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Los fotgrafos se remueven nerviosos junto a la Puerta del Perdn.

Incluso el
padre Antonio Escalante, cmara en mano, esquiva hombros y brazos entre el
laberinto de cuerpos buscando el mejor ngulo, el encuadre preciso que haga
imposible olvidar la escena que de todas formas vamos a recordar para siempre.
Haban sido meses de espera, pero all est don Gustavo, el nuevo pastor,
junto a don Christophe y don Emilio bendiciendo el agua, arrojndola con el hisopo
sobre los seis cannigos del Cabildo Metropolitano que lo esperan en la entrada. Si la
Catedral es el corazn de nuestra Iglesia, aquel da nuestro templo lata.
De repente, los murmullos de los fieles reunidos, los retazos de silencio se
apagan cuando el coro entona Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera. El padre
Antonio me explica que es una cancin de Pascua y profunda alegra justo cuando
nuestro Arzobispo, agua fresca que viene del desierto, camina hacia los seminaristas
que sostienen el Palio.
La procesin avanza por el pasillo central rumbo al altar mientras el coro
imponente, profundo y solemne clama en latn la gloria de Jesucristo. Don
Gustavo, lejano al nerviosismo de todo el mundo, muestra su rostro en calma,
saludando e inclinando a su nueva Grey brevemente, con las reservas que impone el
acto.

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