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AUTOAPRENDIZAJE Este libro nb es un manual més de critica literaria, que siga una u otra corriente metodol6gica al uso 0 que aproveche ‘unas precisas reflexiones de un determinado autor. No tiene, entonces, la pretensién de teorizar, desde ninguna atalaya, sobre el principio de la literariedad, ni siquiera abriga ¢l propésito de definirlo, por lo intangible que resulta tal fen6meno. El objetivo de este manual es bien distinto. En el fondo, trata de “ensefiar a leer”, de abrir los diversos caminos que ‘conducen al interior de un texto, de mostrar los variados procedimientos de que se sirve el autor para componer su obra. La lectura concebida, ante todo, como placet, pero. también como valor esencial de la condicién humana, ¢ imprescindible para la formacién de cualquier persona. Por ello, contiene una minima parte “tedrica” que se resuelve en multiples ejemplos “précticos’, ya que se busca poner’de manifiesto los efectos derivados de la consciente utilizacién, por parte de quien escribe, de unos recursos formales, que no han de considerarse aislados en si mismos, sino siempre proyectados en los discursos coneretos de la poesia, de la novela y del teatro. Desvelarlos en la medida de lo posible y hacerlos reconocibles constituye la principal razén de ser de este libro. = |i i iil leas 76!408490 I} ELLENGUAJE LITERARIO TEOR{A Y PRACTICA Fernando Gémez Redondo ad + EDAF MADRID FERNANDO GOMEZ REDONDO | EL LENGUAJE LITERARIO Teoria y practica AUTOAPRENDIZAJE SS Director de a colecion AUTOAPRENDIZALE: VICTOR DELAMA (© 1994. Editorial EDAR,S. A Jonge Juan, 30. Madrid Para Antonio y Carlos Alvar. Por la culpa que les cabe de que (© 1994, FERNANDO GOMEZ REDONDO este volumen haya sido escrito. "No estépormitd Ia reproduccidn toa o parcial de este libro, ni su tratamiento informstico, Iatransisn de ning forma o por cusiuier medi, ya sea electro, mecinic, por frooph por registro u otros mods, sn el permit previo y por escrito de los itlaes dsl Copyright. Deposito Legal: M. 30428-1994 ISBN: 84-7640-849-8 TED IN SPAIN PRESO EN ESPANA. Grificas Rogar, SA - Fuenlabrada (Madrid) SS INDICE Pags. PRESENTACION, 1, EL ANALISIS LITERARIO.. Ll, El lenguaje literario... 1.2. Lacomunicacién literaria El esquema de la comunicacién literaria.. Las funciones comunicativas. La funcién poética 1.3. El texto como discurso literario.. 1.4. Los géneros literarios, El género literario: planteamientos te6ricos. La configuracién de los géneros literarios 2. EL DISCURSO POETICO 2.1. La creacién pottica.... 2.2. El poema como signo.. 2.2.1. Aspectos temético-formales.. 2.2.1.1, Verso regular y verso libr 2.2.1.2, Elritmo poético y la medida del verso 2.2.1.3. Larima. : : 2.2.2. Estructuras poematico-formales...... 2.2.2.1. Laestrofa El lenguaje erario Pags. 2.2.2.2. La invencién de la forma estréfica.... 104 2.3. El poema como sistema... iL Del poema al pensamiento poétic 112 2.3.2. Del poema al poemario 4 2.33. Del poomario al poeta 417 2.3.4. La teoria poética... 121 EL DISCURSO NARRATIVO. 125 3.1. La construccién del lenguaje narrativo, 126 3.1.1. Concepto de ficcién. 126 3.1.2. Concepto de ficcionalidad. 130 3.2. El proceso de la construccién narrativa.. 132 3.3. _Las instancias del proceso narrativo 138 3.3.1. Narraci6n... 141 3.3.2. Relato 146 3.33. Historia... 152 3.4, La comunicacién narrativa. 158 3.4.1, ESCrilOr y AULOE 158 3.4.2. Narrador y narratario.. 169 3.4.3. Puntos de vista de la narracién 173 3.4.3.1. La impersonalidad narrativa, 174 3.4.3.2. La personalizacién del relato. 177 3.5. El personaje.. 186 3.5.1. Organizacién del relato . 187 3.5.2. Tipologfa del personaje . 188 3.5.3. Funciones narrativas. 198 3.5.3.1. Personaje y narracién 199 35.3.2. Personaje y relato .. 204 3.5.3.3. Personaje e historia 207 3.6. ‘Tiempo 210 3.6.1. Tiempo I. La l6gica narrativa.. 213 3.6.2. Tiempo 2. La dimensién del relato.. ae 3.6.3. Tiempo 3. El orden de la historia... indice u Pags. 3.7. Espacio.... sw 223 3.7.1. Bl espacio como perspectiva de la narracién.... 225 3.7.2. El espacio como dimensi6n del relat we. 227 3.7.3. El espacio como factor del desarrollo de la his- toria.. i 234 3.8. Sistemas narrativos: desarrollos genéricos 239 3.8.1. El predominio de la historia 240 3.8.2. La virtualidad de la narracién. 242 3.8.3. La narracién en prosa 244 3.8.4. La creacién de la novela. 245 EL DISCURSO DRAMATICO. 247 4.1. La «realidad» dramitica.. 248 4.1.1. La comunicacién dramética y la comunicacién teatral... se 251 4.2, Eluniverso draméi . 254 4.2.1. Accién 255 4.2.2. Personajes. 4.2.2.1, Personaje y autor... 4.2.2.2, Personaje y escena..n. 4.2.2.3. Personaje y espectador. 4.23. Situacién 4.2.4, Representacin 269 4.3. La construccién del universo dramitico .. 215 4.3.1. Los componentes formales y dramatirgicos 275 259 260 263 265 266 «1, La teorfa dramatirgica.... 276 43.1.2. La préctica formal 217 4.3.2. Los constituyentes funcionales..... 280 4.3.2.1. La palabra como soporte drumitico... 281 4.3.2.2. El movimiento como realizacién teatral 289 4.3.2.3. La escena como espacio de represen- tacién : 293 4.4. Tipologia de géneros dramaticos 296 12 El lenguajelterario BIBLIOGRAFLA COMENTADA ... {NDICE TEMATICO . PRESENTACION Todo libro cuenta, detrés de sf, con una Targa andadura, con una serie de preocupaciones que son las que, en itima instancia, animan a su autor ‘a enredarse con conceptos y con explicaciones que, en principio, pudieran parecer inttiles. En efecto, «teorizar» hoy en dfa sobre «literatura» no se puede hacer de cualquier manera; la critica literaria ha llegado a un callején sin salida, absorbida por las titimas manifestaciones de su pen- samiento; la «desconstruccién» le arrebata al crtico las que, hasta enton- ces, eran sus principales cualidades: la reflexin sobre el lenguaje lite- rario, la capacidad de discemnir sobre el fendmeno de la creacién, la Posibilidad, en suma, de acercarse al interior de la obra creada. El critico, de la mano de Lacan y de Derrida, se embarca, por contra, en disqui- siciones de carécter filos6fico, en especulaciones sobre su espectfico que- hacer. La critica literaria parece, entonces, haber perdido su norte, que no 8 otro que el de la reflexién, licida y consecuente, sobre la literatura ‘misma en sus variadas manifestaciones: como creacién (incluyendo al autor como parte esencial de tal proceso), como texts (sostenido por una concreta elaboracién de un lenguaje convertido en discurso), como recep- cién (puesto que tras cada obra no hay s6lo una voluntad de invencién, sino un deseo de comprensién, de identificacién de unos lectores 0 espec- tadores con sus personales circunstancias desveladas en esos textos). Estas han de resultar las preocupaciones esenciales de cualquier teor zaci6n sobre el fenémeno de la literariedad; por supuesto que la actividad critica es pertinente y que una teorfa sobre la literatura no s6lo puede 4 El enguaje literario ser efectiva, sino hasta imprescindible (y ahf esté el tiltimo esfuerzo de A. Garefa Berrio [1989] para demostrarlo), pero no es menos cierto que sie pierde de vista el objeto basico (1a obra literaria) de la indagacion caftica, ésta se desmorona o se convierte en vano ejercicio de falsa inte- lectuatidad. Por ello, este libro no renuncia a las mejores aportaciones que la cri- tica literaria ha esbozado a lo largo del presente siglo: las nociones sobre el lenguaje literario, perfiladas en el capftulo 1, arrancan directamente de la revisién de los post-formalistas rusos sobre la especificidad del texto artistico (Lotman y Jakobson, por tanto); las ideas sobre el género lite- rario (al margen de implicaciones de carécter historicista) atienden sobre todo a presupuestos pragmatics y, aun tiempo, bajtianos; el capitulo 2, dedicado al discurso postico, se asienta sobre los mejores frutos de la estilfstica, tanto generativa (qué sin Démaso Alonso, a pesar de su escepticismo?) como funcional (Cohen y Levin); las indagaciones for- males de la neorret6rica permiten una valoraciGn renovadora de los fen6- ‘menos inherentes al lenguaje literario que también ha sido aprovechada; el capitulo 3, centrado en el discurso