Un llamado a la grandeza: La mujer según Mulieris Dignitatem
By Patricia Imbarak and Sergio Salas
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Un llamado a la grandeza - Patricia Imbarak
EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile
editorialedicionesuc@uc.cl
www.ediciones.uc.cl
UN LLAMADO A LA GRANDEZA
La mujer según Mulieris Dignitatem
Patricia Imbarack y Sergio Salas (editores)
© Inscripción Nº 2023-A-7683
Derechos reservados
Julio 2023
ISBN Nº 978-956-14-3147-8
ISBN digital Nº 978-956-14-3148-5
Diseño: Francisca Galilea R.
Ilustración de portada: Mosaico de Jacopo Torriti Coronación de la Virgen María
(1296) en el ábside de Santa Maria
Maggiore, Roma. Paul Rushton /Alamy. Foto de stock.
CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile
Un llamado a la grandeza: la mujer según Mulieris Dignitatem / Patricia Imbarack y Sergio Salas (editores).
Incluye bibliografías.
1. Iglesia Católica - Papa (1978-2005: Juan Pablo II). - Mulieris dignitatem.
2. Mujeres en la Iglesia Católica - Documentos Pontificios.
I. Imbarack, Patricia, editor.
II. Salas, Sergio, editor.
2023 262.91+DDC 23 RDA
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.
ÍNDICE
PRÓLOGO
La aparición de un libro como este contribuye a la reflexión sobre uno de los temas más importantes en la discusión hoy: el rol y aporte de la mujer en la sociedad.
La primera parte del libro corresponde a una serie de trabajos de distintos académicos que invitan, desde una variedad de disciplinas —prácticas y teóricas—, a la reflexión y discusión del documento pontificio de Juan Pablo II Mulieris Dignitatem. Estos artículos tienen el valor de haber sido escritos por autores de alrededor de diez casas de estudios y de distintas especialidades, que buscan fortalecer el valor de las mujeres en distintas dimensiones, lo que demuestra el interés que genera el mismo tema de la mujer.
En la segunda mitad del texto se rescata la presentación del escrito del entonces cardenal Joseph Ratzinger, para finalmente dar paso al documento de Juan Pablo II Mulieris Dignitatem que, aunque redactado en forma de meditación y publicado hace treinta y cinco años (1988), tiene carácter fundante en muchos sentidos en relación con el aporte femenino en la sociedad. El interés de ambos textos estriba en su carácter profético frente a los debates actuales.
En cualquier caso, el objetivo de la globalidad del libro es invitar a seguir profundizando no solo en el valor intrínseco, sino también en el aporte material de la mujer en la sociedad de hoy y, sobre todo, del mañana. Cada día es más evidente su contribución y la necesidad que tenemos de ella. Por eso, generar espacios de discusión, con nuevos planteamientos y dudas, ayuda a ampliar el espectro temático de su papel en el mundo actual.
Como Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC) celebramos y promovemos la creciente participación de la mujer en la empresa en todos sus niveles, porque conocemos sus características y riquezas, que en la toma de decisiones ayudan a fortalecer la dignidad de las personas y el bien común de la sociedad.
Creemos que, si bien, aún queda mucho trabajo por realizar, estamos seguros de que la participación laboral femenina es una de las maneras más seguras de desarrollar empresas plenamente humanas, altamente productivas y socialmente responsables, basadas en un liderazgo centrado en la promoción de un Chile más justo, próspero, solidario y humano.
No queda más que celebrar esta edición conjunta de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Fundación Instituto Profesional Duoc UC, y agradecer a los editores Patricia Imbarack (PUC) y Sergio Salas (Duoc UC) y a los distintos autores por motivarnos a leer y profundizar en lo que Juan Pablo II denominó la vocación y dignidad de la mujer. Esperemos que el libro caiga en tierra fértil, no solo para su lectura y discusión, sino porque creemos firmemente en que generará nuevas instancias para fortalecer la dignidad de los hombres y de las mujeres en una sociedad mejor.
ENRIQUE CRUZ UGARTE
Presidente Unión Social de Empresarios Cristianos
INTRODUCCIÓN
El trigésimo quinto aniversario de la publicación de la carta Apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II sobre la dignidad y la vocación de la mujer (1988) es motivo de celebración y una oportunidad para volver a leer y reflexionar sobre el mismo tema.
