Cuentos para Marisol
By Marta Brunet
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Reviews for Cuentos para Marisol
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- Rating: 5 out of 5 stars5/5Hermosos cuentos!!! y maravilloso el relato, exelente. Muy interesante los relatos y entendibles.
Book preview
Cuentos para Marisol - Marta Brunet
e I.S.B.N.: 978-956-12-2651-7.
1ª edición: febrero de 2016.
Gerente Editorial: Alejandra Schmidt Urzúa.
Editora: Camila Domínguez Ureta.
Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.
Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.
© por Marta Brunet Carabantes.
Inscripción Nº 32.019. Santiago de Chile.
Derechos de edición reservados por
Empresa Editora Zig-Zag S.A.
Editado por Empresa Editora Zig–Zag, S.A.
Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.
Teléfono (56–2) 2810 7400. Fax (56–2) 2810 7455.
E–mail: zigzag@zigzag.cl / www.zigzag.cl
www.editorialzigzag.blogspot.com
Santiago de Chile.
El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte,
ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico,
de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción,
sin la autorización escrita de su editor.
Índice de contenido
Cuentos para Marisol
Buscacamino
La flor del cobre
Gazapito quiere comer torta
Yo sí... Yo no...
Mamá Condorina y Mamá Suaves-Lanas
La terrible aventura de don Gato-Glotón
Las historias de mamá Tolita
Historia de Sapete que se enamoró del Sol
Historia de por qué la Loica tiene el pecho colorado
Primera historia de Perros y Gatos
Segunda historia de Perros y Gatos
Tercera historia de Perros y Gatos
Historia de la señora Rata del pueblo de los Ratones
Una historia que pasó no más
Historia del Ratón que engañó a la Zorra
Historia con dos Gatas
Historia del Lobo cuando se enfermó
Historia de Sapos
Historia de los Albatros sabios
Historia de los amigos de Azulina
Cuentos para Marisol
Buscacamino
Resulta que en una montaña del Sur vivía un señor Chuncho al cual los otros pájaros llamaban Buscacamino. No creas tú que lo llamaban así por sus grandes ojos, relucientes como esos focos que encienden por la noche los autos para encontrar la ruta extraviada. No. Le dieron ese sobrenombre a raíz de un gran servicio que les prestara. Pero antes debo advertirte que hasta ese momento nadie quería al señor Chuncho. Este no hacía otra cosa que augurar calamidades:
–Usted se va a enfermar... Ya le había dicho que chocaría contra ese árbol... Dese cuenta de que tiene el moquillo... Mañana vendrá el Peuco.
Con estas frases nada alegres, desde que anochecía hasta el alba presagiaba desgracias. Y resultaba que nadie gustaba de su compañía en la montaña, como ya te dije y como era lógico.
Y aunque las señoras Cachañas son muy amigas de la sociedad y del comadreo y a los señores Pidenes les encantan los corrillos, no querían tampoco relacionarse con el señor Chuncho, y el pobre terminó por andar completamente solo; mejor dicho, terminó por irse todas las noches a un alto roble que dominaba la montaña entera, quedándose allí melancólicamente, muy correcto en su chaqué, diciendo a toda voz sus vaticinios para tener siquiera en el amable Eco alguien que le respondiera.
Pero resulta que una vez, en una primavera muy fría y llena de heladas y de neblinas y de lluvias, en una de esas primaveras en que parece que el invierno no quiere irse, los pobres pájaros, ateridos por el Viento que bajaba furioso de la cordillera, vieron un día que la neblina se espesaba en tal forma que la poca luz que dejaban pasar las nubes vestidas de luto se iba perdiendo, y que a media tarde se formaba una noche llena de miedos y de sobresaltos, porque todos los pájaros andaban lejos de sus nidos, buscando algo que comer. Y piaban desesperadamente, llamándose unos a otros, buscando los papás a las mamás y ambos a sus hijitos. Y como nadie encontraba a nadie, solo se escuchaba en la montaña un solo piar lloroso.
Mientras tanto, el señor Chuncho había despertado, y después de dar varios bostezos, de estirar las alas y de rascarse un poco –como es de rigor al salir de un buen sueño–, puso atención a lo que los pájaros decían entre desolados sollozos:
–¡Periquito! ¡Periquito!
–¿Has visto a mi Tío Agustín?
–¡Jesús! ¡Jesús!
–¡Aquí! ¡Aquí!
–¡Allí! ¡Allí!
Era para volverse loco.
Pero el señor Chuncho no se afligió con tanto grito ni con tanta confusión. Se puso las botas y el impermeable, y con su paso de grave notario salió de la casa, dejando la puerta bien cerrada para evitar robos. Guardó la llave en el bolsillo de atrás del pantalón y realizado ese gesto precautorio se fue de un vuelo hasta el árbol de enfrente
, donde una señora Diuca lloraba a mares llamando a su marido.
Con los ojos bien abiertos y bien brillantes en la oscuridad, el señor Chuncho le fue alumbrando el camino una vez que averiguó dónde vivía. La dejó en su casa, arropada y tranquila, yéndose en seguida a otro árbol, donde una señorita Cachaña gritaba como si la estuvieran matando, rodeada de sus hermanas, que ya no