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A pesar de todos los enormes esfuerzos hechos para ocultarlo, es cosa bien sabida que el
problema primordial de las sociedades centroamericanas es la mala distribución de la
tierra, que se haya concentrada en pocas manos, mientras carece de ella la gran mayoría
de la población. Esta realidad ha sido posible, en buena medida, por los principios que
orientan duramente la colonia la política agraria. Estos principios, son los siguientes:
Para que ese estímulo diera los resultados apetecidos, la corona tenía que mostrar
mucha magnanimidad en la cesión de tierras, pues hubiera sido desastroso que se
propagara la noticia de que los conquistadores no estaban siendo debidamente
premiados por su inversión, ni los primeros pobladores por su decisión de trasladarse a
las colonias recientes. Esto condiciona la brutalidad de la primera etapa de la conquista
y el principio del latifundio en las colonias: el rey ofrecía y cedía una riqueza que no
había poseído antes del momento de cederla. Los conquistadores salían a conquistar
unas tierras con autorización, en nombre y bajo el control de la monarquía: y la
monarquía los premiaba cediéndoles trozos de esas mismas tierras y sus habitantes. Les
pagaba, pues, con lo que ellos arrebataban a los nativos y con los nativos mismos.
Tercero. Ya afianzado el imperio por obra de la colonización y de la toma efectiva del
poder local por las autoridades peninsulares, el principio político de la tierra como
aliciente perdió su sentido original y siguió actuando en forma atenuada. Una
generación de colonizadores españoles habían echado raíces en las colonias: habían
erigido ciudades, tenían tierras en abundancia, disponían del trabajo forzado de los
indios -el nuevo repartimiento comenzaba a funcionar-, muchos de ellos tenían
encomiendas, habían fundado familias y tenían descendientes. A todo con esta nueva
situación, la monarquía se hallo en condiciones de aplicar un nuevo principio: la tierra
como fuente de ingresos para las arcas reales, bajo el procedimiento de la composición
de tierras.
La incitación del periodo anterior a pedir y obtener tierras había dado lugar a muchas
extralimitaciones. En aquel periodo convenía tolerarlas, pero medio siglo más tarde se
convirtieron en motivo de reclamaciones y de “composiciones”: la corona comenzó a
dictar órdenes encaminadas a que todos los propietarios de tierras presentaran sus
títulos. Las propiedades rusticas serian medidas para comprobar si se ajustaban a las
dimensiones autorizadas en aquellos títulos. En todo caso en que comprobara que había
habido usurpación de tierras realengas, el rey se avenía a cederlas legalmente, siempre
que los usurpadores se avinieran a pagar una suma de dinero por concepto de
composición. En caso contrario, era preciso desalojarlas para que el rey pudiera
disponer de ellas.
Dicho de otro modo la usurpación de tierras se practico desde el siglo XVI con base en
la libertad de las concesiones y en el descontrol de la primera etapa de colonizadora. En
la última década de ese siglo fue un sistema de composiciones, que no vino a frenar la
usurpación, sino a convertirla en un procedimiento para adquirir tierras y ensanchar los
latifundios con desembolsos moderados. Al normar la composición, las leyes
sistematizaron la usurpación de tierras estuvo causándole ingresos a la Corana durante
todo el período colonial hasta el día anterior a la independencia.
Las leyes de las indias sobre la tierra no hacen discriminación de la gente mestiza -las
“castas”, los ladinos-, sino más bien ofrecen puntos de apoyo legal para que ellos
también la puedan obtener. Sin embargo, dado que los mestizos eran un contingente
humano en crecimiento y de escasos recursos económicos, era de esperarse que el
gobierno colonial, tomara provincias necesarias para proporcionarles tierras,
considerándolos como un grupo económicamente diferenciado y muy necesitado de
aquel recurso fundamental. Si los indios, como clase, vivían en sus pueblos, tenían sus
tierras y gozaban de un fuero especial, los mestizos, como grupo emergente en la
sociedad colonial, no ubicado y carente de medios de producción, debieron ser objetote
la creación de centros especiales para ellos, dotados de tierras para trabajar. Esto, que se
hizo en otras colonias, y que los mestizos del reino de Guatemala solicitaron en diversas
formas, fue sistemáticamente evitado por las autoridades del reino.
Al igual que con la tierra, para con los indígenas se aplicaron un conjunto de principios
y mecanismos de dominación que propiciaron la, hasta el momento, inferioridad
indígena. Entre esos principios y mecanismos podemos señalar:
Se les explicaba en él la existencia de los Papas como vicarios del Dios verdadero en la
tierra, y que el último Papa había donado los territorios indianos a los reyes de España.
