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Anales dela. See q Bae Ft Maa mec PRESENTACION El] espiritu que inspira los Anales de la Inquisicion de Lima no escapa a las pasiones de su época. Hasta mediados del siglo XIX, la Inquisicién era objeto de una intensa y cerrada defensa por autores catéli- cos gue respondian a criticas, también apasionad: de protestantes y descreidos racionalistas. El autor de las Tradiciones peruanas, liberal y, entonces, joven cronista de su época, nos entregd con los Anales la recreacidn literaria de un tema que, para la mirada objetiva de la historia y de la antro- pologia, sigue siendo controversial. Esta obra, que inaugura la serie de publicaciones de] Congreso de la Repiiblica, constituye un antici- po de la rica vena de humor y de ironfa que caracte- tiza la posterior obra literaria de Ricardo Palma. La idea de la reedicién de los Anales fue muy bien recibida. Ingrid Palma de Vidal, amante de la obra de su abuclo, nos proporcioné el ejemplar de la tercera edicidn que se exhibe en el Museo Pal- ma, que el tradicionista cuidé personalmente y para v ja cual, como comenta en sus “Cuatro palabritas” introductorias, tuvo la precaucién “de suprimir algo que pecaba de inexacto y de aumentar mucho que ofrece novedad™. Luis Millones, por su parte, aco- gié con entusiasmo Ia idea de hacer el prélogo, Gra- cias a ellos, y al cuidado que Sandro Mariategui puso en cl proceso de impresion, hoy presento complaci- da esta edicién facsimilar que, para comodidad de los lectores, tiene un formato ampliado sobre aquel de la entretenida monografia de Palma acerca de la Inguisicién de Lima. Martha Hildebrandt Segunda Vicepresidenta del Congreso de la Reptiblica VI ee PROLOGO La Inquisicién segin Palma: historia y literatura en la reconstruccién del pasado 1. El autor de las Tradiciones En alguna fecha imprecisa, entre 1860 y 1863, qui- zen su modesta pension en Cerro Alegre (Valparaise), Ricardo Palma escribié los originales de lo que mas tarde seria Anales de la Inquisicién de Lima. No es el primer exilio productivo para los pensadores perua- nos: Chile ha sido en mas de una ocasién (Luis A. Sanchez, Ciro Alegria, etc.) el espacio providencial para obras de envergadura. Para los 27 afios de nuestro autor esa ¢poca Se ini- cié de mala manera, tras un fallido intento de capturar (la prensa oficial hablé de asesinar) a Ramon Castilla Fue Palma parte del grupo de conspiradores que. sin mucho orden y carentes de estrategias, asallaron lacasa del presidente el viernes 23 de nov icmbre de 1860. El vu fracaso provocé el exilio y son notables las palabras con que el diplomatico Francisco Solano Astubaruaga describid al refugiado para que los recibieran en Chi- Je: “don Manuel Ricardo Palma, que entregar4 a Ud. esta carta de presentacién y de especial recomenda- cién, ¢s un joven peruano, vecino de Lima, gue por desgraciada circunstancia politica sale desterrado de su patria y establecera su residencia en ese puerto... El joven Palma... a quien he tratado con alguna fa- miliaridad, no es felizmente, un politico, y me com- plazco en declararselo a Ud. Tusionado con las espe- culaciones teGricas de sus amigos, cometio el error de seguirlos y mezclarse en un motin... El es un eseritor de verdadero mérito; representa al grupo de jdvenes literatos de Lima y ha descollado como poeta, como escritor festivo, historiador y dramaturgo. Ha desem- pefiado también algunos cargos publicos de conside- racién; pero donde mas se ha sefialado ha sido en el periodismo... Por la seriedad de su caracter tranquilo y bondado- sO, como tambien por sus meritorias condiciones de escritor llamado a ilustrar altamente el nombre de su patria, me he permitido presentarselo a Ud. [la carta se dirige a la poetisa Rosario Orrego de Uribe] para que lo relacione y atienda en su nueva vida de deste- trado. Es pobre, pero digno. Comprometeria Ud. alta- mente mi gratitud y también en especial la del senor Palma, si lo pusiera en contacto con la gente de letras que Ud., allf preside con tan singular éxito, pues de vu sus escritos y talentos ha de procurarse el pan en tierra extrana™. (Holguin 1994: 641-642). La ley de amnistia de 1863 le permitid regresar a Lima, pero ya tenfa el manuscrito que daria origen a los Anales. Se dedicé entonces arevisar y ordenar sus notas, lo que le permitié enviar cl texto a la imprenta, saliendo a luz el manuscrito en 1863 en la Tipogratia de Aurelio Alfaro. Poco después Palma dejaba el Perti convertido en Cénsul en Para (Brasil), cargo que mas bien le sirvié para viajar por Europa. Cerraba asi un capitulo mds de una larga y fructifera existencia que se prolong hasta el 6 de octubre de 1919. Muchos libros estaban atin en su tintero, como él pudo haber dicho, Su aventurera vida todavia aguarda el bidgrafo que tenga el empefio de documentarla. La edad en que Palma acomete la tarea de redactar el texto sobre la Inquisicién, resulta engafiosa con res- pecto a su experiencia como escritor. En su ensayo La bohemia de mi tiempo sefiala el ano de 1848 como fecha de inicio de su produccidn literaria, lo que nos da la sorprendente noticia de que tenia 15 afios cuando salieron sus primeras publicaciones (Palma 1964: 1305). En consecuencia, al redactar los Anales nues- tro autor ya era un periodista profesional, curtide en batullas legales y politicas, conocido como autor tea- tral y poeta, pero cuyo producto literario mas impor- tante recién asomaba, Mucho tiempo después, hablan- do de las Tradiciones las definiria de la siguiente ma- nera: “Allden los remotos dias de mi juventud, ha mas 1X de un tercio de siglo, ocurriéme pensar que era hasta obra de patriotisme popularizar los recuerdos del pa- sado, y que tal fruto no podia obtenerse empleando el estilo severo del historiador, estilo que hace bostezar a los indoctos”. (Diaz 1991: 145) Nos interesa rastrear las primeras tradiciones, es- critas en 1853 y 1860, porque se les anticipa apenas. la publicacién en Lima de la novela El Inquisidor mayor o historia de unos amores (1852) del escrilor chileno Manuel de Bilbao, exiliado en el Peri. No s6lo. el tema parece haber impactado en Palma, que escribié una carta al autor: lo que debi tocar su inte- rés fue el hecho de que Bilbao también tomaba mate- riales histérieos para recrearlos haciéndolos de facil lectura parael gran piblico (Holguin 1994: 378 y 448). Si se observa la estructura de sus primeras tradicio- nes en comparacién con las que produjera cn su ma- durez, es notable la transformacion de su estilo discursivo, con un relato lineal, a lo que Escobar cali- fica con una frase esclarecedora: “las tradiciones pro- vocan en el lecior la impresion de ser historia” (1965: 118). Aquellas que fueron re- escritas, como Mauro Cordato, llamada después Mejor amigo... un perro, permiten descubrir la magia verbal del tradicionista, que envuelve al lector, tomando partido por los acto- res O situaciones que Palma favorece presentindonos como dignos de amor © sujetos de desprecio. Para que esto suceda, aparte de los mecanismos narrativos puestos en evidencia por Escobar, es im- x portante la contextualizacion hist6rica (real o ficticia) que hace Palma de sus personajes. En la mayoria de sus Tradiciones, una vez planteada la anécdota a ser referida, el autor desarrolla lo que suele llamar una “parrafada histérica” o la invitacion al lector a colo- c¢arse un palillo de dientes o fumarse un cigarrille para introducir la supuesta atmésfera en que se desarrolla- ron los hechos. Si se coloca a los Anales en la condicién de relatos literarios, veremos que también alli se utiliza esta es- trategia para dar verosimilitud al texto. Obsérvense por ejemplo las paginas dedicadas a la célebre ilumi nada dofia Angela Carranza. La primera mencién ¢s escucta, apenas el anuncio de que se le dedicaran mas paginas y la fecha en que se Ilevé a cabo el auto de fe. Un poco mas adelante, se repite el aviso y se dan algu- nas noticias y juicios de valor: “El nombre de Angela Carranza ha llegado a la generacién actual dando tema a multitud de consejas y sirviendo a las madres para asustar con él a sus pequefiuelos”... “Al ocuparnos de ella hemos tenido a la vista ademés de papeles inédi- tos, la relacién del auto de fe de 1694, que publicé en la Imprenta Real de Lima el docter don José de Hoyo. secretario del Secreto y promotor fiscal del Santo Ofi- cio. Recientemente se ha reimpreso integro el proceso de la Carranza en el tomo VII de la Coleccién de Do- cumentos Histéricos de Odriozola” (Palma 1964: 1226), La cita estd equivocada. La relaci6n sumaria de la causa, es decir un breve resumen de Ja misma, se pu- XI blicé en la Coleccién de Documentos Literarios, tomo sexto, de Manuel de Odriozola. Palma interrumpe “ nuevamente el caso de Angela para dedicar varias pa- ginas a los tormentos aplicados a los reos de la Inquisicién. Cuando retoma a su protagomsta, don Ri- cardo extrae del juicio aquellos parrafos graciosos y sugestivos que justifican su premisa: “Angela Carranza era, en nuestro concepto, una mujer con imaginaci6n, cuyo espiritu se extravid con la lectura de obras teoldgicas que no alcanzaba a comprender’”. (Palma 1964: 1226). El autor adorma su caso con el minucioso relato de los apuros de los inquisidores para librar a la.condena- da de las furias del pueblo, indignado por haber sido embaucado por quien se pretendia santa y terminaba como rea del Santo Oficio: “Al anochecer |a sacaron por una puerta excusada y mont en la histérica calesa verde, acompafiada de un sacerdote y un paisano. Los muchachos atacaron el carruaje, acudié gente, crecié el motin, hubo vivas y mueras (jfavor a la Inquisicion!), y la aparicion final de un alcalde dec y corte provisto de vara y de una escolta de alguaciles, eritando “jpor el rey!”, magico grito que hizo enmu- decer muchas bocas, resultando a la postre del popular bullicio algunos contusos. Milagrosamente llegé la beata viva a la carcel, aunque uno de sus acompafian- tes sufrié una grave pedrada” (Palma 1964: 1236). Poco después concluye el caso de la Carranza. La vivida descripcidn de su traslado, nos acerca a lo que xi pudo ser una de las reacciones del populacho. No en vano Angela habia penetrado en la corte virreinal y los objetos bendecidos por ella eran considerados como reliquias de poderes santificantes. Sin embarge, la si- tuacién descrita por Palma, a la que hemos suprimido mas de un pdrrafo, no aparece en Odriozola, ni en los documentos ahora encontrados, Como en las tradi- ciones de su mejor momento, Palma ha recreado cl relato histérico para “evitar el bostezo de los indoc- tos”. En 1884, el historiador chileno José Toribio Medina consulté los papeles de la Santa Inquisicién guarda- dos en el archivo de Simancas y en la introduccién a su Historia del Tribunal de la Inquisicién de Lima res- cata el valor de los aportes de Palma y Odriozola. Debemos a Medina el primero de los estudios moder- nos sobre el tema, que contintia siente objeto de in- vestigaciOn (véase por ejemplo Castafieda y Hernandez 1995). Pero ninguno de los estudios posteriores atrueré el interés al tema como nuestro tradicionista. Sombrias y finebres como son las paginas sobre cualquier apa- rato represor, don Ricardo supo ponerles la pimicnta hecesaria para que las torturas y los hierros se ilumi- nen con una dcida sonrisa. Asf por ejemplo, al referirse al auto de fe de no- viembre de 1737 nos cuenta de “José Calvo, conocido por el Chico, era un negro de cincuenta afos, natural del Callao y de ejercicio carretero. Era muy amigo del Siguiente reo (el mulato Feliciano Canales) en cuya XU compajifa adoraba al demonio, que en nuestro concep- to, estaria representado por una botella de lo puro”. (Palma 1964: 1251). En una ceremonia anterior se habfa sentenciado a “Maria Josefa Canga, negra, casa- da, de cincuenta afios y cocinera. La acusaron de que habia maleficiado a su marido para vivir tranquilamente con otro. Con medio siglo a cuestas. todavia el cuer- po le pedia jarana a la maldita; pero la Inquisicién es- taba alli para cortarle el revesino y condenarla a servir Por cuatro afos en el Hospital de San Bartolomé. La acusacidn seria algo turbia cuando la exoneraron de la felpa en piiblico espectaculo”. (Palma 1964: 1241). La lista de ejemplos es vasta; para concluir citaremos el caso de “Maria Rosa de Masa, lamada Maria la Manteca, era una mestiza natural de Hudnuco y de die- cinueve afios. La mocita tuvo la mala humorada de plantar a su primer marido, y alterando la maxima del anterior penitenciado (que decia que todo hombre debe cambiar cada siete afos de esposa), sostuvo que la mujer debia cambiar de consorte cada dos aiios. Sus senorfas los inquisidores pusieron cara de perro a esta doctrina, y la Manteca, después de abjurar de levi, fue aderretirse por seis afios aun encierro”. (Palma 1964: 1247), Asi como, en esta temprana obra, don Ricardo se da mafia para dar un sesgo irdnico al pesado relato documental, la lectura del mismo le sirvid de inspira- cidn para muchas de sus Tradiciones, Sin el intento de agotar la lista, mencionaremos: El ombligo de nues- tro padre Adan, Un libro condenado, Los judios de XIV prendimiento, Entrada de virrey, Un reo de inquisicién, Zurréncurrichi, La misa negra, y muchas mas, en las que el Santo Oficio aparece como personaje impor- tante en sus relatos. En todos ellos la Inquisicién se muestra en sus co- lores mas oscuros, con el arbitrario poder que apresa, alormenta y juzga lo que el autor sucle calificar de pecados veniales 0 ingenuidades de los condenados. Esta percepcién hizo que uno de sus admiradores, Po- tras Barrenechea, pusierael tinico reparo en la lectura de los Anales: “En lo que Palma persistié estéril ¢ injustamente fue en su posicién anticlerical. Como historiador no podia ignorar el noble y puciente es- fuerzo civilizador de la Iglesia en el Perd. El historia dor de la Inquisicién tenia mds presente, sin embargo, el fanatismo del Santo Oficio que la cantidad de las misiones y la libertad de los tedlogos que difundieron la personalidad humana de los indios”. (Porras 1949: AXXTV), No fue el tinica blanco eclesidstico de la mordaz pluma del tradicionista. También Ios jesuitas recibie- ron el fuego de sus baterias. Si cchamos una mirada a sus Tradiciones encontraremos que mas de una doce- na contienen ataques a la Sociedad de Jestis, tan en- carnizados como a la Inquisiciin. Veamos por ejem- plo las Tradiciones: Entre jesuitas, agustinianos y do- minicos, El chocolate de los jesuitas. Por una misa; y sobre todo su ensayo Refutacién a un texto de histo- tia. donde Iega a decir: “Esta institucién, como aso- XV ciacién religiosa, es una blastemia contra las doctri- nas del Evangelio...” entre otras feroces afirmaciones, nacidas probablemente de las pasiones de su tiempo, de su adscripcion sin reserwas al liberalismo de la ¢po- ca y de su militancia masénica. Sin descartar que el libro de historia en cuestidén contenfa, sin duda, un marcado acento hispanista que irrit6 a Palma (1964: 1476-1489). Los Anales no fueron La tinica incursién en la disci- plina histérica 0, mejor dicho, lo que Palma y sus con- ltemporaneos percibieron como tal. En 1877 publicé el folleto Monteagudo y Sanchez Carridn (Estudio his- térico) donde se propone “aclarar el asesinato de Monteagudo y cl envenenamiento de Sanchez Carrién, Palma afirma que el segundo hizo matar al primero y que Bolivar ordené luego la muerte de aquél”, (Oviedo 1965: 91-92). El texto le trajo muchos sinsabores ya que incluso sus amigos encontraron cn él las imperfecciones ob- vias de tan aventurada hipdtesis, a lo que sc sumé el rechazo de venezolanos y colombianos que vieron ul- trajada la memoria de su héroc. Palma acusé el golpe y se cuidé de volver a tocar el tema, si bien Monteagudo y Bolivar fueron frecuentemente personajes en sus Tradiciones. Lo dicho hasta ahora puede necesitar que se enfatice el cardcter de la historiograffia peruana a mediados del siglo XIX. Noexislia entonces el aparato documental ni metodolégico que hoy se exige, y lo que se sabia XWVL del pasado colonial y prehispdnico, si no resultaba de una bibliografia europea, no pasaba de intuiciones o de lo que se divulgaba de los trabajos de viajeros ilus- trados o de las misiones cientificas del exterior, Sin embargo, nuestro autor pudo consultar los trabajos de Sebastidn Lorente, Clements R. Markham y Bartolomé Mitre, entre otros, que desde distintas perspectivas iban construyendo lo que a su tiempo serian las bases de la historiografia sudamericana. Asi nos lo hace saber en sus Tradiciones (véase La justicia mayor de Layeacota o El alma de tuturutu) y en su ensayo Sistema deci- mal entre los antiguos peruanos. En aquellas ocasio- nes, se introduce en el debate sobre la antigiiedad de las formas dramdticas andinas, reconociendo los mé- titos de tales personalidades. Frente a la erudicién de los autores mencionados, y el universe de temas que se ofrece al investigador, Palma es consciente de las dificultades de cubrir tan gigantesco vacio y opla por ser quicn abra el camino de estos jugosos senderos. Para ponerlo en sus lérminos basia copiar las “cuatro palabritas” que preceden a la tercera edicidn de su li- bro sobre la inquisicién. Dice el tradicionista: “Estos Anales son la armazén de un libro filosofico social, que otro , mas competente, eseribira. El autor se con- forma con que no s¢ le niegue el mérito de haber pa- cientemente acopiado los datos. La tela y los materia- les son suyos. Que otro pinte el cuadro”. Su modestia apabulla a quien enfrente el material documental del Santo Oficio y aunque todos necesita- mos que se construya una historia moderna de la XVI Inquisicién en el Per, nadie podra repetir las donosas paginas de don Ricardo. 