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Tradicionalmente considerado sinénimo de frivolidad por ser une actividad gratuita, el juego comenz6 a ser reconocido como factor decisive ei desarrollo de la civilizaci6n a partir de log” trabajos publicades por Huizinga en los aneg treinta, especialmente el Homo ludens. Desde entonces, psicélogos ¢ historiadores ao han cesad; de descubrir aspects insospechados en eet’? actividad de apariencia inocente. En Los Juegos Jos sombres, Roger Caillo's intenta una empresa audaz: proponer una sociologia a partir de los juegos. En efecto, fos juegos disciplinan los instintos, pues son, pox un lado, espacio para el 3 placer y la invencién, y prt otro, acatamiento de 2 una serie de restricciones. Al proporcionar un 3 g modelo controlado de la realidad, permiten el aprendizaje, no de un oficiv o de una actividad“) § especifica, sino de las virtudes necesarias para = afrontar pyzebas posteriores. Cada uno de ellos = estimula el cesarrollo de una facultad distinta: hay Juegos de azar, de competencia, de simulacro y de vértigo. Lac sociedades fascinadas por juegos de simulacro y vértigo juegan en realidad a la enajenacién de Ja personalidad y permanecen estarcadas, pero los juegos de competencia y azar § acompafian al establecimiento de Ia civiliza ois Roger Cail es aa ‘COLECCION POPULAR FONDO DE CULTURA ECO? MEXICO. COLECCION POPULAR 344 LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES NALLADOWLD ROGER CAILLOIS Traduccin de Jorce FERRERO _LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES La mascara y el vértigo COLECCION re POPULAR FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO. Primera edicién en francés, 1967 Primera edicién en espafiol, 1986 ‘Titulo original: F Les Jeux et les Hommes. Le masque et le vertige © 1967, Editions Gallimard, Paris D. R. © 1986, Fonpo pe Cutura Economica, S. A. ve C. V. Avenida de la Universidad, 975; 03100 México, D. F. ISBN 968-16-2481-5 Impreso en México INTRODUCCION Los juegos son innumerables y de multiples es- pecies: juegos de sociedad, de habilidad, de azar, juegos al aire libre, juegos de paciencia, de cons. truccién, etc. Pese a esa diversidad casi infinita y con una constancia sorprendente, la palabra juego evoca las mismas ideas de holgura, de ries- go o de habilidad. Sobre todo, infaliblemente trae consigo una atmésfera de solaz o de diversion. Descansa y divierte. Evoca una actividad sin apremios, pero también sin consecuencias para Ia vida real. Se opone a Ia seriedad de ésta y de ese modo se ve tachada de frivola. Por otra par- te, se opone al trabajo como el tiempo perdido al tiempo bien empleado. En efecto, el juego no produce nada: ni bienes ni obras. Es esencial- mente estéril. A cada nueva partida, y aunque jugaran toda su vida, los jugadores vuelven a encontrarse en cero y en las mismas condiciones que en el propio principio. Los juegos de dinero, de apuesta o de loterias no son Ia excepcién: no crean riquezas, sino que sdlo las desplazan. Esa gratuidad fundamental del juego es cla- ramente la caracteristica que mas lo desacredi- ta. Es también la que permite entregarse a él despreocupadamente y lo mantiene aislado de las actividades fecundas. Desde wn principio, cada cual se convence asi de que el juego no es 7 mas que fantasia agradable y distraccion vana, sean cuales fueren el cuidado que se le ponga, Jas facultades que movilice y el rigor que se exija, lo cual se siente claramente en esta frase de Chateaubriand: “La geometria especulativa tiene sus juegos y sus inutilidades, como las otras ciencias.” En esas condiciones, parece tanto mas signifi- cativo que historiadores éminentes luego de es- tudios profundos, y psicélogos escrupulosos lue- go de observaciones repetidas y sistematicas, se hhayan crefdo obligados a hacer del espiritu de juego uno de los resortes principales, para las sociedades, del desarrollo de las manifestacio- nes més elevadas de su cultura, y para el indi- viduo, de su educacién moral y de su progreso intelectual. El contraste entre una actividad me- nor, considerada i: esenciales que de pronto se inscriben en bene- ficio suyo, se opone lo suficiente a la verosimi- litud para que nos preguntemos si no Se trata de alguna paradoja més ingeniosa que bien fun- dada. Antes de examinar las tesis 0 las conjeturas de los panegiristas del juego, me parece conve- niente analizar las ideas implicitas que se repi- ten en Ia idea de jucgo, tal como aparecen en los diferentes empleos de la palabra fuera de su sentido propio, cuando se utiliza como me- tafora. Si verdaderamente el juego es un resorte principal de la civilizacién, no puede ser que sus significados secundarios no resulten instructivos. ‘En primer lugar, en una de sus acepciones mas corrientesy. también. mas cercanas al sentido 8 mificanté, y los TéSultads * propio, la palabra juégo de tividad especifica que nombra, sino tam “totalidad de Jas figuras, de los simbolos o de los instrumentos necesarios a esa actividad o al fun- cionamiento de un conjunto complejo. Asf, se habla de un juego de naipes: conjunto de car- tas; de un juego de ajedrez: conjunto de piezas indispensables para jugar a ese juego. Conjun- tos completos y enumerables: un elemento de ‘m4s o' de menos y el juego es imposible o fal- s0,’a menos que el retiro o el aumento de uno © de varios elementos se anuncie de antemano y responda a una intencién precisa: asi ocurre con el joker en la baraja o con la ventaja de una pieza en el ajedrez para establecer un equilibrio entre dos jugadores de fuerza desigual. De la misma manera, se hablaré de un juego de 6r- gano: conjunto..de tubos y de: teclas;-o-de un juego de velas: conjunto completo de las dife- rentes velas de un navio. Esa idea de totalidad cerrada, completa en un principio e inmutable, “€oncebida para funcionar sin otra intervencién ~éxterior que la energia que lo muéve, ciertamen- “te constituye una imnovacién preciosa