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‘saucy, Revista de Filosofia 14, 1997, 135-142 Filosofia y género ‘Resumen: En este arculo se plamea la moesidad de pensar Ia diferencia sexual como una de ls claves principales pra comprender las eacions con los tos. Desde esa perspectva, estas relaiones han estado de- terminadas por la exclusgn y la dominacén, Pensamos que Ia filsofia puede hacer una contibu- ign muy importante en ext causa, Setratade volver pensar la diferencia sexual, reformulindola en ovo: {iinos. No obstante lo que en exe acto se ve a plantear rs concretament es el modo en el que las ryjeres podemos conuibuir en tl empelo. Para ello reoogemos ja palabra de aquelas mujeres que, desde sw actividad como pensadorasoescitoas, han intents o avin camino en el masclinizado mando de la flocofiay dela ieratura Finalmente, de eta refiexién se conchuye que pensar la diferencia sexual como clave dela relaciones con el ‘otro fundamentalmente una euestign ica, Esa pes peetiva dic del problema supone, a mismo tiempo, la necesidad de evar a cabo una nueva y orginal elabo- racine, un aténicecompromisoprcteo, amo ‘ico como pets. Palabras clave: Difeencia sexual. Esteeatipos mas- eulino yfemeniao. Filosofia Independencia. Rcipeo- ida, Igualdad, Justia, Revonosimiemo, fimscién. Fesremidad, ASUNCION MARTINEZ MELLADO" ‘Abstract: What we pose in this anise isthe need ro think through the sexual difference as ore ofthe mai keys to the understanding of our reltionship to cers. From that perspective, that eatonship hs been osty ‘determined by exclusion and domination We think tat philosophy can make an important ‘contrbstion to this cause, We have to deal with rethinking the problem of sexual diffrence one more. reformulang i in other terms. However, what we specifically raise ia this article, isthe way we women ‘ean comtbute wo such aim, ln oder 10 do s0 we tum 0 the words of thace women who from their activity ax thinkers or waters have attempted to force their W. through the rather masculine word of philosophy and terre Finally what ve conclude fom this reflection i chat thinking through the sexual diffemce as key tthe relationship tote other isbasclly an ethical ueson, “This ethical point of view means atthe same time both the need for a new and original theory, and a real practical compromise as well eihical as political, ‘Key words: Sexual difernce. Femenie and masculine stereotypes. Philosophy. Independence. Reciprenity. Equality Diference: Justice. Py. Acknowiedgement Assenion, Fraternity En lareflexién que voy a realizar parto, como premisa principal, de le siguiente conviccién: una tarca que sin duda ha de cocresponder a la filosofia ¢s pensar la diferencia sexual desde una nueva petspectiva. En esta visiGn es necesario revoger la nuevas determinaciones econdmicas, culturales Yy sociales que estan interviniendo directamente en la interpretaciGn de esa diferencia. Para ello la ‘diferencia sexual ha de ser vista como un problema que es preciso expresar y comunicar, pues, como decfa H. Arendt, pensar un problema posee dos caracteristicas fundamentales: darle expre- sidn y hacerlo comunicable. ‘Hasta ahora el logos, el pensamiento y la palabra, ha estado bajo el dominio de los varones, de tal forma que, aunque a veces lo humano se ha expresado por sus bocas, en la mayoria de las cocasiones lo que se ha manifestado en verdad es la visiGn que una parte de la humanidad (que ha terminado por considerarse el todo) posee de] mundo, del hombre, de la cultura, de la naturaleza, de = Departamento de Filosofia y Légica. Universidad de Mucia Ef Luis Vives. Esinardo (MURCIA) 136 Asuncion Martine: Mellada [r-ado a reconacernos en incontables ocasiones Some plenamente humanas. Habra que deci que Lo primero y més evidente que debemos hacer Jas mujeres es tomar ia palabra evitando as en {i medida de lo posible que otros hablen aman {Htas, NOs definan, nos califiquen, nos deseslinn precise gan de un modo w otro Io que somos y lo que hacemos, io que debemos set y hacer fa Preciso