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1
Juan Bosco quiere encontrarse con los niños, jóvenes y adultos, en cada
casa que acoge, en cada parroquia que evangeliza, en cada escuela que
encamina hacia la vida, y en cada patio donde se comparte la amistad y la
alegría. Su imagen es la presencia misma: ¡DON BOSCO ESTA AQUÍ!
2
3
Tema 1: LA
OBEDIENCIA
EN
CAMINO
CON
DON
BOSCO
Tiempo: 15-25 minutos
Fecha:
Categoría:
JÓVENES
Hemos escogido en esta ocasión una virtud que veremos en el transcurso de las
catequesis preparativas a la “Urna de Don Bosco”. En esta ocasión compartiremos
con nuestros jóvenes la virtud de la OBEDIENCIA.
Compromiso:
Escoge una cosa que habitualmente te piden hacer y
que no te gusta, y esfuérzate por hacerla sin
quejarte.
La vida en los Becchi era bastante dura: por la mañana había que ir a trabajar en el
campo, cortar la hierba, arar el terreno, sembrar y recoger el trigo. La viña, además,
exigía muchos cuidados, especialmente en el tiempo de la vendimia. ¡Pero no solo eso!
Había que pensar en la casa, en la cocina, el lavado de ropa, ir al pozo por agua y,
además, cuidar de los animales y del establo. Así crecía Juancito, ayudando a su madre
como podía: iba por leña, traía agua, pelaba las legumbres, limpiaba el establo...
Cuando todavía no era fuerte para trabajar la tierra como hacía Antonio, con José
llevaba los animales al potrero y, entre una y otra ida, jugaba en los prados y atendía a
las demás tareas.
Las veces que iba solo, llevaba en un bultito una suave tajada de pan de harina de
trigo: su merienda. En los potreros lo esperaba un amigo suyo, el cual como merienda
tenía una tajada de pan negro, pesado y duro, hecho con harina de maíz y centeno,
ciertamente no muy bueno.
Un día Juan pasó al compañero su tajada de óptimo pan blanco, diciendo:
– Toma, es tuya.
– ¿Y tú?
– Prefiero tu pan negro.
Con frecuencia encontraba a los amigos de las granjas cercanas, no todos muchachos
muy de fiar: algunos decían malas palabras y se portaban prepotentes. Jugaban a un
juego llamado «lipa», parecido en algo al base-ball de hoy. Después de uno de esos
encuentros, volvió a casa con el rostro que chorreaba sangre: un proyectil de madera lo
había golpeado en la cara. Mamá Margarita se preocupó y, mientras lo curaba, le dijo:
– El día menos pensado vuelves a casa con un ojo arruinado. ¿Por qué vas con esos
chicos? Lo sabes que algunos son poco recomendables.
– Si es para darte gusto, no voy más. Pero mira, cuando estoy yo, se portan mejor.
Mamá Margarita suspiró y lo dejó ir.
Llegó
el
momento
en
que
la
situación
con
Antonio
empeoró:
por
haber
colocado
un
libro
sobre
la
mesa
de
la
cocina,
Juan
se
llevó
una
lluvia
de
bofetadas.
Era
imposible
seguir
así.
Una
mañana
de
febrero
mamá
Margarita
tomó
la
decisión
más
dura
de
su
vida:
–
Es
mejor
que
te
vayas
de
casa.
Uno
de
estos
días
Antonio
podría
hacerte
daño.
Le
indicó
algunas
granjas
donde
habría
podido
trabajar
como
criado
y,
colocándole
un
atadito
bajo
el
brazo,
lo
saludó
con
tristeza.
Juan
llegó
a
la
granja
Moglia.
Un
instante
en
silencio
para
darse
ánimo,
luego
entró.
La
familia
de
los
Moglia
estaba
reunida
en
la
era
y
preparaba
los
mimbres
para
la
vid.
Al
comienzo
el
Sr.
Moglia
no
quería
asumirlo,
pero
después
la
Sra.