en un “mundo esencialmente en movimiento, cuyos ele- mentos son practicamente infinitos y, por otra “parte, se transforman sin cesar. La palabra jew [juego] designa ademas el estilo, Ia manera de un intérprete, mtisico 0 comediante, es decir las ca- ‘racteristicas originales que distinguen de los dem4s su manera de tocar un instrumento o de interpretar un papel. Vinculado por el texto 0 por la partitura, no por éllo es menos libre (den- tro de ciertos limites) de manifestar su perso- 9 nalidad mediante inimitables matices o -varia- palabra juego. combina entonces. las ideas ie limites, de libertad y de invencién. En un “ “registro vecino, expresa una mezcla notable en que se leen conjuntamente las ideas complemen- tarias de suerte y de habilidad, de recursos re-. cibidos del azar o de la fortuna y de la inteli- “gencia mds o menos rapida que los pone en acéién y trata de obtener de ellos el mayor pro- “yecho, Una expresién como avoir beau jeu {ser fAcil algo a alguien] corresponde al primer senti- do, y otras como jouer serré [jugar con cautela] y jouer au plus fin [darselas de listo] remiten al segundo; otras mds, como mostrar su juego o, a la inversa, ocultar su juego se refieren inextricablemente a ambos: ventajas al princi- pio-y‘despliegue“*habil de-una estrategia maestra: - La idea de riesgo viene, al punto, a complicar elementos de suyo enredados: la evaluacién de los recursos disponibles, el calculo de las even- tualidades previsibles se acompafian rapidamen- te de otra especulacién, una especie de apuesta que supone una comparacién entre el riesgo aceptado y el resultado esperado. De allf las lo- cuciones como poner en juego, jugar en grande, jugarse el resto, la carrera, la vida, 0 incluso la comprobacién de que el juego no vale la cande- Ia, es decir, que el mayor provecho que puede sacarse de la partida es inferior al costo de la luz que lo alumbra. Una vez mas, el juego aparece como una idea singularmente compleja que asocia un estado de hecho, un elemento favorable o miserable, en 10 , e azar é8 rey y que el jugador hereda para >:para mal, sin poder hacer nada al res- ana aptitud para sacar el mejor partido de esos recursos desiguales, que un calculo sagaz hace fructificar y que la negligencia dilapida y, en fin, una eleccién entre Ja prudencia y la auda- cia que aporta una ultima coordenada: la me- dida en que el jugador esta dispuesto a apostar por aquello que se le escapa m4s que por aque- flo que domina. = ‘Todo juego es un sistema de reglas. Estas de-’ finen lo que es o no es juego, es decir lo perm tido y lo prohibido. A la vez, esas convenciones _ son arbitrarias, imperativas e inapelables. No pueden violarse con ningién pretexto, so pena de que el juego acabe al punto y se estropee por este hecho.. Pues nada mantiene la regla salvo el'deseo de jugarses-decir, la voluntad de tespe- tarla. Es preciso. jugar.al juego o no jugar en absoluto. Ahora bien, “jugar al juégo” se dice para actividades alejadas del juego e incluso fundamentalmente fuera de él, en las diversas ac- ciones o los diversos intercambios a los cuales se trata de hacer extensivas algunas convenciones implicitas semejantes a las de los juegos. Tan- to m4s conveniente es someterse a ellas cuanto que ninguna sancién oficial castiga al compa- fiero desleal. Dejando simplemente de jugar al juego, éste ha vuelto a abrir el estado natural y ha permitido nuevamente toda exaccién, toda treta 0 respuesta prohibida, que las convencio- ‘yiés precisamente tenfan por objeto suprimir, de gu be pe ‘comtin acuerdo. Esta vez, lo que Hamamos jue- go aparece como un conjunto de restricciones | it voluntarias y aceptadas de buen grado, que ins- “fauran Un orden estable, a veces una legislacién tdcita en un universo sin ley. La palabra juego evoca en fin una idea de am- litud, de facilidad de movimiento, una libertad itil, pero no excesiva, cuando se habla del jue- go de un engranaje o cuando se dice que un “navio juega sobre su ancla. Esa amplitud hace posible una indispensable movilidad. El juego que subsiste entre los diversos elementos per- mite el funcionamiento de un mecanismo. Por otra parte, ese juego no debe ser exagerado, pues la maquina pareceria desbocada. Asf, ese espacio cuidadosamente calculado impide que se atasque o se desajuste. Juego significa enton- ces libertad, que debe mantenerse en el seno del ‘tigor mismo para que éste adquiera o conser- _-ve-sueficacia: ‘Por-lo- demas, el‘ mecanismio en " tero se puede Considerar como una especie de juego en otro sentido de la palabra que un dic- cionario precisa de la manera siguiente: “Ac- cién regular y combinada de las diversas partes de una maquina.” En efecto, una maquina es un puzzle de piezas concebidas para adaptarse unas a otras y funcionar concertadamente. Pero, en el interior de ese juego, enteramente exacto, in- terviene un juego de otra especie, que le da vida. El primero es ensamble estricto y perfecta relo- jeria, el segundo es elasticidad y margen de movimiento. Los anteriores son’ significados variados y ricos que muestran cémo, no el juego mismo, sino las disposiciones psicolégicas que manifiesta y des- 12 arrolla pueden en efecto constituir importantes’ factores de civilizacién. En general, esos distin- ‘tos sentidos implican ideas de totalidad, de re- gla y de libertad. Uno de ellos asocia la presencia de limites con la facultad de inventar dentro de esos limites. Otro separa entre los recursos he- redados de la suerte y el arte de lograr la victo- ria_con el solo concurso de recursos intimos e inalienables, que no dependen sino de la apli- cacién del celo y de la obstinacién personal. Un tercero opone el cdlculo y el riesgo. Otro mas invita a concebir leyes.a la vez imperiosas y sin otra sancién que no sea su propia destruccién 0 indica que es conveniente contar con cierto va- cio 0 cierta disponibilidad en el centro de la mas éxacta economia. _ Hay, ciertos casos en. que