2, La Inquis modernas ‘i6n de Palma en las investigaciones Si aceptamos el cardcter de creacidn literaria con que deben medirse los Anales, no nos queda sino ad- mirar la certera intnicién de Palma para extracr los asuntos de capital importancia que se encuentran su- mergidos en la letra de los escribanos coloniales. Una lectura detenida de su texto sobre la Inguisicidn nos descubre los siguientes temas. 1. Fray Francisco de la Cruz. . Los judios portugueses. . Angela Carranza, . Ana de Castro. . Sortilegios y supersticiones . Administracidn del Santo Officio, - La Segunda Inquisicién . Supersticiones de los peruanos. Cm WN Dw fF wh . Contestacion a una critica. Salvo cl] tema noveno, que se trata de una situacidn coyuntural, como fue la respuesta al Sr Garefa Rodrigo. todos los otros acapiles tocan problemas de fondo en los que se reficre a la historia del Santo Oficio. Hay XVIII que hacer otra excepcién con cl capitulo dedicado a las “supersticiones de los pernanos” que se basa cn cl manuscrito de Juan Gastehi que Palma dijo haber en- contrado en la biblioteca de la Sociedad Geogratica. En sentido estriclo tammpoco pertenece al corpus de los Anales, aunque su material tlumina algunas de Jas prac- ticas condenadas por Ja Inquisicién Ladescornposicién del libro en estos temas cs nucs- tra, ¥ por tanto constituye una lectura arburaria del material escogido por Palma. Dejaremos sin comen- tario los parrafos dedicados a contestar Ja acerba rese- iia de Garcia Rodrigo, ya que a nuestro juicio no ataic al quchacer inquisitorial. Nos dedicaremos a analizar los otros puntos. Con mucha perspicacia don Ricardo le dedica un Mayor espacio a cuatro sonados juicios que Hevara a cabo el Santo Oficio limefio. Come se dijo anteriar- mente, a la mayorla de penitenciados los despide con una nota histériea y un par de frases en las que hace gala de su estilo zumb6n. Pero en los casos mencio- nados se detiene y los examina con cuidado; hoy to- dos ellos son temas propios de la historia de las men- talidades. Su primera mirada cuidadosa es para Francisco de ja Cruz “predicador de mucha aceptacién, privado del virrey y del arzobispo y consultor de la Inquisicion, (que) fue declarado hereje pertinaz, dogmatizador heresiarca. inventor de nueva secta, y como tal digno de ser quemado vivo”. (Palma 1964: 1212). XIX El caso es interesantisimo, tanto que se estén publi- cando las actas completas del proceso, que tiene mas de mil folios. Pero vayamos al personaje. Francisco de la Cruz nacid en Lopera, Jaén, Espafia, hacia 1529, Tras una juventud disoluta profesé como dominico en él convento de Atocha y completé su formacién teoldgica cn San Gregorio de Valladolid” a la sombra de grandes maestros como Carranza, Soto, Cano y Bartolomé de las Casas”, algunos de los cuales tam- bien fueron procesados por la Inquisicién. Francisco de la Cruz abandoné Espaiia y fiajé al Nuevo Mundo en lo que se supone haya sido conse- cuencia de su admiracién porel obispo de Toledo, cai- doen desgracia. En 1561 [leg6 al Peni en companta de Domingo de Santo Tomas, obispo de Charcas, estable- ciéndose por corto tiempo en el convento dominica de esta localidad, en el que Heed a ser cl prior. Pera pron- to regresé a Lima en donde residié hasta ser apresado por el Santo Oficio en 1572 que lo conden ala hogue- ra, donde perecié seis afios més tarde (Abril 1988;16). Su caso comenzé con la autodenuncia de Alonso Gaseo, prior del convento dominico de Quito, que se acusé de haber participade en ceremonias demoniacas dirigidas por Maria Pizarro que. a decir del Santo Ofi- cio, habia sido poseida por el enemigo y se hacia pasar por santa, En su casa se congregaban varios sacerdo- tes, inclusive el provincial de los jesuitas, pero ningu- no tan creyente como Francisco de la Cruz (Medina 1956: Tomo T, 55 y 63). XX Desde la primera audiencia, de la Cruz apabulid a sus jueces con la voluntad de probar por escrito la cer- teza de sus visiones y la santidad de la Pizarro. Pero la naturaleza de su discurso convencié cada vez més a] Santo Oficio de que su caso no tenia remedio, Entre otras materias condenables dijo Francisco que “en esta ciudad Lima habia de nacer un nifio que habia de sex santo, gran sicrvo de Dias, capellin de Nuestra Sefio- ta y otro Job en pacicneia, y convertir mucha gente. Y que habfa de ser fraile de Santo Domingo y remedio del Pert, y el angel Ie habia de poner el nombre como a San Juan Bautista” (Abril 1992: 596-601). El texto concluye explicando que el recién nacido seria hijo de Francisco en una de sus confesadas, que tomarfa el nombre de Gabrielito en honor al dngel que le trafa el mandato de obrar de esa manera. Pero no es ésta la mayor de las alucinaciones (he- cha realidad en este caso) del reo. Si al hijo que tuvo con Leonor de Valenzuela le auguraba un destino glo- tioso, era porque él mismo “decia gue habia de ser Papa y rey del Pert”, (Abril 1992: 875). Para los estudiosos contempordneos, se trata de un claro ejemplo de los “alumbrados” o misticos cuyo fer- vor salla por encima de las jerarqufas y cl dogma esta blecido para construir una relacién directa con la divi- nidad. En su tiempo, Francisco de la Cruz recibid todo el peso de la ley, dado que a juicio de Iuan Alcedo fiseal del Santo Oficio, en su caso habia razones suti- clientes “para le quemar mil veces” (Huerga: 1986: 99) XX! Es también mérito de Palma haber detectado cl jui cio a los comerciantes judio- portugueses de Lima, en las primeras décadas del siglo XVIL El analisis de esta persecucién tiene que integrar la percepcidn de los judios en Ja metrépol, donde una alianza entre Ja nobleza terrateniente y la poblacién empobrecida de las ciudades habia contribuido a ese odio gencraliza- do. Fue asi como ung de los sectores mas dindmicos de la economia espafiola abandond el pafs o asumid La dificil condicién de converso. Uno de los lugares de refugio fue Portugal, cuya expansidn hacia Africa y leyes antisemfticas menos duras, hicieron posible que los perseguidos y sus descendientes se concentrasen cerea de su tierra natal Esta vecindad siempre incomod6 a las autoridades espafiolas, aunque la Corona no vacilé en pedir ayuda ala banca portuguesa cuanda perdid el faver de los empresarios genoveses. Hay que recordar, ademés, que por un largo perfodo el reo de Portugal fue in- corporado a Espaiia (1580-1640) y durante ese tiempo fue licito que ciudadanos portugueses, con limitacio- nes minimas, pudiesen vivir y ejercer sus profesiones en los territorios americanos (Millones 1995: 188-189). En una de sus Tradiciones (Los judios de prendi- miento), Palma vuelve a acertar cuando sefiala sin ambages que el “verdadero crimen de éstos [la familia Balseyra Vasconcelos] y de los dos mil lusilanos avecindados a la sazdn en el pais, y a quienes, por mandato del monarca, puso en aprictos la Inquisicion, XXII era haberse hecho, trabajando honradamente, grandes capitales” (1964: 363) Uno de los notables de esta floreciente comunidad fue don Manuel Bautista Péres, natural de Ansar (Coimbra, Portugal) de 46 afios. Habfa venido de Se- villa y desde entonces, usando a Lima como centro, mantenia relaciones comerciales con Lisboa y Sevilla en Europa, Luanda en Africa y Veracruz, Guatemala, Panama, Cartagena, Potosi y Santiago de Chile cn América. En el Pert sus negocios cubrian C: Huamanga, Moquegua, Ica, Piseo, Arequipa y Arica. Comerciaba con esclavos negros, perlas, joyas, anil, ropas de Castilla y China. Su captura se hizo bajo la acusacion de ser judio, mantener en actividad clan- destina su fe y propagarla a despecho de las prohibi- ciones. Tenia cntonces una inmensa fortuna y su casa, ademuis de ser lujosa, albergaba una pinacoteca vasta y una biblioteca de 135 titulos y 155 voltimenes que prucban una cultura refinada (Millones 1995: 190). Curiosamente, no figuraba en ella ningtin texto hebroo © que pudiese ser considerado como sospechosa de herejia (Guibovich 1990: 144-160). Junto con Manuel Bautista marchuron al cadalso Sebastian Duarte y Garcia Vdez, todos ellos emparentados por sangre o por matrimonio. Duarte y Péres fueron quemados sin aceptar culpa, y Vaez, que habia confesado, fue admitido a reconciliacién y tuvo que desfilar con las vestiduras infamantes de un con- denado (sambenito) y una vela verde en las manos. XXUL Haber cedido a las exigencias de los inquisidores no le libré de la carcel, ni de tener que vestir perpetuamente el habito de condenado y el destierro perpetuo de las Indias. Mas atin, a la hora en que se encontraron los tres parientes, Vacz fue visiblemente despreciado por los otros dos, No fueron los tinicos acusados de “judaizantes”: las sentencias contempladas en el auto de fe del do- mingo 23 de enero de 1639 fueron 12 a relajacién (es decir, pasaron al fuero civil para ser ejecutados), de los cuales sicte eran portugueses, cuatro espafioles y un criollo. Aello hay que sumar 44 eneansados que se reconciliaron con la Iglesia y 7 que abjuraron de sus pecados (Castafieda y Hemandez 1995: 401). El pro- ceso descrito por Palma (1964: 1218-1220) y por Medina (1956: TI, 45-146) sirvid de inspiracién al es- critor argentino Marcos Aguines, que reered las cir cunstancias en una notable novela: La gesta del ma- rrano (Madrid, 1992). HI tereer tema relevado por Palma es el de Angela Carranza al que nos referimos anteriormente. Por en- cima de los crrores que se le adjudicaron, el caso de Angela de Dios, como sc haefa [lamar esta mistica del siglo XVII, merece una especial consideracin. Como se sabe éste fuc un siglo prefiado de bien- aventurados residentcs en Lima, que finalmente alean- Zaron un lugar en los altares. A Santa Rosa de Lima la acompafiaron Francisco Solano, Martin de Porras. Jan Masias, Toribio de Mogroveja ¥ otros tantos, que se XXIV hallan cn proceso de heatificacién o incluso en las fa- ses finales de su consagracién como santos. Al mismo tiempo, hay que considerar a aquellos a quienes la Iglesia rechazd e incluso castigé porque su fervor los arrastré mds alld de Jos predios de la fe re- velada. Uno de los casos mas noterios es el de Angela Carranza. Para su celebridad hubiese bastada su dia- tio méstico, escrilo durante quince afios, que Hegd a tener 7.500 folios, “en letra cursiva muy pequefia y aprelada”. (Mamnarelli 1996: 268), Angela nacié en Cérdoba del Tueuman en lo que hoy es Argentina y legé al Peni posiblemente en 1665 con algo mas de veinte afios. Cuando se inicia el jui- cio, en 1689, la Carranza Ievaba casi an cuarle de si- glo de actividad en la capital del virceinato. Alli se le tenia “por paraiso de perfecciones... era la santa de estc: siglo, la maravilla de este orbe, la maestra de la misti- ca, la abogada del pueblo; sus milagros, éxtasis, rap- tos, inteligencias y revelaciones, se suponian tan fre- Cuentes, que el cielo se juzgaba compendiada en aque- Ma mujer, Era tiltimamente el correo de la gloria y por un nuevo género de sagrada cslafeta, llewaba y traia del cielo no sélo respuestas y despachos divinos sino varias alhajas, a cuya bendicién viniesen vinculados auxilios y felicidades”. Son éstas las palabras del inquisidor Varela que asumié su caso (Medina 1956: H, 228, 229). Lamentablemente hasta el momento no s¢ han en- contrado sus cuadernos, y cabe la posibilidad de que XXV hayan sido incinerados en el auto de fe, La acusada. que provocd la testificacidn de 130 personas, se libré de la hoguera por muy poco; se le condend a reclusién durante cuatro afios, diez de destierro y la prohibicién de hablar y escribir sobre sus revelaciones (Castaiieda y Hernandez 1995: 299-300). Tres sacerdotes com- prometidos por haber creido en ella fueron presos en lacdreel de la Inquisicién. Palma nos dice que uno de ellos, Lgnacio de Hijar, salié absuelto, pero los papeles gue consulto nuestro tradicionista han desaparecido, De la informacion existente se podria inferir que un hilo conductor seria Ja forma en que Ja Carranza “accede al misterio de la Inmaculada Concepcidn” (Mannarelli 1996: 269), pero la documentacidn cs to- davia escasa para conclusiones mayores, Como otras misticas que pusieron por escrito el retrato espirilual de su siglo, Angela merece un lugar especial en las investigaciones futuras. Maria Francisca Ana de Castro, lima persona que fuera quemada viva por disposicién del tribunal del Santo Officio, fue también tema de interés para Palma. Dice el tradicionista que era ella “natural de Toledo, casada. de cuarcnta y siete afios, judia judaizante, con. vicla negativa y pertinaz. Hablando con nuestra habi- tual franqueza la de Castro pasarfa hoy por una corte- sana de buen lono, que habia vendido sus favores a subido precio a uno de los virreyes y a los mas encum- brados y ricos caballeros de la nobleza colonial. Coma hemos dicho, Ana, a pesar de la fecha que contaha, era XXVI una mujer hermosa y elegante. Sus amigos la llama- ban la bella espafiola, y el pueblo, la madama de Cas- tro”. (1964; 124: 1243), El auto de fe se Hevd a cabo el 23 de diciembre de 1736, en que fueron condenados 27 reas mas, a diver- sas penas (destierros, azoles, etc.) Salid la Castro con sambenilo de dos aspas, coroza, soga al cuello y cruz verde en Ja mano, Sentenciada a las [lamas y entre da.a la justicia ordinaria, la condujo el alguactl mayor del cabildo desde Ja plaza mayor hasta la plazucla de Otero. Allf fue arrojada a la hoguera; en el mismo lugar se consumieron las estatuas del jesuita Ulloa y de Juan Velasco, procedimiento que se seguia cuando el reo no era habido y habia muerto antes de la senten- cia (Mendibury 1932: TI, 101), aL Madama de Castro y sus avatares dieron lugar a un redoblado eco en la sociedad colonial. Fue notorio el ensafiamiento del Tribunal para con ella y sus descen- dientes: sus hijos y nietos fueron declarados incapaces de recibir oficios y dignidades civiles o religiosas. Sus bicnes confiscados alcanzaron la suma de veinte y cua- tO mil pesos. Medina da cuenta de por lo menos una novela escrita a partir del suceso (1956: I, 226), El auto de fe ocupé las paginas del periddico El Mapa. Al parecer, la resonancia del caso puso en evidencia Muchos vicios en el procedimiento seguido; como re- Sullado, los inquisidores tuvieron que enfrentar la jus- licia (1956: TI, 274 y ss). XXVIL Con este caso, Palma nos prepara para las varias paginas que dedicara a la Inquisicién como estructura burocrdtica, su administracién y funcionarios, Pero antes se detiene en lo que llama “Sortilegios y supers- ticiones”, es decir la materia a ser condenada por el Santo Officio; se agrupan alli, la persecucién de ceedos distintos al catolicismo y la conviccién de que las In- dias tentan que ser rescatadas de las garras del demo- nio. Probablemente éste es uno de los capitulos més ajus- tados al conocimiento cientifieo de la época. Don Ri- cardo prescinde de su vena humoristica y nos explica la percepeidn del Santo Oficio con respecto a “los males a que esta suijeta la hurmanidad [que] serian obra de las brujas”, A continuacidn pasa revista a las here- Jias mas conocidas y dedica especial cuidado a la pre- oecupacian inquisitorial sobre el judaismo y sobre la divulgacién de lecturas religiosas para la salvacién de las almas, de cuya censura también estaba ocupada la Inquisicién. Hay ensu texto una referencia continua a los libros de Juan Sebastidn Llorente sobre la Inquisicién espafiola, que le sirven de telén de fondo para los quehaceres de su contraparte peruana. Cul- mina las lineas sobre el Santo Oficio con los privile- gios de que gozaba esta institucién, y que le fueron concedidos por los monarcas espaiioles y el papado. El tema de la brujeria, dado que es una acusacién recurrente entre log reos inquisitoriales, se reactualiza en muchas tradiciones (La misa negra, Las brujas de XXVIL Iea, Los brujos de Shulcahuanea, ete.). Al Per llega este complejo de creencias con la hueste espatiala, pero su persecucién era ya parte de la cultura europea, que en 1484 produjo el manual mas completo para que los inquisidores pudieran detectar a quienes habtan firma- do pacto con el demonio (Kramer y Spengler 1970). Se llam6 a este libro Malleus Maleficarum, pero fue conocido como el “martillo de Jas brujas”, ¢ inspiré todas las cartillas de instruccién con que se persiguid a los brujos. En la América Hispana fue importante el trabajo de Pedro Ciruelo (1978) cuyos libros Arte de bien conte- sar y Reprobacién de las supersticiones y hechicerfas tuvieron eco en las disposiciones del Santo Oficio en América. Hay que considerar que la Inquisicién se establece cn el Peri y México por orden de Felipe TI en cédula fechada cl 25 de enero de 1569 como ér; nos dependientes del Secretariado de Aragdén, los que a su ver son precedidos por aquellos que dependen de la secretaria de Castilla, Esta condicién subordinada sé refleja en el niimero reducido de funcionarios desti- nados a México y Pert, aproximadamente enire la Miitad y un tercio de los que se asignaban a Tolede (Alberro 1993: 30). Como es facil de suponer, en América la religida popular europea combina sus elementos con las reli- giones aborigenes, y con los fragmentos ceremoniales gue llegan con algunos grupos africanos. Esto es es- Pevialmente cicrio en las nacientes urbes coloniales XIX que se convirticron en centros de mestizaje acelerado Son estas creencias el blanco especffico de la persecu- cién inquisitorial, que legalmente no podrd intervenir cn las poblaciones indigenas, que se convierten en te- rritorio misional. En consecuencia, los europeans, los criollos y los africanos y sus descendientes, serdn e! objetivo especifico de los familiares del Santo Oficin Esta distribucién administrativa de tareas entre doctrineros ¢ inquisidores no ponia limites al intercam- bio de creencias que tenfa lugar todos los dias. En todo caso. establecidas las circunscripeiones, la Inquisiciéa tuve suficiente labor con las brajas y he- chiceros, con los herejes, judios y luteranos, amén de los libros prohibidos, como para involucrarse con los indigenas (Millones 1982; 229-274). E] respeto de que gozé la Inquisicién no se basdé exclusivamente en la técnica despiadada de sus interrogatorios y el temor que inspiraba su omnipresencia, en razén del encnbrimiento de las de- Jaciones. El telén de fondo de su aceptacién reposaba en el convencimiento de que la verdadera religion cs- labaen combate con el demonic que habia gozado del control de las tierras americanas hasta la Hegada de los espatioles. Deseartado el Ambito de las redueciones indigenas come teatro de operaciones, la Inquisicida fue muy cuidadosa con respecto a las acciones de los brujos. Palma anota siele de los principales maleficios: XXX 1. Introducir en el corazén del hombre un amor eri- minal por una trujer o al contrario. 