redefinir los problemas desde Rosotras, esto es, desde nuestra experiencia del mundo, Algunas mujeres que han consepui ir su voz, han expresado su inquietud o au angustia ante esta necesidad de tor br, pero también nos han oftecido sugerencisg ara emprender este camino poco transi g€nero femenino: el del pensamiento ¥ Ta escritura, La primera dificultad que se le er a Ia bora de tomar la palabra es Ia ausencia de tadicion y la insegurided que e pensar. En Una habitacion propia V. Woolt se queja de esta ausencia de ‘ura femenina, recordandonos que «...las obras sencia de pensamiento comin icho més costosa a las mujeres ia aventura de Pensar, pues no tenemos casi nin sa din lugar desde el que partir yen el que recone Nos. Algunos hombres tambign esta experiencia, como lo muestran las palabras ronun. Fritesofia y género 137 Esta ausencia de tradicidn ha generado tal grado de inseguridad femenina que personas de tanto prestigio hoy como M. Le Doeuff 0 H. Cixous no pueden evitar referirse a ella ¢ incluso relatarla como parte fundamental de su experiencia como mujeres y pensadoras. Para que se comprenda bien esto es necesario detenernos brevemente en ambas autoras. M. Le Doeutf profesora en la Escuela Normal Superior, que ha publicado recientemente una obra titulada El estudio y la rueca, comienza esa importante obra justificando su propia actividad: ;Por qué la filosofia? ;Por que ella en la filosofia? :Por qué wn libro como ese?, ete... He aqu{ una mujer que ha tomado Ia palabra, que se atreve a pensar, pero que antes necesita justficarse y darse razones para ello. M. Le Docuff no reivindica un lugar para las mujeres en la filosofia, sino que, presa de su propia y dura experiencia, nos muestra a otras cudntos son los obstaculos que una mujer se encuentra para poder acceder alli donde otros se hallan en su lugar natural, como peces en el agua. M. Le Doeuf se reconoce en otra mujer, S. de Beauvoir, y nos muestra un extraordinario retrato de esta mujer-filésofa y de sus relaciones con su compatiero «el fldsofon, es decir, Sartre, Esta relacién es en numerosos espectos paradigmtica del modo en que muchas mujeres se aproximan a ese mundo que jams he sido el suyo, en el que no se reconocen sino como excluidas y, en el peor de los casos, como menospreciadas y humilladas. Si alguien lo pone en duda le basta con hacer un repaso a la extensa taadiciGn misGgina de la historia dela filosofia, Respecto a esa relacién M. Le Doeuff comienza recordéndonos una frase que S. de Beauvoir dird y repetird: «He dejado la filosoffa para Sartre» y comenta Le Doeutf irdnicamente: «Como si en Ia filosofia no hubiera lugar nada més que para uno»; y més adelante dice textwalmente: «Pienso que ella ha hecho, a su pesar, filosofia. Pero no se ha vista a si misma haciéndola, y cuando se lee lo que Sartre escribe sobre las mujeres se comprende mejor por qué® Sin duda, la relaciGn de S. de Beauvoir con Sartre no debid aliviar su inseguridad, su incerti- dumbre, sus dudas acerca de si misma come pensadora y filsofa. Y por otro lado, tampoco podia buscar apoyo en otras mujeres, pues en este campo ella era pionera. Dice A. Valedrcel acerca de la situacién de S. de Beauvoir: «Quiere saber. Y el saber es una condicién compartida, un dislogo entre iguales. ¥ no los tiene>’, Por tanto, no sélo carecemos de un pasado en el que reconocernos para continuar una tarea ya iniciada, sino que tampoco hallamos en cl presente iguales con quienes Compartir nuestras inquietudes, aunque esto sucede afortunadamente cada vez menos. ‘Sin embargo, por si alguien llevado por el optimismo aficma que la situacion ha cambiado ‘mucho desde entonces, M. Le Docutf, a finales del siglo XX, dice: «Mi experiencia es similar a la de S, de Beauvoir: es infinitamente mas fécil para una mujer aprobar una oposicién que sec tomada en serio por las personas @ las que est asociadan*. Y, més adelante, afiade: «una mujer nunca es reconocida simulténeamente como mujer y fildsofas'. {En qué estriba la dificultad? En que existe una escisién entre la actividad