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ANTONIO PRIANTE

MUNDO
DEMONIO
Y
FAUSTO

TRAGICOMEDIA FANTÁSTICA

EN

TRES ACTOS

NUEVE JORNADAS

ENTREGA 8
JORNADA QUINTA

MARZO EN BARCELONA

Fausto y Mefisto aparecen en la ciudad...a principios del siglo XXI. Mefisto


da algunos consejos y recomienda la acción. Fausto visita al alcalde y se
encuentra con Bernat. Mefisto anima un congreso. Reaparece Catherine.
Mefisto propone un viaje.
Barcelona és bona,
si la bossa sona.

Refranero catalán

Marzo en Barcelona. En la terraza de un bar céntrico están sentados Fausto y


Mefisto. Mefisto hojea un periódico, mientras Fausto observa detenidamente a
todos y cada uno de los transeúntes.

MEFISTO.- Aún no me has comunicado tus impresiones o, dicho en lenguaje


poético, aún no me has dicho qué te parece.
FAUSTO.- Qué me parece ¿qué?
MEFISTO.- La ciudad.
FAUSTO.- Qué quieres que te diga...prefiero París.
MEFISTO.- Bueno, París viene a ser su hermana mayor. Pero recuerda que don
Miguel dijo “siempre os quedará Barcelona“ y no “siempre os quedará París“, cosa,
por otra parte, que no podía decir sin incurrir en grave plagio u homenaje
anacrónico.
FAUSTO.- Cada vez se te entiende menos.
MEFISTO.- Es que tú vives anclado en tu mundo, mientras que yo me dirijo a la
humanidad en general (y al público lector en especial). Además, volviendo al tema,
fue a vosotros a quienes encantó la idea .
FAUSTO.- Sí, y no sé por qué...y es que...claro que sólo llevamos dos días aquí,
pero la verdad es que no logro reconocer aquello de “valentía, discreción, cortesía”,
etcétera, etcétera.
MEFISTO.- Ni tampoco las murallas, ¿no? Qué cosas tienes...¿No has notado que
hemos dado un salto de cuatrocientos años? En cuatrocientos años una ciudad no
sólo cambia de fisonomía. Pero, bueno...tampoco te puedes quejar.
FAUSTO.- No, es verdad, el portero del hotel es muy amable.
MEFISTO.- Te veo apagado, melancólico.
FAUSTO.- Lo estoy.
MEFISTO.- ¿Algún motivo especial?
FAUSTO.- Especial no, general y más bien crónico. Y tú lo conoces bien: con horror
me despierto por las mañanas, debería derramar amargas lágrimas viendo el día que
en su carrera no ha de satisfacer uno sólo de mis deseos, ¡ni uno sólo!
MEFISTO.- Muy bien, veo que te mantienes en forma. Pero te advierto que esa
retórica no convence nada hoy día. La llaman vacía. Hoy se prefiere otras clase de
vaciedades.
FAUSTO.- Yo...no puedo menos que ser fiel a mi destino. Eres tú el que...
MEFISTO.- No empecemos con los reproches y las monsergas de siempre. Mira, lo
malo de tu carácter, lo francamente penoso de tu psicología es que carece en
absoluto de sostenibilidad.
FAUSTO.- ¿De qué?
MEFISTO.- Sos-te-ni-bi-li-dad. ¿No sabes lo que es eso? ¡Por favor! ¿A qué te has
dedicado estos días? Yo no he hecho otra cosa que leer periódicos y ver la tele, y te
aseguro que he aprendido mucho.
FAUSTO.- Creía que lo tuyo era enseñar.
MEFISTO.- Sí, pero mi sabiduría es más bien de carácter general, y has de tener en
cuenta que cada época, cada civilización, cada cultura, cada ciudad e incluso cada
barrio autogenera determinados rasgos exclusivos, que me veo en la obligación de
estudiar en cuanto tomo tierra en el lugar o época en cuestión.
FAUSTO.- ¿Y cómo van los estudios? ¿Has sacado ya alguna conclusión?
MEFISTO.- Es pronto todavía, pero, bueno...alguna sí.
FAUSTO.- ¿Y es?
MEFISTO.- Que ésta es una ciudad muy moderna.
FAUSTO.- Pero eso es muy antiguo, ¿no? ¿No quedamos que lo moderno era
anterior a lo posmoderno?
MEFISTO.- A ver, no nos confundamos. La modernidad, sí, la modernidad es
anterior a la posmodernidad, pero no lo moderno. Lo moderno es....como te diría
yo...lo moderno es la plusquamposmodernidad, al menos tal como se entiende por
aquí.
MEFISTO.- Muy bien, ya veo que aprovechas el tiempo. Pero sabes que yo no me
alimento de semejantes fruslerías. Yo necesito alimentos fuertes, poderosos.
MEFISTO.- Mal lo tienes en este tiempo.
FAUSTO.- Bueno, y tú ¿qué me propones?
MEFISTO.- ¿Proponerte yo? Por favor, estamos en Barcelona. Aquí, por poco que
te descuides, te cae encima una lluvia de propuestas. Mira, mira ese cartel que
cuelga junto a aquella espléndida farola modernista.

