba la producción como un objetivo en sí mismo


tenía que atribuir lógicamente a la consumición un rango inferior y mantenerla en
subordinación. Reglas y prohibiciones vigilaban para que la consumición de bienes
quedara sometida al fin perseguido por la política económica mercantilista, a saber, un
abastecimiento tan completo como fuera posible del mercado con mercaderías y, sobre
todo, con metales preciosos. Con la aparición del liberalismo la consumición pudo
desprenderse de este tratamiento y abandonar el insignificante papel que se le atribuía.
Los principios cosmopolitas y anti intervencionistas del liberalismo permitieron
finalmente liberar a la consumición de la coacción ejercida por la autoridades y que se
le reconociera como siendo la finalidad última de la actividad económica. Heckscher
describe el cambio de apreciación en estos términos: “El liberalismo reconoce lo que las
demás tendencias niegan, a saber: la supremacía de la consumición, en el más amplio
sentido del término, sobre la producción, incluso en su más amplia acepción, es decir,
en el contexto de la estructura de las fuerzas económicas” (5).

Sin embargo, la libertad de consumición reconocida por el liberalismo no representaba


tolerancia sino aplicación del “laisser-faire” a su evolución. No se trata de una toma de
consideración sistemática de los intereses de los consumidores, de una política de
consumidores, sino más bien de que se caería lógicamente en contradicción con la
doctrina liberal, es decir, con la autorregulación de la economía, con el equilibrio
automático entre intereses en conflicto. De hecho, asistimos en la época de la revolución
industrial que trajo el liberalismo económico a un éxito asombroso de las fuerzas
productivas, frente al cual la consumición no se consideraba más que como un
instrumento pasivo desprovisto de voluntad propia. La consumición podía ser
perfectamente presentada teóricamente como el objetivo final del proceso económico,
pero estaba desprovista, en la práctica, de los medios de influenciar la evolución de las
condiciones de la producción, sirviendo, por ejemplo, de contrapeso en la formación de
monopolios. La libertad con la que el liberalismo gratificó al consumidor, no revestía,
por consecuencia, más que un aspecto formal y negativo. El liberalismo hizo caer las
cadenas pero olvidó facilitar el modo de empleo de la libertad recobrada. Tampoco fue
explotada por él. La situación respondía a la fórmula de Nietzsche: “¿Libre de qué es lo
que importa a Zarathustra? Tu visión debe decir claramente: ¿libre para qué?”.

Antemos que la constatación de Heckscher (6), según la cual las tendencias no liberales
no reconocen supremacía alguna de la consumición sobre la producción, está en
contradicción con el hecho de que es precisamente con el dirigismo económico, y a
medida que éste se desarrollaba, cuando empezaron a tenerse en cuenta los intereses de
la consumición y particularmente del consumidor final. Fue la intervención creciente del
Estado en la economía lo que permitió al punto de vista del consumidor imponerse con
conocimiento de causa y, por eso mismo, conquistar al menos una igualdad de principio
con respecto a los intereses del productor. No es, pues, por azar que, precisamente en
una época que ha asistido al completo hundimiento del liberalismo, y que ha conocido
frecuentes intervenciones del Estado en la economía, las relaciones entre el productor y
el consumidor sean objeto de investigación y la doctrina haya otorgado a este último
una supremacía de principio. En este sentido, Ammon (7) expresó esta comprensiva
afirmación: “Si bien es correcto decir que la producción existe porque existe la
consumición, y no a la inversa, que la consumición es el objetivo último de la economía

10
y que la producción no es más que un medio, es correcto igualmente decir que no puede
haber consumición sin producción y que una política que tenga en cuenta los intereses
de los consumidores está obligada a tener en cuenta, igualmente los intereses de la
producción y, en consecuencia, los del productor”.

En efecto, fue precisamente la época del dirigismo estatal integral la que facilitó la
demostración de la importancia de la consumición y la que la adoptó como centro de su
acción económica. No fue la abundancia de bienes sino la penuria de mercancías que
siguió a las dos guerras mundiales lo que puso de relieve el papel primordial que juega
la organización de la consumición y el comportamiento de los consumidores en el
sistema de aprovisionamiento. Para asegurarlo fue preciso promover una política global
de consumición completada con su correspondiente reglamentación, a saber, el
racionamiento. “El medio más conocido y, en la mayor parte de los casos, el más eficaz
para orientar y restringir la consumición, sobre todo, si se trata de bienes vitales, fue el
racionamiento a nivel del consumidor final” (7a)

La evolución económica muestra pues lo contrario de la declaración de Heckscher: “El


liberalismo colocó a la consumición en la cumbre de la escala de valores de la
economía, pero se vio obligado a desinteresarse de readucir este postulado en hechos.
Fue la economía no liberal, las“ otras tendencias”, en las que el contenido material
prevalece sobre la fuerza de la teoría, las que pasaron a la acción y llevaron a cabo una
auténtica política de consumición. Esta nueva orientación en el sentido de alineamiento
a favor de la consumición, hasta entonces sumida en un “sueño dogmático“, se transfirió
también a la investigación científica, precisamente porque sus problemas son los
problemas están ligados a nuestro tiempo”.

2.- La teoría actual

Nosotros no hemos afirmado que los economistas no tengan conciencia del papel de la
consumición como elemento del proceso económico nacional, pero con una reserva: sus
declaraciones al respecto revelan que un carácter casi exclusivamente formal. Esto nos
lleva a preguntarnos ahora sobre la naturaleza y la extensión de nuestros conocimientos
actuales sobre la consumición.

a) Se refieren principalmente a la elaboración de conceptos, lo que se traduce en un


mosaico variopinto de definiciones de consumición (8).

La divergencia en la terminológica de base es sintomática del carácter deductivo y


especulativo de la teoría de la consumición y de la falta de datos suficientes. Justifica al
mismo tiempo esta observación de Eucken: “Se empieza por cuestionar los conceptos y
no las relaciones entre los hechos. Así, desde el principio, el trabajo científico está mal
orientado... Si se parte de definir el concepto “economía” antes de encuestar los hechos,
cualquier fundamentación será defectuosa” (9)

Sin intención de alargar la lista de definiciones, nos conformamos con presentar


rápidamente las principales características de la consumición. También en este campo,
partiremos del lenguaje de todos los días, que asocia a la idea de “consumición” las de
utilización y destrucción, sobre todo de productos fabricados. Se trata, por tanto, de una
consumición efectuada por seres humanos, de una consumición individual, que se
presenta bajo un doble aspecto:

11
A.- En tanto que satisfacción de una necesidad, considerando este término como el
sentimiento de frustración, procurando o aumentando la sensación de placer, pero
eventualmente también de displacer o de sufrimiento (cuando se come más allá de la
saciedad, se lleva una vestimenta que no nos gusta, se escucha una música que nos
parece molesta o incluso nos contrariamos por la degradación de un paisaje turístico)

Se trata aquí de apreciar el valor de uso de los bienes y servicios consumidos, es decir,
su actitud para satisfacer necesidades humanas. También del proceso técnico de la
consumición de bienes, por ejemplo, del aplacamiento de la sed bebiendo uno o varios
vasos de cerveza, de un viaje en ferrocarril a la Jungfraujoch, de la satisfacción de
necesidades culturales por la frecuentación de un espectáculo teatral o de un concierto.
En todos los casos, se trata de comprobar por experiencia personal el valor de un bien o
de un servicio capaz de suscitar emociones, desde las más vulgares hasta las más
sublimes. Bücher (9a), que aportó, con su teoría de las satisfacciones económicas, una
prueba apreciada y de gran peso para los seguidores en la escuela histórica, habla de
“consumición de placeres” y afirma que la teoría de la consumición no debería salir de
esta marco. De ello se desprende que esta teoría abre igualmente perspectivas sobre
sectores extraeconómicos y que pueden salir, por ejemplo, de la tecnología, de las artes
o de otros campos.

B.- En tanto que fenómeno puramente económico, la consumición individual se


presenta bajo el aspecto del valor de cambio de bienes y servicios consumidos. Aquí , el
elemento esencial está constituido por la degradación del valor de cambio, tanto desde
el punto de vista individual como desde el punto de vista de la economía nacional,
porque, al contrario de lo que ocurre con el consumo productivo, que será tratado más
adelante, en la consumición individual no hay creación de nuevos valores de cambio.

Visto desde este ángulo, la consumición individual se resume así: los seres humanos
consumen bienes y servicios para sí mismos. Esta interpretación coincide en esencia con
la definición dada por Oldenberg (10): “Consumición es la satisfacción de necesidades
humanas por medio económicos”. La satisfacción de necesidades representa, por tanto,
según la lógica formal, el genus proximum y los medios económicos utilizados para tal
fin, la diferencia específica. La satisfacción de necesidades humanas por medios no
económicos, como por ejemplo la consecución de aspiraciones religiosas por medio de
un sacerdote, no se considera consumición si los fieles no aportan algún óbolo por el
uso de las instalaciones sacerdotales y por recibir servicios del sacerdote para cubrir
dichas aspiraciones.

Hemos conseguido también establecer al mimo tiempo una nueva y doble delimitación
en lo que concierne al objeto y a la duración de la consumición. En principio no es
imprescindible que los medios utilizados sean destruidos por el acto de consumición y
que desaparezcan con él. Un bien puede desaparecer por consumición pero también
puede ser consumido por medio de actos repetidos, es decir, de un modo continuado. El
acto de beber y el uso de un edificio para reuniones son dos casos extremos. Por otro
lado, el objeto de consumición pueden ser bienes concretos y servicios. Así, por
ejemplo, el trabajo del hotelero y de sus empleados se consume como la comida que se
sirve a los clientes o las instalaciones que se ponen a su disposición. Mayer (11)
defiende, sin embargo, la concepción opuesta y rehúsa considerar a los servicios como
objeto de consumición, que son utilizados, no consumidos. A esto se puede objetar, en

12
principio, diciendo que existen, además de servicios, bienes de consumición que sirven
no una sino muchas veces, es decir, casi indefinidamente, y que, por consiguiente, la
destrucción se retrasa en el tiempo. Pero hay también un argumento práctico a favor de
nuestra tesis, a saber: la prestación de servicios se asemeja por su propia naturaleza a
bienes de consumición ya que es una prestación de servicios lo que permite que, a fin de
cuentas, los bienes resulten accesibles (al consumidor). No es posible comer en un
restaurante sin la colaboración simultánea de los camareros, cuyos servicios forman, en
consecuencia, parte integrante del acto de consumición, ya que no pueden ser disociados
uno de otro.

a) En la doctrina actual, las relaciones entre consumición y producción, explicadas


dialécticamente de un modo extraño, ocupan un lugar especial. Si la delimitación de
ambas nociones ofrece tantas dificultades es porque la producción no puede, en sí
misma, realizarse más que a través de la consumición de bienes, es decir, por la
utilización y la destrucción de materias primas o de accesorios y por el empleo de la
mano de obra necesaria en el proceso de producción. Es decir, que la producción es
consumición2; pero la consumición no sirve, en este caso, para fines productivos, es
decir, para producir nuevos objetos por medio de la explotación y transformación de las
materias previamente disponibles.

La consumición de bienes y servicios en el proceso de producción es reproductiva o


técnica: se distingue de esta forma de la utilización del producto por el consumidor
final. Si bebo leche lo hago a título individual, para mí mismo. Pero si me sirvo de ella
para fabricar mantequilla, la utilizo de un modo productivo. Un ejemplo más: la
consumición de una cierta cantidad de energía eléctrica por las máquinas de una
empresa, digamos que para soldar las piezas de una locomotora, es reproductiva o
técnica, mientras que la utilización de la misma cantidad de energía para iluminación y
para cocinar por parte de un determinado número de familias es consumición por estar
al servicio del utilizador final, es decir, en el pleno sentido que le damos aquí. “La
producción crea los bienes que son el correlato de las necesidades, la distribución los
reparte según leyes sociales … para que sean consumidos, el producto se desliga de este
proceso social y transforma en un objeto cuya finalidad es la satisfacción de una
necesidad concreta”.

Marx, a quién pertenece esta frase, expuso, por así decir, de paso, en un anexo poco
conocido de su “ Crítica de la economía política”(12) las relaciones que existen entre
producción y consumición. Lo que Marx dijo sobre la cuestión se aleja de lo que
sostiene la mayor parte de los economistas. Marx no solo considera que la producción
está condicionada por la consumición, en sentido técnico y reproductivo, o, según su
expresión, productivo, sino que considera que lo contrario también es verdad: La
consumición engendra la producción en el sentido de que la consumición crea y
mantiene el trabajo humano como factor de producción. “Es evidente que por la
alimentación, que es una forma de consumición, el hombre produce su propio cuerpo.
Pero esto vale para cualquier consumición ya que, de una manera o de otra, (siempre)
reporta alguna forma de beneficio al hombre”. Por ello Marx habla en estos casos de
producción consumible.

2
Venimos utilizando en esta versión castellana el término consumición con el sentido de consumo final, y
el término consumo con sentido de consumo intermedio.

13
Por consiguiente, la producción es consumo como la consumición es producción. Cada
una es, al mismo tiempo, ella y su contrario. Entre ambas tiene lugar simultáneamente
un cambio y un equilibrio. “La producción hace posible la consumición porque crea el
soporte material sin el que ésta última quedaría privada de finalidad (objeto). Pero la
consumición, a su vez, hace posible la producción al darle una finalidad, es decir,
creando su sujeto, sin el cual no habría necesidad de productos”(13)

La identidad entre producción y consumición elimina escrúpulos, de los que no


participamos, de cara a la integración de los servicios en la noción de consumición (14).
En la medida en que servicios como el trabajo del personal de un hotel constituyen una
actividad productiva, creadora de valor y generadora de ingresos, muchos autores
sostienen que no debe ser considerado al mismo tiempo como objeto de consumición.

La doble naturaleza de la consumición y la producción, su equivalencia, permite esta


interpretación y, según la fórmula de Vershofen (15), “considerar idénticas la
producción de servicios y su utilización”.

En lo sucesivo, haremos abstracción del consumo productivo y por consumición


entenderemos, al contrario que Marx, únicamente la consumición individual. Siguiendo
nuestro ejemplo, no consideraremos como consumidores de energía eléctrica más que a
quienes la utilizan con fin no productivo.

c) Por otra parte, la teoría dominante admite la coincidencia entre consumición y


mantenimiento del individuo. Se ha observado y constatado históricamente una
disociación progresiva entre los dos componentes de la unidad económica primitiva, la
“oikos”, la economía doméstica autárquica, en el interior de la cual tiene lugar el
ciclo completo que va de la producción a la consumición. El proceso (de disociación
entre ambas) está ya tan avanzado en nuestros días como para que la economía familiar
quede fuera de la producción de bienes ya que no participa de una continua
especialización(16). Su actividad radica en la consumición de bienes, representada
típicamente por las funciones de la familia, las cuales consisten, esencialmente, en
asegurar y orientar la consumición. La familia penetra, por tanto, profundamente en el
campo de la consumición y éste constituye su principal campo de aplicación.

Se podría objetar, no obstante, como lo ha hecho Mayer (16a), que la principal actividad
de la familia reside en administrar la renta, el uso del poder de compra que representa,
y no en la consumición. Pero incluso si se toman como punto de partida las relaciones
de intercambio, tal y como resultan en una economía con división del trabajo, incluso si
no se consideran las cosas bajo su apariencia real sino bajo el orden monetario, no podrá
el pensamiento separar a la familia de la consumición. En este orden de ideas se llega a
la oposición entre consumición y ganancias obtenidas que se encuentra en el
pensamiento de Liefmann (17), la que existe entre economía de consumición y
economía de ingresos profesionales. La primera usa la renta para satisfacer las propias
necesidades mientras que la segunda se orienta a conseguir un beneficio monetario.
Incluso en este marco más amplio, la familia se orienta necesariamente hacia la
economía de consumición, porque, en sentido económico, no busca rentabilidad o
ganancia sino, exclusivamente, satisfacción de necesidades de sus miembros.

Egner (18), en su exhaustiva e impresionante obra, atribuye a la familia, que en esencia


no es “ni economía de producción ni economía de consumición”, una posición

14
independiente y preponderante, caracterizada como “el conjunto de decisiones tomadas
por un grupo humano en el marco de una sociedad, para asegurar la cobertura de sus
necesidades comunes”, viene obligado, cuando se ocupa de la economía familiar, a
hacer numerosas concesiones a la teoría de la consumición, lo que le sirve, en particular,
para explicar cómo funciona una familia y cómo asegura la cobertura de sus
necesidades, lo que prácticamente equivale a introducir por la puerta falsa la economía
de la consumición en el sagrado seno de la economía familiar.

Se puede invertir el problema y preguntarse si la consumición tiene lugar en el marco


de la familia individual. En la medida en que se toma en consideración la circulación de
bienes, es evidente que una parte importante de la consumición se efectúa fuera de la
comunidad espacial constituida por la familia en el sentido estricto de la palabra. Basta
mencionar en este sentido los bienes consumidos por los miembros de la familia fuera
de su domicilio, con motivo de viajes de negocios o de vacaciones. La consumición
resultante de las ausencias temporales durante las vacaciones reclamará evidentemente
nuestra atención de un modo muy particular. Mas difícil resulta decidir si, desde el
punto de vista del gasto monetario, es posible concebir una consumición no basada en la
familia, en tanto que comunidad de consumición con disponibilidad de ingresos. En este
caso, la distancia recorrida, el alejamiento geográfico del domicilio, no juega ningún
papel, ya que sólo cuenta la pertenencia a la familia. Cuando este es el caso, cualquier
consumición - como la del padre durante un viaje al extranjero, la de la madre en una
cura termal, o los gastos ocasionados por los estudios de los hijos o la dote de la hija –
está contemplada en el presupuesto familiar. Y, por consiguiente, puede haber una
consumición de bienes que, ni con relación a los productos ni con relación a la renta
tenga relación con el presupuesto familiar ni con la familia, lo que, al contrario de lo
que advierte Ch.v. Reichenau, no excluye otras relaciones sociales. Este caso puede ser
identificado de alguna forma por el grupo de los “solteros sin familia”. Si se hace
abstracción de la ficción un tanto artificial que considera la economía de consumición
de un individuo que vive solo como una familia, y se reserva, como parece lógico, el
término para designar una comunidad familiar (18a), resulta evidente que la
consumición no tiene lugar sólo en el interior del hogar, y que estos dos casos no se
encubren completamente. En la casa, es decir, en la familia, tienen lugar los casos más
relevantes de consumición, pero no son los únicos. Para tener en cuenta todas las
combinaciones probables de una economía de consumición, resulta muy indicado tomar
como sujeto no la familia o el hogar que ella funda sino el individuo, que es el eslabón
final del proceso económico, quien realiza el acto de consumición, en definitiva, el
consumidor final.

d) Sería, sin embargo, injusto olvidar las investigaciones ya realizadas sobre la


estructura de los bienes utilizados por las familias de uno o más miembros. Al llevarlas
a cabo se descubrieron rápidamente ciertas regularidades en la demanda de bienes de
consumición, derivadas de la extremada igualdad que existe entre las necesidades
humanas que llevan a la consumición: alimentación, bebida, cierto confort doméstico.
Se observa una notable concordancia no sólo en la elección y la calidad de los bienes de
consumición sino también en la cantidad y orden jerárquico de las necesidades
satisfechas y, ante todo, en el orden de prioridad adoptado. La concordancia está ligada
al hecho de que los bienes disponibles para la consumición y los recursos monetarios de
las familias no se distribuyen al azar entre todos los órdenes de magnitud sino que
constituyen clases o categorías determinadas de renta. Se observa, pues, un cierto
ordenamiento en el hecho de la consumición que, tanto en su naturaleza como en la

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ponderación de los diferentes gastos, parece determinado por la renta disponible.
Philippovich formula esta constatación de la forma siguiente en su coriáceo estilo: “El
hecho de la igualdad en la estructura de las necesidades más esenciales así como el de la
similitud de las relaciones de renta en las diferentes clases sociales explican la
constancia y la regularidad de la consumición (18b)”.

Esta constatación es el resultado de las tentativas que tratan de establecer


empíricamente las reglas que determinan la parte de los diferentes elementos que entran
en la consumición total de la familia. Se conocen sobre todo las observaciones hechas
desde mediados del siglo XIX por Engel sobre la estructura de la consumición y que la
siguiente cita resume muy bien: “Cuanto más pobre es una familia mayor es el
porcentaje (de sus ingresos) que dedica por término medio a gastos de alimentación”. La
relación se cumple igualmente, según los resultados de las encuestas efectuadas en
medios urbanos, para los gastos de alojamiento, cuyo nivel crece proporcionalmente a
medida que la renta baja. Según la ley de Schwabe (1868), expresada en términos
modernos, la elasticidad de la demanda de alojamiento con respecto a la renta es menor
que la unidad. La ley generaliza la pesada carga que significan para las rentas bajas la
alimentación y el alojamiento en el conjunto de necesidades vitales, lo que permite una
formulación general de la ley de Engel como sigue: con rentas crecientes, la parte
proporcional de los gastos en (satisfacción de) necesidades vitales en los gastos totales
de una unidad de consumición disminuye, y aumenta la dedicada a (la satisfacción) de
necesidades no vitales.

Sin ninguna duda, (la ley de Engel) es una contribución esencial al conocimiento de la
estructura de la consumición que es válida también para la consumición turística. Sin
embargo, la ley de Engel es insuficiente en el marco de nuestra investigación porque no
facilita más que una relación funcional; describe solo la relación existente entre
determinadas partes de la consumición y la consumición total en función de las
variaciones de renta; permanece muda sobre el origen, la evolución y la distribución de
la consumición en general; no facilita ninguna explicación sobre las causas del
comportamiento del consumidor, sobre todo de la satisfacción de sus necesidades
libremente elegidas, de sus necesidades de lujo.

3.- Nueva concepción de la consumición

a) Naturaleza diferente de la política tradicional de los consumidores

Los intentos realizados para situar la consumición en la cima del circuito económico y
para deducir de ella las demás etapas del proceso (19), proceden, a pesar de su carácter
puramente formal, del sentimiento confuso de una laguna teórica. Esta laguna acabó por
chocar de un modo cada vez más fuerte con la solución práctica del problema, que había
hecho grandes progresos gracias, sobre todo, al esfuerzo interesado de los
consumidores, mejor dicho, de las cooperativas de consumición.

La solución práctica dejó en la sombra a las investigaciones teóricas sobre la naturaleza


de la consumición hasta el punto de identificarse en gran medida con esta última. Sin
embargo, en su forma de concebir las cosas en el marco de la economía política, no se
interesaba por la consumición más que desde un punto de vista cuantitativo. Sus
esfuerzos tendían a aumentar el rendimiento del trabajo, y por tanto, el poder de
compra de las capas sociales económicamente débiles y que no estaban todavía

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protegidas por la legislación social. En una época en la que se veían “de un
lado, los pavoneos de la oligarquía financiera y, de otro, los lamentos de los pobres”
(20), se trataba de facilitar, en el marco de la política social, la adquisición de bienes y
de hacerla menos gravosa, con el último pensamiento de poner el crecimiento de la
consumición al servicio de la atenuación de la lucha de clases.

El problema de la consumición así planteado se confunde, pues, con el de su


crecimiento. Si creemos en el testimonio sobre su época del autor que acabamos de citar
(20), “hay que esforzarse, bien en aumentar la renta del consumidor con el fin de que
aumente su poder de compra, bien en disminuir los precios de compra de objetos de
consumición. La primera solución conduce a consideraciones sobre el aumento de las
rentas de los particulares mientras que la segunda hace referencia a un sistema de
mercado que permite adquirir más cosas con menos dinero”. Pero las dos soluciones
giran alrededor del problema central de la formación de los precios en el marco de la
distribución de bienes y desplazan el problema de la consumición a una etapa anterior
del proceso económico.

b) Los orígenes sociológicos

La política de consumición, inspirada en la crítica de la sociedad y en el deseo de


reformas sociales, no tenía posibilidad de fecundar el terreno estéril de la teoría. Las
nuevas tentativas destinadas al avance de la teoría procedieron básicamente del campo
de la sociología, mejor situada para tener en cuenta el contexto social. Si se define el
objeto de sus investigaciones con palabras de Oppenheimer (21), a saber, “la actividad
de las masas humanas”, es evidente que hay que plantear la cuestión del
comportamiento de los consumidores en el marco del proceso social partiendo de esta
definición. En la nueva aproximación no se encuentra ya en primer plano el tráfico de
bienes, la utilización y la consumición de mercancías y sus precios sino un acto humano
determinante, cuantitativa y cualitativamente, la puesta en marcha de un proceso. El
centro de gravedad del problema de la consumición se desplaza. En lugar de considerar
únicamente cambios visibles y concretos se tienen en cuenta, sobre todo, las
condiciones psicológicas, tanto individuales como colectivas, que los determinan. Por
esto es por lo que se siente la necesidad de encontrar una definición más precisa y más
amplia de los efectos producidos por la consumición, a saber, la satisfacción de
necesidades. Ya no basta con que la satisfacción tenga lugar en el acto de consumición.
Ahora hay que interesarse, sobre todo, por la elección de medios económicos destinados
a la satisfacción de necesidades. El papel del consumidor es, pues, doble: penetra en la
arena económica, primero como seleccionador y después como consumidor de bienes.

Coincido con el señor X en una estación termal, en la que gasta la ganancia obtenida
como consecuencia de una exitosa transacción mercantil. Su colega Y renuncia ese año
a ir de vacaciones porque, después de pensarlo, prefiere gastar la cantidad prevista para
tal efecto en la compra de un aparato de TV.

El ejemplo muestra que el acto de consumición va siempre precedido de una elección, la


cual, como consecuencia de su incidencia directa sobre la organización de la
producción, es más importante que la consumición. “It is in the capacity of ‘chooser’
rather than as ‘user’ of goods that the economist ... becomes interested in the consumer”
(Es por su capacidad de elegir más que como usuario de bienes por lo que los
economistas ... se interesan por el consumidor” (22).

17
Por consiguiente, los fenómenos que tienen lugar en el mercado de bienes de
consumición son la consecuencia lógica de la decisión tomada con respecto a la
utilización de renta; reflejan el proceso de selección que ha tenido lugar en el espíritu
del consumidor. Sin embargo, este no eligió al azar ni a ciegas; no es un juego de
circunstancias fortuitas lo que decide el empleo de bienes. La elección se basa en una
confrontación entre fines susceptibles de ser alcanzados y el beneficio que es posible
obtener de ello. En otros términos, el criterio descansa en una comparación de valores.
Como dice Kyrk (23) “…consumption is primarily a problem of value and of valuation”
(... el consumo es primariamente un problema de valores y de valoración). La
valoración siempre tiene su origen en la naturaleza humana, en las fuerzas que influyen
sobre ella y en los impulsos que libera, en el comportamiento de los individuos que
viven en sociedad. Citemos de nuevo a Kyrk: “The fundamental problem of
consumption becomes a problem ... of human behaviour” (El problema fundamental del
consumo es un problema … de comportamiento humano) (24)

Aunque los factores que influyen en la consumición y derivan del comportamiento


humano son muy diversos, heterogéneos y diferentes de un individuo a otro, no hay que
deducir de ello la imposibilidad de obtener datos objetivos. Este es precisamente el
mérito de las investigaciones recientes, principalmente anglosajonas (25), haber puesto
al día la existencia de factores estructurales homogéneos, resultado de concepciones
ligadas a la vida en sociedad que modelan el comportamiento del consumidor. De este
modelo de conducta o “plan de comportamiento”, que es la clave de la elección de
bienes y, en consecuencia, guía la consumición, deriva el nivel de vida, “standard of
living”. Kyrk lo describe como una “scale of preferences hierarchy of interests, code or
plan for material living which directs our expenditure into certain channels and satisfies
our sense of propriety and decency as a made of living” (una escala de preferencias
jerarquizada de intereses, un código o plan de vida material que orienta nuestros gastos
hacia ciertos canales y satisface nuestro sentido de la propiedad y de la decencia como
un hecho de vida) (26). Esta adecuada definición ha sido ampliada por uno de mis
alumnos. Según él: “El nivel de vida es la representación abstracta de una cesta
determinada de mercancías generalmente considerada como un mínimo indispensable
para el mantenimiento de un tren de vida conforme con una renta dada (27).

Por tanto, el nivel de vida , así concebido, es más importante que el tren de vida, que no
es más que la cantidad de bienes consumidos en un plazo dado por una unidad de
consumición, es decir, por la familia. El nivel de vida es la expresión de la mentalidad
económica de un pueblo y de su entorno social. “A society’s individuality comes out
more in its standards than in anything else” (una sociedad se revela más en sus
estándares que en cualquier otra cosa) (28). La diferencia, por ejemplo, entre la sociedad
medieval y la sociedad moderna es particularmente llamativa si se compara el nivel de
vida de la primera, muy bajo, limitado esencialmente a la satisfacción de las
necesidades físicas, y enemiga del lujo, con las exigencias ilimitadas de la segunda en
todos los aspectos de la vida. También se puede comparar el nivel de vida del obrero
americano con el de su colega de la Europa del Este. El nivel de vida es, pues, función
de una época; está en continua evolución; cuando se eleva es sinónimo de progreso y
cuando baja refleja empobrecimiento.

Las reglas que caracterizan el comportamiento humano con respecto a la


consumición ¿son el resultado de concepciones impuestas, de reacciones que obedecen

18
automáticamente a leyes propias de las circunstancias? Tal determinismo social, que
aplica la causalidad de las ciencias naturales al campo social y que ha encontrado en el
“conductismo”su formulación teórica, acaba necesariamente en la negación del libre
albedrío individual y descarta la responsabilidad humana. El simple hecho de que el
hombre tenga siempre la necesidad de diferenciarse, a través, por ejemplo, de la moda o
incluso en las fantasías y las manías personales, frecuentemente consideradas como
“shocking” (impactantes) porque afectan a las costumbres generalmente admitidas, nos
impide ver en el nivel de vida un conjunto de prescripciones obligatorias. De no ser así,
el hombre quedaría reducido a jugar un papel de marioneta y su comportamiento sería
visto como la consecuencia de una lógica absolutamente rígida cuando solo se trata, en
realidad, de la mayor o menor probabilidad en la forma de acomodarse a un nivel que
no suprime la libertad individual de decisión. Dicho esto, hay que admitir que la
libertad del consumidor es, frecuentemente, solo teórica: está limitada cuantitativamente
por el montante de la renta y cualitativamente por las condiciones de producción. El
nivel técnico de la producción y la organización de la empresa dominan a la masa
desorganizada de los consumidores imponiendo límites relativamente estrechos a su
libertad de elección en la adquisición de bienes.

c) La concepción subjetiva

Se podría objetar, sin embargo, que esta intrusión en el mundo de la subjetividad, en el


que la elección de bienes depende de la apreciación de los consumidores y de
consideraciones de utilidad, se ha tenido en cuenta ya por una escuela concreta de
economistas, la que explica los fenómenos económicos y, por tanto, el comportamiento
de los consumidores con la ayuda de la teoría subjetiva del valor. La escuela
marginalista se esfuerza, en efecto, en facilitar la fórmula según la cual tiene lugar la
satisfacción de necesidades, la determinación de la demanda en el mercado de bienes e,
ipso facto, su selección para la consumición.

Como elemento de motivación, esta escuela toma en consideración la utilidad que se


espera obtener de un bien pero no de un modo abstracto: “al contrario, contempla en
cada caso la menor utilidad marginal de la que una persona que actúa en el plano
económico, en función de la situación de conjunto de sus necesidades y de sus recursos,
puede todavía desprenderse del bien que posee” (29). La utilidad marginal, de la que
Gossen (Sombart le llama “ese imbécil genial”) puso los fundamentos con su ley de la
saturación de las necesidades, decide, por tanto, el valor de los bienes: es ella la que
crea en el espíritu del consumidor la representación de los bienes o de los servicios
apropiados para satisfacer sus necesidades. La ecuación queda resuelta: la selección de
los bienes de consumición se lleva a cabo en función de la utilidad marginal, lo que la
convierte en el regulador de acuerdo con la escala de valor que preside la satisfacción de
necesidades.

¿Es posible, por tanto, realmente deducir de esta teoría una ley de consumición?.
Conviene, de entrada, constatar, que la teoría de la utilidad marginal trata de explicar la
elección que preside una ordenación racional de los bienes en general, lo que viene a
decir – puesto que vivimos en un sistema económico en el que rige la división del
trabajo - que se basa en el análisis de los mecanismos del mercado. La teoría de la
utilidad marginal constituye, pues, el punto de partida del estudio de las relaciones de
dependencia valor/precio, expresadas por un sistema de ecuaciones. En dicho sistema,
“los precios de los bienes pueden ser presentados como función de las cantidades

19
demandadas; inversamente, las cantidades de los bienes demandados pueden ser
consideradas como función del precio” (30)

No es nuestra intención discutir esta teoría estática del equilibrio, que no ve en el valor
y en el mecanismo de los precios más que simples relaciones formales (31). Pero
intentaremos demostrar que el principal edificio sobre el que la teoría descansa, es
decir- la teoría de la utilidad marginal- no tiene en cuenta más que los fenómenos de
intercambio, es decir, la distribución de los bienes, y por ello no es más que la antesala
de la consumición. Es verdad que, en el marco de la economía de mercado, el
consumidor actúa como demandante, pero sólo virtualmente, en tanto que portador de
un apetito de goce indefinido y que, por tanto, tiende a ser saciado al máximo. El
consumidor se enfrenta a cantidades de bienes y a precios, y finalmente es la relación
entre ambos factores lo que determina la combinación de consumición y, en
consecuencia, su participación (32).

¿Pero es la utilidad marginal para el consumidor la brújula infalible que le guía


razonablemente en su elección de bienes ofrecidos en el mercado? “La utilidad
marginal, para las diferentes categorías de necesidades (según el uso previsto), se
comporta como un control previo y acompaña a la consumición paso a paso…” (33).
Por lo general, tal concepción funcional no es más que un esquema abstracto. No
permite explicar de manera satisfactoria ni la elección de bienes en el mercado ni el
desarrollo del proceso de consumición. Porque estos fenómenos no pueden ser
contemplados esquemáticamente, fuera del tiempo y del espacio, a través de un
principio general sin relación ninguna con la vida. Por el contrario, son determinados
causalmente por las concepciones de la existencia, por las costumbres, por una
verdadera infinidad de estímulos, de intereses, de impulsos, por todo “el aparato de la
motivación humana” (Oppenheimer). Son modelados por las influencias del medio
ambiente.

