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Retrospectiva sobre el surrealismo La difundida teoria del surrealismo que se recoge en los mani- fiestos de Breton pero domina también la literatura secundaria lo pone en relacién con el sucio, con le inconseiente, incluso con los ar- quetipos de Jung, los cuales habrian encentrade cn los collages y on la escritura automitica su lenguaje grifico liberado del aditamento del yo consciente. Asi, los sucnos jugarian con Jos elementos de lo teal del misme mode que el surrealismo. Pero sj ningun arte tiene obligacidn de entenderse a si mismo —-y uno estd tentado a conside- sar como casi incompatibles su autocomprensién y su éxito—, entances tampaco es necesaria someterse a csa concepcidn programatica ¥ re- petida por los divulgadores. Mads atin, lo fatal en la interpretacién del arte, incluso en Ja filoséficamente responsable, es que se vea obliga- da a expresar lo excrafio llevandolo al concepro, por medio de lo ya sdlito, y por tanto a eliminar con la explicacion lo unico que preci- sarfa de explicacion: en la medida en que las obras de arte esperan su explicacion, cn esa misma medida cometen, aunque sea contra su propia intencidén, un acto de twaicién a favor del conformismoe. Si el surrealismo no fuese en realidad mas que una coleccién de ilusera- clones literarias y graficas de Jung o hasta de Freud, no meramente duplicarfa de manera superflua la que la teorfa misma enuncia en lu- gar de revestirla de metdforas, sinc que ademas seria de una inocui- dad que apenas dejaria margen para el scandal al que el surrealismo aspira y que constituye su elemento vital. Ponerla en el misma nivel que la teorfa psicoldgica de los suefios lo somete ya a la vergtienza de Jo oficial, Al «Esa cs una figura paterna» de los iniciados se agrega el «Ya lo sabemos:, v lo que se supone meramente suetio nunca, come seconocid Cocteau, dafa a la realidad, por mds danada que pueda resultar la imagen de ésta. 109 Noias sobre literatura I Pero esa teoria cs errénea. Asi no sc sucfia, nadie sucha asi. Las creaciones surrealistas ne son mds que meramente andlogas al sueiio, en la medida en que derogan la légica habitual y las regles de juego de la existencia empitica, pero sin dejar de resperar las cosas aisladas violentamente separadas unas de otras; cs mids, aproximan a la figura de las cosas tado su contenido, y precisamenre tambien cl humano. Este es desmenuzado, reagrupado, pero no disuelto. Cierto que cl sue- fio no procede de otro modo, pera sin embargo el mundo de las co- sas aparece en él incomparablemente mas velado, menos pueste como realidad que en el sucrealismo, donde el arte hace estremecer al arte. El sujeto, que en el surrealismo opera mucho mis abierta y desinhi- bidamente que en los suefos, aplica su energla precisamente a su au- todisolucidn, para la que en el suefio no necesita de ningune energia; pero por eso resulra rode por asf decir mas objetivo que en el sueho, donde el sujeto, ausence de entrada, colorea y penetra todo lo que ocu- tre entre bastidores. Los mismos surrealistas se han dado cuenta mien- tras tanto de que tampoca, por cjemplo, en la situacién psicoanaliti- ca se asocia como ellos hacen en su poesia. Por lo demas, incluso la esponraneidad de las asociaciones psicoanalfticas esta muy lejos de ser espontanea. Todo analista sabe cudnte trabajo y esfuerze, cudnta vo- luncad hace falta para dominar la expresidn involuntaria que, gracias a tal esfuerzo, se forma ya en la situacién analiciea, por no hablar de la artistica de los surrealistas. En las ruinas del mundo del surrealis- mo no sale a Ja luz ¢l en si del incensciente. Si se los juzgara por su. relacién con éste, los simbolos resultarian con mucho demasiado ra- cionalistas. Tales desciframientos reducirfan la exuberante multipli- cidad del surrealisme a unas cuantas molduras, las reducirian aun par de magras categorias como el compleje de Edipo, sin lograr la fuerza que emanaba, si no de todas las abras de arte surrealista, sf al menos de su idea; cal parecer haber sido también, en efecto, la reaccién de Preud con respecte a Dali. Tras la cardstrofe europea, los shacks surrealistas han perdido su fner- za, Es como si hubieran