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Agosto 2009

Violencia
intrafamiliar

Mitos y realidades
¿Cuántas veces habremos oído "si le pegan es que algo habrá hecho"?, ¿Cuántas mujeres
piensan que los insultos continuos que les dedican sus maridos no son violencia intrafamiliar?
Éstos son algunos de los mitos que hay que desterrar:

MITO: Si la mujer es golpeada es porque se deja, si realmente quisiera, podría dejar a su


abusador.
REALIDAD: Generalmente cuando una mujer trata de defenderse, es golpeada con mayor
fuerza, a nadie le gusta ser amenazada o golpeada, existen razones sociales, culturales,
religiosas, económicas que mantienen a las mujeres dentro de la relación. El miedo es otra de
las razones que las hace permanecer en sus hogares. Los peores episodios de violencia suceden
cuando intentan abandonar a su pareja. Los golpeadores tratan de evitar que las mujeres se
vayan a través de amenazas de lastimarlas o de lastimar a sus hijos o a ellos mismos. También
influyen las actitudes sociales, tales como la creencia de que el éxito del matrimonio es
responsabilidad de la mujer y que las mujeres dañan a sus hijos si los privan de su padre, sin
importar cómo actúe él.

MITO: La violencia intrafamiliar es provocada por el alcohol y las drogas.

REALIDAD: El alcohol y las drogas son factores de riesgo, ya que reducen los umbrales de
inhibición. La combinación de modos violentos para la resolución de conflictos con adicciones
o alcoholismo suele aumentar el grado de violencia y su frecuencia pero muchos golpeadores no
abusan ni de las drogas ni del alcohol y muchos abusadores de drogas o alcohol no son
violentos. Son dos problemas separados que deben ser tratados por separado.

MITO: Si se porta mal merece ser golpeada.

REALIDAD: Nadie merece ser golpeado no importa qué haya hecho. Los golpeadores
comúnmente culpan de su comportamiento a frustraciones menores, al abuso de alcohol o
drogas o a lo que su pareja pudo haber dicho o hecho. La violencia, sin embargo, es su propia
elección. La violencia intrafamiliar no puede ni debe estar justificada en ningún caso, cualquiera
que sean las circunstancias. El maltratador siempre será un agresor y la persona maltratada su
víctima.

MITO: La violencia intrafamiliar solo concierne a la familia.

REALIDAD: La violencia intrafamiliar es un problema de todos. Todos debemos proponernos


detenerla. El agresor, no por ser parte de la familia tiene derecho a agredir y dañar, esto está mal
y es ilegal, las víctimas deben tener y sentir el apoyo social para que de esta manera pierdan el
miedo y se decidan a denunciar.

MITO: La violencia intrafamiliar es un problema de familias pobres y sin educación.

REALIDAD: La violencia intrafamiliar se produce en todas las clases sociales, sin distinción de
factores sociales, raciales, económicos, educativos o religiosos. Las mujeres maltratadas de
menores recursos económicos son más visibles debido a que buscan ayuda en las entidades
estatales y figuran en las estadísticas. Suelen tener menores inhibiciones para hablar de este
problema, al que muchas veces consideran "normal". Las mujeres con mayores recursos buscan
apoyo en el ámbito privado, cuanto mayor es el nivel social y educativo de la víctima, sus
dificultades para develar el problema son mayores. Sin embargo, debemos tener en cuenta que
la carencia de recursos económicos y educativos son un factor de riesgo, ya que implican un
mayor aislamiento social.

Violencia Intrafamiliar
La mayoría de los casos de violencia en contra de la mujer corresponden a mujeres maltratadas
por sus compañeros, esposos o convivientes. Los agresores y las víctimas de violencia proceden
de historias familiares en las que estuvieron expuestos a situaciones de violencia.... la violencia
es una conducta aprendida y transmitida socialmente. También, la mayoría de casos de

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violaciones de mujeres y niñas son perpretadas por familiares o conocidos, en casa de la
víctima.

El agresor con frecuencia es alguien allegado afectivamente a la víctima: compañero, esposo,


padre, pariente. Estos datos están relacionados a la violencia intrafamiliar y nos invitan a
reflexionar sobre este tema. Observamos que la Violencia Intrafamiliar está referida a la
agresión continua que se da en el interior de una familia, realizándola alguno de los integrantes
de ella.