Fausto mira y lee

FAUSTO.- “Barcelona, ciudad de ferias y congresos. Del 15 al 27 de marzo, XIII


Congreso Internacional de Demonología”. No me interesa: toda la información
sobre el tema la puedo tener de primera mano.
MEFISTO.- Cierto, y por mi parte no sería nada ético participar... aunque sí bastante
divertido.
FAUSTO.- Todo se te va en el juego. ¿Sabes? He llegado a pensar que existe un
error muy extendido acerca de tu personalidad. Se te considera el espíritu del mal,
cuando en realidad no eres más que un vulgar espíritu juguetón.
MEFISTO.- De vulgar, nada. Y además, has de saber que existe una equivalencia
profunda entre el mal y el juego.
FAUSTO.- No me digas.
MEFISTO.- No sólo te lo digo, sino que además te lo demuestro. ¿Sabes de alguno
de los fundadores de las grandes religiones que se haya dedicado a bromear?
¿Conoces algún dicho o hecho humorístico o divertido atribuido a Zaratustra,
Abraham, Cristo, Mahoma o Joseph Smith? Pues si ellos, que son el sumo bien, no
conocen la burla, la broma o el juego, resulta evidente que la burla, la broma o el
juego constituyen el sumo mal .
FAUSTO.- Razonas como aquellos escolásticos de mi primera época de París.

Un joven, que va repartiendo hojas por las mesas, deja una en la de Fausto y
Mefisto.

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La diversidad y la pluralidad como componentes
de nuestra identidad.

Globalización Identidad Diversidad


Interculturalidad Identidad cultural Multiculturalismo

A las 19 horas en el TALLER SOLIDARIO de Gracia.


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MEFISTO.- ¿Qué te parece?


FAUSTO.- El tema es apasionante.
MEFISTO.- ¿Lo has captado bien?
FAUSTO.- Lo conozco, lo sufro desde que soy Fausto.
MEFISTO.- Hazme una idea.
FAUSTO.- Dos almas, ay de mí, se dividen en mi seno y cada una quiere separarse
de la otra; la una, encendida de amor, se apega al mundo por medio de los órganos
del cuerpo; la otra, sedienta de luz, es impulsada a las altas moradas de nuestros
antepasados.
MEFISTO.- Ya... Así que eso es para ti la diversidad y la pluralidad como
componentes de la identidad.
FAUSTO.- Sí, y sólo hablo de dos fuerzas, la que tira hacia la materia y la que
empuja hacia el espíritu, pero recuerda que Kerenski y los suyos hablaban de
infinidad de particularidades que descomponen el yo, finalmente inexistente. Pero
ya sabes cuál es mi posición: creo firmemente que el yo se mantiene; sean dos, sean
mil las fuerzas disgregadoras el yo no puede abandonar aunque quiera su decisiva
posición central. En eso consiste la esencia metafísica de la identidad, siempre por
encima de las contingencias de la diversidad y la pluralidad.
MEFISTO.- Pues no.
FAUSTO.- No ¿qué?
MEFISTO.- Que no, que el papel no se refiere a nada de eso, ni de lejos. ¿Y la
globalización? ¿Y el multiculturalismo?
FAUSTO.- A eso iba.
MEFISTO.- Pues no vayas, que no tienes ni idea del camino. Ah, si hubieses
aprovechado el tiempo como yo...Hasta un nuevo trabajo te he conseguido.
FAUSTO.- ¿Trabajo?
MEFISTO.- Perdona... Una tarea, una misión, muy adecuada a tus capacidades, todo
un plan de acción...
FAUSTO.- ¿Un plan de acción? ¿En qué consiste? Vamos, la impaciencia me
devora.
MEFISTO.- Para empezar, dentro de veinticuatro horas tienes concertada una visita
con el alcalde.
FAUSTO.- ¿Con el alcalde? Para qué.
MEFISTO.- Mira, esta ciudad tiene un problema. Hace más de una década fue sede
de las Olimpíadas, ya sabes, ese encuentro mundial en el que cada país se empeña
en demostrar que los suyos llegan más rápido o más alto que los otros. Fue un
acontecimiento que puso a Barcelona al nivel de fama de las principales ciudades
del mundo. Pero el evento se acabó. Y es triste tener que reducir los humos cuando
se han elevado tan alto. Así que se inventaron otra cosa. La llamaron el Foro de las
Culturas. Comparado con las Olimpíadas, el Foro resultó un invento un tanto
gaseoso, y desde luego no alcanzó los efectos propagandísticos esperados, si bien el
alcalde y su equipo se mostraron muy satisfechos, arropados por los elogios de los
que, al elogiarlo, elogiaban a la ciudad y por tanto a ellos mismos. Te he de aclarar
que la gente de aquí es muy sensible a los elogios que se dedican a su ciudad... quizá
es que don Miguel los acostumbró mal. Es importante que tengas esto siempre
presente. Si no, no llegarás a ninguna parte.
FAUSTO.- ¿Y cuál será el contenido de la misión?
MEFISTO.- Dar a la ciudad la fama y el lustre que sus ciudadanos no dejan de
soñar.
FAUSTO.- ¿Y cómo lo habré de conseguir?
MEFISTO.- ¿A mí me lo preguntas? ¿No eres tú el hombre de acción, la
encarnación del espíritu de progreso? Yo te doy la idea y te facilito el primer paso.
¿Qué más quieres? No pretenderás que además me ocupe de todos los detalles de tu
agenda... Vamos, levanta el trasero de ese incómodo chisme metálico y pon manos a
la obra. Tienes veinticuatro horas para diseñar el plan. Y no me digas que la cosa es
difícil. Más complicado lo tenías con el emperador de Occidente, y no te fue tan
mal.

