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Sf eee ys pensar Un extrano en el espejo La crisis adolescente Silvia Tubert El eontenisdo de ene libro ne pod ser reprashucide, ni total 1ni parcialmente, sin el previo periniso escato det lta. Todos los derechos reservados Coleccidn: H placer de pensar Directora de coleccion: Mercedes Oliveira Malvar, Grupo Enxergo de Didactica de 1a Filosofia, Silvia Tubest ‘© Editorial Ludus San Pedro, 15, 2° 15002. Coruna Diseno de coleccién: Angel Vilches Maquetacidn: Angel Vilehes Primera edicion: Noviembre de 2000 ISBN: $4-95507-06-4 Deposito legal: C: $22-00 Printed in Spain - Impreso en Espana indice Prdlogo 5 Capitulo 1. La adolescencia: ;Etapa biolégica o problematica existencial? s 1.1 El enigma de la adolescencia 9 1.2 El adolescente en la encrucijada de vida y muerte 13 1.3. Los ritos de iniciaci6n 16 1.4 El rechazo de los adultos a la adolescencia 23 1.5 Quien soy? 27 . El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia 35 2.1 «Mi cuerpo» 36 2.2. «Primera regla» / «Primera polucion» 53 2.3 «Mi sexualidad» 56 24 «El otro sexo» 66 3. La crisis narcisista: la pregunta por la identidad 79 3.1 Unextrano en el espejo 79 3.2. De la pérdida de si mismo al encuentro con el otro 82 3.3. Elfenémeno del doble 86 4. La consciencia de la mortalidad 91 4.1 «La muerte no existe» 92 4.2 «La muerte es nuestro destino comun» 95 5. De la angustia existencial a la psicopatologia 101 5.1 Fascinacion por el misterio € intentos de suicidio - 102 5.2. Anorexia: la lucha con ¢l cuerpo 110 6. El adolescente y la sociedad 135 Bibliografia 142 creck a ‘+ Maria Victoria Sendon y Lucy J. de Berman, que me proporcionaron las redac ones sobre «La muerte facilito el contacto con losestu + Carmen Nunez, que n tes de BUP que es- ilbleron sobre el cuerpo y la sexualidad, += Beatriz Sagilés y Alicia Moret 9, que me proporcionaron las redacciones sobre sLosadolescentes hoy + Gonzalo Morandé, jefe del Servicio de Trastornos de la Alimentacton del Hospital del Nino Jesis, que me axttorizé a entrevistar a pacientes ingiesedlas y ambulatorias. accedera ‘+ Fduarde Paolini, psicoanalista del mismo servicio, que me persniti sus historias elinicas ‘A todas las pacientes cuyo discurso —oral eescrito— fue el punto de partida de nis reflexiones sobre la anorexia, Sucedié en aquel verano verde y revuelto en que Frankie cumplié los doce afos. Aquel verano hacia mucho tiempo que Frankie no era miembro de nada: no pertenecia a ningin club ni pertenecia a nada en el mundo. (...) ¥ entonces, el iltimo viernes de agosto, todo cambid, y cl cambio fue tan stibito que Frankie se pas6 toda la tarde en blanco, intentando comprender, pero sin alanzarlo a pesar de todo. (..) Habia un espejo de cocina, con aguas, colgado encima de la fregadera Frankie se miro en el, pero tenia los ojos grises como siempre. Habia crecido tanto, aquel verano, que parecia un fenomeno, y tenia los hombros estrechos y las piernas demasiado largas. (...) La imagen, en cl espejo, se veia torcida y desfigurada...» Carson McCullers, Frankie y la boda Prclogo Como el niffo, el adolescente es una de esas figuras mi- ticas que nos proporciona el imaginario para distanciarnos de algunas de nuestras deficiencias o : «Qué cosa tan horrible! ¢Quién formo asi esa parte del cuerpo, capaz de compren- der bestialmente y de desear bestialmente? ;Eso era enton- ces él o era algo inhumano movido por un alma inferior?» * El cuerpo como enigma El fragmento que cito a continuacién nos habla con dlaridad de la diferencia entre lo que se sabe y lo que se desconoce del propio cuerpo: «Mi cuerpo, una cosa que conocemos en sus partes mas normales y las reacciones que tenemos fisicamente hablando. En cambio lo que re- almente deberiamos saber sobre é1 no Io sabemos por el medio que deberiamos y vamos como no a hablar del sexo ya que a nuestra edad es algo que no conocemos (practi- camente) y si de oidas. Algo que no hemos practicado y te- hemos cierta curiosidad en lo que incumbe al tema». Del mismo modo, al referirse a la menstruacion la mayo- ria de las ninas dira que se trata de algo natural que no les plantea problemas, aunque al escribir acerca del cuerpo, del que se afirma que es «algo maravilloso e increible», en pala- bras de una de ellas, la perspectiva cambia. Los textos que ci- to @ continuacién no fueron escritos bajo el titulo «Mi pri- mera menstruacion-, sino «Mi cuerpo», por eso los incluyo en esta secci6n. Es interesante sefalar la contradiccion, apre- Gable en algunos casos, entre lo que escriben sobre una mis- ma cuestion respondiendo ala demanda del investigadot y lo que escriben como ocurrencia espontanea al referitse a otro tema. En el primer caso suelen producir un discurso domina- do por la convencién y por los mecanismos de defensa ante temas que despiertan angustia o incertidumbre. En el segun- do, cuando evocan tangencialmente un problema que, de es- te modo, no se sittia en el foco sino en los margenes de la atenci6n consciente, es mas probable que emerja una verdad mas profunda del sujeto, un sentido oculto de su experiencia: (4s | capitulo 2 «También surgen reacciones raras dentro de nuestro cuerpo, un ejemplo de ello es la menstruacién»; «Mi cuer- po experimenta a cierta edad (12-15 afos) un fenomeno muy extrafio que es la menstruacién y a partir de ahi po- demos mantener relaciones sexuales, cuando las mantie- nes y te quedas embarazada, tu cuerpo se pone gordo en la zona del vientre, el embarazo dura nueve meses te tienes que cuidar para que el bebé nazca sano. Por tu bien, pue- des hacer lo que quieras con tu cuerpo pero tienes que te- ner un poco de seriedad para que te respeten y no arre- pentirte nunca de lo que hagas o no hagas con tu cuerpo». He citado este texto en casi toda su extensién porque muestra dos aspectos interesantes: en primer lugar, [lama laatenci6n la secuencia cuerpo-menstruacién como signo de la asociaci6n entre la feminidad y la maternidad, es de- cir, la articulacion existente entre la corporalidad, la se- xualidad y la sexuaci6n (posicion de cada uno con respec- to a la dualidad de los sexos). La perspectiva de la maternidad, a la que se aludira sobre todo en referencia a las relaciones sexuales como un posible riesgo (sobre todo en los escritos de las mujeres) se perfila ocasionalmente en este contexto como una potencialidad del cuerpo femeni- no, vinculada también con los aspectos enigmaticos que éste presenta; «Otra de las cosas que me encanta de mi cuerpo es saber que dentro de mi podria crearse otra vida. La verdad es que el cuerpo tiene mucho de qué hablar y también muchos misterios». Estos misterios correspon- den, evidentemente, a la insistente pregunta acerca de la significacion que podrian tener tanto la diferencia entre los sexos como la procreacién. Evidentemente, estas dos cuestiones estén estrechamente vinculadas entre si y la ciencia tampoco ha logrado desvelar su sentido. En segundo lugar, el pasaje del cuerpo como dato de la experiencia a su captura por un discurso moral. La autora El cuerpo y la sexualidad en la adolescen comienza hablando de «mi cuerpo», en primera persona, pa- 1a emplear luego, sin solucion de continuidad, una segunda persona, En realidad, parece reproducir el discurso de un ter- cero, probablemente, el de una madre instruyendo a su hija pequefia en una secuencia bastante frecuente en nuestra cultura; menstruaci6n-sexualidad-embarazo, y aconsejan- dola acerca del bien y del mal en lo que respectaa estos asun- tos. ELlenguaje empleado es, en efecto, similar al que se sue- le utilizar cuando se habla con los ninios pequenos. * Defensas contra la angustia generada por la transformacién corporal La incertidumbre y la angustia que despiertan los ca- racteres de la corporalidad que he mencionado hasta aho- ra (crecimiento incontrolable, limitaciones 0 defectos, en- fermedad, envejecimiento y mortalidad, imprevisibilidad de ciertos procesos, cardcter enigmatico de las pulsiones) imponen la necesidad de buscar alguna forma de control, de hacerse dueno de una situaci6n que escapa al sujeto. Asi, por ejemplo, el deporte o el eercicio fisico parece ser la forma privilegiada del dominio corporal, sobre todo entre los chicos, que suelen hacer afirmaciones como la siguien- te: «Procuro hacer bastante ejercicio o bien jugando al fut- bol o bien desahogéndome corriendo en el Retiro» El ejercicio como forma de auto-control, desahogo 0 intento de superacion de las propias debilidades, se vincu- la con el cuidado del cuerpo como organismo: «Pienso que el cuerpo es importante, tienes que cuidarlo, ya que es cl Gnico que tienes y te va a tener que durar muchos afios», Este cuidado del cuerpo aparece relacionado, sobre todo en una cantidad de textos escritos mayoritariamente por varones, con referencias al consumo de alcohol y drogas, lo que pone de manifiesto que se trata de dominar una corporalidad cuyas necesidades y deseos, abandonados a (a7) capitulo 2 si mismos, pueden llevar al individuo al descontrol ¢ in- cluso a la auto-destruccién. El problema parece ser cémo elaborar una economia de los placeres acotada no s6lo por las exigencias pulsio: nales, sino también por los discursos morales que preten- den regularlas, al tiempo que las construyen o definen. A esto se agrega, ademas, la limitacion establecida por la di- ficultad para acceder al objeto erético. Esta problematica puede conducir a los jovenes, en muchos casos, a aceptar al alivio y la satisfaccion que prometen engafiosamente todas aquellas sustancias que operan como objetos susti- tutivos promovidos por nuestra sociedad de consumo. He aqui algunos ejemplos: «No fumo ni tomo drogas, pero si bebo (algo) y mantengo alguna que otra relacion sexual con las chicas»; «No me drogo, fumo de vez en cuando, pero en muy pocas ocasiones, y beber me gusta mas quea un tonto un lapiz. Ya sé que beber no es bueno para mi cuerpo, pero qué narices de algo hay que morir» La enumeracién de fumar, drogarse, beber y tener re- laciones sexuales, en una misma secuencia, permite supo- ner que para el autor se trata de equivalentes, es decir, que alguno de ellos puede sustituir a los otros ante la carencia del objeto adecuado para la satisfaccién. Y, evidentemen- te, parece mas facil y menos comprometido procurarse al- guna sustancia, que esta siempre disponible, que estable- cer una relacién con otra persona, dotada de una voluntad propia y que, por lo tanto, no siempre accede a nuestros deseos sino que puede rechazarlos, lo que afecta conside- rablemente nuestra autoestima. Otra forma de control de la angustia suscitada por los procesos y exigencias corporales consiste en poner el. acen- to en la actividad mental, en un intento por reforzar la ca- pacidad racional ante la amenaza de retorno de lo reprimi- do, y desplazar, en algunos casos, hacia el futuro la El cuerpo y la sexualidad en la adolescenci preocupaci6n por la problematica corporal: «La verdad es que el fisico de mi cuerpo no me importa demasiado (de momento), Ahora lo que me preocupa es la mente que es lo que ahora utilizo (y necesito para mi subsistencia en el fu- turo)», dice un adolescente. Y otro escribe: «Pienso que el cuerpo no es lo principal. Es secundario. Para mi lo princi- pal es lo que llevas dentro». De este modo, la angustia ante lo desconocido e in- controlable de la corporalidad, sobre todo en Io que con- cierne al aspecto erdtico, emerge a través de la insistencia en la normalidad. Pero esta insistencia, aunque s6lo sea bajota forma defensiva de la negacién, evoca el miedo a ser anormal, diferente de los demas: [Mi cuerpo] «es parecido: al de cualquier chico»; «Me considero una persona nor- mal»; «Yo soy en si normal ni demasiado gordita ni dema- siado delgada. El