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INSTITUCIÓN ALBERDI

Novena conferencia del ciclo conmemorativo


del centésimo quincuagésimo aniversario de
la Jura de la Constitución Nacional:

LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO


ES LA NEGACIÓN DE LA
LIBERTAD INDIVIDUAL*

*
Trabajo presentado por el Dr. Juan Bautista Alberdi, el 24
de Mayo de 1880, en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, en oportunidad de la Colación de Grados realizada
para otorgarle el Título de Miembro Honorario.

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LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO
ES LA NEGACION DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL *

Hemos elegido para esta síntesis del “Evangelista de la Libertad” –


como con justicia se ha llamado al gran tucumano- porque consideramos
que permite realizar comprobaciones importantes: la primera relacionada
con la continuidad del pensamiento de Alberdi a lo largo de toda su obra
doctrinaria, desde el Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho,
hasta la obra que hoy comentamos, escrita ésta a los setenta años, cuatro
antes de su muerte. La segunda, porque en este trabajo realiza una
suerte de “estudio de los escollos y peligros a que están expuestas las
libertades” o, mejor aún, un “Análisis de la Patología Político-institucional
en Sud América”, adelantándose cien años al análogo estudio realizado por
el Premio Nobel Friedrick Hayek en sus Fundamentos de la Libertad y en
su posterior libro Derecho, Legislación y Libertad, de indiscutible
actualidad. Y la tercera comprobación es que nos permite constatar la
modernidad del pensamiento y mensaje de Alberdi, que hizo de nuestra
patria una gran nación mientras lo respetamos y que nos ha sumido en la
lamentable situación actual cuando, desde hace seis décadas.
Irracionalmente lo abandonamos (fin de la segunda guerra mundial).

LA CONTINUIDAD DE LA OBRA DE ALBERDI (Carlos Sánchez Sañudo)

Brevemente recordaré que, en su primera obra doctrinaria, el


Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, señala el joven de 27
años: “El pueblo no es soberano de mi libertad, ni de mi inteligencia, ni de
mis bienes, ni de mi persona, que tengo de la mano de Dios, sino por el
contrario, no tiene soberanía sino para impedir que se me prive de mi
libertad, de mis bienes, de mi persona. De modo que, cuando el pueblo o
sus representantes, en vez de cumplir con ese deber, son los primeros en
violarlos, no son criminales únicamente sino también perjuros y traidores.”
Esta es la misma idea de la libertad civil que desarrolla en la obra que hoy
comentamos, casi como un himno a la libertad individual y al orden social
que ella implica.

Al respecto recordamos que el Premio Nobel von Hayek


concordantemente ha expresado que “la voluntad popular es soberana,
pero en modo alguno ilimitada”, como creen los demócratas antiliberales.

EL ANALISIS DE LA PATOLOGIA POLITICA

*
Disertación efectuada por el Alm. Carlos A. Sánchez Sañudo y el Dr. Edgardo Manara en
el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires (Callao 1542), el 26 de Agosto de
2003.

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Comienza Alberdi su discurso destacando que una de “las más
profundas raíces de nuestras tiranías en Sudamérica es la noción greco-
romana del Estado y de la Patria, que debemos a la educación semi-
clásica que nuestras universidades han copiado a la Francia.

En este estudio sobre la evolución de la libertad a lo largo de los


tiempos, comenzó diferenciando los dos períodos de las sociedades
griegas. “En la ciudad antigua -decía- el sentimiento personal formaba
parte de la religión. Se amaba a la patria, porque se amaba a sus dioses
protectores; las leyes eran fórmulas sagradas. Cada comuna tenía, no sólo
independencia, sino también su culto y su código. Para los antiguos, Dios
no estaba en todas partes. Los dioses de cada hombre eran aquellos que
habitaban su casa, su comuna, su cantón. Por el contrario, el desterrado, al
dejar su patria tras sí, dejaba también sus dioses y su propiedad - no
teniendo culto, no tenía ya familia: dejaba de ser marido y padre. Por ello,
el destierro de su ciudad no parecía un suplicio más tolerable que la
muerte. Los jurisconsultos romanos le llamaban pena capital. La religión,
el derecho, el gobierno dependían del municipio. La ciudad era la única
fuerza viva; nada mas arriba de ella, nada mas abajo, es decir: ni unidad
nacional, ni libertad individual. El Estado así entendido era y tenía que ser
la negación de la libertad individual, en la que cifran la libertad todas las
sociedades modernas que son realmente libres.

Pero cuando la casta sacerdotal perdió su dominación, se emancipó


el individuo; no se pretendió ya que la persona fuera sacrificada al Estado.

“Se acabó el espíritu comunal. No se amó ya a la Patria por su


religión y sus dioses; se la amó por sus leyes, -dice Alberdi- por sus
instituciones, por los derechos y la seguridad que ella acordaba a sus
miembros. Ya no se amó a la patria sino en tanto se amaba al régimen
institucional que prevalecía en ella a la sazón. El patriotismo municipal
pereció en las almas. Entonces, se comenzó a emigrar mas
voluntariamente; se temió menos al destierro. Es el Siglo de Pericles.”

“Comenzaba a sentirse la necesidad de salir del sistema comunal


para llegar a otra forma de gobierno por encima de las ciudades para que
velase por el mantenimiento del orden y obligase a aquellas a abandonar
sus turbulencias y a vivir en paz.

Esta disposición integradora de los espíritus constituyó la fortuna de


Roma y lo que la puso a la cabeza del mundo. Tuvo su apogeo en la
República, tanto griega como romana, declinando con la degeneración de
éstas, cuando se retornó al absolutismo del Imperio Romano.”