Dorotea,
esposa
del
dueño,
se
conmovió:
–
Tómalo,
Luis.
Probémoslo
por
algunos
días.
Juan
se
dedicó
a
fondo,
para
no
ser
despedido:
trabajaba
del
amanecer
hasta
bien
avanzada
la
tarde.
Después,
cuando
los
demás
iban
a
dormir,
encendía
una
vela
y
seguía
leyendo
los
libros
que
le
había
prestado
su
maestro
de
escuela,
Don
Lacqua.
También
mientras
guiaba
los
bueyes
que
araban
era
capaz
de
tener
un
libro
en
la
mano.
El
viejo
José,
tío
de
Luis,
volviendo
sudado
de
los
campos,
vio
a
Juancito
que,
al
mediodía,
se
arrodillaba
para
rezar
el
Angelus:
– Pero,
¡qué
bien!
Nosotros
los
dueños
trabajamos
y
bregamos,
y
el
criado
reza
en
santa
paz.
5
– Cuando
hay
que
trabajar,
Ud.
lo
sabe,
no
doy
pie
atrás.
Pero
mi
madre
me
ha
enseñado
que,
si
rezamos,
de
dos
granos
nacen
cuatro
espigas;
si
por
el
contrario
no
lo
hacemos,
de
cuatro
granos
nacen
solo
dos
espigas.
Por
tanto
es
mejor
que
rece
un
poco
también
usted
.
En
noviembre
de
1829
fue
a
verlo
el
tío
Miguel,
hermano
de
su
madre:
–
Entonces,
Juan,
¿estás
contento?
–
No.
Me
tratan
bien,
pero
yo
quiero
estudiar,
y
ya
he
cumplido
14
años.
El
tío
Miguel
lo
llevó
nuevamente
a
casa.
Antonio
se
irritó
por
esa
decisión
pero,
después
de
una
viva
discusión,
aceptó
los
estudios
de
Juan,
con
tal
que
no
le
tocara
pagarlos
también
a
él.
Tema 1: LA
OBEDIENCIA
EN
CAMINO
CON
DON
BOSCO
Tiempo: 15-25 minutos
Fecha:
Categoría:
ADOLESCENTES
Hemos escogido en esta ocasión una virtud que veremos en el transcurso de las
catequesis preparativas a la “Urna de Don Bosco”. En esta ocasión compartiremos
con nuestros jóvenes la virtud de la OBEDIENCIA.
Compromiso:
Escoge una cosa que habitualmente te piden hacer y
que no te gusta, y esfuérzate por hacerla sin
quejarte.
3
La vida en los Becchi era bastante dura: por la mañana había que ir a trabajar en el
campo, cortar la hierba, arar el terreno, sembrar y recoger el trigo. La viña, además,
exigía muchos cuidados, especialmente en el tiempo de la vendimia. ¡Pero no solo eso!
Había que pensar en la casa, en la cocina, el lavado de ropa, ir al pozo por agua y,
además, cuidar de los animales y del establo. Así crecía Juancito, ayudando a su madre
como podía: iba por leña, traía agua, pelaba las legumbres, limpiaba el establo...
Cuando todavía no era fuerte para trabajar la tierra como hacía Antonio, con José
llevaba los animales al potrero y, entre una y otra ida, jugaba en los prados y atendía a
las demás tareas.
Las veces que iba solo, llevaba en un bultito una suave tajada de pan de harina de
trigo: su merienda. En los potreros lo esperaba un amigo suyo, el cual como merienda
tenía una tajada de pan negro, pesado y duro, hecho con harina de maíz y centeno,
ciertamente no muy bueno.
Un día Juan pasó al compañero su tajada de óptimo pan blanco, diciendo:
– Toma, es tuya.
– ¿Y tú?
– Prefiero tu pan negro.
