Sobre la impresién de libros
Dos cartas al senor Friedrich Nicolai!
Primera carta
Al serior Friedrich Nicolai, el escritor
Las sabias reliquias del excelente Méser (a menudo pintadas
también de manera cémico-burlesca) quedaron en manos
de su viejo amigo, el senor Friedrich Nicolai. Habia una parte de
un fragmentario tratado cle Méser con la inscripcién Sobre teorta
y prdctica, que Ic habia ilegado en manuscrito y que, como el
senor Nicolai admite, el propio Méser le habria comunicado si
fo hubiera terminado del todo, y por el que se advierte que
Moser no solo ha sido realista, sino también, si asi se le quiere
denominar, un arist6écrata o un defensor de la nobleza heredi-”
taria, para asombro y escandalo de muchos de los nuevos polite 7
cos en Alemania.
Se ha querido afirmar, entre otras cosas (véanse los Principios~
metafisicos de la Doctrina del Derecho de Kant, primera edicién,
pagina 192), que un pueblo nunca reconoceria, con resolucién*
libre y meditada, semejante caracter hereditario. Contra lo
cual, Méser, en su conocida manera humoristica, compuso una
narracién: en ella, elevados funcionarios se comportan iguad
que virreyes aunque, en realidad, como verdaderos sitbditos del Estado}
y se mencionan doce casos, en los seis primeros de los cuales4
los hijos del funcionario fallecido eran postergados, yéndoles mali
136 Clber die Ructonacheici. Zaved Brien an Herrn Nicolai (1798). (TI- En defensa de ta Hasteacién
@r estoa los sibditos; por el contrario, cn los otros scis, se les
@ec con lo que el pueblo se sicnte mejor. Lo cual ilumina con
@riced, entonces, que todo un pueblo decide perfectamente
1 propia sumisién hereditaria bajo un costibdito superior y evi-
dentemente a esta prdctica, asi como a cierta ligera leoria para
iversion del lector, se la aventa como tao.
_ Asi. ocurre siempre con la maxima calculada en provecho del
Dueblo: que, por prudente que parezca que se ha llegado a ser
cluso mediante la experiencia, a quien se querta elegir por el
Hor subalterno, uno puede, y lo haré a menudo groseramen-
, equivocarse, porque el método de ja experiencia (el principio
|
agmatico), dificilmente escarmentara con otra guia.
Con todo, se encuentra ante una guia segura, senalada por la
Bein el discurso que no quiere gaber-cémo elegiré el pueblo
‘Bra contentar sus propésitos correspondientes, sino como debe
‘Wegir incondicionalmente: tales propdsitos pueden o no serle
Wovechosos a este mismo (al principio moral); es decir, se esta
wie la pregunta: qué y como, si se exhorta a clegir al pueblo,
Bebe éste Negara decidir segin el principio del Derecho, Pues esta
@rea en conjunto es como una cuestién perteneciente a la
Qecirine del Derecho (en aquellos Principios metafisicos de la
pctrina del Derecho, p. 192), juzgar si el soberano esta auorizado
ou un estado intermedio entre él y el resto de ciudadanos
Estado, y ahf esta, entonees, la sentencia: que cl pucblo no
mucde ni podra decidir razonablemente semejante poder
*subordinado, porque, de ser asi, se someteria al capricho y dis-
porecion yde un stibdito, que, sin embargo, necesitaria ser gober-
Thado i mismo, lo que se contradice.
En. este caso, el principio de enjuiciamiento no es empirico,
Hho un principio a priori; como toda frase, cuya asercionSobre la impresién de tihres 403
supone al mismo tiempo necesidad, que slo enuncia juicios de
razon (a diferencia de los juicios del entendimien to). Por el con-
trario, una Doctrina empirica del Derecho, si figura en la filosofia y no
en el codigo estatutario, es una contradiccién consigo misma.37
Esto era bueno; pero —como las viejas amas suelen contar en
los cuentos de hadas~ no demasiado bueno. La ficcion toma
ahora otro curso.