los. limites.se.borran. y la regla se disuelve, otros en cambio en que la libertad y la invencién estén a punto de des- aparecer. Sin embargo el juego significa que ambos polos subsisten y que entre uno y otro se mantiene' cierta relacion. El juego propone y propaga estructuras abstractas, imagenes de am- bientes cerrados y protegidos, en que pueden ejercitarse competencias ideales. Esas. estructu- ras y esas competencias son otros tantos. mode-. “Tos de instituciones y de conductas. Con toda se- ridad no son aplicables de manera directa a la realidad siempre confusa y equivoca, compleja e innombrable. Intereses_y pasiones no se dejan “dominar facilmente en ellas. Alli son moneda corriente la violencia y Ja traicién. Pero los mo- delos que los. juegos ofrecen constituyén otras ‘fantas anticipaciones del universo reglamenta- 13 do por el que es conveniente sustituir la _anar- “Esa cién de un Huizinga, cuando deriva del espiritu de juego la mayoria de las instituciones que or- denan a las sociedades o las disciplinas que contribuyen a su gloria. El derecho entra sin discusién en esta Categorfa: el cédigo enuncia la regla del juego social, la jurisprudencia lo ex- tiende a los casos de litigio y el procedimiento define la sucesién y la regularidad de las juga- das. Se toman precauciones para que todo ocu- rra con la claridad, la precisién, la pureza y la imparcialidad de un juego. Los debates se reali- zan y el fallo se pronuncia en un recinto de justicia, de acuerdo con un ceremonial invaria- ble, que evocan respectivamente el aspecto de- dicado al juego (campo cerrado, pista o arena, tablero para damas o tablero de ajedrez), la separacién absoluta que debe aislarlo del resto del espacio mientras dure la partida o la audi- cién y, por fin, el cardcter inflexible y original- mente formal de las reglas en vigor. En el intervalo de los actos de fuerza (en los que el juego ya no se juega), también existe en la politica una regla de alternancia que Ieva uno a uno al poder, y en las mismas condicio- nes, a los partidos opuestos. El equipo gober- nante, que juega correctamente el juego, es de- cir, de acuerdo con las disposiciones establecidas y sin abusar de las ventajas que le da el usu- fructo momentdneo de la fuerza, ejerce ésta sin aprovecharla para aniquilar al adversario o pri- varlo de toda oportunidad de sucederlo en las. 14 cabinet formas legales. A falta de lo cual, se abre'la puer- ta a la conspiracién o-al motin. En lo sucesivo, todo se resumirfia en un brutal enfrentamiento de fuerzas que ya no serian atemperadas por fragiles convenciones: aquellas que tenian como consecuencia hacer extensivas a la lucha politi- ca las leyes claras, distantes e indiscutibles de Jas rivalidades contenidas. No gcurre otra cosa en el terreno estético. En pintura, las leyes de la perspectiva son en gran parte convenciones. Engendran hdbitos que, al final, las hacen parecer naturales. En musica, las leyes de la armonia, en el arte de los ver- sos las de la prosodia y de la métrica, y cualquier otra imposicién, unidad o canon en la escultu- ra, la coreografia 0 el teatro, componen igual- mente diversas legislaciones, m4s o menos e: plicitas y detalladas; que a la vez gufan y limitan al creador. Son como las reglas del juego al que él juega. Por otra parte, engendran un es- tilo comtin y reconocible en que se concilian y se compensan la disparidad de gusto, la prueba de la dificultad técnica y los caprichos del ge- nio. Esas reglas tienen algo de arbitrario y, de encontrarlas extrafias o molestas, cualquiera est4 autorizado para rechazarlas y pintar sin pers- pectiva, escribir sin rima ni cadencia 0 compo- ner fuera de los acordes permitidos. Al hacerlo, ya no juega al juego sino que contribuye a destruirlo pues, igual que en el juego, esas reglas s6lo existen por el respeto que se les tiene. Sin embargo, negarlas es al mismo tiempo esbozar Jas normas futuras de una nueva excelencia, de otro juego cuyo.cédigo atin vago sera a. su vez 15 tiranico, domesticaré la audacia y prohibira nue- vamente la fantasia sacrilega. Toda ruptura que quiebre una prohibicién acreditada esbozar4 ya otro sistema, no menos estricto y no menos gra- tuito. La propia guerra no es terreno de la viole! cia pura, sino que suele serlo de la violencia regulada. Las convenciones limitan las hostili- dades en el tiempo y en el espacio. Empiezan por una declaraci6n que precisa solemnemente el dia y la hora en que entra en vigor el nuevo estado de cosas. Termina mediante la firma de un armisticio o de un acta de rendicién que precisa igualmente su fin. Otras restricciones excluyen de las operaciones a las poblaciones ci- viles, a las ciudades abiertas, se esfuerzan por prohibir el empleo de ciertas armas i el trato'a los heridos y a los prisioneros. En épocas de guerra Iamada cortés, hasta la es- trategia es convencional. Las marchas y contra- marchas se deducen y se articulan ‘como com- binaciones de ajedrez y llega a suceder que los teéricos estimen que el combate no es necesario para la victoria. Las guerras de ese tipo se em- parientan claramente con una especie de juego: mortifero y destructor, pero regulado. Mediante esos pocos ejemplos, se aprecia una especie de huella o de influencia del principio del juego, o cuando menos una convergencia con sus ambiciones propias. Con ella se puede seguir el progreso mismo de la civilizacién, en la me- dida en que ésta consisté én-pasar de-un universo tosco a un universo administrado, que se apoya 16 antizan — en un sistema coherente y equilibrado, tanto dé derechos y de deberes como de privilegios y de “responsabilidades. El juego inspira o confirma ese equilibrio. Continuamente procura Ia ima- gen de un medio puro y auténomo, en que, res- petada voluntariamente por todos, la regla no favorece ni lesiona a nadie. Constituye una isla de claridad y de perfeccién, cierto que siempre infinitesimal y precaria, y siempre revocable, que se borra por s{ misma. Pero esa duracién fugitiva y esa rara extensién, que dejan fuera de si las cosas importantes, tienen al menos valor de modelo. Los juegos de competencia desembocan en los deportes; los juegos de imitacién y de ilusién prefiguran los actos del espectaculo. Los juegos de azar y de combinacién han dado origen a numerosos desarrollos de las matematicas, des- de el calculo de probabilidades hasta la topo- logia. Es claro: el panorama de la fecundidad cultural de los juegos no deja de ser impresio- nante. Su contribucidn en el nivel del individuo no es menor. Los psicélogos les reconocen un papel capital en Ja historia de la afirmacién de si en el nifio y en la formacién de su cardcter. Los juegos de fuerza, de habilidad, de cAlculo, son ejercicio y entrenamiento. Hacen el cuerpo mas vigoroso, mas flexible y mas resistente, la vista mas penetrante, el tacto mas sutil, el espi- ritu mds metédico o mas ingenioso. Cada juego refuerza y agudiza determinada capacidad fisica © intelectual. Por el camino del placer o de la obstinacién, hace facil lo que en un principio fue dificil o agotador, 17 Contra I6°que se afirma con frecuencia, el jue- go no es aprendizaje de trabajo. Sélo en apa- riencia anticipa las actividades del adulto. El chico que juega al caballo o a la locomotora no = se prepara en absoluto para ser jinete o mecé- — nico, ni para ser cocinera la chiquilla que en platos supuestos prepara alimentos ficticios con- dimentados con especias ilusorias. El juego no prepara para ningtin oficio definido; de una ma- nera general introduce en la vida, acrecentando toda capatidad de salvar obstdculos o de hacer frente a las dificultades. Es absurdo y no sirve en absoluto para salir adelante en la realidad lanzar lo mds lejos posible un martillo o un disco metélico, o bien atrapar y lanzar intermi- nablemente una pelota con una raqueta. Pero es ventajoso tener musculos fuertes y reflejos ra- pid B SE | El juego ciertamente supone la voluntad de ganar utilizando al mAximo esos recursos y pro- hibiéndose las jugadas no permitidas. Pero exige atin més: es preciso superar en cortesia al ad- versario, tenerle confianza por principio y com- batirlo sin animosidad. Ademads es necesario aceptar de antemano el posible fracaso, la mala suerte o la fatalidad, consentir en la derrota sin célera ni desesperacién. Quien se enoja o | se queja se desacredita. En efecto, alli donde | toda nueva partida aparece como un principio _ absoluto, nada esta perdido y, antes que recri- © minar o desalentarse, el jugador tiene la posibi lidad de redoblar su esfuerzo. El juego invita y acostumbra a escuchar esa leccién del dominio. de si y a hacer extensiva 18 rien-ne-va-plus, anuncio éste que pone fin a la | su préctica al. conjunté de las relaciones y de Jas vicisitudes humanas en que la competencia ya no es desinteresada ni esta circunscrita la fatalidad. Aun siendo evidente y estando toda- via por garantizar, esa frialdad'en el momento de los resultados de la accién no es poca vir- tud: Sin duda, tal dominio es més facil en el juego, donde en cierto modo es de rigor y don- de pareceria que el amor propio se hubiera com- prometido de antemano a cumplir con las obli- gaciones. No obstante, el juego moviliza las diversas ventajas que cada cual puede haber recibido del destino, su mejor afan, la suerte im- placable e imprescriptible, la audacia de arries- gar y la prudencia de calcular, la capacidad de conjugar esas diferentes clases de juego, que a su vez es juego y juego superior, de mayor com- plejidad en‘el sentido de que es el arte de aso- ciar titilmente fuerzas dificilmente conciliables. En cierto sentido, nada como el juego exige tanta atenci6n, tanta inteligencia y resistencia nerviosa. Esta demostrado que el juego pone al ser en un estado por decirlo asf de incandescen- cia, que lo deja sin energia ni resorte, una vez rebasada la cima, consumada la hazajia, una vez alcanzado el] extremo como de milagro en Ja proeza o la resistencia. En lo cual también es meritorio el desapego. Como lo es aceptar perderlo todo sonriendo, al echar los dados o al voltear un naipe. Por otra parte, es preciso considetar los jue- | gos de vértigo y el voluptuoso estremecimiento | que se apodera del jugador al cantarse el fatal | a 19 ” discrecién de su libre:arbitrio y hace inapelable un veredicto que sdlo de él dependia evitar de- jando de jugar. Tal vez de manera paradéjica, algunas personas atribuyen un valor de forma- cicn moral a ese desasosiego profundo aceptado deliberadamente. Experimentar placer con el pa- nico, exponerse a él por voluntad propia para tratar de no sucumbir ante él, tener a la vista la imagen de la pérdida, saberla inevitable y no_ preparar otra salida que la posibilidad de afec- tar indiferencia es, como dice Platén hablando de otra apuesta, un hermoso riesgo que vale la pena correr. Ignacio de Loyola profesaba que era necesa- rio actuar contando séle consigo mismo, como si Dios no existiera, pero recordando constan- temente que todo dependia de Su voluntad. E} juego..no. esiuna-escuela menos ruda:° Ordena al jugador no descuidar nada para el triunfo y al mismo tiempo guardar distancias respecto a él. Lo:que ya se ha ganado puede pérderse e in- cluso se encuentra destinado a ser perdido. La manera de vencer es mas importante que la pro- pia victoria y, en cualquier caso, mds impor- tante que lo que esta en juego. Aceptar el fracaso como simple contratiempo, aceptar la, victoria sin embriaguez ni vanidad, con ese desapego, con esa ultima reserva respecto de la propia ac- cién, es la ley del juego. Considerar la realidad como un juego, ganar mas terreno con esos be- “Hos ‘modales, que hacen retroceder la tacaiieria, “la codicia y el odio, es Ilevar a cabo obra de civilizacién. "Este alegato en favor del espiritu de juego 20 ue traé a la mente una palinodia que séfiala bre- vemente sus debilidades y sus peligros. El juego constituye una actividad de