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Hechizados en la Red

Eros y Tánatos:
El cortejo cibernético en la era de la incomunicación
Manuel J. Moreno

“La investigación psicológica no ha logrado librar al rostro del alma de sus velos múltiples,
pues ésta es lejana, inabordable y oscura como todos los secretos profundos de la vida.”
C. G. Jung

Eros y Tánatos en Internet

Hija de su tiempo y perfectamente acorde con el espíritu de nuestra época –

Zeitgeist-1, como si de un vástago, producto o deriva paradigmática del mismo se

tratase, La Red de redes, Internet, emerge incontestable ante nuestras vidas, como el

in-Genio de una admirable y contemporánea lámpara de Aladino.

Nacido a la sombra de la neo-mítica New Age, de la menos mítica pero inevitable

globalización y de las imparables micro y macro revoluciones tecnológicas en las que

occidente se ha instalado sin remedio, ´feria de técnica y ciencia´ ya lamentada por

románticos tardíos de nuestra Europa, como Nietzsche o Herman Hesse, Internet

constituye el horizonte de un nuevo continente, el humano y colectivo desembarco en

un mundo nuevo, preñado de posibilidades, misterios y amenazas, como todo nuevo

mundo.

1
Expresión de los románticos alemanes para referirse al espíritu de la época, al clima intelectual y moral de un
determinado tiempo histórico. En 1769 Herder escribió una crítica de la obra Genius Seculi escrito por el filólogo
Internet representa por mérito propio e indiscutible una nueva realidad, así como un

potente espacio de experiencia para cada sujeto. Un triple salto mortal hacia la

inmediatez de las comunicaciones, algo que no tiene parangón alguno en la historia.

Asomarse a dicha realidad es adentrarse en un mundo virtual pero objetivable, un

nuevo espacio vital de precisos contornos; inusitado nicho ecológico exclusivo de

nuestra especie y artificial pero innovadora nueva capa en la atmósfera experiencial

humana que bien podríamos denominar, Netsfera.

Ahora bien, si indagamos un poco en todo aquello que lo novedoso tiene de arcaico

o antiguo, de arquetípico en definitiva, llegaríamos acaso a encontrar ciertas similitudes

y concomitancias con aquello que Jung denominó Inconsciente Colectivo. Un substrato

psíquico disposicional común, sobre el que descansa y sustenta el psiquismo humano

individual, especialmente en lo referido a aquellas tendencias, impulsos,

representaciones, motivaciones…, más primigenias e inconscientes.

Resulta asimismo significativo que utilicemos el verbo “navegar” para referirnos a

las excursiones que realizamos por el ciberespacio, a la acción de desplazarse por la

Red. ´Navegar´ tiene el significado inmediato de ´viajar´ y viajar es dirigirse hacia

siguiendo una ruta o trayectoria.

Y es que ese universo virtual posibilitado por la electrónica está efectivamente

poblado de todo cuanto resulta expresión y manifestación de lo humano característico –

Christian Adolph Klotz e introdujo al alemán la palabra Zeitgeist como una traducción de genius seculi (Latin:
volvemos por tanto a la presencia de lo arquetípico-: amor y odio, templos y antros,

sabios y charlatanes, opulentas entidades financieras e insolventes instituciones;

gobiernos, universidades, ayuntamientos, piratas, iluminados, partidos políticos,

estafadores, criminales, asesinos, conspiradores…, así como toda una ingente legión

de náufragos solitarios, en un mundo, el natural y el electrónico, que se busca

desesperadamente a sí mismo desde tiempo inmemorial.

Tampoco Eros y Tánatos, hubiesen podido faltar en su eterna y arquetipal cita en

tan humano mundo, por muy electrónico y artificial que su estructura y soporte, sea.

Todo cuando procede de humana semilla parece germinar y florecer en el Edén

cibernético.

La complaciente y acogedora super-mente de la Netsfera, no podría dejar de

fascinar a un mundo urgido por la prisa –madre e hija de la ansiedad-.

Pero, como en todo jardín del Edén que se precie, la inteligencia mefistofélica no

está en absoluto ausente de Internet.

La burbuja mefistofélica constituye la inflación del deseo y una gran trampa frente al

anhelo de auto-realización y de realidad. El mundo y sus placeres, la adrenalina del

poder y cierta eterna pero engañosa juventud a cambio de un alma verdadera y

genuina, suponen siempre una ruinosa transacción concretada en operaciones

abocadas a una decepción inevitable.

genius - "espíritu guardián" y saeculi - "del siglo").


Sin alma no hay universo que alcance a satisfacer las más íntimas y genuinas

necesidades humanas de dicha y plenitud.

Tampoco conviene al viajero, al loco marsellés de las imágenes arcanas, adentrarse

sin la guía y orientación adecuadas en un territorio tan incierto. El ciberespacio supone

una ventana permanentemente entreabierta al psiquismo humano, a sus luces y sus

sombras, a sus verdades y mentiras, a todo lo mejor y peor que se agita en el Olimpo

interior del homo sapiens. Pero, y esto es lo verdaderamente importante, también es

privilegiada antesala a la pantalla donde se va a escenificar –a proyectar- cierta trama

de nuestra más íntima y personal obra, los guiones sobre los que se sustenta nuestra

personalidad.