Veinticuatro horas después. Antesala del despacho del alcalde. Solo, de pie, Fausto
observa los cuadros y grabados que adornan las paredes. Se detiene ante uno que
representa la Barcelona siglo XVI, vista desde Montjuic.

FAUSTO.- Así eras, así casi llegué a conocerte. (Se fija en la fecha) ¡1572!... Y
precisamente por esos años, aunque antes de que tus murallas se alzasen ante mi
vista, se desarrollaba mi vida verdadera...¿Quién me arrancó de ahí? ¿Quién
sustituyó el ritmo natural del nacer, vivir y morir por este eterno existir, brincando
siempre sobre los lomos de los siglos? Mi impaciencia, mi ansia siempre
insatisfecha, por ellas fui sustraído al curso natural de los tiempos y entregado al
poder que me convirtió en lo que ahora soy y siempre seré. Y siempre en compañía
de ese ser despreciable, de ese monstruo metafísico que, no teniendo nada que
perder, puede ser absolutamente lúcido y demoledor.

Cruza la sala un joven, muy correctamente trajeado, con unas carpetas bajo el
brazo. Su parecido con Bernardo es total. Fausto no puede contener su asombro.
FAUSTO.- ¡Bernardo!

El joven se detiene y observa a Fausto con curiosidad y extrañeza.

FAUSTO.- ¿No me reconoces? Es verdad que entonces era un anciano y ahora no


aparento más de cuarenta, pero soy el mismo. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Te ha
traído también mi socio? Seguro, el muy bribón...
BERNAT.- Perdone, pero no le entiendo. Sin duda se confunde. Mi nombre es
Bernat, Bernat Aragó y soy auxiliar primero del secretario segundo del señor
alcalde. ¿Puedo servirle en algo?

Al instante Fausto se hace cargo de la situación.

FAUSTO.- Dispense. Sí, me he confundido. Estaba contemplando este magnífico


grabado, y algo ha pasado por mi mente...

Bernat se acerca al grabado.

BERNAT.- No me extraña. Es el Braun und Hogenberg, mi preferido. Es de una


precisión asombrosa, fotográfica. Los edificios que aún subsisten son reconocibles
en todos sus detalles. Le confieso que, a veces, cuando paso por aquí, no puedo
evitar detenerme. Pero es peligroso, porque entonces me quedo atrapado.
FAUSTO.- ¿Atrapado?
BERNAT.- Sí, como soñando. Tengo la impresión...
FAUSTO.- De que lo has vivido, de que has estado ahí. Dejà vue, se llama en
psicología.
BERNAT.- Exacto, como si hubiese estado ahí. ¿Cómo lo ha adivinado? ¿Es usted
psicólogo?
FAUSTO.- No, pero tengo un socio que es una eminencia mundial en la materia, y
siempre se le pega a uno algo.
BERNAT.- Bien, dispense. El segundo secretario me espera. Tiene usted cita con el
alcalde, supongo. ¿Hace rato que espera? No sé si podría hacer algo. Su nombre, por
favor...
FAUSTO.- Faust, doctor Erich Faust.