lujo y presupone tiempo para el ocio. Quien tiene hambre no juega. En segundo lugar, como no se est4 obli- gado a él y como sélo se mantiene mediante ‘el placer de jugar, el juego queda a merced del aburrimiento, de la saciedad o de un simple cam- bio de humor. Por otra parte, el juego est4 con- denado a no fundar ni a producir nada, pues en su propia esencia esté anular sus resultados, a diferencia del trabajo y la ciencia que capitalizan ~Joés suyos y, en mayor o menor medida, transfor- ~ man el mundo. Ademés, a expensas del conte! ~ do, el juego desarrolla un respeto supersticioso a la forma, respeto que puede volverse maniaco si simplemente se mezcla con el gusto por la eti- quet#por' cl pundonor o per la’ castistica, por los refinamientos de la buracracia o de los pro- cedimientos. Finalmente, el juego escoge sus di- ficultades, las aisla de su context6 y, por decirlo asi, las irrealiza. Que sean o no resucltas no tiene mas consecuencia que cierta satisfaccién 0 cierta decepcién igualmente ideales. De habi- tuarse a ella, esa benignidad engafia respecto a Ja rudeza de las pruebas verdaderas. Acostum- bra considerar sélo elementos examinados y resueltos, entre los cuales la eleccién es nece- sariamente abstracta. En pocas palabras, el jue- go descansa sin duda en el placer de vericér el ‘obstdculo, pero un obstdculo arbitrario, casi fic- ticio, hecho a la medida del jugador y acéeptado ‘por él. En cambio, la realidad no tiene esas de- licadezas. _ 21 En este ultimo punto reside la debilidad prin- cipal del juego. Pero esa debilidad obedece en altima instancia a su propia naturaleza y, sin ella, el juego estaria igualmente desprovisto de su ‘idad. hens Seca ci Secundum Secundatum PRIMERA PARTE I. DEFINICION DEL JUEGO En 1933, Johan Huizinga, rector de la Universi- de Leiden, eligié como tema de su discurso inicial Los limites del juego y de la seriedad en la cultura. En Homo ludens, trabajo original y vi- goroso publicado en 1938, retomé y desarrollé sus tesis. Discutible en la mayorfa de sus afir- maciones, esta obra, por su naturaleza, no deja de abrir caminos sumamente fecundos a la in- vestigacién y a la reflexion. En todo caso, el mérito de Huizinga consiste en haber analiza- do magistralmente varias de las caracteristicas fundamentales del juego y en haber demostrado la importancia de su funcién’ en el desarrollo mismo de la civilizacién. Por una parte, inten- taba procurar una definicién exacta de la natu- raleza esencial del juego; por otra, se esforzaba por arrojar luz sobre esa parte del juego que obsesiona o vivifica las manifestaciones esencia- les de toda cultura: las artes y la filosoffa, Ja poesia y las instituciones juridicas e incluso cier- tos aspectos de la guerra cortés. Huizinga cumplié brillantemente con esa de- mostracién pero, aunque descubre el juego alli donde antes que é] nadie se habia atrevido a reconocer su presencia o su influencia, descuida deliberadamente la descripcién y la clasificacién - de los propios juegos, dandolas por sentadas, 27 como si todos los juegos respondieran a las mis- mas necesidades y manifestaran indiferentemen- te la misma actitud psicolégica. Su obra no es un estudio de los juegos, sino una investigacion sobre la fecundidad del espiritu de juego en el terreno de la cultura y mds precisamente del espiritu que preside cierta especie de juegos: Jos juegos de competencia reglamentada. El exa- men de las formulas iniciales de que se vale Huizinga para circunscribir el campo de sus andlisis ayuda a comprender extrafias lagunas de un estudio por lo demas notable en todos aspectos. Huizinga define el juego ast: Resumiendo, podemos decir, por tanto, que el juego, en su aspecto formal, es una accién libre ejecutada “como si” y sentido como situada fue- ra. de la. vida corriente, perozquemapesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningdn interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se eje- citta dentro de un’ determinado tiempo y de un determinado espacio, que se desarrolla en un or- den sometido a reglas y que origina asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfra- zarse para destacarse del mundo habitual.t + Homo tudens, trad. del FCE, México, 1943, pp. 3132, En la pagina 53 se encuentra otra definicién, menos rica pero también menos limitativa: “El juego es una accién u ocupacién libre, que se desarrolla dentro de unos limites temporales y espa- ciales determinados, segtm reglas absolutamente obli- gatorias, aunque libremente aceptadas, accién que tiene su fin en sf misma y va acompafiada de un sentimien- to de tensién y alegria y de la conciencia de ‘ser de otro. modo’ queen, la vida corriente.” - 28 Esta definicién, en que sin embargo todas Jas palabras tienen gran valor y estan Ienas de sen. tido, es a la vez demasiado amplia y demasiado limitada. Es meritorio y fecundo haber captado la afinidad que existe entre el juego y el secreto o el misterio, a pesar de lo cual esa connivencia no podria intervenir en una definicién del jue- go, el cual casi siempre resulta espectacular si no es que ostentoso. Sin duda el secreto, el misterio y, en fin, el disfraz, se prestan a una actividad de juego, aunque al punto es conve- niente agregar que esa actividad necesariamente se ejerce en detrimento de todo secreto. La ac- tividad de juego lo expone, lo publica y, en cier- to modo, Io gasta. En pocas palabras, tiende a desviarlo de su naturaleza misma. En. cambio, cuando el secreto, la mascara y ¢l.traje desem. péfian una fiincién sacramental, -se“puede estar seguro de que no hay un juego, sirio una insti- tucién. Todo lo que es misterio o simulacro por na- turaleza estd préximo al juego: y aun es ne- cesario que se imponga la parte de la ficcién y de la diversi6n, es decir, que el misterio no sea reverenciado y que el simulacro no sea ni prin- cipio ni signo de metamorfosis y de posesién. En segundo lugar, la parte de la definicién de Huizinga que