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BLISA LYNCH DE QUATREFAGES EL [pBLISA LYNCH DE ak § QUATREFAGES ; e - "Hace mucho itnnd que mis amigos me piden “escribar la, Biografia dé la célébre coneubina del tirano del Pa- raguay, Mariscal Francisco Solano Lépez. Siempre me 3 habia negado, en homenaje ala sociedad” de mi patria, © -por tratarse de una mujer cule juventud | habia que bus- carla en jeFtinajet de la ‘calle; su madutez jen la san: © @re virtuosa de sus victimas inocentes, y au. wejez, en los niladares L visio? * ¥ Pero ‘que Uegaxg este suelo un intento de ele- varla por enciniade los “millares de muertos que j6 a su paso, eapibiéndose como reliquia el supuesto v (sic) en que reposan. los ‘restosde la, mijer de que voy “oe ocuparme yf asegurindose que él esté*luciendo el uae Nagiogidl ‘ del Paraguay vanto mi-voa de pro- P por. semejétite ¢ insulto faz de la Patria y Uamo val tencion ab Puéblo Sousa de los ocultos desig- ae que encierra tan. osado atrevimiento. I Tras*la reivindicacién de la libertina, veydra eb re olamaite las tres leguas de tierras, despojadas wl Puex « blo Paraguayo y el pedido de ereccién de wn. monumento, tal como aspiran los que beben sus prestigios en el tumul- to callejero. de todos los dias. Por todo esto hablaré de este repugnante asunto, aun cuando para mi es Un sacrificio. Lo haré en homenaje al Pueblo de mi Patria, el de.ayer heroico y vietimado por 080 por su liber- rosas paginas “por sus virtu- Ss $i propia exal- profanado el des- 8. Y otras, no con- en los zalameros s, buscaron hes. personajes. “ALICIA “LyNcu, para ser por que duefio y sevior anos, para compar- a empujé, al 08a como per- eruel como ar- ry sin omitir. deta- 0 @ las desgracias mico causante, el entonces, fué de San Fer- se ordena- * elarecidos ciudadanos, de la madre y hermanos, sangre de su propia sangre!... Y mientras el Pueblo Paraguayo cubria heroicamen- te con una diagonal de sangre él territorio de la Repi- blica, Madama Lynch le despojaba en complicidad con su amante, de las riquezas privadas y piblicas, haciéndose regalar més de cien mil hectdreas de tierra de la Nacién, abonada sublimemente con la pura sangre poraguaya que rego su suelo. _ t i Esta es a grandes rasgos bose la. personalidad de nuestra protagonista. “Ahora, con detalles, veamos su historia. =” f BF. D. CAPITULO PRIMERO Dudas acerca del lugar y fecha de su nacimiento. —Alcurnia de Alicia Lynch,—La familia’ Lynch se traslada de Cork a Londres.—Sus primeros pasos y sus vicios en el mundo libre. —Cambio de editores. — Su casamiento con Mr. Quatrefages.— Oposicién de la * familia de éste.—La sefiora de Quatrefages en Ar- gelia.—Su comportamiento en Paris. —Juicio de Ma- _ nel Bilbao Sobre Elisa Lynch.—Deseripeién hecha > por su denodado defensor Orién, donde se transparenta, . toda el boato que rode6 la siniestra personalidad de la sefiora de Quatrefages. sa & Elisa Alicia Lynch, fué el fruto de un hogar humilde y honrado. Una incertidumbre cubre el pasado de sus padres y de sus primeros dias, motivado por las opiniones tan con- tradictorias de sus biégrafos y los que por ella fueron : ’ ~ Sin embargo, de nuestras pesquisas, podemos’ afir- _ mar que: padre. de origen inglés, herrero de profesién y avecinda oe Irlanda (Cork) contrajo nupcias con una ‘hongsta costurera de origen francés de una casa de modas de Londres. Los primeros afos,de matrimonio lo pasaron en Ir- landa, de donde vini a radicarse en Londres, cuando Elisa Alicia contaba unos doce afiés. atte PORTAL ¥ romper 0 DECOUD. dos en el libro de Jacinto a este respecto: nos han sido trasmitidos por ¥a- isa Lynch naci6é en Escocia el honradas y de condicién humil- de herreria y la madre, criada francesa que residia en Lon- habfa trasladado la familia Lynch. leza fascinadora y de una inteli- tivada por los solicitos y esmerados la profesaba su. mds ‘cordial _y eseritura, se perfecciénd en afios de edad, su belléza” era d superior, lo cual le valié. a que aes de su progenie vaga y confusa, en su ites una familia irlandesg ape con- : Obispos y mas de a ma- de. madre un Vice Almirante dg la sea un ctiimulo de episo- jones limitrofes”. Edi- <¢ SLISA LYNCH DE QUATREFAGES t marina inglesa y que tuvovla-honra de combatir con cua- tro de sus hermanos bajo las Ordenesyae Nelson en las batallas del Nilo y Trafalgar”. ie “Todos mis tios fueron oficiales en la marina 0 ejér- eito inglés, agrega. Mis primos lo son hoy, y varios otros de mis parientes ocupan altas Pposiciones en*Irlanda”. Respecto a su edad, sucede como con todas las mu- » jeres: nunca se sabe exactamente. Nada mas sutil que la mentira.deuna mujer. cuando nos refiere su edad y en nuestra protagonista mas aun, empefiada en mantener la fragancia de su lozana belleza juvenil. * “Naci en.Irlanda en el aio de 1853”, nos dice en su “Exposicién y Protesta”. Mas Villa Vicencio asegura que Jo fuéen Escocia en el afio de 1822. Por su parte Varela, afirma también que nacié en Escocia, pero en el afio > de 1829" 2 ‘Nosotros podemos afirmar que lisa Alicia Lynch na- ei6en Cork, Irlanda en el aiio de 1831, dato robustecido Por nuestra observacién personal. En un viaje que hicimos a Buenos Aires en el afio de 1884, la Lynch nos ofrecié una comida en su residencia de la calle Bolivar N° 549, en la que tnicamente éramos extrafios ®D. Juan Silvano Godoi y el que escribe estas lineas. ¥ -*% La Lynch nos recibié esa noche de gran toilette. Ves- ' tia un rico traje de terciopelo negro con galaneaduras sen- ‘ cillas de mariscala, titulo que se dié desde el dia en que x Fa Congresé nombré a su amanté Mariscal. Lucia un peinado sencillo, pero elegantisimo por la abundante cabellera y el color rubio de su pelo, destacdén- dose entre los pliegues de sus ondas una diadema de pie- y torneado bra- adornada de pie- esa elegante y juvenil simulacié6n, 0 de que la edad de una persona es ia, consideramos acertada la,fija- en el afio 1831. nF cierta e8ta fijacién, Hegamos a Lynch abandoné la casa de su ama_ apenas 17 afios (1848). « * banquero en Paris, 19 afios (1850). ocié el entonces general Lopez, 23 al Paraguay, 24 afios (1855). , n6 la guerra, 39 afios (1870). 5 volvié al Paraguay y fué expulsada, 55 aiios. we ilia Lynch, hubo Ilegado a’ Londres, la fué colocada en una tienda de ropas » eS | donde fué una de las mds sobresalientes s, particularmente en el idioma fran- gust6 desde e) primer momento. % ELISA LYNCH DEYQUATREFAGES 17 Desde los dieciséis afios comenzé a siibyugar su belle- za fascinadora, turbandole el alma las lisonjas de la clien- telasde la casa y los galanteos de los transetintes, las'veces ~ que salfa a la calle. No habfa cumplido atin los diez y siete afios, cuando un dia abandoné furtivamente la casa de negogios, yendo a reposar en los brazos del.joven Lord. ¢ Colocada Elisa en su puesto de jefe de las hermosas femme entretenue que recorrian la city de Londres, bien pronto adquirié renombre, y, tan luego que ella llegé a aqui- latar‘ el valor de su encantadora belleza, impuso al joven Lord la obligacién de recorrer juntos toda la Europa, como en efecto lo realizaron. Poco después de regresar a Londres, el Lord fué su- plantado por um banquero, en compafifa del cual hizo mu- chos-viajes a Paris en donde Elisa Alicia adquirié nombre . como reina de las femme entretenus. Por aquel entonces la familia parisiense de Quatrefa- ges, habia enviado a Londres a uno de sus hijos, Xavier Quetrefages, joven elegante y bien parecido, con el objeto de perfeccionar sus estudios en Cirujia. En uno de los viajes que Elisa hizo a Paris, al dejar la , conocid al joven Quetrefages, durante el viaje. Del epee pas6 a las relaciones intimas, y, luego, al ma- trimonio, acto que se llevé a cabo en Londres el décimo dia de Octubre'de 1850 y no el 3 de Junio de 1854, como lo #afirma la Lynch en su folleto citado “Exposicién y Pro- testa”, pagina 7. Parece indudable, porque los hechos se ae encargado de confirmar mas tarde, que la familia de Quetrefages se _opuso rotundamente a esta unién, como era de esperar, pues Hy e 18 HECTOR FRANCISCO DECOUD aT p # . ‘no cabe otra interpretacién al hecho de que, cuando el hijo --querido regresé a Paris, ya casado, los padres le cerraron ‘das puertas dela casa. Fué tal la desesperacién que produjo al joven Quetre- _ fages la actitud de sus padres, que se vid obligado a salir del pais, yendo a Argelia a servir en el hospital del ejér- % cito lestacado, en cardcter de cirujano. Re es joven y la esposa fueron bien recibidos por toda la of del ejército, pues a ello se prestaba la simpa- “tica. presencia del cirujano Quetrefages, y la belleza des- ae de su joven consorte. cidié con este arribo la llegada también del,Coro- nel ruso G. que se encontraba de paso en Argelia, reco- 3 La irresistible influencia seductora de la bella mada- que Quetrefages, no tardé en producir su efecto avasa- dor entre todos los jefes y oficiales de la guarnicién, asi - como. entre todos los hombres de alguna figuracién que se _encontraban en aquella ciudad, en donde, por primera vez, % en tierra africana, pisaba una mujer tan fascinadora. ¥ tanto lo era, que no tardé en realizarse un duelo.a entre el citado Coronel ruso y el General en jefe del jel acantonamiento, precisamente por rivali- dad entre ambos de ser el mas preferido por los subyugan- tes -encantos de la sin par madame de Quetrefages. s Poco tiempo después de producido este acontecimiento, , la “candorosa” Elisa, vol6é de Argelia, yendo a aterrizar en = Paris, en ese Paris, que no se le borraba de la memoria, om desde que la conocié y que, al decir de su biégrafo Varela, + om a gran mujer de los ansiosos ide aquella gran capital. : ee Vicencio, en su ee citada, dice a este respecto, lo si- guiente: . “Asi fué que un dia, al regresar el doctor del hospital @ su casa, se encontré solo con los vestigios de la fuga que habia emprendido su idolatrada Elisa. “Intenso fué el dolor, y sélo entonces comprendié la justa causa porqué sus padres se habfan opuesto a su enla- ce; entonces comprendié la enormidad del error que come- te todo hijo que se rebela contra la voluntad de los autores de sus dias; entonces sélo experimenté la seriedad con que Dios castiga a los hijos rebeldes que hacen correr las 14- grimas a sus padres; s6lo entonces recordé la promesa que Dios hace a los buenos hijos, por medio de los Santos Evan- gelios, cuando dice: “al hijo amante que honra a sus pa- dres, le ser4 recompensado hasta que las vasijas se derra- men”. Entonces sélo vié y comprendié6 la terrible situacién que le rodeaba, al encontrarse peregrino en pais extrafio, sin padre, sin familia, sin esposa y sin dinero, pues que la * tugitiva habia cargado con todos sus ahorros y lo que era peor, con el sonrojo que le causaba la pesada burla que su Mujer acababa de prodigarle.” Asi terminé el matrimonio de Xavier Quetrefage, que, gracias al yuelo emprendido por su infiel esposa, lleg6 mas tarde a ser un gran hombre de ciencia, la mas alta cua- ’ lidad ponderable, peremne e intangible de la personalidad humana. ! Mientras tanto, todos los informes estén de acuerdo en que madama Elisa Alicia Lynch de Quetrefages a st vuelta a Paris 16 primero que hizo fué instalarse en una os casa libre y cambiar su nombre por el de pila, Haméndose como antes Elisa Alicia Lynch y reiniciando la misma vida ELISA LYNCH DE QUATREFAGES DECOUD. contaba con el dinero de carreras de Lonchamps, a los teatros, ja, luciendo ricos vestidos y sombreros lor y gusto artistico, volviendo a con- un regio panal de miel, todos los favo- nundo que se deleitaba con su encanto pasar adelante recordaremos como se ex- ilbao sobre Elisa Lynch, en su folleto titu- co sobre el libro Elisa Lynch de Orién”. ahora a ocuparnos de la obra “Elisa objeto de la obra? El autor nos lo dice meh la considera una personalidad inmen- la historia, en mejores condiciones que ‘Catolica y Carlota Corday, para reclamar un de la vida de los pueblos. s hubiera dicho que la personalidad que ese una mujer pura y de alma heroica por fa libertad o a la proteccién abnegada, a los que engrandecimiento de su patria, compren- ol de Elisa Lynch en la historia de la huma- descuella Isabel la Catélica, o el angel del tridtico Namado Carlota Corday. mo puede ir a ocupar un puesto en la inmor- queblos, la mujer a quien se presenta como lo que se-dice, mujer sin alma, in- sensualidad, Avida de oro y coronas recogidas ‘aE & AL ‘CMTE ELISA LYNCH DE QUATREFAGES a1 en las orgias, un espiritu y un cuerpo entregados al oro y a la profanacién de cuanto hay digno en el ser humano, es