Cómo se da la violencia intrafamiliar

La violencia intrafamiliar puede manifestarse físicamente mediante: golpes, bofetadas,


amenazas con arma blanca y puntapies, por ejemplo. También puede darse una violencia
psicológica con insultos, celos excesivos, aislamiento de la víctima, inclusive los niños o niñas
pueden ser víctima de ella si son testigos de las peleas entre sus progenitores.

Otro tipo de violencia es la sexual, esta se da generalmente cuando se impone una relación
sexual o cuando se fuerza a actos sexuales frente a terceros.

Fases de la violencia conyugal

La violencia conyugal presenta tres fases, claramente diferenciadas.

Primera Fase: es la etapa en la que la víctima va experimentando por parte de su pareja:


rechazo, desvaloración y críticas, entre otros.

Segunda Fase: la víctima tolera insultos, golpes con los puños, bofetadas y otros que le pueden
producir lesiones. La violencia se da de una manera más grave, pero la víctima la tolera. Esta
fase se irá volviendo más intensa.

Tercera Fase: esta es la etapa amorosa, aunque ya algo está fallando. En esta fase el agresor se
muestra cariñoso y arrepentido.

Este nuevo ciclo se iniciará nuevamente y se volverá más frecuente.

La violencia involucra a hombres y mujeres, no obstante la mujer es usualmente la víctima,


derivándose así en una desigualdad de poder entre el hombre y la mujer.

¿Por qué sucede la violencia doméstica?

Los pretextos más frecuentes por el que las mujeres fueron violentadas en sus hogares son: la
negativa al cumplimiento de sus deberes sexuales conyugales, la infidelidad, la lentitud de la
realización de los servicios domésticos, el reclamo a su pareja por problemas económicos, el
embarazo, el reclamo frente al consumo de drogas o licor, entre otros.

Consecuencias de la violencia doméstica

Este tipo de violencia trae graves consecuencias para el padre, la madre o el hijo. A
continuación algunos ejemplos:
La violencia contra la esposa afecta a los hijos e hijas, causando bajo rendimiento escolar,
laboral y en las relaciones mutuas.

La familia que cotidianamente recurra a la violencia sin querer propondrá conductas que
afectarán comportamientos sociales y serán la base de conductas delictivas.

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El maltrato deteriora el amor propio disminuyendo así el autoestima.

Cuando la presión psicológica es continua la víctima es vulnerable al alcoholismo, depresión,


con intentos de suicidio.

Las mujeres maltratadas se convierten en agresoras de otros miembros más vulnerables de su


grupo.

Se entiende por violencia intrafamiliar


aquel acto de poder u omisión recurrente,
intencional y cíclico, dirigido a dominar,
someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente
a cualquier miembro de la familia, dentro o fuera del domicilio familiar,
que tenga alguna relación de parentesco por consanguinidad, tenga o lo
haya tenido por afinidad, civil, matrimonio o concubinato, o mantenga
una relación de hecho y que tienda a causar daño, consistente en
cualquiera de las siguientes clases:

I.- Maltrato Físico.- Todo acto de agresión intencional y repetitivo, en el


que se utilice alguna parte del cuerpo o se emplee algún objeto, arma o
sustancia para sujetar, inmovilizar o causar daño a la integridad física de
otro, encaminado a su sometimiento y control;

II.- Maltrato Psicoemocional.- Todo acto u omisión repetitivo,


consistente en cualquier clase de prohibiciones, condicionamientos,
coacciones, intimidaciones, amenazas, actitudes devaluatorias o de
abandono, que provoque en quien las recibe deterioro o disminución de
la autoestima y devaluación de autoconcepto; y,

III.- Maltrato Sexual.- Aquel acto u omisión reiterado, que inflige burla y
humillación de la sexualidad, niega las necesidades sexoafectivas,
coacciona a realizar actos o prácticas sexuales no deseadas o que generen
dolor, practicar la celotipia, para el control, manipulación o dominio de
la persona y que generen un daño. Así como los delitos contra libertad y
el normal desarrollo psicosexual, respecto de los cuáles la presente Ley
sólo surte sus efectos en el ámbito asistencial y preventivo.

Perfil del agresor

La cobra una es serpiente, tranquila y concentrada antes de atacar a sus víctimas con poco o
ningún aviso. La furia del "Pit Bull" (una raza de perros violentos) arde lentamente y crece, una
vez que sus dientes se hunden en su víctima, no lo sueltan. Los hombres que golpean a las
mujeres son como las cobras o como el pit bull, ("When Men Batten Women", Gottman /
Jacobson, Simón and Schuster, 1998).