considera al juego como una ac- cién desprovista de todo interés material exclu- ye simplemente las apuestas y los juegos de azar, es decir, por ejemplo, los garitos, los casi- nos, las pistas de carreras y las loterias que, para bien o para mal, ocupan precisamente un 29 lugar importante en la economia y en Ja vida cotidiana de los diferentes pueblos, cierto que en formas infinitamente variables, pero en las cuales la constancia de la relacién entre azar y ganancia es atm mas impresionante. Los juegos de azar, que son también juegos de dinero, prac- ticamente no tienen cabida en la obra de Hui- zinga. Y ése es un prejuicio que no carece de consecuencias. Pero tampoco es inexplicable. Ciertamente re- sulta mucho més dificil establecer la fecundi- dad cultural de los juegos de azar que la de los juegos de competencia. Sin embargo, la influen- cia de los juegos de azar no es menos aprecia- ble, aunque se considere desdichada. Ademés, no tomarlos en consideracién conduce a dar del juego una definicién que afirma_o sobreentien- de que ‘el juego’ no ‘Heva corisigo ningtin inte- rés de orden econémico. Pues bien, es preciso distinguir. En: algunas de sus manifestaciones, el juego es por el contrario lucrativo o ruinoso a un grado extremo y est destinado a serlo, lo cual no impide que ésa caracteristica se avenga con el hecho de que, incluso en su forma de juego por dinero, el juego siga siendo rigurosa- mente improductivo. En el mejor de los casos, la suma de ganancias no podria sino igualar la suma de las pérdidas de los demas jugadores. Aunque casi siempre es inferior, a causa’de los gastos generales, de los impuestos o de los be- neficios del empresario, unico que no juega o cuyo juego estA protegido contra el azar por Ja ley de los grandes nimeros, es decir, el unico que no- puede tomar placer en el juego. Hay 30 desplazamiento de propiedad, pero no produc- cién de bienes. Atm mds, ese desplazamiento no afecta sino a los jugadores y sdlo lo hace en la medida en que ellos aceptan, por efecto de una libre decisién renovada en cada partida, la even- tualidad de esa transferencia. En efecto, es ca- racteristico del juego no crear ninguna riqueza, ninguna obra, en lo cual se distingue del trabajo © del arte. Al final de la partida, todo puede y debe volver a empezar en el mismo punto, sin que nada nuevo haya surgido: ni cosechas, ni objeto manufacturado, ni obra maestra, ni tam- poco ampliacién de capital. El juego es ocasién de gasto puro: de tiempo, de energia, de inge- nio, de habilidad y con frecuencia de dinero, para la compra de los accesorios del juego o posible- mente para pagar el alquiler del local. En cuan- to a‘los préfesionales, ‘los BOXeadores, los ‘Ciclis- tas, los jockeys o los actores que se ganan la vida en el cuadrilatero, en la pista, en el hipd- dromo o en las tablas, y deben pensar en la prima, en el salario o en la remuneraci6n, est4 claro que en ello no son jugadores, sino hombres de oficio. Cuando juegan, es a algtin otro juego. Por otra parte, no cabe duda de que el juego se debe definir como una actividad libre y volun- taria, como fuente de alegria y de diversion. Un juego en que se estuviera obligado a participar dejaria al punto de ser un juego: se constituiria en coercién, en una carga de la que habria prisa por desembarazarse. Obligatorio o simplemente recomendado, perderia una de sus caracteristi- cas fundamentales: el hecho de que el jugador 31 se entrega a él espontdneamente, de buen grado y por su gusto, teniendo cada vez la total liber- tad de preferir el retiro, el silencio, el recogi- miento, la soledad ociosa o una actividad fecun- da. De alli la definicion que Valéry propone del juego: es aquello donde “el hastio puede desli- gar lo que habia ligado el entusiasmo”? El jue- go sdlo existe cuando los jugadores tienen ganas. de jugar y juegan, asi fuera el juego mds absor- bente y mas agotador, con intencién de divertir- se y de escapar de sus preocupaciones, es decir, para apartarse de la vida corriente. Por lo demas y sobre todo, es preciso que estén en libertad de irse cuando les plazca, diciendo: “Ya no jue- go més.” En efecto, el juego_es esencialmente.una_ocu- pacién Separada, cuidadosamente aislada del res- to de la existencia y realizada por lo general dentro de Ifmites precisos de tiempo y de lugar. Hay un espacio para el juego: segiin los casos, Ja rayuela, el tablero de ajedrez o el tablero de damas, el estadio, la pista, la liza, el cuadrila- tero, la escena, la arena, etc. Nada de lo que ocurre en el exterior de la frontera ideal se toma en cuenta. Salir del recinto por error, por acci- dente 0 por necesidad, enviar la pelota mas alla del terreno, ora descalifica, ora da lugar a un castigo. Hay que retomar el juego en la frontera con- venida. Lo mismo ocurre con el tiempo: Ia par- tida empieza y termina a una sefial. Con fre- *Paul Valéry: Tel quel, 1, Paris, 1943, p. 21, 32 cuencia, su duracién se fija de antemano. Es deshonroso abandonarla o interrumpirla sin cau- sa mayor (gritando, por ejemplo, “tiempo”, como en los juegos de nifios): Si es posible, se pro- longa, tras acuerdo de los adversarios o decisién de un Arbitro. En cualquier caso, el terreno del juego es asi un universo reservado, cerrado y protegido: un espacio puro. Las leyes confusas y complicadas de la vida or- dinaria se sustituyen, en ese espacio definido y durante ese tiempo determinado, por reglas pre- cisas, arbitrarias e irrecusables, que es preciso aceptar como tales y que presiden el desarrollo correcto de la partida. Si las viola, el tramposo cuando menos finge respetarlas. No las discu- te: abusa de la lealtad de los dems, jugadores. Desde ese punto de vista, se debe apoyar a los autores segtin los cuales la deshonestidad del tramposo no destruye el juego. El. que lo es- tropea es el negador que denuncia lo absurdo de las reglas, su naturaleza puramente conven- cional, y se niega a jugar porque el juego no tiene ningtin sentido. Sus argumentos son irre- futables. El juego no tiene mas sentido que el juego mismo. Ademas, ésta es la razén de que sus reglas sean imperiosas y absolutas: se en- cuentran por encima de toda discusién. No hay ninguna razén para que sean como son y no de otra manera. Quien no las acepta con ese cardc- ter, necesariamente debe considerarlas extrava- gancia manifiesta. 