Después de que, en los seis gobiernos siguientes, e} pueblo
hubiera elegido, para contento general, al hijo del anterior
gobernante, se presentaron, en adelante, como la visionaria
historia sigue diciendo, demagogos en el pueblo, en parte por la
continua ilustracién, penosa y paulatinamente promovida en el
tiempo, en parte, también, porque cualquicr gobierno tiene su
carga para el pueblo! de la cual ef canje'de Jo antiguo por lo
nuevo promete de antemano alivio; y entonces decreté como
sigue:
En el séptimo gobierno, el pueblo cligié al hijo del anterior
duque. Pero éste estaba, en cultura y lujo, con la época ya pro-
movida, y tenfa pocas ganas ce conservar, mediante una buena
economia, su prosperidad, prefiriendo disfrutar. Dejé, enton-
ces, que se desinoronara cl viejo castillo, arreglando pabellones
de placer y de caza para festivas diversiones y cacerias, para
deleite y gusto propios y del pueblo. El magnifico teatro, con el
viejo servicio de plata, llegé a transformarse, aquél en una gran
Se
‘nel principio de eudainania (de ta ductrina de la [eticidlad), en cl que no se eneuenura nece-
sidadl alguna ni validez general (pues correspondé a cada individue determinar la felicidad a la que
propende), el pueblo podra clegir, en efecto, tal constitucién hereditaria de gobierno; pero, segiin
I principio de lewierononaia (del que es una parte ta Doctrina dei Derecho), no se estatuye ningtin
logislador sudalieria exterior, porqne se considera legisladar de suyo y, al misino tiempo, sometide a
estas Ieyes, debiéndose juzgar en absoluto la practica (en asuntos de la razén pura) segdin la eor
Lis injusto deeevtirio. aangte pueda ser usin ¢ iucnso, en nattchos casos, (Hilal Estado; sin ema
go, este lime no es mauies segura, (Ke)404 Endefensa de la Jlustracion
sala de baile, éste en porcelana de buen gusto, con cl pretexto
de que la plata prometia como dinero una mejor circulacion
comercial en el pais.
En el octavo encontré al gobierno hereditario bicu engrana-
do, confirmado por el pueblo, adecuaco de suyo al consenti-
miento del pueblo, para derogar cl, hasta entonces, usual dere-
cho de primogenitura; pues al pucblo le debe, sin embargo,
parecer obvio que el nacido primero no es por ello, al mismo
tiempo, el nacido mas sabio.
En el novens, sin embargo, le iria mejor al pueblo con el esta-
blecimiento de ciertos colegios del pafs que cambiaran de per-
sonas, que con la fijacién del gobierno con viejos consejeros
permanentes, los cuales, al final, por lo comtin, juegan al dés-
pola; y encuentra mas dichoso no pensar en pastores heredita-
acl
rios propuestos, por mediv de lo cual habria de perpetua
gremio oscurantista de los clérigos.
En el déciino, como en el uadécimo, sc dice que la repugnancke
por el casamiento desigual ¢s un capricho de la antigua consti-
tucion feudal, en detrimento de los ennoblecidos por la natu-
raleza, y es mas bien una prueba de la germinacién de senti-
mientos nobles en el pueblo, si como es inevitable durante el
progreso en la ilustracién—el talento y la buena manera de pen-
sar ponen a un lado el modelo de la categoria hereditaria.
Asi como en el duodécimo, la bondad de la vieja ama sonrie al
muchacho, menor de edad, presuntamente destinado a ser el
futuro duque, antes de que se entienda lo que esto quiere
‘decir; pero deberja ser una exigencia disparatada para consti-
tuir el principio del Estado. Y asi se transforma el humor del
pueblo, si puede decidir darse a si mismo un gobernante here-
ditario, que, sin embargo, siga siendo un subdito, en deforma-Sobre fa impresidn de libros @
cioncs que se cncuentran tan contrapuestas con su proposg
(de felicidad), que se dira: Tunpiter airum desinit in piscem. m1
formosa superne.
En consecuencia, puede parodiarse hasta el ridiculo aquedli
constituci6n fundada en el principio de felicidad, aunque pus
da darse a priovi con seguridad, que el pueblo preficre a cual
quicr otra; y, puesto que se da Ja vuelta a la moneda, de la elgg
cién del pueblo que quiere darse un seiior, digase lo mismc
que decia aquel griego del matrimonio: «Hagas lo que hagas,
arrepentiras».
En consecuencia, el sehor Friedrich Nicolai, con su interpTt
nga, ha fracasaclo en el ventajoso asunto de on
tacidn y de
saber: de Maser). Pero sera mejor que Heguemos a verlo ocupa
do con lo propio.