Pero si, a la manera de Mises (34), reducimos el comportamiento humano a una


elección entre posibilidades ofrecidas, y si rechazamos la distinción entre móviles
racionales y móviles irracionales, la concepción subjetiva del valor deja de ser atractiva.
Incluso bajo esta forma, se limita a declaraciones abstractas sobre las condiciones de
cambio que existen en el mercado y olvida deliberadamente los factores naturales y
sociales que las determinan. Es cierto que puede ser indiferente, para el análisis de la
formación del precio en el mercado, saber por qué, en un momento dado, una persona
compra pan y no leche, pero no es menos cierto que el comportamiento del consumidor
reviste una gran importancia para el conocimiento de la estructura del mercado y es, por
tanto, orientativo para la política económica. Cambiemos el ejemplo; en Suiza se
produce sobre todo vino blanco, pero se bebe sobre todo vino tinto. El
desequilibrio estructural entre las condiciones de producción y los hábitos de
consumición no influye sobre los precios respectivos precisamente porque el ajuste
entre oferta y demanda se efectúa sobre “cantidades parciales” (34a). El mecanismo de
los precios no basta, pues, para incitar a los viticultores a aumentar su producción de
vino tinto. Para ello hay que tomar medidas relevantes de política económica.

En resumen, se puede decir que la realidad de los hechos es inaccesible a la teoría de la


utilidad marginal; la teoría está “divorciada absolutamente de la realidad de la vida”
(35). Sus elementos, entre ellos la curva de demanda, no pueden revestir más que un
valor simbólico por lo que habría que darles contenido y vida “to explore the world

20
behind the demand curve” (para explorar el mundo a través de la curva de demanda)
(35)

d) El método psicológico

Admitiendo el principio director de la consumición que hemos llamado nivel de vida,


no hemos podido explicar, sin embargo, el caso concreto de la elección de bienes, el
acto individual de compra. Si la posesión de un aparato de radio forma parte de un tren
de vida coherente con una situación social, queda todavía por elegir entre los artículos
de las empresas X, Y o Z, o por efectuar una sustitución parcial consistente en solicitar
la conexión del sistema de difusión telefónica. Los datos objetivos, como los que se
refieren a la calidad de la mercancía, las condiciones de pago, etc…, no son los únicos
que juegan un papel en la elección; en ella intervienen numerosos elementos
irracionales, como la presentación de la mercancía, la publicidad, la asociación con
otros fines, etc… El conocimiento de los motivos que determinan un acto de compra
aislada y, sobre todo, la investigación de los móviles irracionales que la rodean, tienen
para el productor de la mercancía una importancia primordial y ejercen una influencia
decisiva sobre el resultado de la venta. Entramos así en el campo de los estudios de
mercado y de la consumición, es decir, del “marketing research”. Esta ciencia, hoy de
actualidad, tiene por objeto “el estudio de todos los problemas relativos a la
distribución, a la publicidad y a la venta de mercancías y servicios”(36).

De aquí que el estudio de la consumición se vea fuertemente influenciado por la técnica


y la tecnología. Se investiga la maximización de los resultados de la venta tomando en
consideración los deseos del comprador individual y los medios para influir en ellos,
entre los que destaca la publicidad.

Un análisis minucioso de la psicología del comprador por medio de entrevistas


personales y de encuestas, la llamada “collection of data” (banco de datos), que tan bien
saben elaborar los americanos (37), facilita elementos capaces de dar en casos concretos
un conocimiento del mercado y de garantizar al mismo tiempo que las ventas de la
mercancía sean lo más rápidas posible. El consumidor, según este método, no aparece
como un fin en sí mismo, sino como un objeto de estudio al servicio del productor o de
la empresa. Schöfer (38) definió con acierto los estudios de mercado como un
instrumento de gestión de la empresa y los consideró como una disciplina básica de la
economía comercial.

No se puede negar a este propósito que la individualización de la consumición, su


descomposición en actos de compra individuales y el análisis de su motivación
psicológica, que es lo que hacen los estudios de mercado, es un estímulo y una
importante aportación al conocimiento de la consumición. En lugar de las
representaciones abstractas y aisladas que prestan poca atención a la realidad, que es lo
que caracteriza a la teoría de la utilidad marginal, los estudios de mercado facilitan una
interpretación psicológica y causal del proceso de consumición. Es el actor humano, con
sus alegrías y sus pasiones, quien sale a escena. Ahora se estudia empíricamente la
elección concreta de los bienes y se demuestra “que la demanda efectiva, para poder
manifestarse, debe estar precedida – conditio sine qua non - por la demanda
“soberana”, “virtual” o “psíquica” (39).

21
Los estudios de mercado, sin embargo, no dan del consumidor más que un retrato
fragmentario, limitado en el tiempo y en el espacio y realizado desde el punto de vista
del empresario, por lo que es teleológico. El método psicológico no basta para explicar
el proceso en su conjunto; se basa en tipos de consumición representativos de capas
sociales cuya estructura de consumición y nivel vida vienen determinados por el medio
social. Todo deriva de la idea de que la gente refleja la sociedad en el seno de la cual
vive. Los estudios de mercado no pueden hacer progresar las investigaciones sobre la
consumición más que si se insertan en el marco de la sociología. Ambos métodos
forman, por ello, un todo, como el tronco y las ramas de un árbol.

e) Atractivos de la nueva metodología en la economía política moderna

aa/ La teoría de los ciclos económicos

Fue precisamente una ley psicológica concerniente al comportamiento del consumidor


la que dio un nuevo impulso a la economía política convirtiéndola en el polo de
atracción de las discusiones modernas sobre la dinámica de la economía y sobre la
evolución de la coyuntura. Nos referimos a la tesis fundamental según la cual los
hombres están dispuestos, en general, a aumentar la consumición a medida que aumenta
la renta aunque en menor proporción que el crecimiento de ésta (40).

En otros términos, esto significa que al crecer la renta tiene lugar un aumento más que
proporcional del ahorro. “También el ahorro lleva en sí mismo el germen de una
contracción cuya evolución es igualmente acumulativa” (41).

Esquemáticamente, he aquí como ocurren las cosas: un ahorro creciente tiene como
consecuencia un descenso de la demanda de bienes de consumición. El descenso de la
consumición tendrá efectos negativos sobre el nivel de empleo en las industrias de
bienes de consumición, que manifestará síntomas de crisis, la cual se transmitirá a la
producción de bienes de equipo, puesto que la venta de estos últimos depende del nivel
de ventas de la industria de bienes de consumición. El potencial de producción rebasa
las posibilidades de absorción del mercado , las ventas se retraen, los stoks aumentan y
aparece el desastroso paro masivo.

Es evidente que la menor propensión a consumir que acompaña al aumento de los


ingresos no basta para explicar el origen de la crisis. Esta explicación hace abstracción,
sobre todo, de amplios sectores de población cuyas limitadas rentas nunca lo permiten
aumentar la consumición incluso aunque quisieran gastar más (43).

Pero lo que es esencial para nuestro propósito es la atención creciente que se concede al
comportamiento del consumidor en la teoría de los ciclos económicos (44) y la
importancia decisiva atribuida a los gastos de consumición en la terapéutica de la crisis.
La teoría del poder de compra que hemos examinado tan solo se ocupa de superar la
fase de depresión económica aumentando la consumición, incitando a la gente a
comprar más, y no con medidas de reanimación de las inversiones…; la lucha contra la
crisis, es decir, la política que tiende a asegurar el pleno empleo, se limita a aumentar la
venta de bienes de consumición (45)”. Así pues, la consumición ocupa, al menos en el
plano cuantitativo, el centro de la atención en la teoría de los ciclos económicos y de la
política anticíclica.

22
bb/ Estudio del circuito económico

Por razones didácticas, con el fin de delimitar mejor la realidad y para comprenderla
mejor en la práctica, la economía política recurre cada vez más a la idea de circuito
económico para explicar el proceso económico. Jöhr (46), por ejemplo, basa sus
investigaciones sobre la inflación de postguerra no en la teoría cuantitativa sino en la
teoría del circuito. Sustituye “los conceptos cuantitativos abstractos, como masa
monetaria y volumen de negocios, así como los instrumentos ficticios, como velocidad
de circulación de la moneda y nivel de precios, por magnitudes menos abstractas que
permiten hacerse una mejor idea de la estructura de la economía nacional y de la
evolución del proceso económico”. Este método facilita un mejor conocimiento y a
menudo incluso permite tomar conciencia del papel del consumidor, cuyos gastos
están en el origen y constituyen la pieza maestra del circuito de la renta. Sin embargo ,
la teoría del circuito no es más que una simple consideración del consumidor, puesto
que se limita a considerar el factor moneda y el factor mercancía y calcula el nivel de
precios según la relación existente entre ambos factores.

A pesar de los avances de la economía política moderna, cuyos estudios gravitan


alrededor del consumidor, a pesar del reconocimiento formal de la consumición como el
alfa y la omega (47) de la economía, de ello no podía resultar una explicación
satisfactoria del proceso de consumición como tal. La teoría del cambio, en el centro de
la cual se encuentra el mecanismo de formación del precio, no reserva lugar a una teoría
autónoma de la consumición. Bajo la influencia de la cataláctica, que se identifica en
gran medida con la teoría económica moderna, la economía política es deudora del
impulso decisivo para tener (debidamente) en cuenta la consumición.

cc/ La política económica

La frenética aceleración del crecimiento económico que ha tenido lugar durante las
últimas décadas y, sobre todo, durante los últimos años, nos ha permitido seguir, con
una extraordinaria nitidez, las diversas formas de actividad que ha revestido, lo que ha
revelado el interés de la economía política por el estudio de los problemas del sistema
económico y la ha llevado a replantearse “la cuestión del orden económico” (Eucken)

Si bien después de la crisis económica mundial de los años 30 se tendió claramente


hacia una restricción del libre juego de las fuerzas del mercado y de la competencia a
través de medidas de intervención ajustadas o no, hoy asistimos en el mundo occidental
a un sintomático renacimiento del pensamiento liberal. La escuela neo-liberal es su
abanderada y pone deliberadamente en primer plano la libertad de consumición, que ella
considera como un elemento constitutivo de la economía libre de intercambio y como
la antítesis de las economías planificadas o centralizadas. Es esta corriente ideológica la
que “ha salvado el honor de la consumición” (47a) y la que ha promovido a su
representante, es decir, al consumidor, al rango de agente central del crecimiento
económico. Después de haber pasado por (ser) un simple objeto de cálculo para la
política económica, el “condenado de la tierra” según una sorprendente expresión, este
personaje está llamado actualmente a hacer valer sus derechos soberanos.

Si no queremos que lo que acabamos de decir se quede en pura retórica hay que
garantizar al consumidor ciertos derechos, de forma que quede asegurada su posición-
clave en el desarrollo económico, así como el correcto funcionamiento del “mercado de

23
compradores” (buyer´s market). No se trata sólo de proteger al consumidor contra los
monopolios y los acuerdos que afectan al precio. Es preciso mejorar también su
conocimiento del mercado y permitirle comparar precios y calidades, lo que a su vez
exige una tarea educativa. “En una sociedad como la nuestra, la educación del
consumidor requiere una legislación justa y protectora” (48), lo que exige, en
consecuencia, medidas que protejan al consumidor por medio del mantenimiento en la
competencia (49); pero esto se escapa del marco de nuestros propósitos.

La última corriente de ideas, que trata de asistir al consumidor en el mercado y a


compensar su debilidad con respecto al productor y al vendedor, está estrechamente
ligada a la teoría de la consumición. Hay que conocer las condiciones y las reglas que
presiden la consumición para poder intervenir en favor del consumidor. Cuando la
política económica defiende al consumidor se diferencia de la política tradicional (50);
en efecto, ella no se inspira en consideraciones sociales y cuantitativas, es decir, no
aspira a aumentar el aprovisionamiento de bienes; al contrario, considera que el
ordenamiento del desarrollo económico a partir del consumidor final es el objetivo que
hay que perseguir. Para que la tarea que se ocupa de orientar al consumidor en el marco
de la economía liberal sea efectiva y no una mera metáfora, hay que reforzar de un
modo más sistemático y más global que antes la posición del consumidor en el
mercado. Es evidente que, visto desde este ángulo, la teoría de la consumición reviste el
carácter de una gran actualidad.

24
CAPÍTULO II: EL TURISMO COMO OBJETO DE CONSUMICION

1.- Las etapas del conocimiento del turismo

Por turismo se entienden dos cosas:

1º Una actividad humana que externamente se refleja en una ausencia pasajera


del domicilio por móviles psico-físicos.

2º El quipamiento técnico-económico previsto para facilitar dicha actividad.

Esta concepción engloba, pues, simultáneamente, un elemento subjetivo y el sustrato


material que le sirve de base. La palabra turismo evoca tanto la imagen de una
muchedumbre abigarrada de turistas como el equipamiento que se orienta al servicio de
ellos: ferrocarriles, hoteles, centros climáticos, manifestaciones de cualquier tipo, etc…
El elemento desplazamiento limitado en el tiempo nos hace pensar en viajes, en medios
de transportes y en estancias en la localidad turística elegida; el turismo está compuesto,
pues, por una primera etapa móvil y dinámica y por otra etapa, posterior, inmóvil y
estática. En la terminología francesa, la primera fase, la relativa al transporte, se
denomina “tourisme actif”, mientras que la segunda, la relacionada con la estancia y con
su desarrollo, se define con el término “tourisme réceptif” (51). El turismo presenta, en
tanto que objeto de reflexión y de investigación sistemática y científica, una serie de
particularidades (52).

a) De entrada, la indiferencia total y el mutismo más absoluto de la ciencia hasta hace


muy poco. Mientras que el tráfico de mercancías, los intercambios de bienes de un país
a otro o en el interior de las fronteras nacionales suscitan siempre el más vivo interés de
los economistas, una materia que llegó en la época de mercantilismo a ocupar el centro
de la doctrina, el turismo, es decir, la circulación de personas, venía pasando
inadvertido. El extranjero ha llamado la atención y a veces incluso ha suscitado
desconfianza como negociante o transportista de mercancías. Las leyes medievales de la
hospitalidad, con sus reglamentos relativos a visitantes extranjeros, sobre todo
mercaderes, y la forma de tratarlos, fueron instrumentos específicos de la política de
abastecimiento. El fin de la política consistía en concentrar el comercio en ciertas
ciudades y reservarlo para sus ciudadanos. Testimonios sobre flujo de extranjeros en
esta época, que revestía la forma de peregrinación, viajes educativos y curas termales,
no se encuentran, salvo raras excepciones, (53) en las obras de economía sino en las de
literatura.

Sería excesivo responsabilizar de ello a la miopía de los economistas de antaño. La


razón no es otra que el escaso número de viajes de carácter pacífico que había en el
pasado. (Hacer) desplazamientos solo era, en principio, posible para una capa
minoritaria de la población, numéricamente pequeña, sobre todo la nobleza, los clérigos,
los comerciantes relacionados con el extranjero y sus asociaciones: las hanseáticas (54).

La atracción del extranjero la sentían también los profesionales y los estudiantes que
atravesaban los países a caballo. Pero la masa de la población campesina y obrera
continuaba (siendo) sedentaria en el sentido estricto del término, preocupada ante todo
de asegurarse una alimentación conforme a su nivel de vida, lo que excluía cualquier
posibilidad de utilizar sus ingresos para conseguir fines turísticos. Carecemos, pues, de

25
observaciones precisas basadas en estadísticas globales. Los movimientos esporádicos
de viajeros por rutas por las que pasaban caravanas de comerciantes, sin duda
importantes para la economía y la prosperidad de los individuos en el pasado, ocupaban
numéricamente un segundo plano. Las “delicias materiales” (“Güterseligkeit”, v. Gottl)
no solo arrojaron sus sombras sobre la idea que se hacían de la consumición sino que
también les impidieron discernir las primicias del turismo moderno. El destino común
permite darse cuenta del estrecho parentesco que existe entre la consumición y el
turismo.

b) Ante el formidable crecimiento de los viajes que siguió al desarrollo industrial y a la


revolución en las técnicas de los transportes en el siglo XIX, la economía política se vio
obligada a no seguir ignorando el turismo. Con muchas dudas, es cierto, hacia finales
del XIX comenzó - al principio muy fragmentariamente - a interesarse científicamente
por las migraciones temporales de los hombres y por su concentración pasajera en
ciertas regiones privilegiadas por la naturaleza. Una vez más, no fue por azar que la
parte objetiva del turismo, esto es, la cifra de negocios y el capital invertido, recibiera
atención por parte de los gobernantes. Esto es lo que significa el término erróneo pero
muy adecuado de “industria del turismo”. Resalta el prodigioso desarrollo- a un ritmo a
veces casi americano- de la hotelería y de su clientela, de las estaciones climáticas
transformadas en nuevos centros comerciales y de la construcción de ferrocarriles y
carreteras de montaña. Todo esto le dio el carácter de nueva rama de la economía y las
investigaciones del turismo se orientaron hacia los aspectos cuantitativos e
institucionales.

Fue así como acabó por reconocerse en la misma época la beneficiosa influencia del
turismo en los movimientos internacionales de capitales y en la balanza de pagos (rentas
turísticas). Las entradas de divisas que generan los gastos de los turistas se convirtieron
rápidamente en un importante factor de desarrollo económico y de rentabilidad del
turismo. Numerosos estudios se dedicaron a este tema (55). En la época de
liberalización de las relaciones económicas mundiales, sobre todo las relativas a la libre
circulación de viajeros de un país a otro, las corrientes turísticas se dirigían hacia
aquellas regiones y localidades tradicionales que se destacaban por sus condiciones
naturales. (El Rin entre Mainz y Colonia, los Alpes suizos y austríacos, la costa
mediterránea francesa e italiana, las playas del mar del Norte, las ciudades de aguas
termales famosas del triángulo de Bohemia: Karlsbad, Marienbad, Franzensbad, etc...).

Estas regiones recibieron sin especial esfuerzo un maná financiero que aumentaba al
mismo ritmo que aumentaba el movimiento turístico. La abolición de la liberalización
de los viajes internacionales durante la primera guerra mundial, las restricciones
progresivas que siguieron a la crisis económica mundial de comienzos de los años 30 y
la adopción por importantes países de un control de cambios (monetarios), perturbaron
el mecanismo autónomo del turismo internacional y las dos guerras mundiales tuvieron
como efecto su más completo enrarecimiento. Cada vez más, los viajes al extranjero se
situaron bajo un régimen de compensación económica recíproca. La vieja comunidad
turística mundial se descompuso en sectores aislados que obedecían a corrientes
autónomas. Los flujos de extranjeros hacia países clásicos, como Suiza, chocaron con
barreras y medidas que los constriñeron o los desviaron. El Estado intentó intervenir
para conservar, en periodo de crisis de la balanza de pagos, la partida del activo
“turismo” que había llegado a ser doblemente valiosa. No se trataba solamente de
salvaguardar los intereses turísticos en las relaciones económicas con el extranjero, al

26
mismo tiempo había que paliar la situación crítica de la industria del turismo en el país
debido al descenso parcial de visitantes extranjeros. El Estado se dedicó entonces a
promover activamente una política turística; nos movemos solo a pequeños pasos como
consecuencia del dirigismo.

c) Situada de esta forma en el primer plano de las preocupaciones de la política


económica y expuesta bajo los proyectores de la publicidad, la industria turística
encontró cada vez más aceptación por parte de la opinión pública. El mérito de esta
evolución recae no solamente en las organizaciones profesionales encargadas de la
defensa de sus intereses sino también en una literatura científica cada vez más
abundante. En lo que concierne a Suiza, mencionaremos, además de los autores ya
citados, a Gölden (56), Gurtner(57), Koller (58), etc.... sin olvidar las excelentes y
abundantes reseñas facilitadas desde fines de 1933 por las estadísticas federales de
turismo. La escuela alemana anterior a la etapa nacional-socialista está representada por
Glücksmann, Bormann, etc... Angelo y Giovanni Marotti, en Italia, Peyromaure-
Debord, en Francia, Norval y Ogilvie, en los países de lengua inglesa, figuran entre los
autores más importantes. Mencionemos igualmente la contribución de países de la
Europa Oriental al desarrollo de la doctrina turística, gracias sobre todo a Markos, en
Hungría y Cerny y Charvat, en Checoslovaquia. No obstante, Austria, país donde, antes
de la primera guerra mundial, Stradner y Schullern zu Schrattenhofen pusieron las bases
de una teoría económica científica del turismo, tiene derecho a considerarse como
pionero en esta materia.

Fue así como el velo que ocultaba numerosos aspectos del turismo fue finalmente
levantado. Los muy rudimentarios conocimientos con los que las ciencias económicas
se habían conformado hasta ahora, que no rebasaban el problema de la balanza de
pagos, se ampliaron hasta ofrecer una visión de conjunto del turismo. No es disminuir el
mérito de los trabajos citados constatar que estaban todavía basados en consideraciones
puramente materiales y ligadas a los mercados ya que sus autores estaban preocupados
ante todo por estudiar el equipamiento turístico, su ordenación, sus dimensiones
económicas, su rentabilidad. Las motivaciones humanas que condicionan y determinan
estos aspectos y que se inscriben en el marco de las condiciones sociales y son función
de la renta les interesaban menos. Dicho de otro modo, el turismo ponía de relieve los
problemas de la producción, no los de la consumición. Dos ejemplos tomados de obras
recientes lo atestigua.

aa/ La aportación de Troisi (59). Basándose en los estudios de Marshall y en su


teoría de la renta, Troisi limita los aspectos económicos del turismo al beneficio
particular, plusvalía o “soprappiù”, obtenido por el empresario turístico, es decir,
precisamente, a la renta turística. En el pensamiento de Troisi, la renta turística se basa
en la existencia de bienes libres (clima, vistas, manantiales de aguas medicinales)
ventajosamente situados, así como en el patrimonio artístico y cultural o en otros focos
de atracción (por ejemplo, la gastronomía) de una localidad o de una comarca
determinada. El beneficio que el empresario obtiene de su situación privilegiada, de su
monopolio o cuasi-monopolio, es un ingreso suplementario o adicional, es decir, es la
renta turística. La renta turística tiene otros elementos que pueden ser de naturaleza
psicológica, como por ejemplo, la propensión a gastar más dinero en una estación
climática que en otra. Troisi no sólo agrega las diversas rentas turísticas en un todo: el
beneficio neto del productor (60), sino que sencillamente identifica el total con la renta
turística, lo que constituye a fin de cuentas una tautología.

27
bb/ Partiendo de un principio dogmático análogo, se trata de explicar las
particularidades económicas del turismo por la duración del proceso de producción.
Refiriéndose a la clasificación de los economistas anglosajones modernos, Röpke (61)
adopta la división de la producción en tres sectores “Primary production” (agricultura y
otras actividades básicas), “secunday production” (industria) y “tertiary production”
(productos de calidad, bienes culturales) o “beni d´ozio” según Einaudi. Los viajes de
placer, en una palabra, el turismo, constituyen para Röpke los productos típicos de la
“tertiary production”, lo que presupone contar con un mínimo de producción en los dos
primeros sectores. (La presencia) de estos dos sectores refleja una cierta prosperidad.
Ellos se desarrollan (al unísono) con la mejora de las condiciones de vida y de bienestar
material. Pero, al afirmar que los bienes del tercer sector no pueden ser obtenidos más
que después de haberse satisfecho previamente las necesidades de bienes de los dos
primeros sectores se toma, sin saberlo, como criterio, la estructura de la consumición.
En efecto, no es posible cubrir las necesidades culturales o de lujo más que después
de haber satisfecho antes las necesidades psicológicas necesarias (sic) para la vida.

Es, pues, basándose en la consumición, es decir, en el nivel de vida, como se clasifica la


producción. Desde un punto de vista puramente técnico, la mayor parte de las
actividades turísticas, la distribución de los alimentos o la provisión de medios de
alojamiento por parte de la hotelería, que responden a la satisfacción de las necesidades
de alimentación y de alojamiento, deben incluirse en la “primary” y en la “secundary
production”. Sin embargo, desde el punto de vista de la empresa, no hay ninguna
diferencia entre ellos porque tanto el campesino como el industrial, lo mismo que el
empresario turístico, por ejemplo, el propietario de una tienda de tornaviajes localizada
en un balneario termal, todos buscan todos del mismo modo la explotación exitosa del
capital invertido.

2.- Importancia creciente de la noción de consumición

a) Si hacemos un balance provisional de nuestro estudio, constatamos que el turismo no


debe ser considerado exclusivamente desde el punto de vista de la producción y del
mercado. El estudio del turismo no puede ser llevado a cabo más que si no se pierde de
vista la consumición y los factores que la explican. Sin el conocimiento de las
condiciones subjetivas y del lugar que ocupa el turismo en la escala de necesidades del
individuo y de su clase social, es decir, en el conjunto de la colectividad, cualquier
teoría sobre esta materia es forzosamente fragmentaria. Es cierto que la orientación a la
consumición no es exclusiva del turismo; en todo proceso económico, en toda operación
comercial efectuada en el mercado, se advierten razones que influyen en la elección del
consumidor que se sitúan más allá de las estrictas leyes económicas y de la ficción del
homo economicus. Lo dicho no constituye una diferencia de principio sino del grado en
el que se manifiesta la actitud del consumidor de acuerdo con la urgencia de la
necesidad sentida.

La consumición de bienes y servicios de primera necesidad, el caso del pan por ejemplo
(62), se caracteriza por su continuidad y su constancia dentro de cada nivel de renta (de
ello resulta una visión de conjunto relativamente simple o incluso la transparencia del
mercado).

28
Por el contrario, cuando el consumidor desea satisfacer sus necesidades secundarias o
de lujo, son sus hábitos, tanto cuantitativos como cualitativos, los que influyen. En otros
términos, la influencia del nivel de vida es muy fuerte y manifiesta que la demanda es
más elástica.

Así entendido, el turismo es un ejemplo típico de la satisfacción de necesidades que


corresponde a la idea que se tiene del modo de vida apropiado a su nivel. El turismo no
se explica, por tanto, solo en base a consideraciones de utilidad sino que además
contiene una gran parte de elementos extraeconómicos, queremos decir irracionales.
Para tenerlo en cuenta hay que hacer una investigación del turismo al margen de los
datos objetivos y de las instituciones y considerar los sentimientos del individuo y el
modo de vida elegido, lo cual lleva, en resumidas cuentas, a concebir al turista, ante
todo, como un consumidor de bienes y servicios.

Es, pues, en la orientación de la economía turística hacia el consumidor y su


comportamiento condicionado por las tradiciones y el medio social donde residen los
progresos de la teoría en estos momentos. Los resultados anteriores no han sido
rebasados ni, por tanto, desvalorizados; al contrario, han sido enriquecidos y orientados
desde el punto de partida y el punto de llegada del turismo, e integrados orgánicamente
en un cuadro sinóptico de la actividad turística. Cerny ha dado un primer paso
hacia una síntesis de los factores de producción y de consumición en el turismo; este
autor, sin embargo, coloca aún en primer plano las relaciones cuantitativas (63).

b) Tal concepción no pretende tener una originalidad particular. Al poner el acento en


la consumición resalta un hecho esencial ya reconocido; en efecto, muchos
observadores del turismo han advertido que un número importante y siempre creciente
de viajes no son realizados por razones de orden profesional o lucrativo sino más
simplemente por el placer de viajar, razón por la cual adquieren un carácter autónomo.
Vemos personas que van a lugares próximos o lejanos para adquirir formación
intelectual, por esparcimiento físico, o, simplemente, porque están hastiados de su
entorno habitual, “rerum novarum cupidi”, decían los antiguos romanos para referirse a
la necesidad humana de descubrir sin cesar cosas nuevas: estos viajeros llevan en sí
mismos la razón de su viaje. Quieren distinguirse de algún modo de su vecinos, para
quienes el abandono de su lugar de residencia está relacionado con su actividad
profesional o comercial; en sus desplazamientos, los hombres de negocio buscan
objetivos que nada tienen que ver con su bienestar físico o psíquico; su desplazamiento
tiene, por tanto, carácter heterónomo. Se trata de las diferencias entre peregrino y
mercader. Puede ser que ellos vayan por los mismos caminos y que descansen en los
mismos lugares, pero se diferencian fundamentalmente por su mentalidad y su
comportamiento.

Económicamente hablando, esta diferencia radica en el hecho de que el peregrino es,


solo y exclusivamente, un consumidor de bienes y servicios. Podemos considerarlo
como el representante de la categoría de los turistas, de los “forasteros”, de los que
gastan dinero en el país, de los que no se dedican a ninguna actividad productiva. La
característica primordial de los turistas reside en su papel de consumidor y en la
ausencia de espíritu de lucro. Stradner (64) da de ellos la definición siguiente, en el
estilo barroco de Austria en los tiempos de la doble monarquía: “En este caso, la
necesidad de los foráneos entra en relación con nuestros medios para satisfacerla, sin

29
que esto lleve a que, por nuestra parte, tengamos necesidad, a su vez, de buscar medios
foráneos para satisfacerla”.

No acontece lo mismo en el caso del mercader que realiza viajes con fines
profesionales o lucrativos. A él lo que le interesa es crear “la necesidad de buscar
medios foráneos para satisfacerla”; dicho de otro modo, trata de vender lucrativamente
mercancías en el extranjero. Según Stradner, “los gastos personales derivados del viaje
y la estancia no son más que un elemento accesorio a sumar o restar del balance” (65)
que refleja el resultado del desplazamiento. Contrariamente al turista, el hombre de
negocios que viaja no responde a las características del consumidor puro, porque aporta
y toma a la vez a/de la producción y la actividad económica del lugar o el país que
visita.

c) La diferencia de naturaleza (entre ellos) está en la base de la mayor parte de las


definiciones del turismo, las cuales resaltan, en la circulación de personas, la parte
concerniente exclusivamente a la consumición. Según Morgenroth (66), los turistas “se
alejan de su domicilio habitual para estanciar en otros lugares exclusivamente
como consumidores de mercancías y otros bienes económicos”. Otras definiciones
expresan la misma idea, acorde con la constatación negativa de que el turismo en los
lugares de estancia “no está relacionado con ninguna actividad lucrativa principal, bien
sea permanente o transitoria (67). Autores anglosajones, como Norval (68), se refieren
secillamente al turista como aquel individuo que gasta momentáneamente en el lugar de
estancia (pasajera) un dinero que ganó fuera de él: “We define the tourist as one ... who
spends in the country of temporary sojourn money which has been earned elsewhere”
(“definimos al turista como la persona que gasta en el país donde se encuentra
transitoriamente un dinero que ha ganado en otro lugar”) (el subrayado es del traductor
francés).

La mayoría de los autores está, por tanto, de acuerdo en el carácter de consumición


pura que tiene el gasto turístico, lo que ha llevado a decir a Günther que la teoría del
turismo se puede incluir perfectamente en un tratado sobre la consumición (69). Pero
como es difícil fijar estadísticamente la frontera entre el turismo y los viajes de
negocios, las diferencias entre ellos suelen ser difíciles de precisar. Koller (70), por
ejemplo, incluye igualmente en el turismo suizo a las personas que abandonan
transitoriamente su domicilio habitual por razones de orden profesional (especialmente
cuando hacen viajes de negocios). Con esta concepción amplia (del turismo) se
incluyen en las estadísticas hoteleras todos los clientes que han elegido esta modalidad
de alojamiento por la imposibilidad de que las encuestas individuales sobre la finalidad
del desplazamiento permitan establecer con claridad las diferencias (existentes) entre
viajeros de negocio y turistas. En otros términos: en las estadísticas turísticas figuran
clientes que no son turistas, aquellos visitantes extranjeros en el sentido en el que
precisamente entendemos a los hombres de negocios eliminado de nuestra definición. A
pesar de la incompatibilidad entre la definición (de turista) y su consideración
estadística (71) hay que mantener el principio según el cual gastos turísticos son
únicamente los que se dedican a consumición; el turista es (solo y exclusivamente) un
consumidor. Esta es la característica fundamental del turismo y su verdadero credo.

En efecto, es sólo sobre esta base sobre la que se pueden comprender las tres
particularidades del turismo, a saber:

30
aa) Modo de financiación del viaje

Mientras que los gastos que se dedican a los viajes profesionales o de negocio son
soportados por la empresa y quedan incorporados a los costes de producción bajo el
concepto de gastos diversos, los viajes no comerciales, es decir, el turismo según
nuestra definición, son financiados con ingresos personales.

Los viajes profesionales y los viajes de negocio son fenómenos concomitantes con el
tráfico de mercancías y forman por ello parte del sector de la producción; por el
contrario, el turismo tiene que ver con la utilización de renta puesto que determina y
orienta sus modalidades (de utilización). Debe, por consiguiente, ser incluido en el
sector de la consumición. Esta concepción es la única que permite elegir entre diferentes
maneras de consumir y poner al turismo en competencia con las demás necesidades en
el marco del nivel de vida. En ella se basan todos nuestros trabajos.

bb) Efectos sobre la economía de la localidad turística

En tanto que consumidores, los turistas aumentan la circulación monetaria del lugar
turístico, elevan el poder de compra de la población autóctona y aumentan la cifra de
negocios del comercio y de las industrias locales así como el valor de la tierra (renta
funciaria).

El resultado económico generado por el turismo juega un papel más importante que el
generado por los desplazamientos profesionales porque los gastos de los turistas son, en
general, más elevados y más diferenciados que los de los hombres de negocios y porque
los de éstos no dan lugar, como ya se ha dicho, a contraprestaciones por parte del
comercio local. El vacacionista no es más que un utilizador, no es un proveedor. No
trabaja para compensar gastos; no lleva a cabo - ya lo hemos dicho - ninguna actividad
productiva. Sus efectos sobre la economía local son acumulativos y se traducen en
concentración de empresas comerciales y en prestaciones de servicios. En resumen, la
estructura económica de una localidad turística está más diferenciada que la de una
localidad industrial, por ejemplo (72).

cc) Gastos en materia de transporte

En el proceso económico, los servicios de transporte representan un medio de


producción sujeto a leyes económicas. En el turismo, por el contrario, (estos servicios)
revisten las características propias de un bien de consumición cuya adquisición es
cuantitativa y cualitativamente ilimitada. Esta distinción es importante en materia de
transporte, tanto en el plano teórico como en la práctica. En efecto, en el primer caso, es
importante satisfacer las necesidades de transporte utilizando tan racionalmente como es
posible el equipamiento existente puesto que cualquier utilización excesiva conduce
necesariamente a un aumento de gastos perjudicial para la empresa y para la economía
nacional. Por el contrario, en el segundo caso, y siempre que a largo plazo la libertad de
consumición continúe siendo parte integrante de nuestro orden económico, no importa
el gasto que se haga en transporte. El propietario de una fábrica que aumente con dos
nuevas unidades un parque de vehículos ya poco utilizado hace un mal negocio en el
plano profesional y una inversión inútil en el plano económico nacional. Pero si un
individuo adquiere para su uso personal dos coches de lujo no da pie a ninguna crítica
desde el punto de vista de la economía nacional porque se trata de la utilización de su

31
propia renta personal. Sólo la pertenencia del turismo a la esfera de la consumición
justifica su especial posición con respecto a la industria del transporte en general (73).

d) Gracias a los argumentos expuestos más arriba, y gracias sobre todo a la constatación
de que las relaciones entre turismo y localidad visitada “están exentas de cualquier
intención de lucro y se limitan a la consumición de bienes” (74) pensamos haber puesto
suficientemente de relieve la relación turismo - consumición y se nos dispense tener que
aportar nuevos argumentos. Todo lo que se ha dicho sobre este asunto no se refiere más
que al método, al desarrollo concreto (del concepto) del turismo y no a su origen.