En tal virtud, se invitaba -requería- a los indios a aceptar la nueva situación. Se les hacia
saber que, si rechazaban el requerimiento, “tomaremos vuestras personas, e a vuestras
mujeres e hijos, e los haremos esclavos, e como tales venderemos, y dispondremos de
ellos…” Esta ultima amenaza era la verdadera razón de ser del requerimiento, porque
servia para justificar la esclavización de los indios y el robo de sus bienes. El
documento fue elaborado para que los indios lo aceptaran y evitar así la guerra, sino
precisamente contando con lo que no seria aceptado y daría una base legal a la
esclavitud de guerra y al despojo de los nativos. Así lo prueba el uso de el se hizo. El
requerimiento se convirtió en parte integrante del equipo que todo conquistador había
de llevar consigo a América.
La esclavitud y esta forma de encomienda fueron suprimidas con las Leyes Nuevas, que
convirtieron a los indios en vasallos libres, obligados a tributar al Rey. Con estas Leyes,
la encomienda pasa a ser una concesión liberadora por el rey a un español con méritos
de conquista o colonización, consistente en percibir los tributos de un conglomerado
indígena. Esa fue la encomienda que se prolongó prácticamente durante toda la época de
la colonia.
Pero mucho más importante que la nueva encomienda fue el nuevo repartimiento de
indios: sistema que obligaba a los nativos a trabajar por temporadas en las haciendas,
retornando con estricta regularidad a sus pueblos para trabajar en su propio sustento y
en la producción de atributos. Esta última institución fue la pieza clave para del sistema
económico de la colonia, y puede afirmarse que será imposible integrar una visión
científica de la sociedad colonial centroamericana (superando las limitaciones de la
tradicional “historia de hechos”, así como el carácter fragmentario y desarticulador de
las monografías históricas) mientras no se reconozca que la base de aquella estructura
social fue su régimen de trabajo: el repartimiento de indios, el trabajo obligatorio de los
nativos, el riguroso control de los indígenas en sus pueblos, desde los cuales eran
enviados periódicamente a trabajar a las haciendas y labores de los españoles y de sus
descendientes a lo largo de los tres siglos coloniales. Ese régimen le imprimió desde las
bases un determinado carácter a la sociedad colonial centroamericana y condicionó de
manera decisiva las luchas sociales, las ideologías, las formas del trato social y demás
manifestaciones de la vida de aquella sociedad.
Estos procesos de colonización no hubieran sido posibles sin esa enorme labor que se
llamó reducción de indios. Éste fue, en definitiva, el remate de la gran transformación
ocurrida en las colonias a mediados del siglo XVI. Y los pueblos de indios, las
reducciones de indios, vinieron a ser el punto de apoyo de todo el sistema económico
que se estructuro a partir de aquel período. La reducción garantizo el cobro regular de
los tributos de los encomenderos y la disponibilidad de mana de obra para los
terratenientes.
La esclavitud había causado una dispersión que era grave obstáculo para la
reorganización de la colonia. Muchos indios vivían en las haciendas de sus amos, otros
andaban huyendo, retirados en montañas y lugares remotos, y otros permanenecian en la
sede de los antiguos poblados prehispánicos. Ese alto grado de dispersión y
desorganización fue resultado de una peculiar suma de factores: la esclavitud arrastró
indios a las haciendas y ahuyentó indios a los montes, pero esto vino a operar sobre un
cuadro de dispersión ya existente.
La dispersión anárquica adoptada por los indios como recurso de defensa frente a la
conquista, se desarrolló a partir de un cuadro de dispersión orgánica existente con
autoridad. Esta situación era contraria al plan colonial de las Leyes Nuevas, que exigía,
como requisito indispensable, que los indios vinieran a vivir, todos sin excepción, en
poblados perfectamente organizados y estables. Los indígenas no podían pasar a ser
efectivamente vasallos tributarios del rey, ni este podría ceder parte de la tributación
(encomienda), ni sería posible suministrar a las haciendas periódicamente mano de obra
indígena (repartimiento), mientras no hubiera centros de población perfectamente
establecidos y controlados por autoridad.
El repartimiento va perdurar incluso después de la independencia, aunque con distinto
nombre. A medida que avanzaba la colonia, se llamo indistintamente mandamiento y
repartimiento al envío de indios a las labores y haciendas para realizar trabajo
obligatorio por semanas o temporadas. Sin embargo, puede observarse la tendencia a
llamar mandamiento al envió de indios a lugares lejanos a sus pueblos y por temporadas
mayores que una semana, reservando el nombre de repartimiento al régimen de envíos
para seis días a lugares cercanos. A eso se debe, muy probablemente, que desde casi el
mismo inicio de la Independencia hasta mucho tiempo después, bajo las dictaduras
cafetaleras (1871 - 1944) se llamara mandamiento, y no repartimiento, el envío forzoso
de indios a las fincas, pues eran envíos desde grandes distancias y por temporadas
largas.
• Este sistema de esclavitud arrastró indios a las haciendas y ahuyentó indios a los
montes, como recurso de defensa frente a la conquista.