LA GRAN REVOLUCION DEL CRISTIANISMO

“Pero la gran Revolución que trajo el Cristianismo en la noción del


hombre, de Dios, de la familia, de la sociedad toda entera cambió radical y
diametralmente las bases del sistema greco-romano”.

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“El Cristianismo no era la religión de una familia, de una ciudad ni de
ninguna raza. No pertenecía ni a una casta ni a una corporación. Desde
su comienzo llamaba a la humanidad toda entera. Jesucristo decía a sus
discípulos: Id a instruir a todos los pueblos. Para este Dios que era único y
universal no había extranjeros; no fue un deber para el ciudadano detestar
al extranjero. El Cristianismo es la primera religión que no haya pretendido
que el derecho dependiese de ella.

Haciendo de cada hombre el hermano de otro hombre a quien debe


respeto y amor de hermano, el Cristianismo ha creado la igualdad, es decir,
la libertad de todos por igual”, agrega Alberdi.

“Sin embargo, el renacimiento de la civilización antigua entre las


ruinas del Imperio Romano y la formación de los estados modernos,
conservaron o revivieron los cimientos de la civilización pasada y muerta,
no ya en el interés de los estados mismos, todavía informes, sino en la de
los gobernantes, en quienes se personificaba la majestad, la autoridad y la
omnipotencia del estado.”

“De ahí el despotismo de los reyes absolutos surgidos de la


feudalidad de la Europa regenerada por el Cristianismo. El estado continuó
siendo omnipotente respecto de cada persona, pero personificado en su
soberano, en sus monarcas, no en sus pueblos."

“La omnipotencia de los reyes tomó el lugar de la omnipotencia del


Estado. Quienes no dijeron “El Estado soy yo”, lo pensaron y creyeron,
como aquel que lo dijo” destaca Alberdi.

“Luego, sublevados contra los reyes, los pueblos los reemplazaron


en el ejercicio del poder; la soberanía del pueblo tomó el lugar de la
soberanía de los monarcas, aunque teóricamente

Pero lo importante es lo que veremos ahora, la división que, a partir


de este introito greco-romano. Alberdi hace de la patología política
contemporánea, que explica la de nuestros días y también nuestras crisis
progresivas e ininterrumpidas.

LA PATOLOGIA POLITICA CONTEMPORANEA

“El Estado es libre -dice Alberdi- en cuanto no depende del


extranjero, pero el individuo carece de libertad en cuanto depende del
Estado de un modo omnímodo y absoluto. El Estado es libre en cuanto
absorbe y monopoliza las libertades de todos sus individuos, pero sus
individuos no lo son, porque el gobierno les tiene todas sus libertades.”
Vemos que éste es el mismo pensamiento que tenía a los 27 años y que
recordamos al principio. Y vemos también que basta no tener amnesia
para recordar varias situaciones análogas que hemos padecido en las
últimas décadas.

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“Tal es -continúa- el régimen social que ha producido la Revolución
Francesa y tal la sociedad política que en la América greco-romana de raza
ha producido el ejemplo y repetición de tal revolución, que dura hasta el
presente.”

Más aún: “El Contrato Social de Rousseau -agregaba- convertido


en catecismo de nuestra revolución por el doctor Moreno, ha gobernado a
nuestra sociedad, en la que el ciudadano ha seguido siendo una
pertenencia del Estado o de la Patria, encarnada y personificada en sus
gobiernos, como representantes naturales de la majestad del Estado
omnipotente, llamado libre sólo porque dejó de emanar del extranjero”.
Aquí comienza él a desarrollar la diferencia de concepto entre libertad
exterior y libertad interior, entre independencia nacional exterior y libertad
ciudadana interior. Para ello compara la libertad francesa, que acabamos
de ver, con la libertad anglosajona.

LA LIBERTAD SAJONA (Edgardo Manara)

Otro fue el destino y la condición de la sociedad que puebla América


del Norte”, y continúa el autor de las “Bases” :

“Esa sociedad radicalmente diferente de la nuestra, debió al origen


trasatlántico de sus habitantes sajones la estructura de su régimen político
de gobierno en que la libertad del Estado tuvo por límite la libertad sagrada
del individuo. Los derechos del hombre equilibraron allí en su valor a los
derechos de la patria, y si el Estado fue libre del extranjero, los individuos
no lo fueron menos respecto del Estado”.

“A la libertad del individuo –continúa Alberdi- que es la libertad por


excelencia, debieron los pueblos del Norte la opulencia que los distingue”.

Este aviso interesa altamente a la salvación de las repúblicas


americanas de origen latino. Sus destinos futuros deberán su salvación a la
libertad individual; o no los verán jamás superados si esperan que alguien
los salve por otra razón.

“Ese es el orden de la naturaleza, y por eso es el mejor y más


fecundo en bienes reales. Los Estados son ricos por la labor de sus
individuos; y su labor es fecunda porque el hombre es libre, es decir, dueño
y señor de su persona, de sus bienes, de su vida, de su hogar”. O sea, la
limitación del poder por los derechos individuales.

Prestemos ahora atención a las siguientes afirmaciones de


Alberdi:

“Cuando el pueblo de esas sociedades anglosajonas necesita


alguna obra o mejoramiento de público interés, sus hombres se miran unos

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a otros, se buscan, se reúnen, discuten, ponen de acuerdo sus voluntades
y obran por sí mismos en la ejecución del trabajo que sus comunes
preferencias necesitan ver satisfechas”.