pelo lo tengo también medio, es decir, melena no muy larga. Soy mediana de altura. Parece que todo mi cuerpo tiene un término medio». Sin embargo, en tanto lo corporal compromete la posi- cion del sujeto, la emergencia de la pulsion 0 exigencia de satisfaccion sexual, como algo que convierte al cuerpo en enigmatico, cuestiona la disociacion o contraposicion mente-cuerpo manifiesta en la mayoria de los casos. Cuando esta disociacién fracasa, se establece una peligrosa continuidad entre lo desconocido del cuerpo y lo que los adolescentes definen como actividad mental, que parecia proporcionarles una mayor seguridad. Entonces la activi dad mental se ve afectada o amenazada por la emergen pulsional, lo que constituye una fuente de angustia y de du- das, tanto con respecto a la integridad corporal como al pe- ligro de la locura o desorganizacion mental: «Para empezar tengo quince afios y mido 1,65 m, me considero no muy al- to, peso sobre unos 54 kg, no estoy gordo, a mi parecer, pe- lo oscuro, ojos marrones verdosos, sin cicatrices en el x capitulo 2 cuerpo, ombligo metido hacia adentro, piernas no muy an- chas, calzo un cuarenta y uno, respecto a mis brazos no son anchos, mis manos son como otras cualquiera, ufias cortas, pelillos por encima (de las manos no de las ufias). Y mi sa- ud un poco débil, supongo, porque me constipo a menudo, pero por lo demas normalilio. Mi capacidad fisica es normal. Me pongo nervioso con facilidad, sobre todo antes de un examen. Creo que no estoy loco, aunque de vez en cuando hago alguna tonteria pero se queda en eso». Los subrayados son mios y permiten observar el rapido deslizamiento del discurso a lo largo de la secuencia: salud-normalidad-ner- viosidad-locura-tonteria, Por eso decia que la insistencia en la propia normalidad tiene un cardcter defensivo que evoca el miedo a ser raros 0 diferentes de los demas. Los intentos de restaurar el narcisismo (0 auto-estima) herido como consecuencia del fracaso del yo, que no logra dominar, controlar y conocer todo lo referente al cuerpo cambiante, se orientan a conformar la imagen de si de acuerdo con un ideal centrado, en los varones, en la destre- za, la fuerza y el rendimiento fisico; «De vez en cuando ha- gO pesas para mantenerme en forma», «Tengo una consti- tucién fisica entre normal y fuerte. Como es mio me parece fendmeno, lo que digan los demas me da igual. No hago nada para cuidarlo ni tenerlo en forma, ni chorradas de esas, aunque la verdad me gustaria tenerlo estilo culturis- ta». Estos dos textos nos permiten comparar otras tantas modalidades defensivas: en tanto el primero refiere que ha- ce ejercicio fisico para mantenerse en forma, el segundo se contenta fantaseando con una imagen idealizada. Esté claro que el ideal cumple una doble funci6n: por un lado, ofrece un relevo para el narcisismo, es decir, una forma de restablecer la auto-estima, una vez que el yo ya No puede sostenerse a si mismo como ideal puesto que ha teconocido sus debilidades y carencias. Por otro lado, El cuerpo y la sexualidad en Ia adolescencia también es un medio para controlar aquello desconocido que la corporalidad evoca. Las adolescentes mujeres nos proporcionan discursos mucho mas exhaustivos con respecto al ideal, que es fun- damentalmente, como era de esperar en nuestro medio so- cio-cultural, un ideal estético. Veamos ante todo una re- de la identificacin del yo el yo ideal, propia de la in- fancia, a través de una decripcion minuciosa tenida de au- tocomplacencia narcisista: «Mi cabeza tiene un largo pelo castaiio claro, la raiz de mi pelo es mas oscura que la de mis puntas. Mi cara es de un color muy blanco, con pequitas, mis ojos son marrones, aunque cuando miro a la luz se puede ver en ellos algo verde. Mi nariz es algo grande con un caballete pequeniito (aunque no se nota). Mis labios son pequeiiitos y mis dientes no es que sean precisamente per- fectos, mis orejas son grandes pero no demasiado. En ge- neral mi cara me gusta mucho, sé que no soy perfecta, pe- 10 no creo que lo no perfecto para unas personas, no deje de ser bonito, por lo tanto no lo cambiaria. No s¢ si estoy gorda o delgada, cuando pregunto a la gente me dicen las dos cosas, por lo tanto creo que estoy bien o por lo menos me siento bien. Todo lo demas no sé qué poner porque es como todo el mundo y me gusta mucho como es». ‘Cuando la identificaci6n con el ideal ya no puede soste- nerse, lo que sucede en la mayoria de los casos observados, di- cho ideal pasa a localizarse en modelos, proporcionados por Ja cultura, que asocian la feminidad y su perfeccién con de- terminadas imégenes del cuerpo, en jas que la problematica Ge la gordura y la aspiracion a la delgadez ocupan un lugar primordial. Veamos cémo lo enuncian algunas de las nifias entrevistadas: «Lo importante para la mayoria de las personas es tener un cuerpo perfecto (como el tipo de las modelos)»; «Yo creo que el cuerpo es una cosa que preocupa a muchas ts) capitulo 2 mujeres, y mas que por salud, por estética aunque tendria que ser a la inversa, pero se produce porque en la actualidad el cuerpo es casi todo en la mujer, también lo seria antes, pe- ro no era tan importante, porque yo creo que se buscaban otros valores. Referente a mi, no me quedo con las ganas de decir como me gustaria ser: estilo Julia Roberts, alta, delgada, y con mi cara»; «A mi me gustaria tener la cara de Cindy Crawford, y las piernas de Naomi Campbell, bueno, claro, y ya de paso, el marido de Cindy Crawford (Richard Gere).» Laidentificacion con las modelos, comose puede apre- ciar en el ultimo ejemplo, permite articular la imagen ide- al (como se quisiera ser) con la aproximacién al objeto er6- tico (la pareja que se quisiera tener). Esta imagen ideal, sin embargo, no alcanza a encubrir exitosamente la fragmen- tacion del cuerpo, la dislocacién producida tanto por la asincronia del crecimiento mismo, como por la irrupcion de las pulsiones. De todos modos, se puede apreciar que la identificacion con esa imagen se percibe como un medio para acceder al reconocimiento social y al objeto de amor. Es interesante constatar que muchas jévenes denuncian la dimensién de exigencia persecutoria, a la vez cultural e in- trapsiquica, que tienen estos ideales construidos socialmen- te. La aceptacion acritica de esta exigencia puede conducir, a sil vez, a la desvalorizacién del sujeto y aun sufrimiento nar- cisista por no poder satisfacer los requisitos marcados por el canon de belleza y atraccién sexual. La desvalorizacién y el sufrimiento serin tanto mayores cuanto"mas exagerada sea la idealizacion del modelo: «A la mujer se le pide tener un ex- celente aspecto fisico mucho mejor que al hombre y eso lo vemos, por ejemplo, en que todas las dietas-adelgazamiento estén anundiadas por mujeres, ¢ incluso los locutores dan por hecho que van a ser utilizadas exclusivamente por mu- jeres. Otro ejemplo serian los productos cosméticos que segun piensan algunos estn indicados exclusivamente para El cuerpo y la sexualidad en la adolescence: mujeres; y a mi, personalmente, me gusta, supongo que co- mo a todo el mundo, que el hombre tenga una piel suave y tersa como se le exige a la mujer.» 2.2 «Primera regla»/»Primera polucion» interesante observar la diferencia —la mas no- Fin entre todos los temas considerados— entre los adolescentes de ambos sexos con respecto a esta Cuestion. Es poco lo que escriben los varones sobre el tema y, al mismo tiempo, es sorprendente la uniformidad de su discutso: En primer lugar, todos comienzan afirman- do que no recuerdan cuando ocurrié. En segundo lugar, ninguno menciona las poluciones espontaneas, involun- tarias, sino que todos las vinculan ala masturbacién, es de- cir, dejan de lado la cuestion de la emisién involuntaria de semen, que podria entenderse como representante de la emergencia de pulsiones incontrolables, ajenas al yo cons- ciente, para centrarse en cambio en la dimension reasegu- radora del placer sexual intencionalmente provocado (masturbacién): «No estoy seguro de cuando me hice la primera, pero sé que estaba en sexto de EGB 0 por ahi. Y lescribe la palabra recuerdo y la tacha] me imagino que me gustaria»; «No fue desagradable sino todo lo contrario.» Como sucede con la menstruacién en el caso de las mu- jeres, la primera polucion puede simbolizar para los varones la entrada en la vida adulta, el pasaje de una fase de la exis tenciaa otra y, al mismo tiempo, una confirmacién de su vi tilidad: «Sinceramente, no recuerdo muy bien la fecha. Haciendo cabalas supongo que fue en cuartoo en quinto de basica. No es que no hiciera una honda huella, sino que no me acuerdo, ya que era un poco pequeno. De lo que si me acuerdo fue que me vi como una persona mayor, alguien para el que la ninez habia pasado. Un paso adelante». (s capitulo 2 En este contexto se plantea, una vez mas, la importante cuestiOn de la intransmisibilidad de la experiencia, que deja a cada uno librado a si mismo ante algo dificil de expresar ver- balmente: «Es un tema que nadie lo habla ni lo conversa, pa- ra explicarselo a la gente que no lo entiende. La mayoria de la gente sabe lo que es por la propia experiencia», Sin embargo, como veremos mas adelante, este aparente saber no garantiza que se entienda lo que esta sucediendo. Es notable, como he mencionado, la diferencia con los textos de las nifias, que desarrollan el tema de una ma- nera mucho mas amplia y con gran riqueza de detalles: ca- si todas establecen la fecha de la menarquia con bastante precision: «Hace un afio», «en octubre de 1992», «a los do- ce, al mes cumplia los trece». Muchas detallan, ademds, las circunstancias precisas en las que se produjo: «Me ocurrié después de venir del colegio, a mediodia, me dolia un po- co la tripa y me fui al servicio y alli lo vi, era una manchi- ta muy pequeria de sangre»; «La tuve con once afios, fue en verano, en julio, estaba en la piscina de mi casa y fui al bario entonces vi que tenia la regla». Asimismo, todas especifican los afectos que despertaron ante esta situaci6n, marcada fundamentalmente por la am- bivalencia o dualidad de sentimientos: por un lado, la méns- truacion parece ser un factor normalizador que hace de la ni- fia una mujer igual que las demas (madre, hermanas, amigas). Desde este punto de vista, se la vive como un rito de iniciacion a la adultez que confirma su posicion femenina, es decir, como algo que le permite participar en los secretos de las mujeres: «No me asusté ni nada, lo veia lo mas normal que me parece porque mis amigas muchas la tenian ya. La verdad que cuando la tuve por primera vez me senti mas ma- yor, més mujer, aunque atin era una cria»; «Puedo decir que no fue ningin trauma, o me pusiera a Morar, sino todo lo contrario, tal vez porque queria sentir lo que es ser mujer. El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia Esta dimensién positiva y satisfactoria de la menstrua- cién ha Hevado a alguna de nuestras sujetos a afirmar que ya menstruaba antes de que ello fuera cierto, para no ser diferente de sus amigas, que ya lo hacfan. Algunas ven en la menarquia un significante de su fecundidad po- tencial, lo que representa, a su vez, una promesa de ma- ternidad para el futuro: «Encuentro de lo mas normal y 16- gico que a las mujeres nos venga el periodo. Lo que si importa, es lo que esto quiere decir: poder tener hijos, y cuando sea el momento adecuado, daré gracias a Dios, por poder haber creado un nuevo ser viviente»; «Me parece al- go maravilloso, e interesante, no s6lo la regia, sino el he- cho de ser mujer, poder sentir vida dentro de ti, e infini dad de cosas, claro sin olvidar el sufrimiento». La alusion al sufrimiento responde, precisamente, a la ambivalencia a la que he hecho referencia. De