Con frecuencia encontraba a los amigos de las granjas cercanas, no todos muchachos
muy de fiar: algunos decían malas palabras y se portaban prepotentes. Jugaban a un
juego llamado «lipa», parecido en algo al base-ball de hoy. Después de uno de esos
encuentros, volvió a casa con el rostro que chorreaba sangre: un proyectil de madera lo
había golpeado en la cara. Mamá Margarita se preocupó y, mientras lo curaba, le dijo:
– El día menos pensado vuelves a casa con un ojo arruinado. ¿Por qué vas con esos
chicos? Lo sabes que algunos son poco recomendables.
– Si es para darte gusto, no voy más. Pero mira, cuando estoy yo, se portan mejor.
Mamá Margarita suspiró y lo dejó ir.
4
Llegó
el
momento
en
que
la
situación
con
Antonio
empeoró:
por
haber
colocado
un
libro
sobre
la
mesa
de
la
cocina,
Juan
se
llevó
una
lluvia
de
bofetadas.
Era
imposible
seguir
así.
Una
mañana
de
febrero
mamá
Margarita
tomó
la
decisión
más
dura
de
su
vida:
–
Es
mejor
que
te
vayas
de
casa.
Uno
de
estos
días
Antonio
podría
hacerte
daño.
Le
indicó
algunas
granjas
donde
habría
podido
trabajar
como
criado
y,
colocándole
un
atadito
bajo
el
brazo,
lo
saludó
con
tristeza.
Juan
llegó
a
la
granja
Moglia.
Un
instante
en
silencio
para
darse
ánimo,
luego
entró.
La
familia
de
los
Moglia
estaba
reunida
en
la
era
y
preparaba
los
mimbres
para
la
vid.
Al
comienzo
el
Sr.
Moglia
no
quería
asumirlo,
pero
después
la
Sra.
Dorotea,
esposa
del
dueño,
se
conmovió:
–
Tómalo,
Luis.
Probémoslo
por
algunos
días.
Juan
se
dedicó
a
fondo,
para
no
ser
despedido:
trabajaba
del
amanecer
hasta
bien
avanzada
la
tarde.
Después,
cuando
los
demás
iban
a
dormir,
encendía
una
vela
y
seguía
leyendo
los
libros
que
le
había
prestado
su
maestro
de
escuela,
Don
Lacqua.
También
mientras
guiaba
los
bueyes
que
araban
era
capaz
de
tener
un
libro
en
la
mano.
El
viejo
José,
tío
de
Luis,
volviendo
sudado
de
los
campos,
vio
a
Juancito
que,
al
mediodía,
se
arrodillaba
para
rezar
el
Angelus:
– Pero,
¡qué
bien!
Nosotros
los
dueños
trabajamos
y
bregamos,
y
el
criado
reza
en
santa
paz.
– Cuando
hay
que
trabajar,
Ud.
lo
sabe,
no
doy
pie
atrás.
Pero
mi
madre
me
ha
enseñado
que,
si
rezamos,
de
dos
granos
nacen
cuatro
espigas;
si
por
el
contrario
no
lo
hacemos,
de
cuatro
granos
nacen
solo
dos
espigas.
Por
tanto
es
mejor
que
rece
un
poco
también
usted
.
En
noviembre
de
1829
fue
a
verlo
el
tío
Miguel,
hermano
de
su
madre:
–
Entonces,
Juan,
¿estás
contento?
–
No.
Me
tratan
bien,
pero
yo
quiero
estudiar,
y
ya
he
cumplido
14
años.
El
tío
Miguel
lo
llevó
nuevamente
a
casa.
Antonio
se
irritó
por
esa
decisión
pero,
después
de
una
viva
discusión,
aceptó
los
estudios
de
Juan,
con
tal
que
no
le
tocara
pagarlos
también
a
él.
Tema 1: LA
OBEDIENCIA
EN
CAMINO
CON
DON
BOSCO
Tiempo: 15-25 minutos
Fecha:
Categoría:
INFANTIL
META: Dar a conocer la virtud de la Obediencia, según la vivencia de la niñez de Juan Bosco.
Hemos escogido en esta ocasión una virtud que veremos en el transcurso de las
catequesis preparativas a la “Urna de Don Bosco”. En esta ocasión compartiremos
con nuestros niños la virtud de la OBEDIENCIA.