narrativo, al margen de propuestas formalistas (Sklovski o Tomachevski), necesariamente reposa sobre fun- damentas semiolégicos y estructuralistas, aunque complementados con la inclusi6n del autor como principio esencial del proceso literario alum- tbrado; por tiltimo, el capitulo 4, preocupado por el discurso dramatico, recoge ideas recientes de la semiologfa (y aqui en Espafia, M*C. Bobes Naves ha explorado con osadia y acierto tales procedimientos), aunque, sobre todo, revisa las particulares reflexiones de los dramaturgos que, desde Stanislavski hasta G. Craig o B. Brecht, han reflexionado sobre los procedimientos escénicos. Por supuesto, estas orientaciones teGricas se han tenido en cuenta hasta cl limite, fijado ya en la titulacién de! libro: la literatura genera una refle- xxiGn «teGrica», pero s6lo porque, previamente, ha existido una «préctica» realizaci6n de todas sus posibilidades. Hablar de literatura obliga a observar tanto los esfuerzos de los criticos por comprender el origen y las conse- cuencias derivadas del acto de la creacién literaria, como a contar, de espe~ cial manera, con las concreciones textuales de esa actividad creadora, Hablar de literatura, entonces, obliga a fundir teorfa y préctica en un solo proceso de anilisis, que es lo que se ha pretendido fijar aqui Presentacion 15 Por ello, este libro no especularé con los «graves» problemas ‘gentes a la naturaleza del fenémeno literario; sus fines son mas modestos; sélo pretende ofrecer una breve introduccién a cada uno de los discursos textuales en que la literatura se sistematiza; por decirlo con mayor con- cision: este libro, simplemente, quiere ensefiar a leer, S6lo una idea ha presidido la redaccién de todos y cada uno de los epfgrafes aqui con- tenidos: nada puede (ni debe) sustituir el placer de la lectura; los textos son creados no para que sean descifrados por criticos dvidos de demostrar elalcance de sus teorfas, sino para ser disfrutados por unos lectores que esperan reconocerse, en lo més intimo de su ser y de su pensamiento, en ese ejercicio de la lectura, Esa pretensidn de «ensefiar a leer» es la que exige que, previamente, se articulen unas mfnimas nociones de carécter te6rico, se muestren unos rasgos formales de los que depende la especificidad literaria de cada tex- to, Pero una vez desarrollados tales principios, se procede a la inmediata ejemplificacién de cada una de las ideas apuntadas, Esta es la labor cons- tante que me he impuesto: avisar del modo en que unos elementos lin- iiisticos se convierten en procedimientos expresivos del lenguaje lite- rario, por supuesto, pero con la idea de mostrar, enseguida, la forma en que tal prodigio ocurre, «Teoria y préctica», por tanto, con razones y ejemplos que ayuden a cualquier lector a mejorar y a progresar en su empefio por sentirse arte y parte de la realidad a la que est dando exis- tencia; la lectura de un poemario, de una novela o la contemplacién de un especticulo escénico. Un mundo, éste de la literatura, de ilimitadas posibilidades que s6lo aguarda la atenta voluntad de unos lectores para poder realizarse, para poder existir en el interior de cada uno de ellos. Madrid, 6 de mayo de 1994. Capitulo 1 El analisis literario En principio, el andlisis literario [o «de lo» literario] aparenta ser una tarea tan compleja como Ia especifica de Ia creacin lteraria. Si algo une a los erfticos y a los creadores es su incapacidad por definir la labor que estén desarrollando. Un critico puede, en efecto, «analizar», con ‘mayor 0 mejor fortuna, una obra presuntamente literaria, descubriendo en ella tantos factores como puntos de vista o metodologias haya empleado cen su exégesis; un ercador puedc, a su vez, alumbrar las més felices pro- ducciones textuales sin tener por qué conocer todas las razones y los ‘motivos que le Ilevaron a elegir tal o cual palabra y a insertarla en una © en otra ordenacién sintagmética. Uno, el critico, dirige su atencién hacia un conjunto signico, ya constituido en un orden temporal que, de tuna u otra forma, ha intervenido en su produccién, no sélo a través de la delimitaci6n de un contexto concreto (Factores sociales, hist6ricos, reli- ‘giosos, etc), sino, lo que es més importante, por medio de la verificacién de un cédigo determinado (o estado de lengua) del que el otro, el escritor, se ha nutrido y al que ha devuelto la realidad lingiifstica recibida, si bien transmutada en experiencia estética. Tanto el critico como el escritor, centonces, trabajan con palabras y son, a la vez, duefios y prisioneros de elas, segiin sean intérpretes 0 creadores del infinito mundo de posibi- lidades encerrado en el lenguaje; un universo de referencias que s6lo pue- de explicitarse a través de su formalizacién lingiifstica; y ése es el primer problema que afecta a la creacin literaria y al andlisis de esa creacién; en varias ocasiones, Antonio Machado lo formulé con claridad: 18 El lenguajeliterario Las artes plisticas trabajan con materia bruta. La materia lirica es la palabra; la palabra no es materia bruta. ‘Toda poesia es, en cierto modo, un palimpsesto'. Que la palabra no sea «materia bruta» (como lo es el bloque de mar- mol, los colores, los volimenes arquitect6nicos) quiere decir que el escri- tor actia sobre unos «materiales lingiifsticos» que no puede modi su personal antojo, porque los ha recibido ya plenamente configurados por una tradicién (normativa y sistemitica) que los ha convertido en sig- nos, ante los que tendré que reaccionar de un modo o de otro, ante los que no podré permanecer im Ja mayor parte de las ocasiones, son resultado de su vida hist6rica, una vida de la que entrard a formar parte el escritor, recibiendo y dejando nuevas significaciones. Abel Martin, el maestro de Juan de Mairena, lo explicaba ast: La materia en que las artes trabajan, sin exceptuar del todo a la miisi a, pero excluyendo a la poesfa, es algo feble, no configurada por el espi- ritu: piedra, bronce, ladrillos, sustancias colorantes, sonidos: naturaleza, bbruta: cosas y hechos de cuyas leyes, que la ciencia investiga, el artista, como tal, nada entiende. El material que el lirico maneja es Ia palabra, La palabra no es ‘materia bruta. No os costar demasiado trabajo comprender la dife- rencia que existe entre un montén de piedras y un grupo de vocablos, entre un diccionario y una cantera. Sin embargo, al poeta le es dado ‘su material: las palabras, como al escultor el mérmol o el bronce. Ha de ver en ellos, por de pronto, lo que atin no ha recibido forma, lo que ‘puede ser mero sustentaculo de un mundo ideal: materia no claborada, ‘en suma, Esto quiere decir que, mientras el artista de arte plastico, ‘comienza venciendo resistencias de la materia inerte, el poeta lucha ‘con otra suerte de referencias: las que ofrecen aquellos productos espi- rituales: las palabras, que constituyen su material. Las palabras, a dife- rencia de las piedras, maderas o metales, son ya por sf mismas signi- ‘Los complementarios,en Il. Prosas completas, ed. de Oreste Macri, Madrid, Expasa-Calpe, 1989, p. 1314. Elandlisistierario 19 ficaciones humanas, a las cuales da el poeta, necesariamente, otra sig- nificaci6n’, A lo que, para cerrar el circulo antes apuntado, podria afiadirse: para el critico es atin peor, porque no s6lo debe entfrentarse a un mundo de nificaciones ya establecidas, como el escritor, sino a un mundo de valores (afectivos y emocionales, siempre connotativos) surgido de esas signifi- caciones sobre las que ha operado el escritor, Por eso, al citico no le cabe otra opcién que la de acercarse a ese fenémeno llamado lenguaie literatio, con el convencimiento de que podré explicarlo, describitlo,clasificaro, pero nunca conocerlo, es decir, averiguar las ltimas razones que movieron’a que unas palabras entraran en contacto con otras para producir la obra de arte, Ese salto en el vacfo s6lo puede darlo el escritor, y no siempre: s6lo cuando logra trascender su personal circunstancialidad humana. 