El motivo de celebración se encuentra en hallar un documento que goza no solo de buena salud, sino que, además, es inspiración para nuevas reflexiones y posturas que reafirman el mensaje que en los primeros tiempos se fue instalando desde la venida de Jesucristo: la dignidad, vocación y unicidad de la mujer en la historia de la Salvación.
El autor del documento, el Papa Juan Pablo II, desde el tiempo que era obispo auxiliar de Cracovia percibió la importancia de abocarse al estudio del hombre y la mujer a partir de su sexualidad en su dimensión teológica, aportando una perspectiva completamente original. Esta propuesta vino a conocerse como teología del cuerpo, tema sobre el que habló una y otra vez a lo largo de su largo y amplio pontificado.
La Carta apostólica Mullieris Dignitatem, que fue escrita en forma de meditación, es complementaria y continuadora de las 129 catequesis en torno a la teología del cuerpo que desarrolló Juan Pablo II entre 1979 y 1984. El tema seguiría presente en su Carta a las mujeres (1995) y sus innumerables homilías en las que se aprecia el verdadero corpus teológico que fue construyendo a lo largo de los años.
La necesidad de seguir buscando y reflexionando a la luz de la fe sobre la antropología y la sexualidad humana sigue siendo un tema urgente y cada vez más importante. En ese sentido, es clave la propuesta de Juan Pablo II de partir el documento con las palabras dignidad y vocación de la mujer.
El significado etimológico de esas dos palabras nos da una luz del alcance original que poseen, más allá de uso corriente. Por una parte, la palabra «dignidad» tiene su origen en el latín y su acepción primera es «cualidad de digno», lo que quiere decir «merecedor de algo» por quién es y no por lo que hace. Esta diferencia no es sutil ya que es anterior a cualquier principio contractualista. Se le reconoce a ese alguien una condición previa que debe ser respetada por todos y que, además, tiene el carácter de irrenunciable.
Por otra parte, la palabra «vocación» también tiene su origen en el latín y hace alusión a la acción de llamar. En su primera acepción, la Real Academia de la Lengua Española la define como «Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión», o sea, es un llamado a jugar un papel en el plan divino. Por lo tanto, Juan Pablo II desde el principio da cuenta de que la existencia de la mujer y su misión no es accidental.
Hoy, este tema sigue suscitando nuevas lecturas. Con este motivo, se invitó a una serie de académicos de distintas disciplinas y de once casas de estudios a reflexionar en torno a la Mulieris Dignitatem. El resultado de su trabajo es el libro que se encuentra entre sus manos y que pretende aportar a la discusión permanente y actual de la identidad y el rol de la mujer en la sociedad, particularmente desde la visión cristiana de la misma.
Realizar un libro de estas características involucra el tiempo y colaboración desinteresada de mucha gente. Deseamos agradecer a la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC), en particular a su presidente actual, Enrique Cruz, por apoyar este proyecto y aceptar escribir su prólogo; a Patricia Corona, editora general de Ediciones UC, por creer y apoyar el proyecto desde un principio y ayudarnos —junto a todo su equipo— a sacarlo en la fecha del aniversario de la carta de Juan Pablo II y el de la fiesta de la asunción de la Virgen, 15 de agosto; a cada uno de los autores de los textos publicados y a sus casas de estudios. Esperamos que el principal fruto de todos los involucrados sea el fortalecimiento de la dignidad de la mujer y su vocación en el mundo actual. Por último, no podemos dejar de mencionar a nuestras propias casas de estudio, el Instituto Profesional Duoc UC y a la Pontificia Universidad Católica de Chile y a sus autoridades, que en su trabajo conjunto y en alianza con distintos miembros de la comunidad buscan, construir una sociedad y futuro mejor para todos. Si este libro logra aportar a esta causa, habremos alcanzado nuestro cometido.