Bernat busca en una de las carpetas y consulta una hoja.

BERNAT.- Faust, sí, aquí está, a las doce. (Consulta el reloj) Vaya, son las doce y
veinte. Todavía debe estar con el equipo. No tardará, no se preocupe.

Bernat sale y Fausto se queda solo. Un instante después se abre una puerta con
gran estrépito y un balón de fútbol va a dar sobre el grabado, haciéndolo trizas,
justo al lado de la cabeza de Fausto, que se aparta sobresaltado. Detrás del balón
aparece un grupo de jóvenes en camiseta y pantalón corto y, entre ellos, un hombre
de cincuenta cumplidos, con americana y corbata. Uno alcanza el balón y todos
siguen jugando, pasándoselo y regateando, hasta que van saliendo por la otra
puerta sin dejar de jugar. Sólo se queda en la sala el hombre de americana y
corbata, el alcalde, que, algo sudoroso y con expresión de gran felicidad, se dirige
a Fausto.

ALCALDE.- ¡Qué muchachada! ¿No le parece? Ahí está el porvenir, y aún hay
quien lo duda...
FAUSTO.- Puede ser. A veces el porvenir toma en el presente formas muy extrañas.
ALCALDE.- ¿Cómo dice? Perdone, usted es...
FAUSTO.- Doctor Faust.
ALCALDE.- Sí, claro, le estaba esperando. ¿Qué le parece Barcelona?
FAUSTO.- Barcelona és bona.
ALCALDE.- Si la bossa sona...
FAUSTO.- Tant si sona com si no sona, Barcelona és bona.
ALCALDE.- ¡Magnífico! Usted acabará integrándose. Acompáñame, la comisión de
eventos debe estar ya reunida...Y no dispongo de mucho tiempo. Me espera mi
grupo de samba.

Por la laberíntica azotea del famoso edificio, formada por pasadizos, placetas,
escalas y rampas que suben y bajan, entre cruces de formas retorcidas, revestidas
de fragmentos de cerámica, y rígidos centinelas de piedra, se mueven Fausto y
Mefisto.