“En los pueblos de origen latino –en cambio- los individuos que
necesitan un trabajo de mejoramiento general, elevan los ojos al Gobierno,
lo esperan todo de su intervención y se quedan sin agua, sin luz, sin
comercio, sin puentes, sin muelles...”, lo cual –agregamos- es tan cierto
ayer como hoy (Ej. : “piqueteros” que violan la Constitución Nacional y
ocupan plazas, puentes, autopistas, etc., que extorsionan a los funcionarios
y son recibidos “como en su casa” por las más altas autoridades de la
Nación, que deberían garantizar los derechos constitucionales de los
habitantes).

LA CLAVE DE LA PATOLOGÍA POLÍTICA CONTEMPORÁNEA

En esta diferenciación alberdiana de la esencia latina y sajona de la


libertad, reside la clave de la correcta interpretación de la patología política
de nuestros días, como surge del análisis que en igual forma desarrollara el
citado Premio Nobel Friedrick von Hayek, lógicamente incorporando las
enseñanzas de los cien años transcurridos.

Hayek en su magna obra jurídica, económica y política, en realidad


eleva a la verdadera jerarquía intelectual a nuestro ilustre compatriota,
lamentablemente casi desconocido por la mayoría de sus conciudadanos,
sobre todo por los dirigentes.

Como Alberdi, Hayek afirma que el desarrollo de la teoría de la


libertad moderna tuvo lugar principalmente en el siglo XVIII en dos países,
uno de los cuales conocía la libertad, Inglaterra, y el otro no, Francia.

Existe una teoría evolucionista de las instituciones, la sajona, y otra


constructivista u organizativa, la francesa. Esta última nace con el
Iluminismo a ultranza iniciado por Descartes, que reconoce sólo lo que la
razón a ultranza construye o demuestra; luego por la “voluntad general” de
Rousseau que desemboca en el jacobinismo de la Revolución Francesa,
más tarde por el positivismo de Compte y su ingeniería social, y hoy con la
moderna “planificación indicativa”, la “concertación”, los “consensos”, las
llamadas “políticas de Estado”, etc., pero que responden todos a la
concepción del manejo de la sociedad desde el poder (y del gobierno que
lo personifica, como decía Alberdi). Para esta concepción, la libertad
política –el día del comicio- es más importante que la libertad civil –entre
comicios-, antítesis de lo que dice nuestro Montes de Oca: “La libertad
política tiene por objeto garantizar la vigencia de la libertad civil”. Esto se
comprueba también recordando que luego de la Revolución Francesa, la
Primera República termina en el Primer Imperio, la Segunda República en
el Segundo Imperio, la Tercera República en Petain, la Cuarta República
en el régimen personal del General De Gaulle, y la Quinta República en
Mitterrand, con un poder centralizado y arbitrario que es, precisamente, lo

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que se quería evitar en 1789. Las revoluciones cambiaron el gobierno, pero
no lo limitaron.

Por el contrario, el Iluminismo Británico –como lo llama Hayek-


debido principalmente a los filósofos escoceses David Hume, John Locke,
Adam Ferguson y Adam Smith, concebían, no el racionalismo
constructivista francés, sino el evolutivo, esto es la teoría de la evolución,
según la cual los pueblos se encuentran con instituciones que, si bien son
el resultado de la acción de los hombres, no lo son del designio humano
(no es deliberado, no es planificado). Así lo son la mayoría de las
instituciones humanas, como el idioma de cada país, el derecho, la moral,
la moneda: son el resultado de la acción del hombre a través de años de
evolución, lo cual, mediante el sistema de la prueba y el error, va
incorporando todo aquello que es útil a la pacífica convivencia humana, que
constituye el objetivo de todas las ciencias sociales. Este es el racionalismo
evolutivo. Esta nueva concepción tuvo por finalidad impedir la arbitrariedad
del poder logrando que todos fueran tratados igualmente, sin
discriminaciones siempre odiosas; para lo cual debían ser respetados y
garantizados los derechos individuales de todos sin excepción. No se habló
de “voluntad mayoritaria” sino de “derechos y garantías para todos y cada
uno, privilegios para ninguno”, como lo ordena nuestra sabia Constitución
de 1853.
(SOBRE ESTE IMPORTANTE TEMA, PUEDE CONSULTARSE EN EL
APÉNDICE).

Vemos que la diferenciación de Hayek coincide con la de Alberdi. La


concepción francesa habla de “voluntad general” (o de sus representantes),
que nada tiene que ver con la justicia y a menudo sí con el autoritarismo y
la arbitrariedad que hemos padecido y padecemos en carne propia. Por el
contrario, la garantía alberdiana de los derechos individuales crea el ámbito
de la seguridad jurídica, de la confianza económica y, finalmente, de la
estabilidad política e institucional, que muchos buscan por caminos
equivocados. Son, pues, dos concepciones antagónicas e irreconciliables
que dan origen a dos conceptos de la libertad, dos de la ley, dos de los
derechos, del Estado, de la democracia y del orden social, incompatibles
entre sí. En un caso la sociedad es manejada desde el poder, en el otro es
organizada desde abajo, desde el ciudadano y sus derechos personales.
(La sociedad contractual y la economía de mercado libre).

Cien años después ha dicho Hayek refiriéndose a la moderna


democracia ilimitada: “Son sus ilimitados poderes los que impiden al
gobierno negarse a otorgar privilegios arbitrarios, resultando así el poder
omnímodo pero paradójicamente también débil y corrupto, juguete de los
grupos de presión y de intereses, a quienes debe cortejar para obtener y
conservar su favor”. Es evidente –sigue Hayek- que la única forma de
limitar el poder de los grupos, es limitar el poder del gobierno en hacer tales
concesiones privilegiadas, preservando así al gobierno democrático de la
extorsión que hoy padece”. Esa era –decimos- la función de los “derechos
y garantías” y de la ley igual y para todos, como límite a los tres poderes,
que propician Hayek y Alberdi, que poco tiene que ver con las

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“concertaciones”, los llamados “consensos”, o “políticas de Estado”, que
hoy se propician como sustitutos de la Constitución Nacional.

