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John Berger
Cada cual vive en su propio espacio corporal cuyos hitos son el dolor
o la incapacidad, una sensacin o un malestar desconocidos. Los
cirujanos no pueden obedecer las leyes de este espacio cuando
operan, no es algo que se aprenda en las lecciones de anatoma del
doctor Tulip. Una buena enfermera, sin embargo, lo reconoce al tacto
y sabe que en cada colchn, en cada paciente, toma una forma
distinta.
Es el espacio en el que habita la conciencia de s mismo del cuerpo
que siente. No es ilimitado como el espacio subjetivo: finalmente lo
enmarcan siempre las leyes del cuerpo. Pero sus hitos, sus nfasis,
sus proporciones internas no paran de cambiar. El dolor agudiza
nuestra conciencia de este espacio. Es el espacio de nuestra
vulnerabilidad fundamental y de nuestra soledad. Y tambin de la
enfermedad. Pero, potencialmente, es tambin el espacio del placer,
del bienestar y de la sensacin de ser querido. Robert Kramer, el
director de cine, lo define as: "Detrs de los ojos y extendidos por
todo el cuerpo, un universo de circuitos y sinapsis. Los trillados
caminos por donde suele manar la energa." Se percibe mejor al
tacto de lo que se ve con los ojos. Y Rembrandt fue el gran maestro
que llev ese
espacio a la
pintura.
Pensemos en las
cuatro manos de
la pareja de La
novia juda. Son
sus manos,
mucho ms que
sus caras, las que
indican:
matrimonio. Pero,
cmo lleg l
hasta all, hasta el
espacio corporal?
Betsab leyendo la carta de David (Louvre). La figura, en tamao
natural, est sentada, desnuda. Reflexiona sobre su destino. El rey
la ha visto y la desea. Su marido est lejos, en la guerra. (Cuntos
millones de veces ha sucedido algo similar?) Arrodillada delante de
ella, su criada le seca los pies. No tiene otra opcin que presentarse
al rey. Quedar encinta. El rey David dispondr que maten a su
querido marido. Ella lo llorar. Se casar con el rey David y le dar
un hijo que llegar a ser el rey Salomn. Ya ha empezado una