1.1. ELLENGUAJE LITERARIO Sirvan estas previas reflexiones para determinar las enormes dif cultades que se alzan ante cualquier empefio de querer analizar esa rea- Jidad tan conereta, pero evanescente en su misma sustancia material, del lenguaje literario, De entrada, resulta hasta dificil distinguirlo. ;Qué es lenguaje literario? ;Por qué unas oraciones parecen pertenecer a un orden distinto de la experiencia lingiifstica que otras? Puede darse un enunciado con la siguiente afirmacién: EL ser humano siente terror ante los problemas derivados de su propia naturaleza, de su personal condicién. Nada hay en el mismo que revele una nocién diferente de la pura- ‘mente informativa; se trata de emitir un juicio, de cardcter aseverativo, sin més, Pero esa misma idea puede manifestarse de otra forma: >A, Machado, Las complementarios, ed. cit pp. 1314-1315. Ver, también, De un cancionero apécrifo, CLXVI, xl, en . Poesfas completas, ed. de O. Mac, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, p. 691 20 El lenguajelterario (igo el silencio universal del miedo’. La informacién puede ser la misma en uno 0 en otro acto linglistico, pero no la realidad construida, ni tampoco, por supuesto, la reacciGn que debe sentir el receptor de uno o de otro mensaje. En el segundo caso, el Ienguaje literario ha dispuesto toda una serie de recursos formales (ende- caslabo séfico, acentuacidn en una determinada vocal, la /e/, que encadena una aliteracién con la /l/, responsable de que tres palabras «silencio», «uni- versal» y «miedo» se conecten entre sy susciten en el lector una serie de interrogantes: ,puede ofrse el silencio?, chay un «silencio universab»?, zcudl es ese silencio que puede causar el «miedo»?), Parece evidente que estas indicaciones orientan hacia uno de los posibles rasgos de! lenguaie literario: cl de la plurisignificacién; es decir, el mensaje no agota su virtualidad infor- ‘mativa en una sola manifestacién de ideas, sino justamente en lo contrario: cen la capacidad de sugerir tantos significados como, en principio, lecturas ‘vacercamientos puedan hacerse a ese texto. Lo que vuelve a incidir en uno mis de los limites que la critica tiene planteados: ninguna exégesis, ningtin anilisis de una obra literaria podré, jamés, resolver todos los problemas que el texto plantea, porque éste siempre estaré ofteciendo nuevas informacio- nes, nuevas valoraciones, en las que incluso intervendrin esas mismas pers- peetivas criticas. En el endecasflabo de Luis Rosales, es muy fécil percibir la dimen- si6n literaria de ese mensaje, puesto que depende de resortes y de recur- sos que, por Io comiin, resultan ajenos al lenguaje cotidiano. {Qué ocurre, centonces, cuando es este plano de la realidad lingifstica el que interviene en el proceso de la construccién literaria? Piénsese en una escena, por ejemplo, de El Jarama (1955), de R. Sanchez Ferlosio: Llegaban a la venta de Mauricio. — Buenas. — Qué hay, muchachos? {Qué tal ese bafito? — Vaya. — Van a comer aqui por fin? ¥ Titulo de uno de los itimos poemarios de Luis Rosales (ver Madrid, Visor, 1984), Elandlisistterario 2 — No; comeremos abajo. Venimos a por los bértulos. Me parece muy bien. Quieren més vino, ;eh? Ya veo que han andado listos con el que se les puso esta mafiana’ Aqu{ no hay ningtin tipo de rasgos estilisticos especiales; antes al contrario, en El Jarama lo que triunfa es la cotidianidad lingiistica, pero no explicitada de cualquier manera, sino expresada de forma perfecta para que el lector pueda sentir e incorporarse a la viva identidad de los dos grupos de seres a los que Ferlosio otorga existencia: los muchachos, que van de excursiGn al rfo Jarama (arrastrando su pobreza idiomatica, rica, en cambio, en clichés y estereotipos vulgares) y los lugarefios que se dan cita en la venta (dotados de una peculiaridad expresiva Ilena de ‘matices casticistas). Pues bien, basta con pensar que lo que ofrece El Jarama no es una transcripcién, lisa y Hana, de una realidad anodina y vulgar, sino la re-creacién, consciente y meticulosa, por parte de un escri- tor® que habré debido de realizar un esfuerzo creativo atin mayor para dotar a todos esos personajes de una singularidad estilistica adecuada. Segtin esto, no parece que el lenguaje literario surja s6lo del empleo, ‘mds o menos premeditado, de unas especiales técnicas fijadas por la tra- dicién; puede haber textos en los que no sea posible hallar un solo recurso formal y, sin embargo, transmitan una «informaci6n» suplementaria, al margen del contenido explicito que puedan referir; en la escena de EI Jarama no se trata s6lo de ofr c6mo conversan, incesantemente, unos chi- Cos con otros © con algunos aldeanios que se cruzan con ellos; ésa es la cexcusa con la que Feriosio traslada al lector hacia el fondo de esa identidad social y moral, que también es linglifstica y que, por serlo, s6lo por el len- ‘guaje podra ser conocida, La expresividad del estilo no depende de la per- feccidn formal conseguida, sino de la consciente reelaboraciGn lingifstica efectuada por el autor: Ferlosio no habla como esos seres de ficein y, sin embargo, es capaz de crearlos, de hacerlos existir por obra y virtud de la realidad dial6gica, configurada desde el interior de cada uno de ellos. © Cito por Barcelona, Destino, 1980, p. 78. ® Que habia dado ya muestras de hondo lirsmo y de altura estilfstcas realmente ‘admirables en Industrias y andanzas de Aifanhut (1951), su primer libro, de carécter postico y fabulistic. 2 El lenguajetierario Habria, en este caso, otra propiedad especifica del lenguaje literario: la ‘capacidad del mensaje por crear su propia realidad, por constituir un uni- verso de ficcién (ver, mas adelante, § 3.1.1) independiente del plano refe- rencial en el que se encuentran el autor y el lector instalados (aunque sea en distintos tiempos). Esto significa que el lenguaje literario posee una entidad linglfstica propia, que no se puede confundir con ninguna otra y que le perm remitir a mundos expresivos particulares, verosimiles (teatro), posibles (novela) o suscitados (poesfa). Porque las relaciones entre los signifi- cantes y los significados de las palabras son bien distintas en el uso coti- diano del lenguaje que en su uso literario; cualquier verso, surgido de una manifiesta tensién poética, emite més informacién de la prevista en la simple secuencia de sus palabras; c6jase, por poner un caso, el comien- zo de este poema de La voz a ti debida (1933), de P. Salinas: Para vivir no quiero islas, palacios, torres. Qué alegria mas alta vivir en los pronombres!* El primer término funciona en su recto sentido: el poeta esgrime su voluntad de «vivir» de una determinada forma, para lo que rechaza, en cl v, 2, una serie de espacios y de lugares, que no funcionan s6lo con el significado estricto de tales vocablos, sino con el sentido implicito en el v. 1; P. Salinas sefiala su renuncia a permanecer en lugares paradisfacos, clegantes, lenos de firmeza; ninguno le sirve, porque en todos ellos estaria «aislado», en soledad: estos aspectos significativos no tienen por qué estar -vinculados al campo seméntico de cada una de esas palabras y, sin embar- g0, los adquieren; la especial tensién ritmica que deriva del heptasflabo, funde los tres términos en un solo concepto [el «desprecio a una vida mag- nifica, pero solitaria»), ajeno al campo semntico de esas palabras. Sobre este niicleo conceptual, de pura virtualidad connotativa, se construyen ya Ios siguientes versos, cuyo sentido s6lo puede ser comprendido en funcién, Cito por aed. de J. Gonzélez Muela, Madrid, Castalia, 1978, pp. 63-64. El andlisistterario 23 de los significados desvelados en wy, 1-2; la «alegrfa» del v. 3 es la mani- festacién rotunda de la amorosa realidad que el poeta quiere aleanzar y que solo logra entender cuando lo expresa en el v. 4: lo que Pedro Salinas quiere es «vivir en los pronombres», ni més ni menos, es decir, en la sola y desnuda verdad del «yo» y del «ti», convertidos en sintética determi- nnacién de identidad. Como se comprueba, entonces, el lenguaje literario 8 connotativo, no sélo, como se decfa antes, porque una construcci6n sin- tagmatica nunca agote del todo su significado, sino porque las palabras alcanzan peculiares valores seminticos, de cuya unin, de cuya vinculacién puede surgir un nuevo concépto, una nueva visién de la