Ya decía Alberdi en el “Sistema Económico y Rentístico” :


“La Constitución antes de crear los poderes públicos, trazó en su
Primera Parte los Principios (derechos individuales) que debían servir de
límite a esos poderes: primero construyó la medida y luego el poder. En
ello tuvo por objeto limitar no a uno sino a los tres poderes; y de ese modo
el poder legislador quedó tan limitado como el del Ejecutivo mismo”. Eso es
–agregamos- lo que ordena el Art. 28 de la Constitución, totalmente
ignorado por concepciones antijurídicas e inmorales, que afloran en forma
de reiteradas crisis económicas. Son Rousseau y Compte los que han
sustituido erróneamente a Locke y al reinado de la ley natural.

ALBERDI HA BUSCADO Y ANALIZADO LA PATOLOGÍA Y DADO LA


SOLUCION (Carlos Sánchez Sañudo)

Prosigue afirmando: “Pero la raíz y cuna de nuestras tiranías


modernas en Sud América no se debe sólo a nuestra remota ascendencia
greco-romana a través del régimen político nacido en la Revolución
Francesa, sino también a nuestro origen inmediato y moderno de carácter
español”.

“La corona de España no fundó sus colonias de América para


conferir riqueza y poder a sus colonos, sino para negocio y poder propios
de la corona misma. La Colonia recibió la Constitución social y política que
debía hacer de su pueblo un mero instrumento del Real Patrimonio, un
simple productor fiscal de cuenta de su Gobierno y para su real beneficio.”

“A pesar de nuestras modernas Constituciones, la República


continuó siendo en este punto gobernada para provecho de los poderes
públicos que reemplazaron al poder real.”

“Sin duda -prosigue- que las constituciones que reglaron luego la


conducta del gobierno de la República calificaron de crimen legislativo el
acto de dar poderes extraordinarios y omnímodos a sus gobernantes; pero
esa magnífica disposición no impidió que la suma de todos los poderes y
fuerzas económicas del país quedasen de hecho a discreción del
Gobierno, que puede usar de él por mil medios indirectos.”

¿Cómo así?, se pregunta. “Mientras la arbitrariedad y el


autoritarismo existan en el sistema sin un déspota, los efectos de ese
estado de cosas no se harán sentir en los gobernados como en la época de
Rosas, pero su resultado infalible será la pobreza y la crisis de
empobrecimiento.” Preveía Alberdi los resultados de la inseguridad y
desconfianza económica que conviven con la actual “democracia ilimitada”
y, por lo tanto, antiliberal.

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“Además -agrega- cuando el despotismo existe organizado en las
cosas e intereses que gobiernan, la aparición del déspota es el peligro de
cada instante. Lo asombroso no es que aparezca, sino que deje de
aparecer.”

Con todos los cambios de personajes, el país no cambiará de suerte


mientras no cambie el orden vicioso (siempre el orden social) en que se
encuentran colocados sus intereses económicos de que depende su
libertad, su bienestar y progreso.

“El primer deber -decía- de una gran revolución hecha con la


pretensión de cambiar el régimen social de gobierno es cambiar la
contextura u orden social que tuvo por objeto hacer del pueblo colonial una
máquina fiscal productora de fuerza y de provecho en servicio de su dueño
y fundador metropolitano. De otro modo, las rentas y productos de la tierra
y del trabajo anual del pueblo seguirán yendo, bajo la república nominal,
adonde fuesen bajo la monarquía efectiva ¿a dónde, por ejemplo? A
todas partes, menos a manos del pueblo”. Ya había dicho el gran tucumano
en El Sistema Económico y Rentístico, 25 años antes: “Hasta aquí el
peor enemigo del país ha sido la riqueza del fisco. Somos países de
complexión fiscal, pueblos organizados para producir rentas reales.
Después de ser máquinas del Fisco Español, hemos pasado a serlo del
Fisco Nacional: de ahí toda la diferencia. Siempre máquinas serviles de
rentas, que jamás llegan, porque la miseria y el atraso nada pueden
redituar”.

“De las consideraciones que preceden -sintetiza Alberdi- se deduce


que el despotismo, la tiranía frecuente de los países de Sud América, no
reside en el déspota y en el tirano, sino en la máquina o construcción
mecánica de Estado, por la cual todo el poder de sus individuos, refundido
y condensado, cede en provecho de su gobierno y queda en manos de su
institución. El déspota y el tirano son el efecto y el resultado, no la causa,
de la omnipotencia de los medios y fuerzas económicas del país puestas
en poder de su gobierno y del círculo personal que personifican al Estado,
por la maquinaria del Estado mismo. Resulta así sumergida y ahogada la
libertad de los individuos en ese caudal de poder público ilimitado y
omnipotente.”

Puede llamar la atención del lector que Alberdi ponga como causa
principal la omnipotencia de las fuerzas económicas estatales. No es ello
porque diera mas importancia a la economía que al derecho, sino que,
como era un gran jurista y mejor economista. Advirtió que el derecho y la
economía son correlativos e interdependientes, por lo que toda aberración
económica estatal significa una vulneración del orden jurídico. Percibió,
como pocos, que si al poder político se agrega el económico, se
desemboca en el poder omnímodo, que vulnera todos los derechos, todas
las libertades y al propio “Estado de Derecho”, de lo hemos sido y somos
testigos.