FAUSTO.- ...Y de la Comisión de Eventos se desgajarán otras dos comisiones y


cinco subcomisiones, dedicadas al estudio del impacto de la propuesta en las
distintas vertientes social, educativa, ambiental, mediática y desde las perspectivas
de la sostenibilidad, multiculturalidad, identidad, globalidad, diversidad,
pluralidad...
MEFISTO.- Bien, bien, veo que vas aprendiendo. ¿Pero se puede saber en qué
consiste la propuesta?
FAUSTO.- En prescindir de los adjetivos y centrarse en el sustantivo.
MEFISTO.- Es decir...
FAUSTO.- Que si antes se hablaba de la Barcelona olímpica o de la Barcelona
multicultural, en adelante se hablará de Barcelona, sin más. Para empezar, el
próximo año será proclamado el Año Universal de Barcelona.
MEFISTO.- ¿Con qué contenido?
FAUSTO.- Ése será el trabajo de las comisiones y subcomisiones que se creen en su
momento, mediante la recepción y valoración de las propuestas que eleven los
distintos agentes sociales. Yo he sido nombrado Dinamizador Universal de la
“Acción Barcelona”, que así se llama la propuesta...¿Qué significa esa cara? ¿Hay
algo que no te convence?
MEFISTO.- No sé...Todo eso me recuerda una vieja novela austriaca. Y estaba
pensando...¡de esas cosas se llenan los hombres!
FAUSTO.- Y las mujeres...No caigamos en la discriminación de género.
MEFISTO.- Ya veo que eres un alumno muy aprovechado. Pero yo no descarto a las
mujeres. Simplemente me atengo a la vieja gramática. Y tú deberías hacer lo mismo,
si no quieres dejar de ser quien eres... Ven, mira. ¿Ves esos hombres y mujeres (aquí
sí) que se mueven allá abajo, entre automóviles de varios colores, taxis amarillos y
autobuses rojos? ¿Y ésos que se sientan en aquella terraza? ¿Y aquél del quiosco de
periódicos que está poniendo en orden las postales turísticas? ¿Y aquella pareja que
acaloradamente discute esperando el cambio del semáforo? ¿Qué crees que piensan?
¿Qué esperan? ¿Qué desean?
FAUSTO.- La felicidad. Quieren ser felices.
MEFISTO.- ¿Y lo conseguirán?
FAUSTO.- No. Sólo yo sé que no hay ningún medio de conseguirla, sino es
rompiendo los límites. Por eso me asocié a ti.
MEFISTO.- Y en este panorama, ¿qué pinta la Acción Barcelona?
FAUSTO.- ¿Ahora me vienes con ésas? Tú me aconsejaste... Tú me empujaste...
MEFISTO.- Cierto, cierto, pero piensa que también el Diablo puede a equivocarse.
Sólo Dios es infalible. Y el Papa, claro...en determinadas circunstancias y mientras
no decaiga el dogma. Mira, he llegado a la conclusión de que halagar las vanidades
colectivas no sirve para nada. Ni para ti, que no lo necesitas para medrar, ni para los
halagados, que no resuelven con ello sus verdaderos problemas, metafísicos o
cotidianos. Cierto que, cuando gana su equipo de fútbol, el hombre se va a dormir
mucho más feliz que cuando pierde... Pero todos los despertares son igual de
amargos... ¿Cuántas de estas personas que, como nosotros, contemplan el Paseo
desde la altura no estarán pensando en lanzarse al vacío?
FAUSTO.- Asunto suyo. ¿Quieres ahora que me ocupe de las angustias ajenas?
MEFISTO.- Quiero que no olvides dónde radica el problema fundamental del ser
humano, que no está ni en la política ni en las emociones colectivas.... Mira, mira
ése. Ya está con medio cuerpo fuera. ¿No dirías que...?
FAUSTO.- ¡Se va a tirar! (Fausto corre hacia el hombre, que se asoma al vacío)
¡Oiga! ¡Espere!
BERNAT.- (Volviéndose) ¿Qué he de esperar? Estoy harto de esperar.
FAUSTO.- ¡Bernardo, digo, Bernat! ¿No me conoces?
BERNAT.- Ah, sí...Esta mañana, en el ayuntamiento. Mira, es inútil. Lo que tratas
de impedir se cumplirá de todos modos.
FAUSTO.- Yo no trato de impedir nada que realmente desees. Sólo...me gustaría que
supieses por qué y para qué lo vas a hacer. ¿Qué edad tienes?
BERNAT.- Veinte años.

Mientras, también Mefisto se ha aproximado.

FAUSTO.- (a Mefisto) Mírale bien. ¿No te recuerda a nadie? ¿No es realmente...?


MEFISTO.- No sé...Todos los jóvenes de veinte años se parecen.
FAUSTO.- (a Bernat) Seguro que piensas que tienes poderosas razones para
hacerlo.
MEFISTO.- (Amigo, desde que aparece la reflexión, las razones se necesitan para
vivir, no para morir).
BERNAT.- No tengo ninguna para seguir viviendo.
FAUSTO.- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo te atreves a cancelar el paisaje de la vida si aún
no lo conoces?
MEFISTO.- (Este Fausto, siempre tan positivo) Bernardo, digo Bernat, ven aquí y
escucha a las personas mayores.
BERNAT.- (a Fausto) Y ése, ¿quién es?
FAUSTO.- Mi socio.
BERNAT.- ¿El psicólogo? ¡No necesito ningún psicólogo!
MEFISTO.- No te preocupes. No es mi intención perder el tiempo con adolescentes
histéricos. Gente más necesitada me está esperando. (Se busca en los bolsillos)
¿Dónde tengo la acreditación?
FAUSTO.- ¿Nos dejas ahora?
MEFISTO.- Te dejo con Bernat, ¿te parece poco? Y olvida la Acción Barcelona, por
favor. Ya sabes lo que dicen las Escrituras: más alegría habrá en el cielo por una
persona que se salve que por cien ciudades que alcancen la gloria...o algo así.
Congreso de Demonología. En la mesa presidencial, frente a una platea repleta de
hombres y mujeres con sus carpetas negras de congresistas, nueve personas ante
nueve micros plateados y nueve botellines de agua. En el centro, el Moderador; en
el extremo izquierdo, Mefisto.