realidad a la que el creador accede de una manera imprevista. ‘Tantas son las tensiones que libera la creaci6n del lenguaje literario que, segtin los casos, los escritores pueden llegar a perder el control de la produccién textual en que andan embarcados y sentirse absorbidos por la realidad significativa configurada, hasta el punto de poder perder su identidad en la obra que estn creando; en la poesfa, estos efectos son usuales; el poeta asocia palabras (portadoras de valores semnticos) en ccadenas oracionales (responsables de generar nuevas perspectivas de sig- nificacién) de donde surgen conceptos 0 nociones con que, en un prin- cipio, no habia contado; la poesia, por obra y virtud de sus espectficas organizaciones lingilisticas, transporta a su creador a una zona de misterio y de penumbra en la que queda atrapado; Lorca, al menos, lo vefa ast cuando hablaba de su Romancero gitano: Este esfuerzo se ve conseguido en algunos poemas del Romancero ‘como el llamado Romance sondmbulo, donde hay una gran sensacidn de angedota, un agudo ambiente dramatico y nadie sabe lo que pasa, ni aun Yo, porque el misterio es también misterio para el pocta que lo comunica, pero que muchas veces lo ignora’. Y no es s6lo que el lenguaje literario genere su propio mundo refe- rencial, sino que éste, en ocasiones, llega a disolverse, mediante el fen6- meno de la ambigiiedad, en series de imégenes diversas que conducen a otra visi6n de Ia realidad, de la que la obra es simple transmisora. Este prin- * Obras completas. Tomo I, Madrid, Aguilar, 1974, p. 1085. 24 El lenguajetierario cipio es el que obliga al escritor a explorar, hasta los tiltimos limites, los valores aspectuales y seménticos de las palabras con las que va a construir el mensaje literario; esa indagacién se manifiesta en el rechazo evidente de témminos y de sintagmas «gastados» por el uso lingilfstico, es decir, de elementos tan triviales y previsibles que la informacién que transmita sea cescasa o inexistente. El lenguaje literario debe renovarse en un continuo esfuerzo de transformacién, de bisqueda de nuevas posibilidades expre- sivas. Debe partrse del presupuesto de que, en literatura, ya esté escrito ¥y contado absolutamente todo; que nada nuevo puede inventarse que no haya sido ya pensado y articulado en otto tiempo o en otro periodo; por ello, lo de menos es muchas veces lo que se cuenta (aunque sea real, como tun sentimiento o un afecto), sino el modo en que se re-crea lingiifstica- ‘mente esa faceta emotiva (poesfa) o esa imagen de realidad (novela y tea- to) que se quiere hacer llegar al receptor de la obra, Una misma idea, una misma sensacién, un mismo argumento pueden contarse de mil maneras distintas gracias al poder de renovacién que el lenguaje (por sus opera- ciones sintécticas, por su dimensién seméntica) lleva implicito en sus estructuras. Cada obra literaria debe, pues, buscar la originalidad no en el plano del contenido (que ello serfa précticamente imposible), sino en el de la forma, en el del estilo, que es el vnico en el que el escritor puede desarrollar su personalidad creadora* y puede sentirse, como se ha indicado antes, inmiscuido en esa nueva dimensiGn de realidad a la que ha dado ser. En cierto modo, el tinico mensaje vélido de Ia obra Titeraria es su pura representatividad formal, pero eso obliga ya a considerar los mecanismos que intervienen en el proceso de la comunicacién literaria. Antes, sin embargo, conviene resumir algunos de los aspectos hasta ahora determinados: 1) el lenguaje literario constituye una especial forma de conocimiento’, 2) que genera particulares visiones de la realidad, 3) Puede verse «lV. Concepciones estilisticas y éu relevancia para la literatura», be Bema Spillner, Lingiéstica y teratura {1974}, Madrid, Gredos, 1979, pp. 43-101 Con acierto lo formula A. Amor6s: «Multiplicando mis experiencas, la literatura ‘me muliplica a mf mismo. Pensemos, cada uno, en lo teriblemente limitada que suele ser nuestra experiencia personal. Sime quitaran todo lo que, en mi personalidad actual, procede de las lecturas, 2qué quedaria?», ver su Jntroduccién ala literatura, Madrid, Castalia, 1980, p. 44. El andlisis iterario 25 cn virtud de especiales fenémenos linglifsticos (connotacién y ambigiie~ dad, entre otros), 4) que condicionan las operaciones de seleccién y de combinacién linglisticas que el escritor pueda hacer, 5) con la pretensién de dotar al significante de la obra de toda la singularidad expresiva posi ble, puesto que 6) es esa forma la que debe transmitir el contenido textual. 1.2. LA COMUNICACION LITERARIA Para que estas previsiones sobre lo que es o significa el lenguaje lite- rario puedan entenderse, es necesario considerar los factores que inter- vienen en la concreta realizacién de la obra literaria, es decir, los ele- ‘mentos que consiguen que el texto desarrolle sus peculiaridades expresivas, formales, convirtiéndolas en un determinado contenido. 1.2.1. EL ESQUEMA DE LA COMUNICACION LITERARIA En 1958, en la Univiversidad de Indiana (Bloomington), R. Jakobson dict6 una capital conferencia con el titulo de «Linguistics and Poetics», publicada dos afios después en Style in language, las actas de ese congreso. Jakobson recogié, en esta leccién, antiguas valoraciones suyas sobre la naturaleza del lenguaje literario, puesto que ya desde 1921 hablaba de la «funcién estética, como el elemento definidor del proceso de la construccién literaria”. Como antiguo miembro del movimiento formalista ruso (hasta que tuvo que refugiarse en Praga, integréndose en su importante cfrculo lingtifstico), a Jakobson lo que le preocupaba cra definir la especificidad del lenguaje literario, es decir, hallar los valo- es propios y exclusivos de la especial manifestacin lingtifstica que cons- Sobre estos antecedentes puede verse el importante estudio de F. Lézaro Carreter, «iF pottica la funcién poética?», en Estudias de poética (La obra en s) [1976], Madtid, ‘Taurus, 1979, pp. 63-73, La conferencia de Jakobson se ha publicado como libro: Lingitstica y poética, Madrid, Cétedra, 1983, con un predmbulo de F. Abad Nebot (pp. 11-23), enel que desarvola algunas de la posibilidades del anliss formal que sur- zen de este estudio. 26 El enguajelierario tituye la literatura; para ello, desarrollé un modelo comunicativo que tuviera en cuenta tanto los factores que intervienen en ese proceso como las funciones derivadas de su realizacién; el esquema es muy conocido, pero conviene recordarlo (y aqut se ofrecerd, ademés, con una distinta ordenacién de elementos): Cédigo Emisor }——} Canal |— Mensaje | —™] Receptor J Contexto Figura 1 (Oo que es lo mismo: un emisor, a través de un canal, transmite un mensaje, asociado a un contexto (del que se nutre y al que remite infor- macién), sirviéndose de un cédigo, que llega, por titimo, a un receptor, Este esquema es de facil aplicacién a cualquiera de las situaciones que definen las diversas facetas de la creacién literaria, En principio, hay que contar con que el emisor es el autor, en sus varias realizaciones (poeta, novelista, dramaturgo), aunque habria que incluir los casos relativos al folclore (en los que el autor serfa una pieza de ese engranaje colectivo del que ha surgido la obra concreta) o los mas, particulares de los escritores que silencian su nombre por motivos reli- ‘2i0s0s, politicos o simplemente contextuales (en los albores de la Edad “Media, cuando la condicién de autorfa no constitu‘a un factor estimativo ‘como para ser reflejado). El canal invitarfa a pensar en el libro como instrumento bisico de ‘comunicacién literaria; sin embargo, la literatura existe antes que el libro y han sido de lo més heterogéneos los soportes empleados para conservar Elandlisis tterario 2 la obra escrita" y para difundirla (lo que no presupone que se haya fijado mediante el molde de la escritura): pignsese en una recitacién oral (de un cuento 0 de un poema) 0 cantada, que es el medio sustancial de la primitiva poesia épica, o en una representacién dramitica, en la que el canal seria 1o s6lo el auditivo (la voz —y sus modulaciones— de los actores) sino, a la vez, el visual de los gestos, movimientos y dems