2. Inspirar sentimientos de odio o envidia a una per- sona contra otra. . Impedif que el matrimonio tenga prole. . Causar enfermedades. » Quitar el fuicio. . Matar gente She GS as: . Aridecer los campos. (1964: 1258). Cualquiera de estos “maleticios” se ejecutaba en los aquelarres convocados por Salands, donde se rea- lizaban las “misas negras” sabrosamente descritas cn las tradiciones que hemos apuntado, “ALE bautizaban al diablo (en forma de macho cabrio) a nifios y sapas. Los nifios eran presentados por la bruja su madrina, vestidos de terciopelo negro, y los sapos envueltos en terciopelo granate™. Pero la seriedad de Palina se quic- bra un instante para agregar que “parece que el diablo y las mujeres tienen predileccién por el terciopelo” (1964; 1259). El temor surgido en Europa hacia 1400 y que abrié las puertas a la persecucién, se alimnenté de las epide- mias y los desajustes de la produccién agropecuaria Tales catdstrofes precipitaron la btisqueda de enenm- $05 cuyo castigo aliviase la necesidad de expiacién. La inguisicién espafiola, en cumplimiento de esta ta- XXXI rea, no fue de las mds severas, pero incorporé catre sus reos a tausulmanes y judios, las dos minorias cx- pulsadas al mismo ticmpo que se descubria América. Las practicas clandestinas de estas religiones (reales 0 imaginarias) se suponia que se habfan trasladado a las Indias y s¢ les atribuia, ademas de sus caracteristicas particulares, cl hecho de ser también vias de la partici- pacién demonfaca. Fs asi, entonees, que el conjunto de practicas populares conocidas como brujeria se incrementé con los raptos misticos de los alumbrados los creyentes de Mahoma y los cripto-judios, todes ellos en conspiracién continua contra la iglesia catéli- ea, cuya tinica defensa cra la observancia de sus fieles y la custodia del Santo Officio. Ta aceptacidn de esta propuesta idcologica, generalizada en el imperio es- pafiol, hizo posible el funcionamiento de la Inquisicién sin resistencias a la arbitrariedad de su mandato. El sexto tema desarrollado por nuestro autor am- plia sus observaciones sobre los aspectos institucionales y estadisticos de la actividad del Santo Oficio. La estrategia de su estudio parece ser la de ofrecernos primero los autos de fe con los casos mas notables entre sus sentenciados, para luego extraer cel material el funcionamiento de la Inquisicién (1964: 1269 y ss). La tarea no es facil dado que los estudias sobre el origen y desarrollo de la institucién todavia no se habian hecho para Espaiia. Recién a partir de la década del sesenta tenemos una bibliografia sélida que cubre el tema desde diferentes angulos (Caro Baroja 1970; Kamen 1972), XXXII La Inquisicién tiene una prolongada historia cn Es- paiia, que empieza antes de que América fuese descu- bierta. Enel afio 1238 fuc instituida bajo la corona de Aragon, controlada por Ia orden de los dominicos y dependia de Las decisiones de la Santa Sede. Pero ha- cia fines del siglo XV esta primera Inquisicién habia sido desactivada: los casos que le competian, es decir los herejes, eran juzgados por los tribunales eclesidstt cos de cada obispado. En su origen el concepto de herejia significaba escuela de pensamiento o secta [i loséfica; pero ya en cl Nuevo Testamento se aplica a diversas comunidades religio: fariseos, saduceos, cristianos; finalmente el término hereje se dirigio a todos aquellos cuya doctrina se apartaba de la fe orto doxa. La reactivacién del Santo Oficio (nombre con que también se le conocié) tomd forma a partir de fa pre- sin ejercida sobre los Reyes Catdlicos para combatir un supuesto peligro derivado del ejercicio clandesting de tradiciones judias. De acuerdo con los estercotipos de la época, los conversos no serian sine practicantes eneubiertos de rituales monstruosos que les eran atri- buidos, Desde mucho antes de la expulsién, el antiscmitismo fue oficial en Espafia. En 1412 se ordend que los micm- bros de la comunidad judia Hevasen distintivos en sus ropas: en 1481 se les confind asus ghettos o “juderias”, en 1482 se les arroj de Andalucia, en 1483 de Zara- goza y finalmente, en 1492 [ue promulgado el edicto XXXII de la expulsién y se les dio cuatro meses (de abril a julio) para aceptar el bautismo o abandonar el pais. Dividida la comunidad entre quienes permanecicron Judios y los conversos o marranos (voz probablemen- te derivada del arabe mahram que significa “cosa pro- hibida”), cl racismo espajiol se dirigié contra quicnes formalmente eran “eristianos nuevas”, El prior dominic de Sevilla, Alonso de Hojeda, acompaiiado por el prior dominico de un convento de Segovia, Tomds de Torquemada, y cl arzobispo de Sevilla, Pedro Gonzalez de Mendoza, convencieron a la reina Isabel de que los conversos practicaban los rites judios en secreto. Huho, pues, que reactivar la maquinaria inquisitorial para reprimir alos herejes, que a decir de Hojeda ya cubrian Andalucia y Castilla. A continuacion, el Papa Sixto 1V promulgé una bula, en 1478, que daba poder a los gabernantes de Espafia para el nombramiento de dos o tres inquisidores. En 1480, la lnquisiciGn volvid a funcionar con nuevas atribu- ciones y bajo un régimen diferente del anterior: rena- cia para perseguir conversos. A los descendientes de drabes a moriscas no les iba imucho mejor que a los judios. El cardenal Ximeénex de Cisneros, en 1499, inicié una violenta campafia para obligarlos a ser cristianos. Entre sus “éxitos” se cuen- ta la conversidn de tres mil mores en un solo dia yel inicio de la transformacién de mezquitas en iglesias. La campajia incluyé la incineracion de libros islamicos cn hogueras piiblicas, de las que se salvaron algunos XXXIV ejemplarcs que fueron a Ja Universidad de Alcala Como todo esto contradecfa los acuerdos de los Reyes Catélicos con la comunidad musulmana en la capitu- lacién de Granada (stibditos libres de la corona, con cl libre ejercicio de su religién), hubo disturbios y un amago de levantamiento. Ximénez de Cisneros apro- vechd la situacién para proclamar que los mores ha- bfan perdido sus derechos por rebeldia y debian esco. ger entre ser bautizados o su expulsisn al Africa. Fuc asi como también se convirtieron en blance de la Inquisicién, (Millones 1993: 181-183). Como se dijo anteriormente, en América hay que agregar a la poblacion negra como uno de los sujetos de frecuente castigo. Habia sobre cllos la permanente sospecha de la prictica de hechiceria y la camprobada relacion con el sector de “conducta escandalosa”. Se derivaba esto del estereotipo sobre la condicidn de es- clavos y por tanto las dudas sobre su humanidad. Al mismo Gempo, ¢] hacinamicnto en que vivian los que trabajaban en las plantaciones y los abusos sobre los que vivian en las urbes coloniales, hacian de ellos las victimnas porfectas para la prepotencia del Santo Ofi- clo. La situaciéa que vivian los africanos hizo que aque- los que proventan del continente negro, resucitasen en América fragmentos imporlantes de sus religiones Por otra parte, los nacidos en cautiverio, dacdas sus condiciones de vida, debieron apropiarse de las creen- s populares de origen hispano e indigena, de tal XXX mane: qué esta construccion ideoldgica les diese una proteccién, al menos psicolégica, para resistir el ipo de vida a que estaban condenados. Para la legislacion espaiiola, cualquiera de estos casos engrosaba las filas de las acciones del enemigo. Palma culmina el capitulo con el decreto expedido en Cadiz por las Cortes del Reino el 22 de febrero de 1813, porel cual se abolfa la Inquisicién. Nuestro autor locelebra reproduciendo versos festivos que aparecie- ron en la fecha aplaudiendo la medida. La alegrfa no duré mucho ya que, luego de la derrota de las tropas napolc6nicas, Fernando VII, el Deseado no demoré el festablecitniento de la Inquisic pero, como Io es- tudia en el capitulo siguiente, cl Santo Oficio no fue sino una sombra de aquel terror que paralizaba a los hombres de las épocas pasadas. Esta precaria nueva vida del Santo Oficio es la ma- teria del tema que Palma titula La segunda Inquisicion. Cucnta el autor que “la casualidad puso en nuestro poder un manuscrito de selenta y cuatro pliegos, el cual habfa sido vendido en un bodegdn al peso de papel, junto con otros legajos, por un soldado chileno en el ao (aciago para el Peri) de 1881. Este manuscrito lo hemos obsequiado a la nueva Biblioteca Nacional”, (1964: 1283), El documento nutre este capitulo de Palma. al que agrega sus consideraciones sobre el rol de la Inquisicidn cn este segundo perfodo en cl que “se preocupaba por combatir la propaganda de ideas liberates, hijas de la XXXVI revolucién y del siglo” (1964: 1282). Su eficacia, sin embargo, decrecié considerablemente, dado que otros vientos alimentaban él siglo XIX. El ejemplo mas notoria de los nueves tiempos fue la disposicién de perseguir y castigar a los masones del Peri, promul- gada, nos dice Palma, cl 5 de enero de 1816 por cl inquisidor general Francisco Javier Mier y Campillo. El 20 de agosto del mismo afio se leyé el cdicto en todas la iglesias parroquiales de Lima, pero “no hube masén que se diese por notificado. y la logia de los patriotas, asi come Ja que en cl cjército espaiiol diri- gfan La Serna y Cunterac, siguicron funcionando come sila Inanisicion les importara lo que un pepinillo or vinagre”. (Palma 1964: 1280). Pero volvamos al documento por el tradicionista. Aparte de los denunciados por lecturas inconvenien- tes (entre las que ocupan un papel preponderante las Cartas de Eloisa y Abelardo), reaparecen las “beatas ilusas. supersticiosas, blasfemas, hechiceras o brujas, heréticas, embusteras y bigamas”. Lo que resalta a los ojos de Palma es cl “erecidfsimo mimere de sacerde- tes (frailes, curas y clérigos) que alli figuran, denun- ciados como solicitantes y abarraganados...” Ninguno era pecade nuevo: aprovechar la intimi- dad del confesionario para hacer propuestas 0 tocamientos poco cristianos fue une de los problemas recurrentes para la jerarquia eclesidstica.. Lo mismo puede decirse con respecto a los sacerdotes que, ha- ciendo caso omiso de sus votos, organizaban su vida XXXVIL guardianes de esta sexualidad controlada. De igual manera, cl dogma en vigencia ejercia tal autoridad a través de sus muchas voves (doctrina, sermones, mi- sas, libros, autos de fe, procesiones, ctc.) que la conle- sidn espontanca no puede sorprendernos. El capitulo acaba con una lista de acusados y sus delitos que Palma interrumpe diciéndonos: “serfa in- terminable cl extracto si consignaramos todas las de- nuncias. Sobra con las apuntadas”. (1964: 1290). Finalizaremos nuestro estudio introductorio con unas notas acerca del articulo “Supersticiones de los peruanos”. En su edicién del afio 1897, Palma lo in- cluye a continuacién de los Anales: hay en ellos ciesta Idgica ya que, por Ja naturaleza de la institucidn, cl autor habia dejado de lado la religiosidad indigena que, como ya se dijo, escapa de una autoridad del Santo Oficio. Este ensayo le permite redondear lo que po- driamos [amar culto popular, aceredindose a la pobla- cién mayorilaria y su sistema de creencias. Empezaremos diciendo gue la Inquisicién no e' dié la tarea de corregir la fe de los stibditos aborige- hes; si bien escapaban de su jurisdiccién, arremetia contra los que residian en las zonas urbanas, y recono- cid en sus practicas una poderosa tradicidn religiosa a la que estaba deseosa de combatir. Por otra parte, no era raro que los curanderos o adivinos en ciudades como Lima mezclasen, en sus conjuros y ceremonias, fragmentos de rituales andinos. Hay documentacién que nos habla de reuniones en que se chaechaha coca XXXIX y empleaba sebo de llama para predecir el futuro y recuperar los bienes o afectos perdidos (Millones y Solari 1980: 3-13). Al igual que en el tema anterior, don Ricardo nos cuenta que recurre a otro desconocido manuscrito que formaba parte del archivo de Antonio Raimondi en la Sociedad Geografica. Es posible que asi sea, aunque tampoco nos puede extrafiar el empleo del viejo recur- so de Cervantes, quien atribuyé parte de su novela a Cide Hamete Benengeli. En este caso, como en mu- chos otros, la festiva imaginacién de Palma pudo ser la fuente de este trabajo. E] texto es andénimo aunque nuestro tradicionista arriesga la hipdtesis de que su autor puede ser el “via- jeco peruano don Juan Gasteli”, Cualquiera que sea cl origen de la informacidn consignada —si hacemos caso omuso de los juicios de valor— es eoincidente con las modernas etnografias. Por lo que resulta acer- tado el comentario de que se trata de “un conjunto de apuntaciones que ofrecen tela para escribir wn libro interesantisimo” (1964: 1430), Creencias como las desgracias que anuncia el can- tar de la paca paca (puco puco, en la version de Pal- mia), la identificaci6n del moseén iridiscente con el alma de un pariente recién fallecido, la presencia de ciudades encantadas cn el interior de los cerros, ete.. ete., cobran vida én ¢l estudio de Gasteli, para reapa- recer décadas mas tarde en los trabajos de José Maria Arguedas o Efrain Morote. XL No faltan los hechizos de amor, como el uso de piel de culebra u objetos en contacto con el reptil para evi- tar el rechazo 6 recomponer un afecto, o bien el soni- do de una guitarra o charango encantados que hacen irresistible a su taiiedor. También nos informa de medidas mds enérgicas, como el uso del chamico, que destruiria las voluntades opuestas al carifio oftecide, 0 dejaria fuera de carrera a un competidor molesto. Se consigna también el arreglo matrimonial entre parientes de los futuros esposos, insinuando lo que mas tarde sera una verdad consagrada en la antropologia moderna: el matrimonio indigena no es un contrate que se consagra con un acto formal como suele ser en el mundy occidental, Se trata de un proceso con di Untas fases, una de las cuales puede ser el acto civil o la consagracion frente a la iglesia. La informacion proviene, dicho con las reservas del caso, de la franja serrana que va de Huancavelica a Cuzco, aunque la zona mejor documentada podria ser Ayacucho. Las referencias a Huanla y a los danzantcs de tijeras parece haber sido, al menos, lo que mids impactard al viajcro Gastelti Hay €n este escrito un reilerade acento anticlerical que Palma se permite a propdsito de la condicién in- digena, Su acusacidn de ser explotados por la iglesia, S¢ anticipa, sin duda, a uno de los argumentos centra- les del Indigenismo. El mismo nos provee de varios ejemplos donde tal situacién se hace notoria y nos asc- gura que Gasielti consigné mucho mas. XLI Palma no festeja la conducta de la poblacién indf- éena y comparte varios de los estereotipos de su tiem- Po, pero su juicio final no cs condenatorio. A su crite- rio s¢ trataria “de una raza que esta lejos de ser refrac- taria a la civilizacion y ala que multiplicando las es- cuelas serfa facil apartar de torpes errores y de extra- vagantes costumbres tradicionales” (1964: 1434), 3. A manera de epilogo Nadie como Palma puede decir que forj6 su cono- cimiento en cl trabajo cotidiane, Su pasion de escribir lo llevé a tocar todos los temas posibles, que nacian de su ejercicio periodfstico, pero que se transformaban en ensayos histéricos, poemas o Leatro, en cuanto con- scguia un respito. Sia esto agregamos que se desem- pefié como burécrata en la marina peruana y fue acti- vo en la politica de su tiempo, parece increible que alin luviera energias para combatir el 2 de mayo de 1856, sobreviviese a la guerra del Pacifico y aceplara ser “bibliolecario mendige” como se. autoproclamé. cuando acepts el encargo del gobierno para resucitar una instituci6n que habia dejado de existir. Pero aesta vitalidad asombrosa hay que reconocer- le otra faceta inseparable, el humor con el gue el autor tin cada une de sus escritos, Incluso en los Anales o on las Supersticiones, o en la respuesta critica de sus conlempordneos. En los temas més solemnes, nues tradicionista encontrd el resquicio para provocar en el lector la sana sensacién de que los males no tienen XLII ro que abrumarlo. Al fin y al cabo, ni Dios ni el infierno de sus relatos son ajenas a la sonrisa, Estoy seguro de que la presente generacién de his- toriadores superar en algtin momento el libro de Pal- ma. El tema cs atractivo y Ja documentacién adecua- da terminara por aparecer o por completarse con ma- terial indireeto, Si eso sucede, ¥ csperamos que asi sea, no hard obsoleto el texto de don Ricardo i la Tradicién resulté ser un género irrepetible, también Io Som sus otros escrilos. Lo que podria criticarse como intromisién imaginativa del autor, sé transforma, por la magia de la creacién, en el sustento mas importante de su obra. Dice don Ricardo “lo contaré a mi mane- ra” cuando se dispone a glosar un documento. Lo que sucede realmente es que el material histérico se incer- pora al relato que va consiruyendo, y que constituye €n Ultima instancia lo que hard permanente su lectura. Luis Millones XLII BIBLIOGRAFIA 1. ABRIL CASTELLO, VIDAL. Franciseo dela Crux, Ja Utopia lascasista y la Contra-reforma virceinal- inquisitorial, Lima 1572-1573. EN: Cuadernos para ia Historia de la Evangelizacién en América Latina N° 3, pags, 9-67. 