todos modos, esta aparente complacencia por la normalidad corporal se resquebraja facilmente, no s6lo en el texto que menciona el suftimiento 0 el hecho de sentir- se todavia pequefia sino también, con mayor claridad, en los que cito a continuacién: «Me vino a muy temprana edad (trece aftos). No estaba preparada, entre los dolores ganas de comer, me sentia fatal y al fin y al cabo para qué estaba deseando que me viniera para que me doliera tan- to»; «Cuando se lo dije a mi madre me dijo que le daba un poco de pena que la tuviera tan joven (once anos) porque era un pringue. Al principio molaba, a mi me gustaba te- nerla, pero al paso del tiempo ya no me gustaba tanto»; «Antes de tener mi primera regla yo sentia curiosidad y ja- mis pensaba que me daria miedo, ni siquiera era nada oculto. Pero cuando empecé me dieron ganas de llorar» Es posible pensar que el dolor fisico simboliza el sufti miento y la tristeza por una pérdida compleja que abarca—por un lado—la propia infancia, con la plenitud narcisista no s6lo (56) capitulo 2 de la nifia sino también de la madre que se siente feliz con su hija y, por otro, la fantasia de bisexualidad, que es universal en los nifios de ambos sexos antes de llegar a la pubertad. En este sentido, la regia es la prueba sangrante de la diferencia sexual anat6mica, dela realidad de nuestra condicién mono-sexuada, que ya no se puede recusar. Veamos un texto completo que describe la angustia, el rechazo a un cuerpo femenino que no es posible clegir ni controlar, y el intento de superar la cuestion de una manera humoristica que revela, a pesar de su tono, cierto anhelo de bisexualidad, a través de la evocacién de la masculinidad: «Este fue un momento en que me senti mal, no sé por qué. Recuerdo que una mafiana, al levantarme para ir al colegio € ir al servicio, vi mi braguita con una gran mancha de sangre. Yo me quedé muy impresionada, llamé a mi madre, y me abracé a ella llorando. Ella me consol6, y me tranquiliz6, di- ciéndome que era algo natural. Recuerdo que en ese momen- to deseé ser un chico, para no tener que soportar eso todos los meses durante casi toda mi vida, aunque tuviera que hacer la mili, Los primeros meses lo pasé bastante mal, no me acos- tumbraba e, incluso, me daba corte hablarlo con mis amigas. Pero ahora ya es diferente, pues lo veo como una cosa nor- mal, ¢ incluso mis amigas y yo bromeamos diciendo: ;Ah! Pues a mi me ha venido Andrés Qué? ¢Quién es Andrés? jPues el que viene una vez al mes!» (Las bastardillas son mias.) 2,3 «Mi sexualidad» as mujeres han desarrollado también este asunto de una manera mas amplia que los varones; qui- zas esto se deba, al menos en parte, al hecho de que no existe una sincronia o concordancia entre los pro- cesos adolescentes de ambos sexos. Por un lado, existe un destase cronologico entre ellos, que ha sido observado por El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia diversos psic6logos y por los mismos autores de los textos que estamos comentando (Ia noci6n de que las chicas ma- duran antes, por ejemplo). Por otro lado, se establece en- tre ambos sexos una asimetria situada entre dos coordena- das relacionadas con la necesidad, es decir, con caracteristicas propias de nuestra especie. Ellas son, por un lado, la diferencia anatomica entre los sexos y, por otro, nuestro origen comin en un cuerpo de mujer que estable- ce también una diferencia entre ninas y ninos. En efecto, en la medida en que, en la generalidad de los casos, es la madre la que se hace cargo de satisfacer lay necesidades vi- tales y emocionales del recién nacido, €ste ha de establecer una relacion amorosa con un objeto originario que es del’ mismo sexo que el sujeto en el caso de las niias, y del otro sexo ett el de los niftos. Citaré algunos ejemplos que ilustran los diversos en- foques de la cuestion en ambos sexos. Mientras las chicas se explayan mas ampliamente, slo en los escritos de los chicos encontramos textos tan escuetos como los si- guientes: «Mi sexualidad. Como la de casi todo el mundo esta edad es nula»; «El sexo es un tema del que hoy pa- rece que se habla mas que en el pasado, pero se sigue ha- blando poco»; «El sexo es hoy dia un poco menos tabi». Por lo visto, aunque sea menos taba y se pueda hablar mas que antes, el cambio en las costumbres no basta para resolver los problemas que la sexualidad plantea desde el punto de vista de la singularidad de cada sujeto: puede hacerse dificil decir algo al respecto, encontrar las pala~ bras para expresar la perspectiva subjetiva, mas alla de la informacion convencional correspondiente @ la educa- cién sexual que han recibido (en los tres casos, he citado los textos completos sobre este tema). De todos modos, tanto para las mujeres como para los varones, la sexualidad se presenta como una cuestion que ica capitulo 2 suscita atraccién y curiosidad pero, al mismo tiempo, confron- ta cada cual con el desconocimiento y la carencia, con Ia in- certidumbre telativa al propio deseo: «Con la palabra sexuali- dad no sé lo que se suele decis. Yo la comparo con las ganas de probar el sexo, pero... ¢queremos?»; «Por casos que conozco, Jo. que mis se necesita es informacion, pues muchos jovenes creen que saben todo, pero a la hora de la verdad tienen un montén de dudas, que no saben a quién preguntar». Es evidente que identifican la sexualidad y la genitali- dad, 1o que responde, probablemente, tanto a la organiza- ion libidinal propia de la pubertad como ala opinion ge- neralizada; sin embargo, algun lapsus (error lingiiistico aparente que, en realidad, revela una verdad profunda del sujeto) puede denunciar el reconocimiento de que la se- xualidad ha formado parte, desde siempre, de la experien- cia corporal del individuo: «Tengo quince aiios y la verdad todavia sé mucho de este tema [el lapsus, decit «3¢> cuando queria haber escrito «no sé, se reficre a los recuerdos in- conscientes de las fases infantiles de la sexualidad]. Me re- fiero a haberlo probado. He estado con chicos pero nunca melo he planteado hacer»; «Yo nunca he mantenido rela- ciones asi que no sé lo que es esto por experiencia propia, yo sé lo que me dicen o leo». Como era de esperar, podemos observar que lo que se dice sobre la sexualidad se desarrolla en un marco defini- do por dos coordenadas: la que corresponde a la propia corporalidad y la referente ala telacion con el otro. Una jo- ven demarca el terreno en una frase sintética: «La sexuali- dad es algo sorprendente que surge del amor de un hom- bre y una mujer, es algo que surge de nuestro cuerpo». La dimension de la corporalidad, a su vez, comprende el ¥ _ placer, la organizacion de un cuerpo erdgeno, y la configura- cin de una imagen de si ala que se puede atribuir tanto el pa- pel de mediadora como de obstaculo para el establecimiento El cuerpo y Ia sexualidad en la adolescencia de la relacin con el objeto de amor. Sin embargo, la mayoria de los y las adolescentes hacen referencia a los tabties, a la in- formaci6n que se les ha transmitido, a lo que se dice —o no se puede decir— acerca del sexo; son pocos los que aluden al placer mismo y, cuando lo hacen, se ven en la necesidad de acotarlo o limitarlo: «Siempre me pregunto por qué lo hacen las de mi edad por placer, pero yo no lo veo asi yo lo veo para engendrar hijos, claro, que eso no quiere decir que no lo va- ya a practicar solo para tener hijos sino también por conocer qué es eso»; «No me puedo quejar, pero me gustaria poder te- ner mas relaciones sexuales (en la cama) con las chicas, aun- que quizé no tenga la edad suficiente para ello. Tampoco es que lo necesite o si no me muera, pero siempre produce pla- cer el hacerlo. No vaya Ud. a pensar que en su grupo hay un salido. No es cierto». La aclaracion entre paréntesis («en la cama») hace alu- sion a una discusion grupal durante la cual algunos de sus compaiieros, especialmente de sexo femenino, sostenian que la sexualidad es algo amplio, que incluye, por ejem- plo, pasear por el parque tomados de la mano de la perso- na amada. El autor de este texto hace referencia a un con- cepto mis restringido de la sexualidad. Fs evidente que la formulacién de su deseo le produce temor, puesto que se ve en la necesidad de desmentirlo: no tiene edad suficien- te, no lo necesita. En efecto, es necesario acotar algo que amenaza con el descontrol, al que alude con el término «salido», es necesa- tio poner limites a un placer sobre el cual el sujeto nunca podra estar suficientemente informado, porque el interro- gante nose plantea solo con respecto ala fisiologia sino que compromete a la dimension vivencial, a la subjetividad en- canada en un cuerpo: «La sexualidad a mi edad es un tema que todavia nos da miedo, porque no sabemos qué sensa- ciones va a producir en nuestro cuerpo»; «De entrada para esd capitulo 2 mi el sexo no es ningtin juego, es algo que conlleva muchas responsabilidades. Eso es lo que suelen decir todos, pero en e] momento que estas besandote, también se salta con la misma excusa la carne es débil. De ahi la necesidad de recurrir aun discurso superyoi- co © moralista, como se puede apreciar en el siguiente ejemplo: «Hay gente que esto lo hace por diversién, por- que no se dan cuenta que esto es muy serio, lo debes hacer con a persona que quieras mucho, con la que lleves cier- to tiempo saliendo y lo tienes que hacer cuando quieras, no cuando el chico quiere, porque si te esfuerza a hacerlo no es un buen chico sino que va a lo que va». Debemos aclarar que el Superyo es la dimensi6n del psiquismo que resulta de la interiorizacin de normas y valores sociales, en particular el tabti del incesto, ley fundante de la cultu- ra, Sus funciones son la autoabservacion, la censura y el castigo 0 aprobacin no s6lo de nuestros actos y palabras sino también de nuestros deseos Es probable que una forma de defensa frente a estos te. motes, cuya fuente se encuentra en lo desconocido e in- controlable del cuerpo y de las pulsiones, consista en aso- Giarlo a los riesgos (se trata de peligros, indudablemente, reales, pero que suelen hallarse intensificados por temores imaginarios) que puede conllevar la actividad sexual: «Yo con todas las enfermedades que hay no tengo prisa». Aunque es mas frecuente que sean las mujeres quienes mencionan el peligro de embarazo o el miedo al Sida, tam- bien los varones lo hacen en ocasiones: «No sélo esta el te- ma de realizar el sexo sino las consecuencias ya bastante co- nocidas por todos y los miedos que tenemos al fantasmna del Sida y al derrumbamiento de nuestra vida con la llegada de un BABY por una misera y pufetera noche de placer» Estos riesgos de la sexualidad pueden evar a los jove- nes, y especialmente a las mujeres, a mantenerse fijadas en El cuerpo y ES ee la fase de la concentracién libidinal en la propia imagen, pa- ra proteger su integridad narcisista y no exponerse a los da- Alos que podria ocasionarles el encuentro con el otro: «Con mi edad no me surge darle mi mejor pertenencia al primero que pase por ahi [...] Si lo haces a una baja edad y por acci- dente lo que hace es destrozarte la vida totalmente». La angustia ante la relacion heterosexual representada como efraccion del cuerpo, como ruptura de la integridad de la propia imagen, se pone de manifiesto en una reunion grupal en la que s6lo participaron las mujeres. La pregunta més acuciante para ellay result ser: «Duele la primera vez?» No es extrafio que este interrogante conduzca a evo- car el fantasma de la violacin: «Hay otra clase de sexuali- dad forzada que es la violacion, esto es una salvajada. La chica que haya sido violada estara humillada por haber te nido que hacer lo que un loco le ha pedido sin querer ella Aunque ha comenzado refiriéndose a «otra clase de se- xualidad», se