La identidad:

turista = consumidor

traduce esta fase externa y aparencial.

Queda por examinar en qué condiciones se realiza (el turismo) en el marco del espíritu
del consumidor, bajo qué forma de toma de decisiones individuales concernientes a la
elección del consumidor tiene lugar. Es decir, nos queda aún por estudiar la
consumición en el plano genético. Esto es lo que nos lleva a la segunda parte de nuestro
estudio.

32
SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA CONSUMICIÓN
TURÍSTICA

CAPÍTULO III: FORMACIÓN Y TIPOS

1.- La renta y la demanda turística

a) Para viajar hace falta dinero. La ausencia transitoria del domicilio con fines turísticos
provoca un gasto que, en general, rebasa la consumición regular en la localidad de
residencia y el tren de vida normal. De una parte, es un hecho que los gastos aumentan
en vacaciones tanto en valor absoluto como relativo. La experiencia demuestra que en
vacaciones se gasta más porque continuamente surgen nuevas necesidades. Por otra, no
es posible suprimir completamente los gastos relacionados con la residencia
permanente. Existen gastos fijos (alquileres, seguros, mantenimiento) que no
desaparecen durante la ausencia y que se suman a los gastos de viaje y de estancia. El
turismo ocasiona, en consecuencia, un crecimiento de los gastos con relación a la media
habitual.

Esto es lo que explica también por qué es difícil cubrir las necesidades turísticas, es
decir, financiar los gastos de viajes y vacaciones, en base sólo a la remuneración
corriente, el salario. Estos ingresos no son suficientes, en la mayor parte de los casos,
para asegurar a la vez los gastos inherentes al domicilio permanente y los que se
producen con el traslado temporal de la familia a una localidad turística. Por ello hay
que acumular medios financieros durante un periodo de tiempo relativamente largo y
economizar durante meses, una anualidad, es decir, prepararse para cuando llegue el
momento de la evasión proyectada o para, si se trata de un viaje a crédito, afrontar la
devolución (del préstamo) llegado el momento. El turismo presupone pues, una
utilización reflexiva y planificada de la renta, es decir, la existencia de un presupuesto
familiar. El turismo es pues incompatible con una vida vivida al día.

La libertad de disposición es mayor entre los que tienen rentas altas o muy altas
procedentes del trabajo o del capital mueble e inmueble. De aquí deriva la facultad, para
las clases acomodadas, de disponer en todo momento de medios financieros para sus
gastos de viaje y de estancia sin que quede afectado, por tanto, su tren de vida habitual
(75). Son los titulares de altas rentas quienes han contribuido de manera decisiva al
nacimiento del turismo y de sus instituciones y quienes han dado a éstas hasta el siglo
XX un cierto carácter aristocrático y feudal. El elevado coste de los desplazamientos en
la época de las diligencias y la ascensión del Rigi, con guías y a lomos de mulas,
desanimaba a las masas, por lo que se trataba de un lujo reservado a la elite social, es
decir, a la elite financiera, la que se encontraba en la cima de la pirámide de rentas. A
pesar de la ampliación de la base de la pirámide y del aumento del número de personas
que tienen acceso al turismo, éste se financia hoy todavía en gran parte con el
patrimonio y con recursos que no tienen su origen en el trabajo. Aunque es verdad que
hoy la clase de los rentistas, víctima de la inflación y del aumento de las cargas
fiscales, ha sido, en parte, eliminada del ciclo turístico, el turismo continúa, sin
embargo, dependiendo muy particularmente de la coyuntura del mercado de capitales y
es sensible a las crisis bursátiles, a las devaluaciones de la moneda, et.

Por consiguiente, la existencia de ciertas fracciones de renta añadidas a los recursos


destinados a gastos corrientes constituyen la condición material previa, es decir, el

33
sustrato del turismo. El nivel de renta y el patrimonio de la población juega un papel
primordial porque condiciona la posibilidad de tomar parte en el movimiento turístico y
la importancia de esa participación. Cuanto más rico es un pueblo más importantes son
los medios que puede dedicar a fines turísticos. La posibilidad de satisfacer necesidades
de orden turístico además de necesidades vitales decrece conforme aumenta el grado de
pobreza de un pueblo. Hay que tener en cuenta no tanto el valor absoluto de la renta o
riqueza nacional como su distribución. El interés del turismo no reside, pues, tanto en
una teórica igualdad de rentas, en una renta media capaz de satisfacer tan solo las
necesidades de estancias y viajes; por el contrario, el turismo se beneficia de la
existencia de capas sociales privilegiadas, tan numerosas como sea posible, y cuya
prosperidad garantice la (prosperidad) de la industria de bienes y servicios turísticos de
alta calidad. Así, pues, el ideal de justicia social en el sentido de una descremación de
las rentas superiores, por ejemplo, por la fijación autoritaria de dividendos máximos, no
armoniza en absoluto con los intereses turísticos. Por el contrario, cualquier esfuerzo
para elevar el conjunto de las rentas y de aumentar la productividad de la economía
nacional será bienvenido porque establece la condición previa para un aumento de la
consumición y, por consiguiente, para el desarrollo del turismo.

La distinción entre turistas de países ricos y turistas de países menos ricos ilustra
bastante bien las relaciones entre la prosperidad de una nación y la intensidad del
turismo. Es ciertamente bastante rudimentaria y arbitraria, pero, a falta de otros datos,
se aplica al cálculo de los gastos medios de los visitantes extranjeros en relación sobre
todo con la balanza de pagos. Los visitantes que proceden de países ricos se consideran
capaces de gastar diariamente más que los que vienen de países menos afortunados.
Alemania, por ejemplo, utilizó este método para estimar los gastos de los turistas
extranjeros en 1927 (76); figuraban entre los países especialmente prósperos USA, Gran
Bretaña, Holanda, Suiza y los Países Escandinavos.

Sin embargo, esta clasificación presenta un carácter hipotético, en el sentido en que la


prosperidad de un país no se traduce automáticamente en una intensificación del turismo
sino que sólo crea las condiciones previas. La vocación turística potencial no coincide
obligatoriamente con los gastos turísticos reales; los gastos reales pueden ser frenados
por otros modos de utilización de la renta o por un sentido del ahorro especialmente
pronunciado. También es notorio que los naturales de un país relativamente rico, como
Francia antes de 1914, no se caracterizaran por su gran entusiasmo por los viajes al
extranjero. Fue la llegada del automóvil lo que hizo que el francés medio perdiera su
carácter sedentario teñido a veces de xenofobia. El uso efectivo de fracciones de renta
disponible para viajes, en detrimento de la constitución de fondos (de inversión) y la
disminución de la mentalidad de rentista son aspectos relativamente recientes en
Francia.

La estructuración de la consumición turística no es, pues, una simple ficción o un


efecto mecánico de la importancia del cambio de las prestaciones en materia de turismo.
Son necesarios otros impulsos, otros elementos reguladores para que una fracción de
renta disponible llegue a formar parte del ciclo de consumición turística. ¿Cuáles son,
sin embargo, las motivaciones concretas?

b) Según la teoría actual el precio de mercado determina la naturaleza y la importancia


del cambio de prestaciones en materia de turismo. La fracción de renta disponible
configura la demanda que se enfrenta a la oferta de prestaciones de transporte, de

34
alojamiento hotelero, etc... Cada vez que el juego de la oferta y la demanda fija el
precio, cierta cantidad de bienes económicos es cambiada por productos y servicios
turísticos, determinando a su vez la magnitud de la oferta y la demanda. Para ver la
realización del cambio desde el lado de la demanda es necesario que las ventajas del
demandante, es decir, lo que el candidato - turista espera del turismo, rebase en
importancia a las ventajas que él obtendría de la satisfacción de otras necesidades con la
misma asignación de fondos. Dicho de otra forma, es preciso que el valor subjetivo
atribuido por el demandante a su viaje y a su alojamiento sea superior al que atribuye al
precio, es decir, al dinero gastado.

En virtud de este principio se obtienen ciertas conclusiones relativas a la naturaleza de


la demanda turística. Habida cuenta de que la satisfacción del gusto por los viajes y de
la necesidad de estancias no contribuye, en general, como la satisfacción de la necesidad
de alimentos, vestimenta y vivienda, a la conservación de la vida física, sino que se
considera lujo y es necesidades culturales, la demanda turística está sometida a fuertes
fluctuaciones y es muy elástica. Gölden (77) piensa que la elasticidad afecta sobre todo
a la demanda de alojamiento, pero que la necesidad de viajar es más acuciante y más
rígida. De esta disparidad deduce que “en el pasado, los gastos en desplazamientos han
aumentado probablemente en una proporción muy notable con respecto a la renta global
y que las empresas de transporte se han beneficiado más de ello que las empresas de
alojamiento de la industria hotelera (78).

c) Parece, en todo caso, que esta forma de presentar las cosas no pone aún
suficientemente al día las verdaderas causas de una evolución que por lo demás está
correctamente descrita. Dicho de otro modo, la estructura efectiva de la consumición
turística queda insuficientemente explicada por medio de una encuesta sobre la
demanda y su comportamiento en el mercado, debido a que la demanda, como concepto
económico, no es más que la disposición a adquirir cantidades determinadas de bienes
determinados a precios igualmente determinados. La elección de bienes se considerada,
en principio, como un hecho complejo; sólo queda por determinar la calidad, que
depende del precio al que es ofrecida o demandada.

Como ya se ha dicho en la primera parte de este estudio, la demanda refleja solo muy
esquemáticamente la situación del mercado en un momento dado porque no es más que
una abstracción. Podríamos también concebirla como el resultado de una cristalización
en la que las fuerzas reales que condicionan la consumición quedan fijadas. Ya hemos
intentado establecer un puente sobre el hiato que existe entre la demanda y la
consumición. La demanda, presentada como partenaire de la oferta, ha sido integrada a
la fuerza en el esquema racional de la curva del precio. Pero al mismo tiempo se fuerzan
un poco las rendijas para dejar entrar en ella factores irracionales, en referencia a ciertos
casos de comportamiento no económico, la moda, por ejemplo. Se ha creído
aproximarla así a la realidad.

¿No es tentador, entonces, renunciar a semejantes paliativos y partir de nuevo en busca


del denominador común de los diversos comportamientos del consumidor y, sobre
todo, del turista? Este método nos llevará a estudiar realidades ocultas anteriores a (la
demanda) y permitirá dar un sentido concreto a términos tan equívocos como
convencionales, tales como la necesidad del viajero, el valor subjetivo de los
desplazamientos y las estancias, y a explicarlos teniendo en cuenta sus orígenes y las
relaciones que existen entre ello.

35
2.- El legado histórico

Si de entrada apelamos al juicio de la historia para resolver el problema lo hacemos con


la firme intención de buscar en la historia de la humanidad los rastros de sentimientos y
deseos que, en todas las épocas, han llevado a los hombres a abandonar transitoriamente
su domicilio3.

La presencia de arcaísmos en el psiquismo humano es bien conocida, habiendo sido


formulada por C. G. Jung en su teoría de los arquetipos, prototipos, formas e ideas
transmitidas hereditariamente desde la eternidad, energías psíquicas presentes no sólo
entre los primitivos, sino también entre los hombres modernos y civilizados. Jung les
llama órganos del psiquismo pre racional. “Del mismo modo que nuestro cuerpo no es
más que el cuerpo de un mamífero que conserva rasgos supervivientes de estados
evolutivos anteriores que recuerdan a los animales de sangre fría, igualmente nuestra
alma es el producto de una evolución que, cuando se remonta a sus orígenes, revela
también innumerables arcaísmos” (79).

La inmutabilidad del alma humana, las disposiciones y las predisposiciones que le son
inmanentes a través del tiempo, ha sido denominada por los americanos con la
expresión general de “naturaleza original” (80). Se manifiestan en los instintos impulsos
innatos, inclinaciones físicas específicas que, como la huida, la curiosidad, el instinto
paternal o gregario, derivan de una constitución psíquica que el individuo no adquiere
durante su existencia. Por ello, el hombre de nuestros días lleva en él fuerzas motrices
que determinaron ya en tiempos prehistóricos hechos y gestas humanas. De aquí que
manifestaciones vitales tan importantes como lo elección y la consumición de los bienes
necesarios para asegurar la existencia, es decir, la estructura de la consumición, estén
profundamente influenciadas por ellas. Tampoco las relaciones sociales actuales pueden
explicarnos de forma exhaustiva la manera en que los hombres organizan la
consumición. Como se sabe, numerosos motivos determinantes pueden ser explicados si
nos remontamos hasta los tiempos más primitivos. Continúa, sin embargo, siendo
difícil, en la práctica, distinguir los impulsos hereditarios e innatos de los impulsos
adquiridos posteriormente. Pero esto no cambia el principio fundamental en sí mismo.

Es pues posible pensar que las migraciones esporádicas o periódicas, es decir, los
movimientos turísticos de nuestros días, representan un fenómeno original y que la
huida, la curiosidad y el instinto gregario han impulsado siempre a los hombres a
abandonar temporalmente su domicilio para buscar un entorno diferente. Muchos
sociólogos admiten la existencia de un verdadero instinto migratorio(81), un instinto
primario en el que se mezclan indistintamente el instinto de nutrición y el instinto de
reposo. También es posible hacer una comparación con los movimientos migratorios de
los animales, como los de las (llamadas) aves migratorias o los de las plagas de
langosta. El vagabundaje no es más que la hipertrofia patológica del instinto
migratorio. Ya Stradner (82) mencionaba que el estimulante del turismo no es otro que
el deseo de viajar o un espíritu de vagabundo que aun dormita en el alma humana:
“Puede que sea una herencia de tiempos lejanos, cuando nuestros ancestros erraban
como nómadas”. La psicología moderna ha confirmado además ampliamente esta
concepción simple.
3
En palabras de Luis Cernuda “... la maldición antigua del hombre: el deseo de cambiar de sitio” (nota
del traductor español)

36
La influencia de ciertas nociones mitológicas de los pueblos primitivos al principio de la
humanidad reviste una importancia particular. Es así como se dice, por ejemplo, que los
indios americanos, cuando llegaban a la pubertad, abandonaban la cabaña y se retiraban
en soledad para adorar en la cima de alguna colina o de alguna montaña el “gran
misterio” (83). Esta costumbre respondía entre los indios a una exteriorización de la
vida del alma y es útil constatar, para nuestros propósitos, que el rito estaba
íntimamente ligado al fenómeno migratorio.

De un modo general, las metáforas primitivas del pensamiento, los símbolos, sobre todo
los de carácter religioso, dan al turismo un poderoso impulso. Todavía, después de
milenios, la visión de algún símbolo religioso sigue poniendo en movimiento a las
masas humanas hacia ciertos lugares sagrados en los que estarán cerca de él.

Se pueden clasificar entre las manifestaciones de la trascendencia las peregrinaciones de


la cristiandad católica hacia Tierra Santa, donde se dan cita las más grandes
manifestaciones de fe a pesar de que hayan caído hoy en lo profano. Roma en la Edad
Media, Santiago de Compostela en la lejana España, por citar solo los más importantes,
fueron lugares de peregrinación que atrajeron muchedumbres de todo Occidente a las
que las fatigas del camino (84) no afectaban. El éxodo anual de peregrinos del Islam a
La Meca y las peregrinaciones de los budistas prueban que la atracción ejercida por los
símbolos religiosos es todavía muy fuerte en nuestros días.

Otro ejemplo de la continuidad de representaciones inconscientes lo facilitan ciertos


fenómenos actuales del instinto deportivo, que también tiene precedentes históricos y,
en último extremo, en ritos de la prehistoria. Son muchos los que, con la práctica de los
deportes, han vuelto a encontrarse con la Naturaleza, cuyas preocupaciones de orden
profesional o social y la trepidante (acelerada) vida ciudadana les habían hecho olvidar.
Durante un corto periodo de tiempo tratan de escapar a la civilización y volver al seno
de la Naturaleza que presenció el desarrollo de la vida de los ancestros… La práctica
actual del camping es una vuelta consciente al modo de vida de los pueblos primitivos.
En la pasión por la caza o la pesca también descubrimos un cierto atavismo que enlaza
los deportes actuales con la época prehistórica, en la que (los deportes de entonces)
servían para asegurar a duras penas la existencia.

El deporte moderno remite en línea directa al pasado más antiguo no sólo en sus
manifestaciones externas sino también en sus motivaciones interiores. La competición
deportiva no es evidentemente más que un método de selección destinado a conocer a
los combatientes más hábiles, más vigorosos y más valientes entre los cuales los
pueblos primitivos elegían a su rey para sacrificarlos después más pronto o más tarde a
los “poderes” que los abandonaban, con el fin de reconquistar su favor por medio del
sacrificio y recuperar su poder. Que estas pruebas de valor y de destreza tengan como
premio el honor vivamente codiciado de llevar una pluma de águila, como hacen los
indios, o la posesión de un trofeo de oro, como hacemos ahora, no es más que una
simple cuestión de gusto que, en el fondo, no altera las relaciones existentes entre las
manifestaciones de la cultura primitiva y la actividad deportiva de nuestros días. Basta
observar el comportamiento de la muchedumbre durante un partido de fútbol o
cualquier otra competición deportiva de masas para darnos cuenta de cómo se
manifiestan los instintos y los sentimientos que delatan un poder y una pasión tan

37
primitivas que contrastan singularmente con las formas habitualmente civilizadas de
participación.

La presencia de tales arcaísmos y la existencia del inconsciente colectivo revisten a


nuestros ojos una importancia particular porque las manifestaciones exteriores que
ponen en funcionamiento se encuentran en parte hoy en el turismo. En efecto, el turismo
impulsa a los hombres principalmente hacia escenas que en la actualidad le atraen de un
modo indecible. Es lo que les permite acceder al ambiente natural, a una especie de
“outdoor life que ejerce un atractivo mágico por su contraste con la civilización” (85).

Encontramos aquí un origen irracional del turismo, por lo que es difícil evaluar sus
efectos a pesar de que son perceptibles para todos y sin equívocos. La raíz extiende sus
ramificaciones en todos los sentidos, alcanza a todas las capas de la población, puesto
que tiene su origen en sentimientos instintivos no diferenciados y comunes a todos los
hombres. El efecto de su encanto es tan potente que se sucumbe a él a pesar de todo. El
elemento irracional del turismo es particularmente evidente en el hecho de que los
interesados deseen tomar parte en sus manifestaciones a toda costa, incluso en
detrimento de la satisfacción de necesidades objetivamente más urgentes. Invierten el
orden de prioridad: reclaman “circenses et panem”.

b) Desde el punto de vista histórico, podríamos todavía llamar la atención sobre una
motivación específica de la consumición turística de un tipo particular que reviste un
carácter apremiante y forzado. Nos referimos a los desplazamientos temporales que se
realizan para conseguir la curación de enfermedades, es decir, a los desplazamientos
provocados por el instinto de conservación, los que responden, por tanto, a una
necesidad vital que no permiten sustitución alguna. El problema del valor no se plantea
en este caso, en el sentido de que no es posible optar entre diferentes posibilidades de
consumición. El objetivo de restablecer la salud tiene prioridad absoluta y es
indispensable poner en juego todos los recursos económicos disponibles y sin
restricción.

Sin embargo, el tratamiento de enfermedades a través de desplazamientos, sobre todo


bajo la forma novedosa de curas termales o climáticas, no constituye la única solución
terapéutica. Históricamente, el uso generalizado de curas termales data de los tiempos
de los romanos (los cuales no frecuentaban las termas exclusivamente con fines
terapéuticos sino, también, y en muchas ocasiones, por placer); la explotación de las
virtudes curativas del clima no empezó hasta la segunda mitad del siglo XIX, materia en
la que Suiza es un país pionero. Después, la evolución de la ciencia médica decidió en
gran medida el uso de diversos recursos terapéuticos en función de indicaciones
específicas. Para el tratamiento de una misma enfermedad pueden aplicarse varios
métodos terapéuticos, cuyo uso y la combinación en cada caso particular se dejan al
criterio médico. Para la tuberculosis pulmonar, por ejemplo, el médico puede elegir
entre el tratamiento tradicional y la operación. La operación no comporta,
necesariamente, un cambio de clima, lo que provoca pérdidas a las estaciones climáticas
interesadas, como consecuencia del descenso del índice de frecuentación. “El gran
progreso de la cirugía en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar hace superflua
muchas veces la cura climática que se consideraba necesaria en el pasado” (86).

Así se explica por qué una consumición tan prioritaria como los gastos con fines
medicinales puede no traducirse en una demanda constante y rígida en el mercado

38
turístico y también por qué el empleo de recursos curativos naturales queda sometido a
fuertes fluctuaciones. Baste recordar a este propósito las vicisitudes por las que pasan
ciertas estaciones termales orgullosas de su glorioso pasado; su reciente éxito en Suiza
sigue a un periodo en el que estuvieron relegadas al olvido y en el que su supervivencia
dependía exclusivamente de clientes distinguidos de avanzada edad a los que servían de
lugar de encuentro (87). En ese tiempo, la medicina estaba casi exclusivamente
preocupada por sanar el órgano enfermo por medio de la cirugía y la química; la
medicina estaba inspirada en la patología orgánica. Los métodos curativos naturales que
como las curas termales actúan sobre el conjunto del organismo han encontrado hace
poco un reconocimiento generalizado por parte de los médicos. Los últimos resultados
de las investigaciones médicas han comportado la desaparición de ciertos medios de
tratamiento y de las profesiones que los aplicaban. El ejemplo más conocido es el de las
curas de suero, en boga entre mediados del siglo XVIII y del XIX y que confirieron a
más de una villa, hoy alejadas de las rutas turísticas, la prestigiosa aureola de estaciones
de cura. Recordemos Gais, en la comarca de Appenzell, a la que las curas de suero le
valieron el honor de ser albergue de príncipes y de altezas reales. Meyer Ahrens (88)
prescribía dietas durante las curas de suero para evitar que la absorción de grandes
cantidades del brebaje provocara “sensación de pesadez en la cabeza”. Después, la
medicina aconsejaba a los tuberculosos, a los que tenían catarros crónicos y a los demás
“pacientes” a los que les habían sido recomendadas curas de suero (las “curas
escocesas” en idioma popular) seguir curas climáticas de alta montaña.

En cualquier época, el enfermo se deja guiar por la voluntad del prójimo


encomendando la cura de su mal a terceros, confiando en médicos, es decir, en aquellos
que les parecen facultados para ayudarle, en virtud de creencias sobrenaturales o por
conocimientos científicos. Para las tribus primitivas se trataba de curanderos y brujos
(89), mientras que en los pueblos civilizados se trata de médicos especialistas. Sus
órdenes deciden de forma preponderante si el proceso de curación exige un
desplazamiento, es decir, si hay que recurrir a una terapia imposible de emplear - o no
ofrece la misma calidad - en el domicilio habitual del paciente. Así se explica que, en la
consumición turística, la necesidad de salud y el instinto de conservación físico no se
manifiesten de una manera constante sino, muy al contrario, con una intensidad variable
como consecuencia de la intervención de un tercero que anula el libre albedrío del
principal interesado, el turista. La consecución de la cura de enfermedades físicas o,
en un sentido menos general, la necesidad de descanso, no cristaliza y no provoca, por
tanto, corrientes turísticas potentes y estables que lleven a los extranjeros hacia los
establecimientos tradicionales de cura, “las fuentes de juventud”. La frecuencia es
función de factores impersonales: el estado actual de la terapéutica y la práctica médica.

3.- El medio social

Como acabamos de ver, el individuo no es dueño de sí mismo, no es autónomo, no vive


en “aislamiento dorado”. Aristóteles definía al hombree como “zoon politikon”, es
decir, un ser político cuya vida en común con otros seres es consecuencia de un instinto
natural. En nuestra existencia física y psíquica estamos inexorablemente unidos a la
comunidad. La característica del orden económico actual, es decir, la economía de
mercado basada en la división del trabajo, se caracteriza por la dependencia mutua de
los individuos. Una especialización profesional marcada presupone una cooperación
social en el trabajo que impide cada vez más al individuo dar libre curso a sus deseos de
aislamiento y de autarquía; el tipo de hombre que se basta a sí mismo, aislado y

39
desconectado del mundo exterior, como Robinsón, no es más que un personaje de
novela.

Las numerosas relaciones con el medio circundante que cada individuo mantiene a lo
largo de su existencia influyen en su forma de pensar y de actuar, influyen y moldean su
universo subjetivo. Dar y tomar caracteriza las relaciones de los individuos con la
comunidad. Se percibe también en todos los actos de la vida cotidiana del hombre la
resonancia de impulsos y tendencias no son personales no derivadas de instintos
hereditarios sino que están en contacto con el mundo circundante y con la comunidad
que le vio nacer. Ocurre lo mismo con la consumición: no responde sólo a móviles
subjetivos sino también al conjunto de disposiciones y particularidades transmitidas por
herencia y tradición. Es preciso investigar también las motivaciones en el marco social,
en el medio comunitario, es decir, en los espacios exteriores al individuo.

Las influencias subjetivas son constantes y ya hemos visto en el párrafo precedente que
pueden ser, en su misma sustancia, intemporales. Por el contrario, los motivos objetivos
determinantes reflejan la evolución y el progreso de la vida comunitaria. Son pues ellos
los que suscitan en primer lugar el movimiento económico y las transformaciones en la
estructura de la consumición. El cambio del medio social, las variaciones de las
condiciones de vida de la sociedad, explican la naturaleza y el volumen de la
satisfacción de las necesidades en un momento dado. Es en este espíritu en el que Patten
(90) introdujo la noción de dinámica en las ciencias económicas, porque todo cambio
del medio ambiente repercute en la consumición, modifica el nivel de vida y, además,
influencia, a su vez, a la producción: “Each modification of the environment.... reacts
upon men through their consumption... This new environment modifies the standard of
life through changes in consumption and then new standard acts upon the race
psychology and creates new motives in production. This complete economy I would call
a dinamic economy....” (“Cualquier modificación del entorno (…) hace reaccionar al
hombre través de la consumición (…). El nuevo entorno modifica el nivel de vida a
través de cambios en la consumición y, posteriormente, el nuevo nivel de vida actúa
sobre el aspecto psicológico y crea nuevas motivaciones para la producción. A esta
economía integral puedo llamarla economía dinámica …”) . Patten, sin embargo, no se
sale, en principio, del marco de la teoría del valor subjetivo, ya que sólo se propone
extender su teoría a la consumición: “… la ley del valor queda en puros hechos
subjetivos, debido a que la ley de la consumición se basa, en parte en hechos subjetivos
y, en parte, en relaciones objetivas” (92). Pero como el acto de consumición es el
resultado de una elección a través de una comparación de valores de uso (93), que es lo
que determina la consumición real, es decir, el gasto en la compra, se trata de hecho de
una operación simultánea. En su comportamiento, el consumidor obedece al mismo
tiempo a factores subjetivos y objetivos, racionales e irracionales; el consumidor es a la
vez individuo y miembro de una colectividad.

¿Cuales son, entonces, los impulsos esenciales que proceden del entorno social, es
decir, de la colectividad, y que actúan sobre la estructura de la consumición y sobre todo
sobre la elección de bienes y prestaciones turísticas?

a) Citemos en primer lugar la división de la sociedad en clases como consecuencia de la


institución de la propiedad privada. La jerarquía social juega un papel primordial en la
estructuración de la consumición. En primer lugar está la clase propietaria, es decir, la
capa superior de individuos con medios financieros potentes, la aristocracia del dinero

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que en muchos países vive de rentas no procedentes del trabajo y que no depende de una
actividad económica regular. Su influencia es grande sobre la vida en sociedad y, por
tanto, sobre las formas de consumición. Veblen (94) habla en este orden de ideas de una
“leisure class”, designando con el término “leisure” el ocio, es decir, el tiempo no
dedicado a la actividad productiva, “non productive consumption of time” (tiempo de
consumición no productiva). En ello reside, en efecto, la característica primordial del
acomodo, de la riqueza. En toda sociedad basada en el principio de la propiedad
privada, la fortuna, es decir, el poder de apropiación económica, confiere un alto grado
de consideración y de distinción. Con la condición, seguramente, de que la propiedad
personal sea expuesta a la vista de todo el mundo. No es tanto la ausencia de
dependencia de una actividad económica regular lo que constituye un indicador
concluyente sino, sobre todo, una consumición superior a la media que rebasa
absolutamente las exigencias de la subsistencia y orientada al lujo . “.... the means of
showing pecuniary strength and so of gaining or retaining a good name are leisure and a
conspicuus consumtion of goods” (“… los medios de mostrar alto poder monetario y así
conseguir o mantener la reputación (social) son el ocio y la consumición ostentosa de
bienes” (95).

El respeto y la consideración que manifiestan a la clase alta las capas sociales inferiores
confieren igualmente una importancia particular a la estructura de la consumición. Así
como el volumen de consumición deviene en ostentación de prestigio social, sus
modalidades y su orientación muestran el camino a seguir para llegar a un nivel de vida
más elevado y, por tanto, para acceder a un rango social superior. Las costumbres de la
alta sociedad en materia de consumición sirven, pues, de modelo para todo lo que es
considerado como conveniente y deseable por quienes se esfuerzan en imitar las
maneras del “grand monde”. Se convierten en normas, en costumbres a las que se
adaptan las clases inferiores y de acuerdo a las cuales organizan su consumición
conforme va mejorando la posición económica. La necesidad de distinguirse y de
diferenciarses propia de las clases superiores se combina, por tanto, en una síntesis que
determina de manera decisiva la estructura de la consumición y su evolución.

Este mecanismo es particularmente evidente en el turismo. Ya hemos señalado en un


párrafo precedente que el turismo constituyó en sus orígenes un privilegio de clases
acomodadas. Pero las razones que hacen que el turismo refleje de un modo absoluto y
ejemplar las aspiraciones de la clase poderosa son más profundas. Para salir de viaje hay
que disponer de tiempo y de ocio. Exige además (contar) con recursos financieros que
no tengan que dedicarse a la adquisición de bienes indispensables a la subsistencia, es
decir, a necesidades vitales o a gastos sanitarios. Los dos elementos: ocio y una
consumición que, rebasando las necesidades vitales, llegue incluso hasta el derroche,
son las características evidentes del turismo.

El simple hecho de practicar el turismo permitía a la clase alta no sólo garantizar su


prestigio social sino incluso aumentarlo: se adaptaba perfectamente bien al rango social
de quien se interesara por él. No es, pues, sorprendente que las instituciones del turismo,
los palacios, la industria del espectáculo en los centros termales, los medios de
transporte, las propinas, etc... tuvieran en su origen el prestigio de lo fastuoso.

Más allá de la barrera erigida por las clases privilegiadas, el turismo permaneció
durante mucho tiempo como un sueño irrealizable para la gran masa de asalariados, los
cuales no disponían ni del ocio indispensable ni, esto no hace falta decirlo, de los

41
medios financieros necesarios para pensar en viajes y vacaciones. La sujeción
económica del asalariado y su dependencia del empresario capitalista unido a la
automación y a la “deshumanización” (Sombart) simultáneas del trabajo hacían
imposible una consumición que rebasara las necesidades elementales. El proletariado,
fruto del orden económico capitalista del siglo pasado, permaneció excluido del
turismo.

El turismo era para la nueva clase social objeto de un miedo inconsciente, un tabú.
Hubo que esperar a la mejora de las condiciones materiales y al creciente deseo de
cultura suscitado por el movimiento sindical obrero y el progreso de la política social
para que se ampliara el campo de sus necesidades y de elevación del nivel de vida. Poco
a poco, la masa de asalariados conquistó una modesta participación (en la consumición)
de bienes no sólo indispensable para la conservación fisiológica sino también para el
aumento de las necesidades culturales que aseguran, gracias al ocio, un justo descanso
moral y psíquico. En el áspero camino de la ascensión a un rango social más elevado,
los hábitos de consumición y el estilo de vida de la clase inmediatamente superior
sirvieron de brújula y de ejemplo para resolver el problema de la utilización del poder
de compra adicional. El individuo como tal quedó dispensado de buscar a tientas
medios de conseguir más consideración, más éxito aparente y más gusto por la vida.
Nuevos sectores sociales contemplaron la posibilidad de abandonar temporalmente su
domicilio para practicar deporte, hacer viajes de placer y tener vacaciones, una ocasión
inesperada de realizar una aspiración digna de esfuerzo y que creían al alcance de la
mano una vez que habían conseguido cierto grado de bienestar.

El movimiento de participación en el turismo se amplió pues con la tendencia a la


imitación y al igualamiento de las costumbres de consumición; desbordó la clase los
detentadores de altos niveles de renta que “forma la cima de la pirámide de ingresos
para extenderse a las demás clases de la sociedad de rango inferior representadas por la
burguesía”. El movimiento no dejó de ampliarse hasta que, progresivamente, alcanzó a
la base de la pirámide ocupada por la clase obrera.

La rapidez y la fuerza de este movimiento coincidió con un periodo de fuerte mejora de


las condiciones materiales, con el ascenso de las clases inferiores a un nivel más
elevado (de vida). Hoy, para la mayor parte de ellas, se ha roto el encantamiento ya que
han conseguido asegurarse una participación más o menos importante en el turismo.

El turismo social (96), tanto en su organización como en sus modalidades, adopta


formas particulares, pero tiene, sin embargo, el mismo origen, responde a las mismas
necesidades y a las mismas aspiraciones que el turismo tradicional de las clases
privilegiadas, del cual no es más que el hermano menor, todavía de poca edad, es cierto,
y poco exigente. Dicho de otro modo, las ambiciones de las clases inferiores se
acomodan, al llevarse a cabo, al modelo ofrecido por los niveles superiores de la
jerarquía social; la evolución va en el sentido de un aumento cuantitativo y cualitativo
de prestaciones turísticas: vacaciones más prolongadas y más variadas en hoteles con
más encanto y más confortables y el acceso del común de los mortales al paraíso de las
vacaciones tradicionales hasta entonces reservado a un pequeño número de elegidos.

b) Si la influencia dominante, el valor de ejemplo de las costumbres de las clases


superiores en la forma de organizar la consumición, descansa en el instinto de imitación,
en el deseo de hacer como los demás, el proceso de asimilación provoca, a su vez, un

42
movimiento opuesto, el que tiene su origen en la necesidad de singularizarse que
caracteriza al hombre y que se expresa en una actitud particular, en la preferencia que se
da a ciertos bienes de consumición, a la diversidad y novedad en la satisfacción de
necesidades. El que puede quiere distinguirse del resto, destacar su personalidad, en
suma, “epater le bourgeois”. La tendencia se manifiesta, sobre todo, en la moda, en la
manía de estar “a la page”, de ser original, “fashionable”. Esta es una de las armas
defensivas a disposición de la clase alta para exhibir su poder de consumición y sus
privilegios sociales.