en el que figuran Carlota Corday e Isabel la Catélica”. “Su puesto esta en el panteén en que figuran Mesalina, Jas mujeres ¢célebres por sus desérdenes, para alli poderla cubrir con todo el lodo que la moral tiene para esas pocil- gas de Ja sociedad. “Desplazada de ese lugar la heroina, qué objeto tie- ne la obra? el autor nos lo dice; “Indagar cual es el origen y antecedentes de Elisa Lynch — cual su vida en el Pa- Traguay desde el momento que a sus playas lleg6 en brazos del amor — cual la influencia sobre el mandarin de la Chi- na Americana — cual ha sido el rol de ella en la sangrien- ta y penosa guerra, en que su airada figura, aparece sin cesar en esa noche de muerte, que fatidica eruz6 por es- pacio de cinco afios sobre la abatida frente de un pueblo martir”. “ ELISA LYNCH DE QUATREFAGES aT —En vuestras palabras me sobra, en Dios me falta. BI Ministro en tono doctoral: — Dios no se mezcla en los actos de los hombres, y tiene que tolerar que obren como mejor les plazea, en fuerza de haberlos do- tado con el don mas precioso, que se denomina “libre al- bedrio”. Madama, delirante de alegria, repuso: —ijEs decir que seré Reina, aunque Dios no se plaz- ca de ello? + El ministro en tono de reproche: —Corrija usted su plana. -—iCémo quiere usted que diga? —Emperatriz del Paraguay. Madama con avidez: —Y mi marido, gcémo nos salvamos de él? —Es probable que el vaivén del vapor en que nos vayamos le produzca mal efecto, sienta malestar al prin- cipio, retorsijones en el vientre en seguida, néuseas des- pués, convulsiones mds tarde, seguidillas y dolor de ca- beza al fin y... —,Y si se niega a seguirnos? al —No se negara. . —iPor qué lo creéis asi? —iMe habéis dicho que os ama con Jocura? El ira a América acompaiiado de su virtuosa esposa, ganando una renta pingiie como primer cirujano del Ejército Pa- raguayo; contara con la decidida proteccién del Supre- mo Gobierno. —Quién se encargara de proponérselo? —Yo en persona. —jCudndo? x PORTAL GUA! s aiperelee Bn HECTOR FRANCISCO DECOUD —Esta noche misma. Mas o menos asi acontecié la historia que os estoy refiriendo. ~ Instalados los dos amigos en el eonversador, el ciruja- no, dirigiéndose al Ministro, le dijo: * —General, os dignaréis aceptar mis pldcemes. —Siento no poderos dar las gracias sin saber antes el por qué sosteniais un didlogo muy animado con la du- quesa 0 emperatriz de esta sociedad, y supongo que ella os haya dado su nombre y hecho conocer sus titulos. El ministro, aparentando indiferencia, contest6: — Precisamente es de lo que menos nos hemos ocupado. Estoy cierto me lo habria confiado todo con la misma franqueza con que me ha rebelado otras cosas. El doctor, vido de curiosidad: — ; Qué os ha dicho? El ministro, aparentando franqueza: ‘© tengo inconveniente para deciroslo, puesto que no me ha recomendado reserva al referirme que es ca- El cirujano, con asombro, interrogé: —No os ha dicha con quién? —Si, con un hombre a quien ama con idolatria. El cirujano, espantado y como si una vibora lo ame- nazara, se levant6é precipitadamente de su asiento, y luego cayendo en cuenta de su imprudente impresién, se volvié a sentar. —iEstéis incémodo en vuestro asiento? == * GaigeeIE eRe) ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 49 —Habiame parecido que me punzaba un alfiler, que acaso se haya deslizado del traje de madama. —wNo tendria nada de extrafio, puesto que las mo- distas mas se avienen a prender con alfileres que a co- ser los trajes de las sefioras de alto tono. El cirujano, tratando de volver al tema de la con- versacién : —Pareciame que tratabais de decirme el nombre del feliz mortal que ha alcanzado la dicha de ser amado con ternura por esta marquesa o duquesa, como vos la creéis y que yo me adhiero a yuestra opinién, —wNo me lo ha dicho. El cirujano, cada vez més asombrado: —iVos creéis que madama os diga Ia verdad? —Toma, si lo creo; al juzgar por el interés que de- muestra por la felicidad de su consorte. El cirujano miré y observé con avidez el semblante del General, por ver si descubria la intencién de jugar- le una pesada broma, no sin meter antes, con disimulo, la mano al bolsillo del frac, tratando de amartillar’ un pequefio revélver de bolsillo; pero se qued6 estupefacto al notar que el General representaba la misma calma que una estatua de marmol, y volviéndola a sacar con indife- rencia, pregunté6: —zEn qué os fundais para creer que madama se interesa en la futura felicidad de su consorte? —En que acababa de pedirme un empleo lucrativo y honroso para su marido, y he providenciado un: “co- mo se pide’. —iY qué pensdis hacer con él? —Lilevarmelo con su dignisima esposa, al Paraguay, mi patria, adonde desempejiara el cargo de primer ci- Se a 50 HECTOR FRANCISCO DECOUD _ Yujano del ejército, lo cual le proporcionaré una renta pingiie que le bastaré no sélo para sostener su rango presente, sino también para el futuro. —1Y si el marido no quisiese viajar a América? —Siempre gozaria de su renta. —iQuién se encargaria de pagar los sueldos ven- ‘cidos y por vencer? —tLa Legacién Paraguaya. _ —+¥Y si se le ocurriese al Gobierno Paraguayo re- tirar Ja legacién? —En ese caso, y como garantia, se le anticiparian Tos sueldos de algunos ajfios. —iQué obligaciones gravitarian sobre el favorito, para merecer la confianza del Supremo Gobierno del _ Paraguay? —Entregar en rehenes la prenda que mas ame. iY si el favorito no amase mds que a su mujer? —n tal caso, ella debe ser la prenda-pretoria. El cirujano guards silencio, pensé un large rato y ae mirando al Ministro, le habl6 en la forma si- Ee enerei, perdonad que os haga una interrogacién. —Podéis hacer un ciento, si queréis. —Si, siendo vos un joven de familia ilustre, como Jo sois, yuestros padres os enviasen al extranjero a per- feccionar yuestros estudios, os enamordis de una encan- 4adora mujer, y a pesar de la oposicién de vuestra fami- lia, os enlazaseis clandestinamente con ella, elevandola del polvo en que yacia sumida, al rango de una sefiora; os la Ievaseis a vuestro pais; vuestra familia os des- preciase, volviéndoos las espaldas; viéndoos obligado a 50 HECTOR FRANCISCO DECOUD _ ujano del ejército, lo cual le proporcionaré una renta pingiie que le bastaré no sdélo para sostener su rango presente, sino también para el futuro. —1Y si el marido no quisiese viajar a América? —Siempre gozaria de su renta. —iQuién se encargaria de pagar los sueldos ven- cidos y por vencer? —tLa Legacién Paraguaya. —iY si se le ocurriese al Gobierno Paraguayo re- tirar la legacién? —En ese caso, y como garantia, se le anticiparfan los sueldos de algunos ajios. —i Qué obligaciones gravitarfan sobre el favorito, para merecer la confianza del Supremo Gobierno del Paraguay? —Entregar en rehenes la prenda que mas ame. —iY si el favorito no amase més que a su mujer? —n tal caso, ella debe ser la prenda-pretoria. El cirujano guard6 silencio, pensé un large rato y luéBo mirando al Ministro, le habl6 en la forma si- guiente: —General, perdonad que os haga una interrogacién. —Podéis hacer un ciento, si queréis. —Si, siendo vos un joven de familia ilustre, como lo sois, vuestros padres os enviasen al extranjero a per- feccionar yuestros estudios, os enamordis de una encan- tadora mujer, y a pesar de la oposicién de vuestra fami- lia, os enlazaseis clandestinamente con ella, elevindola del polvo en que yacia sumida, al rango de una sefiora; os la Ilevaseis a vuestro pais; vuestra familia os des- preciase, volviéndoos las espaldas; viéndoos obligado a PORTAL GUARAN ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 51 emigrar de vuestro pafs a buscar el pan del proscripto, adquirido con el sudor del mercenario que se ve compeé- lido a mendigar del gobierno un empleo; emprendiendo Su peregrinacién a lejanas tierras, por ejemplo al Afri- €a; que os sometieseis al servicio del ejército imperial, soportando con abnegacion los azares de una profesién molesta, con tal de tener la complacencia de recibir todos los dias primero del mes vuestro sucldo, y depositarlo integro en manos de vuestra adorada esposa; mas ésta, olvidando todas las obligaciones que os debia y concul- cando todos los respetos sociales y morales, tuviese la peregrina ocurrencia de mandarse mudar con un “qui- dam”, llevaéndose todos los ahorros que le hubiese entre- gado en depésito; causando asi vuestra desventura y lo que es peor, arrojando al fango del oprobio piblico en vuestro semblante, ¢qué harfas con ella? —La abandonaria. —{Sin castigarla? = —O la venderfa, como hacen los musulmanés con sus mujeres, cuando le son infieles. (ne —Es que aca no rigen las mismas leyes, ni ad mis- mas costumbres que en la Turquia. —Cada cual tiene el derecho de adoptar las costum- bres que mejor le plazcan. —Tenéis un modo de conversar capaz de convencer al mismo Lucifer, que es un ser de infinitas perfeccio- nes—, y colocando un dedo sobre su frente, pens6 largo rato en silencio, al fin del cual movié la cabeza negati- vamente y dijo: — No, no es posible que haya un solo hombre decente, que se valore en algo, que se atreva a vender su propia mujer. PORTAL GUARAN 52 HECTOR FRANCISCO DECOUD . El Ministro, haciendo uso de su fascinadora sonri- ‘sa, replicé con aire de reconvencién: — Acordaos, doc- tor, que estais pugnando con la opinién del gran Napo- le6n. —iCual? —Todo hombre se vende, la diferencia esté en el precio. El cirujano guard6 silencio, pensé un rato, y en se- guida interrogé con resolucién: —Supongamos que el marido de la que poco rato hace denominabais la mds hermosa criatura, os la quisiese vender, gcudnto darfas por ella? El ministro contesté sin ceremonia: — Dioz mil... —iFrancos? —Patacones. El cirujano pens6é un rato y después contest6 con intima conviccién; — No puede negarse que sabéis valo- rar las joyas en su justo precio. "En aquel momento, madama, asida del brazo del Bargn, reclamaba su asiento. * EI cirujano se puso de pie y ofrecié el que él ocu- paba; el general hizo otro tanto; madama opté por el que le ofrecia el cirujano, indicando al ministro conti- nuase en el que ocupaba, quedando ambos instalados en cambiados asientos de los en que estaban antes de prin- cipiar la polka. Madama, abriendo y cerrando con elegancia su aba- nico de nacar, lo brindé al ministro, diciéndole: ELISA LYNCH DE QUATREFAGES —Veo, general, que estéis muy acalorado, a juzgar por vuestro semblante rozagante, efecto, sin duda, de Jas muchas bujias que iluminan este salén. El Ministro lo recibié, batié el aire dos o tres veces y lo devolvié, diciendo: — Creo, sefiora, que vos no estdis menos agitada que yo, al juzgar por los latidos de vues- tro corazén, que si mal no me equivoco, paréceme per- cibir sus palpitaciones. Madama, aparentando tristeza, exhal6 un suspiro y dijo: — Os equiyocdis; hace algtin tiempo que me siento mal y temo se me desarrolle una hipertrofia al corazén, tal es el hastio que causa mi permanencia en Paris; por otra parte soy de un temperamento nervioso, y por la misma raz6n demasiado sensible a las transiciones at- mosféricas de Ja vida social. El General, con picardia, contest6: —Es decir, que sois como la sensitiva. Madama, enternecida: — Ni mds ni menos. —Os recomiendo os deciddis a efectuar un paseo a América, adonde encontraréis un clima adecuado a vues- tro temperamento; pues recuerdo haber lefdo en los via* jes de Azara una descripcién que hace de tan original planta, puesto que sin dejar de pertenecer al reino vege- tal, tiene cualidades del reino animal, cuya especial plan- ta dice que se encuentra en grandes grupos en la pro- vineia del Chaco. (En tono de broma). —Esa provincia, jpertenece a qué nacién? —A la nacién guarani (sosteniendo la broma). —wNunca he ofdo nombrar tal nacién. —tLlegaré dia en que no slo la conoceréis, sino que la gobernaréis. Be HECTOR FRANCISCO DECOUD —No os comprendo; acabdis de decir que pertenece ‘sa provincia a una nacién extrafia a la vuestra, y... El Ministro, interrumpiendo, dijo: 2 —Que conquistaré por completo, tan pronto como “deje de existir mi padre; del mismo modo que su Excia. ha conquistado una gran porcién. _ -—tEs decir que abrigdis la esperanza de que esa “naeién, que podriis lamar en lo sucesivo de la Sensiti- _va, sea anexada a vuestra reptblica? E —Rrror de imprenta— exclamé el General. —iCé6mo queréis que diga? —Nuestro imperio. — Un imperio! ;Dios mfo, me siento mal! En efecto, la interlocutora era en aquel momento vietima de un acceso nervioso; un temblor epiléptico le inyadié todo el sistema nervioso, el curso de su sangre se habia paralizado, el color del semblante