publica y la existencia intima, que parece que las mujeres no seriamos capaces de llevar ni de soportar. Tal vez en esa escisién que no podemos soportar haya algo de verdad, pero lo tnico que podria suceder es {que las mujeres no establecieran esa escisiGn en sus vidas y en su modo de ver las cosas. ¥ esto, en lugar de ser algo detestable, como le parecfa a Sartre, podria tomarse como algo a la vez bueno y esperanzador para todos, hombres y mujeres. Finalmente, encontramos esta misma experiencia negativa en H. Cixous, catedrética de Litera- Le Doeutf, M, £1 eu y la rueca, Cétedra, Madsid 1999, p, 224, Valerool, A. Sexo y Filosefa, Anthropos. Barcelona 1991, p. 24 Le Doeuff, M. Op. sit, p. 232. Le Deeutf, M. Op. cit, p. 267 138 Asuncion Martinez Mellado tura inglesa y directora del Centro de Estudios Femeninos de la Universidad de Paris VIII. En una obra recientemente publicada en castellano, Larisa de la Medusa, refiriéndose a otro aspecto de las, dificultades con las que se encuentra una mujer en su relacién con la eseritura y el pensamiento y la hora de tomar la palabra, dice: «En cierto modo la escritura femenina no deja de hacer repereutir el desgarramiento que, para la mujer, es la conquista de Ia palabra oral... ¥ continGa ‘’. {A qué se debe este tormento, esa inquietud tan profunda? La razén viene a ser idéntica para Le Doeuff y Cixous. La mujer siente vértigo ante el dominio pablico de la palabra porque culturalmen- te no esté acostumbrada a ello y porque su ser social, su imegen como mujer, no coincide con su proyecto y su actividad: el deseo de pensar y escribir desde s{ misma Hasta aqui una pequenia muestra de cSmo para algunas mujeres que hoy se allan en un lugar privilegiado el trabajo de lo negativo ha sido tan intenso y presente en sus vidas que su huella es Io primero que aparece cuando toman la palabra. Ante esta situacién, qué nos proponen aquellas que parecen haber superado la prueba, aquellas que se han resuelto a hablar y escribir. Pueden resumirse en tres las tareas que nos proponen: el olvido de sf, la elaboracién de nuevas formas de expresién y la aspiracién a otra clase de universalidad del pensamiento. ‘Veamos la primera, Ia que se ha definido como un cierto olvido de si. Dice al respecto S. de Beauvoir. «Para realizar grandes cosas lo que esencialments le fata a la mujer de hoy es el elvide de si misma: mas para olvidarse necesita primero estar s6lidamente segura de que ya se ha encontrado. Recién llegada al mundo de los hombres, y probablemente sostenida por ellos, la mujer esté todavia demasiado ocupada en buscarse>’ Para encontrarse es necesario que se dé una sola condiciGn: la independencia. Es decir, ser capaces de pensar y vivir mas allé de nuestra relacién con el vardn, porque la relacién entre los seX0s eS una entre otras, pero no la tinica en la que un ser humano es capaz de reconocerse. Sin ‘embargo, durante siglos la mujer ha sido definida y pensada en el discurso masculino siempre desde esa relacion entre sexos y ella misma no se ha vivido més que a través de los varones, como el espejo en el que ellos recogian su imagen cuidada, aumentada y mejorada. La base de esta independencia comienza por la econom{a, No depender econsmicamente de otro ¢s fundamental para el ejercicio de la propia libertad y evita, ademés, todas aquellas coartadas que de esa situacién de dependencia econémica obtienen ambos sexos. Por supvesto esta es sélo la primera condicién pero no le iltima, pues la dependencia auténtica y la mas dificil de erradicar es la afectiva 'V. Woolf expresa esta necesidad de independencia y los resultados a los que conduce cuando en Una habeacién propia afirma que su actitud ante los hombres fue cambiando desde el momento en que dej6 de depender de ellos, pues el temor y la amargura dieron paso a la tolerancia y 1a piedad: «y luego al cabo de un aio 0 dos, desaparecieron la piedad y la tolerancia y legé la mayor Hiberacién de todas, la libertad de pensar directamente las cosas»?. En efecto, esa es la maxima libertad, la libertad