33 ee Sélo se juega si se quiere, cuando se quiere y el tiempo que se quiere. En ese sentido, el juego es una actividad libre. Es ademas una actividad incierta. La duda sobre el resultado debe prolon- garse hasta el fin. Cuando, en una partida de nai- pes, el resultado ya no es dudoso, se deja de jugar y todos muestran su juego. En Ia loteria, en la ruleta, se apuesta a un nimero que puede salir o no. En una prueba deportiva, las fuerzas de los campeones deben esiar equilibradas, a fin de que cada cual pueda defender su suerte hasta el fin. Todo juego de habilidad implica por definicion y para el jugador el riesgo de fallar la jugada, una amenaza de fracaso sin la cual el juego dejaria de divertir. A decir verdad, ya no divierte a quien, demasiado entrenado o demasiado habil, gana sin esfuerzo e. infalible- mente. 9: ae Un desarrollo conocido de antemano, sin po- sibilidad de.error ni de sorpresa, que conduzca claramente a un resultado ineluctable, es incom- patible con'la naturaleza del juego. Se necesita una renovacién constante e imprevisible de la situacion, tal como la que se produce a cada ataque o a cada respuesta en esgrima o en fut- bol, en cada cambio de pelota en el tenis o incluso, en el ajedrez, en cada ocasién que uno de los adversarios mueve una pieza. El juego consiste en la necesidad de encontrar, de inven- tar inmediatamente una respuesta que es libre dentro de los limites de las reglas. Esa libertad del jugador, ese margen concedido a su accién es esencial para el juego y explica en parte el placer que suscita. Igualmente es la que da ra- 34 z6n de empleos tan sorprendentes y significati- vos de Ja palabra “juego” como los que se apre- cian en las expresiones juego escénico de un artista 0 juego de un engranaje, para designar en un caso el estilo personal de un intérprete y en el otro la falta de ajuste de un mecanismo. Muchos juegos no implican reglas. De ese modo, no las hay, o cuando menos no fijas y rigidas, para jugar a las mufie¢as, al soldado, a policias y ladrones, al caballo, a la locomotora, al avidn y, en general, a los juegos que suponen una libre improvisacién y cuyo principal atractivo se deri- va del placer de representar un papel, de compor- tarse como si se fuera alguien distinto o incluso una cosa distinta, por ejemplo una méquina. Pese al caracter parad6jico de la afirmacion, debo decir aqui que la ficcién,~el “Sentimiento © del como si sustituye a la regla y cumple exac- tamente Ja misma funcién. Por sf misma, la regla crea una ficcién. Quien juega al ajedrez, al marro, al polo, al bacar4, por el propio he- cho de plegarse a sus reglas respectivas, se ve separado de la vida corriente, que no conoce ninguna actividad que esos juegos pudieran tra- tar de reproducir fielmente. Por eso se juega en serio al ajedrez, a las barras, al polo o al bacara. No se hace como si. Por el contrario, cada vez que el juego consiste en imitar a la vida, por una parte el jugador evidentemente no sabra inven- tar y seguir reglas que no existen en la realidad y, por la otra, el juego sé acompaiia de la con- ciencia de que la conducta seguida es fingimien- to, simple mimica. Esa conciencia de la irreali- 35 dad findamental del comportamiento“adoptado separa de la vida corriente y ocupa el lugar de la legislacion arbitraria que define otros jue- gos. La equivalencia es tan precisa que el sabo- teador de juegos, que denunciaba lo absurdo de las reglas, se constituye ahora en aquel que rom- pe el encantamiento, en aquel que se niega bru- talmente a acceder a la ilusion propuesta, en aquel que recuerda al muchacho que no es un verdadero detective, un verdadero pirata, un ver- dadero caballo, un verdadero: submarino, 0, a la chiquilla, que no arrulla a un nifio verdadero 0 que no sirve una verdadera comida a verdaderas damas en su vajilla en miniatura. Asi, los juegos no son reglamentados y ficticios. Antes bien, o estan reglamentados o son ficti- scios. Al grado de’ que’ si~un: Juegsveghittietitade aparece en ciertas circunstancias como una ac- tividad seria y fuera de alcance a quien ignora las reglas, es ‘decir, si le parece parte de fa vida corriente, ese juego al punto puede servir al pro- fano desconcertado y curioso de cafiamazo para un simulacro divertido. Podemos concebir facil- mente que, a fin de imitar a las personas ma- yores, algunos nifios muevan a tontas y a locas piezas reales o supuestas sobre un tablero de ajedrez ficticio, y encuentren divertido, por ejem- plo, jugar a “jugar al ajedrez”. Destinada a precisar la naturaleza, el maximo comtin denominador de todos los juegos, la ex- posicién anterior posee al mismo tiempo la ven- taja de poner en relieve su diversidad y de am- 36 pliar muy considerablemiente el universo que por jo comin se explora cuando se los estudia. En particular, estas observaciones intentan anexar a ese universo dos nuevos campos: el de las apuestas y los juegos de azar, y el de la mimica y la interpretacién. No obstante, quedan nume- rosos juegos y diversiones a los que todavia dejan de lado o a los cuales se adaptan imper- fectamente: ellos son, por ejemplo, el cometa y el trompo, los acertijos, los solitarios y los cru- cigramas, el tiovivo, el columpio y algunas atrac- ciones de las ferias ambulantes. A ellos habra que volver. Por el momento, los andlisis ante- riores permiten ya definir esencialmente el jue- go como una actividad: 1° Libre: a Ja cual el jugador no fodria estar obligado sin-que el juego perdierasal-punto "su. naturaleza de diversion atractiva yilegre; 2° Separada: circunscrita