¿Existe verdadera comunicación en el ciberespacio? Espoleados por la sed y la

búsqueda de nuevas experiencias, la aventura de la comunicación que pretendemos a

través de este nuevo y virtual Mare Nostrum, se encuentra a nuestro entender,

amenazada por cierta posibilidad de enajenación de lo natural, de lo háptico2, olfativo e

intuitivo-visceral.

Muchos ciber-navegantes podrían perderse y enredarse en fluviales y laberínticos

meandros de seco cauce, bajo el riesgo cierto de encallar involuntaria e

inadvertidamente en islas desafortunadas, apartándose de su personal realidad, de

2
Con el término háptico nos referimos a todas aquellas sensaciones que no se hallan vinculadas a lo visual y
auditivo. Lo háptico, en sentido estricto, se refiere a todo lo relativo al contacto y las sensaciones táctiles.
aquella mítica pero ciertísima verdad original, sede permanente e insustituible de la

propia identidad.

¿Qué avezado Ulises, bajo protección y favor de los dioses, sabrá mantener su

individuada condición ante tales retos y aventuras internáuticas?

La Red es el lugar ideal –ideal en el pleno sentido de la palabra- para perderse,

psicológicamente hablando, en una suerte de mentira existencial, cuyo primer y último

defraudado es uno mismo.

En este sentido, navegar, chatear, establecer relaciones epistolares en el

ciberespacio, escenificar y vivenciar vidas paralelas como en Second Life, colma y

constela, en cierto modo, viejas aspiraciones humanas: las de ´comunicarse con los

espíritus´, “desplazarse instantáneamente a cualquier lugar” –viaje astral o similares-,

“travestirse en cuanto a nombre, género y condición”, tenerlo “todo” mágicamente a

nuestro alcance, disponer hedonísticamente y sin límites de todo tipo de juegos, sexo o

compañía, entre otros, en cualquier momento y lugar…

Algunas de las avenidas principales de la metrópoli sin límites y en frenética

expansión que Internet representa, se han convertido en las lonjas del amor, de ese

anhelado amor que viene a cubrir, llenar o parchear el doloroso vacío existencial que

se origina en la desoladora experiencia de separatividad de la que Erich Fromm habla

en su magnífico trabajo sobre el arte de amar3.

3
“El arte de amar: una investigación sobre la naturaleza del amor”, Erich Fromm
No pretendemos negar, desde luego, la evidencia de las facilidades que Internet

posibilita frente al dorado encuentro entre dos almas geográficamente distantes, sino

señalar que muchos, al menos, escapan por esta vía o callejuela, como a hurtadillas,

de frustraciones personales y complejos de toda especie y condición.

Al igual que los sueños moldean, hacen y deshacen, pintan y despintan, colorean y

decoloran nuestra más íntima realidad, nuestro mundo y trasfondo anímico personal, el

ciberespacio y sus inmediatas posibilidades de intercomunicación, permite el dibujo y

desdibujo de nuestra fachada personal con sorprendente desfachatez.

Y es que comunicarse, “hacer a otro partícipe de lo que uno tiene”, poner “lo propio

en común”, además de un acto cognitivo o intelectual en sí, brota de una secreta e

íntima motivación, acaso guiada por la intuición de una necesidad primordial, muy

humana por cierto, esencialmente humana.

Esta motivación e intención básica es lo que en definitiva cuenta. Hacia dónde se

encamina el sujeto, la persona total, en su viaje comunicacional

El asunto de fondo –yo diría que nunca mejor empleada dicha expresión- es que

nuestras intenciones y propósitos, el motivo que guía nuestros actos, se nos oculta y

esconde, se hace opaco, no sólo ante los demás sino primordialmente ante nosotros

mismos. La conciencia reflexiva, el conocimiento, aceptación e integración de lo propio,


piedra angular de la individuación, del desarrollo espiritual del sujeto humano, es en

definitiva una opus contra naturam.

Encontrarse con el ´otro´, con nuestro anhelado, temido y amado ´otro´, es un

movimiento vital de piezas que requiere cierta madurez y responsabilidad. En las

mansiones del amor cibernáutico, como en otros asuntos vitales, lo que fácilmente se

adquiere, fácilmente se pierde.

Viajeros y viandantes de la orografía internáutica, corren siempre el peligro de

abstraerse de su universo natural durante horas, días, meses…, años…, envueltos y

embarcados en un tiempo que discurre tan deprisa como inadvertido.

Consideramos en fin, que esa ánima naturalis que nos habita, motiva y alienta,

precisa de algo más que imágenes y teclado para poder gestar en su fecundo regazo

relaciones humanas de verdadero y futuro calado.

Manuel J. Moreno es psicólogo. Ejerce como perito calígrafo judicial ante los tribunales de justicia, es

grafólogo asesor en recursos humanos y profesor en las especialidades universitarias de Grafística,

Grafopatología y Grafología Forense que se imparten en la Universidad Autónoma de Barcelona

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