PATRICIA IMBARACK DAGACH
Doctora en Ciencias de la Educación
Facultad de Educación UC
SERGIO SALAS FERNÁNDEZ
Doctor en Historia
Fundación Instituto Profesional Duoc UC
ESENCIA Y VOCACIÓN
DE LO FEMENINO
UNA APROXIMACIÓN A LA
MUJER DESDE UNA PSICOLOGÍA
INTEGRAL DE LA PERSONA
CAROLINA DE LAS MERCEDES BARRIGA POLO
Magíster en Psicología Integral de la Persona
Universidad Finis Terrae
¿QUÉ ES UNA MUJER?
Al proponerme comentar sobre la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, con ocasión de su trigésimo quinto aniversario, he querido aportar alguna idea sobre la mujer desde mi propia disciplina académica, la psicología. Sin embargo, me he encontrado con una dificultad cada vez más frecuente en la cultura actual: ¿Cómo hablar de la mujer si el concepto mismo de mujer ha sido de-construido?
Es preciso, pues, volver a la pregunta esencial: ¿Existe algo así como «la esencia de lo femenino»? Y si es así, ¿en qué consiste? (Cubillos 2023). Solo de este modo podría yo aportar alguna idea sobre «la mujer desde un punto de vista psicológico».
En este hecho relevante se basa el recientemente publicado documental: What is a woman? dirigido por Matt Walsh. En él se hace patente la dificultad actual por responder una pregunta tan sencilla y profunda, y tan fundamental para nuestros fines, como qué es una mujer. De hecho, el lanzamiento del documental no dejó indiferente a nadie, ya sea detractores o partidarios de las tesis allí presentadas, registrándose cientos de publicaciones y artículos tanto a favor como en contra del polémico documental (M. Ondarra, 2022; J. Graham, 2022 y C. Goforth, 2022).
Comenzaremos pues haciéndonos una pregunta anterior: ¿Qué es el sexo? ¿es nuestra condición sexuada algo accidental o parte de nuestra naturaleza?
La respuesta a esta pregunta dependerá sin duda de la visión que propongamos sobre la naturaleza humana en general.
Desde una visión antropológica que considera a la persona humana como una unidad cuerpo-alma, la sexualidad podría ser considerada una característica constitutiva de la persona humana, que abarca todas sus áreas y niveles de vida. Se podría decir entonces que nuestra sexualidad es, en parte, una realidad biológica que se funda en nuestras diferencias genéticas, hormonales, cerebrales, genitales, etc. Así mismo, se podría afirmar que nuestra condición sexuada redunda, por la unidad de nuestro ser espiritual-corporal, en diferencias a nivel de nuestra sensibilidad, tales como intereses, modo de sentir y de procesar la información, diversa agudeza sensorial, etc. Finalmente, y no menos importante, la sexualidad será asumida por nuestra dimensión racional, manifestándose en diversas disposiciones en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad. Incluso desde un punto de vista teológico, lo femenino tendría una manifestación específica, como afirma Edith Stein: «La especificidad de la mujer consiste esencialmente en la particular receptividad para la acción de Dios en el alma».
Sin embargo, desde una mirada antropológica que se funda en una visión dualista, el cuerpo y la psiquis estarían separadas sin una relación intrínseca, sino solo accidental. Así, la sexualidad en su ámbito biológico no tendría una necesaria relación con la sexualidad en su ámbito psicológico, y la respuesta a ¿qué es la sexualidad humana? o incluso ¿qué es una mujer? podría responderse aludiendo únicamente a alguna de estas dos realidades humanas (la psíquica-cultural o la biológica-corporal).
Desde una mirada integral de la persona, fundada en una filosofía realista, nuestra condición de seres sexuados atraviesa todos los niveles de nuestra naturaleza. Reflejo de esto podría ser nuestra disposición cromosómica y morfológica, nuestro deseo sexual, aspectos de nuestra identidad, elecciones y donación personal-sexual.
Siendo seres corpóreos y sexuados, nuestras diferencias sexuales hunden profundo sus raíces en nuestra biología, desplegándose luego y en armonía nuestras facultades sensibles y racionales, que van manifestando las diferencias psicológicas
Tan sustancialmente unidos están estos aspectos, que se podría decir que nuestra dimensión sexual es en realidad «un modo de ser» en el mundo, por lo que nos distingue en el modo en que se realiza cualquier acto propio de nuestra naturaleza humana.