1988, 2, ABRIL CASTELLO, VIDAL. 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Buenos Aires: Ediciones Losada S.A. 1953. XLVI 22, ODRIOZOLA, Manuel de. Documentos Litera- rios del Peri. Lima: Imprenta del Estado, 1874 23. OVIEDO, José Miguel. Genioy figurade Ricar do Palma, Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1965 24. PALMA, Angélica. Ricardo Palma, cl tradicionis- ta. Lima: Editorial Castrilldn Silva, S.A. s/f. - PALMA Ricardo, Anales de la Inquisicién de adrid. Est. Tipografico de Ricardo Fé 26. PALMA, Ricardo. Epistolario. Prélogo de Ratil Porras Barrenechea. Lima: Editorial Cultura Antartica $.A. 1949. 27. PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas Com- pletas. Madrid: Aguilar, S.A. Ediciones. 1904, 28. PALMA, Ricardo, Anales de la Inquisicién de Lima, EN: Tradiciones Peruanas, Tomo VI, pags. 199-325. Barcelona: Enrique Cappelletti (Reimpresién de Espafia- Calpe S.A. Madrid, 1945). 1983, XLVI Raat oh REE A eR ta ee Anales de ee 1 ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA POR RICARDO PALMA ‘Dela Real Academia de la Historia en la clase de correspondiente. Tercera edicién, MADRID BST. TIPOGRAFICO DE RICARDO FE Calle del Olme, 4,—Teléfono 1.214 1807 Es propiedad Queda hecho el depisito que previene la ley. CUATRO PALABRITAS A primera edicién de estos ANALES aparecié a en 1863, y la segunda en 1872. En la pre- gente, ha cuidado el autor de suprimit algo que pecaba de inexacto y de aumentar mucho que ofrece novedad. En cuanto 4 la forma, no ha juz- gado conveniente alterarla, para que no pierda este trabajo su modesto cardcter de estudio 6 en- sayo histérico. Fué escrito en época en que el au- tor estaba muy distante de alimentar pretensiones literarias, y por lo mismo, quiere que subsista tal como salié de su pluma y con los lunares de forma propios de la inexperiencia. Referencias hay en estas paginas 4 obras y ma- nuscritos que existieron en la Biblioteca de Lima. Fatalmente, este edificio fué entrado 4 ‘saco en Marzo de 1881, y los cincuenta mil voldmenes que contuyo de los que ocho mil se contraian exclusi- vamente 4 la América colonial, solo Dios conece las manos 4 donde habran ido. 6 CUATRO PALARRITAS ee Pero si no es hacedero comprobar hoy todas las citas, téngase presente, para no dudar de su auten- ticidad, que las dos primeras ediciones de los ANALES se hicieron cuando aun existia, como. feente de consulta para los hombres de letras ¥ para los amantes de la historia, aquella valiosa Bi- blioteca, la mejor, sin duda, de la América latina, y los interesantes cédices del, también destruido, Archive Nacional, El autor conservaba originales algunos docu- mentos relativos 4 la Inquisicidn, Ellos formaban parte de una curiosa biblioteca americana de mds de tres mil volimenes que desaparecid, devorada por las llamas, en Ja noche del 15 de Enero de 8&1, al ocupar el ejército chileno el pueblecito de Mira- flores, distante legua y media de Lima, En.treinta afios de tesonero afin, habia logrado poseer no pocos manuscritos curiosos y libros raros sobre historia y literatura americana. En resumen, Estos ANALES son la armazon de un libro filoséfico-social, que otro, mas competen- te, eseribira. El autor se conforma con que no se le niegue el mérito de haber pacientemente aco- piado los datos. La tela y los materiales son suyos, Que otro pinte el cuadro. Lima, 1896 Anales de la Inquisicién de Lima. CAPITULO PRIMERO Sumario.—Fundaciéa del Tribunal ca Lima,—Real eédula de fanda- Gin, —Autos de fe bajo cl gobierno de D, Francisco de Teleds.— Don Marti, Henriques, vi vierey.— El marqués de Cafete, vin virrey.— Ed marqués de Salinas, ix virrey.-E] conde de Monterey, x virrey,— El mare qués de Montesclaros, x1 vimey. El marqués de Guadaledzar, xut viv rey.—Escandala bajo el gobierno del conde de Chinchén, xiv virrey.— El marqués de Manseta, xv virrey.—Edicto contra los portugueses—Jui- sio de residencia y acusaciin de cohecho.—El conde de Alba de Aliste, xvii virrey.—B1 conde de Santistcban, xvant virrey.~El conde de In Mon elova, xxin virrey,—E! marqués de Villagareia, xxx virrey.—Decnden- ci del ‘Ivibunal:—Autos de fe bajo los:gabiemos de los virreyes conde de Superunda y marquescs de Osorno, de Cestelfuerte y de Avilés, Sais el Pert, en nombre de Felipe Il, el virrey D. Francisco de Toledo, Hegé a Li- ma, el 9 de Enero de 1570, el licenciado Servan de Cerezuela, familiar de la casa de los condes de Oropesa, portador de la real cédula de fundacién del Tribunal del Santo Oficio. El compafiero de Cerezuela, Andrés Bustamante, habia fallecide en el viaje de Espafia 4 América, pesando, por lo tan- to, bajo la exclusiva responsabilidad del licencia- 8 RICARDO PALMA do, la organizacion del Tribunal. La real cédula 4 que nos hemos referido, esta asf concebida: D. Francisco de Toledo, mayordorno de nuestra casa, tuestro virrey y capitan general de las provin- cias del Peri y Presidente de nuestra Audiencia real de la ciudad de los Reyes, Oidores de la dicha nues- tra Audiencia, Presidentes y Oidores de las nuestras Audiencias reales que residen en las ciudades de la Plata, Quito, Panama y Chile de las dichas provin- cias, y cualesquier nuestros Gobernadures, Corregi- dores, Alcaldes mayores y otras Justicias de todas las ciudades y villas de ellas, ansi de espaticles como de los indios naturales que al presente sois y en adelan- te fueren, y 4 cada uno de vos 4 quien la presente 6 $u traslado auténtico fuere mostrado, y lo en ella contenido toca 6 pueda tocar en cualquier manera, salud. Sabed que cl Muy Reverendo en Cristo Padre Car- denal de Sigienza, Presidentede nuestro Consejo, In- quisidor Apostdlico General en nuestros reinos y forios, con acuerdo de los del nuestro Consejo de la General Inquisiciénu, y consultando con Nos, enten- diendo ser muy nevesario y conveniente para el au- mento y conservacion de nuestra santa fe catdlica y religi6n cristiana, poner y asentar en esas provincias el Santo Oficio de la Inguisicién, lo ha ordenado y proveido asi. Y porque dems de los Inquisidores y Oficiales que con su titulo y provisién han de residir y asistir en el dicho Santo Oficio, es necesario que haya familiares como los hay en reinos de Castilla, ANALES DE LA INQUISICIGN DE LIMA 9g — habiéndose platicado sobre el nimero de ellos y asf mismo de los: privilegios y excepciones que deben y han de gozar, consultado conmigo, fué acardado que, por ahora y hasta que otra cosa se provea, hayaven ja dicha ciudad de los Reyes, donde ha de residir. el Santo Oficio, doce familiares; y en las cabezas de ar- zobispados y obispados, en cada una de las ciudades, villas-y lugares de espatioles dei distrito de dicha In- quisicién, un familiar; y que les que hayan de ser proveidos por tales familiares sean hombres pacificos vy cuales convienen para ministerio de oficio tan san- to. ¥ los dichos familiares gocen de los privilegios de que gozan los familiares def reino de Castilla y que, acerea del privilegio del fuero en las criminales, sean sus jucces los Inquisidores, excepto en el cri- men lesa majestatis humana, en el crimen nefando contra natura, y en el crimen de levantamiento y conmocién de pueblos, y en el crimen de cartas de seguro nuestro, y de rebelién € inobediencia 4 los nuestros mandatos reales, ¥ en caso de aleve 6 de fuerza de mujer 6 monasterio, 6 de quema de cam- po 6 casa, y en otros delitas mayores que éstos. Item, ‘en resistencia 6 desacato calificado contra muecstras Justicias reales; porque en el conocimiento de nos- otros ni de las causas criminales en que fueren acto- res.6 reos no se han de entrometer los dichos Ingui- Sidores ni tener jurisdiccién alguna sobre dichos fa- Miliares, sino que la jurisdiccién en dichos casos que- de en log jueces seglares. Item, que los que tuvieren Oficios publicos de los pueblos.y otros cargos segla- ro RICARDO PALMA res, y delinquieren en cosas tocantes 4 los dichos ofi- cios y cargos, sean juzgados en los dichos delitos por las nuestras justicias seglares; pero en todas las otras causas criminales en que los dichos familiares fueren Teos que no sean de los dichos delitos, quede d los Inquisidores la jurisdiccién criminal para que libre- mente procedan contra ellos y determinen sus cau- sas, como jueces que para ello tienen nuestra juris- diccién, por ahora y adelante; y en los dichos casos en que los Inquisidores han de proceder pueda el juez seglar prender al familiar délincuente, con que Juego le remita alos dichos Inquisidores que del de-~ lito hubieren de conocer con Ja informacion que hu- biere tomado, fa cual se haga 4 costa del delincuen- te. Item, que cada y cuando que el familiar hubiese delinguido fuera de esa ciudad de los Reyes, donde como esta dicho ha de residir el Santo Oficic, y fue- re sentenciado por los Inquisidores, no pueda volver al lugar donde delinquis sin llevar testimonio de la sentencia que en su causa se did, y lo presente ante la justicia del lugar y la informacién del cumplimien- to de ella. Y para que nose exceda del dicho name+ ro de familiares que conforme 4 lo que esta declara- do ha de haber, los dichos Inquisidores guarden lo que acerca de esto el dicho Inquisidér General y Consejo les ha ordenado por sus instrucciones. Y los. dichos Inquisidores tendran cuidado que en el dicho su distrito se dé al Regimiento copia del nimero de familiares que en cada una de las dichas villas, ciu- dades y lugares ha de haber, para que los Goberna-° 5 DE LA INQUISICION DE LIMA 11 dores, Corregidores y las otras Justicias y Regimien- tos puedan saber y entiendan y puedan reclamar cuando los Inquisidores excedieren del ntimero; ¥ que asi mismo se dé la lista de los familiares que en cualquier gobernacion 6 corregimmiento se provean, para que los unos y los otros sepan que aquellos, ¥ no otros, son los que han de tener por familiares; ¥ que al tiempo que én ellugar de aquellos familiares se proveyere otra, los Tnquisidores lo hagan saber al dicho Corregidor, Gobernador 6 Justicia seglar en cuyo distrito se proveyere, para que entienda que aguél ha de tener por familiar, y no 4 otro, y para que, si supiere que no concurren en tal proveido las dichas calidades, advierta de ello 4 los Inquisidores, y si fuere necesario al Inquisidor General y Consejo para que lo provean. Por ende, YO vos mando que guardéis y hagais guardar y cumplir lo susodicho en todo y por todo, y que contra el tenor y forma de ello no vayais, ni paséis ni consintdis ir ni pasar por ninguna causa, forma 6 raz6n que haya; y que cada uno de vos juz- gue y conozca en los dichos casos que os quedan re- servados, y en los otros no os entrometdis, y ces¢ to- da competencia de jurisdiccién, porque asi conviene al servicio de Dios Nuestro Sefior y buena adminis~ tracién de la justica; y esta es mi yoluntad, y de lo contrario nos tendremos por deservido. Fecha en Madrid 47 de Febrero de 1565 afios—Yo zr --—Por mandato del Rey Nuestro Seftor, Gerdntmno de Zurita. 12 RICARDO PALMA A poco, el difunto inquisidor Bustamente fué reeniplazado con el licenciado Pedro Antonio Gu- tiérrez, nombraudose a la vez como fiscal al licen- ciado Aleedo, y por secretario 4 Eusebio de Arie- ea, sefialdndose por salario 4 cada uno de estos ministros mil pesos ensayados. El peso ensayado tenfa el valor de trece reales, Credronse ademas los siguientes empleos: un rector y un alguacil mayor, con mil pesos; un. no- tario, con seiscienios pesos; un alcaide, con qui- nientos; un nuncio, con cuatrocientos; un conta- dor, con doscientes, y un portero, con cuatrocien- tos, salarios que subsistieron hasta que Urba- no VIII dispuso que se creasen nuevas canongfas, en las catedrales del Pert, para el sostenimiento de los ministros del Santo Oficio. Lima recibié con toda solemnidad y con gran- des festejos al Inquisider Servan de Cerezuela, quien establecié el Tribunal en la casa fronteriza 4 la porteria € iglesia de la Merced, segun lo refie- re el padre Bernabé Cobo en su f/istorta de Li- wta. Fué muchos afios después cuando la Inquisi- cidn llegé a edificar las cdrceles que hemos cone- cido, en el terreno que primitivamente ocupara la casa de Nicolds de Rivera, el Mozo, compafiero de Pizarro y uno de los fundadores de la ciudad. El inquisidor mds antiguo estaba obligado 4 vivir en uno de los departamentos del edificio, ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 13 pee Lima tuvo la honra de contar entre sus nqui- sidores, nada menos qué 4 un caballero de sangre real, Fué éste D. Cristébal de Castilla y Zamora, hijo natural de Felipe [V. Halldndose de Inquisi- dor, en 1669, le llegaron Jas bulas en que se le nombraba obispo de Guamanga. No se ‘hizo la Inquisicién esperar mucho para ofrecer al pueblo-el espectaculo de un auto, y el domingo 15 de Noviembre de 1573 tuvo efecto el primero en la plaza Mayor, presidido por el nuevo inquisidor Gutiérrez de Ulloa y su colega Cere- zuela. Fueron penitenciados en él seis reos, ¥ arrojado 4 las llamas Mateo Salade, francés, here- je y contumaz. A inmediaciones de Maranga exis- te atin la ermita que habité Salade, Fué éste un embaucador 4 quien el pueblo, creyéndolo santo, fayorecfa con limosna de dinero. Vestia habito de jerga, y todos los sabados se le veia en la ciudad cosechando pesetas. No asistié d este auto el virrey; y el arzobispo, que se encontraba enfermo, concurrid en silla de manos. El 13 de Abril de 1578, y en la misma plaza Mayor, se celebré el segundo auto de fe. He aqui la descripcién que de ¢l hace un historiador: 14 RICARDO PALMA Este auto se celebré con tanta pompa como pudiera tener en la primera ciudad de Espaiia. La concurrencia fué inmensa, porque las gentes ha- bian acudido desde largas distancias, atraidas por io ruidoso de la causa y por el deseo de presen- ciar el triunfo de la fe. En la plaza Mayor se le- vantd un tablado con doseles para el virrey y pa- ta la audiencia, y con asientos para las corpora- ciones y personas notables. El estandarte de la fe fué conducido con la mayor solemnidad. Los reos, en numero de dieciséis, salieron con vela en ma- no, sin cefiidor, la cabeza descubierta, algunos con soga en la garganta, uno con coroza y dos con sambenito, Habia entre ellos dos religiosos dominicos, dos mercedarius, dos clérigos, un ju- fista y un escribano. Al virrey, a la audiencia y 4 las demas autoridades se tomd juramento de fa- vorecer al Santo Oficio, El obispo de Quito que, por estar vacante el arzobispado, autorizaba aquel acto; predicé con mucho fervor. Los procesos y sentencias se fueron leyendo con toda prolijidad, durando la ceremonia desde la mafiana hasta las doce de la noche. Los delitos y penas particula- res fueron, en sustancia: —Miguel Hernandez, se habia fingido familiar del Santo Oficio para cobrar una deuda, y fué multado en setenta pesos ensayados. —Juan de Estrada, por igual ficcién y porque ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 1S daba memorial de palabras y cosas para hacer burlas, fué penado en cien azotes. —Baltasar de Céspedes, se decia deudo de uno de los inquisidores y enviado del Santo Oficio: ha- bia falsificado Ja firma y sello del obispo de la Im- perial: y, echdndola de astrologo, supuso haber descubierto un cerro de oro, En castigo, de éstas y otras supercherias, salié con coroza, y en ella pin- tados tres hombres con los nombres de Bachiller coronado, Cerro de oro y Licenciado Prieto. Reci- bid doscientos azotes, en adelante se debia llamar Baltasar Rodiiguez, y estar perpetuamente fuera del distrito de. Santo Oficio. —Diego Garrén, mestizo, sufrid doscientos azo- tes, porque atemorizé 4 ciertos testigos que depo- mfan contra un compadre suyo. —Mateo de Enteres, flamenco, que tenia el Jnguisidor de Erasmo, libro prohibido, y bajaba los ojos y el rostro al comulgar, hizo abjuracién de evi y otras penitencias. —Estéban de Salcedo, mestizo, suffié un casti- go anglogo por haber dicho que la simple fornica- cion no era pecado mortal. ~Fray Gaspar de Bustamante, didcono de la Merced, tenia un manuscrito de ruines cosas, ha- bia predicado ddndose ya por sacerdote, y ofrecla anillos, ungiientos y piedras para inspirar amor; Por lo que fué condenado 4 -abjuracién de /ev7, 16 RICARDO PALMA degradacion de drdenes, destierra perpétuo del Peru, y cinco aflos de reclusion en Espafia. —Antonio Estacio, francés, que habia sido cau- tivo de los turcos y renegado, fué condenado en dos mil pesos ensayados y otras penitencias, por haber dicho que 4 un difunto,de quien era alba- cea, le habjan de hacer mal las misas, : _ Pedro Hernandez, escribano, se jactaba de soltarse facilmente sin romper los grillos y prisio- nes, de tener una jaca que andaba treinta leguas enun dfa, y de otras cosas que olfan 4 pacto con el demonio; por cuyas torpes jactancias sufrid dos- cientos azotes y el destierro de Indias, so pena de impenitente. —El maestro Juan de Morales, clérigo. predica= dor, fué desterrado 4.Espaiia y suspendido por cinco afios de sus funciones sacerdotales, por ha- ber tratado con los presos de la Inquisicién y di- clio, entre otras cosas sospechosas, que era pame- ma el juicio en el valle de Josafat. —EI bachitler Arnal de Biezma habia comuni- cado. con los presos del Santo Oficio y dicho que Mateo Salade, el ermitafio de Maranga, no’ tenia mas culpa que San Jorge,.y¥ que conocia una yet- ba con la que, poniéndosela delante, no serian las mujeres vistas de sus