MODERADOR.- Estimados congresistas, ha llegado el momento de las


conclusiones. Pero, ¿es posible hablar de conclusiones cuando tenemos desplegado
ante nosotros un abanico tan amplio y tan dispar de posiciones? Permitidme un
resumen de urgencia. Lo formularé en dos palabras y, si en algo me equivoco, aquí
están los señores y señoras ponentes para corregirme...Para el profesor Boboy el
Diablo no es un ser dotado de entidad física o espiritual; es una metáfora, es el
símbolo del mal, un símbolo que ciertas organizaciones religiosas han querido
convertir en un ser real para agitarlo como un espantajo ante el pueblo sencillo e
ignorante. Para la doctora Lelay el Diablo, al que los le lelaístas prefieren llamar
Satán, es la encarnación intelectual de la verdad y la libertad, aherrojadas por las
iglesias de todo tipo, y los lelaístas no se avergüenzan de rendirle culto para
avergonzar, dicen, a los adoradores del Dios opresor. Para el profesor Sosoy el
diablo es un ser existente, aunque metafísico, que ha hecho de la humanidad el
campo de batalla de su eterna guerra contra Dios. Y no menciono las posiciones de
los demás ponentes porque estaréis de acuerdo en que, en sus rasgos fundamentales,
coinciden con alguna de las que acabo de resumir. Cierto que no hemos oído al
profesor Sabatini, que ha manifestado su deseo de no intervenir cuando era su turno.
¿Desea ahora leernos su ponencia, profesor?... ¿Se encuentra bien, profesor
Sabatini?

Sabatini-Mefisto parece dormido, incluso emite débiles ronquidos.

MODERADOR.- (alto) ¡Señor Sabatini!


MEFISTO.- Ah...sí...Bien, estoy muy bien.
MODERADOR.- ¿Desea intervenir, profesor, o prefiere irse a descansar?
Risas entre los asistentes.

MEFISTO.- Intervenir...claro...intervenir. Yo siempre intervengo, pero pocas veces


sirve de algo...
MODERADOR.- Quizá no esté en condiciones de leernos su ponencia...
MEFISTO.- ¿Leer? No, claro que no. Leer me aburre. Siempre las mismas
estupideces. Si al menos hubiese un poco de imaginación...
MODERADOR.- ¿Y qué tal si nos expresa, muy brevemente, se lo ruego, su
opinión sobre las ponencias presentadas? ¿Por cuál de las tres alternativas que acabo
de resumir se inclina usted?
MEFISTO.- Por todas.
MODERADOR.- ¿Cómo dice? Piense que al menos una de ellas es incompatible
con las otras dos...
MEFISTO.- Todas son ciertas.
MODERADOR,- ¿Puede explicarnos eso?
MEFISTO.- Todas son falsas.
MODERADOR.- ¿En qué quedamos?
MEFISTO.- Todas son ciertas y todas son falsas.
MODERADOR.- ¿Le importaría exponer su opinión de una manera comprensible?
MEFISTO.- De acuerdo, de acuerdo. Lo que pasa es que puedo ser un
poco...heterodoxo.
MODERADOR.- Heterodoxos lo somos todos... faltaría más. Pero también somos
respetuosos. Respetuosos con las sensibilidades... Ya me entiende... no ofender...
MEFISTO.- ¿No ofender?
MODERADOR.- Sí, ya sabe...a las mujeres, a los judíos, a los musulmanes, a los
homosexuales, a los adventistas del séptimo día, a las lesbianas, a los metrosexuales,
a los zurdos, a los urbanos, a los taxistas, a los metastanos, a los taxidermistas, a los
agentes de la propiedad inmobiliaria, a los psicólogos, a los periodistas, a los
zoólogos, a los espiritistas, a los odontólogos...en fin, ya me entiende.
MEFISTO.- A los católicos...
MODERADOR.- (con una sonrisita) Bueno, eso...usted mismo.
MEFISTO.- Pues mire por dónde...Yo mismo me siento muy unido a la teología
católica, y sentiría ofenderla.

Risitas y silbiditos entre los asistentes.

MODERADOR.- (a la concurrencia) Por favor, por favor. Escuchemos al profesor


Sabatini. Todas las opiniones son respetables.
MEFISTO.- Eso que acaba de decir es una de las memeces más extendidas en este
siglo y parte del otro. Ha de saber, señor mío, que desde el punto de vista intelectual,
el noventa y nueve por ciento de las opiniones que se expresan son absolutamente
despreciables y no merecen el menor respeto.
MODERADOR.- (algo irritado) ¿Acaso es usted el único que está en posesión de la
verdad? ¿Es usted Dios?
MEFISTO.- ¿Pero cómo voy a ser Dios, mentecato, si soy el mismísimo Diablo?