Los pit bulls, monitorean cada movimiento de la mujer. Ellos tienden a ver traición en cada
movimiento y ello los enfurece, cuando su rabia se hace violenta parecen perder control.

Por otro lado los Cobras, son casi siempre sociopáticos. Son fríos y calculadores con una alta
incidencia de rasgos criminales y antisociales y conducta sádica. La violencia de los "Cobras
crece de una necesidad patológica para cumplir su objetivo, ser el jefe y estar seguro de que
cada uno, especialmente sus esposas y enamoradas, lo sepan y actúen de acuerdo con ello.

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Cuando piensan que su autoridad ha sido retada, los Cobras luchan rápidamente y con furia.
Aunque ellos no pierden el control como los pit bull, son más violentos con sus parejas. Son
agresivos con todos incluyendo extraños, animales, amigos, familiares y compañeros de trabajo.

Las historias de vida de los cobras y los pit bulls también tienden a ser diferentes. Los Cobras
casi siempre tuvieron infancias traumáticas y violentas, con records criminales y experiencias
personales de alcohol y abuso de drogas. Los pit bulls son menos propensos a tener historia de
delincuencia o conducta criminal, con más posibilidades que los cobras a haber tenido padres
que golpearon a sus madres.

PIT BULL:

Solamente es violento con las personas que ama.


Celoso y tiene miedo al abandono.
Priva a la pareja de su independencia.
Propensos a atacar públicamente a su propia pareja.
Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión.
Tiene potencial para la rehabilitación.
Posiblemente tuvo un padre abusivo.

COBRA:

Agresivo con todo el mundo.


Propenso a amenazar con cuchillos o armas de fuego.
Se calma internamente, según se vuelve agresivo.
Difícil de tratar en terapia psicológica.
Depende emocionalmente de otra persona.
Insiste que su pareja haga lo que él quiere.
Propensos a cometer crímenes y abusar de alcohol y las drogas.

Cómo protegerse

Si usted es víctima de violencia intrafamiliar recuerde que la mejor medida de protección es


denunciar el hecho como primer paso para detenerla.

Si teme que pueda ocurrir un acto violento:

Saque cualquier arma que se encuentre en su casa.


Memorice los números de teléfonos de emergencia.
Mantenga un teléfono en una habitación que pueda cerrarse.
Obtenga un teléfono celular y manténgalo con usted.
Planifique una ruta para escapar de su casa.
Piense a donde va a ir si tiene que escapar.
Pida a sus vecinos que llamen a la policía si escuchan gritos o peleas.
Haga un bolso o maleta con cosas importantes que quizás necesite si tiene que salir
rápidamente, guárdela en un lugar seguro o déjala con alguna amistad o familiar de confianza,
incluya dinero en efectivo.

Ante una agresión inminente:

Aléjese de la cocina (los cuchillos pueden ser usados como armas.


Aléjese de baños o áreas pequeñas donde la puedan atrapar.
Corra a una habitación que tenga una ventana para escapar o gritar.
Enciérrece a una habitación que tenga teléfono.

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Llame a la policía lo antes posible.
Cuando acuda la policía, cuente lo sucedido.
Si ha sido golpeada, busque ayuda médica y denuncie el hecho en cuanto reciba atención.
Si el agresor ya no vive en la misma casa, cambie las cerraduras de las puertas y ponga
cerradura o rejas a las ventanas, cambie su número de teléfono y regístrelo como privado.

Tolerancia cero ante los maltratos hacia la mujer, siempre, en todas sus formas y en todas
las ocasiones.

Cuando tu novio, marido o compañero, te golpea, te insulta, te amenaza, te hace sentir


humillada, estúpida o inútil, entonces eres una mujer maltratada ¡DENÚNCIALO!
Si no te deja trabajar o estudiar, si te quita el dinero que ganas o no te da lo que precisas para las
necesidades básicas de la familia. Si te controla o acosa y decide por ti, eres una mujer
maltratada ¡DENÚNCIALO!
Si te impide ver a tu familia o tener contacto con tus amigos, vecinos, etc, también eres una
mujer maltratada ¡DENÚNCIALO!

Los maltratos a la mujer rompen el corazón.

El valor de un hombre no se mide por su fuerza sino por la capacidad que tiene para el cuidado
de la vida. El patriarcado inventa "perfiles" para esconder su propia violencia. Con el silencio
nos hacemos cómplices de la violencia. ¡DENUNCIEMOS!