En este orden de ideas, debemos advertir dos cosas; la moda es el principal motor del
consumo de lujo, es decir, forma parte de elementos del nivel de vida que no sirven para
la conservación pura y simple de la vida física sino para los placeres y no tienen
“survival value” sino “prestige value” (Kyrk). La consumición de pan, por ejemplo, no
tiene relación alguna con la moda, pero no ocurre o mismo cuando se trata de comprar
vestidos lujosos, sombreros, jerseys, muebles, automóviles, etc. La moda, además, está
sometida a cambios continuos. Es verdad que el instinto de imitación no permite nunca
más que un avance absolutamente relativo, una primicia vacilante; la moda fuerza sin
cesar a imponer formas y creaciones nuevas. Una moda “uniformizada” pierde su
originalidad en la medida en que la sigue el conjunto de los consumidores, se
compadece mal con la necesidad de singularizarse. Sombart ve en la aceleración del
ritmo de cambios en la moda un rasgo dominante de la era capitalista (97).

Así es como se llega, por deducción, a establecer que también el turismo depende de la
moda y a probar hasta qué punto la frecuentación de los centros turísticos está sometida
a fuertes variaciones en el tiempo. No es preciso buscar para ello razones objetivas.
Simplemente es así porque unos y otros, los afortunados y los menos afortunados, se
dejan guiar en su elección por la moda: se va a un lugar porque una cabeza coronada o
la elite de la sociedad - a veces incluso una estrella de cine - hace estancias en ellos y
porque es absolutamente necesario no pasar inadvertido. Frecuentemente, la elección
del lugar se debe también a un simple capricho, a la necesidad de evitar el aburrimiento
o incluso a la búsqueda de originalidad. Dejamos de ser fieles a una estación turística o
termal porque los amigos más queridos o porque nuestras relaciones ya no la encuentran
bastante “chic”, incluso porque la plebe la invadió o porque en ese lugar, por así decir,
no pasa nada.

El deseo de singularizarse, de distinguirse, de buscar prestigio o conservarlo influye


también en la elección de las estaciones turísticas y regiones climáticas, en preferir tal
país a tal otro, lo que frecuentemente relaciona el destino económico con los caprichos
de la moda. Recordemos en este sentido la visita al Tirol y a Budapest del Duque de
Windsor, entonces Príncipe de Gales, a mediados de los años 30. Convirtió Austria y
Hungría en “fashionable” para la aristocracia inglesa; era de buen tono haber estado allí
alguna vez e incluso llevar vestimenta tirolesa con todos sus adornos (pantalón de
cuero, sombrero de pelo de gamo, etc....) no estaba en absoluto considerado como una
ofensa al buen gusto. A la inversa, el disfavor de la moda hace desertar de los centros
mundanos en otro tiempo célebres, no sólo porque los gustos evolucionan o porque se
ha adoptado otra actitud frente a la naturaleza sino también debido a un acierta
sensación de saciedad. Lo que se puede alcanzar en cualquier momento, lo que llega a
ser moneda corriente, pierde todo su atractivo. La desaparición parcial o total de las
estancias de vacaciones suizas antaño renombradas como Rigi - Kulm, Rigi-Scheidegg
o el Gurnigel de Berna, ciertas cumbres del Jura y el Utliberg de Zurich, puede

43
atribuirse en gran parte a cambios en la moda, lo cuales no hacen más que traducir
modificaciones anteriores en el estilo de vida y de la moda cultural. Lo mismo puede
decirse de ciertas estaciones balnearias o termales que conocieron antaño el favor de
cortes reales europeas como Biarritz, Bad Hombur, y lo mismo podemos decir de los
núcleos termales de Bohemia (Franzensband, Marienbad, Karlsbad), Abbazia, etc. (98)
a las que el final del periodo suntuoso del turismo privó del atractivo que le confería la
moda. La fuerza de atracción se manifiesta igualmente a corto plazo en las variaciones
anuales o estacionales del índice de frecuentación: este verano “iremos” a Pontresina, el
año próximo a Zernatt, más tarde será de nuevo el tur del Oberland bernés, y así
sucesivamente.

Es natural que la industria turística ejerza, a su vez, por medio de sus representantes,
una cierta influencia sobre la moda turística. Nos referimos al vasto campo de la
publicidad turística, que impulsa a las masas a proponerse objetivos y a alcanzarlos por
la elección del itinerario y el lugar de estancia. Pero, contrariamente a la tesis de
Sombart, que ve en la moda una maquinación de los productores o de los comerciantes
que tiende al sometimiento integral del consumidor al empresario capitalista, es siempre
la voluntad y la libre elección de “Su Majestad el Cliente” la que decide. No es el
hotelero o la Asociación de Iniciativas quienes hacen la moda sino, en último lugar, los
impulsos del consumidor. La razón de ello, probablemente, es que la oferta turística
varía muy lentamente y que los demandantes se hacen de su avance una idea muy
aproximada.

No se puede crear un centro de veraneo lo mismo que se crea una moda femenina, ni
presentarlo en cada estación bajo un nuevo aspecto. También las posibilidades de los
que explotan el turismo de influir y persuadir al turista son limitadas. Ellos ejercen
ciertamente una acción estimulante sobre los gustos de los viajes en general pero, en
definitiva, la elección del lugar de estancia depende principalmente de motivaciones
irracionales relacionadas con la moda que ponen en valor tal centro o tal otro.

c) La división de la sociedad en clases y la necesidad individual o colectiva de


distinguirse y que encuentra su expresión en la moda son factores primarios que dan, de
entrada, a la consumición una estructura diferente y que al final, terminan
creando por reacción un nivelamiento de las costumbres de consumición (efecto
secundario). Por el contrario, en el comportamiento de las masas, en la psicología de la
muchedumbre, estamos en presencia de una tendencia congénita a la uniformización del
comportamiento tanto en materia de satisfacción de necesidades como al
amalgamamiento de los deseos individuales de consumición, es decir, a la integración.
En ciertas condiciones, la reflexión y la afectividad del individuo son anuladas por el
movimiento colectivo; la voluntad individual se eclipsa ante el alma colectiva” (99) que
dicta a los hombres el camino a seguir y les asigna un objetivo. Los individuos se
integran en la masa, sucumben a su poder de sugestión y permiten que influya en
sus actos.

Advirtamos que este fenómeno no es solamente particular en situaciones momentáneas,


cuando la muchedumbre se reúne en un mismo lugar, sea con motivo de una
manifestación deportiva o política o para alcanzar objetivos revolucionarios o incluso en
tiempo de guerra. En las manifestaciones masivas la fusión de la individualidad en la
colectividad anónima se acompaña de una violenta fermentación de los espíritus. El
efecto masa se expresa igualmente en ciertas situaciones bien definidas creadas

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actualmente con motivo de la reunión permanente de grandes masas humanas
cohabitantes, sobre todo, en las grandes aglomeraciones urbanas. Tal concentración de
población es verdad que no comporta, como ocurre en las embriagantes manifestaciones
colectivas, la desaparición del individuo, pero lo convierte en un ser incoloro y pálido,
privado de la energía necesaria para un desarrollo autónomo” (100). Por colectividad
entendemos aquí “un conjunto de seres humanos cuyos estados de espíritu y de alma
son uniformes” (101).

La uniformidad forzada y violenta en la forma de sentir no se presenta sólo a nivel


económico e intelectual, se expresa también con particular intensidad en materia de
descanso y distracciones. La práctica del ski, por ejemplo, que ha permitido al turismo
prolongarse hasta la mitad del invierno, ejerciendo por tanto un efecto revolucionario
sobre los hábitos de los viajeros y de los vacacionistas, es una distracción de masas por
excelencia. Sus promotores y adeptos no se reclutan en una clase social privilegiada
sino en toda la sociedad y, sobre todo, en las masas urbanas de las grandes
conurbaciones. Además, la importancia y la constancia de este movimiento son datos
que ponen este deporte al abrigo de un simple capricho de la moda. Las masas parece
que han encontrado en su éxodo dominical hacia las pistas de ski una distracción
apropiada que entusiasma y anima al individuo y le hace integrarse en la caravana
interminable de gentes provistas de bastones y ski. Su fuerza es tan grande que cada
cual renuncia al descanso dominical, realiza un largo viaje de ida y vuelta en trenes o
autocares casi siempre atestados, no teme al frío ni a madrugar y, en numerosos casos,
deja de satisfacer necesidades urgentes para poder dedicarse a lo que le da placer, a
veces se quita literalmente el pan de la boca para afrontar los gastos de viaje. Tal es el
poder de la mágica atracción de dos patines “que valen todo el oro del mundo”.

Sólo la psicología de masas puede explicar el entusiasmo por el ski, que cada vez más
se irradia desde las regiones montañosas hacia las aglomeraciones urbanas del valle,
basada en las vivencias colectivas de una multitud humana que se traduce en un
nivelamiento de la utilización individual del ocio, si es preciso en detrimento de
la asignación racional de renta a la satisfacción de necesidades vitales.

De donde resulta, para la teoría de la consumición turística, una transformación de las


estructuras por la aparición de una categoría nueva de consumidores que no modela su
comportamiento por el de las clases altas y no tiene necesidad de singularizarse (la
moda), sino que, por el contrario, surge espontáneamente del mismo estado de ánimo de
las masas humanas compactas, como un reflejo del âme collective” (en francés en el
original).

4.- La publicidad

Existe otro factor que también actúa sobre la estructura de la consumición y que se
propone influenciarla en un sentido determinado Se le designa con los términos de
publicidad, propaganda o reclamo. Se trata, en cualquier caso, de transmitir las
decisiones de los promotores de la publicidad a aquellos a quienes se dirigen; dicho de
otro modo, se trata de una influencia sistemática y metódica ejercida sobre un gran
número de personas de cara a la realización de un propósito previo establecido por los
mismos interesados (102).

45
En nuestros días, la publicidad interviene como un potente factor capaz de determinar la
consumición y de influir en el consumidor sometiéndolo a la voluntad de los extranjeros
teniendo en cuenta sus medios económicos La razón profunda en este caso radica en la
imposibilidad que tiene el consumidor, dada una alta especialización profesional, de
darse exactamente cuenta del grado de utilidad que tienen los diversos recursos que se le
ofrecen para la satisfacción de sus necesidades. Su conocimiento de los bienes de
consumición y de las prestaciones de servicios se limita a las cosas indispensables y a
las que se refieren a su profesión. Frente a los demás problemas del mercado, el
consumidor se siente desamparado.

¿Cómo podría el obrero ser informado de la naturaleza y la calidad de los objetos de


lujo que sirven para embellecer su existencia - un aparato de radio para la familia, joyas
para su mujer, juguetes para sus hijos si no es por medio de los catálogos de un gran
almacén, un anuncio en el periódico o en cualquier otro medio publicitario? ¿Cómo
podría el bibliófilo estar al corriente de las novedades si no es por medio de los
escaparates, catálogos o folletos del librero? En cuanto al turista extranjero, ¿no
quedaría a expensas del azar si no dispusiera de folletos o guías de hoteles para hacerse
una idea de las curiosidades que merece la pena conocer y de las posibilidades de
alojamiento?
En el mundo económico actual, dominado por la especialización y por la división del
trabajo, la publicidad cumple una función indispensable de información del mercado y
permite a los consumidores tener una visión de conjunto de la existencia de bienes de
consumición, de prestaciones y de los cambios constantes que experimentan.

De aquí que Bishop hable de una “advertising in its primary purpose of giving public
information” (publicidad en su función primordial de dar pública información) (103).
En base a estos datos, se facilita la elección del consumidor e incluso se hace posible en
cada caso particular. El servicio de información que asegura la publicidad es la
condición necesaria de un sistema económico que descansa esencialmente en el
principio de la libertad de elección del consumidor. Si los bienes de consumición
estuvieran regulados y distribuidos por los poderes públicos, si la consumición
estuviera reglamentada por el Estado - como ocurrió durante la última guerra - la
publicidad no serviría para nada (104). ¿Cómo se harían las compras? Muy
simplemente: la gente adquiriría las mercancías que le fueran asignadas de las que el
Estado fijaría la cantidad, calidad y el precio en los almacenes que le correspondieran.
Nada de elegir entre diferentes marcas, nada de reemplazar un bien por otro, nada de ir
de compras. Habría una marca única de cigarrillos y los no fumadores no tendrían que
abstenerse. No habría posibilidad de dedicar recursos sobrantes a la compra de
chocolate en lugar de tabaco. Porque para todo artículo de consumición existiría, al
menos en teoría, un contingente de distribución que no se modificaría so pena de que
todo el plan económico quedara perturbado y de que los medios de producción
fijados por los diversos bienes no fueran utilizados en el momento oportuno.

Sin embargo, la publicidad no limita sus funciones a la simple información


desinteresada y al papel de aconsejar. En manos del empresario se convierte en un
instrumento que asegura la renta y que es indispensable debido a la necesaria reducción
de gastos fijos por medio de una producción masiva. La publicidad aparece entonces
como un medio de sugestión, de “persuasión” (Bishop), como una cascada de reclamos
hablados, escritos y sonoros que cae diariamente sobre el consumidor. Cualquiera que
sea el camino hacia su trabajo o hacia el descanso en su domicilio, el consumidor es

46
solicitado por una publicidad incesante. Esta impulsión incansable busca traducirse en
una intensificación y una ampliación de la consumición. La técnica publicitaria tiene
por misión alcanzar este objetivo gracias a un arsenal de medios adaptados a la
psicología y al poder de compra de los diversos tipos de consumidores. Se trata también
tanto de estimular la consumición corriente de mercancías y de prestaciones como de
llamar nuevamente la atención del público sobre las que han perdido su favor y, en
particular, de hacer conocer nuevos productos o productos mejorados, para los cuales se
emprenden también a veces campañas publicitarias especiales. En todos los casos, la
publicidad abre puertas para el aumento y la diferenciación de la consumición.

La publicidad turística no es más que un caso de aplicación de la publicidad general.


Aumenta el campo del turismo en el sentido en el que se propone influir en el
consumidor induciéndole a utilizar las instalaciones que esta industria pone a su
disposición. Se le sugiere que haga estancias más frecuentes y prolongadas, o incluso
definitivas, y, gracias a la estancia en un hotel, liberar a su esposa de las tareas
domésticas cotidianas. A continuación se le invita a pasar sus vacaciones en Le Valais,
en el Oberland de Berna, en los Pirineos o en Italia, Francia o África del Norte. Tras
carteles con alegres colores, folletos de vacaciones y desplegables de hoteles llenos de
alabanzas superlativas, eslóganes impactantes, documentales filmados y publicidad
radiofónica, todo tratando de dar a conocer el seductor encanto de un rincón de tierra
bendecido por los dioses, se esconde la intención de canalizar un flujo tan intenso como
sea posible de clientes de las industrias de turismo y de irrigar gracias a la aportación de
dinero fresco las regiones que constituyen el objeto específico de la publicidad. Los
empresarios se sirven de ella como de un instrumento para aumentar la demanda y, en
consecuencia, para mejorar su nivel de actividad, lo cual, dada la gran dimensión de las
inversiones en la mayor parte de las empresas turísticas, viene a disminuir el peso de los
gastos fijos, lo que equivale a una reducción de los costes.

En principio, pues, la publicidad turística está también sujeta a las leyes generales que
rigen la actuación sobre el espíritu de los consumidores. Existe, sin embargo, una
diferencia de grado en la medida en que precisamente la función de la información
rebasa la función de persuasión. Esta diferencia procede del hecho de que sólo una parte
de la publicidad turística emana de las empresas profesionalmente interesadas, como las
hoteleras, las empresas de transporte, etc. Los promotores de la publicidad son, en una
proporción alta, las comunidades locales, regionales o nacionales y los organismos
representativos encargados de la defensa de los intereses turísticos, los cuales están al
servicio no de los intereses particulares sino de toda la economía de la región
considerada, que tienen la misión de promover la prosperidad general de la población
que depende del turismo (105). Este carácter colectivo es el que necesariamente
desvía la publicidad desde las empresas privadas hacia las ventajas ofrecidas por toda
una región sobre cuyos encantos turísticos hay que hacer más sensibles a los clientes
que se trata de atraer (106).

La ausencia parcial de intenciones comerciales se explica también por el hecho de que


el turismo sirve de intermediario para las relaciones económicas con el exterior en
beneficio del prestigio cultural y político de una nación. En la medida en que la
publicidad turística hace vibrar esta cuerda no es ya solo una fuente de información
turística sino, además, un instrumento de propaganda intelectual a favor del Estado o de
la región. Son entonces las oficinas nacionales de publicidad, como la Oficina Central
Suiza para la Promoción del Transporte, las que, gracias a los medios publicitarios

47
turísticos, actúan a favor de una mejor compensación de los pueblos, informan sobre las
instituciones y sus realizaciones y revelan el genio nacional tanto a los autóctonos como
a los extranjeros. Esta estrategia publicitaria ampliada puede, al mismo tiempo,
despertar el deseo de viajar y movilizar una elite intelectual o a la gente interesada que
hubiera tal vez sido inmune a un reclamo estrictamente comercial. La estrategia
beneficiará, por tanto, indirectamente, a las instituciones turísticas.

48
CAPÍTULO IV: EL JUEGO COMBINADO DE FACTORES QUE
DETERMINAN LA CONSUMICION

1.- Clasificación jerárquica de factores

En el capítulo precedente hemos mostrado que los factores que intervienen en la


estructura de la consumición turística son de naturaleza muy heterogénea. Nociones
sagradas para los economistas como demanda, precio y utilidad se mezclan con
elementos tan poco ortodoxos como la tradición y la costumbre y la necesidad del
hombre de imitar y de singularizarse con su comportamiento. Llegábamos incluso a
poner en juego a la psicología social y a la influencia de la propaganda sobre las masas.
El variado mosaico de fuerzas que condicionan la consumición lo encontraremos
siempre que queramos reflejar de un modo realista el desarrollo racional de un
fenómeno económico representándolo por medio de un modelo teórico.

Pero no basta con señalar la concomitancia de causas racionales e irracionales. De una


parte, la operación comercial que se realiza en base a la estructura de precios no se
altera en virtud de consideraciones extraeconómicas. De otra parte, no siempre es
conveniente olvidar, en el estudio de los fenómenos de consumición y distribución, los
elementos extraños a las leyes de mercado. Interesa, por tanto, tener en cuenta un
cuadro completo del proceso de consumición incluyendo en él elementos cuantitativos y
cualitativos así como motivaciones económicas y extraeconómicas. La visión de
conjunto permitirá que nos demos cuenta de la naturaleza y de la importancia de los
diferentes factores que intervienen en la determinación de la consumición, no tratando
de explicar cada acto de consumición en particular.

He aquí, pues, un esquema del proceso de consumición seguido de un comentario


explicativo.
RENTA NACIONAL

Renta individual
(después de deducidos los impuestos)

Renta destinada a las necesidades vitales Renta disponible

Consumo obligatorio Nivel de vida

Consumo potencial teniendo en cuenta


la relación Precio/Renta

Constitución de reservas

Consumo libre

Otros consumos libres Consumo turístico

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Partiendo del proceso de consumición, en su más amplia acepción, encontramos el
poder de compra representado por la renta, es decir, los medios de cambio disponibles.
Como nos hemos propuesto estudiar ante todo actos individuales de consumición, no
nos ocuparemos aquí más que de la renta individual. Debemos referirnos más bien a la
renta disponible, una vez deducidos los impuestos directos y, en su caso, las
contribuciones obligatorias a la Seguridad Social. Así mismo, dejamos de lado, en un
intento de simplificación, toda consumición relevante del Estado y de los poderes
públicos y las relaciones que éstos mantienen con la consumición privada. La renta
individual representa el volumen máximo de la demanda potencial. La importancia de la
renta individual depende a su vez de la renta nacional; por ello hemos hecho referencia
a este agregado al principio del esquema. Recordemos que el aumento efectivo de la
renta nacional en una situación de pleno empleo se traduce inmediatamente en un
aumento de la capacidad de consumición.

Por tanto, la renta individual facilita al consumidor el instrumento que le permite


atender sus necesidades; el proceso del consumición se pone en marcha; como ya hemos
dicho (107), este proceso no consiste sólo en la utilización de bienes y servicios sino,
ante todo, en una elección. Pero la elección no es libre cuando se trata de cubrir
necesidades vitales como alimentación, vestido y alojamiento, que son necesidades
fisiológicas absolutamente prioritarias. También podemos aplicar a las necesidades
indispensables para la conservación de la vida el término de consumición obligada
puesto que debe ser atendida de un modo prioritario. El montante de la cantidad a
dedicar a este efecto determina, por tanto, la parte de renta global disponible para la
cobertura de otras necesidades. Este remanente depende, por consiguiente, de que el
precio de los géneros alimenticios de primera necesidad, los alquileres, etc, se
mantengan en niveles bajos. La intervención del Estado, en el sentido de presionar sobre
los principales bienes de consumición, bien reduciendo los precios del pan, de la leche,
etc, bien fijando el precio-base (como ocurre todavía actualmente en diversos países con
el alquiler de las viviendas), se traduce de entrada en un aumento relativo de las
disponibilidades que exceden de la cobertura de las necesidades vitales, pero puede
reducir la renta disponible de las clases privilegiadas de la población por el aumento de
los impuestos.

La renta libremente disponible (ver el esquema) es un nivel intermedio que debe sufrir
un doble filtro antes de ser utilizada. En efecto, la elección de los bienes y servicios para
la consumición se efectúa de entrada sobre la base de costes y valores comparados, es
decir, sobre la base de consideraciones determinadas por la tradición, el medio, etc…, es
decir, de impulsos situados más allá del dominio del mero cálculo. Hemos agrupado
bajo la denominación de nivel de vida el comportamiento que se explica por la
integración de un individuo en una sociedad en la que ocupa un estatus determinado. El
nivel de vida se caracteriza por la manera en que se satisfacen las necesidades, es decir
que, como ya hemos señalado (108), depende de la idea que una persona se hace del
tipo de existencia que corresponde a su rango, el cual delimita las pretensiones y entra
frecuentemente en conflicto con las exigencias de utilización de renta con fines
domésticos, es decir, con el tren de vida inspirado por el espíritu de la economía.

Se comprende entonces que las relaciones entre el nivel de vida al que aspira el
individuo y la consumición posible a precios dados y para un nivel de renta
determinado, sean tensas. En función de estos criterios, el individuo no optará

50
forzosamente por una solución extrema. En prevención, por ejemplo, de los gastos
efectuados por su mujer en cuidados de belleza, no desatenderá los criterios contables,
no se plegará a los caprichos de la moda, pero no rehusará hacer concesiones a las
exigencias de su mujer siempre que el estado de sus finanzas se lo permita. Es mucho
más verosímil que, cuando se trata de elegir bienes y servicios para la consumición, los
dos criterios se manifiesten normalmente de forma conjunta: el nivel de vida
determinará, entonces, en gran medida, la naturaleza y la orientación de la consumición;
pero es también muy probable que consideraciones contables y financieras influyan
para limitar la dotación de ciertos gastos. Entrarán entonces en consideración la calidad
y los precios: (ejemplo, los ferrocarriles, los hoteles y los lugares de distracción: teatro,
cine, etc.).

La satisfacción de necesidades por medios económicos, que corresponde en nuestro


enfoque a la consumición es, pues, el resultado de un compromiso existente, renovado
sin cesar, parecido a un paralelogramo de fuerzas opuestas pero, en cualquier caso,
complementarias. Como muestra el esquema, la satisfacción de necesidades vitales
mínimas, es decir, la consumición obligada, no escapa completamente de esto. No es
exagerado decir hoy, sobre todo en el caso de los jóvenes, que las necesidades vitales
son sacrificadas en aras del deporte y de las distracciones porque se quiere parecer
elegante y hacer “como los demás”. ¡Cuantos fines de semana haciendo deporte de
invierno no son posible más que ayunando! ¡Cuantas veces se pone de relieve el
contraste entre fuertes gastos en alta costura y una vivienda más que modesta, por ser la
única posibilidad que tiene quien vive en ella de ostentar un nivel de vida por encima de
sus posibilidades!

La reducción voluntaria de necesidades vitales en beneficio de gastos caracterizados


como suntuarios disminuye la consumición obligada. El poder de compra que se libera
aumenta la parte de bienes y servicios destinados a cubrir necesidades culturales, es
decir, la llamada consumición discrecional o libre por contraste con la consumición
obligada. La consumición discrecional integra, consecuentemente, un mínimo vital
asegurado, la satisfacción de las necesidades generales, y refleja las aspiraciones
espirituales del hombre, lo mismo que sus aspiraciones al confort y a los placeres de la
vida, en definitiva, al progreso de la cultura y de la civilización. Es lo que Barnes y
Ruedi (109) llaman de un modo muy expresivo “Life on the Supra-pig Level”,
inspirándose en el criterio de Platón, para quien el hombre no debe contentarse sólo con
alimentarse y cuidar su higiene corporal puesto que cualquier animal aspira a lo mismo,
sino, además al cultivo de las artes, la música, el teatro, la estética y la filosofía. Por las
aspiraciones espirituales y por su organización del ocio se diferencia el hombre de los
animales.

La magnitud de la consumición discrecional también refleja la forma en que los


individuos y los pueblos participan en la producción de bienes y servicios que
contribuyen a enriquecer la vida de cada uno, lo que constituye un índice expresivo del
nivel cultural del individuo o de la colectividad. La existencia de tales medios
materiales, de los que están provistos los países de civilización avanzada de Europa y de
América del Norte, facilita las posibilidades de esparcimiento cultural diferentes de las
que tienen los pueblos cuyos recursos económicos se dedican solo a atender la
consumición obligada.

51
Es verdad que hay que tener en cuenta también la constitución de reservas económicas
(ahorro e inversión), es decir, una renuncia a la consumición inmediata en beneficio de
la consumición futura. ¿Cuál es la importancia de estas reservas y qué porcentaje
representan con respecto a la consumición? Duesenberry (110) afirma que la tasa de
ahorro es independiente, a largo plazo, de la evolución de la renta, pero que, a corto
plazo, viene determinada por la relación entre la renta actual y la renta más alta de
periodo precedente; según este autor, la tasa de ahorro disminuye cuando disminuye la
renta al empeorar la coyuntura. Pero, inversamente, el ahorro individual también
puede hacer disminuir la consumición discrecional al reducirse la demanda inmediata de
bienes. Esto es válido, según Keynes, para una renta creciente, por lo que tiene lugar
generalmente un aumento más que proporcional de la tasa de ahorro, es decir, una
disminución de la propensión a la consumición (111). Lo que Keynes presenta sin más
explicación como ley psicológica fundamental procede en realidad de los usos y las
tradiciones de la clase privilegiada, es decir, del nivel de vida.

Para las clases dirigentes, fortuna y sentido de la economía van a la par. La riqueza es
considerada como el salario de una sabia gestión económica y la gente que vive por
encima de sus medios son severamente juzgados y condenados. Basta releer ciertas
obras para darse cuenta de con qué celo y fanatismo predican la virtud del ahorro,
propia de los pioneros de la era industrial, para quienes el pecado es la consecuencia de
querer vivir por encima de los medios disponibles (112). Pero, además de las
exhortaciones de orden literario, está el ejemplo de personas célebres, conocidas por su
austeridad y sus logros, esos numerosos pioneros de la economía moderna que han
contribuido a que se considere el ahorro como una virtud burguesa. Sin embargo, por
fidelidad a los principios establecidos, esta virtud es todavía hoy practicada en medios
en los que las reservas económicas constituida son suficiente y donde una restricción
voluntaria ya no está justificada; a la inversa, en medios en los que las reservas tendrían
que ser mayores, pero no han sido educados en este espíritu o que aprueban el muy
comprensible deseo de participar en la consumición discrecional, los hábitos de ahorro
no están generalizados (113).

Una cosa es, por tanto, cierta: el volumen de ahorro viene influido por el nivel de vida.
Por el contrario, el montante de la tasa de interés juega un papel menos importante en la
constitución del ahorro efectivo. Duesenberry constata que “... the agregate savings ratio
will be rather insensitive to changes in interest rates...” (la tasa de ahorro agregado es
más insensible a cambios en la tasa de interés) (114). Dicho esto, admite que una
disminución de la tasa de interés puede contrariar el deseo de ahorrar y estimular la
consumición discrecional, sobre todo cuando coincide con una fiscalidad que trata de
captar la renta del capitalista. Por el contrario, un aumento de la tasa de interés y una
mejora fiscal tienen el efecto contrario. Indicamos estas diferentes relaciones de forma
esquemática diciendo que la constitución de reservas (ahorro e inversión) no depende
sólo del nivel de vida sino también de la posibilidad de dar libre curso a una
consumición discrecional determinada por la renta y por los niveles de precios. La
noción de consumición discrecional que, en nuestra opinión es la más importante, está
bien definida y se encuentra en el centro del problema. Habría que intentar ahora reunir
en grupos muy representativos una serie de objetivos tan numerosos como variados y de
investigar las leyes que presiden su aparición y su evolución. Un estudio de tal
envergadura constituiría por sí mismo el objeto de una teoría general de la consumición.
En lo que nos concierne, basta con que nos ocupemos de uno sólo de estos grupos, a

52
saber, el del turismo, y de compararlos con los demás, es decir, con los que no tienen
relación con el turismo.

Nuestro esquema permite presentar de otra forma el problema: la consumición turística


(y la no turística) puede ser atendida con ayuda de las reservas económicas (ahorro). En
tal caso, la elección del consumidor sólo tiene lugar en una fase posterior, es decir,
después de la constitución del ahorro. Sin embargo, es verosímil que desde el comienzo
de la constitución de reservas, su utilización parcial futura con fines turísticos juega
cierto papel, lo que confiere a ciertas reservas un carácter temporal (ahorro viaje).

La consumición turística se inspira frecuentemente en esta forma de proceder. Para


hacer frente a gastos de viaje y vacaciones relativamente altos, las masas populares no
disponen más que de rentas corrientes; ante la insuficiencia de estas últimas, no tendrán
más opción que recurrir a sus reservas (115).

2.- Componentes y nivel de la tasa de consumición turística

Después de exponer esquemáticamente la génesis de la consumición turística, nos


proponemos ahora aislarla del proceso general y analizarla desde el punto de vista
cuantitativo. La parte de renta dedicada a prestaciones turísticas o tasa de consumición
turística, es un conjunto complejo, un “mixtum compositum”; como ya hemos indicado,
son muchos los motivos que la determinan. El nivel de la tasa de consumición turística
determina el movimiento turístico y, por consiguiente, el nivel de actividades de las
empresas que se dedican al turismo: al abordar la financiación de la consumición
accedemos al corazón del problema turístico. Su solución no ha de ser buscada en un
razonamiento monista como el que explica la situación del mercado turístico en función
de un único principio causal, por ejemplo, el problema del precio con respecto a la
estructura de los gastos fijos de los hoteles; por el contrario, la solución debe basarse en
el análisis de los diversos factores que determinan la tasa de consumición turística. A
saber:

a) El efecto renta
La renta es la base material, el sustrato de cualquier acto de consumición e, igualmente,
de la participación en el movimiento turístico. El nivel de la tasa de consumición
turística depende por consiguiente tanto de la renta agregada, es decir, del producto
nacional (nacional) neto (a) como de la parte que corresponde a los particulares, es
decir, de la renta individual.

aa/ En el primer caso, esto significa que cualquier aumento real o nominal de la renta
nacional, independientemente de su distribución entre los individuos, tiende a elevar la
tasa de consumición turística. Naturalmente, el proceso puede ser el contrario: una
disminución de la renta nacional se traduce en una reducción de la tasa disponible para
la consumición turística. Empíricamente, se puede demostrar esta relación de causa
efecto al constatar que el movimiento turístico es función de la coyuntura económica
general: los periodos de expansión económica coinciden regularmente con los de una
mejora de las cifras de negocio de la industria turística, en tanto que, en periodo de
depresión, presenta síntomas de crisis. Estas consideraciones son generalmente
admitidas por todo el mundo y no nos detendremos más en ellas.

53
Por el contrario, la evolución de la renta nacional a largo plazo, sus modificaciones, su
tendencia y sus efectos sobre la tasa de consumición turística no han sido objeto de
estudio hasta el presente (116). Conviene precisar a este respecto que la aparición del
turismo y la creación de la industria turística en el siglo pasado son la consecuencia del
crecimiento del bienestar y del enriquecimiento que ha tenido lugar durante el gran
esplendor de la época del capitalismo. Veamos algunos datos facilitados por Sombart
(117):

RIQUEZA NACIONAL DE GRAN BRETAÑA

AÑO MIL MILLONES DE LIBRAS


1812 2.7
1833 3.6
1845 4.0
1865 6.0
1875 8.5
1914 de 13 a 15

RIQUEZA NACIONAL DE ALEMANIA

AÑO MIL MILLONES DE R. M.


1866 175
1895 200
1910/11 de 300 a 320

La producción de oro facilita otro índice:

Para el periodo de 1850 a 1910, las reservas de oro han pasado de 10 a 52 miles de
millones de R. M. a un nivel de precios relativamente estable.

La plusvalía resultante de la producción capitalista está en el origen de la


financiación de la consumición turística, puesto que facilita los medios financieros que
permiten a capas sociales cada vez más numerosas hacer viajes en su propio país y en el
extranjero. Los fuertes aumentos de la renta nacional en Gran Bretaña y en Alemania
permiten comprender por qué primero los ingleses y después los alemanes han podido
“descubrir” Suiza haciendo de ella un país de vacaciones.

Suiza, desde hace poco, constituye un ejemplo más de dependencia del turismo con
respecto a la renta nacional. El éxito espectacular del turismo interior durante los años
anteriores a la guerra es probablemente el resultado, al menos en una gran medida, del
crecimiento de la renta nacional debido al pleno empleo en la industria suiza. La
comparación entre la renta nacional y la frecuentación turística expresada en
pernoctaciones (117a) permite formular esta tendencia:

54
RENTA NACIONAL NETA SUIZA PERNOCT. DE SUIZOS ( miles)
AÑOS MILLÓN F.S. EN HOTELES EN HOTELES
SUIZOS EXTRANJEROS
1938 8.702 8.364
1939 8.826 7.810
1940 9.361 8.174
1941 10.441 9.378
1942 11.250 9.984
1943 12.054 11.287
1944 12.524 12.240
1945 13.468 14.386
1946 15.033 14.862
1947 16.842 14.756 1.220
1948 17.646 13.674 4.098
1949 17.360 12.564 6.036
1950 18.160 11.655 6.299
1951 19.470 11.774 6.409

El paralelismo entre el aumento de la renta nacional y el crecimiento del turismo


interior hasta 1946 es evidente. Sólo se interrumpió durante un tiempo breve después
del shok sufrido por el turismo durante el verano de 1939 cuando estalló la Segunda
Guerra Mundial.