Compromiso:
Escoge una cosa que habitualmente te piden hacer y
que no te gusta, y esfuérzate por hacerla sin
quejarte.
3
La vida en los Becchi era bastante dura: por la mañana había que ir a trabajar en el
campo, cortar la hierba, arar el terreno, sembrar y recoger el trigo. La viña, además,
exigía muchos cuidados, especialmente en el tiempo de la vendimia. ¡Pero no solo eso!
Había que pensar en la casa, en la cocina, el lavado de ropa, ir al pozo por agua y,
además, cuidar de los animales y del establo. Así crecía Juancito, ayudando a su madre
como podía: iba por leña, traía agua, pelaba las legumbres, limpiaba el establo...
Cuando todavía no era fuerte para trabajar la tierra como hacía Antonio, con José
llevaba los animales al potrero y, entre una y otra ida, jugaba en los prados y atendía a
las demás tareas.
Las veces que iba solo, llevaba en un bultito una suave tajada de pan de harina de
trigo: su merienda. En los potreros lo esperaba un amigo suyo, el cual como merienda
tenía una tajada de pan negro, pesado y duro, hecho con harina de maíz y centeno,
ciertamente no muy bueno.
Un día Juan pasó al compañero su tajada de óptimo pan blanco, diciendo:
– Toma, es tuya.
– ¿Y tú?
– Prefiero tu pan negro.
Con frecuencia encontraba a los amigos de las granjas cercanas, no todos muchachos
muy de fiar: algunos decían malas palabras y se portaban prepotentes. Jugaban a un
juego llamado «lipa», parecido en algo al base-ball de hoy. Después de uno de esos
encuentros, volvió a casa con el rostro que chorreaba sangre: un proyectil de madera lo
había golpeado en la cara. Mamá Margarita se preocupó y, mientras lo curaba, le dijo:
– El día menos pensado vuelves a casa con un ojo arruinado. ¿Por qué vas con esos
chicos? Lo sabes que algunos son poco recomendables.
– Si es para darte gusto, no voy más. Pero mira, cuando estoy yo, se portan mejor.
Mamá Margarita suspiró y lo dejó ir.
Llegó
el
momento
en
que
la
situación
con
Antonio
empeoró:
por
haber
colocado
un
libro
sobre
la
mesa
de
la
cocina,
Juan
se
llevó
una
lluvia
de
bofetadas.
Era
imposible
seguir
así.
Una
mañana
de
febrero
mamá
Margarita
tomó
la
decisión
más
dura
de
su
vida:
–
Es
mejor
que
te
vayas
de
casa.
Uno
de
estos
días
Antonio
podría
hacerte
daño.
4
Le
indicó
algunas
granjas
donde
habría
podido
trabajar
como
criado
y,
colocándole
un
atadito
bajo
el
brazo,
lo
saludó
con
tristeza.
Juan
llegó
a
la
granja
Moglia.
Un
instante
en
silencio
para
darse
ánimo,
luego
entró.
La
familia
de
los
Moglia
estaba
reunida
en
la
era
y
preparaba
los
mimbres
para
la
vid.
Al
comienzo
el
Sr.
Moglia
no
quería
asumirlo,
pero
después
la
Sra.
Dorotea,
esposa
del
dueño,
se
conmovió:
–
Tómalo,
Luis.
Probémoslo
por
algunos
días.
Juan
se
dedicó
a
fondo,
para
no
ser
despedido:
trabajaba
del
amanecer
hasta
bien
avanzada
la
tarde.
Después,
cuando
los
demás
iban
a
dormir,
encendía
una
vela
y
seguía
leyendo
los
libros
que
le
había
prestado
su
maestro
de
escuela,
Don
Lacqua.
También
mientras
guiaba
los
bueyes
que
araban
era
capaz
de
tener
un
libro
en
la
mano.