se volvié en ro- jo al principio, en seguida empez6 a desaparecer hasta quedar blanco alabastrino, exhalé un quejido extraordi- nario y cay6 exdnime en los brazos del General. * Este, demasiado eonmovido, exclamé en alta voz: —j{Socorro! Un doctor, presto. La tia comtn, que era una mujer escudlida, alta, pd- lida, cara larga, desencajada, nariz curva, ojos chicos, de un mirar semejante al del Aguila, cabcllera matizada de blanco con bermejo, edad de 50 afios, se aproximé santiguéndose y diciendo: —Jestis te ampare, Jestis te favorezca, santa Bar- bara doncella, que en el cielo sois estrella, recibe en el coro de las virgenes, all4 en la mansi6n de las delicias, a esta... ELISA LYNCH DE QUATREFAGES La infeliz\tia no pudo articular ni una silaba més, porque el llanto impidié el uso de la palabra. ee La musica, que en aquel momento principiaba a to- ear una Varsoviana, cambié de tema y principié a tocar una marcha finebre, por orden de un individuo, que no se supo quién fué; pero se designé al doctor como autor de aquel ridiculo. Toda la concurrencia formaba circulo/ alrededor de la moribunda; las damas, unas lloraban, otras que co- nocian mejor las uvas de su majuelo, reian, otras corrian de un extremo a otro de los salones gritando: agua de colonia, un confesor, pobrecita tan buena que era, mo- delo de fidelidad conyugal... El doctor, al oir tanto adefesio, se mordia los labios y erispaba su mano de célera, pareciéndole que todo aquello era una comedia satirica estudiada de ex profeso para ponerlo en ridiculo: una de las hermanas tuvo la advertencia de sustraerle un solitario de brillantes que Ja finada Ievaba por adorno en un dedo de su mano de- recha, otra tuvo la audacia de sustraerle del bolsillo del vestido una argollita de acero conteniendo varias laves de los cofres de “madama’” (1). En medio de aquella Babilonia de gritos, risas y llantos, se aproximé el cirujano Quatrefages con calma; al verlo el sefior Ministro le dijo, con voz conmovida y suplicante: —Docetor,- salvadla, os lo ruego— y levantando su mano derecha, le mostré los cinco dedos, diciéndole: (4) Escenas de esta clase tienen lugar frecuentemente en los Jupanares de ambos mundos, especialmente en Paris y en Lima. 56 HECTOR FRANCISCO, DECOUD gies cinco mil favores mds que os agradeceré y agre- garé a los diez mil que ya os debo. El doctor indic6 aceptar aquella nueva y generosa galanterfa con un signo de asentimiento y aproximando- » se a la enferma pidiéd un vaso con agua arrimada a la nieve, junt6 a los cinco dedos de la mano, los sumergié en el agua, los sacé de improviso y los sacudié en el ros- stro de la moribunda, que, a la impresién del asperje he- lado volvié en si, suspiré y lord. La vieja, enajenada de gozo, exclamé: ¥ —iOh! Santa Barbara bendita, me habéis hecho el * ‘milagro de volver a la vida a mi querida sobrina, voy a “mi dormitorio a encenderte una vela que acabo de pro- meterte. Todas las sobrinas exclamaron en coro y con asombro: —Qué milagro tan magno y tan potente... El General pensaba en la coincidencia del modo de ofrecer el honorario al doctor, y el modo con que éste lo habia ganado; pues que todo no habia pasado mas alla de signos hechos con los dedos de la mano, y dirigién- dose al cirujano, le dijo: —Doctor, gqué opindis de la enferma? ;Se segui- ran consecuencias funestas? El doctor pronuncié su diagnéstico, asegurando que no peligraba Ja vida de la enferma, con tal que se qui- tase el corsé para dar libre circulacién a la sangre, sin olvidar de encomiar la oportunidad con que se le habia aplicado el asperje, pues que algunos minutos después ya habria sido tarde. Mientras tanto, la paciente se senté, suspiré y llo- * eee tsa ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 57 ¥ x6; la buena vieja, al verla Morar, larg6 también el Ilan- to y le hizo duo. a Era aquello un cuadro el més patético y digno de pintarse, si pintarse pudiera. Momentos después, madama, vuelta en si y resta- blecida su salud, pidié permiso al General para retirar- se a su toilette, con el objeto de cambiar de traje y qui- tarse el corsé, a quien acusaba ser la causa de aquel des-” calabro, el cual habia contribuido a que la mayor parte de los concurrentes se hubiesen retirado. Mientras que “madama” cambiaba de traje, el Mi- nistro se ocupaba de entregar al doctor una tarjeta, con- teniendo el nombre de la calle y nimero de la puerta del hotel en que se hospedaba la Legacién Paraguaya, su- plicandole lo honrase al siguiente dia con una visita aun- que fuese de médico, prometiéndole pagarsela con prodi- galidad; promesa que bien podria confundirse con aque- lla frase qué pronuncié cierto monarca, al prodigar una gran suma de dinero que una infeliz viuda rehusaba aceptar, diciendo: — Yo te pido una limosna, y ti me mandas entregar una fortuna, que no debo aceptar — A lo que le contesté: — TG pides como quien eres, y yo te doy como quien soy. El cirujano se esmeraba en demostrarle su adhe~ sién, protestandole, que mientras conservase su existen- cia, mantendria también el grato recuerdo de aquella noche tan venturosa para él, que le habia proporcionado la ocasién de conocer a un caballero con quien habia sim- patizado en el acto de haberle conocido. El Ministro invit6 a su reciente amigo de la lega- cién a subir al coche, éste, después de darle las gracias, 58. HECTOR FRANCISCO DECOUD ae dentro de él. Bl General cerré la portezucla y sdirigiéndose al cochero le indicé la calle y numero de la sa easa que habitaba el doctor, después de haber leido a la luz de un farol piblico una tarjeta que el cirujano acaba- _ © ba de entregarle. El cochero, batiendo su létigo sobre el lomo de una pareja de caballos de pura raza arabe, partié con la ce- “Teridad del rayo. - Los datos traidos por Vicencio estén adaptados mas bien a un pie erie que a un histérieo estricto. Que hubo relacién entrée Lopez y Mr. Quatrefages afirman los actores de aquel tiempo y documentos. -- Guentan en efecto las erénicas y particularmente los compo- nentes de la embajada de Solano Lopez a Europa, que antes de regresar éste al Paraguay, un dia mand6 lamar por intermedio de uno de los cicerones de la legacién, Mr. Paul Licton, a M. Xa- Vier Quairefages, que se encontraba a la sazén en Algeria quien Se yino y le ofrecié una suma de dinero a trueque de conferirle un poder a su esposa Elisa Alicia Lynch, que se lo presenté en bo- xrador redactado por el doctor Juan Andrés Gelly, en compafiia de un abogado francés. __ El edndido esposo que lo buseaba era precisamente un lance ~ ‘este género o parecido que le produjera algo, acepté encan- y sin agregar ni quitar al poder, ni una sola palabra lo fir- ‘m6, el cual lo transcribimos integro para que se convenza una ‘vez mas el pueblo paraguayo de las intenciones premeditadas que tenia el generalito Solano Lopez desde el primer momento en que desgraciadamente para el Paraguay, conocié a aquella mujer per- versa. Hélo aqui: PORTAL GUATAN Sours ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 59. (Copy.) Xr. Quatrefages 3 Par de devant M. Paul Charles Alfred Delapalme et son collégue notaires 4 Paris, Soussignés, A Comparu M. Xavier Quatrefages, aide major anx hopitaux militaires en Algérie en permission de sejour 4 Paris, logé Rue Neuve des Bons enfants N? 23. Lequel a, par ces présentes, donné tous pouvoirs et autori-” sation nécessaires ‘A Made-Blisa Alice Lynch, son épouse demeurant avec lui ‘A Veffet de gérer et administrer tant activement que passi- yement tous les bien et affaires quelconques, présents et 4 venir, mobiliers et immobiliers de la dite dame Quatrefages en Angle- terre. En conséquence toucher ot recevoir tour loyers, fermages, in- teréts, arrérages de rentes et autres revenus échus et 4 écchoir, recevoir aussi tous capitaux qui son et pourront étre dus 4 la d, dame par billets lettres d’echange, reconnaissances, obligations, constrats, constitutions, partages, transactions, jugements, et autres litres de quelme nature que ce soit. Loenr et affermer par écrit ou verbalement pour le temps étaux priz, caarges, clfauses y conditions que la ddame avisera tout ou partie des bien meubles et inmeubles que appartiennent et appartiendront a la d.dame, passer et renouveler tous baux, les résilier avec au sans indemnité, faire dresser tous états: de lieux donner et acepter tous congés, vendre toutes coupes de bois. et toutes récoltes, faire faire toutes reparations et constructions nécessaires, arrécter tous devis et marchés, regler tous devis et marehés, régler touts mmoires en solder le montant. Prendre a Loyer par bail ou autrement tous apartetmonts pour le temps ¢t le prix que la ddame jugera convenable, aequit- ter toutes impositions et contributions, faire toutes demandes et réclamations en dégrevement, presenter tous memoires y petitions. Faire tous placements de fonds sois sur V'Etat sois sur parti- culiers, soit en acquisitions d’inmeubles, accepter toutes cessions @: transport, passer et accepter tous titres nouvels. 60. HECTOR FRANCISCO DECOUD Vendre tout ou partie des biens meubles et inmeubles qui apartiennent ou pourront appartenir a la ddame au prix charges, clauses et conditions que cette derniére avisera, recevoir le prix de ces rentes en principal et interéts, faire tous échanges, payer & recevoir toutes soultes et dans ces divers contrats sobliger a toutes garanties et justifications faire toutes déclarations. YVendre et négoceir toutes actions, tranférer inscriptions de rente sur l’Etat anglais ou sur dautres, portées au nom de la ‘dame sous tels volume sérle & numéro que ce soit, transporter Youtes eréances aver ou sans garantie en toucher le montant, in- tervenir dans tous transport les accepter et se les tenir pour sig- nifiés, faire toutes declarations consentir et accepter toutets pro- rrogations eu fixer les conditions et stobliger a leur exécution. Reeueillir toutes successions et iegs échus ou qui pourront échoir a la d.dame, acepter toutes donations, réquérir toutes ap- positions et evées de scellés ow s’y opposer, faire procéder, a tous jnventaires et ventes de meubles, choisir tous officiers publics chargés d’y procéder, faire pendant le cours de ces operations tour dires, réquisitions, protestations & resérves; prendre connais- sance des forces & charges des dites succesion et legs les accepter purement et simplement ou sous bénéfice d’inyentaire seulement, méme y reconcer, faire a cet effet toutes déclarations nécessai- res a tous Greffes qu'il appartiendra, prende aussi connaisance de tous testaments, cediciles et autres actes de libéralité en con- sentir ou contester Pexécution, faire et accepter la délivrance de tous logs. Faire toutes déclarations pour acquitter les droits de muta- tion auxquels pourront donner auverture les disuccesions ou legs, retirer toutes quittances. Faire procéder a V’amisible ou en justice, a tous comptes li- quidations et partages de biens meubles et inmeubles, cloisir tous experts, composser les masses, y faire et exigir tous raports, con- sentir et exercer tous prelévements, former les lots, les tirer au sort ou les distribuer a l’amiable fixer toutes soultes les recevoir ou payer faire & accepter tous abandonements, cesions et trans- ports, laisser tous objects en commun donner tous pouvoirs pour les administrer, faire procéder a toutes licitiations d@inmeubles' RF I pemens cen WLISA LYNCH DE QUATREFAGES 61 indivisou y détendre, enchérir et se rendre adjudicataire de tout ou partie de ces biens, prendre part a tous arrangements de fa- mille, ainsi qu’a toutes transactions. Faire toutes cessions de droits succesifs mobiilers & inmo- biliers a fortait, toucher le prix des d.cessions, en donner quittan- ce, faire les d.cessions san garantie. Entendre, débattre, clore et aréter tous comptes avec tous eréanciers débiteurs et depositaires en fixer les reliquats, les re~ cevoir ou payer. En caus de facilité de quelque débiteur prendre part a toutes assemblées et delibérations de créanciers, nommer tous syndics et agents signer tous concordats et contrats d’union et dater- moiement s'y opposer produire tous titres & piéces affirmer sin- eéres & veritables toutes eréances contester ou admettre celle des autres eréanciers faire toutes remises recevoirs tous dividends. De toutes sommes recues ou payées donner ou retirer bonnes & valables quittances & décharges consentir mentions & subro- gations avec ou sans garantie, faire main levée soit avant soit aprés paiment de toutes incriptions de privilége d’hypotheques ou judiciaires, ainsi que de tutes appositions, saisies