Nuestra tesis no se contradice por la divergente evolución de la renta nacional y del


turismo de interior a partir de 1947. El descenso de las pernoctaciones de ciudadanos
suizos en los años siguientes no se tradujo en un descenso paralelo de la tasa de
consumición turística sino que se desvió, como muestra la tabla anterior, hacia los viajes
al extranjero a un ritmo muy alto. No es posible sumar simplemente las pernoctaciones
de los suizos en su país y en el extranjero porque las estadísticas extranjeras son
incompletas. Pero se puede deducir de la evolución comparada de ambas series que el
descenso del turismo interior fue más que compensado por el aumento del turismo en el
extranjero y que la consumición turística sigue siendo creciente.

Naturalmente, son numerosos los factores que contribuyen a desarrollar el gusto por los
viajes entre los suizos, pero es evidente que el crecimiento de la renta nacional es la
base material de la intensificación del movimiento turístico porque aumenta el poder de
compra de los turistas. Que se aplique totalmente en el país, como ocurrió durante la
guerra, o que también se aplique en el extranjero, como antes y después de la guerra, no
constituye nada fundamental.

Es verdad que no todas las clases de renta tienen la misma importancia para el turismo.
Hemos mencionado ya que los desplazamientos turísticos de la “era feudal”, es decir, en
el siglo XIX, fueron financiados en gran parte por las ganancias empresariales, es decir,
los beneficios, incluso también por la renta de la tierra. Todavía hoy continúan
alimentándose en una gran medida por la renta del capital. Pero, como muestra la tabla
que figura a continuación, las rentas de asalariados y de trabajadores autónomos suizos,
han aumentado en los últimos años más rápidamente que la renta del capital.

55
RENTA NACIONAL SUIZA SEGÚN CLASES DE RENTAS
(MILLÓN DE F.S.)

RENTA DE RENTA DE RENTA DEL


ASALARIADOS TRABAJADORES CAPITAL
(trabajador depend.) AUTÓNOMOS (benef. empresas e
intereses)
1938 4.191 1.873 2.485
1939 4.141 1.903 2.482
1940 4.202 2.088 2.588
1941 4.801 2.531 2.762
1942 5.383 2.851 2.713
1943 5.862 3.119 2.728
1944 6.172 3.219 2.744
1945 7.145 3.371 2.783
1946 8.311 3.516 3.131
1947 9.635 3.740 3.364
1948 10.344 3.795 3.390
1949 10.430 3.590 3.290
1950 10.680 3.840 3.580
1951 11.560 4.020 3.810
Aumento 1938/51 176% 115% 53%
Fuente: Statistisches Jahrbuch der Schweiz 1951
.
Una evolución análoga se observa en el extranjero. El Libro Blanco anual sobre la
Renta Británica (118) muestra las relaciones existentes entre renta y consumición
turística.

RENTA MONETARIA POR CLASES EN GRAN BRETAÑA


(EN MILLONES DE LIBRAS)
1938 1950 ∆%
CATEGORÍAS
Salarios 1.735 4.470 157.6
Funcionarios 1.100 2.500 125.2
Sueldos (militares) 78 250 220.5
Contribuciones a la S.S. (empresas) 54 198 266.6
Rentas de profesiones liberales 84 182 116.6
Rentas agrícolas 64 302 371.8
Beneficios de las pequeñas empresas y de
los comercios minoristas 440 845 92.0
Beneficios comerciales de las sociedades 536 1.692 215.6
Beneficios comerciales de las empresas
públicas 7 103 1371.3
Beneficios de otras empresas públicas 29 84 189.6
Rentas de la tierra y de localización 416 496 19.2
TOTAL RENTA NACIONAL 4.553 11.122 144.2
Renta neta de las inversiones en el
extranjero 163 74 -54.6

56
Se observa igualmente en el R. Unido, para el periodo 1938/1950, un aumento
importante de las rentas del trabajo mayor en el caso de los obreros (salarios) que en el
de los funcionarios. Mientras, la renta de la tierra solo aumentó ligeramente y el
producto de las inversiones en el extranjero incluso disminuyó, y los beneficios
comerciales de las sociedades y, sobre todo, de las empresas públicas experimentaron
un fuerte aumento relativo. Lo mismo ocurre con las rentas agrícolas, pero la
experiencia muestra que no se dedican de modo significativo a gastos turísticos.

La tabla anterior muestra la evolución nominal de la renta nacional británica. Entre 1938
y 1950 aumentó en un 144.2%, pero, como durante el mismo lapso de tiempo los
precios no aumentaron más que en un 90%, se deduce de ello que hubo un aumento de
la renta real.

En consecuencia, se constata que también en el R. Unido ha habido un aumento de la


consumición privada. Abstracción hecha de la devaluación de la moneda, ha pasado de
4.3 miles de millones de libras en 1938 a 8.9 en 1950. Es decir, que se ha más que
doblado. La parte correspondiente a la consumición turística en esta evolución, que
presentamos bajo diferentes rúbricas, fue la siguiente:

GASTOS EN VIAJES DE LA POBLACIÓN DE GRAN BRETAÑA (118)


(EN MILLONES DE LIBRAS)
1938 1946 1947 1948 1949 1950
Viajes:
a) Ferrocarril 55 104 101 107 101 95
b) Otros gastos 108 182 211 233 241 251
127 129 147 105 140 182
Coche particular
Gastos en el
extranjero 34 121 123 95 105 111

Los gastos en viajes, en sentido estricto, se dividen en gastos en ferrocarril y otros


gastos. Ambas partidas se han más que duplicado entre 1938 y 1948. Pero mientras que
la parte del ferrocarril baja los demás gastos de viaje aumentan.

En un sentido más amplio, también los gastos de transporte en coche privado forman
parte de la consumición turística. Con relación al periodo de antes de la guerra y como
consecuencia del racionamiento de los carburantes y de las dificultades existentes para
comprar un coche nuevo, estos gastos solo han acusado un ligero aumento. Fue a partir
de 1950 cuando comenzó a aumentar el tráfico en coche particular. Es de suponer que
los gastos en viajes y en estancias en el extranjero son imputables en su mayor parte al
turismo. Ambas partidas reflejan la fiebre de hacer viajes que se apoderó de nuevo de
los británicos en 1946, después de la atenuación de este movimiento como consecuencia
de la reducción de la disponibilidad de divisas.

La evolución es aún más notable si nos referimos no a los gastos nominales sino a los
gastos reales, es decir, si tenemos en cuenta la depreciación de la moneda. A
continuación figura una tabla comparativa para los años 1938-1948.

57
GASTOS EN VIAJES DE LA POBLACIÓN DE GRAN BRETAÑA EN 1948
(A PRECIOS CONSTANTES DE 1938 EN MILLONES DE LIBRAS)
1938 1948 ∆% Indice de
1938=100 precios
1938=100
Viajes 163 258 158 132
Transporte en coche
particular 127 53 42 198
Gastos de particulares en el
extranjero 34 37 109 257

Teniendo en cuenta los precios de posguerra, el aumento de la actividad turística de los


ingleses en 1948 parece más modesta. Esto es particularmente cierto para los viajes al
extranjero, para los que el aumento de precios fue particularmente fuerte; la renta real
dedicada a este capítulo no es más que un 9% mayor que la de 1938. El tráfico en coche
particular estaba aún gravemente obstaculizado en 1948, en tanto que el turismo interior
se traducía ya en un aumento del 58% de los gastos de consumición. Es un resultado
que no se explica más que por el racionamiento prolongado y severo de otros bienes
importantes, en particular de los bienes de equipamiento familiar. Profundizaremos en
esta cuestión cuando nos ocupemos del problema de la sustitución.

Resumiendo: el turismo se nutre cada vez más de trabajadores asalariados y es también


cada vez más financiado por rentas del trabajo. La mejora de la condición social del
obrero y del empleado, de una parte, y la presión fiscal creciente sobre las rentas del
capital, por otro, actúan en el sentido de una igualación. La tendencia se manifiesta
desde la Primera Guerra Mundial y marca el paso de la “era feudal” a la “era burguesa”
del turismo. Ya no es con los beneficios como se cubren los gastos de consumición
turística sino, sobretodo, desde un punto de vista general, con los salarios del
empresario o del trabajador independiente o no. Cada vez más nos encontramos en el
primer plano del turismo a las capas de población que llamamos clases medias (119); de
ellas es de donde procede el poder de compra adicional que ha permitido la aparición
del turismo de masas (o turismo popular). La estructura del turismo se ha transformado
como consecuencia de los modestos recursos puestos a disposición del asalariado medio
comparados con los del capitalista. El fenómeno más evidente en este sentido es la
disminución de la duración de la estancia en centros turísticos, aunque es verdad que se
viaja más, también lo es que se gasta menos (120). En otros términos, el aumento de la
consumición turística tiene lugar al mismo tiempo que disminuye el volumen de
transacciones por cada acto concreto de consumición (121).

Por consiguiente, una gran parte de los asalariados se encuentra todavía excluida del
beneficio integral del turismo tradicional como consecuencia de la pirámide actual de
las rentas. Como veremos más adelante con ayuda de ejemplos concretos de cuentas
individuales de gastos, su consumición turística se mantiene dentro de límites estrechos.
Es todavía prematura hablar de la “era” del turismo social. A pesar de todos
los progresos que han tenido lugar, este tipo de turismo todavía tiene hoy un carácter
incipiente y no representa más que una pequeña parte del producto global de la industria
turística. No es, pues, por casualidad, que, en las cifras de negocio de la Schweizer
Reiseckasse (Caja Suiza de Viajes) cuyos estatutos establecen que fomentará y facilitará
los viajes y las vacaciones de los suizos, sobre todo, de las clases de población con
recursos limitados, las empresas de transporte absorban el 80%, mientras que la parte
de hostelería y refección no es más que el 13%. La explicación radica en que para la

58
gran mayoría de los interesados la estancia en un hotel es todavía algo inalcanzable,
incluso en nuestros días.

La noción de turismo de masas (o turismo popular) que hemos utilizado para


caracterizar el turismo moderno debe ser, por tanto, entendida, en sentido cuantitativo y
psicológico. No se refiere a la categoría social del proletariado, la clase obrera.

bb/ La tasa de consumición turística no adquiere significación solo como agregado


económico sino también porque depende de la renta individual por ser un elemento de la
consumición del sujeto económico. El lugar ocupado por la tasa de consumición
turística en la consumición global adquiere sentido cuando se distingue la renta nominal
y la renta real, es decir, entre el poder de compra expresado en unidades monetarias y en
bienes y servicios. El aumento de la renta nominal no favorece el aumento de la tasa de
consumición turística más que si el aumento no es contrarrestado por la elevación de los
precios, es decir, por un encarecimiento de la consumición obligada.

Se pueden encontrar datos sobre la relación entre la renta individual y la tasa de


consumición turística en las cuentas familiares (122). Para ilustrar este fenómeno,
pondremos algunos ejemplos tomados de las estadísticas más recientes.

Encontramos los siguientes gastos bajo la rúbrica “vacaciones y ocio” en las cuentas de
las familias trabajadoras asalariadas elaboradas por la Bundesamt für Industrie,
Gewerbe und Arbeit en colaboración con las Oficinas cantonales y comunales de
estadística (123). Estos gastos cubren lo que llamamos tasa de consumición turística.

GASTOS DE LAS FAMILIAS DE TRABAJADORES ASALARIADOS EN


VACACIONES Y OCIO
(EN FRANCOS SUIZOS)
OBREROS EMPLEADOS TOTAL
1936/37 86.30 247.70 165.50
1943 90.50 185.00 112.90
1944 96.40 198.20 119.00
1945 144.90 303.20 166.30
1946 175.70 359.10 213.00
1947 216.50 353.40 249.80
1948 218.70 390.50 267.60
1949 274.00 433.90 349.30
1950 275.70 483.80 366.40
1951 261.60 519.00 361.90

Mientras que los gastos de las familias de obreros y empleados han aumentado un 119%
entre 1936/37 y 1951, el índice del coste de la vida (base 1939=100) ha aumentado
durante el mismo periodo en un 61%. De ello se deduce que la tasa de consumición
turística en Suiza ha aumentado fuertemente y no sólo desde el punto de vista nominal
sino también real. El poder de compra liberado durante la guerra al finalizar el
racionamiento y la escasez de mercancías ha contribuido en gran medida a ello gracias a
que hubo la posibilidad de encontrar un aliviadero en las instalaciones de turismo que
estaban disponibles sin restricciones notables.

El nivel de la tasa de consumición turística de cada familia depende esencialmente de


los gastos efectivos en consumición obligada. Es cierto que la consumición obligada no
tiene un orden de magnitud absolutamente rígido (124), pero absorbe por sí misma y de

59
forma prioritaria, una fracción relativamente constante de la renta. Cuanto menor es esta
fracción, es decir, cuanto mayor es la renta libremente disponible, de más medios se
dispondrá para atender a las necesidades de vacaciones y ocio. A medida que la renta
aumenta, la parte necesaria para satisfacer necesidades vitales disminuye
progresivamente porque, a nivel alimentario, la cantidad de calorías necesarias se
mantiene dentro de límites muy estrechos. Los ricos no pueden comer más cuando
alcanzan la saciedad, pero es evidente que aplican las reglas de la gastronomía, es decir,
que dedican mayores cantidades a alimentación acudiendo con más frecuencia a
negocios de refección; su forma de alimentarse cae también en el campo del lujo y de lo
superfluo y beneficiando así al turismo. La tasa de consumición turística no crece, pues,
proporcionalmente al aumento de la renta, sino con mayor rapidez que ésta. Su
elasticidad es superior a la unidad (125).

Las cuentas familiares de los trabajadores asalariados citadas anteriormente facilitan


datos que sirven para ilustrar lo que venimos diciendo.

GASTOS en VACACIONES Y OCIO POR NIVELES DE RENTA (126) (EN FRANCOS


SUIZOS)

Hasta 7.000- 8.000- 9.000- 10.000- 11.000- 12.000- 13.000-


7.000 8.000 9.000 10.000 11.000 12.000 13.000 14.000
1948 94.2 143.9 203.1 256.3 262.2 466.6 558.6 -
1950 93.1 198.2 210.1 277.6 386.3 480.1 552.2 560.7
1951 188.7 119.7 222.1 296.4 306.5 413.5 478.7 709.2

Esta tabla muestra el aumento progresivo de la tasa de consumición turística cuando


aumenta la renta. Al pasar de un nivel de renta al siguiente se libera un volumen
creciente de medios financieros que, al no estar condicionados por las exigencias de las
necesidades vitales mínimas, quedan libremente disponibles, siendo posible usarlos para
cubrir gastos de viaje y ocio. En consecuencia, cuanto más aumentan las rentas más
importante es la tasa de consumición turística.

Las cuentas familiares también facilitan información sobre esta materia. Es verdad que
incluyen los gastos culturales junto con los gastos en viajes y ocio, lo que no es
deseable.

Para los diferentes niveles de renta, se tienen los siguientes datos:

PORCENTAJE DE GASTOS DEDICADOS A CULTURA Y OCIO CON


RELACIÓN A LOS GASTOS TOTALES
(NIVELES DE RENTA EN FRANCOS SUIZOS)4

Hasta 7.000- 8.000- 9.000- 10.000- 11.000- 12.000- 13.000-


7.000 8.000 9.000 10.000 11.000 12.000 13.000 14.000
1948 5.0 5.6 6.0 6.4 5.9 8.2 8.6 -
1950 4.5 6.0 5.8 6.6 7.8 8.3 9.1 7.5
1951 5.9 5.6 6.0 6.7 7.0 7.5 7.9 9.0

4
Así se especifica en la traducción francesa, pero parece evidente que las cifras de la tabla son relativas
(porcentajes con respecto a los gastos totales de los gastos en cultura y ocio)

60
En realidad no se puede concebir un turismo digno de este nombre si no aumenta
continuamente la tasa de consumición turística al aumentar la renta. En efecto, salta a la
vista que con una renta inferior a los 7.000 F.S. el montante disponible para fines
turísticos (189 F. S. en 1951) puede en realidad bastar para un fin de semana o para una
marcha a pie durante las vacaciones, pero no permite una estancia prolongada en un
hotel ni utilizar los demás equipamientos ofrecidos en las estaciones climáticas o
termales. Es cierto que la situación sería más favorable si uno de los esposos, pongamos
el marido, fuera tan egoísta que utilizara en su exclusivo beneficio la renta disponible
para turismo financiando una estancia en un hotel o un viaje al extranjero. Esto quiere
decir que el turismo se apoya ante todo en las rentas medias y altas, es decir, en un
sector en el que precisamente la ley del crecimiento progresivo de la tasa de
consumición turística alcanza su máximo nivel.

b) La estructura de los precios

aa/ Haremos las consideraciones que siguen pasando al otro lado de la barricada. Hasta
aquí el problema de la consumición turística se ha presentado unilateralmente desde la
óptica del consumidor, es decir, analizándolo desde el punto de vista de la demanda; es
ahora el momento de mencionar al partenaire comercial, es decir, a la empresa turística,
sacándola de su papel pasivo haciendo intervenir a la oferta de un modo activo.

El mercado es el lugar en el que se encuentra directamente el sujeto y el objeto del


turismo, el espacio en el que la oferta y la demanda turística se encuentran cara a cara.
En contra de la creencia popular, el mercado no es un lugar delimitado en el espacio en
el que se localizan la oferta y la demanda. El turismo se subdivide particularmente en
una gran cantidad de mercados aislados en los que actúan los propietarios de medios de
producción turística, la gente que ofrece prestaciones turísticas, frente a los
demandantes o usuarios. Ahora bien, es en el mercado donde se forma el precio, y esto,
como enseña la teoría económica, tiene lugar en función de la oferta y la demanda.

El hecho de que, a pesar de las múltiples ocasiones en las que se encuentran la oferta y
la demanda, los precios de prestaciones cualitativamente equivalentes oscilen, en el
marco de una economía nacional, dentro de límites relativamente estrechos, sugiere la
existencia de factores que actúan en el sentido de un alineamiento y una estabilización.
Del lado de la oferta, está la necesidad de cubrir el coste de las prestaciones ofrecidas.
Aquí los principales interesados, a saber, la hotelería (127) y las empresas de transporte,
son tributarios de la estructura particular de su industria, fuertemente caracterizada por
el alto nivel de los costes fijos, que mantienen los precios a un nivel determinado y
limitan fuertemente cualquier eventual reducción .Dicho de otro modo, los acuerdos
entre empresarios permiten unificar y mantener el precio, principalmente en países
en los que, como Suiza, adoptan la forma de cárteles (128). A la inversa, la elasticidad
de la demanda turística, propia no de una necesidad vital sino de las de libre elección,
limita a largo plazo el movimiento pendular del precio hacia la elevación. Si las
prestaciones turísticas se ofrecen a precios muy elevados, éstos disuaden la
consumición. Como la consumición es el resultado de un acto selectivo, el poder de
compra se orientará en este caso a objetivos no turísticos que se presentan como más
ventajosos, al menos con respecto al precio. Tal sustitución de bienes o prestaciones no
turísticas por objetivos turísticos, por ejemplo, el cambio de unas vacaciones en la
montaña por una lavadora nueva, se mantiene dentro de determinados límites porque la
fuerza de la costumbre en materia de consumición puede obstaculizar las

61
consideraciones sobre el precio y las especulaciones sobre la utilidad marginal.
Independientemente de esto, los factores ya mencionados que influyen sobre la oferta y
la demanda son perjudiciales para la libre formación del precio. Los precios están pues
limitados tanto hacia abajo como hacia arriba, lo que tiende a igualarlos en los diversos
mercados particulares y a asegurar la “transparencia del mercado”.

No se trata de formular aquí una teoría de los precios aplicada al turismo (129) ni de
determinar por medio del razonamiento el precio de equilibrio por el que las cantidades
ofertadas y demandadas coincidirían de forma que la demanda total sea igual a la oferta
total. Nuestro interés se centra no en la estática sino en la dinámica del precio.
Concretamente, tratamos de saber en que medida los movimientos del precio son
susceptibles de estimular directamente la consumición turística. Para simplificar,
consideremos un cierto nivel del precio como dado y tratemos de determinar los efectos
de una variación de este precio sobre la tasa de consumición turística. La respuesta cae
por su peso: un encarecimiento de las prestaciones turísticas reducirá su consumición
mientras que una disminución del precio producirá el efecto contrario, en el sentido de
que aumentarán los gastos de los viajeros e incitará a nuevos estratos de renta a unirse al
movimiento turístico. Niehans consiguió estimar empíricamente una elasticidad precio
relativamente elevada para los gastos turísticos de los americanos (130).

Sin embargo, esta afirmación no es cierta más que bajo ciertas condiciones (o “cum
grano salis”). Los efectos descritos no se producen necesariamente de modo automático
y obligado. De entrada, las consecuencias del movimiento del precio no podrán ser
apreciadas más que si se considera al mismo tiempo la evolución del nivel general de
precios y particularmente los de la renta. El encarecimiento de las prestaciones turísticas
puede ser compensado aumentando la renta nominal, de forma que no tenga lugar una
reducción de la tasa de consumición turística. Así fue como las diversas subidas de
precios durante la Segunda Guerra Mundial en el sector de la hotelería en Suiza (131)
no obstaculizaron la expansión del turismo interior, que puede parecer espectacular
incluso a los ojos de los expertos, aunque hay que advertir que este sector no siguió el
encarecimiento general del coste de la vida; incluso después de la guerra aún no había
compensado su retraso.

Por otro lado, las reacciones de los consumidores a las fluctuaciones del precio no están
determinadas sólo por consideraciones económicas puramente utilitarias. Este es
particularmente el caso en lo que concierne al turismo y la quintaesencia de nuestra
investigación. Tales motivaciones irracionales, de cuyo origen ya nos hemos ocupado
aquí, pueden neutralizar grandes aumentos del precio. Por seguir la moda, un gran
número de consumidores está dispuesta a pagar más caro una estancia en un lugar
determinado por servicios de alimentación y alojamiento cualitativamente análogos a la
oferta de otros lugares.

Muy importantes excepciones restringen, en consecuencia, los efectos de la evolución


de los precios, como acabamos de describir, en la consumición turística. Además, si se
tiene en cuenta el hecho de que las fluctuaciones de los precios en el turismo se deben a
causas endógenas inherentes a la estructura de los costes fijos de la oferta y a la
elasticidad de la demanda, y que tales fluctuaciones no tienen de cualquier modo más
que una amplitud limitada, so pena de hacer peligrar la existencia de la empresa,
entonces la conclusión se impone por sí misma: los precios no influyen más que
moderadamente en la tasa de consumición turística. El índice de frecuentación turística

62
no es, exclusiva y definitivamente, función del nivel de precios. Esto significa que las
leyes que explican la formación y la evolución de los precios, y que se basan en un
comportamiento estrictamente racional de ambas partes, no tienen, en realidad, más que
un valor y un campo de aplicación restringidos.

Como es lógico, sería poco razonable caer en el exceso contrario y querer minimizar la
influencia de las variaciones del precio en la consumición turística. Un ejemplo ilustrará
el efecto estimulante que puede producir en materia de viajes una reducción de las
tarifas cuando se realiza con habilidad tanto desde el punto de vista técnico como
psicológico: el éxito que han tenido lo abonos de vacaciones implantados por los
ferrocarriles suizos durante la segunda guerra mundial. Estos títulos de transporte,
creados como medida provisional durante la guerra en apoyo de la hotelería y al turismo
suizos, han servido para bajar sobre todo el precio del viaje en las grandes líneas
estimulando así la consumición turística en numerosos casos por primera vez. No sólo
gracias a los abonos de vacaciones se ha tomado el tren más frecuentemente sino que,
en numerosas ocasiones, la reducción de tarifas ha sido el factor que ha conducido a
tomar la decisión de salir de vacaciones. Basta reparar en la tabla que aparece a
continuación, que facilita los datos relativos a la venta de abonos de vacaciones, para
convencerse; para simplificar el estudio hemos tenido en cuenta solo el periodo estival.

VENTA DE ABONOS DE VACACIONES Y DE BILLETES


SUPLEMENTARIOS DE LOS FERROCARRILES SUIZOS

ABONOS de VACACIONES BILLETES SUPLEMENTAR.


Verano de 1940 130.204 100.366
“ 1941 266.405 203.739
“ 1942 305.927 216.977
“ 1943 313.272 227.529
“ 1944 320.347 227.077
“ 1945 421.384 313.075
“ 1946 432.537 290.062

Sería tentador deducir de esto que para obtener índices de frecuentación turística
máxima, bastaría simplemente con reducir los precios en la proporción deseada. Cuanto
más baratas fueran las prestaciones turísticas mayor sería el número de usuarios.
Teniendo en cuenta que las consideraciones del precio no son las únicas que determinan
el grado de actividad de las empresas turísticas, el éxito de una medida de ventas con
rebajas parece, de entrada, limitado. Una política de precios que solo tuviera en cuenta
la amortiguación del precio de venta estaría condenada a no la falta de rentabilidad en
un sistema económico organizado en base a la empresa privada y llevaría más pronto o
más tarde a su ruina. El margen de reducción del precio parece en realidad muy pequeño
si no se quiere poner en peligro la existencia de la empresa. He aquí un ejemplo:

En la primavera de 1941, los anuncios que aparecieron en la prensa suiza a varias


columnas anunciaban que el mayor hotel entre Lausana y Milán, el Gran Hotel
Brunnen, situado en el lago de los Cuatro Cantones, había vuelto a abrir sus puertas
“con precios de la pensión desafiantes de la competencia a fin de permitir incluso a los
bolsillos modestos que pasaran al menos una vez unas vacaciones con pocos gastos en
un lugar donde antaño reyes y príncipes, comerciantes e industriales, banqueros y
millonarios habían pagado hasta 70 francos suizos al día solo por el alojamiento”.

63
El precio de la pensión diaria era sorprendente, en efecto; para una estancia mínima de
10 días era de 4,50 - 5,50 francos suizos más el 10% de servicios y tasas. Estas tarifas
batían todos los récordes; estaban incluso por debajo de los precios practicados por las
pensiones más modestas del lugar, por lo que el sector protestó compresiblemente
aludiendo a una competencia desleal. La dirección del hotel confirmó, por otra parte,
hasta qué punto estaba justificada la acusación ya que reconoció que con tales precios el
Gran Hotel tenía pérdidas. Pronto aumentó el precio de la pensión a 6.50 francos suizos
lo que seguía siendo que una fracción de los precios en vigor.

Una oferta tan excepcional logró lógicamente atraer una inmensa clientela, de modo que
el hotel estaba casi siempre lleno hasta no poder más. Durante el periodo de apertura del
mes de mayo al mes de septiembre de 1941, la tasa de ocupación alcanzó el 76%. La
cifra se situaba muy por encima de la media nacional, que era del orden del 30%.

A pesar de todo, un índice de frecuentación tan elevado no bastaba para cubrir los
costes. La reducción del precio fue tan fuerte que el punto muerto, es decir, el grado de
frecuentación que permite a la empresa cubrir todos sus gastos (132) no se alcanzaba ni
siquiera con el hotel permanentemente lleno. La experiencia estaba, pues, condenada de
antemano al fracaso. El final no se hizo esperar: Las facturas de los proveedores
quedaron sin pagar, el impuesto de estancia que adeudaba el hotel no pudo ser cubierto
más que por judicialmente y, en lugar de abrir el Gran Hotel en la primavera siguiente,
la sociedad gestora declaró la quiebra.

bb/ Hasta aquí hemos examinado los efectos del movimiento del precio en la
consumición turística en una economía nacional. Pero la relación entre la oferta interior
y la demanda exterior hay que reconocer que es realmente muy importante. ¿De que
manera las fluctuaciones en los precios en el turismo interior repercuten sobre los
turistas extranjeros?

La respuesta se facilita por el hecho de que no se trata en este caso de un fenómeno


específico del turismo. En efecto, el precio de las prestaciones turísticas es solo una
parte de los costes y de los precios de un país y su nivel se determina, para el extranjero,
por el tipo de cambio (de la moneda). La cuestión de saber si se ajusta la oferta interior
a la demanda exterior depende, a decir verdad, del poder de compra de las monedas
consideradas. Si esta relación es favorable, es decir, si a una y otra parte de la frontera
se gasta casi lo mismo por bienes y prestaciones de calidad semejante, entonces los
precios turísticos se fijan normalmente, es decir, en función de la oferta y la demanda.
Si, por el contrario, el tipo de cambio provoca una disparidad del poder de compra, la
demanda sufrirá las consecuencias: será favorablemente influenciada si la moneda
nacional se devalúa con relación a la moneda extranjera y si el precio de los productos
nacionales son inferiores a los extranjeros; será desfavorablemente influenciada si la
moneda nacional se aprecia con relación a la extranjera, porque un nivel de precios
relativamente elevado favorece la demanda en el extranjero.

En ambos casos, el mercado turístico se convierte en uno de los elementos de la lucha


que libra la economía nacional con la economía extranjera para equilibrar la balanza de
pagos por medio de la política monetaria.

Los precios excesivos de los hoteles suizos no plantearon a la clientela inglesa un


problema turístico particular debido a la devaluación del franco suizo en el otoño de

64
1936. Los precios eran la consecuencia lógica de la disparidad del poder de compra que
existía en las relaciones económicas anglo-suizas a partir del abandono de patrón oro
por parte de la libra esterlina en 1931 que afectó a las exportaciones suizas en las
mismas proporciones. Las tentativas unilaterales emprendidas por la hotelería con el fin
de restablecer el equilibrio de los precios por medio de dos reducciones sucesivas de los
precios de la pensión del 10% cada una en 1931 y en 1935 no tuvieron éxito por la
sencilla razón de que no se trataba sólo de un problema de precios turísticos sino, más
bien, de la igualación de los tipo de cambio. Sólo la devaluación del franco suizo y el
restablecimiento de la paridad del poder de compra permitieron a la hotelería proceder
al necesario ajuste de precios. La magnitud del resultado de la igualación del tipo de
cambio de la moneda suiza se pone de manifiesto a través de la siguiente tabla, en la que
veremos en que medida volvieron a ser competitivos los precios suizos para los turistas
británicos (133).

PERNOCTACIONES DE CLIENTES DE GRAN BRETAÑA Y DE IRLANDA


EN LOS HOTELES SUIZOS
AÑOS CLIENTES (miles)
1934 921
1935 920
1936 1.038
1937 2.045
1938 2.128

Una devaluación del franco suizo del orden del 30% efectuada en septiembre de 1936
provocó un fuerte crecimiento del flujo turístico inglés y el número de pernoctaciones se
dobló en 1937 y 1938 incluso a pesar del aumento del 10% de los precios de los hoteles
en 1937. El resultado es una prueba suplementaria de la débil incidencia de las
variaciones del precio sobre la demanda turística, principalmente en épocas en las que
las condiciones de mercado evolucionan rápidamente.

Invocaremos un nuevo argumento basado en un examen detallado de los cambios de


orientación que provocan, en las corrientes turísticas, las disparidades entre el poder de
compra de diferentes países. Un alto nivel de los precios turísticos en un país X no
afectará absolutamente a la tasa de consumición del país Y. Simplemente, provocará un
cambio en la distribución geográfica (del flujo turístico). Mr. Brown (de Londres) que
entre 1932 y1935 consideraba que una estancia en Suiza era demasiado cara, en
absoluto renunció, por ello, a efectuar su periplo tradicional. Solo eligió otro destino.
Como buen patriota, obedeció al slogan “stay at home” (permanezca en casa) y viaja a
Bournemouth o a Escocia, aunque, como cosmopolita pudo sentirse atraído por Francia
o Austria. La diferencia consiste simplemente en el hecho de que la parte de su
renta que estaba destinada a la consumición turística no benefició a la industria turística
suiza sino a la de otros países y no provocó un cambio fundamental en la estructura o en
el montante de la misma. Estamos aquí ante un caso de desplazamiento de la
consumición turística debido a una variación del poder de compra, y, por consiguiente, a
la sustitución de un país de turismo por otro. Vamos a analizar este aspecto del
problema desde un punto de vista diferente.

65
c) El efecto de sustitución

El problema de la sustitución se presenta bajo diferentes aspectos. En el sentido más


estricto del término, bienes sustitutivos son los susceptibles de satisfacer la misma
necesidad por lo que pueden ser sustituidos uno por otros para un mismo fin. Se puede
satisfacer la necesidad de hacer un viaje tomando el tren o el coche. Con cualquiera de
estos medios de transporte se cumple el objetivo. Se explica, en general, este hecho a
través de la tasa marginal de sustitución; dicho de otro modo, la cantidad marginal de un
bien cuyo descenso o aumento es exactamente compensado en el espíritu del
consumidor por el aumento o el descenso de otro bien. Sin embargo, la cantidad del
bien sustituido (por ejemplo, carne) que hay que suprimir para compensar exactamente
una unidad marginal del bien de sustitución, es decir, del bien de re emplazamiento
(por ejemplo, carne) será, por tanto, más pequeña que la del bien de sustitución (patatas)
si es más abundante en el mercado que el bien reemplazado (la carne). Expresado más
simplemente, cuantas más patatas me den menos dispuesto estoy a cambiarlas por carne.
Tal es el significado de la ley citada anteriormente (134).

El valor para el turismo (de esta ley) es más limitado puesto que aquí se trata menos de
la sustitución de cantidades divisibles de un bien reproducible a voluntad que de objetos
de consumición o prestaciones de servicios (transporte por ferrocarril, por coche o por
avión) específicos e indivisibles. Es decir, no se cambian porciones de mercancías sino
bienes o prestaciones completos. Sin embargo, la ley de la tasa marginal decreciente
continua produciendo sus efectos porque refleja una tendencia general.

Existe igualmente una cierta relación entre el precio de los bienes y las prestaciones
susceptibles de ser sustituidas unos por otros porque el encarecimiento de uno de los
bienes considerados aumenta la demanda del otro. El aumento del precio de los hoteles,
pro ejemplo, reforzará la tendencia a pasar las vacaciones en un chalet o en una casa
particular para defenderse del encarecimiento de la estancia hotelera. Cuando aumenta
la demanda de alojamiento en casas particulares se produce un aumento de los
alquileres, mientras que la hostelería por su parte, frena sus exigencias por la
competencia de otras fórmulas de alojamiento. La interdependencia de los precios de los
bienes que pueden ser sustituidos uno por otros evitará, pues, que surjan diferencias
muy fuertes. La influencia recíproca actuará en el sentido de una aproximación entre la
prestación inicial y su sucedáneo.