signos escénicos (ver, luego, § 4.2.4). Por otra parte, aun contando con el libro como ins- trumento natural de difusién literaria, las distintas particularidades de este soporte (tamafio, aspecto, ipografia, dibujos, imdgenes, precio) inter- vienen de modo crucial en el desarrollo de la comunicaci6n literaria. Estos serian problemas relativos al canal desde el punto de vista de la recepciGn; desde el plano de la autoria, habria que imaginar la escritura como primer cautce distributive de ese lenguaje literario, 1o que, en algunos casos, puede entrailar varios y serios problemas: a) Ia existencia de varios manuscritos de una misma obra, con distintas interpretaciones incluso, b) la pérdida constatada de partes o de series de esos manuscritos, c) la creacién de diver- sas ramas de la tradicién impresa, d) la implicaci6n del problema de las variantes (de autor, de copista, de lector) en la interpretacién de una obra, Y otros afines de los que, con mucho tino, tiene que ocuparse la ecdética 6 critica textual Incluso, como problema atingcnte al canal, habrfa que incluit la utitizacién actual de los medios informéticos, de los procesadores de texto y otras virtualidades electromagnéticas que han transformado, radi- calmente, el mismo acto de la escritura', "Puede verse, con provecho, el estudio de Robert Escarpit, Escritura y comuni- cacién, Madrid, Castalia, 1975, "La Pundacién Germén Sanchez Ruipérez ha creado una importante «Biblioteca 4el Libro», con muy variados titulo que se centran en estos problemas; por citar tes de muestra: H. Escolar, Historia del libro; La cultura del libro, coord. de F, Lézaro (Camreter; Elisa Ruiz, Manual de codicologia. Lo que obliga a citar un punto de partda inexcusable: Alberto Blecua, Manual de critica textual, Madrid, Castalia, 1983, Puede complementarse con J. M. Fradejas Rueda, Introduccién a la edicin de textos medievales castellanos, Madrid, UNED (Cuadernos de la Uned, 100), 1991. . " Aspectos que han merecido ya varios estudios: N. Amat, El libro mudo. Las aventuras del escritor entre (a pluma y el ordenador, 1993, y, por supuesto, las actas de L'imagination informatique de la littérature, ed. de J.P. Balpé y B. Magné, 1991. 28 El lengualetierario El mensaje se refiere a la obra en sf, preservada a través de un molde (oral o escrito) que la hace transmisible. El receptor no representa s6lo un punto de llegada de este proceso de la comunicacién literaria; constituye, también, un elemento activo, no s6lo porque el autor lo tenga en mente cuando esté escribiendo la obra, sino porque, en cierta forma, puede llegar a intervenir en el acto de la ccreacién de otros textos similares (piénsese en la posibilidad de un con- tacto entre autor y piblico, en que la manifestaci6n de los gustos de éste guie las orientaciones estilisticas de aquél) 0 a participar en el acto de Ia ejecucién de esa pieza literaria (representaciones dramaticas actuales de cardcter experimental en que se pide la colaboracién del espectador orecitaciones de los antiguos cantares de gesta, en que el juglar se ade- ccuaba a las exigencias que vefa en su audiencia). Todos estos elementos han conducido a una urgente integracién del receptor en la construccién de los modelos literarios que definen una época 0 un perfodo hist6rico; se ha delimitado, asf, una nueva metodologia critica, la lamada «teorfa de la recepcién», que ha puesto en evidencia cuestiones tan importantes como la nocién de horizonte de expectativa (que sirve para explicar los ‘mecanismos que rodearian una determinada producci6n textual y que permitirfa explicar su progresidn en una secucticia diacrénica), la funcién, que desarrolla la figura del narratario (ver, luego, § 3.4.2), el lector impli- cito, la experiencia del lector, la perspectiva subjetiva, o la posibilidad de fijar unas convenciones derivadas del acto de la lectura"™. El contexto, por su parte, constituye el referente, es decir, el plano de la realidad al que remite el texto, que puede o no coincidir con la situa- cién en que se encuentran autor y lector; piénsese que, en el caso de una novela hist6rica, el contexto es el perfodo temporal re-creado por el autor, con mayor 0 menor fidelidad; aun asf, a pesar del alejamiento © Hay un buen resumen de estos aspectos en Raman Selden, La teoria literaria ‘contempordnea [1985], Madrid, Ariel, 1987, pp. 127-151. Ultimamente han aparecido titulos més espectficos, con traducciones de algunos de estos trabajos: ver Estérica de la recepcién, ed. de J. A. Mayoral, Madrid, Taurus, 1987, y Pragmdtica de la comu- nicacién literaria, ed. de J. A. Mayoral, Madrid, Taurus, 1986. "6 Puede ahora consultarse: D. Mainguenesu, Le contexte de I'oeuvre littéraire. Enonciation, érivain, société, 1993. Elandlisislterario 29 con respecto all presente en el que se sitia el acto de la escritura, ese tiem- po en que vive el autor puede interferir, intencionadamente, en el otro tiempo que se recupera, puesto que siempre que se propone realizar una incursi6n en otra coordenada referencial es para aprovechar los valores de aquella época y contrastarlos con los del tiempo en el que se halla el lector. Esto también ocurre en el teatro; Anillos para una dama de Antonio Gala, funde dos situaciones contextuales: la de su tiempo his- ‘6rico (la soledad de dofia Jimena, muerto el Cid y asediada por su ‘memoria) y la del momento concreto (1975, afio de la transicién y de la esperanza) en que Gala recuperé esas figuras para metaforizar las inciertas circunstancias de la Espatia en que vivia, Ademés, hablar del contexto obliga a recordar una de las dimensiones mas importantes de la obra literaria: la posibilidad que otorga al receptor, a través del ejercicio de la lectura, de trasladarse a distintas épocas y situaciones de la suya particular; ese «viaje literario, esa capacidad de conocimiento més alld de los limites temporales en que se desarrolla la existencia de los seres humanos, ha dado lugar a profundas (siempre por ser literarias) refle- xiones sobre el valor concreto de Ia lectura; una de las més espectaculares es la que ofrece Quevedo en su conocido soneto «Desde la Torre»: Retirado en la paz de estos desiertos, ‘con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversacién con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos. Sino siempre entendidos, siempre abiertos, © enmiendan o fecundan mis asuntos; y en miisicos callados contrapuntos al suefio de la vida hablan despiertos'” Eso es lo que significa «leer»: permanecer «en conversacién» con autores ya muertos, escuchar con los «ojos» lo que leen: la vor y la pala bra escritas en los libros, «pocos, pero doctos». Dentro de cada obra se Cito por Obra podtica (Antologia comentada), ed. de F. Gémez Redondo, Madrid, Athambra, 1989, pp. 107-108. 30 El lenguajelterario encierra, pues, un contexto, cuyos valores, convertidos en precisos signos, «chablardn despiertos» a otros contextos en que esa obra sea lefda. ;Qué mejor modo para penetrar en el trdnsito de la cultura humanfstica a la puramente barroca que leer el Quijore? El cédigo, por tltimo, se refiere al sistema convencional de unidades y de relaciones lingiisticas que, compartido por el autor y el receptor, Jes permite entablar una determinada comunicacién. En el terreno de la literatura, actian simulténeamente varios cédigos; el primero, por pura égica, corresponde al idioma o a la lengua en que la obra se escribe y se lee; por supuesto, dado un sistema fijo, los factores variables de la norma y del habla permitirian distintos grados de relacién entre emisor y receptor"; una norma cultista exigiré una descodificaci6n adecuada a las dificultades encerradas en los textos; por lo mismo, desplegar dis- tintas modalidades de chablas» (jergas, argots o registros muy particu- lares) obliga a una adecuaci6n reciproca que, en ocasiones, puede forzar al receptor a asumir comportamientos o perspectivas ajenas a su mundo personal. Por otra parte, debe contarse con que el escritor y el lector se hallan situados en un mismo nivel lingifstico, que puede Ilamarse «nivel del Lenguaje cotidiano»; tanto uno como otro, por medio de la creacién ‘0 de la recepcién, han