aprecia la confusion entre relaci6n sexual y violacion cuando alude a «lo que un loco le ha pedidos, ya que quien podria «pedirle» una relacion sexual no seria nunca un loco violador Sin embargo, es facil constatar que, sin llegar al extremo del fantasma de violacion, entre las adolescentes el recurso mas frecuente para defenderse del conflicto consiste en atribuir el deseo sexual a los va- tones, lo que les permite liberarse imaginariamente del problema. Segiin escribe la mayoria de las chicas, son ellos Jos que «piden hacerlo», mientras ellas afirman, en la ma- yoria de los casos: «Soy joven para tener una experiencia sexual y creo que cometeria un grave error»; «Le dije que no lo conocia lo suticiente y que era muy joven para tener una relacion asi de seria, no estoy preparada». De este modo, el deseo sexual entra en conflicto con la exigencia narcisista de seguir siendo una nina pequefa ur daa su madre, lo que le permitiria evitar la confrontacion 4 (er) capitulo 2 con la diferencia de los sexos y, en consecuencia, con Ja rea- lidad monosexuada propia de todo ser humano. En una reu- nién grupal de chicas solas, éstas insistieron mucho en que una relacién sexual «no es un juego» (Quizas estaban alu- diendo a la diferencia entre la genitalidad y los juegos se- xuales infantiles, carentes de consecuencias), puesto que po- dria ocasionar problemas. {Qué problemas? «Por ejemplo, con su madre, a la madre no se lo pueden decir». En este ca- so vuelven a transformar el conflicto intra-subjetivo, es de- cir, la contradiccin entre el deseo de crecer y adquitir auto- nomia y el anhelo de permanecer bajo la proteccién familiar, en una confrontacién intersubjetiva. Esto significa que atribuyen a sus padres, y en especial a la madre, la vo- luntad de retenerlas bajo su proteccién, negandose a reco- nocer que sus hijas ya no son nifias pequefias. De este modo, asumen el deseo progresivo y delegan inconscientemente en los padres el anhelo regresivo de evitar todo cambio. Muches jévenes manifiestan la necesidad de contar con «una pareja estable» o «una relacion seria» que les pro- porcione «seguridad», antes de decidirse a comprometerse en una relacion sexual. El miedo al abandono las lleva a postergar esa posibilidad, desplazéndola a un futuro im- preciso e idealizado, «cuando llegue el momento, el lugar adecuado y esté muy, muy segura, y con la confianza sufi- ciente para no sentir ese miedo a la primera vez». En cambio, la sexualidad no genital resulta més acep- table y placentera, mas libre de conflicto, en tanto no po- ne en juego la diferencia entre los sexos. Al mismo tiem- po, se trata de algo ya conocido (recordemos el lapsus: todavia sé), que no rompe la continuidad con las vivencias de la infancia. Asi, una joven de quince anos afirma, por un lado: «Soy joven para tener una experiencia sexual, y creo que cometeria un grave error, Creo que es algo muy serio, y tienes que estar totalmente decidida a tus actos [...] El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia No es facil tener una pareja estable, a esta edad y creo que tampoco estaria preparada». Sin embargo, al mismo tiem- po aftade «Pero, por otra parte, si podemos practicar otra sexualidad que también es muy importante, como besar y querer a.un chico, que son los cimientos, en mi opinion, de una buena relacin sexual». Es interesante senialar que la expresion de todos estos temores y dudas ofrece un notable contraste con una es- pecie de discurso oficial que aparece reiteradamente en los esctitos de los adolescentes de ambos sexos, correspon- dientea la opinién generalizada, que es la que se suele ma- nifestar en revistas y programas de television: «Ahora el sexo es mucho ms libre de lo que era antes y estamos mu- cho mejor informados. Ya no es un problema puesto que existen la pildora y los anti-conceptivos». Sea como fuere, la informacién sexual, aunque sea ne- cesaria y correcta, esta condenada a ser insuficiente, por- que existe una diferencia abismal entre una lectura andto- mo-fisiolégica del cuerpo y la experiencia personal y vivencial de la corporalidad. No hay ninguna teoria que explique cabalmente el deseo singular de cada individuo, como algo diferente de la mera necesidad y que no puede ser satisfecho de la misma manera que ella. Los adolescen- tes registran que estan constituidos como sujetos de una manera particular e irrepetible que difiere necesariamente de las imagenes mediaticas y cientificas (ya sea biolégicas 0 psicolégicas) que se les ofrecen. Cada uno, cada una, se siente como un caso iinico, an gustiado en su soledad, y denuncia que todos estos discur-; sos que pretenden ser omnipotentes (creyendo ser capaces de responder a todas las preguntas) son utopicos y engano- 03. Es probable que ésta sea la causa del facaso de las cam- panas de prevencion de los embarazos adolescentes 0 del Sida. Las investigaciones al respecto demuestran que el oa capitulo 2 mayor conocimiento te6rico de las medidas preventivas por parte de los jévenes no incide automaticamente en una mayor utilizacion de las mismas. Desde mi punto de vista, seria necesario que los jvenes, ademas de la informacion pertinente, tuvieran espacios (grupos de discusion o de en- cuentro, talleres, por ejemplo) adecuados para procesarla y para expresar su problematica personal que, en la mayoria de los casos, es la responsable de que no sean capaces de em- plear los recursos intelectuales que poseen y los medios cu- ya existencia conocen y que se encuentran a su alcance. Me he teferido hasta ahora a la posicion subjetiva de los y las adolescentes ante la sexualidad en relacion con la dimensién libidinal de la corporalidad; es necesario tomar en consideracién, también, el papel de la propia imagen como mediaci6n en Ja aproximacién al otro. En este sen= tido, observamos que en muchos casos se teme no poder acceder a una relacién sexual porque la autorepresenta- cién (imagen de si mismo) no coincide con el ideal del yo que, como ya hemos visto, estd regulado por los modelos culturales que operan como idolos a los que se aspita a emular: «Considero que para algunas personas no soy muy atractivo. Van buscando el prototipo de hombre sal- vaje y atrevido del que yo no puedo presumir». La idealizacion de unos modelos ficticios produce una distancia cada vez mayor entre el yo real y el yo ideal, con el consiguiente sufrimiento narcisista (disminucién de la auto-estima) y las correspondientes inhibiciones en las re- laciones afectivas y sociales. En la reunion del grupo de chicos, al considerar el problema de que la informacion que poseen no alcanza nunca satisfacer sus interrogantes, se refieren también a esta cuestiOn: «La television ensefla cosas, pero te lo pone muy facil; hay una chica, vas ty te dice que sf, ya, te lo ofrecen todo...»; «En las peliculas todo [2] el mundo son tias cubias, y llegas alli y son todas gordas... El cuerpo y la sexualidad en fa adolescencia ee EE Ee Sm Ne lesen: Lo distorsionan todo un poco»; «No estan tan. disponibles las chicas al cachondeo». En todo caso, particularmente entre los varones, se tra- ta de reafirmar la propia normalidad, una vez mas, pero ahora referida a la posici6n sexual, a su actitud viril, conju- tando al mismo tiempo el fantasma de la homosexualidad > (temor universal en la adolescencia): «Por supuesto soy un var6n sin desviaciones anormales por lo que me gustan las chicas como a todos». Con respecto a la relacion con el objeto, algunos textos relacionan explicitamente la metamorfosis de la pubertad con el encuentro con el otro sexo, es decir, con el momento en que el deseo se traduce en palabras bajo la forma de una demanda de amor; «Mi sexo se ha ido convirtiendo poco a poco en el factor més importante de mi vida. Al otro sexo lo miro de otra formar; «Mis amigos y yo siempre hablamos de lo mismo, es casi el tinico tema del que hablamos, nos decimos qué chica es la que nos gusta». En este contexto muchos adolescentes subrayan lo de- seable que seria poder articular la sexualidad con el amoren una misma experiencia. Es interesante recordar que, segiin Freud, esta asociacién se lograria, en el caso de una evolu- cién ideal, precisamente en la adolescencia, al reunirse el deseo genital con la ternura derivada de las manifestacio- nes sexuales propias de la infancia. Sin embargo, nuestros j6venes, lo mismo que el psicoanalista, reconocen lo difi- cil que es alcanzar esta meta ideal en el comin de los ca- sos: «Mi sexualidad la considero como amar al sexo opues- to»; «Para mi la palabra sexualidad abarca todo lo que se relaciona con un hombre y una mujer; es decir, que yo considero sexualicad no tinicamente el coito entre la pa- reja, sino el amor que puede existir entre ella, los besos y abrazos, las caricias...»; «Si no quieres al chico y lo haces sin sentir nada por él, no es 1o mismo que si lo quieres. De capitulo 2 este modo seria una cosa mucho mejor; «La sexualidad que yo practico (besos y abrazos) es bastante satisfactoria, pero a su vez un paco falsa, ya que yo no me he llegado a enamorar plenamente de un chico, sino que un chico me puede gustar pero durante una temporada». En un caso, al menos, podemos observar el enamora- miento de un objeto que coincide con el ideal (lo que, pro- bablemente, tampoco facilita el acercamiento real, sino que lo convierte en tema de las fantasias tan frecuentes a esta edad): «Las chicas me gustan mas bien altas con el pelo mo- reno y muy largo y que tengan los ojos negros. Delgadas y con buen tipo. En el instituto hay una chica que se asemeja acomo me gustan a mi, esta en otra clase y se lama Estrella». Podemos observar que los textos se ordenan en un continuo, uno de cuyos polos corresponde a la considera- cién dela sexualidad en relaci6n al propio cuerpo, sus pul- siones y su imagen, y el otro, a la referencia de la sexuali- dad al vinculo con el otro sexo (unas pocas alusiones ala homosexualidad se manifestaron slo bajo la forma de la negaci6n: «Soy un var6n normal, sin desviaciones», por ejemplo). Se trata, como hemos visto, de las coordenadas en cuyo marco se organiza el deseo sexual. No obstante, corresponden también a la direccién que orienta el proce- soadolescente desde la preocupacion narcisista por el pro- pio cuerpo y por la representacion de si mismo, hacia la eleccion del objeto de amor. 2.4 «El otro sexo» esde el punto de vista psicoanalitico, es solo a D partir de la pubertad que se configura la pola- Tidad masculino-femenino, puesto que los ni- fos pequefios no tienen una idea clara, basada en su pro- pia experiencia, de la significacion de la diferencia sexual El cuerpo y la sexualidad en |: dolescencia ee en ae anatémica. Sin embargo, no es facil dilucidar el sentido psicol6gico de esta antitesis. Ante todo, podemos afirmar que estos conceptos encuentran una delimitacién, aun- que no absoluta, en dos planos. Por un lado, en el terreno bioldgico, donde se trata, en iiltima instancia, de unos ga- metos (6vulos y espermatozoides) irreductiblemente dife- ~ renciados, ya que los caracteres sexuales secundarios no son absolutamente inequivocos y admiten grandes varia- ciones. Por otro lado, en el plano socioldgico, en el que ha- amos unos modelos culturales que regulan la identidad sexual de hombres y mujeres (lo que, a partir de los estu- dios feministas, las ciencias sociales denominan género ). No obstante, tenemos que reconocer que ninguna de estas dos perspectivas es capaz de dar cuenta de la diferencia es- pecifica que nos interesa desde el punto de vista psicolégi- co. En este plano, hemos de tomar en consideracién, fun- damentalmente, tres cuestiones asociadas entre si: 1. La sexualidad, entendida como organizacién pulsio- nal propia de cada individuo, que determina la singulari dad del deseo sexual de un sujeto. 