En esta línea afirma el psiquiatra argentino Jordan Abud:
Como humanos, somos poseedores de una naturaleza sexuada y esta nos corresponde de forma innata, al igual que la racionalidad. Así como nadie puede elegir si quiere o no ser racional, nadie puede elegir tener sexualidad o no tenerla. Por ello, es que la condición sexuada es la primera cualidad innata de un ser (Abud, 2015).
Si ser hombre y ser mujer abarca todas las dimensiones de nuestra naturaleza, es evidente que las diferencias entre hombre y mujer superan lo meramente genital, y será desde este punto de partida que me propongo hablar sobre la mujer.
Pero antes de sumergirnos en aquello que llamaremos «la esencia de lo femenino» es prudente recordar que, ya que no somos únicamente miembros de nuestra especie, sino seres personales y por ello únicos e irrepetibles, coexisten dos realidades aparentemente contradictorias: las diferencias reales y tangibles entre hombres y mujeres, tanto en la dimensión física como psicológica (T. Kaiser, M. Del Giudice y T. Booth, 2020) junto con la verdad de que existen tantos modos personales de realizarse el ser femenino como mujeres existen.
En efecto, la mayor o menor frecuencia con que los diversos talentos pueden darse, según determinadas distribuciones estadísticas, en los varones y en las mujeres no dice nada acerca de las personas concretas. Ningún individuo está determinado solamente por el sexo: además de ser hombre o mujer, posee disposiciones y aptitudes propias que le confieren caso por caso particulares condiciones para la actividad artística, técnica, científica, social, etc. (J. Burggraf, 1988).
Esta aparente contradicción no debe desanimarnos, ya que la consideración de la naturaleza no coacciona la realidad de la persona, sino que posibilita su despliegue y ascenso a la plenitud de la vida personal.
Mientras mejor y más sano sea este proceso de crecimiento y perfeccionamiento de la naturaleza (en este caso de su ser femenino o masculino), se posibilitará un mejor y más auténtico despliegue del ser personal, como manifestación de su libertad y de su capacidad para amar con benevolencia de un modo específico.
LA MUJER DESDE UNA PSICOLOGÍA INTEGRAL DE LA PERSONA
En su carta apostólica, Juan Pablo II inicia reafirmando la radical igualdad en dignidad que comparten los dos sexos. Ya en la segunda parte de su carta profundiza en las dimensiones específicas de la mujer. Junto con él partiremos afirmando que la especificidad más radical consiste en la maternidad o en la paternidad (cfr. MD, 17).
Pero la maternidad no es solamente un proceso biológico o una determinación corpórea, es sobre todo un «modo de ser» que realiza plenamente la más íntima raíz de la mujer y corresponde a la unidad pisco-física de la feminidad.
Así lo indica la Carta Apostólica al afirmar que es un «modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando, crea, a su vez, una actitud hacia el hombre —no solo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general—, tal que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer» (MD, 18).
Este «modo de ser materno» incluiría cualidades esenciales que se derivan de su modo específico de engendrar, aquello que resume más plenamente la esencia de lo femenino, desde su dimensión más biológica y orgánica, hasta la expresión más sublime de su espíritu: acoger y recoger, unir y reunir, recibir.
Desde un punto de vista psicofísico, esto se podría sustentar en numerosos estudios científicos que logran indicar la causa material de esta diferencia formal entre los sexos en sus modos específicos de «ser en el mundo».
En este sentido, se ha señalado repetidamente cómo la propia disposición de los órganos sexuales femeninos es expresiva de un modo de ser diferente y complementario al varón. Se trata de órganos internos, hechos para acoger y custodiar la vida. De aquí se sigue una primera nota esencial de lo femenino: la receptividad (Cubillos, 2023).
Así como nuestra estructura morfológica reproductiva pone de manifiesto esta unidad psíquica-corporal, así también nuestras hormonas y morfología cerebral aportan a la visión integral de la mujer. Por ejemplo, las mujeres tienen niveles más altos de estrógeno y progesterona, hormonas que se han relacionado con una mayor capacidad de comunicación y sensibilidad emocional (Fine, 2010). Además, el hipotálamo de las mujeres es más grande que el de los hombres, lo que puede influir en su capacidad para regular las emociones y responder a los estímulos emocionales (Joel et al., 2015). En esta misma línea, la psicología femenina se caracteriza por una especial tendencia a preocuparse por los demás y a buscar la armonía en las relaciones interpersonales. Esto se ha relacionado también con el hecho de que las mujeres tienen una mayor actividad en la amígdala, una región del cerebro que se asocia con la empatía y la compasión (Baron-Cohen, 2002).