ou autres, renoncer a Vaction resolutoire, remettre tous titres et piéces, en donner décharge. , Retirer de tous bureaux de poste et de tous roulages, mes- sageries et autres entreprises & administrations tous paquets & lettres chargés ou non chargés a l’adresse du constituant, en don- ner décharge. hi En cas de difficultés de la part de qui que ce soit et a de- faut dé paiement exercer toutes poursuites, contraintes et dili- gences nécessaires citer et compaitre tan ce demandant qu’en défendant devant tous juges et tribunaux compétents, s'y conci- lier, se faire defensinon plaider, opposer appel, traiter, transi- ger, compromettre, accorder termes & délais, constituer tous aovués et avocat les revoquer et en constituer dautres, obtenir tous jugements & arréts les faire lever signifier et exacuter par toutes voies de droit, faire procéder a toutes saisies mobiliéres & inmobiliéres en suivre Veffet ou s’en desisier, prendre toutes inscriptions, en faire main levée, soit ayant soit aprés paiement + HECTOR FRANCISCO DECOUD provoquer tous ordres & distribution de deniers, y produire, ob- tenir tous bordereaux de collocation en toucher’ le montant. Aux effets ci-desus passer et signer tous actes et procés verbanx élire domicile, substituer et généralement faire tout de que la d.dame jugera ‘utile & nécessaire M. Quatrefages promet- tan I'avoir pour agréable & Ja ratifier au besoin. i DONT ACTE Fait et passé 4 Paris en l'étude de M. Delapalme, l'an mil - uit cont cinquant quatre, le dix neuf Octobre, en présence de -M. Gabriel Malaval, tailleur demeurant. A Paris rue Neue des petits Champs N° 5, eb M. Pierre Des- #: trilhes marchand miercier demeurant 4 Paris rue Montorgueil N° 45 Témoins qui ont attesté aux notaires soussignés’ l’individua- a < Jité ct la capacité civile de M. Quatrefages qu’ils ont dit bien 2 gonnaitre. seh Et a M. Quatrefages signé avec les temoins’ et les notaires aprés lecture fait. x Malaval. Quatrefages Brun. Destrilhes. A. Delapalme. ‘These are to certify that ihe signatures at the end of the nextpage, Brund ard A. De Ta Palme, are the true and genuine enntures of Mrs. Bron and A. De La Palme, notaries public, now residing and practising in the city of Paris, to wich full faith and credit may be givenin Court and thereout. Paris, this twenty-firts day of October 1854. Her Britannic Majesty’s Consul at Paris.” TOMAS PICKFORD. a; ‘ Para concluir este acuerdo debié tratarse por algiin tiempo al asunto, a mas de lo que puede ealeularse habré importado el Hamado de Argelia del pobre cirujano. wa SS 7 ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 63 Transcurrido un tiempo, el vapor “Tacuari”, cons- truido en los astilleros de Inglaterra, por cuenta del Go- bierno Paraguayo, fué botado al agua. Mas tarde se em- barcé en él todo el personal de la embajada paraguaya de regreso a la Asuncién. Un_ tiempo después, madame Lynch de Quatrefages se embarcé en: Burdeos, con rumbo también a América. En Buenos Aires desembare6é y residié alli hasta dar a luz el primer hijo, que, segtin todos los que estuvieron interiorizados del asunto, no provenfa del que después se convirtié en el tirano m4s grande que tuvo la Améri- ca entera, sino de un vendedor de géneros, cliente muy asiduo de la casa de madame Teéfila~veuve’ Dumont, La Lynch permanecié unos seis meses en el Hotel de_Labastie y luego se vino en el citado “Tacuari’, que entonces ya formaba parte de la escuadra nacional. Para su entrada en la Asuncién, su amante le en- vi6é.500 onzas de oro, a fin de que lo manifestase que esa suma introducia al pais, cumpliendo asi la ley de la materia, que establecia la prohibicién de sacar mayor cantidad de lo importado, al retirarse del mismo. ién Brizuela que, en una de las prime- ras noches en que Lépez la conocié a la Lynch, ésta le yolvié a preguntar a qué nacién americana pertenecia. 2 “A la nacién guarani”, le contest6 él, agregando: “Llegaraé dia en que no sélo la conoceréis, si cumplis tu palabra de ir a vivir conmigo, sino que seréis su rei- _ ha”. Veremos cémo tomé la Lynch esta promesa. CAPITULO IIT ¥ Mme. Lynch de Quatrefages,en el» Paraguay. — Sus primeros pasos y esfuerzos obsesivos, antes y des- pués de Ja exhaltacién de su amante al Poder Supre- ** mo.—Opinién de Masterman.—Relatos de los ¢o- ‘ mienzos del régimen del terror que dominé el periodo tragico de la guerra y descripcién de la aparatosa ex- ‘terioridad circundante, hecha por cl mismo Master- than,—Centurién coneuerda con Masterman.— Mme. " Quatrefages en cl inicio de la guerra. La primera casa donde se alojé Mme. Blisa Alicia . Lynch de Quatrefages, a su llegada en el Paraguay, fué Ja de ld sefiora Tomasa Godoy de Franco, calle Indepen- dencia Nacional esq. Justicia, donde hoy se asienta la Escuela Normal. Su gran tino de mujer de mundo la llevé a buscar” simpatias por todos lados, saludando a sefioras y sefo- ritas sin conocerlas, ofreciendo figurines nuevos, ponien- * do a sus érdenes una modista que le acompafiaba y su peluquero Canstan. Sélo esto puede dar ya el padrén para medir el frenesi ‘de lujo de esta mujer. El 6 de Agosto de 1856 did a luz el primer hijo que tuvo en el Paraguay, que fué bautizado con el nombre de Corina Adelaida, fallecida antes de un ajfio, el 14 de es de 1857. Un nifio de pecho que trajo consigo, © : Lederer HECTOR FRANCISCO DECOUD nacié en Buenos Aires un afio antes del otro, en el Con- sulado General del Paraguay, cuyo nombre fué el de Juan Francisco Quatrefages, conforme los documentos de aquel tiempo, en los que consta haber la sefiora de Quatrefa- ges exhibido el certificado matrimonial correspondiente para la inscripcién.. Mas ‘tarde a este nifio se le cambié su apellido por el de su amante oficial. El Mariscal Lépez, al poco tiempo de Iegar su fa- vorita, hizo construir ese gran caserén ocupado hoy por el Hotel del Paraguay, cercando con tirantillos elegantes de madera todo el inmenso terreno comprendido entre las calles actuales de Colombia y Espafia, por los frentes, y Pert y casi General Santos por los costados, para desti- _ narlo a su mujer. Terminado el trabajo fué pintado, ador- "nado y amueblado con enseres importados de lo mejor, dandole el marco de lujo a que la favorita aspiraba. Des- de entonces se hizo sentir el anhelo fervoroso de atraer- se vinculaciones importantes en la sociedad paraguaya, usando a este fin de su fino sentido artistico, vistiéndo- se sobradamente bien y exhibiéndose en cuanta ocasién le fuere propicia, con su gran lujo o con los alagos de que €ra objeto por el hijo del Presidente, don Carlos A. Lépez. Concurrié a los bailes oficiales, que se realizaron en Ja casa de Gobierno, en el Cabildo y en el Club Nacional, de gran toilette, después que el Presidente se retiraba con su familia, es decir, pasado por lo general la media noche. Pa- ra cubrir esta situacién desairada, tan brutal para su va- nidoso egoismo, mandaba circular por intermedio de sus amigos, entre las damas asuncefias, que ella se hallaba acostumbrada a concurrir a esa hora a los bailes como era habito en los altos centros aristocraticos de Paris, En ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 67 estos centros, principalmente, se destacaron sus esfuer- zos de codearse con la sociedad paraguaya, que debié ad- mitir, por las cireunstancias, sus galanteos y sus simu- ladas gentilezas. Pese a esto, en toda la aristocracia, se negaron a mantener relaciones con ella, por el caracter adulterino de sus vinculos con Lépez y por sus anteceden- tes personales, que se hab{an divulgado, ya por boca de su personal traido de Europa, o ya por la del personal de la Embaja que habia acompafiado a Lépez. Asi fué como esta mujer vanidosa, herida en lo més hondo de su orgullo personal y ante la visién siempre fan- tastica de coronarse reina de un Imperio, siguié pérfida- mente ejerciendo,influencia-sobre-suconeubino, quien tu- vo que prestarse ya desde entonces-a los mAs bajos pa- peles para satisfacer el capricho de Ja inglesa. Hasta ésta habian llegado los rumores que se sefialaban al entonces General Lépez, como pretendiente de la mas bella y an- gelical moza de su tiempo, conocida con el nombre de Pancha Garmendia, herofna del furor malediciente de su rival y sacrificada mds tarde por las iras siniestras de esta mujer que la complicé6 en supuestos movimientos conspiratorios contra su amante, cuando éste fué el amo del pais. Desde la llegada de esta mujer el tejido de intrigas y de embustes en la sociedad paraguaya se hizo del todo in- soportable. Debian cuidarse de sus propias servidumbres sobornadas a menudo para responder a los planes de la Lynch, interesada en destruir todos los mas honestos ho- gares del pais mientras el rumor de su vida desenfrena- da y escandalosa, Ilegaba a todos los ofdos. Y los mismos hombres de confianza del general, ya se jactaban de las be 6 HECTOR FRANCISCO DECOUD “Siberalidades” que la Lynch les habia concedido tal o eual noche. Cuando el General reemplazé a su padre en la pre- sidencia del pais, todo quedé transformado. Las antiguas intrigas se convirtieron en los instrumentos del terror y un barbaro raudal de ignominias, Ilené de oprobio a fa- milias ilustres, a la carcel, de honorables patriotas, mien- tras en el 4mbito internacional las nubes negras de la eatistrofe se hacian de dia en dia mds amenazantes. Mantenia ciertos vinculos estrechos con algunos diploma- ticos extranjeros que la galanteaban para servir mejor Jos intereses de su cargo, de cuyos intermedios se valié también para traicionar al mismo Lépez y precipitarlo al tragico conflicto, mientras a sus oidos hacia resonar el eco de sus palabras halagadoras y llenaba su espfritu de . tétricas intrigas diplomdticas. Uno de los contemporaneos, el sefior Masterman se expresa en esta forma: “Se comprende, desde luego, que debfa ser inmensa la influencia que ejercia esta inteligen- te, egoista y despiadada mujer sobre un hombre como L6- pez... Con un admirable tino, le trataba aparentemente ‘con suma deferencia y respeto, mientras que en realidad hacia de él lo que le daba la gana, y era, bajo todos as- pectos la soberana del Paraguay. Tenia en vista dos am- piciosos proyectos: el primero, en casarse con él; el se- gundo, hacerlo “Napoleén del Nuevo Mundo”. El primer proyecto era dificil, porque su marido en calidad de fran- eés no podia demandar su divorcio; pero si lograse el segundo no seria dificil obtener una dispensa y su posi- cién equivoca Negaria a ser segura y envidiable. Por eso, Oe PORTAL G GUARAN ELISA LYNCH DEB QUATREFAGES 69 es que la muy astuta empez6 a hacer creer a Lépez que era el mas famoso guerrero del siglo... ete.” aoe El mismo Masterman hace el siguiente relato de lo que ocurria en aquel entonces, en los periodos iniciales del gobierno del amante de Mme. Quatrefages: “Volviendo tarde a casa, he visto en dos oeasiones un grupo de hombres de la policia con bayonetas caladas, llevando a gran prisa a la carcel gente bien vestida — que tal vez no volvieron a ser vistas nunca mas por sus parientes, y cuyos nombres se mencionaban apenas por el peligro que esto acarreaba. Raras veces se conocia la acu- sacién verdadera contra los prisioneros politicos 0 su sen- tencia — y nunca el nombre de su delator o testigos, y su familia y amigos eran evitados como si fueran apestados, porque toda persona sospechosa era persona condenada, y pocas veces se incurria en el odio del gobierno sin com- prometer al mismo tiempo la mitad de los parientes. Los primeros que cayeron fueron dos sacerdotes de la capital, el padre Corvalin y el padre Maiz. El primero pertenecia a@ una de las primeras familias del Paraguay, y el otro tenfa un gran talento y mucho saber. Debo exceptuar a ambos del cargo que hice a los sacerdotes, porque eran muy respetados y no sin razén. Sin embargo habiendo hablado desdefiosamente del Presidente (todas las anti- guas familias espafiolas le miraban con desprecio por su origen bajo y su sangre india), fueron delatados y me- tidos poco después en Ja cércel publica. El padre Corva- l4n permanecié preso muchos afios y fué tratado barba- I 70 HECTOR FRANCISCO DECOUD ramente, y muerto por tiltimo en la carniceria general que tuvo lugar a fines del afio 1868. Su compafiero, segtin corria, habia sido denunciado por un sacerdote llamado Palacios, quien por éste y otros servicios fué nombrado Obispo del Paraguay. Maiz permanecié preso tres afios, hasta que fué puesto en libertad, y se hizo muy pronto uno de sus grandes favoritos. Fué nombrado capellin del ejército, y después miembro