El
viejo
José,
tío
de
Luis,
volviendo
sudado
de
los
campos,
vio
a
Juancito
que,
al
mediodía,
se
arrodillaba
para
rezar
el
Angelus:
– Pero,
¡qué
bien!
Nosotros
los
dueños
trabajamos
y
bregamos,
y
el
criado
reza
en
santa
paz.
– Cuando
hay
que
trabajar,
Ud.
lo
sabe,
no
doy
pie
atrás.
Pero
mi
madre
me
ha
enseñado
que,
si
rezamos,
de
dos
granos
nacen
cuatro
espigas;
si
por
el
contrario
no
lo
hacemos,
de
cuatro
granos
nacen
solo
dos
espigas.
Por
tanto
es
mejor
que
rece
un
poco
también
usted
.
En
noviembre
de
1829
fue
a
verlo
el
tío
Miguel,
hermano
de
su
madre:
–
Entonces,
Juan,
¿estás
contento?
–
No.
Me
tratan
bien,
pero
yo
quiero
estudiar,
y
ya
he
cumplido
14
años.
El
tío
Miguel
lo
llevó
nuevamente
a
casa.
Antonio
se
irritó
por
esa
decisión
pero,
después
de
una
viva
discusión,
aceptó
los
estudios
de
Juan,
con
tal
que
no
le
tocara
pagarlos
también
a
él.
5
ROMPECABEZAS SALESIANO.
(Recorta las líneas punteadas)
Competencia:
A través del ejemplo de Don Bosco: Descubre la importancia de esforzarte en todo momento por
lo que quieres.
Experiencia de vida.
Jóvenes
Cuento de Apoyo
Pero la desgracia quiso que una noche cayera tal nevada en la ciudad, que la
ratonera de nuestros amigos quedó completamente sepultada y aislada por una
montaña de nieve. Trataron de salir, pero el frío era intenso y no creyeron
poder cavar un túnel con tanta nieve, así que decidieron esperar. Pasaron los
días, seguían rodeados de nieve, y ya no tenían comida. Duretas aguantaba
bastante bien, pero el bueno de Augustito, privado de sus baños, su comida y
su abrigo, estaba a punto de perder el control. Era un tipo culto, que había
estudiado mucho, y sabía que no aguantarían más de 3 días sin comida, los
mismos que habían calculado que necesitaban para cavar el túnel a través de la
nieve, así que no les quedaba otro remedio que lanzarse a cavar.
Pero en cuanto tocó la fría nieve, Augustito dio media vuelta. No podía con
aquel frío, ni con tanta hambre ¡ni siquiera sabiendo que estaba a punto de
morir! Duretas, sin embargo, lo aguantaba bastante bien, y comenzó a cavar, al
tiempo que animaba a su compañero a hacer lo mismo. Pero Augustito estaba
paralizado, no podía aguantar tan terribles condiciones, y ni siquiera podía
pensar con claridad. Y entonces vio a Duretas, "aquel bruto", y comprendió que
era mucho más sabio de lo que parecía, pues en lugar de hacer como él, se
había acostumbrado a hacer las cosas porque quería, y no sólo las más
apetecibles de cada momento. Y podía mandar cavar a sus patitas sin importar
que estuvieran moradas por el frío, algo imposible para él mismo, por mucho
que lo desease. Y con esos pensamientos, y una lágrima de impotencia, se
echó sobre el calentito montón de plumas que le servía de cama, dispuesto a
dejarse morir.
Cuando abrió los ojos, creyó estar en el cielo, pues la cara de un angelito le
estaba sonriendo. Pero con gran alegría comprobó que sólo era la enfermera,
quien le contó que llevaban días curándole, desde que un valiente había llegado
allí con las cuatro patas congeladas, y les había indicado cómo encontrarle
antes de caer sin fuerzas. Cuando Augustito corrió a agradecer a Duretas su
ayuda, le encontró en pie, muy recuperado. Había perdido varios dedos y una
oreja, pero se le veía alegre. Augustito se sentía muy culpable, pues él estaba
entero, pero el bruto de Duretas le respondió:
Por supuesto, siguieron siendo grandes amigos, pero Augustito ya nunca pensó
en Duretas como un bruto, y junto a él, se propuso recuperar el control de su
calentito y caprichoso cuerpecito, renunciando cada día a una de esas
innecesarias comodidades de la vida moderna.