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LA EVOLUCIÓN DE LA PATOLOGÍA POLÍTICA: LA GRAN ESTAFA.
(Edgardo Manara)

A modo de síntesis Alberdi expresa:


“No ha habido, pues, un error más grande que el de creer que, en
las ciudades antiguas griegas, el hombre disfrutaba de la libertad. Ni idea
siquiera tenían de ella. No creían que pudiese existir derecho alguno en
oposición a la ciudad y sus dioses”.
“Es verdad que revoluciones ulteriores cambiaron esa forma de
gobierno; pero la naturaleza del Estado quedó casi la misma. El gobierno
se llamó sucesivamente monarquía, aristocracia, democracia; pero ninguna
de esas revoluciones dio a los hombres la verdadera libertad, que es la
libertad individual”.

Y esto es de plena actualidad:


“Tener derechos políticos –señala- votar, nombrar o elegir
magistrados, poder ser uno de ellos, es todo lo que se llama libertad; pero
el hombre no continuaba menos avasallado al Estado que antes lo estaba”.

Y este pensamiento de nuestro compatriota coincide con el de


Hayek, cuando afirma: “La democracia no es la libertad ni la garantiza, es
sólo un intento de alcanzarla” y el problema –agregamos- es preservarla; o
como señala Julián Marías: “La democracia que no preserva la libertad,
profana su nombre, se prostituye y anula. La libertad, en cambio, genera
democracia; hace que la vida se desarrolle democráticamente”.

Es que –como destaca Alberdi- “Faltaba la aparición del reinado del


individualismo, es decir, de la libertad del hombre levantada y establecida
ante la faz del Estado y del patriotismo, coexistiendo con ellos
armónicamente”.

“Se puede decir con verdad –sigue Alberdi- que la sociedad de


nuestros días debe al individualismo así entendido, los progresos de su
civilización. En este sentido, no es temerario establecer que el mundo
civilizado y libre, es la obra del afán de progreso individual, cristianamente
entendido. Ama a Dios sobre todo, enseñó él, y a tu prójimo como a ti
mismo, santificando de este modo el amor de sí a la par del amor del
prójimo”.

Y a continuación expresa, con actualidad abrumadora:

“La iniciativa privada ha desmontado, desaguado, fertilizado


nuestras campañas y edificado nuestras ciudades; ella ha descubierto y
explotado minas, trazado rutas, abierto canales, construido caminos de
hierro con sus trabajos de arte; ella ha inventado y llevado a su perfección
el arado, el oficio de tejer, la máquina de vapor, la prensa, innumerables
máquinas; ha construido nuestros bajeles, nuestras inmensas
manufacturas, los recipientes de nuestros puertos; ella ha formado los
bancos, las compañías de seguros, los periódicos, ha cubierto la mar de
una red de líneas de vapor, y la tierra de una red eléctrica. La iniciativa

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privada ha conducido la agricultura, la industria y el comercio a la
prosperidad presente y actualmente la impele en la misma vía con rapidez
creciente. ¿Por eso desconfiáis de la iniciativa privada?”. ¿Qué diría si hoy
contemplara el estatismo e intervencionismo que nos ha empobrecido,
desunido y confundido?.

“Porque, además, para esto último, el Estado absorbe toda la


actividad de los individuos; esto es, el gobierno engancha en las filas de
sus empleados a los individuos que serían más capaces entregados a sí
mismos. En todo interviene el Estado y todo se hace por su iniciativa en la
gestión de sus intereses públicos. El Estado se hace fabricante,
constructor, empresario, banquero, comerciante, editor y se distrae así de
su mandato esencial y único, que es proteger a los individuos de que se
compone, contra toda agresión interna y externa. En todas las funciones
que no son de la esencia del Gobierno, obra como un ignorante y como un
concurrente dañino de los particulares, empeorando el servicio del país,
lejos de mejorarlo”.

Recuerda este pensamiento lo que decía en el “Sistema Económico


y Rentístico” 25 años antes: “El Estado no ha sido hecho para hacer
ganancias, sino para hacer justicia, no ha sido hecho para hacerse rico,
sino centinela y guardián de los derechos del hombre”.

OTRA PRUEBA DE LA ACTUALIDAD DE ALBERDI. “EL ORDEN


ESPONTÁNEO”. (Edgardo Manara)

Decía Alberdi en el “Fragmento Preliminar”: “Nuestra prosperidad ha


de ser obra de la espontaneidad, antes que de una creación oficial. Muchas
cosas materiales se han logrado a despecho de Rosas, cuya omnipotencia
ha sido vencida por la acción espontánea”.

Hayek, 100 años después, considera que el liberalismo también


reconoce un orden espontáneo. Alberdi y Hayek establecen así el “cómo”
lograr el tan proclamado “respeto a la dignidad de la persona humana” a
través de un orden espontáneo, para que cada cual pueda hacer una
realidad su libre albedrío y el ejercicio de la libertad de elección y de
acción, que es la verdadera libertad civil con la inherente responsabilidad.

Ese es el orden social de la libertad de Alberdi, por lo cual se ha


llamado con justicia, el precursor de la Escuela de Viena y del moderno
liberalismo integral y científico. Tal ordenamiento basado en la libertad y la
espontaneidad, es el único que resuelve el aparentemente insoluble
problema de que la sociedad moderna se integra con personas que no
piensan igual, que poseen distintas escalas de valores, muchos
desconocidos entre sí y, a pesar de ello, tal ordenamiento posibilita a cada
cual alcanzar sus propios objetivos y el de sus seres queridos, sirviendo a
los demás en lo que éstos más valoran, pudiéndose sentir así útiles a la
sociedad a que pertenecen. Y la solución a este complejísimo problema de
la sociedad moderna se encuentra en un orden jurídico contrario a la

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arbitrariedad, y un orden económico que no lo invalide –hoy llamada
economía de libre mercado- que postula Alberdi a lo largo de toda su obra;
lo cual implica ausencia del intervencionismo económico, pues éste
destruye al orden jurídico mencionado y conduce a la omnipotencia del
Estado, se diga o no democrático.