del terrible tribunal des- tinado para juzgar las personas acusadas de conspirar contra Lépez en aquel afio. En este earacter, condend al mismo Obispo, que cinco afios antes lo habia metido — imprudente pero inocente — en la cércel publica. No pue- do garantir la verdad de la parte anterior de esta histo- ria; pero si es verdadera, Palacios encontré una terrible retribucién: fué juzgado, atormentado y declarado cul- pable de un crimen que no pudo haber cometido. Ni su cardcter sagrado, ni su mucha edad (1) pudieron salvarle y cay6 con una bala en el corazén en los campos sangrien- tos de Villeta. “Los arrestos fueron mucho més numerosos y se no- taba una indescriptible ansiedad por saber como termi- naria todo esto. Sin embargo, para el recién venido, a Ja Asunci6n, la Asuncién ofrecia el aspecto de un pueblo préspero y feliz. El “Semanario”, tinico diario del pais, bajo la inspeccién inmediata de Lépez; estaba Ieno de (1) El sefior Masterman parece no conocer al Obispo, Palacios, que no era el anciano que’nos:pinta, ‘sitio un joven recién elevado @ su puesto. Segtin el senor Thompson, que tuvo muchas ocasiones de yerle, Palacios era un hombre joven, nervioso y timido; estre- madamente obsequioso para con L6pez, de quien era compaiiero Constante, y como muchos suponen, cémplice de sus crimenes. PORTAL GUARAN \ ELISA LYNCH DE QUATREFAGES pp saserseremy entusiastas elogios sobre el progreso del Paraguay, y sobre las virtudes y sabiduria de su “providencial gober- nante”, que la hacia la mds grande y envidiable de las Republicas. | Todo fiesta y todo dia notable en la historia del pais se aprovechaba para dar banquetes y bailes y para hacer discursos piblicos; asi es que las personas que no podian ver las cuerdas, ni la mano que movia los titeres, hubie- ran creido al Paraguay la nacién mas feliz del mundo, y a Lépez el mas benéfico de los presidentes. Con motivo del primer aniversario de su eleccién, se gast6 una inmensa cantidad de dinero en adornar plazas publicas, en fuegos artificiales y en banquetes. Se cons- truyé en la calle principal un hermosisimo arco de triun- fo, y en la plaza del gobierno un inmenso salén de ma- dera: El estado corria con los gastos principales, pero muchos ricos ciudadanos dieron también su parte. He di- cho que el rio se retiraba gradualmente de la Asunci6n, y que ha dejado en direccién Norte una serie de lagunas poco profundas, y en las que abunda la Victoria Rejia. Cuando el rio esta bajo, una ancha playa de arena, llama- da Ribera, se extiende por millas entre la margen de Jas lagunas y las altas barrancas de la costa. Alli se_construyé-una~inmensa plaza de toros, tan grande que cabfan paradas y sentadas varias miles de personas. La arena, que estaba descubierta, tenia cin- cuenta yardas de didmetro, pero con el objeto de poner a los espectadores a cubierto de los rayos del sol, le ro- deaba una ancha zona de tela, bordada con coronas de flores, bandera y ramas de palmas. En frente al corral en que se hallaban los toros se veia una sucesién de pal- HECTOR FRANCISCO DECOUD. 72 eos adornados de pafio escarlata y cortinas de muselina; el que ocupaba el centro pertenecia al Presidente y a/los inistros de estado, los otros estaban destinados para la a de tono, mientras el resto quedaba libre para el, pueblo, que desde las barras hasta las cimas de las vigas - Menaba todo el circo. El panorama, visto desde una elevada tS ‘posicién, se asemejaba a un jardin de crisantemos, y la comparacién es muy admisible, si se considera los fla- mantes colores que presenta siempre una muchedumbre paraguaya. “Aquella zona viviente que reflejaba el rojo, el ver- “de y el amarillo y el celeste era rodeado por un disco de arena reluciente y aquellos vivos colores realzaban mas Ja nevada blancura de los tupois y cherifes a la luz de los ardientes rayos del sol que reflejaban sin cesar el movimiento de los abanicos y el relucir de Jas piedras pre- ciosas que adornaban las cabezas. “El sitio era inmejorable, pues se hallaba cerca de las lagunas, entonces adornadas con lirios y verdes camalo- tes en un lugar donde la igualdad de la arena y la suavi- dad del césped se extienden desde las barrancas hasta el Tio en cuyas aguas van a perderse imperceptiblemente ambas cosas. La barranca del frente cortada a pique se le- vantaba como una muralla hasta la altura de cuarenta y cincuenta pies, la dominaben sin embargo la catedral y el antiguo arruinado cabildo y més all4 aun se veian casas igualmente viejas y una parte de la ciudad. “El paisaje en la direccién de las lagunas era muy hermoso. a “La anchura y rapidez del rio, su tortuosa corriente que se perdfa a la vista en el lejano horizonte, su margen ELISA LYNCH DE QUATREFAGES B hermosamente bordada de selvas que entonces se levanta- ban soberbiamente sobre las aguas y ocultaban su som- bra una que otra habitacién que vista a través de un lige- Yo vapor purptireo parecia magnificar el paisaje, ofrecia al espectador el m4s suave y el mas alegre de los cuadros. “Alli se habia reunido para lucirse toda la poblacién de la Asunci6n porque ademés de las corridas de toros hu- bo carreras, musica y la sortija, entretenimiento moro al cual son muy aficionados todos los sudamericanos. “Puede suceder que el nombre no sea familiar a to- dos pero él juego se hace de la siguiente manera: “Se cuelga una sortija de oro asegurada con una cinta desde el alto de un arco y la persona que lo ensarte pasando a todo galope en la punta de su espada o en una varita pintada si no es militar es declarado vencedor y la sortija es suya, “Bl vencedor es recibido con miisica y vivas. “Se abrieron también dos tipas de vino que fué dis- tribuido liberalmente asi como la cafia, a todos los que quisieron beber. “El espectaculo adentro del anfiteatro, si se exceptian los espectadores, era muy pobre. “Los picadores y matadores no eran sino baqueros con su traje de costumbre que no dejaban de ser pinto- Tescos, pero no eran bastante lucidos para la arena. “Los toros eran muy mansos, y se mostraban posei- dos de un gran terror. “Los que contribuyeron més al entretenimiento fue- Ton los cambé ramingas o imAgenes negras, mascaras gro- teseas que bailaban y saltaban y hacian mil cosas absur- das en el circo, TAL GUARANS EAMETS 74 HECTOR FRANCISCO DECOUD “Pero todos pertenecian a la policia e imagino que el dinero que les tiraban era mas bien para traérselos que para recompensar sus destrezas. “Las carreras fueron un poco mejores pero la ma- nera de correr debe parecer muy extrafia a los ingleses. “Una sucesién de postes y barandillas que se exten- dian por la distancia de doscientas varas sefialaba el curso. “$6lo dos caballeros de uno y otro lado de las baran- dillas partian a la vez y a no ser por las muchas partidas cada carrera se hubiera terminado en un minuto. “Los jockeys sélo tenfan en vista la salida, la que debido a la corta distancia corrida decidfa la carrera. “Los jinetes no calzaban espuelas sino que par- tian con consentimiento mutuo, animando los caballos con el pie descalzo, pero la salida s6lo se consideraba limpia cuando ambos se servian de sus rebenques. “De esta manera si uno de los caballos partia bien, el jinete del otro dejaba levantar su latigo y su adversa- rio muy contrariado, lo que no dejaba de mostrar con palagras guaranis, tenfa que volver de nuevo al punto de partida. Esto ocurrié tantas veces que a menudo se per- dian una hora y pico en peleas, e injurias antes que la carrera se hubiese decidido. “No habia mucha animacién entre la muchedumbre ni muchas apuestas. “Se levantaron en la plaza dos enormes tiendas que fueron espléndidamente adornados con siempre verdes banderas. “Alli dia y noche por cuarenta y ocho horas trond sin cesar la bomba, inmenso tambor indio que no se podia oir sin extremecerse; la tocaban alternativamente y vo- ELISA LYNCH DE QUATREFAGES luntariamente centenares de personas; al sén de ellas bai- laban incesantemente el pueblo como sélo bailan los sal- vajes girando, chillando y gesticulando como energime- nos, a los golpes del tambor que resonaba cada vez mas ~ répido hasta que por ultimo salian temblorosos, cansados y agotados después de aquella feroz excitacién, pero sdélo para dar lugar a otros deseosos de reemplazarlos. “Pero en aquella muchedumbre de cerca de diez mil personas, a pesar de los ojos chispeantes y frenéticos au- llidos, a pesar de la cafia de que todos podian participar no hubo ni rifia ni aceidentes hasta el filtimo dia en que un peén que habia sido bolseado por una muy coqueta morenita la maté junto con su rival de una pufialada y tirando luego su ensangrentado pufial se entreg6 volun- tariamente en manos de la policia para ser fusilado inme- diatamente.” Concordantemente con los relatos de Masterman, des- eribe el Coronel Centuri6n en las paginas 201, 202, 203, 204, 205, tomo 1 de su “Memoria” el boato de los perfodos iniciales del Gobierno de Lépez que se adapta tan bien a Jos anhelos de su querida: “Los afios 1863 y 1864 fueron fecundos en grandes fiestas populares, ya en festejo de los dias festivos, ya en eonmemoracién del apéstol sud-americano San Francisco Solano, cuyo nombre lIlevaba el General Presidente. Por supuesto, las fiestas dadas con motivo del aniversario del natalicio del general, sobrepujaban en mucho en es- plendor a aquéllas con que se conmemoraban los sucesos 7% HECTOR FRANCISCO DECOUD patrios, como que habia Iegado ya a constituir parte de Ja ereencia del pueblo, de que la persona de aquél simbo- lizaba todas las glorias nacionales, “Bas fiestas en obsequio del natalicio de aquel per- sonaje, duraron, sin exagerar, tres o cuatro meses, con cortos intervalos, durante los cuales, las diferentes clases sociales se turnaban en dar suntuosos bailes y serenatas, desplegandose en ellos gran lujo y magnificencia, y abun- dancia de bebidas finas, de potajes “rencherchés” en los banquetes. Los mas espléndidos fueron los que dieron por turno el comercio asuncefio, los empleados civiles de la administracién, los jefes y oficiales de la guarnicion y de la marina y los artesanos del arsenal, en los salones del Club Nacional que ocupaba. el mismo edificio que hoy ocupan los Tribunales. “Pegado a la pared que forma el fondo del salén principal del edificio, que es hoy el Tribunal de Jurados, habfa un dosel regiamente aforrado con vistoso cortinaje de seda carmesi que pendia de una galeria dorada, de bas- tante buen gusto, debajo del cual estaba colocado el si- llén para el presidente; con dos mAs, uno a eada lado, para los ministros u otros personajes que le acompafiasen. Para llegar a esos sillones, habia que subir unas tres o cuatro gradas o esealinatas en forma circular, forradas de pana colorada. “Aquel ostentoso lujo, a decir yerdad, no guardaba armonia con la seneillez y modestia de un presidente re- publicano, sino parecia mas bien destinado a un empe- tador o rey. Verdad, que a Lépez solamente le faltaba la corona; era un verdadero autécrata, rodeado de un sé- quito militar, con magnificos y lujosos uniformes. Con- ~~. ELISA LYNCH DE QUATREFAGES ed tribufa, sin embargo, a realzar el euadro general del sa- I6n, que, con sus adornos de guirnaldas de flores natura- les, festones de hojas vivas y escudos formados con ban- deras entrelazadas, presentaban un golpe de vista variado, agradable y encantador. Todo respiraba animaci6n, en- tusiasmo y buen gusto. “Coneurrian con puntualidad a dichos bailes la alta clase de la sociedad paraguaya; que en aquella época era bastante homogénea y aristocrdtica, pero sin ninguna ilustraci6n, con un espiritu de exclusivismo que rayaba en intolerancia, y algo hurafia y apegada a las antiguas cos- tumbres y preocupaciones localistas, “Por ese mismo tiempo, se dié por primera vez en el Paraguay, eausando una gran novedad, un espléndido bai- le de trajes, La idea encontré en Lépez buena acogida y €n su compafiera postiza, no fué dificil su realizacién., Al principio hubo sus Pequefios escrtipulos, pero muy luego con la influencia de arriba, desaparecieron como por en- canto, La vista que presentaba era magnifica y por de- mas interesante: se veian alli bailando y pasedndose los personajes histéricos mas célebres de diferentes siglos con sus brillantes y curiosos uniformes. Aqui iba Riche- lieu codeandose con Quevedo, Felipe II con un lux de Ve- necia, uno de los mosqueteros de Dumas con un senador tomano, un convencionalista de la revolucién francesa con un eaballero cortesano del tiempo de Luis XIV o Luis XV, un turco con un hingaro o romano de abigarrado unifor- me, etc., etc. Entre