de trasladarse a otro orden expresivo, el del len- ‘guaje literario, responsable de los valores y planteamientos antes citados {que Ia obra pone en juego. Es decir, del modo en que el escritor tiene ‘que trascender la situaci6n lingtifstica en que se encuentra y acceder, des~ de ella, a un nuevo nivel de conocimiento, en el que sus operaciones l6gi- cas y discursivas van a ser controladas por la misma expresividad o fuer- za poética del texto que esté creando, de esa misma manera el receptor se verd arrastrado por un cédigo, Ileno de singularidades (estlisticas, casi siempre), que le obligaré a adoptar también una serie de reacciones o de respuestas (previsibles, la mayoria, por las redes de textualidad con- figuradas), Este tltimo punto es de enorme trascendencia para deslindar los cau ces de interpretacién con que la critica puede analizar una determinada ® Algunas de estas consideraciones las ha esbozado R. Senabre, Literatura y pibli- ‘co, Salamanca, Universidad, 1987. El andtisis Hterario 31 obra, Es necesario, entonces, distinguir entre lenguaje literario, situén- dolo en el cédigo, pero aparte del lenguaje cotidiano, y discurso literario, que no es otra cosa que la obra en sf, ya creada y concebida en virtud de unos usos especttficos de las posibilidades contenidas (o conocidas) de ese nivel previo del lenguaje literario™. Un texto (da igual un poema, una novela, una pieza dramitica) no es su lenguaje literario, sino el dis- curso formal construido por medio de esos recursos 0 rasgos especificos de literariedad. Aplicando al esquema de la comunicacién jakobsoniano los distintos, factores determinados en su ejecucién literaria, el resultado serfa el siguiente: Iiteraria Cédigo 1: Lenguaje [codigo 2: Lenguaje [" cidiam | FTF) - Escitor Soporte de aes tur bo, ms, pe- rico, ‘Texto: discursolie-Fwe] Leto, oyente, e- rio pesado. j x | [Context 1: el cedex |Contexto 2: reali dad entratextua Figura 2 Dos peculiaridades saltan a Ia vista: 1) la comunicaci6n literaria, que posibilita el «discurso formal literario», se establece mediante un doble Alguno de estos aspectos, con claras orientaciones antiformalistas, han sido sesarollados por Mary Louise Pratt, Toward a Speech act theory of Literary Discourse, Londres-Bloomington, Indiana University Press, 1977, 32 El lenguajeliterario proceso que afecta tanto a la situacién contextual 2 (de la que participan autor y lector, o que ha de ser reconstruida en caso de que la obra se haya escrito en otra época hist6rica) como a la distinta valoracién del material lingiifstico qué constituye la obra: ese «salto en el vacfo» (como antes se indic6) que el escritor debe dar a la hora de elegir (o de ser elegido por) los procedimientos més adecuados para expresar las ideas que quiere transmitir, también debe reproducirlo el lector, salir del universo refe- rencial en el que se encuentra para dejarse absorber por los distintos sig nificantes del discurso literario y poder acceder, a través de ellos, a los valores significativos puestos en juego. A este respecto, es cierto que hay tantas interpretaciones como lecturas 0 lectores; la cuestién no s6lo depende de Ia subjetividad implicita en la re-creaciGn de esos signi ‘antes, a los que se ha alterado su sustancia de la expresién, sino, a la vez, de los desajustes que puedan producirse entre los contextos 1 y 2: cuanto més alejados se hallen el uno del otro, mayor serd la entropia informativa, es decir, la incertidumbre interpretativa (ge6mo entender la sutilironfa que subyace en el episodio en que don Quijote se cobra, tras desigual aventura; el yelmo de Mambrino, si no se conoce lo que es una bacfa de barbero?). 1.2.2. LAS FUNCIONES COMUNICATIVAS. LA FUNCION POETICA Conviene recordar que los motivos que indujeron a R. Jakobson a plantear el anterior esquema de la comunicacién, no eran otros que los de sorprender los mecanismos que intervenfan en la produccién del len- guaje literario, Cada uno de esos seis factores era asociado a una deter- ‘minada funcién lingiifstica: 1) el emisor se define por la funcién expre- siva (también llamada emotiva), que afecta de modo fundamental a los elementos fonolégicos que actiian sobre los significantes con la preten- sién de destacarlos (por lo comin, las exclamaciones, interjecciones u ‘onomatopeyas que dejan evidenciar la actitud del hablante con respecto alo que esta diciendo); 2) al receptor se orientan las peculiaridades expre- sivas contenidas en la funcidn conativa (0 apelativa, manifestada, por lo general, mediante el imperativo y los vocativos); 3) el canal —su fun- El andlisis terario 33 cionamiento y operatividad— se verifica mediante la funcién fatica, determinada en mensajes que simplemente pretenden comprobar si la comunicacién se esté realizando de un modo adecuado; 4) en el cédigo. se centra la funcién metalingiiéstica, que se realiza siempre que el len- guaje habla de si mismo, no s6lo por motivos cientificos (lexicograficos, por ejemplo: cuando se confecciona un diccionario), sino por propia necesidad expresiva (cuando una persona se ve obligada a definir algo ‘que su interpelante no entiende); 5) por tiltimo, es preciso contar con una funcién denotativa, (representativa o referencial) vinculada al contexto y orientadora de las situaciones en que se produce la comunicacisn, De un modo 0 de otro, estas cinco funciones cuentan en el proceso de la creacién literaria: la expresiva seria bdsica en la configuracién de algunos esquemas de desarrollo poético, al igual que la conativa, puesto que todos los rasgos que tiendan a llamar Ia atenci6n del receptor son valorados por el poeta en funcién de las ideas que quiera comunicar y de la forma en que quiere que sean entendidas; también, estas dos fun- ciones, més la fatica, en la articulacién de una pieza dramética resultan esenciales; la denotativa no puede faltar en toda obra que constituye un intencionado conjunto sfgnico, y la metalingtistica es crucial en algunas modalidades de la poesfa vanguardista (en las que se valora la palaben por su revalorizaci6n seméntica) o en aquellos mensajes en que se pre- (enda afiadir una informacién suplementaria sobre el mismo mensaje, Sin embargo, ninguna de estas cinco funciones define al lenguaj lite- rario en cuanto tal (aunque sea explicitado por ellas) ni explican el modo en que se conforma el discurso textual, es decir, c6mo se produce esa inte- graciGn de unos precisos valores expresivos y estilisticos en un determinado ‘mensaje; Jakobson, para explicar este singular proceso de transformacién de una realidad linglifstica en otra literaria, estableci6 el anterior esquema on todos los factores en juego, mAs sus correspondientes funciones, a fin de engastar en ellos la llamada fiuncién poética, centrada sobre el mensaje, Y que, en principio, podria definirse como la funcién que explica cémo se mensaje se articula para llamar (de acuerdo con unos precisos recursos) la atencién sobre s{ mismo; o lo que es igual: cémo el mensaje se convierte an construccién formal, dotada de una valoracién significativa, En la figu- a2 (p. 31), la funcién poética marcaria el trénsito del «lenguaje literario» al «discurso formal literarion. M Ellenguaje literario ‘Ahora bien, ge6mo opera esta funcién postica? La explicacién que Jakobson offrece, a este respecto, constituye una de las mas felices apro- ximaciones al misierio mismo de la creacién literaria. Es cierto que la funcién poética, como luego se vers, no es exclusiva s6lo del lenguaje literario y actiia en muchas otras situaciones comunicativas, pero esto no debe restarle un punto a su verdadero interés: explicar, con rigor, algu- nos de los mecanismos que permiten que el lenguaje construya una visién referencial (lirica, ficticia [o sea, narrativa] o dramética) distinta (por superior) a la de la realidad en la que se encuentran autor y receptor, Jakobson define Ia funcidn poética de la siguiente manera: La funcién poética proyecta el principio de equivalencia del eje de seleccién al eje de combinacién, La equivalencia pasa a ser un recurso constitutivo de la s O como lo formula F. Lazaro Carreter: La funcién postica proyecta el principio de