salvado a Paris mediante la preparacién para el miedo: la destruecién de la ciudad fue su centro. Si se quiere, pues, superar el surrealisme en el concepro, no se deberd recurrir a la psi- cologia, sino al preced:miento artistic. Su esquema son sin duda los montages. Se podeia mostrar Ficilmente que también la pintura pro- piamence hablando surrealista opera con sus motivos y que la yuxta- Retrospectiog sobre ef surredlismna 101 posiciéa discontinua de las imigenes en la Lirica surrealista tiene ca- racter de montaje. Pero, como se sabe, estas imagenes proceden, en par- te literalmente, en parte segin el espfricu, de ilustraciones de finales del siglo x1x entre las que se movieron los padres de la generacién de Max Exnst; ya en los afios veinte hubo, mas acd del ambito surrealis- ta, colecciones de tal material grafico, como Our Fathers de Allan Bote", que participaren —parasitariamente— del shock surrealista y, por amor al puiblico, se ahorraron al misme tiempo él esfuerzo de excrafamien- to a raves del »rontage. La prictica propiamente hablando surrealista seemplazd, sin embargo, esos elementos por orras insdlitos. Precisa- mente por aquellos a los que, por el scbresalto que producen, debian el «:Dénde he visto ya eso antes?». Asi pues, la afinidad con el psico- andlisis ne es en un simbolismo del inconsciente donde se deberd su- poner, sino en el intento de descubrir, mediante explosiones, expe- riencias infantiles. Lo que el surrealismo afiade a los reproductores del mundo de las cosas es lo que hemos perdido de nuestra infancia: de nifos aquellas revistas ilustradas cllas mismas ya anticuadas cntences dehicron de asaltarnas coma ahora hacen las imagenes surrealistas. El momento subjetivo de esto se encuentra en el cratamiento del mezta- ge: éste, tal vez en vano pero indiscutiblemente segiin la intencién, que- rrfa producir percepciones camo debieron ser enronces. El hueve gi: gantesco del que en cualquier instance puede salir el monscruc de un juicio final es tan grande por lo pequefos que éramos nosotres la pr mera vez que nos estremecimos ante ¢] huevo. Pero Jo anticuade contribuye a este efecto. Lo que resulta paraddji- co de la modernidad es que, siempre ya fascinada por la eterna igualdad de la produccién de masas, tenga historia en absoluto. Esta paradoja la enajena y en las «estampas infantiles de la modernidads se convierse en expresidn de una subjetividad que, junta con el mundo, se ha enajena- do también de sf misma. En el surtealismo, la tensién que se descarga en el shock es la que hay entre la esquizoftenia y la reificacién, no por + Alan Bote (1893-1982): escritor y editor britiitico, Teas escribie varios libros sobre su experiencia come as de la aviacidn britinica durante la Primera Guerra Mundial, en 1930 reunid en ur solo volumen una serie de marerisles grificos y literatias baja el titulo: Nuestros padres (1870-1900): modalee 9 cosrumbres de los untiquos vicrosiustas; use celee~ ids de imagenes y textos sobre eu histona, moral, quertan, deportes, invencas y politica, Bn 1944 fundd le editerial PAN Hooks. [N, del T)] Tez Notas saline fiterdtsera I tanto precisumente una animacion psiceldgica. El sujeto que dispone lr bremente de si, liberado de toda consideracién con respecto al mundo empirico, el sujeto absolutizado, a la vista de la reificacidn tetal que le remite enteramente a sf y a su protesta, se descubre a sf misma como desanimado, virtualmente come lo muerto. Las imagenes dialécticas del surrealismo lo son de una dialéctica de la libertad subjetiva cn la situa- cién de fara de libertad objeriva. En ellas se petrifica cl dolor césmico europea como Niohe*, que perdid a sus hijos; en ellas la sociedad bur- guesa aparta de si la esperanza en su supervivencia. Es poco probable que algune de los surrealistas conociera la Fenonrenolagha de Hegel, pero una frase de ésta que hay que pensar en conexién con la mds general sobre la historia come el progreso en la consciencia de la libertad define el con- tenido surrealista: «La unica obra y el unico acto de la libertad univer- sal es, por canto, la muerte, y ademas una muerte que no tiene ningin Ambito ni cumplimiento internos»**. El surrealismo ha hecho asunto