las damas y sefioritas era extraordi- naria la abundancia de las diosas mitolégicas, y tan se- duetora y atrayente la belleza de algunas, que el mismo Démoustier hubiera quedado encantado en presencia de su presencia entes. Por quel persona- puede negar, ELISA LYNCH DE QUATREFAGES cal, al Brigadier Francisco Solano Lépez, por el Congreso, fueron las bandas de mtsica de los batallones de la Capi- tal con un numeroso y grueso pueblo a ovacionar al re- cién nombrado y luego a recorrer las calles de Ja Asun- cién en medio de vitores y hurras. De.noche toda la ciudad fué vestida de gala. Arcos Sossoaboce) espe) llenaron las calles, se colgaron guir- naldas’ en muchas casas, se iluminaron todas las iglesias, palacios y edificios publicos, y, la mayor parte de las ca- sas de particulares; se lanzaron cohetes voladores, se que- maron fuegos artificiales, y, sobre todo, una multitud de Ja poblacién con sus mejores trajes recorria las calles, in- quieta, bulliciosa y alegre, en apariencia, porque la rea- lidad era otra cosa, era un torrente de lagrimas y una inmensidad de amarguras (1), que iba a producir la gue- 11a. Y en medio de todo este laberinto, una serenata com- puesta de todo lo mas florido del pueblo asuncefio, em- pleados piblicos y particulares al frente de la banda de miisica del_batallon “Parai’’, entonces la mds simpatica, sali6é de la policia y fué a saludar primeramente al fla- mante mariscal por su nombramiento y luego pas6 a la casa (2) de su concubina la conocida madama Lynch de Quatrefages, por considerarsele con igual derecho que a Su cara mitad postiza. Entre los manifestantes que conocimos recordamos haber visto entre otros a los siguientes: José Berjes, Be- (1) Véase “Biografia del tirano Pancho Solano Lépez”. (2) Hoy Universidad Nacional, donde habia sido. trasladada Por Lépez de su antigua residencia de la calle Colombia. N. del A. 80 HECTOR FRANCISCO DECOUD nigno Lépez, Miguel Antonio Elorduy, Romualdo Navero, José Vicente Urdapilleta, Policarpo Garro, Manuel Sola- linde, Carlos Rivero, Venancio Franco, Pastor Pereira, Luis Jara, José Faleén, Antonio Decoud, Bscolastico Gar- eete, Apolinar Chirife, Tomas Domecq, José Maria La- mas e Ildefonso Machain. Asi que la serenata llegé a la puerta de su casa se present6 nuestra heroina vestida en traje de cantinela con un canastillo colgado del brazo izquierdo conteniendo hilas, vendas, algodén, etc. y después de la felicitacién que le hizo el ciudadano Policarpo Garro en nombre de la poblacién asuncefia por el nombramiento de mariscal a §. E. el Presidente de la Repibliea, don Francisco Solano Lopez contesté ella en los términos. siguientes: “Pueblo del Paraguay. “Agradezco las felicitaciones que venis a hacerme por el nombramiento de mi sefior y presidente de la Reptbli- ca, como Mariscal de Campo en la guerra que acabdis de declarar a esas dos grandes naciones que embriagadas por su grandeza han creido que el Paraguay no sera capaz de hacerles frente y que lo llevaran todo por delante. No de otro modo se explica la provocacién que os han hecho, pa- ra haber llegado a esta altura, rompiendo descaradamen- te las relaciones internacionales que existian con este pais. “Yo me asocio a las demostraciones de patriotismo que habéis hecho y desde este momento me declaro ciu- dadana paraguaya (1) y con este canastito me tendran (1) En Cerro-Goré, cuando vié que las papas quemaban y que su concubino corria, opts por su vieja nacionalidad y cuando ELISA LYNCH DE QUATREFAGES si Vds. en Jas batallas a vuestro lado para haceros las pri- meras curas. “Habéis hecho bien en nombrar Mariscal al Excelen- tisimo sefior Presidente de la Reptblica, Francisco Sola- no Lépez porque debéis saber que tenéis al frente de la Nacién a un patriota ejemplar y tactico militar, el pri- mero en la América del Sur, que sera el primero también en vencer, y, el primero, en morir por su patria. “Os pido que me acompafiéis a hacer este viva: “Viva el excelentisimo sefior Mariscal Presidente de la Reptblica del Paraguay, don Francisco Solano L6pez!”. “| Viva! —respondié todo el pueblo en medio de los alegres toques del london carapé y ciego ataque de la ban- da de miisica y las detonaciones de las bombas y cohetes voladores, Luego la Lynch dirigiéndose al pueblo reunido en su puerta de calle les dijo: Ahora, entrad, y el pueblo, que como se ha dicho constituia todo lo mas florido de la Asuncién penetré en los corredores interiores en donde con la noticia de la serenata, se habia preparado un’ ex- quisito y abundante ambigt con los més ricos vinos, li- cores y champagne en abundancia, que la duefia de casa habria las botellas por sus propias manos y servia en co- pas y luego colocadas en una bandeja recorria de uno a otro extremo, brindando con cada uno de los manifestan- tes por el éxito de la guerra y que pronto volviera en el seno de los suyos. los brasileros le intimaron rendicién extendié a sus pies la bandera inglesa que siempre llevaba consigo y grité: “Respetad a Ingla- terra”.— Nota del Autor. f } de las bombas ‘palabra de lo que pullicio, se retir6 iseal Lopez y a su madama Lynch de x el designio brutal adtiltera creia que sus paraguaya que- que la guerra iba a sus ambiciones. mtrario y el raudal pais fué el precio pagado de los tugurios parisienses para lo frenesi de mujer histéri- PORTAL GUARAN! ‘meapereigvarsncom PORTAL GUARAN CAPITULO IV Prineipales rasgos del cardcter de Mme,.Quatrefa-_ ges, — Su suefio obsesivo y su lujo durante la guerra. — Su ambicién de poder y sus odios a través de relatos y juicios auténticos. Mme. Lynch de Quatrefages es»sefialada por bié- grafos e historiadores, especialmente~como™ responsable _de»despojos..inauditos, de terrorificos~asesinatos, encar= celamientos..y..fusilamientos que tan a menudo Ilené de horror. aquel trégico perfodo vivido por el pais. Su insacia- ble sed de poder se transparenta nitidamente a través de los sonados pleitos que al concluir el siniestro, planteé en Asuncién, Buenos Aires y Europa. En todo su camino dej6 inborrables huellas.de.su»eodicia, vicio fundamental al que se le atribuye generalmente el germen de los gran- des procesos que llené de victimas inocentes el camino del calvario nacional, victimas elegidas por la saiia de esta mujer, para alejar del lado del amo del Paraguay a pa- rientes y amigos fntimos que pudieran poner coto a los ambiciosos planes de su cerebro delirante de grandeza. Su manfa obsesiva de poder, condujoaleeadalso a escla- recidos servidores del pais, mientras ella continuaba en medio de su vida disipada, vendiendo amores y derrochan- do lujo. Y asi nos cuenta Von Versen: AS mismo lo vi a Mac-Mahon (1) un dia cerca de sin poderle hablar, porque hubiera sido como : con el extranjero y yo hubiera sido elimi- fué limpiado todo el campamento, como se nosotros el dia Domingo, y Madame Lynch toilette, en contraste con la miseria rei- eo con el Ministro Ma-Mahon por cl pasando por delante de la Mayoria, para ‘cosas bajo el mejor aspecto. Lastima que con el Ministro Mac-Mahon al llegar a la tomaran por la izquierda; si hubieran seguido al sefior Mac-Mahon se le hubiera ofrecido la oportunidad para observar las condiciones paragua- detras de los matorrales estaban las prisiones Cuando se sentaron en el monte de los naranjos Cumbarity, se present6 a Madame Lynch el Mattos, brasilero, que por casualidad esta- -conyersacién recordé en presencia de Mac- vivia junto con el mayor prusiano Vor Versen, Lynch, bastante contrariada fingié- que en el campamento hubiera un ma- lo que desde hacia afio y medio lo sa- ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 85 racter de Mme Lynch, y el influjo decidido que tuvo so- bre su concubino, su inmenso lote responsable en hechos luctuosos y crueles para el pais, su ambicioso y criminal dominio de destinos sagrados y sus pérfidos designios contra honestos hogares y bienes, que los llené de luto, ro- bo, erimenes, y ultrajes. Nos abstenemos de mencionar y relatar los pormenores de aquellos tragicos fusilamien- tos, torturamientos y procesamientos de hombres, tan co- nocidos y tan divulgados. Cada uno de estos procesos de erimenes han dado motivo para libros enteros. Nuestro propésito de hacer un restringido retrato de Mme. Lynch de Quatrefages nos impone un anilisis de lo esencial de los acontecimientos. Por lo pronto digamos que aquel férvido anhelo deli- rante de la protagonista, de hacerse una dama de honor, transformése al contacto con el fracaso de sus suefios im- perialistas, en parahoicos propésitos de viles enriqueci- mientos y crueldades espantosas, que llev6 su maléfico influjo a convertir el escenario del heroico y diario com- bate, en patibulo cruel y sangriento de sus odios. Cuando el después Coronel Criséstomo Centurién, re- gres6 al Paraguay de su viaje a Londres en donde fué enviado a estudiar, lo hizo desde Buenos Aires por el va- por nacional “Ygurey”, que, comandaba el Teniente An- drés Herreros con quien durante el viaje departieron ami- gablemente sobre diferentes asuntos relativos al Para- ae Me decia Herreros, dice Centurién: “...Vd. tiene que _ ser prudente, porque viene Vd. trayendo las costumbres ' adquiridas en un pais libre, donde uno se manifiesta on ” toda libertad. Entre nosotros sucede todo lo contrario, hay i 86 HECTOR FRANCISCO DECOUD mucha delicadeza. Si quiere Vd. andar bien, tiene que adular a esa grandisima p... que acompafia al Presiden- +te (aqui hay una llamada en cuya nota se lee “Se referia + a la Lynch”). Ahora ya anda con todo desparpajo. Hasta ti hace poco no aparecia ante el piiblico, pero ahora lo hace i /con todo descaro, hasta pronunciar discursos en los ban- 1 quetes... Tenemos, amigo, que soportar todavia esa ca- “Jamidad por algiin tiempo. Se lo digo a Vd. todo esto para su gobierno, porque lo aprecio y estimo” (1) eee Comenzada la guerra del 65, el mariscal Lépez con- sider, a todos los .extranjeros residentes en el pais como enemigos, y procedié en contra de ellos, sin ningin mira- Mmiento. El cénsul francés. Ms. Laurent Cochelet, se vié _ entonces obligado a reclamar verbalmente y por escrito, por los fueros de sus connacionales, no consiguiendo que prosperasen sus reclamaciones. El gobierno, bajo el es- tado caético en que se encontraba la Reptiblica, nunca quiso atender reclamaciones de los agentes consulares, ya haciéndose el desentendido, o ya pretextando ocupa- ciones urgentes. Naturalmente, el procesamiento incomod6 bastante al eénsul Ms. Cochelet, y opt6 entonces por cortar preven- tivamente sus relaciones con el gobierno. Pero el principal motivo de este entredicho, no fué precisamente las reclamaciones pidiendo garantias para sus connacionales, sino el hecho de que su esposa esqui- (1) Memorias del Coronel Centuri6n, t. 1, pig. 189. BLISA LYNCH DE QUATREFAGES 87 v6 siempre las relaciones con madama Lynch de Quatre- fages, a pesar de los esfuerzos que hizo esta mujer y su querido. Asi las cosas, el stibdito francés, Julio Henry, pelu- quero de madama Lynch de Quatrefages, que se encon- traba preso en la earcel publica, sufrié una repentina y grave enfermedad. Llamado urgentemente el cénsul Mr. Cochelet, éste concurrié a la prisién, acompafiado de un médico, pudien- do comprobar que el enfermo habia sido envenenado. El cénsul, Ms. Cochelet, lo reclamé inmediatamente y lo Ilev6 a su casa para atenderlo, muriendo cuatro horas después de llegado al consulado, previa constatacién de haber sido intoxieado. Julio Henry, antes de morir, declaré al cénsul Mr. Cochelet, que la causa de su prisién y envenenamiento, atribuiala a la manifestacién que habia hecho a algunos ” de sus amigos, con toda reserva, de que la Lynch de Qua- trefages Iva, y que debido a los postizos que él le colocaba con toda arte, el mariscal se morfa por ella; que esta nueva lego'a oidos de su ama y lo tom6 como una gran ofensa, desde que ella pasaba por tener mejor ca- bellera que todas las paraguayas. Este estado de cosas incomodé bastante a Ms. Co- chelet, e inmediatamente pidi6 a su gobierno fuese rele- vado, en virtud de encontrarse enfermo. E] canciller Ms. Parcar, hizo igual pedido. Ambos pu- sieron este pretexto con el fin de salir del pais. ee * nada le agradaba ‘ser asesinado; a todo objeto de va- ios del pais. en la pretendida ; veces fijé mis en que entonces la laba convencida de _ sera maldecida en aquel desven- ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 89 perador podria venir a ser su suegro,, dandole en matri- monio, para repartirse su trono, su hija mds joven. Lé- pez hizo proposiciones en este sentido, y cuando sus es- peranzas estaban mds exaltadas, premeditaba hacer gue- rra de conquista a la Confederacién Argentina y aumen- tar sus dominios a costa de este pais. Pero el Emperador, _ya bien enterado de sus instintos feroces, preferiria con- fiar su hija a algin yacaré del rio antes de entregarla a las tiernas caricias de Lépez. Fué pues grande su mar- tirio y sorpresa cuando, en el verano de 1864, supo por los diarios que las hijas del Emperador iban a casar- se con los nietos de Luis Felipe. Desde entonces Mme. Lynch comenzé a instarle para poner en ejecucién sus de- signios imperiales. Esta mujer es casada con un ciruja- no de la marina francesa y Lépez la hallé en las calles de Paris, hace cosa de diez y siete afios. Le ha dado varios hijos, y la pobrecita abrigaba la esperanza de que alguno de ellos fuese un dia el segundo emperador siendo ella y su cémplice los fundadores de una dinastia. (1) + * * La influencia de Mme. Lynch puede verse a través de estos renglones de la declaracién del_Grale-Resquin, Jefe del E. M. Paraguayo, ante el C. brasilefio, en Hu- maita: Declaré ademas que el ejéreito paraguayo marché de San Fernando a Pikisiry y que al llegar alli se puso a levantar trincheras y a fortificar la Angostura, fortifi- (1) Héctor F. Decoud. “Masacre de Contepcién”. 