Los malos tratos vistos desde fuera son atroces, pero vistos desde dentro son devastadores. El
maltratador es un delincuente, pero la mujer maltratada se convierte en una persona gravemente
afectada psicológicamente:

La autoestima de las mujeres baja a niveles mínimos.


Tienden a interiorizar el machismo del marido y de las figuras de autoridad.
Tienen miedo, estrés, conmoción psíquica aguda, ansiedad, depresión, desorientación,
incomunicación y aislamiento provocado por el continuo desamparo social.
Muchas cortan con la familia para que no se enteren de lo que pasa. Lo normal es que la víctima
tarde de 6 a 10 años en poner una denuncia y varios años en que los que la rodean sepan la
realidad.
Tienen sentimiento de subordinación y dependencia y, además, sienten incertidumbre. Ellas
mismas se culpabilizan. "...quizás soy yo la que no supe hacerlo", dicen algunas. "Estaba celoso,
le saqué yo de quicio"...
Están desmotivadas y tienen una profunda ausencia de esperanza, lo que se llama una visión de
túnel. Piensan que su vida esta totalmente perdida.
Carecen de poder real interior para superar los problemas de: impotencia, indecisión, vivencia
de la realidad o creación de roles alternativos.

Las familias en donde hay maltrato, generalmente son familias donde los roles están muy
separados. El rol del marido tiene mucha importancia, y la mujer se considera que aporta
menos, por eso ellas, las mujeres, pierden su autoestima.

Se crea el "síndrome de la mujer maltratada", que es algo parecido al síndrome de Estocolmo,


donde uno se identifica con la figura de poder y de valor que ve; en este caso el marido.

Muchas mujeres maltratadas tienen unos antecedentes parentales de violencia con lo cual
tienden a elegir parejas violentas.
Tienen poco o nulo margen en la toma de decisiones con lo que respecta a la vida de pareja y a
la suya propia.
Padecen de baja interiorización de valores sociales y democráticos e incluso también religiosos.

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Sufren a veces trastornos alimentarios severos como anorexia o bulimia. Trastornos del sueño.
Irritabilidad y reacciones de indignación fuera de contexto.
También, son frecuentes trastornos de alcoholismo y de ludopatía (Adicción patológica a los
juegos electrónicos o de azar)
Muchas de las mujeres aficionadas al bingo son, en muchos casos, mujeres maltratadas y
áltamente deprimidas.

¿Cuántas mujeres serán maltratadas? No seas cómplice de esta barbarie. ¡Denuncia!

Cuando la Violencia Familiar se hace presente en un hogar -ámbito que debería ser para todo el
mundo el más protegido y seguro- las consecuencias finales, para quien la padece, llegan a ser
destructivas, letales en la mayoría de los casos.

“La noción de Familia, cuando se transforma en un concepto abstracto y sacralizado, es el


mayor obstáculo epistemológico que impide la adecuada comprensión del problema de la
Violencia Familiar. Es necesario admitir que la familia puede ser un contexto nutricio,
proveedor de seguridad, afecto, contención, límites y estímulos; pero también puede ser un
entorno en el que se violen los derechos humanos más elementales y en el que se aprendan todas
las variantes de resolución violenta de conflictos interpersonales. La dramática realidad de los
casos de maltrato y abuso intrafamiliar nos confronta con aquellas idealizaciones que todavía
sustenta el accionar de algunos sectores profesionales e institucionales”.

Esta “profanación” sobre el cuerpo o la psiquis de la víctima puede venir de la mano de


cualquiera de los integrantes que conforman la parentela. Es un problema muy frecuente que se
detecta en todos los niveles sociales, independientemente de la condición económica que
posean, pero como “de eso no se habla” parecería que no existe; a lo cual, se debe agregar dos
agravantes que en nuestra sociedad se han hecho carne al sentimiento de indiferencia, de
irresponsabilidad y por tanto de complicidad y cobardía con el verdugo en suerte: “algo habrá
hecho” y “como a mí no me sucede...”