maridos. Aunque explicé estos dichos de una manera plausible, fué conde- nado.4 abjuracién de vehementi, 4.cinco afios de ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 17 ooo. yeclusion en la ciudad, 4 presentarse al Santo Ofi- cio una vez al mes, a no celebrar y 4 no llamarse licenciada. —Pedro Bermejo, sastre, afirmaba que la cari- dad era menor que la fe, y que San Pablo pudo errar porque fué hombre. En pena de estas ase- yeraciones, y en vez de decirle—sastre, 4 tu agu- ja y tus puntadas—fué condenado 4 doscientos azotes, abjuracién de vehementi, y tener la ciudad por carcel durante seis afios, so pena de impeni- tente relapso. —Fray Gaspar de la Huerta, mercedario, orde- nado de grades, por haberse fingido sacerdote pa- ya decir misa, y asegurado 4 ciertos frailes que se le habia aparecido un nifio llamado Salvadorico, fué condenado 4 abjuracién de vehkementi, degra- dacion, doscientos azotes, y 4 servir cinco afios en galera’ al remo y sin sueldo, so pena de relapso. —El Dr. D. Agustin de Quifones, jurista, oyendo predicar que Jesucristo era imagen del Padre, sostuvo que estaba mal dicho; y también afirmaba que los matrimonias clandestinos obli- gaban en conciencia, aunque el Concilio tridenti- no los habia dado por nulos, Por estas opiniones fué declarado hereje, sacéd sambenito, perdié sus bienes, estuvo confinado en el Cuzco por un afio, y en diez leguas 4 la redonda por cinco, quedd inhabilitado ¢ infame, se le probé que no sabia 2 18 RICARDO PALMA los mandamientos, ni los articulos, ni los sacra- mentos, y se le obligd 4 oir misa y sermén todos los dias festivos. La causa mas notable de este auto fué la de tres padres dominicos, de gran -opinién en ciencia y santidad, que habian sido inducidos 4 creer las cosas mds extraordinarias y atrevidas por las pa- labras de una moza, por cuya boca hablaban, en opinién de ellos, los angeles y los santos, —Fray Pedro de Toro, provincial de Santo Do- mingo, que era uno de estos reos, murid en la pri- sidn pidiendo misericordia, y sin embargo salié al auto en estatua y con sambenito, declarado por hereje. —Fray Alonso Gascon, presentado en teologia y prior de Quito, se delaté al obispo de haber da- do crédito 4 las cosas propuestas por aquella mu- jer endemoniada, y en consideracién 4 que habia dado cuenta de su delito, fué condenado 4 abju- racién de wehemendi, reclusion por seis afios, con -suspensién, por uno, de funciones sacerdotales. —Fray Francisco de la Cruz, presentado en teologia, predicador de mucha aceptacisn, privado del virrey y del arzobispo, y consultor de la In- quisicion, fué declarado hereje pertinaz, dogmati- zador, heresiarca, inventor de nueva secta y, como tal, digno de ser quemado vivo. El fiscal le habia puesto mds de ciento ochenta capftulos, su confe- ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 9 a aeoorv""0—0”8—1£:d:|) di sin llené mas de setecientas hojas, y el proceso mas de tres mil. Entre otras cosas extrafias decia: —que la Iglesia de Roma era simoniaca y habia ¢aido en la abominacién—que los indios eran. el verdadero pueblo de Israel—que el arzobispo de Lima debia ser Sumo Pontifice—que la confesion auricular debia-abolirse, y casarse los frailes y clérigos—que eran licitos la poligamia y el desa- fio, en casos de honra—que la Sagrada Escritura debia andar en lengua vulgar—y que los inqui- sidores eran Ands y Caifas; Cediendo a los conse- jos de la energumena, habia tenido en una mujer casada un hijo, al que consideraba come 4 un fu- turo San Juan Bautista. Asimismo se ‘suponia el nuevo Mesias, mas iluminado que San Pablo, tan santo como San Gabriel, tan paciente como Job, y el mejor de los hombres. Probaba su misién con textos del Apocalipsis, cantico de Abacuc, salmos y profetas, que interpretaba con mucha su- tileza, En el auto sostuvo sus proposiciones, hasta que, aconsejado por muchos varones graves, di- jo: que, pues tales personas eran de contratio pa- tecer, bien podia él deponer el suyo. Pero esta tardia y tibia retractacién no lo liberté de la ho- guera, —También aparecid, en caballo blanco y con una palma, al Dr. D. Agustin Valenciano, decla- rado inocente de la acusacion de herejia. 20 RICARDO PALMA Otras personas fueron sacadas en estatua, por haber muerto en la prisién 6 por no ser habidas; y, conforme a sus delitos, se les dicron las peni- tencias, haciéndose en el tablade relacién de todo. La bandera de la fe volvid 4 la Inguisicion acom- pafiada del virrey y obispo, sefiores de titulo y de- mds concurrencia. FE] auto dejé impresién profun- da por la grandeza del espectdculo, que habia re- unido 4 la pompa del triunfo el juicio mas terrible. Se recordaban con horror herejfas tan atrevidas é inauditas, y nadie se apiadaba del que habia sido condenado por traidor 4 Dios, al Papa y al Rey. En aquel siglo intolerante y de guerra 4 muerte en- tre catélicos y protestantes, los odios religiosos se acrecentaban-con los odios politicos, y no dejaban ver un hermano en el hombre de opiniones dife- rentes. Trasladado del virreinato de México al del Perth el Exemo. Sr. D. Martin Henriques, la Inquisicién solemnizé su entrada al gobierno celebrando, el domingo 29 de Octubre de 1581, el tereer auto de fe, en el que fué quemado Juan Bernal, sastre, na- tural de Flandes, por luterano y, penitenciadas veinte personas. Ustas fueron: —E] capitan de piratas ingleses Juan Oxnem, ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA ar ee gu maestre Thom Jervel y su piloto John Butler. por luteranos. —Por judios, Diego La Rosa, quitefio y bordador de oficio, y el portugués Manuel Lopez, marinero. —Francisco Hernandez y Diego Hernandez, es- pafioles, por haber sostenido que el amanceba- miento no es pecado. —Por bigamos, Juan de Medina, escribano y es- pafiol, y Juan de-Uriza, también espafiol, el que habiendo logrado fugarse de la prisidn se suicidé al verse en peligro de volver 4 ser capturado, Este salid en estatua. Alonso Velazquez, mestizo, arequipefio y de veintitrés afios de edad, y el espaiiol Juan Serrano, también por bigamos. —Por blasfemos fueron penitenciados el platero -espafiol Juan Ruiz de Cérdova, el mexicano Alon- so Ruiz y el barbero cuzquefio Antonio Olivera. —Pedro Bocanegra, limefio y de dieciocho afios de edad, salié al auto por haber escrito palabras sucias en una cruz. —Fray Alvaro Rodriguez, sacerdote portugués, asi como su compatriota Fray Antonio Osorio Fonseca, fué penado por proposiciones heréticas; y Juan de Medrano, que habia sido. expulsado del noviciado de los jeauitas por considerarlo éstos lo- Co, estuvo en peligre de ir dla hoguera como pre- dicador de una nueva-religién. 22 RICARDO PALMA —E] asturiano Hernando Abarca porque, como alguacil de la Inquisicién, abusd de su empleo, Un muchacho hermano del piloto Butler también fué penitenciado, A este auto no concurrieron el arzobispo de Li- ma iti el obispo de la Plata, que se encontraba de transito en la capital, 4 pesar de haberles escrito el virrey significdndoles que no era bien desairasen a la Inquisicién. Ambos mitrados, pretestando mo- tives de salud, desde ocho dias antes del auto se habian ido 4 una casa de campo distante dos le- guas de Lima, Durante la administracién del conde de Villar- donpardo, que duré tres afos, la Inquisicién no tuvo gran tarea; mas reemplazado por D, Garcia Hurtado de Mendoza, marqués de Cafiete, ¢l Tri- bunal lo agasajé con un auto el domingo de Cua- simodo 5 de Abril de 1592. E| auto no desagradé 4 su excelencia, y el 17 de Diciembre de 1595 presidié otro en el que, fueron quemados los portugueses Juan Fernandez de las Heras, Francisco Rodriguez, Jorge Nufiez y Pedro de Contreras, por judios judaizantes, De estos autos, y del de 30 de Noviembre de 1587, nos ocuparemios en especial capitulo. - El 10 de Diciembre del afio 1600, y en los mo- ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 23 mentos en que el virrey D, Luis de Velasco, mar- qués de Salinas, y los buenos habitantes de la ciu- dad de los Reyes se hallaban mas alarmados con Jas estorsiones de los piratas Olivier de Nott y Si- midén de Cordes, el Santo Oficio celebré auto pu- blicoen la plaza Mayor, al que comparecieron trein- ta y cuatro sentenciados, en el orden siguiente: Por blasfemos 4 Por hechiceras.... 2 Por bigamos.-.+++ 12 Por sospecha de luterano....+-+ I Por celebrar sin ser sacerdote... 1 Pot. oraz cscs... L Reconciliados....+ 0 Relajados em persona. weerree+ 2 Estos ultimos fueron los portugueses Baltasar Rodriguez de Lucena y Duarte Nuifiez, judios ju- daizantes. Bajo el gobierno de D, Gaspar Zufiga de Acc- vedo, conde de Monterey, se celebro, el 13 de Marzo de 1405, auto publico, al que compare- cieron: Por blasfemos..... 2 Por bigamos...... & Por celebrar sin ser sacerdote... I Portugueses reconciliados. 8 Relajados en estatua. Relajados en persona 24 RICARDO PALMA Liamabanse los ultimos Gregorio Diaz, Diego Lépez de Vargas y Duarte Enrique. ;Mala estrella tenian los portugueses con la Inquisicién de Lima! Entre los reconcialiados se hallaba Antonio Ro- driguez que, condenado 4 cuatro afios de reclusién en el convento de la Merced, tomé mas tarde el habito de-lego, alcanzando 4 morir en olor de san; tidad. Con el titulo de como ef Santo Oficio de Li- ma convirtié en Venerable dun judie, publicé en la Revista de Lima (1861) nuestro estudioso ami- ge José Antonio Lavalle una curiosa biografia de Antonio Rodriguez Correa. Antonio Correa era, en el Peri, buhonera 6 ven- dedor de baratijas. Lo acusaron de apéstata, por- que, habiendo recibido el bautismo, practicaba la ley de Moisés; era judaizante, porque rezaba los salmos de David sin gloria Patri: era judo, por- que guardaba los sdbados: era rebelde, porque te- nia una Biblia en romance: era fautor de herejes, porque en un viaje que hizo 4 Huancavelica reza- ba unas oraciones que, segun él, tenfan la eficacia de apartar todo peligro, y aconsejaba 4 sua com- pafieros que lo imitasen: y era, por fin, encubridor, porque se habia reunido en Lima con otros de su secta para celebrar el dia grande del Sefior de la madera que lo hacen los hebreos, es decir, cantan- do salmodias, comiendo pescado guisado con acei- te, y pan sin levadura. Iba ya la Inquisicién 4 en- ANALES DE LA INQUISICIGN’ DE LIha 25 —— fregarlo 4 la hoguera, cuando el reo se manitesté tan contrito que el Tribunal tuvo piedad de él, y se limité A condenarlo 4 que vistiese por tres ahios el sambenito, con la obligacién de oir los dias de fiesta la misa mayor en la catedral de Lima, amén de otras practicas devotas. Al encontrarlo por la calle vestido con el extravagante sambenito, las gentes hufan de él como de un apestado; y el infe- jiz tuvo que resignarse 4 pedir un asilo en el con- _ vento de la Merced, donde fué empleado en la co- cina. Al cumplir los tres alos volvié 4 presentarse ante la Inquisicidn, la que lo despojé del traje pe- nitencial y lo énvid 4 Espafia. En el libro Dios prodigiaso en el judto més obs- “nado, impreso en Lima en 1692, y del cual se conservan dos ejemplares en la Biblioteca Nacio- nal, se encuentran relacionados los milagros que Practicé Antonio Rodriguez Correa, al que la Iyle- Sia acata bajo el nombre del Veneradle Antonto de San Pedro. Parece que no hay quien agite ahora el expediente para su canonizacién. El virrey marqués de Montesclaros, que habia Presidido en México no pocos autos de fe, asistid, el domingo 10 de Julio de 1608, al que se efectud €n el cementerio de la Catedral, Se presentaron en €l dieciocho personas y el bachiller Juan del Cas— 26 RICARDO PALMA tillo, natural de Lima, 4 quien achicharré el fuego por haber sostenido que la ley de Moisés era la ver- dadera, que el dia de Pascua no estaba bien deter- minado, y que Adan no tuvo ombligo. Mendiburu, en el correspondiente articulo de su Diccionario Astovice, dice que él bachiller Castillo era hombre notable por su talento é ilustracién, que se acercd una vez al arzobispo Santo Toribio diciéndole que el cémputo eclesidstico estaba errado, y que el ar- zobispo, después de escucharlo con benignidad, le aconsejo que callase y no se metiese en honduras, El limefio bachiller debié ser hombre de regocija- da chispa, pues contaba que estando San Pedro en una taberna, rodeado de mujerzuclas, pasé Cris- to y le pregunté:—;Qué haces, Pedro?—Aqut, Maestro, multiplicando, contesté el apdstol_— Pues. acaba de multiplicar y vente. El 17 de Junio de 1612 concurrié el mismo vi- rrey al auto privado que se efectud en la capilla de la Inquisicién, y en el cual fueron penitenciados nueve individuos, contandose entre ellos el escri- bano real D, Hernande Najera. Con menos fortuna que su antecesor, el virrey principe de Esquilache, que asi cultivaba las mu- ANALES DE LA INQUISICIGN DE LIMA 27 sas como blandia la espada, se encargé del go- bierno del Peri D. Diego Fernandez de Cardova, primer marques de Guadalcazar. En 31 de Diciembre de 1625, se celebré en Ja plaza Mayor, al cual asistieron veinticuatro peni- tenciados. Fueron arrojados al fuego los portugue- ses Diego de Andrade y Juan de Acufia Norojia; yen estatua y huesos Garci Méndez de Duefias, que se habfa ahorcado en la prisién, y el preshi- tero Manuel Nuficz Almeida, que murid de ham- bre por haberse resistide 4 comer desde el dia en que fué preso, Entre las penitenciadas se encon- traba, acusada de hereje y supersticiosa, Inés de Velasco la sevillana, conocida con el apodo de la Voladora. En el auto de fe se arrojaron al fuego los cuadernos que habia escrito la Velasco, y que contenian desatinos que el Tribunal calificéd de heréticos. Afiade la tradicién popular que, al ver volar ella las cenizas, murmuraba: «jecha flores!» Sobre este auto, del que mds extensamente nos /Ocuparemos en otro capitulo, hemos encontrado én los libros del Cabildo de Lima el documento que sigue: Sabado 15 de Diciembre se juntaron, 4 las diez de la manana, el alguacil mayor D. Juan Arévalo de Espinosa, caballero del habito de Alcantara, y los se- ‘retarios, familiares y ministros de este Santo Tri- 28 RICARDO PALMA bunal, y salieron de la Inguisicién 4 caballo, con trompetas y atabales y clarines, 4 pregonar el auto por toda la ciudad. Hizose cl tablado en Ja plaza Ma- yor, arrimado 4 las casas del Cabildo, tan grande que tenia en cuadro mas de cuarenta varas; y otros mu- chos tablados, todos tan capaces que cupieron mas de ocho mil personas. La vispera del auto, 4 30 de Diciembre, habiéndose juntado en la Inguisicion to- das las religiones y los ministros y oficiales del San- to Oficio, 4 las cuatro de la tarde salieron de la capi- lla en procesién, Hevando el. estandarte el alguacil mayor, 4 quien seguian en dos cores las comunida- des, los familiares, comisarios y calificadores, y en medio el vicario general de Santo Domingo con la cruz verde de mas de dos varas y media de alto, con veinticuatro religiosos de sn orden con achas encen- didas en la mano. Acompanaron los Inquisideres la cruz hasta salir fuera de la capilla de la Inquisicién. Salié luego el core de la Iglesia Mayor, canté cl him- no Virilia regis y, acabado el himno, iban cantando el salmo Deus daudem tram, hasta que legaron al cadalso donde se colocé la cruz verde en el altar que estaba prevenido, y alli la dejaron con blandones y hachas encendidas, quedando muchos religiosos y fa- miliares velando aquella noche, y cuatro caballeros 4 quienes nombré el Santo ‘Tribunal por gobernade- Tes, que con bastones negros ejecutasen sus 6rdencs. Aquella noche liamaron 4 los prelados de Jas érde- nes y calificadores para que aconsejasen 4 los relaja- dos; y por la mafiana, entre ocho y nueve, sacaron a ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 29 los penitenciados con la cruz de la parroquia, que era la de la Iglesia Mayor, cubierta de un velo negro,. significando asi.que iba entre ‘excomulgados. Lleva- banla cuatro curas y la clerecia. cantando el Aézse- yere met en tono muy triste. Iba cada penitente en- tre dos familiares y otras personas honradas. Rema- taban ¢sta procesién el alguacil mayor y los secreta- rios del secreto, llevando los cofres de plata donde iban las sentencias de los condenados, hasta llegar al tablado. Y cstando sentades en él, en las gradas altas para este efecto hechas, salié el virrey de pala- cio llevando delante la compatia de gentiles hom- bres arcabuceros con su capitan y dos clarines. Than luego los vecinos y caballeros, 4 los cuales seguian prior y consules en forma de tribunal, y luego la real Universidad llevando delante incorporados los dos colegios de San Marcos y San Martin, los dos bede- les 4 caballo con las mazas atravesadas sobre el bra- zo, siguiendo los maestros y dectores con borlas y ca- pirotes. Seguianse los dos Cabildos, secular y ecle- sidstico, y entre dos maceros iba el pertiguero con fopa y pertiga negra, luego los dos secretaries y, de dos en dos, los prebendados y regidores, llevando la derecha el cabildo eclesidstico. Seguianse los dos re- yes de armas con sus cotas y mazas, ¢l capitan de la guardia y el alguacil mayor de corte, y de dos en dos, los fiscales, alcaldes y oidores, y el mds antiguo al lado del virrey, A cuya espalda venia el Capitin ge- neral de caballerfa, el caballerizo mayor y paje de guidn, siguiendo la compatia de lanzas. En este or- 30 RICARDO PALMA den llegaron 4 la Santa Inguisicién en donde, ha- biéndose quedado a la puerta las comunidades, la real Audiencia entré hasta el primer patio y el virrey hasta el segundo, en donde hallé 4 los Inquisidores apostdlicos puestos los sombreros sobre los bonetes que aman de auto, insignia de Legados de Su San- tidad, y el fiscal estaba 4 caballo con el estandarte. Y¥ habiéndose hecho el virrey y los Inquisidores sus cortesfas, lo recibieron en el medio y no se movid nadie hasta que el Inquisidor mas antiguo dijo:— Hora es ya de comenzar 4 andar.