2. La sexuaci6n, es decir, la asuncién de una identidad propia, genérica, en funcién de la diferencia entre los se- xos. Se trata de una identidad sexual, 0 mejor dicho se- xuada; con esto quiero decir que no se refiere al deseo mismo, sino a ocupar un lugar en una disyuncién. Pero es- ta identidad (ser hombre o mujer, masculino o femenina) nunca estara definitivamente asegurada, en tanto asienta sobre la multiplicidad y variedad de las pulsiones origina- das en la infancia (recordemos las diversas zonas erogenas, las plurales modalidades del placer corporal), que no se dejan encuadrar en uno de los términos de la antitesis masculinidad-feminidad. 3. La elecci6n, o hallazgo, del objeto de amor, marcada por la historia de las relaciones, experiencias y sentimientos =) capitulo 2 infantiles referida a los objetos primordiales (padres o sus sustitutos; otras personas significativas del medio en que crece el nifio), que el adolescente busca y evita al mismo tiempo, lo que lo conduce a una reedicion —modificada, es cierto— del conflicto edipico. Esta compleja problematica no se puede explicar ex- clusivamente por la diferencia anatomica entre los sexos ni por la identidad de genero (modelos sociales). En ani- bos casos se trata de oposiciones binarias que encubren la diversidad de formas en que se construye la sexualidad humana, puesto que la organizacién simbélica de la dife- rencia sexual ha de encarnarse necesariamente en la di- versidad de los deseos de los distintos individuos. Quizas sea conveniente introducir algunas precisiones termino- légicas para orientarnos en este panorama. ; Esquematicamente, podriamos decir que los términos mujer y hombre se refieren, por un lado, a los cuerpos ana- tmicamente diversos y, por otto, a los grupos sociales a los que se adscribe determinada identidad genérica. Sexualidad femenina y masculina aluden, en cambio, a la organizacion pulsional y a la eleccion del objeto de amor, es decir, a la configuracién de un sujeto deseante encarnado en un cuerpo genitalmente diferenciado con respecto al otro sexo. Resulta un poco més dificil dar una significacion prec saa los términos feminidad y masculinidad. La razon de ello es que se trata de conceptos que, si bien se han mantenido como opuestos a lo largo de la historia y en todas las socie- dades conocidas, no tienen unos contenidos fijos sino que su significacion se modifica en diversos contextos histari- cos y geograficos. Una dificultad afladida radica en que, si las mantenemos como categorias fijas inamovibles, co- rremos el riesgo de dejar de lado las diferencias que existen entre las mujeres y entre los hombres, que no tesponden El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia nunca con exactitud a los estereotipos genéricos (al menos no es deseable que lo hagan, puesto que esa adecuacion conduce, s1ecesariamente, ala pobreza y rigidez de la per- sonalidad). Asimismo, unas definiciones demasiado claras y evidentes nos obligarian a ignorar las contradicciones y -combinaciones de rasgos femeninos y masculinos que existen en cada mujer y en cada hombre. Como dijera Freud, debemos concluir que la masculinidad y la femini- dad son «construcciones tedricas de contenido incierton. Yo agregaria: es deseable que asi sea, puesto que la apertura de las categorias ofrece la posibilidad de aceptar la diversi- dad de formas en que hombres y mujeres pueden definir 0 experimentar su masculinidd o feminidad. Alain Badiou se refiere a este proceso como una realiza- cin de Ia disyuncion de los sexos, lo que supone poner el acento en la configuracion de dos posiciones distintas, cu- yo contenido no esta necesariamente fijado. De este modo, subraya que lo esencial en la organizacion de la diferencia sexual no radica en alcanzar determinadas definiciones de lo femenino y lo masculin, sino en la operacion simbolica que establece las posiciones sexuales como productos de la disyuncién. Es decir, no hemos de interesarnos tanto por los conteniddos que se asignan a las categorias de feminidad y masculinidad como por la construccidn de tales categorias. Para Badiou el amor es, precisamente, el advenimien- to del dos como tal, la escena del dos; es el lugar en el que se enuncia que hay dos tipos de cuerpos sexuados. Los dos sexos no se confunden ni se desconocen en el amor —cs decir, no configuran una nueva unidad indisociable pero tampoco, por asi decir, dos especies distintas— sino que se Teconocen como diferentes, como términos de una polari- dad. Esto resulta de crucial importancia en la adolescen- cia, puesto que es en este momento de la vida cuando se" organiza la oposicion entre aquellas categorias. capitulo 2 En los escritos de los jvenes de ambos sexos se pone de manifiesto la necesidad de articular, de alguna manera, la igualdad y la diferencia, al siuarse como sujetos mono- sexuados en el marco del binarismo sexual establecido tanto por la anatomia como por la cultura. En efecto, igualdad y diferencia no son nociones antagonicas: lo contrario a igualdad es desigualdad; lo opuesto a diferen- cia es identidad. La dificultad radica en establecer el senti- do de los términos de una polaridad que, sin embargo, es imprescindible sostener, puesto que constituye uno de los anclajes esenciales de la identidad de toda persona. En este tema también se observan diferencias signifi- cativas entre chicos y chicas. En el discurso de las mujeres, hay una insistente alusion a dos tipos de chicos, lo que po- dria ser una transposicién de la cuestion a la que hacemos referencia. Segtin dice la mayoria de ellas, algunos son ra- dicalmente diferentes y otros se asemejan a las chicas, lo que da lugar a que los primeros sean rechazados y despier- ten hostilidad, en tanto ponen en evidencia la oposicion entre los sexos (mas alld de que los rasgos que critican se- an realmente desagradables). Los que son aceptados son aquellos que no parecen cuestionar la posicién narcisista, es decir, la auto-estima, del sujeto femenino, en la medida en que no se presentan como radicalmente distintos: no responden con tanta fidelidad como los otros al estereoti- po cultural de la masculinidad. Esta categorizacién de los hombres en dos tipos podria ser, entonces, una forma de expresar simulténeamente el reconocimiento y el desco- nocimiento de la diferencia, es decir, de sostener a un tiempo la igualdad y la diversidad entre los sexos. Desde mi punto de vista, ésta es la cuesti6n fundamental que se plantea a las y los adolescentes y que, por otra parte, ha- bremos de reformular y reelaborar una y otra vez a lo lar- go de nuestra vida. El cuerpo y la sexualidad en la adolescencia Las «dos clases de chicos», mencionados en los textos escritos por mujeres, dan cuenta de la disyuncion, pero simbolizan también la doble actitud de las adolescentes ante el otro sexo: la idealizacion, por un lado, y el rechazo, por otro. Ambas tienden a preservar el narcisismo infantil. La sexuacién supone una salida de la posici6n narcisis- ta, qui Se produce por la realizacion de la diferencia entre Jos sexos, en la escena de la corporalidad, y por la relacion entre los sexos, en la escena del amor. Veamas un ejemplo: «A mi los chicos me parecen casi todos iguales, son unos chulos cuando estan con una chica delante de sus amigos, se hacen mas machotes, aunque puede haber excepciones, hay chicos que son los que me gustan que son muy carifio- sos, romanticos y que respetan a las chicas y no las tratan como a una cosa. Se distingue muy bien a las distintas cla- ses de chicos. Los chulos en un principio se ligan a todas las chicas y al final se quedan solos. Y en cambio el otro chico sien un principio es un poco mis retraido por las chicas, al final es el que se va a quedar con la mejor. Mi opinion de los chicos es buena, aunque como ya he dicho no me gus- tan los que van de duros, me gustan los chicos sencillos, guapos (aunque no sea un bombén), romanticos, simpati- Cos y que sepan respetar a una chica, de estos hay algunos aunque no tengan todas las cualidades, pero creo que es fa- cil de encontrar. Yo creo que para los chicos es todo lo con- trario, le gustan las chicas abiertas que sean muy guapas y que tengan buen tipo (Y buenas curvas)». En general, los chicos aparecen como la encarnacién de una sexualidad descontrolada que las jévenes tienen mis reprimida, mientras ellas se identifican con los aspec- tos idealizados de aquella, con la version romantica del amor. Esto pone en evidencia la dificultad para integrar los dos aspectos que, como ya he mencionado, han de con- fluir idealmente a partir de la adolescencia: la genitalidad y 7) capitulo 2 we la ternura derivada de la desexualizacién de las pulsiones infantiles, es decir, de su transformacién en sentimientos de carifio y ternura. Asi, por ejemplo, una nifia escribe: «Casi todos ellos son iguales van a aprovecharse de noso- tras, aunque hay algunas excepciones. Muchos de ellos s6- lo quieren estar contigo por un dia y no volverte a ver mas, otros estan contigo pero también estan con otra, otros es- tan saliendo contigo y te ponen los cuernos, pero también hay que reconocer que hay una minoria muy minoria que estan saliendo con su chica, estén por ella y no se van con otras». La oscilacién entre aceptacion y rechazo es clara en este texto: «No todos los chicos son iguales, hay de varios tipos, pero casi todos piensan lo mismo». Es revelador cotejar los escritos de los adolescentes de ambos sexos, puesto que, en lo que respecta al otro sexo, los discursos de unos y otras suelen reflejarse mutuamente de manera especular. La mayorfa de las redacciones, tanto de mujeres como de varones, llega a conclusiones similares. Asi, si la nifia que acabo de citar afirmaba «casi todos pien- san lo mismo», es un chico el que escribe, por su parte: «A. las chicas no hay quien las entienda, todas son iguales». El fracaso de la idealizacion conduce a reconocer, con la consiguiénte decepcidn, que no existe. un objeto.amo- roso perfecto. Sin embargo, como veremos a través de las siguientes citas, es precisamente el derrumbe de la ideali- zacion lo que hace posible encontrar lo que es comin a ambos sexos, excepto en algunos casos en los que condu- ce directamente al rechazo: «Cuando te dejan (o dejamos la relacién) ellos no sufren ni padecen. Somos las chicas las que mas lo pensamos, La mayoria de ellos solo pien- san en ellos mismos y en sus amigos y pasarselo bien. (...) El hombre perfecto no existe», leemos en la redaccion de una chica, y en lade un chico: «La mujer perfecta no exis- te y habra que aguantar con lo que hay en el mundo». Sin El cuerpo y la sexualidad en la adolescen ee SCENIC embargo, también se reconoce 1o que los asemeja: «Los chicos son seres humanos y no maquinas, por lo tanto tienen que tener sentimientos, y tambien tienen que Llo- rary sufrir(...) Yo diria que los chicos y las chicas nos pa- Fecemos mucho, porque si una chica dice que no le gusta . fomper corazones o que nunca va a hacer dafio a un chi- Co, en la mayoria de los casos es mentira»; «Cuando eres mas pequefia, hay veces que los ves como seres de otro planeta, pero luego, con el tiempo, poco a poco, vas des- cubriendo que son como ta, que (mas o menos) tienen tus mismas inquietudes». Es interesante notar las oscilaciones que se producen en Jamayoria de los textos, entre la postulaciGn de semejanzasy la atirmacion de diferencias irreconciliables entre los sexos. En muchos casos se describe el pasaje de la percepcion del otro sexo como absolutamente diferente al reconocimiento de factores comunes, como producto de una evolucion. En ocasiones el proceso culmina en el encuentro con la pareja. £1 problema es que