Sin embargo, no se reduce solo a ello el problema, porque, cuando la “impasibilidad “de quien o
quienes deberían tomar parte en resguardo de la víctima no lo hacen, se pone de manifiesto que
existen intereses creados u otros motivos personales y, por lo tanto, este tácito consenso
encubierto en el silencio, se convierte automáticamente en “sentimiento de desprecio” por la
vida del otro, es decir, la de la víctima. Ésta, se encuentra sola, vigilada y controlada, por lo
general sin nadie a quien recurrir; y ni hablar si está imposibilitada por alguna enfermedad o
incapacidad física o mental. Es allí, cuando el ensañamiento del “ejecutor” - ejerciendo fuerza y
poder - hace cada día de sus abusos una crueldad mayor hasta desembocar inexorablemente en
el peor desenlace, en la muerte de quien la padece.

Como la víctima se encuentra “sentenciada a muerte” por “dictamen superior y legítimo”; quien
oficia de verdugo la hace recorrer cuantas veces le venga en ganas el “pasillo de la muerte”. La
única posibilidad que existe para “conmutar” la sentencia dictada a través de los golpes, está en
la acción directa y urgente a manos de la Justicia, en primer lugar.

Claro, siempre y cuando la balanza se incline sin tapujos a favor y resguardo de quien pide
ayuda a gritos entre las cuatro paredes de su hogar... antes de ser sepultada.

Se entiende por acoso moral la manifestación permanente y sublime de una conducta abusiva y
especialmente de desgaste psicológico, que incluye comportamientos, palabras, actos, gestos y
escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica
de un individuo.

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Se trata de un fenómeno circular, de una serie de comportamientos deliberados por parte del
agresor que están destinados a desencadenar la ansiedad en la víctima, lo que provoca en ella
una actitud defensiva que a su vez genera nuevas tensiones.

El primer acto del agresor consiste en paralizar a su víctima para que no pueda defenderse, de
modo que por mucho que ésta intente comprender qué ocurre, no tiene herramientas para
hacerlo. La víctima no se da cuenta de esta manipulación perversa y no reacciona cómo lo haría
en un proceso normal y corriente. Mediante un proceso de acoso moral, o de maltrato
psicológico, un individuo puede hacer pedazos a otro. La perversidad no proviene de un
trastorno psíquico o psicológico, sino de una fría racionalidad que se combina con la
incapacidad de considerar a los demás como seres humanos de igual a igual.

Cada uno de nosotros puede utilizar puntualmente un proceso perverso. Esto sólo se vuelve
destructor con la frecuencia y la repetición a lo largo del tiempo. Un individuo perverso es
permanentemente perverso. Se encuentra fijado a ese modo de ser, de relacionarse con el otro y
no se pone en tela de juicio a sí mismo jamás. No tiene compasión ni respeto por los demás.
Respetar al otro supondría considerarlo en tanto que ser humano y reconocer el sufrimiento que
se le aflige.

Estos individuos necesitan rebajar a los demás para adquirir autoestima y mediante esta,
adquirir poder, pues están necesitados de admiración y aprobación. El agresor suele
engrandecerse a costa de rebajar a los demás y evitar cualquier conflicto interior al descargar
sobre el otro la responsabilidad de lo que no funciona. Las técnicas perversas utilizadas son
rechazar la comunicación directa, descalificar, desacreditar, aislar e inducir a error.

La negación de la comunicación directa es el arma principal de los perversos. El acosador es


frío y malvado pero no de una forma ostensible que pudiera traerle problemas, sino que
simplemente hace uso de pequeños retoques desestabilizadores que son difíciles de identificar.
Suele utilizar técnicas de desestabilización como las insinuaciones, las alusiones
malintencionadas, la mentira y las humillaciones. Por medio de estos métodos y de palabras
aparentemente anodinas y de cosas que no se dicen, es posible desestabilizar a alguien o incluso
destruirlo sin que su círculo de allegados se percate de ello y puedan llegar a intervenir.

Las víctimas, al principio y contrariamente a lo que los agresores pretenden hacer creer, no son
personas afectadas de alguna patología o particularmente débiles. Al contrario, el acoso empieza
cuando una víctima reacciona contra el autoritarismo de la otra parte y no se deja avasallar. El
acoso se hace posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima por parte del
perverso.

Esta depreciación de la víctima justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra


ella y conduce a pensar que se merece lo que le ocurre. Cuando un proceso de acosos se
instaura, la víctima es estigmatizada. Se dice que el trato con ella es imposible, que tiene mal
carácter o que está loca. Se considera que su manera de ser es la responsable de las
consecuencias del conflicto, y la gente se olvida de cómo era antes o de cómo es en otros
contextos. Una vez que a la víctima se le saca de sus casillas, no es extraño que se convierta en
lo que se pretende convertirla. Para que esto resulte creíble, hay que descalificar al otro con el
fin de empujarlo a comportarse de un modo reprensible.