—Y as{ salieron acompafiades en el mismo orden que vinieron, y llegando ala plaza Mayor donde estaba el escuadron de Jas compaiiias de numero de Ia ciudad, al divisar el estandarte de la fe, abatieron sus banderas con sal- va y cortesia militar, hasta que llegaron al cadalso donde se celebrd el auto y fueron leidas las senten- cias de los condenados, justiciando 4 los relajados; y absolviendo el Inquisidor m4s antigua, con estola y sobrepelliz, los reconciliados, se acabé el auto. ¥ los relajados fueron Ilevados 4 justiciar por cl algua- cil mayor de la ciudad y sus ministros, y por el de la Inquisicién. Y para mas autoridad de este Santo Tribunal, cl virrey, andiencia, cabildos y demas acom- patiamiento volvieron por el mismo orden con el Santo Ofcio hasta el segundo patio de la Inquisi- cisn. El Cabildo de la ciudad did, para ayuda 4 hacer el tablado de este auto, al Tribunal de la Inquisicién seiscientos pesos de d ocho reales, los cuales libré en ANALES DE LA INQUISICIGN DE LIMA 31 Jas condenaciones aplicables 4 obras piblicas; y por- que no las hubo se pagaron de los propios y rentas de esta ciudad, en conformidad de la provisién que del gobierno hay para ello. ¥ asi mismo dis y libré la plata que fué necesaria para palos y cordeles y le- fia para justiciar 4 los relajados, por la obligacién qué tiene 4 dar para el gasto de todo ajusticiado. Asi mismo, libré el Cabildo doscientos pesos de 4 ocho reales, en los propios y rentas, para la comida que ¢l dia del auto comieron los alealdes y régidores que asistieron. El 17 de Junio de 1612 hubo un auto de poca so- lemnidad-en el que fueron penitenciados uno, por” blasfemo; otro por guitarrista, pues su crimen fué cantar unas coplas deshonrando 4 una sefora de la aristocracia; ocho por bigamos y cinco judios recon- ciliados. La unica cavsa entretenida que se leyé en €ste auto fué la de Ana de Castafieda, cuarterona, de cuarenta anos de edad y barragana de un fraile dominico. Declaré muchas obcenidades y brujerias, paseé por las calles en bestia de albarda y suftié dos- cientos azotes, El Gobierno del conde de Chinchén, que suce- did al del marqués de Guadalcdzar, cuenta en sus anales tres autos de fe. El primero fué privado, y €n la capilla de la inquisicion, el 27 de Febrero de 1631. Fneron en él penitenciados tres hombres y az RICARDIG PALMA cuatro mujeres por hechiceros, bigamas y blas- femos, La noche del 11 de Agosto de 1635 fué de ver- dadera conmocidn en Lima. Por todas partes se encontraba alguaciles de la Inquisicién y la famo- sa calesita verde, Practicdronse mds de cien pri- siones, recayendo muchas en acaudalados comer. ciantes, Y para tener calabozos expeditos, se vid obligado ¢] Santo Oficio 4 celebrar auto privado el dia 17, penitenciando en él 4 doce personas, Trascurtieron mas de tres afios sin que el pue- blo supiese la verdadera causa de tan multiplica- das prisiones. Por fin, se anuncid para el domingo 23 de Enero de 1639 el mds solemne auto de fe que se habia visto en el Peri, Aparecieron en él ochenta reos. Siete salieron con palmas y en ca- ballos blancos, por habérseles declarado inocentes. Seis mujeres fueron penitenciadas por hechiceras y judias, y cincuenta reos mds fueron reconcilia~ dos, vistiendo en la ceremonia el infamante sam- benito, Manuel Bautista Pérez, comerciante de mucho crédito y que habitaba en la casa conocida desde entonces por casa de Pilatos, duefio de riquisimas minas de plata en Huarochiri, y de dos valiosas haciendas en el camino de la Oroya, fué condena- do & morir en el brasero, Lo acusaron de judio ju- daizante y de que sus compatieros Jo miraban como ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 33 al ordculo de la religién hebrea, designandolo con el nombre de Capitén grande. Se caiculaba su for- tuna en mds de medio millén de pesos. Con él fue- ronquemados los ricoscomerciantes Antonio Vega, Juan Rodriguez Silva, Diego Lopez de Fonseca, Juan Acevedo, Luis de Lima, Rodriguez Vaez Pe- reira, Sebastian Duarte, Tomas Cuaresma y el ba- chiller Francisca Maldonado, ciryjano afamado, natural de Tucuman € hijo de portugueses. Tam. bién fueron quemadas los huesos de Manuel Paz, que se habia ahorcado en la carcel. A las tres de la tarde, y en el momento en que iban 4 arrojar 4 las lamas d los relajados, se levan- t6 un furiose huracdn, fendmeno que por primera vez se vid.en Lima. La violencia del viento rom- pid el toldo que daba sombra al tablado, y el ci- tujano Maldonado exclamé:—Esto lo ha dispues- to asf el Dios de Israel para verme cara 4 cara des- de el cielo. Cuentan que el sacerdote que acompa- fiaba al portugués Luis de Lima, le dijo que diese gracias 4 Dios porque le preparaba el cielo de val- de.—No tan de valde, padre, contesté el reo, que cincuenta mil pesos me cuesta.—Aludia 4 los bie- nes que le confiscaron los inquisidores, . Al otro dia salieron por las calles en bestia de albarda, los sentenciados 4 la pena de azotes. Esta causa existié original hasta 1881 on el ar~ chivo de la Biblioteca de Lima. 34 RICARDO PALMA A\ propdsito del famoso auto de fe de los por- tugueses, dice ef cronista de Aragdén, Pelliza y To- var, que en un dia dado se apoderaron las autori- dades en Espafia de la correspondeucia rotulada 4 vecinos portugueses; que se encontraron claves y cartas en cifra, descubrigndose que las sinagogas de América estaban en intima relacién con las de los judios de Holanda. El licenciado D. Fernando Montesinos eseribid y publicé en Espafia una extensa relacién del auto que el pueblo denontinaba e/ castigo de los porte. gueses. De ese libro extractaremos la lista de los penitenciados: —Francisco Hurtado de Balcdzar, natural de Espafa, familiar del Santo Oficio de. Lima, y Juan de Canales Albaran, mestizo, cuzquefio y ayudan- te del aleaide de la careel, por haberse dejado co- hechar y puesto en comunicacién 4 presos portu- gueses. —Ana Maria Gonzalez, mexicana, y Juan Ld- pez de Mestanzo, mestizo, natural de Trujillo, con- victos de bigamia. —Maria de Contreras, esclava, natural de Lima. —Anade Campos, natural de Guamanga —Dofia Beatriz de Labandera, natural del Cuzco,—Maria- na de Olave, también.cuzquéfia,.—Luisa Oa, mu- lata, natural de Lima, y la hermosa dofia Estefa- nia Ramirez de Meneses, de 32 afios de edad y ANALES DE LA INQUISICION Di Lista 35 eee qatural de Granada en Espaiia, fueren penitencia- das por hechiceras famosas, —Abjuraron de vehemenit, por sospéchosos de seguir la ley de Moisés, Domingo Montesid, natu- zal de Santarem. —Simén Osorio, de San Comba- dan, —Francis¢o: Vazquez, natural de Mond Luis Valencia, de Lisboa,—Pedro Farias, natural de Guimaraes.—Rodrigo de Avila, el Mozo, natu: ral de Lisboa y Manuel Gonzalez de Moncharaz. —Fueron reconciliados y vestidos con sambeni- to, por observantes de la ley de Moisés, Antonio Cordero, de Portg-alegre.— Antonio Acufia, de Se- villa—Antonio Fernandez, dé Moncarbo.—Anto- aio Balseira de Acosta, de Braganza.— Amaro Dionis, de Tomar—Bartclomé Leon, de Bada- joz.-—Baltasar Gomez, de Valladolid. —Dofia Ma- yor de Luna, hija de portugueses, natural de Se- villa y mujer de Antonio. Morén,—Dofia Isabel Antonia, hija de ésta y casada con Rodrigo Vdez Pereira.— Enrique Nufez de Espinosa, de Lisboa, Marido de dofia Mencia de Luna, hermana de dofa Mayor.—Enrique Lorenzo, de Moncarbo.—Fran- cisco Méndez, de Lamego.—FranciscoNunez Duar- te, de Santarem.—Francisco Luis Arias, de Cas. telobranco.— Francisco Montesinos, de Moncar- $o.—Francisco Hernandez, de la Guardia.—Fer- nando Espinosa, de Mancarbo,—Fernando Este- ves, de la Guardia.—Jerénimo Fernandez, de Se- a6 RICARDO PALMA villa. —Jerénimno Acevedo de Pontevedra.—Gaspar Rodriguez Pereira, de Villatreal.—Gaspar Fernan- dez Contifio, de Villaflor.—Garcia Vaez Enrique, de Sevilla Gaspar Nuifiez Duarte, de la Guardia. Jorge Silva, de Eschemoz.—Jorge Tabares, de Se- villa—Jorge Espinosa, de Almagro.—Juan de Lima, de Moncarbo.—Juan Rodriguez Duarte, de Montemayor.—Juan de Acosta, del Brasil.—Luis Vega, de Lisboa— Manuel LaRosa, de Porto-ale- gre—Manuel Alvarez, de Rioseco.—Melchor Re- yes de Lisboa._Manuel Matos, de Frejo:—Mateo - Enriquez, de Moncarbo.—Pascual Diaz, de Miran- dola.— Mateo de la Cruz, de Moncarbo.—Pascual Niifiez, de Braganza —Pablo Rodriguez, de Mon- temayor.—Tomas de Lima, de Moncarbo, Es de- cir, 4t entre portugueses y descencientes de por- tugueses, —Reconciliados con sambenito, pero que la no- che antes del auto estuvieron con insignias de quemados: Enrique Paz, natural de la Guardia, y Manuel Espinosa, natural de Almagro. —RELAJADOS 6 quemados vivos por observan- tes de la ley de Moisés, convictos, confesos y pe- nitentes: Antonio de Vega, natural de la frontera de Portugal, murié quemado é impenitente.—Die- go Lopez Fonseca, de Badajoz, de cuarenta afios, murié como ¢l anterior y sin renegar de sus falsas ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA a Silva, de treinta y tres afios, cirujano, natural de “Tucuman, hijo de portugueses, y el mayor judio ‘que ha tenido el Perd.—Juan Rodriguez Silva, de Estremoz, de sesenta afios, murid impenitente.— Juan Acevedo, de Lisboa, de treinta y seis afios, murié como el anterior.—Luis de Lima, de Mon- carbo, de cuarenta afos, murié con sefiales de atrepentimiento, -MANUEL Barista PEREZ, na- tural de Ancar, en el obispado de Coimbra, de cin- ‘cuenta y cuatro afios de edad, cabeza de los ju- dios en el Peri, gran rabino de la sinagoga y lla mado por sus secuaces el Capifdn grande, mun quemado € impenitente,—Rodrigo Vaez Pereira (el marido de dona Isabel Antonia Morén}, natu- ral de Monsante, dé cincuenta y dos aiios, murld dando muestras de arrepentido,—Sebastian Duar- te, de Montemayor, quemado y con sefiales de arrepentimiento,—E] bachiller Tomé Cuaresma, natural de Serpa, cirujano, de cuarenta y cinco afios, murié impenitente. Total. diez seres huma- nos devorados por la hoguera para mayor gloria de la Iglesia. —Maés ain, Fué quemado en estatua Manuel Paz, natural de Pedrina, que se ahorco en Ja pri- sion, Sus huesos se arrojaron 4 las llamas. —Dofia Mencia de Luna, sevillana, hija de por- tugueses, hermana y esposa de penitenciados en este auto, delicada. joven de veintiscis afos de 38 RICARBO PALMA edad, habia muerto cn el tormento, a la segunda. vuelta de mancuerda. —-Salieron libres y con palmas, 4 guisa ce triun- fantes:—Santiago del Castillo, natural de San Vi- cente de la Barquera.—Alonso Chaves Chaparro, valenciano,—Santos Gonzalez, natural de Capelu- dos.-—Ambrosio Morales, de Oporto,—Francisco- Sotelo, de Castelo.—Pedro Soria, de Cartagena de Indias—Andrés Mufioz, de la isla Tercera.—jBien. felices fueron estos siete en salvar de las garras del sanguinario Tribunal! Veinticinco afios después, en el auto de 28 de Enero de 1664, fué quemada en estatua dofia Men- cia.de Luna que, como hemos visto, habia sido ya juzgada. La Inquisicién no perdonaha ni 4 los muertos. Ante tan ‘implacable tribunal no cabia prescripcién. Gobernande el marqués de Mancera D. Pedro de Toledo y Leiva, celebré la Inquisicién auto pri- yado el 17 de Noviembre de 1641, al que asistic- ron diecis¢is penitenciados: uno, por bigamo; ca- corce portugueses, por judios; y dofia Maria de la Cerda y Vadillo, llamada la Yuewmnanesa, por he- chicera. Esta y tres de los portugueses fueron azo- tades por las calles, al dia siguiente: De afio en aiio iba awmentando la prevencion A LES DE TSICION Di LIMA 39 contra los portugueses, contribuyendo no poco el Santo Oficio, hasta-que, con motivo de una repre- sentacidn que, en 1646, dirigicron 4 la real Au- diencia, ordend el virrey que se pre: las armas que tuviesen y que saliesen luego del pais. Presentdaronse mas de seis mi! portugueses, y consiguieron la revocacion de lo mandado median- te un fuerte donative de dinero, Este cohecho fué uno de los puntos de acusacién hechos al virrey en el juicio de residencia 4 que, segtin costumbre, se le sometié, al ser reemplazado con el conde de Sal- vatierra. En la memoria 6 relacién de mando del marqués de Mansera, interesantisime documento ntasen con que existic inédito en la seccion de manuscrites de la Biblioteca de Lima, se trasluce que el rigor con- tra los portugueses, mas que por motivo religioso, fué por suspicacia politica y per envidia, viéndoles prosperar en cl comercio y la mineria con dafio de los nacidos en Espatia. Si bien bajo el gobierno de D, Luis Hentiquez de Guzmdn, conde de Alba de Aliste, no se cele- bro auto de fe, no por eso la Inguisicién estuvo mano sobre mano. Dien varios cronistas que el vitrey habia traido de México, entre otros libros Prohibidos, un opiisculo escrito por el holandés Guillermo Lombardo. Tuvo el Santo Oficio noti- 40 RICARDO PALMA cia del contrabando. y el primer dia de Pascua de Espiritu Santo, hallandose su excelencia en la Ca- tedral, subié al ptilpito un comisario del Tribunal de la fe, y leyd un edicto conminando al virrey a entregar el herético libelo, y 4 poner 4 disposicién del Santo Oficio 4 su médico Cesar Vandier, sos- pechoso de luteranismo. El-virrey salid del'templo furioso por el ultraje, y se armé largo litigio, al que puso término Felipe 1V reprobando el proce- dimiento inquisitorial; pero aconsejando al de Al- ba de Aliste qué entregase el librejo, En cuanto al médico Vandier, permanecié ocho afios encerrado en las mazmorras del Santo Oficio, Acusaronlo de Interano y ultrajador de imagenes, Con tal motivo hubo procesién de desagravie y otras solemmnes ceremonias, que terminaron trasla- dando de casa de Vandier 4 la iglesia del Prado las insultadas efigies. Visitando en Pascua de Navidad, segun era cos- tumbre, el Tribunal de la Inquisi se éste en que también se hallaba en el saldn el al- guacil con su vara, y ordend su excelencia que ese empleado subalterno del Sante Oficio no pasara del umbral de la puerta. De esto formaron tam- bién gran cuestion los Inquisidores, y ocurrieron en queja al monarca. El resultado de esta querella nos ¢s desconocide, a pesar de lo mucho que he- mos investigady. sn al virrey, fijd- ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 41 Por sus cuestiones con la Inquisicién, fue el de Alba de Aliste conocido con el apodo de ef virrey hereje. E] 23 de Enero de 1664, siendo virrey el conde de Santistevan, se efectud en Ja plaza Mayor un auto en el que fué quemado el portugués Manuel Enrique, por judio, y la estatua de dofia Mencia de Luna que, como hentos dicho, habia sido peni- tenciada en el famoso auto de 1639. El 16 de Febrero de 1666, y en auto privado, fueron penitenciadas siete personas. El 8 de Octubre de 1667 fué penitenciado el francés Cesar Nicolds Vandier, médico que habia sido del virrey conde de Alba, También este auto fué privado y, como cl anterior, se efectud en la ¢apilla de la Inquisicién. Carecemos de pormeno- tes sobre estos tres autos. El celebérrimo auto de Angela Carranza, al cual Consagraremosespecial capitulo, fué el 20 de Diciem- bre de 1694, gobernando el conde de la Monclova. El 28 de Noviembre de 1719, el 21 de Septiem- bre de 1720 y el 12 de Julio de 1733 hubo autos uyos pormenores nos son desconocidos, pero que €stimamos de poca’ importancia. Az RICARDO PALMA Mandando el virrey marqués de Villagarcia, ce- lebrdse el auto de 21 de Diciembre de 1736, en eb que feé quemada dofia Ana de Castro; y en esta- iua, el jesuita chileno Ullea y su paisano Velasco, Come se ve, la Inquisicién habfa dejado correr cuarenta afos sin funcionar en ptiblico. Mablare- mos largamente de este auto en otro capitulo. El 11 de Noviembre de 1737 hubo autillo en la iglesia de Santo Domingo, con pocos peniten- ciados Fué bajo el gobierno del marqués de Villagar- cia cuando se inicié causa contra los Inquisidores D.-Diego de Unda y D. Cristebal Calderdu, por defraudacién de dineros que a la corona correspon- dian. Con tal motivo, vino de Madrid D. Pedro An- tonio de Arcnaza, comisionado por el Consejo de la Suprema, A contar desde cstos dltimos autos, comenzé la Inquisicién 4 ablandarse-y perder prestigio, pues no volvié 4 brindar al Ser Supremo ofrendas de carne humana. Pueden reducirse 4 los siguientes los autos que celebro: En 19 de Octubre de 1749, auto solemne para rehabilitar la memoria de 1). Juan de Loyola y pe- nar d sus calumniadores. En 7 de Abril de 1761, auto privado en el que ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 43 aa se castigd al francés Francisco Moyen y 4 cinco personas mas, Otroautillo hubo en 1.° de Septiembre de £733. En 18 de Febrero de 1800, autillo para peni- tenciar 4 dos tunantes que habian celebrado misa sin ser sacerdotes, El 27 de Agosto de 1803, fueron penitenciadas, por hechiceras, una mujer apellidada la Rivero, y la beata conocida por /z madre Sun Diego. El-1o de Septiembre de 1805 fue penitenciado un hombre, por blasfemo; y cl 17 de Julio de 1806 otro, por sortilegios. A ninguno de estos autillos concurrieron vitre- yes ni corporaciones. Se efectuaron 4 cencergos ta- pados en la capilla del Tribunal, y con asistencia de poquisimas personas notables 4 las que, por particular afecto, invitaron los Inquisidores, Publica fue sélo la azotaina 6 paseo de los reos, al dia si- guiente del autillo. En 1810 la Inquisicién mantuvo por seis meses, encerrado en un calabozo, ad un negro que ganaba | pan paseando por las calles de Lima, perros, ga- tos, ratones, marmotas, monos y otros animalejos, 4 quienes habia ensefiado 4 bailar y hacer algunas habilidades. Aquello no podia ser sino por arte del demonio. 