de pensar directamente en las cosas mismas. Se trata, en realidad, de hacer (Cixous, H. La visa de la meds, Anthropes, Madd 1985, p. 55, Cixous, H. Op. cic, p. 55. Beauvoir, 8, E sun sexo, Aguilar, Madrid 198), p. 836 Woolf, V. Op. it, p58 Filosofia y género 139 nuestra, de dirigir a Tas mujeres, 1a exhortacién del lema ilustrado Kantiano: atrévete a pensar. Evidentemente, no es una idea de reciente cufo, pero aplicada en este caso a las mujeres y drigida a.cllas me atreveria a decir que adquiere de nuevo su fuerza revolucionaria. V. Woolf y S. de Beauvoir proponen a las mujeres trascender su condicién como tales mientras ‘que esa condiciGn esté cargada de negatividad y limitacidn para ellas. Para conseguirlo han de libetarse de todo ese peso represivo que la historia ha construido bajo el rétulo de la femincidad. En ningin caso hay que entender aqus que les mujeres hayan de renunciar a su ser, sino, més bien al contrario, que, llegando a ser ellas mismas, se vean mas allé de aquello a lo que han sido reducidas. Se sittien en otro lugar, en un espacio que no ha sido previamente determinado y que les permite, por tanto, experimentar y comprender la realidad como un ser humano més, cuya palabra 8 capaz de manifestar el mundo, no s6lo su «pequefio mundo». Refiriéndose a J. Austen dice ‘V. Woolf: «Escribia como uta mujer, pero como una mujer que ha olvidado que es una mujer, de ‘modo que sus paginas estaban Henas de esa curiosa cualidad sexual que s6lo se logra cuando el sexo es inconsciente de sf mismo»®. Es, pues, necesario que se den las condiciones para que la mujer pueda hablar con la conviccién de que el mundo y la vida se expresan también por su boca. S. de Beauvoir lo resume perfectamente en estas Kineas: «Cuando, por fin, le sea posible a todo ser humano colocar su orgullo més alli de la diferencia sexual, en Ja dificil gloria de su libre existencia, solamente entonces podré la mujer confundir su historia, sus problemas, sus dudas y esperanzas con los de la Humanidad... En tanto que tenga que seguir luchando para convertrse en un ser humano, no podré ser una ereadoray!! Hosta aqui hemos deserrollado la primera de las tareas propoestas, la que habiamos definido ‘como «el olvido de sf. La segunda tarea consistia en Ia elaboracién de nuevas formas de expresién. Esta tarea se ha interpretado de modo muy diverso segin que las pensadoras se hallan identificado mas con lo que se ha denominado feminismo de la diferencia o feminismo de la igualdad. Asf, para unas significa ‘crear un nuevo lenguaje de la igualdad. A propésito de esto dice A. Heller: «.. Nosotras las mujeres hemos de elaborar nuevas formas de expresisin en las que se manifieste la igualdad, la paridad, para poder asf participar en una lucha comin mediante esta préctican'? Para esta pensadore la lucha por la igualdad ha de ser una lucha en la que participen hombres y mujeres, y no mujeres contra hombres. Ese lenguaje de la igualdad, ¢s cierto que esta por inventar, pues es aquel cn el que hombres y mujeres tendrén la posibilidad de reconocerse sin distinciGn. Ese lenguaje abordard los problemas desde la perspectiva de lo que nos es comiin, pues sila soledad, la incomunicacién, el miedo, la dependencia, et., son problemas de todos, ;por qué hay que verlos solo desde la diferencia? El lenguaje de la igualdad es necesario pare acercarnos, pero tal ve7 el de la diferencia sea necesario para conocernos ¥ comprendernos. Habria que decir que el primero no es cexcluyente del segundo sino su condicién, condicién esencial para el didlogo, y, por tanto, para evitar Ia tentacién del solipsismo. El leguaje de la diferencia, por su parte, intenta elaborar formes de expresién para la especifici- dad de la experiencia femenina, esa experiencia que ha permanecido muda durante siglos. ‘A mi parecer ambos lenguajes son igualmente necesarios, pues considero que, dada la situacién cen la que se encuentra Ia relacién entre los géneros, ésta afecta por igual a ambos sexos, ya que las 10. Woolf, V. Op. eit. pp. 127-28 HL