Grandes risas entre los asistentes. Irritación contenida en el Moderador.

MODERADOR.- ¿Usted, el Diablo? Vaya, esta sí que es una buena noticia. Señoras
y señores, ante ustedes, el Diablo en persona. Señor Diablo, ¿sería tan amable de
desvelarnos el misterio de su personalidad y acabar así con las dudas de estos pobres
mortales?
MEFISTO.- Con mucho gusto. Para empezar he de decir que en mi personalidad no
hay ningún misterio. El misterio está en los pobres mortales. Esta curiosa raza ha
desarrollado una extraña facultad a la que llaman pensar, que, como todo el mundo
sabe, consiste en separar el grano de la paja. Pero ocurre, amigos especialistas en
mí, que en el ser humano el grano y la paja se guardan en el mismo granero, o
pajero, también llamado “mente”. Y así, se suele decir: esto de aquí es imaginario,
esto de allá es real, sin tener en cuenta la famosa paráfrasis del no menos famoso y
confuso filósofo que dice: todo lo real es mental; todo lo mental es real. De lo que se
deduce, si es que no me he perdido, que el Diablo, o sea yo, es tan real y a la vez tan
imaginado como todas y cada una de las representaciones que se forman en la
mente... incluidos estos micros y estos botellines.
BOBOY.- Esa filosofía es repugnante.
LELAY.- Esa filosofía es cobarde.
SOSOY.- Esa filosofía es una muestra del callejón sin salida del idealismo absoluto:
el solipsismo.
MODERADOR.- Ya ve, profesor Sabatini, perdón, señor Diablo. Ya ha oído las
reacciones de los colegas. Reconozca que no es tan fácil embarcarse en el vuelo de
la filosofía.
MEFISTO.- Para mí es sencillísimo.
MODERADOR.- ¿De verdad sabe usted a qué me refiero cuando hablo del vuelo de
la filosofía?
MEFISTO.- Perfectamente, e insisto que, para mí, el vuelo de la filosofía, como
cualquier otro vuelo, es cosa de coser y cantar.
MODERADOR.- Demuéstrelo.
MEFISTO.- Atienda...

Mefisto es como lanzado verticalmente hasta el alto techo de la sala, y al chocar


con él se transforma en una extraña ave, grande y oscura. El ave empieza a volar
rozando el techo, como si buscase una salida, hasta que de repente dirige el vuelo
hacia abajo. Caídas en picado, vuelos rasantes sobre las mismas cabezas de los
congresistas. Gritos, histeria, carreras, atropellamientos de los congresistas,
acosados por el vuelo rasante del gran pájaro negro, que no deja de emitir
horrísonos graznidos...

Noche. Bar de copas y música en la zona antigua de la ciudad. Fausto, Mefisto y


Bernat, en torno a una mesa.
BERNAT.- ¿Y es eso vida? ¿Arrastrarse por una existencia vacía de sentido,
mientras que lo único que importa, el arte y el amor, se me niega totalmente?
FAUSTO.- Pero tu amas...
BERNAT.- Con todo mi ser.
MEFISTO.- Perdona, ¿chico o chica?
BERNAT.- Chica, si no os incomoda.
MEFISTO.- No, no...ha de haber de todo en este mundo.
FAUSTO.- Y tú escribes...
BERNAT.- Sin parar, pero no consigo que se publique nada.
FAUSTO.- Pues si amas y escribes, ya está...¿No es eso lo que pretendes?
BERNAT.- Sí, pero no hay correspondencia. Es como mirarse a un espejo y no ver
nada al otro lado. Amar sin ser correspondido, escribir sin ser publicado son dos
formas de masturbación.
MEFISTO.- ¿Qué tiene de malo la masturbación, como dijo el famoso cómico? (a
Fausto) Por cierto, tú lo conociste, Woody, ¿te acuerdas?
BERNAT.- De malo tiene...que es algo parcial, incompleto, y yo aspiro a una vida
plena.
MEFISTO.- ¡Qué manía! ¡Qué obsesión! La vida siempre es plena, amigo, pero se
la acaba destruyendo con la imaginaria no-vida de los deseos quiméricos.
FAUSTO.- ¿Pero qué dices? No me asocié contigo para que ahora me vengas con
ésas...
MEFISTO.- Estoy hablando con Bernat. ¿No sabes que cada enfermo tiene su
medicina? Mira, Bernat, siempre has de empezar por lo que tienes alrededor, al
alcance de la mano. ¿Ves aquí? ¡Qué ambiente, qué animación, qué alegría! Y esa
música que a la vez adormece y exalta los sentidos.... Mira cómo bailan, cómo se
mueven, cómo se agitan, poseídos por la magia absoluta del ritmo... No les hables
ahora de otra felicidad, porque aquí y ahora son plenamente felices... ¿Has visto
aquella chica?
BERNAT.- Sí, hace rato que la observo. Es preciosa
MEFISTO.- (Vamos bien...)
FAUSTO.- (la mira atentamente) Es....¡Catherine!