44 RICARDO PALMA Desde 1805 declaré la Inguisicién de Lima cru- da guerra 4 los lectores de libros prohibidos. La revolucidn asomaba las narices, y era preciso cor- tarselas. Ya el Santo Oficio no se cuidada de bru- jas, que maldito si eran peligrosas. Para él, no ha- bia ya mds herej/as que las doctrinas de los fildso- fos revolucionarios de Francia, Camilo Henriquez, el marino Urdaneja que murié combatiendo por la independencia de México, y muchos colegiales de San Carlos fueron atrestados unos, desterrados otros y amonestados todos, por su aficién 4 la lec- tura de obras que habian merecido el veto inqui- sitorial. CAPITULO II Sumario. —Auto de fe on 1587 del 27 de Diciembre de 1595. Aun dels de Abril de tgg2.—Aute Auto del x0 de Diciembre de r6¢0, OS abusos cometides por el inquisider Gutié- ay trez de Ulloa el que, segin diversas informa- ciones, era crapuloso y mujeriego mds que Teno- rio, obligaron 4 la General de Madrid 4 enviar, co- mo juez pesquisador, al Dr. Ruiz del Prado quicn tomo era 4 la vez inquisidor, dispuso un auto pui- blico de fe para el 30 de Noviembre de 1587. Los penitenciados fueron: —Juan Diaz, barbero espaftol, por haber jurado por las orejas del Papa y dicho que era mejor ser casada que monja, y que tener acceso carnal con una india en Semana Santa, era pecadillo venial. —Gonzalo Rodriguez, natural de Extremadura ¥ de ejercicio labrador, por haber dicho que al que no cabalgaba en este mundo lo cabalgaba el dia- blo en el otro, —Dos negros panamefios, Juan y Marfa, por di- charachos parecidos. 46 RICARDO PALMA -—Por bigamos, Gabriel de Leén, Pedro de Agui+ lar, Gaspar Lopez de Agurto, Juan Gonzalez, Al- varo Calderén, Iiiigo dela Vega, Hernan Lépez, Pedro de Leén, Gabriel Cea, Carlos Correa y. Juan Bautista, espafioles unos y portugueses otros. —Juan Pérez, aragonés, y Francisco Bello, por- tugués, porque, jugando 4 los naipes, renegaron de Dios y sus santos. —Macestre Andrea, carpintero italiano, porque afirmé que los mores se salvaban en su ley. —Pedro Gutiérrez, quitefio, por nigromante, ast como el espafiol Juan Pablo de Borja que se jac- taba de poseer la rueda de Santa Catalina para practicar brujerias. —Fray Juan Cabello, agustino y ordenado de epistola, por haber colgado el habito y casddose. —FPor haber dicho misa sin ser sacerdotes, Pe- dro Martinez, cuzquefio, Juan Marquez, de Cana- rias, y Pedro Bohorques, mexicano. —Fray Pedro Coronado, sevillano y de la orden mercenaria, por predicar’ proposiciones heréticas. —-Juan Drake, primo del pirata inglés sir Fran- ‘cisco Drake, y su paisano Ricardo Ferrel, por lu- teranos, Ambos abjuraron para no ser quemados, —Finalmente, hizo el papel principal en este auto, pues fuc quien pagd el pato achicharrado en Ja hoguera,.un flamenco conocido bajo los nom- bres de Miguel del Pilar 6 de Juan Miller, Era casa- ANALES DE LA TNQUISICION DE LIMA Ay oe do con una moza de veinticinco afios llamada Qui- teria, gran pecadora de medio cuerpo abajo, la cual por consejo de un clérigo, el licenciado Villalta, que era su amante, lo denuncié 4 la Inguisicion come luterand, Miller se negé a abjurar, después de haber sufrido los tormentos dé potro y garroti- llo en los dedos; y la caritativa Inquisicion, fasti- diada de bregar con semejante picaro, lo mandé 4 la hoguera. En cuanto al pesquisador 1). Juan Ruiz del Pra- do regreso 4 Espafla en 1504, después de haber dado en Lima no poco escandalo por sus relacio- nes amorosas con la mujer y la cufiada de un se- fior Salinas. Gutiérrez de Ulloa, el pesquisado, murié en Li- ma el.7 de Julio de 1597, 4 los 63 afios de edad. Se le acusaba de haber detraudado al fisco, como inquisidor, mas de cien mil pesos. El solemne auto de fe celebrado el domingo de Cuasimodo § de Abril de 15.02, principid 4 las seis de ja mafiana y duré hasta las once de la noche, sin que el virrey D Garcia de Mendoza y la virrei- na se retiraran ni por un momento del tablado. {Buen ‘aguante! Este auto comenzé con la ceremonia de degra- dacién que el arzobispo Toribio de Mogrovejo 48 RICARDO PALMA me practicé en un sacerdote de Ia Merced. Parece que Santo Toribio se presté 4 concurrir por satisfacer alos inquisideres Ulloa y Prado, que lo habian acu- sado ante la General de Madrid como enemigo del Santo Oficio y de sus ministros. [as causas leidas en este auto fueron las si- guientes: —Ana de Castaneda, mulata panamefia, y dofia Isabel de Espinosa, natural de Espafia, por hechi- ceras. La Castaneda volvié 4 ser penitenciada en 1612. —Francisco Lépez de Osuna, porque, exami- ndndole las rayas de Ja mano, pronosticd en un ga~ rito 4 otro jugader préxima y aciaga muerte, —Por haber dicho misa y confesado sin ser sa- cerdotes, Hernando Manrique, espafiol, Juan de Matos, portugués, y Antonio Renteria, mexicano. —Por testigos falsos, Sebastidn Ruiz y Manuel ‘Ribero, portugueses. —Por bigamos, Francisca Herrera, mestiza; Juan Brau, Isabel Pérez vy Maria Angela, negros; Hernando Silva, mulato; Francisco Martin y Anto- nio de Jerez, espafioles, —Sebastidn de Orbieto, marinero andaluz, por haber dicho que, siendo saltero y pagando, no pe- caba al tener relacién con las mujeres. Juan de Ordufia, Pedro de Talavera, Jorge el griego, Luis Jullid el marsellés, y tres prdjimos ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 49 mas, por conceptos parecides 4 los del marinero andaluz. —Por blasfemos, Gabriel Soto, Matias Rodri- guez, Juan Antonio Montes y Juan Gémez Bravo, espafioles. —E] francés Nicolas Morin y el portugués Fran- cisco Diaz, por sospechosos de judaismo, —Luis Enrique Torquemada, sevillano y juga- dor, por jactarse de tener demonio familiar para ser querido de las mujeres. —Jerdnimo de Gamboa, fraile de la Merced, por haberse casado en Popaydn. Fué degradado por el arzobispo. —Andrés Morley, pirata inglés y de dieciocha afios de edad, abjurd del luteranisrno. —Tres piratas de la armada de Cavendish, nom- brades Gualtero Tillit, de 30 afios; su hermano Eduardo, de 21 afios; y Enrique Oxley,de 26 afios, fueron quemados vives por luteranos. El inguisidor Ordénez y Flores, que reemplaz6 a Ruiz del Prado, no dié- mucho que hablar en mate- Tia femenina; pero reveld gran avaricia, pues con los fondos del Tribunal emprendio operaciones comerciales, siendo la principal la de azeguero. El domingo 17 de Diciembre de 1595, el nuevo 4 50 RICARDO PALMA oo inquisidor se exhibié en pomposo auto de fe. He aqui la relacién de las causas: —Por bigamia, Clara Prado y Ana Gémez, ne- gras; Lucas Montral, vizcaino; Pedro Vazquez, mestizo; Ana Cérdova, de Santiago del Estero; Bartolomé Ferruela, espaiiol, y Victor Méndez, portugués, —Por hablar obscenidades y pecadillos relacio- nados con el sexto, el soldado Andrés Paniagua, espanol; Paquita Gémez, gaditana, y Pedro de Va- Nejo, catalin y de sesenta inviernos, —Maria Torres (a) /a Gitana, por hechicera, y Juan Rumbo, por pacto con el diablo, —Por blasfemo, el espafio! Juan Grilo, cuyo cri- men fué haber dicho que mas querfa entenderse con los demonios todos del infierno, que con bea- tas, frailes é inquisidores. —Penados por judaizantes los portugueses Juan Méndez, Antonio Nufiez, Juan Lopez, Francisco Vaez, Manuel Rodriguez y Hernan Jorge. —Trece piratas ingleses que habian perteneci- do 4 la expedicién de Ricardo Hawkins (Achines), acusados de luteranos, hicieron abjuracién so- Jemne. Las llamas devoraron sdlo los cuerpos de Jorge Nufiez, Juan Fernandez, Pedro Contreras y Fran- cisco Rodriguez, portugueses, convictos de guar dar el sdbado y sacar Ja landrecilla del carnero. ANALES DE LA INQUISICTON DE LIMA _ Aunque estuvo dispuesto que saliesen en este muchos sacerdotes, a ultima hora se resolvid permaneciesen en la carcel. Eran éstos fray edro Pacheco, jerezano, francisco y confesor de onjas en Lima; fray Pedro Victoria, cura de Nas- fray Francisco Riofrio, mercenario, y que man- un serrallo en Moyobamba, 4 pesar de tener estas sesenta y siete afios, y veintiin frailes y gos mas, de cuyos nombres haré gracia al lec- or, convictos y confesos todos de enamorar en el onario 4 las hijas de espiritu. Contra uno de ellos, el clérigo Juan de Figueroa, natural de Hua- declararon cuarenta y tres mujeres. {Vaya glotoneria! es solicitantes en el confesonario, dice en uno € sus oficios 4 la General de Madrid: —«Parece que, en el Pert, apenas hay sacerdote que no pe- que en esto, y lo peor es que algunos dicen que *pecar con indias no es pecado (sino penitencia, vagrego yo), y pecan carnalmente con ellas hasta en la iglesia.» (1). En respuesta, el Consejo ce Madrid autorizé 4 Anguisicién de Lima para condenar hasta 4 ga- Jeras, segun la magnitud del crimen y la reinciden- —— © G) Véase integra este oficio en el libro de Toribio “Medina, Historia de la Inquisiviin de Lima. 52 RICARDO PALMA cia 6 falta de enmienda, 4 los sacerdotes que con- virtiesen el confesonario en lupanar, De mas Seria. afiadir que Ja autorizacién fué letra muerta, E! siglo Xvi termind con el auto publico cele- brado el 10 de Diciembre de 1600, A las seis de la mafana principié 4 desfilar la Pprocesian, y ha- biendo llegado el virrey una hora més tarde tuvo recia querella con el inquisidor Orddnez, asi Por el retardo como por cuestién de preferencia en el asiento. Ni el arzobispo, ni los obispos de Quito y Panama, que accidentalmente se encontraban en Lima, concurrieron al auto, alegando que el sitio que se les habia designado por el Tribunal no era el que 4 su dignidad correspondia. Los reos penitenciados fueron: —Cuatro por blasfemos, y un mulato y dos ne- gras por hechiceros, —Angela Figueroa, cuzquefia y de veinte afios de edad; Pedro Escoba, zapatero; Andrés Garcia, genovés; Cristobal Juarez, batbero; Luis Natera, pintor, y cuatro espafioles mas, por bigamos, —Juan Fuller, natural de Nancy, en Francia, de treinta y dos afios, jugador de Pasa-pasa 6 cubile- tes, abjurd de Zea y recibis cien azotes, por haber dicho que en la hostia sdlo estaba la sombra de Dios, y cantado esta copla de su invencién: ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 53 Adan no pudo pecar; San Juan no le bautizd; siaquél no resucité, gcémo se pudo salvar? —Diego Pitteyro, lego agustino, por haber di- misa sin ser sacerdote. —Juan de Marsella, francés y de treinta y cinco i por haber dicho que todos los clérigos vivian ncebados y que, si lo metian en la Inquisicién, diria 4 los inquisidores mas de cuatro clari- : Por estas palanganadas abjuré de vehemen- . ¥ recibié cien azotes. —Felipa Lopez, casada y¥ de treinta afios; Fran- co Rodriguez, de veintiséis afios; Andrés Ro- ez, de veintiocho; Isabel Rodriguez, hija de Lépez, de quince afios; Feliciano de Valencia, do; Andrés Nujiez y Pedro Gémez, todos gueses, abjuraron de vehement? como judios antes, sufrieron confiscacién de bienes, y dos le ellos fueron azotados al dia siguiente. —Francisco Nufiez de Oliveira, denunciado por mismo hermano, se abrid, en la carcel, una vena brazo con un alfiler, Salvado con gran dificul- , persistid en suicidarse, negandose 4 comer; lo cual le abrian con un palo la boca, echan- por fuerza el alimento. Se le condeno 4 seis de encierro, Era portugués y judio. —Duarte Nujiez de Cea, de cuarenta afios y tra- 54 RICARDO PALMA tante en negros, y Baltasar de Lucena, de veinte afios, ambos portugueses, murieron en la hoguera como judios pertinaces que, aun en el tormento, dijeron que querian morir fieles 4 la ley de Moisés, Este auto concluys a las ocho de la noche. Aunque debieron haber figurado en él, la Inqui- sicidn tuvo sus motivos para dejar en la cdrcel 4 los reos siguientes: —Fray Francisco Roman, de cuarenta y cinco aflos, porque resistiéndosele una confesada le dijo que solo las monjas pecaban al quebrantar la cas- tidad. —Fray Juan Prieto, espafiol y de cincuenta afios, por idéntico motivo. —Fray Bartolomé de la Cruz, sevillano y de cincuenta y dos afios, acusado por quince mujeres. de solicitante en el confesonario, habiendo violen- tado 4 varias de ellas. —Fray Andrés Corral, rondefio y de treinta y nueve afios, porque diciéndole una confesada, 4 quien requeria de amores, que las barraganas de los frailes se convertian en mulas, él la aseguré que, por el contrario, se iban vestidas y calzadas al cielo, Declararon contra el frailuco treinta y una beatas. Estos cuatro galanes eran franciscanos, {Vaya con los hijitos del serafico! ANALES DE LA INQUISICIGN DE LIMA 58 | —Fray Mateo de Alvarado, jerezano y de cua- ta afios, y fray Diego de Sanabria, aragonés y treinta y seis pascuas, ambos religiosos de la erced y enamoradizos con exceso, —Los clérigos Pedro de Lobo, portugués, que no buen lobo, hiro presa en diecisiete hijas de itu; Pedro de Villagra, castellano y de cin- nta y cuatro afios, que abusé de madre é hijas; Rodrigo Ortiz, que se denuncié 4 si propio de haber tenido acceso con varias mujeres en el mis- confesonario. Yo no comento. Haganlo mis lectores. CAPITULO III ‘Sumarte.—Angela Cerranea —Procedimientos, — Férmula wel tormen- ).—La poles, el petro y el fuego.—Rofinamiento de crueldad,—La com- _ Burgacién,—Varios pormenores.—Doctrina del inquisidor Luis de Para~ _-mo.—Fracesos que s¢ leyeron en el auto de 1894. —Tnsignias penitencia~ “Tes.— Acusaciones contra Angela Carranza,—Conclusién de su caus —El _ Girade San Marcelo, confesor de Angela, ye nombre de Angela Carranza ha llegado 4 la generacion actual dando tema 4 multitud de nsejas, y sirviendo 4 las madres para asustar on ¢l 4 sus pequefuelos. Sabfamos que esa mu- et fué una de las victimas del Santo Oficio; pero el drama de su vida nos era desconocido hasta €,en nuestra mania de andar a caza de créni- Ss, €ncontramos muchas curiosas noticias sobre la arra Angela Carranza era, en nuestro concepto, una Mujer de imaginacién, cuyo espiritu se extravid Ja lectura de obras teoldgicas que no alcanza- a comprender. Al ocuparnos de ella, hemos te- 8 RICARDO PALMA imprenta real de Lima, el doctor D. José del Ho- yo, secretario del secreto y promoter fiscal de} Santo Oficio. Recientemente, se ha reimpreso in- tegro cl proceso de la Carranza en el tomo VII de la Colecciin de documentos histéricos, de Odrio- zola. El Tribunal de la Inquisicién de Lima extendia. su jurisdiccidn al tervitorio de Chile, virreinate de Buenos Aires y parte del de Santa Fe 6 Bogota; y aunque ejercia tan ilimitado poder que le era dable, segun facultades que le otorgaron los Papas Inocencio IV, Clemente III y Alejandro IV, com- peler con censuras 4 los principes 4 respetar sus decisiones, no por eso dejaba, en lo ostensible, de sujetarse 4 formulas y practicas juridicas, Asi, en los procesos se encuentran Ja sumaria, la compur- gacion candnica, a declaracién indagatoria, el ple- nario, las posiciones, la publicacién de testigos, la tacha, el careo, la calificacién, censura 6 dictamen que un tedlogo daba sobre los puntos de acusa- cién, y aun era permitido el recurso de fuerza al rey. Pero, para hacer este sistema judicial barbaro y defectuoso, bastaba con el secreto empleado en la sustanciacion de los juicios, y con’ el tormento que se aplicaba cuando el reo permanecia inconfe- ANALES DE LA FNQUISICION DE LIMA 59 so después de tres moniciones. El tormento se apli- -eaba con la siguiente sentencia: Christo nomine invocato. Fallamos, atentos los au- ‘tos y méritos del proceso y sospechas que de él re- ‘sultan contra el reo, que le debemos condenar y con- denamos 4 que sea puesto en cuestidn de tormento,. en la cual mandamos esté y persevere tanto tiempo ‘euando 4 Nos bien visto fuere, para que en él diga la verdad dé lo que esta testificado y acusado; con protestacién que le hacemos que si en dicho tor- Mento muriese, 6 fuere lisiado, 6 se siguiese mutila- cién de miembro 6 efusién de sangre, sea 4 su culpa y cargo, y no 4 la nuestra, y por no haber querido decir la verdad. Nataniel Jomtob, en su obra la Jnguistciin sim mascara, da, sobre la cuestion de tormento, por- Menores que nos conviene reproducir: Cuando creia el reo que los indicios no formaban rueba semi-plena, cual se requeria para la senten- ‘Gia de tormento, podia apelar al Consejo de la Su- “Prema, y también reclamar ante los inquisidores ‘Cuando, por algin achaque 6 por su delicada com- 'Plexién, ‘no lo podia soportar. En el primer caso le -foncedian la apelacién, sila juzgaban fundada, en- Viando con toda reserva los autos al Consejo. En el ‘Segundo, le reconocian los facultativos, y siendo cier- tala Causa, se subrogaba 4 la tortura ordinaria otra 60 RICARDO PALMA ae més ligera, 6 se le administraba la misma con menos Tigor. Tres eran los géneros de tormento que regular- mente usaba la Inquisicién; el de la garrucha, el del potro y el del fuego. Como 4 la agudeza de los dolo- res acompajiaban tristes lamentos y gritos descom- pasados, era coriducido el paciente 4 un sétano Ia- mado cdmara ded tormenta, 4 fin de que no llegasen al exterior sus voces. Lo acompanaban el Inquisidor y él secretario de turno, le preguntaban de nueva acerca de su delito y, si persistia en negar, se proce- dia 4 la ejecucién. Para el tormento de garrucha 6 polea, se colgaba en el techo un instrumento de este nombre, pasan- do por él una gruesa soga de caamo 6 esparto. Co- gian después al reo y, dejandolo en padios menores, Je ponian grillos, atabanle 4 la garganta de los pies cien libras de hierro, y volviéndole los brazos 4 la es- palda y asegurandolos con un cordel, fo ataban de la soga por las munecas. Teniéndolo en esta pasicidn, to levantaban un estado de hombre, y en el interin Jo amonestaban secamente Jos jueces para que dije- se la verdad. Se le daban ademas, seguin fueran los in- dicios y la gravedad del delito, hasta doce estrepa- das, dejandolg caer de golpe; pero de modo que ni los pies ni las pesas tocasen al suelo 4 fin de que el cuerpo recibiese mayor sacudimiento. En el tormento del potro que Iamaban también de agua y cordeles, estande et reo desnudo, en la for- ma que se ha dicho, era tendido boca arriba sobre ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 61 $$ un caballete 6 banco de madera, al cual le ataban