Beaovoi, S- Op. cit, p. 350 12 Heller, A. Para eamblar la vida, Giijlbo, Barcelona 1981, p 209, 140 Asuncion Martines Mellado transformaciones sociales y culturales que de ella se puedan derivar nos incluyen a todos, hombres y mujeres. ‘Se trata, por tanto, de tomar la palabra no s6lo con el fin de expresar Io que sentimos 0 somos, sino también con el propésito de que hombres y mujeres se conviertan, por primera vez, en interlocutores en pie de igualdad, para que ei mundo de ambos se vea ampliado y mejorado desde la mutua comprensin, Asi, crear nuevas formas de expresidn que posibiliten la comunicaci esperanza. Finalmente, como ditima tarea de las tres mencionadas, algunas pensadoras apuntan a la nece- sidad de vislumbrar y dirigimos hacia un pensamiento de Jo universal, que serfa aquel que no tuviese como sombra la generacién de otros que permanezcan excludes, es decir, que incluya el reconocimiento de todas las diferencias. M. Le Doeuff mantiene que hay una comunidad de todos en cuanto al pensamiento que es tedricamente posible y humanamente deseable. Yo, por mi parte, considero que la idea de una comunidad de todos en cuanto al pensamiento, aunque no sea en absoluto descriptiva de realidad alguna, es, sin embargo, como idea regulativa en sentido kantiano, absolutamente deseable. Ello presupondria la ampliaciOn de ta categorfa de zénero humano, ampliacién que inchuiria no s6lo alas, ‘mujeres, sino también a los negros, alos judfos, a los gitanos, al extranjero, a todos, en un sentido real, carnal, y no meramente teérico. En el Manifiesto de la Rivolta Femminile de 1970 se dice: «Al no reconocerse en la cultura ‘masculina, la mujer le quita su ilusiOn de universalidad. El hombre siempre ha hablado en nombre del género humano, pero ahora la mitad de lo poblacidn terrestre le acusa de haber sublimado una mutilacién». Tan certeras palabras nos hacen pensar en la necesidad de corregir ese error que nos ha privado ‘a hombres y mujeres del goz0 de reconocernos diferentes pero iguales, de liberarnos de la légica de la dominacién que nos condena a la soledad y a la imposibilidad de amistad y de verdadero amor. Corregir este error, sin duda interesado, supone una nueva concepcién de lo humano, un nuevo sentido de lo universal, en el gue el otro no sca jamés excluido, sino respetado y aceptado, como ‘aquel que no me quita nada por ser un no-yo, sino que me afiade, que me hace ser algo més que un pobre y triste yo: un auténtico y real nosotros. En esta tiltima propuesta aparece claramente la inevitable relacién que existe entre el problema de Ia diferencia sexual y el problema del otro. Casi todas las eseritoras que tratan el tema de Ia diferencia sexual se ocupan, al mismo tiempo, del problema del otro. Aqui tan sélo vamos a apuntar algunos de los aspectos principales de esta reflexign sobre el otro. En primer lugar es de destacar que la reflexién femenina sobre el problema del otro es una reflexién inducida, ya que en la tradicién filos6fica, y en algunos autores de forma clarisima (Sartre © Levinas), 1a mujer ha sido definida como el Otro por excelencia. Sin embargo, de entrada, las ‘mujeres que han planteado este problema no han adoptado en general un punto de vista metafisico, sino ético. Lo que les importa es la relacién con las otros, por tanto la justicia, el amor y la piedad En ellas la reflexion acerca del problema del otro va ligada a la reflexién sobre la diferencia sexual, pues sobre esta diferencia bisica se sostienen las demés. La humanidad estd dividida en hombres y mujeres y posteriormente unos y otras son: blancos o negros, pobres 0 ricos, jévenes 0 ‘ancianos etc... El patriarcado no tiene raza, ni clase: se ha ejercido y se sigue ejerciendo ain en todos los lugares del mundo y en todas las clases sociales. En Ia tradici6n filoséfica esta diferencia esencial fue definida por Aristételes con los términos es abrir una puerta a la Filowfa y ginero 14 de pasividad, materia o naturaleza para Ia mujer y actividad, forma y logos para el hombre, Esta definicién por oposicion