90. HECTOR FRANCISCO DECOUD. eacién de que fué encargado el Teniente Coronel Thomp- son. Este Thompson, antes de ser encargado de ese tra- bajo, no era mas que un protegido de Mme. Lynch, con quien vivia y cuyo piano afinaba. Por su timidez, no se le eneargaba otro servicio que el trazado de disefios. No habiendo entrado nunca en combate, obtuvo sus ascensos por pedido de Mme. Lynch. Frecuentemente el declaran- te oyé decir a Mme. Lynch: “jEste pobre Thompson se muestra tan interesado! ;trabajaba tanto en sus dise- fios! es preciso darle un ascenso”. Thompson era promovi- do o recibfa alguna condecoracién.” (1) El General Francisco Isidoro Resquin agrega en su declaracién ante el Cuartel General brisilero lo que sigue: “La sefiora de Martinez recorrié todas las distancias @ pie, aunque tenia el cuerpo cubierto de heridas, su ca- ra ensangrentada y desfigurada, y las espaldas y la nuca completamente en carne viva, porque a esta desgracia da sefiora la habian puesto seis veces en la Uruguaya- “na (2), Hasta su arresto era amiga intima de Madama Lynch; pero después la abandoné cobardemente, dejan- dola entregada a su terrible suerte. Cuando la conoci era notablemente bonita y no tenia mds de veinte y cuatro afios cuando subi6 al patibulo”... “No tenia otro crimen que ser la esposa de un valiente jefe abandonado por L6- pez y que fué obligado por hambre a rendirse” (3). Declaracién del Gral. Resquin sobre los tiltimos dias de la guerra: (1) Héctor F. Decoud. “Masacre de Concepeién”. (2) Tipo inventado por Lépez. (3) A. Rebaudi, “Guerra del Paraguay”, pigs. 76, 77. ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 91 “El General Caballero fué despachado de Cerro-Cora a Dorados con 23 oficiales a pie, a fin de reunir ganado, “Bl desierto, las marchas forzadas, el hambre, las miserias de toda especie, habian devorado eineo mil hom- bres, tiltimo resto de los ciento cincuenta mil, sino mas, que Lépez armé para esta guerra segtin los caleulos del -declarante. “En medio de tantas miserias, y de estas escenas de desolacién, y de las ejecuciones sin término, Lépez con- tinuaba haciendo la misma vida que antes: se levantaba @ las 9, a las 10 6 las 11 de la majiana y a veces al medio dia, fumaba y jugaba con los hijos; comfa bien y bebia Mucho, quedando muchas veces en un grande y terrible estado de excitacién. “Madama Lynch siempre se mostraba vestida de se- da y en gran toilette. “Haefan ocho dias que estaban en Cerro-Cora cuan- do fueron sorprendidos por el General Camara el dia 1° de Marzo. En tal ocasién L6pez ordené al-declarante que Siguiese por la derecha acompafiando el carruaje de Ma- dama Lynch, y mientras tanto, Lépez huyé por la iz- quierda. Perseguido por la caballeria brasilera fué alcan- zado y muerto. El declarante se rindié.” (1). Declaracién del Teniente Pedro Pablo Benftez: “Mma. Lynch se nos adelanté un poco después, iba en carruaje, nos saludé risuefiamente; nos descubrimos en su presencia, porque sabfamos que una palabra suya bastaba para mandarnos al dia siguiente al cadalso o a otra cosa peor todavia. He sabido después, que se apro- (1) Héctor F. Decoud. “Masacre de Coneepeién”, LYNCH DE QUATREFAGES 3 PORTAL GUARAND Be GRA TEE) guay, o tiene noticia de que otro qué manera? nunca tuvo con el gobierno negocio Lynch propuso al declarante la -y tantos mil cueros a raz6n de a cua- ¢ada uno, pero que él le dijo, que no ble; la madama dijo que quedase cuanto ella pagarfa su valor; que algu- ;un empleado de la colecturia le levé un de los cueros a favor del declarante 6 un vale a Madama Lynch del importe mil y tantos patacones, que el ministro : cuando salié de las cordilleras, lle- al declarante que don José Solis hizo que la suya, también en cueros y de Qué relaciones habia entre Mac-Mahon aa que las relaciones entre los dos eran - cordiales, tanto que en Azcurra vivid ‘cuartel General, y en Piribebuy vivid en ‘Madama Lynch, llevAndose alli, cuando dilleras iltimamente, algunos cajones y _cuyos eajones pertenecian a Madama areados a la disposici6n de Mac-Mahon. n José Alonzo, Isidro Ayala, Parodi, ete., que Elisa Lynch, la querida del ti- los cueros y con la yerba mate, ha- colectores recibos de entradas de di- s de dinero fueron embarcados a la en 1866 en Humaité en la cafionera ita- cipesco. En un principio su actuacién ué reseryada y apenas si consistfian los ia ella, en visitas de los personajes pol{ti- del general influyente, o en el envio de pintadas de oro, segtin el gusto a que teria de la época. Mas cuando llegé al Solano Lépez, ella se impuso a la socie- humilléndola. Por entonces tenia ya la oculta por los postizos que peinaba el pe- socio en las coimas y contrabandos de a quien posteriormente mand6 envene- por el mal gusto de haber proclamado la ienta y asociada. tanto mas interesada. Su voracidad eco- o a todo género de negocios ilicitos. Re- oes las casas. de juezo, ALA conela yer- 0 y simulaba con los colectores entregas das, en perjuicio del Estado. Jas gentes medrosas sus tierras o su techo, papel inconvertible. Después de la bata- les tom6 a los soldados, porpapel, las que éstos habian recogido de los cadave- s. Y en los amargos momentos de la gue- mariscal le regalase 3.105 leguas de tie- al Estado. Recibié asimismo los uten- jue se despojé a los hogares.para.en= 0 en barcos de guerra. Y so pretexto bélicas, desnud6 de joyas a las heroi- yas, para remitirlas a sus agentes eu- t PORTAL GUA Sieve seer histro nortea- a Lynch, en Pi- a 1868, los mas en el ocaso de su Viajé por Jerusalén ; fendié vanamente rei- -105 leguas de tierras ee recaucin... Y como mu- por resultado que roducido la natura- con los deseos de ser que imponen el sin- 97 tenia a Tristan, lo mismo que a ido compadecer4, Vi i Asuncién, dié Tristan ala pren- fondo, que bastaron para que se de ese gobierno, Empero, esto fué is desgracias, porque desde enton- may manera como debia dar a luz iblic6, contra sus sentimientos, has- reso. Era initil Pensar evadirse de sug itor porque la negativa parecia impor- después se traslad6 la capital al pueblo tres leguas de la primera, y de alli de establecerse en Aregua, cuatro le- Por la necesidad de bafios medicina- uentran, y con la condicién de que ba- las fechas que debiera salir el perié- 16 admitida; el ferrocarril le propor- d de sus marchas continuadas al re- n hasta la Asuncién. ‘obligé a Lépez a retirarse a San Fernan- entre Humaita y Asuncién, y en ese pue- plan de que los Paraguayos, bolivia- habian robado al tesoro nacional tres ¢on el objeto de fraguar una cons- por base el asesinato del tirano, y des- cipiaron las matanzas. cada dia, cientos de paraguayos y olos en seguida a hordo, donde los odo mas barbaro. Llegaban a San Fer- un mes sujetos a distintos tormentos PORTAL GU iones que le do haber si- para llevarla , otros, les des- y ninguno era el boliviano Va- mas paisanos se _ Mercedes: no atravesamos es do con mi pluma ‘mi persona? nombrada comi- jue el bello sexo 3; con tal motivo, muerte, pero en ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 99 vano; pasa tres veces por el martirio; su espiritu desfa- llece por los dolores, y al fin firma la declaracién que se le presenta, y sale por tiltimo para ser lanceado después de haberse negado, protestando con la energia de un va- liente, ser absolutamente inocente, y haciendo un esfuer- zo sobrehumano grita, asegurando que su firma ha sido arrancada por el tormento y que el cielo castigara la in- justicia de su muerte. “Mercedes, que pasé a la Asuncién el 18 de Julio, co- mo tengo dicho, fué retenida por madama Lynch seis dias, acariciandola del modo mas tierno: al fin, la deja marchar, encargandole un recuerdo para Roca. Llega a Aregua, nadie le da razén de su esposo: regresa a Luque, y nada sabe; pasa a la Asuncién y la maldita madama Lynch rehusa verla; ruega, llora y se desespera porque se le permita pasar a San Fernando, y todos le vuelven la cara porque ha incurrido en el crimen de tradicién: se va a Aregua, y el juez le toma a su llegada dos declaracio- nes, en dias distintos, sobre el armamento que debe tener oculto su marido, lo mismo que 35.000 pesos en metalico; eontesta que ignora todo esto, y que se le calumnia a Ro- ca, porque si tal cosa hubiera existido seria sabedora. Al dia siguiente de la ultima declaracién, se le presenta el juez y le confisca los cortos intereses que le habian que- dado; las vota de la casa y echa llave a las puertas. “La infeliz se refugia enfrente, y suplica se le ad- mita; pero la duefia de casa rehusa recibirla, porque teme Morir; pasa algunos dias en un corredor con sus dos hiji tos, y embarazada de dos meses. Al fin se le devuelve tni- camente su ropa, y vehdiéndola poco a poco consigue no morir de hambre; se le concluye aquélla, y desde entonces, pein”, libro del 212: “mariseal Lépez inecluy6 en ella de esta farsa jue mAs insti- por la manifes- protesta, publi- nta todas sus stancia cau. los decian que si te, hacia esto era BLISA LYNCH DE QUATREFAGES 101 Lopez de Barrios y Pétroi ecoudy suegra y prima her- mana, respectivamente, r, y de cien testigos ho- norables, puedo garantizar que no es cierta semejante afirmacién. Benigno Lépez jamas hizo tal oferta, ni la podia hacer, mucho mas encontrandose la nacién en gue- 7¥a; pero aun admitiendo por un momento como cierta la afirmacion, ;quién se hubiese atrevido a comprarle una sola propiedad, Y mucho menos una estancia, conociendo él giro que levaban las cosas en ese ano? Con un tirano Semejante, despotizando al pais, amar- telado a los pies de una mujer vanidosa y perversa, no era ni presumible intentar siquiera ninguna transaccién de esa magnitud. bi El mariscal Lépez, al desarrollar su plan de enjuicia- ; “miento contra todas las »bersonas decenies y ricas, tanto nacionales”c como extranjeras, lo incluy6é en primer lugar @ su hermano Benigno, para aparentar asi ante el ejér- cito y pueblo no combatiente, que la ley se encontraba Ahasta sobre sus mas caras afecciones, con exclusién de _8u compafiera postiza, se entiende, Benigno Lépez fué levado de Asunci6n a Ceibo, y de aqui a San Fernando. En este punto lo mand6 arrestar | Primeramente, para poco después reducirle a prisién y _ ¥ remacharle dos barras de grillos, con centinela de vista. _ Toda esta sucesién de penas aplicadas al hermano, la ha- efa rodear de aparatosos cuadros para que produjesen la _ impresi6n de extrema gravedad en la causa cuya existen- cia real trataba de llevar al convencimiento publico. Como el desgraciado hombre, en mengua de la ver- dad, no podia contestar afirmativamente a las preguntas que le dirigian los émulos de Arbuez, inquisidores Maiz rom ntraba el desgra- ido las heridas, cuya instalacién recado de escri- bajo el tupido amigo, a quien particularmen- era su mas fiero con sus supues- al juramento a sus jueces hicieron, y final- ELISA LYNCH DE QUATREFAGES 103 entre los doce conspiradores de la supuesta acta labrada enalinsrss, y por consiguiente no tenia escapatoria. Todos los jueces fiscales que entendieron en la atr 3 causa, que le lamaron de conspiracién y alta trai la patria y su gobierno, se reunieron y pidieron al Conse- jo de Guerra, la pena de muerte para Benigno Lopez, y este Consejo, por sentencia dictada en fecha 20 