Del mismo modo como podríamos extendernos en la enumeración de múltiples diferencias biológicas que sustentan la feminidad, así también se podría hacer un largo listado de cualidades psicológicas que se derivan de las diferencias morfológicas recién mencionadas, y que caracterizan a la mujer desde un punto de vista experimental: tiende a reunir y a juntar (Baumeister, R. F., y Leary, M. R., 1995), prefiere resolver los conflictos a través del diálogo (Kilmartin, C., 2001), tiene una mayor capacidad para manejar la multitarea y prestar atención a varios estímulos simultáneamente (Gur et al., 2000), valora más el proceso que la meta (Cross, S. E., y Madson, L., 1997) y un largo etcétera de aproximaciones a la realidad propias de la feminidad.
Finalmente, para no reducir la reflexión a una teorización, intentaré apelar a las evidencias más reales: nuestras propias experiencias, personales o vicarias.
Tomemos por ejemplo la tendencia a reunir: Hay pocas situaciones más frecuentes que una mujer liderando una reunión. Incluso en las sociedades más «patriarcales» surge espontáneamente el liderazgo de la «matriarca» a la hora de reunir a la familia para las festividades y celebraciones. No con poca frecuencia, una vez que aquella autoimpuesta matriarca ya no está (la mayor parte de las veces la abuela) o bien otra mujer de la familia hereda el rol o bien la familia extensa se disgrega, constituyéndose nuevos y pequeños núcleos de reunión allí donde una mujer ejerce este rol que le es tan propio: el de reunir. Muchos recordaremos viejos símbolos de la publicidad donde una mujer revuelve un jarro de jugo o una olla con sopa logrando congregar a los que estaban dispersos. Con esto quiero recalcar la idea de que este acto de reunir no es un mero coleccionismo o afán de acumular, sino más bien una tendencia a congregar en torno a sí.
A diferencia de la fecundidad del varón, que se vuelca hacia lo exterior como una fuerza centrífuga, la fecundidad de la mujer recibe y atrae hacia sí como una fuerza centrípeta, que reúne lo que está disperso. Por eso, la actitud de acogida se asocia habitualmente a lo femenino.
Es evidente que ambas fuerzas son complementarias y valiosas, sin embargo, no nos detendremos en eso ahora.
Tomemos también como ejemplo la tendencia al proceso por sobre el resultado: quién no ha presenciado alguna vez una pareja de viajeros, él y ella. Él intentando descifrar el camino más eficiente y calculando la hora de llegada, ella intentando convencerlo a él de tomarse una foto y de disfrutar un café.
Es evidente que, en cuanto ejemplo, no replicará la totalidad de los casos, pero sin embargo deja de manifiesto un rasgo distintivo: así como el varón está inclinado a la acción productiva, la mujer está volcada a acción contemplativa.
La acción contemplativa es una actitud de interiorización y de descanso gozoso frente a la verdad que se le revela. En el caso de lo femenino, la contemplación se traducirá en la aceptación de esa verdad que hay en el interior de la persona.
Un estudio muy interesante con recién nacidos propone evidencias experimentales sobre estas diferencias psicológicas, centrándose especialmente en la diversidad de intereses que supone lo femenino y lo masculino. Simon Baron-Cohen (Trinity College of Cambridge University, 2009) encontró diferencias consistentes en objetos de interés en recién nacidos: los niños miraban más tiempo objetos mecánicos y las niñas miraban más los rostros humanos. Junto con su discípula, Jennifer Conellan, estudiaron a bebés de un solo día de vida. Situaron frente a ciento dos bebés dos posibles cosas que mirar: su propia cara o un móvil físico-mecánico de aproximadamente el mismo tamaño y la misma forma que una cara. Incluso en estos bebés recién nacidos se comprobó que las niñas prefirieron las caras