negativa se ha mantenido de diversas maneras hasta la actualidad, Esa ‘imagen proyectada sobre nosotras ha sido interiorizada de tal modo que, desde S. de Beauvoir hasta las pensedoras actuales, todas han sentido de alguna forma la necesidad de defenderse de ella como primera condicién para su liberacién, pues dicha imagen negativa es castradora y paralizadora fundamentalmente para el pensamiento ‘Ahora bien, ésta es s6lo la forma negativa en la que el problema del otro, como lo inesencial, ha sido importante para cualquier mujer que intente pensar. Pero lo que desearia sefialar aqui son, por <1 contrario, las aportaciones positivas que acerca de este problema se nos han ofrecido. En primer lugar se ha dicho que se trata de un planteamiento ético y no metafisico, salvo en Irigaray que ve la solucién, o més bien el escape a la légica masculina del otro, en la construccién ‘de una identidad femenina positiva, No obstante, hay aspectos de sus ideas que coinciden en lo fundamental con los planteamientos de otras pensadoras Uno de tos rasgos mas destacables de esta reflexién acerca de la alteridad consiste en hacer hineapié en la relactén, es la relacién con el otro lo que le define, por tanto se trata de pensar de nuevo esa relacidn. La cuestin fundamental aqui es la del reconocimiento como lo supo ver Hegel. ‘Sin embargo, lo que €1 consider6 el lugar del reconocimiento, a dialéctica del amo y del esclavo, por la misma definicién de los términos, configuraba como relacién de poder y dominacién toda posibilidad de reconocimiento en la que lo que estaba en juego no era la vida sino la muerte. Esto suponfa cl adoptar como criterio de superioridad no Ia fuerza que engendra, sino Ia que mata. El criterio que todas las pensadoras reivindican, por el contrario, ¢s el de la vida. El reconocimiento para éstas no se produciria en una dialéctica mortal sino que solamente seria posible en ef seno de una dialéctica amorosa, fundada en la reciprocidad, en el respeto, y 1a ‘afirmacién de la diferencia, Dice Irigaray: «Reconocerte significa 0 implica respetarte como ott. Aceptar detenerme delante de ti como delante de un insuperable, un misterio, una libertad que ‘munca sera mia, una subjetividad que nunca seré mia, un mio que nunca ser4 mio». Irigaray pone aqui el acento en el cardcter irreductible de la singularidad del otro Este tipo de reconocimiento s6lo es posible desde el amor y la reciprocidad. E] amor y ta piedad son la condicién para el verdadero reconocimiento del otro, para la aceptaciGn de la diferencia, En este sentido el amor tiene algo de sometimiento a la existencia de otras presencias, de otros seres que no son yo. Pero para que este sometimiento no derive en dominacién por parte del otro, es preciso afiadir la recipracidad. Y asf, lo que se ha denominado Gtica del cuidado debe completarse con una ética de la justicia. La justicia tiene como condiciGn el reconocimiento recfproco que evita la desigualdad, fuente de toda injusticia. Dice Le Doeutf: «No ‘hay moral sin al menos un principio de reciprocidad, sin reconocimiento mutuo todo el resto es indiferente 0 derivado de estom™ M, Le Doculff insiste en la idea de que la ética del cuidado debe ser corregida por la ética de la Justicia, en tanto que respetar a los dems tiene como condicidn el respeto de uno mismo. En este sentido la maxima kantiana: «Obra de tal modo que uses de la humanidad, tanto en ru persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin al mismo tiempo, y nunca solamente como un medio», nos recuerda que la accién moral no sdlo tiene como objeto al otro sino también a uno mismo. El respeto como reconocimiento de la dignidad o valor absoluto del hombre, 13. Irigaray. L. Amo a, aria, Barcelone 1994, p. 150. 14 Le Doeuff, M. Op. ci p. 275. 142 Asuncin Martine: Mellado oblema del otro supone sobre todo ». Por tanto, implica una ética de la Supiesen saborearla no hacer Ja fraternidad ent —__ 1 Le Doeuff. M. Op. cit, p. 421 16 Beauvoir, S. Op. cit, p. 867,

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