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Capitulo 1 Sietes Te amaba, de modo que tomé en mis manos la marea de los hombres y escribf mi testamento en el cielo con estrellas, para obtener tu Libertad, digna casa de los siete pilares, y ue tus ojos brllasen para mial llegar. T.E, Lawrence, Los siete pilares de la sabiduria (1935) El siete ha sido siempre un ntimero muy especial. El libro sagrado mas antiguo en sanscrito, el Rig Veda, describe siete estrellas, siete continentes concéntricos y siete rios de soma, la bebida de los dioses. Segiin el Antiguo Testamento judio y cristiano, el mundo se creé en siete dias, y la paloma de Noé regres siete dias después del diluvio. De forma similar, los egipcios trazaron siete camninos hacia el cielo, Ald creé un cielo y una tierra isldmicos en siete niveles y el Buda recién nacido dio siete pasos. El siete tiene también algunas propiedades ma- teméticas singulares. Muchas de ellas pueden parecer esotéri- cas para los no iniciados, y entre las mas simples esta el que s6lo se necesiten siete colores para colorear un mapa en un toro (una rosquilla) sin que dos zonas adyacentes tengan el mismo color. De ser un niimero especial a convertirse en un ntimero ma- gico basta un paso. Para los numerélogos, el siete simboliza Ia creaci6n, porque es la suma del espiritual tres y el material cuatro; para los alquimistas, se pueden establecer paralelis- mos claros entre los siete escalones del templo del Rey Salo- min y las siete etapas sucesivas de purificacién quimica y es- piritual. Los gatos persas tienen siete vidas, siete son las 7 deidades de la buena suerte en Jap6n y una cura judia tradi- ional para la fiebre suponia tomar siete espinas de siete pal- meras y siete clavos de siete puertas. Ciencia o supersticién? A veces no es facil diferenciar la una de la otra, Cuando los astrénomos de la Antigiiedad ob- servaban los cielos, vefan siete planetas circundando a la Tie- rra. El Sol y la Luna eran los mas obvios, pero descubrieron otros cinco: Mercurio, Venus, Marte, Jtipiter y Saturno (el siguiente planeta, Urano, no se identificaria hasta finales del siglo xvin), Las habilidades uevesarias para buscar planctas y calcular como se mueven en el cielo son importantes en la ciencia moderna. Por otro lado, el objetivo de los primeros observadores de los ciclos no cra comprendcr cl funciona- miento del Universo, sino intentar hallar una relacién entre los patrones de movimiento de las estrellas y los aconteci mientos importantes en la tierra, como hambrunas, inunda- ciones o la muerte de un rey. De modo que el nombre «cientificos» no parece correcto. Pera ges ravonable lamarlas magos 0 astralagos? Algunos de sus dictamenes suenan tan vagos como los de los modernos horéscopos de los periédicos. Veamos estos dos ejemplos de Asiria: «Si Venus sale temprano, el rey tendrd una larga vida; si se alza tarde, el rey de nuestra tierra morita pronto». O este otro: «Si la Luna esta rodeada por un halo y las Pléyades (una constelacién de siete estrellas visible a simple vista) se encuen- tran sobre él, indica que en ese afio las mujeres dardn a luz hijos varones».1 Es facil refrse de esto, pero no estamos hablando de intér- pretes de las hojas de té ni de misticos observando bolas de cristal: sc trataba de astronomos expertos que efectuaban de- tallados célculos basados en la observacién meticulosa del firmamento. Actualmente, la astrologia es ridicula, pero para numerosas civilizaciones —incluida Europa occidental, hasta el siglo xv1— las personas formaban parte integral del Uni: ‘verso, de forma que los acontccimientos singulares en los cie~ los se relacionaban con sucesos inusuales en la superficie de la Tierra, De igual modo que una de las metas de la ciencia es 18 hallar modelos de relaciones, los adivinos de la Antigiiedad intentaban encontrar sentido a sus vidas mediante el examen del mundo que les rodeaba. Creian en un Universo arménico ¢ interconectado, en el que los dioses, las estrellas y los seres humanos estaban unidos y