PATALEANDO
Experiencia de vida.
Que comente las cosas que realiza Comparte su experiencia de tareas o Diálogo grupal o 10 minutos
en su casa (las que sus padres o responsabilidades en su vida (hogar, trabajo por grupos
encargados lo invitan a hacer; o las escuela, trabajo,…) (según amerite la
que hace porque quiere), también situación)
que comparta si estudia o trabaja.
Experiencia de fe.
Mostrarles que así como ellos En grupos comparten lo que quiere Papel bond blanco 15 minutos
realizan ciertas responsabilidades, decirles el pasaje de la vida de Don
Don Bosco también las realizó en su Bosco. Lápices de color,
vida; y que esto fue un medio de crayones, pilots,…
santificación para él y por ende un Que al terminar de compartir, hagan
camino a imitar una lista de actividades que puedan Fragmento de vida
hacer ellos y que consideran son de Don Bosco
maneras de ayudar a otros, y por
ende acercarse más a Dios.
Respuesta Cristiana.
¡Quiero Estudiar!
Juan hubiera querido decaer en el desánimo, pero no era tan sencillo hacerlo. Las
palabras de su madre volvían a la mente, de una forma o de otra lo que ella decía resultaba
verdad siempre, sin contar que ya desde cierto tiempo se preguntaba por qué, cada vez que
encontraba a un sacerdote, éste no se acercaba a charlar con él.
-¡No es justo!-pensaba-. Yo, si fuera cura, lo haría.
Después de pensarlo mucho tomó una decisión:
-¡Quiero estudiar para hacerme sacerdote!
Entre una tarea y otra comienza a tomar en las manos algunos libros. Había terminado solo
la segunda clase elemental, como era tradición en su tierra, porque su hermano Antonio no
había querido que siguiera estudiando:
-No hace falta. Es suficiente que sepa leer y contar.
Varias veces el hermano mayor, viéndolo con el libro en la mano durante las pausas del
trabajo, lo retó solemnemente, en ocasiones usó hasta golpes, como si las palabras no
bastaran. Juan, por su lado, a veces contestaba, otras aguantaba en silencio; pero seguía
adelante, tratando que no lo vieran. Margarita su mamá, hacía lo posible para mediar y
convencer a Antonio que lo dejara estudiar, pero no era ciertamente fácil; por otro lado él
traía dinero en casa.
Lejos de Casa
Llegó el momento en que la situación con Antonio empeoró: por haber colocado un
libro sobre la mesa de la cocina, Juan se llevó una lluvia de bofetadas. Era imposible seguir
así. Una mañana de febrero mamá Margarita tomó la decisión más dura de su vida:
-Es mejor que te vayas de casa. Uno de estos días Antonio podría hacerte daño.
Le indicó algunas granjas donde podría trabajar como criado y, colocándole un
atadito bajo el brazo, lo saludó con tristeza. Juan así, viajó a la granja Moglia; un instante
en silencio frente a ella, tomó ánimo y entró. La familia de los Moglia estaba reunida en la
eray preparaba los mimbres para la vid. Al comienzo el Sr. Moglia no quería recibirlo, pero
después la Sra. Dorotea, esposa del dueño se conmovió:
-Tómalo, Luis. Probémoslo por algunos días.
Juan se dedicó a fondo, para no ser despedido: trabajaba del amanecer hasta bien
avanzada la tarde. Después, cuando los demás iban a dormir, encendía una vela y seguía
leyendo los libros que le había prestado su maestro de escuela, Don Lacqua. También
mientras guiaba los bueyes que araban era capaz de tener un libro en la mano. El viejo
José, tío de Luis, volviendo sudado de los campos, vio que Juanito al mediodía se arrodillaba
para rezar el Angelus:
-Pero, ¡qué bien! Nosotros los dueños trabajamos y bregamos, y el criado reza en santa paz.