de diciem- bre de 1868, fundada en las consideraciones aducidas por Ig acusacién fiscal, lo condend, entre otros, a la pena ¥ el 21 de diciembre, no cumplidas las veinte y cua- tro horas de suscripta la sentencia, muy temprano, poco antes de que los aliados iniciaran el asalto a las posiciones del mariscal Lopez, en Ité Ybaté, el escribano Cornelio Talabera ,acompajiado de los comisionados para proceder '@ la ejecuci6n, el teniente coronel Hilario Mareé, asocia- “do a los fiscales, sargento mayor Vicente.Avalos y capi- tan Matias Goiburd, leyé al condenado y compaiieros, to- dos arrodillados, la siguiente sentencia reconsiderada, de fecha 18 del mismo. “Campamento en Pikysyry, Diciembre 20 de 1868. _ “Reunidos nuevamente nosotros, los que abajo fir- Mmamos, presidente y vocales del Consejo de Guerra, a consecuencia del antecedente superior auto, que se ha _ Servido proyeer S. S. el sefior brigadier general, coman- dante de la Divisién del Sud, y habiendo en su cumpli- miento reconsiderado la sentencia de fecha 18 del co- Triente, en la parte de la imposicién de las penas, para _ arreglarla de una manera mds conforme a las ordenan- _ 288, venimos a reformarla, como reformamos, de comin Lé6pez, José eira, Siméon 1 ha incurrido, de diez afios de con arre- vigente en empleo, con- fi consiguien- ivado y desttui- x em A NOH DE QUATREFAGES 105 fueron conducidos al sitio designado Un fuerte piquete les custodiaba,’ se- més numeroso aun. Luego venian cua- ‘iban rezando en alta voz, precedidos dos, conductores cada uno de un banqui- Ja macabra procesién ocho soldados que bro azadas y palas. A unos cincuenta Uiltimos, marchaba un pelotén de cahba- ian tres carretones arrastrados por Vehiculos eran la vivienda y carcel ambu- hermanos Venancio Lépez, Tnoeencia Lépez Rafaela Lopez viuda de Bedoya. Estas iban gritos, desesperadas, en la firme ereencia de eran conducidas al sacrificio, por no haber- de la conmutacién de la pena de muerte, ‘Sefiora, que tenia consigo a su hijita Juani- de edad, y que no perdia de vista a su iba por delante, lanzaba agudos gritos, Ia- ite a jefes u oficiales para pedirles mi- a su hija; todo fué en vano; ninguno ¢o- tan angustioso llamado. tres earretones, que marchaban uno tras n pelotén de eaballeria, por via de custodia. al sitio de la ejecucién, el primero que ha- sul de Portugal, Leite Pereira, como se ve éste. El general Barrios, que inesperada- 6 de la presencia de su esposa en uno de -pidié permiso al capitén Goiburt para de ella, dirigiéndola algunas palabras. No obs- € iva, cumpli6 su deseo, expreséndose con | y débil, a causa de Ja herida en el cuello, mal PORTAL St aE concebible que el recuerdo en manos +e cH DE QUATREFAGES 107, hizo llorar amargamente a to- icularmente a los tiradores, que de 13 y 15 afios. de hablar este yi 0 prelado, el que habia estado observando que el enemigo estaba arreciando mds y caer ya algunas balas en el patibulo, ito de la ejecucién, y en seguida el ilerfa puso fin a aquel lagubre cuadro, largo e indescriptible martirio y congo- 'idas como inocentes victimas de la sa- aquel monstruo con figura humana, ~ 10 Lépez, antes de ser ejecutado, fué MOn%az0tes. El sefior Adolfo Saguier conoce al verdugo que lo azoté. Se llama antiguo escribano de gobierno y hacien- ‘Silvano Godoy, “Documentos Histéricos”, e M. Olleros, pags. 178, 179, 180, 181, ‘185 de “Alberdi”: nch no recibié fondos del exterior ni los Podemos dar eso como una verdad com- no se demuestre lo contrario con do- stables. Sin embargo Ileg6 a ser la ma- de fincas y de campos en la Reptblica folleto lo dice en términos precisos, ha- Ta lista de sus bienes taices, cuyo conoci- Para mejor llenar los fines de la de- que nos encontramos empefiados. y » Segtin lo asevera en su protesta, no en adquirir campos ni fincas, pero a fi- pésito el hecho publica subasta br6 la desconfian- dedujeron que rorable al Para- dictador enajenaba le nadie de la causa panico producido sacrificando con tal de que compraria en venta y pasando quirié inmediatamente finca de Patifio-cué, la ite a madama Lynch. iene el folleto un inte- ‘que éste no sea seribid la “Exposi- x de la interesada a de los cono- Bl 31 de Diciembre ros Ttanara-Gua- ermina extensién, oo por 10 mil pesos, pa- Cerro-Coré, todas as entre los rios Aguaray-Guazti fijacién de limites, P sto de 1869, los terrenos de Asuncién ‘ina en Ja calle Independencia y la anti- Fabrica de Balas, 4.000 pesos, esos, las fincas de la Plaza del Mer- iban esquina con la calle Independencia o en la Plaza de San Francisco, esquina dad y Paraguari, frente al local hoy Loteria Nacional. Esta finca la adquirié madama Lynch, en Julio de 1867 y por 8 pesos, dofia Dolores Sién de Pereira. Se- les que consideramos precisas, la sefiora’ Victima en este caso de una verdadera es. 8 creemos conveniente silenciar. a sefiora Sién de Pereira compré al a Lynch, por 225 patacones, el 5 de , el terreno situado en la calle Estrella mente denominada Academia Lite- Agosto de 1869, por la suma de 6,000 Situado sobre la Plaza del Mercado, en Jas calles Independencia Nacional y Fé- en los campos, terrenos y fincas que quirié del gobierno, guiada por el pa- de contrarrestar los perniciosos efectos unciada por don Benigno Lépez, puede suficiente para instalar sin aprictos to- de un reino, No son tan extensas, pero, , 5.000 pesos. ero de ‘1868, cam- bicados en San Lo- calle Palma, comprado Bernardino Ferreira. 10 edificado, pertene- las calles Igualdad y Mareé, por 4.500 pataco- s en las calles Rivera, pendiente. compradas en Julio de las calles Palma y fa a don José Solis. mnearnacién sobre la el mes de Julio de Domingo Barboza y o de 1869, un terre- euya duefia era dofia 11 1869, en 3.500 pesos, la casa de don *, Situada en las calles Uruguay y Fa- S del distrito de Lambaré, que fue- niro Cateura, con un horno para que- Julio de 1868 y por la suma de 1.500 Ss en Lambaré, pertenecientes a dofia 0, pagdndose por ellos 450 pesos en Julio manzana entera de tierra, encerrada por ca de Balas, Uruguay, San Blas y Liber- el nombre de Obispo-cué. Setiembre de 1867 y en la suma de 2.500 a don Nicasio Isasi, un terreno con mu- para casas de piedra, el cual se encon- m la Plaza de San Francisco, esquina a la Roque. Josefa Zabala le fueron comprados s, en Diciembre de 1867, sus propiedades de Diciembre esquina Oliva. Don Andrés Pefia adquirié la sefiora Sién madama Lynch, por 2.000 pesos y en un terreno edificado, calle Rivera. Juana Barrientos le yendi6 sus casas, calles Rivera y Parana, por el precio de 28 de Diciembre de 1868. pesos se pagaron, en el mismo mes y Salas, Damiana Rom4n y Juan Ne- €asa que madama Lynch habitaba, com-. PORTAL GUA DECOUD destino, dos mil patacones, al finalizar Leona Gonzalez adquirié madama , el 4 de Enero de 1868, un terre- frente a la calle del Parana. ‘Modesta Ferreira vendidle una casa de recibiendo por ella 2.500 pesos. itemente de la inmensa riqueza territo- Lynch adquirié, segan lo dice en su fo- de los particulares, en la época mas rra, era duefia de diversos terrenos si- palacio de Gobierno, en los cuales “pen- casa de altos, con grandes tiendas, cu- ‘hechos y aun los materiales oe Jy inicos datos que respecto a Ja acau- del mariscal contiene su folleto vindi- desde Iuego la atencién el que no de las fincas 0 estancias de el anuncio de cuya venta determiné " a propietaria, favoreciendo por i nacional. pit ‘on ELISA LYNCH DE QUATREFAGES En una carta dirigida a la “Tribuna” de Buenos Aires, el 8 de Octubre de 1875, madama Lynch expresa que sdélo al doctor Stewart entregé de su fortuna parti- cular doscientos doce mil pesos fuertes, de los cuales, ciento doce mil setesientos setenta provenian de la ven- ta de un cargamento de yerba perteneciente al maris- eal, el cual ordené que le fuera endosado su valor. La fortuna de madama Lynch era, pues, realmente colosal, y si se tiene en cuenta que las tierras del Estado le eran vendidas por el mismo mariscal Lépez, puesto que nadie sino él disponia de los bienes fiscales, se’ Ie- gara a Ja conclusién de que la dictadura fué tan rapaz como sangrienta. He Dice Centurién en sus “Memorias”: “En el mismo campamento de Arroyo Guazi pocos dias después de nuestra llegada alli, el mariscal vendidé a nombre del Estado a la sefiora Lynch un vasto territo- rio con yerbales, ignorando la especie de moneda en que se haya abonado su importe, asi como el precio de la Jegua. “El Vice presidente, sefior Francisco Sdénchez, ha- eiéndose de escribano, extendié la escritura de compra- yenta, y el mismo, asumiendo el caracter de juez en lo civil, otorgé a la sefiora Lynch, ante muchos testigos, la posesién corporal del bien comprado arrancando la nue- va propietaria yuyos que los hizo volar por el aire en se- _fial de verdadera posesién. “Fvidentemente aquello fué un acto arbitrario del we x PORTAL GU: CUED el earifio a su fa- buen nombre como patriota. ley del Congreso fiscales que cons- lo, ni menos, por encontraba el pais; e, en esas alturas, de la venta a favor De modo que el Mariscal en esos la suerte de su familia, lo cual es | debi6 haberse olvidado de las fami- de dia y de noche exponian su pe- enemigas, sacrificéndose en aras de Ia que quedaron huérfanas de pa- hermanos, sin pan y sin hogar!...” (1). lio Baez, en su sabre “Tirania del Pa- los robos y adie cometidos pa- Lynch, léanse las afirmaciones de los ymente cumplida, y des- a hablarse nada de ar por su paradero. fueron, segin pa- ELISA LYNCH DE QUATREFAGES M5 Tece, embarcadas en buques de guerra de las naciones extranjeras, En la exposicién que dirigi6 al conde d’Eu, en 23 de ‘Marzo de 1870, dice el coronel don Silvestre Aveiro lo siguiente: “Madama Lynch ha contribuido mucho para la des- : gracia de muchos. Las veces que ella iba a la capital, después de regresar caian muchos .Interesada hasta el extremo, ella ha soplado al pueblo el asunto de las alha- jas, de la espada, del tintero, ete., haciendo hasta el ¢s- céndalo de comprar tierras y casas por billetes”. Ei mimistro americano Mr. Washburn decfa en la “Tribuna’ de Nueva York: “Mme. Lynch no perdié ocasién de echar mano a to- _ do objeto de valor existente en el Tesoro y en los san- tuarios del pais”. Uno de los embarques de dinero en los buques ex- tranjeros se hizo a nombre del doctor don Guillermo Stewart. La Lynch le exigié que le diera a ella un reci- bo. Bl doctor no podia negarlo, sin exponerse a perder la vida. El Gobierno Provisorio de la Repablica, en 4 de Ma- yo de 1870, decreté la anulacién de las compras de la Lynch. Algunas de sus palabras dicen asi: ..-Se ha pretendido despojar a la nacién de valio- sisimos bienes, con pretextos falsos, ridiculos e inverosi- miles... esas escrituras poniendo a madama Lynch co- mo duefia de valiosisimas zonas del territorio nacional se _ hicieron por el mandato desautorizado del tirano... que- ria despojar al pueblo paraguayo de toda su fortuna pa- va regalarla a la Lynch... Aquellos actos de vandalismo TAL GUARAN! 116 HECTOR FRANCISCO DECOUD UES no deben quedar subsistentes para que surtan sus abo- mihables consecuencias... La fortuna ptblica y privada de los restos de la nacién paraguaya no debe ser el botin de guerra de la Lynch, a la faz de un pueblo que contri- buy6 a sumergir en el abismo de los mAs tremendos in- fortunios”. Dice Centurién en las péginas 383, 334, 885 del to- mo I de sus “Memorias”: “La idea de dirigir la campafia desde Humaita, co- mo ya he observado mis arriba, fué algo mAs que ridicu- la, fué absurda; asi como hubiera sido la del General Mi- tre, si éste se hubiese propuesto dirigir la guerra en el territorio paraguayo desde Buenos Aires, 4Qué sucedia? ae Que Robles, en la imposibilidad de obrar sin érdenes e instrucciones para todos los casos, se las pedia a Hu- maité; pero mientras las recibia, se presentaban otras circunstancias que, o las hacian inconvenientes, inapli- cables o innecesarias, o exigian nuevas disposiciones para poderlas llevar a ejecucién con provecho y ventaja. Ro- bles, por otro lado, ignoraba cual era el plan de campa- iia del Mariscal, y se vefa en la triste situacién de andar ejecutando érdenes maquinalmente, sin poder apreciar su mérito e importancia. “De este modo se pasaba el tiempo intitilmente sin adelantar nada; desapareciendo gradualmente con esa lentitud y con inttiles marchas. y contramarchas, aquel espiritu de entusiasmo y decisién con que salieron las tropas, y que fué lo primero que debié haberse logrado con operaciones y maniobras rapidas que no hubieran da-

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