actuaban al unisono. La astronomia moderna reposa sobre los cimientos de da- tos recogidos por estos expertos observadores de las estrellas que eran también astrélogos. Sus observaciones, en general, eran sélidas, a pesar de que sus teorias hayan sido desecha- das. A muchos cientificos les cuesta aceptar que sus propios conocimientos hunden sus raices en creencias que califican de magia. Para aquellos cuya fe es el progreso, las supércherias magicas han quedado eliminadas por el razonamiento cienti- fico; la magia y la ciencia se encuentran claramente en polos opuestos, y Ia sola idea de que puedan compartir un origen comtin roza el sacrilegio, Pero este tranquilizador punto de vista no siempre coincide con la realidad histérica. Pensemos en Pitagoras, el griego que dio su nombre a uno de los inas famosos woremas de la yeometria (aunque no fue él quien lo invent). Este célebre matematico estaba influen- ciado por visiones misticas de la armonfa césmica y del niime- ro sicte. Segtin la tradicién, un dia Pitégoras pasaba junto ala forja de un herrero y noté que el martilleo tenia una calidad melédica. Tras ciertas investigaciones y una gran cantidad de inspiracién, se dio cuenta de que el peso de un martillo influ- yeen la nota que produce en el yunque, y de aqui dedujo unas relaciones numéricas sospechosamente sencillas e ingeniosas entre pesos, tonas y longitudes de cuerdas. Pitsgoras habia sucumbido a la seduccién de los siete intervalos de la escala musical: igual que otros fildsofos griegos, crefa que era mas importante unificar mateméticamente el cosmos que efectuar observaciones detalladas. Pitégoras impuso al Universo pa- trones regulares dependientes del ndimero siete, y sostenfa que Jas érbitas de los planetas estaban gobernadas por las mismas reglas aritméticas que los instrumentos musicales. El arco iris de Isaac Newton es un ejemplo atin mas espec- tacular de la relacién entre ciencia y magia a través del poder 19 del siete. Mas de dos mil afios después de Pitagoras, Newton fue el defensor més acérrimo de la experimentacién precisa. Sin embargo, tenia una creencia tan arraigada en el universo arménico de los griegos que dividié el arco iris en siete colo- res para que se correspondiese con la escala musical. Ante- riormente, aunque habfa cierta disparidad de opiniones, la mayor parte de artistas mostraba arco iris de cuatro colores. Resulta, claro esta, imposible tomar una decisién objetiva acerca del ntimero correcto, porque el espectro de la luz visi ble varia de forma continua: no existe un limite exacto entre bandas de colores diferentes, lo que muestra que la forma de pensar en el arco iris afecta a la forma de verlo. En la actuali- dad, los experimentos de Newton con prismas se celebran como la base de la éptica moderna y el ntimero magico siete hha pasado a formar parte de la teoria cientifica del color. Pero seamos honrados: zalguien puede diferenciar entre azul, ail y violeta? ‘Como Newton se ha convertido en un paradigma de genio cientifico, quedaria cxtraiio decir que lo que practicaba no era ciencia, Por otra parte, los cientificos modernos despre cian muchas de sus actividades calificandolas de ridiculas 0 incluso de anticientificas. Aparte de su inquictud por los ni- meros y por la interpretacion biblica, Newton Ilevé a cabo experimentos quimicos estudiando minuciosamente los tex- tos antiguos y tomando nota de sus propias reflexiones y des- cubrimientos, No se trataba de una simple aficién: para Newron, la alquimia era un camino esencial hacia el conoci- miento y el perfeccionamiento personal, ¢ incorporé sus re- sultados en sus teorias astronémicas. El ejemplo de Newton ilustra la dificultad de situar con precisién el comienzo de la ciencia. Lewis Carroll sabfa lo complicado que puede ser decidir cuando debe empezar una historia. «;Por dénde desea que empiece, Su Majestad?», pregunté el Conejo Blanco. Alicia esperé la respuesta. «Empieza por el principio», dijo el Rey con gravedad,

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