“Abuso legal”, se dirá. Sí, y eso es lo más grave: que la legalidad


democrática pueda amparar al abuso. “La tendencia del intervencionismo
de Estado –dice Julián Marías- es un rasgo que caracteriza la historia de
Europa desde la Revolución Francesa...”, y eso es lo que ha escrito Alberdi
hace más de 100 años. Es, pues, actual su pensamiento.

LA GRAN REVOLUCION POLITICA (Carlos Sánchez Sañudo)

Este es el experimento liberal que se llevó a cabo en los EE UU


luego de 1787 y en nuestro país progresivamente después de 1853,
permitiendo un progreso y una civilización sin precedentes al posibilitar la
unión de esfuerzo correspondientes a voluntades y fines diferentes. Alberdi
es sin duda la primer figura en el mundo latino - repito: el primero - que
entendió la "revolución política y su consecuencia social que ello implicaba
en América" - son sus palabras - y desarrolla el sistema filosófica, jurídica,
económica y políticamente para lograr la unión nacional mediante la
cooperación voluntaria entre personas tan distintas entre sí. Así se hizo el
país, luego de Caseros, con antinomias tan profundas, ayer como hoy. Esa
es la verdadera unión nacional. Fue el sistema que posibilitó el llamado
"milagro argentino".

El único gran objetivo nacional fue ese: garantizar el marco


institucional para posibilitar el esfuerzo mancomunado entre millones de
personas desconocidas entre si que piensan distinto. El resultado logrado
por la generación del 37 imbricada con la del 80 asombró al mundo hacia
1910, en el centenario de Mayo. Nuestra declinación actual desde hace
varias décadas se debe al enfrentamiento y remplazo "del límite a la
arbitrariedad" - que son los derechos y garantías individuales - por la
arbitrariedad sin límite, como es el concepto roussoniano de la "voluntad
mayoritaria" que poco tiene que ver con la seguridad jurídica, y que
tampoco es voluntad de la mayoría, sino de los grupos de presión sobre el
gobierno y a quienes éste debe cortejar para mantener su apoyo.

Se ha reemplazado así la "fuerza del derecho" por el "derecho de la


fuerza", en este caso del número y de la coacción de los grupos. A esto ha
conducido la práctica política en boga, con lo cual hoy la economía ignora
al derecho y a la política , a ambos. La crisis interrumpida en que vivimos
es, pues, su lógica consecuencia.

LA SOCIEDAD CIVILIZADA (Edgardo Manara)

El sistema de Alberdi es el de la sociedad civilizada, en pugna con la


“sociedad tribal”, la organización piramidal, que, en el siglo XX es una

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aberración social y un suicidio político, origen de la inestabilidad que todos
pretenden erradicar.

Es que resulta difícil – si no imposible - establecer extralimitaciones


donde no hay límites precisos, como establecía insistentemente Alberdi,
incluso en el art. 28, es decir, puntos objetivos de referencia, para poder
precisar en cada caso los excesos gubernamentales; se institucionaliza así
como norma la arbitrariedad, retornando al siglo XVII a las leyes de Indias y
preparándose la crisis política e institucional en curso y erróneamente
realimentada.

Y termina Alberdi su trabajo, a modo de síntesis:


“La libertad individual –afirma- es el límite sagrado en que termina la
autoridad del Estado. Todos los crímenes contra la libertad del hombre, han
podido ser cometidos, no sólo impune sino legalmente en nombre del
Estado omnipotente, invocado por su gobierno omnímodo. La libertad de la
patria –afirma- es la independencia respecto de todo país extranjero. La
libertad del hombre es la independencia del individuo respecto de su propio
país”.

“La libertad de la patria es compatible con la más grande tiranía, y


pueden coexistir en el mismo país. La libertad del individuo deja de existir
por el hecho mismo de asumir el Estado la omnipotencia del país. La
libertad individual significa literalmente ausencia de todo poder omnipotente
y omnímodo en el Estado y en el Gobierno del Estado”.

ALBERDI, HOY. (Carlos Sánchez Sañudo)

La importancia del pensamiento y obra de Alberdi, hoy, reside en


que la alternativa que él debió enfrentar, luego de 30 años de guerras
civiles y 20 de obligados exilios, es similar a la que hoy se nos presenta
luego de 60 años de errores y antinomias irreconciliables. Él tenía dos
opciones: o continuar con la arbitrariedad y autoritarismo del régimen
rosista o producir el gran cambio que permitiera la liberación de las
energías de los argentinos, hasta ese entonces amordazadas. Y ese fue el
orden social de la libertad, de la garantía de los derechos, con la genial
interpretación del autor de las “Bases y puntos de partida” y del “Sistema
Económico y Rentístico”.

Y esa es la misma alternativa que tenemos hoy por delante, y de


cuya correcta elección depende la suerte de la República: o el sistema de
la libertad jurídica, económica y política, o la arbitrariedad y autoritarismo,
se diga o no democrático. El mandato de Alberdi es terminante e
inequívoco: liberalismo –integral y científico- o desintegración social.

La Argentina es la única Nación que, habiendo conocido y vivido en el


SISTEMA DE LA LIBERTAD (1853-1916) luego haya desertado de él,
abandonando la cultura de la civilización que es también la cultura de la
libertad, porque como decía Estrada en el siglo XIX: “las fantasías políticas

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son pecados que no pagan sus teorizadores, sino los pueblos”, como
lamentablemente ha ocurrido.