en clertos casos la disyuncion pue- de Hegar a establecerse como oposicion irreconciliable, impidiendo toda posibilidad de acercamiento. Asi, escribe una nifia: «Las chicas a esta edad mia somos mucho mas maduras que los chicos de nuestra edad; y, por eso, nor- malmente, para llevar una relacion seria tiene que ser con un chico mayor que nosotras, cosa que tampoco es dema- siado facil, pues los chicos mayores creeen que somos de- masiado jOvenes para ellos, bueno es un lio... Con quince- dieciséis aftos, los chicos, guiados quiza por la costumbre, buscan chicas muy guapas, que sean por decirlo asi muy populares; sin embargo, las chicas intentamos buscar mas dentro en la personalidad de un chico. Esta situacién con los afios finaliza, y por lo general, todo vuelve a la norma- lidad. Tanto chicos como chicas intentamos encontrar el amor de nuestra vida, pero hasta entonces es muy dificil» (73) capitulo 2 ¥ un joven afirma, como si se tratara de un eco: «Lo peor de las chicas es que siempre dicen que a nuestra edad son mas inteligentes que nosotros, que se saben compor- tar mejor, y por esta raz6n siempre salen con chicos ma- yores y dicen que nos ven como a unos pequeftajos. Por eso nos da miedo preguntarles que si quieren salir contigo, y otra de las cosas es que siempre tenemos que pedirlo nosotros. Ellas si quieren a un chico, nunca se lo dicen, siempre esperan a que ceca el chico». ; En el discurso de los varones encontramos la misma os- cilacion que en el de las mujeres ante la cuestion de la dife- rencia, el mismo pasaje desde la percepcién del otro como enigmatico o completamente extraio, hasta la idealizacion; la misma alternancia entre la negacién del problema y su franco reconocimiento: «Yo las veo normales... {Qué se su- pone que debia ver?»; «Las tias son més raras que un perro verde. Cuando tienen un problema no Jas aguanta ni su pa- dre, pero por el mismo modo esta el efecto contrario, muy carifiosas y un largo etc. de cosas. Hay chicas que estén muy bien, pero las pobres son tontitas perdidas, por lo que se con- vierten en inaguantables. Para mi es mas importante el que una chica sea una buena amiga, eso sin descuidar su fisico. (.) Siempre estan con que los chicos estamos obsesionados con el sexo, y luego resulta que ellas para las cosas mas fuer- tes son las que toman el primer paso, pero claro ellas nunca piensan en el sexo. PD: La mujer es un ser bastante raro». En el siguiente ejemplo, se describe con toda claridad el proceso de cambio experimentado, en cuantoa la forma de percibir al otro sexo:mYo pienso que, desde pequefios, suele haber una especie de rechazo hacia el sexo opuesto, convirtiéndose después en amor y devocién. En nuestra edad, las chicas juegan un papel fundamental. En ellas ca- si esta nuestro destino, ya que un rechazo de su parte te puede hundir y una afirmaci6n te puede ayudar a superar tus problemas. Antes se tenia un concepto negativo de lo femenino (personas que no tienen el sufuciente nivel pa ra un hombre, que s6lo valen para limpiar, ete.), pero alo ra te das cuenta de que esto no es cierto. Casi nos superan en todo, sin ellas no podriamos vivir |...] Yo no solo veo su fisico, sino que, ademas veo su mente, su forma de pensar, su actitud, pero su cuerpo también ayuda. En gene go una sensaci6n positiva hacia el otro sexo». En esta redaccion, y masatin en la que citaré a continua ci6n, es evidente la ambivalencia de los sentimientos, es de cir, la coexistencia de sentimientos contradictorios (atrac- cién-rechazo, amor-odio) hacia las chicas. En efecto, | idealizacién tiene como corelato inconsciente el miedo a una figura que parece ser omnipotente, asociado a un reco- nocimiento de Ja necesidad del otro sexo que actualiza, a su vez, la dependencia infantil con.respecto a la madre: «Desde 1a antiguedad las mujeres han sido utilizadas como objeto se xual, por lo que ahora nos llegan a nosotros muy cabreadas, diciendo que somos unos machistas y pidiendo igualdad de condiciones. En la actualidad las chicas son tomadas un po- co més en serio, porque los chicos se han dado cuenta de que sin las chicasno son nada»; «Sin las chicas la vida para los chi- cos seria imposible, ya que no se podria nacer». Esta evocacién del objeto originario y la atraccion qu ejerce despiertan, al mismo tiempo, una intensa angustia la angustia ante el deseo humano universal de retornar al lugar del origen, lo que conllevaria, sin embargo, la des aparicién del sujeto como ser auténomoEn tanto para las , mujeres la posibilidad de la relaci6n sexual evoca general- mente la imagen de la madre de la infancia como figura prohibidora, o como objeto traicionado, abandonado, pa- ta los varones el encuentro con la figura femenina des- pierta, necesariamente, la representacion de la madre co. mo primer objeto amado, al, ten- El cuerpo y la sexualidad en la adolescenc (76) capitulo 2 La madre de la infancia est investida de una omnipo- tencia que suscita temor, porque en los comienzos la vida del nifio dependia absolutamente de la madre, asi como la satisfaccion de sus necesidades y deseos. Este temor se ex- presa algunas veces en un discurso referido a hechos hist6- tico-sociales, en el que brilla la racionalizacién (explica- cin racional que encubre los verdaderos motivos), y otras veces de una manera més directa. Veamos sendos ejem- plos: «Hasta ahora no han tenido nada de poder, pero aho- ta tienen mas poder, cada dia con més fuerza entra la mu- jer en la vida social»; «Las chicas: El ser mas peligroso del planeta. A base de su ternura, su buen vocabulario, su for- maci6n y su, en algunos casos, armas de mujer (pero no me refiero a simples armas blancas sino a rayos laser) estan conquistando el planeta poco a poco sin que nadie nos de- mos cuenta. A ver... (Quién es el cabeza de familia? {El pa- dre con sus broncas, sus proposiciones, sus ideas, sus man- damientos, etc? ,O la madre con su organizacion, su mediaci6n entre hijos y padres, su alegria y su fuerza ma- temal? Acaso no es la mujer quien elige el lugar de vaca- ciones, incluso en los hogares mas machistas, 0 acaso noes la mujer quien administra todo el dinero o quien da el vis- to bueno a todo (lo que le conviene)». En definitiva, el problema consiste en la necesidad de articular igualdad y diferencia, en no quedar capturados en una posicién narcisista ni paralizados ante la carencia que supone el tener un sexo en un universo en el que exis- ten dos: «Yo pienso que las chicas piensan como chicas por su educacion recibida. Si una chica es educada como un chico, ésta se comportaré como un chico y viceversa. Por lo tanto, en teoria, las mentalidades deberian ser pare- cidas. ‘Todas las chicas son distintas (al igual que los chi- cos), pueden compartir algunas aficiones, pero todas son distintas. La diferencia mas importante es el sexo, pero por El cuerpo y la sexualidad en la adolescenci: Jo demés la igualdad suele ser equilibrada (mas 0 menos)»; «Son iguales a nosotras, pero nosotras somos mas finas»; «Somos tan distintos, tan distintos que somos iguales». Este enfrentamiento con la cuestion de la diferencia se sittia en un espacio delimitado por dos exigencias. Por ~ unlado, cl ideal del yo, que exige que el otro responda a una determinada imagen sobrevalorada que, a su vez, ha- bra de revertir sobre la autoestima del adolescente, re: taurando su narcisismo. Por otro lado, el interrogante acerca del propio deseo, que remite indefectiblemente a la carencia, aa falta de plenitud, puesto que sino ca ciéramos de nada, no tendriamos nada que desear. El de- seo sexual obliga al sujeto, al colocarse en uno de los té minos de la disyuncién que se realiza en el amor, a Teconocer su propia parcialidad: «Como manda la nati- raleza, Tos Chicos y chicas se sienten atraidos»; «En el fon- do no podemos vivir sin ellas, ni ellas sin nosotros»; «Las chicas son el S0.% de nuestra vida». (7) 3. hon nmnditta: la prygurta por ba idertidad 3.1 Un extrario en el espejo i bien es cierto que la problematica que estamos considerando es muy variada y que, en realiciad, de- beriamos decir que hay tantas adolescencias como adolescentes, podemos senialar a grandes rasgos algunos mo- tivos de preocupacion o interés que se repiten en el discurso de los jévenes de ambos sexos. Una de las cucstiones més releyantes, como hemos visto en el capitulo anterior, es el desasosiego suscitado + por el propio cuerpo en tanto cuerpo erdgeno. El sujeto se enfrenta con la necesidad de dar cuenta de los cambios puberales: su propio cuerpo se le presenta ahora como al- go desconocido, sospechoso, fuente de inquietud, en la medida en que remite a la sexualidad, a la sexuacion, ala historia libidinal intersubjetiva fraguada en la infancia y a Ja posibilidad del encuentro amoroso. Dentro de esta te- ‘a me gustaria subrayar tres aspectos. En primer lugar, la intensificacién del interés y la an-- gustia ante el propio cuerpo en tanto este se convierte, por Ja velocidad y calidad de las metamorfosis que experimen- ta, en un desconocido que interpela y cuestiona al sujeto. capitulo 3 Por ello no nos sorprende que los adolescentes pasen tan- to tiempo frente al espejo: la imagen que este les devuelve no corresponde a la que han ido elaborando durante los amios de la ninez, cuando su cuerpo, si bien es cierto que iba creciendo, sufria pocos cambios cualitativos. Asi, por ejemplo, un chico de 16 afios refiere que se afeita todos los dias porque le molesta que le «aparezcan pelos negros en Ja cara», lo que constituye una prueba de su desarrollo cor- poral y sexual, puesto que la barba es uno de los caracteres sexuales secundarios mas notorios. En muchos casos, sobre todo entre las niiias, observa- mos el intento —cada vez mas frecuente en el mundo occi- dental— de controlar o detener la transformacion corporal mediante la elaboracion de verdaderos rituales en tomo a la ingesta de alimentos. La idea de estar demasiado «gorda» corresponde generalmente a la angustia provocada por el desarrollo «desparejo», especialmente de pechos y caderas, significantes de la feminidad. En los casos de anorexia, a la que me referiré mas extensamente en el capitulo 5, obser- vamos un control riguroso sobre lo que se come, cuanto y cuando se come, una vigilancia obsesiva del propio peso y la preparacién ceremonial de las «comiditas» que se van a ingerir. En la bulimia alternan las «orgias» en las que se consumen alimentos de manera descontrolada y desmedi- da con ceremoniales de «limpieza» mediante los vémitos provocados o la ingesta de laxantes. En el primer caso los rituales se centran en la restriccidn y en el segundo en la pur- gacién, pero la problematica subyacente es muy similar. - _ Unsegundoaspecto es el retraimiento narcisista que re- sulta de la preocupacion por el propio cuerpo y sus trans- formaciones: ahora también el sujeto, su yo —y no sélo su cuerpo— pasa a serel objeto mas interesante para si mismo; el joven se encuentra fascinado por sus bisquedas y descu- brimientos «interiores» que pueden cristalizar en la propia imagen. Esto lo protege de la angustia y Ja crisis narcisista que experimenta, es decir, la dificultad para reconocersea si mismo, Ia pregunta por la propia identidad, que ya no es tan obvia como en Ia infancia, y la toma de consciencia del decurso del tiempo, que lo sitii2 frente a un futuro opaco. El tercer aspecto es la dimensi6n de duelo de esta crisis en la medida en que, como ya he indicado, ha sido gene- rada por las metamorfosis de la pubertad, que suponen una serie de pérdidas. La primera pérdida, imaginaria por cierto, que el ado-- lescente experimenta, se refiere al cuerpo infantil y su ima- gen, elaborada a lo largo de los afios de la nifiez: el espejo, y también la mirada de los otros, le devuelve una figura que le resulta extrafia. Una segunda pérdida corresponde a la ima- gen del nifio ideal que ha sido alguna vez, © ha creido ser, tanto para si como para sus padres, en tanto ya han comen- zado los enfrentamientos generacionales y los padres tam- poco reconocen a «su nino o nina» en este ser que parece es- caparseles. Finalmente, el adolescen también privado de los padres 1 porte del ideal del yo infantil. Ese ideal, aonte Ja infancia, ¢s una especie de profongacién de los ideales de los padres, pero a partir de la pubertad, en la inmensa mayoria de los casos (y es deseable que asi sca) los padres ya no se pereiben como omnipotentes, sabios e infalibles y pasan a ser cue: tionados, lo que se traduce en un distanciamiento del hijo que suele materializarse espacialmente mediante el encie- rro en su cuartoo la ausencia prolongada del hogar familiar. Esta situacion de duelo por lo quese ha perdidoes la cau- sade los sentimientos de tristeza y desasosiego que suelen do- minar el panorama afectivo en esta etapa. Carson McCullers ha descrito con extraordinaria agudeza el proceso adolescen- te femenino a través del personaje de Frankie, al que ya me he referido. No se le ha escapado, como veremos, esa tonalidad la pregunta por la identidad capitulo 3 depresiva sin causa aparente: «Las cosas empezaron a cam- biar y Frankie no comprendia el cambio. (...) Las palidas vis- tarias florecian por todo el pueblo, y calladamente se fueron abriendo todas las demas flores. Pero en el verde de los arbo- les y en las flores de abril habia algo que entristecia a Frankie No sabia por qué estaba triste, pero a causa de esa tristeza em- pez6 a darse cuenta de que debia marcharse del pueblo.» 