La violencia perversa puede darse en cualquier ámbito de nuestra vida, puede darse en la pareja,
en la familia, en el ámbito laboral, social, etc. Aunque se trate de contextos distintos el
funcionamiento es similar. El punto común de todas las situaciones de acoso moral es que son
indecibles. Se trata de una violencia probada, aunque se mantenga oculta, que tiende a atacar la
identidad del otro y a privarlo de toda individualidad. La violencia perversa aparece en
momentos de crisis, cuando un individuo que tiene defensas perversas no puede asumir la

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responsabilidad de una elección difícil. Se trata de una violencia indirecta que se ejerce
esencialmente a través de una falta de respeto.

Los procedimientos perversos aparecen con mucha frecuencia en los casos de separación y
divorcio. Otras veces, el acoso es suscitado por sentimientos de envidia de alguien que posee
algo que los demás no tienen.

En la vida cotidiana no nos atrevemos a hablar de perversidad. Corresponde aun juicio de valor.
Nombrar la perversidad es grave. La mayoría de las veces se reserva este término para actos de
gran crueldad. Dejar de nombrar la perversidad es un acto todavía más grave, pues supone
tolerar que la víctima permanezca indefensa, que sea agredida y que se le pueda agredir a
voluntad. Parece como si la sociedad no percibiera esa forma de violencia indirecta. Con el
pretexto de la tolerancia nos volvemos indulgentes ante ciertos ataques de perversidad. El
contexto sociocultural actual permite que la perversión se desarrolle porque la tolera.

No se trata de procesar a los perversos, los cuales ya se defienden bien por sí solos sino de tener
en cuenta su nocividad y su peligrosidad con el fin de que las víctimas o futuras víctimas
puedan defenderse mejor.

Este fenómeno se ha estudiado particularmente en los países anglosajones y en los países


nórdicos. Actualmente, en algunos países, entre ellos Francia, departamentos de recursos
humanos, médicos y psicólogos laborales, y mutualidades sanitarias han empezado a interesarse
por el tema.

La manipulación perversa genera trastornos graves tanto en niños como en adultos. Los
métodos terapéuticos clásicos no son suficientes para ayudar a estas víctimas.

Son necesarias herramientas más adaptadas que tengan en cuenta la especificidad de la agresión
perversa. Quizá no se escucha a las víctimas cuando solicitan ayuda. Es necesaria la
intervención de un interlocutor válido. No han de considerarse responsables de la agresión que
padecen ni han de pensar que lo han buscado o merecido inconscientemente.

Cuando la víctima acude a una psicoterapia individual, lo hace por otras razones, alegando
inhibiciones, falta de confianza en sí misma, incapacidad para tomar decisiones, ansiedad, por
un estado depresivo permanente resistente a los antidepresivos La víctima se puede quejar de su
compañero o de su círculo de relaciones, pero no suele tener conciencia de la existencia de esta
terrible violencia subterránea y no se atreve a quejarse de ella. Es difícil entonces, incluso para
el terapeuta, ver que se trata de una situación de acoso moral. (Bara García
Dra. en Psicología)

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Comité Ejecutivo Nacional:

CARLOS FALCON NARANJO: Presidente, CLAUDIA JUAREZ GARDUÑO: Secretaria


General, DANIEL MARMOLEJO GONZALEZ: Oficial Mayor, JOSE LUIS ORTEGA
PEREZ: Coordinador de Capacitación y Educación Cívica, JORGE RETANA YARTO:
Coordinador de asuntos Económicos, JOSE LUIS FALCON MIRANDA: Coordinador
de Finanzas, NATALY DEL CARMEN: Atención Ciudadana.

Comités Estatales:

GUADALUPE NIETO ALVAREZ: Guerrero. MIGUEL GUZMAN BEJAR: Michoacán,


JUAN ALARCON: Guanajuato, JOSE LUIS BANDA: Veracruz, MAGDA RIVERA:
Tamaulipas, JOSE LUIS AYALA: Estado de México, Canek Ortega Cano: Distrito
Federal, Victor Reyes Cuautle: Puebla. María de la Luz Ortiz: Jalisco, José Luis Falcón
Naranjo: Querétaro, Daniel Marmolejo González: Morelos.

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