EDGARDO MANARA CARLOS ALBERTO SANCHEZ SAÑUDO

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APENDICES

1. Lo que la República necesita

Como decía Luigi Einaudi: "Lo que la República necesita son políticos
que entiendan las instituciones a que han sido asignados". Y
lamentablemente eso es lo que no ha ocurrido; se han reemplazados los
principios probados como límites a la ley y al poder que la dicta, por meras
opiniones personales.

Y eso es lo grave: que en Occidente esté en vigor la democracia de


gobiernos limitados sólo por las opiniones cambiantes de la oposición o de
las alianzas, no para fortalecer las creencias, sino para aumentar el número
y lograr el poder como sea. Por lo que en esta democracia - sin límite de
los principios, derechos y garantías escritos en la Constitución que frenan
los desvaríos del poder - cada elección prácticamente puede tener los
efectos de una reforma constitucional sorpresiva, no declarada. En verdad
se reemplazan así las normas constitucionales por los programas
partidarios, si los hay; porque de los participantes en las últimas elecciones
del 26 de octubre de 1997, algunos están aún por confeccionarse Y aún
hoy en plena lucha pre-presidencial, siguen sin aparecer. De la República y
de la Constitución limitativa: !ni hablar! Hay política, pero sin instituciones,
esto es ilimitada.

Y la situación se complica, porque luego de medio siglo de docencia


al revés, los "errores a nivel pseudo científico (Hayek) han socavado los
cimientos de nuestra civilización, pues el moderno desarrollo del derecho
responde en gran medida a dictados de una falsa teoría económica ( o al
voluntarismo político)". Sintetizando, se ha adoptado "el error económico
como credo político" constituyendo una burla a los derechos que se
"enuncian" y una trampa a la "democracia" que se declama.-

2. El Gobierno Representativo

Porque no es posible olvidar con la ligereza que se ha hecho, que el


verdadero significado del "Gobierno representativo" de nuestra Constitución
fué reafirmado en una declaración de la Suprema Corte de Justicia de los
EE.UU. en 1943, que decía: "El derecho a la vida, a la libertad, a la
propiedad; la libertad de expresión , de reunión, de asociación, de trabajo,
no pueden ser sometidas a votación, no pueden depender del resultado de
una elección. Porque el verdadero propósito de la Declaración de Derechos
ha sido, precisamente, sustraer ciertas cuestiones fundamentales de la
controversia política, y colocarlas mas allá de las mayorías
circunstanciales". Esta es la síntesis de la Constitución de 1787-1791, de
Madison y Jefferson, la libertad civil como límite a la libertad política; los
principios, derechos y garantías como límite a la "Controversia política de
las cuestiones fundamentales" por las mayorías circunstanciales.

Y es la misma síntesis del alberdiano art. 28 de nuestra Constitución


de 1853: "Los derechos previamente establecidos no podrán ser alterados

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por las leyes que reglamenten su ejercicio": los derechos son los límites a
la ley y al poder que las dicta. Este es el concepto fundamental de ambas
Constituciones, que triunfan hoy en el mundo, aún en medio de la
conmoción global.

Pero en nuestro país - lamentablemente - tales "cuestiones


fundamentales" no han sido sustraídas, sino precisamente incluidas en la
controversia política, con el resultado del predominio de la libertad política
sobre la libertad civil, justamente en el período 1943 - 1946, cuando la
República se encontraba a la cabeza de Latinoamérica y entre los siete
primeros países del mundo, mientras que la Segunda Guerra Mundial
tocaba a su fin.

En ese momento (1946) las naciones triunfadoras condenaron las


pseudoinstituciones nazis, fascistas, corporativistas, cuyos desvaríos
habían costado 60 millones de muertos. Y, !oh, asombro! en el mismo año
el mismo gobierno electo en la Argentina adoptó ese régimen execrado en
los países del mundo civilizado. Este "nuevo régimen" se materializó en la
parodia de Juicio político a la Suprema Corte, el cambio de Constitución (la
de 1949, vulnerando - como siempre - el art. 30 de la de 1853) que
sustituyó "la limitación del poder" por el "manejo arbitrario de la sociedad
desde el poder". (Fatal arrogancia, dice Hayek).

El desastre jurídico, económico, moral y político no se hizo esperar,


por lo que en 1955 la Revolución Libertadora reconoció nuevamente la
Carta Fundadora de 1853y la legitimó en la Constituyente de 1957.

3. El liberalismo como sistema evolutivo

Adam Ferguson decía en el siglo XVIII: "Los pueblos se encuentran


con Instituciones que si bien son el resultado de la Acción humana, no lo
son del designio o acción deliberada humana". Son producto de la
Evolución, como lo ha sido el lenguaje, la escritura, el derecho, la moral, el
contrato, la moneda, el mercado y otras tantas instituciones. El lenguaje,
por ejemplo, nadie lo inventó : es producto de la evolución en cada país,
pero luego los hombres - mediante la razón - han estudiado cada idioma y
extraído las normas que constituyen la "gramática" para que la gente hable
bien y pueda entenderse con su prójimo (lo mismo ocurre con el derecho,
la moneda, el mercado, etc.); así también el liberalismo es el conjunto de
normas extraídas del resultado de la acción y la naturaleza humana, para
que la sociedad funcione eficazmente, logrando la convivencia pacífica y el
progreso. El liberalismo pues, es a la organización de la sociedad, lo que
la gramática es al lenguaje: ambos, liberalismo y gramática, han estudiado
y extraído las reglas para un mejor aprendizaje, adecuado funcionamiento y
debida preservación de sus respectivas disciplinas: la sociedad y el
lenguaje; "Orden social - decía Ortega y Gasset - no es una presión que se
ejerce desde afuera de la sociedad, sino un equilibrio que se suscita desde
su interior". En verdad el equilibrio que se suscita es debido al orden
espontáneo, el de la libertad en los distintos campos.