propio de la critica ahi dada; eso explica sus impulsos polfticos contra Ja anarquia, que sin embargo cran incompatibles con ese contenido. De Ja frase de Hegel se ha dicho que en ella la [histracién s¢ supera por su propia realizacién; no a un precio menor, no como un lenguaje de la in- mediatez, sinc como testimonio de la inversidn de la libertad abstracta en el dominio de las casas y por tanto en mera naturaleza, podri con- cebirse el surrealismo. Sus #onrages son las verdaderas nacuralezas muer- tas. Al componer lo anticuade erean nature morte. Estas imagenes no son tanto la de algo interno cemo mis bien fe- tiches —fetiches mereancia—a los que en orro tiempo se adhirié le sub- jetivo, la déide. Es con éstas, no mediante la introspeccidn, como aqueé- Ilas recuperao la infancia. Los modelos del surrealismo serian las pornografias. Lo que ocurre en los codlages, lo que en ellos queda con- vulsivamente suspendido como el tenso gesto de la voluptuasidad al- rededor de la boca, se parece a las modificaciones que se producen en una representacién pornografica en el instante de la satisfaccion del vo- eur. Senos cortados, piernas de maniquies con medias de seda en los collages: ésas son notas recardarerias de aquellos ohjeros de los impul- * Ro bh micologla griega, 1 Niobe, que se habia jaccado de ser mas fésril que Lera, los hijos cle deta, Apolo y Arcemisa, mataron a sx numerosa prole. [N. del T] “Ed, exp. GW, E HEGEL, Fenomsenalogia del expiritu, México, PCE, 197%, p. 347, IN. del T:] Retraspectiong sobre ef sursvalisme 03 sos parciales que una vez despertaron la fibide. En cllas lo olvidado se tevela césico, muerto, como aquello que el amoz queria propiamente hablanda, aquello a lo que él mismo quiere asemejarse, aquello a lo que nos asemejamos. El surcealismo es afin a la fotografia en cuanto despertar petrificado. Sin duda son imagines lo que casccha, pero no las invariantes, sin histeria, del sujeto inconsciente, que la concepcién convencional querria neurralizar, sino histéricas, cn las cuales lo mas interno del sujeto se hace censciente de si mismo como lo excerior a él, come imitacién de algo socio-histérice. «Venga, Joe, imita la mu- sica de entoncesn*. Pero con ello el suzrealismo es el complemento de la Sachlichteit™. con la que es contemporineo su nacimiento. El horror que ésta, en el sentido que daa la palabra Adolf Loos***, siente ante la ormamentacién como crimen lo moviliza el sAock surrealista. La casa tiene un tumor: sus balcones. El surrealismo los pinta: de la casa crece una excrecencia de carne. Las imagenes infantiles de la modernidad son la quintaesencia de je que la Sachlichhest recubre con tabi porque eso le recuerda su propia esencia cdsica y que es ineapaz de dominar ésta, que su racinnalidad si- gue siendo irracional. Fl surrealismo colecciona la que la Saehlichkeit nie- gaa los hombres; Jas distorsiones dan testimonio de lo que la prohibi- cidn ha hecho con lo deseado. A reavés de ellas salva aquél lo anticuado, un dlbum de idiosinerasias en las que se esfuma la pretensidn de felici- dad que los hombres encuentran negada en su propio mundo tecnifi- cado. Pero si hoy el mismo surrealismo parece obsoleto, ello se debe a que los hombres remancian ya ellos mismos a la consciencia de la renuncia que habia quedado fijada en el negartivo del surrealismo. * Cir. Bithao-Song, de Happy End, rexto de Bercole Brecht, musica de Kure Weill. [N. del T] * Sachiwebkest o (mds cominmente) Neue Sachlichkere, « veces caducida come «Ob jetividads (y «Nueva objerividads]: movimiento arussico cenceado en Berlin, que nar cid hacia 1918 y murié en 1933. Lo farmaron persunalidudes muy dispares, que ape- nas compartian Ia idevlogia antimilitarista y antiburguesa, avi como ana estética de exacerbado expresionismo. Las nazis lo condenaron y persiguieron como sarte dege- neradow [Enurrtete Kutt}. Sus doe principales representantes son George Grosz y Max Heckmann. [N. del '(!] st Adolf Loos (1870-1933): arquizecte austriace. La sinsplicidad geométrica de sus mu- ros lisos y la ausencia general de ornamencacidn, hacen de él uoo de los pioneros dé la avquitecrusa moderna. [N. del T.]

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