en limites de espa- cio y de tiempo precisos y determiriados por an- ticipado; 3° Incierta: cuyo desarrollo no podria estar predeterminado ni el resultado dado de antema- no, por dejarse obligatoriamente a la iniciativa del jugador cierta libertad en’ la necesidad de inventar; 4° Improductiva: por no crear ni bienes, ni riqueza, ni tampoco elemento nuevo de ningu- na especie; y, salvo desplazamiento de propie- dad en el seno del circulo de los jugadores, por- que se Iega a una situacién idéntica a la del principio de la partida; 5° Reglamentada: sometida a convenciones que 37 suspenden ‘las leyes ordinarias é instauran mo- mentdneamente una nueva legislacién, que es la unica que cuenta; 6° Ficticia: acompafiada de una conciencia es- pecifica de realidad secundaria o de franca irrea- lidad en comparacién con la vida corriente. Esas diversas cualidades son puramente for- males. No prejuzgan sobre el contenido de los juegos. Sin embargo, el hecho de que las dos ultimas —Ia regla y la ficcién— hayan parecido casi exclusivas la una con respecto a la otra de- muestra que la naturaleza intima de los elemen- tos que ambas tratan de definir implica y tal vez exige que éstos sean a su vez objeto de una reparticién que, esta vez, se esforzaré por tener en cuenta, no caracteristicas que los oponen en su conjunto al resto de la realidad, sino las que Jos distribuyen*en“grupos: de--una ‘originalidad: decididamente irreductible. 38 II, CLASIFICACION DE LOS JUEGOS LA MULTITUD y la variedad infinitas de los jue- gos hacen perder, al comienzo, la esperanza de descubrir un principio de clasificacién que per- mita distribuirlos a todos en un ntimero redu- cido de categorias bien definidas. Ademds, los juegos presentan tantos aspectos diferentes que hay la posibilidad de multiples puntos de vista. El vocabulario comun muestra a las claras hasta qué punto permanece vacilante e incierta la men- te; a decir verdad, emplea diversas clasificacio- nes opuestas=No tiene ‘sentido enfrentar los-jue- gos de naipes a los juegos de habilidad, como tampoco oponer los juegos de sociedad a los jue- gos de estadio. En efecto, en un caso se escoge como criterio de distribucién el instrumento de juego; en otro, la cualidad principal que exige; en un tercero, el ntimero de jugadores y el am- biente de Ja partida; finalmente, en el ultimo, el jugar en que se disputa la prueba. Ademés, lo que viene a complicarlo todo es el hecho de que se puede jugar a un mismo juego solo o en gru- po. Un juego determinado puede movilizar di- versas cualidades a la vez o bien no necesitar ninguna. En un mismo lugar, se puede jugar a juegos marcadamente distintos: los caballos de madera 39 y. el diébolo“son~diversiones ‘al aire-libre; pero~~ el nifio que juega pasivamente por el placer de verse arrastrado por la rotacién del tiovivo no lo hace con el mismo espiritu que quien realiza su mejor esfuerzo para atrapar correctamente su diabolo. Por otra parte, muchos juegos se jue- gan sin instrumentos ni accesorios. A lo cual se agrega que un mismo accesorio puede tener fun- ciones diversas segtin el juego considerado. Por lo general, las canicas son el instrumento en un juego de habilidad, pero uno de los jugadores puede tratar de adivinar si el ntimero que su adversario tiene en la mano cerrada es par 0 impar: y entonces las canicas son instrumento en un juego de azar. Sin embargo, quiero detenerme en esta Ulti- ma expresién. Por una vez, hace alusién al ca- ~: oe samketegsfundamentab-de ana: especiesbiengdeter- minada de juegos. Sea al hacer una apuesta o en la Joteria, sea en la ruleta ‘o el bacard, es claro que el jugador adopta la misma ‘actitud. No hace nada, solo espera la decision de la suerte. En cambio el boxeador, el corredor, el jugador de ajedrez o de rayuela ponen todo en prac- tica para ganar. Poco importa que esos juegos sean ora atléticos, ora intelectuales. La actitud del jugador es la misma: el esfuerzo por vencer a un rival colocado en.las mismas condiciones que él. Asi, al parecer esté justificado oponer Jos juegos de azar y los juegos de competencia. Sobre todo, resulta tentador ver si es posible descubrir otras actitudes no menos fundamen- tales, que posiblemente ofrecerian los titulos de una clasificacién razonada de los juegos. 40 | | i be b # Luego- del examen -de las diferentes posibilida- des, propongo con ese fin una divisién en cuatro secciones principales segin que, en los juegos considerados, predomine el papel de la compe- tencia, del azar, del simulacro o del vértigo. Las llamo respectivamente Agon, Alea, Mimicry e dlinx. Las cuatro pertenecen claramente al te- rreno de los juegos: se juega al futbol, a las canicas 0 al ajedrez (agon), se juega a la ruleta o a la loteria (alea), se juega al pirata como se interpreta [francés: on joue] a Neron o a Ham- let (mimicry) y, mediante un movimiento rapido de rotacién o de caida, se juega a provocar en si mismo un estado organico de confusion y de desconcierto (iinx). Sin embargo, esas desig- naciones atin no.cubren enteramente el universo del juego. Lo eeestasaee tt en-€uddrantes, cada uno-de-lo: por-unprineipio-origi- nal. Delimitan sectores que redinen juegos de la misma especie. Pero, dentro de esos. sectores, los distintos juegos se escalonan eriel mismo or- den, de acuerdo con una progresién compara- ble. Asi, al mismo tiempo se les puede situar entre dos polos opuestos. Casi por completo, en. uno de los extremos reina un principio comin de diversién, de turbulencia, de libre improvi- sacién y de despreocupada plenitud, mediante Ja cual se.manifiesta cierta fantasia desbocada gue podemos designar mediante el nombre de paidia. En el extremo opuesto, esa exuberancia traviesa y espontdnea casi es absorbida o, en todo caso, disciplinada por una tendencia com- plementaria, opuesta por algunos conceptos, pero no por todos, de su naturaleza andrquica y ca- re 41

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