los pies, las manos y la cabeza, de modo que no se pu- diese mover. Entonces le hacian tomar algunos litros. de agua, echandosela poco 4 poco sobre una cinta que le introducian en la boca para que, entrando con el agua en el gaznate, le causase las ansias y desespe- racion de un ahogado. _ Para el tormento del fuego, ponian al reo de pies desnudos en el cepo, y bafdndole las plantas con manteca de puerco, arrimaban 4 cllas-un brasero en- eendido. Cuando mucho se quejaba del dolor, inter- ponian una tabla entre el brasero y los pies, man- dandole que declarasé. Reputabase este tormento por el més cruel de todos. La duracién del tormento, por bula de Paulo IIT, no podia pasar de una hora; y si bien la Inquisicién de Italia no solia llegar 4 ella, en la de Expaiia, que s¢ ha gloriado de aventajar 4 todas en su celo por la fe, se prolongaba el tormento a cinco cuartos de ho- ta. Solia suceder que el paciente, por lo intenso del dolor, quedase -sin sentido; y¥ para este caso estaba Prevenido el médico, el cual informaba al Tribunal siel paroxismo era real 6 figurado, y con su dicta- men se suspendfa 6 continuaba el martirio. Cuando él reo se mantenia negativo, venciendo el tormento, © cuando, habiendo en él confesado, no ratificaba a las veinticuatro horas su confesién, se le daba hasta tercera tortura, mediando sélo dos dias de una d otra. Cuando no bastaban las persuasiones ni las tretas Para que el reo, con verdad 6 sin ella, se confesase 62 RICARDO PALMA delincuente, recurrian los Inquisidores 4 la tortura mezclando 4 la ficcién con la severidad, Porque, ade- mas de amenazarle con la duracién indefinida del tor- mento, hacianle creer, cuando ya lo habia sufrido por el tiempo determinado, que lo suspendian por ser tarde 6 por otra razén semejante, con el objeto de infundirle mis terror. Los legisladores que tal prueba autorizaron, tuvieron al menos la equidad de dar por purgados con ella los indicios, y dejaban ir libre al reo que perseveraba negativo; pero la In- quisicién, para no ser menos feroz que otros tribu- nales, que en este caso imponfan la pena extraordi- naria, le condenaba también 4 carcel Perpetua 6 4 algunos anos de galeras, De este modo el infeliz reo, acaso inocente, quedando no pocas veces imposibili- tado para todo ejercicio con la dislocacién de los huesos en Ja garrucha, con la opresién del pecho y stros accidentes en el potro, y con la contraccién de nervios en el tormento del fuego, tenfa que pasar por la afrenta de verse agavillado y confundide con la gente mas soez. Como la Inquisicién ha hecho suyos los vicios de los demas tribunales, Ievandoles casi siempre ven- taja, en las leyes del tormento descollé extraordina- riamente su rigor. En primer lugar, no contenta con obligar al reo 4.que confesase su delita ¥ descubrie- se 4 los cémplices, le precisaba también a revelar su intencién. De. modo que, aun cuando en la tortura confesase todo lo que puede pertenecer al conoci- miento de un tribunal, se le sujetaha otra vez 4 ella ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA 63 hasta que se declarase ante los hombres tan malo co- amo los jueces lo suponfan delante de Dios. Otra practica habia ain mds inhumana. Cuando el mismo reo arrepentido confesaba su danada inten- cién y denunciaba 4 los cémplices, se le daba, sin embargo, tortura siempre que alguno de éstos nega- se serlo. Tan atormentado era, pues, el reo confesan- do como obstindndose en negar. A més de la prueba por escrituras, por testigos y por la confesion del reo, libre 6 forzada, en que apo- yaba su acusacién el fiscal, se usaba la compurgacio: Esta consistia en obligar al reo a sincerarse de las sos- pechas que contra él habia, con cl testimonio de su- jetos de probidad, quienes bajo juramento afirmaban tenerle por catdlico y libre de la herejia que se le im- putara. Bastaba un rumor contra un hombre para Sujetarlo 4 la compurgacién; y cuando el difatnade no encontraba quien le abonase, acaso por lo arries- gado que era esto en los procedimientos del Santo Oficio, se le condenaba como hereje contumaz. Las leyes humanas han exceptuado siempre 4 las mujeres del tormento, mirando su delicadeza fisica y por respeto al pudor; pero el Santo Oficio Pisoteaba estas consideraciones. Ademas, si las Mujeres presas no observaban el estricto silencio que debia reinar en las carceles de la Inquisicidn, se las desnudaba y azotaba. Cuando, 4 pesar del tormento, permanecia el 64 RICARDO PALMA ees reo inconfeso, la Inquisicién no se daba por ven. cida. Enviaba al calabozo del reo un espia que fin- giendo ser preso inocente como ¢l, vociferase con- tra la tirania del Tribunal. Asi caia en el lazo el pobre acusado. Ni los sacerdotes que componian e] Santo Oficio se avergonzaban de representar tan infame papel; pues afectaban consolar al prisione- ro éinspirarle confianza para que, en el seno de la amistad, depositase sus secretos El que lograba sustraerse de la Inquisicién por Ja fuga, debia renunciar para siempre 4 su patria, 4 su familia, 4 sus bienes y 4 su honor, Se le encau- saba estando ausente, se le confiscaba cuanto le pertenecia, se le quemaba en estatua y se infama- ba su memoria. Ni aun la muerte arrancaba su pre- saa la Inquisicidn; pues se llevaba en procesién la imagen y huesos del difunto para arrojarlos en la hoguera, Era muy freeuente que los reos muriesen en la prisidn por consecuencia de la tortura, me- lancolia y malos tratos, 6 que se suicidasen. Indu- cfalos a este acto de desesperacidn, el! que la In- ién diferia por largo tiempo la ¢jecucién de quisi la sentencia. La llegada de un virrey, el naci cipe heredero, el matrimonio de una infanta de Es- pafia u otra noticia plausible, 4 mas de celebrarse con toros, comedias, luminarias y arboles de fue- 0, se hacia con un auto de fe. Ademas, escogiase iento del prin- ANALFS DE LA INQUISICION DE LIMA 65 frecuentemente para esta .ceremonia el primer do- mingo de adviento; por que el evangelio de aquel dia habla del juicio final, que la Inquisicién preten- dia representar a lo vivo. La humanidad se estremece atin de horror al re- correr las paginas de la historia de ese tribunal san- griento, creado por el fanatismo para exterminio de la impia y herética pravedad, y que juzgaba divino su origen, calumniando esa religi. de amor y tolerancia que se Ilama cristianismo, y minando por su base la doctrina redentora que el Hombre- Dios hizo,con su sangre germinar en el Gélgotha, El inguisidor Luis de Pdramo, en sa obra titulada De origine et progressu Inguisitione, interpretando 4 su modo_el Pentatéuco, establece, entre otros desatinos, que Dios, constituido en Inquisidor, condend 4 Luzbel y sus secuaces al fuego eterno, ¥ que formé proceso 4 Adan para desterrarlo del paraiso. Deduce de aqui que los primeros autos de fe tuvieron lugar en el cielo; y tan extravagante opinién, acogida 4 su vez por Roma, did omnimo- da preponderancia alos que se hacian un titulo, para ganar la beatitid inmortal, del oficio de vic- timarios 6 verdugos, y que condenaban al martirio de las llamas 4 sus semejantes ad majorem Dei loriam. Bermidez de la Torre, en su relacién panegiri- a del auto de 1736, comenta asi el citade pasaje: 66 RICARDO PALMA En el proceso fulminado contra nuestros primeros padres, hallé el crudito Paramo, varias analogias que demuestran correspondié 4 la sabiduria de Dios el empleo de primer Inguisidor; ya procediendo con- tra reos-incursos en crimen contrario 4 la fe; ya ci- Héndose 4 la recta y judicial instruccién del proce- 80, y ajustandose 4 la formalidad en el cuidado de la citacién gDinde estds, Addn? ; ya despues de hecha la presentacion, inquiriendo el delito; ya en la firme constancia del secreto; ya en la reconciliacion del reo convicto; ya en la afrentosa vestidura de tunica de pieles dy que vistié Dios, en representacién del sam- benito, a los primeros penitenciados; y ya en la con- denacién 4 confusa vergitienza. Y no hallandose sa- tisfecha la justicia con dejarles la nota de ignominio- sa infamia, procedié 4 la pena del embargo y pérdi- da dé bienes de que habian enriquecido al hombre la naturaleza y la gracia, y después al duro destierro del paraiso y al perpetuo trabajo. Voltaire dice que, con esta doctrina, sdlo ha pro- bado Paramo que Dios fué el primer sastre. Angela Carranza, béata agustina, nacid en la ciu- dad de Cordoba del Tucuman en 1641, habiendo pasado 4 Lima por los afios de 1665, Tanto en su patria, como en el Peri, supo conservar reputacidn de casta y honrada. A poco de estar en Lima, co- rrié la voz de que recibia favores y revelaciones ANALES DE LA INQUISICION DE TIMA 67 del cielo, y en 1673 empezo 4 escribir éstas, au- ntando asi entre el vulgo su fama de santa é ins- . Atribuianla el poder de: practicar milagros, y creian las almas candorosas que curaba toda es- pecic de males por medio de cuentas y globulillos de cristal, Enel Mapa, curioso periddice que, por los afios de 1843, publicé en Lima el cronista Cordova y F Urrutia, hemos leido que la Carranza iba, en un _ dia Iluvioso, por la calle del Rastro y que, por ‘uestion de acera, tuvo reyerta con un fraile fran- cisco. Este cogid 4 la beata de un brazo y la hizo caer sobre el lodo de la calle; pero tan influyente tespetada era Angela, que la sociedad limena se conmovid por el ultraje inferido 4 la predilecta bea- ) ¥ el pobre fraile purgé su pecado de irascibili- dad con dos meses de encierro en la circel del con: vento. El revereado era vengativo y, cuando se ‘vid en libertad, se echd 4 espiar 4 la beata, y tan- to hurgé que, 4 la postre, adquirié pruebas de que Ja Carranza no era santa sino grandisima pecado- ta. Pertrechado con ellas, fucse el fraile 4 la In- Quisicién é hizo denuncia en forma, Sabe Dios 4 dénde habria ido 4 parar con sus Jocuras la ilusa beata, si en la noche del 21 de Di- ciembre de 1689 no se hubiecra detenido a la puer-— ; fade Su casa la famosa calesita verde de la Inqui- én, vehiculo cuyo solo aspecto hacia erizar de 68 RICARDO PALMA. susto los pelos al de bigote mds crespo. Un fami- liar de la Santa arrancé de su éxtasis 4 la Carran- za y, por espacio de cinco .afios, no volvié 4 ha- blarse de ella entre Jas honradas vecinas de la tres veces coronada ciudad de los Reyes. Pero vino la mafiana del 20 de Diciembre de 1694, y el pueblo se precipité en masa en la Igle- sia de Santo Domingo, tan Inego como fuerén abiertas las puertas del templo: Estaba éste lujo- samente preparado para Ja celebracién de un auto de fe; y 4 las 9 de la mafiana el excelentisimo se- fror conde de la Monclova, virrey del Peri, acom- pafiado desu familia, ocupé un tablado 4 modo de tribuna con celosias, en la capilla de la Virgen del Rosario, ‘Un familiar did lectura 4 los Procesos que, en extracto, fueron: —Juan Davila y Mendoza, mestizo, de 26 afios de edad, de ejercicio albafiil y natural de Jauja. Acusado de bigamia, abjuré de /ew y fué eonde- nado 4 dos afios de presidio. ~JuanGarcia Mufioz, de cuarenta y ocho afios, arriero, natural de Cailloma y vecino de Cocha- bamba, fué convicto de bigamia y condenado 4 cuatro afios de servicio en el hospital de San Juan de Dios del Cuzco. —Alfonso de Medina, de cincuenta afios, hua- manguino y labrador de oficio, Acusado de biga- ANALES DE LA INQUISICE 69 mia, se le condend 4 doscientos azotes y cuatro a i de servicio en un hospital. —Benito de la Pena, de treinta y dos aftos, na- tural del Cuzco y acusado del mismo delito que el anterior, fué sentenciado a idénticas penas. —José Rivera, mestizo, natural de Yauyos y de veintiséis afios de edad, sufrid doscientos azotes por haber servido de testigo 4 Pefa para el segun- _ do matrimonio, —Antonio Catano, natural de Jauja, de veinti- ; ‘cinco aiios y cerrajero de oficio, sufrié igual pena que Rivera por la misma causa. Después de la lectura de estos seis procesos, Z “que duré mas de una hora, pasé el secretario del Tribunal al de Angela Carranza, la verdadera pro- - tagonista de la funcién. Pero antes de ocuparnos ede él, consagremos un parrafo a la explicacién de das insignias penitenciales y otras menudencias. La vestidura penitencial que ponia la Inquisicion a sus victimas, tomé el nombre de samdenito por el de saco bendito; y la imagen 6 forma de cruz ‘trasversal 6 de San Andrés, porque poniendo an- tes d los reos la cruz recta en sefial de reconcilia- tidn, ‘volvian algunos 4 sus antiguos y primeros ‘trrores y, desnudandose de aquella vestidura pisa- } ban, con desprecio, y en odio de la fe, la cruz que 70 RICARDO PALMA. estaba dibujada en ella; y para evitar este nuevo agravio de la religién se puso 4 los penitenciados la cruz oblicua, manifestandose asf cuanto se ha- bian desviado de lo recto. (Luis de Paramo). En el libro titulado Sof de Occédente, hallamos otra explicacién mis satisfactoria sobre el sambe- nito. Este nombre debi6 tener su origen en la cos- tumbre observada en los primitivos tiempos del Santo Oficio, compuesto en su mayoria de monjes de San Benito, que recibian en los monasterios de su orden a los que se castigaba por apartados de la Iglesia. Didse el nombre de sambenito al habito que les hacian vestir. La vela verde que llevaban los reos hasta el mo- mento de asistir a la reconciliacién, significaba que asi como se extinguié en ellos la luz de la fe, po- dian volver a encenderla en Ja llama de la peni- tencia, Bermudez de la Torre, consultor que fué del Santo Oficio de Lima, dice: que la vela verde re- presenta las tres virtudes teologales:—el pavilo, es emblema de la fe; la cera, de la esperanza; y el fue- go, de la caridad. En cuanto al faréante 6 coroza, Paramo sostiene que no era divisa penitencial, y Covatrubias con- sidera que la siztra scelerata era sdlo una sefial de infamia. Fuentes da la siguiente explicacién de las insig- ANALES DE LA INQUISICION DE LIMA penitenciales:—E] sambenito era un escapu- de lienzo 6 de pafio amarillo que llegaba has- a rodilla, en el cual estaba retratado el mismo lo levaba, ardiendo en llamas, con varias figu- de dragones y diablos, cuando habia de ser re- o por impenitente; mas, cuando era reconci- o Hevaba las mismas llamas, sin aquellds figu- Los penitenciados sdlo llevaban cruz aspada de San Andrés, de patio encarnado. El sambe- to se colocaba después en la parroquia del rela- do 6 penitenciado, para que 4 un tiempo le sir- 4 él de oprobio, y de+trofeo 4 la Inquisicion. —La coroza era un gorro de papel engrudado que tenia una vara de alto y subia en disminucidn, 4 manera de cucurucho, en el cual habia también Pintados, diablos, culebras y llamas, variando se- gun las.circunstancias como en el sambenito. En Peru, a las corozas de los dogmatizantes y maes- tros de Ia ley de Moisés, se les afiadia una larga cola enroscada para significar lo tortuoso y sdfis- _ tico de sus doctrinas.—La vela amarilla 6 verde, a levaban encendida los reconciliados, y apapa- da los impenitentes.—A los blasfemos los sacaban también con mordaza. __ El estandarte de la Inquisicién era de terciope-_ To negro, con flecadura y borlas de oro. Tepia en el medio, de realce y en campo verde; la oliva, cruz €spada bordadas de oro, y por orla estas pala- 72 RICARDO PALMA bras del salmista:—Zzarge, Domine, et judica cau- sam tuam.—Llevabalo, en las procesiones, algun titulo de Castilla que ejercia el cargo de alguacil mayor del Santo Oficio. Las borlas eran llevadas por caballeros de habito 6 jévenes de la nobleza, que se relevaban de cuadra en cuadra. En los autos de fe tenia también lugar una ce- remonia que se llamaba adjwracién. Podia ser ésta de tres formas. Distinguiase con el nombre de ab- juracién de vehement 4 la que hacian los convic tos y contesos de herejia. Abjuracién de /ew, era la que correspondia 4 los reos por delitos que in- ducen ligera sospecha contra la fe, La abjuracién en forma se aplicaba 4 los judaizantes, luteranos y molinistas confesos. En sus cuadernos de revelaciones contaba la beata de San Agustin que, en una ocasion, ia dijo el Sefior:-—;Sabes, Angela, que no sé cuantos pun- tes calza mi madre2—Y¥ que en otro coloquio la dijo muy quedo yal oido:—No puedo quitarte las imperfecciones porque nos esta atisbando tu padre confesor.—Y agregaba que, por el mas pequefio pecado iban los sacerdotes al infierno; y que el que rezaba distraido 6 no rezaba, solo pagaba en el purgatorio la pena y en el cielo satisfacia la obli gacién.—También refiere que la dijo Dios que era. AWALES DE LA INQUISICION DE LIMA 73 la mujer buena y que, como San-Pedro era cabeza, pues negé d su Maestro, lo crucifica- ron con los pies arriba. Escribia que Dios tuvo por la Magdalena mas - Gnclinacién y gusto yue atencién 4 su mérito; y que 4 Matia Egipciaca, por muy ataviada, tuvo into peso que los dngeles la cargaron para subir- fa al cielo; y que, estando San Juan Bautista arre- _ gilandola el peinado, ¢! Sefior le dijo;—jCosas de ee Dejala en paz que los hombres no sabemos Que Dios la dijo un dia:—Admiran los hombres - fa fortaleza de Sansdn en derribar el templo; mas aqué valentia fué matarse por vengarse? Angela, ti eres mi espejo y yo tu espejo: tu el lunar de mi cara y yo el lunar de tu cara.—Y que habiéndola. acometido un desmayo la auxiliaron la Virgen, San Pedro y San Pablo que estaban presentes. Que al entrar al cielo la recibian los apdstoles bajo de pa lio, y que enviandola un dia a llamar Dios con un angel, le contesté.— Dile 4 su merced que me per- done, que por hoy tengo que hacer.—Que unos Angeles la trajeron una silla, y !a dijeron: En es- ta silla juzga el Sefior a las almas, siéntate en ella, Que Dios le dijo que seria beatificada y patro- fa de Lima, y que en el cielo la graduaron de doc fora. Que San Agustin la dijo un dia:—Angela, si fueras hombre te daria mi mitra; pero con mi

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