El fenómeno de la sustituibilidad se manifiesta igualmente cuando, en lugar de bienes y


prestaciones de servicios, son las necesidades mismas las que compiten entre sí. Las
personas que saben lo que ocurre en América afirman, por ejemplo, que las
necesidades de los americanos en materia de viajes y de vacaciones compiten y son
frecuentemente reemplazadas por los objetos de consumición siguientes:

- Frigorífico
- Abrigos de piel
- Coches
- Lavadoras
- Televisores
- Pisos de lujo

66
El ahorro que adopta la forma de importantes seguros de vida constituye también un
freno de los gastos dedicados a los viajes.

De esta forma, el proceso de sustitución se desplaza simplemente de los objetos de


consumición hacia la estructura de consumición. No estamos en presencia de un objeto
de consumición determinado que pueda ser alcanzado por diversos medios sino ante
diversos objetos susceptibles de ser sustituidos unos por otros dados los medios
disponibles. En el campo de la consumición obligada, la renuncia a un objeto en
beneficio de otro no es evidentemente posible más que dentro de una zona
estrechamente limitada. El hombre no puede dejar de comer y beber, no puede sustituir
el vestido o el alojamiento por las artes o las ciencias. Por el contrario, la consumición
discrecional ofrece una serie casi ilimitada de sustituciones, y por tanto, lo más probable
es que se aproxime a la consumición de lujo, a la “conspicuous consumption”, lo que
procede del hecho de que las necesidades de consumición no indispensable para
sobrevivir son menos específicas y pueden ser satisfechas de diferentes maneras sin
poner en peligro la supervivencia del interesado. La sustitución en este sentido más
amplio puede, por tanto, traducirse en un cambio de actitud del consumidor.

¿Cuáles son las razones de esto? ¿Cómo es que, para una renta dada, se renuncia de
golpe, total o parcialmente, a sustituir ciertos bienes o ciertas prestaciones de servicios
por otros bienes o prestaciones? Tal cambio en la elección de bienes, ¿no está en
contradicción con la tradición, la cual adquiere con bastante rapidez carta de naturaleza
en la estructura de la consumición, en las “patterns of consumption” (pautas de
consumición)?

aa/ Es fácil dar una respuesta en la hipótesis de que los cambios en la consumición sean
consecuencia inevitable de grandes cambios procedentes del exterior que afecten al
abastecimiento de mercancías. Cuando algunos bienes sufren una restricción en su
oferta y, sobre todo, cuando se trata de bienes vitales, la consumición desciende
inevitablemente. Los ahorros derivados de una consumición menor de artículos escasos
o racionados se dedican entonces a un consumición mayor de bienes y prestaciones
menos escasos y no racionados. Encontramos un ejemplo típico de esta sustitución
forzada en la economía de guerra que conmociona todo el esquema tradicional de la
consumición y lo reemplaza por otro más conforme con el estado precario de los
aprovisionamientos.

He aquí las transformaciones de la consumición que tuvieron lugar en Gran Bretaña y


en USA después de la guerra tal y como aparecen a través de sus principales partidas
(135):

67
CAMBIOS PORCENTUALES EN COMPRAS DE MERCANCÍAS Y
SERVICIOS
(PER CÁPITA)

GRAN BRETAÑA USA


1938-1944 1939-1944
Alimentos -11 8
Bebidas, alcohol y tabaco +8 33
-3 12
Vestido y calzado
Alquileres +9 14
Combustible y electricidad +2 32
Artículos de cocina (elect.) -82 -23
Electrodomésticos -51 +26
Otros gastos personales -37 +43
Periódicos y libros +1 +28
Distracciones +10 +10
Coches y viajes en coche -95 -52
Transporte público +13 +83
Correos y telégrafos +8 33
Gastos diversos -33 19
Consumición total -16 +16

Gran Bretaña y USA son dos países que reflejan nítidamente aunque de forma diferente
la incidencia de la guerra sobre la estructura de la consumición. En USA, país
fuertemente industrializado, con recursos casi inagotables y ahorrados a causa de
la guerra, no ha tenido lugar ningún cambio notable en la consumición obligada; los
americanos, en conjunto, no han experimentado restricciones apreciables en su
alimentación ni en su vestuario.

No ocurrió lo mismo, sin embargo, en lo que concierne a la utilización de coches


particulares, cuyo uso fue reemplazado, en gran parte, por el transporte público. Se
manifestó una cierta penuria en electrodomésticos porque son objetos fabricados en
fábricas que tuvieron que producir para el ejército.

Mucho más profundas son las modificaciones que tuvieron lugar en Gran Bretaña. Este
país fue obligado a restringir su consumición de un modo mucho más enérgico y en casi
todas las partidas. Aunque las restricciones en el campo alimenticio se mantuvieron
dentro de límites soportables, en el aspecto del vestido, del menaje y de otros objetos de
uso personal se sintió la escasez. El tráfico en coche privado era prácticamente nulo y
aun así no se compensó ni siquiera aproximadamente con los medios de transporte
públicos. Los descensos de consumición (de estos bienes) no fue compensado más que
de un modo imperfecto por el aumento de los gastos en bebidas alcohólicas, tabaco y
distracciones. Ante las dificultades generalizadas de aprovisionamiento, no se produjo
en Gran Bretaña, al contrario de lo que ocurrió en USA, más que una sustitución
incompleta ya que una parte de la consumición de posguerra desapareció, por a sí decir,
totalmente.

Suiza ocupa, en el marco de los cambios de consumición y como consecuencia de la


guerra, un lugar sensiblemente intermedio entre Gran Bretaña y USA. También en Suiza

68
el racionamiento de artículos alimenticios y de otros bienes de consumición importantes
liberó un cierto poder de compra que se dedicó a mercancías y prestaciones no
racionados cuya consumición aumentó. Entre estos últimos, las prestaciones turísticas
figuran en buen lugar. Al contrario de lo que pasó en el extranjero, las prestaciones
turísticas no tuvieron que sufrir ni limitaciones impuestas por el transporte ni escasez de
medios de alojamiento. Incluso hubo una oferta fuertemente excedentaria. El intenso
gusto por los viajes manifestado por los suizos durante la guerra, que se manifestó en el
aumento descrito más arriba del número de pernoctaciones de clientes nacionales, se
explica en parte por el crecimiento de la renta nacional pero, sobre todo, por la
utilización ilimitada del equipamiento turístico que sirvió de “vía de encauzamiento” de
la renta liberada por el racionamiento y de derivación para el aumento del poder de
compra que apareció después del ahorro forzoso (136).

bb/ Más difícil es explicar la sustitución provocada no ya por la variación de las


cantidades y de los precios de la oferta sino por el cambio del comportamiento de los
consumidores permaneciendo constante la oferta tanto desde el punto de vista
cuantitativo como desde el punto de vista del precio. Esta sustitución se presenta bajo
dos formas:

1º) sustitución de un bien o una prestación turística por otra prestación turística.

2º) sustitución de una necesidad turística por otra no turística; la consumición se


desplaza del turismo a otras actividades, o a la inversa.

aaa/ Con respecto al primer tipo de sustitución, la que tiene lugar en el interior
del turismo, ya hemos puesto un ejemplo. Este tipo de sustitución afecta a la
tendencia, apuntada por primera vez según nuestra información por Gölden, a un
aumento del porcentaje de los gastos dedicados al transporte a costa de las cantidades
dedicadas a la estancia (137); una parte cada vez más importante de los gastos turísticos
en expansión va a las empresas de transporte o a los viajes en coche propio, lo que
comporta la reducción correspondiente en los gastos de estancia. En consecuencia, los
aumentos en los gastos de transporte sustituyen una parte de los gastos en hotel. Se
asiste, pues, a una sustitución ponderada de “turismo receptivo” por “turismo activo”
que se traduce en una notoria reducción de la duración media de la estancia en la
estación turística. Se olvidan las palabras de Fausto; “¡Quédate, eres tan hermoso!”. Si
nos tomamos la molestia de consultar los viejos libros de hoteles, los “registros de
viajeros” descubriremos una verdadera mina de información sobre las costumbres de los
viajeros de antaño. Después del estudio de numerosas fuentes de este tipo, procedentes
de todas las regiones turísticas clásicas, llegamos a la convicción de que precisamente
hacia fines del siglo XIX, la estancia de varias semanas era la regla en el caso de los
clientes extranjeros en las estaciones suizas. Parece que los clientes suizos, que eran la
minoría, habían fijado la duración de la estancia en 3 o 4 semanas por término medio. A
título de curiosidad, elegimos, entre innumerables testimonios, dos inscripciones que
figuran en el libro de hotel de la pensión Rosat en Chateau d´Oex. Cierto señor
Zwierlein confesaba en agosto de 1852:

“Durante las 9 semanas pasadas aquí he encontrado excelentes tanto el alojamiento


como la alimentación. En reconocimiento de la calidad del servicio y de la amabilidad
del hotelero, no tengo más remedio que recomendar por doquier a todo el mundo la
pensión Rosat en la Frass”. Poco tiempo después, un inglés inscribió con una concisión

69
verdaderamente militar las palabras siguientes: “El coronel, la señora Wale y su familia
(12 personas) han permanecido aquí durante tres meses”.

Las semanas de hace cien años se han reducido ahora a días: la duración media en los
hoteles suizos se elevaba en 1951, según las estadísticas turísticas federales, a 3,48 días
para el conjunto del país y a 3,78 días en las regiones turísticas.

No es preciso volver al pasado para darse cuenta de la mayor movilidad de los viajeros
y para persuadirse de que los desplazamientos superan a los reposos. En un estudio
aparecido al final de la guerra, Fallet (138) estimó aproximadamente los ingresos de los
ferrocarriles federales suizos de 1938 a 1945, según el objeto del viaje, lo que da para
los desplazamientos de vacaciones:

INGRESOS DE los
Ferrocarriles por VIAJES DE PERNOCTACIONES DE
AÑO VACACIONES SUIZOS
(EN MILLONES DE F. S.) (EN MILES)
1938 24 8.364
1939 26 7.810
1940 23 8.174
1941 30 9.378
1942 39 9.984
1943 41 11.287
1944 46 12.240
1945 56 14.386

El tráfico de vacacionistas, medido a través de los ingresos correspondientes de los


ferrocarriles, ha reaccionado más fuertemente a las peripecias de la guerra que la
frecuentación de hoteles por clientes suizos expresada en noches. Por ello, el descenso
del tráfico de vacacionistas en 1940, un año crítico, no se reflejó en el número de
pernoctaciones. Pero en este orden de ideas, es importante constatar que el tráfico
turístico ferroviario durante el periodo 1938/45 aumentó, a pesar de todo, más
fuertemente que la frecuentación de hoteles expresada en pernoctaciones (133,3% frente
a 72%).

Podemos concluir diciendo que el aumento espectacular de la tasa de consumición


turística ha beneficiado más a los ferrocarriles que a la hotelería. El proceso de
sustitución de la creciente actividad del desplazamiento por la de estancia continuó lo
mismo que durante la guerra.

Pero, por otra parte, la hotelería está amenazada por un peligro mayor: a saber, la
tendencia por razones de precios más bajos, de libertad y de espíritu de familia, a pasar
las vacaciones en un chalet, en una residencia secundaria o bien en la habitación de una
casa particular. La estancia en el hotel es pues sustituida por un alojamiento particular;
el menaje individual se lleva provisionalmente al lugar de veraneo. No hay duda de que
la tendencia a pasar las vacaciones fuera de un hotel sigue aumentando.

Como los alojamientos particulares no figuran en las estadísticas hay que apoyarse en
ejemplos regionales o locales si se quiere cuantificar la sustitución que se está operando
a favor de las estancias en casa particulares en detrimento de las estancias en hoteles.

70
Tenemos, por ejemplo, el caso de Grindelwald: para el periodo de anteguerra se
presenta como sigue (139):

VERANO INVIERNO
JUNIO-SEPTIEMBRE DICIEMBRE-MARZO
(PERNOCTACIONES) (PENOCTACIONES)
AÑO EN CASAS EN AÑO EN CASAS EN
PARTICUL. HOTELES PARTICUL. HOTELES
1935 27.500 62.369 1934/35 2.500 34.371
1936 26.800 60.889 35/36 3.000 35.135
1937 35.100 100.827 36/37 4.100 52.799
1938 37.100 89.894 37/38 5.000 59.789
1939 32.000 59.457 38/39 6.900 58.460
1940 32.500 22.958 39/40 3.400 11.812

Salta a la vista inmediatamente el reducido número de pernoctaciones en casas


particulares durante la estación de invierno, lo que se explica por el hecho de que el
hotel tiene la ventaja indudable de un mayor confort: no hay que preocuparse por la
calefacción, sus instalaciones son más apropiadas, etc. En verano, por el contrario, el
alojamiento en casas particulares cubre la mayor parte: representa para el periodo 1935-
1939 entre un tercio y más de la mitad de los turistas que usan hoteles. Durante la
guerra, el alojamiento en casas particulares rebasó en valor absoluto el número de
pernoctaciones en hoteles. Las preferencias por los alojamientos particulares se han
mantenido después de la guerra e incluso se han intensificado en parte.

En Adelboden, por ejemplo, el censo de visitantes efectuado por correos el 25 de


junio de 1952 dio el siguiente resultado:

CLIENTES
Hoteles y pensiones 1.291
CHALETS, INSTITUTOS Y CASAS
INFANTILES 3.446
Total 4.737

Además, para satisfacer la creciente demanda, la Schweizerische Gemeinnützige


Gesellschaft (Sociedad Suiza de Ayuda Mutua) creó una agencia especializada en
alojamientos para vacaciones que dispone de 2.800 plazas.

La evolución mucho más regular (observada en el caso de Grindelwald) de las


pernoctaciones en casas particulares con relación a las pernoctaciones en hoteles deja
entrever que son ante todo los clientes suizos los que prefieren el alojamiento en casas
de particulares y que lo demandan en medida creciente. Los proyectos de vacaciones
revelados al autor de este estudio por numerosos suizos y conocidos pertenecientes
principalmente a la categoría de funcionarios o de profesionales liberales, confirman
también esta tendencia; en su mayoría, no pasan sus vacaciones en hoteles sino que
alquilan una vivienda de vacaciones para su familia; a menos que posean un chalet en
propiedad.

71
Cuando los visitantes extranjeros son numerosos, la hotelería puede soportar esta
sustitución. Pero si la afluencia de extranjeros disminuye, la competencia de los
alojamientos particulares se convierte en un grave problema.

bbb/ El segundo tipo de sustitución es aquel en el que una necesidad turística es


reemplazada por una necesidad no turística, o viceversa. La escena se desplaza entonces
del campo específico del turismo hacia la estructura general de la consumición. Dado
que la consumición turística, con algunas excepciones, no es imprescindible para la
supervivencia y no se cubre con renta para la consumición obligada, es evidente que los
bienes y las pernoctaciones turísticas solo se sustituyen por los de la consumición
discrecional. En estos casos, en principio, las actividades más representativas, las de
descanso y distracción, son las que con mayor facilidad son objeto de sustitución. Se
puede, pues, considerar que los bienes culturales son, en cierta medida, sustituibles y
prescindibles.

La experiencia cotidiana enseña que los gastos de esparcimiento y distracción son


intercambiables, estén localizados o no. Basta un buen chaparrón el sábado a mediodía
o el domingo por la mañana para que naufraguen los proyectos de excursión, de
marchas por la montaña, de estancias en la playa, de participaciones en festejos o en
otras manifestaciones al aire libre. Es difícil calcular la ausencia de beneficios, el
“lucrum cessans”, que sufren los ferrocarriles de montaña, las empresas de navegación,
los garajes, los hoteles, los albergues campestres, las tiendas de recuerdos, los guías de
montaña, los establecimientos de baños, etc. cuando el tiempo echa por tierra las
previsiones, hace inútiles los preparativos y provoca la pérdida de una parte del gasto
hecho en reservas (140) . Se trata probablemente de millones de francos suizos, que
son los que se ponen en juego cada fin de semana en la industria turística. Si el tiempo
es desfavorable una parte de esta cifra se pierde por la consumición ya que, una vez que
se ha tomado la decisión de gastar, no es fácil dar marcha atrás, simplemente se dirige
hacia otros objetivos. En lugar de salir hacia un destino lejano, se buscan distracciones
en el lugar de residencia. Los domingos lluviosos vemos como la gente se aglomera a la
puerta de los cines, salas de concierto, teatros, cafés, restaurantes, manifestaciones
deportivas y otros pasatiempos propios de las grandes ciudades que atraen grandes
muchedumbres. También en este campo es verdad que “las desgracias de unos se
convierten en beneficios de otros”. Cuantitativamente, sin embargo, los gastos
realizados en el lugar de residencia a la expansión y las distracciones no son
exactamente equivalentes a los realizados en consumición turística, ya que los gastos de
desplazamiento son eliminados. Desde un punto de vista contable, estamos en presencia
de un caso de sustitución incompleta puesto que una parte de los medios provistos para
la consumición no son gastados sino reservados para un uso futuro o incluso
simplemente ahorrados. También es posible imaginar lo contrario, es decir, el caso en el
que una diversión o una expansión que iba a ser hecha en el lugar de residencia se
sustituye por un desplazamiento; para hacer frente al suplemento de gasto ocasionado
por esta actividad itinerante, se recurre a nuevos tramos de renta, lo que permite prever
un aumento de los gastos de consumición. El siguiente ejemplo italiano ilustra hasta qué
punto los bienes de recreo y de organización del tiempo libre, los grandes gastos
dedicados a diversiones (teatro, cinema), entran en competencia con la consumición
turística (141):

72
EVOLUCIÓN DE ALGUNAS PARTIDAS DE LA CONSUMICION EN ITALIA
(EN % DEL CONSUMO TOTAL)
1938 1947 1948 1949 1950
Tabaco 3,5 3,1 3,4 3,7 3,9
Viajes 1,8 1,3 1,5 1,9 2,0
Diversiones 0,7 0,9 1,1 1,2 1,4

La parte reservada a las distracciones locales y las dedicadas al tabaco en los


presupuestos familiares de los italianos ha aumentado tanto en valor absoluto como en
valor relativo en mayor proporción que la dedicada a viajes, lo que prueba que la renta
libremente disponible no beneficia en primer lugar al turismo.

Se trata de unos objetivos de consumición de naturaleza similar que se orientan hacia un


placer físico o psíquico efímero que no crea valor de uso duradero. Pero la consumición
turística entra entonces frecuentemente en competencia con el mundo de los bienes de
consumición (duraderos o semiduraderos). El beneficiario de la renta se encuentra
entonces ante un dilema: ¿dedicará los medios que le sobran de su tren de vida normal a
la adquisición de bienes duraderos con el fin de mejorar su equipamiento doméstico o
los dedicará a los placeres de un viaje, a la felicidad pasajera de unas vacaciones
soleadas? Con el aumento de las necesidades de cultura y de confort, la decisión es cada
vez más difícil y la posibilidades de sustitución no hacen más que ampliar esta
dificultad (142). Los muebles, las alfombras, las joyas, los abrigos, la radio, el teléfono,
el refrigerador, la lavadora, la bicicleta, el equipo de deporte, así como los cuadros, los
libros, los objetos de arte, las antigüedades, son cosas a las que pueden renunciar
los consumidores a cambio de uno o varios días de estancia en un hotel y de los gastos
que ello comporta. ¿Cómo hará la elección el interesado? También ahora, la idea que se
hace de un tren de vida coherente con su situación social y su nivel de vida le hará
inclinar la balanza. Si la posesión de ciertos objetos de lujo le parece necesaria a un tren
de vida conveniente, a la satisfacción de sus aspiraciones sociales y al deseo de tener
rango, como es actualmente el caso en Suiza, donde cada uno demanda un cierto confort
doméstico (apartamento con baño, teléfono, radio, etc.), considerará más urgente
satisfacer estas necesidades antes que las de recreo. Si por el contrario, su estilo de vida
en lo que se refiere a vestuario, alojamiento y gastos personales se consideran bajo el
signo de la sencillez, de la “austerity” y de la “utility”, - dando las clases superiores
ejemplo de ello- entonces su poder de compra excedentario será preferentemente
dedicado al turismo. La pasión por los viajes al extranjero que se constata después de la
guerra en Inglaterra, en Holanda y en otros países bien podría ser explicado de esta
forma.

En la lista de los citados objetos que compiten monetariamente con el turismo no figura
todavía el medio de transporte individual, el cual, durante el último cuarto de siglo deja
huellas cada vez más profundas no sólo en el campo del transporte sino al mismo
tiempo en la estructura de la consumición total. Es verdad que en Suiza, el coche se
considera, ante todo, como un objeto de trabajo, incluso los coches particulares, los
únicos que nos interesan aquí, sirven principalmente para desplazamientos utilitarios.
Sobre la base de estadísticas relativas a la distribución de coches particulares según las
diferentes profesiones, se llega a siguiente conclusión (143): “De los más de 75.000
coches particulares matriculados en Suiza en 1938, 45.000, es decir, el 60%, son
indispensables para los propietarios y facilitan de modo significativo el ejercicio de su

73
profesión. En cuanto a los restantes, se utilizan igualmente para fines profesionales,
principalmente para realizar el desplazamiento del domicilio al lugar de trabajo”.

Según la misma fuente, 4.319 coches particulares son propiedad de personas sin
profesión, la mayor parte de las cuales son de clase alta, grupo en el que la renuncia a la
estancia en un hotel para amortizar gastos de compra y mantenimiento del coche no
tiene lugar más que muy raramente.

Después de la guerra, el coche ha adquirido valor creciente a ojos de los interesados; la


prueba de ello la facilita el aumento del parque automovilístico suizo: ha pasado de
78.000 en 1939 a 188.000 en 1952. Se ha más que doblado. El cambio en la estructura
de la consumición que se oculta tras la motorización se caracteriza por lo que sigue: “La
generación habituada a renunciar, a pesar de tener recursos financieros suficientes, a
tener coche, por conservadurismo o por modestia excesiva, está en vías de extinción.
Las nuevas generaciones son más favorables al coche. Son numerosos hoy los
funcionarios que poseen su propio coche y de los siete Consejeros Federales, tres
conducen su propio vehículo! Antes de la guerra, no había ni siquiera uno” (144).

El movimiento que comienza a aparecer en Suiza y en los demás países europeos está
ya generalizado en Estados Unidos, donde el coche ha conquistado uno de los primeros
lugares en la jerarquía de necesidades; el coche puede incluso ser clasificado, en gran
medida, como consumición obligada. De este modo, el coche muestra una superioridad
manifiesta sobre la consumición turística. Más exactamente, ciertas partes de renta
son absorbidas por el coche y van hacia la industria automovilística, al comercio de
carburantes, etc. En ausencia de coche, al menos en teoría, abrían sido dedicadas al
turismo, bien bajo la forma de una estancia prolongada en un hotel o de un viaje a
ultramar. No se trata, pues, más que de la sustitución parcial del coche por consumición
turística y no afecta en ningún caso a las necesidades del viajero, antes al contrario,
puesto que está precisamente en la naturaleza misma de este nuevo medio de transporte.
El coche es utilizado para paseos y vacaciones así como para viajes de negocios. Por su
misma existencia, el coche también contribuye a aumentar los gastos en transporte
turístico. La cuestión radica en saber en qué medida esta expansión se hará a expensas
de otros elementos de turismo, y especialmente de la estancia.

El lugar ocupado por los gastos que comporta el coche en relación con otras partidas
del gasto, tal y como resulta de los presupuestos familiares, aporta en este sentido datos
de gran utilidad. Nos referimos a una encuesta dirigida durante los años 1930-34 por un
grupo de investigadores americanos especializados en cuestiones sociales y humanas de
una comunidad moderna. A pesar de que son algo antiguos, los resultados de la
encuesta son todavía válidos en lo esencial. Una pequeña ciudad de 17.000 habitantes
de Nueva Inglaterra que bajo el pseudónimo de Yankee-City sirvió de base para la
encuesta (145).

Un capítulo importante trata de la vida económica de la comunidad en cuestión.


Nosotros tomamos los detalles siguientes:

Los investigadores dividieron la población en tres clases:

- superior
- media

74
- inferior

Cada clase se dividió a su vez en nivel superior y nivel inferior para permitir una
diferenciación más matizada. Se dispuso así de una escala en seis grados:

% POBLACIÓN
1.- CAPA SUPERIOR CLASE SUPERIOR (SS) 1,44
2.- CAPA INFERIOR CLASE SUPERIOR (IS) 1,56

3.- CAPA SUPERIOR CLASE MEDIA (SM) 10,22


4.- CAPA INFERIOR CLASE MEDIA (MI) 28,12

5.- CAPA SUPERIOR CLASE INFERIOR (SI) 36,60


6.- CAPA INFERIOR CLASE INFERIOR (II) 25,22

SIN CLASIFICAR 0,84


100,00

En base a estas categorías sociales se clasificaron las respuestas a la cuestión de saber


de que manera las diversas categorías gastan su renta. A continuación se reproduce la
clasificación de diversas partidas de consumición según la parte que ocupan en el
conjunto de los presupuestos familiares:

75
YANKEE CITY

CLASIFICACIÓN DE LAS PRINCIPALES PARTIDAS DE GASTOS EN LOS PRESUPUESTOS


FAMILIARES, SEGÚN CLASE DE RENTA

MEDIA SS IS SM IM SI II
Alimentación 1 2 3 1 1 1 1
Conservación (de 2 1 1 3 3 3 3
calef., ilumin.,
pintura y teléf.)
Alojamiento 3 4 4 2 2 2 2
Coche 4 7 2 5 5 6 9
Vestido 5 3 5 4 4 4 4
Impuestos 6 5 6 18 18 18 18
Cultura 7 6 14 10 10 14 16
Salud (hon. méd.) 8 8 9 6 6 5 5
Equip. doméstico 9 13 7 8 7 8 7
Regalos 10 9 10 9 8 11 6
Beneficiencia 11 11 11 7 11 12 11
Gastos de 12 12 8 12 16 9 13
recepción, culto
Vacaciones y 13 14 12 11 9 19 0
viajes
Libros, revistas, 15 17 13 13 14 7 12
etc
Higiene 16 16 16 16 12 15 10
Distracciones 17 18 15 15 13 16 14
Viajes de negocios 18 15 19 17 17 20 0
Tabaco 19 19 18 14 15 10 8
Correos 20 20 17 21 21 21 17
Gastos judiciales 21 21 20 2 0 23 0
(abog.)
Equipo de deporte 22 23 21 25 23 24 0
Gastos 23 25 0 23 19 13 0
profesionales
Entierros 24 0 0 21 20 16 0
Fotografía 25 22 24 24 24 25 19
Mudanzas 26 24 23 26 25 22 18
Otros 14 10 22 10 22 0 0

76
A nivel formal, el esquema americano se distingue del presupuesto familiar suizo por
una división más matizada de partidas de gasto; las necesidades culturales, sobre todo,
están mejor definidas. Nótese que los artículos de lujo, como tabaco, equipo de
deportivo, fotografía, regalos, etc, son objeto de partidas especiales, mientras que, cosa
curiosa, no encontramos ninguna indicación relativa a las bebidas alcohólicas, lo cual
puede deberse a la prohibición que entonces estaba todavía en vigor.

A nivel material, los gastos del coche, comparados con los dedicados a vacaciones, son
los que más nos interesan. La motorización que posee la nación americana aparece en el
hecho de que en Yankee City los gastos del coche, que comprenden, además de los
gastos por la utilización propiamente dicha, la posesión, las multas (¡) los impuestos y
los seguros, ocupan, por término medio, el 4º lugar en los presupuestos familiares, antes
que el vestido, por ejemplo. Debemos concluir que el coche ha dejado ya de ser
considerado como objeto de lujo, y que se ha impuesto verdaderamente como un
elemento indispensable que forma parte integrante del nivel de vida de todas las capas
de la población. La tabla muestra perfectamente que, incluso en los presupuestos de las
capas inferiores (I.I.), que no tienen recursos para hacer turismo, el coche ocupa todavía
el 9º lugar. Pero todos los récordes se baten por la capa inferior de la clase superior
(I.S.): los gastos que comporta la tenencia de coche vienen inmediatamente después de
los dedicados a conservación de la casa y rebasan incluso los gastos de alimentación, de
vestido y de alojamiento que corresponden, como se sabe, a las necesidades vitales.

La comparación de las cifras absolutas de gastos dedicados por los diferentes clases a
coche y a consumición turística (vacation-travel) hacen esta situación aún más evidente.
Compararemos, desde este punto de vista, los gastos de la familia completa con los de
los individuos aislados: he aquí el resultado:

GASTOS LAS DIFERENTES CLASES EN COCHE Y TURISMO


(EN DÓLARES)

COCHE TURISMO
(VACATION-TRAVEL)
Nivel superior de la clase superior
(SS)
Individuo 121,06 31,43
Familia 363,17 94,29
Nivel inferior de la clase superior
(IS)
Individuo 391,91 51,26
Familia 914,46 119,80
Nivel superior de la clase media (IM)
Individuo 59,89 11,43
Familia 207,66 39,64
Nivel inferior de la clase media (SM)
Individuo 36,45 8,14
Familia 131,57 23,39
Nivel superior de la clase inferior
(SI)
Individuo 8,18 0,92
Familia 35,62 4,01
Nivel inferior de la clase inferior (II)
Individuo 2,06 -
Familia 11,76 -

77
Las cifras citadas representan valores medios de gastos absolutos de todos los que
pertenecen a una misma categoría social. Tales cifras ponen en evidencia la importante
diferencia que separa a los gastos en coche y en turismo, representando los últimos sólo
una parte de los primeros. Si limitamos los gastos de consumición turística a la estancia,
lo que supone que todos los gastos de transporte figuran en la partida “coche”, las
cantidades dedicadas a turismo son tan pequeñas que no cubrirían una estancia
cuidadosamente preparada en una estación turística, un hotel próximo a unas
instalaciones deportivas o un balneario, ni unas vacaciones organizadas según el modelo
suizo, por ejemplo. Efectivamente, el turismo americano se practica sobre todo al
margen de hoteles y centros turísticos. Es más individual, menos organizado y menos
exigente (146). Los reducidos medios dedicados a consumición turística incluso en el
seno de la llamada clase superior lo pueden testimoniar. Su evaluación no puede hacerse
más que en base a la noción de nivel de vida; esto es lo que revela la curiosa inversión
que se da en los gastos de consumición entre el nivel superior y el nivel inferior de la
clase superior. La primera, que es la que dispone de mayor poder de compra, gasta en
coche y en turismo mucho menos dinero, en términos absolutos, que el nivel inferior,
con rentas mucho más modestas. Esta desproporción se explica por la estructura
sociológica propia de ambos grupos: el nivel superior de la clase superior cuenta
probablemente con elementos de distinción teñidos de puritanismo que se advierten por
su seriedad, su conservadurismo y su carácter profundamente sedentario: “My home is
my castle” (Mi casa es mi castillo”); ellos dedican más atención al estatus de la casa, a
la cultura, y la beneficencia, etc.…. Por el contrario, el nivel inferior de la clase superior
tiene menos prejuicios y da más libremente curso a los deseos de consumición
excéntrica y ostentosa (conspicuous expenditure) haciendo gastos en coche, turismo,
deporte, etc.

Damos, pues, por admitido, que en la jerarquía de necesidades del consumidor


americano, el coche ocupa un lugar más importante que el turismo. El turismo no sólo
debe contentarse con cantidades de dinero mucho menores sino que cuando cae por
debajo de un nivel inferior de renta, llega a quedar incluso eliminado de la consumición.
Es pues evidente que tiene lugar una cierta sustitución: los gastos en turismo dejan el
lugar a los gastos en coche. Podría decirse que Suiza ha experimentado las
consecuencias de este desplazamiento de la consumición. Se aprecia, en efecto, desde
1910, fecha que marca el comienzo de la era del coche, un cierto descenso del número
de visitantes norteamericanos. Gölden (147) afirma que el porcentaje de turistas que
proceden de América del Norte en el total de llegadas a Suiza ha pasado de 11,9% en
1910 a 7,5% en 1930. Según este autor, el descenso podría deberse al hecho de que los
turistas americanos dejen Suiza elijan a otros países europeos y extra europeos, incluso
su propio país de residencia. Puesto que Suiza no ha pasado de moda para los
americanos, parece claro que es el coche más que la competencia turística internacional
la causa de esta evolución, puesto que introduce un elemento nuevo en el mecanismo de
la consumición puesto que el coche ha superado la cuantía de gastos en bienes
tradicionales. Como durante los últimos años la corriente de visitantes procedentes de
América del Norte ha aumentado poco, su participación en las “llegadas” del turismo
suizo no representó más que el 6,6 % en 1952, lo que pone de manifiesto la débil
aportación del mercado más rico y más poblado del mundo.

No sería malo, sin embargo, buscar un chivo expiatorio. La razón del débil eco que ha
encontrado hasta ahora el turismo en el presupuesto del consumidor americano medio
no debe ser imputado al coche; se podrían invocar y poner en cuestión otras necesidades

78
que también entran triunfal e irresistiblemente en la concepción que los americanos
tienen de un nivel ideal de consumición: pollo a la cazuela todos los días, casa
acondicionada, el televisor y el avión; la debilidad de la consumición turística
americana hay que explicarla por el hecho de que aún no se encuentra sólidamente
implantado el turismo en su nivel de vida. La culpa no la tiene el seductor que se
presenta con un coche o con otro atractivo sino el que se deja seducir. Lo cierto es que
el americano no concede demasiada importancia al turismo y renuncia a él fácilmente.
Una actividad turística coherente con la importancia de la población y con las inmensas
posibilidades materiales de los USA y que no se limitara sólo a las grandes ciudades
del Este americano no se producirá más que el día en que la estancia de descanso
anual, el desplazamiento deportivo reiterado y el cambio de clima regular logren entrar
en sus costumbres y formen parte integrante e indispensable de un nivel de vida
aceptado.

3.- Posibilidades de crecimiento de la consumición turística

a) Elasticidad negativa y positiva

En general, la elasticidad de la demanda turística es una materia más de preocupaciones


que de alegrías. Las empresas turísticas son extremadamente sensibles a las
fluctuaciones de la coyuntura; la curva de frecuentación muestra una caída vertical en
caso de conmociones económicas o políticas, sin hablar de la guerra. Todos estos
movimientos comportan un pesimismo más o menos justificado. Pero el gato escaldado
del agua fría huye y ésta es la razón de que tan deplorables experiencias hayan tenido
también un efecto saludable. La elasticidad de la consumición tiene también un aspecto
positivo: una facultad de expansión casi ilimitada.