Catherine deja de bailar y se acerca corriendo al grupo. Abraza efusivamente a


Fausto y dirige una sonrisa a los otros dos.

CATHERINE.- ¡Enrique! ¿Qué haces aquí?


FAUSTO.- ¿Y tú?
CATHERINE.- Doy clases en la universidad... filología francesa... ¡Qué tal, doctor
Sabatini! No me puedo quitar de la cabeza su show de París, fue algo
impresionante...todavía me estoy riendo.
MEFISTO.- Bah, cosas de críos.
FAUSTO.- Catherine, éste es mi amigo Bernat.
CATHERINE.- Hola.

Catherine y Bernat se besan en las mejillas.

BERNAT.- Hace rato que te miro. Supongo que no has venido sola...
MEFISTO.- (Bravo, eso es entrar con la directa)
CATHERINE.- Estoy con unos amigos...pero, bueno, cada cual va a su aire... Y
dime, Enrique, ¿qué te ha traído por aquí? ¿Qué planes tienes?
FAUSTO.- Bueno...tenía un encargo muy importante... relacionado con la gestión de
la ciudad...pero he renunciado...en realidad, no valía la pena...
CATHERINE.- (mirando de reojo a Mefisto) Y siempre juntos, ¿no?
MEFISTO. - Casualidades... Yo he venido a participar en un congreso.
CATHERINE.- (con malicia) ¿No será el de demonología? Por cierto, dicen que ha
acabado muy mal: escenas de pánico, histeria colectiva...
BERNAT.- Sí, y con muchos heridos...

Catherine y Bernat siguen hablando entre ellos, al margen de los otros dos.
FAUSTO.- Así, que te lo pasaste bien, ¿eh?
MEFISTO.- Que va... Fue de lo más aburrido... Menos mal que al final conseguí
animarlo un poco... Pero bueno, hablábamos de planes. Tengo a la vista uno muy,
pero muy importante.
FAUSTO.- Me conformaría con que fuese efectivo, con que se aproximase un poco,
sólo un poco a lo que esperaba de ti.
MEFISTO.- Es que en este caso... bueno, te he de aclarar un punto fundamental: en
este caso el protagonista seré yo.
FAUSTO.- (con resignación) ¿En este caso?
MEFISTO.- Lo siento, pero es un asunto que me toca muy de cerca.
FAUSTO.- ¿Y de qué va?
MEFISTO.- Mira, dentro de poco va a desaparecer una personalidad muy destacada;
se trata nada menos, que del principal líder espiritual del mundo. Enseguida se
abrirá el proceso de elección del sucesor y....yo he de estar allá. Sí, y muy atento y
presto a intervenir cuando convenga. Me va en ello la propia supervivencia...(a
Bernat y Catherine) ¡Pareja! Estamos hablando de planes. Mi socio y yo tenemos
uno en marcha. Y se acepta compañía. Nos vamos.
CATHERINE Y BERNAT.- ¿Adónde?
MEFISTO.- A Roma.
BERNAT Y CATHERINE.- ¡Roma! ¡El sueño de mi vida!
MEFISTO.- (Vaya, dos corazones batiendo al unísono, como decían los románticos
galicistas). Pues daos prisa, que nos vamos.
CATHERINE.- ¿Ya? ¿No será en una alfombra mágica?
BERNAT.- ¿O en un caballo de madera?
MEFISTO.- (¿Caballo de madera? A eso lo llaman “regresión”, cuando en realidad,
como siempre, no es más que un capricho del guionista). No, amigo, esta vez
ascenderemos al Cielo de la aviación comercial, previo paso por el Purgatorio del
aeropuerto. (Está claro que la vieja teología liga con todo, como el Champagne).

FIN DE LA JORNADA QUINTA

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