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4. Lo que la Argentina debe a Alberdi 1

Podemos decir que la Argentina debe a Alberdi, en primer lugar, la


primer obra jurídica en América en defensa de la libertad y de los derechos
del hombre (Su "Fragmento preliminar al estudio del Derecho" de 1837); la
defensa de la Organización Nacional (Las Bases y Puntos de Partida..... de
1852); la defensa y redacción del proyecto de Constitución - en la segunda
edición de las Bases en 1852 - que con algunas modificaciones votó el
Congreso Constituyente de Santa Fé; la defensa del Derecho Público
Provincial que integra su pensamiento Constitucional; la defensa de la
economía en libertad indispensable para no invalidar la concepción jurídica
de la Constitución y hacer del federalismo una realidad (Sistema
Económico y Rentístico de la Confederación de 1853); la defensa de las
rentas nacionales sin afectar la prosperidad o el bienestar general (en la
misma obra de 1854 y en sus Estudios Económicos de 1878); la defensa
de una Organización de Estados Americanos en 1848 (Memoria sobre la
necesidad y objeto de un Congreso General Americano)la defensa de la
Capital Federal sintetizada en "La Nación Argentina consolidada en 1880,
con la ciudad de Buenos Aires como Capital", de 1881 y finalmente su
admirable síntesis de toda su obra y verdadero testimonio político en "La
Omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual". En
resumen, puede decirse que Alberdi hizo jurídicamente la República
Argentina, resultando el gran arquitecto de la definitiva organización de
nuestra patria.-

1
Alberdi, el gran arquitecto de la definitiva organización de la República. Por el miembro
de número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Dr Enrique de
Gandía.-

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SINTESIS FINAL

La lectura de las páginas 14 a 16 (apéndices), constituye una clara


síntesis de las causas del penoso proceso de desintegración nacional que
ha explicado Alberdi, mediante el estudio y análisis de la patología política
a través de los tiempos; su generación - la de 1837 - y los constituyentes
de 1853-60, nos legaron esa gran Carta Magna que nos dio, a todos, y a
cada uno la igualdad ante la ley y no mediante la ley -, la igualdad de
derechos, la seguridad jurídica, la confianza económica y - su
consecuencia - la convivencia en paz.

Pero en el siglo XX, lamentablemente se originó la crisis actual


debido a una concepción política de partidos (y dirigentes) peligrosamente
equivocada, según la cual "la política debe estar por sobre la seguridad
jurídica, la economía y la moral". Esto conduce necesariamente a una lucha
política, primero internamente dentro de cada partido y luego entre
partidos, para "manejar la sociedad desde el poder." Así se abrió el cauce
al "canibalismo político" a que asistimos, antítesis de los principios y límites
establecidos en nuestra Carta Magna, que nos hizo una vez respetados y
respetables.

Y todo lo cual nos conduce al Dr. Antonio Bermejo, Presidente de la


Suprema Corte de Justicia, el mejor del siglo XX y tal vez desde 1853-60,
al formular su voto en disidencia ante sus pares, en un caso de
Inconstitucionalidad de la Ley de Alquileres en 1921. Fueron sus
memorables palabras:

"El gobierno de la Nación Argentina está regido por una Constitución ESCRITA
que ha RECONOCIDO los derechos individuales preexistentes a ella, como
inherentes a la personalidad humana; ha organizado los diversos poderes y ha
deslindado sus responsabilidades fijando límites a su ejercicio y los medios para que
esos límites no sean sobrepasados. Y la garantía de la inviolabilidad de la propiedad,
tanto como de la seguridad jurídica PERSONAL contra los avances de los gobiernos,
es la esencia de la sociedad civil, que puede ser considerada el alma del organismo
institucional de la Nación."

El Dr. Bermejo destaca que los derechos civiles, son anteriores al


Estado.

Este no los crea, ni la Constitución tampoco, sino que los RECONOCE.


Y esos derechos civiles son el alma, la esencia misma de la justicia y de la
seguridad jurídica, sin la cual no hay economía, ni moral, ni progreso ni
creciente empleo con mayor salario real.

Y esto es lo opuesto a la LIMITACION del poder, producto del idóneo


análisis Alberdiano de la patología política a través de los siglos, que acaba
de explicar en el presente estudio; y que advierte la de nuestros días, las
cuales se confirman progresivas e ininterrumpidas.

El ordenamiento Alberdiano, basado en la libertad y la espontaneidad,


es el único que ha resuelto el aparentemente insoluble problema de que la

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sociedad moderna se integra con personas que no piensan igual - que
poseen distintas escalas de valores - muchas desconocidas entre sí y, a
pesar de ello, tal ordenamiento posibilita a cada cual alcanzar sus propios
objetivos y el de sus seres queridos, sirviendo a los demás en lo que estos
más valoran, pudiéndose sentir así útiles a la sociedad a que pertenecen
(ver página diez párrafo final). Y la solución a este complejísimo problema
de la sociedad moderna se encuentra en un orden jurídico contrario a la
arbitrariedad, un orden económico que no lo invalida - hoy llamado
economía de libre mercado - que postula Alberdi a lo largo de toda su obra;
lo cual significa ausencia del intervencionismo económico, pues este
destruye el orden jurídico mencionado y conduce a la Omnipotencia del
Estado, se diga o no democrático.

Alberdi ha buscado, analizado y encontrado la solución a este


complejísimo problema - en última instancia - de la naturaleza humana. No
hay otra que, además, lo logre en paz al limitar el poder.

FIN

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