En efecto, mientras que la mayor parte de las necesidades humanas alcanza rápidamente
el nivel de saturación, bien por la limitación física, como ocurre en el caso de los
alimentos y de las bebidas, bien por la posesión del objeto anhelado, un vestido o un
traje, por ejemplo, estas limitaciones no existen cuando se trata de aquellas aspiraciones
y deseos humanos que se satisfacen por medio del turismo. Como sabemos, hay
necesidades culturales que son susceptibles de expansión, pero nadie va todos los días
una o varias veces al teatro, a un concierto o al cine; en cuanto al espacio reservado a
los libros, o a los objetos de arte, no es ampliable hasta el infinito. Sin embargo, es
posible concebir una expansión ilimitada de la consumición turística, algo que ocurre a
quienes pasan toda su vida en un hotel y no cambian de residencia más que en función
de la estación.

La capacidad de crecimiento de la consumición turística deriva esencialmente de tres


posibilidades:

aa/ Los turistas tienden hacia prestaciones cada vez de más calidad. Pasan de la simple
pensión al hotel confortable al hotel de lujo, de lo que se desprende un crecimiento de
los gastos.

bb/ Los turistas pueden ir a lugares cada vez más lejanos. La región turística más
cercana deja de ser adecuada a sus exigencias. Buscan otras regiones, primero en la

79
periferia, después en el extranjero y más tarde aspiran a alcanzar horizontes cada vez
más lejanos, Egipto, América, etc.

cc/ Los turistas pueden prolongar sus estancias. Las vacaciones son susceptibles de
prolongarse y de multiplicarse: en lugar de una semana se ausentarán durante dos o más.
Comenzarán a hacerlo en verano, luego en invierno y entre ambas estaciones pueden
encontrar alguna oportunidad para viajar en Pascua o durante un fin de semana en
otoño.

Cada una de estas posibilidades, y con mayor razón su combinación, no pueden hacerse
realidad más que a través del correspondiente aumento de la consumición turística.
Evidentemente, un programa semejante de desarrollo de las necesidades turísticas
individuales no es concebible más que como consecuencia de un constante progreso
económico y de una situación política estable, es decir, con productividad creciente de
la actividad nacional y economía refractaria a la crisis.

b) Un ejemplo

Teniendo el carácter cambiante de la evolución económica de los últimos años se


deberían descartar las hipótesis anteriores por poco verosímiles. Y, sin embargo,
podemos probar por medio de un ejemplo concreto que la consumición turística es
susceptible de aumentar durante un largo periodo y que ésta es precisamente su
“tendencia”.

Nuestro ejemplo se basa en el presupuesto familiar de un profesor que más tarde llegó a
ser funcionario; el presupuesto familiar se refiere a 40 años, de 1903 a 1943 (148).

GASTOS EN VACACIONES, EXCURSIONES, PASEOS EN BICICLETA y EN COCHE


(EN FRANCOS SUIZOS)

4 AÑOS ANUAL
1903/07 15,00 3,75
1907/11 258,80 64,70
1911/15 236,70 59,18
1915/19 323,60 81,65
1919/23 1.147,60 286,90
1923/27 1.576,20 394,05
1927/31 1.509,40 377,35
1931/35 938,30 234,58
1935/39 1.568,50 392,13
1939/43 1.088,60 272,15

La curva de la consumición turística asciende en forma de flecha. Partiendo por así


decirlo de cero aumenta hasta el punto de convertirse en el elemento dominante en los
gastos dedicados a la cultura y absorbe una parte importante de la renta. El aumento
espectacular y desbocado de los gastos turísticos después de la Primera Guerra Mundial
no parece, en principio, afectado por la depreciación de la moneda; incluso aunque el
franco suizo de 1903 tenía doble poder adquisitivo del de 1943, esto no ha impedido
que los gastos de vacaciones se hayan multiplicado por un coeficiente aun mayor. El
extraordinario crecimiento de la consumición turística va naturalmente en paralelo con
el aumento de la renta, pero hay que evitar la generalizar este caso positivo de rápido
aumento que presenta la prosperidad de nuestro contable; al contrario, no constituye
más que un caso excepcional. Un análisis más profundo de sus ingresos y gastos

80
confirmaría nuestra constatación, según la cual la tasa de consumición turística crece
proporcionalmente más deprisa que la renta.

En este orden de cosas, lo que importa es el grado de saturación de diferentes grupos de


consumición para una renta dada. Nos limitaremos, pues, a la comparación de los gastos
turísticos con las demás partidas de necesidades culturales.

DISTRIBUCIÓN DE LOS GASTOS EN TIEMPO LIBRE


EN 0/000 DE LOS GASTOS TOTALES

AÑOS Teatro, conciertos ,etc. Recepciones Vacaciones,


excursiones, etc.
1903/07 4 11 3
1907/11 6 14 50
1911/15 7 18 32
1915/19 6 17 36
1919/23 12 18 74
1923/27 11 22 73
1927/31 12 26 72
1931/35 16 29 60
1935/39 9 28 110
1939/43 7 31 77

En el segundo periodo, la consumición turística se pone en cabeza y se convierte en la


partida más alta dentro del grupo de gastos en tiempo libre. Por el contrario, los gastos
en teatro, conciertos, etc, como los de recepciones, aumentan en proporciones más
modestas porque se trata justamente de necesidades que llegan pronto al nivel de
saturación. Mientras que los gastos para ambas partidas se doblaron entre 1903/07 y
1939/43, los dedicados a vacaciones, excursiones y coche se multiplicaron por 25. La
consumición turística alcanzó su punto culminante en 1935/39 con un 110 por mil de
los gastos familiares rebasando la partida de vestuario (64 por mil).

Pero la primacía de los gastos turísticos no aparece sólo en la partida de tiempo libre;
también tiene lugar con relación al total de los gastos culturales y rebasó de modo
significativo los gastos en transporte (ferrocarril, tranvía, bicicleta, gastos postales y
teléfono). He aquí las cifras:

DISTRIBUCIÓN DE GASTOS EN CULTURA, CUIDADOS MÉDICOS, TRANSPORTES Y


VACACIONES
(EN POR MIL DE TOTAL DE GASTOS)

AÑO CUID. MÉDICOS CULTURA TRANSPORTE VACACIONES


1903/07 51 57 31 3
1907/11 49 31 38 50
1911/15 34 27 16 32
1915/19 48 59 23 36
1919/23 60 92 22 74
1923/27 27 86 15 73
1927/31 27 104 18 72
1931/35 12 56 32 60
1935/39 25 19 30 110
1939/43 32 11 29 77

81
Las parte más importante del capítulo de cuidados médicos, a saber, los gastos en
servicios médicos, dentista y farmacia, ocuparon una posición un tanto particular en la
medida en que no dependen de una elección libremente consentida por el perceptor de la
renta sino del estado de salud de los miembros de la familia. Dicho de otro modo, la
condición física de nuestro contable y de su familia era satisfactoria.

En cuanto a los gastos culturales, parecen más bajos de lo normal ya que nuestro
contable, en calidad de antiguo profesor, procede de una clase profesional en la que se
presumen ciertas necesidades intelectuales. Además hay que añadir que su mujer
pertenece a una familia de músicos y que sigue trabajando como profesora de música
después de su matrimonio.

A pesar de ello, la consumición turística desborda bastante frecuentemente los gastos


culturales, que engloban libros, periódicos, instrucción, papel, música, etc.

El porcentaje relativamente modesto de gastos de transporte, en el que la partida de


correo y teléfono es creciente, conduce a la conclusión de que se trata de una familia
sedentaria, excepción hecha de los desplazamientos durante las vacaciones.

La fuerte capacidad de crecimiento de la consumición turística que pone de manifiesto


este ejemplo casi ideal permite presentir la existencia de reservas de poder de compra
susceptibles de ser dedicadas en el futuro al turismo por capas de población que ya
participan en él y que, en consecuencia, se sitúan más allá del nivel mínimo a partir del
cual el turismo es posible. Pero la condición necesaria para este proceso de expansión
reside, repitámoslo, en una mejora general de la prosperidad, la cual no se consolidará
verdaderamente más que a largo plazo.

82
TERCERA PARTE: PROCESO DE CONSUMICION TURÍSTICA

CAPÍTULO V: INFLUENCIA DE LOS TIPOS DE CONSUMICION

Admitamos ahora que la tasa de consumición turística, conforme a lo expuesto hasta


aquí, sea de un orden de magnitud determinado y que, a través del juego de factores
favorables y desfavorables, ha encontrado un lugar definitivo en el esquema de
consumición del perceptor de renta. ¿Cómo se gastará en realidad la cantidad destinada
a consumición turística? ¿Será al azar, sin reflexión y siguiendo el impulso del
momento, o aplicará reglas opuestas al individualismo desenfrenado en el desarrollo del
proceso de consumición turística?

Al estudiar el origen de la consumición turística nos planteamos una cuestión análoga.


Nos ha parecido que este fenómeno se explica en gran parte por la intervención de
ciertas fuerzas colectivas gracias a las cuales toman forma. Nos encontramos de nuevo
ante el mismo fenómeno en la última fase de la estructura de la consumición turística,
en la que no se trata ya de elegir bienes y prestaciones en el mercado sino de utilizar
fracciones de renta ya reservadas a una consumición determinada, es decir, en la
participación en las actividades turísticas.

El proceso de consumición turística no se parece en nada a un completo desorden


anárquico. Al contrario, en la utilización de los medios previstos para su
desplazamiento, el turista se deja guiar, consciente o inconscientemente, por modelos,
hábitos, ejemplos o formas típicas de comportarse que implican un cierto grado de
espíritu comunitario o, por emplear una palabra malsonante, de uniformización. Los
americanos se refieren a las pautas que determinan en general la estructura de las
instituciones económicas (149).

¿De qué manera se manifiestan estos tipos, estas pautas de consumición turística? Se
orientan sobre todo por la necesidad de imitación de los aspectos siguientes:

1.- Elección del lugar de estancia

La tierra es tan grande y tan rica en bellezas y en misterios que las reservas de atracción
turística son todavía inagotables. Incluso aunque muchos enclaves quedan eliminados
en la práctica debido a sus dificultades de acceso, seguimos inmersos en un “embarrás
de richesses” (en francés en el original) (en una gran abundancia). Dentro de esta
abundancia, ciertos paisajes y ciertos puntos de la superficie del globo se destacan y
atraen a los turistas más que otros pesar de que ofrezcan las mismas ventajas. Son estos
lugares los que, según la opinión general, están especialmente llamados a servir como
lugar de estancia durante las vacaciones. A partir de este punto, no es necesario
investigar en profundidad las razones; puede tratarse de una tradición fuertemente
enraizada, como ocurre por ejemplo con la fuerte predilección que los ingleses muestran
por ciertas regiones suizas, por ejemplo, el Oberland de Berna: los trastornos que han
tenido lugar durante la Segunda Guerra Mundial no sólo no han sido capaces de
alterarla sino que incluso la han reforzado. Sin embargo, también pueden ser
condenados por la moda, como ya hemos visto anteriormente o incluso ser abiertos por
una publicidad sistemática y llamativa que atraiga la atención del público.

83
Como quiera que sea, el turista no tantea en la oscuridad para elegir el lugar de su
estancia sino que se deja guiar por el comportamiento de aquellos de sus congéneres que
se encuentran en situación análoga y por ciertos precedentes. No está obligado a
consultar un mapamundi ni un léxico geográfico puesto que solo se trata de seleccionar
una serie relativamente limitada de puntos de parada que se le ofrecen para sus
vacaciones. Esta es la razón de que el flujo de turistas no se diversifique uniformemente
sobre la superficie del globo como si fuera el diluvio universal sino que se concentra en
ciertos canales que conducen hacia los centros turísticos más frecuentados.

Pensemos por ejemplo en la situación de un ciudadano suizo medio la víspera de sus


vacaciones de verano. Si en principio no es un acérrimo partidario de las provincias
helvéticas, el dilema Suiza o extranjero le dará, para empezar, dolores de cabeza. Su
decisión estará influida por el itinerario posible y por los medios de transporte. Si está
en posesión de un vehículo motorizado, su sentido del espacio se abrirá y se inclinará a
viajar lejos. Si opta por el extranjero y por las curiosidades que su país no puede
ofrecerle irá casi con toda seguridad a Italia o a Francia. Si elige Italia detendrá
probablemente su desplazamiento en una de las playas de Adriático superior como
Riccioni o Rimini o incluso en un balneario de la costa ligur en dirección a la frontera
francesa como San Remo o Alassio. Visitará los grandes centros culturales italianos o
irá de Milán a Roma pasando por Venecia o Florencia. Por el contrario, nuestro hombre
se sentirá poco atraído por otras regiones o ciudades italianas, que tienen, no obstante,
mucho interés. Dejará de lado el lago de Garda con las Dolomitas o Turín. No porque
sus lugares no figuren en el Baedeker sino porque están fuera del esquema tradicional
de un viaje a Italia tal y como lo recomiendan las agencias de viaje y, por tanto, no son
conformes al “pattern”. Si, por el contrario, nuestro ciudadano se ha decidido a explorar
su propio país, dispondrá de la abundante y bien conocida lista de nuestros lugares de
vacaciones al borde de los lagos, en los pre Alpes y en los valles más recónditos de los
Alpes. En tal caso, se manifestarán dos tipos de comportamientos: La vuelta regular o
periódica al mismo lugar, el caso de la fiel clientela habitual de nuestros hoteles y, cada
vez más, también, de los propietarios de chalets, o el fenómeno de la nomadización, el
de los grupos de turistas que prefieren cambiar de lugar de estancia en cada ocasión y se
les encuentra tan pronto en los Grisons como en el Oberland bernés, en el Valais o en
Teggui. Es probable que, en estos tiempos de motorización creciente y viajes más
fáciles, este último tipo de turistas consumidor sea el preponderante en el futuro y que,
por tanto, aumente la agitación actual.

El extranjero nos ofrece igualmente un ejemplo de canalización turística característico:


sea lo que se llama el éxodo anual de la clase social superior española hacia San
Sebastián, o los balnearios ingleses que evocan a un inglés el eslogan de “Holidays at
Home”(Vacaciones en el propio país). Pero, en este orden de cosas, la posibilidad que
ahora se ofrece a la clase obrera de participar en el movimiento turístico está
provocando cambios de apreciación en lo que concierne al lugar de las vacaciones.
Elisabeth Brunner (150) lo pone de relieve. De una parte, las clases superiores han
emigrado de los grandes núcleos playeros hacia centros de la costa más selectos,
cediendo el lugar a las clases medias y, cada vez más, incluso a las clases obreras, las
cuales han tomado posesión, en Backpool, de “su” gran centro de acogida. De otra
parte, la sobrepoblación de los centro playeros hace que el turismo de la costa se oriente
hacia el interior del país, creando nuevas costumbres entre los vacacionistas. Los
comportamientos turísticos crean opinión en un momento dado y en otro se dejan llevar
por la ley del cambio, la “Cultural Change”.

84
2.- Elección del momento de las vacaciones

El ritmo estacional es muy perjudicial para esta elección. El deseo de pasar las
vacaciones en lugares que gozan de condiciones meteorológicas favorables, en nuestras
latitudes, hace que el verano, con su agradable temperatura y su máxima insolación, se
erija en la “estación”, es decir, en la principal época de viajes (de vacaciones).

El mes de julio pero sobre todo el de agosto corresponden en Europa y en América del
Norte a los periodos punta del movimiento turístico. Basta con haber visto, aunque sea
una sola vez, un “15 de agosto” en los ferrocarriles franceses, con sus masas humanas
en torbellino, ávidas y ansiosas de vacaciones, para hacerse una idea bastante completa
o quedarse con un recuerdo penoso. Encontramos el mismo fenómeno en el Ferragosto
italiano que Borelli (151) describe de esta expresiva forma; “lo que cuenta para el turista
de agosto es que el portero, los vecinos y los conocidos no piensen que es tan pobre que
se ve obligado a quedarse en su casa. Esta es la razón por la que sube a un tren hasta los
topes, llega sin aliento y en lamentable estado a una playa que es un verdadero montón
de cadáveres o a una pradera en la que hasta un metro de sombra es objeto de disputa;
duerme mal, come mal, sueña con su casa, llega incluso a soñar con su oficina o su
tienda. Poco importa: su vanidad y su sentido del ridículo son más fuertes. Incluso si no
pueda ausentarse de su domicilio, se encierra en él y evita hacer ruido y después de
agosto aparece de nuevo y cuenta que estuvo en el Lido de Venecia, o en Cortina y que
“il s’est amusé à la folie”) (en francés en el original alemán) (se ha divertido de locura)

Pero junto al verano, la primavera y el otoño, sobre todo en las regiones meridionales,
son igualmente consideradas como propicias para las vacaciones y las excursiones.
Pongamos un ejemplo ilustrativo: de los tres viajes que Goethe hizo a Suiza, dos
tuvieron lugar a finales del otoño (1779 y1797) y el primero muy a comienzos de
verano (1775). A pesar de que Goethe fue el pionero espiritual del turismo en Suiza (sus
lugares preferidos eran Marienbad y Karlsbad), nunca visitó nuestro país en pleno
verano. En este sentido escribía entre otras cosas el 9 de noviembre de 1779 en
Lenkerbad: “El tiempo es tan hermoso que nos hemos llegado a olvidar completamente
de que estamos en noviembre; es verdad, como nos dijeron en Berna, el otoño es muy
agradable aquí. Pero las nubes que presagian la niebla y la noche que cae con rapidez
nos recuerdan cuan avanzada está ya la estación” (152).

Otros visitantes ilustres (153) recorrieron también Suiza con placer en periodos que se
considerarían hoy como parte de la pretemporada o de la postemporada, incluso
invierno. El flujo de viajeros continuaba hasta cerca del invierno y cuando éste llegaba
se desvanecía el bullicio. La estación fría, en la que se busca abrigo en casa, al calor del
hogar familiar, era para todos un periodo hostil a los desplazamientos.

Lo dicho permite percatarse del fuerte cambio en las costumbres que se consolidó
lentamente a fines del siglo XIX, consistente en incorporar también el invierno a la
estación de viajes e incluso a preferir eventualmente esta estación poco acogedora para
las vacaciones. Nos parece importante constatar este profundo cambio en las normas de
consumición turística y el nacimiento de un nuevo tipo de turismo, el de invierno, con
ayuda de un ejemplo particularmente instructivo relativo a Suiza (154).

85
Hacer una cura de invierno en la montaña puede parecer un pensamiento absolutamente
inconcebible. Se considera una empresa semejante, por emplear la expresión utilizada
por W.C. Locket en su biografía “Robert Louis Stevenson en Davos” como “Grossly
absurd if not viciously wicked” (“un deseo verdaderamente absurdo si no un vicio”). A
pesar de ello, los primeros clientes invernales se presentaron en Davos en febrero de
1865. ¡Eran dos!. Diez años más tarde, Davos albergaba ya más visitantes en invierno
que clientes en verano. Si en agosto pernoctaron 260 personas, las llegadas alcanzaron
350 en invierno.

Fue así como la cura en alta montaña durante la estación fría abrió sin saberlo la vía a
la práctica del deporte de invierno. Al principio no era raro ver a los enfermos sustituir
su paseo o incluso su cura de reposo por una excursión en trineo o por juegos sobre
patines. Es el caso del escritor inglés Stevenson, ya citado, cuya llegada a Davos
durante el invierno de 1880 coincidió con la inauguración de la nueva pista, el “new
rink”. Davos se convirtió rápidamente en el centro de la vida mundana y deportiva. Una
orquesta tocaba al atardecer y los clientes bailaban a los aires de la música. Stevenson se
mostraba muy entusiasmado por los paseos en trineo a pesar de que todavía no existían
pistas especiales. Su viaje de Wolgang a Klosters con regreso en diligencia le resultó
muy satisfactorio. Podía presumir, literalmente, del título de “Winter Sportman “ sin
haberse puesto nunca unos skis. Los primeros intentos para introducir la práctica del ski
en Davos datan del invierno de 1883/84. Pero todavía tenía que pasar algún tiempo
antes de que este deporte se generalizara y de que Suiza llegara a ser el país del ski
como Max Senger cuenta en su encantador libro “Die Schweiz wurde zum Skiland”.

El trineo y el patinaje fueron las primeras bazas. Pronto los deportes de invierno
hicieron su aparición en otras estaciones. St. Moritz compartió con Davos la gloria de
ser la cuna del turismo de invierno en los Grisones. La primera pista especial para trineo
se construyó en 1884 y alcanzó celebridad mundial bajo el nombre de “Cresta Run”. La
pista contribuyó a la construcción del trineo davonés SKELETON, un trineo
monoplaza, y del BOBSLEIGH, un trineo multiplaza, denominaciones extranjeras que
son significativas de la participación mayoritaria de los anglosajones en la práctica de
este deporte que, al contrario que el ski, nunca fue popular en Suiza.

Un tercer centro de deporte de invierno se abrió en Grindelwald, al que según los


periódicos llegaron los primeros ingleses, un grupo compuesto por 20 personas, en 1889
“para practicar los llamados “deportes de invierno”. Constata también que a partir de
1880, “los clientes hacen ahora mucho uso de los trineos pequeños. Boss Aetti ha
echado agua delante del palacio de invierno y, sobre el hielo que se formó, los clientes
juegan con trozos de piedra y patinan” Para la práctica de los deportes de invierno sin
cortapisas es preciso, como es natural, que haya alojamientos adecuados para las largas
noches invernales. En St. Moritz, el “Engadinier Kulm” sirvió principalmente como
residencia a los huéspedes invernales, para los cuales Johan Badrutt previó y creó
instalaciones de alojamiento y refección y para su entretenimiento; en Grindelwald fue
el “Grand Hotel Bär el que cumplió este papel.

Pero las ideas preconcebidas no desaparecen fácilmente y fue precisamente en Suiza


donde el miedo a las vacaciones de invierno quedó profundamente enraizado. Pero aquí,
como en el alpinismo, fueron los ingleses los que vinieron en nuestro auxilio. Los
deportistas de invierno en Suiza encontraron como pioneros a los Lunn, padre e hijo,
quienes comenzaron a organizar a partir de 1890 viajes colectivos a Suiza en invierno.

86
El nuevo estilo social inaugurado por estos “parties” (grupos), lo que hoy llamamos
viajes organizados para grupo, los ha descrito Senn (La Suisse et le tourisme, 1913) no
sin cierta admiración: “La vida se regula de un modo automático. Esta tarde, carnaval
sobre hielo. Mañana, excursión a los alrededores. Pasado mañana, patinaje, concursos
de vals, juegos para niños, orquesta “à 4 heures”; por la tarde, baile como de costumbre.
Así durante trece días; cada momento se dedica a alguna ocupación programada...” (en
francés en el original: “La vie est reglée automatiquement. Ce soir, carnaval sur la
glace. Demain, excursions aux environs, le lunch será emporté avec soi, divertissements
et jeux socétés. Aprés demain, patinage, concurs de vals, jeux por enfants, orchestre à 4
heures ; soir, bal costumé. C’est ainsi pendant treize jours, chaque moment est rempli
par quelque occupation officielle... »)

El invierno comenzó poco a poco a poner gente en movimiento. Después de la creación


de Grindelwald como estación de deportes de invierno, hubo que esperar diez años, es
decir, casi hasta el comienzo del nuevo siglo, para ver como Adelboden y Kandersteg
siguieron su ejemplo. A continuación, la mayor parte de nuestras estaciones siguieron
rápidamente la moda y se adhirieron a los deportes de invierno. Su éxito y su gloria lo
deben sobre todo al turismo de invierno. Fue el caso de Gstaad, que tenía 5 camas en
1900 y ya en 1914 contaba con 1.145. Hacia esta época se sitúa el comienzo de la
verdadera estación de invierno, que no sólo ha aportado un magnífico suplemento de
ingresos a la hotelería y a las empresas de transporte sino que también le ha dado en
general a Suiza u mayor atractivo turístico.

La distribución de las vacaciones a lo largo del año ha dado recientemente lugar a


encuestas sobre las costumbres de la consumición turística efectuadas sobre muestras
representativas (155).

He aquí algunos ejemplos:

a) Francia: El Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos realizó en


1949, 1950 y 1951 sondeos sobre los hábitos de vacaciones de los habitantes de los
grandes ciudades francesas. Las preguntas se referían sobre todo a la época de la salida.
Para 1951, las respuestas fueron las siguientes:

ESTANCIAS 1951 TOTAL ESTANCIAS (en % del total) CON SALIDA EN


estancias
Junio 1-15 15-31 1-15 15-31 Septie Otras
Julio Julio Agosto Agosto mbre
Total estancias 71.216 4 12 21 40 10 10 3

La fuerte concentración del turismo francés en julio y agosto (el 83% de los
desplazamientos) es mostrada también estadísticamente. Según todas las apariencias, se
trata de una costumbre bien consolidada y que ha resistido a todos los intentos
destinados a prolongar la temporada turística por medio del escalonamiento de las
vacaciones en la enseñanza y en la industria.

b) Nuestros amigos británicos manifiestan en principio preferencia, aunque atenuada en


la práctica, por los meses de pleno verano. Según una encuesta efectuada por la British
Travel and Holidays Association (157) la distribución de las vacaciones por épocas del
año es la siguiente:

87
MES % DE VIAJES
1949 1951
MAYO 2,8 4,0
JUNIO 13,8 16,5
JULIO 3,7 32,0
AGOSTO 38,8 31,5
SEPTIEMBRE 14,3 10,5
OCTUBRE 3,2 2,0

También en el caso de los turistas ingleses julio y agosto son con mucho los meses más
populares entre los vacacionistas. Marcan una punta muy clara en los transportes. Sin
embargo, los meses fuera de estación, junio y septiembre, muestran también un
movimiento bastante considerable. Una nueva distribución teniendo en cuenta los viajes
al extranjero permite constatar la participación británica en los deportes de invierno,
pero unas cifras relativamente bajas indican que aún no se trata de un movimiento de
masas.

3.- Ocupaciones de los turistas

Como sabemos, un turista se distingue por el hecho de que no realiza, de momento,


ninguna actividad lucrativa. Pero esto no quiere decir que sea una persona
inactiva sino que no se dedica a ningún trabajo en el sentido económico del término. La
ausencia del espíritu de lucro y la abstención del trabajo confieren a las actividades del
turista el carácter de juego. De esta manera, deviene en “homo ludens”. Trabajo y juego
se distinguen por la actividad desarrollada, no por el esfuerzo físico o psíquico
realizado. El esfuerzo, por ejemplo, es mayor para un alpinista que para el portero de
una sala de fiestas. Pero para el alpinista, la actividad es un fin en sí misma, es en ella
misma donde se encuentra su justificación y su sentido, mientras que en el caso del
portero gasta su tiempo y sus energías en ganar dinero. Su actividad es un medio para
alcanzar un fin, sea ganancia o poder. Comparemos ahora al pescador deportivo con el
profesional; ambos buscan una presa, puede que incluso actúen concertadamente. Pero
mientras uno lo hace por placer sin condicionantes, el otro lo hace para mantener su
existencia económica, es decir, bajo el impulso de una presión exterior. El dinero es el
muro invisible que separa a uno de otro.

El alpinista y el pescador deportivo son prototipos de turistas. Sus actividades se


parecen a un juego ya que se sitúan fuera de cualquier consideración económica. En
casos particulares, las ocupaciones de los turistas son incluso muy variadas; en la
organización de su tiempo libre cada uno manifiesta sus inclinaciones personales, sus
alegrías y sus pasiones e incluso a veces hasta sus caprichos. Pero también en estos
casos, existen ciertas reglas: el reino del un individualismo exacerbado está fuera de
lugar5.

Los hechos y las actividades de los turistas están también como es lógico en estrecha
relación con el lugar de la estancia y con la época elegida para el viaje. Al elegir la
estación se decide, simultáneamente, el tipo de deporte susceptible de ser practicado. El
turista de verano renuncia al ski y el de invierno a los ejercicios físicos del verano. El
lugar de vacaciones prefigura también la orientación de la necesidad de la actividad
turística. Si se va a un gran centro es porque gusta, en general, la animación y los

5
Alusión inconsciente por parte de Krapf a la característica eutrapelia del turismo que todavía se sigue
practicando mayoritariamente en la actualidad (nota del traductor español)

88
placeres mundanos que lo caracterizan: pero si se refugia en una pequeña villa de
montaña es porque se busca el reposo o una intensa actividad deportiva.

Todo ello no facilita, sin embargo, más que un marco general en el que se inscribe toda
una gama de formas específicas de ocupaciones y de comportamientos turísticos.
Abstracción hecha de los casos en los que estas formas están inspiradas en un objetivo
específico (reposo, cultura, etc.…) se pueden clasificar las diferentes manifestaciones de
la vida turística en dos tipos:

a) Tipo contemplativo
Es el turista que viene para mirar, admirar y disfrutar en paz. Su actitud es receptiva.
Está personificado por el visitante de curiosidades. Con el vivo interés que demuestra
por todo lo que le es desconocido, unido a su enorme capacidad de entusiasmo, se le
pude catalogar entre los idealistas y los románticos.

Sin que pueda decirse que este tipo de turista esté en vías de extinción, su tiempo de
gloria pertenece al pasado. La contemplación silenciosa de las maravillas de la
naturaleza, de las montañas, de los glaciares, las cascadas y los fenómenos dio un
impulso decisivo al turismo suizo. Basta por ejemplo referirse a las maravillosas
páginas en las cuales Alphonse Dandet describe las emociones de Tartarín al presenciar
la salida del sol en el Rigi-Kulm.

La actitud contemplativa no es extraña al americano moderno. En su comportamiento


típicamente turístico refleja su amor a la naturaleza. “The American likes to look at
nature and has never insisted that it be chuttered up with castles” (“Al americano le
gusta observar la naturaleza y jamás cree que pueda ser mejorada con castillos”) (158).
La prueba: un solo día del mes de abril de 1946, 150.000 personas llegaron con
autocares y coches a Valley Forge para admirar árboles y flores. Además, la atracción
que ejerce el Parque Nacional, probablemente la principal atracción turística de USA, se
basa en un sentimiento primitivo de la naturaleza. No menos de 25 millones de
visitantes llegaron durante el verano de 1946 “to lok at water that falls, stean that rises
out of the earth on schedule, bears that beg and rocks that talke fantastic shapes” (“para
mirar cascadas, vientos que salen regularmente de la tierra, osos suplicantes y rocas con
formas fantásticas”)

Hoy como ayer existen muchos turistas atraídos por la observación y la admiración.
Pero parece, a decir verdad, que el factor cultural se haya intensificado. Britschgi (160)
constata con acierto: “En nuestros días, en la era del turismo automóvil, existen mayores
posibilidades que nunca para aprender historia del arte y de la civilización.
Desgraciadamente, sin embargo, estas posibilidades están poco explotadas. Los viajes
no deberían servir sólo para descansar y divertirse sino también para enriquecer el
espíritu. No debemos limitarnos a señalar a los visitantes los lugares donde se come
bien y barato o en los que puede ver los más bellos fuegos artificiales, el partido de
fútbol más interesante, el paso de la Vuelta Ciclista a Suiza, o incluso el dancing con
más ambiente”. Hay que decir que la contemplación está frecuentemente teñida de
curiosidad y de búsqueda de sensaciones y que la satisfacción de estos apetitos dejan
frecuentemente un regusto un tanto amargo; en cualquier caso, las actividades turísticas
de tipo receptivo, al contrario de lo que ocurría en el siglo pasado, no son ya las
predominantes. Las motivaciones espirituales y morales sobrepasan a las motivaciones

89
físicas (161), lo que genera un comportamiento opuesto al contemplativo y que se
expande cada vez más: a saber el:

b) Tipo activo
Para el tipo activo, el turismo ya no es materia de contemplación; la naturaleza ha
dejado de ser un fenómeno puramente visual. El turista desea hacer ejercicio, medir sus
fuerzas con ella e incluso vencerla si es posible. Las montañas, los valles y los lagos ya
no están hechos para los soñadores sino para los prácticos que las animan, las explotan
y las hacen alternar. El papel del turista no se compara ya con el del figurante en el
coliseo creado por Dios sino con el de un actor que participa en el gran espectáculo de
la naturaleza.

Es lo que ocurrió con el deporte que, en su marcha triunfal, transformó al turista en el


personaje que juega un papel protagonista y que, por así decir, lo ha “activado”. El
deporte suscita, por tanto, nuevos comportamientos turísticos y termina transformarlos
en costumbres. Ha transformó, en fin, profundamente la consumición turística. Hemos
visto ya la evolución del proceso al estudiar los deportes de invierno.

El concepto general de deporte engloba una gama infinita de ejercicios físicos cuya
importancia para el turismo es variable y, sobre todo, diferente de un país a otro.
Estudios de mercado, como por ejemplo el “travelogue” (162) facilitan útiles
conocimientos sobre el papel de los deportes en la organización del ocio entre los
americanos. La cuestión de saber cual es la ocupación preferida por los vacacionistas
dio las siguientes respuestas:

Viajes de documentación y educativos 72 %


Descanso 51 %
Natación 43 %
Pesca 31 %
Navegación a vela 25 %
Paseos y marchas a pie 15 %
Golf 8%
Excursiones a las montañas 6%
Clases 3%
Tenis 2%
Deportes de invierno 1%

(Como muchas respuestas indica varias ocupaciones favoritas, el total rebasa el 100 %)

La tabla muestra la predilección de los americanos por los deportes náuticos. La


natación viene en cabeza y después la pesca y los paseos en barco. Hemos quedado
sorprendidos por la popularidad del golf, en tanto que el tenis, mucho más expandido en
Europa, no interesa al otro lado del atlántico más que a una pequeña minoría. Se dirá
que, por el contrario, los paseos a pie ocupan todavía un lugar muy destacado. Al revés
de lo que observamos en Suiza, las excursiones de montaña y los deportes de invierno
no juegan más que un papel modesto, lo que parece estar en relación con la topografía
del país y la época de las vacaciones, esencialmente centradas en los meses de verano.

La jerarquía que acabamos de presentar entre las ocupaciones de vacacionistas en


Estados Unidos no se limita a las actividades deportivas, al tipo de turista activo, sino
que engloba también al tipo contemplativo. Cuando se advierte del efecto de contraste
que comporta el turismo, sorprende que el descanso, el “far niente”, el “just resting”,

90
ocupa el segundo lugar entre las preferencias de los vacacionistas, a pesar del
dinamismo propio del pueblo americano. Pero la necesidad de ver curiosidades es aún
más fuerte y se coloca a cabeza.