-Cuando hay que trabajar, usted lo sabe, no doy pie atrás. Pero mi madre me ha enseñado
que, si rezamos, de dos granos nacen cuatro espigas; si por el contrario no lo hacemos, de
cuatro granos nacen solo dos espigas. Por tanto es mejor que rece usted también.
En noviembre de 1829 fue a verlo el tío Miguel, hermano de su madre:
-Entonces Juan, ¿estás contento?
-No. Me tratan bien, pero yo quiero estudiar, y ya he cumplido 14 años.
El tío Miguel lo llevó nuevamente a casa. Antonio se irritó por esa decisión pero, después de
una viva discusión, aceptó los estudios de Juan, con tal de que no le tocara pagarlos a él.
Cuento
"¡Carloooos, ponte de una vez a hacer los deberes!" Hala, ya estaba su madre dando gritos.
Carlos pensaba, "cómo se nota que no los tiene que hacer ella, con lo aburridos que son", y
se sentaba durante horas delante del libro, esperando que pasara el tiempo y llegara la hora
de la cena. Un día cualquiera, estaba sumido en su habitual búsqueda de musarañas por el
techo de su habitación, cuando unos pequeños elfos, de no más de un centímetro de altura,
aparecieron por la ventana.
- Buenas tardes, chico grandullón ¿nos dejas tus deberes para jugar? -preguntó uno de ellos
cortésmente.
- ¡cómo vais a jugar con unos deberes, pero si son lo más aburrido que hay!. Ja, ja, ja...
Tomad, podéis jugar con ellos todo el rato que queráis.
El niño se quedó observando a sus invitados, y no salía de su asombro cuando vio la que
montaron. En menos de un minuto habían hecho varios equipos y se dedicaban a jugar con
el lápiz y la goma, el libro y el cuaderno. La verdad es que hacían cosas muy raras, como
con los cálculos de matemáticas, donde para escribir los números dejaban fijo el lápiz y sólo
movían el cuaderno, o como cuando hacían competiciones para la suma más rápida: cada
grupo se disfrazaba de forma distinta, unos de Papá Noel, otros de calabaza de Halloween,
otros de bolas de queso, y en cuanto terminaban paraban el reloj; el que ganaba tenía
derecho a incluir su dibujito en el cuaderno, que acabó lleno de gorros de Papá Noel y
calabazas. También eran muy graciosos estudiando la lección: utilizaban canciones famosas
y les ponían la letra de lo que tenían que aprenderse, y luego ¡organizaban un gran
concierto con todas las canciones!
Carlos disfrutó de lo lindo viendo a aquellos diminutos estudiantes, y hasta terminó cantando
sus canciones. Pero el tiempo pasó tan rápido que enseguida su mamá le llamó para cenar.
- Vaya, ¡qué rollo!. Con lo divertido que es esto...- gruñó mientras se despedía.
- ¡Claro que es divertido!, ya te lo dije; ¿por qué no pruebas unos días a hacerlo tú? nosotros
vendremos a verte de vez en cuando.
- ¡Hecho!
Así Carlos empezó a jugar con sus deberes cada tarde, cada vez con formas más locas y
divertidas de hacer los deberes, siempre disfrazándose, cantando y mil cosas más; y de vez
en cuando coincidía y jugaba con sus amigos los elfos, aunque realmente no sabía si habían
salido de la ventana o de su propia imaginación...
Y ni su mamá, ni su papá, ni sus profesores, ni nadie en todo el colegio podían creerse el
gran cambio. Desde aquel día, no sólo pasaba muchísimo más tiempo haciendo los deberes,
sino que los traía perfectos y llenos de dibujos, estaba muy alegre y no paraba de cantar. Su
mamá le decía lo orgullosa que estaba de que se esforzase tanto en hacer unos deberes que
sabía que era tan aburridos, pero Carlos decía para sus adentros "cómo se nota que no los
hace ella, con lo divertidos que son".
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