Segunda carta
Al senor Friedrich Nicolai, el editor
La impresion de libros no es una industria insignificante en uw
reptiblica que ya ha progresado en la cultura, donde la lect @l
casi se ha convertido en una necesidad indispensable y genes
Y esta parte de la industria obtiene un beneficio extraordina
en un pais si se la impulsa de manera fabril, lo cual, sin embarfl
no puede suceder de otra manera sino mediante un editor fall
tado para juzgar el gusto del ptiblico y retribuir la habilidad @
fabricante. :
No obstante, este editor no necesita precisamente tomarg@
consicleracién, para darle vida a su actividad editorial, el corg
nido interior y cf valor de fos intereses editados por €], perEn defensa de la Tustracién:
Yanercado y la alicién del dia, en los cuates, los acaso efimeros
a circu
fagcluctos de las prensas Hipograficas aportan ina activ
Baion y pueden logra
Ean experto conocedor de la impresién de libros no esperara,
no una venta duracdera, si ripida.
Eaionces, como editor, que se le olrezca desarrollar su propio
macrcs de escritos felices, sicmpre acabacdos; como clirector de
Maxi fabrica, considera la materia tanto como la manera en que,
pesuntamente -sea mediante su noticia o también escurrili-
fx(-del ingenio, para que el ptiblico lector Hegue a mirar
Ba iabierto y reirse~, como cligo, tendra lugar la demanda
aor, o alo sumo también sdlo la compra apresurada; por lo
Me no se preguntara hiego a quién o cuanto se extiende en
Made las parodias, pues de lo contrario, acaso puede no haber
Migtiorado un escrito apropiado, ya la censura de un escrilo
FTicjante pasa inadvertido el calculo clel editor, debiendo
Wanar al impresor contratacdo.
Egucl que, en fabricacién y actividad, impulsa oficios pabli-
EOe compatibles con ta libertad del pucblo, es, en todo caso, un
adano, disguste a quicn quicra. Pues cl interés perso-
iio contradice Jas leyes de policia no es un crimen; y cl
licolai, en calidad ce editor, obtiene un benelicio al
n. seguro como en la de autor, pues lo despreciable de
smacion de su lormaco Sempronius Gundiberty consorte
BBEgiin no concierne a quien desmonta el cuarto, sino a
BM anterpreta él papel de bufén.
e:ahora con la penosa cuestién sobre Teora y précti-
lac i6n con la autoria del senior Friedrich Nicolai, por laSobre la impresion de Hbros (07
cual la censura actual ha sido dispuesta y que esta con aquélla
en estrecha yineulacion?
EL caso, ahora representado, de la prudenci« editorial en con-
traposicion con la eserupulosidad editorial (de ta superioridad del
parecer sobre la verdad) puede ser juzgaclo segtin los mismos
ptincipios que los empleadas en el cuento de Maser; sdlo que,
en lugar de la palabra préctica, que significa ua {ranco.¥ Sit
tratamiento de una tarea, se usa la de prdcticas (com ‘Ya
extendida) y asi, toda teoria, a los ojos de un comercia:
queda infantil y ridicula; la cual, cntonces, seein ckpring pi
ELmundo quiere ser engatiado, luego jsea enganadol, no te’
encontrar alerin fin.
Sin embargo, lo que la plena incertidumbre c incapacidad
de estos remedos de filésofos burlones, mas alla de negar jui-
cios de razon, clemuestra con claridad, es que no parccen com-
pronder fo que quiere decir en realidad conocimicnto a priori
(al que ingeniosamente Haman conocimiento por deiante), a
diferencia de! empirico. La Critica de la razén pura les ha repeui-
do hasta ta sactedad y claramente que hay proposicioncs que,
pronunciadas con la conciencia de su nec
idad interior y abso-
lula generalidad (apodictica), ya no son reconocidas como
dependicntes de la experiencia, las cuales, cn consecuencia, ya
no pueden ser distintas; pues, de lo contrario, la division de los
juicios, segtin aquel gracioso cjemplo, resultaria: «Morenas
eran las vacas del faraén; pero también de otro color». Mas,
nadic es mas ciego que quien no quiere ver, y este no-querer
tiene aqui un interés; a
ber: atracr aqui la curiosidad, porla
extravagancia del espectaculo, doncle las cosas, movidas del
lugar natural, Wegan a representarse caminanclo con la cabeza,
para reanimar el mercado, mediante una muchedumbre de408 En defensa de la Hustracion
espectadores (al menos por un tiempo) y, de esta manera, no
dejar que se adormezca, cn la ocupacion Hiteraria, la actividad
industrial; lo cual, sin embargo, también tiene su uulidad, aun-
que, desde luego, inintencionada; a saber: la de prepararse,
tras Ja Giltima farsa repugnante, tanto mas en serio, para la
escrupulosa elaboracion de las ciencias.