3.2 De la pérdida de si mismo al encuentro con el otro L: necesidad de apartarse de sus objetos origina- rios, en un primer momento, conduce al desinte- res por el mundo exterior y a una especie de em- briaguez con el aislamiento: la libido se centra en el yoy se intentan compensar las pérdidas y heridas narcisistas me- diante el engrandecimiento de su propia imagen. El ado- lescente se siente incomprendido, diferente, excepcional, y se promete desquitarse en el porvenir de la mediocridad de la vida presente, dela que se evade mediante sus suefios. Como ya hemos visto a través de los escritos de adoles- centes que hemos estudiado, resurge el interés y la curiosidad de los afios infantiles por el otro sexo, lo que permitiré a nirias y nifos salir gradualmente de la matriz. narcisista: es el en- 4 cuentro con el otra, precisamente, lo que hard posible la reso—_ lucién de la crisis narcisista. Para ello, es necesario que se reco- nozcaa ese ot70 en un plano simbélico, & decir, como objeto del deseo (por lo tanto, como algo que no se tiene) y no como parte de si mismo o soporte imaginario del propio yo. Esto su- pone renunciar ala posesién del objeto, aceptar que no s6lo no se lo tiene sino que es imposible tener a otro ser humano, para acceder al encuentro del mismo. Esta renuncia, entonces, se funda en la aceptaci6n y la tolerancia de la alteridad, es decir, de que la otra persona es radicalmente distinta de uno mismo. La crisis narcisista: la pregunta por Ia identidad No obstante, este_pasaje no se da de un momento al otro sino que implica un verdadero proceso. Debemos reco- nocer que incluso en la adultez habremos de transitarlo mas de una vez, con el consiguiente sufrimiento narcisista, puesto que el narcisismo, aunque se ve limitado por los «du- ros golpes dela vida» que nos obligan a tener en cuenta ala realidad, como decia Freud, no se pierde nunca definitiva- mente. Tampoco seria deseable perderlo, ya que sin amor a nosotros mismos no habria siquiera posibilidad de supervi- vencia. En consecuencia, las primeras elecciones de objeto amoroso del adolescente estaran todavia marcadas por el nafcisismo: al comienzo, el otro no es mas que un desdo- blamiento de uno mismo, una proyeccién de la propia ima- gen ideal a la que se ha de renunciar. Observamos, en este sentido, una trayectoria que sue- le tener como punto de partida el diario. intimo —que equivale al otro yo del sujeto-, a quien el adolescente habla como si se tratara de otro personaje diferente, pero este personaje no es otro que él mismo. Un segundo momento corresponde a la eleccion homosexual, ya sea consumada a través de juegos erdti- cos que 0 son sintoma de una homosexualidad defini- tiva sino de una fase puberal de confusién, o bien su- blimada (es decir, transformada o desplazada en un vinculo sin fines eréticos) en la relacién con los amigos intimos. Estos son tipicos de esta edad y se los suele per- cibir como almas gemelas que casi forman parte de uno mismo y no tienen, para el sujeto, una existencia total- mente independiente. Un tercer momento se caracteriza por el enamora- jiento 0 apasionamiento por alguna figura publica idea- lizada, como es el caso de las estrellas del cine, la cancion © el football. En esta situacion ya se manifiesta una mayor distancia con respecto al otro. capitulo 3 Finalmente legamos al primer enamoramiento h rosexual aquel, aunque, de todos modos, de alguna per na de su entorno se caracteriza habitualmente por ser una experiencia emocional absarbente y entrafia todavia una exagerada idealizacién de la pareja que remite una vez mas al yo ideal perdido. No es extrafio que esta idealiza- cién vuelva a presentarse en los ulteriores enamoramien- tos, en distintos momentos de la vida. Las personas de quienes se enamora el adolescente vie- nen a ocupar el lugar de los primeros objetos de amor de la infancia, lo que las configura, a pesar de su duraci6n limita- da, como relaciones apasionadas y exclusivas, independien- temente de que se realicen 0 permanezcan en el plano ima- ginario. Este tipo de enamoramiento intenta compensar al Sujeto por algo que ha perdido, ademas del cuerpo, la propia imagen, los padres y el yo ideal de la infangja: se trata de la fantasia de bisexualidad a la que ninos y ninas no suelen te- nunciar hasta llegar a la pubertad, cuando el caracter mono- sexuado de su cuerpo se hace dificil de ignorar. En efecto, en Ja adolescencia—y en ocasiones mas alla de ella—el otro es Jo que completa imaginariamente al sujeto encubriendo la” falta de plenitud o insuficiencia que supone la sexuaci6n. ‘Todo lo que hemos sefialado hasta ahora: los cambios corporales y el renacimiento de la sexualidad por un lado, Ja pérdida del mundo de la infancia y de la telacién de de- pendencia con los padres por otro, operan como otros tantos significantes de que nuestro ser deviene en el curso de una temporalidad que tiene unos limites. E] adolescen- te se ve obligado a enfrentarse, al mismo tiempo, como ya he reiterado, con las das.coordenadas fundamentales que definen y acotan nuestra existencia: sexuacion_y mortali- dad, que suponen sendas heridas narcisistas en tanto atentan contra Ja auto-representacion inconsciente fun- dada en el anhelo de plenitude infinitud. La cris Pero no sélo los adolescentes han de enfrentarse con es- tas cuestiones sino que también deben hacerlo los padres cuando sus hijos acceden a esta cncrucijada existencial; en la medida en que el alejamiento del hijo anuncia la futura diso- lucion de la unidad familiar es también para ellos una prueba del transcurso del tiempoy un recordatorio de su propia mor- talidad. Por eso propongo considerar a la adolescencia como una problematica intersubjetiva —es decir, no individual si- no relacional-, en tanto compromete no sélo al joven sino también a sus padres y a las instituciones en las que participa, como establecimientos educativos, culturales 0 deportivos. En todos estos ambitos los adolescentes se presentan como un revulsivo que impone un cuestionamiento permanente de normas, valores, formas de relacion, al menos cuando se Jos escucha; en caso contrario, es facil apreciar el rechazo y la angustia que se desenicadenan en Jos adultos cuando no con- siguen controlar alos rebeldes supuestamentee sin causa. Recapitulemos lay transformaciones que se producen en la adolescencia: tegran una unidad autosuficiente: para el hijo, la madre tiene la potencialidad de satisfacer —o no— todos sus deseos; para Ja madre, el hijo o hija ocupa el lugar del objeto amado y de- seado, del nino ideal que ha venido a «llenar su vida»; esel es- pejo en el que recupera la ilusion de la plenitud. El tabi del in- esto que ha de instaurarse con su mayor rigor en la pubertad. prohibe la prosecucion de ese vinculo idealizado, tenido cada vez mas, a medida que los hijos crecen, de connotaciones in- cestuosas reprimidas en el momento de la disolucion —siem- pre parcial— del complejo de Edipo infantil (entre los tres y los cinco anos) y actualizadas al despertar la genitalidad. En el caso de la nina, la imposibilidad de lograr una union, un mutuo completamiento —imaginario, por narcisista: la pregunta por la identidad capitulo 3 Ga] cierto— determinada por la pertenencia al mismo sexo que la madre, ya habia conducido a una decepci6n que la condujoa buscar en el padre aquello que faltaba en su pri- met objeto de amor. Ahora ha de renunciar también al pa- dre, sobre el que habia desplazado sus anhelos, en funcién de la prohibicién social del incesto. ; 2. Transformacién del yo corporal: hemos visto que la imagen en el espejo ya no coincide con la auto-representa- cién y la experiencia; tanto su cuerpo como su imagen se convierten en unos desconocidos, en significantes de la alte- ridad instaurada en el seno del sujeto. 3. Renuncia ala bisexualidad imaginaria infantil, a la ilu- sion de poder determinar el propio sexo, refutada por la reali- dad biologica y significada no s6lo como castraci6n sino tam- bién como una verdadera particidn : el sujeto siente que debe resignarse a perder algo que vivencia como su «otra mitad>. Frankie, una vez mas, ejemplifica estos cambios: siente rencor hacia su padre, que la expulsa de su cama cuando aprecia su desarrollo; intenta sustituir esta relacién por su in- clusién en la pareja formada por el hermano y su novia, dela que también sera excluida; se percibe en el espejo como un. «fenémeno», y sufte porque no puede participar en la guerra: «Hubiera querido ser un chico ¢ ira la guerra en la infanteria de marina. Pensaba en volar en avién yen ganar medallas de oro por su valentia; pero no podiaalistarse, y eso la haciaa ve- ces sentirse inquieta y melancdlica.» Es decir, se encuentra li- mitada por su edad y por su sexo; de ahi la sensacion de estar encarcelada, que he mencionado anteriormente. 