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El eco

Ni en el azulado Cielo,
ni en las peregrinas flores,
ni en los dorados fulgores
del bello astro encantador,

Ni en pintada mariposa
que inquieta revolotea
y con la flor juguetea,
ni del ro en el rumor,
ni en la cndida paloma,
ni del cfiro ligero
en el soplo placentero
ni en el ruido de la mar.
A los ardientes deseos
que tena el alma ma
respecto de aqueste da
respuesta pude encontrar.
Acaso t, eco burln,
hoy respuesta me daras
y mi dicha colmaras...?
No, pues eres insensible.
- Sensible.
- Eres sensible? Pues d.
Qu debo hacer en un da
en que todo es alegra,
en que todo se sonre?

- Re.
- Dme, qu debo hacer hoy
en que la fragante rosa
se presenta ms hermosa
y la vista ms encanta?
- Canta.
- Rer!, cantar!, pero qu?
Por nuestro padre adorado
que a todos nos ha pasmado
con su virtud y pureza?
- Reza.
Riamos pues, y cantemos
suaves himnos de victoria
y mil canciones de gloria
al Padre Francisco Ms.
Y pues quiere, padre amado,
el eco que por ti rece,
lo har, pero me parece
que ms bien tu debers
rezar por todos nosotros;
que a los ngeles del cielo,
de los que estn en el suelo,
no les falta la oracin.
Y t un ngel siempre has sido
tanta virtud poseyendo
cantando pues, y riendo
te consagro aqueste don.

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