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El que puede moverse sin trabas en un medio social que ofrece múltiples
posibilidades de diverso orden pero no puede asumirlas por carecer de medios
económicos adecuados se siente privado de libertad, libertad real de elección.
Nuestra primera forma de libertad viene dada por la capacidad de ejercitar, sin
traba alguna, nuestras potencias (andar, ver, oír, hablar, pensar, diseñar
proyectos de todo orden...), pero el ejercicio de las potencias no es fecundo si no
contamos con posibilidades, que suelen ir unidas al desahogo económico.
Leonardo da Vinci estuvo dotado de potencias extraordinarias -inteligencia,
imaginación creadora, poder inventivo.-, pero no pudo satisfacer su ansia de
volar, porque su sociedad carecía de posibilidades para ello: conocimientos
científicos y técnicos, recursos económicos, planes políticos... La falta de
posibilidades supone para el hombre una merma de libertad. De ahí que pasar
de la penuria económica a la holgura suponga una liberación.
Para sentirse libre, debe uno contar con posibilidades diversas entre las que
poder elegir. Por eso los niños y los jóvenes suelen considerarse muy libres
cuando disponen de numerosas posibilidades y pueden elegir las que desean. El
gobernante que ofrece esta libertad de maniobra a los ciudadanos es
considerado a menudo como un liberador, un promotor de la libertad. ¿Es ésta
una valoración justa? En un aspecto sí; en otro, no, pues poder elegir entre
muchas posibilidades no equivale todavía a ser libre interiormente. Es sólo una
condición para ello, como lo es el ejercicio expedito de las propias potencias -
ver, oír, andar...-.
4. La libertad de manejar todo tipo de objetos, utensilios, artefactos.
"Todo lo que se puede hacer ahora por ti -escribe- es guiarte para que
encuentres la verdad, y a esa dirección se reduce lo que una enseñanza
filosófica puede aportar. Pero siempre se presupone que eso hacia lo que el otro
te conduce lo poseas de veras interiormente tú mismo, y lo mires y contemples.
De no hacerlo, oirías narrar una experiencia ajena, de ningún modo la tuya (...)".
(Cf. Sonnenklarer Bericht an das grössere Publikum über das eigentliche Wesen
der neuesten Philosophie, en Fichtes Werke, Walter de Gruyter, Berlin 1971, p.
337).
Esta capacidad creativa surge cuando cumplimos las condiciones del encuentro:
la generosidad, la apertura veraz, la confianza, la fidelidad, la paciencia, la
comunicación cordial. Estas condiciones se denominan valores, porque
colaboran a nuestro desarrollo personal. Al ser asumidas por nosotros como
principios internos de actuación, tales valores se denominan virtudes, es decir -
según su origen latino- capacidades para el encuentro.
Cuando conseguimos que los grandes valores -con el valor ideal en la cima-, se
nos vuelvan íntimos, aun siendo distintos, damos un paso de gigante hacia
nuestra madurez personal, porque esa intimidad indica que respondimos
positivamente a la apelación de tales valores y nos hicimos responsables. Ser
responsables significa, en principio, prestar suma atención a cuanto encierra
valor y nos invita a que lo asumamos y realicemos. Nos invita en cuanto nos
ofrece posibilidades para actuar de modo creativo, fundando relaciones
cordiales, bondadosas, justas, bellas. Si asumimos activamente esas
posibilidades, participamos activamente en la realidad valiosa que nos las
ofrece. Ese tipo de respuesta participativa es la quintaesencia de la verdadera
libertad. Sólo este tipo de libertad nos permite alcanzar la meta que corresponde
a nuestro ser y a la que nos vemos llamados. Ahora advertimos con claridad que
el grado máximo de libertad lo alcanzamos cuando somos plenamente
responsables, porque nos liberamos del egoísmo individualista y respondemos
activamente a la llamada de los más altos valores.
Ahora descubrimos que nuestra libertad creativa es tanto más elevada cuanto
más excelente es el valor al que respondemos. Si respondemos positivamente al
valor más alto -la unidad que funda con los demás el que está dispuesto a dar la
vida por amigos y enemigos-, conseguimos una forma de libertad perfecta, que
parece superar las fuerzas humanas.
Esta múltiple liberación espiritual nos dispone para cumplir, una a una, las
diversas exigencias del encuentro y desarrollarnos plenamente como personas.
Lograr este desarrollo es la única forma verdadera de vivir una vida lograda.
Entregarnos al frenesí del vértigo implica un gran despliegue de energía, pero se
reduce a dar vueltas sobre el propio eje sin avanzar, pues la forma de libertad
ejercitada es ilusa de raíz. Sólo cuando orientamos nuestra vida hacia la
creación de modos de auténtico encuentro vivimos con una forma de libertad
plena y nos hallamos colmados de ilusión.
Conclusión
A medida que alcanzamos una forma superior de libertad, nos liberamos del
apego a las formas inferiores. Así se explican casos heroicos de personas que
han soportado la falta absoluta de libertad de maniobra sin perder el buen
ánimo, la fidelidad a sus creencias, la cordialidad con los demás.
Ahora vemos con claridad una de las bases de la vida ética: la necesidad de
aceptar que amengüe la libertad de maniobra para hacer posible la libertad
creativa. Este paso de un tipo de libertad inferior a otro superior lo damos
siempre que transfiguramos una realidad y acomodamos nuestra conducta a las
exigencias de la realidad nueva. El proceso de perfeccionamiento ético va unido
a una serie de transfiguraciones de la realidad y de la conducta. De ahí la
importancia decisiva del estudio de los niveles de realidad y de conducta (2).
Notas al pie:
1. Como sabemos, el vocablo "autoridad" procede del verbo latino "augere", que
significa promocionar,
enriquecer. De él proceden los términos "auctor" (autor) y "auctoritas"
(autoridad).
2. Sobre este tema y los demás tratados en esta conferencia pueden verse
amplios análisis en mis obras Descubrir la grandeza de la vida (Desclée de
Brouwer, Bilbao 2009) e Inteligencia creativa(BAC, Madrid 42003).