3.3 El fenémeno del doble hora bien, podemos afirmar que todo aquello que se pierde en la crisis narcisista de 1a adoles- cencia se elabora, antes de acceder a la relacion pregunta po: con el otro reconocido como tal, como independiente y di- ferente de uno mismo, a través del «fenomeno del doble», que representa un momento de transicion en la aproxima. cién al otro como objeta de amor. Podrfamos definir al. do-y ble como Ta propia imagen en el espejo, pero solo en la me- dida en que aquélla se presenta como algo extrano: se produce entonces un desdoblamiento de la relacién narci- sista con la propia imagen, por cuanto la auto-representa- Gi6n quese tiene no coincide con la realidad corporal (tal co- mo la refleja el espejo) ni con lo que un observador externo podria apreciar. E! resultado de este desdoblamiento, que se ha desencadenado como consecuencia del miiltiple proceso de desestabilizacion que he intentado describir, es la div sion del sujetoen un yoy ayo. Generalmenteeste «otra yo» se proyecta —es decir, se atribuye imaginariamente— en otra persona que, a pesar de tener una existencia propia, es experimentada por el sujeto como una parte de si mismo: to- Gavia no se reconoce ni se acepta su «alteridad». La figura del doble permite recuperar imaginariamen-' te lo que se ha perdido, fundamentalmente, la auto-repre- sentacién valorizada, atemporal e inmutable de la infan- ja. En tanto encarna al pasado y representa al yo inmortal, el doble sirve para negar la idea de la muerte e interviene como una gafantia frente a la angustia que aquella suscita. Se presenta como aquello que pose la per- fecci6n que le falta al yo para aleanzar el ideal; es una ima- gen de si mismo pero idealizada y engrandecida, por lo que permite restamiar el narcisismo herido, Los objetos que pueden desempeiiar el papel de doble del adolescente son muy variados e incluyen toda la grada- cin —ya mencionada— entre el investimiento libidinal (amor) del propio yo hasta la elecci6n del objeto reconocido en sualteridad y en su valor simbélico, ya sea en relaciones de pareja, amistad o trabajo. EI diario intimo —Io mas cercano e identidad capitulo 3 (a8) indiferenciado del propio yo-; el amigo intimo —otra perso- na que, sin embargo, funciona como espejo en que el joven se refleja— diversas figuras idealizadas que sustituyen a los padres de la infancia; los fdolos —estrellas del cine, la misica, el deporte, etc — que constituyen modelos de identificacion. A través de la admiracién o amor hacia estos personajes se avanza hacia la constitucién de un nuevo ideal del yo. Como se resuelve el fendmeno del doble? Ningén su- jeto puede mantenerse establemente en una posicién se- mejante, excepto en las psicosis, en la medida en que su- pone una indiferenciacion o fusion entre el yo y el otro, y ‘una escisién del propio yo. Si bien el doble representa ini. cialmente una proteccion frente a la angustia desencade- nada por las transformaciones propias de la adolescencia, en tanto encarna el amor narcisista hacia uno mismo lle- varia al individuo a permanecer encerrado en si mismo y aislado de los otros, utilizando a los objetos —ya sean ma- terlales 0 humanos— como meros soportes de su identi- dad, de la unidad y cqherencia imaginarias de su yo. Lasalida de esta ppsicion mortifera supone laaceptacion * de la sexuaci6n, precondicién para acceder al deseo del otro, como ya hemos visto. El otto polo de este reconocimiento y hallazgo del objeto de amor, de encuentro, de intercambio, es la constitucién del ideal del yo. En la adolescencia culmina la diferenciacién entre elyo real, con sus posibilidades y limitaciones que se ponen a prueba en la experiencia vital, y el yo infantil que s completo, omnipotente, inmortal. Al renunc tasma de plenitud el adolescente trataré de sustituirlo me- diante la asuncién de nuevos ideales 0 modelos. Si en un momento estos ideales han estado encarnados por persona- _ jes existentes en el mundo socio-cultural, el paso siguiente sera Cuestionar y desconstruir estas identificaciones. De es- te modo, la identidad no resulta de una mera sintesis 0 La crisis narcisista: la pregunta por la identidad integraci6n de las identificaciones infantiles, es decir, dela asimilacion de rasgos pertenecientes tanto a personajes de la familia como ajenos a ella. La integracién se acompana de destruccién y negacién de esas identificaciones, para re- crearse a si mismo y diferenciarse de la matriz inicial decon- fusién con los padres a través del conflicto. La bisqueda de uno mismo se establece basicamente so- bre la separacion y la pérdida, a partir de las cuales se habra de iniciar un proceso inacabable de construccién de la iden- tidad, tanto mas valido cuanto menos cristalice en un mo- delo dado, cuanto mas permita un permanente devenir: de- jar de ser lo que creiamos ser para llegar a ser lo que no fuimos. La adolescencia es un momento crucial en este pro-y ceso, es el momento en que el joven ha de asumirse como sujeto deseante, ha de crear algo nuevo a partir de las deter- minaciones que lo han constituido y hacerse consciente de los alcances y limitaciones propios de la condicion humana. Otto Rank, uno de los primeros discipulos de Freud, ha observado que tanto en la mitologia como en la literatura se revela una profunda vinculaci6n entre los temas del doble, el narcisismo y la muerte. Asi, por ejemplo, en El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde caracteriza directamente a su per sonaje como Narciso, en tanto ama a su propia imagen: «En una ocasién, en juvenil remedo de Narciso, bes6...e505 la~ bios pintados que ahora le sonreian con tanta crueldad. Una y otra mariana permanecié sentado ante el retrato, asombrado de su belleza, casi enamorado de él.» El senti- miento de la propia belleza surge en él, en efecto, como una revelacién, «ante la primera vision de su retrato, cuando se hallaba contemplando la sombra de su propio encanto» Pero si su propio rostro es bello y amable, el retrato pasa a ocupar el lugar de un doble, que asume todo lo que Dorian rechaza en si mismo; «A menudo... él mismo se escurria es- caleras arriba, hasta la habitacion cerrada... y permanecia en capitulo 3 pie, con un espejo, delante del retrato... contemplando, ora el rostro maligno y envejecido del lienzo, ora el bello rostto juvenil que le devolvia una sonrisa desde el vidrio pulido...» La novela revela que la imposibilidad de renunciar al narci- sismo lleva al protagonistaa aferrarse a la promesa de la eter- na juventud y belleza pero, para ello, necesita despojarse de algo que forma parte de su existencia corporal: el envejeci- miento, asociado con la idea de la muerte. Por eso nuestro héroe afirma: «Cuando descubra que envejezco, me mata- 1é» Asi, Dorian puede amar su propio yo en la medida en que descarga la consciencia de sus limites a través del odiado y temido doble. Este doble personifica, en ocasiones, los deseos que el sujeto considera inaceptables, de manera que se libera del posible sentimiento de culpabilidad en la medida en que no asume la responsabilidad de sus pensamientos, actos 0 palabras, sino que delega esa responsabilidad en el otro. Al mismo tiempo, la duplicacién del sujeto (yo y otro yo 0 doble) le permite negar la posibilidad de la muerte; la ima gen refleja es una forma de asegurarse la existencia y rea- firmar la creencia en la inmortalidad. En los adolescentes, es frecuente que esta duplicacién asuma la forma de una disociacién entre el cuerpo y_la mente y una identificacion del yo con uno de aquellos tér- minos. Por ejemplo, es posible centrarse en la actividad in- telectual como forma de controlar al cuerpo, que ha de cargar con las inhibiciones y miedos del individuo, o bien lanzarse a la acci6n irreflexivamente, haciendo actuar al cuerpo en detrimento de la capacidad simbélica. U. La comcrencia dela mortalided catorce a diecisiete afios, sobre el tema de «La muerte», pueden agruparse en dos conjuntos que presentan otras tantas formas basicamente diferentes de enfocar el problema. Estas dos modalidades podrian definirse en funcién de la afirmaci6n freudiana de que los seres humanos tenemos dos actitudes opuestas ante la muerte, que en ocasiones chocan entre si y entran en con- flicto: una de ellas reconoce a la muerte como aniquila- miento de la vida; la otra la niega como si se tratara de al- go irreal. Es decir, a pesar de que sabemos de su existencia y su inexorabilidad, tendemos a ignorarla, manteniendo parcialmente, en la medida de lo posible, la creencia om- nipotente en nuestra propia inmortalidad, que es uno de Jos aspectos centrales de nuestro sistema narcisista. En realidad, una lectura cuidadosa nos permitiria de- tectar esta contradiccién en cada una de las redacciones estudiadas, del mismo modo en que podemos rastrearla en cada persona, pero en terminos generales se puede apreciar en ellas el predominio de una u otra de las dos ac- titudes mencionadas. Me ocuparé en primer término del I os textos escritos por mujeres adolescentes, de capitulo 4 x) grupo que pone de manifiesto con mayor claridad el re- chazo defensivo frente a la idea de la muerte. 4.1 «La muerte no existe» nestos textos se hace referencia, en varios casos, a E: muerte particular de alguna persona del entor- no de la autora. En la mayorfa de los casos, sin em- bargo, se intenta negar los sentimientos que se experimen- tanen tal situacién, aunque el intento muchas veces fracasa y constatamos entonces la emergencia de la angustia. Se lle- gaa decir, por ejemplo, que «la muerte como tal no existe», ses algo alucinante», «es un mito», «hasta creo que es im- posible que deje de vivir». Cuando recurren a un tipo dife- rente de defensa, que no niega la posibilidad de morir sino que se limita a suprimir la reacci6n afectiva correspondien- te, podemos leer que la muerte «es mejor que la vida» 0 «no puedo temer demasiado a algo que no me ha pasado». El esfuerzo por anulat el miedo provocado por la idea de la muerte se revela, en algunos casos, a través de comentarios humoristicos, como sucede en el siguiente texto: «En muchas ocasiones me he parado a pensar por qué la mayoria de la gente tiene miedo a la muerte. La nica respuesta que he ha- llado es bien sencilla: a lo que realmente tienen miedo es al lugar de destino, a la otra vida, 0 al medio de transporte, es decir, al modo en que moriran. Analizo estas respuestas, que yomisma he buscado, y sonrio. Si, sonrio por no reira carca- jadas ya que el tema no lo admite, pero me da risa, es inevita- ble; yme doy cuenta de que el hombre es el ser mas esttipido, cl Ginico que piensa y es el més estiipido. Y lo es porque no comprende que la muerte es un corto viaje hacia al descanso eterno, descansar para siempre del cansancio dela vida. Debo mitir que yo nunca he deseado realizar ese viaje, pero no porque lo tema, sino porque no me sentia cansada.» La consciencia de la mortalidad He aqui otro ejemplo: «Tampoco me asusta demasia- do pues cuando me muera no me voy a quedar quieta en la caja para toda la eternidad, sino que voy a conocer mas gente, voy a pasearme por ahi charlando con Ghandi 0 con Napoleon. (...) Lo mas triste de la muerte es tener que hacer el testamento que es un follén. ;{Que si notarios, que ~si abogados, menudo jaleo!» Y, finalmente: «A mi nunca me ha dado miedo la muerte pues pienso que no es una cosa tan tremenda como dicen, es mas, creo que morirse es un descansar, es evadirse de toda clase de problemas, es no tener que estudiar...» Otra estrategia similar es la literaturizacion del tema, co- mo podemos notar en este ejemplo, donde ademas el pro- blema se ha desplazado a un narrador en tercera persona: «De pronto aquella voz. rompié el sepulcral silencio de! hos- pital y destroz6, sin pararse a pensarlo, todo un mundo de esperanzas. Al instante todos corrieron hacia él: una palma- da en el hombro y un to somos nadie. Después de toda una vida de amor dedicada a una persona, s6lo le qued6 eso: un no somos nadie. Cuando oyé aquella voz, su dolor no fue an- gustioso, fue un dolor apacible, calido; un dolor que s6lo a él le pertenecia, y egoistamente pens6 por qué la muerte se la habia Mevado a ella, cuando habia miles de personas en el mundo. Y el hombre se alejé triste, triste, triste...» En otros casos se recurre a diversos tipos de racionaliza- ciones 0 pseudo-explicaciones, ya sea de indole religiosa, con argumentos acerca de otra vida mejor que ésta o refe- rencias a la reencarnacién (en ambos casos se seguiria vi- viendo de alguna manera); ya sea de caracter cientifico, co- mo en la consideracion de la muerte como algo «natural», seguida de descripciones «objetivas» de los procesos que ella involucra. En consecuencia, muchas veces la muerte parece ser supuestamente aceptada como un intervalo en- tre dos etapas de la vida o como el descanso final, aunque a | |

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