equivalencia, del eje de seleccién, sobre el ee de la combinacién. La equivalencia es promovida al rango de procedimiento constitutivo de la secuencia Las matizaciones son oportunas, sobre todo en Jo que se refiere al segundo punto. Convene, sin embargo, aclarar primeramente en qué con- siste el eje de seleccién y en qué el de combinacién, a fin de comprender os modos operativos de esta particular funcién. Eleje de seleccidn se refiere a los paradigmas léxicos y gramaticales, cs decir, a las cadenas 0 grupos de palabras con que los hablantes ordenan su visién del mundo. El vocabulario de una determinada lengua, cuando se aprende, no se memoriza de cualquier manera; cada palabra nuewa que asimila un nifio (o una persona que estudia un idioma) de forma inmediata entra en combinaci6n con otra serie de palabras similares, ya ® Cito por sus Ensayos de lingistica general {1975}, Barcelona, Seix Baral, 1981, 369. me En «Funcidn poética y verso libre», de sus Estudios de poética, ob. cit., pp. 51-62; «ita en pp. 55-56. Elandlisis iterario 35 por motivos seménticos («casa», «edificio», «piso», «apartamentor, «chalet», etc., constituyendo lo que serfa un campo seméntico), ya por razones morfolégicas («correr», «vivir, «jugar», formarian una secuer cia verbal). Ahora puede comprobarse una verdad inapelable: el cono- ‘cimiento de la realidad es un conocimiento lingtifstico; tantas palabras se conocen, tantos objetos o seres se pueden nombrar; de ahi, la impe- riosa necesidad de concienciar a los nifios y adolescentes para que rea licen un gran esfuerzo a la hora de aprender vocabulario, ya que detrés de las palabras reside la misma realidad, Nombrar es tener, poser, saber. Nombrar es ser. El eje de combinacién se refiere a los sintagmas, es decir, alas cade- has oracionales con que se forman las frases, que transmiten la infor- ‘maci6n deseada, Ocurre lo mismo que en el caso de las relaciones para- digmaticas. A un mayor dominio de las construcciones sintagméticas (sobre todo en lo relativo a las oraciones de cardcter subordinado) corres ponde una mayor riqueza expresiva, una posibilidad, por ejemplo, de usar distintas perspectivas a la hora de comunicar las ideas que sean. La importancia de las relaciones lingtifsticas en los procesos comu- nicativos es tan antigua como la propia retérica, disciplina en la que se contemplaban dos dominios (el de la elocutio y el de Ia dispositio) de carécter te6rico, pero sobre todo préctico, porque el orador 0 el forense sélo disponta de su habilidad expresiva para convencer o mover al audi- torio hacia unos determinados fines. Hoy en dia, estas preocupaciones Jas ha asumido la corriente de la pragmalingtistica, centrada en el andlisis, de los efectos del lenguaje en el proceso de la comunicacién, Por tanto, en todos los actos comunicativos en que interviene el len- uae se utlizan, de una forma inconsciente claro es, los ejes de seleccién y de combinacién, Cualquier cosa que se diga, exige previamente que se haya buscado la palabra mas adecuada y que ésta se haya insertado en una construcci6n oracional, de la que va'a depender la valoracién que al final obtenga ese mensaje, tanto por el emisor como por el receptor. Si una persona quiere comunicar una informacién del estilo de «Hoy ven- 0 tarde», ha realizado, sin darse cuenta, un répido recorrido por diversas cadenas morfoldgicas y léxicas; en vez de «Hoy» podia haber dicho «Luego», «Por la noche», «Esta tarde», etc.; si ha preferido «Hoy» es Porque encaja con el sentido que quiere dar al mensaje, quizé una excusa: 36 El lenguaje lterario se quiere recalcar que sélo es choy» cuando se va a llegar tarde, que el retraso sélo posee ese cardcter ocasional; es decir, detris de cada palabra, hasta en las utilizaciones cotidianas del lenguaje, se esconde siempre una precisa intencionalidad; con «vengo», sucede lo mismo; se podia haber clegido «llego», «acudo», «me presento», pero «venir» implica el matiz de que es la persona quien realiza el desplazamiento, recogiendo el tiem- po invertido en el mismo; nétese que se ha empleado el presente de indi- cativo para una accién en futuro; se podfa haber dicho «hoy vendré tar- de», pero la rotundidad de la afirmacién no se corresponderia con la intenci6n de disculpa que tiene Ia frase elaborada en presente; por ello, también, se ha utilizado «tarde», adverbio que no compromete a mayor especificacién, como hubiera sido «a tal hora», «por la noche», «después de...», etc. ¥ esto en lo que se refiere a las cadenas paradigméticas, es decir, al ee de seleccién, porque luego cada una de esas opciones ha de encajarse en una construccién sintagmética, en un eje de combinacién, ue dote de sentido a todas esas palabras: por algo se elide el sujeto, por algo, también, los complementos de tiempo, las adverbializaciones, rodean al verbo; hay sutiles valores que dependen de la disposiciGn de la frase, como puede observarse: «vengo tarde hoy», presupone que otras veces se ha llegado tarde, mientras que «hoy vengo tarde» marca Ia excepeio~ nalidad de la ocasién. En cada acto comunicativo, entonces, se uilizan los ejes de seleccién. y de combinacién, con la particularidad de que una vez usados se olvi- ‘dan; es decir, en cada frase se realizan selecciones y combinaciones sin ‘ms pretensi6n que la de buscar las palabras més adecuadas y tos modos de comunicarlas més correctos; una persona no puede recordar, en el cur- so de una conversacién, todas y cada una de las oraciones que ha emitido, porque si tuviera que hacerlo se verfa enormemente limitada para seguir adentréndose en los paradigmas y seguir organizando las informaciones con los sintagmas. ‘Ahora bien, el lenguaje literario es totalmente diferente. Conviene recuperat la primera parte de ta definicién de Jakobson: «La funcién pos tica proyecta el principio de equivalencia del eje de seleccién sobre el eje de combinaciGn.» «Principio de equivalencia» significa que el escri- tor no olvida ni las selecciones que ha efectuado para transmitir un men- saje ni las combinaciones sintagmticas con que ha logrado plasmar esas Elandlisisiterario 37 ideas, sino que vuelve otra ver. sobre esos paradigmas, sobre esos sin- tagmas, a fin de absorber por completo las Posibilidades reas - una palabra o una frase dada puedan llegar a tener. Piénsese en la poesia, «que es donde actia, de manera mas eficaz, la funciGn postica. Un verso inicial de un poema representa, por lo general, un hallazgo inesperado: el poeta, movido por un ritmo exterior o interior (ver, luego, § 2.21.2), es asaltado bruscamente por una palabra en la que reposa un significado «ue se adecua con un sentimiento que, de tepente, se le toma compren. sible, verificable; esa palabra se incorpora a una serie que supone un anondamiento en la conciencia del poeta; y ese verso, fruto de esas rela- ones imprevistas, no se olvida, como ocurre en los actos comunicatives normales, porque el poeta Io sigue utilizando como referencia para orde- nar las restantes operaciones Iéxicas y combinaciones sintagméticas; entonces, so entonces, sale de plano del «lenguaje representativon para penetrar en ese misterioso reducto del «lenguaje literario» (recuérdese Jafigura 2), cuyos rasgos y recursos le petmitirén profundizar de manera ‘més eficazen los valores intencionales que busca transmit con el «tex- to» que estdcreando. Esto es lo que significa «proyectar el principio de equivalencian: es decir, el escritor no olvida el campo semantico o mor- fel6gico elegido ni la construccién oracional prevista, y vuelve, sobre ‘0s elementos, a construir su ediscurso textual» en funcidn de esas selee- ciones y combinaciones. Pueden comprobarse estas ideas con el siguiente poema de Antonio Machado, perteneciente a Campos de Castilla (1912), es uno de los poemas del ciclo dedicado a Leonor Izquierdo, la mujer del poeta, muerta en su temprana juventud, a cuyo recuerdo Machado asociaba el paisaje de Soria y sus aflos més felices: Soné que ti me levabas or una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, 5. hacia los montes azules, ‘una maffana serena, ‘Senti tu mano en la mia, tu mano de compafera, tu voz de nifia en mi oido 38 El enguaje lteravio 10 como una campana nueva, ‘como una campana virgen de un alba de primavera. Eran tu voz y tu mano, fen suefios tan verdaderas! 