Como es sabido, los dos tipos de actividades durante las vacaciones, el tipo
contemplativo y el tipo activo, no están completamente separados más que en teoría, no
en la realidad. Están estrechamente imbricados y se confunden en la trama de los
hábitos de consumición turística que responden a nuestra última cuestión, a saber, el
desenvolvimiento concreto del proceso de consumición turística. Es aquí donde
encontramos de nuevo el aspecto más visible del turismo, el cual no tiene por marco la
intimidad familiar en el que el cabeza de familia se esfuerza en distribuir la renta sino
que forma parte de nuestra vida social pública. Es precisamente la formación de tipos de
consumición turística, basados en la generalización de la aventura vivida durante los
viajes y las vacaciones, resultado de la tendencia ya señalada a la “universalización de
los placeres” que se dio después de la primera guerra mundial (163), lo que ha
contribuido a conformar el estilo de vida de nuestra época y es en este sentido como nos
permitimos concluir diciendo con André Siegfrid (164) que “el turismo se ha convertido
en nuestra época en un aspecto primordial de nuestra civilización y de nuestras
costumbres”.

91
Notas

(1) Cf., en particular V. Reichenau Charlotte. “Konsum und volkswirtschaftliche


Therie”, publicado en Jahirbücher für Naturalöekonomie und Statistik, cuaderno 2,
febrero, 1994.
(2) Cf. la bibliografía que figura en el artículo “Die Konsumtion” de Oldenburg, Karl,
aparecido en Grundriss der Sozialökonomie, tomo I, volumen III, Tübingen, 1914.
Ver también Diehl, Karl, el artículo “Konsumtion” in “Wörterbuch der
Volkswirtschaft”, editado por L. Elster, 1931-33.
(3) John Stuart Hill: “ Principios de Economia Política, seguidos de algunas de sus
aplicaciones a la filosofía social”. Hamburgo, 1852: “Por el contrario, la
consumición que se efectúa para recrearse o de artículos de lujo, por personas
(4) ociosas o activas, tiene que ser considerado como improductivo, porque ni se tiene
por un fin (social) ni estimula la producción …” (pág. 64)

(3 bis) “Durante bastante tiempo, los fenómenos de la consumición fueron postergados


al final de los cursos de economía: eran fenómenos secundarios poco dignos de llamar
la atención de los investigadores. Esta desvalorización se explica, sin duda, por las
circunstancias históricas. Es absolutamente evidente que desde hace un siglo o dos los
fenómenos de máximo interés de la vida económica son los de la producción y el
intercambio” Cf. Badouin, Robert “ L´elasticité de la demande des bienes de
consumation” París, 1952 Prefacio.
(5) Heckscher, Eli. T. “Dar Merkantilismus”, Jena 1932, Tomo II, p. 101
(6) Heckscher, Eli. T. “Dar Merkantilismus”, Jena, 1932, Tomo II, p. 3.
(6) Ver la cita anterior
(7) Ammon, Alfred. “Produzent und Konsument “, en Gewerbliches Jahrbuch, editado
por Schweizerischer , Gewerbeverband”, Berna, 1944
(7 a) Schaffner, Hans. Eidg. Zentralstelle für Kriegswirtschaft, en “Die Schveizerische
Kriegswritschaft 1939/48. “Bericht de eidg. Volkswirtschaftdepartements”. Berna,
1950, prof 18
(8) Cf. Vershofen, W, “Handbuch der Verbrauchsforschung”
Tomo I: “Grundlegung”, Berlín 1940 Y la obra indicada por este autor en anexo:
(D´Aspeslagh, F. H. “Der Consumptieleer”, Tournhout, 1938), que no hemos podido
consultar desgraciadamente y que ofrece una lista de diez grupos de concepciones
diferentes de consumición.
(9) Eucken, Walter: Die Grundlagen der Nationalökonomie, 2ª de. Lena 1949, p.9
(9 a) Bücher, Karl. “ Die Entstehung der Volkswirtschaft” 2ª col. Tubing. 1918, p. 242
(10)Oldenberg, K. “Die Konsumtion”. ob, cit.
(11)Mayer, H. artículo “Konsumption” en “Handwörterbuch der Staatswissenschafften”. 4ª
ed.
(10) Marx, Karl. “Zur Kritik der politischen Ökonomie”. Ring Verlag A.G. Zurich,
1934 (p.p. 222 y ss.)
(11) Marx, Karl. : “Zur Kritik der politischen Ökonomie”. Ring Verlag A.G. Zurich,
1934
(12) Cf.: p. 8 y9
(13) Vershofen Wilheln, obra cit. pág.
(16) Por el contrario, V. Reichenau Charlotte (obra cit.) mantiene que la actividad de
las familias privadas representa una actividad productiva, a la que coloca en igualdad
de derechos, en tanto que “producción final”, junto a la consumición familiar. Las dos
economías están, por tanto, reunidas en “el espacio vital de la consumición” al que se

92
opone la consumición aislada, fuera de la familia, la cual obedece a leyes
completamente diferentes en cuanto a la satisfacción de necesidades. Sin embargo, este
dualismo, es decir, la consumición aislada, fuera de la “colectividad familiar” ¿no está
en contradicción con los datos que se tienen de la vida ordinaria? ¿no es una simple
ficción en la exclusiva medida de los individualistas forzosos? ¿puede el mismo
hombre vivir como célibe y como padre de familia y de acuerdo con normas
totalmente diferentes?
(16 a) Meyer, H. obra cit.
(17) Liefmann, Robert. “Grundsätze der Wortschaftelehre, Stuttgart y Berlín”, 1919.
Vol. 2
(18) Egner, Erich. “Der Haushalt. Eine Darstellung seiner Voldswirtschaflichen
Gestalt”, Berlín, 1952
(18 a) Cf. Egner, Erich: “ Die Menschengruppe ist das A und O des Haushalts”. ob. cit.
pag. 104
(18 b) Philippovich, E. “Grundriss der Politischen Öconomie” Tomo I “Allgemeine
Volkswirtschaftslehre”. Tübingen y Leipzig, 1904 p. 334
(19) Lo más frecuente era expresar un deseo sin ninguna posibilidad de imponerse
frente al orden establecido. Cf. Gide Charles: Cours d´Economie Politique, París, 1918:
“Si yo hubiera seguido mis gustos habría empezado precísamente por la parte de la
economía política a la que la guerra ha dado una importancia imprevista, es decir, por la
consumición, y desde ella, por la distribución y la circulación, llegaría hasta las fuentes
de la riqueza: la producción. Pero este orden, inverso al que se sigue en todas las
enseñanzas, habría sido rechazado por los lectores....” (Pag. 10, 55)
(20) Kaiser, Simon. “Antiguo director de banca y miembro del Consejo Nacional
Suizo”:.”Der Güter-Umlauf in seiner Bedeutung für die Volkswirtschaft und in seinen
Beziehungen zur Produktion und Consumtion”. Frankfurt am Maim, 1888
(21) Oppenheimer, Franz. « System der Soziologie », Jena, 1923
(22) Cf. la obra de Kyrk, Hazel “A theory of Consumption”, Boston y Nueva York,
1923 p.5.
(23) obra cit. p.10
(24) obra cit. p. 21
(25) Cf. las obras citadas de Charlotte Reichenau
(26) obra citada p.175
(27) Jenni, Hans “Wesen und Gestalt der Konsums im Lichte der amerikanischen
Literatur”. Berna, 1945 (manuscrito)
(28) Ross Edward, Alsworth. “Principles of Sociology”. Nueva York, 1929
(29) Böhm-Bawerk, E. Artículo “Wert” en Handwörterbuch der Staatswisenschaften”.
4º edición
(30) Weiss. F.X., complemento al artículo “Wert”, en la Handwörterbuch der
Staatswissenschften”. 4ª edición
(31) Cf. Mayer, Hans “Der Erkenntniswert der funktionellen Preistheorien”, publicado
en “Die Volkswirtschaftheorie Gegenwart”. Tomo II, Viena 1932, donde se lee: “si el
conjunto de las teorías de los precios concebidas hasta el presente no recibe ningún
reproche formal que muestre su insuficiecia es sobre todo porque su aplicación a los
fenómenos de la realidad económica es muy restringida”.
(32) Cof. p.1
(34)Mises, Ludwig. Grundprobleme der Nationalökonomie. Jena 1933
(34a) Dejamos deliberadamente de lado las medidas gubernamentales de sostenimiento
de los precios.
(35) Kyrk, Hazel, obra cit. p. 19

93
(36) Koopff, Hanss F.J. “Die Psycologische Seite der Vartbrauchsforschung”. Leipzig,
1941, p.13
(37) Cf. “The technique of marketing research”, editado por American Marketing
Association, Nueva York y Londres, 1937, así como los esfuerzos similares
realizados en Suiza y que tuvieron su conclusión en la constitución de la
Gesellschaft für Marktforschung”
(38) Schöfer, Erich, “ Grundlagen der Marktforschung”, Nüremberg”, 1940
(39) Cf. Mayer, H. “Dar Erkenntniswert der funktionallen Preistheorien”. Obra cit. p.
234
(40) Keynes John, Maynard, en “The General Theory of Employment, Interest and
Money, Londres 1942, reconoce la importancia fundamental de esta tesis. El la
expone como sigue: “The fundamental psycological law, upon which we are
entitled to depend with confidence both a priori from our knowledge of human
nature and from detailed facts of experience, is that men are disposed, as a rule and
on the average, to increase their consumtion as their income increases, but not by
as much as the increase of their income” (La ley psicológica fundamental en que
podemos basarnos con entera confianza, tanto a priori partiendo de nuestro
conocimiento de la naturaleza humana como de la experiencia, consiste en que los
hombres están dispuestos, por regla general y en promedio a aumentar su
consumición a medida que su renta crece, aunque no tanto como crecen sus
ingresos (p.96). Después de Keynes, La Roche, Charles ha estudiado, en el marco
del Studiengruppe für theoretische National ökonomie, “Die empirischen Konsum
und Sparfuntionen und ihre Bedeutung für die Konjukturpolitik (manuscrito
fechado en 7/10/47) el tema y ha aportado sobre la cuestión nuevos datos.
(41) Lütolf Frank “Die Théorie der monetären Kreislaufsphären”, en “Schriften des
Schweiz. Wirtschaftarchivs”, Volumen 6. Berna, 1952 p.118
(42) No hay que olvidar que el mecanismo de la crisis descrito por Keynes no actúa
más que en caso de pleno empleo y la parte ahorrada se transforma en una masa
monetaria inactiva, es decir, en “saldos bancarios estériles”.
(43) Marbach, Fritz, “Wollbeschäftigung der andere Weg”, Berna, 1953, atribuye con
acierto una importancia particular a este hecho.
(44) Cf. Jöhr, Walter Aldolf “Die Konjunktur Schwankungen”, en Theoretische
Grundlagen der Wirtschaftspolitik” vol. II. Tübingen y Zúrich, 1942. El autor atribuye
un papel capital en la interpretación de la coyuntura a los factores psicológicos como,
por ejemplo, la incertidumbre con respecto al porvenir, el estado de espíritu, las
previsiones erróneas, la psicología de masas
(45) Marbach, Fritz, obra citada p.37 y siguientes.
(46) Jörh Walter Adolf. “Die Nachkriegsdeflation” St. Gallen, 1945
(47) Cf. Kenes, John Maynard, obr. cit.: “Consumtion to repeat the obvious – is the
sole end and object of all econonmic activity” (El consumo - digamos lo evidente - es el
único objeto y fin de la actividad económica” (p.104)
(47a) Cf. Erhard, Ludwig: “Der Verbrauch als Volkswirtschafliches Fhänomen”,
publicado en “Jahrbuch für Fremdenverkehr”, órgano del Deutsches
Wirtschafswisenschaftliches Institut an der Universität München”, año 1º, cuaderno nº I,
semestre de invierno 1952/53.
(48) Waite Warren C. and Cassaldy Ralph “The consumer and the Economic Order”
N.Y., Toronto, Londres, 1949, p.143.
(49) Conf. Behrens und Kalliefe “Vorschläge zur Stärkung der Martposition des
Verbrauchers”, editado por la Hamburgisches Welt – Wirtschafts – Archiv,
cuaderno II, noviembre, 1952

94
(50) Conf. P. 9 y ss.
(51) Para la formación del concepto y la naturaleza del turismo ver:
- Hunziker, W. y Krapf, K.: “Grundriss der Allgemeinen Fremderverkehrslehre”,
Zúrich, 1942
- Hunziker, W.: “System and Hauptprobleme einer wissenchaflichen Fremden
verkehrslehre”, St. Gallen, 1943, nº 5 de las publicaciones del “Seminar für
Fremdenverkher an der Handels-Hochschule St. Gallen”.
- Krapf, K. “Quelques précisions sur la notion du tourisme ». Revue de Tourisme, nº
2, abril/junio 1948
(52) Para más detalle, ver mi contribución “Von der Empirie zur Theorie des
Fremdenverkehrs, aparecida en Jahrbuch für Fremdenverkehr”
(53) Ogilvie, F.W. en “The Tourist Movement”, Londres 1933, cita a un eminente
mercantilista, Thomas Mun, a propósito de la influencia de los viajes sobre la balanza
de pagos: “El olfato de este autor le llevó a decir en su obra England´s Treasure by
Foreing Trade a decir: “There are yet some other petty things which seem to have
reference to this ballance of which the said officers of his Majesties Customs can take
no notice, to bring them into accompt: as namely, the expenses of travailers” (Existen
ahora cosas pequeñas que parecen influir en el balance, de las que dicen los oficiales de
la Aduana Real que no tienen datos para tenerlas en cuenta: a saber, los gastos de los
viajeros)
(54) Sobre las relaciones comerciales extremadamente diversificadas de Suiza en esta
época, consultar el estudio de Honegger Hans, “Eidgenössische Hanselsförderung um
1500”, Zúrich, 1944.
(55) Cf. en particular el estudio de Seiler, Franz, “Die Bedeutung der Tourismus für die
schweizerische Volkswirtschaft”, nº 11 de las publicaciones del Schweizerische
Fremdenverskehrsverband, Zúrich, 1939. También: Fontanellaz, Rudolf, “Die Stellung
des Fremdenverkehrs in der Aussenwirtschaft unter besonderer Berücksichtigung der
Schweiz”, fascículo nº 21, del “Schwezerische Beiträge zur Verkehrswisenschaft, Berna
1947.
Kunz, Beat “Die Bedeutung des Auslandfremdenverkehrs für die Schweizerische
Volkswitschaft, fascículo nº 23 del Schwezerische Beiträge für Verkehrswisenschaf,
Berna, 1947.
(56) Gölden, Hubert “Shucturwandlungen der schweizerischen Fremdenverkehrs”.
Zúrich, 1939
(57) Gurtner, Hermann “Die wirtschaftliche Bedeutung der schweizerischen
Hotelgewerbes”, Bâle, 1939, también sus publicaciones anteriores
(58) Koller, Albert- “Entwicklung und Umfang der Fremderverkehrs in der Schveiz”,
aparecido en “Zeitschrift für Schweizerisch Statistik und Volkswirtschaft, fasc.1, 1941
(59) Troisi, Michele “La Rendita Turística” . Bari, 1940
(60) “Poiché il turismo dà luogo ad un’attività producttiva, che si concreta in una
complessa offerta di beni e servigi, la rendita... rientra, pur nella variettà dei suoi
atteggiamenti nella unica categoria del beneficio del produttore” (“Puesto que el turismo
da lugar a una actividad productiva que se concreta en una oferta compleja de bienes y
servicios, la renta … se convierte, por la diversidad de su actuación, en la única
categoría del beneficio del productor (p.56)
(61) Röpke, Wilhelm, “Probleme der Nachriegswirtschaft unter bensonderer
Berücksichtigung von Verkehr und Tourismus”, fasc. 4, Schriftenreihe des Seminars für
Fremdenverkehr an der Handel-Hochschule St.Gallen., 1943

95
(62) Cf. La encuesta sobre la consumición de pan, citada por Vershofen (obra citada) y
extraída del “Erhebungen von Wirtschaftsrechnungen im Deutschen Reich im Jahre
1927/28”.
(63) Cerny, B.V. “Das Volksvermögen, das Volkseinkomen und der Fremdenverkehr,
en Weltwirtschaftliches Archiv”, Kiel, cuaderno nº 2, 1942.
(64) Stradner, Josef “Der Fremdenverkehr. Eine Volkswirtschaftliche Studie”. 2ª edic.
Graz, 1917, p. 9.
(65) Cf. Hunziker y Krapf: obra citada, p. 8.
(66) Morgenroth W., artículo “Der Fremdenverkehr”, en: Handwörterbuch der
Staatswissenschaften , 4ª edic.
(67) Cf. Hunziker y Krapf, obra citada.
(68) Norval A. J.: The Tourist Industry, Londres, 1936
(69) Günther, Adolf “Gründsätzliches über Fremderverkehr und Kojunkturforschung”.,
en “Beitäge zur Kojunturlehre”, Fertschrift zum zehnjärigen Bestehen des Instituts für
Konjunkturforshung”. Hambourg, 1936.
(70) Koller, Albert: obra citada.
(71) Cf. Krapf, K. “Der Fremdenverkher als Erkenntnisgegenstand und statitische
Masse”, en: “Festgabe für Dr. Hans Schorer. Berna, 1947.
(72) La prueba la ha facilitado Frey, Fritz, en su estudio “Die Wirtschaften
Verhältnisse am Fremdenort”. Tesis. Berna, 1953.
(73) Cf. Krapf, K.: “Die ökonomische Eigenart der Fremdemverkehrs”,
Schweizerisches Archiv für Verkehrswissenschaft und Verkehrspolitik”, nº1, 1952.
(74) Hunziker - Krapf, obra citada p. 17
(75)Ehrensperger, Fritz. “Probleme und Aufgaben der sweizerischen Fremdenverkehrs
politik”, en “Festgabe für Ernst Scherz”, Zurich, 1937. El autor considera “los gastos
que exceden del tren de vida normal” como un elemento constitutivo del turismo en
general. Pero hay que señalar ciertas formas de vacaciones, como el camping, que
tienen por objeto una vuelta voluntaria (temporal) a un modo de vida más primitivo y
que representan, sin ninguna duda para los “titulares de altas rentas” una economía con
relación a su “tren de vida habitual”.
(76) Cf. Ogilvie, F.W. ob. cit. p. 32
(77) Gölden, Hubert “Die Entwicklung der Nachpage un Fremdenverdehr” en
Schwizwrische Zeitschrft für Statitik und Volkswirtschaft” cuad. I, 1940.
(78) Obra citada p. 87
(79) Jung C.G. “Psyckoligische Betrachtungen”. Zurich, 1945, p.18
(80) Kyrk Hazel, ob. cit. p. 195.
(81) Cf. Oppenheimer, Frank. “System der Sociologie”. Tomo I “Allgemerne
psychology”. Londres 1908
(82) Obra citada p. 25
(83) Cf. Eatsman Charles, Alexander “Die Seele des Indians”. Insel Verlag, Leipzig,
1938.
(84) Cf. Kriss Rudolf “Wallfahrtsorte Europas”. Munich, 1950.
(85)”Las necesidades modernas en materia de vacaciones, de viajes y de deporte tienen
su origen en la necesidad de evadirse temporalmente de la ciudad en la que se ejerce una
vida profesional marcada por la especialización técnica muy tensa y alejada de la
naturaleza para volver durante algún tiempo a una vida más conforme con la naturaleza
y con la historia, con el fin de recuperar de nuevo las fuerzas”. Peter Meyer “Zur
Architektur des Hotels” en “Neue Zürcher Zeitung”, 15 febrero1946, nº 264.

96
(86) V. Neergard, K. “Der medizinische Ausbau der Schweizer Kurorte”, en
Schriftenreihe zur Frage der Arbaitsbeschaffung, volkswirtschaftliche Reiche”,nº 5,
Zurich, 1943.
(87) Cf. Sprochev, A. “Die volkswirtschafliche Bedeutug der Heilbäder und ihre
Stellung im schweizerischen Fremdenverkehr” Tesis, Berna, 1948.
(88) Meyer-Ahrens, Conrad, “Die Heilguellen und Kurorte der Schweiz”, Zurich, 1860.
(89) La palabra primitivo no reviste más que un sentido relativo. Al decir de algunos
existen todavía curanderos y brujos en América Central. Aldous Huxley en: “Begond
the Merogue Bay”, Londres 1939, relata que en la aislada villa de Momotenago en
Guatemala, “ejercen” todavía más de 300 curanderos y brujos, y que cada familia india
de un nivel de vida elevado mantiene a un brujo de familia, “que se comporta como
director espiritual y como médico” (p. 190).
(93) Cf. p. 11 y siguientes.
(95) Ob. cit. p. 84.
(90) Patten Simon N. “ The theory of dinamic Economics”. Philadelphia, 1892.
(91) Patten Simon N. obra citada p. 38.
(92) Obra citada p. 39.
(96) Cf. el profundo estudio de Hunziker, W. “Le tourisme social- caracteres et
problems”. Publicación de la Comisión Científica de Alliance Internationale de
Tourisme. Tomo I, Berna, 1951.
(98) Para más detalle cf. Raners, Friednuch, “Kulturgeschichte der gastätte”. Berlín,
1942.
(99) Cf. Le Bon, Gustare: “Psycoholigie der fonly” 38º edi. París, 1934.
(100) Reiwald, Pauf: “Vom Geist der Massen”, Handbuch der Massenpsycohologie.
Zurich, 1946, p. 27.
(101) Obra citada p. 28.
(102) Roth Peter “Die Intnvention der bundes anf gem Gebret der
Fremdenverkehrswromg, cuad. 17 de “
(103) Bishop, F.P. The Economics of Advertising. Londres 1946, p. 18.
(104) La ausencia de publicidad comercial salta a los ojos del turista que visita países
sometidos a un régimen totalitario y un economía planificada.
(105) Cf. Pab. Eugen. “Die Fremdenverkehrswerbung. Ihre Gestalting und ihre
Urheber”. Tesis. Berna 1944 (manuscrito).
(106) No se encuentra mejor definición de la misión de la publicidad de los Sindicats
s´initiative que la que figura en les estatutos que datan de 1903 del sindicat de LENK.
La tarea principal del sindicat se formula como sigue “Hace conocer de manera
apropiada las ventajas y las bellezas de LENK y atraer toda suerte de visitantes” En
cuanto a la misión de información de la publicidad se expresa de nuevo en el programa
de actividades del sindicato “Descripción de las bellezas naturales por la letra y por la
imagen (anuarios, guías)”
(107) Ver pag. 11 y siguientes.
(109) Barnes, H.E. y Ruedi, O.M. “The American way of life”. Nueva York, 1945, p.
254.
(110) Duesenberry, James S. “Income saving and the Theory of Consumer Behavier”.
Harvard emversy Press, 1949.
(111) Cf. p. 15 y más especialmente la nota 40.
(112) Cf. por ejemplo Smiles, Samuel: “Die Sparsamkeit”. Leipzig 1876: “Se ve en las
calles en los parques, en las iglesias. La prodigalidad de los vestidos no es más que un
síntoma de esta calamidad”.

97
(113) Smiles cita la obra de un eclesiástico del sur de Inglaterra. Después de expresar
su alegría por el aumento de los salarios de los obreros agrícolas plantea “que
actualmente la única consecuencia que constata es que la gente consume mucha más
cerveza”.
(114) Obra citada p. 45.
(115) Cf. p. 26 y siguientes.
(a) Al coste de los factores.
(116) La obra de Kipfer, A.: “Der Trend im schweizerischen Fremdenverkehr”. Tesis.
Berna, 1953 (manuscrito) tiene un interés muy especial en este sentido.
(117):Sombart, W. “Das Wirtschaftsleben und Zeitalter des Hochkapitalismus” Obr. cit.
Primer volumen, p.173 y siguientes.
(117a): “Statistiches Jahrbuch der Schweiz 1951” Cf. también Amstutz Max, D.: Der
passive Fremdenverkehr unter besonderer Berücksichtigung der Schweiz”
(118) National Income and Expenditive of the United Kingdon 1946 to 1950. Londres
1951.
(119) La noción y la definición de clases medias han sido estudiadas de manera
exhaustiva por Marbach Fritz en su obra “Theorie des Mittelstandes”, Berna, 1942. Es
difícil delimitar exactamente esta categoría social. Se trata, sobretodo, de los niveles
más altos de los titulares de renta de esta clase las que se tienen en cuenta para nuestro
estudio, es decir, de hecho, los profesionales, las empresas, los industriales y
comerciales medios, una parte de los comerciantes detallistas y, entre las clases medias
asalariadas, los cuadros superiores de funcionarios y empleados.
(120) Conf. p. 29.
(121) Un detalle revelador a este respecto es la utilización creciente, en los
ferrocarriles, de la clase modesta (coches con asientos de madera, los antiguos vagones
de 3ª clase) mientras que las clases 1ª y 2ª quedan desocupadas (coches con asientos
almohadillados). Véase a este respecto Eherensperger Fritz “Die
Umtersuchungstendenzen in Fremdenverkher” publicado en “Festgabe fur Bundesrat
Schulthess”, Zurich, 1938. La participación de las clases 1ª y 2ª en los ingresos por
tráfico de pasajeros de la red ferroviaria federal ha pasado de 23.4 en 1921 a 28.9% en
1923 y de 32.3% a 34.8% entre 1924 y 1929. Durante los años 1930/31 ha descendido a
29.3 y más tarde a 23.5%. A partir de 1932 ha bajado al 17.1 - 17.9% para aumentar en
1936 a 18.1 y en 1937 a 21.5%. En 1938 ha vuelto a descender a 19.3%. (Cf. “50 Jahre
Rhätische Bahn, Festsehrrft 1889-1939)
(122) Cf. a este respecto Weber, Marx, Erholung und Einkommen” en “Erholung und
Arbeitskraft” fascículo 7, de la Schriftenreihe des Seminars für Fremdenverkehr an der
Handelshochschule St. Gallen”.
(123) Publicado en “Die Volkswirtschaft”, Berna.
(125) Este descubrimiento, que está evidentemente contenido en la Ley de Engel (cf.
p.13), fue aplicado por primera vez al turismo por Hunziker-Krapf en Allgemeine
Fremdenverkehrslehre, ob. cit. p. 218.
(126) Publicado en “Die Volkswirtschaft”.
(127) Cf. Walter, A. “Die festen Kosten, der Feind des Hotelunternehmens” aparecido
en “Gegenwarts- und Zukunftsprobleme des schweizerischen Fremdenverkehrs”.
Festgabe für H. Seiler” Zurich 1946. Y del mismo autor: Einführung in die
Wirtschaftslehre der Unternehmung”. tomo I. “Der Betriebe”. Zurich, 1947, p. 276 y
siguientes.
(128)Cf. Felix, K. “Preisabreden in schweizerischen Hotelgewerbe. Ein Beitrag zur
Erforschung der Kartelle”. Tesis. Zurich, 1934.

98
(129) Cf. Hunziker - Krapf, ob. cit. p. 247 y ss. en lo que se refiere en especial a la
hotelería: Hunziker Walter, artículo “Hotel und Gastättengewerbe” en la
Handwörterbuch der Socialwissenschaften”. “Göttingen 1952. Guye, R.
Preistheoretische Betrachtungen zum schweizerischen Hotelproblem”. Tesis. Berna
1952
(130) Niehans, Jürg: Augleichsgesetz der amerikanischen Zahlungsbilanz. Berna, 1951.
(133) Extracto de “Statitische Jahrfuch der Schweitz”, 1945.
(134) Cf. Henirroch von Stackelberg”. “Grundlagen der theoretischen
Volkswirtschaftslehre”. Berna, 1948, p. 112.
(135) Tomamos estos datos del estudio “The impact of the War on Civilian
Consumption”, en t”Te Economist” del 3 noviembre de 1945.
(136) Cf. p. 88.
(137) Cf. p. 28.
(.) En francés en el original alemán.
(138) Fallet, Eduard M. “Die Strukturwandelung del Personenverkehrs”, en
Schweizerisches Archiv für Verkehrswissenschaft und Verkehrspolitik”, 2º año, número
2, 1947.
(139) Cf. Weber.Lottr “Die Frequenzschwankungen un schweizerischen
Fremdenverkehr, dargestellt am Beispiel der Sommer- und Winter-saison 1939-1945,
von Grindelwald (manuscrito)
(140) Entre las empresas más sensibles a las condiciones meteorológicas tenemos las
Compañías de Navegación suizas dedicadas sobre todo al transporte de excursionistas y
de vacacionistas. Las del Lago de Neuchatel y las del Lago de Morat, por ejemplo,
facturan unos 10.000 F.S. un domingo de buen tiempo, pero no llegan más que a 800-
1.000 F.S. un domingo lluvioso.
(141) “Le spese di consumo in Italia”, en el “Bolletino del Servisio de Studi
Economici”, Cá Foscari. Venezia, nº 1, 1951.
(142) Ver el ejemplo de la p. 63.
(143) Documentación del Touring Club de Suiza.
(144) Cf. “Wirtschafhiche Rundschau”. Berna, nº 61. 1949.
(145)Cf. Warner W. Lloyd y Lunt Paul S. “The social life of a modern Community”,
Yankee City Series, Volumen primero, New Haven, 1941. El primero de la serie de
volúmenes dedicados a la misma comunidad ilustra el nivel elevado de la investigación
americana en materia de fenomenología social. La investigación se basa en la “field
research”, es decir, en un procedimiento empírico y hace un amplio uso del método del
“interview”, es decir, del cuestionario personal.
(146) Cf. Haas John H. Tourism in USA en Zeitscherift für Fremdenverkehr. Berna,
nº1, 1947.
(147) “Strukturwandlungen des schwizerischen Fremderverkehrs”, obra citada.
(149)“The structure of an institution consists of patterns of thought and action”. Cf.
Dixon R.A. ”Economic institutions and Cultural Change”. New York, 1941, p. 473
(150) Brunner, Elisabeth. “Holiday Making and the Holiday Trades”. Londres, 1945.
(151) Cf. “Camera di Commercio, Industria e Agricultura”. Génova. “Atti ufficiali del
Primo Congresso per il Turismo dei Lavorati, Nervi 8-11 Julio, 1950, p.76 y ss.
(152) Goethe Briefen aus der Schweiz. Edition Holbein. Basilea, 1941.
(153) Cf. Volmar Augusta. “Die Schweiz in Spiegal ansländischer Gäster”. Berna,
1945.
(154)En lo que sigue el autor reproduce parcialmente el artículo “Der Wintersport in der
Schweiz”, aparecido en “Schweizerische Wirtezeitung” del 7 de dic. de 1946, nº 49.

99
(155) Sobre el criterio de estos sondeos, ver Yates Frank: “Methodes de sondages pour
recensements et enquêts ». París 1951. Piatier, A. : « Una enquête de la l´A.I.T. sur les
dépenses des touristes étrangers en France ». Publication de la Commisson
Scientifique. de l´Alliance Internationale de Tourisme. Tomo 2. Berna, 1953.
(156) Cf. « Les Vacances des Francais en 1951 » en “Estudes et Conjoncture”
Ecónomie Française, juillet-aout, 1952.
(157) “Holidays in 1951. Results of the British Travel and Holidays”. Association
Survey.
(158) American Survey. Vacations, 1946, en “The Economist”, 10 de agosto de 1946.
(159) Artículo citado
(160) Britschgi, J. Der Emifenss des Strassenverkehrs auf den Tourismus”, en
“Schweizer Hotel-Revue”, nº 11, 1953.
(161) Cf. Krapf, Kurt : « Kurzer Abrais der Geschichte des Fremdenverkehrs »,
aparecido en « Beiträge zur Fremdenverkehrslehre und Fremdenverkehrsgechichte »,
fascículo nº 15 des Publikationen des Schweirischen Fremdenverkehrsverbandes »,
Berna, 1941, p. 77
(162) The Crowell-Collier Publising Company. Research Deportmen: The American
Magazine´s Travelogue New York 1951. Se trata de una editorial que hace este estudio
para servir en primer lugar a sus propias actividades comerciales.
(163) D´Avenel Georges: “Le nivellement des jouissances”, París, 1919.
(164) Siegfried, André: “Tourisme”, en Le Figaró, 9 de septiembre de 1947.

100
Bibliografía actualizada (1965) sobre la consumición turística

F. Bertoldi: Il comportamento turistico come consume


Rivista di Politica Economica
51º Año – III – nº 2 Roma 1961
A. Christl y A. Koch:
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F. Geigant Die Standorte des Fremdenverkehrs. Eine sozialöekonomische Studie über
Die Bedingungen und Formen der räumlichen Enthaltung des
Fremdenverkehr an der Universität München. Heft 17 1962
W. Hunziker Le Tourisme social. Caractères el prolèmes. Alliance Internationale
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W. Hunziker y K. Krapf
Grundriss der Allgemeinen Fremdenverkehrslehre. Zurich, 1942
A. Koch Der Urlaubsreiseverkehr. Eine Untersuchung über das Konsumverhalten
der Erholungsreisenden 1958
in Jahrbuch für Fremdenverkehr, 7. Jahrbuch 1959. München
A. Koch Die Ausgabenstruktur im Fremdenverkehr. Eine Untersuchung
über die Ausgaben im Erholungs und Geschäftsreisenverkehr in der
Bundesrepublik. Jahrbuch für Fremdenverkehr, 9 Jahrgang 1961. München
K. Krapf Les caractères gènèraux de la consomation touristique. in « Le caractère
Saisonnier du phénomène touristique : ses conséquences économiques ».
Centre d´Etudes du Tourisme 1963. p. 267 – 275 y Revue du Tourisme nº 2
1962. p. 50 – 54
K. Krapf Erkundung und Messung des touristischen Konsum. Forshungsinstitut
für Fremdenverkehr. Jahresbericht 1962
K. Krapf Quelques reflexions sur la demande touristique. Revue du Tuorisme 1949
Nº 2
K. Labeau Quelques aspects de la consommation touristique. Cahiers économiques de
Bruxelles, nº 18 – 1963. p. 243 – 270
K. Menges Die turistische Konsumfunktion der Scheis 1929 – 1956.
Sonderabdruck aus « Schwizerische Zeitschrift für Volkswirtchaft und
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K. Menges Die touristiche Konsumktion Deutschlands 1924 – 1957.
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W. Hunziker. Berna 1959. p. 124 – 139
K. Menges Die Entwicklung der touristischen Konsumquote.
Der Fremdenverkehr. IX Jahargang. 1957. Heft 11/12
K. Menges Die langsfristige Entwicklung der turistiscehn Konsumquote der
Schweiz. Schweizerischer Hotel. Revue. 67 Jahrgang. 1958, nº 5
K. Menges Macro – economic approaches to the problem of investiment in
Tourist industry. Revue de Tourisme, nº 4, 1957

101
A. Piatier Une enquête de l’ A.I.T. sur les dénses des touristes étrangers
En Franc. A.I.T. Tomo 2, Berna, 1953
A. Piatier Sondages et Enquêtes au service du tourisme.
Institut International de recherches Touristiques. Génova, 1956
H. Sauermann Konsumfunktion und Konsumverhalten im Torismus
In “Frendemverkehr in Theorie und Praxis”. Festchrift für
W. Hunziker. Berna. P. 154 - 175

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