15 Vive, esperanza: ;quién sabe Jo que se traga la tierra! * El poema se construye sobre dos ideas baisicas, dos «hallazgos> poé- ticos de enorme intensidad: el poeta, en el v. 1, «suefian (es decir, «vive por dentro») y, en el v. 7, «siente» (es decir, «recupera», ) la presencia de Leonor. Estas dos intuiciones se formulan, por tanto, con ‘una muy precisa intencionalidad, puesto que el «soni de este texto remi: te ala teorfa machadiana del «suefio» o de la «vida interior» presente en toda su obra («Yo voy sofiando caminos / de la tarde...») con claras implicaciones simbélicas. El poeta ha clegido una imagen muy precisa yy la palabra transmite ese valor, explorado en la oracién de objeto directo de ese mismo verso primero, en donde destaca Ia forma verbal «lleva ‘bas», en imperfecto, prolongando en un presente ireal los elementos que Tuego se van a explicitar; el v. 2 completa el significado del primero: es tun sintagma preposicional, un eje de combinacién, que A. Machado no de las sierras, los montes «azules»; por supuesto, hay una intencionalidad en esta gra- dacién cromética; en Machado, el «blanco» se asocia a la idea de muerte, de desaparicin; el poeta est represando desde esa mada (blanca) nec un paisaje poblado de verdor y sobre todo de luz (l cielo aztlado, Jos ‘montes que, desde la lejanta, parecen también azules); lo mismo sucede ‘con el campo seméintico de los elementos descriptivos de la naturaleza;, Cito, ahora, por la ed. de José Luis Cano, Madrid, Citedra, 1980, p. 110. El andlisis terario 39 «vereda» 0 camino abre una cadena léxica que no se abandona, sino que ‘welve a recorrerse para describir, del modo mas completo, la escena: «campo», «sierras» y «montes>, enmarcados por la «mafiana serena» de la felicidad que conoci6 el poeta. La equivalencia es promovida al rango de procedimiento consti- ttivo de la secuencia, Lo que significa, ni més ni menos, la mejor des- cripeién del modo en que un poema se construye desde una primera con- figuracién léxica y oracional. Es decir, el poeta convierte ala seleccién paradigmética y a la construccién oracional en gufas de su voluntad creadora, En el lenguaje literario, nada se olvida, todas las palabras obe- decen a precisos sentidos y, por ello, puede reiterarlas, con otra forma ‘con otra expresién, No se trata de que el poeta sea incapaz de avanzar eel desarrollo de su pensamiento. Es justamente lo contrario: el poeta ha encontrado la expresi6n exacta que cuadra con el sentimiento que quiere analizar y, entonces, no olvida los elementos de ese hallazgo expresivo, y vuelve a indagar en ellos, a explorar sus valores seméinticos, sus posibilidades organizativas. Cada nueva frase incorpora un nuevo matiz. Obsérvese, si no, el poema de Machado a partir del v. 7: Ia oracién «Senti [forma verbal paralela a la del v. 1] tu mano en la mia» comienza ser explorada por el pocta a fin de poscer, de haccr suya la verdad con- tenida en esos términos; el v. 8 reitera la idea del v. 7, complementando 1 valor semiintico de la «mano» con ese «compafiera>, que abre un nue- ‘vo campo semintico que conduce a «nifia, al igual qie «tu mano» lleva ‘actu voz» (v. 8) y ésta, de improviso, se metaforiza en «campana nueva», ‘en una oracién comparativa que tampoco se deja de lado, ya que se pro- yectaen el v, 11, aunque con otro matiz, «virgen», que recogia los valores ‘seménticos de «compaitera» y de «nifla», asocisindolos a los conceptos de «alba» y de «primavera; porque eso es lo que ha ocurrido; Machado Joha convertido en poesia: Leonor estaba en ese paisaje, y es ese paisaje el que Ie permite al poeta recuperar, sélo durante un momento, la pre- sencia de la mujer amada, Porque todo el poema se construye en pasado, hasta el imperfecto del v. 13, que es el puente que conduce a la realidad del v. 15, a esos presentes de indicativo en los que ni caben los suefios ‘ni mucho menos los recuerdos. Y esto en lo que afecta a las operaciones de seleccién y de combi- nacién que se suceden al convertirse el lenguaje cotidiano en lenguaje 40 El lenguaje lteravio literario. Pero debe considerarse que la funci6n postica sirve, también, para explicar el valor de la recurrencia que subyace en los procedimientos formales de la métrica o de la ret6rica; nétese que el primer verso es un ‘octosflabo: pues bien, el poeta no olvida ese molde y vuelve a proyectarlo ‘en la construccién de la secuencia poemética; a partir del v. 2 se usa una ima asonante (é-a) que tampoco se olvida, sino que vuelve a proyectarse cen los versos pares; lo mismo sucede con los paralelismos antes indicados ‘ocon la anéfora de los vv. 10 y 11: todos son sintagmas sometidos a ese eso de reiteracién que significa ahondamiento, explo, en suma, Jidad poética nueva que se estd construyendo. “ "Shore Bien, seha sefatado que la funcién poética no es tan poética como parece, puesto que asoma en otros discursos linglfsticos 0 actos ‘comunicativos; tl es lo que ocurre en la publicidad, en los mensajes poli- ticos, en los sermones, incluso en algunos refranes, es decir, que siempre que el mensaje quiere lamar la atencién sobre si mismo, para marcar ‘unas determinadas freas expresivas, la funcién postica se pone en juego y las operaciones deseleccién y de combinacién no se olvidan, sino que se proyectan sébre el mensaje, verbal o escrito, creado. Esto Jakobson Tohhabia previsto, incluso aquellos actos ilocucionales, en principio liga dos a la més estricta cotidianidad, en que intervienen estas recurrencias: ‘ ‘ ray Ana? iAess0 «Pogues siempre Ana y Marta y nunca Marta y And? quires mit a Ana que asuhermana gemela» «No, lo que ocu es que Sten nsor, una ecenia de nombres corns mientras no hj metcci dcusns de ag, peers nome mis exc mejoral halen, como una configuracin bien oréena tmomaje de que 6 no puede darn. Tins muchacha sola hablar dl sono de Antonio». «Por qué ton- tops ePorgu le desrecio «Per, ipo qu n0rdiulo,desagradabl, tau spl oN pero ono e ce mejor Sin sabe, apicaba Crrecuiso postcode a paonemasia® Y como éstos, muchos més actos lingiifsticos estén gobernados, sin que lo sepa el hablante, por recursos poéticos; vale, simplemente, con (0b. cit, pp. 358-359, Elandlisistterario 41 que el emisor «sienta» que tal palabra encaja mejor o se adecua a lo que piensa en verdad sobre un objeto o un ser. Pero que la funci6n poética no sea una funcién exclusiva del len- ‘2uaje literario no limita su valor. Antes al contrario, lo acentia, porque one de manifiesto cémo el ser humano controla, muchas veces, sus mensajes en funcién de una expresividad que no es més que una pro- piedad natural implicita en ese lenguaje. Es preciso, claro es, contar con la voluntad creadora del autor. No se trata de que, de una forma impremeditada, el escritor haya formulado um acierto expresivo (como puede ocurrir al decir «Ana y Maria» 0 «EL tonto de Antonio»), sino que sienta latir en ese hallazgo una dimensién real desconocida que se ajusta a sus verdaderos sentimientos 0 preten- ‘ones comunicativas; entonces, la funcién poética permite indagar esos aspectos semanticos que son los que, en iltima instancia, definen de por sila realidad que configura el lenguaje literario: una forma puesta al ser- vicio de un contenido. 13. EL TEXTO COMO DISCURSO LITERARIO El texto se concibe, por tanto, como un discurso formal literari surgido de un consciente proceso de transformacién de la realidad sgifstica, ala que se dota de una nueva identidad expresiva que, por fuer- za, ha de conducir a un singular dmbito de significaciones*. Conviene, por ello, hablar de «discurso literario», en vez de «lenguaje literario», que es un concepto lleno de ambigledad, puesto que, en sentido estricto, s6lo podria referirse al conjunto de procedimientos y de técnicas formales, ‘con que cuenta un escritor en un momento determinado de su produccién creativa; lo que no se puede es, salvo en planteamientos diacrénicos, pre- cisar en qué consiste esa normativa; es decir, s6lo se puede hablar de «

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